la novela del siglo xx

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NOVELA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX

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Page 1: La novela del siglo xx

NOVELA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX

Page 2: La novela del siglo xx

Renovación de la narrativa en el siglo XX

El narrador y el punto de vista

El narrador renuncia a la omnisciencia propia de la novela del siglo XIX. Se convierte en observador externo, cuya forma más extrema es la técnica objetivista. La practican autores como Faulkner, Steinbeck, Hemingway, todos ellos pertenecientes a la conocida con el nombre de generación perdida americana.

Se renuncia a reproducir el pensamiento de los personajes y la atención se desplaza a sus condiciones de vida y hacia sectores de la sociedad cuyos problemas no son de orden íntimo. Su ausencia de vida interior, la pobreza, las condiciones en las que desarrollan sus actividades, se convierten en denuncia de lo que las genera.

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Todo lo que sabemos de los personajes es por lo que ellos mismos dicen y hacen, siendo el diálogo un elemento de importancia capital.

Se utilizan las tres personas narrativas. La 1ª persona es útil para entrar en el mundo interior del personaje. El pensamiento fluye en un monólogo interior sin trabas. Sintaxis deshilvanada, abundancia de elipsis, juegos de palabras, libre asociación de conceptos, ayudan a reproducir el fluir de la conciencia.La 2ª persona se usa para dirigirse a otro personaje o para hacer un desdoblamiento del emisor en un tú autorreflexivo.El punto de vista, además, puede multiplicarse en la técnica perspectivista, de tal modo que una historia puede narrarse varias veces, cada vez desde un punto de vista distinto. Ello enriquece la visión de la realidad.

Innovar con el punto de vista posibilita la creación de narradores que ofrecen visiones insólitas de la realidad.

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Argumento y personajes

El atractivo de la nueva novela reside en la novedad de cómo se enfoca el asunto tratado y no tanto en el argumento, que queda en un segundo plano. De ahí que con el empleo de nuevas técnicas se logre que aspectos de la vida del protagonista, que jamás hubiera recogido la novela decimonómica, atraigan la atención del autor.

En otros casos el protagonista es colectivo. El individuo se reduce a parte de una masa social que es la auténtica protagonista.

Cuando el argumento cobra importancia, los asuntos que incorpora son muy distintos a los del diecinueve. El componente imaginativo, alucinante u onírico es fundamental.

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Tiempo y espacio

El tiempo puede aparecer concentrado o bien extendido desmesuradamente. La linealidad del fluir temporal se rompe, y con él sus implicaciones lógicas. El argumento se fragmenta y desordena. La técnica del contrapunto, a su vez, fragmenta y alterna historias diversas para señalar su simultaneidad, lo que afecta también a la linealidad del relato.

El espacio, en obras de protagonismo colectivo, adquiere gran funcionalidad, pues sirve para relacionar personajes que sólo coinciden en transitar un mismo espacio. La creación del espacio mítico por parte de William Faulkner (el condado de Yoknapatawpha), le permitió reproducir en un espacio reducido las características de un espacio real más amplio. Lo mismo hizo García Márquez con Macondo o Juan Benet con Región.

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Estructura

La ruptura de la linealidad temporal implica que la estructura de la novela se vea afectada. Por sí misma ha sido también objeto de experimentación, con todo. Se observa en la adaptación de una obra al esquema de otra anterior, conocida por los lectores; caso de Ulisses, que toma como base la Odisea de Homero. En Rayuela, de Julio Cortázar, está presente la idea del juego, implicando de tal manera al lector en la historia, que éste puede leer la novela como le venga en gana, obteniendo con ello múltiples combinaciones.

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Regencia de María Cristina(1885-1902)

Alfonso XIII(1902-1931)

El modernismo

1885

Pacto de El Pardo:

alternancia pacífica en el poder de

conservadores y liberales.

1902

Alfonso XIII alcanza

la mayoría de edad.

1909

“Semana trágica” de Barcelona.

1888

Rubén Darío publica Azul...

1893

Salvador Rueda publica

En tropel.

1914

Unamuno publica Niebla.

1895

Se inicia la guerra de Cuba.

1901

Azorín, Baroja y Maeztu redactan elManifiesto.

