la nueva poesia venezolana narea

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  • UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO EN HUMACAO SEMANA DE LA LENGUA

    DEL 19 AL 23 DE ABRIL DE 2004

    La nueva poesia venezolana ...vista desde la periferia

    Prof. Mara Narea

    Universidad de Carabobo Venezuela

    Las teoras y las escuelas, como los microbios y los glbulos,

    se devoran entre s y con su lucha aseguran la continuidad de la vida.

    M. Proust

    Sodoma y Gomorra Las antologas literarias son necesarias de alguna manera. Digamos que orientan

    al lector no advertido o que crean paradigmas en relacin con la forma de interpretar la

    labor creadora de un escritor. Sin embargo, no podemos negar que son sesgadas.

    En tal sentido, recordamos un trabajo de Pierre Bourdieu (s/f) titulado Campo

    intelectual y proyecto creador, en el cual ste afirma que:

    la relacin que un creador sostiene con su obra y, por ello, la obra misma, se encuentran afectadas por el sistema de relaciones sociales en las cuales se realiza la creacin como acto de comunicacin, o, con ms precisin, por la posicin del creador en la estructura del campo intelectual (la cual, a su vez, es funcin, al menos en parte, de la obra pasada y de la acogida que ha tenido). Y ms adelante agrega:

  • 2

    el campo intelectual, a la manera de un campo magntico, constituye un sistema de lneas de fuerza: esto es, los agentes o sistemas de agentes que forman parte de l pueden describirse como fuerzas que, al surgir, se oponen y se agregan, confirindole su estructura especfica en un momento dado del tiempo.

    Ese campo intelectual conformado a grandes rasgos por editores, crticos,

    escritores y lectores- define entonces la legitimidad de la obra, aunque los mtodos

    utilizados para esta definicin sean tomados del orden econmico y estn vinculados a la

    comercializacin de la obra de arte y a la publicidad comercial de los productos

    intelectuales que, en ltima instancia, apuntan al consumo de estos bienes simblicos que

    son los libros.

    En este sistema de lneas de fuerza que constituye el campo intelectual, la crtica

    literaria genera los juicios de valor que consagran o soslayan el trabajo intelectual de un

    autor, por supuesto, ligados a los de otros agentes tales como: otros artistas y crticos,

    editores y periodistas que aprecian y dan a conocer la obra aunque no la analicen con los

    criterios cientficos del crtico propiamente dicho (cfr. Bourdieu).

    El editor de vanguardia, por su parte, (y que segn Bourdieu desde el siglo XVIII ha

    venido a sustituir al mecenas) aplica criterios de seleccin que apuestan al riesgo. As:

    Conciente de no poseer la criba que revelara infaliblemente las obras dignas de conservarse, puede profesar a la vez el relativismo esttico ms radical y la fe ms completa en una especie de absoluto del olfato. De hecho, la representacin que tiene de su vocacin especfica de editor de

  • 3

    vanguardia, consciente de no tener otro principio esttico que la desconfianza respecto a todo principio cannico, forma parte necesariamente, de la imagen que el pblico, los crticos y los creadores se hacen de su funcin en la divisin del trabajo intelectual.

    Los autores tambin se ven afectados por este forcejeo del campo intelectual y en

    su proyecto creador muchas veces se evidencia la contradiccin entre la necesidad

    intrnseca de la obra que necesita proseguirse, mejorarse, terminarse, y las restricciones

    sociales que orientan la obra desde afuera.

    Por ltimo:

    El pblico* est tambin invitado a entrar en el juego de las imgenes, indefinidamente reflejadas, que terminan por existir como reales en un universo en que no hay otra cosa real que los reflejos.

    Hasta aqu dejamos esta introduccin que, pensamos, nos permite aclarar el

    sentido de nuestra presencia hoy en la Universidad de Puerto Rico y el concepto de La

    nueva poesa venezolana ...vista desde la periferia.

    Las antologas sobre poesa venezolana son abundantes. El Indice Bibliogrfico

    preparado hace algn tiempo por Horacio Jorge Becco, en nuestro pas, refiere una buena

    cantidad de stas. Es ms, un ao antes y un ao despus de la publicacin de Diez al

    azar (2002), libro que hoy nos convoca a esta discusin, vieron la luz dos muy completas

    e importantes antologas:

    * Subrayado nuestro

  • 4

    - Una de ellas es: Antologa histrica de la poesa venezolana del siglo XX.

    1907-1996, con estudio y seleccin a cargo de Julio Miranda y que fue publicada

    con mucho acierto por la Editorial de la Universidad de Puerto Rico en el ao

    2001. Esta comprende las ms importantes tendencias literarias presentes en

    Venezuela durante el siglo pasado, cuyos ecos resuenan en estos pocos aos

    transcurridos del siglo presente.

    - La otra es: Navegacin de tres siglos (Antologa bsica de la poesa

    venezolana 1826/2002). La seleccin, la presentacin y las notas de esta

    antologa fueron preparadas por Joaqun Marta Sosa, y la edicin correspondi a

    la Fundacin para la Cultura Urbana en el ao 2003. Esta, como su nombre lo

    anuncia, abarca desde el siglo XIX hasta el presente, inicindose con los

    precursores de la poesa venezolana y culminando con algunos de los poetas

    urbanos que configuran el canon potico venezolano en la actualidad.

    Estos esfuerzos, como muchos otros, nos parecen invaluables y establecen una agenda

    conceptual para la literatura venezolana, en el gnero potico. Sin embargo, y esto es

    insoslayable en cualquier latitud, no abarcan la totalidad de la produccin literaria, lo cual

    nos permite contar la experiencia de Diez al azar. Antologa perifrica de la nueva

    poesa venezolana, editada en San Juan y Santo Domingo por Isla Negra, en el ao 2002.

    Este pequeo volumen nos fue solicitado por Carlos Roberto Gmez en nuestra primera

    visita a Puerto Rico, a finales de 2001, para ser presentado el ao siguiente en la Feria

    Internacional del Libro de Santo Domingo, Repblica Dominicana, cuya edicin estuvo

    dedicada a Venezuela. Me permito leer el Prlogo del libro preparado por nosotros a tal

  • 5

    efecto. Este explica los criterios que fundamentaron la seleccin que, dicho sea de paso,

    no pretenden ni competir ni ignorar las ofertas de otras antologas.

    Prlogo

    DIEZ AL AZAR

    La historia de la poesa venezolana es rica y fructfera. La discusin

    finisecular (emprendida en los ltimos aos de los siglos XIX y XX) sobre la

    decadencia del gnero no tiene fundamento en nuestro pas. Nuestros poetas han

    sabido abrirse caminos, a pesar de las dificultades editoriales y de los avatares que

    acompaan la asuncin del ejercicio potico.

    Sin embargo, la concentracin alrededor de ciertos ncleos que permiten que

    un poeta exista vivir en Caracas, pertenecer a alguna institucin cultural del

    Estado, contar con la aceptacin del campo intelectual (sobre todo de la crtica

    literaria) tener los medios econmicos para editar, entre otros-, impiden que gran

    parte de la poesa que se produce actualmente en Venezuela sea difundida y, mucho

    menos leda por el pblico.

    Por otra parte, las editoriales no abundan en nuestro medio. Algunos esfuerzos

    alternativos (sin subvencin oficial alguna) cumplen su trabajo venciendo

    numerosas dificultades. Adems, la narrativa, el ensayo y, ltimamente la literatura

    light o de autoayuda, dejan mejores ganancias al mercado editorial y, en tal sentido,

    merman la posibilidad de que la poesa tenga un lugar relevante a la hora de decidir

    qu se publica. Son las revistas, entonces, y los suplementos literarios, los que han

    recogido mayormente la produccin potica de las ltimas dcadas.

  • 6

    Pensando en esta situacin, esbozada apenas en las lneas anteriores, se ha

    concebido Diez al azar. Probablemente no sea una antologa para complacer.

    Muchos nombres ya canonizados y cuyo trabajo potico, sin duda alguna, es de

    altsima calidad- no aparecen en esta seleccin. No se trata, sin embargo, de una

    exclusin injusta. Nos anima ms bien e deseo de dar a conocer quizs desde un

    gusto muy particular- oras voces que tambin se estn gestando en la periferia y

    se nos present la oportunidad cuando nos encargaron esta Antologa.

    En tal sentido, los criterios que fundamentaron esta seleccin fueron los

    siguientes: que los poetas hubieran nacido a partir de 1950, que tuvieran obra

    publicada (en libros, antologas, o revistas literarias), que no representaran

    exclusivamente a la capital y que, adems su poesa revelara un feliz proceso de

    maduracin y reflexin acerca de la palabra potica.

    Son diez los autores: Lzaro lvarez, Natalia Chourio, Marcos Gonzlez,

    Leisie Montiel Spluga, Abraham Salloum Bitar, Csar Seco, Maylen Sosa, Pedro

    Surez, Carlos Villaverde y Cheo Vizcaya. La mayora de ellos son desconocidos a

    nivel nacional, escriben desde la provincia donde han asumido su trabajo creador en

    silencio pero con la constancia necesaria para que ya no puedan ser obviados.

    La expresin de estos poetas, sin embargo, no puede calificarse desde la

    marginalidad: ni lo urbano ni lo rural estn planteados en trminos convencionales.

    Ni el paisaje llanero ni las extraordinarias bellezas naturales el ro Orinoco, por

    ejemplo- son representados como un referente denotativo, se convierten ms bien

    en pretextos para el erotismo o la irreverencia, combinados con una buena dosis de

    humor e irona, en muchos casos. El trabajo de Vizcaya y Villaverde, as como el

  • 7

    de Pedro Surez y Csar Seco, en algunos de sus poemas, dan cuenta de este

    tratamiento.

    El amor, la muerte o la soledad no son temas planteados desde una visin

    plaidera, ms bien encontramos en ellos una falta de solemnidad que acusa

    tambin una ausencia de ingenuidad, una perspectiva transgresora que los lleva a

    nombrar lo otro que se nos escapa, tal vez por la voracidad cotidiana. Pienso en

    Leisie Montiel, de nuevo en Marcos Gonzlez y en Carlos Villaverde.

    El erotismo tambin est presente en todos los autores, ya como un proceso

    ldico y travieso, ya como decantacin del recuerdo amoroso. Lo encontramos

    presente, entre otros, en las poetas ms jvenes de la Antologa, Natalia Chourio y

    Maylen Sosa, quienes han ido refinando con gran fuerza este tema.

