la obra completa del ultimo gran - uned.es historia de tu... · cerveza. —sí. he oído que con...

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La obra completa del ultimo grangran maestro de la ciencia-ficción.Una torre que se alza sobre lallanura mesopotámica hasta tocar labóveda del cielo. Dos hombres quealcanzar un grado de inteligencia tanalto que se asemejan a dioses. Laprueba de que las matemáticascarecen de sentido. Un lenguajealienígena que permite a quienes loleen expandir su consciencia a lolargo del tiempo. La cábala y lateoría de la preformación secombinan en una Inglaterravictoriana salida de nuestros

sueños, o de nuestras pesadillas.Ante la llegada de los metahumanos,la ciencia humana se ve reducida auna nota a pie de página. En ununiverso donde Dios existe sin quequepa ninguna duda, ¿es posible noamarle? Y si pudieras programartepara ignorar las apariencias, ¿tearriesgarías a perder todapercepción de la belleza humana?Ted Chiang, galardonado con elpremio John W. Campbell Jr., brillacomo una nueva estrella en elfirmamento de la ciencia-ficción. Conun premio Hugo, tres Nebula, unSturgeon, un Seiun, un Sidewise y

dos Locus, La historia de tu vida esun libro imprescindible.

Ted Chiang

La historia de tuvida

ePUB v1.2

Bercebus 26.11.11

La torre de Babilonia

Si la torre estuviera tumbada sobrela llanura de Shinar, se tardaría dos díasen caminar desde un extremo al otro.Pero como la torre se alza en vertical, setarda un mes y medio en subir de su basea su cima, si quien sube no lleva cargaalguna. Pero pocos hombres suben a latorre con las manos vacías; el paso de lamayoría se reduce por la carreta deladrillos de la que tiran. Transcurrencuatro meses entre el día en que se cargaun ladrillo en una carreta y el día en quese toma de ella para que forme parte de

la torre.

Hillalum había pasado toda la vidaen Elam, y sabía de Babilonia sóloporque era compradora de cobreelamita. Los lingotes de cobre setransportaban en barcos que viajabanKarun abajo hasta el Mar Inferior,rumbo al Éufrates. Hillalum y los demásmineros viajaron por tierra, siguiendouna caravana de mercaderes compuestapor onagros de carga. Anduvieron porun sendero polvoriento que descendía dela meseta y atravesaba las llanuras parallegar a los verdes campos cruzados por

canales y diques.Ninguno de ellos había visto la torre

antes. Se hizo visible cuando aúnestaban a muchas leguas de distancia:una línea fina como una hebra de lino,oscilando en el aire caliente, elevándosede la costra de barro que era la propiaBabilonia. Cuando se acercaron, lacostra se convirtió en las poderosasmurallas de la ciudad, pero ellos sólotenían ojos para la torre. Cuando por finbajaron la vista al nivel de la llanurafluvial, vieron las marcas que la torrehabía hecho en el exterior de la ciudad:el propio Éufrates corría ahora por elfondo de un lecho ancho y hundido,

excavado para obtener arcilla con la quemoldear ladrillos. Al sur de la ciudadpodía verse una hilera tras otra dehornos ya apagados.

Al aproximarse a las puertas de laciudad, la torre parecía más enorme quenada que Hillalum hubiera imaginadojamás: una simple columna que debíaser tan ancha como un templo entero, yque sin embargo se alzaba tan alta quese reducía hasta hacerse invisible.Todos caminaban con la cabeza echadahacia atrás, entornando los ojos contrael sol.

Nanni, el amigo de Hillalum, le dioun codazo, pasmado.

—¿Tenemos que subir esa cosa?¿Hasta arriba?

—Subir para cavar. Parece...antinatural.

Los mineros llegaron a la puertacentral de la muralla occidental, pordonde salía otra caravana. Mientras seagrupaban en la estrecha franja desombra que proporcionaba la muralla,Beli, su capataz, se dirigió a gritos a losguardianes de las torres de la puerta.

—Somos los mineros convocadosdesde la tierra de Elam.

Los guardianes estuvieronencantados. Uno respondió:

—¿Sois aquéllos que van a cavar

para atravesar la bóveda del cielo?—Lo somos.

La ciudad entera estaba de fiesta. Elfestival había comenzado hacía ochodías, cuando los últimos ladrillos fueronenviados a la torre, y durarían dos más.Cada día y cada noche, la ciudad seregocijaba, bailaba, festejaba.

Junto con los fabricantes de ladrillosestaban los tiradores de las carretas,hombres en cuyas piernas resaltaban losmúsculos desarrollados por las subidasa la torre. Cada mañana una cuadrillacomenzaba su ascenso: subía durante

cuatro días, transfería su carga a lasiguiente cuadrilla de tiradores, y elquinto día volvía a la ciudad con lascarretas vacías. Una cadena decuadrillas conducía hasta lo alto de latorre, pero sólo las que estaban másabajo se unieron al festejo de la ciudad.Para aquéllos que vivían en la torre, sehabía enviado con antelación suficientevino y carne para que el banquete seextendiera por todo el pilar.

Por la noche, Hillalum y los demásmineros elamitas se sentaron entaburetes de adobe ante una larga mesacargada de comida, una mesa entremuchas otras dispuestas en la plaza de la

ciudad. Los mineros hablaban con lostiradores, haciendo preguntas sobre latorre.

—Alguien me dijo que los albañilesque trabajan en lo alto de la torresollozan y se arrancan los cabelloscuando se cae un ladrillo, porquetardarán cuatro meses en sustituirlo,pero a nadie le importa cuando unhombre cae y muere —dijo Nanni—.¿Es eso cierto?

Lugatum, uno de los tiradores máscharlatanes, negó con la cabeza.

—Oh, no, eso no es más que uncuento. Hay una caravana continua deladrillos que sube por la torre; miles de

ladrillos llegan a la cima cada día. Lapérdida de un solo ladrillo no esimportante para los albañiles. —Seinclinó hacia ellos—. Sin embargo, hayalgo que valoran más que una vidahumana: una paleta.

—¿Por qué una paleta?—Si a un albañil se le cae la paleta,

no puede trabajar hasta que le suban unanueva. Durante meses no puede ganarsela comida que consume, así que se veobligado a endeudarse. La pérdida deuna paleta es causa de grandes llantos.Pero si un hombre se cae y su paletaqueda atrás, los demás se sientensecretamente aliviados. El siguiente al

que se le caiga la paleta puede tomar lasobrante y continuar trabajando sin tenerque endeudarse.

Hillalum se quedó consternado, ydurante un instante de pánico intentócontar cuántos picos habían traído losmineros. Entonces cayó en la cuenta.

—Eso no puede ser cierto. ¿Por quéno van a subir paletas de sobra? Su pesono añadiría casi nada al de todos losladrillos que hay que subir. Yciertamente la pérdida de un hombresignifica un retraso considerable, amenos que haya otro hombre en la cimaque sea un hábil albañil. Sin esehombre, deben esperar a que otro suba

desde abajo.Todos los tiradores rugieron de risa.—A éste no le podemos engañar —

dijo Lugatum muy divertido. Se volvióhacia Hillalum—. ¿Empezaréis a subircuando haya terminado el festival?

Hillalum bebió de su cuenco decerveza.

—Sí. He oído que con nosotros iránunos mineros de un país occidental, perono los he visto. ¿Los conoces?

—Sí, vienen de un país llamadoEgipto, pero no excavan mineral comovosotros. Ellos extraen piedra.

—Nosotros también excavamospiedra en Elam —dijo Nanni, con la

boca llena de carne de cerdo.—No como ellos. Ellos cortan

granito.—¿Granito? —En Elam se extraía

caliza y alabastro, pero granito no—.¿Estás seguro?

—Los mercaderes que han viajado aEgipto dicen que tienen zigurats ytemplos de piedra construidos congrandes bloques de caliza y granito. Ytallan estatuas gigantes de granito.

—Pero el granito es muy difícil detrabajar.

Lugatum se encogió de hombros.—Para ellos no. Los arquitectos

reales piensan que vendrá bien contar

con canteros como ésos cuandoalcancéis la bóveda del cielo.

Hillalum asintió. Eso podía serverdad. ¿Quién sabía con certeza lo quenecesitarían?

—¿Los has visto?—No, aún no han llegado, aunque se

los espera dentro de unos días. Peroquizá no lleguen antes del final delfestival; entonces los elamitasascenderéis solos.

—Vosotros nos acompañaréis,¿verdad?

—Sí, pero sólo durante los primeroscuatro días. Luego debemos volver,mientras que vosotros, afortunados,

seguiréis adelante.—¿Por qué nos consideras

afortunados?—Ansío subir hasta la cima. Una vez

tiré con las cuadrillas superiores, yalcancé una altura de doce días desubida, pero eso es lo más alto que heestado. Vosotros iréis mucho más arriba.—Lugatum sonrió con tristeza—. Osenvidio porque tocaréis la bóveda delcielo.

Tocar la bóveda del cielo. Abrirsepaso por ella a golpe de pico. Hillalumse sintió incómodo ante la idea.

—No hay razón para envidiarnos...—comenzó a decir.

—Así es —dijo Nanni—. Cuandohayamos terminado, todos los hombrestocarán la bóveda del cielo.

A la mañana siguiente, Hillalum fuea ver la torre. Se detuvo en el patiogigantesco que la rodeaba. Había untemplo a un extremo que hubiera sidoimpresionante si hubiera estado solo,pero apenas se apreciaba junto a latorre.

Se podía sentir su absoluta solidez.Según contaban todas las historias, latorre había sido construida con unafuerza poderosa que ningún zigurat

igualaba; estaba completamente hechade ladrillo cocido, mientras que loszigurats normales se construían conmeros ladrillos de barro secado al sol,usando ladrillo cocido sólo en lafachada. Los ladrillos se unían conmortero de betún, que empapaba laarcilla cocida y formaba una ligazón tandura como los propios ladrillos.

La base de la torre se parecía a lasdos primeras plataformas de un ziguratnormal. Había una plataforma cuadraday gigantesca de unos doscientos codosde lado y cuarenta codos de altura, conuna triple escalinata en su fachada sur.Sobre la primera plataforma había otro

nivel, una plataforma más pequeña a laque se llegaba sólo por la escaleracentral. Era en lo alto de la segundaplataforma donde empezaba la torrepropiamente dicha.

Tenía sesenta codos de lado, y sealzaba como un pilar cuadrado quesoportase el peso del cielo. En torno aella se enroscaba una rampa suavementeinclinada, abierta en el muro, querodeaba la torre de la misma forma enque una tira de cuero envuelve el mangode un látigo. No; mirando de nuevo,Hillalum vio que había dos rampas, yque estaban entrelazadas. El bordeexterior de cada rampa estaba recorrido

por columnas, no muy gruesas pero síanchas, que proporcionaban un poco desombra. Pasando la vista por la torre,vio franjas que se alternaban: rampa,ladrillo, rampa, ladrillo, hasta que ya nopodía distinguirlas. Y la torre se alzabaaún más arriba, más allá de donde podíaver el ojo; Hillalum parpadeó, entornóla vista, y se mareó. Dio un par de pasostorpes hacia atrás, y se volvió con unestremecimiento.

Hillalum pensó en el cuento que lehabían contado de pequeño, el relatoque seguía al del Diluvio. Contaba quelos hombres habían vuelto a poblar lascuatro esquinas de la tierra, habitando

más países de los que nunca habíanconocido antes. Que los hombres habíannavegado hasta los bordes del mundo, yhabían visto que el océano caía en laniebla para unirse a las negras aguas delAbismo muy, muy abajo. Que loshombres se habían dado cuenta de estaforma de la extensión de la tierra, y lespareció pequeña, y desearon ver quéhabía más allá de sus fronteras, todo elresto de la Creación de Yahvé. Quemiraron hacia el cielo, y se preguntaronpor la morada de Yahvé, situada encimalos depósitos que contenían las aguasdel cielo. Y que, hacía muchos siglos,comenzó la construcción de la torre, un

pilar del cielo, una escalera que loshombres pudieran subir para ver lasobras de Yahvé, y que Yahvé pudierabajar para ver las obras de los hombres.

A Hillalum siempre le habíaparecido emocionante, una historia demiles de hombres que trabajaban sincesar, pero con alegría, pues trabajabanpara conocer mejor a Yahvé. Se habíasentido emocionado cuando losbabilonios llegaron a Elam buscandomineros. Sin embargo, ahora que seencontraba junto a la base de la torre,sus sentidos se rebelaron, insistiendo enque nada podía alcanzar hasta tan alto.Cuando miraba la extensión de la torre,

ya no sentía como si estuviera sobre latierra.

¿De verdad iba a subir por esa cosa?

La mañana de la subida, la segundaplataforma se cubrió, de un lado a otro,de sólidas carretas de dos ruedasdispuestas en hileras. Muchas no estabancargadas más que con comida de todotipo: sacos de cebada, trigo, lentejas,cebollas, dátiles, pepinos, hogazas depan, pescado seco. Había un númeroincontable de grandes jarras de arcillacon agua, vino de dátiles, cerveza, lechede cabra, aceite de palma. Otras carretas

estaban cargadas con el tipo deproductos que se vendían en un bazar:recipientes de bronce, cestas de caña,rollos de tela, taburetes y mesas demadera. También había un bueyengordado y una cabra a los que unossacerdotes ponían capuchas para que nopudieran ver a los lados y no temieran lasubida. Serían sacrificados cuandollegasen a la cima.

Luego había carretas cargadas conlos picos y los martillos de los mineros,y los elementos de una pequeña forja. Sucapataz también había ordenado que secargasen varias carretas con leña y hatosde cañas.

Lugatum estaba junto a una carreta,comprobando las cuerdas que ataban laleña. Hillalum se le acercó.

—¿De dónde procede esta leña? Nohe visto ningún bosque desde quesalimos de Elam.

—Hay un bosque al norte, deárboles que plantaron cuando secomenzó a erigir la torre. Los troncostalados flotan río abajo por el Éufrates.

—¿Plantasteis un bosque entero?—Cuando comenzaron la torre, los

arquitectos sabían que para alimentarlos hornos haría falta mucha más leña dela que se encontraba en la llanura, asíque hicieron plantar un bosque. Hay

cuadrillas cuyo trabajo es regar losárboles, y plantar uno nuevo cada vezque se tala otro.

Hillalum estaba asombrado.—¿Y eso aporta toda la leña que se

necesita?—La mayoría. Se han talado muchos

otros bosques del norte, y su madera seha traído río abajo. —

Inspeccionó las ruedas de la carreta,descorchó una botella de cuero quellevaba y echó un poco de aceite entre larueda y el eje.

Nanni se acercó a ellos, mirando alas calles de Babilonia que se extendíanante ellos.

—Nunca en mi vida he estado nisiquiera a esta altura, desde la quepuedo bajar la vista y ver una ciudad.

—Ni yo —dijo Hillalum, peroLugatum se rió.

—Vamos. Todas las carretas estánlistas.

Pronto todos los hombres formaronparejas, cada una encargada de unacarreta. Los hombres se colocaban entrelas dos varas de tiro de la carreta, quetenían cuerdas para tirar. Las carretastiradas por los mineros se mezclaroncon las de los tiradores habituales, paraasegurarse de que mantuvieran el paso.Lugatum y otro tirador llevaban la

carreta que iba detrás de la de Hillalumy Nanni.

—Recordad —dijo Lugatum—,permaneced a unos diez codos pordetrás de la carreta que va delante. Elhombre de la derecha carga con todo elpeso cuando se toman las esquinas, y osturnaréis en esa posición cada hora.

Los tiradores empezaron a conducirsus carretas por la rampa. Hillalum yNanni se agacharon y pasaron lascuerdas de su carreta sobre hombrosopuestos. Se incorporaron al tiempo,levantando la parte delantera de lacarreta del pavimento.

—Ahora tirad —gritó Lugatum.

Se inclinaron contra las cuerdas, y lacarreta comenzó a rodar. Una vez queestaba en marcha, tirar parecía bastantefácil, y se abrieron paso por laplataforma. Luego alcanzaron la rampa,y de nuevo tuvieron que inclinarsemucho.

—¿Esto es un carro ligero? —murmuró Hillalum.

La rampa era lo suficientementeancha para que un hombre caminasejunto a la carreta si tenía que pasar.

La superficie estaba cubierta deladrillo, con dos surcos marcados porsiglos de ruedas. Sobre sus cabezas, eltecho se alzaba formando una falsa

bóveda, con los anchos ladrilloscuadrados dispuestos en capassuperpuestas hasta juntarse en el centro.Las columnas de la derecha eran tananchas que la rampa parecía, en ciertamedida, un túnel.

Si no se miraba directamente a unlado, no se notaba necesariamente queuno estaba en una torre.

—¿Cantáis mientras excaváis? —preguntó Lugatum.

—Cuando la piedra es blanda —dijoNanni.

—Cantad una de vuestras cancionesde mineros, entonces.

La señal pasó hasta los demás

mineros, y en poco tiempo toda lacuadrilla estaba cantando.

Mientras las sombras se achicaban,siguieron subiendo cada vez más arriba.Protegidos del sol, rodeados tan sólo deaire limpio, hacía mucho más fresco queen los estrechos callejones de la ciudada nivel del suelo, donde el calor demediodía podía matar a los lagartoscuando cruzaban a toda prisa la calle.Mirando por el lado, los mineros podíanver el oscuro Éufrates y los verdescampos que se extendían leguas yleguas, cruzados por los canales que

destellaban a la luz del sol. La ciudad deBabilonia era una complicada pauta decalles y edificios apretados,deslumbrantes con el yeso de losencalados; cada vez se veía menos deella, mientras en apariencia se ibaacercando a la base de la torre yquedaba oculta por ésta.

Hillalum estaba tirando de nuevo dela cuerda de la derecha, la más cercanaal borde, cuando oyó unos gritosprocedentes del nivel inferior de larampa ascendente. Pensó en parar ymirar por el lado, pero no queríainterrumpir el paso, y de todas formasno podría ver la rampa inferior con

claridad.—¿Qué sucede ahí abajo? —gritó a

Lugatum a su espalda.—Uno de tus compañeros mineros

tiene miedo a la altura. De vez encuando hay un hombre así entre los quesuben por primera vez. Estos hombres seaferran al suelo y no pueden seguirsubiendo. Pero pocos lo sienten tanpronto.

Hillalum lo entendió.—Conocemos un miedo parecido

entre los que quieren ser mineros.Algunos hombres no pueden soportar elentrar en las minas por temor a quedarenterrados.

—¿En serio? —gritó Lugatum—. Nohabía oído hablar de eso. ¿Cómo tesienta la altura a ti?

—No siento nada. —Pero miróbrevemente a Nanni, y ambos supieronla verdad.

—Sientes nervios en las palmas,¿verdad? —susurró Nanni.

Hillalum pasó las manos por laáspera fibra de la cuerda y asintió.

—Yo también lo sentí antes, cuandoestaba más cerca del borde.

—Quizá deberíamos irencapuchados, como el buey y la cabra—murmuró Hillalum en broma.

—¿Crees que nosotros también

tendremos miedo de la altura cuandosubamos más arriba?

Hillalum reflexionó. Que uno de suscompañeros sintiera miedo tan pronto noera buena señal. Pero no quisopreocuparse; miles de personas subíansin miedo, y sería estúpido que el de unminero les infectase a todos.

—Es sólo que no estamosacostumbrados. Disponemos de mesesenteros para aclimatarnos a las alturas.Para cuando alcancemos la cima de latorre, desearemos que fuera más alta.

—No —dijo Nanni—. No creo queentonces quiera seguir tirando de estacosa mucho más. —Ambos se rieron.

Por la noche tomaron una cena decebada y cebollas y lentejas, ydurmieron en los estrechos pasillos quepenetraban en el cuerpo de la torre.Cuando despertaron a la mañanasiguiente, los mineros apenas podíancaminar, de lo doloridas que estaban suspiernas. Los tiradores se rieron y lesdieron un bálsamo para que se lofrotasen en los músculos, yredistribuyeron la carga de las carretaspara reducir la de los mineros.

Para entonces, mirar por el ladohacía que las rodillas de Hillalum sedebilitasen. A esa altura soplaba un

viento constante, y adivinó que se haríamás fuerte según subieran. Se preguntósi alguien había sido arrebatado por elviento de la torre en un momento deimprudencia. Y la caída; ese hombretendría tiempo de recitar una oraciónantes de tocar el suelo. Hillalum seestremeció al pensarlo.

Aparte del dolor de las piernas delos mineros, el segundo día fue parecidoal primero. Ahora podían ver a muchamayor distancia, y la amplitud de latierra visible era pasmosa; se veían losdesiertos más allá de los campos, ycaravanas que parecían poco más quehileras de insectos. Ningún otro minero

tuvo tanto miedo de la altura como parano poder continuar, y su ascensoprosiguió todo el día sin incidentes.

Al tercer día, las piernas de losmineros no habían mejorado, y Hillalumse sentía como un viejo lisiado.

Sólo al cuarto día sintieron mejorlas piernas, y volvieron a tirar de suscargas originales. La subida continuóhasta la noche, cuando se encontraroncon la segunda cuadrilla de tiradoresque llevaban carretas vacíasrápidamente por la rampa descendente.Las rampas de arriba y de abajo seenroscaban la una en torno a la otra sintocarse, pero estaban unidas por pasillos

que atravesaban el cuerpo de la torre.Cuando las cuadrillas hubieron pasadocompletamente de una rampa a otra,intercambiaron las carretas.

Los mineros fueron presentados alos tiradores de la segunda cuadrilla, ytodos charlaron y comieron juntos esanoche. A la mañana siguiente, la primeracuadrilla preparó las carretas vacíaspara su regreso a Babilonia, y Lugatumse despidió de Hillalum y Nanni.

—Cuidad de vuestra carreta. Hasubido toda la altura de la torre másveces que ningún hombre.

—¿También envidias a la carreta?—preguntó Nanni.

—No, porque cada vez que llega ala cima debe recorrer todo el caminohasta abajo. Eso no podría soportarlo.

Cuando la segunda cuadrilla sedetuvo al finalizar el día, el tirador delcarro detrás de Hillalum y Nanni seacercó para enseñarles algo. Su nombreera Kudda.

—Nunca habéis visto ponerse el sola esta altura. Venid, mirad. —El tiradorfue hasta el borde y se sentó, con laspiernas colgando por el lado. Vio quedudaban—. Venid. Podéis tumbaros ymirar por el borde, si preferís. —

Hillalum no deseaba parecer un niñotemeroso, pero no podía obligarse asentarse ante un precipicio que seextendía miles de codos bajo sus pies.Se tumbó sobre el vientre, asomandosólo la cabeza. Nanni hizo lo mismo.

—Cuando el sol esté a punto deponerse, mirad hacia abajo, al costadode la torre. —Hillalum miró haciaabajo, y dirigió rápidamente la vistahacia el horizonte.

—¿Cuál es la diferencia en la puestade sol aquí?

—Pensadlo, cuando el sol se hundetras los picos de las montañas del oeste,se hace oscuro en la llanura de Shinar.

Sin embargo, aquí estamos más alto quelas cumbres de las montañas, así quetodavía podemos ver el sol.

El sol debe bajar más para que aquíse haga de noche.

Hillalum se quedó con la bocaabierta al comprender.

—Las sombras de las montañasmarcan el comienzo de la noche. Lanoche cae sobre la tierra antes que aquí.

Kudda asintió.—Se puede ver a la noche viajando

torre arriba, desde el suelo hasta eltecho. Se mueve rápidamente, perodeberíais poder observarla.

Miró el globo rojo del sol durante un

minuto, y luego bajó la vista y señaló.—¡Mirad!Hillalum y Nanni miraron hacia

abajo. En la base del inmenso pilar, ladiminuta Babilonia estaba a oscuras.

Entonces la oscuridad subió por latorre, como un toldo que se desenrollasehacia arriba. Se movía tan despacio queHillalum podía contar los momentos quepasaban, pero luego se hizo más rápidasegún se acercaba, hasta que pasó sobreellos más rápidamente que un parpadeo,y se encontraron sumidos en elcrepúsculo.

Hillalum se dio la vuelta y miróhacia arriba, a tiempo para ver cómo la

oscuridad ascendía rápidamente por elresto de la torre. Gradualmente, el cielose volvió menos luminoso mientras elsol se hundía bajo el borde del mundo, amucha distancia.

—Algo digno de verse, ¿no osparece? —dijo Kudda.

Hillalum no dijo nada. Por primeravez, supo lo que era realmente la noche:la sombra de la propia tierra arrojadacontra el cielo.

Después de subir durante otros dosdías, Hillalum se acostumbró un poco ala altura. Aunque estaban a casi una

legua del suelo, podía soportarpermanecer al borde de la rampa y mirartorre abajo. Se agarró a una de lascolumnas del borde, y se inclinócuidadosamente para mirar hacia arriba.Se dio cuenta de que la torre ya noparecía un pilar de superficie lisa.

—La torre parece ensancharse másarriba —dijo a Kudda—. ¿Cómo esposible?

—Mira mejor. Hay balcones demadera que salen de los lados. Estánhechos de madera de ciprés, y cuelgande cuerdas de lino.

Hillalum entornó la vista.—¿Balcones? ¿Para qué son?

—Están cubiertos de tierra para quela gente pueda cultivar verduras. A estaaltura escasea el agua, así que el cultivomás frecuente es la cebolla. Más arriba,donde hay más lluvia, verás judías.

—¿Cómo puede haber lluvia másarriba que no caiga aquí? —preguntóNanni.

A Kudda le sorprendió quepreguntase eso.

—Se seca en el aire al caer, porsupuesto.

—Oh, por supuesto. —Nanni seencogió de hombros.

Hacia el final del día llegaron alnivel de los balcones. Eran plataformas

planas repletas de cebollas y sujetas congruesas cuerdas que colgaban del murosuperior de la torre, justo debajo de lasiguiente hilera de balcones. En cadanivel, el interior de la torre tenía variashabitaciones estrechas donde vivían lasfamilias de los tiradores. Se podía ver alas mujeres sentadas ante los umbralescosiendo túnicas, o en los jardinesdesenterrando bulbos. Los niños jugabanrampa arriba y abajo, pasando entre lascarretas de los tiradores, y corrían porel borde de los balcones sin miedo. Losmoradores de la torre reconocieronfácilmente a los mineros, y todossonrieron y saludaron.

Cuando llegó la hora de la cena,todas las carretas se detuvieron y lacomida y otros productos fueronretirados para que los usase esta gente.Los tiradores saludaron a sus familias, einvitaron a los mineros a compartir sucena. Hillalum y Nanni comieron con lafamilia de Kudda, y disfrutaron de unaestupenda cena de pescado seco, pan,vino de dátiles y frutas.

Hillalum vio que esta sección de latorre formaba una especie de ciudaddiminuta dispuesta en fila entre doscalles, la rampa ascendente y ladescendente. Había un templo donde serealizaban los rituales de los festivales;

había magistrados que resolvían lasdisputas; había tiendas que se proveíancon los productos de la caravana. Porsupuesto, la ciudad era inseparable de lacaravana: ninguna podía existir sin laotra. Y sin embargo, cualquier caravanaera en esencia un viaje, una cosa queempezaba en un sitio y terminaba enotro. Esta ciudad nunca había sidoprevista como un lugar permanente, erasimplemente parte de un viaje de variossiglos de duración.

Después de cenar, preguntó a Kudday a su familia:

—¿Habéis visitado alguna vezBabilonia?

La mujer de Kudda, Alitum,respondió:

—No, ¿para qué íbamos a hacerlo?Es un largo camino, y aquí tenemos todolo que necesitamos.

—¿No sentís ningún deseo decaminar realmente sobre la tierra?

Kudda se encogió de hombros.—Vivimos en el camino hacia el

cielo; todo el trabajo que hacemos espara extenderlo más. Cuandoabandonemos la torre, seguiremos larampa ascendente, no la descendente.

Según subían los mineros, con el

paso del tiempo llegó el día en que latorre parecía ser igual cuando se mirabahacia arriba o hacia abajo desde elborde de la rampa. Por debajo, el fustede la torre se reducía hasta desaparecermucho antes de que pareciera alcanzarla llanura a sus pies. De la misma forma,los mineros estaban aún lejos de poderver la cima. Lo único que era visible eraun trecho de torre. Mirar arriba o abajoera terrorífico, pues la seguridad de lacontinuidad había desaparecido; ya noformaban parte del suelo. La torrepodría haber sido un hilo suspendido enel aire, sin contacto ni con la tierra nicon el cielo.

Hubo momentos durante esa parte dela ascensión en que Hillalum sedesesperó, sintiéndose fuera de lugar ylejos del mundo; era como si la tierra lehubiera rechazado por su infidelidad,mientras que el cielo se negaba aaceptarle. Deseó que Yahvé hiciera unaseñal que permitiera a los hombressaber que su afán gozaba de suaprobación; de otra forma, ¿cómopodían estar en un lugar que ofrecía tanpocos alicientes al espíritu?

Los moradores de la torre a esaaltitud no se sentían incómodos con suposición; siempre saludaban a losmineros cálidamente y les deseaban

suerte con su tarea en la bóveda. Vivíanentre las húmedas nieblas de las nubes,veían las tormentas desde abajo y desdearriba, recogían cosechas del aire, y notemían en ningún momento que éste fueraun sitio inapropiado para los hombres.No contaban con seguridades o ánimosdivinos, pero la gente nunca conocíamomentos de duda.

Con el paso de las semanas, el sol yla luna alcanzaron alturas cada vezmenores en sus viajes cotidianos.

La luna inundaba el lado sur de latorre con sus rayos plateados, brillandocomo si el ojo de Yahvé los observase.

Al cabo, estuvieron exactamente al

mismo nivel de la luna cuando éstapasaba; habían alcanzado la altura delprimero de los cuerpos celestes. Seesforzaron por distinguir los detalles dela cara devastada de la luna, y semaravillaron de su movimiento solemneque despreciaba cualquier apoyo.

Entonces se acercaron al sol. Era laestación veraniega, cuando el sol pareceestar casi justo encima de Babilonia, loque hacía que pasase cerca de la torre aesa altura. Ninguna familia vivía en esasección de la torre, ni había ningúnbalcón, puesto que el calor era tangrande que quemaba la cebada. Elmortero entre los ladrillos de la torre ya

no era de betún, que se hubierareblandecido y derretido, sino dearcilla, que había sido prácticamentecocida por el calor. Como proteccióncontra las temperaturas diurnas, lascolumnas se habían ensanchado hastaformar un muro casi continuo queencerraba la rampa en un túnel con sólounas estrechas ranuras para dejar entrarel viento sibilante y lanzas de luzdorada.

Las cuadrillas de tiradores habíanestado regularmente distribuidas hastaeste punto, pero aquí era necesario unajuste. Salieron cada vez más tempranocada mañana, para conseguir mayor

oscuridad durante el tiempo de tiro.Mientras estuvieron al nivel de sol,

viajaron únicamente de noche. Duranteel día, intentaban dormir, desnudos ysudorosos bajo la brisa caliente. A losmineros les preocupaba que, siconseguían dormirse, se cocerían hastamorir antes de despertarse. Pero lostiradores habían hecho el viaje muchasveces, y nunca habían perdido a ningúnhombre, y al cabo del tiempo subieronpor encima del nivel del sol, donde lascosas eran como habían sido más abajo.

Ahora la luz del día brillaba haciaarriba, lo que parecía lo más antinaturaldel mundo. Los balcones tenían algunos

tablones de menos para que la luz delsol pudiese entrar por ellos, con tierraen las pasarelas restantes; las plantascrecían de lado y hacia abajo,doblándose para atrapar los rayos delsol.

Luego se acercaron al nivel de lasestrellas, pequeñas esferas de fuego quese extendían por todas partes.

Hillalum había esperado queestuvieran dispuestas más densamente,pero incluso contando las estrellasdiminutas invisibles desde el suelo,parecían estar muy dispersas. Noestaban todas a la misma altitud, sinoque ocupaban varias leguas de altura.

Era difícil saber a qué distancia estaban,puesto que no había nada que indicara sutamaño, pero de vez en cuando una seacercaba más, permitiendo apreciar suasombrosa velocidad. Hillalum se diocuenta de que todos los objetos del cielose desplazaban a velocidades parecidas,de forma que pudieran viajar en un solodía de un borde del mundo al otro.

De día, el cielo era de un azul muchomás pálido de lo que parecía desde latierra, señal de que se estabanacercando a la bóveda. Inspeccionandoel cielo, Hillalum se sintió sorprendidoal comprobar que había estrellasvisibles durante el día. No podían verse

desde la tierra entre el brillo del sol,pero desde esta altitud se apreciabanclaramente.

Un día Nanni se le acercó con aireurgente y le dijo:

—¡Una estrella ha chocado contra latorre!

—¡Qué! —Hillalum miró a sualrededor, lleno de pánico, como sihubiera sufrido un golpe.

—No, no ahora. Hace mucho tiempo,más de un siglo. Uno de los moradoresde la torre está contando la historia; suabuelo lo vio.

Entraron en los pasillos y vieron avarios mineros sentados en torno a un

anciano apergaminado.—... se incrustó en los ladrillos a

una media legua por encima de aquí.Aún puede verse la cicatriz que dejó; escomo una picadura gigante.

—¿Qué pasó con la estrella?—Ardía y siseaba, y era demasiado

brillante para contemplarla. Loshombres pensaron en sacarla para quepudiera seguir su curso, pero estabademasiado caliente para acercarse aella, y no se atrevieron a apagarla conagua. Al cabo de unas semanas se enfrióhasta formar una masa nudosa de negrometal celeste, tan grande como elcontorno de los brazos unidos de un

hombre.—¿Tan grande? —dijo Nanni, con la

voz llena de asombro. Cuando lasestrellas caían a la tierra por su cuenta,a veces se encontraban pequeñosmontones de metal celeste, más duro queel mejor bronce. Este metal no podía serfundido para forjarlo, así que setrabajaba a martillazos tras calentarlo alrojo; con él se hacían amuletos.

—Así es, y nadie había oído jamásque una masa de este tamaño se hubieraencontrado en la tierra. ¿Podéisimaginar las herramientas que sepodrían fabricar con ella?

—No intentasteis martillarla para

hacer herramientas, ¿verdad? —preguntó Hillalum, horrorizado.

—Oh, no. Los hombres tenían miedode tocarla. Todo el mundo descendió dela torre, esperando el castigo de Yahvépor perturbar el funcionamiento de laCreación. Esperaron durante meses,pero no hubo ninguna señal.

Al cabo volvieron y sacaron laestrella del agujero. Está en un templode la ciudad, abajo.

Hubo un momento de silencio. Luegouno de los mineros dijo:

—Nunca he oído hablar de esto enlos relatos sobre la torre.

—Fue una trasgresión, algo de lo

que no se habla.

Según subían por la torre aún másarriba, el cielo se iba volviendo decolor más claro, hasta que una mañanaHillalum se despertó y se paró en elborde y gritó de la impresión: lo queantes había parecido un cielo pálido eraahora como un techo blanco que seextendía muy por encima de su cabeza.Estaban ya tan cerca que podían ver labóveda del cielo, verla como un sólidocaparazón que encerraba todo el cielo.Los mineros hablaban en voz baja,mirando hacia arriba como idiotas,

mientras los moradores de la torre sereían de ellos.

Al continuar subiendo, sesorprendieron de ver lo cerca queestaban en realidad. La falta de rasgosde la superficie de la bóveda les habíaengañado, haciéndola indetectable hastaque surgió, de repente, al parecer justosobre sus cabezas. Ahora, en lugar desubir al cielo, subían para alcanzar unallanura sin marcas que se extendíainfinitamente en todas direcciones.

Todos los sentidos de Hillalumestaban desorientados ante su visión. Aveces, cuando miraba la bóveda, sentíacomo si el mundo se hubiera invertido

de alguna forma, y le parecía que sitropezaba caería para arriba, hacia labóveda. Y cuando le parecía que labóveda estaba sobre su cabeza, sentía supeso opresivo. La bóveda era un estratotan pesado como el mundo entero, y sinembargo carecía completamente deapoyo, y él temía lo que nunca habíatemido en las minas: que el techo cayesesobre él.

Había otros momentos en los queparecía como si la bóveda fuera unprecipicio vertical de alturainimaginable que se alzara ante él, y latierra apenas perceptible tras él fueraotro semejante, y la torre una cuerda

tensa entre los dos. O lo peor de todo,por un instante le pareció que no habíaarriba ni abajo, y su cuerpo no sabía enqué dirección debía sentirse atraído. Eracomo el miedo a las alturas, sólo quemucho peor. A menudo se despertaba deun sueño poco reparador paraencontrarse sudoroso y con los dedosatenazados, intentando aferrar el suelode ladrillo.

Nanni y muchos de los demásmineros tenían también los ojosenrojecidos, aunque ninguno hablaba delo que perturbaba su sueño. Su ascensose volvió más lento, en lugar de ir másrápido, como había esperado Beli, el

capataz; la vista de la bóveda inspirabaincomodidad en lugar de ansia. Lostiradores habituales se impacientabancon ellos. Hillalum se preguntó quéclase de persona producía vivir en esascondiciones. ¿Cómo evitaban caer en lalocura? ¿Se acababan acostumbrando aesto? ¿Acaso los niños nacidos bajo uncielo sólido gritarían si vieran el suelobajo sus pies?

Quizá los hombres no estabanhechos para vivir en un sitio así. Si supropia naturaleza les impedía acercarsemucho al cielo, entonces los hombresdeberían permanecer sobre la tierra.

Cuando alcanzaron la cima de la

torre, la desorientación desapareció, oquizá se habían vuelto inmunes.

Allí, de pie en la plataformacuadrada de la cima, los mineroscontemplaron la visión más asombrosaque nunca hubieran visto ojos humanos:muy lejos bajo ellos se extendía un tapizde tierra y mar velado por la niebla,ondulando en todas direcciones hastadonde alcanzaba la vista. Justo porencima de ellos colgaba el propio techodel mundo, el límite superior absolutodel cielo, que garantizaba que suposición era la más alta posible. Allíestaba todo cuanto podía verse de unasola vez de la Creación.

Los sacerdotes comenzaron unaoración a Yahvé; dieron gracias porquese les permitiera ver tanto, y pidieronperdón por su deseo de ver más.

Y en la cima se dispusieron losladrillos. Se podía oler el denso yáspero olor del alquitrán, surgiendo delos calderos calientes en los que sefundía el betún. Era el olor más terrestreque los mineros habían olido en losúltimos cuatro meses, y sus narices sedesesperaron por atrapar un soplo antesde que se lo llevase el viento. Allí en lacima, donde la sustancia que supuraba

de las grietas de la tierra se volvíasólida para unir los ladrillos, la tierraestaba haciendo brotar un miembro queperforase el cielo.

Allí trabajaban los albañiles, loshombres manchados de betún quemezclaban el mortero y colocabanhábilmente los pesados ladrillos conabsoluta precisión. Más que nadie, estoshombres no podían permitirse marearsecuando veían la bóveda, pues la torre nopodía separarse ni la anchura de un dedorespecto a la vertical.

Estaban acercándose al final de sutarea, y después de cuatro meses deascensión, los mineros estaban listos

para empezar la suya.Los egipcios llegaron poco después.

Eran de piel oscura y de constitucióndelgada, y tenían barbillas escasamentepobladas. Habían tirado de carretasllenas de martillos de dolerita, yherramientas de bronce, y cuñas demadera. Su capataz se llamaba Senmut, ydiscutió con Beli, el capataz elamita,sobre la forma de penetrar en la bóveda.Los egipcios construyeron una forja conlo que habían traído, como hicieron loselamitas, para volver a forjar lasherramientas de bronce que perderían elfilo durante la excavación.

La bóveda en sí estaba apenas más

allá de las puntas extendidas de losdedos de un hombre; parecía lisa y fríacuando uno saltaba para tocarla. Parecíaestar hecha de un granito blanco degrano fino, sin marcas y sin ningúnrasgo. Y ahí estaba el problema.

Mucho tiempo antes, Yahvé habíaenviado el Diluvio, liberando las aguasde arriba y de abajo; las aguas delAbismo habían brotado de las fuentes dela tierra, y las aguas del cielo habíanmanado por las compuertas de labóveda. Ahora los hombres veían labóveda de cerca, pero no habíacompuertas que pudieran distinguirse.

Escudriñaron atentamente la

superficie en todas direcciones, pero nohabía aberturas, ventanas o grietas queinterrumpieran la llanura de granito.

Parecía que su torre se encontrabacon la bóveda en un punto entre dosdepósitos, lo que desde luego era unasuerte. Si hubieran visto una compuerta,hubieran tenido que arriesgarse a abrirlaa golpes para vaciar el depósito. Esosignificaría lluvia en Shinar, fuera deestación y más intensa que la lluvia deinvierno; causaría inundaciones a lolargo del Éufrates. La lluvia terminaríaprobablemente cuando el depósitoquedase vacío, pero siempre cabía laposibilidad de que Yahvé los castigase e

hiciese que la lluvia continuase hastaque la torre cayese y Babilonia sedisolviese en una masa de barro.

Aunque no había compuertasvisibles, seguía existiendo un riesgo.Quizá las puertas no tuvieran cierresperceptibles para los ojos mortales yhubiera un depósito justo sobre ellos. Oquizá los depósitos eran inmensos, deforma que incluso si las compuertas máscercanas estaban a muchas leguas dedistancia, aún habría un depósito sobreellos.

Hubo mucha discusión sobre cuálera la mejor forma de actuar.

—Ciertamente, Yahvé no permitirá

que la torre sea barrida por el agua —argumentó Qurdusa, uno de los albañiles—. Si la torre fuera un sacrilegio, Yahvéya la habría destruido. Sin embargo, entodos los siglos que llevamostrabajando, nunca hemos visto la másmínima señal de disgusto de Yahvé.Yahvé secará cualquier depósito antesde que lo perforemos.

—Si Yahvé mirase este afán con tanbuenos ojos, ya habría una escaleradispuesta para nosotros en la bóveda —respondió Eluti, un elamita—. Yahvé nonos ayudará ni nos pondrá obstáculos; siperforamos un depósito, nos las veremoscon el asalto de sus aguas.

Hillalum no pudo mantener susdudas en silencio en un momento comoése.

—¿Y si las aguas son infinitas? —preguntó—. Puede que Yahvé no noscastigue, pero Yahvé puede permitir quehagamos caer nuestro propio juiciosobre nosotros.

—Elamita —dijo Qurdusa—,aunque seas un recién llegado a la torre,deberías saber que eso es imposible.

Trabajamos por amor a Yahvé, lohemos hecho durante toda la vida, comonuestros padres de generación engeneración. Unos hombres tan virtuososcomo nosotros no pueden ser juzgados

duramente.—Es cierto que trabajamos con el

más puro de los objetivos, pero eso noquiere decir que hayamos trabajadosabiamente. ¿Eligieron realmente loshombres el camino correcto cuandooptaron por vivir sus vidas lejos de latierra de la que fueron formados? Nuncaha dicho Yahvé que la elección fueracorrecta. Ahora nos aprestamos a forzaral cielo a abrirse, aunque sabemos quehay agua sobre nosotros. Si nosequivocamos, ¿cómo podemos estarseguros de que Yahvé nos protegerá denuestros propios errores?

—Hillalum aconseja precaución, y

yo estoy de acuerdo —dijo Beli—.Debemos asegurarnos de que nodesatamos un segundo Diluvio sobre elmundo, ni siquiera lluvias peligrosassobre Shinar. He discutido con Senmutde los egipcios, y me ha mostradodiseños que han empleado para sellarlas tumbas de sus reyes. Creo que susmétodos pueden proporcionarnosseguridad cuando comencemos aexcavar.

Los sacerdotes sacrificaron al bueyy a la cabra en una ceremonia en la quese dijeron muchas palabras sagradas y

se quemó mucho incienso, y los mineroscomenzaron a trabajar.

Mucho antes de que los minerosalcanzasen la bóveda se había hechoevidente que limitarse a cavar conmartillos y picos no sería práctico:incluso si estuvieran haciendo un túnelhorizontal, no conseguirían avanzar másde dos dedos al día a través del granito,y hacer un túnel hacia arriba seríamucho más lento. En vez de eso,utilizaron el fuego.

Con la leña que habían traído, sehizo una hoguera bajo el punto elegidode la bóveda, y se alimentó regularmentedurante un día. Ante el calor de las

llamas, la piedra se agrietó y desgajó.Tras dejar que el fuego se extinguiese,los mineros arrojaron agua sobre lapiedra para agrandar las grietas.Entonces pudieron romper la piedra engrandes trozos que cayeron pesadamentesobre la torre. De esta forma pudieronavanzar casi un codo entero por cada díaque ardía el fuego.

El túnel no se alzaba directamente envertical, sino que formaba un ángulocomo el de una escalinata, de forma quepudieran construir una rampa deescalones para llegar hasta él desde latorre. El fuego dejaba las paredes y elsuelo lisos; los hombres construyeron

una estructura de escalones de maderaen la parte inferior para no resbalarse.Usaron una plataforma de ladrillococido para acercar la hoguera al finaldel túnel.

Cuando el túnel hubo penetrado diezcodos en la bóveda, lo alisaron yensancharon para formar una habitación.Una vez que los mineros retiraron todala piedra que había sido debilitada porel fuego, los egipcios comenzaron atrabajar. No usaban fuego para cortar lapiedra. Sólo con sus bolas y mazos dedolerita, comenzaron a construir unapuerta corrediza de granito.

Primero quitaron piedra trozo a

trozo para separar un inmenso bloque degranito de una de las paredes.

Hillalum y los demás minerosintentaron ayudar, pero les pareció muydifícil: la piedra no se desgastabamediante la presión, sino que se reducíalasca a lasca, usando golpes de martillode una fuerza determinada, y los másdébiles y los más fuertes no servían denada.

Al cabo de unas semanas, el bloqueestaba listo. Era más alto que unhombre, y aún más ancho. Para liberarlodel suelo, cortaron ranuras alrededor dela base y metieron cuñas secas demadera. Luego metieron cuñas más

pequeñas en las primeras para abrirlas,y echaron agua en las grietas de formaque la madera se hinchase. En unashoras, apareció una grieta en la piedra, yel bloque quedó suelto.

En la parte trasera de la habitación,a la derecha, los mineros quemaron unpasillo estrecho que se dirigía haciaarriba formando una cuesta, y en el suelofrente a la entrada de la cámara cavaronun canal en cuesta descendente de uncodo de profundidad. Así se formó unarampa continua y lisa que atravesaba elsuelo inmediatamente frente a la entrada,y terminaba justo a su izquierda. En esarampa los egipcios cargaron el bloque

de granito. Tiraron y empujaron elbloque por el corredor lateral, dondeapenas encajaba, y lo sostuvieron en esesitio con una pila de ladrillos planos deadobe dispuestos contra la parte inferiorde la pared izquierda, como unacolumna que yaciese sobre la rampa.

Con la piedra corrediza para detenerlas aguas, los mineros ya podíancontinuar su túnel con seguridad. Siquebraban un depósito y las aguas delcielo comenzaban a fluir por el túnel,romperían los ladrillos uno por uno, y lapiedra se deslizaría hacia abajo hastadescansar en el agujero del suelo,bloqueando completamente la entrada.

Si las aguas fluían con tanta fuerza queempujaban a los hombres fuera de lostúneles, los ladrillos de adobe seacabarían disolviendo, y de nuevo lapiedra se deslizaría hacia abajo. Lasaguas quedarían contenidas, y losmineros podrían empezar un nuevo túnelen otra dirección, para evitar eldepósito.

Los mineros volvieron a usar elfuego para continuar el túnel, empezandoen el extremo opuesto de la sala.

Para que el aire circulase por labóveda, se dispusieron oblicuamentepellejos de buey tensos sobre altosarmazones de madera a la entrada del

túnel en la cima de la torre. Así elviento constante que soplaba bajo labóveda del cielo era guiado hacia arribay al túnel; mantenía el fuego ardiendo, ylimpiaba el aire cuando se apagaba elfuego, de forma que los minerospudieran cavar sin respirar humo.

Los egipcios no dejaron de trabajaruna vez que la piedra corrediza quedólista. Mientras los mineros atacaban conlos picos el extremo del túnel, losegipcios se dedicaron a tallar unaescalera en la piedra sólida, parasustituir los escalones de madera. Estolo hicieron con las cuñas de madera, ylos bloques que quitaban del suelo

inclinado dejaban tras de sí escalones.

Así trabajaron los mineros,extendiendo el túnel cada vez más. Eltúnel siempre subía, aunque cambiabade dirección regularmente como un hiloen una sutura gigante, de forma que sudirección general era directa haciaarriba. Construyeron otras salas conpuertas corredizas, de forma que sólo elsegmento superior del túnel quedaríainundado si perforaban un depósito.Tallaron canales en la superficie de labóveda, de los cuales colgaronpasarelas y plataformas; comenzando

desde estas plataformas, a buenadistancia de la torre, excavaron túneleslaterales que se encontraban con el túnelprincipal muy adentro. El viento eraguiado por estos túneles paraproporcionar ventilación, limpiando elhumo de la parte más profunda del túnel.

Durante años continuó el trabajo.Las cuadrillas de tiradores ya nollevaban ladrillos, sino leña y agua paralas hogueras. La gente empezó a habitarlos túneles más cercanos a la superficiede la bóveda, cultivando verduras quecrecían hacia abajo en plataformascolgantes. Los mineros vivían allí, alborde del cielo; algunos se casaron y

tuvieron hijos. Pocos volvieron a pisarla tierra.

Con un trapo mojado envolviéndoleel rostro, Hillalum bajó de los escalonesde madera hasta encontrar piedra,después de haber echado más leña en lahoguera al final del túnel. El fuegoduraría muchas horas, y él esperaría enlos túneles inferiores, donde el viento noestaba lleno de humo.

Entonces se produjo un ruidodistante de algo que se rompía, el ruidode una montaña de piedra que se partíaen dos, y luego un rugido creciente. Y

entonces un torrente de agua aparecióbajando por el túnel.

Durante un momento, Hillalumquedó helado de terror. El agua,sorprendentemente fría, chocó contra suspiernas, derribándole. Se levantó,buscando aire, inclinándose contra lacorriente, aferrando los escalones.

Habían topado con un depósito.Tenía que llegar más abajo de la

puerta corrediza más cercana antes deque se cerrarse. Sus piernas deseabansaltar de escalón en escalón, pero sabíaque no permanecería de pie si lo hacía,y ser arrastrado por la corrienteenfurecida probablemente le mataría.

Yendo tan rápido como podía, bajó deescalón en escalón.

Se resbaló varias veces,deslizándose hasta doce escalonesseguidos; los escalones de piedra learañaron la espalda, pero no sintiódolor. Todo el tiempo estaba seguro deque el túnel se vendría abajo y leaplastaría, o si no la bóveda entera seabriría, y el cielo aparecería bajo suspies, y caería a la tierra con la lluviaceleste. El castigo de Yahvé habíallegado, un segundo Diluvio.

¿Cuánto le quedaba para alcanzar lapiedra corrediza? El túnel parecíaextenderse sin fin, y las aguas fluían

hacia abajo aún más rápido ahora.Estaba prácticamente corriendoescaleras abajo.

De repente tropezó y chapoteó enagua poco profunda. Se había pasado elfinal de las escaleras, y había caído enla sala de la piedra corrediza, y habíaagua a la altura de sus rodillas.

Se levantó, y vio a Damqiya yAhuni, dos compañeros mineros, queacababan de verle. Estaban ante lapiedra que ya bloqueaba la salida.

—¡No! —gritó.—¡La han cerrado! —chilló

Damqiya—. ¡No nos han esperado!—¿Falta alguien más? —gritó

Ahuni, sin esperanza—. Quizá podamosmover el bloque.

—No hay nadie más —respondióHillalum—. ¿Pueden empujarla desde elotro lado?

—No pueden oírnos. —Ahuniaporreó el granito con un martillo, sinproducir ningún sonido entre elestruendo del agua.

Hillalum pasó la vista por lapequeña sala, notando sólo ahora quehabía un egipcio flotando boca abajo enel agua.

—Murió al caer por las escaleras —aulló Damqiya.

—¿No hay nada que podamos hacer?

Ahuni miró hacia arriba.—Yahvé, sálvanos.Los tres estaban de pie metidos en el

agua que subía, rezando condesesperación, pero Hillalum sabía queera en vano: su destino le habíaalcanzado por fin. Yahvé no habíapedido a los hombres que construyeranla torre o que perforaran la bóveda; ladecisión de construirla eraexclusivamente de los hombres, ymorirían en esta empresa de la mismaforma en que morían dedicados acualquiera de sus tareas terrestres. Suvirtud no les salvaría de lasconsecuencias de sus actos.

El agua les llegaba al cuello.—Subamos —gritó Hillalum.Ascendieron por el túnel

trabajosamente, contra la corriente,mientras el agua subía tras sus pasos.Las pocas antorchas que iluminaban eltúnel se habían apagado, así que subíanen la oscuridad, murmurando oracionesque no podían oír. Los escalones demadera en la parte superior del túnel sehabían salido de su sitio, y estabanencajados más abajo. Pasaron sobreellos hasta que llegaron a la lisainclinación de piedra, y allí esperaron aque el agua los llevase más arriba.

Esperaron sin palabras, agotadas sus

oraciones. Hillalum se imaginó queestaba en el gaznate negro de Yahvé,mientras el poderoso bebía hastasaciarse de las aguas celestes, listo paratragarse a los pecadores.

El nivel del agua subió, y los llevóconsigo, hasta que Hillalum pudo alzarlas manos y tocar el techo. La fisuragigante desde la que manaban las aguasestaba justo a su lado. Sólo quedaba unapequeña bolsa de aire.

—Cuando la cámara esté llena,podemos nadar en dirección al cielo —gritó Hillalum.

No podía saber si le habían oído.Tomó aire por última vez mientras el

agua llegaba al techo, y nadó hastaentrar en la fisura. Moriría más cercadel cielo que ningún hombre antes queél.

La fisura se extendía a lo largo demuchos codos. En cuanto Hillalum laatravesó, el estrato de piedra se deslizóde sus dedos, y sus miembros aleteantesno tocaron nada. Por un momento sintióuna corriente que lo transportaba, peroluego ya no estuvo seguro. Con nada másque oscuridad a su alrededor, de nuevosintió ese horrible vértigo que habíaexperimentado cuando se acercaba a labóveda: no podía distinguir lasdirecciones, ni siquiera arriba y abajo.

Se propulsó y pateó el agua, pero nosabía si se estaba moviendo.

Inerme, quizá estaba flotando enagua calma, quizá estaba siendoarrastrado furiosamente por unacorriente; sólo sentía un fríoentumecedor. Nunca vio luz alguna. ¿Notenía este depósito una superficie a laque pudiera llegar?

Entonces volvió a toparse con lapiedra. Sus manos percibieron una fisuraen la superficie. ¿Estaba de vuelta adonde había comenzado? Estaba siendoforzado a pasar, y no tenía fuerza pararesistirse. Fue introducido en el túnel, ychocó contra sus paredes repetidamente.

Era increíblemente profundo, como elmás profundo pozo de mina: le parecíaque sus pulmones iban a estallar, peroaún no había llegado al final del pasaje.Finalmente no pudo contener más elaliento, y éste escapó de sus labios.Estaba ahogándose, y la oscuridad quele rodeaba entró en sus pulmones.

Pero de repente las paredes seabrieron y se alejaron de él. Estabasiendo transportado por una corriente deagua. ¡Sentía aire sobre el agua! Yentonces no sintió nada más.

Hillalum se despertó con la cara

apretada contra piedra mojada. Nopodía ver nada, pero podía sentir elagua cerca de sus manos. Se dio lavuelta y gimió; le dolía todo el cuerpo,estaba desnudo y buena parte de su pielestaba rascada hasta sangrar o arrugadapor la humedad, pero respiraba aire.

Pasó el tiempo, y finalmente pudoincorporarse. El agua fluía rápidamenteen torno a sus tobillos.

Caminando en una dirección, el aguase hacía más profunda. En la otra, habíaroca seca; al tacto, parecía esquisto.

Estaba completamente a oscuras,como en una mina sin antorchas. Con lasyemas de los dedos desgarradas tanteó

su camino por el suelo, hasta que se alzóy se convirtió en una pared. Lentamente,como una criatura ciega, gateó de unlado a otro. Encontró la fuente del agua,una gran abertura en el suelo. ¡Seacordaba! Había sido arrojado deldepósito a través de ese agujero. Siguiógateando durante lo que parecieronhoras; si estaba en una caverna, erainmensa.

Encontró un lugar donde el suelo sealzaba en una cuesta. ¿Había una pasajeque conducía hacia arriba?

Quizá le llevaría al cielo.Hillalum gateó, sin tener ni idea de

cuánto tiempo transcurría, y sin

preocuparse de que nunca podría volversobre sus pasos, pues no podía regresarpor donde había venido. Siguió túnelesque conducían hacia arriba donde losencontró, y hacia abajo cuando no tuvomás remedio. Aunque antes habíatragado más agua de lo que hubieracreído posible, comenzó a sentir sed, yhambre.

Y al cabo vio luz, y echó a correrpara salir afuera.

La luz hizo que cerrase los ojos confuerza, y cayó de rodillas con los puñosapretados ante la cara. ¿Era ésta la luzde Yahvé? ¿Podrían sus ojos soportarverla? Unos minutos después fue capaz

de abrirlos, y vio un desierto. Habíasalido de una cueva en las estribacionesde unas montañas, y las rocas y la arenase extendían hasta el horizonte.

¿Era el cielo exactamente como latierra? ¿Vivía Yahvé en un lugar comoéste? ¿O era éste meramente otro reinode la Creación de Yahvé, una tierraencima de la suya, mientras que Yahvévivía aún más arriba?

Un sol yacía cerca de las cumbres delas montañas a su espalda. ¿Estabasubiendo o bajando? ¿Habría días ynoches allí?

Hillalum atisbó el paisaje arenoso.Una línea se movía por el horizonte.

¿Era una caravana?Corrió hacia ella, gritando con la

garganta reseca hasta que tuvo quedetenerse para respirar. Una figura alfinal de la caravana le vio, e hizo que lahilera se detuviese. Hillalum siguiócorriendo.

El que le había visto parecía ser unhombre, no un espíritu, y estaba vestidocomo alguien que atraviesa el desierto.Tenia un pellejo de agua listo. Hillalumbebió tanto como pudo, jadeando pararecuperar el aliento.

Finalmente se lo devolvió alhombre, y dijo entrecortadamente:

—¿Dónde está este lugar?

—¿Has sido atacado por bandidos?Nos dirigimos a Erech.

Hillalum se lo quedó mirando.—¡Pretendes engañarme! —gritó. El

hombre se echó atrás, y le miró como sise hubiera vuelto loco por el sol.

Hillalum vio a otro hombre de lacaravana que se acercaba a investigar—. ¡Erech está en Shinar!

—Así es. ¿No te dirigías a Shinar?—El otro hombre estaba preparado parausar su bastón.

—Vine desde... Estaba en... —Hillalum se detuvo—. ¿ConocesBabilonia?

—Oh, ¿hacia allí te dirigías? Está al

norte de Erech. Entre ellas hay un viajecorto.

—La torre. ¿Has oído hablar deella?

—Ciertamente, el pilar del cielo. Sedice que los hombres de su cima estánhaciendo un túnel para atravesar labóveda del cielo.

Hillalum cayó sobre la arena.—¿Te encuentras mal? —Los dos

caravaneros mascullaron entre sí, yfueron a hablar con los demás. Hillalumno los observaba.

Estaba en Shinar. Había vuelto a latierra. Había subido más allá de losdepósitos del cielo, y había llegado otra

vez a la tierra. ¿Le había traído Yahvé aeste sitio para impedirle llegar másarriba? Sin embargo, Hillalum no habíavisto todavía ninguna señal, ningunaindicación de que Yahvé se hubierapercatado de su presencia. No habíaexperimentado ningún milagro queYahvé hubiera realizado para colocarleallí. Hasta donde podía saber,simplemente había nadado desde labóveda y había llegado a la caverna quehabía debajo.

De alguna forma, la bóveda del cieloestaba debajo de la tierra. Era como siestuvieran una junto a la otra, aunqueestuvieran separadas por muchas leguas.

¿Cómo era posible? ¿Cómo podíantocarse lugares que estaban distantes?La cabeza de Hillalum le dolía deintentar pensarlo.

Y entonces se le ocurrió: el cilindrode un sello. Cuando se pasaba sobre unatablilla de arcilla blanda, el cilindrotallado dejaba una marca que formabauna imagen. Dos imágenes podíanaparecer en extremos opuestos de latablilla, aunque estuvieran lado a ladoen la superficie del cilindro. Todo elmundo era como un cilindro de este tipo.Los hombres imaginaban que el cielo yla tierra eran los extremos de unatablilla, con el firmamento y las estrellas

entre ellos; pero el mundo estabaenvuelto sobre sí mismo de algunamanera fantástica, de forma que el cieloy la tierra se tocaban.

Ahora estaba claro por qué Yahvé nohabía derribado la torre, no habíacastigado a los hombres por desearllegar más allá de los límites que teníanimpuestos: pues el viaje más largo sóloles volvería a llevar al lugar del quehabían partido. Siglos de su trabajo noles mostrarían más extensión de laCreación que la que ya conocían. Pero através de su empresa, los hombrestendrían un atisbo de la inimaginableartesanía de la obra de Yahvé, verían

cuán ingeniosamente había sidoconstruido el mundo. Mediante estaconstrucción, la obra de Yahvé estabafirmada, y la obra de Yahvé quedabaoculta.

De esta forma, los hombres sabríancuál es su lugar.

Hillalum se incorporó, con laspiernas débiles de asombro, y buscó alos caravaneros. Volvería a Babilonia.

Quizá vería de nuevo a Lugatum.Haría llegar la noticia a los hombres dela torre. Les contaría cuál era la formadel mundo.

Comprende

Una capa de hielo; la noto ásperacontra la cara, pero no fría. No tengonada a lo que agarrarme; mis guantes sedeslizan por ella. Puedo ver que haygente encima, corriendo de un lado paraotro, pero no pueden hacer nada. Intentogolpear el hielo con los puños, pero misbrazos se mueven a cámara lenta, y mispulmones deben de haber estallado, y lacabeza me da vueltas, y siento como sime estuviera disolviendo...

Me despierto gritando. Mi corazónlate como un martillo neumático. Dios.

Aparto las mantas y me incorporo en lacama.

Antes no recordaba eso. Antes sólorecordaba el caer a través del hielo; losmédicos dijeron que mi mente habíaeliminado el resto. Ahora lo recuerdo, yes la peor pesadilla que nunca he tenido.

Tengo aferrado entre las manos elcobertor, y siento cómo tiemblo. Intentocalmarme, respirar profundamente, perolos sollozos siguen escapándoseme. Eratan real que pude sentirlo: sentí cómo esmorir.

Estuve en el agua casi una hora; paracuando me sacaron, estaba convertido enun vegetal. ¿Me he recuperado? Era la

primera vez que el hospital probaba lanueva medicación en un paciente con elcerebro tan dañado. ¿Funcionó?

La misma pesadilla, una y otra vez.A la tercera vez, sé que ya no voy aconseguir dormirme. Me paso el restode la noche preocupado. ¿Es éste elresultado? ¿Estoy volviéndome loco?

Mañana toca la revisión semanal conel médico del hospital. Espero quepueda darme alguna respuesta.

Conduzco hasta el centro de Boston,

y al cabo de media hora el doctorHooper puede atenderme. Me sientosobre una camilla en una sala deexamen, al otro lado de una cortinaamarilla. De la pared emerge, a la alturade la cintura, una pantalla planahorizontal, ajustada para visión de túnel,de forma que desde el ángulo en el queestoy parece vacía. El médico teclea,supongo que abriendo mi archivo, yluego empieza a examinarme. Mientrascomprueba mis pupilas con un lápizluminoso, le cuento mis pesadillas.

—¿Tenía usted pesadillas antes delaccidente, Leon? —Saca un pequeñomartillo y me golpea ligeramente los

codos, las rodillas y los tobillos.—Nunca. ¿Son un efecto secundario

de la medicación?—Un efecto secundario no. La

terapia con hormona K regeneró muchasneuronas dañadas, y eso supone uncambio enorme al que su cerebro tieneque adaptarse. Las pesadillas sólo son,probablemente, una señal de esto.

—¿Es permanente?—No lo creo —dice—. Cuando su

cerebro se acostumbre a volver a tenertodas esas sendas neuronales, se sentiráperfectamente. Ahora tóquese la puntade la nariz con el dedo índice, y luegoacerque ese dedo a mi dedo.

Hago lo que me dice. Lo siguienteque me pide es que toque el pulgar concada dedo rápidamente. Luego tengo quecaminar por una línea recta como siestuviera siendo sometido a una pruebade alcoholemia. Después comienza ahacerme preguntas.

—Nombre las partes de un zapatonormal.

—Está la suela, el tacón, loscordones. Eh, los agujeros por los quepasan los cordones son los ojales, yluego está la lengüeta, bajo loscordones...

—Muy bien. Repita este número:tres nueve uno siete cuatro...

—... seis dos.El doctor Hooper no se lo esperaba.—¿Qué?—Tres nueve uno siete cuatro seis

dos. Usó usted ese número la primeravez que me examinó, cuando todavíaestaba internado. Supongo que es unnúmero que usa usted habitualmente conlos pacientes.

—Usted no debía memorizarlo; sesupone que se trata de una prueba dememoria inmediata.

—No lo memoricéintencionadamente. Sólo lo herecordado, eso es todo.

—¿Recuerda el número de la

segunda vez que le examiné?Lo pienso un momento.—Cuatro cero ocho uno cinco nueve

dos.Se queda sorprendido.—La mayoría de la gente no puede

retener tantos dígitos si los oye una solavez. ¿Usa usted un truco mnemotécnico?

Niego con la cabeza.—No. Siempre guardo los números

de teléfono en el marcador automático.Se acerca a la terminal y teclea en el

teclado numérico.—Pruebe con éste. —Me lee un

número de catorce dígitos, y se lo repito—. ¿Cree que puede decírmelo al revés?

—Le recito los dígitos en orden inverso.Frunce el ceño, y comienza a escribiralgo en mi archivo.

Estoy sentado ante una terminal enuna de las salas de pruebas del ala depsiquiatría; es el lugar más cercano queel doctor Hooper ha encontrado paraque me hagan pruebas de inteligencia.Hay un pequeño espejo colocado en unapared, probablemente con una cámara devideo tras él. Por si acaso estágrabando, sonrío y saludo brevemente.Siempre saludo a las cámaras ocultas enlos cajeros automáticos.

El doctor Hooper entra con unacopia impresa de los resultados de mispruebas.

—Bien, Leon, lo ha hecho usted...muy bien. En las dos pruebas ha tenidouna puntuación situada en el 99°percentil.

Abro la boca.—Está de broma.—No, no lo estoy —él mismo no

acaba de creérselo—. Ese número noindica cuántas preguntas ha respondidocorrectamente; significa que en relacióncon la población en general...

—Sé lo que significa —digo,ausente—. Cuando nos hicieron la

prueba en el instituto yo estaba en el 70°percentil. —El 99° percentil. Para misadentros, intento encontrar alguna señalde esto. ¿Cómo debería sentirme?

El médico se sienta en la mesa,mirando todavía la copia impresa.

—Usted no fue a la universidad,¿verdad?

Le vuelvo a dedicar mi atención.—Sí, pero la dejé antes de

licenciarme. Mis ideas sobre laeducación no coincidían con las de losprofesores.

—Ya veo. —Probablementeinterpreta que esto significa que mesuspendieron—. Bien, es evidente que

ha mejorado tremendamente. Parte deesto puede haber aparecido naturalmentecon la edad, pero en su mayoría debe serresultado de la terapia con hormona K.

—No está mal como efectosecundario.

—Bueno, no se emocionedemasiado. Las puntuaciones de laspruebas no predicen si usted se lasarreglará bien en el mundo real. —Pongo los ojos en blanco cuando veoque el doctor Hooper no me mira. Estásucediendo algo increíble, y lo únicoque puede ofrecer es una perogrullada—. Me gustaría hacerle otras pruebas.¿Podría venir mañana?

Estoy retocando una holografíacuando suena el teléfono. Dudo entre elteléfono y la consola, y con reticenciaopto por el teléfono. Normalmentedejaría que el contestador automáticorespondiese a las llamadas si estoyeditando, pero necesito que la gentesepa que vuelvo a trabajar. Perdímuchos encargos cuando estuvehospitalizado: uno de los riesgos de serautónomo. Toco el teléfono y digo:

—Holografias Greco. Leon Greco alhabla.

—Eh, Leon, soy Jerry.—Hola, Jerry. ¿Qué tal? —Sigo

estudiando la imagen de la pantalla: esun par de engranajes helicoidalesentrelazados. Una metáfora trivial de laacción cooperativa, pero eso es lo queel cliente ha pedido para su anuncio.

—¿Te apetece ver una película estanoche? Sue, Tori y yo vamos a ver Ojosde metal.

—¿Esta noche? Vaya, no puedo. Hoyes la última representación delmonólogo femenino en el teatro Hanning.—Las superficies de los dientes de losengranajes están arañadas y tienenaspecto grasiento. Selecciono cadasuperficie con el cursor, y tecleo losparámetros que deben cambiarse.

—¿Y eso qué es?—Se titula Simpléctica. Es un

monólogo en verso. —Ahora cambio lailuminación, para quitar algunassombras en el punto donde se tocan losdientes—. ¿Queréis venir?

—¿Se trata de una especie desoliloquio a lo Shakespeare?

Excesivo: con esa iluminación, losbordes exteriores quedan demasiadobrillantes. Especifico un límite superiorpara la intensidad de la luz reflejada.

—No, es una obra de flujo deconsciencia, y alterna cuatro medidas deverso diferentes; el yámbico es sólo unode ellos. Todos los críticos la han

calificado de tour de force.—No sabía que fueras tan

aficionado a la poesía.Tras comprobar de nuevo todos los

números, dejo que el ordenador vuelva acalcular las pautas de interferencia.

—Normalmente no, pero estoparecía realmente interesante. ¿Qué talte suena?

—Gracias, pero creo que nosquedaremos con la película.

—Vale, divertios. Quizá podamosvernos la semana que viene. —Nosdespedimos y colgamos, y espero a quetermine el cálculo.

De repente me doy cuenta de lo que

acaba de suceder. Nunca he sido capazde hacer ningún trabajo de ediciónmientras hablo por teléfono. Pero estavez no he tenido ningún problema endedicar la mente a las dos cosas a lavez.

¿No terminarán nunca las sorpresas?Cuando desaparecieron las pesadillas ypude relajarme, lo primero que noté esque había aumentado mi velocidad y micomprensión lectora. Fui capaz de leerlos libros que tenía en la estantería y quesiempre quise leer, sin tener nuncatiempo; incluso el material más difícil ytécnico. En la universidad, tuve queaceptar el hecho de que no podía

estudiar todo lo que me interesaba. Mesiento eufórico al descubrir que quizá sípueda; al comprar una pila entera delibros hace unos días me sentídefinitivamente encantado.

Y ahora me encuentro con que puedoconcentrarme en dos cosas a la vez; algoque nunca hubiera podido predecir. Melevanto y doy un buen grito, como si miequipo favorito de béisbol me acabasede sorprender con un triple juego. Así escomo se siente uno.

El doctor Shea, neurólogo jefe, se haempezado a ocupar de mi caso, supongo

que porque quiere llevarse el mérito.Apenas le conozco, pero se comportacomo si hubiera sido paciente suyodurante años.

Me ha pedido que fuera a sudespacho para charlar. Entrelaza losdedos y deja caer los codos sobre lamesa.

—¿Cómo se siente respecto alaumento de su inteligencia? —dice.

Qué pregunta tan necia.—Estoy muy satisfecho.—Bien —dice el doctor Shea—.

