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La OrBanización Social, un Inventario de Conceptos Por John F. CUBER De la Universidad Estatal de Ohio, Es- tados Unidos de América. Colaboración especial para la Revista Mexicana de So- ciología. Vertida del inglés por Osear Uribe Villegas. I U N campo inquisitorio establecido desde hace tanto como el de la "organización social" debería ser fácil de describir y de delimitar, si no lógicamente del todo, al menos operacionalmente o por consen- so. De hecho, no existe actualmente sino el más vago de los consensos tanto entre la oficialidad como entre la infantería de los estudio- sos de este tema. Las definiciones formales, los tratamientos sistemá- ticos, los compendios de materiales relevantes son altamente variados y dan testimonio de la fluidez, si no es que de la verdadera confusión, que caracteriza la investigación y el pensar que pasan por "organización so- cial" Sin embargo, sería error permitir que se tuviera la impresión de que este campo es completamente caótico. En realidad hay varios racimos de ideas sostenidos amplia, si no universalmente; hay un grado consi- derable de epistemología común y un acuerdo muy generalizado sostiene que algunas obras son clásicas para la tradición. Por lo menos hay tres concepciones que prevalecen sobre la organiza- ción social en cuanto campo inquisitorial. Por supuesto existen otras concepciones fuera de estas tres, y es frecuente que el trabajo de un estudioso dado se adhiera primero a una y luego a otra de estas con- cepciones en diferentes épocas. Sin embargo, está ampliamente justifi- cado por la literatura publicada tanto como por la "charla de taller" de los sociólogos, que el campo es concebido por estudiosos competentes y de prominencia, en estas tres formas.

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La OrBanización Social, un Inventario de Conceptos

Por John F. CUBER De la Universidad Estatal de Ohio, Es­tados Unidos de América. Colaboración especial para la Revista Mexicana de So­ciología. Vertida del inglés por Osear Uribe Villegas.

I

U N campo inquisitorio establecido desde hace tanto como el de la "organización social" debería ser fácil de describir y de delimitar,

si no lógicamente del todo, al menos operacionalmente o por consen­so. De hecho, no existe actualmente sino el más vago de los consensos tanto entre la oficialidad como entre la infantería de los estudio­sos de este tema. Las definiciones formales, los tratamientos sistemá­ticos, los compendios de materiales relevantes son altamente variados y dan testimonio de la fluidez, si no es que de la verdadera confusión, que caracteriza la investigación y el pensar que pasan por "organización so­cial" Sin embargo, sería error permitir que se tuviera la impresión de que este campo es completamente caótico. En realidad hay varios racimos de ideas sostenidos amplia, si no universalmente; hay un grado consi­derable de epistemología común y un acuerdo muy generalizado sostiene que algunas obras son clásicas para la tradición.

Por lo menos hay tres concepciones que prevalecen sobre la organiza­ción social en cuanto campo inquisitorial. Por supuesto existen otras concepciones fuera de estas tres, y es frecuente que el trabajo de un estudioso dado se adhiera primero a una y luego a otra de estas con­cepciones en diferentes épocas. Sin embargo, está ampliamente justifi­cado por la literatura publicada tanto como por la "charla de taller" de los sociólogos, que el campo es concebido por estudiosos competentes y de prominencia, en estas tres formas.

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l. Algunos consideran la "organización social" esencialmente como co­terminal de "sociología" Este punto de vista frecuentemente lo toman personas que trazan una clara línea divisoria entre la psicología social y la sociología y delegan al primer campo todo estudio sobre la perso­nalidad y la interacción pequeño-grupal, así como el descubrimiento y análisis de las estructuras de la personalidad tal y como se relacionan éstas con la diferenciación social por edad, sexo, clase u otra categoriza· ción. Los estudiosos que consideran el asunto en esta forma parecen haber sido influidos por una distinción clásica hecha por Cooley 1 con el fin de que la realidad perceptible que llamamos vida humana pueda ser contemplada legítimamente en una de dos formas inseparables, pero lógicamente distintas, o sea: a) al través del comportamiento de los individuos llamados ahora frecuentemente "actores", 2 que generalmente se considera como el dominio de la psicología social, o b) colocando el foco en la colectividad humana llamada usualmente "sociedad" El estu­dio de la sociedad es, así, el estudio de la colectividad humana interac­tuante, si se deja de considerar más o menos, -pero si por supuesto no se ignora- el comportamiento de las gentes en particular. Es perfecta­mente obvio, de acuerdo con esta distinción, que el estudio de la colectivi­dad humana es en algunos respectos - más abstracto, puesto que el com­portamiento de los individuos es manifiestamente concreto y considerado como percibible en cuanto tal.

De este modo, en forma típica, los conceptos de organización social corresponden a niveles de abstracción relativamente altos -casta y clase, sociedad de masas, normas, equilibrio, desorganización social-, y así sucesivamente. A pesar de los esfuerzos hechos para concretizar tales conceptos, para ciertos propósitos investigatorios y teóricos, los concep­tos siguen siendo en su mayoría heurísticos o siguen siendo, conforme se les ha llamado en ocasiones, "conceptos sensitivizadores" o "visuali­zantes". Es de esperar que en un clima intelectual como el que preva· Ieee actualmente, en el cual los métodos y las técnicas de las ciencias físicas se consideran como ideales de la investigación, esos conceptos ampliamente inclusivos tomados, como dice Mills, 3 de la "tradición clá­sica" - producirán un considerable escepticismo e incitarán a la mofa a muchos positivistas. Sin embargo, nadie ha parecido capaz de con-

1 C. H. Cooley, Human Nature and the Social Order, Scribner, N. Y., 1902, pp. 36-8.

2 Un concepto central en las formulaciones del "Sistema Social" de Talcott Parsons y de sus discípulos.

3 C. Wright Mills, Images of Man. Braziller. Ncw York, 1960, pp. 1-1-8.

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vencer a un número considerable de sus iguales de que la sociología puede seguirse sosteniendo muy bien y por mucho tiempo sin depender de los conceptos más cósmicos, abstractos e integrativos que han usado los sociólogos desde el principio, en sus esfuerzos para entender los as­pectos cohesivos y coordinativos de la colectividad humana.