1908

Juan Ramón Jíménez publica

Elejías puras.

1903

Antonio Machado

publica Soledades.

1914

Inicio de la Primera Guerra

Mundial.

1896

Insurrección de Filipinas.

1892

Rubén Darío acude a España

con motivo del IV Centenario del

Descubrimiento..

1898

El “Desastre”: pérdida de

Cuba, Puerto Rico

y Filipinas.

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Generación del 98

Sus componentes nacen con pocos años de diferencia entre sí y tienen una inquietud política común que coincide en la crítica de una realidad nacional que querían más positiva y más justa. La pérdida de Cuba y Filipinas agudiza en ellos la preocupación por el papel histórico de España.

Azorín, Baroja, Unamuno, Valle-Inclán aparecen unidos por su condición de prosistas. Sus temas permiten reflexionar sobre el hombre y su destino. Dan gran importancia al paisaje y lo popularizaron como tema literario. Su estilo es antirretórico, sencillo. Muestran gran interés por la pureza del idioma y por los términos tradicionales y propios. En el grupo también se incluye a Ramiro de Maeztu y a Antonio Machado. Para Maeztu, sin embargo, su principal actividad literaria fue periodística. Fue corresponsal en Londres y autor de Hacia otra España (1889) y Don Quijote, Don Juan y la Celestina (1926) en las que se muestra más preocupado por las ideas que por la manera de expresarlas.

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José Martínez Ruiz, Azorín (1873-1967)Su figura es esencialmente literaria. Toma el seudónimo de un personaje, Antonio Azorín. Su vida fue adaptándose a los convencionalismos de la sociedad de su época, llegando a ocupar cargos de diputado y de subsecretario de Instrucción Pública. Su figura, no obstante, resulta poco atrayente por su opacidad, aunque su obra literaria es una de las más curiosas escritas en lengua castellana.Empezó a estudiar derecho en Valencia y tras la lectura de Kropotkin se convertirá en anarquista convencido. Influido por Nietsche y Shopenhauer escribe Diario de un enfermo (1901) y La voluntad (1902), su gran contribución a la generación del 98, en la que el protagonista se presenta como un intelectual abúlico.Hay que destacar su interés experimental, su curiosidad por novelar de manera distinta a la de sus predecesores y contemporáneos. Lo que menos le importa es el argumento. Su estilo rompe con la grandilocuencia del siglo XIX. Se observa un gran esfuerzo y un intento por suplir otras carencias. No hay en él la frescura de la improvisación.

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Pío Baroja (1872-1956)Nace en San Sebastián. En 1886 se instala en Madrid, donde inicia la carrera de medicina y se doctora en 1893 con una tesis sobre el dolor. Su experiencia como médico es negativa y regresa a la capital a regentar una panadería. La experiencia es desafortunada. Su éxito con las mujeres, nulo. Inicia una vida de noctámbulo y asiste a las tertulias literarias por las tardes. Al empezar la Guerra Civil marcha a Francia. Regresa en 1942 y publica sus memorias: Desde la última vuelta del camino.Le atraen los personajes o tipos humanos más opuestos a él (audaces, fuertes, activos), aunque creados sobre su propia personalidad. El suyo es un anarquismo aristocrático. Baroja crea a sus personajes observándose a sí mismo, de igual talante, pero de opuesta conducta y comportamiento. Todos tienen cierto aire de familiaridad.

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El arte de Baroja pretende ser natural. No cree en una técnica concreta ni busca la rotundidad ni la elocuencia en la frase. Opina que se puede ser sencillo y sincero sin afectación. Es maestro en la creación de un clima novelesco por medio de descripciones impresionistas, sin reflexión intercalada, que no rompan el ritmo narrativo ya que ayudan activamente al avance del mismo. No enumeran detalles, ni precisan cosas, ni perfilan un personaje.

Su producción novelística puede dividirse en dos bloques:Trilogías: Tierra vasca, La vida fantástica, La lucha por

la vida, La raza, Las ciudades, El mar.

Memorias de un hombre de acción, compuesta por 22 novelas publicadas entre 1913 y 1935, y protagonizadas por Eugenio Avinareta.