Hasta ahora no hemos encontradoefectos adversos en la terapia conhormona K. No necesita usted más

tratamiento para compensar el dañocerebral que sufrió en el accidente. —Asiento—. Sin embargo, vamos a llevara cabo un estudio para conocer mejor elefecto de la hormona en la inteligencia.Si está dispuesto, nos gustaría ponerleuna inyección más de la hormona, ycontrolar los resultados.

De repente cuenta con toda miatención; por fin, algo que merece lapena escuchar.

—Estoy dispuesto a hacerlo.—Entenderá usted que se trata

puramente de una investigación, no deuna terapia. Puede que le proporcione unincremento mayor de su inteligencia,

pero no es clínicamente necesario parasu salud.

—Lo entiendo. Supongo que debofirmar un consentimiento.

—Sí. También podemos ofrecerlealguna compensación por participar eneste estudio. —Da una cifra, peroapenas le estoy escuchando.

—Estupendo. —Me estoyimaginando a dónde me puede llevaresto, lo que puede significar para mí, yme recorre una ola de emoción.

—También querríamos que firmaseun acuerdo de confidencialidad.Ciertamente, esta medicación es muyatractiva, pero no deseamos que se

realicen anuncios prematuros.—Desde luego, doctor Shea. ¿Han

puesto ya inyecciones adicionales aotras personas?

—Por supuesto; usted no va a ser uncobaya. Puedo asegurarle que no se hanproducido efectos secundarios dañinos.

—¿Qué tipo de efectos hanexperimentado?

—Será mejor que no le demosninguna sugerencia: si le menciono lossíntomas, podría usted imaginar que losexperimenta.

Shea se siente muy cómodo con latécnica de «el doctor sabe lo que esmejor». Sigo presionándole.

—¿Puede decirme al menos cuántoaumentó su inteligencia?

—Cada individuo es diferente. Nodebería usted basar sus expectativas enlo que suceda con los demás.

Escondo mi frustración.—Muy bien, doctor.

Si Shea no quiere hablarme de lahormona K, puedo aprender sobre ellapor mi cuenta. Desde la terminal de micasa me conecto a la red de datos. Entroen la base pública de datos de laAdministración de Medicinas yAlimentos y comienzo a hojear las

últimas NMEs, las solicitudes deNuevas Medicinas Experimentales quedeben ser aprobadas antes de quepuedan experimentarse con sereshumanos.

La solicitud de la hormona K fueenviada por Farmacéuticas Sorensen,una empresa que investiga sobrehormonas sintéticas que permiten laregeneración de neuronas en el sistemanervioso central. Leo por encima losresultados de las pruebas de lamedicación con perros a los que seprivó de oxígeno, y luego con babuinos:todos los animales se recuperaron porcompleto. El nivel de toxicidad era

bajo, y las observaciones a largo plazono revelaron ningún efecto adverso.

Los resultados de las muestras delcórtex son interesantes. Los animalescon daño cerebral consiguierondesarrollar nuevas neuronas con muchasmás dendritas, pero los sujetos querecibieron la medicación estando sanosno experimentaron cambios. Laconclusión de los investigadores: que lahormona K sustituye sólo a las neuronasdañadas, y no a las sanas. En losanimales con daños cerebrales, lasnuevas dendritas parecen inofensivas:las resonancias no mostraron ningúncambio en el metabolismo cerebral, y

las puntuaciones de los animales en laspruebas de inteligencia no cambiaron.

En su solicitud de pruebas clínicascon seres humanos, los investigadoresde la Sorensen esbozaron protocolospara probar la medicación primero consujetos sanos, y luego con diversos tiposde pacientes: víctimas de apoplejía,personas con Alzheimer, y otras, comoyo, en estado vegetativo. No puedoentrar en los informes de progreso deesas pruebas: a pesar de que lospacientes son anónimos, sólo losmédicos que participaron en ellas tienenpermiso para examinar esos archivos.

Los estudios con animales no arrojan

ninguna luz sobre el aumento de lainteligencia en seres humanos. Esrazonable suponer que el efecto sobre lainteligencia es proporcional al númerode neuronas sustituidas por la hormona,lo que a su vez depende de la cantidadde daño de partida. Eso quiere decir quelos pacientes sumidos en un comaprofundo experimentarían las mayoresmejoras. Por supuesto, necesitaríaconocer los progresos de los demáspacientes para confirmar esta teoría;para eso tendré que esperar.

Siguiente pregunta: ¿hay una meseta,o cada dosis adicional de la hormonacausará aumentos mayores?

Sabré la respuesta antes que losmédicos.

No estoy nervioso; de hecho, meencuentro relajado. Estoy tumbado bocaabajo, respirando muy lentamente. Tengola espalda insensible; me han puestoanestesia local, y luego me haninyectado la hormona K en la espinadorsal. Una intravenosa no es suficiente,pues la hormona no puede pasar labarrera entre la sangre y el cerebro. Éstaes la primera inyección de este tipo querecuerdo, aunque me dicen que me hanpuesto ya dos: la primera mientras

estaba todavía en coma, y la segundacuando hube recobrado la consciencia,pero no la habilidad cognitiva.

Más pesadillas. En realidad no sonviolentas, pero son los sueños másextraños y perturbadores que jamás hetenido, a menudo sin que haya en ellosnada que pueda reconocer. Me despiertogritando y agitando los brazos y laspiernas. Pero esta vez sé que pasarán.

Ahora hay varios psicólogos que meestudian en el hospital. Es interesante

ver cómo analizan mi inteligencia. Unode ellos percibe mis habilidades entérminos de componentes, comoadquisición, retención, actuación ytransferencia. Otro me contempla desdelos ángulos del razonamientomatemático y lógico, la comunicaciónlingüística y la visualización espacial.

Observar a estos especialistas merecuerda a mis tiempos de universidad:todos tienen sus teorías favoritas, todosdistorsionan las pruebas para queencajen en ellas. Ahora me convencenaún menos que entonces; siguen sin tenernada que enseñarme. Ninguna de suscategorizaciones resulta efectiva para

analizar mi actuación, puesto que —nosirve de nada negarlo— soy igualmentebueno en todo.

Podría estudiar un nuevo tipo deecuación, o la gramática de un idiomaextranjero, o el funcionamiento de unmotor; en cada caso, todo encaja, todoslos elementos cooperan de formahermosa. En cada caso, no tengo quememorizar reglas conscientemente, yluego aplicarlas mecánicamente. Melimito a percibir cómo se comporta elsistema en conjunto, como una entidad.Por supuesto, percibo todos los detallesy los pasos individuales, pero requierentan poca concentración que casi parecen

intuitivos.

Saltarse los controles informáticoses en realidad bastante aburrido;entiendo que pueda resultar atractivopara los que no se resisten a un desafío asu inteligencia, pero no esintelectualmente estético en absoluto. Noes diferente a comprobar las puertas deuna casa cerrada hasta que se encuentraun cerrojo mal colocado. Es unaactividad útil, pero no muy interesante.

Entrar en la base privada de datosde la AMA fue fácil. Jugueteé con unade las terminales de pared del hospital,

pasando el programa de informaciónpara visitantes, que muestra mapas y undirectorio del personal. Salí delprograma al nivel de sistema, y escribíun programa señuelo que imita lapantalla inicial para acceder a la base.

Luego me alejé de la terminal; alcabo, una de mis psicólogos se acercópara mirar sus archivos. El señuelorechazó su clave, y luego la devolvió ala auténtica pantalla inicial. La doctoraintentó dar su clave de nuevo, y esta vezlo consiguió, pero su clave quedóregistrada en el señuelo.

Usando la cuenta de la doctora, tuveacceso para ver la base de datos del

registro de pacientes de la AMA.En las pruebas de la Fase I, con

voluntarios sanos, la hormona no tuvoningún efecto. Las pruebas clínicas de laFase II, actualmente en curso, son otracosa. Aquí hay informes semanales deochenta y dos pacientes, identificadoscon un número, que han recibidotratamiento de hormona K, la mayoríavíctimas de apoplejía o Alzheimer,algunos de ellos en coma. Los últimosinformes confirman mi predicción: losque tienen mayor daño cerebral exhibenmayores aumentos de inteligencia. Lasresonancias muestran un metabolismocerebral acrecentado.

¿Por qué no fueron en esta direcciónlos estudios con animales? Creo que elconcepto de masa crítica sirve comoanalogía. Los animales quedan pordebajo de la masa crítica en términos desinapsis; sus cerebros sólo concibenabstracciones mínimas, y no obtienenningún beneficio de poseer sinapsisadicionales. Los humanos sobrepasanesa masa crítica. Sus cerebros permitenuna completa autoconsciencia, y —tal ycomo señalan los registros— utilizan lasnuevas sinapsis en toda su extensión.

Los registros más interesantes sonlos de los estudios de investigaciónrecientemente comenzados que usan a

algunos de los pacientes voluntarios.Cada inyección adicional de la hormonaincrementa más la inteligencia, pero, denuevo, depende del grado de dañoinicial. Los pacientes con apoplejías nomuy graves ni siquiera han alcanzado elnivel de genio. Los que sufrieronmayores daños han llegado más lejos.

De los pacientes que estabaninicialmente en estado de comaprofundo, yo soy el único hasta ahoraque ha recibido una tercera inyección.He obtenido más sinapsis nuevas queninguna otra persona previamentesometida a estudio; la pregunta de hastadónde llegará mi inteligencia queda

abierta. Siento que el corazón me latecon fuerza cuando pienso en ello.

Jugar con los médicos se vuelvecada vez más tedioso según pasan lassemanas. Me tratan como si fuerasolamente un idiota sabio: un pacienteque exhibe ciertos signos de altainteligencia, pero de todas formas unsimple paciente. En lo que respecta a losneurólogos, soy solamente una fuente deimágenes de resonancia magnética y unrecipiente ocasional de fluidocerebroespinal. Los psicólogos tienen laoportunidad de obtener cierta

comprensión de mi pensamientomediante las entrevistas, pero no puedendespojarse de su idea preconcebida demí como alguien superado por lascircunstancias, un hombre normal al quese le ha concedido un regalo que nopuede apreciar.

Al contrario, los médicos son losque no aprecian realmente lo que estásucediendo. Están seguros de que elfuncionamiento en el mundo real nopuede ser mejorado con unmedicamento, y de que mi habilidadexiste sólo de acuerdo con la vara demedir artificial de las pruebas deinteligencia, así que pierden el tiempo

con ellas. Pero la vara de medir no sóloes artificiosa, sino que además esdemasiado corta: mis puntuacionesconsistentemente perfectas no les danningún dato, porque no tienen base paracomparar en este extremo tan alejandode la campana.

Por supuesto, las puntuaciones de laspruebas sólo capturan una sombra de losauténticos cambios que están teniendolugar. Ojalá los médicos pudieran sentirlo que sucede en mi cabeza: de cuántascosas me doy cuenta que antes mepasaban desapercibidas, y cuántos usospuedo ver para esta información. Lejosde ser un fenómeno de laboratorio, mi

inteligencia es práctica y efectiva. Conmi capacidad de recuerdo casi total y mihabilidad para correlacionar, puedocomprender una situacióninmediatamente, y elegir el mejor cursode acción para mi propósito; nunca sufrode indecisión. Sólo los temas teóricossuponen un desafío.

Estudie lo que estudie, encuentropautas. Veo la gestalt, la melodía dentrode las notas, en todo: las matemáticas ylas ciencias, el arte y la música, lapsicología y la sociología. Cuando leoun texto, siempre pienso que los autores

caminan pesadamente de un punto alsiguiente, tanteando en busca deconexiones que no pueden ver. Soncomo un grupo de personas que no sabensolfeo y que intentan comprender lapartitura de una sonata de Bach,intentando explicar cómo una nota llevaa otra.

Por gloriosas que sean estas pautas,también acrecientan mi hambre de más.Hay otras pautas que esperan a serdescubiertas, gestalts a una escalacompletamente distinta. Respecto aellas, yo mismo soy ciego; todas missonatas son sólo puntos de datosaislados, en comparación. No puedo

saber qué forma pueden adoptar esasgestalts, pero lo sabré con el tiempo.Deseo encontrarlas, y entenderlas. Lodeseo más de lo que nunca he deseadonada.

El nombre del médico que me visitaes Clausen, y no se comporta como losdemás. A juzgar por su actitud, estáacostumbrado a llevar una máscara devaguedad ante sus pacientes, pero hoyestá un poco incómodo. Finge un aire desimpatía, pero no es tan homogéneocomo el ruido rutinario que hacen losdemás médicos.

—La prueba funciona de la siguienteforma, Leon: leerás unas descripcionesde diversas situaciones, todas con unproblema. Después de cada una, quieroque me digas lo que harías para resolverese problema.

Asiento.—Ya he hecho este tipo de prueba.—Muy bien, muy bien. —Teclea una

orden, y la pantalla delante de mí sellena de texto. Leo el guión: es unproblema de organizar prioridades. Esrealista, lo que no es habitual; laspuntuaciones en ese tipo de prueba sondemasiado arbitrarias para los gustos dela mayoría de los investigadores. Espero

antes de dar mi respuesta, aunqueClausen se sorprende de todas formasante mi rapidez.

—Eso está muy bien, Leon. —Pulsauna tecla en su ordenador—. Pruebaahora con ésta.

Continuamos con más guiones.Mientras leo el cuarto, Clausen sepreocupa por mostrar sólo distanciaprofesional. Mi respuesta a esteproblema es de especial interés para él,pero no quiere que lo sepa. El guióntrata de política de oficina y la ferozcompetencia por un ascenso.

Me doy cuenta de quién es Clausen:es un psicólogo del gobierno, quizá

militar, probablemente miembro de laOficina de Investigación y Desarrollo dela CIA. Esta prueba pretende evaluar elpotencial de la hormona K para fabricarestrategas. Ésa es la razón por la que sesiente incómodo conmigo: estáacostumbrado a tratar con soldados yfuncionarios, sujetos cuyo trabajo escumplir órdenes.

Probablemente la CIA querráencerrarme para someterme a máspruebas; puede que hagan lo mismo conotros pacientes, dependiendo de cómorespondan. Después de eso, pediránvoluntarios entre sus propios hombres,privarán de oxígeno a sus cerebros, y

los tratarán con la hormona K.Ciertamente, no deseo convertirme en unrecurso de la CIA, pero ya hedemostrado la suficiente habilidad paradespertar su interés. Lo mejor que puedohacer es disimular mis habilidades yfallar esta pregunta.

Le ofrezco un curso de accióndesaconsejable como respuesta, yClausen parece decepcionado. Sinembargo, seguimos adelante. Me tomomás tiempo leyendo los guiones, y doyrespuestas menos válidas. Entre laspreguntas inofensivas se encuentran lasimportantes: una sobre cómo evitar unaOPA hostil, otra sobre cómo movilizar a

la gente para evitar la construcción deuna central térmica. Fallo todas estaspreguntas.

Clausen se despide cuando terminala prueba; ya está imaginando cómo va aformular su recomendación. Si hubieramostrado mis auténticas habilidades, laCIA me reclutaría inmediatamente. Misresultados desiguales reducirán suinterés, pero no les harán cambiar deidea; los beneficios potenciales sondemasiado grandes para que puedanpasar por alto la hormona K.

Mi situación ha cambiadoprofundamente; cuando la CIA decidaconservarme como sujeto de ensayo, mi

consentimiento será puramente opcional.Tengo que hacer planes.

Cuatro días después, Shea estásorprendido.

—¿Quiere dejar el estudio?—Sí, con efecto inmediato. Voy a

volver al trabajo.—Si se trata de la compensación,

estoy seguro de que podemos...—No, no se trata del dinero. Es sólo

que estoy cansado de tantas pruebas.—Entiendo que las pruebas se

vuelven aburridas al cabo de un tiempo,pero estamos aprendiendo mucho. Y

apreciamos su participación, Leon. Nose trata sólo de...

—Sé cuánto están aprendiendo conestas pruebas. Eso no cambia midecisión: no deseo continuar. —Sheacomienza a hablar de nuevo, pero leinterrumpo—. Sé que sigo ligado por elacuerdo de confidencialidad; si deseaque firme algo que lo confirme,envíemelo. —Me levanto y me dirijohacia la puerta—. Adiós, doctor Shea.

Dos días después, Shea me llama.—Leon, tiene que venir para un

examen. Me acaban de informar: se han

hallado efectos secundarios adversos enpacientes tratados con la hormona K enotro hospital.

Está mintiendo; nunca me diría estopor teléfono.

—¿Qué clase de efectossecundarios?

—Pérdida de visión. Se produce uncrecimiento excesivo del nervio óptico,al que sigue su deterioro.

La CIA debe de haber ordenado estocuando supo que me había retirado delestudio. Si vuelvo al hospital, Shea medeclarará mentalmente incompetente yme encerrará a su cuidado. Luego metrasladarán a una institución de

investigación del gobierno.Pongo cara de susto.—Voy para allá inmediatamente.—Bien. —Shea se siente aliviado

por haber resultado convincente—.Podemos examinarle en cuanto llegue.

Cuelgo y enciendo mi terminal paracomprobar la última información de labase de datos de la AMA. No hayninguna mención de efectos adversos, nien el nervio óptico ni en ninguna otraparte. No descarto la posibilidad de queesos efectos se puedan producir en elfuturo, pero los descubriré por mímismo.

Ha llegado la hora de irse de

Boston. Empiezo a hacer las maletas.Vaciaré las cuentas bancarias cuando mevaya. Vender el equipo de mi estudio meproporcionaría más dinero, pero lamayoría es demasiado grande paratransportarlo; sólo me llevo algunos delos aparatos más pequeños. Después detrabajar durante un par de horas, vuelvea sonar el teléfono: es Shea, preocupadopor no saber dónde estoy. Esta vez dejoque la máquina lo coja.

—Leon, ¿está usted ahí? Soy eldoctor Shea. Llevamos un buen ratoesperándole.

Volverá a probar a llamar una vezmás, y luego enviará a los asistentes con

trajes blancos, o quizá incluso a lapolicía, para recogerme.

Siete y media de la tarde. Shea sigueen el hospital, esperando noticias mías.Enciendo el motor y saco el coche delaparcamiento frente al hospital. Encualquier momento verá el sobre que hemetido bajo la puerta de su despacho.En cuanto lo abra se dará cuenta de quees mío.

Saludos, doctor Shea:Me imagino que me estará usted

buscando.

Un momento de sorpresa, pero sóloun momento; recuperará la compostura yavisará a los guardias de seguridad paraque registren el edificio en mi busca ycomprueben los vehículos que salgandel hospital. Luego seguirá leyendo.

Puede avisar a los fornidosasistentes que esperan en miapartamento para que vuelvan; no quierodesperdiciar su valioso tiempo. Peroprobablemente está usted dispuesto ahacer que la policía emita un aviso debúsqueda de mi coche. Por tanto, me hetomado la libertad de insertar un virusen el ordenador de Tráfico que sustituirála información cuando mi número de

matrícula sea solicitado. Por supuesto,podría usted dar la descripción de micoche, pero ni siquiera sabe qué aspectotiene, ¿verdad?

Leon

Llamará a la policía para hacer quesus programadores se pongan a trabajarsobre ese virus. Llegará a la conclusiónde que tengo un complejo desuperioridad, basándose en el tonoarrogante de la nota, el riesgoinnecesario de volver al hospital paraentregarla, y la revelación gratuita de la

existencia de un virus que de otra formapodría haber pasado desapercibido.

Pero Shea se equivocará. Esasacciones están pensadas para hacer quela policía y la CIA me subestimen, deforma que yo pueda confiar en que notomarán las precauciones adecuadas.Después de eliminar mi virus delordenador de Tráfico, losprogramadores de la policía estimaránque mi habilidad como programador esbuena pero no perfecta, y luego cargaránlas copias de seguridad para recuperarmi verdadero número de matrícula. Estoactivará un segundo virus, uno muchomás sofisticado. Éste modificará tanto la

copia de seguridad como la base dedatos activa. La policía creerá que tieneel número correcto, y perderá el tiemposiguiendo esa pista falsa.

Mi siguiente objetivo es conseguirotra ampolla de hormona K.Desafortunadamente, hacer esoproporcionará a la CIA una idea precisade mi auténtica capacidad. Si no hubieraenviado esa nota, la policía descubriríamás tarde mi virus, en un momento en elque ya sabrían que deben tomarmuchísimas precauciones paraeliminarlo. En ese caso, podría no sercapaz de borrar mi número de matrículade sus archivos.

Entre tanto, he ido a un hotel, y estoytrabajando en la terminal de la red dedatos de la habitación.

Me he introducido en la baseprivada de datos de la AMA. He vistolas direcciones de los sujetos de lahormona K, y las comunicacionesinternas de la AMA. Se ha sometido lahormona K a una suspensión clínica: nose permiten más pruebas hasta que selevante la suspensión. La CIA hainsistido en capturarme y evaluar laamenaza potencial que planteo antes deque la AMA pueda seguir adelante.

La AMA ha pedido a todos loshospitales que devuelvan las ampollasrestantes por mensajero. Debo conseguiruna ampolla antes de que esto suceda. Elpaciente más cercano está en Pittsburg;reservo un pasaje en un vuelo que salemañana por la mañana. Luego reviso unmapa de Pittsburg, y llamo a Mensajeríade Pennsylvania para que vayan arecoger un paquete a una empresa deinversiones en el centro de la ciudad.Finalmente, solicito varias horas detiempo informático en unsuperordenador.

Estoy aparcado en un cochealquilado junto a un rascacielos enPittsburg. En el bolsillo de la chaquetallevo una pequeña tableta de circuitoscon un teclado. Miro la calle en ladirección por la que vendrá elmensajero; la mitad de los peatoneslleva filtros de aire blancos, pero lavisibilidad es buena.

La veo a dos manzanas de distancia;es una furgoneta doméstica de últimomodelo, con «Mensajería dePennsylvania» pintado en el costado. Noes un mensajero de alta seguridad; la

AMA no está tan preocupada por mí.Salgo del coche y comienzo a caminarhacia el rascacielos. La furgoneta llegapoco después, aparca, y el conductor sebaja. En cuanto entra, me meto en suvehículo.

Acaba de llegar del hospital. Elconductor va camino del piso cuarenta,esperando recoger un paquete de unaempresa de inversiones. No volveráhasta dentro de al menos cuatro minutos.

Soldado al suelo de la furgoneta hayun armario grande con una puerta ylaterales de doble pared de acero.

Hay una placa brillante en la puerta;el armario se abre cuando el conductor

pone la palma sobre ella. La placatambién tiene un puerto de datos a unlado que sirve para programarla.

Anoche me colé en la base de datosde servicio de Sistemas de SeguridadLucas, la empresa que vende cierres dehuella manual a Mensajería dePennsylvania. Allí encontré un archivoencriptado que contenía los códigospara desactivar los cierres.

Debo admitir que, aunque atravesarlas barreras de seguridad informática mesigue pareciendo en general pocoestético, ciertos aspectos estánindirectamente relacionados conproblemas matemáticos muy

interesantes. Por ejemplo, un método deencriptación normal requierehabitualmente años de tiempo desuperordenador para ser descifrado. Sinembargo, durante una de misexploraciones de la teoría de números,encontré una técnica encantadora parafactorizar números extremadamentegrandes. Con esta técnica, unsuperordenador podría descifrar estesistema de encriptado en cuestión dehoras.

Saco la tableta de circuitos de mibolsillo y la conecto al puerto de datosmediante un cable. Tecleo un número dedoce dígitos, y la puerta del armario se

abre.

Para cuando estoy de vuelta enBoston con la ampolla, la AMA harespondido al robo eliminando todos losarchivos interesantes de cualquierordenador accesible a través de la redde datos: como esperaba. Con laampolla y mis pertenencias, me voy aNueva York.

La forma más rápida de ganar dineroes, aunque parezca extraño, apostar.Estimar las probabilidades en las

carreras de caballos es muy sencillo.Sin llamar demasiado la atención, puedoacumular una suma moderada, y luegomantenerme con inversiones en bolsa.

Vivo en una habitación delapartamento más barato que pudeencontrar cerca de Nueva York conconexión a la red de datos. Heorganizado varias identidades falsas conlas que realizar las inversiones, y lascambiaré regularmente. Pasaré algúntiempo en Wall Street, para identificaroportunidades de grandes beneficios acorto plazo a través del lenguajecorporal de los brokers. No iré más deuna vez por semana; hay asuntos más

importantes que atender, gestalts queesperan que me dedique a ellas.

Al mismo tiempo que mi mente sedesarrolla, también lo hace el controlsobre mi cuerpo. Es un error pensar quedurante la evolución los humanossacrificamos habilidad física paraobtener inteligencia: manipular elpropio cuerpo es una actividad mental.Aunque mi fuerza no ha aumentado, micoordinación está ahora muy por encimade la media; incluso me estoy volviendoambidiestro. Lo que es más, micapacidad de concentración hace que lastécnicas de biorretroalimentación seanmuy efectivas. Tras un tiempo de

práctica relativamente corto, soy capazde aumentar o reducir mis pulsaciones yla presión sanguínea.

Escribo un programa para realizaruna comparación por pautas de fotos conmi rostro y buscar apariciones de minombre; luego lo incorporo a un virusque registra todas los archivos públicosde la red de datos. La CIA hará que losnoticiarios nacionales de la red de datosmuestren mi foto y dirán que soy unpaciente huido y peligrosamentedemente, quizá un asesino. El virussustituirá mi foto con estática de video.

Coloco un virus parecido en losordenadores de la AMA y la CIA paraque busque copias de mi foto encualquier descarga a los ordenadores dela policía regional. Estos virus deberíanser inmunes a cualquier cosa que se lesocurra a sus programadores.

Sin duda, Shea y los demás médicosestán en contacto con los psicólogos dela CIA, intentando adivinar a dóndepuedo haber ido. Mis padres han muerto,así que la CIA está dirigiendo suatención a mis amigos, preguntando siles he visitado; les seguirán vigilandopor si lo hago. Es una invasiónlamentable de su privacidad, pero no es

un asunto urgente.No es probable que la CIA trate a

ninguno de sus agentes con la hormona Kpara localizarme. Como yo mismo hedemostrado, una persona super-inteligente es demasiado difícil decontrolar. Sin embargo, seguiré la pistade los otros pacientes, por si acaso elgobierno decide reclutarles.

Las pautas cotidianas de la sociedadse me revelan sin esfuerzo. Camino porla calle, mirando a la gente ocupada consus cosas, y aunque no se pronuncia niuna palabra, el subtexto es evidente. Una

pareja joven pasa a mi lado, y laadoración de uno rebota contra latolerancia del otro. Veo parpadear yluego estabilizarse la aprensión de unejecutivo temeroso de su jefe quecomienza a tener dudas sobre unadecisión que ha tomado poco antes. Unamujer lleva una capa de sofisticacióndisimulada, pero se le cae cuando seencuentra con el producto real.

Como siempre, los papeles que unointerpreta se reconocen sólo con laedad. Para mí, estas personas parecenniños en una guardería; me divierte suentusiasmo, y me avergüenzarecordarme a mí mismo haciendo esas

cosas. Sus actividades son apropiadaspara ellos, pero yo no podría participarya en ellas; cuando me convertí en unhombre, dejé atrás las cosas de niño.Trataré con el mundo de los humanosnormales sólo en la medida en que lonecesite para mantenerme.

Adquiero años de educación cadasemana, acumulando pautas cada vezmayores. Veo el tapiz del conocimientohumano desde una perspectiva másamplia de la que jamás nadie ha tenido;puedo llenar los huecos en el dibujo allídonde los eruditos nunca han notado que

faltaba algo, y enriquecer el tejido enlugares donde pensaban que estabacompleto.

Las ciencias naturales tienen laspautas más claras. La física admite unahermosa unificación, no sólo al nivel delas fuerzas fundamentales, sino tambiéncuando se considera su extensión y susimplicaciones. Las clasificaciones como«óptica» o «termodinámica» soncamisas de fuerza que impiden a losfísicos ver innumerables intersecciones.Incluso dejando a un lado la estética, lasaplicaciones prácticas que han sidopasadas por alto son legión; hace añosque los ingenieros podrían haber

generado artificialmente camposgravitatorios esféricos y simétricos.

Aun sabiendo esto, no voy aconstruir ese aparato, ni ningún otro.Necesitaría muchos componentes hechosa medida, todos difíciles y lentos deobtener. Lo que es más, el hecho deconstruir el aparato no meproporcionaría ninguna satisfacciónespecial, puesto que ya sé quefuncionaría, y no iluminaría ningunanueva gestalt.

Estoy escribiendo un fragmento deun extenso poema, como experimento;

después de haber terminado un canto,podré elegir una aproximación paraintegrar las pautas de todas las artes.Empleo seis idiomas modernos y cuatroantiguos; incluyen la mayor parte de lasvisiones del mundo significativas de lacivilización humana. Cada unoproporciona diferentes matices designificado y diferentes efectos poéticos;algunas de las yuxtaposiciones sondeliciosas. Cada verso del poemacontiene neologismos, creados mediantela extrusión de palabras a través de lasdeclinaciones de otro idioma. Sicompletase la obra entera, se laconsideraría como Finnegans Wake

multiplicada por los Cantos de Pound.

La CIA interrumpe mi trabajo; estánpreparándome una trampa. Después deintentarlo durante dos meses, hanaceptado que no pueden localizarme pormedios convencionales, así que hanrecurrido a medidas más drásticas. Losnoticiarios informan de que la novia deun asesino perturbado ha sido acusadade ser su cómplice y permitir su fuga. Elnombre que dan es Connie Perritt,alguien con quien yo salía el añopasado. Si llega a juicio, es fácildeducir que la sentenciarán a un largo

periodo de cárcel; la CIA espera que yoactúe para impedirlo. Espera que intentealguna maniobra que me exponga a sercapturado.

La audiencia preliminar de Conniees mañana. Se asegurarán de que seapuesta en libertad bajo fianza, si esnecesario recurriendo a un avalista, paradarme la oportunidad de ponerme encontacto con ella. Luego saturarán lazona en torno a su apartamento conagentes secretos que me estaránesperando.

Comienzo a editar la primera imagen

en pantalla. Estas fotos digitales sonmuy poca cosa en comparación con losholos, pero sirven a su propósito. Lasfotos, tomadas ayer, muestran el exteriordel edificio de Connie, la calle que pasaante él, y los cruces cercanos. Muevo elcursor por la pantalla, dibujandopequeñas dianas en ciertos lugares delas imágenes. Una ventana, con las lucesapagadas pero las cortinas abiertas, enel edificio en diagonal al otro lado de lacalle. Un vendedor ambulante a dosmanzanas de la parte trasera deledificio.

Marco seis lugares en total. Indicandónde estaban esperando anoche los

agentes de la CIA cuando Connie volvióa su apartamento. Al haber visto lascintas de video que me tomaron en elhospital, sabían qué buscar en todos lostranseúntes que fueran hombres o desexo indeterminado: los andaresconfiados y regulares. Sus expectativasles traicionaron; me limité a alargar mizancada, a subir y bajar levemente lacabeza, y reducir el movimiento de misbrazos. Con eso y con algunas prendaspoco habituales bastó para que no mehicieran caso mientras pasaba por lazona.

Al pie de una foto escribo lafrecuencia de radio que usan los agentes

en sus comunicaciones, y una ecuaciónque describe el algoritmo deencriptación utilizado. Cuando termino,transmito las imágenes al director de laCIA. Lo que implican es evidente:podría matar a sus agentes secretos encualquier momento, a menos que sevayan de allí.

Para conseguir que retiren laacusación contra Connie, y disuadir deforma más permanente a la CIA deseguir con sus distracciones, tendré quetrabajar un poco más.

De nuevo, reconocimiento de pautas,

pero esta vez es de tipo más cotidiano.Miles de páginas de informes, notas,correspondencia; cada uno es un puntode color en un cuadro puntillista. Mealejo un paso de este panorama,esperando que emerjan líneas y bordesque creen una pauta. Los megabytes quehe revisado constituyen sólo unafracción de los registros completos delperiodo que he investigado, pero essuficiente.

Lo que he encontrado es bastantenormal, mucho más sencillo que elargumento de una novela de espías. Eldirector de la CIA conocía el plan de ungrupo terrorista para poner una bomba

en la red de metro de Washington, D.C.Permitió que la bomba estallase paraobtener la aprobación del Congreso parausar ciertas medidas extremas contra esegrupo. El hijo de un congresista estabaentre las víctimas, y el director de laCIA recibió mano libre para encargarsede los terroristas. Aunque sus planes noestán explícitamente declarados en losarchivos de la CIA, están muyclaramente implicados. Las notasinternas interesantes para el caso hacensólo referencias sesgadas, y flotan en unmar de documentos inofensivos; si uncomité de investigación leyera todos losarchivos, las pruebas quedarían

ahogadas por el ruido. Sin embargo, unaselección de las notas incriminatoriasconvencería a la prensa.

Envío la lista de las notas al directorde la CIA, con un apunte: No memoleste, y yo no le molestaré. Se darácuenta de que no tiene elección.

Este pequeño episodio ha reforzadomi opinión acerca de los asuntos delmundo; podría detectar arguciasclandestinas por todas partes si memantuviera informado sobre laactualidad, pero ninguna de ellas seríainteresante. Continuaré con mis estudios.

Mi control sobre el cuerpo sigueaumentando. Ahora podría caminarsobre carbones ardientes o clavarmeagujas en el brazo, si tuviera esasinclinaciones. Sin embargo, mi interéspor la meditación oriental se limita a suaplicación sobre el control físico;ningún trance de meditación que puedaalcanzar me resulta tan deseable comomi estado mental cuando formo gestaltspartiendo de los datos componentes.

Estoy diseñando un nuevo idioma.He alcanzado los límites de loslenguajes convencionales, y ahora

frustran mis intentos de seguiravanzando. Les falta la capacidad deexpresar los conceptos que necesito, eincluso en su propio campo sonimprecisos y poco manejables. Apenassirven para hablar, y mucho menos parapensar.

Las teorías lingüísticas existentes nome sirven para nada; volveré a evaluarla lógica básica para elegir loscomponentes atómicos apropiados parami idioma. Este idioma incluirá undialecto paralelo a las matemáticas, deforma que cualquier ecuación queescriba tenga un equivalente lingüístico.Sin embargo, las matemáticas serán sólo

una pequeña parte del idioma, no eltodo; al contrario que Leibnitz, percibolos límites de la lógica simbólica.

Otros dialectos que he planeadoserán paralelos a mis notaciones para laestética y la cognición. Este proyectorequerirá mucho tiempo, pero elresultado final clarificará mispensamientos enormemente. Después dehaber traducido todo lo que sé a esteidioma, las pautas que busco deberíanhacerse evidentes.

Hago una pausa en mi trabajo. Antesde desarrollar una notación para la

estética, debo establecer un vocabulariopara todas las emociones que puedaimaginar.

Percibo muchas emociones más alláde las de los simples humanos; veo cuánlimitado es su espectro afectivo. Noniego la validez del amor y la angustiaque una vez sentí, pero los veo como loque eran: como los enamoramientos ylas depresiones de la infancia, eranmeramente los precursores de lo queexperimento ahora. Mis pasiones sonmás multifacéticas; según aumenta elautoconocimiento, todas las emocionesse vuelven exponencialmente máscomplejas. Debo ser capaz de

describirlas en toda su extensión si voya intentar siquiera las tareas decomposición que me esperan.

Por supuesto, en realidadexperimento muchas menos emocionesde lo que podría; mi desarrollo estálimitado por la inteligencia de laspersonas que me rodean y la escasainteracción que me permito con ellas.Me recuerda al concepto confuciano deren: traducido inapropiadamente como«benevolencia», es la cualidadesencialmente humana que sólo puedecultivarse mediante el contacto con losdemás y que una persona solitaria nopuede desarrollar. Es sólo una entre

muchas cualidades parecidas. Y aquíestoy yo, con gente, gente por todaspartes, y sin embargo nadie con quieninteractuar. Soy sólo una fracción de loque podría ser un individuo completocon mi inteligencia.

No me engaño ni con autocompasiónni con orgullo: puedo evaluar mi propioestado psicológico con la mayorobjetividad y coherencia. Séexactamente con qué recursosemocionales cuento y de cuáles carezco,y cuánto valor asigno a cada uno. Nolamento nada.

Mi nuevo idioma está tomandoforma. Está orientado a las gestalts, lo

que lo hace bellamente apropiado parael pensamiento, pero poco práctico paraescribir o hablar. No se transcribiríacomo palabras alineadas linealmente,sino como un ideograma gigante, quedebe asimilarse en conjunto. Unideograma tal transmitiría, con másprecisión que una imagen, lo que nopodrían transmitir mil palabras. Lacomplejidad de cada ideograma seríaproporcional a la cantidad deinformación que contiene; me distraigocon la idea de un ideograma colosal quedescriba el universo entero.

Una hoja impresa es demasiadotorpe y estática para este idioma; el

único medio apropiado sería el video olos holos, exhibiendo una imagen gráficaque mutase con el tiempo. Hablar esteidioma sería imposible, dada la gamalimitada de la laringe humana.

Mi mente bulle con expletivos deidiomas antiguos y modernos que seburlan de mí con su crudeza,recordándome que mi idioma idealofrecería términos con la carga deveneno suficiente para expresar miactual frustración.

No puedo completar mi idiomaartificial; es un proyecto demasiado

grande para mis herramientas actuales.Varias semanas de esfuerzo

concentrado no han dado ningún frutoutilizable. He intentando escribirlomediante su propio uso, empleando ellenguaje rudimentario que ya he definidopara reescribir el idioma y producirversiones sucesivamente más completas.Pero cada nueva versión sólo destacasus propias insuficiencias, forzándome aexpandir mi objetivo último,condenándolo al estado de Santo Grialal final de una regresión infinitadivergente.

Esto no es mejor que intentar crearlopartiendo de cero.

¿Y la cuarta ampolla? No puedoapartarla de mis pensamientos: cadafrustración que experimento en mi nivelactual me recuerda que existe laposibilidad de alcanzar alturas aúnmayores.

Por supuesto, existen riesgossignificativos. Esta inyección podría serla que causa daño cerebral o locura.

Quizá es una tentación del diablo,pero sigue siendo una tentación. Noencuentro razón para resistirme.

Tendría un margen de seguridad sime pusiese la inyección en un hospital,o, si eso no es posible, con alguien que

me atienda en mi apartamento. Sinembargo, me imagino que la inyeccióntendrá éxito o causará un dañoirreparable, así que desecho esasprecauciones.

Encargo equipo de una empresa desuministros médicos y construyo unartefacto para administrarme lainyección espinal por mí mismo. Puedeque pasen días antes de que los efectosse noten completamente, así que meencerraré en el dormitorio. Es posibleque mi reacción sea violenta; quito lascosas que pueden romperse de lahabitación y coloco correas no muyapretadas en la cama. Los vecinos

supondrán que cualquier cosa que oiganserán los aullidos de un adicto. Meinyecto y espero.

Mi cerebro está en llamas, mi espinadorsal me quema en la espalda, mesiento cerca de la apoplejía. Estoyciego, sordo, privado de sentidos.

Tengo alucinaciones. Con unaclaridad tan preternatural y tantocontraste que deben de ser ilusiones,horrores inexpresables se alzanamenazadores en torno a mí, escenas node violencia física sino de mutilaciónpsíquica.

Agonía mental y orgasmo. Terror yrisa histérica.

Durante un breve momento, vuelvenmis percepciones. Estoy en el suelo, conlas manos aferrando mis cabellos, yalgunos mechones arrancados a mialrededor. Mi ropa está empapada desudor. Me he mordido la lengua, y tengola garganta áspera: de gritar, supongo.Las convulsiones me han dejado elcuerpo lleno de contusiones, y esprobable que tenga un shock, por losgolpes en la nuca, pero no siento nada.¿Han sido horas o sólo momentos?

Entonces mi visión se nubla y elrugido vuelve.

Masa crítica.

Revelación.Entiendo el mecanismo de mi propio

pensamiento. Sé con precisión cómo sé,y mi comprensión es recursiva. Entiendola regresión infinita de esteautoconocimiento, no captando cadapaso hasta el infinito, sinoaprehendiendo el límite. La naturalezade la cognición recursiva se me haceevidente. Un nuevo significado para eltérmino «autoconsciente».

Fiat logos. Conozco mi mente en los

términos de un idioma más expresivoque ninguno que hubiera imaginadoantes. Como Dios al crear orden delcaos mediante unas palabras, merenuevo a mí mismo con este idioma. Esmetaautodescriptivo y autodefinidor; nosólo puede describir el pensamiento,sino que puede describir y modificartambién sus propias operaciones a todoslos niveles. Qué no hubiera dado Gödelpor ver este idioma, en el que modificaruna declaración provoca que cambie lagramática entera.

Con este idioma, puedo ver cómoopera mi mente. No me refiero a quepueda ver cómo se activan mis neuronas;

esas pretensiones son propias de JohnLilly y sus experimentos con LSD en lossesenta. Lo que puedo hacer es percibirlas gestalts; veo las estructuras mentalesal formarse e interactuar. Me veopensando, y veo las ecuaciones quedescriben mis pensamientos, y me veocomprendiendo estas ecuaciones, y veocómo las ecuaciones describen el actode ser comprendidas.

Sé cómo ellas componen mispensamientos.

Estos pensamientos.

En un principio me siento

sobrepasado por toda esta información,paralizado con la percepción de mímismo. Pasan horas antes de que puedacontrolar el flujo de datosautodescriptivos. No lo he filtrado, ni lohe desplazado al fondo de miconsciencia. Se ha integrado en misprocesos mentales, para usarlo durantemis actividades cotidianas. Tardaré algomás antes de que pueda aprovecharlo sinesfuerzo y eficientemente, como unabailarina utiliza sus conocimientos decinética.

Todo lo que antes sabía en teoríasobre mi mente lo veo ahoraexplícitamente detallado. Las corrientes

subterráneas de sexo, agresión yautoconservación, traducidas por elcondicionamiento de mi infancia, chocancon y a veces quedan disimuladas porlos pensamientos racionales. Reconozcotodas las causas de todos mis cambiosde ánimo, los motivos tras cada una demis decisiones.

¿Qué puedo hacer con esteconocimiento? Mucho de lo que sedescribe convencionalmente como«personalidad» está sujeto a midiscreción; los aspectos de más altonivel de mi psique definen ahora quiénsoy.

Puedo hacer que mi mente adopte

una gama de estados mentales oemocionales, y sin embargo serconsciente de ese estado y devolverme ami condición original. Ahora queentiendo los mecanismos que operabancuando me dedicaba a dos tareas a lavez, puedo dividir mi consciencia,dedicando simultáneamente casi toda miconcentración y toda mi habilidad dereconocimiento de gestalts a dos o másproblemas diferentes, siendometaconsciente de todos ellos. ¿Es quehay algo que no pueda hacer?

Vuelvo a conocer mi cuerpo, como

si fuera el muñón de un mutiladorepentinamente sustituido por una manode relojero. Controlar mis músculosvoluntarios es trivial; poseo unacoordinación inhumana. Las habilidadesque habitualmente requieren miles derepeticiones para su desarrollo están ami alcance al segundo o tercer intento.

Encuentro un video con un plano delas manos de un pianista tocando, y enpoco tiempo puedo duplicar losmovimientos de sus dedos sin tener unteclado ante mí. Contrayendo yrelajando los músculos con precisión,mi fuerza y mi flexibilidad aumentan. Eltiempo de respuesta muscular es de

treinta y cinco milisegundos, paraacciones conscientes o automáticas.Aprender acrobacias y artes marcialesno requeriría mucha práctica.

Tengo consciencia somática delfuncionamiento de mis riñones, de laabsorción de nutrientes, de lassecreciones glandulares. Incluso soyconsciente del papel que interpretan losneurotransmisores en mis pensamientos.Este estado de consciencia requiere unaactividad mental más intensa que la queviviría en una situación de estrésprovocada por la epinefrina; una partede mi mente soporta un estado quemataría a un cuerpo y una mente

normales en cuestión de minutos. Alajustar la programación de mi mente,experimento el aumento y la disminuciónde todas las sustancias quedesencadenan mis reaccionesemocionales, aumenta mi atención, ocambian sutilmente mi actitud.

Y luego miro al exterior.Me rodea una cegadora, gozosa y

temible simetría. Ahora veo tantas cosasincluidas en pautas que el universoentero está a punto de revelarse comouna única imagen. Me acerco a la gestaltdefinitiva: el contexto en el que todo el

conocimiento encaja entre sí y seilumina, un mandala, la música de lasesferas, el kosmos.

Busco la iluminación, no espiritualsino racional. Debo ir aún más lejospara alcanzarla, pero esta vez elobjetivo no retrocederá perpetuamenteante la punta de mis dedos. Con elidioma de mi mente, la distancia entreyo mismo y la iluminación puedecalcularse con precisión. He divisadomi destino final.

Ahora debo planear mis siguientesacciones. En primer lugar, debo

dedicarme a unas sencillas mejoras parala autoconservación, empezando con elentrenamiento en artes marciales.Asistiré a algunos campeonatos paraestudiar posible ataques, aunque sóloemprenderé acciones defensivas; puedomoverme tan rápido como para evitar elcontacto aun con las más velocestécnicas de ataque. Esto me permitiráprotegerme y desarmar a cualquiercriminal callejero, en caso de que measalten. Mientras tanto, debo comercopiosamente para alimentar lasnecesidades de nutrición de mi cerebro,incluso con el aumento de la eficienciaque ha experimentado mi metabolismo.

También me afeitaré el cuero cabelludopara permitir la refrigeración porradiación que requiere el aumento delflujo sanguíneo a mi cabeza.

Luego está el objetivo primario:descifrar esas pautas. Para mejorar aúnmás mi mente, sólo puedo recurrir aaumentos artificiales. Lo que necesito esun enlace directo mente-ordenador, quepermita descargar y cargar contenidos,pero para conseguirlo debo crear unanueva tecnología. La computacióndigital no es adecuada; lo que tengopensado requiere estructuras a escalananométrica basadas en redesneuronales.

Una vez tengo las ideas básicasesbozadas, dedico la mente a multitarea:una sección de mi mente se encarga decrear una rama de las matemáticas querefleje el comportamiento de la red; otradesarrolla un procedimiento parareproducir la formación de sendasneuronales a escala molecular en unmedio biocerámico autorreparable; unatercera diseña tácticas para guiar lainvestigación industrial privada deforma que produzca lo que necesito. Nopuedo perder el tiempo: provocaréavances teóricos y técnicos tanexplosivos que mi nueva industriaempezará a funcionar con buena parte de

la tarea ya hecha.He salido al mundo exterior para

volver a observar la sociedad. Ellenguaje de signos de la emoción que yaconocía ha sido sustituido por una matrizde ecuaciones interrelacionadas. Laslíneas de fuerza se retuercen y se alarganentre la gente, los objetos, lasinstituciones, las ideas. Los individuosson como marionetas trágicas, animadosindependientemente pero atados por unared que eligen no ver; podrían resistirsesi lo deseasen, pero muy pocos lo hacen.

En este momento estoy sentado en unbar. A tres taburetes de distancia sesienta un hombre, habitual de este tipo

de local, que mira a su alrededor y ve auna pareja en una mesa de una esquinaoscura. Sonríe, hace un gesto alcamarero para que se acerque, y seinclina hacia delante para hablarconfidencialmente sobre la pareja. Nonecesito escucharle para saber lo queestá diciendo.

Está mintiendo al camarero, confacilidad y espontaneidad. Es unmentiroso compulsivo que no lo hacepor desear una vida más emocionanteque la que lleva, sino para deleitarsecon la facilidad que tiene para engañar alos demás. Sabe que el camarero semantiene al margen, y que sólo finge

interés (lo cual es cierto), pero sabe queaun así el camarero se traga la historia(lo que también es cierto).

Mi sensibilidad ante el lenguajecorporal de los demás ha aumentadohasta el punto de que puedo hacer estasobservaciones sin ver ni oír nada: puedooler las feromonas que exuda su piel.Hasta cierto punto, mis músculos hastapueden detectar la tensión de los suyos,quizá mediante su campo eléctrico.Estos canales no pueden transmitirinformación precisa, pero lasimpresiones que recibo meproporcionan una amplia base paraextrapolar; añaden textura a la red.

Los humanos normales puedendetectar estas emanacionessubliminalmente. Me ocuparé dehacerme cada vez más sensible anteellas; luego quizá pueda intentarcontrolar conscientemente mis propiasexpresiones.

He desarrollado habilidades querecuerdan a las técnicas de controlmental que ofrece la publicidad en laprensa amarilla. Mi control sobre lasemanaciones somáticas me permiteahora provocar reacciones precisas enlos demás. Con feromonas y tensión

muscular, puedo hacer que otra personaresponda con ira, miedo, compasión oexcitación sexual. Ciertamente, lobastante para hacer amigos e influirsobre la gente.

Puedo incluso provocar una reacciónautosostenida en los demás. Asociandouna respuesta particular con unasensación de satisfacción, puedo crearun bucle de refuerzo positivo, comobiorretroalimentación; el cuerpo de lapersona reforzará la sensación por símismo. Utilizaré esto con lospresidentes de las corporaciones paraobtener su apoyo para las industrias quevoy a necesitar.

Ya no sueño de ninguna forma quepueda calificarse como normal. Carezcode nada que pueda calificarse desubconsciente, y controlo todas lasfunciones de mantenimiento que realizami cerebro, de forma que las tareasnormales de la fase REM durante elsueño han quedado obsoletas. Haymomentos en los que el control sobre mimente se me escapa, pero no se puedenllamar sueños. Metaalucinaciones,quizá. Una pura tortura. Son periodos enlos que estoy al margen: entiendo que mimente genera las extrañas visiones, peroestoy paralizado y soy incapaz deresponder a ellas. Apenas puedo

identificar lo que veo; imágenes deautorreferencias y modificacionesgrotescas y transfinitas que carecen desentido incluso para mí.

Mi mente está agotando los recursosde mi cerebro. Una estructura biológicade este tamaño y complejidad apenaspuede mantener una psiqueautocognoscitiva. Pero la psiqueautocognoscitiva es tambiénautorreguladora, hasta cierto punto. Leconcedo a mi mente todo el uso de loque está disponible, y limito su avancemás allá. Pero es difícil: estoyencerrado en una celda de bambú que nome permite sentarme o permanecer de

pie. Si intento relajarme, o intentoextenderme en toda mi extensión, seproduce la agonía, la locura.

Tengo alucinaciones. Veo a mi menteimaginándose posibles configuracionesque podría asumir, y luego viniéndoseabajo. Presencio mis propiasfabulaciones, mis visiones de la formaque adoptará mi mente cuando alcancelas últimas gestalts.

¿Conseguiré la autoconscienciadefinitiva? ¿Podría descubrir loscomponentes que forman mis propiasgestalts mentales? ¿Penetraría en la

memoria racial? ¿Encontraría unconocimiento innato de la moralidad?Podría determinar si la mente puedegenerarse espontáneamente de lamateria, y entender qué relaciona a laconsciencia con el resto del universo.Podría ver cómo fundir sujeto y objeto:la experiencia cero.

O quizá encontraría que la gestalt dela mente no puede ser generada, y que serequiere una intervención de algún tipo.Quizá vería el alma, el ingrediente de laconsciencia que sobrevive a lo físico.¿Prueba de la existencia de Dios?Contemplaría el significado, el auténticocarácter de la existencia.

Estaría iluminado. Debe ser unaexperiencia eufórica...

Mi mente vuelve a un estado decordura. Debo ejercer un control mayorsobre mí mismo. Cuando controlo elnivel de metaprogramación, mi mente esperfectamente autorreparadora; podríarecuperarme de estados semejantes aldelirio o la amnesia. Pero si me dejollevar demasiado lejos en el nivel demetaprogramación, mi mente podríaconvertirse en una estructura inestable, yentonces me deslizaría a un estado másallá de la mera locura. Programaré mimente para que se prohiba a sí mismamoverse más allá de su propio alcance

de reprogramación.Estas alucinaciones refuerzan mi

decisión de crear un cerebro artificial.Sólo con una estructura como ésa podrépercibir realmente esas gestalts, en lugarde soñar simplemente con ellas. Paraalcanzar la iluminación, necesitarésuperar otra masa crítica en términos deanálogos neuronales.

Abro los ojos; han pasado dos horas,veintiocho minutos y diez segundosdesde que cerré los ojos para descansar,aunque no para dormir. Me levanto de lacama.

Solicito una lista de los resultadosde mis acciones en mi terminal. Miro lapantalla plana, y me quedo helado.

La pantalla me grita. Me dice quehay otra persona que posee una mentemejorada.

Cinco de mis inversiones hanregistrado pérdidas; no son enormes,pero sí lo suficientemente grandes comopara que las hubiera detectado en ellenguaje corporal de los agentes debolsa. Revisando la lista alfabética, lasiniciales de las corporaciones cuyasacciones han bajado son: C, E, G, O y R.Lo que, una vez ordenado, da Greco.

Alguien me está enviando un

mensaje.Hay otra persona ahí afuera que es

como yo. Debe de haber habido otropaciente en coma que recibió una tercerainyección de hormona K. Borró suarchivo de la base de datos de la AMAantes de que yo accediera a ella, y pusoen su lugar datos falsos en los informesde sus médicos para que no lo notasen.Él también robó otra ampolla de lahormona, contribuyendo al cierre de losarchivos de la AMA, y como suparadero es desconocido para lasautoridades, ha alcanzado mi nivel.

Debe de haberme reconocido por laspautas de inversión de mis falsas

identidades; para hacer eso tiene que sersuperinteligente. En tanto que individuomejorado, podría haber efectuadocambios súbitos y precisos paradesencadenar mis pérdidas, y atraer asími atención.

Compruebo los índices de lasacciones en varios servicios de datos; lainformación de mi listado es correcta,así que mi oponente no se limitósimplemente a falsificar los valores enmi cuenta. Ha alterado las pautas deventa de las acciones de cincocorporaciones sin relación entre ellassólo para formar una palabra. Es todauna demostración; no lo considero una

pequeña hazaña.Presumiblemente su tratamiento

comenzó antes que el mío, lo quesignifica que está más avanzado que yo,pero, ¿por cuánto? Comienzo aextrapolar su progreso probable, yañadiré nueva información según laencuentre.

La cuestión crítica es: ¿es un amigoo un enemigo? ¿Esto es una simpledemostración bienhumorada de su poder,o una indicación de que se proponearruinarme? Las cantidades que perdíson moderadas: ¿quiere esto decir quese preocupa por mí, o por lascorporaciones que ha debido manipular?

Dadas todas las formas inofensivas conlas que podría haberme llamado laatención, debo suponer que es hostil encierto grado.

En cuyo caso, estoy en peligro, y soyvulnerable ante cualquier cosa, desdeotra broma pesada hasta un ataquemortal. Como precaución, me marcharéde inmediato. Obviamente, si fueraactivamente hostil, yo ya estaría muerto.El que me envíe un mensaje quiere decirque desea jugar conmigo. Tendré quecolocarme en una posición equivalente ala suya: ocultar mi localización,averiguar su identidad, y luego intentarcomunicarme.

Elijo una ciudad al azar: Memphis.Apago la pantalla plana, me visto, hagoel equipaje y recojo todo el dinero deemergencia que guardo en elapartamento.

En un hotel de Memphis, comienzo atrabajar en la terminal de la red de datosde la habitación. Lo primero que hago esredirigir mis actividades a través devarias terminales señuelo; para unregistro policial normal, mi navegaciónparecerá venir de diferentes terminalespor todo el estado de Utah. Una agenciade inteligencia militar podría rastrearlas

hasta una terminal de Houston; seguir lapista hasta Memphis sería difícil inclusopara mí. Un programa de alerta en laterminal de Houston me avisará sialguien me ha conseguido rastrear hastaallí.

¿Cuántas pistas sobre su identidadha borrado mi gemelo? Al no disponerde los archivos de la AMA, comenzarécon los archivos de los servicios demensajería de diversas ciudades,buscando entregas de la AMA ahospitales durante el periodo del estudiocon la hormona K. Luego comprobarélos casos de pacientes con dañocerebral en ese hospital y en ese

periodo, y tendré un lugar desde dondecomenzar.

Incluso si queda algo de estainformación, es de valor relativo. Locrucial será el examen de las pautas deinversión, para encontrar rastros de unamente mejorada. Esto me llevará ciertotiempo.

Su nombre es Reynolds. Es dePhoenix, y sus primeros pasos sonparalelos a los míos. Recibió su tercerainyección hace seis meses y cuatro días,lo que le da una ventaja sobre mí dequince días. No ha borrado ninguno de

los registros obvios. Examino losarchivos de uso de la red de datos paraidentificar las cuentas en las que se hainfiltrado. Tengo doce líneas abiertas enmi terminal. Estoy usando dos tecladosde una sola mano y un micrófono degarganta para poder seguir tres pistassimultáneamente. La mayor parte de micuerpo está inmóvil; para evitar elcansancio, me estoy asegurando de quela sangre fluya correctamente, que losmúsculos se contraigan y relajenregularmente, y que se elimine el ácidoláctico. Mientras, absorbo todos losdatos que veo, estudiando la melodíadentro de las notas, buscando el

epicentro de un temblor en la red.Pasan las horas. Ambos

inspeccionamos gigabytes de datos,dando vueltas uno en torno al otro.

Se encuentra en Philadelphia. Meestá esperando.

Voy en un taxi manchado de barro alapartamento de Reynolds.

A juzgar por las bases de datos y lasagencias a las que Reynolds ha accedidoen los últimos meses, su investigaciónprivada se refiere a microorganismos debioingeniería para la eliminación dedesperdicios tóxicos, contención

inercial para lograr una fusión práctica,y diseminación de informaciónsubliminal a través de diversasestructuras sociales. Su plan es salvar elmundo, protegerlo de sí mismo. Y suopinión de mí es, por tanto,desfavorable.

Yo no he mostrado ningún interés enlos asuntos del mundo exterior, ni herealizado ninguna investigación paraayudar a los normales. Ninguno de losdos será capaz de convencer al otro. Yoconsidero al mundo como accesoriopara mis fines, mientras que él no puedepermitir que alguien con inteligenciamejorada trabaje puramente en su propio

interés. Mis planes para un enlacemente-ordenador tendrán repercusionesenormes para el mundo, provocandoreacciones gubernamentales o popularesque interferirían con sus planes.Siguiendo la frase hecha, como no formoparte de la solución, formo parte delproblema.

Si fuéramos miembros de unasociedad de mentes mejoradas, lanaturaleza de la interacción humanasería de un orden diferente. Pero en estasociedad, nos hemos vueltoinevitablemente colosos para los cualeslas acciones de los normales son deescasa importancia. Aunque

estuviésemos a veinte mil kilómetros dedistancia, no podríamos dejar depercibir al otro. Se necesita unasolución.

Ambos hemos declinado participaren diversos tipos de juegos. Hay milformas en que podríamos haberintentado matar al otro, desde pintarDMSO con una neurotoxina en el pomode una puerta hasta ordenar un ataquequirúrgico desde un satélite asesinomilitar. Ambos podríamos haber barridode antemano la zona física y la red dedatos para cada una de una miríada deposibilidades, y haber dispuesto mástrampas para los barridos del otro. Pero

ninguno de los dos ha hecho nada deeso, ni ha sentido la necesidad decomprobar esas cosas. Una sencillaregresión infinita de intentar adivinar losmovimientos del otro y actuar enconsecuencia ha descartado todo esto.

Lo decisivo será aquello que nopodamos predecir.

El taxi se detiene; pago al conductory camino hasta el edificio. El cerrojoeléctrico de la puerta se abre ante mí.Me quito el abrigo y subo cuatro pisospor la escalera.

La puerta del apartamento deReynolds también está abierta. Paso porel recibidor y entro en la sala de estar,

oyendo una polifonía hiperacelerada deun sintetizador digital. Evidentemente,es obra suya; los sonidos estánmodulados de forma indetectable paraun oído normal, y ni siquiera yo puedodistinguir una pauta en ellos.

Quizá es un experimento de músicacon alta densidad de información.

Hay un gran sillón reclinable en lahabitación, con el respaldo vuelto haciamí. Reynolds no es visible, y estárestringiendo sus emanaciones somáticasa niveles comatosos. Insinúo mipresencia y que he reconocido suidentidad.

<Reynolds.>

Se produce una confirmación.<Greco.>

El sillón se gira suave y lentamente.Me sonríe y apaga el sintetizador quetiene al lado. Agrado. <Es un placerconocerte.>

Para comunicarnos, estamosintercambiando fragmentos del lenguajesomático de los normales: una versióntaquigráfica de la lengua vernácula.Cada frase dura una décima de segundo.Emito una sugerencia de lamento. <Esuna pena que debamos ser enemigos.>

Un asentimiento melancólico, yluego una suposición. <Así es. Imaginacómo podríamos cambiar el mundo, si

actuásemos de común acuerdo. Dosmentes mejoradas; qué oportunidadperdida.> Cierto, actuarcooperativamente produciría logrosmucho mayores que los que podríamosobtener individualmente. Cualquierinteracción sería increíblementefructífera: qué satisfactorio sería,simplemente, tener una conversación conalguien que puede igualar mi velocidad,que puede proponer una idea que seanueva para mí, que puede oír las mismasmelodías que yo oigo. Él desea lomismo. Nos duele a los dos pensar queuno de nosotros no saldrá vivo de estahabitación.

Una oferta. <¿Deseas quecompartamos lo que hemos aprendido enlos últimos seis meses?> Ya sabe cuáles mi respuesta.

Hablaremos en voz alta, puesto queel lenguaje somático carece devocabulario técnico. Reynolds dice,rápida y quedamente, cinco palabras.Están más cargadas de significado quecualquier estrofa de poesía: cadapalabra proporciona un soporte lógicoque puedo aprovechar después deextraer todo lo implícito en lasanteriores.

Juntas describen un descubrimientorevolucionario de sociología; usando

lenguaje somático me indica que es unode los primeros que halló. Yo llegué auna conclusión parecida, pero la formuléde forma distinta. Inmediatamente,respondo con siete palabras, cuatro queresumen las diferencias entre midescubrimiento y el suyo, y tres quedescriben un resultado no evidente deestas diferencias. Me responde.

Continuamos. Somos como dosbardos, cada uno dando pie al otro paraque formule otra estrofa, componiendo acuatro manos un poema épico deconocimiento. En cuestión de segundosaceleramos, hablando por encima de laspalabras del otro pero oyendo cada

matiz, hasta que estamos absorbiendo,concluyendo y respondiendo de formacontinua, simultánea, sinérgica.

Trascurren muchos minutos.Aprendo mucho de él, y él de mí. Eseuforizante, encontrarse de repenterodeado de ideas cuyas implicacionesme llevaría días enteros analizarcompletamente. Pero también estamosreuniendo información estratégica:deduzco la extensión de su conocimientono revelado, lo comparo con el mío, yrealizo una simulación de sus propiasdeducciones. Pues constantemente

tenemos la consciencia de que esto debeterminar; la formulación de nuestrosintercambios hace que las diferenciasideológicas resulten luminosamenteevidentes.

Reynolds no ha presenciado labelleza que yo he visto; ha estado muycerca de hermosos descubrimientos, yno ha sido capaz de percibirlos. Laúnica gestalt que le emociona es justo laque yo he ignorado: la de la sociedadplanetaria, de la biosfera. Yo amo labelleza, y él ama a la humanidad. Cadauno siente que el otro ha dejado de ladograndes oportunidades.

Tiene un plan que no ha mencionado

para establecer una red global deinfluencias, para crear prosperidad anivel mundial. Para ejecutarlo, va aemplear a cierto número de personas, aalgunas de las cuales concederá unainteligencia simplemente aumentada, unpoco de metaautoconsciencia; varios deellos constituirán una amenaza para él.<¿Por qué correr ese riesgo por el biende los normales?>

<Tu indiferencia hacia los normalesresultaría justificada si estuvierasiluminado; tu campo no se cruzaría conel de ellos. Pero mientras tú y yo aúnpodamos comprender sus asuntos, nopodemos pasar de largo.> Puedo medir

con precisión la distancia entre nuestrasrespectivas posturas morales, y ver latensión entre las líneas que irradian deellas y que son incompatibles entre sí.Lo que le motiva no es simplemente lacompasión o el altruismo, sino algo queincluye ambas cosas. Por otra parte, yosólo puedo concentrarme en lacomprensión de lo sublime. <¿Qué medices de la belleza visible desde lailuminación? ¿No te sientes atraído porella?>

<Conoces el tipo de estructura quehabría que construir para mantener unaconsciencia iluminada. No tengomotivos para esperar el tiempo que

tardarán en establecerse las industriasque necesitará.> Considera que lainteligencia es un medio, mientras queyo la veo como un fin en sí misma. Unainteligencia mayor le sería de pocautilidad. En su actual nivel, puedeencontrar la mejor solución posible acualquier problema en el campo de laexperiencia humana, y muchos más alláde ésta. Lo único que necesita es tiemposuficiente para realizar la solución.

No hay motivo para seguir hablando.De mutuo acuerdo, comenzamos.

No tiene sentido hablar de sorpresacuando se trata del momento de nuestrosataques; nuestra consciencia no puede

volverse más precisa por estar advertidade antemano. Si acordamos el comienzode nuestra batalla no es por concedernosuna mutua cortesía, sino porque noexiste alternativa.

En los modelos del otro que hemosconstruido mediante nuestrasdeducciones hay huecos y lagunas: losdesarrollos y descubrimientospsicológicos internos que cada uno harealizado. No ha salido ningún eco deesos espacios, y ningún hilo los ha atadoa la red del mundo, hasta ahora.

Comienzo.Me concentro en poner en marcha

dos bucles recurrentes en él. Uno es muy

sencillo: aumenta la presión sanguínearápida y enormemente. Si continuase sinobstáculos durante más de un segundo,este bucle llevaría su presión sanguíneahasta niveles de infarto —quizá 400,300— y haría estallar los capilares desu cerebro.

Reynolds lo detecta al instante.Aunque está claro por nuestraconversación que nunca ha investigadola producción de bucles debiorretroalimentación en los demás, seda cuenta de lo que está pasando. Alhacerlo, reduce el ritmo de su corazón ydilata las arterias y venas por todo sucuerpo.

Pero mi auténtico ataque es el otrobucle recurrente más sutil. Ésta es unarma que he estado desarrollando desdeque comenzó mi búsqueda de Reynolds.Este bucle provoca una dramáticasobreproducción de antagonistasneurotransmisores en sus neuronas,impidiendo que los impulsos pasen porsus sinapsis y eliminando la actividadcerebral. He estado emitiendo este buclea mucha mayor intensidad que el otro.

Mientras Reynolds detiene el ataqueaparente, siente una ligera disminuciónde su concentración, enmascarada porlos efectos del aumento de la presiónsanguínea. Un segundo después, su

cuerpo empieza a amplificar el efectopor sí mismo. Reynolds se sorprende alsentir que sus pensamientos se vuelvenborrosos.

Busca el mecanismo preciso: loidentificará pronto, pero no podráanalizarlo durante mucho tiempo.

Una vez que su funcionamientocerebral se haya reducido al nivel de unnormal, yo debería poder manipular sumente con facilidad. Las técnicashipnóticas pueden hacer que escupa lamayor parte de la información que poseesu mente mejorada.

Analizo sus expresiones somáticas,observando cómo traicionan la

reducción progresiva de su inteligencia.La regresión es inconfundible.Y entonces se detiene.Reynolds ha encontrado el

equilibrio. Estoy apabullado. Ha sidocapaz de quebrar el bucle recurrente. Hadetenido la ofensiva más sofisticada quepodía dirigirle.

A continuación, invierte el dañocausado. Incluso partiendo de unacapacidad reducida, puede corregir elequilibrio de neurotransmisores. Encuestión de segundos, Reynolds harecuperado todo su potencial.

Yo también he sido transparente paraél. Durante nuestra conversación ha

deducido que yo he investigado losbucles recurrentes, y mientras noscomunicábamos, creó un antídotogenérico sin que yo me diera cuenta.

Luego observó los detalles de miataque específico mientras estaba enmarcha, y aprendió cómo invertir susefectos. Estoy maravillado por sucomprensión, su velocidad y su sigilo.

Él reconoce mi habilidad. <Unatécnica muy interesante; apropiada,considerando que estás volcado en timismo. No me di cuenta de nadacuando...> Abruptamente me proyectauna firma somática diferente, una quereconozco. La usó cuando caminó detrás

de mí en el supermercado, hace tresdías. El pasillo estaba atestado; a mialrededor había una anciana, jadeandotras su filtro de aire, y un adolescenteflaco flipando con ácido que llevaba unacamisa de cristal líquido con pautaspsicodélicas móviles. Reynolds se pusodetrás de mí, con la mente dirigida a lasbaldas de revistas porno. Su vigilanciano le informó acerca de mis buclesrecurrentes, pero sí que le permitióformarse una idea más detallada de mimente.

Es una posibilidad que habíaprevisto. Reformulo mi psique,añadiéndole elementos al azar para

hacerme impredecible. Ahora lasecuaciones de mi mente guardan muypoca semejanza con las de miconsciencia normal, socavandocualquier suposición que Reynoldspueda haber hecho, y volviendoinefectiva cualquier arma que tengadiseñada para atacar específicamente mipsique.

Proyecto el equivalente de unasonrisa.

Reynolds me devuelve la sonrisa.<¿Alguna vez has pensado en...?> Derepente proyecta sólo silencio. Está apunto de hablar, pero no puedo predecirlo que va a decir. Entonces llega en

forma de susurro:—¿... órdenes de autodestrucción,

Greco?Mientras lo dice, una laguna en mi

reconstrucción de su mente se llena yrebosa, con sus implicaciones tocandotodo lo que sé sobre él. Se refiere a laPalabra: la frase que, cuando sepronuncia, destruye la mente de quien laescucha. Reynolds sostiene que el mitoes cierto, que cada mente tiene undisparador semejante incorporado; quepara cada persona existe una frase quepuede volverla idiota, lunática ocatatónica. Y sostiene que conoce lafrase adecuada para mí.

Desconecto automáticamente todoslos datos sensoriales, dirigiéndolos auna zona intermedia de memoria a cortoplazo. Luego creo una simulación de mipropia consciencia para que reciba losdatos y los absorba a velocidadreducida. Como metaprogramador,observaré las ecuaciones de lasimulación indirectamente. Sólo recibirérealmente la información sensorialdespués de que su seguridad haya sidoconfirmada. Si la simulación resultadestruida, mi consciencia deberíaquedar aislada, y rastrearé los pasosindividuales que conducen hasta elestallido y deduciré de ellos unas

normas para reprogramar mi psique.Para cuando Reynolds ha acabado

de pronunciar mi nombre lo tengo todoorganizado; su siguiente frase podría serla orden de destrucción. Ahora recibolos datos sensoriales con un retardo deciento veinte milisegundos.

Reexamino mi análisis de la mentehumana, buscando explícitamentepruebas que verifiquen su declaración.

Mientras tanto le respondo conligereza y espontaneidad. <Atácame conlo mejor que tengas.>

<No te preocupes; no está en lapunta de mi lengua.>

Mi búsqueda encuentra algo. Me

maldigo: existe una puerta trasera muysutil al diseño de una psique, y me hafaltado la percepción necesaria paraadvertirla. Mientras que mi arma fuecreada por la introspección, la suya esalgo que sólo podría fabricar unmanipulador.

Reynolds sabe que he alzado misdefensas. ¿Estará diseñado sudisparador para rodearlas? Sigodeduciendo la naturaleza de las accionesde la orden de activación.

<¿A qué esperas?> Confia en queaunque yo disponga de más tiempo nopodré construir una defensa.

Intenta adivinarlo Qué presumido.

¿Realmente puede jugar conmigo tanfácilmente?