    No es ajena tampoco en estos poetas la reflexin sobre la escritura misma, o

    sobre el conocido reto de la pgina en blanco: en los momentos menos

    afortunados, en los que la palabra se niega, se resiste, emerge la voz del poeta,

    empecinada e incapaz, para doblegar y transgredir esa resistencia a punta de

    empeo. Varios de los poemas de esta muestra as lo testimonian. Algunos de

    ellos, como Abraham Salloum Bitar, se han ido acercando a la reflexin filosfica

    en su proceso creador.

    Otros han generado, adems de un ejercicio sostenido de la poesa, proyectos

    editoriales alternativos que estn ganando un espacio firme y de alta factura

    aunque de alcance limitado- en el proceso literario nacional y tambin

    internacional. Es ste ltimo el caso de Carlos Villaverde, director del Fondo

    Editorial Predios, con incidencia fundamental en Carabobo y Ciudad Guayana;

  • 8

    Lzaro lvarez, colaborador junto al tambin poeta Orlando Barreto, de la Revista

    La oruga luminosa, con sede en Yaracuy; e igualmente, Abraham Salloum Bitar,

    quien ha fundado y dirigido varias revistas en el sur del pas.

    En fin, estos diez escritores representan una muestra de la nueva poesa

    venezolana, que esperamos sea del agrado de los lectores. Ellos se encuentran

    dispersos en distintos puntos del pas, haciendo cada uno lo suyo, sin ms

    vinculacin que la que les da esta antologa que los quiso reunir al azar.

    Mara Narea

    Valencia, Venezuela, marzo 2002

    Como puede verse, Diez al azar no pretende competir con ninguna otra antologa, como

    muchas tambin est sesgada. Quizs su nica pretensin sea llamar la atencin del

    campo intelectual. Tal vez ms pronto que tarde, algunos de los poetas que la integran se

    canonicen, pero lo interesante es el forcejeo entre los puntos de tensin de ese mismo

    campo. Los nombres y las propuestas poticas irn cambiando y renovndose y esto es lo

    que no debemos perder de vista.

  • 9

    LA FIGURA DEL BANDIDO

    REPRESENTADA EN OVEJN

    (Marzo 1998)

    La figura del bandido surge en el siglo XIX en gran parte de la Amrica Latina

    espaola. Las rebeliones populares, expresadas a travs del bandolerismo, se suscitan en

    el continente como un medio de protesta en contra de las injusticias sociales y

    econmicas.

    Segn Hobsbawm el bandolerismo social se da en sociedades basadas en la

    agricultura y que se componen fundamentalmente de campesinos y trabajadores sin

    tierra oprimidos y explotados por algn otro: seores, ciudades, gobiernos, legisladores e

    incluso bancos.1

    La modernizacin elimina las condiciones de su surgimiento, por lo tanto, los

    siglos XIX y principios del XX fueron su gran poca. El perfeccionamiento de la

    economa, la construccin de carreteras, la industrializacin, cambian la faz de las

    naciones recin constituidas y, en consecuencia, contribuyen a la extincin de estas

    rebeliones.

    Mxico, Brasil y Argentina fueron escenario fecundo para las protestas populares

    caracterizadas por bandidos. En el caso de Venezuela tambin encontramos el

    desacuerdo popular con los gobiernos y su representacin de la autoridad. Bradford

    Burns apunta al respecto lo siguiente:

    Debajo de las rebeliones polticas que perturbaron a Venezuela entre 1844 y 1848, diversas corrientes rurales de inquietud social iban formando remolinos, en un deseo de rectificar las evidentes injusticias sociales. Las masas rurales abandonaron las haciendas para tomar las armas demandando una reforma agraria, la abolicin de la esclavitud y el fin de los impuestos. Algunos de los esclavos manumisos que participaron en las insurrecciones abogaban por la expulsin de los

  • 10

    blancos de Venezuela, ya que asociaban a las instituciones opresivas con la poblacin blanca.2

    La representacin literaria de estas convulsiones sociales ha encontrado un campo

    fecundo en la figura del bandido. Es el caso, por ejemplo, de El Zarco (1901) de Ignacio

    Manuel Altamirano, en Mxico, y de Ovejn -el cuento, de Luis Manuel Urbaneja

    Achelpohl y la novela, del Br. Sansn Carrasco-, en Venezuela. Es esta ltima

    representacin la que nos interesa caracterizar en este breve trabajo.

    La figura del bandido representada en Ovejn:

    Ovejn es una figura legendaria en la historia y en la literatura venezolanas. Su

    existencia se sita en el siglo pasado y sus aventuras y fechoras pueden ubicarse

    mayoritariamente en el Estado Aragua.

    La versin que nos ofrece el Br. Sansn Carrasco (seudnimo de Daniel Muoz,

    escritor del que no poseemos mayor informacin) en su novela Ovejn (1890)3 es

    inicialmente humorstica, ya que posee rasgos de la picaresca y la construccin de

    situaciones y personajes es a la vez irnica y divertida, excepto en las Conclusiones

    donde el sermn adquiere rasgos moralizantes y reformadores y sirve de pretexto para

    reconstituir el orden. La novela est estructurada en 10 captulos ms el Prefacio y las

    Conclusiones.

    La novela comienza con la incursin de un personaje desconocido en una casa del

    pueblo de La Victoria. La casa es la de Don Clmaco Jilbanes, quien vive en ella con su

    esposa Asiscla y su hija Eufrosina. Esta ltima ha citado a su novio a media noche, pero

    por un equvoco llega primero el famoso ladrn Ovejn -enemigo de Don Clmaco-, cuyo

    propsito es robar, pero es confundido por Eufrosina con Diego, su novio. Se produce el

    encuentro entre los dos supuestos amantes y luego se descubre todo el enredo. Ovejn,

    quien ha quedado prendado de Eufrosina y viceversa, es sorprendido por el padre de stA

    y ante tal circunstancia devuelve el botn robado al dueo de la casa. Diego Tenazas,

  • 11

    pulpero, llega tarde a la cita y cae del techo. Ante el escndalo y la confesin de este

    ltimo, Eufrosina niega su relacin con l y el hombre es apaleado por los guardias del

    comisario Clmaco Jilbanes. Eufrosina queda embarazada de su encuentro con Ovejn y

    a partir de aqu comienza a desarrollarse la historia con la inclusin de otros personajes:

    Paquito Caracal, novio de Rosarito Montebello y cmplice de Juan Rodrguez, alias

    Ovejn; el ingls Sir Johon Wiski, quien finalmente muere y se casa con Rosarito

    dejndole su fortuna; el letrado don Anselmo Perozo (poeta de la nueva escuela); el

    Licenciado Vidriera (de nio, Simplicio Drogas); Doa Rudecinda, abuela de Simplicio

    y amante del sacristn; as como otros personajes menos relevantes.

    Juan Rodrguez -alias Ovejn en la Victoria y alias Sinforiano Alas en

    Caracas, especficamente en El Guarataro- era hijo de Felipa Vsquez, aficionada a la

    nigromancia al igual que Asiscla, la madre de Eufrosina. Ya desde la edad de siete aos

    comenz a dar muestras de sus habilidades para el robo en la poblacin de La Victoria.

    Ms adelante cuando l mismo relata sus fechoras a los integrantes de la familia

    Jilbanes -quienes se vuelven sus cmplices- podemos los lectores conocer algunas de sus

    caractersticas, entre ellas: nunca es atrapado, siempre escapa; pratica la solidaridad con

    los suyos (cuando ayuda a escapar a Paquito Caracal); acta en la oscuridad, posee un

    sobrenombre, usa mltiples disfraces y, lo ms importante, su cdigo de honor le

    impide matar, slo lo ha hecho una vez en su vida, pero desde que mat a Isturris hizo

    un voto solemnsimo de evitar por todos los medios posibles la efusin de sangre (p.

    137). Finalmente, es traicionado por un antiguo compinche y logran capturarlo. El

    General Alcntara ordena a un soldado que lo mate en el calabozo, ste le dispara y

    despus lo rematan a bayonetazos. Eufrosina se vuelve loca, pierde a su hijo y una tisis

    termina con su vida. Slo don Clmaco y doa Asiscla asisten al entierro de Ovejn.

    Llama la atencin en la novela la denuncia que se hace del Estado delincuente,

    representado por las autoridades civiles y eclesisticas. Por un lado don Clmaco, quien

    es comisario, se une a Ovejn y lo encubre; por el otro, el sacristn de la iglesia regala

    gallinas y huevos a doa Rudecinda para obtener sus favores. Es curioso, sin embargo,

    que el discurso moralizante al final de la novela sea un sermn religioso, a travs del cual

  • 12

    se responsabiliza a las madres del infortunio de las hijas y de la prdida de su virtud.

    Asiscla al escucharlo siente remordimientos por la muerte de Eufrosina, sufre un colapso

    y muere. Asiscla era nigromante y preparaba filtros de amor; tambin lo era Felipa, la

    madre de Ovejn. Quizs la representacin literaria escogida por el autor, la cual lo

    aproxima empticamente a Ovejn, sea exorcizada por el seudnimo mismo que utiliza:

    Br. Sansn Carrasco, quien en la novela de Cervantes es un vecino que se hace pasar por

    caballero y lucha con Don Quijote para ser vencido inicialmente por ste, pero que al

    final, en una segunda lucha, disfrazado de El Caballero de la Luna, logra vencer al

    manchego y regresarlo a la normalidad.

    La otra representacin de Ovejn la realiza Luis Manuel Urbaneja Achelpohl en

    su cuento homnimo. En este caso la cualidad relevante del bandolero es la solidaridad,

    expresada al mendigo, su igual, a quien cura y regala un venezolano de oro,

    despidindose con la frase Hoy por ti, maana por m.4 Otro de los rasgos que destaca

    el cuento es la capacidad de evasin del ladrn, que en este caso es posible gracias a la

    complicidad del mendigo, quien ante la huda de Ovejn guarda silencio y tumba a la

    potranca que lo persegua, renunciando a la recompensa de los quinientos pesos y

    correspondiendo a la solidaridad que inicialmente tuvo para con l el bandido.

    Segn Hobsbawm:

    Lo esencial de los bandoleros sociales es que son campesinos fuera de la ley, a los que el seor y el estado consideran criminales, pero que permanecen dentro de la sociedad campesina y son considerados por su gente como hroes, paladines, vengadores, luchadores por la justicia, a veces incluso lderes de la liberacin, y en cualquier caso como personas a las que admirar, ayudar y apoyar.5

    Esta condicin de solidaridad e identidad totales marca la relacin del bandido

    con los campesinos, por eso identificamos a la figura de Ovejn con la del ladrn

    noble, desarrollada por Hobsbawm, segn la cual ste es considerado como un agente

    de justicia e incluso un restaurador de la tica.6 En la novela, Ovejn devuelve lo

  • 13

    robado a don Clmaco por amor a Eufrosina; en el cuento, se compadece del mendigo y

    le fabrica una venda de su propia ropa para curarle la herida.