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Miguel de Unamuno (1864-1936)Se traslada a Madrid desde Bilbao en 1880 para iniciar sus estudios. La meseta, el ambiente estudiantil empobrecido y sin inquietudes intelectuales provocan un desasosiego interno que es su primera crisis personal. En 1885 se doctora en Filosofía y Letras. Prepara oposiciones a cátedra en Bilbao y en 1891 obtiene la de griego de la Universidad de Salamanca.En 1897 sufre una crisis de fe. Su obra literaria se impregna con sus ideas filosóficas de preocupación por los temas religiosos y por los problemas de la existencia humana. No es fácil distinguir entre si se trata de una obra de creación o de un ensayo filosófico, ya que ambos géneros suelen desarrollar aquello que en determinado momento le obsesiona.En 1895 publica En torno al casticismo (ensayo) y Paz en la guerra (novela) en las que abarca el conflicto que se crea en el individuo atrapado entre las ideas y creencias tradicionales y el descubrimiento del mundo moderno.

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Entre 1913 y 1914 publica Del sentimiento trágico de la vida (ensayo) y Niebla (novela) y entre 1924 y 1930 La agonía del cristianismo (ensayo) y San Manuel bueno, mártir (novela). Su filosofía, con influencias de Kierkegaard, tiene unos matices vitalistas y unas preocupaciones existenciales precursoras del existencialismo francés de después de 1945. Busca un lenguaje y estilo precisos, con los que pretende sujetar la palabra a su diámetro semántico. Cuando el lenguaje ordinario no le sirve, inventa palabras como nivola: tipo de novela de mayor brevedad y multiplicidad de perspectivas. Es uno de los primeros en utilizar el monólogo interior como técnica novelística.

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Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936)Desde muy joven decide vivir como si fuese un personaje novelesco. En 1892 marcha a México en busca de aventuras y cuando regresa a Madrid, un año más tarde, ya se ha convertido en ese personaje. Su aspecto físico, su ingeniosidad y genio violento, hacen de él una mezcla de leyenda y realidad. Se rebautiza a sí mismo y de llamarse Ramón José Valle Peña toma el nombre con el que se le conoce.En 1896 se traslada a Madrid desde Pontevedra. Colabora en periódicos y revistas, visita tertulias de café y ve representar algunas de sus piezas dramáticas por grupos teatrales de aficionados. En 1903, tras recibir un bastonazo durante una reyerta que él provoca, le amputan el brazo, dándole una nueva y más melodramática imagen externa. Se rapa la cabeza y sustituye sus quevedos por unas gafas. Tendrá que guardar cama con frecuencia, dada su pésima salud, pero acompaña a su mujer en gira por Argentina.

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En 1916, tras pasar por París, decide retirarse a Cambados y dedicarse a la agricultura. En 1925 vuelve a Madrid y escribe buena parte de su obra. Pasa quince días en prisión por su actitud hostil contra el régimen de Primo de Rivera. Acoge con entusiasmo el advenimiento de la República. Muere en 1936.

Sus cambios físicos se manifiestan también en su literatura. Al primer periodo corresponde un estilo que se incardina en el Modernismo. Las cuatro Sonatas son un esfuerzo por el dominio y el control del lenguaje. Sus palabras tienen un gran valor musical favorecido por el sustrato lingüístico de la lengua gallega. D’Annunzio, Eça de Queiroz y Rubén Darío son sus principales orientadores.

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Al segundo periodo se suma una asumida decisión de escapar del realismo en literatura. Se impondrá una visión distorsionada y amarga de una realidad absurda: el esperpento. El elemento que eliminaba lo que no era bello en los tipos humanos, caso del modernismo, ahora eliminará todo lo que lo ennoblece por su conducta o su belleza. Se pasa de la estética de las princesas a la del callejón del gato donde, ante un comercio en cuyo escaparate hay expuestos unos espejos cóncavos, Max Estrella explica a don Latino de Híspalis la nueva técnica, la que el mismo Valle intentaría explicar en una entrevista periodística: hay tres modos de ver el mundo desde el arte: de rodillas (la realidad y los personajes aparecen enaltecidos, caso de la tragedia clásica), de pie (los personajes tienen los mismos vicios y virtudes nuestras, caso de Shackespeare), o desde arriba, con lo que personajes y realidad resultan insignificantes, como peleles.Obra de este periodo es Tirano Banderas (1926), en la que no hay linealidad de acción, sino una continua distorsión del tiempo. En ella introduce la técnica cinematográfica, que consiste en presentar a los personajes desde fuera, obligando al lector a que reconstruya la psicología e ideología de los mismos. El lector se ve obligado, pues, a incorporarse a la narración.