2. Un segundo concepto de la organización social que también preva­lece, y que no se diferencia siempre claramente del anterior, hace de la organización social -substancialmente- la manifestación concretizada de la cultura. La cultura, según es concebida ampliamente por los se­guidores de la tradición de Linton, se refiere a las especificaciones acumu­ladas en relación con la conducta, que un grupo ha desarrollado. Está constituida en términos sumnerianos, de f olkways, mores y leyes, o, de acuerdo con los términos de Williams, 4 de normas culturales. El centro esencial de esto consiste en que estas prescripciones y proscripciones de comportamiento son previas al individuo, y la socialización de éste consiste principalmente en la adquisición de las actitudes apropiadas y los patrones de comportamiento manifesto que le habilitan para aso­ciarse con otros de una culturización comparable. De este modo, la cul­tura es un conjunto de "oughts" o de "debes"; un almacén o repositorio de potenciales para el comportamiento. La interacción humana real, en contraste es, en el mejor de los casos, una aproximación a los ideales culturales. En algunos respectos, la correspondencia es grande y, en otros respectos, es casi mínima. Teóricamente, la orientación de un in­dividuo hacia "sus" normas culturales puede adquirir, según dice Williams, una de las tres formas siguientes: 5 19 Puede aceptar, sin equivocación, las prescripciones culturales y ordenar su comportamiento por completo de acuerdo con ellas. 29 Puede aceptar los dictados culturales como guías válidos para la conducta, pero reservándose siempre para sí mismo las decisiones últimas que podrían justificar su desviación de la regla gene­ral. Las circunstancias alteran los casos, dice: "La honradez es la me•­jor línea de conducta", pero debe juzgarse cuándo es mejor ser "diplo­mático"· etcétera. 39 Un individuo puede rechazar categóricamente ( o simplemente puede ignorar) una máxima cultural. Marca el paso, según decía Thoreau, de acuerdo con el ritmo de otro tambor. En la situación social concreta -una familia, un grupo escolar, una unidad militar, o un partido político- el grupo interactuante está constituido de indivi­duos de todas y cada una de las tres orientaciones anteriormente seña-

4 Robin Williams, Jr., American Societ:y, Knopf. New York, 1960, pp. 25-6. 11 /bid., p. 378.

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ladas y, de este modo, el comportamiento real que se produce y las clases de formas habituales de asociación que llegan a establecerse son, casi inevitablemente, un tanto diferentes de los patrones prescritos por la cultura. Williams dice, en un cierto punto, que un requerimiento cultu­ral no es una línea, sino, más bien, una zona o campo de oscilación dentro del cual se estandariza el comportamiento. Vista en esta forma, la organización social está constituida por los patrones de comportamien­to abierto establecido que hacen que la gente de una o más culturas viva: realmente.

3. U na tercera concepción del campo de la organizac10n social a la que se adhiere un número substancial de sociólogos orientados hacia la in­vestigación es un punto de vista mucho más laxo. La organización social, para ellos, es, simplemente, una especie de rubro verbal; de expediente en el que se colocan investigaciones y escritos acerca de una amplia gama de fenómenos que no entran con propiedad en otra parte. Hay un acuer­do sustantivo, pero en ninguna forma unánime, en cuanto a que la ca­tegoría incluye propiamente esfuerzos tan diversos como: los estudios sobre la burocracia, las pesquisas sobre la estratificación social, los es• tudios de organización pequeño-grupal, la investigación sobre los movi­mientos sociales; las pesquisas sobre el papel de la jefatura en las orga­nizaciones complejas, etcétera. Si se examinan los títulos y especialmente el contenido de los estudios leídos en las reuniones profesionales que se clasifican bajo "organización social", resulta claro el que la investiga­ción que aparece bajo esta rúbrica no sólo es ampliamente variada en cuanto a contenido sustantivo, sino que también surge de antecedentes filosófica y metodológicamente discrcpantes.

Lo anterior no pretende ser una crítica negativa, sino un reconoci­miento ingenuo del estado un tanto confuso de esta rama de la disci­plina sociológica a la que se llama "organización social" Si se tratan de comprender los esfuerzos de los estudiosos de estos diversos tipos, se siente un fuerte impulso hacia una visión ecléctica de la disciplina. Difícilmente podría ser en otra forma si se reconoce que son notables el trabajo que se está haciendo y el que ha sido hecho por gentes que partieron de marcos de referencia ampliamente desemejantes. Y las in~ congruencias, por regla general, no son realmente serias. Más bien pueden confundir y producir distorsiones; se presentan pocos dilemas insolubles y el resultado no es, por regla general, el estancamiento intelectual.

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II

No sólo el campo mismo se concibe en forma varíada, sino que tam­bfén se conciben así conceptos subordinados que se usan en los esfuer­zos· teórieos y de investigación. Los estudios sobre el uso que hacen de coticeptos tstandar autoridades reconocidas en este campo, informan de un modo inevitable y monótono, que hay casi tantas definiciones com<> estudiosos - y, en realidad, más, porque los estudiosos a veces cam­bían su punto de vista. Esto molesta desordenadamente al positivista. La 'gente razonable -insiste- debería usar un concepto en la misma forma, o debiera de descartarse o redefinirse el concepto, y usarse ulte­riormente en forma consistente. Hay que admitir que resultaría una cierta eficiencia a partir de un acuerdo legislado acerca del significado de los conceptos. Sin embargo, el hecho de que en realidad no se haya llegado a conceptos estandarizados parecería que constituye un recono­cimiento tácito de por lo menos dos consideraciones importantes: 1. Las percepciones sobre las que se basan los conceptos son suficientemente variadas, distintas, o al menos diferentes; como que la concepción de algún otro distinto de nosotros, incluso aunque use la misma palabra, no se, refiere a la misma percepción. 2. El conocimiento de alto nivel, en cuanto distinto de alguna técnica específica, es una experiencia diná­mica y procesal en marcha y, por tanto, los conceptos aproximados y un tanto fluidos pueden representar mejor el estado de nuestros tanteos que no una prematura camisa de fuerza. Pudiera ser muy bien que esta es­pecie de consistencia sea lo que Emerson tenía en mente cuando pre­cavía en el sentido de que una "consistencia demasiado fácil podría convertirse en 'el duende de las pequeñas mentes'."

La interpretación anterior, tolerante y ecléctica, de la variabilidad con­ceptual presente, de seguro herirá a algunos lógicos estrictos y a los parlamentarios de la disciplina como "pollyanna", ciertamente. Un resi­duo de. una ligera exposición a la semántica lo constituye la admonición voluble de que hay que "definir sus términos" y de que, según sería de presumir, todo marcharía bien a partir de entonces. Esto es muy bueno, mientras se sepa precisamente lo que son los términos, y en tanto la persona que tenga otras percepciones esté deseosa de alejarse de la discusión. Pero, hacer eso, en un campo intelectual, podría equi­valer a abdicar prematuramente una pesada responsabilidad.