    Ahora bien, Hobsbawm reconoce una situacin social ambigua en el bandido, ya

    que aunque es un marginado y un rebelde que establece su libertad por la fuerza y esto lo

    aproxima a los pobres: Al mismo tiempo, el bandido resulta inevitablemente apresado

    en la trama de la riqueza y el poder, porque a diferencia de otros campesinos, adquiere

    riqueza y ejerce poder.7

    Para Mart, el bandido est fuera de la ley, por lo tanto no hay que pactar con l,

    pero tampoco es justicia matarlo a traicin. El mismo Hobsbawm refiere en su libro

    cmo el apstol cubano rechaz dinero que le enviara Manuel Garca, el rey del campo

    cubano, para su causa revolucionaria.8 En un trabajo publicado por Mart en La

    Opinin Nacional (Caracas, 1882)9, sobre el bandido Jesse James, el escritor de ninguna

    manera ensalza sus crmenes: Dnde hallan, cmo quieren hallar diarios y cronistas,

    hazaas de caballero manchego en ese ensangrentador de los caminos?10. Pero s

    recrimina a la autoridad el no impartir justicia y utilizar la violencia -al asesinar al

    bandido- como medio para restituir el orden.

    Bien es que le mat un amigo suyo por la espalda, y por dineros que le ofreci para que le matase, el Gobernador. Bien es que merezca ser echado de la casa de Gobierno, quien para gobernar haya de menester, en vez de vara de justicia, de pual de asesino. (...) Pues, qu respeto merece el Juez, si comete el mismo crimen que el criminal?11

    Y cierra su relato Mart denunciando la rapia de la autoridad en el entierro de

    James:

    ... llevaban los cordones del fretro del bandolero los corregidores del lugar y millares de personas, con los ojos hmedos de llanto, acudieron a ver caer en la fosa a aquel que rompi tantas veces con la bala de su pistola el crneo de los hombres, con la misma quietud serena con que una ardilla quiebra una avellana. Y los empleados de la

  • 14

    polica del lugar quedaron arrebatndose la yegua veloz en que mont el bandido.12

    Esta misma postura es la del Br. Sansn Carrasco en su relato al referir la muerte

    de Ovejn:

    Toda La Victoria es testigo de la heroicidad desplegada por Juan Rodrguez en el da aciago en que como las cinco y media de la maana, fue sorprendido funestamente por una turba feroz, que hambrienta de matanza, unos por vocacin al asesinato, y otros por espritu de venganza, le acometieron al sn de hrrida vocera... Un instante despus le remataban bayonetazos, quitando as inhumanamente la preciosa existencia un hombre, que si es verdad que ejerca un oficio infame y detestable, (...) en cambio tena un alma noble y un corazn que abrigaba los ms humanitarios sentimientos...13

    De igual manera representa Carrasco en su texto la codicia de Jilbanes y su mujer

    al aceptar el botn de Ovejn, ya que, por otra parte, son los nicos que asisten a su

    entierro.

    Hay otro aspecto importante en la caracterizacin del personaje del bandido y es

    su condicin de smbolo. Ovejn (de Sansn Carrasco) dialoga con otros textos, entre

    ello Zrate (1882), de Eduardo Blanco.14 Pero mientras Ovejn es condenado, en

    Zrate puede leerse una ambigedad: la del llanero salvaje que al mismo tiempo resulta

    redimido y que se expresa en:

    ... el enfrentamiento entre el mundo patriarcal, representado por Carlos Delamar, donde prevalecen los valores coloniales, y las nuevas condiciones sociales y polticas, en las que predominan la apariencia y la mentira y cuyo mximo representante es Bustilln.15

    En Venezuela, tras la Independencia, Pez restablece en buena medida el orden

    social anterior -incluso aboliendo las confiscaciones-: despus de un intermedio liberal

    en los aos 40, vuelve Pez a imponer el dominio conservador. Es ste el referente

    histrico que sirve de base a la ficcionalizacin en Zrate.

  • 15

    Para construir la nacin es preciso erradicar lo brbaro y esto es lo que ocurre con

    la redencin de Santos Zrate, quien es perdonado por Pez a cambio de que se convierta

    en un hombre de bien y, aunque finalmente muere, logra enderezar los entuertos y salvar

    de la condena al capitn Delamar.

    Sandalio Bustilln, el arribista que posee la letra, representa el disfraz, la mscara

    y los valores negativos de la sociedad emergente; aunque Santos Zrate tambin tiene una

    doble cara. Los nombres de ambos personajes son alegricos. (Recuerdan a Santos

    Luzardo y a Doa Brbara, representaciones de la civilizacin y la barbarie).

    Zrate, como figura del llanero, representa la naturaleza, susceptible de ser

    domada por el mundo cultural -lo racional, lo legitimado- como efectivamente ocurre.

    Zrate se mueve en dos mundos a travs de sus dos identidades: en la hacienda El

    Torren es Oliveros y en los Valles de Aragua, Zrate.

    A propsito de la identidad del bandido, Josefina Ludmer afirma lo siguiente:

    El delincuente est marcado, en el conjunto del corpus, por dos tipos de diferencias simblicas: de orden o jerarqua y de nombre. Entra en un espacio donde antes hubo otro y por lo tanto aparece de entrada como un segundo, el que viene despus del principal: su campo es el de la secundariedad social, econmica, poltica, militar, familiar. (...) Adems tiene una falta en el nombre en relacin con los otros nombres de la ficcin, y hasta puede carecer totalmente de nombre. Si todos los personajes tienen nombre, l slo tiene un sobrenombre (...); si tienen dos nombres, o un nombre y un ttulo, l slo tiene uno. (...) Sus delitos son los de las diferencias simblicas, de orden y de nombre.16

    Esta falta de nombre -o la sola presencia de un sobrenombre- en el bandido lo

    sita socialmente en otro plano: el del disfraz y el enmascaramiento, pero tambin en el

    de una identidad que pretende ser borrada por carecer de legitimidad. Sin embargo, la

    imagen cultural del bandido simboliza mucho ms que la documentacin acerca de la

  • 16

    vida de las sociedades rurales del pasado, hay en ella un deseo de libertad, justicia y

    heroismo. Y son precisamente los intelectuales quienes la han recuperado. Quizs por

    eso Hobsbawm afirma que:

    Los bandidos pertenecen a la historia recordada, que es distinta de la historia oficial de los libros. Son parte de la historia que no consiste tanto en un registro de acontecimientos y de los personajes que los protagonizaron, cuanto en los smbolos de los factores -tericamente determinables pero an no determinados- que configuran el mundo de los pobres: de los reyes justos y de los hombres que llevan la justicia al pueblo. Esta es la razn por la cual las leyendas de bandidos an tienen capacidad para emocionarnos.17

    Referencias bibliogrficas:

    1 HOBSBAWM, E.J. Bandidos. Barcelona, Espaa: Editorial Airel. 1976. p. 13. 2 BRADFORD BURNS, E. La pobreza del progreso. Mxico: Siglo XXI Editores. 1990. Cap. Habla el pueblo. p. 144. 3 CARRASCO, Br. Sansn. Ovejn (Cuadros de Costumbres Populares). Caracas: Tipografa de El Cojo. 1890. 4 URBANEJA ACHELPOHL, Luis Manuel. Ovejn. En: Seleccin de cuentos. Caracas: Monte Avila Editores, C.A. 1981. pp. 21-28. 5 HOBSBAWM. Op. cit. p. 10. 6 bid. p. 48. 7 bid. p. 107. 8 bid. p. 130. 9 MART, Jos. Jesse James, gran bandido. En: Obras Completas. Tomo 13. En los Estados Unidos: Norteamericanos. La Habana: Editorial Nacional de Cuba. 1964. pp. 239-241. 10 bid. p. 241. 11 dem.

  • 17

    12 dem. 13 CARRASCO. Op. cit. p. 151. 14 BLANCO, Eduardo. Zrate. Caracas: Editorial Panapo. 1987. 228 pgs. 15 SILVA, Paulette. Dos caras. Un retrato y la bsqueda de un nombre. El letrado ante la modernizacin en Zrate de Eduardo Blanco. En: Esplendores y miserias del siglo XIX. (VVAA). Caracas: Monte Avila Latinoamericana - Equinoccio, Ediciones de la Universidad Simn Bolvar. 1994. p. 413. 16 LUDMER, Josefina. El delito: ficciones de exclusin y sueos de justicia. En: Revista de Crtica Latinoamericana. Ao XIX. N 38. Lima, 2 semestre de 1993; p. 148.

    17 HOBSBAWM. Op. cit. p. 172.

  • 18

    HEMISFERIO IMPOSIBLE

    MARA NAREA

  • 19

    PREFACIO ENCLAVADO EN LA TERNURA

    Jos Carlos De Nbrega

    Sin duda que la prosa de Mara Narea me sugiere msica. De diversa fuente y

    gnero. Por ejemplo, el folk rock de Fleetwood Mac: estriba en la limpidez del sonido,

    bien sea la brillante ejecucin de la batera por Mick Fleetwood, o la sensual voz de

    Stevie Nicks enfundada en el vaporoso y difano vestido que resalta su figura apetecible.

    Valgan dos de sus canciones ms emblemticas, Dreams del lbum Rumours y Sara

    del doble acetato Tusk. Me recuerda, por otra parte, al Duke Ellington de las

    elegantsimas piezas Solitude y Autumn Leaves. El discurso ensaystico de Mara se hace

    aterciopelado, no obstante la trascendencia y la organicidad de los temas que toca en su

    segunda entrega: Hemisferio Imposible. Las grciles figuras de esta alfombra son

    hiladas con sutileza al igual que las Flores de la Casa Clida del tambin jazzista

    norteamericano Wynton Marsalis. La transparencia del libro justifica la gratificacin de

    su lectura. Definitivamente, la Mara docente no se divorcia de la excelente y cuidadosa

    escritora que es por fortuna. Incluso, durante una velada en el marco del II Encuentro por

    una Lectura Transdiciplinaria del Texto Literario (1999), cautiv a los que la queremos

    entraablemente con una tierna interpretacin de Vereda Tropical. La ldica asuncin de

    la Academia va a la para del placer por el arte, profesin de vida y fe en el mundo que se

    hace palabra sentida y no se entrampa o atasca en pomposas y distantes categoras de

    entenebrecidas escuelas de la Crtica Literaria. Mara, a Dios gracias, forma parte de un

    entorno afectivo, artstico y escritural del cual me jacto: Pedro Tllez, Carlos Yusti,

    Slavko Zupcic, Jess Puerta, Adhely Rivero, Reynaldo Prez S, Maritza Isabel Prez, el

    Gallo Mujica, Marisol Pradas, Arnaldo Jimnez, Sergio Quitral, Carlos Villaverde, Laura

    Antillano, Luis Alberto Angulo, Juan Aquino, Javier Tllez y Argenis Salazar, entre

    muchos otros. Esta familia ha hecho vivible y confortable nuestra ciudad, golpeada y

    ultrajada por la mezquindad de los politicastros de siempre.