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Alfonso XIII(1902-1931)

Segunda República(1931-1939)

La literatura de entreguerras

1931

Proclamación de la Segunda

República

1936

Comienzo de la guerra civil.

1909

Filippo T. Marinetti publica el Manifiesto futurista.

1914

Inicio de la Primera Guerra

Mundial.

1936

Muere Federico García Lorca.

1932

Gerardo Diego publica la antología

Poesía española

(1915-1931).

1939

Inicio de la Segunda Guerra

Mundial.

1923

Primo de Rivera impone la Dictadura.

1929

Hundimiento de la Bolsa de Nueva York.

1909

“Semana trágica” de Barcelona.

1917

Revolución rusa.

1919

Ramón Gómez de la Serna crea

la greguería.

1914

Juan Ramón Jiménez publica

Platero y yo.

1925

Ortega y Gasset publica La

deshumanización del arte.

1927

Celebración del tricentenario de

la muerte de Góngora.

Page 18: La novela del siglo xx

Novecentismo

A este movimiento pertenecen autores nacidos en torno a 1880. Alcanzan su preponderancia en la segunda década del siglo XX. Conviven eficazmente con el grupo del 98. Comparten inquietudes literarias y vitales. Su influencia fue mayor, dado que el intelectual pasa a ser considerado una persona influyente y destacada en la sociedad. Los autores que componen este grupo comparten una estética general: distanciamiento entre el autor y su obra. El arte lo conciben como un libre juego, sin que refleje lo real y lo personal. Su estilo es riguroso y pulcro.

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Cuatro son los momentos de este periodo: Vanguardismo: con Gómez de la Serna como autor

capaz de crear una obra que influyera en el derrotero de los narradores jóvenes.

Pureza literaria: primera hornada de novelas nuevas. Papel fundamental de la Revista de Occidente, que divulgó el cuerpo ideológico de la modernidad y abrió un expositor con las más recientes propuestas artísticas internacionales.

Recepción del surrealismo: moderado irracionalismo contrario al primado de la razón en la doctrina purista. Neorromanticismo propiciado por el centenario romántico. Rehumanización.

Compromiso socio-político: literatura proletaria y revolucionaria.

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José Ortega y Gasset (1883-1955)Representa un nuevo tipo de escritor que dice lo que siente sobre temas graves e importantes, sin sumisiones, y con una sólida argumentación racional y científica desarrollada en una brillante forma expositiva. Funda la Revista de Occidente. Dignifica al intelectual, enseña a escribir y a pensar sobre cualquier asunto con calidad literaria. Intuyó que la creación de una sólida tradición novelística forma parte de las condiciones previas necesarias para construir una entidad nacional. La deshumanización del arte e Ideas sobre la novela condensan la teoría de la nueva literatura. El arte nuevo se centra en los elementos estrictamente estéticos, es antipopular y se deshumaniza, pues deja de expresar las preocupaciones del hombre común, aunque no las del artista. El lector se ve obligado a parar mientes en el medio de que se vale el artista para transmitir el contenido. Con todo, Ortega, en Ideas sobre la novela, reclama un poco de dramatismo y aconseja aislar al lector de su horizonte real y aprisionarlo en el horizonte hermético e imaginario de la novela. Una novela presentativa que ofreciera a los personajes actuando ante el lector, no describiéndolos ni evaluándolos.

Page 21: La novela del siglo xx

Novelistas importantes de este movimiento son: Gabriel Miró (1879-1930) Autor que se vuelca en las

cosas. Todo es materia descriptiva. Su percepción sensual de las cosas le descubre la naturaleza plena. Todo cabe en su descripción sin elecciones ni jerarquizaciones previas, lo que estorba la concreción de tipos, temas y conflictos novelísticos. Obra suya es Nuestro padre San Daniel (1921) o El obispo leproso (1926).