1. Estructura social. El de "estructura social" es, en apariencia, un concepto crecientemente útil, si no es que indispensable, de la teoría de la organización social. Es una frase que, parcialmente, se define a sí

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misma. Como las personas que tienen al menos una cultura un tanta común interaccionan en situaciones recurrentes, su comportamiento llega a convertirse en estandarizado, repetitivo y, en un sentido plenamente literal, el mismo comportamiento se vuelve predecible. Una ilustración obvia la proporciona el movimiento de tráfico en una ciudad. Si se está familiarizado con la vida de la ciudad, puede predecirse con precisión b hora del día y el día de la semana que es, por el volumen y la direc­ción en que fluye el tráfico. Sin embargo, son mucho más importantes aquellos aspectos de estructura social que corresponden a las amplias diferenciaciones que se encuentran en todas las sociedades: comporta­miento apropiado de las edades, comportamiento apropiado de los sexos, comportamiento apropiado de las castas (y de las clases).

Admitimos que la palabra "estructura" es una analogía. Las gentes se están moviendo continuamente y, en un sentido literal, no puede ha­ber una "estructura" como la estructura de un edificio o de un puente., Sin embargo, la analogía puede resultar mejor a la luz de la ciencia moderna que cuando se usó por primera vez. Las moléculas y los átomos se dice que están en constante movimiento en un puente o en un rasca­cielos y, sin embargo, en cuanto visto por la gente y utilizado con in­tención práctica, ese movimiento de las moléculas y los átomos carece completamente de importancia. Lo que se ve y se usa son los rasgos de estabilidad del mundo físico. En forma similar, se usa el concepto en el caso de la estructura social. Los niños influyen y refluyen de la escuela cada año, pero siempre hay un primer grado y un sexto año;. siempre hay un comienzo, y siempre hay una clase o grupo de nuevo ingreso. Año tras año, en una sucesión interminable, hay novias de Junio, toneladas de juguetes en la Navidad, pirotecnia en las fiestas pa­trias. Esos son aspectos predecibles de la colectividad humana. Para muchos propósitos académicos, no tiene importancia cuál sea el individuo específico que se esté casando, o que esté comprando juguetes, o que esté encendiendo sus cohetes y detonadores. Las masas hacen estas co­sas, y las han hecho, y excepto en raros períodos de revuelta 'Socia!,, puede predecirse que continuarán haciéndolo de acuerdo con los mismos patrones establecidos. Parcialmente, por supuesto, la sociedad asegura la perpetuación de la estructura. Mediante el adoctrinamiento del joven y de otros novicios en las formas establecidas, recompensándoles por su conformidad, castigándoles por su desviación, se mantiene la estructura establecida.

En un sentidq pragmático y literal, la prueba de la existencia de una estructura se demuestra por la habilidad de personas familiarizadas con

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la sociedad para predecir ( dadas las categorías) qué, cuándo y cómo se comportará una masa dada de gente. Esto no equivale a negar el hecho del cambio social que, _de tiempo en tiempo, perturba la precisión de las predicciones que, necesariamente, se basan en la experiencia pasada.. Cuando se forma una nueva estructura, es obvio que serán nuevos com~ portamiento~ lps que sean predecibles y los que finalmente serán predichos con éxito.

2. Normas sociales. Los estudiosos de la organización social han mos­trado, de tiempo en tiempo, una cierta disposición para que uno u otro término corresponda a las unidades más simples de "conformidad con la expectativa social". Por mucho tiempo se han empleado los conceptos sumnerianos 6 de "folkways" y de "mores" y su uso se ha extendido más allá de los confines profesionales de los sociocientistas. "Folkways", debe recordarse, son las uniformidades que se dan por concedidas, en un pueblo, en tanto que "mores" son aquellos "folkways" que conllevan una valuación de importancia y son sancionados mediante sistemas de premios y castigos para asegurar su observancia máxima. Finalmente, en el sistema sumneriano, la ley es el sistema formalmente establecido y codificado, de coerción, destinado a asegurar ciertas conformidades. Por una cierta variedad de razones, la nomenclatura sumneriana está: cayendo en desuso. Primero, existe la implicación aristotélica de que folkways y mores, por ser dos palabras, son categóricamente diferentes.• En realidad, las expectativas humanas de comportamiento de los sere5 humanos se extienden a lo largo de continuos de compulsa, coerción e importancia. Y esto ocurre también en la ley. En segundo lugar, se ha sentido la necesidad de un término más simple; de una palabra neutral, como "célula" o "átomo" y, de este modo tenemos ahora el término norrna social para designar la unidad social singular, frecuentemente medible, de expectativa y conformidad.

Algunos, como Williams 7 distinguen cuidadosamente las normas cultu­rales y ésta parece ser, ciertamente, una distinción importante. Puesto que, conforme hemos dicho previamente, no hay sistema social real que ponga en vigor completa e inequívocamente una cultura, es importante saber en qué consisten tanto el sistema de "debes" ( normas culturailes) como la estructura abierta ( normas sociales). Esto resulta ampliamente reminiscente de la distinción, mantenida desde hace mucho por los an­tropólogos, entre la cultura "real" y la "ideal".

6 W. G. Summer, Folkways. Ginn & Co. Boston, 1906, p. 78 n. 7 Williams, Op. cit., pp. 25-6.

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Un concepto subordinado importante es el de "norma de evasión", 8 aun a pesar del hecho de que el mismo tiene una imprecisión intrbconstruida y, posiblemente, una contradicción lógica cuando se le ve a cierta luz. El concepto "norma de evasión" reconoce simplemente el hecho obser­vable de que en todos los sistemas de relación humana, tienden a coexis­tir con las normas requeridas otras normas, contradictorias al menos para ciertas circunstancias. Así, para tomar un ejemplo sobresimplifi­cado, si se dice que A se conforma con los requerimientos culturales de honradez, debe estarse dando a entender que es un no-conformista frente a innumerables situaciones de etiqueta o frente a situaciones diplomáti­cas en las cuales se requiere virtualmente la falsificación de la verdad literal. En materias mucho más serias, sin embargo, la "norma de eva­sión", en cuanto concepto, continúa siendo útil para entender cómo "tra­bajan" realmente las sociedades. En la sociedad estadunidense, por ejem­plo, hay leyes estatales y locales casi universales que prohiben los juegos de azar, la prostitución y otras prácticas que, a pesar de eso, son am­pliamente practicadas y que, si se exceptúan ciertas rachas de esfuerzo legal, no reciben reto alguno de la sociedad. Estudios cuidadosos han mostrado que los patrones de estas actividades ilícitas son numerosos y que, frecuentemente, incluyen a gente importante. Una descripción rea­lista de la situación debe tomar en consideración no sólo el "debe" (la norma del debe) sino también las normas de evasión que consisten y que tienen patrones de racionalización y de observancia tales que fre­cuentemente es difícil distinguir cuáles son las normas y cuáles son las normas de evasión, excepto si se las ve secuencialmente. Muy obvia­mente, en ocasiones las normas de evasión se convierten en normas. Esta es una condición del cambio social; pero, con todo, es cierto que en puntos dados en el tiempo, la coexistencia de opuestos normativos es un atributo inescapable de la sociedad.