  • 20

    Subyace en Hemisferio Imposible una preocupacin por la literatura

    latinoamericana, en especial la venezolana, encontrndose esta ltima desatendida salvo

    notables excepciones- y a la deriva por la irresponsabilidad y displicencia de nuestro

    estamento crtico y/o profesoral. Este conjunto de diez ensayos, muy bien estructurado

    por cierto, supone precisamente una apuesta denodada por la divulgacin y promocin de

    nuestras letras, en tanto instancia necesaria de encuentro y discusin pertinentes a nivel

    continental. Es continuacin de un esfuerzo crtico de notable vala iniciado con su

    primer libro, Pedro Emilio Coll, un excntrico del Hamlet Club (1999), editado

    tambin por Carlos Villaverde en la coleccin de ensayo de Predios. Sin temor alguno,

    realiza interesantes lecturas del mal llamado Boom de la Narrativa Latinoamericana,

    centrando su atencin en libros paradigmticos como Cien Aos de Soledad de Gabriel

    Garca Mrquez y La Ciudad y los Perros de Mario Vargas Llosa. Obviando las

    diferencias ideolgicas y personales de ambos autores, destila respeto por ambas

    propuestas novelsticas. En el primer caso, haciendo eco interpretativo de dos ensayos de

    Carlos Fuentes, destaca la configuracin de Macondo como bsqueda pica de la Utopa,

    reconstruccin de la historia de Amrica Latina a contracorriente de la historiografa

    oficial y sus ms conspicuos y embusteros publicistas. Ello se desenvuelve en el magma

    del lenguaje, ambiguo y fragmentario, provisto de supersticin, morbo y vsceras: es el

    cloc cloc de los huesos en el talego-almohada que abraza una Rebeca en su insomne

    alucinacin, o el perturbado transcurrir del tiempo histrico ficcionalizado en la labor de

    Ssifo que acomete Aureliano como orfebre y verdugo de sus veinticinco pescaditos de

    oro. Personalmente, he sentido el agobio del calor soporfero de Macondo leyendo La

    Hojarasca, muy a pesar de los quince grados centgrados de la Caracas de mi

    preadolescencia. En el otro caso, el Colegio Militar engulle en su atmsfera totalitaria a

    los oficiales y cadetes por igual, para luego vomitarlos al inhspito espacio de la ciudad

    de Lima. Aparte de la extraordinaria versin flmica de Francisco Lombardi de 1985,el

    confinamiento transmutado en soledad por va del envilecimiento se hace patente tambin

    en la novela Las Tribulaciones del Joven Torless de Mussil impactante su puesta en

    escena por Schloendorff en el film homnimo- y la pelcula Full Metal Jacket de

    Kubrick. Sin importar la locacin Per, Alemania o Estados Unidos-, las instituciones

  • 21

    militares, escolares y penitenciarias constituyen el teatro de operaciones por las cuales el

    status quo se enseorea de los seres humanos en la ausencia de la libertad y la

    confraternidad. La literatura y el arte, como bien lo resalta nuestra autora en la pericia y

    fluidez de su espritu conversacional pues el discurso ensaystico implica dilogo en

    libertad-, son la sufrida alternativa al acoso mortal del cautiverio al que nos quiere reducir

    el orden poltico, econmico y social de turno.

    El quinto ensayo de Hemisferio Imposible me regocij tremendamente. Tantas

    veces Bryce es una pieza ingeniosa e inteligente en la complicidad de nuestro gusto

    comn por este estupendo autor y personaje. No sabemos, finalmente, quin es quin:

    Alfredo Bryce Echenique se deja confundir en una mltiple nomenclatura, el Manolo de

    su primer libro de cuentos Huerto Cerrado, el Pedro Valbuena de Tantas veces Pedro, o

    el aturdido bufn de s mismo que es Martn Romaa. La humanidad de este hroe, en su

    accidentado y resbaloso periplo hacia una taca que es a la vez varios lugares la

    nostlgica Lima de la infancia y la adolescencia, Para ciudad luz a la que se le fueron

    los plomos, la campia italiana, pro ejemplo-, se tiende febril y embriagada de vida en el

    Silln Voltaire de la parodia. Bien nos lo revela nuestra Mara: La Epopeya es

    Imaginacin, este Buda Gautama limeo va en pos del festivo Nirvana, no en balde los

    desencuentros amorosos y el apoyo financiero de un padre sumido en la decepcin. Hay

    que saborear Las notas que duermen en las cuerdas: Hacia las tres de la madrugada,

    Manolo continuaba su extrao paseo. Hacia las cuatro de la madrugada, un hombre

    qued sorprendido, al cruzarse con un muchacho de quince aos, que caminaba con el

    rostro baado en lgrimas.

    Otro de mis ensayos preferidos del libro es el que trata la paradjica figura del

    Generalsimo Francisco de Miranda. Se apoya en diversas referencias literarias e

    historiogrficas para recuperar la profunda humanidad del personaje, detenido en nuestro

    imaginario gracias al cuadro de Arturo Michelena Miranda en la Carraca. El abordaje

    del personaje histrico y ficcionalizado se ocupa como pregonaba Gracin en El

    Confesionario- de leer en el libro vivo que es Francisco de Miranda, no de entronizarlo

  • 22

    en el santoral patriotero y chauvinista que, lejos de enaltecerle, le reduce a la

    unidimensionalidad. Mara, ya se sabe el paradero del bal contentivo de los vellos

    pbicos que reuni al hroe durante su dilatada carrera ertica? No se deja de lado en tu

    trabajo ninguna de las aristas de Miranda: el egregio, el smbolo sexual, el librepensador,

    el personaje trgico y, sobre todo, como discurso legitimador y/o deslegitimador.

    Nuestra mirada ha de proyectarse ms all de su nombre inscrito en el Arco del Triunfo

    de Pars. Pues si de virtudes se trata, Miranda auscult atentamente su poca histrica,

    diagnstico que le condujo a la vanguardia poltica e intelectual del momento. Por

    supuesto, ello en las irregularidades y situaciones extremas tpicas de los procesos

    revolucionarios. El extenso periplo geogrfico e intelectual de nuestro personaje

    recobrado, apunt con obstinacin al ejercicio de la libertad, ensayando incluso variados

    y paradjicos medios o artificios. Para una muestra, tenemos el caso de su relacin

    ntima con la zarina Catalina II, La Grande. Como se sabe, fue a Rusia en procura de

    apoyo poltico y financiero respecto a la Independencia de Amrica del Sur, aquella

    amante a la que bautiz con el nombre de Colombeia. He aqu un tringulo amoroso,

    segn Pancho Herrera Luque: Catalina era una vieja horrenda, de una obesidad

    origistica, por lo tanto La Emperatriz de Rusia fue quizs el ms grande esfuerzo que

    hizo el Generalsimo por la causa de la libertad. Todo vale, vale todo: revolcarse en la

    cama con una abuelita ardiente, birlarle la plata para luego ofrendarla a una pber pero

    esquiva Colombeia. Los lectores agradecemos a escritores como Caracciolo Parra Prez,

    Mariano Picn Salas, Toms Polanco Alcntara, Denzil Romero, Miguel ngel Campos,

    Pedro Tllez y Mara Narea la vindicacin y la recuperacin del hombre Francisco de

    Miranda en todas sus implicaciones.

    El resto de la obra ratifica la transparente prosa de Mara Narea, amn del atinado

    enfoque de los temas que la embargan, centrados en la tensin habida entre el discurso

    literario y el historiogrfico. Los ensayos se balancean triunfalmente del rigor intelectual

    a la sorprendente y asombrada austeridad del estilo, prximo ms bien a una

    conversacin de sobremesa. El lector se explayar en la holgura y el solaz de la butaca,

    dadas las honestas y graciosas coordenadas del pensamiento de nuestra amiga.

  • 23

    Hallaremos magnficas aproximaciones a la obra de autores como Carmen Boullosa,

    Octavio Paz, Pancho Herrera Luque y Gustavo Pereira. Es para m una delicia dejarme

    llevar por la tierna personalidad de Mara Narea inmanente en este Hemisferio

    Imposible, ello justifica estas lneas consentidas y acariciadoras por su privilegiada y

    atenta lectura.

    Valencia, 20 de octubre de 2003

    VALIENTE MUNDO NUEVO

    O EL NACIMIENTO DE UN HEMISFERIO IMPOSIBLE

    El argentino Julio Cortzar, al comparar la literatura con el boxeo, deca que en la

    novela el escritor gana la pelea por puntos y en el cuento por KO. Si por analoga

    extendiramos esta comparacin al ensayo, diramos que en ste el autor nos expone sus

    comentarios deportivos sobre la pelea -propia o ajena- a partir de la reflexin escrita, slo

    que en este caso su explicacin sobre la pelea pasa por sus lecturas sobre el mundo, sobre

    la escritura de otros o sobre la suya propia, pero matizadas exclusivamente por la visin

    de s mismo, de un yo que pretende articular la experiencia ms all de la ficcin, pero

    muy cercana a ella, por el carcter potico e imaginativo que le confiere.

    Tambin deca el filsofo y crtico Jos Ortega y Gasset que el ensayo es la

    ciencia sin la prueba explcita, quizs para refererirse a esa primigenia concepcin

    montaigniana de ensayo, segn la cual ste es un escrito breve, en prosa, referido a temas

    filosficos, polticos, histricos o literarios, en el cual el autor expone su opinin sobre un

    tema especfico sin pretender agotarlo.

    El ensayo como gnero se instaura en 1580 con la aparicin de los Ensayos de

    Montaigne, aunque tiene antecedentes en Bacon o en Platn para ir ms lejos. En nuestro

    continente, su aparicin coincide con la generacin romntica y con la conformacin de

  • 24

    las nacionalidades y desde ese momento se caracteriza por plasmar la preocupacin sobre

    nuestro destino y encontrar nuestra propia expresin. Actualmente nuestros escritores

    utilizan el ensayo no slo como una manera de opinar sobre el mundo, sino de

    transgredirlo y fundarlo, de nombrar el continente y su historia, y de dialogar con su

    contemporaneidad y sus contemporneos. Es el caso de Carlos Fuentes, no slo escritor

    de ficciones, sino ensayista pertinaz.