Ramón Pérez de Ayala (1880-1962) Su afán por experimentar es constante. Su fin es poner en tela de juicio la validez artística del realismo tradicional. Se le reprocha una excesiva intelectualización y un fuerte carácter nihilista por la ausencia en su obra de toda referencia religiosa. Novelas suyas son: AMDG (1910), La pata de la raposa (1912) Belarmino y Apolonio.

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Benjamín Jarnés (1888-1949) Para él, el arte literario debe sustentarse en la creación de un mundo y no en la reproducción mimético-realista del mundo en torno. Del lector espera una actitud alerta y cooperativa. Pretende una novela que implica la conquista de una nueva realidad que aunque en apariencia no se parece en nada la objetiva, está en ella imbricada y por ella producida. Obras: Paula y Paulita (1929), Viviana y Merlín (1930), La novia del viento (1940).

Ramón Gómez de la Serna (1888-1963) La realidad es un caos desordenado en el que todos los valores son iguales. Al literato le corresponde un intento de ordenación, de dar realidad a esa realidad que no acaba de existir. Los valores residen en el escritor, encargado de ordenar, sin jerarquía, las realidades desordenadas. La greguería pone en relación elementos heterogéneos ordenando la realidad de manera libre, pues no hay reglas.

Page 23: La novela del siglo xx

Francisco Franco jefe del Estado(1939-1975)

La literatura durante el franquismo

1966

Aprobación de la Ley Orgánica

del Estado.

1969

Llegada del hombre a la Luna.

1942

Cela publica La familia de

Pascual Duarte.

1914

Retirada de los embajadores

de los países miembros de la ONU.

1972

Gonzalo Torrente

Ballester publica La saga/fuga de

J.B.

1975

Muere Franco. Juan Carlos I, rey de España.

1955

España entra a formar parte de la ONU.

1945

Fin de la Segunda Guerra

Mundial..

1953

Firma del tratado de ayuda

militar con EE.UU.

1944

Dámaso Alonso publica

Hijos de la ira.

1949

Buero Vallejo estrena

Historia de una escalera..

1962

Luis Matín Santos publica

Tiempode silencio.

1968

Sucesos revolucionarios

en Francia: “mayo del 68”.

1951

Cela publica La Colmena.

1970

Publicación de la antología

poética Nueve novísimos

poetas españoles.

Page 24: La novela del siglo xx

La posguerra y el exilio

Acabada la guerra, en lo político hubo un proceso de represiones y depuraciones; en lo económico, hambre; y en lo espiritual, todo fue invadido por las consignas oficiales y la exaltación patriótica. La intolerancia intelectual dificultó la labor literaria. Un grupo importante de novelistas emprendió el camino del destierro. Eso supuso que los jóvenes novelistas quedaran huérfanos de maestros y que se produjera una discontinuidad respecto a la anterior etapa. El rigor de la censura les privó, además, de la lectura de los grandes renovadores de la literatura contemporánea y se impuso, en cambio, la traducción de novelas irrelevantes. Entretanto los exiliados se vieron envueltos en otras guerra, en Francia, invadida por los Nazis. La mayor parte se vio obligada a un segundo exilio hacia países de América.

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Entre los autores exiliados los hay con obra anterior a 1939.

Destacan entre ellos Ramón J. Sender (1901-1982), escritor de tendencia realista y social, que en los años treinta había publicado con éxito Imán (1930), sobre la guerra de Marruecos, y Mr. Witt en el Cantón (1935). Su obra del exilio es enorme: Crónica del alba (1942-1966), formada por nueve novelas, aúna lo autobiográfico y la recreación del país antes de la guerra. Otras novelas suyas son las del ciclo histórico, como La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (1964).

Entre los autores de tendencias deshumanizadas e intelectuales hallamos a Francisco Ayala (1906), que publicó en el exilio dos novelas relacionadas entre sí y que recuerdan las dos partes del Quijote: Muertes de perro (1958) y El fondo del vaso (1962). Se sitúan en el subgénero de las novelas de dictador, con la consiguiente corrupción política y social y la absoluta degradación del ser humano. Las caracteriza la intención moralizadora y su variedad estilística, desde la caricatura hasta la ironía y el humor.