3. Diferenciación y estratificación. En todas las sociedades humanas, desde la más primitiva hasta la más moderna, se les asignan a las per­sonas posiciones diferentes. El prestigio, la estimación, el honor y el poder, que son las manifestaciones del status o de la posición diferen­cial, tienden a dividirse desigualmente entre personas de diferentes gru­pos de edad, entre las de uno frente a las del otro sexo y entre las de diferente ocupación, educación y linaje. La mayoría de las sociedades modernas han formalizado algunos ~spectos del status o posición dife­rencial con el resultado de que los grupos y las personas se encuentran

8Jbid., pp. 380-1.

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colocadas en categorías que forman una jerarqufa de rango, usualmente llamada un "sistema de clases", o, en forma un tanto preferible, una "estratificación social".

La palabra estratificación parece apropiada, puesto que las diferentes posiciones asignadas a las personas conllevan definiciones de valor "su­perior" o "i"n{erior" en comparación con otras categorías de personas. En el lenguaje común, hablamos de las personas que tienen éxito como de personas "ascendentes" o "que suben", y nos referimos a la posición social "superior" o "inferior". La valuación implícita en estos usos lin­güísticos es clara. La gente de la sociedad considera a ciertas personas y grupos como si fuesen más importantes o más valiosos que otras perso­nas y grupos. Se rinde formalmente mucho tributo al ideal democrático en América ( como en otras partes) cuando se pretende que "cada quien es igual a todos los demás", pero, un examen más realista del comporta­miento real, hace que resulte claro el que la gente piensa y actúa en forma característica, en términos de concepciones .de posición social superior e inferior.

Es importante enfatizar que la posesión de bienestar y de ingresos con­siderables, que figura en forma tan prominente en la estratificación social estadounidense, no es la base de la estratificación en todas las sociedades. Entre las familias reales europeas, por ejemplo, la riqueza ha sido un factor relativamente carente de importancia, pues ha sido mucho más significativo el linaje. En otras sociedades, la educación o la ocupación, independientemente del ingreso recibido, son las bases sobre las que se determinan las posiciones diferenciales. La "raza", es, en ocaciones, el factor determinante. En breve: la evaluación es constitutiva de la esencia, y sea cual fuere lo que la sociedad haya elegido para valorizarlo altamente, puede ser la base para otorgar una posición diferencial.

Si se obtiene una amplia visión de todas las sociedades, pasadas y pre-­sentes, es posible distinguir ciertas formas recurrentes o tipos de estra­tificación social. A pesar de que los sistemas de estratificación de socieda­des específicas varían entre sí en detalles importantes, pueden comprenderse mejor examinando dos tipos agudamente contrastantes o "polares".

a. La Casta. La forma más rígida de estratificación social es la casta .. La a filiación a una casta está determinada por el nacimiento. Se hereda una posición de casta a partir de la cual, con pocas excepciones, no se· puede caer, o desde la que no se puede ascender. En algunos caso·s, lclj afiliación puede adquirirse en una casta al través del matrimonio o la adopción, pero, tales casos son claramente excepcionales. La casta, es, por tanto, una base permanente de estratificación para la persona. No puede

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sobreenfatizarse el que la colocación en un sistema castal no éstá deter­minado por las cualidades personales propias,. buenas o malas, o por los talentos y deseos de la persona. El linaje es el criterio principal.

Ninguna nación occidental moderna se caracteriza por un sistema castal, aunque hay ciertos atributos de apariencia castal que pueden encontrarse en varias de ellas. La posición de los negros en Estados Unidos de Amé­rica, por ejemplo, tiene ciertos atributos de la casta. A los negros y los blancos se les prohibe, por la ley, el que se casen entre sí en treinta Esta­dos estadounidenses, y les queda prohibido asimismo -por constumbres muy fuertes- en la mayoría de los Estados restantes. Muchos trabajos están cerrados, por la ley y por costumbre, a los negros. La segregación es practicamente universal, en cierto grado. A pesar de estos hechos, sin embargo, la posición del negro estadounidense probablemente no sea to­talmente la de la casta. La segregación no es completa. Muchas ocupacio­nes las comparten los estadounidenses negros y los blancos, y las dos razas no son mantenidas aparte mediante el uso de diferentes ropas o de insignias de rango, o mediante la posesión de bienes exclusivos de casta. Más aún, dentro del grupo negro, hay una estratificación social basada en la misma clase de evaluaciones generales que se encuentran en la dominante blanca de la sociedad.

La estratificación de casta consiste en la colocación hereditaria rígida de la persona, sin considerar los atributos o deseos personales. La casta se caracteriza frecuentemente por la endogamia, por las prohibiciones y re­·querimientos ocupacionales, por la segregación, distinguiendo a la casta la presentación y las posesiones o alguna combinación de ellas.

b. "Clase abierta" Las clases abiertas se distinguen en términos del grado de facilidad o de frecuencia con que las personas pueden cambiar <le posición. Un sistema abierto de clase puede definirse como un sistema de clase que no pone limitaciones categoriales sobre las personas con respecto a su posición de clase. Esto significa que la admisión a otra clase no le es negada a una persona por ninguna razón distinta de la <le no poseer las habilidades necesarias pertinentes para el papel de la clase a la que aspira, sea que éste se encuentre colocada en un lugar alto o bajo en la jerarquía. En tanto que, por ejemplo, las personas sean eliminadas o estén proscritas de las ocupaciones a causa del color, del credo, del trasfon­do familiar o de consideraciones semejantes, no puede decirse que exista un sistema abierto de clase. El sistema abierto de clase puede concebirse también como un sistema "democrático", esto es, la posición de una persona se otorga estrictamente sobre la base de su propia capacidad personal para desempeñar los varios papeles que una posición dada de clase requiere.

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c. Un Continúo de Sistemas .de Estratificación. Las varias formas de estratificación social que se encuentran en las sociedades reales pueden ser consideradas como posiciones a lo largo de un contínuo. La casta y la clase abierta representan los extremos. Probablemente no haya existido ningún sistema perfecto de casta o ningún sistema perfecto de clases abiertas, a pesar de que algunas sociedades se han aproximado mucho a cada uno de ello. Pensar en términos de este contínuo tenderá a enfatizar el hecho de que las sociedades actuales se distribuyen a lo largo del contínuo, va­riando una de otra en el grado en que el individuo asegura su posición en virtud de sus habilidades y atributos, y la correspondiente facilidad con la que puede cambiar su posición si tiene la personalidad requerida para enfrentarse a los requerimientos de otro estrato. 9 Dicho en esta forma, las sociedades varían a lo largo del contínuo sobre la base del grado hasta el cual imponen limitaciones categóricas sobre el status o posición social personal y/o asignan una posición permanente a las personas sobre la base de la herencia.