    La bibliografa de Carlos Fuentes es slida y fructfera. Entre sus novelas

    destacan La regin ms transparente (1958), Las buenas conciencias (1959), La

    muerte de Artemio Cruz (1962), Cambio de piel (1967), Terra nostra (1975), La

    cabeza de la hidra (1978). Ha escrito tambin libros de cuentos, como Cantar de ciegos

    (1964), guiones de cine y ensayos. Es a uno de estos ltimos al cual vamos a referirnos

    ahora: Valiente Mundo Nuevo (1990)i.

    Valiente Mundo Nuevo:

    Esta obra apareci publicada en el ao 1990 y consta de 12 captulos: los tres

    primeros y el ltimo reflejan la preocupacin del escritor por explicar la fundacin de un

    espacio y un tiempo latinoamericanos en la novela; el resto de los ensayos estn

    dedicados a la prosa de Bernal Daz del Castillo, Rmulo Gallegos, Alejo Carpentier,

    Juan Rulfo, Mariano Azuela, Gabriel Garca Mrquez, Jos Lezama Lima y Julio

    Cortzar.

    Aunque los ensayos sobre los autores son consecuentes con sus postulados sobre

    la novela latinoamericana, vamos a dedicarnos especialmente a los captulos iniciales y el

    captulo final, pues pensamos que en ellos Fuentes discurre sobre lo que son sus

    obsesiones ms importantes acerca del continente y su historia poltica y cultural.

    El primer captulo se titula Crisis y continuidad cultural. Al inicio, Fuentes se

    refiere a dos fechas que signaron la escritura de la obra: por una parte, el fin del siglo XX

  • 25

    y el inicio de un nuevo milenio y, por la otra, el Quinto Centenario, en 1992, como

    motivo de reflexin acerca de los componentes etno-culturales que nos identifican. A

    partir de ello, plantea Fuentes la cualidad multirracial y policultural del continente, un

    continente que ...no acaba de ser descubierto por sus hombres y mujeres. Y slo puede

    ser imaginado... (p. 9). Por otra parte, el autor aborda la fragmentacin poltica que nos

    ha caracterizado, en contraste -y trascendida- por la continuidad cultural. Se interroga

    Fuentes, tambin, acerca de la posibilidad nuestra de crear modelos de desarrollo ms

    consonantes con nuestra experiencia, con nuestro ser, con nuestra proyeccin probable en

    el mundo por venir (p. 12). La escritura de la otra historia ha sido posible, entonces,

    gracias a los artistas: mientras el boom econmico ocult la injusticia econmica y la

    deformacin social, el boom literario contribuy a revelarla (p. 14).

    Afirma Fuentes que La base para una cultura democrtica en Iberoamrica es la

    continuidad cultural, de la cual tanto la democracia como la literatura son

    manifestaciones. (pp. 15-16). La ruptura con el Estado espaol, a travs del proceso

    independentista fue seguida, en la mayora de los pases, por la anarqua y la dictadura.

    La primera respuesta a esta crisis constante de la sociedad fue -segn Fuentes- la

    creacin de estados nacionales. (p. 16). Sin embargo, frente a la legitimacin de estos

    estados tenemos a la otra nacin, la del mundo arcaico , poblado por quienes an no

    alcanzan la modernidad (p. 17) y que es el mundo revelado por la literatura. El valiente

    mundo nuevo caracterizado por Fuentes se ha expresado a travs de nuestros escritores,

    quienes con elocuente lucidez han aceptado los desafos probables de nuestra

    continuidad narrativa y de su autntica relacin, verbal, imaginaria, con la historia, en sus

    dos vertientes: tradicin y modernidad. (p. 20).

    Ms adelante, la aparicin de las ciudades en nuestra narrativa, la expresin del

    mundo urbano a travs de la voz de nuestros narradores, ha estado signada por la creacin

    de formas novedosas que han ofrecido al lector una visin de la modernidad basada en la

    memoria lcida de nuestro pasado inmediato. La reflexin sobre ese pasado ha sido el

    signo de la narrativa para el futuro, de all que Fuentes -al referirse a la vocacin histrica

  • 26

    de la ms nueva novela hispanoamericana, atribuida por Seymour Menton-, vea en ello:

    una afirmacin del poder de la ficcin para decir algo que pocos historiadores son

    capaces de formular: el pasado no ha concluido; el pasado tiene que ser re-inventado a

    cada momento para que no se nos fosilice entre las manos. (p. 23).

    En la ficcionalizacin de ese pasado advierte Fuentes una forma de vigilar

    histricamente la continuidad cultural del continente (p. 25) y ms alla de una tradicin

    agotable, advierte la presencia constante del multi-relato, opuesto al meta-relato, que

    apunta hacia proyectos de liberacin mltiples. (p. 25). Por lo tanto, ser a travs del

    anlisis de la re-escritura de la Utopa, la Epopeya y el Mito, unidas a cuatro funciones:

    Nombre, Voz, Memoria y Deseo, como construir Fuentes su mtodo para analizar la

    conjuncin entre literatura e historia en nuestro continente.

    En el segundo captulo, titulado Tiempo y Espacio de la Novela, el autor parte de

    las ideas de Vico y Bajtin en el sentido de considerar a la novela

    ... como un producto cultural que traduce dinmicamente los conflictos de la relacin entre el ser propio y el ser ajeno, el individuo y la sociedad, el pasado y el presente, lo contemporneo y lo histrico, lo acabado y lo inacabado mediante una constante admisin de lo plural y diverso en el lenguaje y en la vida. (p. 38).

    Se refiere Fuentes a la nocin de cronotopo creada por Bajtn en el sentido de

    definir un tiempo y un espacio para expresar el proceso de asimilacin de historia y

    literatura. La seleccin y representacin de la realidad cultural se relativizan mediante la

    lectura. La cronotopa absoluta es imposible: Cada libro es un ente inagotable y

    cambiante simplemente porque, constantemente, es ledo. El libro es un espejo que

    refleja el rostro del lector. El tiempo de la escritura puede ser finito y crear, sin embargo,

    una obra total, absoluta: pero el tiempo de la lectura, siendo infinito, crea -cada vez que

    es leda- una obra parcial, relativa. (p. 39). Piensa Fuentes en el Borges de El jardn de

    senderos que se bifurcan y en Pierre Menard, autor de El Quijote. El espacio y el

    tiempo son lenguaje; el espacio y el tiempo son nombres en un sistema descriptivo

  • 27

    abierto y relativo. Si esto es cierto, el lenguaje puede dar cabida a diferentes tiempos y

    espacios: precisamente los tiempos divergentes, convergentes y paralelos de Borges

    (p. 41).

    El planteamiento de Utopa, Epopeya y Mito ya haba sido formulado por Fuentes

    en otro libro de ensayos: La nueva novela hispanoamericana (1969), especficamente

    en el captulo Garca Mrquez: la segunda lecturai, cuyo ttulo supone dos lecturas porque supone, tambin, dos escrituras. La primera lectura coincide con la de la

    escritura del autor: Garca Mrquez est relatando la novela. La segunda se inicia al

    terminarla de leer:

    ... la crnica de Macondo ya estaba escrita en los papeles de un taumaturgo gitano, Melquades, cuya aparicin como personaje, cien aos antes, resulta idntica a su revelacin como narrador, cien aos despus.i

    El libro, por lo tanto, se reinicia, pero con una simultaneidad que hace coincidir la

    historia cronolgica con la historicidad mtica.

    Fuentes maneja la tesis de que si una utopa de fundacin es seguida por una

    epopeya bastarda, debe intervenir la imaginacin mtica para interrumpir la fatalidad y

    recobrar la libertadi. Y es ste el aspecto de la novela de Garca Mrquez que ms le

    impacta, ya que su estructura corresponde a la de esa historicidad profunda de la

    Amrica Espaola: la tensin entre Utopa, Epopeya y Mito.i

    El Nuevo Mundo fue concebido como la Utopa que soaba Europa. Amrica fue

    inventada, deseada y necesitada y constituy la posibilidad renovada de una Arcadia.

    Fuentes apunta que no es casual que las dos primeras partes de Cien aos de soledad

    equivalgan a esa oposicin de origen.

    La fundacin de Macondo es la fundacin de la Utopa (...) Como la Utopa de Moro, Macondo es una isla de la imaginacin: Jos

  • 28

    Arcadio cree que est rodeada de agua. Y a partir de la isla, Jos Arcadio inventa al mundo, seala a las cosas con el dedo, luego aprende a nombrarlas y, finalmente, a olvidarlas. Pero, hecho significativo, en el momento en que el Buenda fundador se da cuenta de las infinitas posibilidades del olvido, debe apelar por primera vez a la escritura: les cuelga letreros a los objetos, descubre el conocimiento reflexivo, l que antes conoca por adivinacin, y se siente obligado a dominar al mundo con la ciencia: lo que antes saba naturalmente ahora slo lo conocer gracias a la ayuda de mapas, imanes y lupas.i

    Al abandonar la adivinacin por la ciencia, Jos Arcadio Buenda abre las puertas

    a la Epopeya, la cual transcurre entre los treinta y dos levantamientos armados del

    Coronel Aureliano Buenda, la fiebre de la explotacin del pltano y el abandono final de

    Macondo. La Utopa de la fundacin es asesinada por la Epopeya de la historia y el

    crimen. Del diluvio quedan los sobrevivientes -Aureliano Babilonia y Amaranta rsula-

    de cuyo amor nace el ltimo de la estirpe, con el rabo de cerdo anunciado desde siempre.

    Este episodio abrir el tercer espacio del libro, el mtico. Y ser al final:

    ... cuando sepamos que toda esta historia ya estaba escrita por el gitano Melquades, el adivino que acompa a Macondo en su fundacin y que para mantenerlo vivo debe, sin embargo, apelar a la misma treta de Jos Arcadio Buenda: la escritura.i

    Hasta aqu hemos seguido muy de cerca este ensayo de Carlos Fuentes, quien

    concluye diciendo que el tiempo de Cien aos de soledad es simultneo: la memoria

    mtica recreada en la novela es creacin y re-creacin en un solo instante.i. Lo hemos

    referido porque pensamos que complementa la visin del cronotopo iberoamericano

    desarrollada por Fuentes en Valiente Mundo Nuevo.