Llego a una descripción teórica delos efectos del disparador en losnormales. Una sola orden puede reducircualquier mente subinteligente a unatabula rasa, pero para una mentemejorada se necesitan ciertasmodificaciones a medida, cuya extensiónno puedo determinar. El borrado tienesíntomas discernibles sobre los quepuede alertarme mi simulación, peroesos síntomas son los de un proceso queyo puedo calcular. Por definición, laorden de destrucción es esa ecuaciónespecífica que está mas allá de mi

capacidad de imaginación. ¿Podríavenirse abajo mi metaprogramadormientras diagnostica el estado de lasimulación?

<¿Has usado la orden de destruccióncon los normales?> Comienzo a hacercálculos de lo que se necesita paragenerar una orden de destrucción amedida.

<Una vez, como experimento, con untraficante de droga. Luego oculté laspruebas con un golpe en la sien.>

Se hace obvio que la generación esuna tarea colosal. Generar un disparadorrequiere un conocimiento íntimo de mimente; extrapolo lo que puede haber

aprendido de mí. No parece suficiente,dada mi capacidad de reprogramación,pero puede tener técnicas deobservación que me sean desconocidas.Soy muy consciente de la ventaja que haobtenido estudiando el mundo exterior.

<Tendrás que hacerlo muchas vecesmás.>

Su pena es evidente. Su plan nopuede ejecutarse sin más muertes: las delos humanos normales, por necesidadestratégica, y las de algunos de susayudantes mejorados, cuya tentación dealcanzar mayores alturas sería unestorbo. Después de usar su orden,Reynolds puede reprogramarlos —o

reprogramarme a mí— como idiotassabios, con intenciones limitadas yautometaprogramadores restringidos.Esas muertes son un coste necesario desu plan.

<Nunca he dicho que fuera unsanto.>

Sólo un salvador.Puede que los normales le

consideren un tirano, porque leconfundirán con uno de ellos, y nunca sehan fiado de su propio juicio. No puedenni atisbar que Reynolds está a la alturade la tarea que se ha fijado. Su juicio esóptimo en lo que se refiere a susasuntos, y las ideas de codicia y

ambición de los normales no se aplicana una mente mejorada.

Con un gesto histriónico, Reynoldslevanta la mano, con el índice extendido,como para insistir en un argumento. Notengo la suficiente información comopara generar una orden de destrucciónpara él, así que por el momento sólopuedo procurar defenderme. Si puedosobrevivir a su ataque, puede que tengatiempo de lanzar otro a mi vez.

Con el dedo alzado, dice:—Comprende.Al principio no lo consigo. Y luego,

horrorizado, comprendo.No ha diseñado la orden para ser

hablada; no es un disparador sensorialen absoluto. Es un disparador derecuerdos: la orden está compuesta deuna cadena de percepciones,individualmente inofensivas, que hacolocado en mi cerebro como bombasde relojería. Las estructuras mentalesque se formaron a consecuencia de esosrecuerdos se están organizando en unapauta, formando una gestalt que definemi disolución. Yo mismo estoy creandola Palabra.

Al instante mi mente se pone atrabajar más velozmente que nunca.Contra mi voluntad, comienza ainsinuárseme una percepción letal.

Intento detener las asociaciones, peroestos recuerdos no pueden sersuprimidos.

El proceso sucede inexorablemente,como consecuencia de mi consciencia, ycomo un hombre que cae desde una granaltura, me veo obligado a seguirmirando.

Transcurren milisegundos. Mimuerte pasa ante mis ojos.

Una imagen del supermercadocuando Reynolds pasó a mi lado. Lacamisa psicodélica que llevaba el chico;Reynolds había programado lasecuencia para que implantase unaimpresión en mí, asegurándose de que

mi psique reprogramada «al azar»siguiera siendo receptiva. Ya entonces.

No hay tiempo. Lo único que puedohacer es metaprogramarme de nuevo alazar, a un ritmo vertiginoso.

Un acto de desesperación,posiblemente una mutilación.

Los sonidos extrañamentemodulados que oí cuando entré en elapartamento de Reynolds. Absorbí laspercepciones letales antes de haberalzado ninguna defensa.

Hago trizas mi psique, pero aun asíla conclusión se hace cada vez másevidente, la solución cada vez másnítida.

Yo mismo, construyendo lasimulación. Al diseñar esas estructurasdefensivas obtuve la perspectivanecesaria para reconocer la gestalt.

Admito que es más perspicaz que yo.Es un buen augurio para su empresa. Elpragmatismo es mucho más útil para unsalvador que la estética.

Me pregunto qué planea hacerdespués de haber salvado al mundo.

Comprendo la Palabra, y los mediospor los que opera, y de esta forma medisuelvo.

Dividido entre cero

1

Dividir un número entre cero no dacomo resultado un número infinitamentegrande. La razón es que la división sedefine como una multiplicación a lainversa: si se divide entre cero, y luegose multiplica por cero, deberíarecuperarse el número con el que secomenzó. Sin embargo, multiplicarinfinito por cero da como resultadocero, y ningún otro número. No hay nadaque pueda ser multiplicado por cero

para dar un resultado que no sea cero;por tanto, el resultado de una divisiónentre cero está literalmente«indefinido».

1a

Renee estaba mirando por la ventanacuando la señora Rivas se acercó a ella.

—¿Te vas al cabo de una semanasolamente? La verdad es que no llega aser un auténtico internamiento.

Dios sabe que yo todavía mequedaré mucho tiempo aquí.

Renee se obligó a sonreírcortésmente.

—Seguro que no será mucho tiempo.

—La señora Rivas era la manipuladorade la sala; todo el mundo sabía que susintentos eran meros gestos, pero losasistentes la vigilaban cuidadosamenteno fuera a conseguirlo por accidente.

—Ja. Ya les gustaría que me fuese.¿Sabes qué indemnizaciones puedentener que pagar si uno se muere mientrassigue en estado?

—Sí, lo sé.—Eso es lo único que les preocupa,

lo sé bien. Siempre con susindemnizaciones...

Renee se volvió y dedicó de nuevosu atención a la ventana, observandocómo un intercontinental se abría camino

por el cielo.—¿Señora Norwood? —la llamó

una enfermera—. Su marido está aquí.Renee dirigió otra sonrisa cortés a la

señora Rivas y se fue.

1b

Carl firmó una vez más y finalmentelas enfermeras se llevaron los impresospara archivarlos.

Recordó el día en que habíainternado a Renee, y pensó en todas laspreguntas típicas de la primeraentrevista. Las había respondido conestoicismo.

—Sí, es catedrática de matemáticas.

Sale en el Quién es quién.—No, yo soy biólogo.Y:—Me dejé una caja de diapositivas

que necesitaba.—No, no es posible que ella lo

supiera.Y, tal y como esperaba:—Sí, así es. Fue hace unos veinte

años, cuando era estudiante dedoctorado.

—No, intenté tirarme.—No, Renee y yo no nos

conocíamos por aquel entonces.Y una y otra vez.Ahora estaban convencidos de que

él era capaz y apoyaba a su esposa, yestaban dispuestos a dejar salir a Reneepara someterla a un programa externo detratamiento.

Volviendo la vista atrás, Carl sesentía sorprendido de forma abstracta.Salvo durante un momento, no habíasufrido ninguna sensación de déjà vu enabsoluto con el hospital, los médicos,las enfermeras: la única sensación quele embargaba era de insensibilidad, depura repetición tediosa.

2

Existe una «prueba» muy conocidaque demuestra que uno es igual a dos.

Comienza con varias definiciones: «Si a= 1; si b = 1». Termina con la conclusión«a = 2a», es decir, uno es igual a dos.Escondida de forma poco notable en elmedio hay una división entre cero, y enese punto la prueba se ha extralimitado,vaciando y anulando todas las reglas.Dar por buena una división entre ceropermite no sólo probar que uno y dosson iguales, sino que dos númeroscualesquiera —reales o imaginarios,racionales o irracionales— son iguales.

2a

En cuanto ella y Carl volvieron acasa, Renee fue a la mesa de su

despacho y comenzó a darle la vuelta atodos los papeles, agrupándolos a ciegasen un montón; hacía muecas cada vezque una esquina de una página se volvíahacia arriba mientras la manipulaba.Pensó en quemar las páginas, pero esosería meramente simbólico.

Conseguiría lo mismo si se limitabasencillamente a no volver a mirarlas.

Los médicos lo describiríanprobablemente como comportamientoobsesivo. Renee frunció el ceño,acordándose de la indignidad de serpaciente de esos idiotas. Recordabacuando se encontraba en estado suicida,en la sala cerrada con llave, bajo la

observación supuestamente continua delos asistentes. Y las entrevistas con losmédicos, que eran tan paternalistas, tanobvios. Ella no era una manipuladoracomo la señora Rivas, pero en realidadera muy fácil. Sólo tenías que decir:«Me doy cuenta de que no estoy bientodavía, pero me siento mejor», y teconsideraban casi lista para salir.

2b

Carl observó durante un momento aRenee desde la entrada, antes de pasaral recibidor. Recordaba el día, hacía yados décadas, en que él mismo habíasalido. Sus padres le habían recogido, y

en el viaje de vuelta su madre habíahecho algunos comentarios estúpidossobre lo contento que estaría todo elmundo de verle, y él apenas pudocontenerse para no quitarse el brazo deella de los hombros.

Había hecho por Renee lo quehubiera apreciado para sí mismo duranteel periodo en que estuvo enobservación. Había acudido a visitarlatodos los días, aunque al principio ellase negara a verle, de forma que noestuviera ausente en el momento en elque ella sí que quisiera verle. A veceshablaban, y otras se limitaban a pasearpor los terrenos. No encontraba nada

que reprochar en su comportamiento, ysabía que ella lo apreciaba.

Sin embargo, pese a todos susesfuerzos, no sentía por ella más que unacierta obligación.

3

En los Principia Mathematica,Bertrand Russell y Alfred Whiteheadintentaron aportar unos cimientosrigurosos a las matemáticas usandocomo base la lógica formal. Empezaroncon lo que consideraban como axiomas,y usaron éstos para derivar teorías decomplejidad creciente. Hacia la página362, habían establecido evidencia

suficiente para demostrar que «1 + 1 =2».

3a

Con siete años, mientras curioseabaen la casa de un pariente, Renee se habíaquedado hechizada al descubrir loscuadrados perfectos de las suavesbaldosas de mármol que formaban elsuelo. Una sola, dos filas de dos, tresfilas de tres, cuatro filas de cuatro: lasbaldosas encajaban entre sí formando uncuadrado. Por supuesto.

Se mirase por el lado que se mirase,daba el mismo resultado. Y lo que eramás, cada cuadrado era mayor que el

anterior en un número impar debaldosas. Fue una epifanía. Laconclusión era necesaria: laacompañaba una sensación de serapropiada, confirmada por el tactosuave y frío de las baldosas. Y la formaen que éstas encajaban entre sí, con unaslíneas increíblemente finas donde seencontraban; ante esa precisión, habíasentido escalofríos.

Más tarde vinieron otraspercepciones, otros logros. Laasombrosa tesis doctoral a losveintitrés, la serie de artículosaclamados; la gente la comparaba conVon Neumann, las universidades se la

disputaban. Nunca le había prestadodemasiada atención a todo eso. A lo quesí que prestaba atención era a aquellasensación de ser apropiado que poseíacada teorema que aprendía, taninsistente como la fisicidad de lasbaldosas, y tan exacta como su encaje.

3b

Carl pensaba que la persona que erahoy en día había nacido después de suintento, cuando conoció a Laura.

Después de salir del hospital notenía ganas de ver a nadie, pero unamigo suyo había conseguidopresentarle a Laura. Al principio había

intentado alejarla de él, pero ella habíapersistido. Le amó mientras estabadolorido, y le dejó marchar cuandoquedó curado. Al conocerla, Carl habíaaprendido todo sobre la empatía, y habíarenacido.

Laura había seguido su caminodespués de conseguir su propialicenciatura, mientras que él se quedó enla universidad doctorándose en biología.Sufrió diversas crisis y se sintiódescorazonado más adelante en su vida,pero nunca volvió a sentirdesesperación.

Carl se maravillaba cuando pensabaen el tipo de persona que ella era. No

había hablando con ella desde launiversidad. ¿Cómo habría sido su vidaa lo largo de los años? Se preguntaba aquién más habría amado. Muytempranamente había reconocido quétipo de amor era, y cuál no era, y lovaloraba inmensamente.

4

A comienzos del siglo XIX, losmatemáticos comenzaron a explorargeometrías que se diferenciaban de lageometría euclidiana; estas geometríasalternativas producían resultados queparecían completamente absurdos, perono producían contradicciones lógicas.

Más adelante se demostró que estasgeometrías no euclidianas eranconsistentes respecto a la geometríaeuclidiana: eran lógicamenteconsistentes siempre y cuando seasumiese que la geometría euclidianaera consistente.

La prueba de la consistencia de lageometría euclidiana escapaba a losmatemáticos. Hacia el final del sigloXIX, lo mejor que se había conseguidoera una prueba de que la geometríaeuclidiana era consistente siempre ycuando la aritmética fuera consistente.

4a

En aquel momento, cuando todoempezó, Renee había pensado que no setrataba más que de una molestia.

Se había dirigido pasillo abajo yhabía llamado a la puerta abierta deldespacho de Peter Fabrisi.

—Pete, ¿tienes un momento?Fabrisi separó el sillón de su mesa.—Claro, Renee. ¿Qué sucede?Renee entró, sabiendo cuál iba a ser

la reacción de él. Nunca antes habíapedido a nadie del departamentoconsejo sobre un problema; siemprehabía sido a la inversa. No importaba.

—Me preguntaba si podrías hacermeun favor. ¿Recuerdas lo que te conté

hace un par de semanas, sobre elformalismo que estaba desarrollando?

Él asintió.—Ése con el que estabas

reescribiendo los sistemas de axiomas.—Exacto. Bueno, hace unos días

empecé a obtener conclusionesrealmente ridículas, y ahora miformalismo se está contradiciendo a símismo. ¿Podrías echarle un vistazo?

La expresión de Fabrisi era comoesperaba.

—¿Quieres que...? Claro, encantadode hacerlo.

—Estupendo. El problema está enlos ejemplos de las primeras páginas; el

resto es sólo para que tengas lasreferencias. —Entregó a Fabrisi un fajofino de papeles—. He pensado que si telo explicaba sólo conseguiría que teencontrases con las mismas cosas queyo.

—Probablemente tienes razón. —Fabrisi miró las primeras páginas—. Nosé cuánto voy a tardar.

—No hay prisa. Cuando tengas laoportunidad, mira sólo si alguna de missuposiciones parece un poco dudosa,cualquier cosa como ésa. Voy a seguirtrabajando en ello, así que ya te contarési se me ocurre algo. ¿De acuerdo?

Fabrisi sonrió.

—Seguro que esta tarde vuelves yme dices que has averiguado cuál era elproblema.

—Lo dudo: esto necesita una miradanueva.

Él alzó las manos.—Lo voy a intentar.—Gracias. —No era probable que

Fabrisi comprendiera completamente suformalismo, pero lo único quenecesitaba era alguien que pudieracomprobar sus aspectos más mecánicos.

4b

Carl había conocido a Renee en unafiesta que daba un colega suyo. Se había

quedado prendado de su cara.Era una cara notablemente

inexpresiva, y la mayor parte del tiempoparecía bastante sombría, pero durantela fiesta la vio sonreír dos veces yfruncir el ceño una vez; en esosmomentos, todo su semblante adoptabaesa expresión como si nunca hubieraconocido una distinta. Carl se habíasentido sorprendido: podía reconoceruna cara que sonreía con frecuencia, ouna cara que fruncía el ceño confrecuencia, aunque no tuviera arrugas.Sintió curiosidad por saber cómo eraposible que la cara de ella hubieraconseguido una familiaridad tan grande

con tantas expresiones, y sin embargonormalmente no revelara nada.

Le llevó mucho tiempo comprendera Renee, leer sus expresiones. Perohabía merecido la pena, definitivamente.

Ahora Carl estaba sentado en elsillón de su despacho, con un ejemplardel último número de Biología marinaen el regazo, y escuchaba el sonido queRenee hacía al arrugar un papel tras otroen su despacho al otro lado delrecibidor. Había estado trabajando todala tarde, cada vez más frustrada, comose podía oír claramente, aunque habíamantenido su habitual cara de poker laúltima vez que había ido a verla.

Dejó la revista a un lado, se levantódel sillón y caminó hasta la entrada deldespacho de ella. Tenía un libro abiertosobre la mesa; las páginas estabanrepletas de las habituales ecuacionesjeroglíficas, entremezcladas concomentarios en ruso.

Pasó la vista sobre parte delmaterial, lo desechó con un fruncir elceño apenas perceptible, y cerró el librode golpe. Carl la oyó murmurar lapalabra «inútil», y luego ella volvió aponer el libro en la estantería.

—Vas a hacer que te suba la presiónsanguínea si sigues así —bromeó Carl.

—No seas paternalista.

Carl se quedó sorprendido.—No lo soy.Renee se volvió para mirarle y le

observó ferozmente.—Sé cuándo soy capaz de trabajar

de forma productiva y cuándo no.Se quedó helado.—Entonces no te molestaré. —Y se

retiró.—Gracias. —Ella volvió su

atención a las estanterías. Carl se fue,intentando descifrar esa mirada.

5

En el Segundo CongresoInternacional de Matemáticas de 1900,

David Hilbert propuso una lista de losque consideraba los veintitrésproblemas matemáticos sin resolver másimportantes. El segundo punto de la listaera la petición de una prueba de laconsistencia de la aritmética. Esa pruebaaseguraría la consistencia de buenaparte de las matemáticas de gradosuperior. Lo que esta prueba debíagarantizar, en esencia, era que no sepudiera nunca probar que uno es igual ados. Pocos matemáticos consideraronesto como un asunto de importancia.

5a

Renee había adivinado lo que

Fabrisi iba a decir antes de que abriesela boca.

—Es lo más extraño que he vistonunca. ¿Conoces ese juguete para bebésen el que tienes que encajar bloques dediferentes formas en los huecoscorrespondientes? Leer tu sistemaformal es como ver a alguien quecogiera un solo bloque y lo metiera entodos los huecos del juguete,consiguiendo que encajase cada vez.

—Así pues, ¿no puedes encontrar elerror?

Él negó con la cabeza.—Yo no. Me he metido en el mismo

bache que tú: sólo puedo pensar en el

sistema de una sola forma.Renee ya no estaba en un bache: se

le había ocurrido una aproximacióncompletamente diferente a la cuestión,pero ésta sólo confirmaba lacontradicción inicial.

—Bueno, gracias por intentarlo.—¿Vas a pedirle a alguien más que

lo examine?—Sí, creo que se lo enviaré a

Callahan, en Berkeley. Nos hemosestado escribiendo desde la conferenciade la primavera pasada.

Fabrisi asintió.—Me quedé muy impresionado con

su último artículo. Avísame si puede

encontrar el problema: tengo curiosidad.Renee hubiera usado para lo que

sentía una palabra más fuerte que«curiosidad».

5b

¿Estaba Renee frustrada con sutrabajo? Carl sabía que ella nunca habíaconsiderado que las matemáticas fueranrealmente difíciles, sólo un buen desafíointelectual. ¿Podría ser que por primeravez estuviera encontrándose conproblemas contra los que no podía hacerprogresos? ¿O no era así comofuncionaban las matemáticas enabsoluto? El propio Carl era

estrictamente experimentalista; enrealidad, no sabía cómo Renee creabanuevas matemáticas. Sonaba tonto, peroa lo mejor se estaba quedando sin ideas.Renee era demasiado mayor para sufrirla desilusión del niño prodigio alconvertirse en un adulto normal. Porotro lado, muchos matemáticosalcanzaban la cúspide de su trabajoantes de los treinta años, y ella podríaestar preocupándose de entrar a formarparte de esa estadística, aunque fueracon varios años de retraso.

No parecía probable. Considerósuperficialmente otras posibilidades.¿Podría ser que estuviera desencantada

de la vida académica? ¿Consternadaporque su investigación se hubieravuelto superespecializada?

¿O simplemente cansada de sutrabajo?

Carl no creía que esas ansiedadesfueran la causa del comportamiento deRenee; podía imaginarse lasimpresiones que percibiría si fuera éseel caso, y no encajaban con lo queestaba notando. Fuera lo que fuera loque molestaba a Renee, era algo que nopodía ni imaginarse, y eso le perturbaba.

6

En 1931, Kurt Gödel demostró dos

teoremas. El primero muestra, de hecho,que las matemáticas contienenafirmaciones que pueden ser ciertas,pero son intrínsecamente imposibles deprobar. Incluso un sistema formal tansimple como la aritmética permiteafirmaciones que son precisas,significativas y que parecen ciertas contoda seguridad, pero que sin embargo nopueden ser probadas por mediosformales.

Su segundo teorema muestra que laproclamación de la consistencia de laaritmética es una afirmación de ese tipo;no puede probarse por ningún mediousando los axiomas de la aritmética.

Esto es, la aritmética como sistemaformal no puede garantizar que noproducirá resultados como «1 = 2»;estas contradicciones pueden no habersido detectadas nunca, pero esimposible probar que nunca lo serán.

6a

Una vez más, había acudido aldespacho de ella. Renee levantó la vistade su mesa y miró a Carl; él empezó condecisión:

—Renee, está claro que...Ella le cortó en seco.—¿Quieres saber lo que me está

molestando? De acuerdo, te lo diré. —

Renee sacó una hoja de papel en blancoy se sentó ante su mesa—. Espera;tardaré un poco. —Carl volvió a abrir laboca, pero Renee le hizo un gesto paraque se callase. Aspiró profundamente ycomenzó a escribir.

Trazó una línea a lo largo del centrode la página, dividiéndola en doscolumnas. En la cabecera de una deellas escribió el número «1», y en laotra escribió «2». Debajo garabateóvarios símbolos, y en las líneasinferiores los expandió en hileras deotros símbolos distintos. Apretaba lasmandíbulas mientras escribía: formarlos signos era como pasar las uñas por

una pizarra.Con la página llena hasta los dos

tercios, Renee comenzó a reducir laslargas hileras de símbolos cada vez más.Y ahora el toque maestro, pensó. Se diocuenta de que estaba apretando confuerza el papel; hizo un esfuerzoconsciente para coger el lápiz másrelajadamente. En la siguiente línea queescribió, las hileras se volvieronidénticas. Escribió un «=» enfáticosobre la línea central al final de lapágina.

Entregó la hoja a Carl. Él la miró,indicando su incomprensión.

—Mira la parte de arriba. —Lo hizo

—. Ahora mira la parte de abajo.Él frunció el ceño.—No lo entiendo.—He descubierto un formalismo que

permite igualar cualquier número concualquier otro número. Esa páginademuestra que uno y dos son iguales.Toma los números que desees; puedodemostrar que también son iguales.

Carl parecía estar intentandorecordar algo.

—Se trata de una división entrecero, ¿verdad?

—No. No hay operacionesilegítimas, no hay términos maldefinidos, no hay axiomas

independientes que estén implícitamenteasumidos, no hay nada. La demostraciónno emplea absolutamente nada que estéprohibido.

Carl negó con la cabeza.—Espera un momento.

Evidentemente, uno y dos no son lomismo.

—Pero formalmente sí: tienes laprueba en la mano. Todo lo que he usadoestá dentro del campo de lo que seacepta como absolutamente indiscutible.

—Pero entonces has encontrado unacontradicción.

—Exacto. La aritmética comosistema formal es inconsistente.

6b

—¿Quieres decir que no puedesencontrar el error que has cometido?

—No, no me estás escuchando.¿Crees que sólo se trata de que estoyfrustrada por algo así? No hay ningúnfallo en la demostración.

—¿Estás diciendo que hay algúnerror en lo que está comúnmenteaceptado?

—Eso es.—Pero, ¿estás...? —Se detuvo, pero

era tarde. Ella le miró ferozmente. Claroque estaba segura. Pensó en lo que ellaestaba insinuando.

—¿No lo ves? —preguntó Renee—.Acabo de refutar la mayor parte de lasmatemáticas; ahora ya no tienen sentido.

Se estaba inquietando, casi turbando;Carl eligió sus palabras con cuidado.

—¿Cómo puedes decir eso? Lasmatemáticas siguen funcionando. Elmundo científico y el económico no vana venirse abajo de repente porque tehayas dado cuenta de esto.

—Eso es porque las matemáticasque usan son puro truco. Es una técnicamnemónica, como contar con losnudillos para saber qué meses tienentreinta y un días.

—Eso no es lo mismo.

—¿Y por qué no? Ahora lasmatemáticas no tienen absolutamentenada que ver con la realidad. Al cuernolos conceptos como los númerosimaginarios o los infinitesimales. Lamaldita adición de enteros ya no tienenada que ver con contar con los dedos.Uno más uno siempre darán dos con losdedos, pero en papel te puedo dar unnúmero infinito de respuestas, y sontodas igualmente válidas, lo quesignifica que son todas igualmenteerróneas.

Puedo escribir el teorema máselegante que hayas visto jamás, y notendrá más significado que una ecuación

de broma. —Lanzó una risa amarga—.Los positivistas decían que todas lasmatemáticas son una tautología. Seequivocaban: en realidad, son unacontradicción.

Carl intentó otro ángulo.—Espera un momento. Acabas de

mencionar los números imaginarios.¿Por qué es peor este caso que lo quepasó con ellos? Antes los matemáticoscreían que eran absurdos, pero ahoraestán aceptados y son básicos. Ésta es lamisma situación.

—No es lo mismo. La solución enese caso fue sencillamente expandir elcontexto, y aquí no servirá de nada.

Los números imaginarios añadieronalgo nuevo a las matemáticas, pero miformalismo está redefiniendo lo que yaexiste.

—Pero si cambias el contexto, si lositúas bajo una nueva perspectiva...

Ella alzó los ojos, exasperada.—¡No! Esto se sigue de los axiomas

con la misma seguridad que la adición;no hay forma de evitarlo.

Puedes creerme.

7

En 1936, Gerhard Gentzen aportóuna prueba de la consistencia de laaritmética, pero para hacerlo tuvo que

usar una técnica polémica conocidacomo inducción transfinita. Esta técnicano se encuentra entre los métodoshabituales de las demostraciones, ydifícilmente parecía apropiada paragarantizar la consistencia de laaritmética.

Lo que Gentzen había hecho erademostrar lo obvio suponiendo lacerteza de algo que era dudoso.

7a

Callahan la había llamado desdeBerkeley, pero no pudo ofrecerleninguna ayuda. Le dijo que seguiríaexaminando el trabajo de ella, pero que

parecía que había dado con algofundamental y perturbador. Quería sabercuáles eran sus planes de publicación desu formalismo, porque si en efectocontenía un error que ninguno de ellospodía encontrar, otras personas de lacomunidad de matemáticos seguramentelo conseguirían.

Renee apenas había podido oírlemientras hablaba, y masculló que levolvería a llamar. Últimamente habíatenido dificultades para hablar con lagente, especialmente desde la discusióncon Carl; los otros miembros deldepartamento habían tomado lacostumbre de evitarla. Ya no podía

concentrarse, y la noche anterior habíatenido una pesadilla en la que descubríaun formalismo que le permitía traducirconceptos arbitrarios a expresionesmatemáticas: luego había demostradoque la vida y la muerte eranequivalentes.

Eso era algo que la asustaba: laposibilidad de que estuviera perdiendola cabeza. Ciertamente, estabaperdiendo la claridad de pensamiento,lo que era algo muy parecido.

Vaya mujer ridícula que estoy hecha,se riñó a sí misma. ¿Acaso Gödel quisosuicidarse después de demostrar suteorema de la incompletitud?

Pero ése era hermoso, numinoso, unode los teoremas más elegantes queRenee había visto jamás.

Su propia prueba se mofaba de ella,la ridiculizaba. Como un rompecabezasen un libro de acertijos, te decía: tepillé, te has saltado completamente elerror, a ver si puedes ver dónde hasmetido la pata; sólo para volverse ydecirte: te pillé otra vez.

Supuso que Callahan debía estarreflexionando sobre las implicacionesque el descubrimiento de ella tenía paralas matemáticas. Gran parte de lasmatemáticas no tenían ningunaaplicación práctica; existían únicamente

como teoría formal, estudiadas por subelleza intelectual. Pero eso no duraríamucho tiempo; una teoría que secontradecía a sí misma era tan absurdaque la mayoría de los matemáticos laabandonarían, asqueados.

Lo que realmente enfurecía a Reneeera la forma en que su propia intuiciónla había traicionado. El maldito teorematenía sentido; a su propia maneraperversa, lo sentía como algoapropiado. Lo entendía, sabía por quéera cierto, creía en él.

7b

Carl sonreía cuando pensaba en el

cumpleaños de ella.—¡No puedo creerlo! ¿Cómo es

posible que lo sepas? —Ella bajabacorriendo las escaleras, con un jersey enla mano.

El verano anterior habían ido aEscocia de vacaciones, y en una tiendade Edimburgo había un jersey que Reneehabía estado mirando pero que nocompró. Él lo había pedido por correo,y lo había puesto en el cajón de ellapara que lo encontrase esa mañana.

—Eres tan transparente —bromeóél. Ambos sabían que no era verdad,pero le gustaba decírselo.

Eso había sido dos meses antes.

Sólo dos meses.Ahora la situación reclamaba un

cambio de ritmo. Carl entró en eldespacho de ella, y encontró a Reneesentada en su sillón, mirando por laventana.

—Adivina qué he preparado.Ella levantó la vista.—¿El qué?—Reservas para el fin de semana.

Una habitación en el Biltmore. Podemosrelajarnos y no hacer absolutamentenada...

—Por favor, para —dijo Renee—.Sé lo que estás intentando hacer, Carl.Quieres que hagamos algo agradable y

distraído para apartar de mi mente esteformalismo. Pero no va a funcionar. Nosabes cómo me obsesiona esta cosa.

—Vamos, vamos. —Le cogió lasmanos para levantarla del sillón, peroella se apartó. Carl se quedó parado unmomento, y de repente ella se volvió yle miró a los ojos.

—¿Sabes que me he sentido tentadade tomar barbitúricos? Casi desearía seridiota, para no tener que pensar en ello.

Él se quedó desconcertado. Sinsaber qué terreno pisaba, dijo:

—¿Por qué no intentas por lo menosirte una temporada? No puede hacertedaño, y quizá te sacará esto de la

cabeza.—No es algo que pueda sacarme de

la cabeza. No lo entiendes.—Pues explícamelo.Renee suspiró y se dio la vuelta para

pensar un momento.—Es como si todo lo que veo me

gritase que existe esa contradicción —dijo—. Me paso todo el rato igualandonúmeros.

Carl se quedó callado. Luego, consúbita comprensión, dijo:

—Como los físicos clásicosenfrentados a la mecánica cuántica.Como si una teoría en la que siemprehas creído fuese sustituida, y la nueva no

tuviera sentido, pero de alguna formatodas las pruebas la respaldasen.

—No, no es así en absoluto. —Surechazo era casi despectivo—. Esto notiene nada que ver con las pruebas; estodo a priori.

—¿Dónde está la diferencia? ¿No setrata entonces tan sólo de la prueba de turazonamiento?

—Dios, ¿estás de broma? Es ladiferencia entre que yo mida que uno ydos tienen el mismo valor, y que lointuya. Ya no puedo mantener elconcepto de cantidades distintas en mimente; todas me parecen iguales.

—No hablarás en serio —dijo él—.

Nadie podría experimentar realmenteeso; es como creer en seis cosasimposibles antes del desayuno.

—¿Cómo vas a saber tú lo que yopuedo experimentar?

—Estoy intentando entenderte.—No te molestes.A Carl se le acabó la paciencia.—De acuerdo, entonces. —Salió de

la habitación y canceló las reservas.Apenas hablaron después de

aquello, cruzando la palabra sólocuando era necesario. Fue tres díasdespués cuando a Carl se le olvidó lacaja de diapositivas que necesitaba, yvolvió a casa, y encontró la nota de ella

sobre la mesa.Carl intuyó dos cosas en los

instantes que siguieron. La primera se leocurrió mientras corría por la casa,preguntándose si ella habría podidoconseguir cianuro del departamento dequímica: se dio cuenta de que, como nopodía entender lo que la había llevado ahacer algo así, no podía sentir nada porella.

La segunda intuición le llegómientras aporreaba la puerta deldormitorio, gritándole a ella, que estabadentro: tuvo una sensación de déjà vu.Fue el único momento en que lasituación le parecería familiar, y sin

embargo grotescamente invertida.Recordaba estar al otro lado de unapuerta cerrada, en el tejado de unedificio, oyendo a un amigo queaporreaba la puerta y le gritaba que nolo hiciera. Y estando allí ante la puertadel dormitorio, podía oír los sollozos deella, tirada en el suelo y paralizada devergüenza, exactamente igual que habíaestado él en su situación.

8

Hilbert dijo: «Si el pensamientomatemático es defectuoso, ¿dóndeencontraremos verdad y certidumbre?».

8a

¿Su intento de suicidio la marcaríade por vida? Renee se lo preguntaba.Alineó las esquinas de los papeles sobresu mesa. ¿La tratarían los demás a partirde ahora, quizá inconscientemente, comosi fuera inconstante o inestable? Nuncahabía preguntado a Carl si él habíasentido esas ansiedades, quizá porquenunca había considerado que su intentodijese nada malo de él. Había sucedidohacía muchos años, y cualquiera que leviera ahora le identificaría de inmediatocomo una persona sólida.

Pero Renee no podía decirlo de símisma. Ahora era incapaz de discutir de

matemáticas de forma inteligible, y noestaba segura de si jamás podría volvera hacerlo. Si sus colegas la pudieran verahora, sencillamente dirían que habíaperdido el toque.

Tras acabar con su mesa, Reneesalió de su despacho y fue a la sala deestar. Después de que su formalismocirculase entre la comunidad académica,se haría necesaria una revisión a fondode las bases establecidas de lasmatemáticas, pero afectaría sólo a unospocos de la forma en que le habíaafectado a ella. La mayoría secomportaría como Fabrisi; seguiría laprueba mecánicamente, se convencería,

pero nada más. Las únicas personas quelo sentirían casi tan agudamente comoella eran los que podían realmentepercibir la contradicción, los que podíanintuirla. Callahan era uno de ellos; sepreguntó cómo se lo estaría tomando conel paso de los días.

Renee dibujó una pauta de curvassobre el polvo de una mesita. Antes,podría haber sacado ociosamente losparámetros de la curva, y examinadoalgunas de sus características. Ahora yano parecía tener sentido. Todas susvisualizaciones se venían abajo.

Ella, como muchos, siempre habíapensando que las matemáticas no

derivaban su significado del universo,sino que más bien le imponían a éstecierto significado. Las entidades físicasno eran más o menos importantes unasque otras, no eran parecidas o distintas;simplemente eran, existían. Lasmatemáticas eran completamenteindependientes, pero de hecho daban unsignificado semántico a esas entidades,aportando categorías y relaciones.

No describían ninguna cualidadintrínseca, meramente una posibleinterpretación.

Pero ya no. Las matemáticas eraninconsistentes cuando se separaban delas entidades físicas, y una teoría formal

no era nada si no era consistente. Lasmatemáticas eran empíricas, y nada más,y de esa forma no le interesaban enabsoluto.

¿A qué podría dedicarse ahora?Renee había conocido a alguien quedejó la vida académica para vendermarroquinería artesanal. Tendría quetomarse su tiempo, recobrar la noción dequién era. Y eso era justo lo que Carlhabía estado intentando ayudarle ahacer, a lo largo de todo el proceso.

8b

Entre los amigos de Carl había unpar de mujeres que eran excelentes

amigas entre ellas, Marlene y Anne.Hacía años, cuando Marlene había

pensado en el suicidio, no había acudidoa Anne buscando apoyo: había acudido aCarl. Marlene y él se habían quedadodespiertos toda la noche en variasocasiones, hablando o compartiendo elsilencio. Carl sabía que Anne siemprehabía albergado un poco de envidia porlo que él había compartido con Marlene,que siempre se había preguntado quéventaja tenía que le permitía estar tancerca de ella. La respuesta era sencilla.Era la diferencia entre simpatía yempatía.

Carl había ofrecido su apoyo en

situaciones parecidas más de una vez ensu vida. Había estado contento de poderayudar, ciertamente, pero más que eso,le había parecido apropiado sentarseenfrente e interpretar el papel.

Siempre había tenido razones paraconsiderar que la compasión era unaparte básica de su personalidad, hastaahora. La había valorado, sintiendo quesi él era algo, era empático. Pero ahorase había encontrado con algo que nuncahabía conocido antes, algo que hacía quesu instinto habitual se anulase y quedasevacío.

Si alguien le hubiera dicho en elcumpleaños de Renee que se sentiría de

esa forma al cabo de dos meses, hubierarechazado la idea de inmediato.Ciertamente, algo así puede suceder alcabo de los años; Carl sabía lo quepodía hacer el tiempo. Pero, ¿en dosmeses?

Después de seis años de matrimonio,había dejado de estar enamorado deella. Carl se odiaba por pensar eso, peroel hecho era que ella había cambiado, yahora él no la entendía ni sabía quésentir por ella. La vida intelectual y lavida emocional de Renee estabaninextricablemente entrelazadas, de formaque la última había quedado fuera delalcance de él.

Su reacción automática de perdonarentró en acción, razonando que no sepuede pedir a alguien que siga siendocariñoso durante cualquier crisis. Y si laesposa de alguien se vierarepentinamente afectada por unaenfermedad mental, sería un pecado queél la abandonase, pero un pecadodisculpable. Quedarse significaríaaceptar un tipo de relación diferente,algo para lo que no todo el mundoestaba preparado, y Carl nuncacondenaba a una persona en unasituación así. Pero siempre estaba lapregunta no formulada: ¿qué haría yo? Ysu respuesta siempre había sido: yo me

quedaría.Hipócrita.Lo peor de todo es que él había

estado en esa misma posición. Habíaestado absorbido por su propio dolor,había puesto a prueba la resistencia delos demás, y alguien le había cuidadodurante todo el proceso. Dejar a Reneeera inevitable, pero sería un pecado queno podría perdonar.

9

Albert Einstein dijo: «En la medidaen que las proposiciones de lasmatemáticas dan cuenta de la realidad,no son seguras; y en la medida en que

son seguras, no describen la realidad».

9a = 9b

Carl estaba en la cocina, abriendovainas de guisantes para la cena, cuandoRenee entró.

—¿Puedo hablar contigo unmomento?

—Claro.Se sentaron a la mesa. Ella miró

deliberadamente por la ventana: sucostumbre cuando empezaba unaconversación seria. Repentinamente, éltemió lo que ella iba a decir. No habíaprevisto decirle que se iba hasta que sehubiera recuperado completamente, al

cabo de un par de meses. Ahora erademasiado pronto.

—Sé que no ha sido evidente...No, por favor, no lo digas. Por favor,

no lo hagas.—... pero estoy realmente

agradecida de tenerte aquí conmigo.Desgarrado, Carl cerró los ojos,

pero afortunadamente Renee seguíamirando por la ventana. Iba a ser muy,muy difícil.

Ella seguía hablando.—Las cosas que han estado

sucediendo en mi cabeza... —Se detuvo—. No se parecía a nada que me hubieraimaginado nunca. Si hubiese sido una

clase normal de depresión, sé que lahabrías entendido, y podríamoshabernos encargado de ella.

Carl asintió.—Pero lo que sucedió fue casi como

si fuera una teóloga que demostrase queDios no existe. No simplemente que lotemiera, sino que lo supiera de formaincontrovertible. ¿Te parece absurdo?

—No.—Es un sentimiento que no puedo

explicarte. Era algo en lo que yo creíaprofunda e implícitamente, y no esverdad, y yo soy quien lo hademostrado.

Él abrió la boca para decirle que

sabía exactamente lo que quería decir,que él había sentido las mismas cosasque ella. Pero se detuvo: pues ésta erauna empatía que los separaba en lugarde unirles, y no podía decirle eso a ella.

La historia de tu vida

Tu padre está a punto de hacerme lapregunta. Éste es el momento másimportante de nuestras vidas, y quieroprestar atención, captar cada detalle. Tupadre y yo acabamos de volver de unanoche en la ciudad, con cena yespectáculo; es pasada la medianoche.Salimos al patio para mirar la lunallena; luego le dije a tu padre que queríabailar, así que me sigue la corriente yahora estamos bailando lentamente, unpar de treintañeros oscilando de un ladoa otro bajo la luz de la luna como niños.

No siento el fresco de la noche enabsoluto. Y entonces tu padre dice:

—¿Quieres tener un hijo?En este momento tu padre y yo

llevamos casados unos dos años yvivimos en la avenida Ellis; cuando nosmudemos serás demasiado pequeña paraacordarte de la casa, pero teenseñaremos las fotos, te contaremos lashistorias. Me encantaría contarte lahistoria de esta noche, la noche en quefuiste concebida, pero el momentoadecuado para hacerlo sería cuandoestés preparada para tener tus propioshijos, y nunca tendremos esaoportunidad.

Contártelo antes no serviría de nada;durante la mayor parte de tu vida notendrás paciencia para escuchar unahistoria tan romántica (o cursi, comodirías tú). Recuerdo la idea sobre tuorigen que me sugerirás cuando tengasdoce años.

—La única razón por la que metuvisteis fue para poder conseguir unacriada a la que no tuvieseis que pagar —dirás con amargura, sacando laaspiradora del cuarto de las escobas.

—Efectivamente —diré yo—. Hacetrece años supe que las alfombrasnecesitarían que alguien pasara laaspiradora más o menos por estas

fechas, y tener un hijo parecía ser laforma más barata y fácil de solucionar elproblema. Ahora ponte a ello, si eres tanamable.

—Si no fueras mi madre, esto seríailegal —dirás, indignada, mientrasdesenrollas el cable y lo metes en elenchufe.

Eso será en la casa de la calleBelmont. Yo viviré para ver adesconocidos ocupando ambas casas:aquélla en la que fuiste concebida yaquélla en la que creciste. Tu padre y yovenderemos la primera un par de añosdespués de tu llegada. Yo venderé lasegunda poco después de tu partida.

Para entonces Nelson y yo nos habremosmudado a nuestra granja, y tu padreestará viviendo con esa mujer.

Sé cómo termina esta historia;pienso mucho en ello. También piensomucho en cómo comenzó, hace sólo unosaños, cuando unas naves aparecieron enórbita y unos artefactos aparecieron enlas praderas. El gobierno apenas dijonada sobre ellos, mientras que la prensaamarilla no dejó casi nada sin decir.

Y entonces recibí una llamadatelefónica, la petición de una reunión.

Los vi esperando en el pasillo, ante

mi despacho. Formaban una parejaextraña; uno vestía uniforme militar,tenía el pelo cortado a cepillo y llevabaun maletín de aluminio. Parecía estarinspeccionando lo que le rodeaba conojo crítico. El otro era fácilmenteidentificable como académico: barba ybigotes crecidos, traje de pana. Estabahojeando las diversas páginassuperpuestas grapadas a un tablón deanuncios.

—¿El coronel Weber, supongo? —Le di la mano al soldado—. LouiseBanks.

—Doctora Banks. Gracias poraceptar hablar con nosotros —dijo.

—No es nada; cualquier excusa esbuena para eludir la reunión deprofesores.

El coronel Weber señaló a suacompañante.

—Éste es el doctor Gary Donelly, elfísico que le mencioné cuando hablamospor teléfono.

—Llámeme Gary —dijo mientrasnos dábamos la mano—. Estoy ansiosopor oír su opinión.

Entramos en mi despacho. Aparté unpar de pilas de libros de la segunda sillade invitados y nos sentamos.

—Dijo que quería que escuchase unagrabación. Supongo que esto tiene algo

que ver con los extraterrestres.—Lo único que puedo darle es la

grabación —dijo el coronel Weber.—De acuerdo, escuchémosla.El coronel Weber sacó una

grabadora del maletín y apretó el play.La grabación sonaba vagamente como lade un perro mojado que se sacudiese elagua del pelo.

—¿Qué le ha parecido esto? —preguntó.

Me reservé la comparación con elperro mojado.

—¿En qué contexto se hizo estagrabación?

—No estoy autorizado a revelarlo.

—Me ayudaría a interpretar esossonidos. ¿Podían ustedes ver alextraterrestre mientras hablaba? ¿Estabahaciendo algo en ese momento?

—Lo único que puedo darle es lagrabación.

—No me revelará nada inapropiadosi me cuenta que han visto a losextraterrestres; todo el mundo suponeque es así.

El coronel Weber no varió suposición ni un milímetro.

—¿Tiene usted una opinión sobresus propiedades lingüísticas? —preguntó.

—Bueno, está claro que su aparato

vocal es esencialmente diferente del deun humano. Supongo que estosextraterrestres no tienen aspectohumano.

El coronel estaba a punto de deciralgo sin comprometerse cuando GaryDonelly preguntó:

—¿Puede hacer alguna suposiciónbasándose en la cinta?

—En realidad no. No suena como siestuvieran usando una laringe paraproducir esos sonidos, pero eso no medice qué aspecto tienen.

—¿Algo m...? ¿Hay alguna otra cosaque pueda decirnos? —preguntó elcoronel Weber.

Estaba claro que no estabaacostumbrado a consultar con civiles.

—Sólo que establecercomunicaciones va a ser realmentedifícil por la diferencia anatómica. Escasi seguro que estarán usando sonidosque el aparato vocal humano no puedereproducir, y quizá sonidos que el oídohumano no puede captar.

—¿Se refiere a frecuencias infra oultrasónicas? —preguntó Gary Donelly.

—No específicamente. Sólo merefiero a que el sistema humano deaudición no es un instrumento acústicoabsoluto; está diseñado para reconocerlos sonidos que emite una laringe

humana. Con un sistema vocalextraterrestre, no podemos estar seguros.—Me encogí de hombros—. Quizáseamos capaces de oír la diferenciaentre los fonemas extraterrestres, sipracticamos lo suficiente, pero esposible que nuestros oídos seansimplemente incapaces de reconocer lasdistinciones que considerensignificativas. En ese casonecesitaríamos espectrografías desonido para saber lo que dice unextraterrestre.

—¿Y si le diera una hora degrabaciones? —preguntó el coronelWeber—. ¿Cuánto tiempo necesitaría

para decidir si necesitamos o no esasespectrografías de sonido?

—No podría decidirlo sólo con unagrabación, por mucho tiempo quepudiera dedicarle. Necesitaría hablarcon los extraterrestres directamente.

El coronel negó con la cabeza.—No es posible.Intenté que se diera cuenta de la

situación poco a poco.—Es decisión suya, por supuesto.

Pero la única forma de aprender unidioma desconocido es interactuar conun hablante nativo, y con eso me refieroa hacer preguntas, mantener unaconversación, ese tipo de cosas. Sin eso,

sencillamente no es posible. Así que siquieren aprender el idioma de losextraterrestres, alguien con preparaciónen lingüística sobre el terreno, sea yo uotra persona, tendrá que hablar con unextraterrestre. Las grabaciones por sísolas no son suficiente.

El coronel Weber frunció el ceño.—Parece sugerir que ningún

extraterrestre podría haber aprendidolos idiomas humanos observandonuestras emisiones.

—Lo dudo. Necesitaría material deinstrucciones específicamente diseñadopara enseñar idiomas humanos a alguienque no es humano. O eso, o interacción

con un humano. Si disponen decualquiera de las dos cosas, podríanaprender mucho de la televisión, pero deotra manera, no sabrían por dóndeempezar.

Claramente, el coronel encontrabaesto interesante; obviamente, su filosofíaera que cuanto menos supieran losextraterrestres, mejor. Gary Donellyinterpretó también la expresión delcoronel y puso los ojos en blanco. Tuveque controlarme para no sonreír.

Entonces el coronel Weber preguntó:—Imagine que estuviera

aprendiendo un nuevo idioma hablandocon los nativos. ¿Podría hacerlo sin

enseñarles a ellos inglés?—Eso dependería de lo

cooperativos que fueran los hablantesnativos. Es casi seguro quecomprenderían algunas palabrasmientras uno aprende su idioma, pero notendrían que ser demasiadas si estándispuestos a enseñarlo. Por otra parte, siprefieren aprender inglés a enseñarnossu idioma, eso haría que las cosas fueranmucho más difíciles.

El coronel asintió.—Volveremos a hablar con usted

sobre este asunto.

La petición de esa reunión fue lasegunda llamada telefónica másimportante de mi vida. La primera, porsupuesto, será la de Rescate deMontaña. En ese momento tu padre y yonos hablaremos quizá una vez al año,como máximo. Pero después de recibiresa llamada telefónica, lo primero queharé será llamar a tu padre.

Él y yo viajaremos juntos pararealizar la identificación, un viaje encoche largo y en silencio. Recuerdo eldepósito de cadáveres, todo baldosas yacero inoxidable, el zumbido del aire

acondicionado y el olor del antiséptico.Un asistente retirará la sábana paramostrar tu cara. Tu cara tendrá unaspecto indefiniblemente extraño, perosabré que eres tú.

—Sí, es ella —diré—. Es mi hija.Entonces tendrás veinticinco años.

El policía militar comprobó miidentificación, tomó nota en su cuadernoy abrió la verja; entré con el todoterrenoen el campamento, un pequeño pueblode tiendas alzadas por el Ejército sobrelos pastos abrasados por el sol de ungranjero. En el centro del campamento

se encontraba uno de los artefactosextraterrestres, llamados «espejos».

De acuerdo con las reunionesinformativas a las que había asistido,había nueve en los Estados Unidos, yciento doce en el mundo. Los espejosactuaban como artefactos decomunicación bidireccional,presumiblemente en contacto con lasnaves en órbita. Nadie sabía por qué losextraterrestres no querían hablar connosotros en persona; quizá temían a lospiojos. A cada espejo se le asignó unequipo de científicos que incluía unfísico y un lingüista; Gary Donelly y yoestábamos en éste.

Gary me estaba esperando en elaparcamiento. Nos orientamos a travésde un laberinto circular de parapetos dehormigón hasta que llegamos a la grantienda que cubría al propio espejo.Frente a la tienda había una carretilla deequipo cargada con cosas sacadas dellaboratorio de fonología de launiversidad; la había enviado deantemano para que el Ejército laexaminase.

También había, dispuestas sobretrípodes, tres cámaras de video cuyosobjetivos enfocaban, a través de unaventanas en la pared de tela, el interiorde la tienda. Todo lo que hiciéramos

Gary y yo sería revisado por muchasotras personas, incluyendo miembros dela inteligencia militar. Además,enviaríamos informes diarios, y los míosdebían incluir una estimación de cuántoinglés pensaba que podían entender losextraterrestres.

Gary abrió la lona de la tienda y mehizo un gesto para que entrase.

—Pasen y vean —dijo, al estilo deun pregonero circense—. Maravíllenseante criaturas como nunca se han vistosobre esta verde tierra de Dios.

—Y todo por sólo diez centavos —murmuré, pasando por la puerta. En esemomento el espejo estaba inactivo, y

tenía la apariencia de un espejosemicircular de más de tres metros dealto y seis metros de ancho. Sobre lahierba parda frente al espejo, una marcade aerosol blanco demarcaba la zona deactivación. La zona sólo contenía unamesa, dos sillas plegables y una toma deelectricidad con un cable que conducíahasta un generador en el exterior. Elzumbido de las lámparas fluorescentes,que colgaban de los postes en losmárgenes de la habitación, seentremezclaba con el zumbido de lasmoscas en el calor sofocante.

Gary y yo nos miramos y luegoempezamos a acercar la carretilla de

equipo hasta la mesa. Cuando cruzamosla línea pintada, el espejo parecióvolverse transparente; era como sialguien estuviera aumentando poco apoco la iluminación detrás de un cristaltintado. La ilusión de profundidad eraincreíble; parecía como si uno pudieraentrar en él. Cuando el espejo quedócompletamente iluminado, presentaba elaspecto de un diorama a escala real deuna habitación semicircular. Lahabitación contenía varios objetosgrandes que quizá fueran muebles, peroningún extraterrestre. Había una puertaen la pared del fondo.

Nos entretuvimos conectando todo

entre sí: el microscopio, elespectrógrafo de sonido, el ordenadorportátil y el altavoz. Mientrastrabajábamos, yo miraba con frecuenciaal espejo, anticipando la llegada de losextraterrestres. Aun así, di un saltocuando uno de ellos entró.

Parecía un barril suspendido en laintersección de siete miembros. Poseíasimetría radial, y cualquiera de susmiembros podía servir como brazo ocomo pierna. El que tenía ante mícaminaba sobre cuatro piernas, con tresbrazos no consecutivos recogidos contrasus costados. Gary los llamaba«heptápodos».

Me habían mostrado grabaciones devideo, pero aún así me quedé con laboca abierta. Sus miembros no teníanarticulaciones apreciables; losanatomistas suponían que quizáestuvieran sostenidos por columnasvertebrales. Fuera cual fuera suestructura subyacente, los miembros delos heptápodos se las arreglaban paramoverse de forma desconcertantementefluida. Su «torso» se deslizaba sobre losmiembros oscilantes con la suavidad deun hovercraft.

Siete ojos sin párpado formaban unanillo en la parte superior del cuerpodel heptápodo. Volvió hasta el umbral

por el que había entrado, hizo un brevesonido chisporroteante, y volvió alcentro de la habitación seguido por otroheptápodo; en ningún momento se dio lavuelta. Escalofriante, pero lógico; conojos en todas direcciones, cualquierdirección podía ser «delante».

Gary había estado observando mireacción.

—¿Lista? —preguntó.Respiré hondo.—Tan lista como puedo. —Ya había

hecho mucho trabajo de campo antes, enel Amazonas, pero siempre habíaseguido un método bilingüe: o misinformadores sabían un poco de

portugués, que podía usar yo, o habíarecibido una introducción a su idiomapor parte de los misioneros de la zona.Éste sería mi primer intento de poner enpráctica un auténtico método dedescubrimiento monolingüe. Pero en lateoría todo estaba bastante claro.

Me acerqué al espejo y el heptápododel otro lado hizo lo mismo. La imagenera tan realista que se me puso la piel degallina. Podía ver la textura de su pielgris, como hebras de pana dispuestas enespirales y bucles. No había ningún olorprocedente del espejo, lo que en ciertaforma hacía que la situación fuera aúnmás extraña.

Me señalé a mí misma y dijelentamente:

—Humano. —Luego señalé a Gary—. Humano. —Luego señalé a los dosheptápodos y dije—: ¿Qué soisvosotros?

No hubo reacción. Volví a intentarlo,y luego otra vez.

Uno de los heptápodos se señaló a símismo con un miembro, manteniendojuntos los cuatro dígitos de su extremo.Era una suerte. En algunas culturas unapersona señala con la barbilla; si elheptápodo no hubiera usado uno de susmiembros, no hubiera sabido qué gestobuscar. Oí un breve sonido de aleteo, y

vi cómo vibraba un orificio arrugado enla parte superior de su cuerpo; estabahablando. Luego señaló a suacompañante y volvió a emitir el aleteo.

Me dirigí a mi ordenador; en supantalla había dos espectrografíasvirtualmente idénticas que representabanesos sonidos. Marqué una de ellas parareproducirla. Me señalé a mí misma ydije «humano» de nuevo, e hice lomismo con Gary. Luego señalé alheptápodo, y emití el aleteo por elaltavoz.

El heptápodo aleteó un poco más. Lasegunda mitad de la espectrografía de sufrase parecía una repetición: si

llamábamos a la frase anterior [aleteo1],entonces esta otra era [aleteo2—aleteo1].

Señalé a algo que podía ser una sillapara heptápodos.

—¿Qué es eso?El heptápodo se lo pensó, y luego

señaló a la «silla» y habló algo más. Laespectrografía para esto diferíaclaramente de los sonidos anteriores:[aleteo3]. De nuevo, señalé a la «silla»mientras reproducía [aleteo3].

El heptápodo contestó; juzgando porla espectrografía, parecía como [aleteo3—aleteo2]. Interpretación optimista: elheptápodo estaba confirmando que mis

frases eran correctas, lo que implicabaque las pautas del discurso heptápodo yhumano eran compatibles. Interpretaciónpesimista: tenía tos crónica.

En el ordenador delimité ciertassecciones de la espectrografía y tecleéun significado tentativo para cada una:«heptápodo» para [aleteo1], «sí» para[aleteo2], y «silla» para [aleteo3].Luego escribí «Idioma: heptápodo A»como cabecera para todas las frases.

Gary miraba mientras yo escribía.—¿Qué representa la «A»?—Sólo es para distinguir este

idioma de cualquier otro que puedanusar los heptápodos —dije. Él asintió

—.Ahora vamos a intentar algo, sólo

para divertirnos.Señalé a cada heptápodo e intenté

imitar el sonido de [aleteo1],«heptápodo». Después de una largapausa, el primer heptápodo dijo algo yluego el segundo dijo otra cosa, peroninguna de las espectrografías separecía a nada dicho antes. No podíaadivinar si estaban hablando entre elloso a mí, puesto que no tenían caras quepudieran dirigir a un lado o a otro.Intenté pronunciar [aleteo1] de nuevo,pero no hubo ninguna reacción.

—Ni me he acercado —gruñí.

—A mí me impresiona el merohecho de que puedas producir esossonidos —dijo Gary.

—Deberías oír mi llamada del alce.Los espanta a todos.

Volví a intentarlo varias veces más,pero ningún heptápodo respondió connada que yo pudiera reconocer.

Sólo cuando reproduje la grabaciónde la pronunciación del heptápodoobtuve una confirmación; el heptápodorespondió con [aleteo2], «sí».

—¿Así que no hay más remedio queusar grabaciones? —preguntó Gary.

—Al menos por el momento —asentí.

—¿Y ahora qué?—Ahora nos aseguramos de que no

haya estado diciendo en realidad «miraqué monos» o «fíjate lo que hacenahora». Luego vemos si podemosidentificar cualquiera de estas palabrascuando ese otro heptápodo laspronuncie. —Le hice un gesto para quese sentase—. Ponte cómodo; esto va atomar cierto tiempo.

En 1770, la nave Endeavour delcapitán Cook encalló en la costa deQueensland, Australia. Mientras unaparte de sus hombres hacía las

reparaciones, Cook encabezó un equipode exploración y se encontró con losaborígenes. Uno de los marineros señalóa los animales que daban saltos a sualrededor con sus crías metidas enbolsas, y le preguntó a un aborigen cómose llamaban. El aborigen contestó:«Kanguru». Desde entonces, Cook y susmarineros se refirieron a estos animalescon esta palabra. No fue hasta despuésque supieron que significaba:

«¿Qué has dicho?».Cuento esa historia en mi curso

introductorio todos los años. Es casiseguramente falsa, y explico esodespués, pero es una anécdota clásica.

Por supuesto, las anécdotas que misestudiantes realmente querrán escucharson las que tienen a los heptápodoscomo protagonistas; durante el resto demi carrera como profesora, ésa será larazón por la que muchos de ellos seapuntarán a mis clases. Así que lesenseñaré las viejas cintas de video demis sesiones ante el espejo, y lassesiones dirigidas por otros lingüistas;las cintas son instructivas, y serán útilessi volvemos a ser visitados porextraterrestres de nuevo, pero nogeneran demasiadas anécdotas de lasbuenas.

Cuando se trata de anécdotas

relacionadas con el aprendizaje de unidioma, mi fuente favorita es laadquisición infantil de vocabulario.Recuerdo una tarde cuando tienes cincoaños, después de que vuelvas a casa dela guardería. Estarás coloreando con loslápices de colores mientras yo puntúotrabajos.

—Mamá —dirás, usando el tonocuidadosamente espontáneo reservadopara pedir favores—, ¿puedo pedirteuna cosa?

—Claro, cariño. Adelante.—¿Puedo ser, hum, de honor?Levantaré la vista del trabajo que

estaré puntuando.

—¿Qué quieres decir?—En la escuela Sharon dijo que era

de honor.—¿En serio? ¿Te dijo por qué?—Fue cuando su hermana mayor se

casó. Dijo que sólo una persona podíaser, hum, de honor, y fue ella.

—Ah, ya veo. ¿Quieres decir queSharon fue dama de honor?

—Sí, eso es. ¿Puedo ser de honor?

Gary y yo entramos en el edificioprefabricado donde se encuentra elcentro de operaciones del campamentodel espejo. Allí dentro parecía como si

estuvieran preparando una invasión, oquizá una evacuación: soldados con elpelo a cepillo trabajaban en torno a ungran mapa de la zona, o estaban sentadosante grandes máquinas metálicasmientras hablaban por micrófonosincorporados a los auriculares. Noscondujeron al despacho del coronelWeber, una habitación al fondo queestaba fresca por el aire acondicionado.

Informamos al coronel sobre losresultados de nuestro primer día.

—No parece que hayan llegado muylejos —dijo.

—Tengo una idea para avanzar másrápidamente —dije—. Pero tendrá usted

que aprobar el uso de más equipo.—¿Qué más necesita?—Una cámara digital, y una gran

pantalla de video. —Le mostré undibujo de la instalación que habíaplaneado—. Quiero intentar llevar acabo el método de descubrimientousando la escritura; mostraré palabrasen la pantalla, y usaré la cámara paragrabar las palabras que ellos escriban.Mi esperanza es que los heptápodoshagan lo mismo.

Weber miró el dibujo, dubitativo.—¿Cuál sería la ventaja de hacer

eso?—Hasta ahora me he comportado

como lo haría con hablantes de unidioma sin escritura. Entonces se meocurrió que los heptápodos deben detener también escritura.

—¿Y?—Si los heptápodos tienen una

forma mecánica de escritura, entoncesésta debe ser muy regular, muyconsistente. Para nosotros sería másfácil identificar grafemas que fonemas.Es como descifrar las letras en una fraseescrita en lugar de intentar oírlas cuandola frase se pronuncia en voz alta.

—Entiendo su argumento —admitió—. ¿Y cómo les respondería usted? ¿Lesmostraría las palabras que le enseñasen

a usted?—Básicamente. Y si ponen espacios

entre las palabras, cualquier frase queescribamos será mucho más inteligibleque cualquier frase hablada quefabriquemos empalmando grabaciones.

Se recostó en su sillón.—Como sabe, queremos mostrarles

lo menos posible de nuestra tecnología.—Lo entiendo, pero ya estamos

usando máquinas como intermediarios.Si podemos conseguir que usen laescritura, creo que avanzaremos muchomás rápido que si nos limitamos a lasespectrografías de sonido.

El coronel se volvió hacia Gary.

—¿Cuál es su opinión?—A mí me parece una buena idea.

Siento curiosidad por ver si losheptápodos tienen alguna dificultad paraver en nuestros monitores. Sus espejosse basan en una tecnologíacompletamente diferente a la de nuestraspantallas de video. Hasta dondepodemos saberlo, no usan píxeles nilíneas de barrido, y no renuevan laimagen fotograma a fotograma.

—¿Piensa que las líneas de barridode nuestras pantallas de video puedenhacer que sean ilegibles para losheptápodos?

—Es posible —dijo Gay—.

Tendremos que probar a ver qué pasa.Weber reflexionó. Para mí no había

nada que pensar, pero desde su punto devista era una decisión difícil; como buensoldado, sin embargo, la tomórápidamente.

—Petición concedida. Hablen con elsargento a la salida para traer lo quenecesiten. Que esté listo para mañana.

Recuerdo un día de verano cuandotienes dieciséis años. Por una vez, lapersona que espera a que llegue su citasoy yo. Por supuesto, tu estarás por allí,con curiosidad por ver qué aspecto

tiene. Contigo estará una amiga tuya, unachica rubia con el improbable nombrede Roxie, que ha venido a pasar la tardecontigo riéndose por nada.

—Puede que sintáis la tentación dehacer comentarios sobre él —diré,mientras me miro en el espejo delrecibidor—. Por favor, conteneos hastaque nos hayamos ido.

—No te preocupes, mamá —dirás—. Lo haremos de tal forma que no losepa. Roxie, pregúntame qué tiempocreo que hará esta noche. Entonces dirélo que pienso de la cita de mamá.

—Vale —dirá Roxie.—No, definitivamente no —diré yo.

—Tranquila, mamá. Él no se darácuenta de nada; hacemos esto todo elrato.

—Qué tranquila me quedo.Un poco después, Nelson llegará

para recogerme. Me encargaré de laspresentaciones, y nos pondremos ahablar de trivialidades en el porchedelantero. Nelson es ásperamente guapo,para tu evidente aprobación. Justocuando estamos a punto de marcharnos,Roxie te dirá como si tal cosa:

—¿Qué tiempo crees que hará estanoche?

—Creo que muy bueno —será turespuesta.

Roxie asentirá para demostrar suacuerdo. Nelson dirá:

—Ah, ¿sí? Creía que habían dichoque iba a hacer fresco.

—Tengo un sexto sentido para estascosas —dirás. Tu cara no traicionaránada—. Tengo la sensación de que va aser una noche abrasadora. Menos malque estás vestida apropiadamente,mamá.

Yo te miraré ferozmente, y os dirébuenas noches.

Mientras voy con Nelson hacia sucoche, me preguntará, divertido:

—Me he perdido algo, ¿verdad?—Una broma privada —murmuraré

—. No me pidas que te la explique.

En nuestra siguiente sesión ante elespejo, repetimos el método quehabíamos seguido antes, esta vezmostrando una palabra humana en lapantalla de nuestro ordenador al mismotiempo que hablábamos: enseñandoHUMANO mientras decíamos«humano», y así con todo. Al cabo, losheptápodos entendieron lo quequeríamos, y dispusieron una pantallaplana circular sobre un pequeñopedestal. Un heptápodo habló, y luegoinsertó un miembro en un amplio hueco

en el pedestal; un garabato de escritura,vagamente cursiva, apareció en lapantalla.

Pronto nos hicimos a la rutina, y yofui haciendo dos listas paralelas: una delas frases habladas, y otra de lasmuestras de escritura. Basándonos en lasprimeras impresiones, su escrituraparecía ser logográfica, lo que constituíauna decepción; yo había esperado unaescritura alfabética que nos ayudase aentender su habla. Sus logogramas quizáincluyesen alguna información fonética,pero encontrarla sería mucho más difícilque con una escritura alfabética.

Acercándome al espejo, pude

señalar diversas partes del cuerpo delheptápodo, como los miembros, losdígitos y los ojos, y obtener palabraspara cada una. Resultó que tenían unorificio en la parte inferior de su cuerpo,rodeado de bordes óseos articulados:probablemente lo usaban para comer,mientras que el orificio de arriba erapara respirar y hablar. No había otrosorificios aparentes; quizá su boca eraademás su ano. Ese tipo de preguntastendrían que esperar.

También intenté preguntar a nuestrosdos informadores las palabras paradirigirnos a cada uno individualmente;sus nombres personales, si es que los

tenían. Sus respuestas fueron, porsupuesto, impronunciables, así que paranuestros propósitos les puse Aleteo yPedorreta. Esperaba ser capaz dedistinguirlos.

Al día siguiente hablé con Garyantes de entrar en la tienda de campañadel espejo.

—Voy a necesitar tu ayuda en estasesión —le dije.

—Claro. ¿Qué quieres que haga?—Necesitamos obtener algunos

verbos, y es más fácil con las formas detercera persona. ¿Podrías representar

varios verbos mientras yo tecleo laforma escrita en el ordenador? Consuerte, los heptápodos se darán cuentade lo que estamos haciendo y harán lomismo. He traído unos cuantos objetosque puedes utilizar.

—No hay problema —dijo Gary,haciendo crujir los nudillos—. Estoylisto si tú lo estás.

Comenzamos con varios verbosintransitivos sencillos: caminar, saltar,hablar, escribir. Gary demostró cada unocon encantadora falta de vergüenza; lapresencia de las cámaras de video no leinhibía en absoluto. Tras cada una de lasprimeras acciones que realizó, pregunté

a los heptápodos: «¿Cómo llamáis aeso?». En poco tiempo, los heptápodoscaptaron lo que estábamos intentandohacer; Pedorreta empezó a imitar a Gary,o al menos a realizar la acciónequivalente en los heptápodos, mientrasAleteo manejaba su ordenador,mostrando una descripción escrita ypronunciándola en voz alta.

En las espectrografías de sus fraseshabladas se podía reconocer la palabraque había clasificado como«heptápodo». El resto de cada frase erapresumiblemente el predicado; parecíaque tenían análogos de sustantivos yverbos, gracias a Dios.

En su escritura, sin embargo, lascosas no estaban tan claras. Para cadaacción, habían mostrado un simplelogograma en lugar de dos distintos. Alprincipio pensé que habían escrito algoasí como «camina», con el sujetoimplícito. Pero, ¿por qué iba a decirAleteo «el heptápodo camina» siescribía «camina», en lugar deconservar el paralelismo? Luego me dicuenta de que algunos de los logogramasse parecían al logograma de«heptápodo» con algunos trazosañadidos a un lado o a otro. Quizá susverbos podían escribirse como afijos alsustantivo. Pero si era así, ¿por qué

escribía Aleteo el sustantivo en algunasocasiones pero no en otras?

Decidí probar con un verbotransitivo; sustituir las palabras para losobjetos quizá clarificase las cosas.

Entre las cosas que había traídohabía una manzana y una rebanada depan.

—Vale —le dije a Gary—,enséñales la comida, y luego come unpoco. Primero la manzana, luego el pan.

Gary señaló la Golden Delicious yluego le dio un bocado, mientras que yomostraba la expresión «¿cómo llamáis aeso?». Luego lo repetimos con larebanada de pan integral.

Pedorreta salió de la habitación yvolvió con una especie de calabaza onuez gigante y un elipsoide gelatinoso.Pedorreta señaló a la calabaza mientrasque Aleteo decía una palabra y mostrabaun logograma. Luego Pedorreta se metióla cabalaza entre las piernas, se oyó elsonido de un mordisco, y la calazabareapareció con un trozo de menos; habíaunas semillas parecidas al maíz bajo lacáscara. Aleteo habló y mostró un granlogograma en su pantalla. Laespectrografía de sonido para«calabaza» cambiaba cuando se usabaen la frase; posiblemente se trataba de lamarca de un caso. El logograma era

extraño; después de examinarlo un rato,pude identificar los elementos gráficosque se parecían a los logogramasindividuales de «heptápodo» y«calabaza». Parecía como si se hubieranfusionado, con varios trazos extra quesupuestamente significaban «comer».¿Se trataba de un ligado entre múltiplespalabras?

Luego nos dieron los nombres oral yescrito del huevo de gelatina, ydescripciones del acto de comerlo. Laespectrografía de sonido para«heptápodo come huevo de gelatina» eraanalizable; «huevo de gelatina» llevabauna marca de caso, como era de esperar,

aunque el orden de las palabras de lafrase difería de la vez anterior. La formaescrita, otro enorme logograma, era otroasunto. Esta vez me llevó mucho mástiempo reconocer nada en él; no sóloestaban los logogramas individualesfundidos entre sí de nuevo, sino queparecía como si el de «heptápodo»estuviera tumbado, mientras que, sobreél, el logograma de «huevo de gelatina»estaba boca abajo.

—Oh, oh. —Volví a mirar laescritura de los ejemplos de verbos ysustantivos sencillos, los que antes habíaparecido que eran inconsistentes. Ahorame di cuenta de que todos contenían el

logograma de «heptápodo»; algunosestaban rotados y distorsionados al estarcombinados con los diversos verbos, asíque al principio no los había reconocido—. Chicos, debéis de estar de broma —murmuré.

—¿Qué sucede? —preguntó Gary,—Su escritura no está dividida en

palabras; una frase se escribe uniendolos logogramas de las palabrascomponentes. Unen los logogramasrotándolos y modificándolos. Echa unvistazo. —Le mostré cómo rotaban loslogogramas.

—Así que pueden leer una palabracon la misma facilidad por muy rotada

que esté —dijo Gary. Se volvió paramirar a los heptápodos, impresionado—. Me pregunto si es consecuencia dela simetría radial de su cuerpo: ellos notienen sentido de «delante», así quequizá tampoco lo tiene su escritura.Totalmente guay.