4. Las Instituciones y las Organizaciones. "Las instituciones son siste­mas de relaciones sociales por los que la gente siente lealtad porque juzga que estos sistemas incorporan los valores últimos que dichas gentes tienen en comun . . . Su aceptación no necesita ser racional o consciente; frecuen­temente es tradicional o emocional. Esto es cierto, obviamente, de insti­tuciones establecidas desde hace mucho, como la familia.

"Las instituciones societarias. Son instituciones expresivas de una orien­tación tan ampliamente compartida que llegan a ser los centros en torno de los cuales gira la vida de una sociedad. Puede haber unos cuantos individuos en una población que sean indiferentes o incluso hostiles; pero son considerados como extravagantes, y son impotentes para im­pedir la recepción de las instituciones por la siguiente generación.

"Las instituciones son aceptadas no meramente por todos los que real­mente participan en ellas, sino por todos los que comparten la orientación común. Así, por ejemplo, un soltero puede aceptar la institución de la familia y creer que la misma conduce hacia los altos niveles que pro­clama . . . Aun cuando el individuo esté dentro de la estructura, no la siente como constriñente. Un padre desempeña su papel, en la lealtad familiar, no por "temor a las sanciones legales que soportaría en caso

9 Debe entenderse que ésta es una afirmación altamente generalizada. Las per­sonas en todas las sociedades varían considerablemente con respecto a sus actitu­des y prácticas de casta o de clase abierta. Aquí estamos tomando a las sociedades en cuanto unidades y estamos estableciendo comparaciones respecto a sus prácticas preponderantes, legales e informales.

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de no hacerlo, sino por un sentimiento de la importancia de la familia en el esquema de cosas que valora" ... 10

Es importante señalar una distinción entre la institución, que es un núcleo abstracto de valores que se centra en torno de algún segmento de la vida humana, y la organización y los grupos específicas al través de los cuales las instituciones se expresan realmente. Por ejemplo, proba­blemente sea muy cierto el que no hay dos familias exactamente iguales en Estados Unidos de América, en cuanto a la forma en que están or­ganizadas, los propósitos que persiguen y cumplen, o las actividades que realizan. En efecto, existen notables contrastes. Sin embargo, la institución de la familia monógama permanente es parte y parcela de la cultura de esta sociedad, y cualquier desviación o cualquier variación respecto de la monogamia o de la permanencia ( incluso en caso de co­rresponder a un gran número de gentes) se consideran usualmente como acontecimientos desafortunados, y a menudo se consideran como moral­mente incorrectos o malos. (En un sentido muy real, una familia di-'. vorciada ilustra el principio institucional de monogamia permanente tan bien como lo hace una familia convencionalmente unificada. La familia divorciada tiene que obtener permiso legal para ser disuelta, y tiene que mostrar cuál es la causa antes de que a las cortes les sea posible, ante la ley, concederle a la pareja el derecho a una excepción de la re­gla institucional difusa de permanente monogamia).

Puede ilustrarse en otras muchas formas, la relación íntima de ins­tituciones y asociaciones o grupos. Lo esencial es que los grupos tienden a incorporar instituciones cuando se les ve como un todo, pero que los grupos específicas pueden incorporar instituciones muy imperfectamente. Por tanto, no se pueden inferir las instituciones de una sociedad mera~ mente a partir de la observación de uno o de unos cuantos grupos, por­que se encontrarán en los grupos que se elijan importantes variaciones o incluso excepciones totales respecto del patrón institucional. Sólo pue­den inferirse las instituciones a partir de un estudio amplio y extensivo, tantq como hondo e intensivo, de muchos grupos, asociaciones y orga­nizaciones existentes en una sociedad.

5. Burocracia. Max Weber 11 estableció sistemáticamente el concepto de burocracia. Al hacerlo, evitó cuidadosamente una simple descripción empírica de cualquier burocracia en particular y se redujo, en cambio,

10 Robert C. Angell, The Integration of American Society. McGraw-Hill. New York, 1941, pp. 25-7. (Las cursivas son nuestras.)

11 Véase, por ejemplo, H. H. Gerth y C. W. Milis, Eds., From Max Weber: Essays in Sociology. Oxford, New York, 1946, pp. 196-240.

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a una descripción de aquellas características principales de la estructura burocrática que son comunes a una amplia variedad de organizaciones burocráticas concretas.

Las características más aparentes de la burocracia son: a. especializa­ción de tareas para el individuo; b. un sistema intrincado y universalista de reglas; c. una jerarquía de autoridad, y d. impersonalidad.

Existen, por supuesto, otros aspectos de la burocracia. e. El empleo, en una organización burocrática se refiere usualmente a una "carrera". Por medio de esto se da a entender que el' empleo depende de que un individuo tenga ciertas calificaciones técnicas para el trabajo - tales como educación, ciertas clases de experiencia, etcétera, y que presumi­blemente es designado por causa de estas calificaciones y no a causa de la amistad con el funcionario encargado de la designación ( o por tener con él afinidades religiosas o políticas, o relaciones familiares). Más aún, "la carrera" implica que el detentador de un puesto está protegido en contra de un "despido arbitrario". El despido debe ser "por causa justificada" y las causas, nuevamente, están especificadas en un estatuto o libro de reglas. Así, si un empleado tiene un contrato de trabajo con un sindicato, no está en libertad de despedir a un empleado por ninguna razón que no sea una de las previstas en el contrato o mediante pro­cedimientos distintos de los que proporciona el propio contrato. La "ca­rrera" implica también sistemas de promoción y avance. 12 El avance se logra usualmente por cierta combinación de evidencias en cuanto al méri­to y en cuanto a escalafón, variando la proporción de una a otra carrera y probablemente, también, a pesar del estatuto, de uno a otro juez en cada situación específica.

Se establece una distinción tajante entre la "actividad oficial" de una persona que desempeña un papel burocrático y "la esfera de la vida privada". La teoría sostiene que el detentador de un puesto "tiene derecho" a sostener precisamente el punto de vista que le plazca en cuan­to ciudadano privado, y a actuar en la forma en que le acomode dentro de los amplios límites de la ley y de la costumbre informal" Pero, en su capacidad oficial, todo es diferente. Su comportamiento, y de hecho

12 Las estructuras burocráticas existentes varían considerablemente, por supues­to, en relación con: el modelo weberiano. Una diferencia importante en este punto, corresponde a algunos de los escalones inferiores de la burocracia, por ejemplo, los hombres de la línea de ensamblaje, los conscriptos privados en el ejército que no puede decirse que tengan una orientación en el sentido de la carrera, dentro del significado más aceptado de dicho término. "Carrera" es un término que se aplica con un máximo de propiedad a los escalones más permanentes y móviles.