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Max Aub (1903-1972). Sus novelas van desde el realismo tradicional hasta el más osado experimentalismo. Destaca su ciclo narrativo sobre la Guerra Civil, que incluye cinco novelas publicadas entre 1943 (Campo cerrado) y 1968 (Campo de los almendros). Destaca en su obra La calle de Valverde (1961), novela realista que recrea el Madrid de la dictadura de Primo de Rivera; y Jusep Torres Campalans (1958), biografía de un pintor imaginario.

Autores exiliados con obra posterior a 1939

Manuel Andújar es el más destacado, con novelas agrupadas en dos ciclos: Lares y penares y Vísperas.

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Novelas sobre la Guerra CivilDesde los primeros años de la guerra muchos novelistas muestran interés por el porqué, el cómo y el para qué de la Guerra Civil. La guerra está presente en la mayor parte de las novelas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, como tema central, o como telón de fondo.

Observadores: novelistas ya veteranos que se apresuran a contar cómo fue la guerra. Sus obras tienen un carácter de crónica y su orientación es conser-vadora en defensa de la España sublevada. Agustín de Foxá (Madrid, de corte a checa, 1938) y Tomás Borrás (Checas de Madrid, 1940) dan testimonio desde la retaguardia. Militantes: autores que participaron en la lucha como soldados o como portavoces de una ideología son Rafael García Serrano (Leoncio Pancorbo, 1942) o José Mª Alfaro (Cuerpo a tierra, 1954). Son obras dominadas por la exaltación de los ideales de la España vencedora. Intérpretes: autores que intentaron establecer la significación de la Guerra Civil: Arturo Barea, Paulino Massip y Max Aub. El primero de los intérpretes con pretensiones de imparcialidad del bando franquista fue José Mª Gironella con Los cipreses creen en Dios (1953).

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Renacer de la novela en los cuarenta

La novela resurge por los caminos del realismo, gracias a algunos escritores de la generación del 36. Éstos pudieron beneficiarse de la inquietud intelectual propiciada por los novecentistas y la Generació del 27. Sienten gran admiración por la literatura hecha en el primer tercio de siglo; desean experimentar con la obra literaria con una actitud reflexiva y autocrítica ante la propia obra de arte; se preocupan por los problemas del hombre por encima de cualquier localismo costumbrista o social. El punto de arranque lo marcan autores que buscan en la tradición realista su inspiración, más concretamente en la novela picaresca, caso de Cela, y en la decimonómica, caso de Carmen Laforet e Ignacio Agustí.

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Camilo José Cela publica La familia de Pascual Duarte en 1942. La obra se sustenta en la técnica del manuscrito hallado. Marca el inicio de una corriente conocida con el nombr de tremendismo. La violencia y la fuerza expresiva constituyen su base e impregnan el lenguaje y el contenido de la novela. Su relación con la novela picaresca la hallamos en su modalización autobiográfica, en su temporización retrospectiva, en las digresiones moralizantes e incluso en la ironía de presentarse como inocente un criminal convicto.

Carmen Laforet publica Nada en 1945. Con ella gana el primer premio Nadal. La novela refleja el ambiente real y conflictivo de una situación degradada por la miseria en la posguerra, referida a la ciudad de Barcelona. Nada tiene mucho de novela de aprendizaje, por su modo autobiográfico y su sencillez. En ella se atestigua no sólo la experiencia de la protagonista y su desencanto, sino también la sordidez y la miseria material colectivas.

Ignacio Agustí es autor de Mariona Rebull (1944) y El viudo Ríus (1945), ejemplos de novela río, de amplio alcance temporal.

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Renovación de los años 50

El aislamiento al que se ve sometida España empieza a debilitarse con la incorporación a los organismos internacionales. La censura presenta signos de tolerancia mínima. Los autores descubren nuevas técnicas narrativas en los autores del neorrealismo literario y cinematográfico italiano o en los escritores de la generación perdida norteamericana, también en la literatura francesa de la posguerra, sobre todo en el Existencialismo y en el Nouveau Roman.