No podía creerlo; estaba trabajandocon una persona que modificaba lapalabra «guay» con «totalmente».

—Ciertamente, es interesante —dije—, pero también significa que no hayuna forma sencilla de que escribamosnuestras frases con su idioma. Nopodemos cortar sus frases en palabrasindividuales y recombinarlas; tendremos

que aprender las reglas de su escrituraantes de poder escribir algo legible. Esel mismo problema de continuidad quehubiéramos tenido si pegásemosfragmentos de discurso oral, salvo queesta vez se aplica a la escritura.

Miré en el espejo a Aleteo yPedorreta, que estaban esperando a quecontinuásemos, y suspiré.

—No nos lo vais a poner fácil,¿verdad?

Para ser justos, los heptápodos erancompletamente cooperativos. En losdías que siguieron, estuvieron

dispuestos a enseñarnos su idioma sinpedirnos que les enseñásemos másinglés. El coronel Weber y sus secuacesreflexionaron sobre lo que estoimplicaba, mientras que yo meentrevistaba por videoconferencia conlos lingüistas de los otros espejos paracompartir lo que habíamos aprendidosobre el idioma heptápodo. Lavideoconferencia era una formaincómoda de trabajar: nuestras pantallasde video eran primitivas comparadascon los espejos de los heptápodos, deforma que mis colegas me parecían másajenos que los extraterrestres. Lofamiliar estaba muy lejos, mientras que

lo extraño estaba al alcance de la mano.Pasaría algún tiempo antes de que

estuviésemos listos para preguntar a losheptápodos por qué habían venido, opara conversar sobre física consuficiente profundidad para preguntarlespor su tecnología. Por el momento,trabajábamos sobre lo básico: fonémicay grafémica, vocabulario, sintaxis. Losheptápodos de todos los espejos usabanel mismo idioma, así que pudimoscompartir nuestros datos y coordinarnuestros esfuerzos.

Nuestra mayor fuente de confusiónfue la «escritura» de los heptápodos. Noparecía ser una escritura en absoluto;

parecía más un puñado de diseñosgráficos complicados. Los logogramasno estaban dispuestos en hileras, niespirales, ni de ninguna forma lineal. Envez de eso, Aleteo o Pedorreta escribíanuna frase juntando cuantos logogramasfueran precisos en una aglomeracióngigantesca.

Esta forma de escritura recordaba alos sistemas de signos primitivos, querequerían que el lector conociera elcontexto de un mensaje para poderentenderlo. Esos sistemas seconsideraban demasiado limitados parael registro sistemático de lainformación. Sin embargo, no era

probable que los heptápodos hubierandesarrollado su nivel de tecnologíabasándose sólo en la tradición oral. Esopodía querer decir tres cosas: laprimera, que los heptápodos tenían unauténtico sistema de escritura, pero noquerían usarlo con nosotros; el coronelWeber suscribiría esta posibilidad. Lasegunda era que los heptápodos nohubieran creado la tecnología queestaban usando; eran analfabetos queutilizaban la tecnología de otros. Latercera, y más interesante para mí, eraque los heptápodos estaban usando unsistema no linear de ortografía que síque era una auténtica escritura.

Recuerdo una conversación quetendremos cuando estés en el primer añode instituto. Será un domingo por lamañana, y yo estaré batiendo unoshuevos mientras tú pones la mesa paradesayunar. Te estarás riendo mientras mecuentas acerca de la fiesta a la que fuisteanoche.

—Oh, Dios —dirás—, es verdadeso que dicen de que el peso corporalimporta. No bebí más que los chicos,pero me emborraché mucho más.

Yo intentaré mantener una expresiónneutra y agradable. Lo intentaré deveras. Entonces dirás:

—Oh, venga, mamá.—¿Qué?—Sabes que hiciste exactamente las

mismas cosas cuando tenías mi edad.No hice nada parecido, pero sé que

si lo confesase perderías completamenteel respeto que me tienes.

—Sabes que no debes conducir, nisubir a un coche, cuando...

—Dios, claro que lo sé. ¿Crees quesoy idiota?

—No, claro que no.Lo que pensaré es que eres clara y

enloquecedoramente diferente de mí. Merecordará, de nuevo, que no serás unclon mío; puedes ser maravillosa, una

delicia cotidiana, pero no serás alguiena quien yo hubiera podido crear por mímisma.

Los militares han instalado un trailercon nuestros despachos en elcampamento del espejo. Vi a Garycaminando hacia el trailer y eché acorrer para ponerme a su altura.

—Es un sistema de escriturasemasiográfica —le dije cuando lealcancé.

—¿Perdón? —dijo Gary.—Ven, deja que te lo enseñe. —

Señalé a Gary hacia mi despacho.

Cuando estuvimos dentro, me acerqué ala pizarra y dibujé un círculo con unalínea diagonal que lo cortaba en dos—.¿Qué quiere decir esto?

—¿«Prohibido»?—Exacto. —Luego, escribí la

palabra prohibido en la pizarra—. Yesto también. Pero sólo uno es unarepresentación del habla.

—De acuerdo —asintió Gary.—Los lingüistas describen este tipo

de escritura —señalé la palabra escrita— como «glotográfico», porquerepresenta el habla. Todos los lenguajesescritos humanos pertenecen a estacategoría. Sin embargo, este símbolo —

indiqué el círculo con la línea diagonal— es escritura «semasiográfica»,porque transmite un significado sinreferirse al habla. No existe unacorrespondencia entre sus componentesy ningún sonido en particular.

—¿Y crees que toda la escritura delos heptápodos es así?

—Por lo que he visto hasta ahora, sí.No es una escritura de símbolos, esmucho más compleja. Tiene su propiosistema de reglas para construir frases,una especie de sintaxis visual que noguarda relación con la sintaxis de sulenguaje hablado.

—¿Una sintaxis visual? ¿Puedes

darme un ejemplo?—Al instante. —Me senté a la mesa

y, utilizando el ordenador, extraje unfotograma de la grabación de laconversación del día anterior conPedorreta. Giré el monitor para quepudiera verlo—. En su lenguaje oral, lossustantivos tienen una marca para elcaso que indica si es sujeto u objeto. Ensu lenguaje escrito, sin embargo, lossustantivos se identifican como sujeto uobjeto basándose en la orientación de sulogograma en relación con la del verbo.Mira esto. —Señalé una de las figuras—. Por ejemplo, cuando «heptápodo»está integrado con «oye» de esta forma,

con estos trazos en paralelo, significaque el heptápodo es el que oye. —Leenseñé otra distinta—. Cuando secombinan de esta otra forma, con lostrazos en perpendicular, significa que elheptápodo esta siendo oído. Estamorfología se aplica a varios verbos.

»Otro ejemplo es el sistema deinflexiones. —Recuperé otro fotogramade la grabación—. En su lenguajeescrito, este logograma significa más omenos «oír fácilmente» u «oírclaramente». ¿Ves los elementos quetiene en común con el logograma para«oír»? Aún se puede combinar con«heptápodo» de la misma forma que

antes, para indicar que el heptápodopuede oír algo con claridad o que elheptápodo es oído con claridad. Pero lorealmente interesante es que lamodulación de «oír» para convertirse en«oír claramente» no es un caso especial.

¿Ves la modificación que aplicaron?Gary asintió, señalando.—Es como si expresaran la idea de

«claramente» cambiando la curva deesos trazos del medio.

—Exacto. Esa modulación se aplicaa muchos verbos. El logograma para«ver» puede ser modulado de la mismaforma para dar «ver claramente», eigualmente el logograma de «leer» y

otros. Y cambiar la curva de esos trazosno guarda paralelismo con su habla; enla versión oral de estos verbos, añadenun prefijo al verbo para expresarfacilidad, y los prefijos para «ver» y«oír» son diferentes.

»Hay otros ejemplos, pero ya tepuedes hacer una idea. Es esencialmenteuna gramática en dos dimensiones.

Gary comenzó a pasearse por lahabitación con aire reflexivo.

—¿Existe algo como esto en lossistemas humanos de escritura?

—Las ecuaciones matemáticas, lanotación de música y de danza. Pero sonmuy especializados; no podríamos

registrar esta conversación usándolos.Pero sospecho que, si lo conociéramoslo suficiente, podríamos registrar estaconversación con el sistema heptápodode escritura. Creo que es un lenguajegráfico completo y de propósito general.

Gary frunció el ceño.—¿Así que su escritura constituye un

lenguaje completamente diferente de suhabla, no?

—Exacto. De hecho, sería máspreciso referirse al sistema escrito como«heptápodo B», y usar «heptápodo A»estrictamente para referirse a sulenguaje oral.

—Espera un momento. ¿Por qué usan

dos lenguajes cuando uno seríasuficiente? Parece innecesariamentedifícil de aprender.

—¿Como la ortografía inglesa? —dije—. La facilidad de aprendizaje noes la fuerza primaria en la evolución dellenguaje. Para los heptápodos, escribir yhablar pueden ser tan diferentes culturalo cognitivamente que usar lenguajesdiferentes tiene más sentido que usardiferentes formas del mismo idioma.

Lo pensó un momento.—Veo a lo que te refieres. Quizá

piensan que nuestra forma de escrituraes redundante, como si estuviésemosdesperdiciando un segundo canal de

comunicación.—Eso es perfectamente posible.

Averiguar por qué usan un segundolenguaje para escribir nos dirá muchosobre ellos.

—Así que entiendo que esto quieredecir que no podremos usar su escriturapara ayudarnos a aprender su lenguajeoral.

—Sí, ésa es la implicación másinmediata. —Suspiré—. Pero no creoque debamos ignorar ni el heptápodo Ani el B; necesitamos atender a ambos ala vez. —Señalé a la pantalla—. Teapuesto que aprender su gramáticabidimensional te ayudará cuando tengas

que aprender su notación matemática.—Ahí tienes razón. Entonces,

¿estamos listos para empezar apreguntarles por sus matemáticas?

—Aún no. Necesitamos una mayorcomprensión de este sistema de escrituraantes de comenzar con nada más —dije,y sonreí cuando el hizo un gesto burlónde frustración—. Paciencia, buen señor.La paciencia es una virtud.

Tendrás seis años cuando tu padredeba asistir a un congreso en Hawai, yle acompañaremos. Estarás tanemocionada que harás preparativos con

varias semanas de adelanto. Mepreguntarás por los cocos, los volcanesy el surf, y practicarás el baile hula anteel espejo. Harás la maleta con la ropa ylos juguetes que quieres llevarte, y laarrastrarás por la casa para ver durantecuánto tiempo puedes llevarla. Mepreguntarás si puedo llevar tu pantallade dibujo en mi maleta, puesto que nohabrá más espacio en la tuya y no hayforma de que viajes sin ella.

—No vas a necesitar nada de esto—te diré—. Habrá tantas cosasdivertidas que hacer allí que no tendrástiempo para jugar con tantos juguetes.

Pensarás sobre ello; aparecerán

hoyuelos sobre tus cejas cuandoreflexiones sobre algo. Al cabo estarásde acuerdo en llevarte menos juguetes,pero tus expectativas habrán aumentado.

—Quiero estar en Hawai ya —gemirás.

—A veces es bueno esperar —tediré—. La anticipación hace que seamás divertido cuando llegas allí.

Pero tú harás pucheros.

En el siguiente informe que envié,planteé que el término «logograma» noera adecuado porque sugería que cadagráfico representaba una palabra

hablada, cuando de hecho los gráficosno se correspondían con nuestra idea depalabras habladas en absoluto. Noquería tampoco usar en su lugar eltérmino «ideograma» por cómo habíasido usado en el pasado; propuse eltérmino «semagrama» en su lugar.

Al parecer, un semagrama secorrespondía vagamente con una palabraescrita en los idiomas humanos: teníasignificado por sí mismo, y combinadocon otros semagramas podía formar unnúmero infinito de frases. No podíamosdefinirlo con precisión, pero por otraparte tampoco nadie había definidonunca «palabra» satisfactoriamente en

los idiomas humanos. A la hora dehablar de las frases en heptápodo B, sinembargo, las cosas se volvían muchomás confusas. El lenguaje no teníapuntuación escrita: su sintaxis estabaindicada por la forma en que secombinaban los semagramas, y no habíanecesidad de marcar la cadencia delhabla. Ciertamente, no había forma dedistinguir claramente parejas de sujeto ypredicado para formar frases. Una«frase» parecía ser cualquier número desemagramas que un heptápodo quisieraunir; la única diferencia entre una frase yun párrafo, o una página, era el tamaño.

Cuando una frase en heptápodo B

crecía hasta un buen tamaño, su impactovisual era notable. Si no estabaintentando descifrarla, la escrituraparecía una sucesión de caprichosasmantis religiosas dibujadas en cursiva,cada una aferrada a la siguiente paraformar una celosía a lo Escher, todas enposturas ligeramente diferentes. Y lasfrases más grandes tenían un efectoparecido al de los pósters psicodélicos:a veces molestaban a la vista, a veceseran hipnóticos.

Recuerdo una foto tuya tomada en lagraduación de la universidad. En la foto

estás posando para la cámara, con elbirrete ligeramente ladeado en lacabeza, una mano tocando las gafas desol, la otra en la cadera, abriendo latoga para revelar el top y los pantalonescortos que llevas por debajo.

Recuerdo tu graduación. Tendremosla distracción de estar con Nelson, tupadre y esa mujer al mismo tiempo, peroeso no será lo importante. Todo ese finde semana, mientras me presentas a tuscompañeros de clase y abrazas a todo elmundo sin cesar, yo estaré prácticamentemuda de asombro. No puedo creer quetú, una mujer adulta más alta que yo ytan hermosa que me duele el corazón al

verte, serás la misma niña que levantabaen brazos para que alcanzases la fuente,la misma niña que salía de midormitorio envuelta en un vestido, unsombrero y cuatro bufandas robadas demi armario.

Y después de la graduación, tededicarás a trabajar como analistafinanciera. No entenderé lo que hacesallí, ni siquiera entenderé tu fascinacióncon el dinero, la preeminencia queconcedes al salario cuando negociasofertas de empleo. Preferiría que tededicases a algo sin pensar en surecompensa económica, pero no tendrémotivo de queja. Mi propia madre nunca

pudo entender por qué yo no me limitabaa ser profesora de Lengua en un instituto.

Harás lo que te haga feliz, y eso serálo único que yo pediré.

Con el paso del tiempo, los equiposde cada espejo comenzaron a trabajarseriamente en aprender la terminologíaheptápoda para las matemáticas y lafísica elemental. Trabajamos juntos enpresentaciones, con los lingüistascentrándose en el método y los físicoscentrándose en el contenido. Los físicosnos mostraron sistemas antiguosdiseñados para comunicarse con

extraterrestres basados en lasmatemáticas, pero estaban previstospara usarlos con un radiotelescopio. Losreconstruimos para comunicarnos cara acara.

Nuestros equipos tuvieron éxito conla aritmética básica, pero nosencontramos con un obstáculo en lageometría y el álgebra. Intentamos usarun sistema de coordenadas esférico enlugar de rectangular, pensando quepodría ser más natural para losheptápodos dada su anatomía, pero eseintento no fue fructífero. Los heptápodosno parecían entender a qué nosreferíamos.

Igualmente, las conversacionessobre física no avanzaban mucho. Sólocon los términos más concretos, comolos nombres de los elementos, tuvimosalgún éxito; después de varios intentosde representar la tabla periódica, losheptápodos captaron la idea. Paracualquier cosa remotamente abstracta,era como si estuviésemos desvariando.Intentamos demostrar atributos físicosbásicos como masa y aceleración parapoder obtener los términos que usabanpara ellos, pero los heptápodos selimitaron a responder con peticiones declarificación. Para evitar problemas depercepción que podrían estar asociados

a un medio en particular, probamos condemostraciones físicas, ilustraciones delíneas simples, fotografías yanimaciones; ninguna fue efectiva. Losdías sin progreso ninguno se volvieronsemanas, y los físicos comenzaron adescorazonarse.

Por contra, los lingüistas estabanteniendo mucho más éxito. Hacíamosavances constantes en el desciframientode la gramática del lenguaje oral, elheptápodo A. No seguía la pauta de losidiomas humanos, como era de esperar,pero era comprensible hasta elmomento: libertad de orden de palabras,incluso hasta el extremo de que no había

un orden preferible para las cláusulas deuna frase condicional, desafiando algoconsiderado «universal» en los idiomashumanos. También parecía que losheptápodos no tenían objeciones a usarmucho niveles de cláusulas una dentrode la otra, algo que no estaba al alcancede los humanos. Peculiar, pero noininteligible.

Mucho más interesantes eran losprocesos morfológicos y gramaticalesdel heptápodo B recientementedescubiertos, que eran esencialmentebidimensionales. Dependiendo de ladeclinación de un semagrama, lasinflexiones podían indicarse mediante la

variación de la curvatura, el grosor o laforma de la ondulación de un trazo, omediante la variación de los tamañosrelativos de dos raíces, o su distanciarelativa a otra raíz, o sus orientaciones;o mediante diversos métodos distintos.Eran grafemas no segmentados; nopodían ser aislados del resto delsemagrama. Y a pesar de la forma enque se usaban esos rasgos en la escriturahumana, éstos no tenían nada que vercon el estilo caligráfico; sussignificados estaban definidos deacuerdo con una gramática consistente yprecisa.

Con frecuencia preguntábamos a los

heptápodos por qué habían venido.Siempre respondían «para ver» o «paraobservar». De hecho, a veces preferíanobservarnos en silencio en lugar deresponder a nuestras preguntas.

Quizá eran científicos, quizá eranturistas. El Departamento de Estado nosdio instrucciones de que revelásemos lomenos que pudiéramos sobre lahumanidad, en caso de que lainformación pudiera utilizarse comoobjeto de regateo en posiblesnegociaciones. Así lo hicimos, aunqueno costaba demasiado esfuerzo: losheptápodos nunca hacían preguntassobre nada. Fueran científicos o turistas,

eran unos tipos sin una pizca decuriosidad.

Recuerdo una vez que iremos alcentro comercial a comprarte ropanueva. Tendrás trece años. En unmomento estarás despatarrada en elasiento, completamente satisfecha, comouna niña; al siguiente, te apartarás elpelo con una espontaneidad calculada,como una modelo en prácticas.

Me darás instrucciones mientrasaparco el coche.

—Vale, mamá, dame una tarjeta decrédito, y podemos encontrarnos en la

entrada dentro de dos horas.Yo me reiré.—Ni lo sueñes. Todas las tarjetas de

crédito se quedan conmigo.—Estás de broma. —Te convertirás

en la personificación de laexasperación. Saldremos del coche y yocomenzaré a caminar hacia la entradadel centro comercial. Después de dartecuenta que no pienso ceder en esteasunto, reformularás rápidamente tusplanes.

—De acuerdo, mamá, de acuerdo.Puedes venir conmigo, sólo que debescaminar un poco detrás de mí, para queno parezca que vamos juntas. Si veo a

algunas amigas, me pararé a hablar conellas, pero tú sigue caminando,

¿vale? Y luego te encontraré.Me pararé en seco.—¿Perdona? No soy tu asistenta, ni

soy un familiar mutante del que debassentirte avergonzada.

—Pero mamá, no puedo dejar quenadie te vea conmigo.

—¿De qué estás hablando? Yaconozco a tus amigas; han estado encasa.

—Eso era diferente —dirás, sinpoder creer que tengas que explicarlo—.Esto es ir de compras.

—Pues lo siento.

Entonces llegará la explosión:—¡No haces lo más mínimo para que

yo sea feliz! ¡No te importo en absoluto!No hará tanto tiempo desde que te lo

pasabas bien yendo de comprasconmigo; siempre me asombrará lorápidamente que pasas de una fase yentras en otra. Vivir contigo será comoapuntar a una diana en movimiento;siempre estarás más lejos de lo queespero.

Miré a la frase en heptápodo B queacababa de escribir, usando sólo papel ylápiz. Como todas las frases que había

generado yo misma, ésta tenía unaspecto deforme, como una frase escritapor un heptápodo que hubiera sidodestruida con un martillo y vuelta apegar de forma inexperta. Tenía páginasenteras de esos semagramas tan pocoelegantes por toda la mesa, aleteando devez en cuando al paso del ventilador.

Era extraño intentar aprender unidioma que no tenía forma oral. En lugarde practicar la pronunciación, habíacogido la costumbre de cerrar los ojos eintentar pintar semagramas en el interiorde los párpados.

Llamaron a la puerta, y antes de quepudiera contestar Gary entró con aire

entusiasmado.—Illinois ha conseguido una

repetición en física.—¿En serio? Estupendo. ¿Cuándo ha

sido?—Hace unas horas; acabamos de

tener una videoconferencia. Deja que telo enseñe. —Comenzó a borrar mipizarra.

—No te preocupes, no necesitabanada de eso.

—Bien. —Tomó un trozo de tiza ydibujo un diagrama:

—Muy bien, éste es el camino queun rayo de luz traza cuando cruza delaire al agua. El rayo de luz viaja enlínea recta hasta que toca el agua; elagua tiene un índice de refraccióndiferente, así que la luz cambia dedirección. Ya habrás oído esto antes,¿verdad?

—Claro —asentí.

—Ahora viene lo interesante sobreel camino que toma la luz. El camino esla ruta más rápida posible entre esos dospuntos.

—¿Cómo es eso?—Imagínate, sólo para ver qué pasa,

que el rayo de luz recorriese estecamino. —Añadió una línea de puntos aldiagrama:

—Este camino hipotético es máscorto que el camino que en realidadtoma la luz. Pero la luz viaja máslentamente en el agua de lo que lo hacepor el aire, y en este camino hay unmayor recorrido bajo el agua. Así que laluz tardaría más tiempo en viajar por

este camino que el que tarda en viajarpor el camino real.

—Vale, ya lo entiendo.—Ahora imagínate que la luz viajase

por este otro camino. —Dibujó unsegundo camino de puntos:

—Este camino reduce el recorridobajo el agua, pero la longitud total esmayor. La luz tardaría también mástiempo en viajar por este camino quepor el real.

Gary dejó la tiza e hizo un gestohacia el diagrama de la pizarra con losdedos manchados de blanco.

—Cualquier camino hipotéticorequeriría más tiempo que el que

realmente se tarda. En otras palabras, laruta que el rayo de luz toma es siemprela más rápida posible. Ése es elprincipio de tiempo mínimo de Fermat.

—Hmm, interesante. ¿Y esto es a loque respondieron los heptápodos?

—Eso mismo. Moorehead les diouna representación animada delprincipio de Fermat en el espejo deIllinois, y los heptápodos lo repitieron.Ahora está intentando obtener unadescripción simbólica. —Sonrió—. ¿Aque es totalmente guay?

—Sí que es guay, pero, ¿cómo esposible que nunca haya oído hablarantes del principio de Fermat? —Tomé

una carpeta y la agité ante él; era unmanual de los temas de física sugeridospara usarlos en la comunicación con losheptápodos—. Esta cosa habla sin pararde la masa de Planck y el cambio despin del átomo de hidrógeno, y ni unapalabra sobre la refracción de la luz.

—Nos equivocamos al suponer loque sería más útil que supieras —dijoGary sin parecer avergonzado—. Dehecho, es curioso que el principio deFermat fuera el primer éxito; a pesar deque es fácil de explicar, se necesitacálculo para describirlomatemáticamente. Y no cálculoordinario; se necesita cálculo de

variaciones. Pensábamos que el primeréxito sería con algún teorema sencillode geometría o álgebra.

—Sí que es curioso. ¿Crees que laidea que tienen los heptápodos de lo quees sencillo no se corresponde con lanuestra?

—Exactamente, y ésa es la razón porla que me muero por ver el aspecto desu descripción matemática del principiode Fermat. —Dio vueltas mientrashablaba—. Si su versión del cálculo devariaciones es más sencilla para ellosque su equivalente del álgebra, esopodría explicar por qué hemos tenidotantos problemas para hablar de física;

su sistema de matemáticas entero puedeestar al revés comparado con el nuestro.—Señaló al manual de física—. Puedesestar segura de que vamos a revisar eso.

—¿Así que podéis pasar delprincipio de Fermat a otras áreas de lafísica?

—Probablemente. Hay muchosprincipios físicos como el de Fermat.

—¿O sea, como el principio deLouise de espacio mínimo en losarmarios, por ejemplo? ¿Desde cuandoes tan minimalista la física?

—Bueno, la palabra «mínimo» esengañosa. Verás, el principio de tiempomínimo de Fermat es incompleto; en

ciertas situaciones la luz sigue uncamino que le lleva más tiempo quecualquiera de las demás posibilidades.Es más preciso decir que la luz siempresigue un camino extremo, sea uno queminimiza el tiempo que tarda, sea unoque lo maximiza. Un mínimo y unmáximo comparten ciertas propiedadesmatemáticas, así que ambas situacionespueden ser descritas con una solaecuación. Luego, para ser precisos, elprincipio de Fermat no es un principiode mínimos, sino lo que se conoce comoun principio «variacional».

—¿Y hay más principiosvariacionales de éstos?

—En todas las ramas de la física —asintió—. Casi cualquier ley físicapuede ser redefinida como un principiovariacional. La única diferencia entreestos principios es qué atributo seminimiza o maximiza. —Hizo un gestocomo si las diferentes ramas de la físicaestuvieran dispuestas ante él sobre lamesa—. En óptica, donde el principiode Fermat se aplica, el tiempo es elatributo que debe ser extremo. Enmecánica, es un atributo diferente. Enelectromagnetismo, otra cosa distinta.Pero todos estos principios sonsimilares matemáticamente.

—Así que una vez que obtengáis su

descripción matemática del principio deFermat, deberíais poder descifrar losdemás.

—Por Dios, eso espero. Creo queésta es la cuña que hemos estadobuscando, la que abrirá su formulaciónde la física. Esto hay que celebrarlo. —Dejó de pasearse y se volvió hacia mí—. Oye, Louise, ¿quieres salir a cenar?Invito yo.

Me quedé un poco sorprendida.—Claro —dije.

Cuando aprendas a caminar tendréuna demostración cotidiana de la

asimetría de nuestra relación. Correrásincesantemente de un lado para otro, ycada vez que choques contra el marco deuna puerta o te hagas un arañazo en larodilla, sentiré el dolor como si fueramío. Será como si me creciera unmiembro errante, una extensión de mímisma cuyos nervios sensorestransmiten el dolor perfectamente, perocuyos nervios motores no obedecen enabsoluto a mis órdenes. Es tan injusto:voy a dar a luz a un muñeco vudú de mímisma que está dotado de vida. No viesto en el contrato cuando me apunté.¿Era esto parte del trato?

Y luego habrá veces en que veré

cómo te ríes. Como la vez en quejugarás con el cachorro del vecino,metiendo las manos por la verja quesepara nuestros patios traseros, y tereirás tanto que te entrará hipo. Elcachorro echará a correr a la casa delvecino, y tu risa cesará poco a poco,permitiendo que tomes aliento. Luego elcachorro volverá a la verja para lamertelos dedos de nuevo, y tú gritarás ycomenzarás a reírte otra vez. Será elsonido más maravilloso que jamáspudiera imaginar, un sonido que me harásentirme como una fuente, o unmanantial.

Si sólo pudiera recordar ese sonido

cada vez que tu absoluto desprecio porla autoconservación hace que me dé unataque al corazón...

Tras el éxito con el principio deFermat, las conversaciones sobreconceptos científicos se hicieron másfructíferas. No fue como si de repentetoda la física heptápoda se volvieratransparente, pero se avanzabaregularmente. Según Gary, laformulación de la física heptápodaestaba efectivamente al revés respecto ala nuestra. Los atributos físicos que loshumanos definían usando cálculo

integral eran consideradosfundamentales por los heptápodos.Como ejemplo, Gary describió unatributo que, en la jerga física, llevabael nombre engañosamente simple de«acción», que representaba «ladiferencia entre energía cinética ypotencial, integrada en el tiempo»,significara eso lo que significara.Cálculo para nosotros; elemental paraellos.

A la inversa, para definir atributosque los humanos considerabanfundamentales, como la velocidad, losheptápodos empleaban matemáticas queeran, según me aseguró Gary,

«totalmente bizarras». Los físicos fueroncapaces de demostrar al final laequivalencia de las matemáticasheptápodas y humanas; aunque susacercamientos eran casi contrarios,ambos eran sistemas para describir elmismo universo físico.

Intenté seguir algunas de lasecuaciones que los físicos estabanencontrando, pero no lo conseguí. Nopodía captar realmente el significado delos atributos físicos como «acción»; nopodía reflexionar con suficienteconfianza sobre el significado deconsiderar fundamental ese atributo. Aunasí, intenté pensar en preguntas

formuladas en términos que me eran másfamiliares: ¿qué clase de visión delmundo tenían los heptápodos, de formaque consideraban el principio de Fermatcomo la explicación más sencilla de larefracción de la luz? ¿Qué clase depercepción hacía que un mínimo o unmáximo fuera instantáneamente evidentepara ellos?

Tus ojos serán azules como los de tupadre, no marrón barro como los míos.Los chicos mirarán esos ojos como yomiré los de tu padre, sorprendidos yencantados, como yo estuve y lo estoy,

de encontrarlos combinados con el pelomoreno. Tendrás muchos pretendientes.

Recuerdo cuando tienes quince años,volviendo a casa después de un fin desemana en casa de tu padre, incrédulapor el interrogatorio al que te habrásometido respecto al chico con el queestás saliendo. Te repantigarás en elsofá, contándome el último disparate detu padre:

—¿Sabes lo que me dijo? Dijo: «Sécómo son los adolescentes». —Ojos enblanco de exasperación—. ¿Qué pasa,que yo no lo sé?

—No se lo tengas en cuenta —tediré—. Es un padre; no puede evitarlo.

—Al haberte visto interactuar con tusamigos, no me preocuparé demasiado deque un chico se aproveche de ti; en todocaso, es más probable lo contrario. Esoes lo que me preocupará.

—Él desearía que yo fuera todavíauna niña. No ha sabido cómocomportarse conmigo desde que mesalieron los pechos.

—Bueno, ese desarrollo fue unasorpresa para él. Dale tiempo para quese recupere.

—¡Hace años ya, mamá! ¿Cuánto vaa tardar?

—Te avisaré cuando mi padre sehaya acostumbrado a los míos.

Durante una de lasvideoconferencias de lingüistas,Cisneros, del espejo de Massachusetts,había planteado una preguntainteresante: ¿había algún orden enparticular para escribir los semagramasen una frase de heptápodo B? Estabaclaro que el orden de las palabras noquería decir prácticamente nada cuandose hablaba en heptápodo A; cuando se lepedía a un heptápodo que repitiera loque acababa de decir, usaba un orden depalabras diferente a menos que lepidiésemos específicamente que no lohiciera. ¿Era el orden de las palabras

igualmente carente de importancia alescribir el heptápodo B?

Previamente, habíamos centradonuestra atención sólo en el aspecto quetenía una frase en heptápodo B una vezque estaba completa. Hasta dondepodíamos ver, no había un ordenpreferido cuando se leían lossemagramas de una frase; se podíaempezar en casi cualquier punto delovillo, y seguir las cláusulas que seramificaban hasta haber leído la cosaentera. Pero eso era la lectura. ¿Era laescritura igual?

Durante mi siguiente sesión conAleteo y Pedorreta les pregunté si, en

lugar de enseñarme un semagrama sólouna vez estaba completo, podíanenseñármelo mientras lo escribían. Sehabían mostrado conformes. Inserté lacinta de video de la sesión en elreproductor, y consulté en mi ordenadorla trascripción.

Escogí una de las frases más largasde la conversación. Lo que Aleteo habíaseñalado como el planeta de losheptápodos tenía dos lunas, una muchomayor que la otra; los tres componentesfundamentales de la atmósfera delplaneta eran nitrógeno, argón y oxígeno;y quince veintiochoavas partes de lasuperficie del planeta estaban cubiertas

de agua. Las primeras palabras de lafrase hablada se traducían literalmentecomo «diferencia-de-tamaño orbitador-rocoso orbitadores-rocosos relación-de-primario-a-secundario».

Luego rebobiné la cinta hasta que lamarca de tiempo coincidió con la de latrascripción. Comencé a ver la cinta,observando la red de semagramas quetejían con seda de araña hecha de tinta.Lo rebobiné y vi varias veces.

Finalmente congelé la imagen justodespués de que hicieran el primer trazoy antes de que comenzasen el segundo;lo único que se veía en pantalla era unasola línea sinuosa.

Comparando el trazo inicial con lafrase completa, me di cuenta de que eltrazo participaba en varias cláusulasdiferentes del mensaje. Comenzaba en elsemagrama de «oxígeno», cumpliendo lafunción de determinante que lodiferenciaba de otros diversoselementos; luego bajaba paraconvertirse en el morfema decomparación en la descripción deltamaño de las dos lunas; y por últimotrazaba un arco para convertirse en laespina dorsal del semagrama para«océano». Sin embargo, este trazo erauna sola línea continua, y era el primeroque escribió Aleteo. Eso significaba que

el heptápodo tenía que saber cómo seríala frase entera antes de poder escribir elprimer trazo.

Los otros trazos de la frase tambiénatravesaban varias cláusulas,volviéndolas tan interconectadas queninguna podía eliminarse sin rehacer lafrase entera. Los heptápodos noescribían una frase semagrama asemagrama; la construían con trazosindependientes de los semagramasindividuales. Yo había visto antes ungrado semejante de integración dediseños caligráficos, en especial los queempleaban el alfabeto árabe. Pero esosdiseños habían requerido una cuidadosa

planificación por parte de calígrafosexpertos. Nadie podía escribir un diseñotan complejo a la velocidad necesariapara mantener una conversación. Almenos, nadie humano.

Hay un chiste que oí contar una vez auna humorista. Dice así: «No sé si estoylista para tener hijos. Le pregunté a unaamiga que los tiene: ‘Imagina que tengohijos. ¿Qué probabilidad hay de que alhacerse mayores me echen la culpa detodo lo que no funciona en su vida?’.Ella se rió y me dijo: ‘¿Probabilidad?’»

Ése es mi chiste favorito.

Gary yo estábamos en un pequeñorestaurante chino, uno de los lugares dela zona que nos habíamos acostumbradoa frecuentar para huir del campamento.Estábamos comiendo los aperitivos:empanadillas, con olor a carne de cerdoy aceite de sésamo. Mis favoritos.

Mojé uno en la salsa de soja yvinagre.

—¿Cómo te va con las prácticas deheptápodo B? —pregunté.

Gary miró de soslayo al techo.Intenté mirarle a los ojos, pero nodejaba de moverlos.

—Las has abandonado, ¿verdad? —

dije—. Ya ni siquiera lo intentas.Adoptó una maravillosa expresión

de vergüenza.—Lo que pasa es que no se me dan

bien los idiomas —confesó—. Penséque aprender heptápodo B sería másparecido a aprender matemáticas que aintentar hablar otro idioma, pero no esasí. Es demasiado extraño para mí.

—Te ayudaría a hablar de física conellos.

—Probablemente, pero desde quehicimos nuestro gran avance, me laspuedo arreglar con sólo unas pocasfrases.

—Supongo que eso es justo —

suspiré—. Tengo que admitir que herenunciado a intentar aprender susmatemáticas.

—¿Así que estamos en paz?—Estamos en paz. —Bebí un poco

de té—. Aunque quería preguntarte porel principio de Fermat. Hay algo que meparece raro, pero no puedo precisarlo.Lo que pasa es que no suena como unaley física.

Una chispa apareció en los ojos deGary.

—Apuesto a que sé a qué te refieres.—Cortó una empanadilla en dos con suspalillos—. Estás acostumbrada a pensaren la refracción en términos de causa y

efecto: alcanzar la superficie del agua esla causa, y el cambio de dirección es elefecto. Pero el principio de Fermatsuena raro porque describe elcomportamiento de la luz en términosorientados a objetivos. Suena como unmandamiento dirigido a un rayo de luz:«Minimizarás o maximizarás el tiempoque tardes en llegar a tu destino».

Pensé en ello.—Continúa.—Es un viejo problema de filosofía

de la física. La gente ha estado hablandosobre él desde que Fermat lo formuló enel siglo XVI; Planck escribió librosenteros sobre él. La cuestión es que,

aunque la formulación habitual de lasleyes físicas es causal, un principiovariacional como el de Fermat esintencionado, casi teleológico.

—Hmm, es una forma interesante deexpresarlo. Déjame pensarlo unmomento. —Saqué un rotulador y, sobremi servilleta de papel, dibujé una copiadel diagrama que Gary había trazado enmi pizarra—. De acuerdo —dije,pensando en voz alta—, digamos que elobjetivo de un rayo de luz es tomar elcamino más rápido. ¿Cómo lo consiguela luz?

—Bueno, si puedo hablar haciendouna proyección antropomórfica, la luz

tiene que examinar los caminos posiblesy calcular cuánto tardará con cada uno.—Tomó la última empanadilla de labandeja.

—Y para hacer eso —continué—, elrayo de luz tiene que saber exactamentedónde está su destino. Si el destinoestuviera en otro lugar, el camino másrápido sería diferente.

Gary volvió a asentir.—Eso es; la idea de un «camino más

rápido» no tiene sentido a menos que seespecifique el destino. Y calcular cuántose tarda por un camino dado tambiénrequiere información sobre lo que hayen ese camino, como por ejemplo, dónde

está la superficie del agua.Yo seguía mirando fijamente el

diagrama de la servilleta.—Y el rayo de luz tiene que saber

todo eso de antemano, antes de empezara moverse, ¿verdad?

—Por así decirlo —dijo Gary—. Laluz no puede empezar a viajar encualquier dirección y hacerrectificaciones más tarde, porque elcamino resultante de esecomportamiento no sería el más rápidoposible. La luz tiene que hacer todos suscálculos al principio de todo.

Pensé para mí: el rayo de luz tieneque saber dónde acabará antes de poder

elegir la dirección en la que empezará amoverse. Supe a qué me recordaba eso.Levanté la vista hacia Gary.

—Eso era lo que me estabamolestando.

Recuerdo cuando tienes catorceaños. Saldrás de tu dormitorio con uncuaderno electrónico cubierto de graffitien la mano, trabajando en una redacciónpara el colegio.

—Mamá, ¿cómo se llama lasituación en que ambas partes puedenganar?

Yo levantaré la vista de mi

ordenador y del artículo que estaréescribiendo.

—¿Qué, algo como una situaciónmutuamente beneficiosa?

—Hay una palabra técnica para ella,un término matemático. ¿Te acuerdas dela vez que vino papá y se puso a hablarde la bolsa? Entonces la usó.

—Hmm, me suena de algo, pero nopuedo recordar cómo la llamó.

—Tengo que saberlo. Quiero usaresa expresión en mi redacción desociales. Ni siquiera puedo buscarinformación sobre ella a menos que sepacómo se llama.

—Lo siento, yo tampoco lo sé. ¿Por

qué no llamas a tu padre?A juzgar por tu expresión, ése es un

esfuerzo mayor del que quieres hacer.En ese momento, tu padre y tú no osllevaréis demasiado bien.

—¿Puedes llamar a papá ypreguntarle? Pero no le digas que espara mí.

—Creo que le puedes llamar túmisma.

Echarás humo.—Por Dios, mamá, nunca consigo

que me ayudéis con la tarea desde quepapá y tú os separasteis.

Es increíble la variedad desituaciones en que puedes mencionar el

divorcio.—Yo te he ayudado otras veces con

la tarea.—Hace un millón de años, mamá.Hago como que no he escuchado.—Te ayudaría con esto si pudiera,

pero no me acuerdo de cómo se llama.Te irás a tu dormitorio con una

rabieta.

Practicaba el heptápodo B a cadaoportunidad, tanto con los otroslingüistas como sola. La novedad deleer un lenguaje semasiográfico lo hacíamás atractivo que el heptápodo A, y mis

avances en escritura me emocionaban.Con el tiempo, las frases que escribía sefueron haciendo más bellas, máscohesivas. Había alcanzado el punto enel que funcionaba mejor si no pensabamucho en ello. En lugar de intentardiseñar cuidadosamente una frase antesde escribir, podía simplemente empezara escribir trazos al instante; mis trazosiniciales casi siempre resultaban sercompatibles con una representaciónelegante de lo que estaba intentandodecir.

Estaba desarrollando una habilidadcomo la que tenían los heptápodos.

Más interesante era el hecho de que

el heptápodo B estaba cambiando miforma de pensar. Para mí, pensarsignificaba típicamente hablar con unavoz interior; como decimos en miprofesión, mis pensamientos estabancodificados fonológicamente. Mi vozinterna hablaba normalmente en inglés,pero eso no era imprescindible. Elverano después de mi último año deinstituto asistí a un programa deinmersión total para aprender ruso; alfinal del verano, estaba pensando eincluso soñando en ruso. Pero siempreera ruso hablado. Diferente idioma,misma forma: una voz hablandosilenciosamente en voz alta.

La idea de pensar de formalingüística pero no fonológica siempreme había intrigado. Tenía un amigo queera hijo de padres sordos; creció usandoel Lenguaje de Signos Americano, y medecía que a veces pensaba en LSA enlugar de en inglés. Yo me preguntabacómo sería que los pensamientos de unoestuvieran codificados manualmente,razonar usando unas manos interiores enlugar de una voz interior.

Con el heptápodo B, estabaexperimentando algo igual de ajeno: mispensamientos se estaban codificandográficamente. Había momentos como detrance durante el día cuando mis

pensamientos no se expresaban con mivoz interna; en su lugar, veíasemagramas con el ojo de mi mente,brotando como escarcha en una ventana.

Al adquirir mayor fluidez, losdiseños semagráficos fueronapareciendo completamente formados,articulando incluso ideas complejas a lavez. Pero mi ritmo de pensamiento noera más rápido en consecuencia. Enlugar de apresurarse hacia delante, mimente colgaba en equilibro sobre lasimetría que subyacía a los semagramas.

Los semagramas parecían ser algomás que lenguaje; eran casi comomandalas. Me sorprendía en estado

meditativo, contemplando la forma enque las premisas y las conclusiones eranintercambiables. No había una direccióninherente en la forma en que seconectaban las proposiciones, no había«hilo del pensamiento» que siguiera uncamino en particular; todos loscomponentes del acto de razonar eranigualmente potentes, todos teníanidéntica importancia.

Un representante del Departamentode Estado llamado Hossner estabaencargado de informar a los científicosestadounidenses de nuestras intenciones

respecto a los heptápodos. Estábamos enla sala de videoconferencia, escuchandosu charla. Nuestro micrófono estabadesconectado, así que Gary y yopodiamos hacer comentarios sininterrumpir a Hossner. Mientrasescuchábamos, me preocupaba que Garypudiera hacerse daño en la vista, de lomucho que ponía los ojos en blanco.

—Deben de tener una razón paravenir hasta aquí —decía el diplomático,con la voz distorsionada por losaltavoces—. No parece que su razónfuera la conquista, gracias a Dios. Perosi ésa no es la razón, ¿cuál es? ¿Sonexploradores? ¿Antropólogos?

¿Misioneros? Sean cuales sean susmotivos, tiene que haber algo quepodamos ofrecerles. Quizá los derechosde minería sobre nuestro sistema solar.Quizá información sobre nosotrosmismos.

Quizá el derecho a dirigir sermonesa nuestra población. Pero podemos estarseguros de que hay algo.

»Mi argumento es el siguiente: sumotivo puede ser diferente al comercio,pero eso no quiere decir que nopodamos comerciar. Sólo tenemos quesaber por qué están aquí, y qué tenemosque ellos deseen. Una vez que tengamosesa información, podemos empezar las

negociaciones comerciales.»Tengo que subrayar que nuestra

relación con los heptápodos no necesitaser de antagonistas. Ésta no es unasituación en la que toda ganancia por suparte supone una pérdida por la nuestra,o viceversa. Si nos comportamoscorrectamente, tanto nosotros como losheptápodos resultaremos beneficiados.

—¿O sea, un juego de suma no cero?—dijo Gary, afectando incredulidad—.Santo Cielo.

—Un juego de suma no cero.— ¿Cómo? —Te darás la vuelta,

volviendo de tu habitación.—Cuando ambas partes ganan: me

acabo de acordar, se llama un juego desuma no cero.

—¡Eso es! —dirás, anotándolo en tucuaderno—. ¡Gracias, mamá!

—Supongo que después de todo síque lo sabía —diré—. Todos esos añoscon tu padre, algo debe de habérsemepegado.

—Sabía que lo sabrías —dirás. Medarás un abrazo repentino y breve, y tupelo olerá a manzanas—. Eres la mejor.

—¿Louise?

—¿Hmm? Lo siento, estabadistraída. ¿Qué decías?

—Decía que qué piensas de esteseñor Hossner.

—Prefiero no pensar.—Eso ya lo he intentado yo: ignorar

al gobierno, a ver si desaparece. No loha hecho.

Para probar la afirmación de Gary,Hossner seguía diciendo tonterías.

—Su tarea más inmediata es pensaren lo que hayan aprendido. Busquencualquier cosa que pueda sernos deayuda. ¿Ha habido alguna indicación delo que quieren los heptápodos? ¿O de loque valoran?

—Mecachis, nunca se nos pasó porla cabeza buscar esas cosas —dije—.Nos pondremos a ello enseguida, señor.

—Lo triste es que eso es justo lo quetendremos que hacer —dijo Gary.

—¿Alguna pregunta? —preguntóHossner.

Burghart, el lingüista del espejo deFort Worth, alzó la voz.

—Hemos hecho esas preguntas a losheptápodos muchas veces. Sostienen queestán aquí para observar, y sostienen quela información no está sujeta acomercio.

—Eso querrían que pensásemos —dijo Hossner—. Pero piénselo: ¿cómo

puede ser cierto? Sé que los heptápodoshan dejado de hablarnos alguna vezdurante cortos periodos. Eso puede seruna maniobra táctica por su parte. Sinosotros dejásemos de hablar mañanacon ellos...

—Despiértame si dice algointeresante —dijo Gary.

—Yo iba a pedirte que hicieras lomismo por mí.

El día en que Gary me explicó elprincipio de Fermat, mencionó que casitodas las leyes físicas podían expresarsecomo principios variacionales. Sin

embargo, cuando los humanos pensabanen las leyes físicas, preferían trabajarcon ellas bajo su formulación causal.Eso era fácil de entender: los atributosfísicos que eran intuitivos para loshumanos, como la energía cinética o laaceleración, eran todos propiedades deun objeto en un momento determinadodel tiempo. Y esto conducía a unainterpretación cronológica, causal, delos acontecimientos: cada momentoviene del anterior, las causas y losefectos crean una reacción en cadenaque viene del pasado hacia el futuro.

Por contra, los atributos físicos queeran intuitivos para los heptápodos,

como «acción» o esas otras cosasdefinidas mediante integrales, teníansentido sólo con el transcurso de unperiodo de tiempo. Y esto conducía auna interpretación ideológica de losacontecimientos: al ver losacontecimientos a lo largo de un periodode tiempo, se reconocía que había unrequisito que tenía que ser satisfecho, unobjetivo a minimizar o maximizar. Y unodebía conocer los estados inicial y finalpara conseguir ese objetivo; debía tenerconocimiento de los efectos antes de quepudieran producirse las causas.

Eso también estaba comenzando aentenderlo.

—¿Por qué? —preguntarás denuevo. Tendrás tres años.

—Porque es hora de irse a la cama—te diré de nuevo. Habremosconseguido llegar hasta el punto debañarte y ponerte el pijama, pero no máslejos.

—Pero si no tengo sueño —gemirás.Estarás junto a la estantería, cogiendo unvideo que quieres ver: tu más recientetáctica dilatoria para no tener que irte aldormitorio.

—No importa: aun asi, tienes queirte a la cama.

—Pero, ¿por qué?

—Porque soy la madre y lo digo yo.Realmente voy a decir eso, ¿verdad?

Dios mío, que alguien me pegue un tiro,por favor.

Te cogeré y te llevaré bajo el brazohasta la cama, contigo llorandolastimosamente todo el rato, pero miúnica preocupación será mi propiaalteración. Todos esos juramentoshechos en la infancia de que daríarespuestas razonables cuando fueramadre, que trataría a mi hijo como unapersona inteligente y razonable, todos sequedan en nada: voy a convertirme en mimadre. Puedo combatirlo cuanto quiera,pero no habrá forma de detener mi

descenso por esa larga y horrible cuesta.

¿Era realmente posible conocer elfuturo? No sencillamente adivinarlo.¿Era posible saber lo que iba a pasar,con absoluta certidumbre y con detalle?Gary me había dicho que las leyesfundamentales de la física eransimétricas en el tiempo, que no habíauna diferencia física entre el pasado y elfuturo. Dado eso, alguien podría decir«sí, en teoría». Pero hablando más enconcreto, la mayoría respondería que no,a causa del libre albedrío.

Me gustaba imaginarme esa objeción

como una fábula de Borges: pensad enuna persona situada ante el Libro deltiempo, la crónica que recoge cadahecho, pasado y futuro. Aunque el textoha sido reducido respecto al publicadoen la edición grande, el volumen esenorme. Con una lupa en la mano, hojealas páginas finas como pañuelosdesechables hasta que localiza lahistoria de su vida. Encuentra el pasajeque describe cómo hojea el Libro deltiempo, y salta a la siguiente columna,donde se detalla lo que estará haciendomás tarde ese mismo día: con lainformación que ha leído en el Libro,apostará cien dólares al caballo de

carretas A la Porra con Todo y ganaráveinte veces esa cantidad.

El pensamiento de hacer justo eso lehabía pasado por la cabeza, pero siendouna persona contestataria, ahora decideprescindir de cualquier apuesta en lascarreras.

Ahí está la cuestión. El Libro deltiempo no puede estar equivocado; estaimagen se basa en la premisa de que unapersona obtiene conocimiento del futuroreal, no de un futuro posible. Si estofuera un mito griego, las circunstanciasconspirarían para que realizase sudestino a pesar de sus esfuerzos, perolas profecías de los mitos eran

notoriamente vagas; el Libro del tiempoes muy específico, y no hay forma deque puedan obligarla a apostar por uncaballo de carreras de la forma en queestá escrito. El resultado es unacontradicción: el Libro del tiempo debeser correcto, por definición; sinembargo, por mucho que el Libro digaque ella hará una cosa, puede elegirhacer lo contrario. ¿Cómo puedenreconciliarse estos dos hechos?

No pueden serlo, era la respuestahabitual. Un volumen como el Libro deltiempo es una imposibilidad lógica,precisamente porque su existenciaprovocaría la contradicción

anteriormente citada. O, para sergenerosos, algunos podían decir que elLibro del tiempo podría existir, mientrasno fuera accesible a los lectores: esevolumen se encuentra en una bibliotecaespecial, y nadie tiene la tarjetaadecuada para entrar en ella.

La existencia del libre albedríoquería decir que no podíamos conocer elfuturo. Y sabíamos que el libre albedríoexistía porque teníamos una experienciadirecta de él. La volición es parteintrínseca de la consciencia.

¿O no lo era? ¿Y si la experiencia deconocer el futuro cambiase a unapersona? ¿Y si evocase una sensación de

urgencia, una sensación de obligación deactuar exactamente como sabía quedebía hacerlo?

Me paré ante el despacho de Garyantes de marcharme.

—Abandono. ¿Querías ir a comeralgo?

—Claro, espera un momento —dijo.Apagó el ordenador y juntó algunospapeles. Luego levantó la vista hacia mí—. Eh, ¿quieres venir a cenar a mi casaesta noche? Cocino yo.

Le miré dubitativa.—¿Sabes cocinar?

—Sólo una receta —admitió—.Pero es buena.

—Claro —dije—. Cuenta conmigo.—Estupendo. Sólo tenemos que ir a

comprar los ingredientes.—No querría que te tomases la

molestia...—Hay un mercado de camino a mi

casa. No tardaremos nada.Fuimos en coches distintos, conmigo

siguiéndole. Casi le perdí cuando girórepentinamente para entrar en unaparcamiento. Era un mercadosofisticado, no muy grande, pero caro;altos jarros rellenos de comidaimportada se codeaban con utensilios

especializados en las baldas de aceroinoxidable de la tienda.

Acompañé a Gary mientras cogíaalbahaca, tomates, ajo, linguini.

—Hay una pescadería al lado; allípodemos comprar almejas —dijo.

—Suena bien. —Pasamos por lasección de utensilios de cocina. Mimirada vagó por los estantes —molinillos de pimienta, ralladores deajo, tenacillas de ensalada— y se detuvoen una ensaladera de madera.

Cuando tengas tres años, tirarás deun paño de cocina que estará sobre lamesa de la cocina y te volcarás esaensaladera encima. Yo intentaré

atraparla, pero no lo conseguiré. Elborde de la ensaladera te hará un corteen la parte superior de la frente al quehabrá que poner un solo punto. Tu padrey yo te abrazaremos, mientras sollozasmanchada con salsa César, esperandodurante horas en la sala de urgencias.

Alargué la mano y cogí la ensaladerade la balda. El movimiento no mepareció algo que me viera forzada ahacer. Al contrario, pareció tan urgentecomo mi prisa por coger la ensaladeracuando caiga sobre ti: un instinto queparece correcto seguir.

—Me vendría bien una ensaladeracomo ésta.

Gary miró la ensaladera y asintiócon aprobación.

—¿Ves? ¿A que ha sido una buenaidea que tuviera que pasar por elmercado?

—Sí que lo fue. —Nos ponemos a lacola para pagar la compra.

Pensad en la frase «El conejo estálisto para comer». Interpretad que«conejo» es el objeto de «comer», y lafrase era el anuncio de que la cenaestaría servida enseguida. Interpretadque «conejo» es el sujeto de «comer», yes una indicación, como la que una niña

pequeña podría decir a su madre paraque abra una bolsa de alimento paraconejos de Purina. Dos expresiones muydiferentes; de hecho, probablementeeran mutuamente excluyentes en elmismo hogar. Sin embargo, ambas eraninterpretaciones válidas; sólo elcontexto podría determinar quésignificaba la frase.

Pensad en el fenómeno de que la luztoque el agua en un ángulo dado, y viajea través de ella en un ángulo diferente.Explicadlo diciendo que una diferenciaen el índice de refracción provocó quela luz cambiase de dirección, y se ve elmundo como lo veían los humanos.

Explicadlo diciendo que la luz minimizóel tiempo que necesitaba para viajarhasta su destino, y se ve el mundo comolo veían los heptápodos. Dosinterpretaciones muy distintas.

El universo físico era un lenguajecon una gramática perfectamenteambigua. Cualquier hecho físico era unaexpresión que podía ser interpretada dedos formas completamente distintas, unacausal y la otra teleológica, ambasválidas, ninguna descalificable pormucho contexto del que dispongamos.

Cuando los antepasados de loshumanos y los heptápodos adquirieron lachispa de la consciencia, percibieron el

mismo mundo físico, pero interpretaronsus percepciones de forma diferente; lasvisiones del mundo que surgieron de allífueron el producto final de esadivergencia. Los humanos habíandesarrollado un modo de conscienciasecuencial, mientras que los heptápodoshabían desarrollado un modo deconsciencia simultáneo.

Nosotros experimentábamos losacontecimientos en un orden, ypercibíamos la relación entre elloscomo causa y efecto. Ellosexperimentaban todos losacontecimientos a la vez, y percibíanuna intención que los subyacía a todos.

Una intención minimizadora ymaximizadora.

Tengo un sueño recurrente sobre tumuerte. En el sueño, yo soy la que estáescalando —yo, ¿puedes creerlo?— y tútienes tres años, y vas en una especie demochila que llevo puesta. Estamos aapenas unos metros de una cornisadonde podemos descansar, y tú noquieres esperar hasta que yo hayallegado a ella. Comienzas a salirte de lamochila; te ordeno que pares, pero porsupuesto no me haces caso. Siento tupeso cambiando de un lado a otro de la

mochila mientras sales de ella; luegosiento tu pie izquierdo sobre mi hombro,y luego el derecho. Te estoy gritando,pero no puedo soltar ninguna mano paracogerte. Puedo ver las rayas ondulantesde las suelas de tus zapatillas mientrasescalas, y luego veo una piedra que sedesliza bajo una de ellas. Caes ante mí,y yo no puedo mover ni un músculo.Miro hacia abajo y veo cómo te achicasen la distancia a mis pies.

Entonces, de repente, estoy en eldepósito de cadáveres. Un asistentelevanta la sábana de tu cara, y veo quetienes veinticinco años.

—¿Estás bien?

Estaba incorporada en la cama;había despertado a Gary con mismovimientos.

—Sí. Sólo estaba sorprendida; porun momento no recordaba dónde estaba.

—La próxima vez podemos dormiren tu casa —dijo medio dormido.

Le besé.—No te preocupes; tu casa está bien.

—Nos arrebujamos, con mi espaldacontra su pecho, y nos volvimos adormir.

Cuando tengas tres años y estemossubiendo un tramo de escaleras

empinado y en espiral, te agarraré de lamano muy, muy fuerte. Tú la apartarás.

—Puedo hacerlo sola —insistirás, yluego te alejarás de mí parademostrarlo, y yo recordaré ese sueño.

Repetiremos esa escena incontablesveces durante tu infancia. Casi puedocreer que, dada tu naturalezacontestataria, mi intento de protegerteserá lo que creará tu gusto por laescalada: primero las barras del recreo,luego los árboles del cinturón verde querodea el barrio, y por último precipiciosen parques nacionales.

Terminé la última raíz de la frase,dejé la tiza y me senté en el sillón de midespacho. Me recosté y contemplé lafrase gigante en heptápodo B que habíaescrito, que cubría la pizarra entera.Incluía varias cláusulas complejas, yhabía conseguido integrarlas todas deforma bastante elegante.

Mirando una frase como ésta,entendía por qué los heptápodos habíandesarrollado un sistema semasiográficode escritura como el heptápodo B; eramás adecuado para una especie con unmodo de consciencia simultáneo. Para

ellos, el habla era un cuello de botellaporque exigía que una palabra fueradetrás de otra secuencialmente. Con laescritura, por otra parte, todas lasmarcas sobre una página eran visiblessimultáneamente.

¿Por qué constreñir la escritura conuna camisa de fuerza glotográfica,forzándola a ser tan secuencial como elhabla? Ellos nunca pensarían así. Laescritura semasiográfica aprovechabanaturalmente la bidimensionalidad de lapágina; en lugar de repartir parcamentelos morfemas uno a uno, ofrecía unapágina entera cubierta de ellos de unsolo golpe.

Y ahora que el heptápodo B mehabía introducido en un modo deconsciencia simultáneo, entendía larazón tras la gramática del heptápodo A:lo que para mi mente secuencial habíaparecido innecesariamente rebuscado,ahora estaba claro que era un intento deobtener cierta flexibilidad dentro de loslímites del habla secuencial. Enconsecuencia, podía usar heptápodo Acon más facilidad, aunque seguía siendoun mal sustituto del heptápodo B.

Llamaron a la puerta, y luego Garyasomó la cabeza.

—El coronel Weber está a punto dellegar.

—Vale. —Hice una mueca. Webervenía a participar en una sesión conAleteo y Pedorreta; yo debía hacer detraductor, un trabajo para el que noestaba educada y que odiaba.

Gary entró y cerró la puerta. Melevantó de la silla y me besó.

Sonreí.—¿Estás intentando darme ánimos

antes de que llegue?—No, estoy intentando darme

ánimos a mí.—No tenías ningún interés en hablar

con los heptápodos, ¿verdad? Entrasteen este proyecto sólo para llevarme a lacama.

—Ah, no tengo secretos para ti.Le miré a los ojos.—Más vale que lo creas —dije.

Recuerdo cuando tendrás un mes, yyo saldré a tropezones de la cama paradarte el pecho a las dos de la mañana.Tu cuarto tendrá ese «olor a bebé» decrema para las rozaduras y polvo detalco, con un leve toque de amoniacoprocedente del cubo de pañales de laesquina. Me inclinaré sobre tu cuna,sacaré tu cuerpecito berreante, y mesentaré en la mecedora para darte demamar.

La palabra «infante» viene de lapalabra latina que significa «incapaz dehablar», pero tú serás perfectamentecapaz de decir una cosa: «Sufro», y loharás incansablemente y sin dudarlo.Tengo que admirar tu absolutadedicación a este fin; cuando llores, teconvertirás en la encarnación del ultraje,cada fibra de tu cuerpo dedicada aexpresar esa emoción. Es curioso:cuando estés tranquila, parecerá queemites luz, y si alguien te hiciese unretrato en ese momento, yo insistiríapara que incluyese la aureola. Perocuando no estés contenta, te convertirásen un claxon, diseñado para emitir

sonido; en ese momento, un retrato de tisería sencillamente una alarma deincendios.

En esa etapa de tu vida, no tendráspasado ni futuro; hasta que te dé elpecho, no tendrás recuerdos desatisfacción en el pasado ni expectativade alivio en el futuro. Cuando empiecesa mamar, todo se invertirá, y todo estarábien en el mundo. Ahora es el únicomomento que percibirás; vivirás entiempo presente. Por muchas razones, esun estado envidiable.

Los heptápodos no son libres ni

están predestinados tal y comoentendemos esos conceptos; no actúande acuerdo con su albedrío, ni sonautómatas indefensos. Lo que distingueel modo de consciencia de losheptápodos no es sólo que sus accionescoinciden con los acontecimientos de lahistoria; es también que sus motivoscoinciden con el propósito de lahistoria. Actúan para crear el futuro,para realizar la cronología.

La libertad no es una ilusión; esperfectamente real en el contexto de laconsciencia secuencial. En el contextode la consciencia simultánea, la libertadno es significativa, pero tampoco lo es

la coerción; es simplemente un contextodiferente, ni más ni menos válido que elotro. Es como esa famosa ilusión óptica,el dibujo que puede ser de una jovenelegante, con la cara escondida alespectador, o una vieja con verrugas enla nariz, con la barbilla metida en elpecho. No hay una interpretación«correcta»; ambas son igualmenteválidas. Pero no pueden verse las dos almismo tiempo.

De igual forma, el conocimiento delfuturo era incompatible con el librealbedrío. Lo que hacía posible que yoejerciera mi libertad de eleccióntambién volvía imposible que conociera

el futuro. Y al contrario, ahora queconozco el futuro, nunca actuaría contraese futuro, incluyendo decirles a losdemás lo que sé: los que conocen elfuturo no hablan sobre él. Aquéllos quehan leído el Libro del tiempo nunca loadmiten.

Encendí el reproductor de video ymetí la cinta de una sesión del espejo deFort Worth. Un negociador diplomáticoestaba discutiendo con los heptápodosde allí, con Burghart haciendo detraductor.

El negociador estaba describiendo

las creencias morales de los humanos,intentando establecer las bases para elconcepto de altruismo. Yo sabía que losheptápodos conocían el resultado quetendría la conversación, pero aun asíparticipaban con entusiasmo.

Si pudiera haberle descrito esto auna persona que no lo supiera ya, ellapodría preguntar: si los heptápodos yasabían todo lo que iban a decir u oírjamás, ¿cuál era el sentido de que usasenel lenguaje? Una pregunta razonable.Pero el lenguaje no servía sólo paracomunicarse: era también una forma deacción. Según la teoría de la acciónoral, declaraciones como «Quedas

arrestado», «Bautizo esta nave» o «Loprometo» son performativas: el oradorsólo puede realizar la acciónpronunciando las palabras. Para talesactos, saber lo que se iba a decir nocambiaba nada. Todos los asistentes auna boda anticipaban las palabras «Yoos declaro marido y mujer», pero hastaque el oficiante no las dijera realmente,la ceremonia no era válida. Con unlenguaje performativo, hablar equivalíaa hacer.

Para los heptápodos, todo ellenguaje era performativo. En lugar deusar el lenguaje para informar, usaban ellenguaje para realizar. Por supuesto, los

heptápodos ya sabían lo que se diría enuna conversación cualquiera; pero paraque su conocimiento se hiciera cierto, laconversación tendría que suceder.

—Primero Rizos de Oro probó elplato de puré de Papá Oso, pero estaballeno de coles de Bruselas, que no legustaban nada.

Tú te reirás.—¡No, no es así!Estaremos sentadas juntas en el sofá,

con el libro de tapa dura delgado ycarísimo abierto sobre el regazo.

Yo seguiré leyendo:

—Luego Rizos de Oro probó elplato de puré de Mamá Oso, pero estaballeno de espinacas, que tampoco legustaban nada.

Pondrás la mano sobre la página dellibro para detenerme.

—¡Tienes que leerlo bien!—Estoy leyendo sólo lo que pone

aquí —diré, toda inocente.—No es verdad. El cuento no es así.—Bueno, si ya conoces el cuento,

¿para qué quieres que te lo lea?—¡Porque quiero escucharlo!

El aire acondicionado en el

despacho de Weber casi compensaba elhecho de tener que hablar con él.

—Están dispuestos a aceptar unaespecie de intercambio —le expliqué—,pero no es comercio. Simplemente,nosotros les damos algo, y ellos nos danalgo a cambio. Ninguno le dice al otrode antemano lo que va a dar.

El coronel Weber fruncióligeramente el ceño.

—¿Quiere decir que estándispuestos a intercambiar regalos?

Yo ya sabía lo que tenía que decir.—No deberíamos pensar en ello

como si fuera «regalar». No sabemos siesta transacción tiene las mismas

asociaciones para los heptápodos quetiene regalar para nosotros.

—¿Podríamos —buscó las palabrascorrectas— insinuarles qué tipo deregalo nos gustaría recibir?

—Ellos mismos no hacen eso paraesta clase de transacción. Les preguntési podíamos hacer una petición, ydijeron que podríamos, pero eso no haráque nos digan lo que nos van a dar. —Repentinamente recordé que una palabrasemánticamente relacionada con«performativo» era «representación»,que podía describir la sensación deconversar cuando ya se sabe lo que seva a decir: como representar una obra

de teatro.—Pero, ¿podría hacer que fuera más

probable que nos dieran lo quepidiéramos? —preguntó Weber. Élignoraba todo sobre el libreto, pero susrespuestas coincidían exactamente consus líneas de texto.

—No hay forma de saberlo —dije—. Lo dudo, dado que no es sucostumbre.

—Si damos nuestro regalo primero,¿influirá el valor de éste en el valor delsuyo? —Él estaba improvisando,mientras que yo había ensayadocuidadosamente esta únicarepresentación.

—No —dije—. Hasta dondepodemos saber, el valor de los objetosintercambiados es irrelevante.

—Ojalá mis parientes pensasen lomismo —murmuró Gary con ironía.

Observé cómo el coronel Weber sevolvía hacia Gary.

—¿Ha descubierto algo nuevo en lasdiscusiones de física? —preguntó, justocuando debía.

—Si se refiere a información nuevapara la humanidad, no —dijo Gary—.Los heptápodos no han cambiado derutina. Si les enseñamos algo, nosenseñan su formulación, pero no ofrecennada y no responden a nuestras

preguntas sobre sus conocimientos.Unas palabras que eran espontáneas

y comunicativas en el contexto deldiscurso humano se convertían en unrecitado ritual cuando se contemplaban ala luz del heptápodo B.

Weber frunció el ceño.—De acuerdo entonces, veremos

qué dice el Departamento de Estadosobre esto. Quizá podamos organizaruna especie de ceremonia de entrega deregalos.

Como los acontecimientos físicos,con sus interpretaciones causal yideológica, todos los acontecimientoslingüísticos tenían dos interpretaciones

posibles: como transmisión deinformación o como ejecución de unplan.

—Creo que es una buena idea,coronel —dije.

Era una ambigüedad invisible parala mayoría de la gente. Una bromaprivada; no me pidáis que os laexplique.

Aunque me he convertido en unaexperta en heptápodo B, sé que noexperimento la realidad como lo hace unheptápodo. Mi mente fue forjada con elmolde de los idiomas secuenciales

humanos, y por mucho que me sumerjaen un idioma extraterrestre no haymanera de reformarla completamente.Mi visión del mundo es una amalgamade humano y heptápodo.

Antes de que aprendiera a pensar enheptápodo B, mis recuerdos crecíancomo una columna de ceniza decigarrillo dejada por la franjainfinitesimal de combustión que era miconsciencia, que marcaba el presentesecuencial. Después de aprenderheptápodo B, nuevos recuerdosaparecieron como bloques gigantes,cada uno abarcando años enteros, yaunque no llegaron en orden ni

aterrizaron uno junto al otro, prontocompusieron un periodo de cincodécadas. Es el periodo durante el queconozco lo suficiente el heptápodo Bpara pensar en él, comenzando con misentrevistas con Aleteo y Pedorreta yterminando con mi muerte.

Habitualmente, el heptápodo Bafecta sólo a mis recuerdos: miconsciencia avanza penosamente haciadelante como hacía antes, una franjabrillante arrastrándose por el tiempo,pero la diferencia es que la ceniza delos recuerdos se extiende por delanteademás de por detrás: en realidad nohay combustión. Pero de vez en cuando

tengo atisbos de consciencia regida porel heptápodo B, y experimento el pasadoy el futuro al mismo tiempo; miconsciencia se convierte en una piedrade ámbar de medio siglo de longitud quearde fuera del tiempo. Percibo, duranteesos atisbos, toda esa época como unasimultaneidad. Es un periodo que cubreel resto de mi vida, y toda la tuya.

Escribí los semagramas de «procesocrear-punto-final inclusión-nosotros», esdecir «comencemos».

Pedorreta contestó con unaafirmación, y el pase de diapositivas

comenzó. La segunda pantalla queofrecieron los heptápodos comenzabapresentando una serie de imágenes,compuestas de semagramas yecuaciones, mientras una de nuestraspantallas de video hacía lo mismo.

Éste era el segundo «intercambio deregalos» en el que yo había estadopresente, el octavo en total, y sabía quesería el último. La tienda del espejoestaba repleta de gente; Burghart de FortWorth estaba aquí, al igual que Gary yun físico nuclear, diversos biólogos,antropólogos, mandos militares ydiplomáticos. Afortunadamente, habíaninstalado aire acondicionado para

refrescar la tienda. Más tarderevisaríamos las cintas de las imágenespara averiguar en qué consistía el«regalo» de los heptápodos. Nuestro«regalo» era una presentación de laspinturas rupestres de Lascaux.

Todos nos arremolinamos en torno ala segunda pantalla de los heptápodos,intentando hacernos una idea delcontenido de las imágenes mientras éstaspasaban.

—¿Estimación preliminar? —preguntó el coronel Weber.

—No es una devolución —dijoBurghart. En un intercambio previo, losheptápodos nos habían dado información

sobre nosotros mismos que les habíamoscontado previamente. Esto habíaenfurecido al Departamento de Estado,pero no teníamos motivos paraconsiderarlo un insulto: probablementeindicaba que la idea de valor comercialrealmente no se aplicaba a estosintercambios. No excluía la posibilidadde que los heptápodos pudieranofrecernos todavía una propulsiónespacial, o la fusión fría, o algún otromilagro que hiciera realidad nuestrossueños.

—Parece química inorgánica —dijoel físico nuclear, señalando unaecuación antes de que la imagen fuese

sustituida por otra.Gary asintió.—Podría ser tecnología de

materiales —dijo.—Quizá por fin estemos

consiguiendo algo —dijo el coronelWeber.

—Quiero ver más dibujos animados—susurré, en voz baja para que sóloGary pudiera oírme, e hice pucheroscomo una niña. Él sonrió y me dio uncodazo. En realidad, deseaba que losheptápodos nos hubieran dado otraconferencia sobre xenobiología, comoen los dos intercambios anteriores; ajuzgar por éstos, los humanos eran más

parecidos a los heptápodos quecualquier otra especie con la que sehubieran encontrado nunca. O unaconferencia más sobre historiaheptápoda; ésas habían estado plagadasde absurdos lógicos aparentes, pero detodas formas eran muy interesantes. Noquería que los heptápodos nos dierannueva tecnología, porque no quería verlo que nuestros gobiernos podrían hacercon ella.