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sus mismos pensamientos oficiales, deben seguir el molde burocrático: impersonalidad, respeto hacia las reglas, adherencia al sistema de infe­rioridad-superioridad y una atención sostenida respecto de los límites de su especialización. Algunas estructuras burocráticas, seguramente son más benévolas que otras con respecto a qué tan tajantemente debe de observarse esta división entre las capacidades privadas y oficiales.

Cuando buscamos ver desde más cerca las burocracias reales que se encuentran operando, encontramos que existe una interacción informal, de aspecto primario-grupal que opera donde no se esperaría de acuerdo con las reglas y regulaciones de la burocracia. Esto ocurre independiente­mente de qué tan "estricta" pueda ser la burocracia con respecto a la observancia de sus reglas y regulaciones. Esta organización informal, aparentemente, surge en forma espontánea para cumplir con necesidades que la organización social no puede satisfacer. 13 Estas necesidades son de dos clases: una personal; la otra organizativa.

Algunas personas encuentran difícil ser tan impersonales como las re­glas y regulaciones burocráticas esperan que sean. De ahí que surjan amistades y agrupamientos sociales de varias clases para proporcionar el "toque humano" que, en apariencia, la burocracia, por muy eficiente y estricta que sea, no puede eliminar. Y, muy frecuentemente, la orga­nización informal existe u opera eventualmente para circunvalar o "ro­dear" y "sacarles la vuelta" a las regulaciones burocráticas.

De acuerdo con la teoría clásica de Weber y de otros, las burocra,­cias existen porque son eficientes. Difícilmente podría negarse que mu­chas de las tareas colosales que se requiere que realicen las organiza­ciones no podría esperarse que se realizaran en otra forma. Sin embar­go, sería un serio error suponer, simplemente, que las burocracias son eficientes. En formas innumerables y demostrables son grandemente ine­ficaces cuando se ve desde más cerca el conjunto de tareas específicas que se realizan incidentalmente respecto del gigantesco producto final. Las ineficacias crecen, por lo menos, en tres aspectos de la burocracia, que son tan generales que pueden considerarse inherentes a ella: proce­dimientos anticuados, personal incompetente y simple negligencia o des­honestidad.

La visión equilibrada parecería ser, entonces, la de que, en tanto que la burocracia existe con el propósito de proporcionar un procedi-

1s Este concepto de "organización informal" no se refiere a los grupos oficial­mente patrocinados de amistad o de convivialidad que algunas burocracias mo­dernas han llegado a establecer para promover la existencia de "sentimientos de grupo primario" entre los miembros del personal.

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miento eficiente para lograr que se realicen grandes tareas, es, como todos los inventos humanos, un implemento imperfecto; que en ella pro­liferan innumerables ineficiencias y que éstas producen despilfarro de uno u .otro tipo. Los gastos de tiempo, de dinero y de personal son apa­rentes a diario.

6. Sociedad de masas. Probablemente los rasgos más fundamentales que han transformado a la sociedad occidental histórica ( que es lo que ahora se llama "sociedad de masas" por muchos profesionales) sean los de una creciente homogeneidad y conformidad. ¿ Cuáles son las fuen­tes de esta "gran igualdad" que se ha establecido en forma creciente en la sociedad estadunidense y, también, en gran parte del mundo occidental en general?

7. Comunicación de masa. Las influencias que ejercen las gentes se están estandarizando. Así, por ejemplo, en Estados Unidos de América son cuatro las redes televisivas y cuatro los canales nacionales radiales que proporcionan prácticamente todos los programas de televisión y todos los comerciales importantes, incluyendo los que se refieren a la lla­mada información pública y a los servicios de negocios o asuntos públi­cos. Cualquiera que esté familiarizado, así sea remotamente, con la in­dustria del radio y de la televisión se percata de que son pocas -si es que existen- las diferencias significativas o importantes entre los ser­vicios que proporcionan estos cuatro sedicentes competidores. La razón principal para esta igualdad o achatamiento es, por supuesto, la de que están tratando de obtener un mismo público y la de que, en forma muy escrupulosa, procuran evitar cualquier ofensa contra cualquier grupo re­ligioso, ocupacional, regional o social, puesto que esto reduciría el nú­mero de los telespectadores y reduciría, por tanto, el valor del programa por patrocinar, para quien -por supuesto- ve en él un pedazo <le pro­piedad bastante costoso.

Los periódicos representan una influencia similar que se ejerce en 1a dirección que acentúa la uniformidad y destierra las diferencias. En­tre 1925 y 1955, por ejemplo, el número de periódicos de lengua ingle­sa, en Estados Unidos de América, decreció en 248, en tanto que la circulación de los periódicos, en total, aumentaba de 34 a 56 millones. En 1900, un 42 por ciento de las ciudades estadunidenses tenían diarios con propiedad no competitiva; hacia 1954, el 94 por ciento tiene pro­piedad no competitiva. En otras palabras, en la actualidad, sólo un 6

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por ciento de las ciudades estadunidenses tienen diarios locales sujetos a competencia. 14

Hay muchas razones -principalmente económicaS- que explican la concentración de nuestras fuentes de información, entretenimiento y edu­cación. No tenemos que ocuparnos aquí de estas razones sino simple­mente de los hechos que, en conjunto, apoyan la conclusión inevitable de que una uniformidad de gustos y de informaciones es algo de 1o que se escapará muy difícilmente, a menos que nos volvamos a fuentes distintas del radio, la televisión y los periódicos en busca de estímulos intelectuales. No son muchos quienes lo hacen.

b. Producción y distribución de masa. Conforme sabe cualquier esco­lapio, vivimos en una "economía de producción en masa" Con los sis­temas modernos de producción y distribución que tenemos, hacemos un número considerable de unidades idénticas y, de este modo, es po:sible venderlas a precios suficientemente bajos como para que las cosas re­sulten asequibles a gran número de personas de medios económicos in­cluso modestos. Al mismo tiempo, es posible pagar a la gran masa de trabajadores semi-calificada que les permite comprar bienes que, en épo­cas anteriores, hubieran estado reservados a los ricos.

Pero, el ciclo de producción creciente, se encontró que necesitaba de ulterior estímulo y fue así como se inventaron y quedaron firme­mente establecidas en la sociedad estadounidense las prácticas conoci­das como "ventas a plazos". Muy pocos de los bienes duraderos de con­sumo necesitan comprarse ahora de inmediato por personas de ingresos fijos. En efecto, se ha llegado a hacer costumbre anunciar sólo el en­ganche y los abonos mensuales cuando se trata de atraer a los clientes. Esto ha tenido el efecto que se pretendía, o sea el de aumentar consi­derablemente, por lo menos a corto plazo, la cantidad de bienes que el público es capaz de absorber.

c. Gobierno más fuerte. En la moderna sociedad de masas, los ciuda­danos han llegado a depender cada vez más del gobierno para propor-' cionar servicios que anteriormente eran suministrados ya sea por las personas mismas o por alguna clase de contrato privado con un proveedor. El "Estado beneficencia", que para algunos tradicionalistas se ha con.,. vertido en una forma de profanación política, no constituye todo el pro­blema. Nadie espera seriamente que incluso un gobierno "conservador" abola una lista creciente de reglas, regulaciones y controles.