    Nombre y voz, memoria y deseo son, por lo tanto, los vnculos que unen nuestro

    tiempo pasado y presente con nuestro porvenir. El descubridor es el deseador, el

    memorioso, el nominador y el voceador. No slo quiere descubrir la realidad; tambin

    quiere nombrarla, desearla, decirla y recordarla. A veces, todo ello se resume en otro

    propsito: imaginarla. (p. 47).

  • 29

    El tercer captulo Espacio y tiempo del nuevo mundo alude a que Amrica no fue

    descubierta, sino inventada, imaginada, deseada y necesitada en un momento de crisis

    europea (p. 51). Amrica se convierte en la utopa de Europa: La invencin de

    Amrica es la invencin de Utopa: Europa desea una utopa, la nombra y la encuentra

    para, al cabo, destruirla (p. 58), y la destruye mediante la epopeya, mediante la

    conquista. El mundo nuevo se convierte as en una contradiccin: es el espacio del lugar

    que no es. Pero el mundo indgena, el mundo del mito responde a esto antes de ser

    conquistado: La utopa slo puede tener tiempo. El lugar que no es no puede tener

    territorio. Slo puede tener historia y cultura, que son las maneras de conjugar el

    tiempo. (p. 68). Por lo tanto, Amrica es, y el mundo, al fin est completo. (...)

    Amrica no es Utopa, el lugar que no es. Es Topa, el lugar que es. No un lugar

    maravilloso, pero el nico lugar que tenemos. (p. 70). Amrica fue un sueo, un deseo,

    una invencin, una necesidad, pero el descubrimiento slo nos prueba que jams

    encontramos sino lo que primero hemos deseado. (p. 70).

    El ltimo captulo, titulado Conocimientos y reconocimientos, comienza as:

    Todo escritor nombra al mundo. Pero el escritor indo-afro-iberoamericano ha estado

    posedo de la urgencia del descubridor: si yo no nombro, nadie nombrar; si yo no

    escribo, todo ser olvidado, dejaremos de ser.

    Despus de haber pasado por un recuento desde las crnicas de Bernal

    Daz del Castillo hasta los escritores ms representativos del continente,

    Fuentes concluye que la narrativa moderna ha tratado de exorcizar este

    temor a travs de la expresin de nuestra diversidad cultural, con vigor

    lingstico e imaginacin, nica posibilidad real de afectar los valores

    sociales, ms all de la accin poltica. Lo contrario, es decir, la intencin

  • 30

    de redimir el continente a travs de esa funcin poltica slo dio origen a

    mucha mala literatura social en la Amrica hispana, segn Fuentes. Por lo

    tanto, la nica forma de salvar la divisin entre la nacin legal y la nacin

    real, es dando nombre y voz a nuestro continente multirracial, agudizando

    la comprensin de nuestra crisis actual e iluminndola con la continuidad de

    nuestro quehacer cultural. (p. 287).

    La literatura propone la posibilidad de la imaginacin verbal como una realidad

    no menos real que la narrativa histrica. (p. 293), nos recuerda Fuentes. Y concluye:

    A estas nuevas sociedades, que hoy ocupan espacios cada vez mayores en nuestras repblicas, transformndolas, pluralizando los tradicionales centros de poder, responde la literatura de nuestros pases, ayudando a darle forma al caos, alternativas a la desesperacin, direccin a las ideas, y comunicabilidad, verdad y belleza al vehculo de la forma, del pensamiento y de la esperanza: es decir al lenguaje mismo. (p. 295).

    Observamos en Fuentes, a partir de su propia actividad creadora y de la

    observacin del entorno literario que lo rodea, una preocupacin profunda por el destino

    histrico del continente con base en la realidad policultural y multirracial del mismo,

    cuya expresin ms totalizadora y lcida la han logrado nuestros novelistas, includo l

    mismo.

    Qu mejor pretexto, entonces, que estas reflexiones de Fuentes para armar este

    Hemisferio Imposible, slo recuperable a travs de las alegoras del continente que han

    creado nuestros propios autores.

  • 31

    BIBLIOGRAFA

    FUENTES, Carlos: Valiente Mundo Nuevo. Mxico: Fondo de Cultura Econmica. 1990. GARCA MRQUEZ, Gabriel . Cien aos de soledad. Bogot: Editorial La Oveja Negra. 1982.

    CIEN AOS DE SOLEDAD:

    LA FUNDACIN DE UN TIEMPO MTICO LATINOAMERICANO

    Mucho se ha hablado y escrito sobre la novela latinoamericana que con gran vigor

    surgi a partir de la dcada de los 60: la llamada novela del boom. Autores como Julio

    Cortzar, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Gabriel Garca Mrquez -slo por citar

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    algunos- inscribieron entonces con xito y acierto sus universos narrativos en el mbito

    cultural de nuestro continente.

    Cien aos de soledad fue publicada en 1967 y est escrita en un lenguaje

    fundacional porque su lectura reviste pluralidad de interpretaciones, ya que en ella lo real

    se vuelve traslcido y simblico. Con esta novela Garca Mrquez inaugura su madurez

    narrativa, prefigurada antes en La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, La

    mala hora y los relatos de Los funerales de La Mam Grande.

    La importancia de Cien aos de soledad no est en discusin: el medio milln

    de ejemplares publicados y vendidos en sus primeros aos, as como las innumerables

    traducciones que le siguieron, dan fe de un acontecimiento que contina produciendo

    asombro en sus viejos lectores y nuevos estudios de los especialistas.

    El propsito de este trabajo es abordar Cien aos de soledad desde la perspectiva

    de la fundacin de un tiempo mtico latinoamericano. Para ello examinaremos

    primordialmente dos ensayos: uno de Carlos Fuentesi y otro de Angel Ramai.

    El primero de estos ensayos se refiere a la novela de Garca Mrquez en los

    trminos de que su estructura corresponde a la de esa historicidad profunda de la Amrica

    Espaola: la tensin entre Utopa, Epopeya y Mito. El segundo se fundamenta en la

    demostracin de que la novela abarca tres dimensiones distintas de lo temporal: el

    tiempo biogrfico del autor, la creacin de una Arcadia (un mundo pretrito anterior a la

    historia) y el tiempo histrico compartido por una sociedad (que no pertenece al mito ni a

    la vida personal, sino a la colectividad).

    La confrontacin de estas dos visiones y nuestra propia lectura nos permiten

    considerar a Cien aos de soledad como una novela cuyo protagonista principal es el

    tiempo -que incluye la totalidad del pasado oral y legendario y cuyo resultado es la

  • 33

    creacin de una memoria mtica-, simbolizado en la creacin de un verbo y un lugar:

    Macondo.

    Macondo representa la universalidad de la imaginacin mtica

    inseparable de la universalidad de las estructuras del lenguaje.

    Muchas son las posibilidades de lectura que ofrece Cien aos de soledad: desde

    la ms simplista referida a la saga familiar de los Buenda -enriquecida por un

    anecdotario popular hiperbolizado con el cual todo lector puede identificarse-, hasta las

    que aciertan en interpretaciones y bsquedas ms profundas de un imaginario ficcional

    latinoamericano.

    Es en esta ltima categora que se sita el trabajo ya comentado, Garca Mrquez:

    la segunda lectura de Carlos Fuentes, quien concluye diciendo que el tiempo de Cien

    aos de soledad es simultneo: la memoria mtica recreada en la novela es creacin y

    re-creacin en un solo instante.i . La novela representa nuestros imaginarios -los

    latinoamericanos- que durante mucho tiempo parecieron perdidos para las letras. Ms

    adelante retomaremos algunos aspectos esbozados por Fuentes.

    TRES DIMENSIONES DE LO TEMPORAL

    Angel Ramai alude al ttulo de Cien aos de soledad para iniciar su anlisis:

    Una denominacin donde una referencia estrictamente cronolgica, estrictamente temporal, cien aos, est acompaada de una adjetivacin discordante que la hace presentarse como una verdadera

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    metfora. La medida de cien aos es un medida habitual, si se quiere, en las denominaciones de lo que llamaramos un nmero perfecto segn la tradicin. Pero adems es una medida que tiene un aire mtico, no solamente por sealar un siglo, sino por ser la que mide la extensin ms vasta que puede imaginar el hombre. Es decir, stos son los cien aos en que un personaje legendario duerme, ste es justamente el perodo de apariciones y desapariciones dentro de la leyenda, pero, adems, es una medida muy exacta y atinada del tiempo.i

    Posteriormente comenta la estructura de la novela la cual est dividida en 20

    captulos aunque sin numeracin ni ttulos. Precisa Rama que aunque la caracterstica

    ms resaltante de tal estructura es la fragmentariedad, se observa que la preocupacin

    fundamental del escritor es la de lograr una narracin incesante, ininterrumpida, aunque

    no necesariamente organizada segn leyes causales.

    Para este ensayista, la novela trabaja tres dimensiones distintas de lo temporal:

    1. El tiempo biogrfico del autor.

    2. La creacin de una Arcadia.

    3. El tiempo histrico compartido por una sociedad.

    El tiempo biogrfico del autor: Lo sita al final de la novela, a partir del captulo 17,

    donde se produce una reconversin que tiene que ver con la historia del ltimo Aureliano,

    Aureliano Babilonia. Este personaje se dedica al estudio para descifrar los manuscritos

    de Melquades y la manera de encontrar los materiales necesarios ser saliendo a la calle

    y acudiendo a la librera del sabio cataln, donde alternar con otros personajes con los

    cuales constituir una suerte de pea.

    Desde que Aureliano aparece como un intelectual, el primer intelectual en la familia de los Buenda, comienza a asumir ciertos rasgos que lo vinculan a una historia, a un tiempo que yo llamara tiempo biogrfico del autor. (...) Aqu est la historia de la vida del autor que reconvierte la novela a la autobiografa y a las memorias. Y la reconvierte, por lo tanto, a una concepcin del tiempo personal y casi subjetiva donde la cantidad de alusiones, de guios cmplices, sita el

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    material en una dimensin especfica y especial del tiempo que slo halla su verdadera clave en la medida en que seamos capaces de interrogar la vida particular, es decir, la biografa de Garca Mrquez.i

    La creacin de una Arcadia: Se refiere Rama a los tres captulos iniciales los cuales se

    sitan fuera del tiempo, pues remiten a un mundo legendario y no histrico, vinculado a

    la tradicin cosmognica y donde todo sucede como en el paraso: por primera vez.

    Esto supone tambin descubrir un mundo y verbalizarlo, nombrarlo.