Autores de la Generación del 36

La Colmena, publicada en Buenos Aires en 1951, obra de Cela, es una novela ambiciosa, con más de trescientos personajes. Este protagonista colectivo representa la amarga existencia diaria de la ciudad de Madrid en la posguerra, a lo largo de tres días de 1943. La novela se rehumaniza. Su construcción se impone como modelo del realismo social que aparece después. El texto aparece fragmentado en secuencias independientes y no en capítulos. Consigue con ello expresar la soledad y el vacío existencial de aquellos seres atrapados en una colmena urbana.

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La noria (1952) de Luis Romero expone una visión panorámica de Barcelona. Son treinta personajes representativos de la colectividad. La rutina y la angustia del vivir cotidiano, la soledad y la incomunicación son temas fundamentales de la realidad vivida en la posguerra barcelonesa. La obra ofrece numerosas manifestaciones del estilo indirecto libre y del monólogo interior, procedimientos con los que se pretende indagar en la mente de los personajes.

Miguel Delibes, con El camino (1950) o Las ratas (1962) se consagra como intérprete del campo y la ciudad castellanos. La exaltación de Castilla y la denuncia social se aúnan en un mismo texto. La realidad castellana se presenta desde el pensamiento y el lenguaje de sus gentes.

Dado el auge de la novela realista, la de tipo fantástico no tuvo excesivo éxito, pero cabe destacar a Álvaro Cunqueiro (Las mocedades de Ulises, 1960; Las crónicas del sochantre, 1959) y a Rafael Sánchez Ferlosio (Industrias y andanzas de Alfanhuí, 1951) como cultivadores de ésta.

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Años sesenta y setenta

Al cambio en el rumbo novelístico contribuyeron circunstancias históricas y literarias. El desarrollo económico es importante en España: auge del turismo, renovación de las costumbres y de los intercambios con el extranjero. Con la ley de prensa de 1966 la censura se muestra más flexible, aunque se prohiben novelas de Juan Goytisolo o Juan Marsé. Los lectores, por su parte, se muestran cansados de las novelas sociales que inundaron el mercado la década anterior.

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Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín Santos, es la obra que marca el cambio. El autor demostró que se podía escribir novela social con una buena dosis de denuncia haciendo de la realidad una interpretación intelectual, sometiéndola a unos esquemas míticos y usando de unas técnicas narrativas y lingüísticas experimentales. La novedad se halla en su forma: fragmentación del relato, ruptura de la secuencia cronológica, uso del monólogo interior, narración desde distintas personas gramaticales. La historia presenta cierto carácter existencial, apoyado en la frustración personal del médico que la protagoniza, consecuencia del atraso científico, pero también de su indecisión, sus contradicciones y su debilidad.

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Entre 1962 y 1966 no se publica ninguna novela importante, salvo Don Juan (1963), de Torrente Ballester. En 1966 Juan Goytisolo inicia su trilogía “La destrucción de la España sagrada”, compuesta por Señas de identidad (1966), Reivindicación del conde don Julián (1970) y Juan sin tierra (1975). Con ellas se sitúa en la vanguardia de la experimentación formal. Juan Benet se consagra con un ciclo novelesco localizado en el espacio mítico de Región: Volverás a Región (1967), Una meditación (1970), Saúl ante Samuel (1980). Intento de comprender la ruina y la soledad de unos lugares y unas gentes que son alegoría de la España contemporánea y de su historia. Rechaza toda imitación de la realidad a favor de la creación verbal.

Page 35: La novela del siglo xx

A los autores de la generación del 36 se deben también algunas obras experimentales. Cela escribe San Camilo 1936 (1969), un monólogo interior en segunda persona autorreflexiva, y Oficio de tinieblas 5 (1973), donde un narrador monologa consigo mismo. Delibes escribe Cinco horas con Mario (1966), en la que consigue reflejar el enfrentamiento entre las dos Españas, representadas por un profesor liberal y su esposa. Ésta, desde su ideología conservadora, dirige a su difunto marido un largo soliloquio lleno de reproches acerca de todos los asuntos en los que ambos no pudieron entenderse. Torrente Ballester, por su parte, publica La saga/fuga de J.B. (1972), una parodia de la novela experimental en la que recupera el arte de contar historias. Ballester apura las posibilidades del relato por medio de un narrador-protagonista que levanta, a imagen del Quijote, una gran ficción por medio de la capacidad imaginativa.