H Walter Schramm, ResponsabNity in Mass Communication. Harper and Bro· thers. New York, 1957, p. 4.

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Parte de la presión continua para promulgar cada vez más leyes que requieran que mayor número de gente haga más y más cosas de un modo cada vez más semejante, aumenta implacablemente. Una de las razones obvias de ello consiste en que es más conveniente en esa for­ma. Si a todos y cada uno se les pide que actúen en cierta forma, re­sultará más fá-cil "marchar juntos"; cada quien sabrá siempre lo que hará otra persona, porque ésta tiene que hacerlo. El verdadero proble­ma, la molestia principal, los constituye aquella persona peculiar que in­siste en ser diferente. Y la forma de manejarla consiste en hacer una regla que le imponga el que actúe como los demás.

La sociedad de masas ( nos guste o no desde el ángulo sentimiental) tiene una serie de consecuencias. Las vidas diarias de las gentes, sus esperanzas y sus temores, sus modos de vivir, se encuentran influidas fuertemente por la configuración de circunstancias que acabamos de des­cribir. Algunas de estas consecuencias merecen una consideración pre­liminar, así sea breve.

a. Sentido de abundancia. Ya desde que J. K. Galbraith -por en­tonces (1958) un economista bien conocido de Harvard- escribió The Affluent Society 15 esta frase es apropiada, que habla de "sociedad opu­lenta", se ha convertido en parte del discurrir diario de las gentes in­formadas. Lo substancial de esto estriba en que, tras una década o más de depresión y recuperación lenta en la que el desempleo, los reveses financieros y los ingresos modestos, junto con una austeridad considera­ble, se presentaron firmemente, Estados Unidos de América y, hasta cier­to grado, una parte considerable del mundo occidental restante han ex­perÍmentado lo que, en contraste, parece ser una época de prosperidad. Muy probablemente la segunda guerra mundial haya sido el mayor de los factores individuales que llegaron a producir el notable cambio. Sin embargo, sea como fuere, lo principal es que el cambio se produjo y que, en comparación con la vida de las décadas cuarta y quinta del si~ glo (década 194 y 195), la vida de las décadas sexta y séptima (déca;~ das 196 y 197) ha llegado a parecer verdaderamente opulenta. Esto no significa, ciertamente, que todos sean ricos, y no quiere decir en nin­guna forma que los problemas financieros hayan dejado de ser pro­blema cardinal para la vida de muchos. La esencia de la sociedad opu­lenta estriba en la abundancia de bienes y servicios que la gran masa de los ·estadunidenses y de otros pueblos de civilización occidental están disfrutando, así como la libertad -bastante considerable- de que se

111 J. Ken-neth Galhraith, Tht Affluent Society. Houghton M#fli.n. l;loston, 1958.

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disfruta en relación con las altas y bajas serias de los ciclos de nego­cios que trajeron consigo las dos décadas pasadas.

Algunos críticos se han quejado en el sentido de que, por ello, los estadunidenses se han vuelto más materialistas; de que nos manifesta­mos, más que al través de nuestros buenos actos o de la pureza de nues­tros corazones, al través de nuestros inventarios de bienes comprados a plazos. Sea que haya habido o que no haya habido un aumento apre­ciable en el materialismo, como resultado de la abundancia corriente, es esto algo sobre lo que es excesivamente complicado y difícil emitir juicio rápido en una evaluación objetiva. Por supuesto, es muy posible que los críticos estén en lo justo. Con todo, el ciudadano moderno vive su vida habituado a un lujo externo que las personas más viejas encuentran extraño cuando lo comparan con las condiciones de vida que pueden recordar al volverse a su propio pasado de hace veinte o treinta años.

b. Fragmentación. La sociedad de masas parece requerir una vida fragmentada para quien participa en ella. El trabajo resulta creciente­mente especializado, de manera que cuando alguien explica "qué es lo que hace", encuentra muy poca gente que pueda entenderle realmente. Frecuentemente la mejor respuesta para esta pregunta es, al mismo tiem­po, la más vaga de todas: "Trabajo para comprar Coca-Cola" La vida, en el trabajo y el descanso de la vida son, típicamente, muy diferentes, y hay muy poca alimentación mutua entre ellos. Hay una opinión muy generalizada en el sentido de que el trabajo (si se exceptúan las pro­fesiones, y esto no siempre) se supone que ya no brinda mucha satis­facción y que el resto de la vida consiste en proporcionar una especie de terapia, o, al menos una diversión, para hacer llevadero el mundo laboral.

c. Gran movilidad. Dentro de la sociedad de masas, hay enorme mo­vimiento personal. Parte de éste es obligatorio o bajo coerción. Prác­ticamente a todo varón joven se le exige el que pase algún tiempo en las fuerzas armadas y no es totalmente desusado el que alguien se vea "embarcado" en un viaje alrededor del mundo. Muchas sociedades anóni­mas siguien la orientación que consiste en mover al personal ( tanto im­portante como secundario) de un sitio a otro del país, por una gran variedad de razones de eficiencia. Pero, mucha de la movilidad tam­bién es voluntaria, sea que se produzca porque se busque un mejorat­miento financiero, o porque el clima pueda ser mejor en otro sitio, o pura y simplemente porque resulte divertido trasladarse a otro lugar. Muchos se trasladan de una parte del país a otro experimentando pocos

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temores en cuanto a sentirse como extraños en el nuevo sitio, porque la gente y las circunstancias han llegado a generalizarse tanto o a ser tan comunes que toma poco tiempo -si es que toma tiempo- el volver a sentirse nuevamente en casa. Cada censo muestra un porciento cada vez menor 4,e _personas que viven en sus Estados de origen.

d. El Hombre-Organización. Hace algunos años, William Whyte Jr., escribió un libro extremadamente provocativo e influyente llamado The Organization Man. 16 La frase se ha convertido en un mote, y su re­trato inimitable del hombre que "toma los votos de la vida de la socie­dad anónima" y de la mujer que llega a aceptar el hecho de que "su marido pertenece, antes que nada, a dicha sociedad anónima" han Ue­gado a ser, para millones de gentes, algo que apenas si es algo más que· una descripción suavizada de lo que ellos mismos han llegado a percibir. Para el hombre-organización, los hechos centrales de la vida son "el sentido de pertenencia y el sentido de conjuntación" ( belongingness and togetherness) y su éxito puede depender tanto de su facilidad para adop­tar esta forma de vida, como de sus habilidades adquiridas o del talento que pueda poseer. Plantear esto, en los términos en que lo hemos he­cho, puede llevar a inferir que hay un resentimiento general en contra de la psicología del hombre-organización. Excepto por unos pocos casos,. no parece ser esto lo que ocurre. La masa abrumadora de las gentes parecen aceptar este modo de vida como algo completamente natural y aceptable dadas las circunstancias, y muchos de ellos se sienten com­pletamente agradecidos por el brazo protector que les ofrece la sociedad· anónima al través de los abundantes beneficios marginales ( del tipo del seguro de enfermedad, del seguro de vida, de los programas recreati­vos, de las pensiones, de los programas educativos y de una multitud de protecciones en contra de la adversidad individual). La consecuen­cia, nuevamente, parece ser un esfuerzo de lo que hemos señalado ::inte­riormente en varias ocasiones: una difamación de las diferencias indi­viduales y una acentuación de los problemas y de las satisfacciones co­munes.