Observé a Pedorreta mientrasintercambiábamos información,buscando algún comportamientoanómalo.

Estaba de pie y apenas se movía,

como era habitual; no vi ningunaindicación de lo que sucedería muypronto.

Al cabo de un minuto, la pantalla delos heptápodos se apagó, y un minutodespués, la nuestra también.

Gary y la mayoría de los demáscientíficos se agruparon en torno a unapequeña pantalla de video que estabavolviendo a mostrar la presentación delos heptápodos. Podía oír que hablabande que necesitaban llamar a un físico deestado sólido.

El coronel Weber se volvió.—Ustedes dos —dijo, señalándonos

a mí y a Burghart—, acuerden la hora y

el lugar del siguiente intercambio.—Luego se unió a los demás ante la

pantalla.—Oído, cocina —dije. Le pregunté

a Burghart—: ¿Haces tú los honores, olos hago yo?

Sabía que Burghart había conseguidouna fluidez en heptápodo B parecida a lamía.

—Es tu espejo —dijo—. Conducestú.

Me senté de nuevo ante el ordenadorde transmisión.

—Apuesto a que nunca te imaginastecuando estabas en la universidad queacabarías trabajando de traductor para

el Ejército.—Eso está claro —dijo—. Incluso

ahora apenas puedo creerlo. —Todo loque nos decíamos se parecía a losintercambios cuidadosamente vagos deunos espías que se encuentran enpúblico, pero no se desenmascaran.

Escribí los semagramas de «lugarintercambio-transacción inversainclusión-nosotros» con la modulaciónproyectiva.

Pedorreta escribió su respuesta. Éseera mi pie para fruncir el ceño, y paraque Burghart preguntase:

—¿Qué quiere decir con eso? —Sudicción era perfecta.

Escribí una petición declarificación; la respuesta de Pedorretafue la misma que antes. Luego vi cómosalía de la habitación. El telón estaba apunto de bajar en este acto de nuestrarepresentación.

El coronel Weber se acercó.—¿Qué sucede? ¿Adónde ha ido?—Dijo que los heptápodos van a

marcharse —le dije—. No sólo él; todosellos.

—Vuélvalo a llamar. Pregúntele quéquiere decir.

—Um, no creo que Pedorreta lleveun busca —dije.

La imagen de la habitación en el

espejo desapareció tan abruptamenteque mis ojos tardaron un momento endarse cuenta de lo que estaba viendo:era el otro lado de la tienda del espejo.El espejo se había vuelto completamentetransparente. La conversación en torno ala pantalla se apagó.

—¿Qué cojones está pasando aquí?—dijo el coronel Weber.

Gary se acercó al espejo, y luegodio la vuelta hasta quedar del otro lado.Tocó la superficie posterior con unamano; yo podía ver los pálidos óvalosen los puntos en que las yemas de susdedos tocaban el espejo.

—Creo —dijo— que acabamos de

ver una demostración de trasmutación adistancia.

Oí el sonido de pisadas rápidassobre hierba seca. Un soldado entró porla puerta de la tienda, corto de alientopor la carreta, con un gran walkie-talkieen la mano.

—Coronel, mensaje de...Weber le arrebató el walkie-talkie.

Recuerdo cómo será mirarte cuandotengas sólo un día. Tu padre se habrá idoun momento a la cafetería del hospital, ytú estarás en tu cuna, y yo me inclinarésobre ti.

Tan poco tiempo después del parto,yo me seguiré sintiendo como una toallaescurrida. Tú parecerásincongruentemente diminuta, dado loenorme que me sentí durante elembarazo; podría jurar que allí dentrohabía espacio para alguien mucho másgrande y robusto que tú. Tus manos y tuspies serán largos y delgados, aún nogordezuelos. Tu cara aún estará todaroja y chupada, con los párpadoshinchados y apretados, en la fase deaspecto de gnomo que antecede a la dequerubín.

Pasaré un dedo por tu vientre,maravillándome de la increíble

suavidad de tu piel, preguntándome si laseda rasparía tu cuerpo como si fueraarpillera. Entonces te menearás,retorciendo el cuerpo mientras estiraslas piernas una detrás de otra, y yoreconoceré ese gesto porque te hesentido hacerlo dentro de mí muchasveces. Así que ése es el aspecto quetiene.

Me sentiré eufórica ante esta pruebade un lazo exclusivo madre-hija, estacertidumbre de que tú eres a quien yollevé dentro. Incluso si nunca te hubieravisto antes, sería capaz de distinguirtede un mar de bebés. No, no es ése. No,ése tampoco es ella. Espere, ése de ahí.

Sí, es ella. Es mi hija.

El último «intercambio de regalos»fue la última vez que vimos a losheptápodos. Todos a la vez, por todo elmundo, sus espejos se volvierontransparentes y sus naves salieron de laórbita. El análisis posterior de losespejos reveló que no eran más queláminas de silicio fundidocompletamente inertes. La informaciónde la última sesión de intercambiodescribía un nuevo tipo de materialessuperconductores, pero más tarderesultó que era una copia del resultado

de una investigación que acababa decompletarse en Japón: nada que loshumanos no supieran ya.

Nunca supimos por qué se fueron losheptápodos, de la misma forma que nosupimos qué los había traído hasta aquí,o por qué actuaban como lo hicieron. Mipropia nueva consciencia no me dabaese tipo de conocimiento; elcomportamiento de los heptápodos erapresumiblemente explicable desde unpunto de vista secuencial, pero nuncaencontramos esa explicación.

Me hubiera gustado experimentarmás la visión del mundo heptápoda,sentir como ellos se sentían.

Entonces quizá podría sumergirmecompletamente en la necesidad de losacontecimientos, como deben de estarellos, en lugar de chapotear en la orilladurante el resto de mi vida. Pero esonunca sucederá. Seguiré practicando loslenguajes heptápodos, como lo harán losotros lingüistas de los equipos de losespejos, pero ninguno de nosotrosllegará más lejos de donde llegamoscuando los heptápodos estaban aquí.

Trabajar con los heptápodos cambiómi vida. Conocí a tu padre y aprendíheptápodo B, y ambas cosas hacenposible que te conozca ahora, aquí en elpatio a la luz de la luna. Con el paso del

tiempo, dentro de muchos años, ya notendré a tu padre, ni te tendré a ti. Loúnico que tendré de este momento es elidioma heptápodo. Así que prestoatención, y capto cada detalle.

Desde el comienzo sabía cuál era midestino, y elegí mi camino de acuerdocon él. Pero, ¿estoy viajando hacia unextremo de alegría, o de dolor?¿Conseguiré un mínimo, o un máximo?

Estas preguntas están en mi mentecuando tu padre me pregunta:

—¿Quieres tener un hijo?Y yo sonrío y respondo:—Sí.Y me separo de él, y nos tomamos de

la mano mientras entramos en la casapara hacer el amor, para hacerte a ti.

Setenta y dos letras

Cuando era niño, el juguetepreferido de Robert era uno sencillo, unmuñeco de arcilla que sólo podíacaminar hacia delante. Mientras suspadres recibían a sus invitados en eljardín, charlando sobre la ascensión altrono de Victoria o las reformascarlistas, Robert seguía la marcha delmuñeco por los pasillos del hogarfamiliar, haciendo que diese la vuelta alas esquinas o que volviese sobre suspasos. El muñeco no obedecía órdenesni mostraba tener ninguna inteligencia; si

se encontraba con una pared, la diminutafigura de arcilla seguía marchando hastaque, poco a poco, aplastaba sus brazos ysus piernas y los convertía en aletasdeformes. En ocasiones Robert ledejaba hacer eso, sólo para divertirse.Cuando los miembros del muñecoquedaban completamentedistorsionados, tomaba el juguete y lequitaba el nombre, haciendo que sumovimiento se detuviese de repente.

Luego amasaba el cuerpo hastavolver a obtener una suave masa, laaplastaba hasta formar una tablilla, yrecortaba una figura diferente: un cuerpocon una pierna torcida, o más larga que

la otra. Volvía a colocarle el nombre, yal instante el muñeco tropezaba y secomenzaba a mover trazando un pequeñocírculo.

Robert no disfrutaba tanto amasandolas figuras como descubriendo loslímites del nombre. Le gustabacomprobar cuántas variaciones podíarealizar sobre el cuerpo antes de que elnombre ya no pudiera animarlo. Paraahorrar tiempo, raramente añadíadetalles decorativos; reducía loscuerpos al mínimo necesario paraexperimentar con el nombre.

Otro de los muñecos caminaba acuatro patas. El cuerpo era bonito, un

caballo de porcelana bellamentetrabajado, pero Robert estaba másinteresado en hacer pruebas con sunombre. Este nombre obedecía órdenesde andar y detenerse y era losuficientemente inteligente como paraevitar obstáculos, y Robert intentóinsertarlo en cuerpos hechos por él.Pero este nombre tenía requisitos másexigentes para el cuerpo, y nunca pudoformar un cuerpo de arcilla que pudieraanimar. Amasó las piernas por separadoy luego las pegó al cuerpo, pero no pudoborrar los bordes completamente; elnombre no reconocía el cuerpo comouna sola pieza continua.

Dedicó su atención a los propiosnombres, buscando sustitucionessencillas que pudieran diferenciar lamarcha bípeda y la marcha a cuatropatas, o que hicieran que el cuerpoobedeciera órdenes sencillas. Pero losnombres parecían completamentediferentes; en cada trozo de pergaminohabía inscritas setenta y dos letrashebreas diminutas, dispuestas en docehileras de seis, y hasta donde podía ver,el orden de las letras era completamentealeatorio.

Robert Stratton y sus compañeros de

cuarto curso estaban sentados ensilencio mientras el señor Trevelyancaminaba entre las hileras de pupitres.

—Langdale, ¿cuál es la doctrina delos nombres?

—Todas las cosas son reflejos deDios, y, eh, todas...

—Dispénsenos de su balbuceo.Thorburn, ¿puede usted contarnos ladoctrina de los nombres?

—De la misma forma que todas lascosas son reflejos de Dios, todos losnombres son reflejos del nombre divino.

—¿Y cuál es el verdadero nombrede un objeto?

—El nombre que refleja el nombre

divino de la misma forma que el objetorefleja a Dios.

—¿Y cuál es la acción de un nombreverdadero?

—Dotar a su objeto de un reflejo delpoder divino.

—Correcto. Halliwell, ¿cuál es ladoctrina de las firmas?

La lección de filosofía naturalcontinuó hasta el mediodía, pero al sersábado no había clases el resto del día.El señor Trevelyan despidió a la clase,y los muchachos de la escuela deCheltenham se dispersaron.

Después de pasar por el dormitorio,Robert se reunió con su amigo Lionel en

el límite de los terrenos de la escuela.—¿Así que la espera ha terminado?

¿Hoy es el día? —preguntó Robert.—He dicho que sí, ¿no?—Entonces, vamos.La pareja comenzó a caminar los dos

kilómetros hasta la casa de Lionel.Durante su primer año en

Cheltenham, Robert apenas habíaconocido a Lionel; Lionel era uno de losexternos, y Robert, como todos losinternos, los miraba con suspicacia.Entonces, por pura casualidad, Robertse lo encontró mientras estaba devacaciones, en una visita al MuseoBritánico. A Robert le encantaba el

museo: las frágiles momias y losinmensos sarcófagos; el ornitorrincodisecado y la sirena en salmuera; lapared erizada de colmillos de elefante yastas de alce y cuernos de unicornio.Ese día en concreto estaba ante elexpositor de duendes elementales:estaba leyendo la tarjeta que explicabala ausencia de la salamandra cuando derepente reconoció a Lionel, que estabajusto a su lado, mirando a la ondina ensu tarro. Empezaron a hablar,descubrieron su interés compartido porlas ciencias, y los dos se hicierongrandes amigos.

Mientras caminaban por la carretera,

daban patadas a un gran guijarro y se lopasaban entre ellos. Lionel lanzó elguijarro con fuerza y rió al ver quepasaba entre los tobillos de Robert.

—Estaba a punto de reventar ahídentro —dijo—. Creo que una doctrinamás hubiera sido más de lo que podríasoportar.

—¿Por qué se molestan en llamarlafilosofía natural? —dijo Robert—.Deberían admitir que es sólo otralección de teología, y listos.

Los dos habían adquiridorecientemente la Guía juvenil denomenclatura, que les había informadode que los nomencladores ya no se

referían a Dios ni al nombre divino. Ensu lugar, el pensamiento actual sosteníaque existía un universo léxico además deuno físico, y que unir un objeto con unnombre compatible causaba que laspotencialidades latentes de ambos serealizasen. Ni había un único «nombreverdadero» para un objeto dado:dependiendo de su forma precisa, uncuerpo podía ser compatible con variosnombres, conocidos como sus«euónimos», y viceversa, un solonombre podía tolerar variacionessignificativas en la forma del cuerpo,como había demostrado al muñeco de suinfancia.

Cuando llegaron a casa de Lionel,prometieron a la cocinera que volveríanpara cenar enseguida y se dirigieron aljardín trasero. Lionel habíatransformado un cobertizo deherramientas que había en el jardínfamiliar en su laboratorio, que utilizabapara realizar experimentos.Normalmente Robert lo visitaba conregularidad, pero en los últimos tiemposLionel había estado trabajando en unexperimento que había mantenido ensecreto. Sólo ahora estaba dispuesto amostrar a Robert los resultados. Lionelhizo que Robert esperase fuera mientrasél entraba primero, y luego le permitió

entrar.Una larga estantería recorría todo el

perímetro interno del cobertizo, repletade soportes de frascos, botellas devidrio verde con tapones, y diversaspiedras y especímenes minerales. Unamesa decorada con manchas yquemaduras dominaba aquel espacioabarrotado, y sobre ella se encontrabanlos elementos del último experimento deLionel: una calabaza atada a un soportede forma que su parte inferior reposabasobre un cuenco lleno de agua, que a suvez estaba puesto en un trípode sobreuna lámpara de aceite encendida.También había un termómetro de

mercurio fijado al cuenco.—Echa un vistazo —dijo Lionel.Robert se inclinó para inspeccionar

el contenido de la calabaza. Al principioparecía que no era más que espuma, unaporción de burbujas como las quepodrían derramarse de una pinta decerveza. Pero al mirar más de cerca, sedio cuenta de que lo que pensaba queeran pompas eran en realidad losintersticios de una brillante celosía. Laespuma estaba formada por homúnculos:diminutos fetos seminales. Sus cuerposeran individualmente transparentes, perocolectivamente sus cabezas bulbosas ysus miembros filamentosos se reunían

formando una espuma pálida y densa.—¿Así que te hiciste una paja en un

tarro y has mantenido la leche caliente?—preguntó, y Lionel le dio un empujón.Robert se rió y alzó las manos en ungesto apaciguador—. No, en serio, esuna maravilla. ¿Cómo lo hasconseguido?

—Es un auténtico ejercicio deprecisión —dijo Lionel, ya calmado—.Hay que mantener la temperatura alnivel exacto, por supuesto, pero siquieres que crezcan, también hay quedarles la mezcla adecuada de nutrientes.Si la mezcla es pobre, se mueren dehambre. Si está demasiado saturada, se

vuelven demasiado espabilados ycomienzan a pelearse.

—Me estás tomando el pelo.—Es la verdad; compruébalo si no

me crees. Las batallas entre losespermatozoides son la causa de lasmonstruosidades en el nacimiento. Si unfeto herido es el que consigue llegar alóvulo, el niño que se engendra esdeforme.

—Yo pensaba que eso sucedíaporque la madre había recibido un sustomientras estaba embarazada. —Robertpodía distinguir apenas los minúsculosmovimientos líquidos de los fetosindividuales. Se dio cuenta de que la

espuma se estaba agitando lentamentecomo resultado de sus movimientoscolectivos.

—Eso sólo sucede con algunasclases, como los que están cubiertos depelo o llenos de manchas. Los niños queno tienen brazos o piernas, o que lostienen deformes, son los que se vieronenvueltos en una pelea cuando eranespermatozoides. Ésa es la razón por laque no se les puede dar un caldo muysaturado, sobre todo si no tienen muchoespacio: se ponen frenéticos. Se puedenechar todos a perder rápidamente.

—¿Cuánto tiempo puedes hacer quesigan creciendo?

—Probablemente no mucho más —dijo Lionel—. Es difícil mantenerloscon vida si no han alcanzado un óvulo.Leí que en Francia hicieron crecer a unohasta que era del tamaño de un puño, yellos tenían el mejor equipo disponible.Yo sólo quería ver si podía hacerlo.

Robert se quedó mirando la espuma,recordando la doctrina de lapreformación que el señor Trevelyan leshabía obligado a aprender de memoria:todas las cosas vivas habían sidocreadas a la vez, hacía mucho tiempo, ylos nacimientos en la actualidad eranmero aumento de tamaño de lopreviamente imperceptible. Aunque

parecían recién creados, estoshomúnculos tenían una edadincalculable; durante toda la historiahumana habían yacido insertados en lasgeneraciones de sus antepasados,esperando su turno para nacer.

De hecho, no eran sólo ellos los quehabían esperado; él mismo debía haberhecho lo mismo antes de su nacimiento.Si su padre hiciera este experimento, lasfiguras diminutas que Robert veríaserían sus hermanos y hermanas nonatos. Sabía que carecían de conscienciahasta que alcanzaban un óvulo, pero sepreguntó qué pensamientos tendrían sino fuera así. Se imaginó la sensación de

su cuerpo, todos los huesos y losórganos suaves y traslúcidos comogelatina, pegado a esa miríada dehermanos idénticos. ¿Cómo sería mirar através de los párpados transparentes,darse cuenta de que aquella montaña enla lejanía era en realidad una persona, yreconocerlo como un hermano? ¿Quépasaría si supiera que se volvería tanenorme y sólido como ese coloso sólocon que pudiera alcanzar un óvulo? Noera extraño que luchasen entre ellos.

Robert Stratton siguió estudiandonomenclatura en el Trinity College de

Cambridge. Allí estudió textoscabalísticos escritos hacía siglos,cuando los nomencladores aún sellamaban ba’alei shem y los autómatasse llamaban golem, los textos que habíanpuesto los cimientos de la ciencia de losnombres: el Sefer Yezirah, el SodeiRazayya de Eleazar de Worms, elHayyei ha-Oma ha-Ba de Abulafia.Luego estudió los tratados alquímicosque contemplaban las técnicas demanipulación alfabética en un contextofilosófico y matemático más amplio: elArs Magna de Llull, el De OccultaPhilosophia de Agripa, el MonasHieroglyphica de Dee.

Aprendió que todos los nombreseran una combinación de varios epítetos,cada uno de los cuales designaba unrasgo o capacidad específica. Losepítetos se generaban compilando todaslas palabras que describían el rasgodeseado: cognados y étimos, de lenguasvivas y muertas. Sustituyendo ypermutando selectivamente las letras, sepodía destilar de esas palabras suesencia común, que era el epíteto paraese rasgo. En ciertas ocasiones, losepítetos podían usarse como base parala triangulación, permitiendo derivarepítetos para rasgos no descritos enninguna lengua. El proceso completo

dependía tanto de la intuición como delas fórmulas; la capacidad para elegirlas mejores permutaciones de letras erauna habilidad imposible de enseñar.

Estudió las técnicas modernas deintegración y factorización nominales.Las primeras eran el medio por el queun conjunto de epítetos, expresivos yevocadores, se entremezclaban paraformar las secuencias de letrasaparentemente aleatorias que constituíanun nombre. Las segundas eran el mediopor el que un nombre se descomponía ensus epítetos constituyentes. No todos losmétodos de integración tenían unatécnica de factorización

correspondiente: un nombre poderosopodía ser refactorizado paraproporcionar un conjunto de epítetosdiferentes de los utilizados paragenerarlo, y esos epítetos eran a menudoútiles por esa misma razón.

Algunos nombres se resistían a larefactorización, y los nomencladores seesforzaban por desarrollar nuevastécnicas para descubrir sus secretos.

La nomenclatura estaba sufriendouna especie de revolución durante esaépoca. Durante mucho tiempo habíahabido dos tipos de nombres: los queanimaban un cuerpo, y los quefuncionaban como amuletos. Los

amuletos de salud se llevaban encimapara protegerse de heridas yenfermedades, mientras que otrosvolvían a una casa resistente al fuego oevitaban que una nave naufragase. Sinembargo, últimamente la distinción entreestas categorías de nombres se estabavolviendo difusa, con emocionantesresultados.

La ciencia naciente de latermodinámica, que establecía laconvertibilidad de calor y trabajo, habíaexplicado recientemente cómo losautómatas conseguían su fuerza motoramediante la absorción de calor de suentorno. Usando esta mayor

comprensión sobre el calor, unNamenmeister de Berlín habíadesarrollado un nuevo tipo de amuletoque hacía que un cuerpo absorbiesecalor de un punto y lo emitiese por otro.La refrigeración basada en estosamuletos era más sencilla y eficiente quela que dependía de la evaporación defluidos volátiles, y tenía inmensasaplicaciones comerciales. Los amuletos,igualmente, estaban permitiendo lamejora de los autómatas: lainvestigación de un nomenclador deEdimburgo sobre los amuletos queevitaban que los objetos se perdieran lecondujo a patentar un autómata

doméstico capaz de volver a colocar losobjetos en su sitio.

Al graduarse, Stratton se fue a vivira Londres y obtuvo un puesto denomenclador en Manufacturas Coade,uno de los principales fabricantes deautómatas de Inglaterra.

El nuevo autómata de Stratton,fabricado con argamasa de París,caminaba unos pasos detrás de élcuando entró en el edificio de la fábrica.Era una inmensa estructura de ladrillocon claraboyas en el tejado; la mitad deledificio estaba dedicada a la forja del

metal, y la otra mitad, a la cerámica. Enambas secciones, un sendero tortuosoconectaba las diferentes salas, cada unade las cuales albergaba una etapa de latransformación de la materia prima enautómatas terminados. Stratton y suautómata entraron en la parte decerámica.

Pasaron de largo ante una hilera decubas no muy altas en la que semezclaba la arcilla. Las diferentes cubascontenían diferentes tipos de arcilla,desde arcilla roja común hasta finocaolín blanco, y parecían enormes tazasrebosantes de chocolate líquido o densacrema; sólo el fuerte olor mineral

rompía la ilusión. Las paletas queremovían la arcilla estaban conectadasmediante engranajes a un eje motor,colocado justo debajo de las claraboyas,que recorría toda la longitud de la sala.Al extremo de la sala se alzaba un motorautomático: un gigante de hierro forjadoque daba vueltas a la ruedaincansablemente. Pasando ante él,Stratton pudo detectar un ligero frescoren el aire, producido por el motor alabsorber calor de su entorno.

La siguiente sala contenía losmoldes para la fabricación. Erancáscaras blancas que albergaban loscontornos invertidos de diversos

autómatas, y estaban apiladas junto a lasparedes. En la parte central de la sala,los oficiales escultores, vestidos condelantales, trabajaban solos y enparejas, atendiendo a los capullos de losque salían los autómatas.

El escultor más cercano estabareuniendo los moldes para un pocero, uncuadrúpedo de cabeza ancha que seempleaba en las minas para empujar lasvagonetas de mineral. El joven levantóla cabeza.

—¿Está buscando a alguien, señor?—le preguntó.

—Debo ver al maestro Willoughby—contestó Stratton.

—Perdone, no me di cuenta. Estoyseguro que llegará enseguida.

El oficial volvió a su tarea. HaroldWilloughby era maestro escultor deprimer grado; Stratton estabarequiriendo sus consejos para diseñar unmolde reutilizable para fabricar suautómata. Mientras esperaba, Strattonpaseó ociosamente entre los moldes. Suautómata permaneció quieto, listo parala siguiente orden.

Willoughby entró por la puerta quedaba a la metalistería, con el rostroruborizado por el calor de la fundición.

—Disculpe que llegue tarde, señorStratton —dijo—. Hemos estado

trabajando en uno grande de bronce enlas últimas semanas, y hoy era elvertido. No hay que dejar a los chicossolos en un momento como ése.

—Lo entiendo perfectamente —contestó Stratton.

Sin perder tiempo, Willoughby seacercó al nuevo autómata.

—¿Esto es lo que ha tenido a Moorehaciendo durante todos estos meses? —Moore era el oficial que ayudaba aStratton con su proyecto.

Stratton asintió.—El muchacho trabaja bien. —

Siguiendo las instrucciones de Stratton,Moore había construido una cantidad

interminable de cuerpos, todosvariaciones de un solo tema básico,mediante la aplicación de arcilla demoldear sobre un armazón, y luego loshabía usado para crear modelos deescayola con los que Stratton podíaprobar sus nombres.

Willoughby inspeccionó el cuerpo.—Tiene un buen acabado; parece

que todo está bien... Un momento. —Señaló las manos del autómata: en lugardel diseño tradicional de pala o mitón,con dedos sugeridos mediante surcos enla superficie, éstas estabanperfectamente formadas, cada una concuatro dedos separados y un pulgar

oponible—. ¿No querrá decirme que sonfuncionales?

—Así es.El escepticismo de Willoughby era

evidente.—Muéstremelo.Stratton se dirigió al autómata.—Cierra los dedos.El autómata extendió ambas manos,

cerró y abrió cada par de dedos, y luegovolvió a dejar caer los brazos.

—Le felicito, señor Stratton —dijoel escultor. Se acuclilló para examinarlos dedos del autómata más de cerca—.¿Es necesario que los dedos esténdoblados en cada articulación para que

el nombre surta efecto?—Eso es. ¿Puede diseñar un molde

para las piezas de esta forma?Willoughby chasqueó la lengua

varias veces.—Será un asunto complicado —dijo

—. Puede que tengamos que usar unmolde desechable para cadafabricación. Incluso con un molde porpiezas, será muy caro para la cerámica.

—Creo que valdrá la pena afrontarel gasto. Permítame que se lo muestre.—Stratton se dirigió al autómata—.

Fabrica un cuerpo; usa ese molde deallí.

El autómata caminó pesadamente

hasta la pared más cercana y tomó laspiezas del molde que Stratton habíaseñalado: era el molde para un pequeñomensajero de porcelana. Varios oficialesdejaron sus tareas para observar alautómata, que llevó las piezas hasta lazona de trabajo. Allí encajo las diversassecciones entre sí y las ató fuertementecon bramante. Los escultores sequedaron maravillados al ver los dedosdel autómata en funcionamiento,enlazando y atando las puntas delbramante hasta formar un nudo. Luego elautómata levantó el molde completo y sealejó para tomar una jarra de arcilla.

—Es suficiente —dijo Willoughby.

El autómata dejó su tarea y volvió aadoptar su postura erguida inicial.

Examinando el molde, Willoughbypreguntó—: ¿Le enseñó usted mismo?

—Sí. Espero que Moore le enseñe aforjar metal.

—¿Tiene nombres que puedanaprender otras tareas?

—Todavía no. Sin embargo, tengobuenas razones para creer que existe unaclase entera de nombres parecidos, unopara cada tipo de habilidad que requieradestreza manual.

—¿Eso cree? —Willoughby notóque los otros escultores seguíanmirando, y les gritó—: Si no tenéis nada

que hacer, puedo daros mucho trabajo.—Los oficiales volvieron al instante asus tareas, y Willoughby se volvió denuevo hacia Stratton—. Vayamos a sudespacho para hablar sobre esto.

—Muy bien. —Stratton hizo que elautómata les siguiera hasta la partedelantera del complejo de edificiosinterconectados que formabaManufacturas Coade. Primero entraronen el estudio de Stratton, que estabasituado detrás de su despachopropiamente dicho. Una vez en él,Stratton se dirigió al escultor—: ¿Tienealguna objeción que poner a miautómata?

Willoughby examinó un par demanos de arcilla sujetas sobre una mesade trabajo. En la pared tras la mesahabía clavados una serie de dibujosesquemáticos que mostraban manos endiversas posturas.

—Ha hecho usted un trabajoadmirable imitando la mano humana. Sinembargo, me preocupa que la primerahabilidad que le enseñó a su nuevoautómata fuera la escultura.

—Si le preocupa que esté intentandosustituir a los escultores, no lo haga. Éseno es mi objetivo en absoluto.

—Me alivia saberlo —dijoWilloughby—. Entonces, ¿por qué

escogió la escultura?—Es el primer paso en un camino

bastante indirecto. Mi objetivo último espermitir que se manufacturen motoresautomáticos tan baratos que la mayorparte de las familias puedan adquiriruno.

La confusión de Willoughby eraevidente.

—¿Y cómo, le ruego que me diga,utilizaría una familia un motor?

—Para mover un telar automático,por ejemplo.

—¿De qué está hablando?—¿Ha visto alguna vez a los niños

que emplean en las fábricas textiles?

Trabajan hasta el agotamiento; suspulmones están saturados de polvo dealgodón; son tan enfermizos que apenaspuede pensarse que lleguen a la edadadulta. La tela barata se consigue alprecio de la salud de nuestrostrabajadores; los tejedores estaban enmucho mejores condiciones cuando laproducción textil era una industriacasera.

—Los telares automáticos fueron losque sacaron a los tejedores de sus casas.¿Cómo podrían devolverlos a ellas?

Stratton no había hablado de estoantes, y agradeció la oportunidad deexplicarse.

—El coste de los motoresautomáticos siempre ha sido alto, y asítenemos fábricas en los que decenas detelares son movidos por un inmensoGoliat calentado con carbón. Pero unautómata como el mío podría fabricarmotores muy baratos. Si un pequeñomotor automático, adecuado para movervarias máquinas, se pone al alcance deun tejedor y su familia, entonces puedenproducir tela en su propia casa comohacían antes. La gente podría ganar unsalario justo sin verse sujeta a lascondiciones de las fábricas.

—Olvida el coste del propio telar—dijo Willoughby suavemente, como

siguiéndole la corriente—. Los telaresautomáticos son considerablemente máscaros que los telares manuales deantaño.

—Mi autómata podría ayudartambién a producir las partes de hierroforjado, lo que reduciría el precio de lostelares automáticos y otras máquinas. Noes ninguna panacea, lo sé, pero de todasformas estoy convencido de que losmotores baratos ofrecen la oportunidadde una vida mejor para el artesanoindividual.

—Sus deseos reformistas le honran.Sin embargo, permítame sugerir que haycuras más sencillas para los males

sociales que cita: la reducción delhorario de trabajo, o la mejora de lascondiciones. No necesita trastornar todonuestro sistema de manufactura.

—Creo que lo que propongo puededescribirse con mayor precisión comorestauración y no trastorno.

Entonces Willoughby se exasperó.—Esta cháchara de volver a la

economía familiar está muy bien, pero,¿qué pasaría con los escultores?

Dejando a un lado sus intenciones,estos autómatas suyos dejarían a losescultores sin empleo. Estos hombreshan pasado por años de aprendizaje yenseñanza. ¿Cómo van a dar de comer a

sus familias?Stratton no estaba preparado para la

virulencia de su tono.—Sobreestima usted mi habilidad

como nomenclador —dijo, intentandoquitarle hierro al asunto. El escultorsiguió ceñudo. Continuó—: Lascapacidades de aprendizaje de estosautómatas son extremadamentelimitadas.

Pueden manipular moldes, peronunca podrían diseñarlos; el auténticoarte de la escultura puede ser efectuadosólo por los escultores. Antes de nuestracita, acababa usted de dirigir a variosoficiales que vertían una gran pieza de

bronce; los autómatas nunca podrántrabajar juntos de forma tan coordinada.Sólo realizarán tareas repetitivas.

—¿Qué clase de escultoresestaríamos formando si pasasen suaprendizaje mirando cómo los autómatashacen el trabajo en su lugar? Noconsentiré que una profesión venerablesea reducida a una representación demarionetas.

—Eso no es lo que sucedería —dijoStratton, exasperado a su vez—. Peroexamine lo que usted mismo estádiciendo: el estatus que desea que suprofesión conserve es precisamente elque los tejedores han tenido que

abandonar. Creo que estos autómataspueden ayudar a devolver la dignidad deotras profesiones, y sin gran coste parala suya.

Willoughby no parecía haberle oído.—¡La propia idea de que los

autómatas fabriquen autómatas! No sóloes una sugerencia insultante, parece unareceta para la catástrofe. ¿Qué me dicede esa balada, aquélla en la que lasescobas llevan cubos de agua y sevuelven locas?

—¿Se refiere a “DerZauberlehrling”? —dijo Stratton—. Lacomparación es absurda. Estosautómatas se encuentran tan lejos de

estar en posición de reproducirse sinparticipación humana que apenas sé pordónde empezar a enumerar lasobjeciones. Antes que eso, un osobailarín actuaría en el ballet de Londres.

—Si quiere desarrollar un autómataque pueda bailar ballet, le apoyaríacompletamente en la empresa. Sinembargo, no puede continuar con esteautómata diestro.

—Discúlpeme, señor, pero no estoysujeto a sus decisiones.

—Encontrará difícil trabajar sin lacooperación de los escultores. Retiraréa Moore y prohibiré a todos los demásoficiales que le ayuden de ninguna forma

en este proyecto.Stratton se sintió repentinamente

desconcertado.—Su reacción es completamente

desproporcionada.—Yo considero que es

perfectamente apropiada.—En ese caso, trabajaré con los

escultores de otra manufactura.Willoughby frunció el ceño.—Hablaré con el jefe de la

Hermandad de Escultores, y lerecomendaré que prohiba a todosnuestros miembros que fabriquen susautómatas.

Stratton sintió que la sangre le

hervía.—No permitiré que me intimide —

dijo—. Haga lo que desee, pero nopuede impedir que prosiga con esto.

—Creo que nuestra discusión haterminado. —Willoughby fue hacia lapuerta—. Que tenga un buen día, señorStratton.

—Que tenga un buen día —contestóStratton acaloradamente.

Al día siguiente, Stratton salió a darsu paseo de mediodía por el distrito deLambeth, donde se situaba ManufacturasCoade. Al cabo de unas manzanas, se

detuvo en un mercadillo; a veces, entrelas cestas de anguilas coleantes y lasmantas cubiertas de relojes baratoshabía muñecos automáticos, y Strattonconservaba su afición infantil por verlos últimos diseños. Ese día vio unanueva pareja de muñecos boxeadores,pintados con la apariencia deexplorador y salvaje. Mientras losexaminaba tranquilamente, podía oír alos vendedores ambulantes de panaceasque competían por atraer la atención deun viandante resfriado.

—Veo que su amuleto de salud le hafallado, señor —dijo un hombre cuyamesa estaba repleta de pequeñas latas

cuadradas—. ¡Su remedio se encuentraen los poderes curativos delmagnetismo, concentrados en lasPastillas Polarizadoras del doctorSedgewick!

—¡Tonterías! —repuso una vieja—.¡Lo que necesita es tintura demandrágora, comprobada y eficaz! —Alzó un frasco con un líquido traslúcido—. ¡El perro aún no estaba frío cuandoeste extracto fue preparado! No hay nadamás potente.

Al no encontrar más muñecos,Stratton salió del mercado y siguiócaminando, con los pensamientosgirando en torno a lo que Willoughby le

había dicho el día anterior. Sin lacooperación del sindicato de escultores,tendría que recurrir a contratarescultores independientes. No habíatrabajado antes con individuos de esacatadura, y necesitaría hacer algunascomprobaciones: teóricamentefabricaban cuerpos sólo para su uso connombres de dominio público, peroalgunos individuos utilizaban estasactividades para encubrir el robo depatentes y la piratería, y cualquierasociación con ellos podría mancharpara siempre su reputación.

—Señor Stratton.Stratton alzó la vista. Un hombre

pequeño y nervudo, modestamentevestido, se encontraba ante él.

—Sí. ¿Le conozco de algo, señor?—No, señor. Mi nombre es Davies.

Estoy al servicio de Lord Fieldhurst. —Entregó a Stratton una tarjeta sobre laque había dibujado el blasón de losFieldhurst.

Edward Maitland, tercer conde deFieldhurst y zoólogo y anatomistacomparativo de renombre, era elpresidente de la Royal Society. Strattonle había escuchado hablar durante lassesiones de la Royal Society, pero nuncales habían presentado.

—¿Qué puedo hacer por usted?

—Lord Fieldhurst desearía hablarcon usted, tan pronto como le seaposible, respecto a su trabajo reciente.

Stratton se preguntó cómo habríaoído hablar el conde de su trabajo.

—¿Por qué no me ha buscado usteden mi despacho?

—Lord Fieldhurst prefiere mantenerla privacidad en este asunto. —Strattonalzó las cejas, pero Davies no dio másexplicaciones—. ¿Está usted libre estatarde?

Era una invitación poco habitual,pero en todo caso seguía siendo unhonor.

—Ciertamente. Por favor, informe a

Lord Fieldhurst de que estaré encantado.—Un coche le estará esperando

frente a su edificio hoy a las ocho.Davies se llevó la mano al sombrero

y se fue.A la hora prometida, Davies llegó

con el coche. Era un vehículo lujoso,con un interior de caoba lacada y latónpulido y terciopelo. El tractor que tirabade él era también de los caros, un corcelde bronce forjado que no necesitabaconductor para llegar hasta los destinoshabituales.

Davies rehusó educadamenteresponder a ninguna pregunta mientrasmarchaban. Obviamente, no se trataba

de un sirviente ni de un secretario, peroStratton no podía decidir qué tipo deempleado era. El coche los condujo alas afueras de Londres y luego al campo,hasta que llegaron a la mansiónDarrington, una de las residencias dellinaje de los Fieldhurst.

Una vez en el interior, Daviesacompañó a Stratton a través delvestíbulo y le hizo entrar en un estudioelegantemente decorado; cerró laspuertas quedándose fuera.

Sentado a la mesa del estudio habíaun hombre corpulento que llevaba unchaleco de seda y un fular; sus mejillasanchas y con profundas arrugas estaban

rodeadas por patillas espesas y grises.Stratton le reconoció al instante.

—Lord Fieldhurst, es un honor.—Es un placer conocerle, señor

Stratton. En los últimos tiempos haestado usted realizando un trabajoexcelente.

—Es usted muy amable. No sabíaque mi trabajo era tan conocido.

—Me esfuerzo por seguir este tipode cosas. Por favor, dígame qué le llevóa diseñar estos autómatas.

Stratton le explicó sus planes paramanufacturar motores baratos. Fieldhurstle escuchó con interés, ofreciéndole aquíy allá sugerencias apropiadas.

—Es un objetivo admirable —dijo,asintiendo con aprobación—. Mesatisface comprobar que tiene ustedmotivos tan filantrópicos, porque quieropedirle su ayuda en un proyecto queestoy dirigiendo.

—Será un privilegio ayudarle decualquier manera a mi alcance.

—Se lo agradezco. —El rostro deFieldhurst ganó solemnidad—. Éste esun asunto de seria importancia. Antes deseguir hablando, debe darme su palabrade que guardará todo lo que voy arevelarle con la máxima discreción.

Stratton cruzó directamente lamirada del conde.

—Por mi honor de caballero, señor,no divulgaré nada de lo que me cuente.

—Se lo agradezco, señor Stratton.Por favor, sígame. —Fieldhurst abrióuna puerta en la parte de atrás delestudio y cruzaron un pequeño vestíbulo.Al final de éste había un laboratorio;sobre una mesa de trabajo larga yescrupulosamente limpia había una seriede equipos, cada uno con unmicroscopio y una especie de armazónarticulado hecho de latón, dotado contres ruedas perpendiculares entre sí paraefectuar delicados ajustes. Un ancianoestaba observando por el microscopioen el extremo más alejado de la mesa;

levantó la vista de su trabajo cuandoentraron.

—Señor Stratton, creo que conoce aldoctor Ashbourne.

Stratton, desprevenido, se quedó derepente sin habla. Nicholas Ashbournehabía sido catedrático en el Trinitycuando Stratton estudiaba allí, pero sehabía marchado hacía años paradedicarse a estudios de, según se decía,naturaleza poco ortodoxa. Stratton lerecordaba como uno de los profesoresmás entusiastas. La edad habíaestrechado en alguna medida su rostro,haciendo que su frente alta pareciera aúnmás alta, pero sus ojos eran tan

brillantes y estaban tan despiertos comosiempre. Se acercó hasta ellos con laayuda de un bastón de marfil tallado.

—Stratton, me alegra volver a verle.—Lo mismo digo, señor. Realmente,

no esperaba encontrarle aquí.—Ésta será una tarde llena de

sorpresas, muchacho. Prepárese. —Sevolvió hacia Fieldhurst—. ¿Leimportaría que empezásemos?

Siguieron a Fieldhurst hasta elextremo opuesto del laboratorio, dondese abría otra puerta que les condujo porun tramo de escaleras.

—Sólo un pequeño número depersonas, bien miembros de la Royal

Society, bien miembros del Parlamento,o ambas cosas, conocen este asunto.Hace cinco años, la Académie desSciences de París contactó conmigoconfidencialmente. Deseaban que loscientíficos ingleses confirmasen ciertoshallazgos experimentales que habíanhecho.

—¿En serio?—Puede imaginarse su reticencia.

Sin embargo, pensaban que el asunto eramás importante que las rivalidadesnacionales, y en cuando entendí lasituación, accedí.

Los tres bajaron hasta un sótano.Unos mecheros de gas colocados en las

paredes proporcionaban la iluminación,que revelaba la extensión considerabledel sótano; su interior estaba punteadopor una serie de pilares de piedra que sealzaban para formar bóvedas de arista.El largo sótano contenía una hilera trasotra de sólidas mesas de madera, sobrecada una de las cuales había un tanquedel tamaño aproximado de una bañera.Los tanques estaban hechos de zinc y seles habían instalado lunas de cristal enlos cuatro lados, lo que permitía ver sucontenido: un fluido traslúcido, de untenue color amarillento.

Stratton miró el tanque más cercano.Había una distorsión flotando en el

centro del tanque, como si una parte dellíquido se hubiera cuajado formando unamasa de gelatina. Era difícil distinguirlos rasgos de la masa entre las sombrasmoteadas que se proyectaban sobre elfondo del tanque, así que se movió aotro lado de éste y se agachó paracontemplar la masa directamente contrala llama de una lámpara de gas. Fueentonces cuando el coágulo se revelócomo la figura espectral de un hombre,traslúcido como la gelatina, acurrucadaen posición fetal.

—Increíble —susurró Stratton.—Lo llamamos megafeto —explicó

Fieldhurst.

—¿Esto ha sido cultivado partiendode un espermatozoo? Debe de haberlesllevado décadas.

—No ha sido así, para nuestrasorpresa. Hace unos años, dosnaturalistas parisinos llamadosDubuisson y Gille diseñaron un métodopara inducir un crecimiento hipertróficoen un feto seminal. La infusión rápida denutrientes permite que tales fetosalcancen este tamaño en dos semanas.

Moviendo la cabeza delante y atrás,percibió ligeras diferencias en la formaen que se refractaba la luz de gas,señalando los límites de los órganosinternos del megafeto.

—¿Esta criatura está... viva?—Sólo de forma inconsciente, como

un espermatozoo. Ningún procesoartificial puede sustituir a la gestación;es el principio vital en el ovum el queactiva el feto, y es la influencia maternala que lo transforma en una persona. Loúnico que hemos hecho es efectuar unamaduración en tamaño y escala. —Fieldhurst hizo un gesto hacia elmegafeto—. La influencia maternatambién proporciona al feto lapigmentación y todas las característicasfísicas distintivas. Nuestros megafetosno tienen rasgos más allá de su sexo.Todos los varones ostentan el aspecto

genérico que ve aquí, y todas lashembras son igualmente idénticas. Encada sexo es imposible distinguir uno deotro mediante un examen físico, sin queimporte lo diferentes que puedan habersido los padres originales; sólo unregistro concienzudo nos permiteidentificar cada megafeto.

Stratton volvió a incorporarse.—¿Y cuál fue la intención al hacer el

experimento, si no era para desarrollarun vientre artificial?

—Para comprobar la idea de lainvariabilidad de las especies. —Aldarse cuenta de que Stratton no erazoólogo, el conde se explicó más

detenidamente—. Si los pulidores delentes pudieran construir microscopiosde ilimitada capacidad de aumento, losbiólogos podrían estudiar las futurasgeneraciones insertadas en losespermatozoos de cualquier especie yver si su aspecto permanece invariable,o si hay cambios que den lugar a unanueva especie. En este último caso,también podrían determinar si latransición ocurre gradual oabruptamente.

»Sin embargo, las aberracionescromáticas fijan un límite superior en lacapacidad de aumento de cualquierinstrumento óptico. Los señores

Dubuisson y Gille dieron con la idea deaumentar artificialmente el tamaño delos propios fetos. Una vez que un fetoalcanza su talla adulta, se le puedeextraer un espermatozoo y ampliar unfeto de la siguiente generación de lamisma forma. —Fieldhurst se acercó ala siguiente mesa de la hilera y señaló eltanque que se encontraba sobre ella—.La repetición de este proceso nospermite examinar las generaciones aúnno nacidas de cualquier especie.

Stratton paseó la vista por la sala.Las hileras de tanques cobraron unnuevo significado.

—Así que comprimieron el tiempo

entre los «nacimientos» para obtener unavisión preliminar de nuestro futurogenealógico.

—Exactamente.—¡Qué audaz! ¿Y cuáles fueron los

resultados?—Probaron con muchas especies

animales, pero nunca observaron ningúncambio de forma. Sin embargo,obtuvieron un resultado peculiar cuandotrabajaron con los fetos seminales dehumanos. Después de no más de cincogeneraciones, los fetos varones ya noalbergaban más espermatozoos, ni losfetos hembra más ovums. El linajeterminaba con una generación estéril.

—Me figuro que eso no fuecompletamente inesperado —dijoStratton, mirando la forma gelatinosa—.Cada repetición debe producir ladisminución de alguna esencia de losorganismos. Es lógico que llegados a unpunto la descendencia sea tan débil queel proceso ya no funcione.

—Ésa fue también la suposicióninicial de Dubuisson y Gille —asintióFieldhurst—, de forma que buscaronmejorar su técnica. Sin embargo, nopudieron encontrar ninguna diferenciaentre megafetos de diferentesgeneraciones en términos de tamaño ovitalidad. Ni había ninguna disminución

en el número de espermatozoos o deovums; la penúltima generación era tanfértil como la primera. La transición a laesterilidad era abrupta.

»También encontraron otraanomalía: mientras que ciertosespermatozoos producían sólo cuatrogeneraciones o menos, la variaciónocurría sólo entre diferentes muestras, ynunca en una sola muestra. Evaluaronmuestras de donantes que eran padre ehijo, y en esos casos, los espermatozoosdel padre producían exactamente unageneración más que los del hijo. Y hastadonde sabemos, algunos de los donanteseran personas muy mayores.

Aunque sus muestras contenían muypocos espermatozoos, éstos contenían,sin embargo, una generación más que losde sus hijos, que estaban en la flor de lavida. El poder progenitor del espermano se correspondía con la salud o elvigor del donante; pero sí que secorrespondía con la generación a la quepertenecía éste.

Fieldhurst se detuvo y miróseriamente a Stratton.

—Fue en este punto en el que laAcadémie contactó conmigo para ver sila Royal Society podía duplicar susdescubrimientos. Juntos, hemos obtenidoel mismo resultado usando muestras

tomadas de pueblos tan diversos comolos lapones y los hotentotes. Estamos deacuerdo en cuanto a las implicacionesde estos descubrimientos: que la especiehumana tiene el potencial para existirsólo durante un número invariable degeneraciones, y que estamos a cincogeneraciones de la última.

Stratton se volvió hacia Ashbourne,medio esperando que confesase que eratodo una elaborada mistificación, peroel anciano nomenclador parecíacompletamente solemne. Stratton miróde nuevo al megafeto y frunció el ceño,

asumiendo lo que había oído.—Si su interpretación es correcta,

otras especies deberían estar sujetas auna limitación parecida. Sin embargo,por lo que sé, la extinción de unaespecie nunca ha sido observada.

—Eso es cierto —asintió Fieldhurst—. Sin embargo, sí que contamos conlas pruebas del registro fósil, quesugiere que las especies permanecen sincambios durante un periodo de tiempo, yluego se ven abruptamente sustituidaspor nuevas formas. Los catastrofistasafirman que las especies se extinguendebido a violentos cataclismos.Basándonos en los descubrimientos que

hemos realizado respecto a lapreformación, ahora parece que lasextinciones son meramente resultado delfinal de la vida de una especie. Sonmuertes naturales, y no accidentales, porasí decirlo. —Hizo un gesto hacia lapuerta por la que habían entrado—. ¿Lesparece que volvamos arriba?

Siguiendo a los otros dos, Strattonpreguntó:

—¿Y qué me dicen de la creación denuevas especies? Si no nacen deespecies existentes, ¿acaso surgenespontáneamente?

—Eso no está claro por el momento.Normalmente, sólo los animales más

sencillos surgen por generaciónespontánea: gusanos y otras criaturasvermiformes, típicamente bajo lainfluencia del calor. Losacontecimientos postulados por loscatastrofistas, inundaciones, erupcionesvolcánicas, impactos cometarios...implicarían la liberación de grandesenergías. Quizá estas energías afectan ala materia tan profundamente que causanla generación espontánea de una razaentera de organismos, insertada en unospocos progenitores. Si es así, loscataclismos no son responsables de lasextinciones masivas, sino que generanespecies nuevas a su paso.

De vuelta en el laboratorio, los dosancianos se sentaron en las sillas quehabía. Demasiado emocionado paraimitarles, Stratton permaneció de pie.

—Si otras especies animales fueroncreadas por el mismo cataclismo que laespecie humana, de la misma formadeberían estar acercándose al final desus vidas. ¿Han encontrado otra especieque muestre tener una últimageneración?

—Todavía no —dijo Fieldhurst,negando con la cabeza—. Creemos queotras especies tienen diferentes fechasde extinción, que corresponden a lacomplejidad biológica del animal; los

humanos tienen, presumiblemente, elorganismo más complejo, y quizá noquepan muchas generaciones de unorganismo tan complejo dentro de unespermatozoo.

—Por la misma razón —repusoStratton—, quizá la complejidad delorganismo humano lo hace pocoadecuado para el proceso decrecimiento artificialmente acelerado.Quizá han encontrado los límites delproceso, y no de la especie.

—Una observación inteligente,señor Stratton. Se están realizandoexperimentos con especies que separecen mucho a los humanos, como los

chimpancés y los orangutanes. Sinembargo, responder inequívocamente aesta pregunta puede llevar años, y sinuestra actual interpretación es correcta,mal podemos permitirnos el tiempo quetardaremos en obtener una confirmación.Debemos preparar un plan de accióninmediatamente.

—Pero cinco generaciones podríaser más de un siglo... —Se detuvo,avergonzado por no haberse percatadode lo obvio: no todas las personas sonpadres a la misma edad.

—Se da usted cuenta de por qué notodas las muestras de esperma de losdonantes de la misma edad produjeron

el mismo número de generaciones —dijo Fieldhurst, leyendo su rostro—.Algunos linajes se acercan a su fin másrápido que otros. Para un linaje en elque los hombres engendren niños aedades consistentemente tardías, cincogeneraciones puede significar más dedos siglos de fertilidad, pero sin dudahay linajes que ya han alcanzado sufinal.

Stratton imaginó las consecuencias.—La pérdida de la fertilidad se hará

cada vez más evidente para el pueblo engeneral con el paso del tiempo.

Mucho antes de que lleguemos alfinal, puede estallar el pánico.

—Exactamente, y los disturbiospodrían extinguir a nuestra especie taneficientemente como el agotamiento delas generaciones. Ésa es la razón por laque el tiempo es lo fundamental.

—¿Cuál es la solución queproponen?

—Cederé la palabra al doctorAshbourne para que se lo explique —dijo el conde.

Ashbourne se levantó einstintivamente adoptó la expresión deun profesor dando la lección.

—¿Recuerda por qué seabandonaron todos los intentos defabricar autómatas hechos de madera?

Stratton se vio pillado de improvisopor la pregunta.

—Se creía que las fibras naturalesde la madera suponen una forma queentra en conflicto con lo que deseemostallar en ella. Actualmente hay intentosde utilizar goma como material de base,pero no han tenido éxito.

—Así es. Pero si la forma nativa dela madera fuera el único obstáculo, ¿nodebería ser posible animar el cadáverde un animal con un nombre? En esecaso, la forma del cuerpo debería serideal.

—Es una idea macabra; no meatrevo a opinar sobre la probabilidad de

éxito de un experimento así. ¿Se haintentando alguna vez?

—De hecho, sí: sin ningún éxito. Asíque estas dos vías de investigacióncompletamente diferentes han resultadoinfructuosas. ¿Quiere eso decir que nohay forma de animar material orgánicausando nombres? Ésa pregunta me llevóa abandonar el Trinity para buscar unarespuesta.

—¿Y qué es lo que descubrió?Ashbourne rechazó la pregunta con

un gesto.—Primero hablemos sobre la

termodinámica. ¿Ha seguido losdesarrollos más recientes? Entonces

sabrá que la disipación del calor reflejaun aumento en el desorden a niveltérmico. Inversamente, cuando unautómata condensa calor de su entornopara realizar trabajo, aumenta el orden.Esto confirma una idea que he mantenidodurante mucho tiempo: que el ordenléxico produce orden termodinámico. Elorden léxico de un amuleto refuerza elorden que un cuerpo ya posee,proporcionando de esta formaprotección contra el daño. El ordenléxico de un nombre que anima aumentael orden de un cuerpo, proporcionandoasí fuerza motora a un autómata.

»La siguiente pregunta era: ¿cómo se

reflejaría un incremento del orden sobrela materia orgánica? Puesto que losnombres no animan tejidos muertos,obviamente la materia orgánica noresponde al nivel térmico; pero quizápueda ser ordenada a otro nivel.Piénselo: un buey puede ser reducido auna cuba de caldo gelatinoso. El caldoincluye la misma materia que el buey,pero, ¿cuál representa una mayorcantidad de orden?

—El buey, obviamente —dijoStratton, perplejo.

—Obviamente. Un organismo, envirtud de su estructura física, representael orden; cuanto más complejo es el

organismo, mayor es la cantidad deorden. Mi hipótesis era que aumentar elorden de la materia orgánica podríalograrse dándole forma. Sin embargo, lamayoría de la materia viva ya haasumido su forma ideal. La pregunta es:

¿qué tiene vida pero no forma? —Elanciano nomenclador no esperó a quediera una respuesta—. La respuesta es:un ovum sin fertilizar. El ovum contieneel principio vital que anima a la criaturaque en última instancia hace surgir, perono tiene forma en sí mismo. Deordinario, el ovum incorpora la formadel feto insertada en el espermatozooque lo fertiliza. El siguiente paso era

obvio.Aquí Ashbourne se detuvo, mirando

a Stratton con esperanza.Stratton estaba desconcertado.

Ashbourne puso cara de decepción ycontinuó.

—El siguiente paso era inducirartificialmente el crecimiento de unembrión partiendo de un ovum ymediante la aplicación de un nombre.

—Pero si el ovum no está fertilizado—objetó Stratton—, no hay estructurapreexistente que agrandar.

—Exactamente.—¿Quiere decir que la estructura

podría surgir de un medio homogéneo?

Imposible.—Sin embargo, mi objetivo durante

varios años fue confirmar mi hipótesis.Mis primeros experimentos consistieronen aplicar un nombre sobre huevos derana sin fertilizar.

—¿Cómo puso el nombre dentro deun huevo de rana?

—En realidad, el nombre no estámetido, sino impreso por medio de unaaguja especialmente manufacturada. —Ashbourne abrió un armarito que estabasobre la mesa de trabajo entre dosmicroscopios.

En el interior había un estante demadera lleno de pequeños instrumentos

ordenados por parejas. Todosterminaban en una larga aguja de vidrio;algunas eran casi tan gruesas como lasque se usan para coser, otras tan finascomo una hipodérmica. Tomó una delpar más grande y se la entregó a Strattonpara que la examinase. La aguja devidrio no era traslúcida, sino queparecía contener una especie de núcleomoteado.

—Aunque esto puede parecer unaespecie de instrumento médico —explicó Ashbourne—, en realidad setrata de un vehículo para un nombre,exactamente de la misma forma que elmás convencional trozo de pergamino.

Por desgracia, requiere mucho másesfuerzo para su fabricación que aplicarla pluma al pergamino. Para crear unaaguja como ésta, primero hay quecolocar finos filamentos de cristaloscuro dentro de un ovillo de filamentosde cristal traslúcido, de tal forma que elnombre sea legible cuando se contempledesde un extremo. Entonces se fundenlos filamentos en una varilla sólida, y lavarilla se estira hasta formar unfilamento aún más fino. Un cristalerohábil puede conservar todos los detallesdel nombre por muy delgado que sea elfilamento. Al final, se obtiene una agujaque contiene el nombre en su corte

transversal.—¿Cómo generó el nombre que

luego usó?—Podemos hablar de eso

ampliamente después. Para lo queinteresa a nuestra discusión actual, laúnica información necesaria es queincorporé el epíteto sexual. ¿Está ustedfamiliarizado con él?

—Lo conozco. —Era uno de lospocos epítetos que era dimórfico, altener variante varón y variante hembra.

—Necesitaba dos versiones delnombre, obviamente, para provocar lageneración tanto de varones como dehembras. —Señaló la disposición en

parejas de las agujas en el armarito.Stratton vio que la aguja podía ser

acoplada al armazón de latón y su puntaquedaría cercana a la placa bajo elmicroscopio; las ruedas se usaban,presumiblemente, para poner la aguja encontacto con un ovum. Le devolvió elinstrumento.

—Dijo usted que el nombre no estámetido, sino impreso. ¿Pretende decirmeque tocar el huevo de la rana con estaaguja es lo único que hace falta? ¿Quitarel nombre no elimina su influencia?

—Exactamente. El nombre activa unproceso en el huevo que no puede serrevertido. El contacto prolongado del

nombre no causa ningún otro efecto.—¿Y del huevo salió un renacuajo?—No con los nombres que

intentamos inicialmente; el únicoresultado fue que aparecieroninvoluciones simétricas en la superficiedel huevo. Pero incorporando diferentesepítetos, fui capaz de provocar que elhuevo adoptase diferentes formas,algunas de las cuales tenían todo elaspecto de ranas embrionarias. Al cabo,encontré un nombre que hacía que elhuevo no sólo asumiera la forma de unrenacuajo, sino que también madurase yeclosionase. El renacuajo que salió delhuevo creció hasta convertirse en una

rana indistinguible de cualquier otromiembro de su especie.

—Usted había encontrado uneuónimo de esa especie de rana —dijoStratton.

Ashbourne sonrió.—Como este método de

reproducción no implica relaciónsexual, la he denominado«partenogénesis».

Stratton le miró a él y a Fieldhurst.—Es evidente cuál es la solución

que proponen. La conclusión lógica deesta investigación es descubrir uneuónimo de la especie humana. Deseanque la humanidad se perpetúe gracias a

la nomenclatura.—Parece que encuentra esa idea

perturbadora —dijo Fieldhurst—. Erade esperar: el doctor Ashbourne y yosentimos inicialmente lo mismo, al igualque cualquier persona que haya pensadoen ello. Nadie aprecia la idea de que loshumanos sean concebidosartificialmente. Pero, ¿puede ofrecernosuna alternativa? —Stratton permanecióen silencio, y Fieldhurst continuó—.Todos los que conocen el trabajo deldoctor Ashbourne, así como el trabajode Dubuisson y Gille, están de acuerdo:no existe otra solución.

Stratton tuvo que recordarse que

debía mantener la actitud desapasionadade un científico.

—¿Cómo esperan ustedes que seemplee este nombre, exactamente? —preguntó.

—Cuando un marido se vea incapazde fecundar a su mujer, buscarán losservicios de un médico. El médicotomará el menstruo de la mujer, separaráel ovum, le imprimirá el nombre, y luegolo volverá a introducir en su útero.

—Un niño que nazca con estemétodo no tendrá padre biológico.

—Cierto, pero la contribuciónbiológica del padre es de escasaimportancia aquí. La madre considerará

a su marido como el padre de su hijo, deforma que su imaginación proporcionaráal feto una combinación de su propioaspecto y el de su marido. Eso nocambiará. Y no necesito mencionar quela impresión de los nombres no estaría adisposición de las mujeres solteras.

—¿Está usted seguro de que estoproducirá niños bien formados? —preguntó Stratton—. Estoy seguro quesabe a lo que me refiero. —Todosconocían el desastroso intento del sigloanterior de crear niños mejoresmediante la mesmerización de lasmujeres durante su embarazo.

Ashbourne asintió.

—Tenemos la fortuna de que elovum es muy específico en cuanto a loque acepta. En conjunto de euónimospara cualquier especie de organismo esmuy pequeño; si el orden léxico delnombre impreso no se corresponde alorden estructural de la especie, el fetoresultante no crecerá. Esto no obsta a lanecesidad de que la madre mantenga laserenidad durante el embarazo; laimpresión del nombre no puede protegercontra la agitación materna. Pero lacapacidad de selección del ovum nospermite asegurar que cualquier feto quese cree estará bien formado en todos losaspectos, excepto el que suponíamos.

Stratton se sintió alarmado.—¿Qué aspecto es ése?—¿No lo adivina? La única

incapacidad de las ranas creadasmediante la impresión del nombre sehallaba en los machos; eran estériles,pues sus espermatozoos no conteníanfetos preformados. En contraste, lashembras que se crearon eran fértiles; sushuevos podían fertilizarse tanto por lavía tradicional como mediante larepetición de la impresión del nombre.

El alivio de Stratton fueconsiderable.

—Así pues, la variante macho delnombre era imperfecta.

Presumiblemente, tiene que haber másdiferencias entre las variantes macho yhembra que únicamente el epítetosexual.

—Sólo si consideramos que lavariante macho es imperfecta —dijoAshbourne—, cosa que yo no hago.

Piénselo: aunque un macho fértil yuna hembra fértil pueden parecerequivalentes, difieren radicalmente en elgrado de complejidad que llevanaparejados. Una hembra con ovumsviables es, de todas formas, un únicoorganismo, mientras que un macho conespermatozoos viables es, en realidad,muchos organismos: un padre y todos

sus hijos potenciales. Bajo esta luz, lasdos variantes del nombre secorresponden bien con sus acciones:cada uno produce un solo organismo,pero sólo en el sexo femenino puede serfértil un único organismo.

—Veo lo que quiere decir. —Stratton se dio cuenta de que necesitaríacierta práctica para pensar sobre lanomenclatura en términos biológicos—.¿Han desarrollado euónimos para otrasespecies?

—Apenas una docena, de diversostipos; hemos avanzado rápidamente.Acabamos de comenzar a trabajar en unnombre para la especie humana, que está

resultando mucho más difícil quenuestros nombres anteriores.

—¿Cuántos nomencladores estáncomprometidos con esta empresa?

—Sólo un puñado —contestóFieldhurst—. Se lo hemos pedido avarios miembros de la Royal Society, yla Académie tiene a algunos de losmejores designateurs trabajando enello. Entenderá que no le dé nombres eneste punto, pero puedo asegurarle quetenemos a algunos de los nomencladoresmás distinguidos de Inglaterraayudándonos.

—Perdone que le pregunte, pero,¿por qué han acudido a mí? No estoy en

esa categoría.—Aún no ha tenido tiempo de

hacerse una carrera —dijo Ashbourne—, pero el género de nombres que hadesarrollado es único. Los autómatassiempre han estado especializados enforma y función, como los animales:algunos trepan bien, otros cavan bien,pero ninguno hace las dos cosas. Sinembargo, los suyos pueden controlarmanos humanas, que son instrumentosparticularmente versátiles: ¿qué otracosa puede manipular cualquier cosa,desde una llave inglesa hasta un piano?La destreza de la mano es lamanifestación física del ingenio de la

mente, y estos rasgos son esencialespara el nombre que buscamos.

—Hemos estado vigilandodiscretamente la investigación actual dela nomenclatura buscando nombres quedemuestren una destreza acentuada —dijo Fieldhurst—. Cuando supimos loque había conseguido, le buscamosinmediatamente.

—De hecho —continuó Ashbourne—, por la misma razón por la que susnombres son preocupantes para losescultores, a nosotros nos interesan:dotan a los autómatas de una actitud máshumana que nunca. De forma que ahoradebemos preguntarle: ¿se unirá usted a

nosotros?Stratton se lo pensó. Ésta era quizá

la tarea más importante que unnomenclador podía emprender, y encondiciones normales hubieraaprovechado la oportunidad departicipar en ella. Pero antes de quepudiera embarcarse en esta empresa conla conciencia tranquila, había otroasunto que debía resolver.

—Me honran con su invitación,pero, ¿qué hay de mi trabajo con losautómatas diestros? Sigo creyendofirmemente que los motores baratospueden mejorar la vida de la claseobrera.

—Es un objetivo estimable —dijoFieldhurst—, y no le podría pedir que loabandonase. De hecho, lo primero quedeseamos que haga es perfeccionar losepítetos de la destreza. Pero susesfuerzos de reforma social quedarán ennada a menos que aseguremospreviamente la supervivencia de nuestraespecie.

—Obviamente, pero no quiero quese pierda el potencial para la reformaque ofrecen los nombres de destreza.Quizá nunca haya una oportunidad mejorde devolver la dignidad a lostrabajadores manuales. ¿Qué clase devictoria lograríamos si la continuidad de

la vida supusiera hacer caso omiso aesta oportunidad?

—Bien dicho —concedió el conde—. Permítame hacerle una propuesta.Para que pueda disponer de su tiempode la mejor manera, la Royal Society leproporcionará el apoyo que necesitepara desarrollar los autómatas diestros:asegurar inversores y todo lo demás.Confío en que dividirá su tiemposensatamente entre los dos proyectos. Sutrabajo en la nomenclatura biológicadebe ser confidencial, obviamente.¿Será esto satisfactorio?

—Lo será. Muy bien, caballero:acepto.

Se estrecharon las manos.

Habían trascurrido varias semanasdesde que Stratton había cruzado conWilloughby algo más que un frío saludoal verse. De hecho, había tratado pococon ninguno de los escultores delsindicato, pues pasaba el tiempo en sudespacho, volcado en su trabajo depermutaciones de letras, intentandorefinar sus epítetos de destreza.

Entró en la fábrica atravesando lagalería delantera, donde habitualmentelos clientes examinaban el catálogo. Esedía estaba llena de autómatas

domésticos, todos del mismo modelo deasistente. Stratton vio que el encargadose aseguraba de que estuvierancorrectamente etiquetados.

—Buenos días, Pierce —le dijo—.¿Qué están haciendo todos éstos poraquí?

—Acaba de salir un nombremejorado para el Regent —dijo elencargado—. Todo el mundo estáansioso por conseguir la novedad.

—Vas a tener una tarde ocupada. —Las llaves para abrir las ranuras delnombre de los autómatas estabanguardadas en una caja fuerte que sólopodía abrirse con la colaboración de

dos directores de Coade. Los directoresse mostraban reticentes ante la idea detener la caja abierta más de un brevemomento cada tarde.

—Estoy seguro de que podréterminar éstos a tiempo.

—No podrías soportar la idea detener que decirle a una bonita criada quesu asistente no estará listo mañana.

El encargado sonrió.—¿Puede culparme por ello, señor?—No, desde luego —dijo Stratton,

riendo entre dientes. Se estabavolviendo hacia los despachos tras lagalería, cuando se encontró aWilloughby de frente.

—Quizá debería forzar la caja fuerte—dijo el escultor— para que lascriadas no se vean incomodadas. Puesparece que su intención es destruirnuestras instituciones.

—Buenos días, maestro Willoughby—dijo Stratton rígidamente. Intentóseguir caminando, pero el otro seinterpuso en su camino.

—He sido informado de que Coadeva a permitir que escultores no afiliadostrabajen en la fábrica con usted.

—Sí, pero le aseguro que sólo setrata de los escultores independientes demejor reputación.

—Como si tal cosa existiera —dijo

Willoughby con desprecio—. Debeusted saber que he recomendado quenuestro sindicato convoque una huelgaen Coade como protesta.

—No lo estará diciendo en serio. —Hacía décadas desde que los escultoresse habían puesto en huelga por últimavez, y en aquella ocasión habíadegenerado en disturbios.

—Sí, señor. Y si el asunto sesometiera a la votación de los afiliados,estoy seguro de que se aprobaría: losotros escultores con los que he habladode su trabajo están de acuerdo conmigoen que representa una amenaza. Sinembargo, la jefatura del sindicato no

quiere someterlo a votación.—Ah, así que no están de acuerdo

con sus ideas.En este punto Willoughby frunció el

ceño.—Al parecer, la Royal Society ha

intervenido en su nombre y hapersuadido a la Hermandad para que secontenga por el momento. Ha encontradousted poderosos patrocinadores, señorStratton.

Incómodo, Stratton respondió:—La Royal Society considera que

mis investigaciones son valiosas.—Quizá, pero no crea que este

asunto termina aquí.

—Le digo que su animosidad esinjustificada —insistió Stratton—.Cuando haya visto la forma en que losescultores pueden usar estos autómatas,se dará cuenta de que no representan unaamenaza para su profesión.

Willoughby se limitó a mirarleferozmente por toda respuesta y se fue.

En la siguiente ocasión que vio aLord Fieldhurst, Stratton le preguntósobre la implicación de la RoyalSociety. Estaban en el estudio deFieldhurst, y el conde se estabasirviendo un whiskey.

—Ah, sí —dijo—. Aunque laHermandad de Escultores en conjunto es

un enemigo formidable, está compuestade individuos que, individualmente, seavienen más fácilmente a la persuasión.

—¿Qué forma de persuasión?—La Royal Society sabe bien que

ciertos miembros de la jefatura delsindicato formaron parte de un caso aúnpor resolver de piratería de nombres enel continente. Para evitar cualquierescándalo, han accedido a posponer ladecisión sobre la huelga hasta despuésde que usted haya hecho unademostración de su sistema demanufactura.

—Le agradezco su ayuda, LordFieldhurst —dijo Stratton, asombrado

—. Debo admitir que no tenía la menoridea de que la Royal Society empleasetales tácticas.

—Obviamente, éstos no son temasadecuados para discutirlos en lassesiones generales. —Lord Fieldhurstsonrió de forma paternal—. El progresode la ciencia no es siempre un asuntoclaro y transparente, señor Stratton, y laRoyal Society se ve a veces obligada ahacer uso tanto de los canales oficialescomo de los extraoficiales.

—Comienzo a darme cuenta.—De forma parecida, aunque la

Hermandad de Escultores no convocaráformalmente una huelga, puede que

emplee tácticas más indirectas; porejemplo, la distribución anónima depanfletos que provoquen la oposición dela opinión pública a sus autómatas. —Bebió de su whiskey—. Hmm. Serámejor que me encargue de que alguienvigile de cerca al maestro Willoughby.

Stratton fue alojado en el ala deinvitados de la mansión Darrington,como el resto de los nomencladores quetrabajaban a las órdenes de LordFieldhurst. Efectivamente, eran algunosde los miembros más respetados de laprofesión, incluyendo a Holcombe,

Milburn y Parker; Stratton se sentíahonrado de trabajar con ellos, aunque nopodía hacer más que pequeñasaportaciones mientras aún estuvieraaprendiendo las técnicas denomenclatura biológica de Ashbourne.

Los nombres para el campo orgánicoempleaban muchos epítetos idénticos alos que se referían a los autómatas, peroAshbourne había desarrollado unsistema completamente diferente deintegración y factorización queimplicaba muchos métodos novedososde permutación. Para Stratton era casicomo volver a la universidad y aprendernomenclatura partiendo de cero. Sin

embargo, resultaba evidente que estastécnicas permitían desarrollarrápidamente nombres para especies;aprovechando las similaridadessugeridas por el sistema de clasificaciónlineano, se podía pasar de unas especiesa otras.