Page 36: La novela del siglo xx

Novelistas del 68

Primera generación nacida y educada en las restricciones del franquismo. Contra él se revelaron en las protestas universitarias del 68, al calor de los acontecimientos del Mayo francés. Sus primera novelas aparecen entre 1968 y 1975. Coinciden con la agonía del régimen, el apogeo de la novela experimental y la influencia del estructuralismo. Se vislumbra, al mismo tiempo, una vuelta a la recuperación de los elementos clásicos del relato. Rechazan el compromiso social del escritor y defienden una novela apoyada en la estructura y el lenguaje. Los escritores más sólidos se esfuerzan por recuperar la narratividad de la intriga. Son Eduardo Mendoza (La verdad sobre el caso Savolta), Luis Mateo Díez (La fuente de la edad), José María Merino (La orilla oscura), Juan José Millás (Visión del ahogado) o Manuel Vázaquez Montalbán (serie del detective Carvalho).

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Novela de la transición

Tres elementos fundamentales marcan la novela de este periodo: la desaparición de la censura, mejor conocimiento de la literatura occidental en España, difusión de la literatura española en Europa. Muchas de las novelas españolas prohibidas en España por la censura pueden ser editadas ahora. Se recupera la literatura de los exiliados. El libro político invadió el mercado y favoreció la novela entre documental y política: Autobiografía de Federico Sánchez (1977), de Jorge Semprún; La soledad de la manager (1977), de Vázquez Montalbán; Antonio B. el rojo (1977), de Ramiro Pinilla. Pasado este auge, las tendencias narrativas se multiplican: metaficción, novela poemática, histórica, fantástica, policíaca, la crónica novelada. Cuatro generaciones de escritores conviven en un mercado en pleno auge comercial, favorecido por la profusión de premios literarios.Se aprecia un afán de cosmopolitismo en la localización de las historias, a costa de ignorar a veces la realidad española y de rechazar el presente inmediato.

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Metanovela: incluir la narración misma como centro de atención del relato. Se cuenta una historia y también los problemas planteados en su narración. Fragmento de apocalipsis (1977), de Torrente Ballester; El cuarto de atrás (1978), de Martín Gaite; Larva (1983), de Julián Ríos.

Novela poemática: aspira a ser un texto creativo autónomo con tendencia a la concentración máxima. No hay imitación de la realidad. El lenguaje es más sugerente que referencial. Los santos inocentes (1981), de Miguel Delibes; El héroe de las mansardas de Mansard (1983), de Álvaro Pombo; Coto vedado (1985), de Juan Goytisolo.

Novela histórica: narración fabulosa de un mundo ficticio que realza su carácter fantástico. El pasado se presenta como imaginario, como reconstrucción o recreación de la historia, como proyección del pasado sobre el presente, como aprovechamiento de la historia para ejercicios de estilo. La isla de los jacintos cortados (1980), de Torrente Ballester; Octubre, Octubre (1981), de José Luis Sampedro; La ciudad de los prodigios (1986), de Eduardo Mendoza.

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Novela policíaca: intensificación de la intriga por medio de esquemas policíacos que coincide con la revalorización del cine del mismo género. Autores que lo cultivan son Vázquez Montalbán, Juan Madrid, Pedro Casals, Andreu Martín, González Ledesma…

Crónicas noveladas: propiciadas por un amargo desengaño ante las ilusiones traicionadas en la transición política. Testimonios y reportajes novelados pretenden dar una visión panorámica de la historia de España en los últimos años. Visión del franquismo son Un día volveré (1982), de Juan Marsé; o Pájaro en una tormenta (1984), de Isaac Montero. La noche en casa (1977) y El río de la luna (1981), de José Mª Guelbenzu; o La quincena soviética (1988), de Vicente Molina Foix, son testimonio de cómo su pasada rebeldía universitaria desemboca en el desengaño y el pesimismo existencial.