La identidad individual se sumerge en forma creciente en la masa más amplia de la organización. Esto no es solamente cierto por lo que se refiere al trabajo, sino también en lo que respecta a las organizacio­nes religiosas y a las asociaciones comunitarias. De este modo, en el trabajo y en el juego, el estadunidense típico se encuentra sumergido

16 Wiiliam Whyte, Jr., The Organization Man. Simon and Schuster, Inc. New: York, 1956.

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en categorías de organización, y, en el grado en que puede llegar a pensar en ello detenidamente, se muestra más bien agradecido por e1 gran volumen de seguridad que le proporciona esta clase de vida.

e. Orientación hacia el otro. The Lonely Crowd 17 de David RiesmaQ es un clásico contemporáneo. Uno de los hilos de esta interpretación ori­ginal y altamente respetada es la condición que llama de "orientación hacia el otro''. Dicho con simplicidad, la orientación hacia el otro re­presenta que una persona ve hacia sus asociados inmediatos cuando busca las normas de comportamiento correcto e incorrecto. En contraste, la persona orientada hacia sí, hacia adentro, o la persona orientada hacia la tradición no busca ya en "principio" o en "autoridades" las respues.­tas a los problemas de moralidad, de comportamiento apropiado, de etiqueta, así como otras prescripciones para el bien vivir. La investiga­ción de Riesman le ha convencido de que la orientación hacia el otro se ha convertido en la moralidad prevaleciente, si así puede llamársela, de la sociedad estadunidense y que, de este modo, ha agregado una evidencia más, reveladora, del incrustamiento en el conformismo. La persona dirigida u orientada hacia otros, tipo prevaleciente de acuerdo con Riesman, no es un conformi!;ta pura y simplemente respecto de las cosas que posee, las diversiones o el recreo de que disfruta, o los gustos artísticos que sustenta, sino que es conformista respecto del grupo in­mediato en un sentido mucho más profundo, pues lo es en el sentido de sus concepciones de lo bueno y de lo malo, de lo importante y de lo que no lo es, de lo permisible y de lo desaprobado o reprobado. Puesto que la persona dirigida u orientada hacia otros no es conducida en sus principios morales hacia ningún tipo de verdades eternas, posee, típica­mente, una conciencia elástica. Pero, la elasticidad no es de su propia invención, sino que es la del grupo con el que "corre" El grupo in­mediato de sus iguales es el árbitro final de qué es lo bueno o lo malo, Jo aprobable o lo reprobable. Al cambiar el grupo, cambia él mismo. La mayor de las transgresiones de la moralidad consiste en romper cm1 el grupo, siendo secundario para él al acto mismo del que se trate.

Riesman cuida de enfatizar que no todos están orientados hacia los demás sino que hay gentes en las que se da una mezcla de orientación hacia los demás y de orientación hacia sí, pero, parece insistir en que la orientación hacia el otro es la psicología dominante del hombre en la

17 David Riesman. Rcuel Denny, :md Nathan Glazer, The Lonely Crowd, (Copy­right, 1950 por Yale University Press, New Haven, Conn.).

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sociedad moderna de masas y que, en forma creciente, estamos pro­duciendo hombres que están orientados hacia los otros.

Conclusión. Al describir a la sociedad de masas como lo hemos hecho, puede crearse la impresión de nn cierto grado de ir,realidad y ello nece­sita corregirse. La sociedad ele masas no es una cosa ya completa; está en pleno prQct;so emergente, y las tradiciones con las que ha roto, no han sido -en forma alguna- extirpadas completamente. Más aún, la sociedad de masas afecta a la gente que está colocada en di/ crentes cir­cunstancias de un modo que, también, es diferente.

Dicho brevemente, la sociedad de masas es una idea interpretativa y descriptiva general del mismo tipo que la frase "modo de vida estaduni­dense" o "revolución industrial", y no una descripción completamente literal <le la realidad para todas y cada una de las personas de carne' y hueso. Sin embargo, cada vez es más verdadera, en cuanto fuerza impersonal incansable que está tajando los viejos pilares del pluralismo.

Y tampoco existe la intención de negar el fuerte atractivo sentimental, que de nuevo, se da entre las personas de mayor edad, de los anteriores modos de vida y de las ideas y los ideales que los sustentaban y que se adecuaban mejor a los orígenes nacionales que las rea.lidades corrientes. Una de las realidades sociales interesantes de este periodo de la histo­ria es la continua inconsistencia entre lo que la gente dice acerca de las relaciones interpersonales y la sociedad, y lo que la gente, de hecho, hace. Así, gentes que dicen que "La honradez es la mejor línea de conducta" se ven obligadas, con todo, a usar "el frente de las relaciones públicas". Las personas que creen en el individualismo, si desean encontrar em­pleo, deben sumergir sus identidades separadas como hombres-organiza­ción. Y las personas que tienen genuinas convicciones cristianas sienten que no están enfrentados con ninguna alternativa real que no sea la de mantener líneas de conducta de vida personal que, en el mejor de los casos, son versiones malamente transaccionales de los principios que creen correctos. Todo esto sirve para decir, en alguna forma, que la so­ciedad de masas es un sistema creciente, inundante, de relaciones humanas para el cual sólo imos pocos, fuera de la presente generación de jóvenes, tenían precedentes reales.

III

En un espacio necesariamente limitado, es obviamente imposible ha­cer otra cosa que sea esquematizar los delineados más amplios de un

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tema complejo. Lo que se ha intentado en estas páginas es una descrip­ción breve del campo de la organización social en sus aspectos más am­plios, para ver, en seguida, en mayor acercamiento, algunos de los raci-­mos de conceptos e ideas en torno de los cuales se condensan el pensa­miento y la investigación. En el mejor de los casos, un esfuerzo como éste puede constituir un prolegómeno.