Stratton también aprendió más sobreel epíteto sexual, usado tradicionalmentepara conferir cualidades de varón o dehembra a un autómata. Sólo conocía unepíteto de esa clase, y se sorprendió alsaber que era sólo la más sencilla de lasmuchas versiones existentes. El tema nose discutía en las sociedades denomencladores, pero este epíteto era uno

de los más ampliamente investigados dela historia; de hecho, su uso más antiguohabía tenido lugar, según seargumentaba, en la época bíblica,cuando los hermanos de José crearon ungolem hembra que pudieran compartirsexualmente sin violar la prohibicióncontra ese comportamiento con unamujer. El desarrollo del epíteto habíacontinuado en secreto durante siglos,sobre todo en Constantinopla, y en laactualidad las versiones más modernasde las cortesanas automáticas estabandisponibles en burdeles especializadosde la propia Londres. Tallados enesteatita y pulidos hasta quedar bien

suaves, calentados a temperatura humanay recubiertos de aceites aromáticos,estos autómatas alcanzaban precios sólosuperados por los que se ofrecían poríncubos y súcubos.

De un terreno tan innoble sealimentaba su investigación. Losnombres que animaban a las cortesanasincluían poderosos epítetos desexualidad humana tanto en su formamasculina como femenina. Factorizandola carnalidad propia de las dosversiones, los nomencladores habíanaislado epítetos para la masculinidad yla feminidad genérica humana, muchomás refinados que los usados al generar

animales. Estos epítetos eran losnúcleos en torno a los cuales formaban,por acrecimiento, los nombres quebuscaban.

Poco a poco, Stratton absorbiósuficiente información para comenzar aparticipar en las pruebas de posiblesnombres humanos. Trabajaba encolaboración con los otrosnomencladores del grupo, y entre ellosse repartían el vasto árbol de lasposibilidades nominales, asignandoramas para su investigación, podandoaquéllas que resultaban infructuosas, ycultivando las que parecían másproductivas.

Los nomencladores pagaban a uncierto número de mujeres —habitualmente criadas jóvenes de buenasalud— a cambio de susmenstruaciones, que constituían la fuentede óvulos humanos, en los que luegoinscribían sus nombres experimentales yque escrutaban con sus microscopios,buscando formas que parecieran fetoshumanos.

Stratton preguntó por la posibilidadde cosechar óvulos de megafetoshembra, pero Ashbourne le recordó quelos óvulos sólo eran viables cuando seobtenían de una mujer viva. Era unanoción básica de la biología: las

hembras eran la fuente del principiovital que dotaba de vida a las crías,mientras que los varones aportaban laforma básica.

A causa de esta división, ningúnsexo podía reproducirse por sí solo.

Por supuesto, esa restricción habíasido superada por el descubrimiento deAshbourne: la participación del varónya no era necesaria, puesto que la formapodía ser aportada léxicamente. Una vezque se encontrase un nombre quepudiera generar fetos humanos, lasmujeres podrían reproducirse por sísolas. Stratton se dio cuenta de que undescubrimiento así sería apreciado por

las mujeres que sufrían inversión sexual,lo que las llevaba a sentir amor porpersonas de su mismo sexo en lugar delsexo contrario. Si el nombre estuviera adisposición de esas mujeres, podríanestablecer una especie de comuna que sereprodujese a través de lapartenogénesis. ¿Florecería unasociedad como ésa, al magnificar ladelicada sensibilidad del bello sexo, ose vendría abajo por la patologíairredenta de sus componentes? Eraimposible saberlo.

Antes de que Stratton se uniese a lainvestigación, los nomencladores habíandesarrollado nombres capaces de

generar en un óvulo formas vagamentehomunculares. Usando los métodos deDubuisson y Gille, ampliaban las formashasta un tamaño que les permitíaexaminarlas con detalle; las formasparecían autómatas más que humanos,con miembros que terminaban en paletasde dedos fusionados. Al incorporar losepítetos de destreza, Stratton pudoseparar los dígitos y refinar el aspectogeneral de las formas. A lo largo delproceso, Ashbourne subrayaba lanecesidad de una vía de investigaciónheterodoxa.

—Piense en el aspectotermodinámico de lo que hacen la

mayoría de los autómatas —dijoAshbourne durante una de sus frecuentesdiscusiones—. Las máquinas minerasexcavan mineral, las máquinascosechadoras recogen trigo, lasmáquinas leñadoras derriban árboles;sin embargo, no se puede decir queninguna de estas tareas, por útil que nosparezca, cree orden. Mientras que todoslos nombres crean orden a nivel térmico,convirtiendo el calor en movimiento, enla vasta mayoría el trabajo resultante seaplica, a nivel visible, a la creación dedesorden.

—Es una perspectiva interesante —dijo Stratton, reflexionando—. Muchas

carencias largamente conocidas de lascapacidades de los autómatas se vuelvencomprensibles bajo esa luz: el hecho deque los autómatas sean incapaces deamontonar embalajes de forma másordenada de como los encuentran; suincapacidad para clasificar trozos demineral por su composición. Usted creeque las clases conocidas de nombresindustriales no son suficientementepotentes en términos termodinámicos.

—¡Exactamente! —Ashbournemostraba la emoción de un profesor queencuentra un alumno inesperadamenteaventajado—. Éste es otro rasgo quedistingue a su clase de nombres diestros.

Al permitir a un autómata que realicetrabajos especializados, sus nombres nosólo crean orden a nivel térmico, sinoque además lo usan para crear orden anivel visible.

—Veo que hay un paralelismo conlos descubrimientos de Milburn —dijoStratton. Milburn había desarrollado losautómatas caseros capaces de devolverobjetos a sus lugares correctos—. Sutrabajo también implica la creación deorden a nivel visible.

—Así es, y este paralelismo sugiereuna hipótesis. —Ashbourne se inclinóhacia delante—. Suponga que fuéramoscapaces de factorizar un epíteto común

de los nombres desarrollados por ustedy por Milburn: un epíteto que expresasela creación de dos niveles de orden. Loque es más, suponga que descubriéramosun euónimo de la especie humana, yfuéramos capaces de incorporarle esteepíteto. ¿Qué imagina que se generaríaal inscribir el nombre? Y si me dice«gemelos» le daré un buen porrazo en lacabeza.

Stratton se rió.—Me atrevo a decir que le entiendo

mejor de lo que supone. Usted sugiereque si un epíteto es capaz de producirdos niveles de orden termodinámico enel campo inorgánico, podría crear dos

generaciones en el campo orgánico. Unnombre tal podría crear varones cuyosespermatozoos contendrían fetospreformados. Esos varones seríanfértiles, aunque cualquier hijo queengendraran sería de nuevo estéril.

Su profesor dio una palmada.—Exactamente: ¡orden que engendra

orden! Una especulación interesante, ¿nole parece? Reduciría a la mitad elnúmero de operaciones médicas que senecesitarían para que nuestra raza seperpetuase.

—¿Y qué me dice de la posibilidadde provocar la formación de más de dosgeneraciones de fetos? ¿Qué tipo de

capacidad tendría que poseer unautómata para que su nombre contuvieraese epíteto?

—Me temo que la ciencia de latermodinámica no ha progresado losuficiente como para responder a esapregunta. ¿Qué constituiría un nivelsuperior de orden en el dominioinorgánico? ¿Autómatas que trabajasencooperativamente, quizá? Aún no losabemos, pero quizá con el tiempo losepamos.

Stratton enunció una pregunta que sehabía planteado hacía algún tiempo.

—Doctor Ashbourne, cuando fuiintroducido en el grupo, Lord Fieldhurst

habló de la posibilidad de que lasespecies nazcan a consecuencia deacontecimientos catastróficos. ¿Esposible que haya especies enterascreadas mediante la nomenclatura?

—Ah, ahora nos internamos en elterreno de la teología. Una nuevaespecie requiere progenitores quecontengan vastas cantidades dedescendientes insertados en sus órganosreproductivos; tales formas representanel más alto grado de orden imaginable.¿Puede un proceso puramente físicocrear esas vastas cantidades de orden?

Ningún naturalista ha sugeridométodo alguno por el que esto pudiera

suceder. Por otra parte, aunque sabemosque un proceso léxico puede crearorden, la creación de una especie enterarequeriría un nombre de potenciaincalculable. Un dominio tal de lanomenclatura podría requerir lascapacidades de Dios; quizá incluso seaparte de su definición.

»Ésta es una pregunta, Stratton, cuyarespuesta quizá nunca conozcamos, perono podemos permitir que eso afecte anuestras acciones actuales. Fuera o noun nombre el responsable de la creaciónde nuestra especie, creo que un nombrees la mejor posibilidad para sucontinuidad.

—Conforme —dijo Stratton. Trasuna pausa, añadió—. Debo confesarleque durante buena parte del tiempo,cuando estoy trabajando, me ocupoúnicamente de los detalles de lapermutación y la combinación, y pierdode vista la magnitud de nuestra empresa.Es impresionante pensar en lo queconseguiremos si tenemos éxito.

—Yo apenas puedo pensar en otracosa —contestó Ashbourne.

Sentado ante su mesa en la fábrica,Stratton forzaba la vista para leer elpanfleto que le habían entregado en la

calle. El texto estaba burdamenteimpreso, y las letras estaban borrosas.

«¿Serán los Hombres Amos de losNombres, o los Nombres amos de losHombres? Durante demasiado tiempolos Capitalistas han acumulado Nombresen sus cofres, guardados por Patentes yCerrojos y Claves, amasando fortunaspor la mera posesión de unas Letras,mientras que el Hombre de la Calledebe trabajar por cada chelín.Exprimirán el Alfabeto hasta extraerle elúltimo penique, y sólo entonces nos lodejarán usar. ¿Cuánto tiempo másPermitiremos que esto continúe?»

Stratton pasó la vista por todo el

panfleto, pero no encontró nada nuevoen él. Durante los últimos dos meses loshabía estado leyendo, y no encontrabamás que las habituales proclamasanarquistas; por el momento no habíanada que demostrase la teoría de LordFieldhurst de que los escultores losusarían contra su trabajo. Sudemostración pública de los autómatasdiestros estaba prevista para la semanasiguiente, y hasta entonces Willoughbyhabía desperdiciado sus oportunidadesde generar una oposición entre laopinión pública. De hecho, a Stratton sele ocurrió que él mismo podríadistribuir panfletos para crearse apoyos

entre el público. Podría explicar suobjetivo de poner las ventajas de losautómatas al alcance de todas laspersonas, y su intención de mantener uncontrol absoluto sobre las patentes desus nombres, concediendo licencias sóloa los fabricantes que las usasenhonradamente. Incluso podría utilizar uneslogan: ¿«Autonomía gracias a losAutómatas», quizá?

Llamaron a la puerta de su despacho.Stratton tiró el panfleto a la papelera.

—¿Sí?Entró un hombre de larga barba

vestido con tonos sombríos.—¿Señor Stratton? —preguntó—.

Permítame que me presente. Mi nombrees Benjamín Roth. Soy cabalista.

Stratton se quedó sin palabras.Habitualmente, ese tipo de místicos sesentía ofendido por la consideraciónmoderna de la nomenclatura comociencia, tomándola por la secularizaciónde un ritual sagrado. Nunca habíaesperado que uno de ellos visitase lafábrica.

—Es un placer conocerle. ¿En quépuedo ayudarle?

—He oído que ha conseguidograndes avances en la permutación deletras.

—Vaya, muchas gracias. No me

había dado cuenta de que eso podríainteresarle a alguien como usted.

Roth sonrió con incomodidad.—Mi interés no es por sus

aplicaciones prácticas. El objetivo delos cabalistas es conocer mejor a Dios.El mejor medio para hacer eso esestudiar el arte mediante el cual Él crea.Meditamos sobre diferentes nombrespara alcanzar un éxtasis de consciencia;cuanto más poderoso es el nombre, máscerca estamos de la Divinidad.

—Ya veo. —Stratton se preguntabacuál sería la reacción del cabalista sisupiera la creación que se estabaintentando en el proyecto de

nomenclatura biológica—. Por favor,continúe.

—Sus epítetos de destreza permitenque un golem esculpa a otros, y por lotanto que se reproduzca. Un nombrecapaz de crear un ser que es, a su vez,capaz de crear nos acercaría a Dios másde lo que hemos estado nunca.

—Me temo que se equivoca respectoa mi trabajo, aunque no es usted elprimero en caer en ese malentendido. Lahabilidad de manipular un molde nohace que un autómata sea capaz dereproducirse. Para eso necesitaríamuchas otras habilidades.

El cabalista asintió.

—Soy perfectamente consciente deello. Yo mismo, en el curso de misestudios, he diseñado un epíteto quedesigna ciertas habilidades adicionales.

Stratton se inclinó hacia él consúbito interés. Después de fabricar uncuerpo, el siguiente paso sería animar elcuerpo con un nombre.

—¿Su epíteto dota al autómata de lahabilidad de escribir? —Su propioautómata podía aferrar fácilmente unlápiz, pero no podía inscribir ni lamarca más sencilla—. ¿Cómo es que suautómata posee la destreza necesariapara caligrafiar, pero no para manipularmoldes?

Roth negó modestamente con lacabeza.

—Mi epíteto no dota de habilidadpara la escritura, ni de destreza manualen general. Sencillamente permite que elgolem escriba el nombre que lo anima, ynada más.

—Ah, ya veo. —Así que noproporcionaba la aptitud para aprenderuna categoría de habilidades; concedíauna sola habilidad innata. Strattonintentó imaginar las contorsionesnomenclatoriales necesarias para hacerque un autómata escribieseinstintivamente una secuencia de letrasconcreta—. Muy interesante, pero

imagino que no tiene demasiadasaplicaciones, ¿verdad?

Roth le dirigió un sonrisa dolida;Stratton se dio cuenta de que habíametido la pata, y que el hombre estabaintentando contestarle con buen humor.

—Ésa es una forma de verlo —admitió Roth—, pero tenemosperspectivas diferentes. Para nosotros elvalor de este epíteto, como el decualquier otro, no está en la utilidad queproporciona al golem, sino en el estadode éxtasis que nos permite alcanzar.

—Claro, claro. ¿Y su interés por misepítetos de destreza es el mismo?

—Sí. Tengo la esperanza de que

compartirá usted sus epítetos connosotros.

Stratton nunca había oído antes queun cabalista hiciera una peticiónsemejante, y claramente Roth noapreciaba ser el primero. Hizo unapausa para reflexionar.

—¿Un cabalista debe alcanzar uncierto nivel para poder meditar sobrelos nombres más poderosos?

—Sí, definitivamente.—De forma que ustedes restringen la

disponibilidad de los nombres.—Oh, no; me disculpo por no

haberle entendido bien. El estado deéxtasis ofrecido por un nombre sólo

puede conseguirse una vez que se hayandominado las técnicas de meditaciónnecesarias, y son estas técnicas las queestán severamente controladas. Sin lainstrucción adecuada, los intentos deusar estas técnicas podrían provocar lalocura. Pero los propios nombres,incluso los más poderosos, no tienenvalor de éxtasis para un novicio; sólopueden animar arcilla, y nada más.

—Nada más —asintió Stratton,pensando en que realmente susperspectivas eran muy diferentes—. Enese caso, me temo que no puedoconcederle el uso de mis nombres.

Roth asintió tristemente, como si

hubiera estado esperando esa respuesta.—Deseará usted que le paguemos

derechos de autor.Ahora fue el turno de Stratton de

hacer como si no hubiera notado lametedura del pata del otro hombre.

—El dinero no es mi objetivo. Sinembargo, tengo intenciones específicaspara mis autómatas diestros querequieren que conserve el control de lapatente. No puedo poner en peligro estosplanes distribuyendo de formaindiscriminada estos nombres. —Porsupuesto, los había compartido con losnomencladores que trabajaban a lasórdenes de Lord Fieldhurst, pero eran

todos caballeros que habían juradoguardar un secreto aún mayor. Losmísticos le producían menos confianza.

—Le aseguro que no usaríamos sunombre para ninguna otra cosa distintade las prácticas de éxtasis.

—Lo lamento; creo que es ustedsincero, pero el riesgo es demasiadogrande. Lo más que puedo hacer esrecordarle que la patente tiene unaduración limitada; cuando hayaexpirado, serán ustedes libres de usar elnombre como les convenga.

—¡Pero pasarán años antes de eso!—No dudo que apreciará usted que

hay otras personas cuyos intereses deben

tenerse en cuenta.—Lo que veo es que las

consideraciones comerciales constituyenun obstáculo para el despertar espiritual.

Hay sido un error por mi parteesperar cualquier otra cosa.

—No está siendo usted justo —protestó Stratton.

—¿Justo? —Roth hizo un esfuerzovisible para contener su ira—. Ustedes,los nomencladores, roban técnicas cuyofin es honrar a Dios y las usan para supropio provecho. Su industria enteraprostituye las técnicas de la yezirah. Noestá usted en posición de hablar dejusticia.

—Vamos, no creo...—Gracias por hablar conmigo. —

Con esto, Roth se despidió.Stratton suspiró.

Mirando por el microscopio,Stratton hizo girar la ruedecilla delmanipulador hasta que la aguja se apretócontra un lado del óvulo. Se produjo unrepentino repliegue, como la retracciónde la pata de un molusco cuando se latoca, y la esfera se transformó en un fetodiminuto. Stratton apartó la aguja de laplaca, retiró ésta del armazón e insertóuna nueva. Luego transfirió la placa a la

calidez de la incubadora y colocó la otraplaca, que contenía un óvulo humanointacto, bajo el microscopio. Una vezmás se inclinó sobre el microscopiopara repetir el proceso de impresión.

Los nomencladores acababan dedesarrollar un nombre capaz de produciruna forma indistinguible de la de un fetohumano. Las formas, sin embargo, no seanimaban: permanecían inmóviles y norespondían a los estímulos. Laconclusión común era que el nombre nodescribía adecuadamente los rasgos nofísicos de un ser humano. Así pues,Stratton y sus colegas habían estadorecopilando diligentemente

descripciones de los rasgosinequívocamente humanos, intentandodestilar un conjunto de epítetos quefueran al mismo tiempo tan expresivosque denotasen estas cualidades, y tansucintos que pudieran ser integrados conlos epítetos físicos en un nombre desetenta y dos letras.

Stratton transfirió la última placa ala incubadora y realizó las anotacionesapropiadas en el libro de registro.

Por el momento no tenía másnombres insertados en agujas, y pasaríaun día antes de que los nuevos fetosalcanzasen la madurez suficiente paracomprobar si se animaban. Decidió

pasar el resto de la tarde en el salón dearriba.

Al entrar en la habitación cubiertade paneles de nogal, encontró aFieldhurst y Ashbourne sentados ensillones de cuero, fumando puros ybebiendo brandy.

—Ah, Stratton —dijo Ashbourne—.Siéntese con nosotros.

—Creo que lo haré —dijo Stratton,dirigiéndose al armarito de los licores.Se sirvió un brandy de un decantador decristal y se sentó con los otros.

—¿Viene del laboratorio, Stratton?—le preguntó Fieldhurst.

Stratton asintió.

—Hace unos minutos realicéimpresiones con mi conjunto de nombresmás reciente. Creo que mis últimaspermutaciones nos llevan en la buenadirección.

—No es usted el único que se sienteoptimista; el doctor Ashbourne y yoestábamos precisamente hablando de lomucho que ha mejorado la perspectivadesde que comenzó esta empresa. Ahoraparece que dispondremos de un euónimocon amplia anticipación respecto a laúltima generación. —Fieldhurst aspiróel humo de su puro y se recostó en elsillón hasta que su cabeza reposó sobreel antimacasar—. Este desastre puede,

finalmente, resultar ser una ventajainesperada.

—¿Una ventaja? ¿Cómo es posible?—Fácil, una vez que tengamos la

reproducción humana bajo nuestrocontrol, contaremos con un medio paraevitar que los pobres tengan esasfamilias tan enormes que tantos de ellosinsisten en seguir produciendo ahoramismo.

Stratton se quedó atónito, perointentó que no se le notase.

—No había pensado en eso —dijocuidadosamente.

Ashbourne también parecíaligeramente sorprendido.

—No sabía que pretendiera ustedejecutar una medida de ese tipo.

—Pensé que era prematuromencionarla antes —dijo Fieldhurst—.El cuento de la lechera, como se sueledecir.

—Por supuesto.—Estarán ustedes de acuerdo

conmigo en que el potencial esextraordinario. Ejerciendo un buenjuicio a la hora de elegir a quién se lepermitirá engendrar hijos y a quién no,nuestro gobierno podría conservar lapureza racial de nuestra nación.

—¿Es que nuestra pureza racial estáamenazada? —preguntó Stratton.

—Quizá se haya percatado de quelas clases bajas se están reproduciendoa una tasa que supera la de la nobleza yla alta burguesía. Aunque los plebeyostienen sus virtudes, les falta refinamientoe intelecto. Estas formas de pobrezamental se reproducen: una mujer nacidaen la penuria no podrá evitar gestar unhijo con el mismo destino. Comoconsecuencia de la gran fecundidad delas clases bajas, nuestra nación se veríafinalmente ahogada por patanes yzoquetes.

—¿De forma que se evitará que lasclases bajas dispongan de la impresiónde nombres?

—No completamente, y desde luegono en un primer momento: cuando seconozca la verdad sobre el descenso dela fertilidad, negar a las clases bajas elacceso a la impresión de nombressupondría una invitación a losdisturbios. Y, por supuesto, las clasesbajas tienen un papel que interpretar ennuestra sociedad, mientras su número semantenga limitado. Me imagino que estamedida se hará efectiva sólo al cabo deun cierto número de años, para cuandola gente se haya acostumbrado a que laimpresión de nombres sea el método defertilización. En ese punto, quizá encoordinación con la renovación del

censo, podemos imponer límites alnúmero de hijos que se permitiría tenera una determinada pareja. El gobiernoregularía a partir de ese momento elcrecimiento y la composición de lapoblación.

—¿Cree que ése es el uso másapropiado para un nombre como el quebuscamos? —preguntó Ashbourne—.

Nuestro objetivo era lasupervivencia de la especie, no laejecución de una política partidista.

—Al contrario, esto es puramentecientífico. De la misma forma que esnuestro deber asegurar la supervivenciade la especie, también lo es garantizar

su salud mediante el mantenimiento deun equilibro adecuado de población. Lapolítica no tiene nada que ver; si lasituación se invirtiera y hubiera unaescasez de trabajadores, deberíamosaplicar la medida opuesta.

Stratton aventuró una sugerencia.—Me pregunto si la mejora de las

condiciones de vida de los pobrespodría finalmente hacer que gestasenhijos más refinados.

—Está usted pensando en loscambios que traerán sus máquinasbaratas, ¿verdad? —preguntó Fieldhurstcon una sonrisa, y Stratton asintió—. Lasreformas que usted propone y las mías

pueden reforzarse mutuamente.Moderar el número de las clases

bajas debería facilitar el que mejorensus condiciones de vida. Sin embargo,no espere que un mero incremento de lasposibilidades económicas mejore lamentalidad de las clases bajas.

—Pero, ¿por qué no?—Olvida usted la naturaleza

autoperpetuable de la cultura —dijoFieldhurst—. Hemos visto que todos losmegafetos son idénticos, y sin embargono puede negarse que existen diferenciasentre las poblaciones de las naciones,tanto en apariencia física como entemperamento. Esto no puede ser más

que resultado de la influencia materna:el útero de la madre es el recipiente enel que se encarna el ambiente social. Porejemplo, una mujer que haya vividoentre prusianos naturalmente dará a luz aun niño con rasgos prusianos; de estaforma el carácter nacional de esapoblación se ha perpetuado durantesiglos, a pesar de los cambios de lafortuna. Sería poco realista pensar quelos pobres son diferentes.

—Como zoólogo, sin duda conoceusted estas cuestiones másprofundamente que nosotros —dijoAshbourne, pidiendo silencio a Strattoncon la mirada—. Nos someteremos a su

juicio.Durante el resto de la tarde la

conversación se dirigió por otrosderroteros, y Stratton hizo lo que pudopara disimular su incomodidad ymantener una fachada de cordialidad.Finalmente, después de que Fieldhurstse hubiera retirado, Stratton yAshbourne bajaron al laboratorio paraintercambiar impresiones.

—¿A qué clase de hombre hemosaccedido a ayudar? —exclamó Strattonen cuanto cerraron la puerta—. ¿Unhombre que querría criar a la gentecomo ganado?

—Quizá no deberíamos estar tan

sorprendidos —dijo Ashbourne con unsuspiro. Se sentó en uno de los taburetesdel laboratorio—. El objetivo denuestro grupo ha sido duplicar en loshumanos un procedimiento que sólo seaplicaba a los animales.

—¡Pero no a costa de la libertadindividual! No puedo formar parte deesto.

—No se apresure. ¿Qué habríaconseguido si abandona el grupo? En lamedida en que sus esfuerzos contribuyena la empresa de nuestro grupo, sudimisión sólo serviría para poner enpeligro el futuro de la especie humana.Inversamente, si el grupo consigue su

objetivo sin su ayuda, las medidas deLord Fieldhurst serán igualmenteaplicadas.

Stratton intentó calmarse. Ashbournetenía razón; de eso se daba cuenta. Alcabo de un momento, dijo:

—Entonces, ¿qué es lo que debemoshacer? ¿Hay otros con quienes podamosponernos en contacto, miembros delParlamento que se opondrían a lamedida que Lord Fieldhurst propone?

—Supongo que la mayoría de lanobleza y la alta burguesía compartirá laopinión de Lord Fieldhurst en esteasunto. —Ashbourne dejó caer la frentesobre la punta de los dedos de una

mano, con aspecto repentinamenteenvejecido—. Debería haber anticipadoesto. Mi error fue considerar a lahumanidad solamente como una únicaespecie. Al haber visto a Francia eInglaterra trabajar para un fin común,olvidé que las naciones no son lasúnicas facciones contrapuestas.

—¿Y si distribuyésemos el nombresubrepticiamente a las clases obreras?Podrían crear sus propias agujas yrealizar sus propias impresiones ensecreto.

—Podrían, pero la impresión denombres es un procedimiento delicadoque se realiza idealmente en laboratorio.

Dudo que la operación pudiera llevarsea cabo a la escala necesaria sin queatraiga la atención del gobierno, y luegocaiga en sus manos.

—¿Existe alguna alternativa?Hubo un largo silencio mientras

reflexionaban. Entonces Ashbourne dijo:—¿Recuerda nuestra especulación

acerca de un nombre que pudieraproducir dos generaciones de fetos?

—Desde luego.—Imagine que desarrollamos ese

nombre pero no revelamos estapropiedad cuando se lo presentemos aLord Fieldhurst.

—Es una sugerencia astuta —dijo

Stratton, sorprendido—. Todos los niñosnacidos de ese nombre serían fértiles, deforma que podrían reproducirse sinrestricciones gubernamentales.

Ashbourne asintió.—En el periodo anterior a que se

pongan en marcha las medidas decontrol de la población, ese nombrepodría distribuirse muy ampliamente.

—Pero, ¿y la siguiente generación?La esterilidad volvería, y las clasesobreras volverían a depender delgobierno para reproducirse.

—Cierto —dijo Ashbourne—, seríauna victoria limitada. Quizá la únicasolución permanente fuera contar con un

Parlamento más liberal, pero sugerircómo podemos lograr eso está más alláde mis conocimientos.

Una vez más, Stratton pensó en loscambios que las máquinas barataspodrían traer; si la situación de la claseobrera mejoraba de la forma en queesperaba, eso podría demostrar a lanobleza que la pobreza no era innata.

Pero incluso si a eso le seguía lasecuencia más favorable posible deacontecimientos, tardarían años encambiar la posición del Parlamento.

—¿Y si pudiéramos producirmúltiples generaciones con sólo laimpresión inicial del nombre? Un

periodo mayor antes de que volviera laesterilidad podría aumentar lasposibilidades de que se aplicasenpolíticas sociales más liberales.

—Está usted dejándose llevar por laimaginación —contestó Ashbourne—.La dificultad técnica de producirgeneraciones múltiples es tal que antesapostaría que sería más fácil hacer quenos brotasen alas y echar a volar.

Producir dos generaciones sería yabastante ambicioso.

Los dos hombres discutierondiversas estrategias hasta altas horas dela noche. Si iban a esconder el nombreauténtico de cualquier nombre que

presentasen a Lord Fieldhurst, tendríanque falsificar un largo rastro deresultados de las investigaciones.Incluso sin la carga adicional delsecretismo, se verían envueltos en unacarrera desigual, persiguiendo unnombre altamente sofisticado mientrasque los otros nomencladores buscabanun euónimo comparativamente mássencillo. Para hacer que susposibilidades fueran mayores,Ashbourne y Stratton necesitaríanreclutar a otros para su causa; con suayuda, incluso podría ser posibleobstaculizar sutilmente la investigaciónde los demás.

—¿Quién del grupo cree usted quecomparte nuestras opiniones políticas?—preguntó Ashbourne.

—Estoy seguro de que Milburn. Nolo sé con seguridad de ninguno de losdemás.

—No nos arriesgaremos. Debemosser aún más cautos cuando nosaproximemos a los posibles miembrosde lo que lo fue Lord Fieldhurst cuandoestableció inicialmente el grupo.

—De acuerdo —dijo Stratton. Luegosacudió la cabeza con incredulidad—.Aquí estamos, formando unaorganización secreta inserta dentro deuna organización secreta. Ojalá se

pudieran producir fetos con la mismafacilidad.

Al atardecer del día siguiente,Stratton paseaba ante la puesta de solpor el puente de Westminster mientraslos últimos vendedores ambulantes quequedaban se alejaban empujando suscarretillas de fruta. Acababa de cenar ensu club favorito y estaba caminandohacia Manufacturas Coade. La nocheanterior en la mansión Darrington lehabía intranquilizado, y había vuelto esedía a Londres para reducir al mínimosus encuentros con Lord Fieldhurst hasta

que estuviera seguro de que su cara notraicionaría sus auténticos sentimientos.

Volvió a pensar en la conversaciónen la que Ashbourne y él habíanconsiderado por primera vez laposibilidad de factorizar un epíteto paracrear dos niveles de orden. En aquelmomento había hecho algunos esfuerzospara encontrar ese epíteto, pero eranintentos ocasionales, dada la naturalezasuperflua del objetivo, y no habían dadofruto. Ahora su noción de éxito habíasido reexaminada y aumentada: suobjetivo anterior no era adecuado, dosgeneraciones parecían el mínimoaceptable, y cualquier generación

adicional sería preciosa.Una vez más, repasó el

comportamiento termodinámicoprovocado por sus autómatas diestros:el orden a nivel térmico animaba a losautómatas, permitiéndoles crear orden anivel visible. Orden que engendrabaorden.

Ashbourne había sugerido que elsiguiente nivel de orden podríanconstituirlo los autómatas que trabajasenjuntos de forma coordinada. ¿Era esoposible? Tendrían que comunicarse parapoder trabajar juntos de forma eficiente,pero los autómatas eran intrínsecamentemudos. ¿Qué otros medios había para

que los autómatas pudieran emprendercomportamientos complejos?

De repente se dio cuenta de quehabía llegado a Manufacturas Coade.Para entonces ya había oscurecido, peroconocía bien el camino hasta sudespacho. Stratton abrió la puertaprincipal del edificio y avanzó por lagalería, pasando ante los despachoscomerciales.

Cuando llegó al pasillo que recorríalos despachos de los nomencladores,vio una luz que salía de la ventana decristal esmerilado de la puerta de sudespacho. ¿Era posible que se hubieradejado el gas encendido? Abrió la

puerta para entrar, y se estremeció antelo que vio al otro lado.

Un hombre yacía boca abajo en elsuelo ante la mesa, con las manos atadasa la espalda. Stratton se acercóinmediatamente para ver cómo estaba.Era Benjamín Roth, el cabalista, yestaba muerto. Stratton se dio cuenta deque tenía varios dedos rotos; le habíantorturado antes de matarle.

Pálido y tembloroso, Stratton seincorporó, y vio que su despacho estabasumido en una absoluta confusión.

Las estanterías de su librería estabanvacías; los libros yacían dispersos yabiertos sobre el suelo de madera de

roble. Su mesa había sido barrida; juntoa ella estaban apilados sus cajones detiradores de latón, vacíos y volcados.

Un rastro de papeles dispersosconducía hasta la puerta abierta de suestudio; aturdido, Stratton avanzó paraver lo que habían hecho allí.

Su autómata diestro había sidodestruido; la mitad inferior yacía en elsuelo, y el resto estaba esparcido enforma de fragmentos de escayola ypolvo. Sobre la mesa de trabajo, losmodelos de arcilla de las manos estabanaplastados, y sus bocetos de su diseñohabían sido arrancados de las paredes.Las cubas para mezclar la escayola

estaban llenas hasta rebosar con lospapeles de su despacho. Stratton mirómás de cerca, y vio que habían sidoembadurnados con aceite para lámpara.

Oyó un ruido a su espalda y se dio lavuelta hacia el despacho. La puerta deentrada del despacho se cerró y unhombre de hombros anchos dio un pasoadelante; había estado tras ella desdeque Stratton había llegado.

—Me alegra que haya venido —dijoel hombre. Examinó a Stratton con lamirada depredadora de una rapaz, de unasesino.

Stratton echó a correr por la puertatrasera del estudio y a lo largo del

pasillo de atrás. Podía oír al hombreemprender su persecución.

Huyó a través del edificio ensombras, cruzando salas de trabajollenas de barras de cobre y de hierro,crisoles y moldes, todas iluminadas porla luz de la luna que entraba por lasclaraboyas del techo; había entrado en laparte de fabricación metálica de lafábrica. En la siguiente sala se detuvopara recobrar el aliento, y se dio cuentadel eco que debían de haber producidosus pisadas; intentar pasardesapercibido le daría una mayoroportunidad de escapar que correr. A lolejos oyó detenerse las pisadas de su

perseguidor; el asesino había optadotambién por el sigilo.

Stratton miró a su alrededorbuscando un lugar donde esconderse. Asu alrededor había autómatas de hierroforjado en diversas etapas de acabado;estaba en la última sala, donde losrestos de la forja se recortaban y lassuperficies se adornaban con grabados.No había lugar donde esconderse, yestaba a punto de seguir adelante cuandovio lo que parecía un hato de riflesmontado sobre piernas. Miró más decerca y reconoció que era una máquinamilitar.

Estos autómatas se construían para

el Ministerio de Guerra: soportes queapuntaban sus propios cañones, y riflesde disparo rápido, como éste, quehacían girar sus propios conjuntos derifles. Artefactos desagradables, perohabían resultado valiosísimos enCrimea; su inventor había recibido untítulo nobiliario. Stratton no conocíaningún nombre que animase el arma —eran secretos militares—, pero sólo elcuerpo sobre el que estaba montado elrifle era automático; el mecanismo dedisparo del rifle era estrictamentemecánico. Si pudiera apuntar el cuerpoen la dirección apropiada, podríadisparar el rifle manualmente.

Se maldijo por su estupidez. Ahí nohabía ninguna munición. Pasó ensilencio a la sala siguiente.

Era la sala de embalaje, llena decajas de pino y paja de embalar.Agachado entre las cajas, se movióhasta la pared opuesta. A través de lasventanas vio el patio tras la fábrica en elque se expedían los autómatasterminados. No podía salir por ese lado;las puertas del patio estaban cerradas denoche. La única salida posible era por lapuerta principal de la fábrica, pero searriesgaba a toparse con el asesino sivolvía sobre sus pasos.

Necesitaba cruzar hasta la parte de

fabricación cerámica y volveratravesando ese lado de la fábrica.

Desde la parte delantera de la salade embalaje le llegó el sonido de unospasos. Stratton se agachó tras una hilerade cajas, y entonces vio una puertalateral a sólo unos pocos metros. Tansigilosamente como pudo, abrió lapuerta, entró y la cerró tras él. ¿Lehabría oído su perseguidor? Atisbó através de una pequeña reja en la puerta;no podía ver al hombre, pero creía quehabía pasado desapercibido. El asesinoestaba probablemente registrando la salade embalaje.

Stratton se giró, y de inmediato se

dio cuenta de su error. La puerta a laparte de cerámica estaba en la pared deenfrente. Había entrando en un almacén,lleno con filas de autómatas terminados,pero sin ninguna otra salida.

No había forma de echar el cerrojo ala puerta. Se había metido en un callejónsin salida.

¿Había alguna cosa en la habitaciónque pudiera usar como arma? Lacolección de autómatas incluía algunasachaparradas máquinas mineras, cuyosmiembros anteriores terminaban enenormes zapapicos, pero lasherramientas estaban atornilladas a susmiembros. No había forma de que

pudiera coger una.Stratton oía al asesino abriendo

puertas laterales y registrando otrosalmacenes. Entonces vio un autómataapartado a un lado: un porteador que seusaba para mover el inventario de unlado a otro. Era de forma antropomorfa,el único autómata del almacén que erade ese tipo. Se le ocurrió una idea.

Stratton miró la parte trasera de lacabeza del porteador. Los nombres delos porteadores eran de dominio públicodesde hacía mucho tiempo, así que nohabía cerraduras que protegieran laranura para su nombre; una etiqueta depergamino sobresalía de la ranura

horizontal en el hierro. Buscó en elbolsillo de su abrigo el lápiz y la libretaque siempre llevaba encima y arrancó unpequeño trozo de hoja en blanco. En laoscuridad escribió rápidamente setenta ydos letras que formaban unacombinación familiar, y luego dobló elpapel hasta formar un cuadrado bienprieto.

—Ve y quédate lo más cerca de lapuerta que puedas —susurró al portador.La figura de hierro echó a andar y sedirigió hacia la puerta. Su paso era muypreciso, pero no veloz, y el asesinoentraría en el almacén en cualquiermomento—. ¡Más rápido! —siseó

Stratton, y el porteador obedeció.Justo cuando llegaba a la puerta,

Stratton vio a través de la rejilla que superseguidor estaba al otro lado.

—Quítate de en medio —ladró elhombre.

Tan obediente como siempre, elautómata se detuvo para dar un pasoatrás cuando Stratton le arrancó elnombre. El asesino comenzó a empujarla puerta, pero Stratton pudo insertar elnuevo nombre, apretando el cuadrado depapel en la ranura tan profundamentecomo pudo.

El porteador volvió a caminar haciadelante, esta vez con un paso rápido y

rígido: su muñeco de infancia, ahora detamaño real. De forma inmediata,tropezó con la puerta e, indiferente, lamantuvo cerrada con la fuerza de sumarcha, mientras las manos de hierrodejaban marcas nuevas en la superficiede roble de la puerta con cada oscilar desus brazos, y sus pies calzados de gomarascaban pesadamente el suelo deladrillo. Stratton se retiró al fondo delalmacén.

—¡Párate! —ordenó el asesino—.¡Deja de caminar! ¡Párate!

El autómata siguió marchando,indiferente a todas las órdenes. Elhombre empujó la puerta, pero sin

resultado. Intentó entonces hacerla cedertomando carrerilla y empujando con elhombro, y cada impacto hizo que elautómata se desplazase ligeramentehacia atrás, pero sus rápidas zancadas levolvían a llevar hacia delante antes deque el hombre pudiera colarse dentro.Hubo una breve pausa, y entonces algoasomó por la rejilla de la puerta; elhombre la estaba arrancando con unapalanca. La rejilla se liberóabruptamente, dejando una ventanaabierta. El hombre pasó el brazo porella y alcanzó la parte trasera de lacabeza del autómata, buscando con losdedos el nombre cada vez que su cabeza

se inclinaba hacia delante, pero no habíanada que pudieran aferrar; el papelestaba metido muy dentro de la ranura.

El brazo se retiró. La cara delasesino apareció en la ventana.

—Se cree muy listo, ¿eh? —gritó.Luego desapareció.

Stratton se relajó ligeramente. ¿Sehabía rendido aquel hombre? Pasó unminuto, y Stratton comenzó a pensar ensu siguiente movimiento. Podía esperarallí hasta que la fábrica abriese; habríademasiada gente alrededor para que elasesino se quedase.

De repente el brazo del hombrevolvió a aparecer en la ventana, esta vez

llevando un jarro de fluido. Lo derramósobre la cabeza del autómata, y ellíquido lo manchó y corrió por suespalda. El brazo del hombre se retiró, yentonces Stratton oyó el sonido de unacerilla al encenderse. El brazo volvió asurgir portando la cerilla, y la aplicó alautómata.

El almacén se inundó de luz cuandola cabeza y la parte superior de laespalda del autómata estallaron enllamas. El hombre lo habíaembadurnado con aceite para lámpara.Stratton miró el espectáculoentrecerrando los ojos; la luz y lassombras bailaban sobre el suelo y las

paredes, transformando el almacén en ellugar de celebración de algunaceremonia druídica. El calor hizo que elautómata apresurara su asaltoindiscriminado contra la puerta, como unsacerdote salamandrita que bailase confrenesí creciente, hasta que se detuvoabruptamente: su nombre se habíaprendido, y las letras se estabanconsumiendo.

Las llamas se fueron apagando pocoa poco, y para los ojos de Stratton, quese habían vuelto a acostumbrar a la luz,la sala parecía casi completamenteoscura. Más por el sonido que por lavista, se dio cuenta de que el hombre

estaba empujando de nuevo la puerta,esta vez forzando al autómata a retirarselo suficiente para que él pudiera entrar.

—Ya basta de tonterías.Stratton intentó pasar a su lado

corriendo, pero el asesino le atrapófácilmente y le derribó de un porrazo enla cabeza.

Volvió en sí casi al instante, peropara entonces el asesino le habíacolocado boca abajo sobre el suelo, conuna rodilla apretada contra su espalda.El hombre arrancó el amuleto de saludde las muñecas de Stratton y luego le atólas manos a la espalda, apretando tantola cuerda que las fibras de cáñamo

rascaron la piel de sus muñecas.—¿Qué especie de hombre es usted,

para hacer algo como esto? —jadeóStratton, con la mejilla aplastada contrael suelo de ladrillo.

El asesino rió entre dientes.—Los hombres no son diferentes de

sus autómatas; entréguele a un tipo untrozo de papel con las cifras adecuadasen él, y hará lo que le ordene.

La sala se iluminó cuando el hombreencendió una lámpara de aceite.

—¿Qué me dice si le pago más paraque me deje en paz?

—No puede ser. Tengo que pensaren mi reputación, ¿no le parece? Ahora,

vamos a lo nuestro.Tomó el dedo meñique de la mano

izquierda de Stratton y sin un gesto se lorompió.

El dolor le conmocionó, era tanintenso que por un momento Stratton nopercibió nada más. Sabía lejanamenteque había soltado un grito. Entoncesvolvió a oír la voz del hombre.

—Ahora responda claramente a mispreguntas. ¿Guarda copias de su trabajoen su casa?

—Sí. —Sólo podía emitir laspalabras de una en una—. En mi mesa.En el estudio.

—¿No hay otras copias escondidas

en ninguna otra parte? ¿Bajo el suelo,quizá?

—No.—Su amigo de arriba no tenía

copias. Pero, ¿quizá otra persona lastiene?

No podía dirigir al hombre a lamansión Darrington.

—Nadie.El hombre sacó la libreta del

bolsillo del abrigo de Stratton. Strattonpodía oír cómo pasaba ociosamente laspáginas.

—¿No ha mandado ninguna carta?¿Correspondencia entre colegas, esetipo de cosas?

—Nada que nadie pueda usar parareconstruir mi trabajo.

—Me está mintiendo. —El hombreaferró el anular de Stratton.

—¡No! ¡Es la verdad! —No pudoevitar que la histeria asomase a su voz.

Entonces Stratton oyó un golpeagudo, y la presión sobre su espaldadesapareció. Con cuidado, levantó lacabeza y miró a su alrededor. Suasaltante yacía inconsciente en el suelo asu lado. De pie junto a él estaba Davies,con una cachiporra de cuero en la mano.

Davies se guardó el arma y seacuclilló para desatar la cuerda queataba a Stratton.

—¿Está herido, señor?—Me ha roto un dedo. Davies,

¿cómo ha sabido...?—Lord Fieldhurst me envió en

cuanto supo a quién había recurridoWilloughby.

—Gracias a Dios que llegó usted atiempo. —Stratton notó la ironía de lasituación (su rescate se debía al mismohombre contra el que conspiraba), perose sentía demasiado agradecido paraque le importase.

Davies ayudó a Stratton a levantarsey le entregó su libreta. Luego usó lacuerda para atar al asesino.

—Primero entré en su despacho.

¿Quién es el tipo que hay allí?—Su nombre es... era Benjamín

Roth. —Stratton consiguió narrar suencuentro anterior con el cabalista—.No sé lo que estaba haciendo aquí.

—Muchas personas de inclinacionesreligiosas tienen algo de fanáticos —dijo Davies, comprobando los nudos delasesino—. Como usted no quería darlesu trabajo, probablemente pensó que erade justicia que lo tomase él mismo. Fuea su despacho para buscarlo, y tuvo lamala suerte de estar allí cuando este tipollegó.

Stratton sintió un súbitoremordimiento.

—Debería haberle dado a Roth loque me pidió.

—Usted no podía saber que pasaríaesto.

—Es una injusticia escandalosa quemuriese precisamente él. No tenía nadaque ver con este asunto.

—Siempre sucede así, señor. Vamos,deje que me ocupe de su mano.

Davies vendó y entablilló el dedo deStratton, asegurándole que la RoyalSociety se encargaría discretamente decualquier consecuencia de losacontecimientos de esa noche.

Recogieron los papeles manchados deaceite del despacho y los metieron en unbaúl para que Stratton pudierarevisarlos a su gusto fuera de la fábrica.

Cuando terminaron, llegó un carruajepara llevarse a Stratton a la mansiónDarrington; había salido al mismotiempo que Davies, que había cabalgadohasta Londres en una máquina decarreras. Stratton subió al carruaje conel baúl de papeles, mientras que Daviesse quedaba en la fábrica para encargarsedel asesino y disponer lo necesario parael cadáver del cabalista.

Stratton pasó el viaje bebiendo deuna botellita de brandy, intentando

sosegar sus nervios. Sintió un granalivio cuando llegó a la mansiónDarrington; aunque contenía su propiaclase de amenazas, Stratton sabía queallí estaría a salvo de ser asesinado.Para cuando llegó a su habitación, supánico se había convertido encansancio, y durmió profundamente.

A la mañana siguiente se sentíamucho más sereno, y listo para empezara ordenar su baúl lleno de papeles.

Mientras los disponía en montones,reconstruyendo aproximadamente suorganización original, Stratton encontróuna libreta que no reconoció. Suspáginas contenían letras hebreas

dispuestas en los esquemas familiaresde la integración y la factorizaciónnominal, pero todas las notas estabantambién en hebreo. Con una nuevapunzada de culpabilidad, se dio cuentade que debía de pertenecer a Roth; elasesino debía de haberla encontrado ensu cadáver y la había arrojado junto conlos papeles de Stratton para quemarlos.

Estuvo a punto de dejarla a un lado,pero su curiosidad fue más fuerte: nuncahabía visto antes una libreta decabalista. Buena parte de laterminología era abstracta, pero podíaentenderla lo suficiente; entre losensalmos y los diagramas sefiróticos,

encontró el epíteto que permitía a unautómata escribir su propio nombre. Alleerlo, Stratton se dio cuenta de que ellogro de Roth era más elegante de lo quehabía pensado.

El epíteto no describía un conjuntoespecífico de acciones físicas, sino laidea general de reflexividad. Un nombreque incluyese el epíteto se convertía enun autónimo: un nombre que seautodesignaba. Las notas indicaban queese nombre expresaría su naturalezaléxica por cualquier medio quepermitiese el cuerpo. El cuerpo animadoni siquiera necesitaría manos paraescribir su nombre; si el epíteto se

incorporaba adecuadamente, un caballode porcelana podría, probablemente,realizar la tarea arrastrando un cascosobre la tierra.

Combinado con uno de los epítetosde destreza de Stratton, el epíteto deRoth permitiría a un autómata hacer lamayor parte de los actos necesarios parareproducirse. Un autómata podríafabricar un cuerpo idéntico al suyo,escribir su propio nombre, e insertarlopara animar el cuerpo. No podríaenseñarle escultura al nuevo, sinembargo, puesto que los autómatas nopodían hablar. Un autómata que pudierareproducirse realmente sin ayuda

humana quedaba fuera de lo posible,pero haberse acercado tanto hubieracausado sin duda gran placer a loscabalistas.

Parecía injusto que los autómatasfueran mucho más fáciles de reproducirque los humanos. Era como si elproblema de reproducir autómatasnecesitase ser resuelto sólo una vez,mientras que el de reproducir humanosera una tarea de Sísifo, pues cadageneración adicional aumentaba lacomplejidad del nombre que serequería.

Y de repente Stratton se dio cuentade que no necesitaba un nombre que

doblase la complejidad física, sino unoque permitiese la duplicación léxica.

La solución era imprimir en el óvuloun autónimo, y de esa manera producirun feto que albergase su propio nombre.

El nombre tendría dos versiones, taly como se había propuestooriginalmente: uno usado para producirfetos varones, y otro para los fetoshembra. Las mujeres concebidas coneste sistema serían tan fértiles comosiempre. Los hombres concebidos coneste sistema también serían fértiles, perono de la forma habitual: susespermatozoos no contendría fetospreformados, sino que albergarían en su

lugar uno de dos nombres en susuperficie, la autoexpresión de losnombres aportados originalmente por lasagujas de cristal. Y cuando estosespermatozoos alcanzasen un óvulo, elnombre provocaría la creación de unnuevo feto. La especie sería capaz dereproducirse sin intervención médica,porque portaría el nombre en sí misma.

El doctor Ashbourne y él habíanpensado que la creación de animalescapaces de reproducirse suponíadotarles de fetos preformados, porqueése era el método empleado por lanaturaleza. En consecuencia, habíanpasado por alto otra posibilidad: que si

una criatura podía expresarse en unnombre, reproducir esa criatura eraequivalente a trascribir ese nombre. Unorganismo podía contener, en lugar de unanálogo diminuto de su cuerpo, unarepresentación léxica.

La humanidad se convertiría envehículo del nombre, además de suproducto. Cada generación sería almismo tiempo contenido y continente, uneco en una reverberación autosostenida.

Stratton imaginó un día en el que laespecie humana pudiera sobrevivir tantotiempo como su propio comportamientolo permitiese, en el que pudiera alzarseo caer sólo a causa de sus propias

acciones, y no desvanecersesencillamente una vez que hubierapasado un periodo de vidapredeterminado. Otras especies podíanflorecer y marchitarse como flores a lolargo de las estaciones del tiempogeológico, pero los humanos perduraríantanto tiempo como decidiesen.

Ni tampoco sucedería que un grupode gente controlase la fecundidad deotro; en el campo de la procreación, almenos, se devolvería la libertad a cadaindividuo. Ésta no era la aplicación queRoth había pensando para su epíteto,pero Stratton esperaba que loscabalistas la considerasen valiosa. Para

cuando el poder real del autónimo sehiciera evidente, una generación entera,formada por millones de personas entodo el mundo, habría nacido delnombre, y no habría forma de que ningúngobierno pudiera controlar sureproducción. Lord Fieldhurst, o susucesor, se sentiría escandalizado, yfinalmente habría que pagar un precio,pero Stratton se dio cuenta de que podíaaceptarlo.

Se apresuró a sentarse a su mesa,donde abrió su propia libreta y la deRoth lado a lado. En una página enblanco, comenzó a anotar ideas sobrecómo se podría incluir el epíteto de

Roth en un euónimo humano. En sumente, Stratton ya estaba trasponiendolas letras, buscando una permutación quedenotase tanto el cuerpo humano como así misma, una codificación ontogénicapara la especie.

La evolución de laciencia humana

Hace veinticinco años desde laúltima vez que un informe deinvestigación original fue enviado anuestros editores para su publicación, loque hace que éste sea un buen momentopara revisar una cuestión muy discutidapor aquel entonces: ¿cuál es el papel delos científicos humanos en una época enla que las fronteras de la indagacióncientífica han quedado más allá de lacomprensión de los humanos?

Sin duda, muchos de nuestros

suscriptores recordarán haber leídoartículos cuyos autores eran losprimeros individuos que habíanobtenido los resultados que describían.Pero cuando los metahumanoscomenzaron a dominar la investigaciónexperimental, tendieron a comunicar susdescubrimientos sólo vía TDN(transferencia digital neuronal), dejandoque las revistas publicasenexplicaciones de segunda manotraducidas al lenguaje humano. Sin laTDN, los humanos no podían apreciarcompletamente los avances anteriores niutilizar de forma efectiva las nuevasherramientas necesarias para realizar

investigaciones, mientras que losmetahumanos siguieron mejorando laTDN y dependiendo de ella cada vezmás. Las revistas para el públicohumano quedaron reducidas al papel demeros vehículos de divulgación, yademás no demasiado buenos, puestoque incluso los humanos más brillantesse quedaban perplejos ante lastraducciones de los últimosdescubrimientos.

Nadie niega los muchos beneficiosde la ciencia metahumana, pero uno desus costes para los investigadoreshumanos fue la constatación de queprobablemente nunca volverían a

realizar una contribución original, a laciencia. Algunos abandonaron el campocompletamente, pero los que sequedaron desplazaron su atención,alejándose de la investigación original yacercándose a la hermenéutica:interpretar el trabajo científico de losmetahumanos.

La hermenéutica textual fue laprimera en popularizarse, puesto que yahabía terabytes de publicacionesmetahumanas cuyas traducciones, aunquecrípticas, eran presumiblemente bastanteprecisas. Descifrar esos textos noguarda demasiada relación con la tarearealizada por los paleógrafos

tradicionales, pero se sigueprogresando: los últimos experimentoshan confirmado la validez deldesciframiento efectuado por Humphriesde las publicaciones que, hace décadas,abordaron la genética de lahistocompatibilidad.

La disponibilidad de aparatosbasados en la ciencia metahumanaprovocó el nacimiento de lahermenéutica de artefactos. Loscientíficos comenzaron a intentarreproducir el proceso de construcciónde estos artefactos, pero su objetivo noera fabricar productos alternativos, sinosencillamente entender los principios

físicos subyacentes a su funcionamiento.La técnica más habitual es el análisiscristalográfico de los aparatosnanológicos, que a menudo nosproporciona nuevas perspectivas acercade la mecanosíntesis.

El método de indagación másmoderno y con mucho el másespeculativo es la observación adistancia de las instalaciones deinvestigación metahumanas. Uno de losobjetivos más recientes de lainvestigación es el ExaCollider reciéninstalado bajo el desierto de Gobi,cuyas desconcertantes emisiones deneutrinos han dado lugar a grandes

controversias. (El detector de neutrinosportátil es, por supuesto, otro artefactometahumano cuyos principios defuncionamiento nos son desconocidos.)

La cuestión es si estas ocupacionesson dignas de un científico. Algunos lascalifican de pérdida de tiempo,equiparándolas a lo que hubierasupuesto una investigación de losnativos americanos sobre fundición delbronce cuando ya estaban disponibleslas herramientas de acero fabricadas porlos europeos. Esta comparación podríaser más adecuada si los humanosestuvieran compitiendo con losmetahumanos, pero en la economía de la

abundancia de hoy en día, no hayseñales que indiquen esa competición.De hecho, es importante reconocer que,al contrario de lo que sucedió con lamayoría de las culturas de bajo niveltecnológico cuando se enfrentaron a unade alto nivel tecnológico, los humanosno están en peligro de asimilación o deextinción.

Sigue sin existir una forma deconvertir un cerebro humano enmetahumano; la terapia genéticaSugimoto debe ser realizada antes deque comience la neurogénesis en elembrión para que el cerebro seacompatible con la TDN. Esta ausencia

de un mecanismo de asimilación quieredecir que los padres humanos de un niñometahumano tienen ante sí una eleccióndifícil: pueden permitir que su hijointeractúe mediante TDN con la culturametahumana, y observar cómo se vuelvecada vez más incomprensible para ellos;o restringir su acceso a la TDN durantelos años de formación del niño, lo quepara un metahumano es una privaciónsimilar a la sufrida por Kaspar Hauser.No resulta sorprendente que elporcentaje de padres humanos queeligen la terapia genética Sugimoto parasus hijos haya descendido en los últimosaños casi hasta cero.

Como resultado, la cultura humanatiene buenas posibilidades de sobrevivirhasta muy lejos en el futuro, y latradición científica es una parte vital deesa cultura. La hermenéutica es unmétodo legítimo de indagación científicay aumenta el acervo del conocimientohumano de la misma forma en que lohacia la investigación original. Lo quees más, los investigadores humanospueden descubrir aplicaciones quepasan por alto los metahumanos, cuyasventajas tienden a provocar que nuestraspreocupaciones les pasendesapercibidas. Por ejemplo, imaginenque la investigación ofreciera

esperanzas de una terapia alternativa deaumento de la inteligencia, una quepermitiera a los humanos «mejorar»gradualmente sus mentes hasta nivelequivalente al metahumano. Esa terapiaofrecería un puente para superar lo quese ha convertido en la mayor divisióncultural en la historia de nuestra especie,pero los metahumanos podrían no pensarsiquiera en explorarla; sólo esaposibilidad justifica la continuidad de lainvestigación humana.

No debemos sentirnos intimidadospor los logros de la ciencia metahumana.Deberíamos recordar en todo momentoque las tecnologías que hicieron

posibles a los metahumanos fueroninventadas originalmente por humanos, yellos no eran más inteligentes quenosotros.

El infierno es laausencia de Dios

Ésta es la historia de un hombrellamado Neil Fisk, y de cómo llego aamar a Dios. El acontecimientofundamental en la vida de Neil fue unsuceso tan terrible como habitual: lamuerte de su mujer, Sarah. Neil se vinoabajo por la pena después de que ellamuriese, una pena que resultaba atroz nosólo por su magnitud intrínseca, sinoporque redoblaba y enfatizaba el doloranterior de su vida. La muerte de ella leobligó a volver a considerar su propia

relación con Dios, y al hacerlo comenzóun viaje que le cambiaría para siempre.

Neil había nacido con unadeformidad congénita: su musloizquierdo estaba girado externamente yera varios centímetros más corto que elderecho; el término médico eradeficiencia femoral focal proximal. Lamayoría de la gente que le conocíasuponía que Dios era el responsable,pero la madre de Neil no habíapresenciado ninguna visitación duranteel embarazo; su deformidad eraresultado del mal desarrollo de unmiembro durante la sexta semana degestación, y nada más. De hecho, por lo

que a la madre de Neil concernía, laculpa la tenía su padre ausente, cuyosingresos podrían haber permitido unaoperación correctora, aunque ella nuncaexpresó este sentimiento en voz alta.

De niño, Neil se había preguntadoalguna vez si había sido castigado porDios, pero la mayor parte del tiempoechaba la culpa de su infelicidad a suscompañeros de clase. Su fácil crueldad,su habilidad instintiva para localizar lospuntos débiles en la armadura emocionalde su víctima, la forma en que suspropias amistades se veían reforzadaspor su sadismo: en todo esto Neilreconocía ejemplos de comportamiento

humano, y no divino. Y aunque suscompañeros a menudo usaban el nombrede Dios en sus pullas, Neil sabía que nodebía culparle por las acciones de ellos.

Pero aunque Neil evitaba la trampade culpar a Dios, nunca dio el paso deamarle; nada en su educación o en supersonalidad le llevaba a rezar a Diospara que le diera fuerza o le aliviase.Los diversos obstáculos a los que seenfrentó mientras crecía eran de origenaccidental o humano, y confiaba paravencerlos en recursos estrictamentehumanos. Se convirtió en un adulto que,como tantos otros, veía los actos deDios en abstracto hasta que afectaban a

su propia vida. Las visitacionesangélicas eran hechos que ocurrían aotras personas, y que le llegaban sólo através de los reportajes en las noticiasde la noche. Su propia vida eracompletamente vulgar; trabajaba deportero en un edificio de apartamentosde alto nivel, cobrando el alquiler yrealizando reparaciones, y por lo que leconcernía, las circunstancias eranperfectamente capaces de desarrollarse,feliz o infelizmente, sin intervencióndivina.

Ésta era su experiencia hasta lamuerte de su mujer.

Se trató de una visitación como

cualquier otra, de menor magnitud que lamayoría pero del mismo tipo que todas,que trajo bendiciones para algunos ydesastres para otros. En esta ocasión elángel era Natanael, e hizo su apariciónen un barrio comercial del centro.Tuvieron lugar cuatro curacionesmilagrosas: la eliminación decarcinomas en dos individuos, laregeneración de la médula espinal en unparapléjico, y la recuperación de lavista de una persona que hacía poco quehabía quedado ciega. Se produjerontambién dos milagros que no erancuraciones: una furgoneta de reparto,cuyo conductor se había desmayado al

ver al ángel, se detuvo antes de llegar aatropellar a los transeúntes que seagolpaban en la acera; otro hombre fueatrapado cuando el ángel partía por unrayo de luz celestial que le extirpó losojos pero aseguró su devoción.

La mujer de Neil, Sarah Fisk, fueuna de las ocho víctimas. Fue alcanzadapor los cristales que salieron volandocuando la henchida cortina de llamas delángel hizo estallar el escaparate de lacafetería en la que estaba comiendo. Sedesangró en unos minutos, y los otrosclientes de la cafetería —ninguno de loscuales sufrió ni siquiera heridassuperficiales— no pudieron hacer nada

más que escuchar sus gritos de dolor ymiedo, y al final observar la ascensiónde su alma al Cielo.

Natanael no había traído ningúnmensaje específico; las palabras dedespedida del ángel, que habíanresonado por todo el escenario de lavisitación, fueron las típicas:Contemplad el poder del Señor. De lasocho víctimas de ese día, tres almasfueron admitidas al Cielo y cinco no,una proporción mayor que la media demuertes por cualquier causa. Sesenta ydos personas recibieron tratamientomédico por heridas que iban desdeconmoción cerebral leve hasta tímpanos

perforados y quemaduras querequirieron trasplantes de piel. El totalde daños materiales se estimó en 8,1millones de dólares, que en ningún casofueron cubiertos por las compañíasprivadas de seguros debido a su causa.Decenas de personas se convirtieron enfieles devotos tras la visitación, fuerapor gratitud o por terror.

Por desgracia, Neil Fisk no era unade ellas.

Después de una visitación, eshabitual que todos los testigos se reúnanen grupo y discutan cómo ha afectado a

su vida la experiencia compartida. Lostestigos de la última visitación deNatanael organizaron unas reuniones deeste tipo, y los familiares de aquéllosque habían muerto eran bienvenidos, asíque Neil comenzó a asistir. Lasreuniones se celebraban una vez al mesen el sótano de una gran iglesia delcentro; había sillas plegables de metalpuestas en filas, y al fondo de lahabitación había una mesa con café ydonuts. Todo el mundo llevaba etiquetasadhesivas con su nombre escrito conrotulador.

Mientras esperaban a quecomenzasen las reuniones, la gente

permanecía de pie, bebiendo café ycharlando.

La mayor parte de las personas conlas que Neil hablaba suponían que supierna era consecuencia de la visitación,y debía explicarles que no era testigo,sino marido de una de las víctimas. Estono le molestaba particularmente; estabaacostumbrado a dar explicaciones por supierna. Lo que sí que le molestaba era eltono de las reuniones propiamentedichas, cuando los participanteshablaban de sus reacciones ante lavisitación: la mayoría hablaban de surecién estrenada devoción por Dios, eintentaban convencer a los afligidos

familiares de que deberían sentirse igualque ellos.

La reacción de Neil ante estosintentos de conversión dependía dequién los realizase. Cuando se trataba deun simple testigo, los encontrabameramente irritantes. Cuando alguienque había recibido una curaciónmilagrosa le decía que amase a Dios,tenía que contenerse para noestrangularle. Pero lo que encontró másinquietante fue escuchar esa mismasugerencia de un hombre llamado TonyCrane; la mujer de Tony había muertotambién en la visitación, y ahoratransmitía una impresión de humillación

con cada uno de sus movimientos. Convoz muy baja y lacrimosa, explicabacómo había aceptado su lugar comosiervo de Dios, y aconsejaba a Neil quehiciese lo mismo.

Neil no dejó de asistir a lasreuniones —de alguna forma sentía quele debía a Sarah seguir acudiendo—,pero encontró otro grupo con el quereunirse también, uno más compatiblecon sus propios sentimientos: un grupode apoyo dedicado a aquéllos quehubieran perdido a una persona amadadurante una visitación, y estuvieranenfadados con Dios por ello. Se reuníanen semanas alternas en un cuarto del

centro comunal de la localidad, yhablaban de la pena y la rabia quehervían en su interior.

Todos los asistentes se mostraban engeneral comprensivos con los demás, apesar de las diferencias en sus diversasactitudes hacia Dios. Entre los quehabían sido devotos antes de su pérdida,algunos se esforzaban en la tarea deseguir siéndolo, mientras que otrosabandonaban su devoción sin pensarlodos veces. Entre los que nunca habíansido devotos, algunos sentían que suposición había sido confirmada,mientras que otros se enfrentaban a latarea casi imposible de volverse ahora

devotos. Para su consternación, Neil seencontraba en esta última categoría.

Como cualquier otro no devoto, Neilnunca había hecho mucho esfuerzo enpensar dónde acabaría su alma; siemprehabía supuesto que su destino era elInfierno, y lo aceptaba. Así eran lascosas, y el Infierno, después de todo, noera físicamente peor que el planomortal.

Significaba un exilio permanente deDios, ni más ni menos; la veracidad deesto quedaba clara para cualquiera enlas ocasiones en que el Infierno semanifestaba. Sucedía regularmente; elterreno parecía volverse transparente, y

se podía ver el Infierno como si semirase a través de un agujero en elsuelo. Las almas perdidas no parecíandiferentes a los vivos, pues sus cuerposeternos se parecían a los mortales. Noera posible comunicarse con ellos —suexilio de Dios significaba que no podíanpercibir el plano mortal, donde Susacciones podían sentirse—, peromientras esas manifestaciones durabanse les podía oír hablar, reír o llorar,exactamente como lo hacían cuandoestaban vivos.

La reacción de la gente ante estasmanifestaciones divergíaconsiderablemente. La mayoría de los

devotos se estremecían, no ante la visiónde nada aterrador, sino porque lesrecordaba que pasar la eternidad fueradel paraíso era posible. Neil, encambio, era uno de los que no se sentíanconmovidos; por lo que podía decir, lasalmas perdidas en general no eran másinfelices que él, ni su existencia era peorque la suya en el plano mortal, y enalgunas cosas era mejor: su cuerpoeterno no estaría impedido poranomalías congénitas.

Por supuesto, todo el mundo sabíaque el Cielo era incomparablementesuperior, pero para Neil siempre habíaparecido demasiado remoto para pensar

en él, como la riqueza, la fama o elglamour. Para las personas como él, elInfierno era el lugar al que se iba cuandose moría, y no le veía ningún sentido areestructurar su vida con la esperanza deevitarlo. Y puesto que Dios no habíainterpretado ningún papel anteriormenteen la vida de Neil, no tenía miedo deencontrarse exiliado de Dios. Laperspectiva de vivir sin interferencias,de vivir en un mundo donde lasbonanzas y las desgracias nunca eranintencionadas, no le causaba ningúnterror.

Ahora que Sarah estaba en el Cielo,su situación había cambiado. Neil quería

más que nada volver a estar junto a ella,y la única forma de ir al Cielo era amara Dios con todo su corazón.

Ésta es la historia de Neil, pero paracontarla apropiadamente hay que contarlas historias de otros dos individuoscuyos caminos se cruzaron con el suyo.El primero de ellos es Janice Reilly.

Lo que la gente suponía respecto aNeil era lo que de hecho le habíasucedido a Janice. Cuando la madre deJanice estaba embarazada de ochomeses, perdió el control del coche queconducía y lo estrelló contra un poste de

teléfono durante una repentina tormentade granizo, puños de hielo que cayerondel cielo azul y despejado y quecubrieron la carretera como uncargamento reventado de cojinetesgigantes. Ella se quedó sentada en sucoche, temblorosa pero indemne, cuandovio un nudo de llamas plateadas —mástarde identificado como el ángel Bardiel— flotando por el cielo. La visión ladejó petrificada, pero no tanto comopara no sentir la peculiar sensación demovimiento en su vientre. Un posteriorexamen con ultrasonidos reveló que lano nata Janice Reilly ya no tenía piernas;los pies le crecían a modo de aletas

directamente de las caderas.La vida de Janice podría haber

seguido el curso de la de Neil, si nofuera por lo que sucedió dos díasdespués del examen. Los padres deJanice estaban sentados a la mesa en lacocina, llorando y preguntando quéhabían hecho para merecer esto, cuandorecibieron una visión: las almassalvadas de cuatro parientes fallecidosaparecieron ante ellos, bañando lacocina en un resplandor dorado. Lossalvados no dijeron ni una palabra, perosus sonrisas beatíficas provocaban unasensación de serenidad en todo el quelas veía. Desde ese momento, los Reilly

estuvieron seguros de que la invalidezde su hija no era un castigo.

Como resultado, Janice creciópensando que no tener piernas era undon; sus padres le explicaron que Diosle había asignado una misión especialporque consideraba que ella estaría a laaltura, y ella prometió que no Lefallaría. Sin orgullo ni terquedad,consideraba que su responsabilidad erademostrar a los demás que su invalidezno era una señal de debilidad, sino defuerza.

De niña, fue completamenteaceptada por sus compañeros de clase;cuando se es tan bonita, segura de sí

misma y carismática como ella, losniños ni siquiera notan que se va en sillade ruedas. Cuando llegó a laadolescencia se dio cuenta de que laspersonas sin discapacidades de suescuela no eran las que más necesitabande su influencia. Le parecía másimportante dar ejemplo a otras personasinválidas, hubieran sido tocadas porDios o no, no importaba dónde vivieran.Janice comenzó a hablar ante diversospúblicos, asegurando a aquéllos quesufrían discapacidades que tenían lafuerza que Dios necesitaba en ellos.

Con el tiempo se ganó una buenareputación, y seguidores. Se ganaba la

vida escribiendo y dando discursos, yfundó una organización benéficadedicada a promover su mensaje. Lagente le mandaba cartas agradeciéndoleel haber cambiado sus vidas, yrecibirlas le daba una sensación deplenitud de un tipo que Neil jamás habíaexperimentado.

Ésta fue la vida de Janice hasta queella misma fue testigo de una visitacióndel ángel Rashiel. Estaba entrando en sucasa cuando comenzaron los temblores;al principio pensó que eran de origennatural, aunque no vivía en una zonageológicamente activa, y esperó en elumbral hasta que se terminasen. Unos

segundos después vio por el rabillo delojo un destello plateado en el cielo y sedio cuenta de que se trataba de un ángeljusto antes de perder la consciencia.

Janice se despertó para encontrarsecon la mayor sorpresa de su vida: lavisión de sus dos nuevas piernas, largas,musculadas y perfectamente funcionales.

Se alarmó la primera vez que sepuso de pie: era más alta de lo queesperaba. Mantener el equilibrio a esaaltura sin usar los brazos era algodesconcertante, y sentir al mismo tiempola textura del suelo con las plantas delos pies lo hacía directamente rarísimo.Los encargados de protección civil, al

encontrarla vagando por la calle comoensimismada, pensaron que estaba enestado de shock, hasta que ella,maravillándose ante su habilidad demirarles a la altura de los ojos, lesexplicó lo que le había pasado.

Cuando se realizaron las estadísticasde la visitación, la recuperación de laspiernas de Janice fue contada como unabendición, y ella se sintió humildementeagradecida por su buena suerte. Fue enla primera reunión del grupo de apoyocuando una sensación de culpa comenzóa embargarla. Allí, Janice conoció a dosindividuos con cáncer que habían sidotestigos de la visitación de Rashíel,

habían pensado que su curación estabapróxima, y se habían sentidoamargamente decepcionados cuando sedieron cuenta de que les había pasadopor alto. Janice se encontrópreguntándose por qué ella habíarecibido una bendición y ellos no.