    El tiempo histrico compartido por una sociedad: Este tiempo lo ubica Rama entre los

    captulos 4 y 17 y constituye el eje de los cien aos, con referentes histricos rastreables

    en la historia colombiana. Los dos centros de accin de este perodo estn representados

    por dos gestas y dos personajes:

    Por un lado es la gesta de las guerras civiles en cuyo centro est un personaje que es Aureliano Buenda; por otro, la gesta de la bananera en cuyo centro quiz no tan visible hay otro personaje: Jos Arcadio Segundo.i

    Rama considera que tal eleccin es paradigmtica, pues si se toma como

    referencia la historia de Colombia uno de los temas fundamentales es el de las guerras

    civiles y el otro la lucha con fuerzas extranjeras que ejercen la explotacin econmica..

    Entre estos dos episodios se sitan dos captulos de nexo, el diez y el once, que

    corresponden a la vida animada y entusiasta que caracteriza una poca de la familia.

    De esta manera este tercer tiempo se instaura -ms ac de lo mtico y ms all de

    lo personal- en la colectividad y en un tiempo histrico-social ficcionalizado.

    El anlisis de Rama no se agota en esta interpretacin, pero -de momento- lo

    dejaremos hasta aqu para retomarlo y comentarlo en lo que sigue.

  • 36

    LA MEMORIA CONTENIDA EN LA ESCRITURA

    Del contraste de las dos visiones presentadas nos interesa lo que deja entrever

    Fuentes en cuanto a la escritura como posibilidad de recuperar la memoria. Por lo tanto,

    analizaremos, en primer lugar, lo referente a la enfermedad del insomnio.

    En una conferencia dictada por Jean Franco en junio pasado en la Universidad

    Simn Bolvar, como parte del Seminario Memoria y Memorias en Amrica Latina, ella

    se refera a la memoria misma desde la perspectiva de la obra de dos escritores: Borges

    en Funes el Memorioso y Garca Mrquez en Cien aos de soledad. Y categorizaba

    dos tipos de memoria: una memoria productiva, individual, que depende del olvido y

    luego, una memoria que tiene que ser rescatada, pero rescatada no colectivamente, sino

    por un lector solitario.

    En el caso de Funes el Memorioso, el recordador total, insomne y sin

    pensamiento propio, Franco indicaba que el olvido es tan necesario como la memoria

    para la salud psquica, y que el cuento de Borges de alguna manera destaca que la

    memoria necesita de intensidad y olvido.

    Garca Mrquez nos muestra el terror del olvido: el no reconocimiento, ya que el

    pueblo de Macondo sufre de una plaga de insomnio y ste equivale a la amnesia. En este

    caso el recuerdo es indispensable para preservar la salud colectiva, social. Es este

    aspecto el que ms nos interesa a los efectos de lo que deseamos analizar.

    Rebeca, que habla idioma indgena y espaol, lleva a Macondo un talego con los

    huesos de sus padres y es la primera en contraer la enfermedad. Ya antes haban llegado

    la india Visitacin y su hermano Cataure, obligados a irse de un pueblo donde haban

    sido prncipes.

    Una noche, por la poca en que Rebeca se cur del vicio de comer tierra y fue llevada a dormir en el cuarto de los otros nios, la

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    india que dorma con ellos despert por casualidad y oy un extrao ruido intermitente en el rincn. Se incorpor alarmada, creyendo que haba entrado un animal en el cuarto, y entonces vio a Rebeca en el comedor, chupndose el dedo y con los ojos alumbrados como los de un gato en la oscuridad. Pasmada de terror, atribulada por la fatalidad de su destino, Visitacin reconoci en esos ojos los sntomas de la enfermedad cuya amenaza los haba obligado, a ella y a su hermano, a desterrarse para siempre de un reino milenario en el cual eran prncipes. Era la peste del insomnio. i

    Visitacin y su hermano tratan de explicar a Jos Arcadio que lo peor de la plaga

    del insomnio es la prdida de la memoria. Sin la posibilidad de dormir, los Buenda

    pasan el tiempo soando despiertos, jugando o repitiendo siempre los mismos chistes. El

    pueblo sufre un delirio de aislamiento en el que la escritura es el nico instrumento que

    permite conservar la mnima informacin necesaria para conducir la vida diaria.

    Fue Aureliano quien concibi la frmula que haba de defenderlos durante varios meses de las evasiones de la memoria. La descubri por casualidad. Insomne experto, por haber sido uno de los primeros, haba aprendido a la perfeccin el arte de la platera. Un da estaba buscando el pequeo yunque que utilizaba para laminar los metales y no record su nombre. Su padre se lo dijo: tas. Aureliano escribi el nombre en un papel con goma en la base del yunquecito: tas. As estuvo seguro de no olvidarlo en el futuro. No se le ocurri que fuera aqulla la primera manifestacin del olvido, porque el objeto tena un nombre difcil de recordar. Pero pocos das despus descubri que tena dificultades para recordar casi todas las cosas del laboratorio. Entonces las marc con el nombre respectivo, de modo que le bastaba con leer la inscripcin para identificarlas. Cuando su padre le comunic su alarma por haber olvidado hasta los hechos ms impresionantes de su niez, Aureliano le explic su mtodo, y Jos Arcadio Buenda lo puso en prctica en toda la casa y ms tarde lo impuso a todo el pueblo. Con un hisopo entintado marc cada cosa con su nombre: mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama, cacerola. Fue al corral y marc los animales y las plantas: vaca, chivo, puerco, gallina, yuca, malanga, guineo. Poco a poco, estudiando las infinitas posibilidades del olvido se dio cuenta de que poda llegar un da en que se reconocieran las cosas por sus inscripciones, pero no se recordara su utilidad. Entonces fue ms explcito. El letrero que colg en la cerviz de la vaca era una muestra ejemplar de la forma en que los habitantes

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    de Macondo estaban dispuestos a luchar contra el olvido: Esta es la vaca, hay que ordearla todas las maanas para que produzca leche y a la leche hay que hervirla para mezclarla con el caf y hacer caf con leche. As continuaron viviendo en una realidad escurridiza, momentneamente capturada por las palabras, pero que haba de fugarse sin remedio cuando olvidaran los valores de la letra escrita.i

    La escritura contra el insomnio-amnesia supona un trabajo descomunal. No slo

    consista en preservar la realidad, sino en representarla e interpretarla.

    Una alternativa de escritura propuesta por Pilar Ternera fue la de leer un pasado

    imaginario en los naipes y as reinventar el pasado:

    Pilar Ternera fue quien ms contribuy a popularizar esa mistificacin, cuando concibi el artificio de leer el pasado en las barajas como antes haba ledo el futuro.i

    Finalmente, Jos Arcadio Buenda construy una mquina de la memoria --para

    revisar cada maana todo el conocimiento adquirido en la vida--, concebida como un

    diccionario giratorio, del cual haba escrito cerca de catorce mil fichas. En este momento

    llega Melquades quien ser el alquimista de la memoria y tomar la primera fotografa

    de la familia (otro tipo de registro contra el olvido, otro cono). Melquades cura la plaga

    del insomnio y, por lo tanto, la amnesia.

    Es interesante que en dos o tres pginas Garca Mrquez haya relacionado

    escritura, reproduccin mecnica (a travs de la mquina de la memoria), memoria y

    olvido. El insomnio provoca la amnesia y la nica forma de combatirla es por la escritura

    o por una mquina de la memoria, por la palabra escrita o por los naipes. Es

    significativo, segn Franco, que la plaga del insomnio o la amnesia hayan afectado

    primero a los indgenas que pierden su reino milenario y su linaje como resultado de este

    desastre. Indirectamente, por lo tanto, se puede asociar la plaga con el trauma indgena

    que infecta en su momento a los nuevos habitantes de Macondo.

  • 39

    EL IMAGINARIO DE UN TIEMPO MTICO LATINOAMERICANO

    Hay un aspecto que seala Rama en su ensayo slo muy tangencialmente: las

    ideas sobre la recurrencia del tiempo, sobre las formas cclicas, etc., que sobre todo se

    marcan muy claramente a travs de unos parlamentos de rsula Iguarni

    rsula, junto con Pilar Ternera, es quien atesora la memoria familiar de un siglo

    puesto que lo sobrevive. Por eso sus parlamentos son reiterativos: Ya esto me lo s de

    memoria (...) Es como si el tiempo diera vueltas en redondo y hubiramos vuelto al

    principioi

    Cuando finalmente qued ciega nadie lo advirti porque al cabo de algn tiempo

    descubri que cada miembro de la familia repeta todos los das, sin darse cuenta, los

    mismos recorridos, los mismos actos, y que casi repeta las mismas palabras a la misma

    hora.i

    Este tratamiento del tiempo se reitera en la confeccin de los pescaditos de oro del

    coronel Aureliano Buenda:

    Desde que decidi no venderlos, segua fabricando dos pescaditos al da, y cuando completaba veinticinco volva a fundirlos en el crisol para empezar a hacerlos de nuevo.i

    Tambin lo encontramos en la percepcin que de su marido, Aureliano Segundo,

    tiene Fernanda durante el diluvio:

    Vindolo montar picaportes y desconectar relojes, Fernanda se pregunt si no estara incurriendo tambin en el vicio de hacer para deshacer, como el coronel Aureliano Buenda con los pescaditos de oro, Amaranta con los botones y la mortaja, Jos Arcadio Segundo con los pergaminos y rsula con los recuerdos.i

  • 40

    Otro episodio importante es la relacin memoria-tiempo-olvido que se da

    despus de la masacre de la Compaa Bananera: por el terror nadie la recuerda, slo

    Jos Arcadio Segundo (y est loco...). As como tampoco nadie recuerda los treinta y dos

    levantamientos armados del coronel Aureliano Buenda, al punto de que se duda que haya

    existido. Ser Aureliano Babilonia, el descifrador de los pergaminos de Melquades,

    quien recupere -para el lector-, en el instante apocalptico, la memoria colectiva.

    Reconstruye as Garca Mrquez el imaginario de un tiempo mtico

    latinoamericano, a travs de la simbolizacin de su universo narrativo.

    LA METAFICCIN COMO RECURSO NARRATIVO

    La imaginacin es mucho ms que una facilidad de evocar imgenes que dupliquen el mundo de nuestras percepciones directas: es un poder de divergencia gracias al cual nos representamos las cosas distantes y nos distanciamos de las realidades presentes (...) Si en toda vida prctica, existe necesariamente una imaginacin de lo real, vemos cmo tambin subsiste, en el mayor desorden de imgenes, una realidad de lo imaginario.

    Jean Starobinsky.