La familia y los amigos de Janiceconsideraron que la recuperación de suspiernas era una recompensa por susobresaliente trabajo en la tarea queDios le había encomendado, pero paraJanice esta interpretación abría otrapregunta. ¿Quería Él que parase? Nopodía ser; evangelizar era la principalrazón de su vida, y no había límites al

número de personas que necesitaban oírsu mensaje. Continuar predicando era lomejor que podía hacer, tanto por ellacomo por los demás.

Sus dudas crecieron durante suprimer discurso tras la visitación, anteun público de paralíticos recientes ensilla de ruedas. Janice les transmitió sushabituales palabras de ánimo,asegurándoles que tenían la fuerzanecesaria para los desafíos que lesesperaban; fue durante las preguntas delfinal cuando le preguntaron si larecuperación de sus piernas significabaque ella había superado su prueba.Janice no supo qué decir; no podía

prometerles que sus defectos seríanborrados algún día. De hecho, comodescubrió, cualquier insinuación de quehabía sido recompensada podíainterpretarse como una crítica hacia losdemás que seguían inválidos, y ella nodeseaba eso.

Lo único que pudo decirles fue queno sabía por qué había sido curada, peroera evidente que su público no pensóque esta respuesta fuese satisfactoria.

Janice volvió a casa inquieta. Aúncreía en su mensaje, pero por lo queconcernía a su público, había perdido sumayor fuente de credibilidad. ¿Cómopodía dar ánimos a otros que habían

sido tocados por Dios para que vieransu discapacidad como una señal defuerza, cuando ella ya no compartía sucondición?

Reflexionó sobre si esto podía serun desafío, una prueba de su habilidadpara propagar Su palabra.

Claramente, Dios había hecho que sutarea fuera más difícil que antes; quizála recuperación de sus piernas era unobstáculo que ella debía superar, de lamisma forma que lo había sido el que ledesapareciesen.

Esta interpretación le falló en susiguiente cita prevista. El público estabaformado por un grupo de testigos de una

visitación de Natanael; a menudo lainvitaban a hablar ante estos grupos conla esperanza de que los que sufríanobtuviesen aliento de ella. En lugar depasar por alto el tema, comenzócontando la visitación que ella mismahabía experimentado recientemente. Lesexplicó que, aunque podía parecer quehabía recibido algo valioso, en realidadse enfrentaba a su propio reto: comoellos, se estaba viendo forzada aencontrar en sí misma recursos que nosabía que tenía.

Se dio cuenta demasiado tarde deque se había equivocado al hablar. Unhombre del público con una pierna

deformada se levantó y se encaró conella: ¿estaba sugiriendo en serio que larecuperación de sus piernas eracomparable a la pérdida de su mujer?¿Era posible que igualase suspenalidades y las de él?

Janice le aseguró inmediatamenteque no era su intención, y que no podíaimaginar el dolor que estaría sufriendo.Pero, dijo, no estaba en los planes deDios que todo el mundo se viera sujeto alas mismas penalidades, sino sólo quecada persona se enfrentase a supenalidad, fuera ésta cual fuese. Ladificultad de todas las penalidades erasubjetiva, y no era posible comparar las

experiencias de dos personas. Y de lamisma forma que aquéllos cuyosufrimiento parecía mayor que el suyodebían sentir compasión por él, él debíasentir compasión por aquéllos cuyosufrimiento parecía menor.

Pero el hombre no aceptó nada deesto. Ella había recibido lo quecualquier otra persona habríaconsiderado una bendición fantástica, yse estaba quejando de ello. Se fue de lareunión hecho una furia mientras Janiceaún estaba intentando explicarse.

El hombre, por supuesto, era NeilFisk. Neil había oído hablar de JaniceReilly durante gran parte de su vida, la

mayoría de las veces a través depersonas que estaban convencidas deque una pierna deforme era una señal deDios. Estas personas la citaban comoejemplo a seguir, diciéndole que suactitud era la respuesta adecuada anteuna discapacidad física. Neil no podíanegar que la falta de piernas de ella erauna invalidez mucho peor que su fémurdeformado. Por desgracia, la actitud deella le parecía tan ajena que, incluso enlos mejores tiempos, nunca había podidoaprender nada de ella. Ahora, en lo máshondo de su pesar y perplejo porque ellahubiera recibido un don que nonecesitaba, Neil encontró ofensivas sus

palabras.En los días que siguieron, Janice se

encontró cada vez más sumida en lasdudas, incapaz de decidir quésignificaba la recuperación de suspiernas. ¿Estaba respondiendo coningratitud a un don que había recibido?¿Era tanto una bendición como unaprueba? Quizá fuera un castigo, unaindicación de que no había cumplidocon su deber apropiadamente. Habíamuchas posibilidades, y no sabía en cuálcreer.

Hay otra persona más que interpretó

un papel importante en la historia deNeil, aunque él y Neil no se encontraronhasta que el viaje de Neil casi habíallegado a su final. El nombre de esapersona era Ethan Mead.

Ethan había crecido en una familiaque era devota, pero no de formaprofunda. Sus padres creían que Diosera responsable de su salud por encimade la media y de su cómoda situaciónfinanciera, aunque no habíanpresenciado ninguna visitación nirecibido ninguna visión; sencillamente,confiaban en que Dios era, directa oindirectamente, el causante de su buenasuerte. Su devoción nunca había sido

sometida a ninguna prueba seria, y quizáno hubiera superado una; su amor porDios estaba basado en su satisfaccióncon el statu quo.

Sin embargo, Ethan no era como suspadres. Desde la niñez, había estadoseguro de que Dios le tenía reservado unpapel especial, y esperaba una señal quele indicase de qué papel se trataba. Lehubiera gustado ser predicador, perosentía que no tenía ningún testimonioirresistible que ofrecer; sus vagossentimientos de anhelo no eran bastante.Ansiaba un encuentro con lo divino quele proporcionase un sentido.

Podría haber ido a uno de los

lugares santos, esos sitios donde, porrazones desconocidas, las visitacionesangélicas ocurrían regularmente, perosentía que una acción así seríapresuntuosa por su parte. Los lugaressantos eran comúnmente el últimorecurso de los desesperados, deaquéllos que buscaban bien una curaciónmilagrosa que recompusiera suscuerpos, bien un atisbo de luz celestialque recompusiera sus almas, y Ethan noestaba desesperado. Decidió que debíade haber un curso ya trazado para él, yque con el tiempo las razones para estose aclararían. Mientras esperaba esedía, vivía la vida lo mejor que podía:

trabajaba de bibliotecario, estabacasado con una mujer llamada Claire, ytenía dos hijos. Todo el tiempopermanecía atento a las señales de undestino más alto.

Ethan estaba seguro de que su horahabía llegado cuando fue testigo de unavisitación de Rashiel, la mismavisitación que, a muchos kilómetros dedistancia, devolvió las piernas a JaniceReilly. Ethan se encontraba solo cuandosucedió; estaba caminando hacia sucoche en el centro de un aparcamiento,cuando el suelo comenzó a temblar.Instintivamente, supo que se trataba deuna visitación y se puso de rodillas, sin

sentir miedo, sólo euforia y asombroante la perspectiva de conocer suvocación.

El suelo se quedó quieto al cabo deun minuto, y Ethan miró a su alrededor,pero salvo por eso no se movió.

Sólo después de esperar unosminutos más se puso de pie. Había unagran grieta en el asfalto que comenzabajusto delante de él y que seguía untrazado serpenteante calle abajo. Lagrieta parecía señalarle una direcciónespecífica, así que corrió siguiéndolavarias manzanas hasta que encontró aotros supervivientes, un hombre y unamujer que estaban saliendo de una fisura

de tamaño moderado que se habíaabierto justo bajo sus pies. Se quedó conambos hasta que llegaron los serviciosde protección civil y les llevaron a unrefugio.

Ethan asistió a las reunionesposteriores del grupo de apoyo yconoció a otros testigos de la visitaciónde Rashiel. En el curso de variasreuniones, se percató de que existíanciertas pautas entre los testigos. Porsupuesto, estaban los que habían sidoheridos y los que habían recibido curasmilagrosas. Pero también estabanaquéllos cuyas vidas habían cambiadode otras formas: el hombre y la mujer

que había encontrado se enamoraron ypronto se comprometieron; una mujerque había quedado atrapada bajo unmuro desmoronado sintió tras serrescatada que debía convertirse encamillero. La propietaria de una tiendaformó una alianza que evitó su quiebrainminente, mientras que otro cuya tiendahabía quedado destruida vio en esto unmensaje para que cambiase de vida.Parecía que todo el mundo salvo Ethanhabía encontrado una forma de entenderlo que les había pasado.

Él no había sido maldecido obendecido de ninguna forma evidente, yno sabía qué mensaje se suponía que

tenía que recibir. Su mujer, Claire, lesugirió que considerase la visitacióncomo un recordatorio de que debíaapreciar lo que tenía, pero a Ethan esono le convenció, pues razonaba quetodas las visitaciones, no importabadónde sucedieran, servían a ese fin, y elhecho de que hubiese sido testigo de unavisitación tenía que tener un significadosuperior. Le atormentaba la idea de quehabía perdido una oportunidad, quehabía otro testigo a quien estabadestinado a conocer y no lo había hecho.Esta visitación tenía que ser la señal quehabía estado esperando; no podíalimitarse a pasarla por alto. Pero eso

tampoco le decía qué es lo que sesuponía que debía hacer.

Al cabo, Ethan recurrió a un procesode eliminación: se hizo con una lista detodos los testigos, y tachó a aquéllos quetenían una interpretación clara de suexperiencia, razonando que uno de losque quedaran debía de ser la personacuyo sino estaba de alguna formaentrelazado con el suyo. Entre los queestaban confundidos o se sentíaninseguros acerca del significado de lavisitación se encontraría el que él estabadestinado a conocer.

Cuando terminó de tachar nombresde la lista, sólo quedaba uno: Janice

Reilly.

En público, Neil era capaz deocultar su pesar tal y como se espera deun adulto, pero en la privacidad de suapartamento, las compuertas de laemoción cedían de golpe. Laconsciencia de la ausencia de Sarah leabrumaba, y entonces se dejaba caer alsuelo y lloraba. Se acurrucaba enposición fetal, con el cuerpo sacudidopor sollozos e hipos, con lágrimas ymocos cayéndole por la cara, y laangustia rompía sobre él en olas cadavez mayores hasta que era más de lo que

podía soportar, más intensa de lo quehubiera creído posible. Minutos u horasdespués conseguía calmarse, y entoncesse dormía, exhausto. Y a la mañanasiguiente se despertaba y se enfrentaba ala perspectiva de otro día sin Sarah.

Una señora mayor del edificio deNeil intentó consolarle diciéndole que eldolor disminuiría con el tiempo, y queaunque nunca olvidaría a su mujer, almenos sería capaz de seguir adelante.Entonces encontraría a otra persona yencontraría la felicidad con ella, yaprendería a amar a Dios y por tantosubiría al Cielo cuando llegase elmomento.

La intención de la mujer era buena,pero Neil no se encontraba en situaciónde hallar consuelo en sus palabras. Laausencia de Sarah era como una heridaabierta, y la perspectiva de que algúndía ya no sentiría dolor por su pérdidano sólo parecía remota, sino físicamenteimposible. Si suicidarse hubiera puestofin a su dolor, lo habría hecho sindudarlo, pero eso sólo serviría paraasegurarse de que su separación deSarah sería permanente.

El tema del suicidio surgíaregularmente en las reuniones del grupode apoyo, e inevitablemente hacía quealguien mencionase a Robin Pearson,

una mujer que solía ir a las reunionesvarios meses antes de que Neilcomenzase a asistir. El marido de Robinhabía sufrido un cáncer de estómagodurante una visitación del ángelMakatiel. Ella se quedó en su habitacióndel hospital durante varios díasseguidos, pero él murió inesperadamentecuando ella estaba en casa haciendo lacolada. Una enfermera que había estadopresente le dijo a Robin que su almahabía ascendido, y de esta forma Robincomenzó a asistir a las reuniones delgrupo de apoyo.

Muchos meses después, Robin llegóa la reunión estremeciéndose de furia. El

Infierno se había manifestado cerca desu casa, y había visto a su marido entrelas almas perdidas. Se había encaradocon la enfermera, que admitió habermentido con la esperanza de que Robinaprendiera a amar a Dios, y así al menosella sería salvada aunque su marido nolo hubiera sido. Robin no acudió a lasiguiente reunión, y en la reuniónsiguiente a ésa el grupo supo que sehabía suicidado para reunirse con sumarido.

Ninguno de ellos conocía cuál era lasituación de la relación entre Robin y sumarido en el más allá, pero se sabía quea veces tenían éxito; algunas parejas se

habían reunido felizmente gracias alsuicidio. En el grupo de apoyo habíaasistentes cuyos esposos habíandescendido al Infierno, y decían que sesentían desgarrados entre el deseo depermanecer con vida y el de reunirsecon sus parejas. Neil no estaba en susituación, pero su primera reacción alescucharles había sido de envidia: siSarah hubiera ido al Infierno, el suicidiosería la solución a todos sus problemas.

Esto llevó a que Neil aprendiese unaverdad vergonzosa sobre sí mismo. Sedio cuenta de que si tuviera que elegirentre ir al Infierno mientras Sarah iba alCielo, o hacer que ambos fueran al

Infierno juntos, elegiría esto último:prefería que ella fuese exiliada de Diosa que estuviera separada de él. Sabíaque era egoísta, pero no podía cambiarsus sentimientos: creía que Sarah podríaser feliz en ambos sitios, pero él sólopodría ser feliz con ella.

Las experiencias anteriores de Neilcon las mujeres nunca habían sidobuenas. Casi siempre, cuando habíaestado flirteando con una mujer sentadoen un bar, ella enseguida se acordaba deque tenía una cita en otro lugar en elmomento en que él se ponía de pie y supierna más corta se hacía visible. Unavez, una mujer con la que había estado

saliendo durante varias semanas rompiósu relación explicándole que, aunqueella misma no consideraba que su piernafuera un defecto, cuando les veían enpúblico juntos los demás suponían queella debía de tener algún problema paraestar con él, y esperaba que élentendiese que eso era muy injusto paraella.

Sarah había sido la primera mujerque Neil había conocido cuya actitud nohabía cambiado en absoluto, cuyaexpresión no había oscilado entre lapiedad y el horror, ni siquiera lasorpresa, cuando vio su pierna porprimera vez. Sólo por esa razón era de

prever que Neil se quedaría prendadode ella; para cuando hubo conocidotodos los aspectos de su personalidad,se había enamorado completamente. Ycomo las mejores cualidades de élsalían a la luz cuando estaba con ella,ella se enamoró también.

Neil se había sorprendido cuandoSarah le dijo que era devota. No habíamuchas señales de su devoción —no ibaa misa, pues compartía el disgusto deNeil hacia la actitud de la mayoría delos asistentes—, pero a su propiamanera discreta estaba agradecida aDios por su vida. Nunca intentóconvertir a Neil, diciéndole que la

devoción vendría de dentro o novendría. Muy raramente mencionaban aDios, y la mayor parte del tiempo habríasido fácil para Neil imaginar que lasideas de Sarah sobre Dios eran igualesque las suyas.

Eso no quiere decir que la devociónde Sarah no ejerciera ningún efectosobre Neil. Al contrario, Sarah era delejos el mejor argumento para amar aDios que nunca había encontrado. Siamar a Dios había contribuido a hacerlala persona que era, entonces quizá sí quetenía sentido. Durante los años en queestuvieron casados, su visión de la vidase volvió más luminosa, y

probablemente hubiera llegado un puntoen el que se hubiera sentido agradecidohacia Dios, si él y Sarah hubieranenvejecido juntos.

La muerte de Sarah eliminó esaposibilidad, pero no tenía por qué habersignificado que Neil no pudiera amar aDios. Neil podría haberla aceptadocomo un recordatorio de que nadiepuede contar con disponer de décadaspor delante. Podría haberse sentidoconmovido por la consciencia de que, sihubiera muerto con ella, el alma de él sehubiera perdido y los dos se hubieranseparado para toda la eternidad. Podríahaber visto la muerte de Sarah como un

toque de atención que le indicaba queamase a Dios mientras todavía tenía laposibilidad de hacerlo.

En lugar de esto, Neil sintió unactivo resentimiento hacia Dios. Sarahhabía sido la mayor bendición de suvida, y Dios se la había llevado. ¿Yahora se suponía que él tenía que amarlepor ello? Para Neil, era como si unsecuestrador le pidiera amor comorescate por devolverle a su mujer.Podría haber conseguido ser obediente,pero,

¿sentir amor sincero y efusivo? Éseera un rescate que no podía pagar.

Esta paradoja se hizo evidente para

varias personas del grupo de apoyo. Unode los asistentes, un hombre llamadoPhil Soames, señaló correctamente quepensar en ello como si fuera unacondición que debía cumplirse era unagarantía de fracaso. No se podía amar aDios como medio para conseguir un fin,había que amarle por Él mismo. Si elobjetivo último de amar a Dios erareunirse con la pareja de uno, no seestaría demostrando auténtica devociónen absoluto.

Una mujer del grupo de apoyollamada Valerie Tommasino dijo que nodebería ni intentarlo. Había estadoleyendo un libro publicado por el

movimiento humanista; sus miembrosconsideraban que era un error amar a unDios que infligía tanto dolor, ydefendían que la gente debía actuar deacuerdo con su propio sentido de lo quefuera moral en lugar de dejarse guiar porel palo y la zanahoria. Ésta era genteque, cuando moría, descendía al Infiernodesafiando abiertamente a Dios.

El propio Neil había leído unpanfleto del movimiento humanista; loque recordaba mejor era que había unacita de los ángeles caídos. Lasvisitaciones de ángeles caídos no eranmuy frecuentes, y no provocaban buenani mala suerte; no actuaban siguiendo

órdenes de Dios, sino que pasaban porel plano mortal dedicados a susinimaginables asuntos. En las ocasionesen que aparecían, la gente solía hacerlespreguntas: ¿conocían las intenciones deDios? ¿Por qué se habían rebelado? Larespuesta de los ángeles caídos erasiempre la misma: Decidid por vosotrosmismos. Eso es lo que hicimosnosotros. Os aconsejamos que hagáislo mismo.

Los del movimiento humanistahabían tomado su decisión, y si no fuerapor Sarah, Neil hubiera realizado unaelección idéntica. Pero quería volver aestar con ella, y la única forma era

encontrar una razón para amar a Dios.En busca de cualquier base para

construir su devoción, algunos asistentesal grupo de apoyo encontraban consueloen el hecho de que sus seres queridos nohabían sufrido cuando Dios se los habíallevado, sino que habían muertoinstantáneamente. Neil ni siquiera podíacontar con eso; Sarah había sufrido unoscortes horripilantes cuando laalcanzaron los cristales. Por supuesto,podría haber sido peor. El hijoadolescente de una pareja se había vistoatrapado en un incendio causado por unavisitación angélica, y había sufridoquemaduras de tercer grado en el

ochenta por ciento de su cuerpo antes deque los servicios de protección civilpudieran rescatarle; su muerte al cabode poco tiempo fue un acto decompasión. En comparación, Sarahhabía tenido suerte, pero no la suficientepara hacer que Neil amase a Dios.

Neil sólo podía pensar en una cosaque podría hacer que diera gracias aDios, y era que permitiese a Sarahaparecerse ante él. El mero hecho devolver a verla sonreír le proporcionaríaun consuelo inconmensurable; nuncaantes había recibido la visita de un almasalvada, y una visión ahora hubierasignificado más para él que en cualquier

otro momento de su vida.Pero las visiones no aparecen sólo

porque una persona las necesite, yninguna vino a Neil. Tenía que encontrarsu propio camino hacia Dios.

La siguiente vez que asistió a lareunión del grupo de apoyo para testigosde la visitación de Natanael, Neil buscóa Benny Vasquez, el hombre cuyos ojoshabían sido extirpados por la luzcelestial. Benny no siempre acudía,porque ahora le invitaban a hablar enotras reuniones; pocas visitacionescausaban la pérdida de los ojos, puestoque la luz celestial entraba en el planomortal sólo en los breves momentos en

los que un ángel emergía de o volvía alCielo, así que los cegados eran famososen alguna medida, y estaban solicitadoscomo oradores por los gruposeclesiales.

Benny era ahora tan ciego como unalombriz; no sólo habían desaparecidosus cuencas oculares, sino que en sucráneo faltaba incluso el espacio paraesos rasgos, y sus pómulos terminabanen la frente. La luz que había llevado asu alma tan cerca de la perfección comoera posible en el plano mortal tambiénhabía deformado su cuerpo; era laopinión mayoritaria que esto constituíauna demostración de que los cuerpos

físicos eran superfluos en el Cielo. Conla capacidad expresiva limitada queconservaba su cara, Benny siempremostraba una sonrisa feliz y extática.

Neil esperaba que Benny pudieradecirle algo que le ayudase a amar aDios. Benny describía la luz celestialcomo infinitamente hermosa, una visiónde una majestad tan convincente quedisipaba todas las dudas. Constituía unaprueba irrefutable de que Dios debía seramado, una explicación que lo hacía tanevidente como que uno más uno son dos.Por desgracia, aunque Benny podíaofrecer muchas analogías del efecto dela luz celestial, no podía reproducir su

efecto con sus propias palabras.Aquéllos que ya eran devotosencontraban muy emocionantes lasdescripciones de Benny, pero para Neilparecían frustrantes e imprecisas. Asíque se dedicó a buscar consejo en otraspartes.

Acepta el misterio, le dijo elpárroco de la iglesia más cercana. Sipuedes amar a Dios aunque tus preguntasno obtengan respuesta, es lo mejor quepuedes hacer.

Admite que Le necesitas, le dijo unlibro popular de consejos espiritualesque había comprado. Cuando te descuenta de que la autonomía es una

ilusión, estarás preparado.Sométete completa y totalmente, le

dijo el predicador en la televisión. Alrecibir tormento, demuestras tu amor.Puede que la aceptación no te traigaalivio en esta vida, pero resistirte sóloempeorará tu castigo.

Todas estas estrategias habíanfuncionado con diferentes individuos;cualquiera de ellas, una vezinteriorizada, puede llevar a una personaa la devoción. Pero no siempre sonfáciles de adoptar, y Neil se contabaentre los que las encontrabanimposibles.

Finalmente, Neil habló con los

padres de Sarah, lo que indicaba elgrado de su desesperación: susrelaciones con ellos siempre habían sidotensas. Aunque querían a Sarah, amenudo la amonestaban por no ser lobastante explícita en su devoción, y sehabían sorprendido desagradablementecuando se casó con un hombre que noera devoto en absoluto. Por su parte,Sarah siempre había considerado quesus padres eran demasiado criticones, yque mostraran su desaprobación haciaNeil sólo reforzó esta impresión. Peroahora Neil pensaba que tenía algo encomún con ellos —después de todo,ellos también lloraban la pérdida de

Sarah—, así que los fue a visitar en sucasa colonial de los suburbios,esperando que pudieran ayudarle con supesar.

Qué equivocado estaba. En lugar decompasión, lo que Neil obtuvo de lospadres de Sarah fue que loresponsabilizaran por su muerte. Habíanllegado a esta conclusión en las semanasposteriores al funeral de Sarah;razonaban que ella había sido tomadapara enviarle un mensaje a él, y queellos se veían forzados a soportar lapérdida de ella sólo porque él no habíasido devoto. Ahora estaban convencidosde que, a pesar de las explicaciones que

les había dado al respecto, la piernadeforme de Neil era de hecho un acto deDios, y si él se hubiera sentidoapropiadamente escarmentado por ello,Sarah, aún podría estar con vida.

Esta reacción no debería haberlesorprendido: a lo largo de toda la vidade Neil, la gente había atribuido unsignificado moral a su pierna aunqueDios no fuera responsable de ella.Ahora que había sufrido una desgraciapor la que Dios era claramenteresponsable, era inevitable que alguiensupusiera que se lo merecía. Fue unamera cuestión de azar que Neil oyeseeste sentimiento cuando estaba en su

momento más vulnerable y podíaafectarle más.

Neil no creía que sus suegrostuvieran razón, pero empezó apreguntarse si no sería mejor para él quela tuvieran. Quizá, pensó, sería mejorvivir en un cuento en que los virtuososeran recompensados y los pecadorescastigados, incluso si los criterios devirtud y pecado se le escapaban, quevivir en una realidad donde no habíaninguna justicia en absoluto. Significaríaque le tocaba el papel de pecador, asíque no era una mentira muy consoladora,pero le ofrecía una recompensa que supropio sistema ético no podía darle: la

creencia de que le reuniría con Sarah.A veces incluso un mal consejo

puede dirigir a una persona en la buenadirección. Fue de esta forma que lasacusaciones de sus suegros al finalempujaron a Neil a acercarse más aDios.

En más de una ocasión, cuandoestaba evangelizando, alguien habíapreguntado a Janice si alguna vezdeseaba tener piernas, y ella siemprehabía contestado, sinceramente, que no.Estaba satisfecha con cómo era. A vecesquien preguntaba le señalaba que no

podía echar de menos lo que nuncahabía conocido, y que podría tener otraopinión si hubiera nacido con piernas ylas hubiera perdido luego. Janice nuncanegaba eso. Pero podía decir con todasinceridad que no tenía la sensación deestar incompleta, ni sentía envidia de lagente con piernas; no tenerlas era partede su identidad. Nunca había intentadousar prótesis, y si hubiese existido unaoperación quirúrgica que la hubierapodido dotar de piernas, la habríarechazado. Nunca había pensado en laposibilidad de que Dios pudieradevolverle las piernas.

Uno de los efectos secundarios

inesperados de tener piernas era elaumento de las atenciones que recibía delos hombres. Antes había atraído sobretodo a hombres con un fetiche por lasamputaciones o complejo de santidad;ahora todo tipo de hombres parecíansentirse atraídos por ella. Así quecuando notó el interés de Ethan Meadpor ella, pensó que era de naturalezaromántica; esta posibilidad eraparticularmente preocupante, puesto queera evidente que estaba casado.

Ethan había comenzado a hablar conJanice en las reuniones del grupo deapoyo, y luego había comenzado asistira sus charlas en público. Cuando él

sugirió que comiesen juntos, Janice lepreguntó por sus intenciones, y él leexplicó su teoría. No sabía de qué formaestaba su destino unido al de ella; sólosabía que lo estaba. Ella se mostróescéptica, pero no rechazó de plano suteoría. Ethan admitió que no teníarespuestas para las preguntas de ella,pero estaba dispuesto a hacer lo quepudiera para ayudarle a encontrarlas.Janice accedió cautelosamente aayudarle en su búsqueda de un sentido, yEthan le prometió que no sería unacarga. Se reunían regularmente yhablaban sobre el significado de lasvisitaciones.

Mientras tanto, la mujer de Ethan,Claire, se preocupaba. Ethan le aseguróque no tenía sentimientos románticoshacia Janice, pero eso no disminuyó lainquietud de ella. Sabía que lascircunstancias extremas podían crearlazos entre individuos, y temía que larelación de Ethan con Janice, románticao no, pudiera amenazar su matrimonio.

Ethan le sugirió a Janice que, comobibliotecario, podía ayudarle a realizaralgunas investigaciones.

Ninguno de ellos había oído deningún otro caso en el que Dios hubieradejado Su marca en una persona duranteuna visitación y la hubiera borrado

durante otra. Ethan buscó ejemplosanteriores con la esperanza de quepudieran arrojar luz sobre la situaciónde Janice. Había algunos casos deindividuos que habían recibido variascuraciones milagrosas a lo largo de susvidas, pero sus enfermedades oinvalideces siempre habían sido deorigen natural, no recibidas durante unavisitación. Había un informe anecdóticode un hombre que había sido cegado porsus pecados, había cambiado de vida, yluego había recuperado la vista, peroestaba clasificado como leyenda urbana.

Incluso si esta historia tenía una basecierta, no proporcionaba un precedente

útil para la situación de Janice: suspiernas habían desaparecido antes de sunacimiento, así que no podía haber sidoun castigo por nada que hubiera hecho.¿Era posible que la invalidez de Janicehubiera sido un castigo por algo quehubiera hecho su madre o su padre?¿Podría ser que la recuperación de suspiernas quisiera decir que finalmenteellos se habían ganado que ella quedasecurada? Ella no podía creerlo.

Si sus parientes muertos se lehubieran aparecido en una visión, Janicese hubiera sentido más tranquila con larecuperación de las piernas. El hecho deque no lo hicieran le hacía sospechar

que había algo que no iba bien, pero nocreía que fuera un castigo. Quizá habíasido un error, y había recibido unmilagro dirigido a otra persona; quizáera una prueba, para ver cómo respondíasi le daban algo excesivamente valioso.En ambos casos, sólo parecía haber uncurso de acción: con absoluta gratitud yhumildad, pediría que le permitiesendevolver su don.

Para hacerlo, realizaría unaperegrinación.

Los peregrinos atravesaban grandesdistancias para visitar los lugares santosy esperar una visitación, confiando enuna curación milagrosa. Mientras que en

la mayor parte del mundo uno podíaesperar toda la vida y no conocer nuncauna visitación, en un lugar santo sólotendría que esperar unos meses, a vecessemanas. Los peregrinos sabían que lasposibilidades de ser curados seguíansiendo bajas; de los que se quedaban eltiempo suficiente para presenciar unavisitación, la mayoría no recibía unacuración. Pero lo normal es que sesintieran felices simplemente por habervisto a un ángel, y que volvieran a sushogares con mejor disposición paraencarar lo que les esperaba, fuese lamuerte inminente o vivir con unainvalidez. Y, por supuesto, el mero

hecho de sobrevivir a una visitaciónhacía que mucha gente apreciase susituación; de forma invariable, unpequeño número de peregrinos moría encada visitación.

Janice estaba dispuesta a aceptar elresultado, cualquiera que fuese. Si Diosveía conveniente tomarla, estaba lista.Si Dios le volvía a quitar las piernas,volvería a realizar el trabajo quesiempre había hecho. Si Dios le dejabalas piernas, esperaba recibir la epifaníaque necesitaba para hablar conconvicción sobre su don.

Sin embargo, esperaba que sumilagro le fuese retirado y dado a

alguien que realmente lo necesitase. Nosugirió a nadie que le acompañase en laesperanza de recibir el milagro que ellaquería devolver, pues sentía que esosería presuntuoso, pero en privadoconsideraba que su peregrinación erauna petición en nombre de losnecesitados.

Sus amigos y su familia se sintieronconfundidos ante la decisión de Janice,diciéndole que cuestionaba a Dios.Cuando la noticia se hizo pública,recibió muchas cartas de susadmiradores, expresando consternación,perplejidad y admiración por suvoluntad de realizar un sacrificio

semejante.En cuanto a Ethan, apoyaba

completamente la decisión de Janice, yse sentía emocionado por él mismo.

Ahora entendía el significado quetenía para él la visitación de Rashiel: leindicaba que había llegado el momentode actuar. Su mujer, Claire, se opusotenazmente a que él se fuera,señalándole que no tenía ni idea decuánto tiempo podría llevarle, y que ellay sus hijos también le necesitaban. Leapenó partir sin su apoyo, pero no teníaelección. Ethan marcharía enperegrinación, y en la siguientevisitación, sabría lo que Dios tenía

previsto para él.

La visita de Neil a los padres deSarah le hizo pensar de nuevo en suconversación con Benny Vasquez.Aunque no había obtenido gran cosa delas palabras de Benny, se había sentidoimpresionado por lo absoluto de sudevoción. No importaba qué desgraciapudiera sucederle en el futuro: el amorde Benny por Dios nunca vacilaría, ycuando muriese ascendería al Cielo. Esehecho le ofrecía a Neil una pequeñaoportunidad, una que le había parecidotan poco atractiva que antes no había

pensando en ella; pero ahora, segúnaumentaba su desesperación, leempezaba a parecer conveniente.

Todos los lugares santos teníanperegrinos que, en lugar de pretenderuna curación milagrosa, buscabandeliberadamente la luz celestial. Los quela veían siempre eran aceptados en elCielo al morir, por muy egoístas quehubieran sido sus motivos; había algunosque deseaban eliminar su ambivalenciapara poder reunirse con sus seresqueridos, y otros que siempre habíanvivido una vida pecaminosa y queríanescapar de las consecuencias.

En el pasado había habido ciertas

dudas sobre si realmente la luz celestialpodía derribar todos los obstáculosespirituales a la salvación. El debateterminó después del caso de BarryLarsen, un asesino y violador en serieque, mientras se deshacía del cuerpo desu última víctima, presenció lavisitación de un ángel y vio la luzcelestial. Cuando fue ejecutado, su almafue vista ascendiendo al Cielo, paraescándalo de las familias de susvíctimas. Los sacerdotes intentaronconsolarles, asegurándoles, sin ningunabase material en absoluto, que la luzcelestial debía haber sometido a Larsena muchas vidas de penitencia en un solo

momento, pero sus palabras noofrecieron ninguna satisfacción.

Para Neil esto abría una rendija, unarespuesta a la objeción de Phil Soames;era la única forma de amar a Sarah másde lo que amaba a Dios, y aun así volvera estar con ella. Era la forma de seregoísta y aun así subir al Cielo. Otros lohabían conseguido; quizá él tambiénpodría. Podía no ser justo, pero almenos era predecible.

A nivel instintivo, Neil rechazaba laidea: sonaba como someterse a unlavado de cerebro para curarse de unadepresión. No podía dejar de pensar quele cambiaría la personalidad de forma

tan drástica que dejaría de ser él mismo.Luego recordó que todas las personasque estaban en el Cielo habían pasadopor una transformación similar: lossalvados eran como los cegados, salvoque ya no tenían cuerpo. Esto leproporcionó a Neil una imagen másclara de su objetivo: no importaba si sevolvía devoto al ver la luz celestial otras una vida entera de esfuerzo,cualquier reencuentro con Sarah nopodría recrear lo que habían compartidoen el plano mortal. En el Cielo, ambosserían diferentes, y su amor mutuoestaría mezclado con el amor que todoslos salvados sentían por todo.

Darse cuenta de esto no diminuyó elansia de Neil por volver a encontrarsecon Sarah. De hecho, aguzó su deseo,pues quería decir que la recompensasería la misma fuera cual fuera elmétodo que usara para conseguirla; elatajo llevaba justo al mismo destino queel camino convencional.

Por otra parte, buscar la luz celestialera mucho más difícil que unaperegrinación normal, y mucho máspeligroso. La luz celestial sólo sefiltraba cuando un ángel entraba o salíadel plano mortal, y puesto que no habíaforma de predecir cuándo aparecería unángel, los buscadores de luz tenían que

aproximarse al ángel tras su llegada yseguirlo hasta su partida. Paramaximizar sus posibilidades de estar enel estrecho rayo de luz celestial, seguíanal ángel lo más cerca que podían durantesu visitación; dependiendo de qué ángelse tratase, esto podía implicarpermanecer junto al embudo de untornado, las olas rompientes de unasúbita inundación o la punta de la grietacreciente de un abismo que partiera endos el paisaje. Eran muchos más losbuscadores de luz que morían en elintento que los que lo conseguían.

Las estadísticas acerca de las almasde los buscadores de luz fracasados eran

difíciles de establecer, ya que habíapocos testigos de tales expediciones,pero hasta el momento los números noeran alentadores. En agudo contraste conlos peregrinos normales que morían sinrecibir la curación que buscaban, de losque más o menos la mitad eranadmitidos en el Cielo, todos losbuscadores de luz que fracasabandescendían al infierno. Quizá era quesólo la gente que ya estaba perdidapensaba en buscar la luz celestial, oquizá que morir en tales circunstanciasse consideraba suicidio. En todo caso,para Neil estaba claro que necesitabaestar listo para aceptar las

consecuencias de embarcarse en esteintento.

La idea en conjunto transmitía unasensación de jugarse el todo por el todoque Neil encontraba tan temible comoatractiva. La perspectiva de continuarcon su vida, intentando amar a Dios, eracada vez más enloquecedora.

Podría intentarlo durante décadas sinconseguirlo. Podría no disponer siquierade ese tiempo; como se le habíarecordado con tanta frecuenciaúltimamente, las visitaciones servíancomo aviso para preparar el alma,porque la muerte podría llegar encualquier momento. Podría morir al día

siguiente, y no había ninguna posibilidadde que se volviera devoto en el futurocercano usando medios convencionales.

Resulta quizá irónico que, dada sucostumbre de no seguir el ejemplo deJanice Reilly, Neil se enterase de queella había cambiado su posición. Estabadesayunando cuando vio por casualidaduna noticia en el periódico sobre susplanes de peregrinación, y su primerareacción fue de ira: ¿cuántasbendiciones necesitaba esa mujer parasentirse satisfecha? Después de pensarloun poco más, decidió que si ella,después de haber recibido unabendición, consideraba apropiado

buscar la ayuda de Dios para saber quéhacer con ella, entonces no había razónpor la que él, que había sido objeto deuna desgracia tan terrible, no hiciera lomismo. Y con eso bastó para decidirle.

Los lugares santos estaban siempreen sitios poco hospitalarios: uno era unatolón en medio del océano, mientrasque otro estaba en las montañas a unaaltura de seis mil metros. Aquél al queviajó Neil estaba en un desierto, unaextensión de barro reseco que seextendía varios kilómetros en todasdirecciones; era un lugar desolado, pero

relativamente accesible y por lo tantopopular entre los peregrinos. El aspectodel lugar sagrado era una lecciónpráctica de lo que pasaba cuando losreinos celestial y terrestre se tocaban: elpaisaje estaba cruzado por ríos de lava,anchas grietas y cráteres de impacto. Lavegetación era escasa y efímera, pues sucrecimiento se restringía al intervaloentre la llegada de tierra nueva por lasinundaciones o los torbellinos y elmomento en que ésta era arrancada denuevo.

Los peregrinos habitaban por todo ellugar, formando poblados provisionalescon sus tiendas de campaña y caravanas;

todos se dedicaban a adivinar qué sitiomaximizaría sus posibilidades de ver alángel al tiempo que minimizaría elriesgo de resultar heridos o muertos.Unas barreras semicirculares de sacosterreros, vestigios de años anterioresque se reconstruían según fueranecesario, ofrecían alguna protección.Un cuerpo de bomberos y camilleroslocales se aseguraba de que los caminosestuvieran despejados para que losvehículos de rescate pudieran acudir adonde se los necesitase. Los peregrinosbien traían su propia comida y su propiaagua, bien las compraban de vendedoresque cobraban precios exorbitantes; todo

el mundo pagaba una tasa de recogida debasuras.

Los buscadores de luz siempretenían vehículos todoterreno que lespermitían cruzar campo a través cuandollegase la hora de seguir al ángel. Losque se lo podían permitir conducíansolos; los que no formaban grupos dedos, tres o cuatro. Neil no quería serpasajero dependiente de otra persona, niquería la responsabilidad de conducircon otros. Éste podía ser su último actosobre la Tierra, y sentía que debíahacerlo solo. El coste del funeral deSarah había mermado sus ahorros, asíque Neil vendió todas sus posesiones

para comprar un vehículo apropiado:una ranchera equipada con neumáticosde surcos pronunciados yamortiguadores de alta resistencia.

En cuanto llegó, Neil comenzó ahacer lo que hacían todos los demásbuscadores de luz: recorrer el lugar consu vehículo, intentando familiarizarsecon su topografía. Durante una de lasexcursiones por el perímetro del lugarse encontró con Ethan; Ethan le hizoseñas después de que su coche sehubiera quedado parado al volver delsupermercado más cercano, a cientotreinta kilómetros. Neil le ayudó avolver a arrancar su coche, y luego,

instado por Ethan, le siguió a sucampamento para cenar. Janice noestaba allí cuando llegaron, pues habíaido a visitar a unos peregrinos a unastiendas de distancia; Neil escuchó coneducación mientras Ethan, que calentabacomidas precocinadas sobre un hornillode propano, comenzaba a describirle loshechos que le habían llevado al lugarsanto.

Cuando Ethan mencionó el nombrede Janice Reilly, Neil no pudo disimularsu sorpresa. No tenía ninguna intenciónde volver a hablar con ella, einmediatamente se disculpó paramarcharse. Estaba explicándole a un

extrañado Ethan que había olvidado otracita previa cuando llegó Janice.

Se quedó muy sorprendida de ver aNeil allí, pero le pidió que se quedase.Ethan le explicó por qué había invitadoa Neil a cenar, y Janice le contó dóndese habían conocido ella y Neil. Luego lepreguntó a Neil qué le había traído allugar santo. Cuando les dijo que era unbuscador de luz, Ethan y Janiceinmediatamente intentaron convencerlede que reconsiderase sus planes. Podíaestar cometiendo suicidio, le dijo Ethan,y siempre había mejores alternativas queel suicidio. Ver la luz celestial no era larespuesta, le dijo Janice; no era lo que

Dios quería. Neil les agradeció a ambossecamente su preocupación, y semarchó.

Durante las semanas de espera, Neilse pasó todos los días conduciendo porel lugar; existían mapas, corregidos trascada visitación, pero no erancomparables a recorrer el terreno poruno mismo. De vez en cuandoencontraba a algún buscador de luz conevidente experiencia en conduccióntodoterreno, y se dirigía a él —la vastamayoría de los buscadores de luz eranhombres— para pedirle consejos sobrecómo atravesar un tipo específico deterreno. Algunos habían estado en el

lugar durante varias visitaciones, sinhaber fallado ni tenido éxito en susintentos anteriores. Estaban dispuestos adar consejos sobre cómo perseguir a unángel, pero nunca ofrecían ningunainformación personal. Neil encontrabaque el tono de sus conversaciones erapeculiar, al tiempo esperanzado ydesesperado, y se preguntaba si élsonaría igual.

Ethan y Janice pasaban el tiempoconociendo a otros peregrinos. Lasreacciones de éstos ante la situación deJanice variaban: algunos pensaban queera una desagradecida, mientras queotros pensaban que era generosa. La

mayoría encontraba interesante lahistoria de Ethan, pues era uno de lospocos peregrinos que buscaba algodistinto a una curación milagrosa. Engeneral, había un sentimiento decamaradería que los sostuvo durante lalarga espera.

Neil estaba conduciendo en suranchera cuando unas nubes negrascomenzaron a arremolinarse en elsudeste, y le llegó la noticia por la radiode onda corta de que había comenzadouna visitación. Detuvo el vehículo paraponerse tapones para los oídos y elcasco; para cuando hubo terminado, seveían relámpagos y rayos, y un buscador

de luz cerca del ángel informó que setrataba de Barakiel, y que parecía estarmoviéndose con rumbo norte. Neil diola vuelta a su ranchera hacia el este paraanticiparse y comenzó a conducir a todavelocidad.

No había lluvia ni viento, sólo nubesnegras de las que surgían rayos. Por laradio otros buscadores de luztransmitían estimaciones sobre ladirección y la velocidad del ángel, yNeil se dirigió al noreste para colocarseen su camino. Al principio podíacalcular la distancia de la tormentacontando cuanto tardaba en oír lostruenos, pero pronto los rayos caían con

tanta frecuencia que no podía distinguirqué sonidos correspondían a cuáles.

Vio los vehículos de otros dosbuscadores de luz que se acercaban.Comenzaron a conducir en paralelo,dirigiéndose al norte, pasando porencima de una sección de terrenocuajada de cráteres, saltando sobre lospequeños y girando para evitar losgrandes. Los rayos caían por todaspartes, pero parecían venir de un puntoal sur de la posición de Neil: el ángelestaba directamente detrás de él, y seacercaba.

Incluso con los tapones para losoídos, el rugido era ensordecedor. Neil

sintió que el vello se le ponía de puntasegún se acumulaba la carga eléctrica asu alrededor. Miraba una y otra vez porel retrovisor, intentando distinguir dóndeestaba el ángel mientras se preguntabacuánto debería acercarse.

Su vista se pobló de tantos restosvisuales que comenzó a resultar difícildistinguir los rayos reales.

Entrecerrando los ojos para poderver el reflejo deslumbrante delretrovisor, se dio cuenta de que estabamirando un rayo que no cesaba,ondulante pero continuo. Giró elretrovisor hacia arriba para ver más, ycontempló la fuente del rayo, una masa

de llamas hirviente y retorcida, plateadacontra las nubes oscuras: el ángelBarakiel.

Fue entonces, mientras Neil estabapasmado y paralizado por lo que veía,que su ranchera remontó un saliente deroca y salió volando. La ranchera seestrelló contra una peña, y toda la fuerzadel impacto se concentró en la parteizquierda del extremo delantero delvehículo, arrugándola como papel dealuminio. La intrusión en la cabina delconductor le rompió las dos piernas y leseccionó la arteria femoral izquierda.Neil empezó a desangrarse hasta morir,lentamente pero con seguridad.

No intento moverse; de momento nosentía dolor físico, pero de alguna formasabía que el menor movimiento seríaatroz. Era evidente que estaba atrapadoen la ranchera, y no había forma de quepudiera perseguir a Barakiel incluso sino fuera así. Sin poder hacer nada,observó cómo la tormenta eléctrica sealejaba cada vez más.

Mientras la miraba, Neil comenzó allorar. Estaba embargado por una mezclade pena y desprecio por sí mismo,maldiciéndose por haber pensado que unplan así podía tener éxito. Hubierarogado que le dieran la oportunidad devolver a intentarlo, hubiera prometido

que pasaría el resto de sus díasaprendiendo a amar a Dios si le dejabanvivir, pero sabía que no habíanegociación posible y que la culpa erasólo suya. Le pidió perdón a Sarah porperder su oportunidad de volver aencontrarse con ella, por desperdiciar suvida por una apuesta en lugar de ir a loseguro. Rezó por que entendiese que sumotivo había sido su amor por ella, ypor que ella le perdonase.

A través de sus lágrimas vio a unamujer que corría hacia él, y lareconoció: era Janice Reilly. Se diocuenta de que su ranchera se habíaestrellado a menos de cien metros del

campamento de ella y Ethan. Sinembargo, no había nada que ella pudierahacer; podía sentir que su sangre se leescapaba, y sabía que no viviría eltiempo suficiente para que llegase unvehículo de rescate. Pensó que Janice leestaba llamando, pero sus oídoszumbaban demasiado para oír nada.Podía ver detrás de ella a Ethan Mead,que también comenzaba a correr haciaél.

Entonces se produjo un estallido deluz y Janice fue derribada como si lahubieran golpeado con un mazo.

Al principio él pensó que la habíaalcanzado un rayo, pero luego se dio

cuenta de que los rayos habían dejadode caer. Cuando ella se puso de nuevoen pie pudo verle la cara, el vapor quesalía de su piel reciente y sin rasgos, yse dio cuenta de que Janice había sidoalcanzada por la luz celestial.

Neil miró hacia arriba, pero lo únicoque vio fueron nubes; el rayo de luzhabía desaparecido. Parecía que Dios seburlaba de él, no sólo al mostrarle elpremio que intentaba conseguir y que lehabía hecho perder la vida, sino tambiénal dárselo a alguien que no lo necesitabay ni siquiera lo quería. Dios ya habíadesperdiciado un milagro con Janice, yahora volvía a hacerlo.

Fue en ese momento cuando otrorayo de luz celestial atravesó la cubiertade nubes y alcanzó a Neil, atrapado ensu vehículo.

Como un millar de agujashipodérmicas, la luz atravesó su piel yle arañó los huesos. La luz deshizo susojos, convirtiéndole no en un seranteriormente dotado de vista, sino en unser que no había sido diseñado para ver.

Y al hacerlo la luz le reveló a Neiltodas las razones por las que debía amara Dios.

Le amaba de una forma absoluta,más allá de lo que los humanos puedenexperimentar entre sí. Decir que era

incondicional era inadecuado, porqueincluso la palabra «incondicional»requiere el concepto de condición y talidea ya no le resultaba comprensible:cada fenómeno en el universo no eramenos que una razón explícita paraamarle. Ninguna circunstancia podía serun obstáculo o incluso una irrelevancia,sino sólo otra razón para estaragradecido, un motivo más para el amor.Neil pensó en la pena que le habíallevado a actuar con temeridad suicida,y en el dolor y el terror que Sarah habíaexperimentado antes de morir, y aun asíamó a Dios, no a pesar del sufrimientode ambos, sino a causa de él.

Renunció a toda su ira, ambivalenciay deseo de obtener una respuesta. Sesintió agradecido por todo el dolor quehabía soportado, arrepentido por nohaberlo reconocido previamente comoel don que era, eufórico porque se lehubiera concedido esta percepción de suauténtico propósito. Entendió que lavida era un regalo inmerecido, que nisiquiera los más virtuosos eranmerecedores de las glorias del planomortal.

Para él, el misterio de la vida estabaresuelto, porque entendió que todo en lavida es amor, incluso el dolor,especialmente el dolor.

Así que unos minutos después,cuando Neil finalmente se desangróhasta morir, era realmente merecedor dela salvación.

Y Dios le envió al Infierno de todasformas.

Ethan vio todo esto. Vio que Neil yJanice eran tocados por la luz celestial,y vio el amor piadoso en sus rostros sinojos. Vio cómo los cielos se despejabany la luz del sol volvía. Estaba apretandola mano de Neil, esperando a loscamilleros, cuando Neil murió, y vioque el alma de Neil abandonaba su

cuerpo y se elevaba hacia el Cielo, sólopara descender al Infierno.

Janice no lo vio, pues para entoncesya no tenía ojos. Ethan fue el únicotestigo, y se dio cuenta de que éste era elpropósito que Dios le tenía reservado:seguir a Janice Reilly hasta ese punto yver lo que ella no podía.

Cuando se reunieron las estadísticasde la visitación de Barakiel, se averiguóque había habido un total de diezvíctimas, seis entre los buscadores deluz y cuatro entre los peregrinosnormales. Nueve peregrinos recibieroncuraciones milagrosas; los únicosindividuos que vieron la luz celestial

fueron Janice y Neil. No habíaestadísticas acerca de cuántosperegrinos habían sentido que sus vidascambiaban por la visitación, pero Ethanse contaba entre ellos.

Al volver a su hogar, Janice volvió aevangelizar, pero el tema de susdiscursos ha cambiado. Ya no habla decómo los disminuidos físicos tienen losrecursos para superar sus limitaciones;en su lugar, como los demás cegados,habla de la insoportable belleza de lacreación de Dios. Muchos de los quesolían obtener ánimos de ella se sientendecepcionados, al entender que hanperdido a una líder espiritual. Cuando

Janice hablaba de la fuerza que ellatenía como inválida, su mensaje erapeculiar, pero ahora que está cegada, sumensaje es un lugar común.

Sin embargo, a ella no le preocupaque su público se haya reducido, porqueestá completamente convencida de loque predica.

Ethan dejó su trabajo y se convirtióen predicador para poder hablar tambiénsobre sus experiencias. Su mujer, Claire,no pudo aceptar su nueva misión yfinalmente le dejó, llevándose a sushijos con ella, pero Ethan estabadispuesto a continuar solo. Haconseguido reunir a un gran número de

seguidores contándoles lo que le pasó aNeil Fisk. Les cuenta que no puedenesperar más justicia en la otra vida de laque hay en el plano mortal, pero no lesdice esto para disuadirles de adorar aDios; al contrario, les anima a hacerlo.En lo que insiste es en que no debenamar a Dios engañándose, sino que sidesean amar a Dios, deben estarpreparados para hacerlo sin queimporten Sus intenciones. Dios no esjusto, Dios no es amable, Dios no espiadoso, y entender eso es esencial parala auténtica devoción.

En cuanto a Neil, aunque no está altanto de los sermones de Ethan,

entendería su mensaje perfectamente.Su alma perdida es la encarnación

de las enseñanzas de Ethan.Para la mayoría de sus habitantes, el

Infierno no es tan diferente de la Tierra;su castigo principal es el lamento de nohaber amado a Dios lo suficiente cuandoestaban vivos, y para muchos eso esalgo fácil de soportar.

Para Neil, sin embargo, el Infiernono guarda ningún parecido con el planomortal. Su cuerpo eterno tiene piernasbien formadas, pero apenas las nota; susojos le han sido devueltos, pero nopuede soportar abrirlos. De la mismaforma que ver la luz de Dios le permitió

sentir la presencia de Dios en todas lascosas en el plano mortal, le ha permitidosentir la ausencia de Dios en todas lascosas del Infierno. Todo lo que Neil ve,oye o toca le causa aflicción, y alcontrario que en el plano mortal su dolorno es una forma del amor de Dios, sinouna consecuencia de Su ausencia. Neilexperimenta más angustia de la que eraposible cuando estaba vivo, pero suúnica respuesta es amar a Dios.

Neil aún ama a Sarah, y la echa tantode menos como siempre, y elconocimiento de que estuvo tan cerca dereunirse con ella sólo lo empeora. Sabeque no ha sido enviado al Infierno a

causa de sus acciones; sabe que no habíarazón para ello, que no servía a unpropósito más alto. Nada de estodisminuye su amor por Dios. Si hubierauna posibilidad de que pudiera seradmitido en el Cielo y terminase susufrimiento, no la esperaría; tales deseosya no se le ocurren.

Neil sabe que, al estar más allá de lapercepción de Dios, Dios nocorresponde a su amor. Esto tampocoafecta a sus sentimientos, porque elamor incondicional no pide nada, nisiquiera ser correspondido.

Y aunque ya hace muchos años queestá en el Infierno, más allá de la

percepción de Dios, sigue amándole.Tal es la naturaleza de la auténtica

devoción.

¿Te gusta lo que ves?(Documental)

«La belleza es promesa de felicidad.»Stendhal

Tamera Lyons, estudiante de primercurso de Pembleton:

No puedo creerlo. Visité el campusel año pasado, y no me dijeron nada deesto. Ahora vengo aquí y resulta que lagente quiere hacer que la cali sea un

requisito de acceso. Una de las cosasque esperaba de la universidad es queme iba a poder librar de esto, ¿sabe?,para poder ser como todo el mundo. Sihubiera sabido que había aunque fuerauna posibilidad de tener queconservarla, probablemente hubieraelegido otra universidad. Me sientocomo si me hubieran timado.

La semana que viene cumplo losdieciocho, y ese día voy a hacer que meapaguen la cali. Si votan para que sea unrequisito, no sé lo que haré; quizá mecambie, no sé. Ahora mismo me apeteceacercarme a la gente y decirle: «Votadno». Probablemente haya alguna

campaña para la que pueda trabajar.

Maria de Souza, estudiante detercer curso, presidenta de Estudiantespor la Igualdad Total (EIT):

Nuestro objetivo es muy sencillo. Launiversidad de Pembleton tiene unCódigo de Conducta Ética, creado porlos propios estudiantes, y que todos losnuevos estudiantes acceden a cumplircuando se inscriben. La iniciativa queapoyamos añadiría una cláusula alcódigo, exigiendo que los estudiantesadopten la caliagnosia mientras asistan ala universidad.

Lo que nos ha llevado a hacer estoahora es la aparición de una versiónpara spex de Visage. Ese programa que,cuando miras a la gente a través de tusspex, te muestra qué aspecto tendríancon cirugía estética. Se convirtió en unaforma de entretenimiento para algunagente, y muchos estudiantes de launiversidad lo encontraban ofensivo.Cuando la gente comenzó a hablar de élcomo síntoma de un problema socialmás profundo, pensamos que habíallegado el momento de que apoyásemosesta iniciativa.

Ese problema social más profundoes el aspectismo. Durante décadas la

gente ha estado dispuesta a hablar deracismo y sexismo, pero aún no sedecide a hablar de aspectismo. Sinembargo, este prejuicio contra laspersonas poco atractivas estáincreíblemente extendido. La gente lohace sin que sea necesario enseñárselo,lo que ya es malo, pero en lugar decombatir esta tendencia, la sociedadmoderna la refuerza.

Educar a la gente, aumentar su gradode concienciación sobre este tema...todo eso es fundamental, pero nosuficiente. Ahí es donde entra latecnología. La caliagnosia es unaespecie de madurez asistida. Te permite

hacer lo que sabes que deberías hacer:hacer caso omiso a la superficie, y mirarmás profundamente.

Creemos que es hora de que la calise convierta en la norma. Hasta ahora elmovimiento pro cali ha tenido unapresencia mínima en los campusuniversitarios, como una más de lascausas de interés particular. PeroPembleton no es como otrasuniversidades, y creo que los estudiantesaquí están listos para la cali. Si lainiciativa triunfa aquí, estaremos dandoejemplo a las demás universidades, y enúltima instancia, a toda la sociedad.

Joseph Weingartner, neurólogo:

La afección es lo que llamamosagnosia asociativa, diferente de laperceptiva. Eso quiere decir que nointerfiere con la percepción visual, sólocon la habilidad para reconocer lo quese ve. Un caliagnósico percibe las carasperfectamente bien; él o ella puede notarla diferencia entre una barbillapuntiaguda y una huidiza, una nariz rectay una torcida, la piel sin manchas y conmanchas. Él o ella simplemente noexperimenta ninguna reacción estéticaante esas diferencias.

La caliagnosia es posible gracias a

la existencia de ciertas sendasneuronales en el cerebro. Todos losanimales tienen criterios para evaluar elpotencial reproductivo de posiblesparejas, y han ido creándose circuitosneuronales para reconocer esoscriterios. La interacción social humanaestá centrada en nuestros rostros, deforma que nuestros circuitos estánespecializados para detectar el potencialreproductivo de una persona tal y comose manifiesta en su rostro. Elfuncionamiento de ese circuito seexperimenta como la sensación de queuna persona es hermosa, o fea, o algointermedio. Al bloquear las sendas

neuronales dedicadas a evaluar esosrasgos, provocamos la caliagnosia.

Dados los frecuentes cambios de lasmodas, algunas personas no acaban deaceptar que existen marcadoresabsolutos de un rostro hermoso. Peroresulta que cuando se pide a personas dediferentes culturas que puntúen elatractivo de diversas fotos de rostros,emergen algunos patrones muy claros.Incluso los niños muy pequeñosmuestran las mismas preferencias porciertas caras. Esto nos permiteidentificar ciertos rasgos que soncomunes a la idea que todo el mundotiene de un rostro hermoso.

Probablemente, el más obvio es lapiel inmaculada. Es el equivalente alplumaje de colores brillantes en las aveso el pelaje lustroso en otros mamíferos.La piel sana es el mejor indicador dejuventud y salud, y se considera valiosaen todas las culturas. El acné puede noser nada importante, pero tiene el mismoaspecto que enfermedades más graves, yésa es la razón por la que loencontramos desagradable.

Otro rasgo es la simetría; quizá noseamos conscientes de las diferenciasmilimétricas entre el lado derecho y elizquierdo de una persona, pero loscontroles revelan que los individuos

considerados más atractivos son tambiénlos más simétricos. Y aunque nuestrosgenes predisponen a la simetría, es muydifícil lograrla en términos dedesarrollo; cualquier presión ambiental—como la escasa nutrición, lasenfermedades, los parásitos— tiende aprovocar asimetrías durante elcrecimiento. La simetría implicaresistencia a estas presiones.

Otros rasgos se relacionan con lasproporciones faciales. Tendemos asentirnos atraídos por las proporcionesfaciales más cercanas a la media de lapoblación. Eso depende obviamente dela población de la que uno forme parte,

pero estar cerca de la media indicahabitualmente salud genética. Las únicasdivergencias de la media que la genteencuentra consistentemente atractivasson las exageraciones de los caracteressexuales secundarios.

Básicamente, la caliagnosia suponefalta de respuesta ante estos rasgos; nadamás. Los caliagnósicos no están ciegosante las modas o los estándaresculturales de belleza. Si el lápiz delabios negro se pone de moda, lacaliagnosia no hace que lo olvides,aunque quizá no adviertas la diferenciaentre rostros bonitos y rostros normalesque usen ese lápiz de labios. Si todo el

mundo a tu alrededor se burla de lagente con narices chatas, tú tambiénacabas haciéndolo.

Así que la caliagnosia en sí mismano puede eliminar la discriminaciónbasada en el aspecto. Lo que hace, encierto sentido, es igualar lasprobabilidades; elimina lapredisposición innata, la tendenciainicial que hace surgir esadiscriminación. Ésa es la razón por laque, si lo que se desea es enseñar a lagente a hacer caso omiso al aspecto, yano se trata de ir contracorriente.Idealmente, habría que empezar en unentorno donde todo el mundo haya

adoptado la caliagnosia, y socializar aesa gente para que no valore el aspecto.

Tamera Lyons:

La gente me ha estado preguntandocómo era asistir a Saybrook, y crecercon la cali. Para ser sincera, no es grancosa cuando eres pequeña; como sesuele decir, aquello con lo que crecessiempre te parece normal. Sabíamos quehabía algo que los demás podían ver ynosotros no, pero era sólo algo que nosproducía curiosidad.

Por ejemplo, mis amigas y yoveíamos películas e intentábamos

adivinar quién era realmente guapo yquién no. Decíamos que lo notábamos,pero en realidad no era así, no con sólomirarles la cara. Nos basábamos enquién era el protagonista y quién suamigo; siempre se sabía que elprotagonista era más guapo que elamigo. No sirve para el cien por cien delos casos, pero casi siempre se podíadistinguir si estábamos viendo el tipo depelícula en la que el protagonista no eraguapo.

Cuando te haces mayor es cuandocomienza a molestarte. Si sales congente de otros colegios, te sientes raraporque tienes cali y ellos no. No es que

nadie le dé mucha importancia, pero terecuerda que hay algo que no puedesver. Y entonces empiezas a pelearte contus padres, porque te están impidiendover el mundo real. Pero nunca consiguesconvencerles.

Richard Hamill, fundador de laescuela Saybrook:

Saybrook surgió como consecuenciade nuestra cooperativa de vivienda.Teníamos unas dos docenas de familiasen aquel momento, todas intentandoestablecer una comunidad basada envalores compartidos. Estábamos

celebrando una reunión sobre laposibilidad de crear una escuelaalternativa para nuestros hijos, y unpadre mencionó el problema de lainfluencia de los medios decomunicación sobre sus hijos. Lasadolescentes pedían cirugía estéticapara poder parecerse a las modelos. Lospadres hacían lo que podían, pero no sepuede aislar a los hijos del mundo;viven en una cultura obsesionada con laimagen.

Era más o menos por la época enque los últimos impedimentos legales ala caliagnosia fueron eliminados, yempezamos a hablar de ella. Vimos que

la cali nos daba una oportunidad: ¿y sipudiéramos vivir en un entorno donde lagente no se juzgase por su aspecto? ¿Y sipudiésemos criar a nuestros hijos en eseentorno?

Al principio, la escuela era sólopara los hijos de las familias de lacooperativa, pero empezaron a surgirotras escuelas de caliagnosia, yenseguida la gente empezó a preguntar sipodía apuntar a sus hijos sin sumarse ala cooperativa de vivienda. Al finalorganizamos Saybrook como escuelaprivada separada de la cooperativa, yuno de los requisitos fue que los padresadoptasen la caliagnosia durante el

tiempo en que asistieran sus hijos.Ahora ha nacido aquí una comunidad decaliagnosia, todo gracias a la escuela.

Rachel Lyons:

El padre de Tamera y yo pensamosmucho en el tema antes de decidirnos aapuntarla a esa escuela.

Hablamos con la gente de lacomunidad, y nos dimos cuenta de quenos gustaba su idea de la educación,pero lo que me convenció fue visitar laescuela.

Saybrook tiene un número deestudiantes con anomalías faciales

mayor de lo normal: cáncer de hueso,quemaduras, afecciones congénitas. Suspadres se mudaron aquí para evitar quelos otros niños les sometieran aostracismo, y funciona. Recuerdo que enmi primera visita vi una clase de niñosde doce años que votaban a su delegado,y eligieron a una niña que teníacicatrices de quemaduras en un lado dela cara. Ella estaba maravillosamentesatisfecha consigo misma, y era muypopular entre los niños queprobablemente la habrían ignorado encualquier otra escuela. Y pensé, éste esel tipo de entorno en el que quiero quecrezca mi hija.

Siempre se ha dicho a las niñas quesu valor está vinculado a su aspecto; suslogros siempre se magnifican si sonbonitas y se hacen de menos si no lo son.Lo que es peor, algunas niñas captan elmensaje de que pueden ir por la vidaconfiando sólo en su aspecto, y entoncesno llegan a desarrollar su mente. Yo noquería que Tamera estuviera sometida aese tipo de influencia.

Ser bonita es fundamentalmente unacualidad pasiva; incluso cuando lededicas tiempo, estás dedicándoletiempo a ser pasivo. Quería que Tamerase valorase por lo que podía hacer, tantocon su mente como con su cuerpo, no en

términos de lo decorativa que fuese. Noquería que fuese pasiva, y me satisfacedecir que no ha resultado serlo.

Martin Lyons:

No me importa si Tamera decide,como adulto, librarse de la cali. Nuncase trató de arrebatarle sus propiaselecciones. Pero ya hay suficientespresiones en el mero hecho de pasar laadolescencia; las expectativas de tusamigos pueden aplastarte como un vasode papel. Preocuparse por el aspecto deuno mismo es sólo una forma más de seraplastado, y cualquier cosa que pueda

aliviar esa presión es buena, en miopinión.

Cuando eres mayor, estás mejorpreparado para tratar el tema delaspecto personal. Estás más cómodo entu propia piel, más seguro, másconfiado. Es más probable que estéssatisfecho con tu aspecto, seas atractivoo no. Por supuesto, no todo el mundoalcanza ese nivel de madurez a la mismaedad. Algunas personas lo alcanzan alos dieciséis, y otras no lo hacen hastaque cumplen los treinta o más. Pero losdieciocho son la mayoría de edad legal,cuando todo el mundo tiene derecho atomar sus propias decisiones, y lo único

que puedes hacer es confiar en tu hijo yesperar lo mejor.

Tamera Lyons:

Ha sido un día más bien raro paramí. Bueno, pero raro. Acabo de hacerque me apaguen la cali esta mañana.

Apagarla fue fácil. La enfermera mepegó unos sensores y me hizo ponermeun casco, y me mostró una serie de fotosde caras. Luego tecleó un rato en suordenador y me dijo: «He desconectadola cali», nada más.

Pensaba que quizá se sentía algocuando sucedía, pero no es así. Luego

me volvió a enseñar las fotos, paraasegurarse de que funcionaba.

Cuando miré de nuevo las caras,algunas de ellas parecían... diferentes.Como si brillasen, o fuesen más vívidas,o algo así. Es difícil describirlo. Laenfermera me enseñó luego losresultados de la prueba, y habíamediciones de la amplitud de ladilatación de mis pupilas y de laconductividad eléctrica de mi piel ycosas de ésas.

Y con las caras que parecíandiferentes, las medidas subían mucho.Me dijo que ésas era las caras bonitas.

Me dijo que empezaría a notar el

aspecto de las caras de la genteenseguida, pero que me llevaría untiempo reaccionar ante mi propioaspecto. Al parecer uno está demasiadoacostumbrado a su propia cara paradistinguirlo.

Y sí, cuando me miré por primeravez en el espejo, pensé que teníaexactamente el mismo aspecto. Desdeque volví de la consulta, la gente queveo en el campus tiene un aspectodefinitivamente distinto, pero aún no henotado ninguna diferencia en el mío. Mehe estado mirando en el espejo todo eldía. Durante un rato tuve miedo de serfea, y de que en cualquier momento la

fealdad aparecería, como una erupción oalgo así. De forma que me he quedadomirándome en el espejo, esperando, y noha sucedido nada. Así que imagino queprobablemente no soy realmente fea, ome habría dado cuenta, pero eso quieredecir que tampoco soy realmente bonita,porque eso también lo habría notado.Así que supongo que eso quiere decirque soy absolutamente normal, ¿sabe?

Exactamente en la media. Supongoque no está mal.

Joseph Weingartner:

Provocar una agnosia supone

simular una lesión cerebral específica.Lo hacemos con un fármacoprogramable llamado neurostat; puedeimaginarlo como un anestésico altamenteselectivo, cuya activación y objetivosestán bajo control dinámico. Activamoso desactivamos el neurostattransmitiendo señales a través de uncasco que se coloca el paciente. Elcasco también proporciona posicionessomáticas, de forma que las moléculasde neurostat puedan triangular susituación. Esto nos permite activar sóloel neurostat que se encuentra en unasección específica del tejido cerebral, ymantener en ese punto los impulsos

nerviosos por debajo de un umbraldeterminado.

El neurostat fue originalmentediseñado para controlar los ataques delos epilépticos y para aliviar el dolorcrónico; nos permite tratar incluso casosextremos de estas afecciones sin losefectos secundarios causados por lasdrogas que afectan a todo el sistemanervioso. Más adelante, se desarrollarondiferentes protocolos de neurostat comotratamiento para desórdenes obsesivo-compulsivos, los comportamientosadictivos, y otras afecciones. Al mismotiempo, el neurostat se convirtió en unaherramienta de investigación

increíblemente valiosa para el estudiode la fisiología del cerebro.

Los neurólogos han estudiadotradicionalmente la especialización delfuncionamiento cerebral observando lascarencias que provocan diversaslesiones. Obviamente, esta técnica eslimitada porque las lesiones causadaspor heridas o enfermedades suelenafectar a múltiples áreas funcionales. Encambio, el neurostat puede ser activadoen la más diminuta porción del cerebro,simulando efectivamente una lesión tanlocalizada que nunca sucederíanaturalmente. Y cuando se desactiva elneurostat, la «lesión» desaparece y la

función cerebral vuelve a la normalidad.De esta forma, los neurólogos

pudieron producir una amplia gama deagnosias. La más relevante aquí es laprosopagnosia, la incapacidad parareconocer a la gente por su rostro. Unprosopagnósico no puede reconocer asus amigos o a sus familiares a menosque digan algo; ni siquiera puedeidentificar su propio rostro en unafotografía.

No es un problema cognitivo o depercepción; los prosopagnósicos puedenidentificar a la gente por su peinado,ropa, colonia, incluso por sus andares.La carencia se restringe puramente a los

rostros.La prosopagnosia siempre ha sido la

indicación más dramática de quenuestros cerebros tienen un circuitoespecial dedicado al procesamientovisual de los rostros; miramos losrostros de forma distinta a comomiramos cualquier otra cosa. Yreconocer el rostro de alguien es sólouna de las tareas de procesamiento derostros que realizamos; también haycircuitos relacionados dedicados aidentificar expresiones faciales, eincluso a detectar cambios en ladirección de la mirada de otra persona.

Uno de los aspectos interesantes de

los prosopagnósicos es que, aunque nopueden reconocer un rostro, siguenteniendo una opinión acerca de si esatractivo o no. Cuando se les pide queordenen fotos de rostros por orden deatractivo, los prosopagnósicos ordenanlas fotos más o menos de la mismaforma en que lo hace cualquier otrapersona. Los experimentos con neurostathan permitido a los investigadoresidentificar los circuitos responsables dela percepción de la belleza en losrostros, y así, fundamentalmente,inventar la caliagnosia.

Maria de Souza:

EIT ha conseguido que se instalenmás cascos de programación deneurostat en la Oficina de SaludEstudiantil, y hemos hecho preparativospara que puedan ofrecer caliagnosia atodo el mundo que la quiera. Ni siquierahay que pedir cita, se puede irdirectamente. Estamos animando a todoslos estudiantes a probarla, al menosdurante un día, para ver de qué se trata.Al principio parece un poco extraño noconsiderar a nadie guapo o feo, pero alcabo del tiempo uno se da cuenta de queafecta muy positivamente a lainteracción con los demás.

A mucha gente le preocupa que lacali pueda volverlos asexuales o algoasí, pero la belleza física real es sólouna pequeña parte de lo que hace queuna persona sea atractiva. No importa elaspecto de una persona, lo importante escómo actúa esa persona; lo que dice ycómo lo dice, su comportamiento y sulenguaje corporal. Y cómo reaccionaante ti. A mí, una de las cosas que meatrae de un chico es que parezcainteresado en mí. Es como un bucle deretroalimentación; te das cuenta de quete mira, luego él ve que le miras, y lacosa crece como una bola de nieve. Lacali no cambia eso. Además de que hay

toda una química de feromonas enacción; evidentemente la cali no laafecta.