    Soy escritor por timidez. Mi verdadera vocacin es la de prestigiditador, pero me ofusco tanto tratando de hacer un truco, que he tenido que refugiarme en la soledad de la literatura.

    Gabriel Garca Mrquez.

  • 41

    Para finalizar, deseamos referirnos a un ltimo punto: la metaficcin como

    recurso narrativo que permite al autor aprisionar una significacin mucho ms

    trascendente que la representada en apariencia, la de una historia que se cuenta a s

    misma.

    La capacidad visionaria de Melquades se expresa en una profeca de catstrofe.

    Y sin embargo, cuando Macondo padece la enfermedad del insomnio la salvacin del

    pueblo est en sus manos.

    Melquades, gitano, historiador de los Buenda en un lenguaje codificado

    (snscrito), funda un universo con la lectura al final del libro por parte del ltimo

    Aurealiano y que es irrepetible. Notamos que el desciframiento es obra de un lector

    solitario que revive -como ltimo miembro de la familia y gracias a la lectura irrepetible-

    su propia genealoga. El autor -Garca Mrquez- ha logrado, entonces, atraparnos en el

    imaginario de un tiempo mtico, definitivamente latinoamericano.

    BIBLIOGRAFA

    BACZKO, Bronislaw. Los imaginarios sociales. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visin. 1991.

    BUSTILLO, Carmen. Metaficcin e imaginario finisecular. Revista Estudios. Ao 3, N 6. 1995. FUENTES, Carlos. La nueva novela hispanoamericana. Mxico: Cuadernos de Joaqun Mortiz. 1969. ------------------------Valiente Mundo Nuevo. Mxico: Fondo de Cultura Econmica. 1990. GARCA MRQUEZ, Gabriel. Cien aos de soledad. Bogot: Editorial La Oveja Negra. 1982. ORTEGA, Julio. El discurso de la abundancia. Caracas: Monte Avila Editores. 1990. RAMA, Angel. La narrativa de Gabriel Garca Mrquez. Edificacin de un arte nacional y popular. Colombia: Colcultura. Cuadernos de Gaceta, N 1. 1991.

  • 42

    STAROBINSKY, Jean. Jalones para una historia del concepto de imaginacin. La creacin crtica. Barcelona: Taurus. 1974.

    EL MARIO VARGAS LLOSA DE

    LA CIUDAD Y LOS PERROS

    El valor de la literatura como fuente de conocimiento es innegable: hombre y

    sociedad son reflejados en la representacin que hace el escritor, a travs de la escritura,

    tanto de los imaginarios de esa sociedad, como de los suyos propios. Nuestra visin de la

  • 43

    realidad, a travs de la lectura de un texto literario es ampliada y a la vez mediada por la

    del autor. Segn Gottfried: El paso esencial en pro del valor cognitivo de la Literatura

    consiste en ir ms all de los actos proposicionales de referir y decir (predicar),

    reconociendo el acto del mostrar como un acto legtimo del significari. Por esta razn,

    el escritor nos muestra su cosmovisin desde su particular manera de nombrar la

    realidad.

    El relato verbal constituye la proyeccin de un mundo de accin humanai, a

    partir del cual el lector se reconoce y reconoce la tensiones dinmicas de su sociedad. Y

    es este acto de intercambio -cosmovision del autor y del lector- el que potencia la

    constitucin de universos imaginarios a partir de la verbalizacin de la realidad.

    En el caso de la obra de Mario Vargas Llosa, podemos compartir o no su visin

    de mundo, pero es innegable su capacidad para mantener la tensin narrativa. En una

    mesa redonda sobre La ciudad y los perros, efectuada en La Habana en enero de 1965,

    el autor declar: yo no admiro a los novelistas que tienen a distancia al lector y es esta

    cualidad precisamente la que hace que la lectura de sus novelas sea una experiencia

    comprometedora e interpeladora para sus lectores.

    Vargas Llosa no slo no mantiene a distancia a su lector sino que lo introduce en su mundo poco menos que violentamente. En La ciudad y los perros es fcil entrar; en La casa verde es algo ms arduo; pero lo cierto es que de ambas novelas es difcil salir. Curiosamente, uno de los basamentos de ese atributo retentivo es la imparcialidad con que el autor cuenta sus historias, la libertad en que deja a sus personajes para que elijan su destino.i

    De esta opinin de Benedetti nos interesa destacar que esa imparcialidad que le

    confiere al autor no est exenta de pasin narrativa, aunque parezca una contradiccin,

    pues en el entretejido de su prosa se percibe al hombre sensible y contradictorio que es

    Vargas Llosa: su obra est impregnada de rasgos autobiogrficos que estn confesados

    pblicamente en entrevistas y memorias.

  • 44

    Para Carlos Thiebaut:

    El caso de la novelstica y de la autobiografa y su asociacin con la subjetividad moderna son conocidos. El giro lingustico que ha marcado los rumbos y el carcter de la filosofa del siglo veinte nos permite pensar en un ulterior giro textual para cuyo anlisis puede ser insuficiente el instrumental conceptual pragmtico de los actos de habla. Este acento textual requiere atender, ms bien, a la pragmtica de los textos , a la forma de relacin de su estructura interna, como articulacin de significados en mecanismos tropolgicos complejos, como los que antes apuntbamos, con las estructuras comunicativas en las que los hombres nos decimos qu es el mundo, qu somos nosotros y cmo es nuestro aprendizaje.i

    La literatura de Vargas Llosa es una experiencia de aprendizaje y nos

    identificamos con ella para aceptarla o para rechazarla, pero no podemos escapar a su

    elocuencia subjetiva, vestida con el ropaje de la objetividad con que muestra sus

    historias.

    En este trabajo abordaremos algunos aspectos de La ciudad y los perros,

    particularmente los referidos al imaginario del espacio y a algunos mitos desmistificados

    por el autor. Tambin haremos referencias a algunos pasajes de El pez en el agua

    (memorias), relacionados con la gnesis de esta novela.

    LA CIUDAD Y LOS PERROS

    Publicada en 1962, La ciudad y los perrosi es la primera novela de Mario Vargas

    Llosa. Fue premiada en ese ao por Seix Barral y se llam inicialmente La morada del

    hroe, luego Los impostores y por ltimo, La ciudad y los perros. Tiene como centro

    anecdtico el Colegio Militar Leoncio Prado, de Lima y la ciudad misma. Est

    estructurada en dos partes, cada uno de 8 captulos, y de un eplogo.

  • 45

    La primera parte tiene tres episodios fundamentales que se desarrollan

    en el Liceo Militar Leoncio Prado: el robo de un examen de Qumica de 5

    ao, por parte del serrano Cava, la delacin de este hecho por parte del

    cadete Ricardo Arana, el Esclavo y el accidente que hiere mortalmente al

    Esclavo en un ejercio de maniobras.

    De la segunda parte se puede destacar lo siguiente: la degradacin del serrano

    Cava y su expulsin del colegio, la muerte del Esclavo y la transformacin de los

    personajes, principalmente el Poeta y el Jaguar.

    El eplogo da cuenta de la reinsercin de los cadetes a la sociedad de donde

    provienen y donde lo ms relevante es la recuperacin del personaje el Jaguar.

    Durante el periplo narrativo observamos la fragmentacin y el deterioro de los

    valores ticos de los personajes, a travs de la alternancia de dos espacios: el colegio y

    la sociedad, aludidos en el ttulo mismo de la novela: La ciudad y los perros.

    El espacio del colegio:

    El Leoncio Prado es una escuela de enseanza media dirigida por oficiales del

    ejrcito, donde se reproduce toda la crueldad del esquema jerrquico-piramidal de la

    institucin militar. A este espacio acuden estudiantes de diferentes clases sociales:

    algunos provienen de la burguesa limea o de familias de terratenientes serranos, pero

    tambin se encuentran cholos y negros. El maltrato, la autoridad irracional y la

  • 46

    violencia como forma de imponerse en el medio, constituyen el panorama donde se

    mueve la accin narrativa.

    La fundamentacin esencial de la novela consiste en la imposibilidad de los

    personajes de superar los condicionamientos del medio: los protagonistas son anti-hroes

    y la utopa del libre albedro queda descartada. El colegio militar es el retrato de la

    sociedad de donde provienen sus integrantes, la corrupcin est instalada en el pasado de

    cada uno de ellos: un padre que minti, un hermano que roba o una madre que aborrece

    mientras ora. La crueldad se instala en las conductas y la venganza pasa a constituir el

    nico estimulo de la existencia.

    Los estudiantes ingresan al colegio esperando encontrar la igualdad y la justicia,

    el orden que el mundo exterior les negaba, pero los ritos de iniciacin los obligan a

    defenderse de los cadetes de aos superiores y esto se resuelve en una actitud donde se

    exhibe lo peor de cada uno: no es posible conmoverse, la debilidad es castigada con el

    desprecio, la burla, y ms an, la muerte. Aparentemente nadie puede salvarse, ni siquiera

    el Poeta, que ante el chantaje y las amenazas de expulsin, claudica. Paradjicamente, el

    nico que se salva es el Jaguar, pero slo a medias: acapara culpas y crueldades, pero, a

    su vez viene de una mdica ignominia (ha sido ratero y ha convertido en cornudo a su

    padrino y protector), pero al egresar emerge de su circunstancia. La hipcrita moral del

    colegio no lo contamina.

    El Esclavo, incapaz de mezclarse con la abyeccin , s es contaminado, el

    ambiente lo pervierte y lo obliga a rebajarse, no ante los dems, sino ante s mismo, pues

    se convierte en un delator y esta ser la causa de su muerte.

    El cdigo militar tambin es parodiado. Los personajes que representan el poder

    son pintados siempre con signos negativos, ridculos. Y el nico que se destaca como

    paradigma -el teniente Gamboa- es separado de la institucin. Para los militares lo nico

    que cuenta es evitar el escndalo, la muerte del cadete Arana no les importa:

  • 47

    Lo que interesa es saber qu error, qu equivocacin ha causado la muerte del cadete. Esto no es un cuartel, seores! -levant su puo blancuzco-, si le cae un balazo a un soldado, se le entierra y se acab. Pero stos son alumnos, nios de su casa, por una cosa as se puede armar un tremendo lo. Y si el cadete hubiera sido hijo de un general? (p. 212) ... no debe trascender una palabra de este asunto. Est en juego el prestigio del colegio, e incluso el del Ejrcito. Felizmente, los mdicos han sido muy comprensivos. Harn un informe tcnico, sin hiptesis. Lo ms sensato es mantener la tesis de un error cometido por el propio cadete. Hay que cortar de raz cualquier rumor, cualquier comentario. Entendi