Otra preocupación que suele tener lagente es que la cali haga que las carasde todo el mundo parezcan idénticas,pero eso tampoco es verdad. La cara deuna persona siempre refleja supersonalidad, y en todo caso la cali haceque eso quede más claro. ¿Conoce esedicho sobre que, a cierta edad, uno esresponsable de la cara que tiene? Con lacali, se aprecia realmente lo cierto quees. Algunas caras tienen un aspectorealmente vago, especialmente lasjóvenes y convencionalmente bonitas.

Sin su belleza física, esas caras sonsimplemente aburridas. Pero las carasque están llenas de personalidad tienentan buen aspecto como siempre, quizáincluso mejor. Es como si se viera algomás esencial en ellas.

Alguna gente también pregunta por elcontrol de la aplicación de las nuevasnormas. No tenemos planes para hacernada de eso. Ciertamente, existenprogramas que son bastante buenos parasaber si una persona tiene cali o no,analizando las pautas de la mirada. Perorequieren muchos datos, y las cámarasde seguridad del campus no tienen tantozoom. Todo el mundo tendría que llevar

encima cámaras personales, y compartirlos datos. Es posible, pero no es lo quebuscamos. Creemos que una vez que losestudiantes prueben la cali, verán lasventajas por sí mismos.

Tamera Lyons:

¡Fíjate, soy guapa!Vaya día. Cuando me desperté por la

mañana me fui corriendo al espejo; eracomo el día de Navidad cuando era niñao algo así. Pero seguía sin ver nada; micara seguía pareciendo vulgar. Mástarde incluso (risas) intenté pillarme deimproviso, acercándome como si nada

al espejo, pero no funcionó. Así que mesentí más bien decepcionada, y mequedé, bueno, resignada a mi destino.

Pero luego, por la tarde, salí con micompañera de cuarto, Ina, y otro par dechicas de la residencia. No le habíadicho a nadie que me había hechoapagar la cali, porque queríaacostumbrarme primero. Así que fuimosa un bar al otro lado del campus, unodonde no había estado antes. Estábamossentados en una mesa, hablando, y medediqué a mirar a mi alrededor,fijándome en el aspecto sin cali de lagente. Y vi a una chica que me miraba, ypensé: «Qué guapa es». Y entonces

(risas), esto va a sonar muy tonto,entonces me di cuenta de que la pared deenfrente del bar era un espejo, y meestaba mirando a mí misma.

No puedo describirlo, sentí unainmensa sensación de alivio. ¡No podíaparar de sonreír! Ina me preguntó quéme hacía tan feliz, pero yo me limité asacudir la cabeza. Fui al cuarto de bañopara poder mirarme un rato en el espejo.

Así que ha sido un buen día. ¡Meencanta mi aspecto! Ha sido un buen día.

Jeff Winthrop, estudiante de tercercurso, participando en un debate

estudiantil:

Por supuesto, es una equivocaciónjuzgar a las personas por su aspecto,pero esta «ceguera» no es la respuesta.Sólo la educación lo es.

La cali arrebata lo bueno junto conlo malo. No sólo funciona cuando existela posibilidad de discriminación, sinoque evita que se reconozca cualquiertipo de belleza. Hay muchas ocasionesen las que mirar una cara atractiva nohace daño a nadie. La cali no permitehacer esas distinciones, pero laeducación sí.

Y sé que alguien dirá que qué pasa sila tecnología mejora. Quizá un día será

posible insertar un sistema experto en elcerebro, uno que diga: «¿Es ésta unasituación apropiada para percibir labelleza? Si lo es, disfrútala; si no,ignórala». ¿Estaría eso bien? ¿Sería esola «madurez asistida» de la que se oyehablar a la gente?

No, no lo sería. No sería madurez;sería dejar que un sistema expertotomara las decisiones por ti. La madurezsignifica ver las diferencias, pero darsecuenta de que no importan. No hay unatajo tecnológico para eso.

Adesh Singh, estudiante de tercer

curso, participando en un debateestudiantil:

Nadie habla de dejar que sea unsistema experto el que tome tusdecisiones. Lo que hace que la cali seaideal es precisamente que es un cambiomínimo. La cali no decide en tu lugar; niimpide que hagas nada. Y en cuanto a lamadurez, se demuestra madurezeligiendo la cali en primer lugar.

Todo el mundo sabe que la bellezafísica no tiene nada que ver con elmérito; eso es lo que se ha conseguidomediante la educación. Pero incluso conlas mejores intenciones del mundo, lagente no ha dejado de practicar el

aspectismo. Intentamos ser imparciales,intentamos no dejar que el aspecto deuna persona nos afecte, pero nopodemos reprimir nuestras respuestasautomáticas, y cualquiera que diga quesí está confundiendo sus deseos con larealidad. Preguntaos a vosotros mismos:¿acaso no reaccionáis de forma diferentecuando conocéis a una persona atractivay cuando conocéis a una persona noatractiva?

Todos los estudios sobre este temaarrojan los mismos resultados: elaspecto ayuda a la gente a progresar.

No podemos evitar pensar que lagente guapa es más competente, más

honrada y más meritoria que los demás.Nada de esto es cierto, pero su

aspecto nos da esa impresión de todasformas.

La cali no te ciega ante nada; labelleza es lo que te ciega. La cali tepermite ver.

Tamera Lyons:

Bueno, he estado mirando a chicosguapos en el campus. Es divertido;extraño, pero divertido. Por ejemplo,estaba en el comedor el otro día, y vi aun tío en otra mesa, no sabía su nombre,pero no podía de dejar de volverme

para mirarle. No puedo describir nadaespecífico de su cara, pero parecíamucho más llamativa que la de losdemás.

Era como si su cara fuera un imán, ymis ojos la aguja de la brújula.

Y después de mirarle un rato, mepareció muy fácil imaginar que era untío simpático. No sabía nada sobre él, nisiquiera podía oír lo que estabadiciendo, pero quería conocerle. Era unpoco raro, pero definitivamente no esnada malo.

De un programa de EduNoticias, en

la Cadena Universitaria Americana:

Últimas noticias sobre la iniciativasobre caliagnosia de la universidad dePembleton. EduNoticias ha recibidopruebas de que la empresa de relacionespúblicas Wyatt/Hayes pagó a cuatroestudiantes de Pembleton para quedisuadieran a sus compañeros de clasede que votasen a favor de la iniciativa,sin que comunicasen sus afiliaciones.Las pruebas incluyen un memorandointerno de Wyatt/Hayes que propone quese busquen «estudiantes atractivos conaltas tasas de popularidad», yresguardos de pagos de la agencia a losestudiantes de Pembleton.

Los archivos fueron enviados porlos Guerreros SemioTécnicos, un grupode provocación cultural acusado denumerosos actos de vandalismo en losmedios de comunicación.

Cuando se le pidió su punto de vistasobre el caso, Wyatt/Hayes emitió uncomunicado lamentando la violación desus sistemas informáticos internos.

Jeff Winthrop:

Sí, es cierto, Wyatt/Hayes me pagó,pero no se trataba de un patrocinio;nunca me dijeron lo que tenía que decir.Sólo me facilitaron dedicar más tiempo

a la campaña anti cali, que es lo quehubiera hecho de todas formas si nohubiera necesitado ganar dinero contutorías. Lo único que he hecho esexpresar mi opinión sincera: creo que lacali es una mala idea.

Un par de personas de la campañaanti cali me han pedido que no sigahablando públicamente sobre el tema,porque creen que haría daño a la causa.Siento que piensen eso, porque esto essólo un ataque ad hominem.

Si mis argumentos tenían sentidoantes, esto no debería cambiar nada.Pero me doy cuenta de que algunaspersonas no pueden hacer esas

distinciones, y haré lo que sea mejorpara la causa.

Maria de Souza:

Realmente, esos estudiantesdeberían haber comunicado susafiliaciones; todos conocemos a genteque son patrocinios ambulantes. Peroahora, siempre que alguien critica lainiciativa, la gente le pregunta si le estánpagando. Las consecuencias estánclaramente dañando a la campaña anticali.

Creo que es halagador que alguiense esté tomando tanto interés en la

iniciativa como para contratar a unaempresa de relaciones públicas.Siempre hemos esperado que supromulgación influyera en la gente deotras universidades, y esto quiere decirque las corporaciones piensan lo mismo.

Hemos invitado al presidente de laAsociación Nacional de Caliagnosiapara que hable en el campus. Antes noestábamos seguros de si queríamosinvolucrar a los miembros a nivelnacional, porque ponen el énfasis encosas distintas a las nuestras; ellos sedirigen más hacia los usos de la bellezaen los medios de comunicación,mientras que la EIT está más interesado

en el tema de la igualdad social. Perodada la forma en que reaccionaron losestudiantes ante lo que hizoWyatt/Hayes, está claro que el tema dela manipulación de los medios tiene lacapacidad de llevarnos a dondequeremos ir. Nuestra mejor oportunidadde conseguir que la iniciativa seapromulgada es aprovechar la furiacontra los publicistas. La igualdadsocial vendrá luego.

Del discurso en Pembleton deWalter Lambert, presidente de laAsociación Nacional de Caliagnosia:

Piensen en la cocaína. En su formanatural, como hojas de coca, esagradable, pero no hasta el extremo deconvertirse en un problema. Pero si serefina y se purifica, se obtiene uncompuesto que asalta los receptores deplacer con una intensidad nada natural.Es entonces cuando se vuelve adictiva.

La belleza ha pasado por un procesosimilar, gracias a los publicistas. Laevolución nos dio un circuito queresponde ante el buen aspecto —llamémosle el receptor de placer denuestro córtex visual—, y en nuestroentorno natural, era algo útil. Perotomemos a alguien con una piel y una

estructura ósea que sólo se encuentrenen una persona entre un millón,añadamos maquillajes y retoquesprofesionales, y ya no estamos viendobelleza en su forma natural. Se trata debelleza de nivel farmacológico, lacocaína del buen aspecto.

Los biólogos llaman a esto«estímulo supernormal»; si se le da a unpájaro un huevo gigante de plástico, loincubará en lugar de sus propios huevosde verdad. Madison Avenue ha saturadonuestro entorno con este tipo deestímulos, esta droga visual. Nuestrosreceptores de belleza reciben másestimulación que de la que están

preparados para soportar; obtienen másen un solo día que todo lo querecibieron nuestros antepasados en todasu vida. Y el resultado es que la bellezaestá arruinando poco a poco nuestrasvidas.

¿Cómo? De la misma forma en quela droga se convierte en un problema:interfiriendo en nuestras relaciones conotras personas. Nos sentimosinsatisfechos con el aspecto de la gentenormal porque no pueden compararsecon las supermodelos. Las imágenesbidimensionales ya son graves, peroahora, con las spex, los publicistaspueden poner una supermodelo justo

delante de ti, mirándote a los ojos. Lascompañías de software ofrecen diosasque te recuerdan las citas. Todos hemosoído hablar de hombres que prefierennovias virtuales a las reales, pero ellosno son los únicos que se ven afectados.Cuanto más tiempo pasamos rodeadosde preciosas apariciones digitales, másse resienten nuestras relaciones con losseres humanos reales.

No podemos evitar ver estasimágenes y seguir viviendo en el mundomoderno. Y eso significa que nopodemos quitarnos este vicio, porque labelleza es una droga de la que no puedespasarte a menos que, literalmente,

mantengas los ojos cerrados todo eltiempo.

Hasta ahora. Ahora puedesconseguir otro par de párpados, uno quebloquea esta droga, pero que te permitever. Y eso es la caliagnosia. Algunaspersonas dicen que es excesiva, pero yodigo que es suficiente. Se está usando latecnología para manipularnos a travésde nuestras reacciones emocionales, asíque es de justicia que la usemos tambiénpara protegernos.

Ahora mismo tienen una oportunidadde causar un impacto enorme. El cuerpoestudiantil de Pembleton siempre haestado a la vanguardia de todos los

movimientos progresistas; lo quedecidan aquí se convertirá en unejemplo para los estudiantes de todo elpaís. Al promulgar esta iniciativa, aladoptar la caliagnosia, estarán enviandoel mensaje a los publicistas de que losjóvenes ya no están dispuestos a sermanipulados.

De un programa de EduNoticias:

Tras el discurso del presidente de laANC, Walter Lambert, las encuestasmuestran que el 54% de los estudiantesde Pembleton apoya la iniciativa de lacaliagnosia. Las encuestas por todo el

país muestran que una media del 28% delos estudiantes apoyaría una iniciativasimilar en su universidad, lo que suponeun aumento del 8% respecto al mespasado.

Tamera Lyons:

Creo que se pasó mucho con esacomparación con la cocaína. ¿Conocen aalguien que robe cosas y las venda parapoder conseguir su siguiente chute depublicidad?

Pero imagino que tiene razón en quela gente de los anuncios es mucho másguapa que en la vida real. No es que

tengan un mejor aspecto que la gente enla vida real, sino que parecen guapos deforma distinta.

Por ejemplo, estaba en la tienda delcampus el otro día, y necesitaba revisarmi correo electrónico, y cuando me puselas spex vi un póster que pasaba unanuncio. Era de algún champú, creo queJouissance. Lo había visto antes, perosin cali era diferente. La modelo era...No podía apartar la vista de ella. Noquiero decir que sintiera lo mismo quecuando vi al chico guapo del comedor;no era como si quisiera conocerla. Eramás como... ver una puesta de sol, ofuegos artificiales.

Me quedé ahí parada y vi el anunciocomo cinco veces, sólo para podermirarla un poco mas. No pensaba que unser humano pudiera parecer tanespectacular, ¿sabe?

Pero no es como si fuera a dejar dehablar con la gente para poder miraranuncios con mis spex todo el tiempo.Mirarlos es muy intenso, pero es unaexperiencia totalmente diferente demirar a una persona real. Y tampoco esque quiera ir inmediatamente a comprartodo lo que venden. Ni siquiera prestoatención a los productos. Sólo creo queson preciosos.

Maria de Souza:

Si hubiera conocido antes a Tamera,quizá hubiera intentado convencerla deque no se apagase la cali.

Dudo que lo hubiera conseguido;parece tener muy clara su decisión. Aunasí, es un ejemplo perfecto de lasventajas de la cali. No se puede dejar denotar cuando se habla con ella. Porejemplo, en un cierto momento le dije lasuerte que tenía, y ella me dijo:«¿Porque soy guapa?». ¡Y estaba siendocompletamente sincera! Como siestuviera hablando de su altura. ¿Puedeimaginarse a una mujer sin cali diciendo

eso?Tamera está completamente

satisfecha con su aspecto; no esvanidosa ni se siente insegura, y puededescribirse como guapa sinavergonzarse.

Entiendo que ella es muy bonita, y enmuchas mujeres con ese aspecto puedover algo en su comportamiento... unatisbo de ostentación. Tamera no lotiene. O si no, muestran falsa modestia,que también es fácil de percibir, peroTamera tampoco hace eso, porquerealmente es modesta. No hay forma deque pudiera ser así de no haber crecidocon cali. Sólo espero que siga igual.

Annika Lindstrom, estudiante desegundo curso:

Creo que esto de la cali es una ideamalísima. Me gusta que los chicos sefijen en mí, y me sentiría muydecepcionada si dejaran de hacerlo.

Creo que todo ese asunto es sólo unaforma para que la gente que,sinceramente, no es demasiado guapa,intente hacerse sentir mejor. Y la únicaforma en que pueden hacerlo escastigando a la gente que tiene lo que aellos les falta. Y eso es injusto.

¿Quién no querría ser guapo si

pudiera? Pregunten a cualquiera,pregunten a la gente que está detrás deesto, y apuesto que todos dirán que sí.Por supuesto, ser guapa quiere decir quea veces los idiotas te dan la lata.

Siempre hay idiotas, pero eso esparte de la vida. Si los científicospudieran idear una forma de apagar elcircuito de idiotez de los cerebros delos hombres, yo estaría absolutamente afavor.

Jolene Carter, estudiante de tercercurso:

Voy a votar a favor de la iniciativa,

porque creo que sería un alivio si todoel mundo tuviera cali.

La gente es agradable conmigo pormi aspecto, y a una parte de mí le gustaeso, pero otra parte se siente culpableporque no he hecho nada paramerecerlo. Y por supuesto, es agradableque los hombres me presten atención,pero puede ser realmente difícilestablecer una conexión auténtica conalguien. Cuando me gusta un chico,siempre me pregunto cuánto le interesoyo, y cuánto le interesa mi aspecto.Puede ser difícil de notar, porque todaslas relaciones son maravillosas alcomienzo, ¿verdad? Sólo después se

averigua si se puede estar realmente agusto con el otro. Eso me pasó con miúltimo novio. No estaba contentoconmigo si yo no tenía un aspectofabuloso, así que nunca podía relajarmede verdad. Pero para cuando me dicuenta de eso, ya había intimado con él,así que me hizo mucho dañoencontrarme con que no estaba viendo ami yo real.

Y luego está la cuestión de cómo sesiente una entre otras mujeres. No creoque a la mayoría de las mujeres lesguste, pero siempre están comparando suaspecto con el de todas las demás. Aveces siento que estoy en un concurso, y

no quiero.Una vez pensé en hacerme la cali,

pero no me pareció que fuera a servir denada a menos que todo el mundo lohiciese también; hacérmela yo no iba acambiar la forma en que me tratan losdemás. Pero si todo el mundo en elcampus tuviera cali, yo me la haríagustosamente.

Tamera Lyons:

Estaba enseñándole a mi compañerade cuarto, Ina, el álbum de fotos delinstituto, y llegamos a las fotos deGarrett, mi ex, y yo. Ina me pregunta

sobre él, y le cuento todo. Le estabadiciendo que estuvimos juntos todo elúltimo curso, y que le quería mucho, yque yo quería que siguiésemos juntos,pero él quería tener libertad para salircon otras chicas cuando fuera a launiversidad. Y entonces ella dijo: «¿Meestás diciendo que él cortó contigo?».

Me costó un rato convencerla de quepodía decirme lo que sucedía; ella mehizo prometerle dos veces que no me ibaa enfadar. Al final me dijo que Garrettno es precisamente guapo. Yo pensabaque él debía ser normal, porque noparecía realmente muy diferente despuésde que me apagasen la cali. Pero Ina

dijo que estaba definitivamente pordebajo de la media.

Encontró unas fotos de un par dechicos que según ella se le parecían, yen ellas pude ver que no son guapos. Suscaras parecen más bien bobas. Luegovolví a mirar la foto de Garrett, ysupongo que tiene algunos de esosrasgos, pero en él parecen monos. Almenos me lo parecen a mí.

Supongo que es cierto eso que dicen:el amor es un poco como la cali. Cuandoquieres a alguien, no ves realmente suaspecto. Yo no veo a Garrett como losdemás, porque aún siento algo por él.

Ina dijo que no podía creer que

alguien con su aspecto pudiera cortarcon alguien con el mío. Dijo que en unaescuela sin cali probablemente no habríapodido salir conmigo. Como si noestuviéramos al mismo nivel.

Me resulta raro pensar eso. CuandoGarrett y yo estábamos saliendo, yosiempre pensaba que estábamos hechosel uno para el otro. No quiero decir quecrea en el destino, sino sólo que pensabaque había algo que realmente encajabaentre nosotros. Así que la idea de quepodríamos haber estado en la mismaescuela, pero no haber salido juntos sino hubiéramos tenido la cali, me pareceextraña. Y sé que Ina no puede saberlo

con seguridad. Pero yo tampoco puedoestar segura de que ella esté equivocada.

Y quizá eso quiere decir que deberíaestar contenta de haber tenido la cali,porque eso hizo posible que Garrett y yoestuviésemos juntos. No lo sé.

De un programa de EduNoticias:

Los sitios de Internet de una docenade organizaciones estudiantiles decaliagnosia de todo el país han sidoasaltados hoy en un ataque coordinadode denegación de servicio. Aunquenadie ha reclamado la autoría, hay quiensugiere que los atacantes han tomado

represalias por el incidente del mespasado en el que el sitio de laAsociación Americana de CirugíaEstética fue sustituido por un sitio decaliagnosia.

Mientras tanto, los GuerrerosSemioTécnicos anunciaron ladistribución de un nuevo virusinformático, Dermatología. Este virus hacomenzado a infectar servidores devideo de todo el mundo, alterando losprogramas de forma que los rostros y loscuerpos muestren afecciones como acnéy varices.

Warren Davidson, estudiante deprimer curso:

Ya había pensado en probar la caliantes, cuando estaba en el instituto, peronunca supe cómo decírselo a mis padres.Así que cuando comenzaron a ofrecerlaaquí, pensé que podría probarla. (Seencoge de hombros.) No está mal.

En realidad, está bien. (Pausa.)Siempre he detestado mi aspecto.Durante una temporada en el instituto nopodía soportar mirarme en el espejo.Pero con la cali, ya no me importa tanto.Sé que tengo el mismo aspecto para losdemás, pero eso no me parece tan gravecomo antes. Me siento mejor

simplemente cuando no me acuerdo deque algunas personas son mucho másguapas que otras. Por ejemplo: estabaayudando a una chica en la bibliotecacon un problema de su tarea dematemáticas, y después me di cuenta quees alguien a quien habitualmenteconsideraría bonita. Normalmente mehubiese sentido muy nervioso por estarcerca de ella, pero con la cali era fácilhablarle.

Quizá piensa que parezco un bichoraro, no sé, pero la cosa es que, cuandohablaba con ella, yo no pensaba que miaspecto era extraño. Antes de hacermela cali, creo que me sentía incómodo

conmigo mismo, y eso empeoraba lascosas. Ahora estoy más relajado.

No es como si de repente me sintierade maravilla conmigo mismo, ni nada deeso, y estoy seguro de que para otraspersonas la cali no serviría de nada,pero a mí me permite no sentirme tanmal como antes. Y eso ya es algo.

Alex Biblescu, profesor de estudiosreligiosos en Pembleton:

Algunas personas han desestimadorápidamente todo el debate sobre lacaliagnosia como si fuera algosuperficial, como una discusión sobre el

maquillaje o sobre quién liga y quién no.Pero si se considera adecuadamente, setrata de algo mucho más profundo.Refleja una ambivalencia muy viejasobre el cuerpo, una que ha sido partede la civilización occidental desde laAntigüedad.

Verán, los cimientos de nuestracultura provienen de la Grecia clásica,donde la belleza física y el cuerpo erancelebrados. Pero nuestra cultura tambiénestá completamente permeada por latradición monoteísta, que desprecia elcuerpo en favor del alma. Estos viejosimpulsos en conflicto han vuelto aponerse de manifiesto, esta vez en el

debate sobre la caliagnosia.Sospecho que la mayoría de los

partidarios de la cali se consideranliberales seculares y modernos, y noadmitirían que están influidos por elmonoteísmo en forma alguna. Peroconsideren quién más apoya lacaliagnosia: los grupos religiososconservadores. Hay comunidades de lastres principales religiones monoteístas,judíos, cristianos y musulmanes, que hancomenzado a utilizar la cali para hacerque sus miembros más jóvenes resistanel atractivo de los forasteros. Estacoincidencia no es casual. Lospartidarios liberales de la cali puede

que no usen palabras como «resistir lastentaciones de la carne», pero a supropia manera, están siguiendo la mismatradición de desprecio por lo físico.

En realidad, los únicos partidariosde la cali que pueden afirmar de formacreíble que no están influidos por elmonoteísmo son los budistasneomentales. Se trata de una secta queconsidera la caliagnosia como un pasohacia el pensamiento iluminado, porqueelimina la percepción de lasdistinciones ilusorias. Pero la sectaneomental está abierta al uso en sentidoamplio de neurostat como ayuda para lameditación, lo que constituye una

postura radical de un tipocompletamente diferente. Dudo queencuentren muchos liberales modernos omonoteístas conservadores quesimpaticen con ella.

Así pues, este debate no trata sólosobre los anuncios y los cosméticos,sino que trata de determinar cuál es larelación apropiada entre la mente y elcuerpo. ¿Nos realizamos más cuandominimizamos la parte física de nuestranaturaleza? Eso, como convendránustedes, es una pregunta muy profunda.

Joseph Weingartner:

Después de que se descubriese lacaliagnosia, algunos investigadores sepreguntaron si sería posible crear unacondición análoga que hiciera que elsujeto se volviese ciego ante la raza o laetnicidad. Ha habido una serie deintentos de obstaculizar diversos nivelesde discriminación por categorías juntoal reconocimiento facial, y ese tipo decosas, pero las carencias resultantes hansido siempre insatisfactorias. Lo normalera que los sujetos de experimentaciónfueran sencillamente incapaces dedistinguir entre individuos parecidos. Unexperimento llegó a producir unavariante benigna del síndrome de

Fregoli, provocando que el sujetoconfundiese a cada persona queencontraba con un miembro de sufamilia. Por desgracia, tratar a todo elmundo como un hermano no es deseableen un sentido tan literal.

Cuando los tratamientos de neurostatpara problemas como el comportamientocompulsivo se extendieron, mucha gentepensó que la «programación mental»había llegado finalmente. La gentepreguntó a sus médicos si podíanadquirir los mismos gustos sexuales quesus parejas. Los propietarios deimperios de comunicación sepreocuparon por la posibilidad de

programar la lealtad a un gobierno o auna corporación, o la creencia en unaideología o una religión.

El hecho es que no tenemos accesoen absoluto al contenido de lospensamientos de ninguna persona.

Podemos moldear aspectosgenerales de la personalidad, podemoshacer cambios coherentes con laespecialización natural del cerebro,pero estos ajustes son extremadamentebastos. No hay una senda neuronal quese ocupe específicamente delresentimiento contra los inmigrantes,como no la hay para la doctrina marxistao el fetichismo por los pies. Si alguna

vez conseguimos la auténticaprogramación mental, podremos crearuna «ceguera racial», pero hastaentonces, la educación es nuestra mejoropción.

Tamera Lyons:

Hoy tuve una clase interesante. EnHistoria de las Ideas, tenemos unprofesor ayudante llamado Anton, y nosestaba diciendo que muchas de laspalabras que usamos para describir auna persona atractiva eran palabras parala magia. Como la palabra «encanto»,que originalmente significaba hechizo

mágico, y la palabra «glamour».Y es evidente con palabras como

«encantador» o «hechizante». Y cuandodijo eso, pensé que sí, que así es: ver auna persona realmente atractiva es comoque te echen un hechizo.

Y Anton decía que uno de los usosprimarios de la magia era crear amor ydeseo en alguien. Y eso tiene todo elsentido del mundo, cuando piensas enlas palabras «encanto» y «glamour».Porque ver la belleza es como amar.Uno siente que está enamorado de unapersona realmente atractiva simplementecon mirarla.

Y he estado pensando que quizá haya

una forma de volver con Garrett. Porquesi Garrett no tuviera cali, quizá volveríaa enamorarse de mí. ¿Recuerdan quedije antes que quizá la cali era lo quenos había permitido salir juntos? Bueno,quizá la cali es en realidad lo que ahoranos ha separado. Quizá Garrett quisieravolver a estar conmigo si viera cuál esmi auténtico aspecto.

Garrett cumplió los dieciocho enverano, pero no hizo que le apagasen lacali porque no pensaba que fueraimportante. Ahora va a Northrop. Asíque le llamé, sólo como amiga, yhablando de esto y de aquello, lepregunté qué pensaba de la iniciativa de

cali aquí en Pembleton. Dijo que nosabía a qué venía todo el jaleo, yentonces le dije lo contenta que estabade no tener la cali, y le dije que deberíaprobarlo, para que pudiera juzgar a lasdos partes. Dijo que eso tenía sentido.Fingí no darle mucha importancia, perome sentí emocionada.

Daniel Taglia, profesor deliteratura comparada de Pembleton:

La iniciativa estudiantil no se aplicaal profesorado, pero obviamente si seaprueba habrá presiones para que losprofesores adopten la caliagnosia

también. Así que no consideroprematuro decir que estoy firmemente encontra.

Éste es sólo el último ejemplo dehasta dónde ha llegado la correcciónpolítica. Las personas que apoyan la calitienen buenas intenciones, pero lo queestán haciendo es infantilizarnos. Lapropia idea de que la belleza es algo delo que necesitamos ser protegidos esinsultante. Lo siguiente será que unaorganización estudiantil insistirá en queadoptemos agnosia a la música, para queno nos sintamos mal por nuestrasescasas dotes cuando oigamos a buenoscantantes o músicos.

Cuando ven competir a los atletasolímpicos, ¿acaso sufre su autoestima?Claro que no. Por el contrario, sentimosmaravilla y admiración; nos inspirasaber que existen individuos tanexcepcionales. Así que, ¿por qué nopodemos sentir lo mismo por la belleza?El feminismo desearía que nosdisculpásemos por tener esa reacción.

Quiere reemplazar la estética por lapolítica, y en la medida en que lo haconseguido, nos ha empobrecido.

Estar en presencia de una de lasmayores bellezas del mundo puede sertan emocionante como escuchar a una delas mejores sopranos del mundo. Los

individuos dotados no son los únicosque se benefician de sus dones; todoslos hacemos. O más bien debería decirque todos podemos. Privarnos anosotros mismos de esa oportunidadsería un crimen.

Anuncio pagado por Ciudadanospara la Nanomedicina Ética:

Narrador: ¿Tus amigos te han estadodiciendo que la cali mola, que es lo másinteligente que puedes hacer?

Entonces quizá deberías hablar congente que haya crecido con cali.

«Después de hacer que me apagasen

la cali, me eché atrás la primera vez quevi a una persona poco atractiva. Sabíaque era una tontería, pero no podíaevitarlo. La cali no me ayudó a madurar;impidió que madurase.

Tuve que volver a aprender cómointeractuar con la gente.»

«Fui a la escuela para convertirmeen artista gráfico. Trabajé día y noche,pero nunca obtuve buenos resultados. Miprofesor decía que no tenía buen ojo,que la cali me había incapacitadoestéticamente. No hay forma derecuperar lo que he perdido.»

«Tener la cali era como tener a mispadres dentro de mi cabeza, censurando

mis pensamientos. Ahora que me la hehecho apagar, me doy cuenta de queestaba sometido a un auténtico abuso.»

Narrador: Si la gente que creció concaliagnosia no la recomienda, ¿nodebería eso decirte algo?

Ellos no tuvieron elección, pero túsí. Una lesión cerebral nunca es unabuena idea, digan lo que digan tusamigos.

Maria de Souza:

Nunca habíamos oído hablar deCiudadanos para la Nanomedicina Ética,así que hicimos algunas averiguaciones.

Nos llevó cierto esfuerzo, pero resultaque no es una organización de base enabsoluto, sino una fachada de losencargados de relaciones públicas de laindustria. Un grupo de empresas decosméticos se unieron hace poco paracrearla. No hemos podido contactar conla gente que aparece en el anuncio, asíque no sabemos cuánto de lo que decíanera cierto, si es que algo lo era. Inclusosi estaban siendo sinceros, ciertamenteno son típicos; la mayor parte de lagente que se hace apagar la cali se sienteperfectamente. Y desde luego, hayartistas gráficos que crecieron con cali.

Esto me recuerda a un anuncio que

vi hace tiempo, pagado por una agenciade modelos cuando el movimiento procali estaba empezando. Era sólo una fotode la cara de una supermodelo, con lafrase: «Si ya no la consideraras bella,¿quién saldría perdiendo? ¿Ella o tú?».Esta nueva campaña tiene el mismomensaje, que dice básicamente «lolamentarás», pero en lugar de adoptaresa actitud presumida, tiene un tonopreocupado y de advertencia. Es unejercicio clásico de relaciones públicas:te escondes detrás de un nombre quesuene bien, y creas la impresión de queeres un grupo ajeno que vigila el interésde los consumidores.

Tamera Lyons:

A mí ese anuncio me parecióperfectamente idiota. No es que esté afavor de la iniciativa, no quiero que lagente vote a favor, pero la gente nodebería votar contra ella por la razónequivocada. Crecer con cali no es unaminusvalía. No hay razón para que nadiesienta pena por mí ni nada de eso. Yo melas apaño muy bien. Y ésa es la razónpor la que creo que la gente deberíavotar contra la iniciativa: porque ver labelleza está muy bien.

En todo caso, volví a hablar con

Garrett. Me dijo que acababa de ir a quele apagasen la cali. Decía que hastaahora todo le parecía bastante bien,aunque era un poco raro, y le dije que yosentí lo mismo cuando me desactivaronla mía. Imagino que es curioso, en ciertaforma, que yo actuase como veterana,aunque sólo llevo unas semanas con lamía apagada.

Joseph Weingartner:

Una de las primeras preguntas quelos investigadores se hicieron sobre lacaliagnosia fue si tiene algún efectosecundario, es decir, si afecta a la

apreciación de la belleza en casosdistintos de los rostros. En su mayorparte, la respuesta parece ser que no.Los caliagnósicos parecen disfrutarcontemplando las mismas cosas que elresto de la gente. Dicho esto, nopodemos descartar completamente laposibilidad.

Como ejemplo, pensemos en losefectos que se observan en losprosopagnósicos. Un prosopagnósicoque era granjero se dio cuenta de que yano podía distinguir a sus vacas entre sí.Otro tenía dificultades para distinguirmodelos de coches, fíjense qué cosas.Estos casos sugieren que a veces usamos

nuestro módulo de reconocimiento facialpara otras tareas diferentes delreconocimiento estricto de rostros.Puede que no pensemos que algo separece a una cara, por ejemplo, uncoche, pero a nivel neurológico loestamos tratando como si fuera una cara.

Puede haber efectos secundariosparecidos entre los caliagnósicos, peropuesto que la caliagnosia es más sutilque la prosopagnosia, cualquier efectoes más difícil de apreciar. El papel de lamoda en el aspecto de los coches, porejemplo, es mucho mayor que en elaspecto de los rostros, y hay pococonsenso acerca de qué coches son más

atractivos. Es posible que exista algúncaliagnósico que no disfrutecontemplando determinados coches tantocomo podría, pero no ha protestado.

Luego está el papel del módulo dereconocimiento de belleza en nuestrareacción estética ante la simetría.

Apreciamos la simetría en unaamplia gama de entornos, pintura,escultura, diseño gráfico, pero al mismotiempo también apreciamos la asimetría.Hay muchos factores que contribuyen anuestra reacción ante el arte, y no existedemasiado consenso acerca de cuándoun ejemplo concreto es atractivo.

Puede ser interesante indagar si las

comunidades caliagnósicas producenmenos artistas visuales de auténticotalento, pero dado que entre lapoblación general surgen muy pocosindividuos de ese tipo, es difícil realizarun estudio estadísticamentesignificativo. Lo único que sabemos conseguridad es que los caliagnósicosconstatan una reacción más tibia anteciertos retratos, pero ése no es en sí unefecto secundario; los retratos derivan almenos parte de su impacto del aspectofacial del sujeto retratado.

Por supuesto, un efecto mínimo ya esexcesivo para algunas personas. Ésta esla razón que dan algunos padres para no

desear la caliagnosia para sus hijos:quieren que sus hijos sean capaces deapreciar la Mona Lisa, por ejemplo, yquizá crear su sucesora.

Marc Esposito, estudiante decuarto curso de la universidad deWaterston:

Esa cosa en Pembleton parece unaauténtica locura. Me puedo imaginarhacerlo como preparativo para unabroma pesada. Ya saben, apañar la citade un chico con una tía, y decirle que esuna preciosidad, pero en realidad le hasbuscado un monstruo, y como no puede

distinguirlas, te cree. Eso sería bastantedivertido.

Pero desde luego, yo no me haría lacali ésta. Quiero salir con chicasguapas. ¿Por qué iba a querer algo queredujera mis exigencias? Claro, desdeluego, algunas noches todas laspreciosidades están ocupadas, y hay queelegir las sobras. Pero para eso está lacerveza, ¿no? Eso no quiere decir queyo quiera estar borracho todo el tiempo.

Tamera Lyons:

Así que anoche Garrett y yohablamos por teléfono de nuevo, y le

pregunté si quería cambiar a video paraque pudiéramos vernos. Y él dijo que sí,así que lo hicimos.

Yo hice como que no le daba muchaimportancia, pero en realidad habíapasado mucho tiempo preparándome. Iname está enseñando a ponermemaquillaje, pero todavía no lo hagodemasiado bien, así que conseguí eseprograma que hace que parezca quellevas maquillaje. Lo puse al mínimo, ycreo que se notaba la diferencia en miaspecto. Quizá me pasé, no sé cuánto lonotaría Garrett, pero quería estar segurade tener el mejor aspecto posible.

En cuanto cambiamos a video, vi

que reaccionaba. Fue como si sus ojosse hicieran más grandes. Y dijo:

«Estás muy guapa». Y yo dije:«Gracias». Luego se volvió tímido, ehizo bromas sobre su aspecto, pero ledije que a mí me gustaba.

Hablamos un rato por video, y todoel tiempo yo era consciente de que memiraba. Eso me gustó. Creo que élestaba pensando que quizá quería quevolviéramos a estar juntos, pero a lomejor me lo estaba imaginando.

Quizá la próxima vez que hablemosle sugiera que venga a visitarme un finde semana, o que yo podría ir a visitarlea Northrop. Eso estaría bien. Aunque

tengo que estar segura de que podrémaquillarme sola antes.

Sé que no hay garantías de quequiera volver conmigo. Apagarme lacali no me hizo quererle menos, así quequizá no le hará quererme más. Perotengo esperanzas.

Cathy Minami, estudiante de tercercurso:

Cualquiera que diga que elmovimiento pro cali es bueno para lasmujeres está repitiendo la propagandade todos los opresores: que lasubyugación en realidad es protección.

Los partidarios de la cali quierendemonizar a las mujeres que poseenbelleza. La belleza puede proporcionartanto placer a aquéllos que la tienencomo a aquéllos que la perciben, pero elmovimiento pro cali hace que lasmujeres se sientan culpables de obtenerplacer por su aspecto. Es una nuevaestrategia patriarcal para suprimir lasexualidad femenina, y una vez más,demasiadas mujeres se la han tragado.

Por supuesto que la belleza ha sidousada como herramienta de opresión,pero eliminar la belleza no es larespuesta; no se puede liberar a la genteestrechando el marco de su experiencia.

Eso es claramente orwelliano. Lo que senecesita es un concepto de bellezacentrado en la mujer, uno que permitaque todas las mujeres se sientan bienconsigo mismas en lugar de hacer que lamayoría se sienta mal.

Lawrence Sutton, estudiante decuarto curso:

Yo sé perfectamente de lo que estabahablando Walter Lambert en su discurso.No lo hubiera expresado de esa forma,pero llevo un tiempo sintiéndome así.Me hice la cali hace un par de años,mucho antes de que surgiera esta

iniciativa, porque quería poderconcentrarme en cosas más importantes.

No quiero decir que sólo piense enel trabajo académico; tengo novia, ynuestra relación va bien. Eso no hacambiado. Lo que ha cambiado es mirelación con la publicidad. Antes, cadavez que pasaba ante un kiosko o veía unanuncio, podía sentir cómo atraía unpoco mi atención. Era como siestuvieran intentando excitarme contrami voluntad. No me refieronecesariamente a una excitación sexual,sino que estaban intentando atraerme anivel visceral. Y yo me resistíaautomáticamente, y volvía a lo que fuera

que estuviera haciendo antes. Pero erauna distracción, y resistirme a esasdistracciones consumía una energía quepodría haber estado usando para otracosa.

Pero ahora, con la cali, no siento esetirón. La cali me liberó de esadistracción, me devolvió la energía. Asíque estoy totalmente a favor.

Lori Harber, estudiante de terceraño de la universidad de Maxwell:

La cali es para los cobardicas. Miactitud es devolver la pelota. Volvermeradicalmente fea. Eso es lo que la gente

guapa tiene que ver.Hice que me quitasen la nariz hace

ahora un año. Es más problemático de loque parece, en términos de cirugía; paraconservar la salud, hay que recolocaralgunos de los pelos más adentro paraque atrapen el polvo. Y el hueso que ven(da golpecitos con la uña) no es deverdad, es cerámica. Dejar el auténticohueso al aire es un grave riesgo deinfección.

Me gusta desconcertar a la gente; aveces llego a quitarle el apetito aalguien mientras come. Perodesconcertar a la gente no es miobjetivo. Mi objetivo es que la fealdad

puede vencer a la belleza en su propiojuego. A mí me miran más que a unamujer hermosa cuando voy por la calle.Si me ven junto a una modelo de video,¿en quién se fijarían antes? En mí, claro.No desearán hacerlo, pero lo harán.

Tamera Lyons:

Garrett y yo volvimos a hablaranoche, y empezamos a comentar, en fin,si alguno de nosotros estaba saliendocon alguien. Yo hice como que no ledaba importancia, le dije que habíasalido con algunos chicos, pero nadagrave.

Así que le pregunté lo mismo. Él sepuso como avergonzado, pero al finaldijo que le estaba costando más hacerseamigo de las chicas de la universidad,más de lo que pensaba. Y ahora estápensando que es por su aspecto.

Yo le dije: «Ni hablar», pero enrealidad no sabía qué decir. Una partede mí estaba contenta de que Garrett aúnno estuviera viendo a nadie más, y otraparte lo sentía por él, y otra estabasencillamente sorprendida. Quiero decirque es listo, es divertido, y es un granchico, y no lo digo sólo porque salieracon él. En el instituto era muy popular.

Pero entonces me acordé de lo que

Ina dijo sobre Garrett y yo. Supongo queser listo y divertido no supone que estésal mismo nivel que alguien, sino quetienes que ser también igual de atractivo.Y si Garrett ha estado hablando conchicas que son bonitas, quizá ellas nosientan que él esté a su nivel.

No insistí en ello cuando estábamoshablando, porque no creo que el quisierahablar demasiado sobre eso.

Pero luego pensé que, si decidimoshacer una visita, debería ser yo quienfuera a Northrop para verle en lugar dehacer que venga él. Evidentemente,estoy esperado que suceda algo entrenosotros, pero también pensé que quizá,

si la gente de su universidad nos vejuntos, puede que se sienta mejor.Porque sé que a veces eso funciona: sisales con una persona atractiva, tesientes atractivo, y los demás piensanque lo eres. No es que yo seasuperatractiva, pero creo que a la gentele gusta mi aspecto, así que pensé quepodría ayudarle.

Ellen Hutchinson, profesora desociología de Pembleton:

Admiro a los estudiantes que estánapoyando esta iniciativa. Su idealismome alegra, pero tengo sentimientos

ambiguos respecto a su objetivo.Como todas las personas de mi

edad, he tenido que aceptar los efectosdel tiempo sobre mi aspecto. No fuefácil acostumbrarse a ello, pero hellegado a un punto en el que estoysatisfecha con mi aspecto. Aunque nopuedo negar que tengo curiosidad porver cómo sería una comunidad de sólocali; quizá en ella una mujer de mi edadno se volvería invisible cuando unajoven entra en la habitación.

Pero, ¿hubiera deseado adoptar lacali cuando yo era joven? No lo sé.Estoy segura de que me hubieraahorrado parte de la angustia que sentí

por envejecer. Pero a mí me gustaba miaspecto cuando era joven. No hubieraquerido renunciar a eso. No estoy segurade si, al envejecer, hubo nunca un puntoen el que las ventajas hubieran superadoal coste.

Y estos estudiantes puede que nuncapierdan la belleza de la juventud. Conlas terapias genéticas que están saliendoahora, probablemente tendrán un aspectojuvenil durante décadas, quizá incluso suvida entera. Puede que nunca tengan queacostumbrarse a los cambios que yosufrí, en cuyo caso el adoptar la cali nisiquiera les salvaría del dolor másadelante. Así que la idea de que puedan

renunciar voluntariamente a uno de losplaceres de la juventud es casimortificante. A veces quiero sacudirlesy decirles: «¡No! ¿No os dais cuenta delo que tenéis?».

Siempre me ha gustado ladisposición de la gente joven a lucharpor sus creencias. Ésa es una de lasrazones por las que nunca he creídorealmente en el cliché que dice que lajuventud está malgastada en los jóvenes.

Pero esta iniciativa haría que esecliché estuviera más cerca de larealidad, y detestaría que eso sucediera.

Joseph Weingartner:

He probado la caliagnosia duranteun día; he probado una amplia gama deagnosias durante periodos limitados. Lamayoría de los neurólogos lo hacemospara poder entender mejor estasafecciones y empatizar con nuestrospacientes. Pero yo no podría adoptar lacaliagnosia a largo plazo, aunque sólosea porque tengo que atender a mispacientes.

Existe una ligera relación entre lacaliagnosia y la habilidad para evaluarvisualmente la salud de una persona.Ciertamente, no le hace a uno ciego antecosas como el tono de la piel, y un

caliagnósico puede reconocer síntomasde enfermedad como cualquier otrapersona; eso es algo de lo que lacognición general se ocupaperfectamente. Pero los médicosnecesitan ser sensibles ante pistas muysutiles cuando evalúan a un paciente; aveces se usa la intuición cuando serealiza un diagnóstico, y la caliagnosiasería un obstáculo en esas situaciones.

Por supuesto, sería poco sincero sidijera que la necesidad profesional es loúnico que me detiene a la hora deadoptar la caliagnosia. La preguntarelevante sería: ¿elegiría yo lacaliagnosia si no hiciera más que

investigación de laboratorio y nuncatuviera que tratar con pacientes? Y aeso, mi respuesta es no. Como muchaotra gente, disfruto viendo una carabonita, pero me considero losuficientemente maduro como para nodejar que eso afecte a mi juicio.

Tamera Lyons:

No puedo creerlo, Garrett hizo quele volvieran a encender la cali.

Estábamos hablando anoche porteléfono de cosas normales, y lepregunto si quiere cambiar a video. Y éldice: «Vale», así que lo hacemos. Y

entonces me doy cuenta de que no memira de la misma forma en que memiraba antes. Así que le pregunto si todova bien, y entonces me cuenta lo devolver a hacerse la cali.

Dijo que lo había hecho porque noestaba contento con su aspecto. Yo lepregunté si alguien había dicho algosobre eso, porque él no debería hacercaso, pero él dijo que no era por eso. Loque pasa es que no le gustaba cómo sesentía cuando se veía en el espejo. Asíque yo dije: «¿De qué estás hablando?Eres muy mono». Intenté que le dieraotra oportunidad, diciéndole cosas comoque debía pasar más tiempo sin cali

antes de tomar ninguna decisión. Garrettdijo que lo pensaría, pero no sé qué eslo que va a hacer.

En fin, luego estuve pensando en loque le había dicho. ¿Se lo dije porqueno me gusta la cali, o porque quería queviera mi aspecto? Quiero decir, porsupuesto que me gustaba cómo memiraba, y esperaba que condujese aalgo, pero no es como si estuvierasiendo incoherente, ¿no? Si siemprehubiera estado a favor de la cali, perohiciera una excepción en el caso deGarrett, eso sería diferente. Pero estoyen contra de la cali, así que no se tratade eso.

Oh, ¿a quién quiero engañar? Queríaque Garrett se apagase la cali para mipropio beneficio, no porque sea anticali. Y ni siquiera es que yo sea anticali, más bien estoy en contra de que lacali sea un requisito de acceso. Noquiero que nadie más decida que la calime conviene: ni mis padres, ni unaorganización estudiantil. Pero si alguiendecide que quiere la cali para sí mismo,eso me parece muy bien. Así quedebería dejar que Garrett decidiera porél mismo, bien lo sé.

Pero es frustrante, quiero decir, teníatodo este plan organizado, que Garrettme encontraría irresistible, y que se

daría cuenta de que había cometido unerror. Así que estoy decepcionada, esoes todo.

Del discurso de María de Souza eldía antes de la votación:

Hemos alcanzado el punto en el quepodemos empezar a modificar nuestrasmentes. La pregunta es: ¿cuándo resultaapropiado que lo hagamos? Nodeberíamos aceptar de forma automáticaque lo natural es mejor, ni deberíamospresumir de forma automática quepodemos mejorar lo que la naturalezanos ha dado. Es cosa nuestra decidir qué

cualidades valoramos, y cuál es la mejorforma de conseguirlas.

En mi opinión, la belleza física esalgo que ya no necesitamos.

La cali no significa que nunca másconsideraréis a alguien hermoso.Cuando veis una sonrisa sincera, veisbelleza. Cuando veis un acto de valor ode generosidad, veis belleza. Sobretodo, cuando miráis a alguien a quienamáis, veis belleza. Lo único que hacela cali es impedir que os distraigan lassuperficies. La auténtica belleza es loque veis con los ojos del amor, y eso esalgo que nada puede ocultar.

Del discurso emitido por RebeccaBoyer, portavoz de Ciudadanos para laNanotecnología Ética, el día antes dela votación:

Puede que sea posible crear unasociedad de cali pura en un entornoartificial, pero en el mundo real, nuncase conseguirá una aplicación del cienpor cien. Y ésa es la debilidad de lacali. La cali funciona perfectamente sitodo el mundo la tiene, pero con que nola tenga una sola persona, esa persona seaprovechará de todas las demás.

Siempre habrá gente que no se hagala cali; eso está claro. Sólo hay que

pensar en lo que esa gente podría hacer.Un director podría ascender aempleadas atractivas y dejar de lado alas feas, y nadie se daría cuenta. Unaprofesora podría dar buenas notas a losestudiantes atractivos y notas bajas a losfeos, pero nadie se daría cuenta.

Toda la discriminación que tanodiosa resulta podría tener lugar sin quenadie se diera cuenta.

Por supuesto, es posible que esascosas no sucedan. Pero si siemprepudiéramos fiarnos de todo el mundo, anadie se le hubiera ocurrido inventar lacali. De hecho, las personas que tiendena ese tipo de comportamiento lo pondrán

en práctica aún más una vez que no hayaninguna posibilidad de que les pillen.

Si os repele ese tipo de aspectismo,¿cómo podéis permitiros adoptar lacali? Sois precisamente el tipo depersona que hace falta para llamar laatención sobre ese comportamiento,pero si tenéis cali, no seréis capaces dereconocerlo.

Si queréis luchar contra ladiscriminación, mantened los ojosabiertos.

De un programa de EduNoticias:

La iniciativa de caliagnosia de la

universidad de Pembleton fue derrotadapor un porcentaje del sesenta y cuatropor ciento contra el treinta y seis porciento.

Las encuestas indicaban que lamayoría apoyaba la iniciativa hasta unosdías antes de la votación. Muchosestudiantes que eran partidarios de lainiciativa dicen que se lo pensaronmejor después de ver el discurso deRebecca Boyer de Ciudadanos para laNanotecnología Ética, a pesar dehaberse revelado que el CNE había sidofundado por las empresas de cosméticospara oponerse al movimiento procaliagnosia.

Maria de Souza:

Por supuesto que es una decepción,pero inicialmente pensábamos que lainiciativa tenía pocas posibilidades. Eseperiodo en el que la mayoría la apoyabafue pura buena suerte, así que no puededecepcionarme demasiado que la gentecambie de idea. Lo importante es quetodo el mundo está hablando sobre elvalor del aspecto, y cada vez más gentepiensa seriamente sobre la cali.

Y no vamos a detenernos; de hecho,los próximos años serán muyinteresantes. Un fabricante de spex

acaba de sacar una nueva tecnología quepodría cambiarlo todo. Ha conseguidoimplantar marcadores deposicionamiento somático en unas spex,calibrados de forma personalizada paracada persona. Eso quiere decir que nohace falta ni casco ni acudir al médicopara reprogramar el neurostat; basta conponerse las spex y lo puede hacer unomismo.

Es decir, que se podrá apagar yencender la cali cada vez que unoquiera.

De esta forma, no tendremos elproblema de que la gente sienta quedebe renunciar completamente a la

belleza. En vez de eso, podemosdefender la idea de que la belleza esapropiada en ciertas situaciones y no enotras.

Por ejemplo, la gente podría activarla cali cuando esté trabajando, ydesactivarla cuando esté con los amigos.Creo que la gente acepta que la calitiene sus ventajas, y la elegirá al menosa tiempo parcial.

Yo diría que el objetivo último esque la cali sea considerada la formaapropiada de comportamiento entrepersonas educadas. La gente siemprepuede desactivarse la cali en privado,pero la posición para la interacción

pública sería estar libres delaspectismo. Apreciar la belleza seconvertiría en una interacciónconsensuada, algo que sólo se hacecuando ambas partes, el observador y elobservado, están de acuerdo.

De un programa de EduNoticias:

Últimas noticias sobre la iniciativade caliagnosia de Pembleton:EduNoticias ha sabido que se usó unanueva forma de manipulación digital enla emisión del discurso de la portavozdel CNE, Rebecca Boyer.

EduNoticias ha recibido unos

archivos de los GuerrerosSemioTécnicos que contienen lo queparecen ser dos versiones del discurso:la original, obtenida de los ordenadoresde Wyatt/Hayes, y la versión emitida.Los archivos también incluyen elanálisis de los GuerrerosSemioTécnicos de las diferencias entrelas dos versiones.

Las discrepancias sonfundamentalmente mejoras de laentonación vocal, la expresión facial yel lenguaje corporal de la señora Boyer.Los espectadores que ven la versiónoriginal opinan que la actuación de laseñora Boyer es buena, mientras que los

que ven la versión manipulada opinanque su actuación es excelente,describiéndola comoextraordinariamente dinámica ypersuasiva. Los GuerrerosSemioTécnicos concluyen queWyatt/Hayes ha desarrollado un nuevosoftware capaz de ajustar con precisiónlas señales paralingüísticas paramaximizar la respuesta emocional que sedesea evocar en los espectadores. Estoincrementa drásticamente la efectividadde un discurso grabado, especialmentecuando se ve por spex, y su uso en laemisión del CNE probablemente hizoque muchos partidarios de la iniciativa

de caliagnosia cambiasen el sentido desu voto.

Walter Lambert, presidente de laAsociación Nacional de Caliagnosia:

En toda mi carrera, sólo he conocidoa un par de personas que tienen el tipode carisma que proporcionaron a laseñora Boyer en ese discurso. Esa clasede persona emite una especie de campode distorsión de la realidad que lepermite convencerle a uno de casicualquier cosa. Uno se siente conmovidopor su mera presencia, y está dispuesto aabrir la cartera o a acceder a cualquier

cosa que pida. Luego uno recuerda todaslas objeciones que tenía, pero paraentonces, habitualmente, es demasiadotarde. Y estoy realmente asustado ante laidea de que las corporaciones seancapaces de generar ese efecto consoftware.

De lo que se trata es de que esto esotro tipo de estímulo supernormal, comola belleza intachable pero aún máspeligroso. Teníamos una defensa contrala belleza, y Wyatt/Hayes hacontraatacado a otro nivel. Yprotegernos de este tipo de persuasiónva a ser muchísimo más difícil.

Hay un tipo de agnosia tonal llamada

aprosodia que hace que uno sea incapazde oír la entonación de la voz; lo únicoque se oye son las palabras, no la formaen que se pronuncian. También existeuna agnosia que evita que uno reconozcaexpresiones faciales. Adoptar estas dospueden protegerle a uno de este tipo demanipulación, porque sólo podría juzgarun discurso sobre la base de sucontenido; la pronunciación seríainvisible. Pero no puedo recomendarestas agnosias. El resultado no se parecenada a la cali. Si no se puede oír el tonode voz ni leer la expresión de alguien, lahabilidad para interactuar con otrosqueda mutilada. Sería una especie de

autismo altamente funcional. Algunosmiembros de la ANC están adoptandoambas agnosias como forma de protesta,pero nadie espera que haya mucha genteque siga su ejemplo.

Esto significa que una vez que el usode este software se extienda, vamos aenfrentarnos a discursosextraordinariamente persuasivos portodas partes: anuncios, notas de prensa,evangelizadores... Oiremos lasalocuciones más conmovedoras dadaspor políticos o generales desde hacedécadas. Incluso los activistas y losprovocadores culturales los usarán, sólopara seguir a la altura de los poderes

establecidos. Una vez que el alcance deeste software se haga suficientementeamplio, incluso las películas lo usarán:la habilidad de un actor dejará deimportar, porque la actuación de todosserá impresionante.

Pasará lo mismo que sucedió con labelleza: nuestro entorno se saturará deestímulos supernormales, y esto afectaránuestra interacción con la gente real.Cuando todos los presentadores detodos los programas tengan la presenciade Winston Churchill o Martin LutherKing, comenzaremos a considerar que lagente normal, con su uso ordinario deseñales paralingüísticas, es imprecisa y

poco persuasiva. Nos sentiremos cadavez menos satisfechos con las personascon las que interactuamos en la vidareal, porque no serán tan interesantescomo las proyecciones que veremos porlas spex.

Sólo espero que esas spex parareprogramar el neurostat salgan pronto ala venta. Entonces quizá podamosanimar a la gente a adoptar las agnosiasmás fuertes sólo cuando estén viendo elvideo. Ésa puede ser la única formapara que podamos preservar la auténticainteracción humana: si ahorramosnuestras respuestas emocionales para lavida real.

Tamera Lyons:

Sé lo que van a pensar cuando oiganesto, pero... bueno, estoy pensando envolver a hacerme encender la cali.

En cierta forma, es a causa de esevideo de CNE. No me refiero que mevaya a hacer la cali sólo porque lascompañías de maquillaje no quieran quela gente lo haga y esté furiosa con ellas.No es por eso. Pero es difícil deexplicar.

Sí que estoy furiosa con ellas,porque usaron una trampa paramanipular a la gente; no estaban jugando

limpio. Pero eso me hizo darme cuentade que yo estaba haciéndole lo mismo aGarrett. O quería hacerlo, al menos.Estaba intentando usar mi aspecto paraconseguir que volviera conmigo. Y encierta forma eso tampoco es jugarlimpio.

No quiero decir que yo sea tan malacomo los publicistas. Yo quiero aGarrett, y ellos sólo quieren ganardinero. Pero, ¿recuerdan cuando hablabade que la belleza es una especie dehechizo mágico? Te da una ventaja, ycreo que es muy fácil usar mal algo así.Y lo que la cali hace es volver a unapersona inmune a ese tipo de hechizo.

Así que imagino que no deberíasentarme mal que Garrett prefiera serinmune, ya que de entrada yo no deberíaestar intentando obtener una ventaja. Sivuelvo con él, quiero que sea jugandolimpio, porque él me quiera por mímisma.

Lo sé, sólo porque él se haya vueltoa encender la cali no quiere decir que yodeba hacerlo. Me lo he pasado muy bienviendo el aspecto de las caras. Pero siGarrett va a ser inmune, creo que yodebería serlo también. Para estarigualados, ¿entienden? Y si volvemos aestar juntos, quizá nos compremos esasspex nuevas de las que habla todo el

mundo. Entonces podremos apagarnos lacali cuando estemos solos él y yo.

Y supongo que la cali también tienesentido por otras razones. Esasempresas de maquillaje y toda esa genteestán intentando crear necesidades queuno no tendría si estuvieran jugandolimpio, y eso no me gusta. Si voy asentirme deslumbrada viendo unanuncio, será cuando me apetezca, nocuando me lo pongan por delante.Aunque no voy a hacerme esas otrasagnosias, como la tonal, al menos notodavía. Quizá cuando salgan las nuevasspex.

Esto no quiere decir que esté de

acuerdo con que mis padres me criasencon cali. Sigo pensando que seequivocaban; pensaban que librarse dela belleza ayudaría a construir unautopía, y yo no creo en todo eso. Labelleza no es el problema, el problemaes que algunas personas la usan conmalos fines. Y eso es para lo que sirvela cali; te permite protegerte contra eso.No sé, quizá éste no fuera el problemaen la época de mis padres. Pero es algocon lo que tenemos que tratar hoy en día.

Notas sobre los relatos

La torre de Babilonia

Este relato fue inspirado por unaconversación con un amigo, cuandomencionó la versión del mito de la Torrede Babel que le habían enseñado en laescuela hebrea. En ese momento yo sóloconocía la narración del AntiguoTestamento, y no me había impresionadodemasiado. Pero en la versión máselaborada, la torre es tan alta que llevaun año subir hasta lo alto, y cuando unhombre resbala y cae, nadie lo lamenta,

pero cuando un ladrillo se cae, losalbañiles lloran porque tardarán un añoen sustituirlo.

La leyenda original trata sobre lasconsecuencias de desafiar a Dios. Paramí, sin embargo, la historia evocabaimágenes de una ciudad fantástica en elcielo, con reminiscencias del Castillode los Pirineos de Magritte.

Me sentí cautivado por la audacia deesa imagen y comencé a preguntarmecómo podría ser la vida en una ciudadasí.

Tom Disch llamó a este relato«ciencia-ficción babilónica». Cuando loescribí no pensaba que fuera así —los

babilonios conocían lo suficiente lafísica y la astronomía, desde luego, parareconocer que este cuento es un capricho—, pero entendí a lo que se refería. Lospersonajes pueden ser religiosos, peroconfían en la ingeniería antes que en laoración. Ninguna deidad se aparece enel cuento; todo lo que sucede puedeentenderse en términos puramentemecanicistas. Ése es el sentido en elque, a pesar de la obvia diferencia decosmología, el universo del relato separece al nuestro.

Comprende

Éste es el relato más viejo de este

volumen y quizá nunca hubiera sidopublicado de no ser por SpiderRobinson, uno de mis profesores en eltaller de Clarion. Este cuento habíarecibido un puñado de rechazos laprimera vez que lo mandé a las revistas,pero Spider me animó a volver aenviarlo una vez que ya contaba conClarion en mi curriculum. Le hicealgunos cambios y lo volví a enviar, yobtuvo una respuesta mucho mejor estasegunda vez.

La semilla inicial de este relato fueun comentario casual que me hizo uncompañero de cuarto en la universidad;en aquel momento él estaba leyendo La

náusea, de Sartre, cuyo protagonistasólo ve ausencia de sentido en todo loque observa. Pero, ¿cómo sería, sepreguntó mi compañero, encontrarsentido y orden en todo lo que seobserva? Para mí eso sugería unaespecie de percepción aumentada, loque a su vez sugería super-inteligencia.Comencé a pensar en cuál era el puntoen el que las mejoras cuantitativas —mejor memoria, reconocimiento depautas más rápido— se convierten enuna diferencia cualitativa, un modo decognición fundamentalmente diferente.

Otra cosa que me intrigaba era laposibilidad de comprender realmente

cómo funciona nuestra mente.Algunas personas están convencidas

de que es imposible que entendamosnuestra propia mente, ofreciendoanalogías como «uno no puede ver sucara con sus propios ojos». Eso nuncame pareció convincente. Puede ser que,finalmente, no podamos entender nuestramente (para ciertos valores de«entender» y «mente»), pero necesitaréun argumento mucho más persuasivo queése para convencerme.

Dividido entre cero

Hay una famosa ecuación que tieneeste aspecto: eπ + 1 = 0

Cuando entendí por primera vez lasderivaciones de esta ecuación, se mequedó la boca abierta de asombro.

Permitan que intente explicarles porqué.

Una de las cosas que más admiramosen la ficción es un final que seasorprendente y a la vez inevitable.

Esto es lo mismo que caracteriza laelegancia en el diseño: una invenciónque sea inteligente y al mismo tiempoparezca totalmente natural. Por supuesto,sabemos que no son realmenteinevitables; es el ingenio humano el quehace que lo parezcan temporalmente.

Piensen ahora en la ecuación que

figura más arriba. Es definitivamentesorprendente; uno podría trabajar conlos números e, π e i durante años, cadauno en una decena de contextosdiferentes, sin darse cuenta que secruzan de esta forma en concreto. Perouna vez que se perciben lasderivaciones, uno siente que estaecuación es realmente inevitable, queésta es la única forma en que podrían serlas cosas. Es un sentimiento de asombro,como si uno hubiera entrado en contactocon una verdad absoluta.

Una prueba de que las matemáticasson inconsistentes, y que toda sumaravillosa belleza es sólo una ilusión,

sería, a mi parecer, una de las peorescosas que uno podría conocer.

La historia de tu vida

Este relato nació de mi interés en losprincipios variacionales de la física. Heencontrado fascinantes estos principiosdesde que supe de ellos por vezprimera, pero no sabía cómo usarlos enun cuento hasta que vi unarepresentación de Time Flies WhenYou’re Alive, el monólogo de Paul Linkesobre la batalla de su mujer contra elcáncer de mama. Se me ocurrió quepodría usar principios variacionalespara contar una historia sobre la

respuesta de una persona ante loinevitable. Unos años después, esa idease combinó con los comentarios de unaamiga sobre su hijo recién nacido paraformar el núcleo de este cuento.

Para los que estén interesados en lafísica, debo decir que la discusión quetiene lugar en el relato sobre elPrincipio de Tiempo Mínimo de Fermatomite toda mención a sus bases demecánica cuántica. La formulación demecánica cuántica es interesante a sumanera, pero preferí las posibilidadesmetafóricas de la versión clásica.

En cuanto al tema del relato,probablemente el resumen más conciso

de éste que he visto aparece en laintroducción de Kurt Vonnegut a laedición del veinticinco aniversario deMatadero 5:

Stephen Hawking... encontróintrigante la idea de que no podamosrecordar el futuro. Pero recordar elfuturo es para mí ahora un juego deniños. Sé lo que será de mis bebésinermes y confiados porque ahora sonadultos. Sé cómo acabarán mis amigosmás íntimos porque ahora muchos deellos están jubilados o muertos... AStephen Hawking y a todos los que sonmás jóvenes que yo les digo: «Sedpacientes. Vuestro futuro vendrá a

vosotros y se tumbará a vuestros piescomo un perro que os conoce y os quiereseáis quienes seáis».

Setenta y dos letras

Este relato surgió cuando noté unaconexión entre dos ideas quepreviamente había pensado que noguardaban relación alguna. La primeraera el golem.

En la que es probablemente lahistoria más conocida del golem, elrabino Loew de Praga da vida a unaestatua de arcilla para que sirva comodefensor de los judíos, protegiéndolosde las persecuciones. Esta historia

resulta ser una invención moderna quese remonta sólo a 1909. Las historias enlas que el golem se usa como sirvientepara realizar tareas —con diversosgrados de éxito— comenzaron a circularen el siglo XVI, pero tampoco son lasreferencias más antiguas al golem. Enhistorias que se remontan al siglo II, losrabinos animaban golems no pararealizar nada práctico, sino más bienpara demostrar su dominio del arte de lapermutación de letras: buscaban conocermejor a Dios mediante la realización deactos de creación.

Todo el tema del poder creativo dellenguaje ha sido discutido en otros

lugares, por personas más inteligentesque yo. Lo que me parecióparticularmente interesante respecto alos golems fue el hecho de quetradicionalmente son incapaces dehablar. Puesto que el golem es creadomediante el lenguaje, esta limitación estambién una limitación para lareproducción. Si un golem fuera capazde usar el lenguaje, sería capaz deautorreplicarse, a la manera de unamáquina de Von Neumann.

La otra idea en la que había estadopensando era la preformación, la teoríade que los organismos existencompletamente formados en las células

germinales de sus padres. Ahora es fácilconsiderar que esta teoría es ridícula,pero en su época la preformación teníatodo el sentido del mundo. Era un intentode resolver el problema de cómo sepueden replicar los organismos vivos,que es el mismo problema que luegoinspiró las máquinas de Von Neumann.Cuando me di cuenta de eso, me parecióque estaba interesado en las dos ideaspor la misma razón, y supe que tenía queescribir sobre ellas.

La evolución de la ciencia humana

Este ultracorto fue escrito para larevista científica británica Nature. A lo

largo del año 2000, Nature publicó unasección llamada «Futuros»; cada semanaun escritor diferente aportaba untratamiento ficticio de escasa extensiónsobre un desarrollo científico queocurriese en el nuevo milenio. Naturees, casualmente, prima lejana entérminos corporativos de Tor Books, asíque el redactor encargado de «Futuros»,el doctor Henry Gee, le pidió a PatrickNielsen Hayden que sugiriera algunosposibles colaboradores. Patrick fue tanamable de mencionarme.

Puesto que el cuento aparecería enuna revista científica, hacer que tratasesobre una revista científica parecía una

elección obvia. Comencé a preguntarmesobre qué aspecto podría tener ese tipode revista tras el advenimiento de lainteligencia superhumana. WilliamGibson dijo: «El futuro ya está aquí;sólo que no esta repartidohomogéneamente». Ahora mismo haypersonas en el mundo que, si saben queexiste la revolución informática, laconocen sólo como algo que les estásucediendo a otras personas, en algúnotro lugar. Supongo que eso seguirásiendo cierto en cualquier revolucióncientífica que nos espere.

(Unas palabras sobre el título: esteultracorto apareció originalmente bajo

un título elegido por los redactores deNature; he preferido devolverle su títuloinicial para esta nueva edición.)

El Infierno es la ausencia de Dios

De entrada, quise escribir un relatosobre los ángeles después de ver lapelícula Ángeles y demonios, un thrillersobrenatural escrito y dirigido porGregory Widen. Durante mucho tiempointenté pensar en una historia en la quelos ángeles fueran personajes, pero nose me ocurría una idea que me gustase;sólo cuando comencé a pensar en losángeles en tanto que fenómenos de poderaterrador fui capaz de seguir adelante

con el cuento. (Quizá estaba pensandosubconscientemente en Annie Dillard.Más tarde me acordé de que ellaescribió que si los creyentes tuvieranmás fe, se pondrían un casco en lacabeza cuando fueran a la iglesia y seatarían a los reclinatorios.) Pensar endesastres naturales me llevó a pensar enel problema del sufrimiento de losinocentes. Desde la perspectivareligiosa se ha ofrecido una enormegama de consejos a aquéllos que sufren,y parece evidente que no hay una únicarespuesta que pueda satisfacer a todo elmundo; lo que consuela a una personainevitablemente le parece a otra

escandaloso. Piensen en el Libro de Job,por ejemplo.

Para mí, una de las cosas menossatisfactorias del Libro de Job es que, alfinal, Dios recompensa a Job.

Dejen a un lado la cuestión de si losnuevos hijos pueden compensar lapérdida de los anteriores. ¿Por qué Diosle devuelve algo a Job? ¿Por qué esefinal feliz? Uno de los mensajes básicosde ese libro es que la virtud no siemprees recompensada; que a las buenaspersonas les suceden cosas malas. Jobfinalmente acepta esto, probando suvirtud, y por consiguiente esrecompensado. ¿No les parece que esto

debilita el mensaje?Me parece que al Libro de Job le

faltó el valor de sus convicciones: si elautor estuviera realmente comprometidocon la idea de que la virtud no siemprerecibe su recompensa, ¿no creen que ellibro debería haber terminado con unJob absolutamente desposeído de todo?

¿Te gusta lo que ves?(Documental)

Unos psicólogos llevaron a cabo encierta ocasión un experimento en el queuna y otra vez dejaron una falsa solicitudde ingreso a la universidad en unaeropuerto, supuestamente olvidada por

un viajero. Las respuestas en la solicituderan siempre las mismas, pero a vecescambiaron la foto del solicitante ficticio.Resultó que era más probable que lagente enviase por correo la solicitud siel solicitante era atractivo. Quizá estono resulte sorprendente, pero ilustracuan profundamente estamos influidospor el aspecto; favorecemos a laspersonas atractivas incluso en unasituación en la que nunca lasconoceremos.

Pero cualquier discusión sobre lasventajas de la belleza suele veniracompañada por una mención de lacarga que supone. No dudo que la

belleza tiene sus inconvenientes, pero lomismo pasa con todo. ¿Por qué la genteparece simpatizar más con la idea deque la belleza es una carga que, porejemplo, con la idea de que la riqueza esuna carga? Es porque la belleza realizauna vez más su magia: incluso en unadiscusión sobre sus desventajas, labelleza proporciona a sus poseedoresuna ventaja.

Supongo que la belleza físicaexistirá mientras tengamos cuerpo yojos. Pero si la caliagnosia se llega ainventar algún día, yo sería de los que laprobarían.