la noción de sociograma

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1 LA NOCIÓN DE SOCIOGRAMA: Aspectos a considerar para su comprensión Dra. Susana Gómez En el contexto de la propuesta Sociocrítica, la noción de “sociograma” es probablemente uno de los más discutidos y desafiantes para transmitir didácticamente. A la hora de comentarlo, surgen dificultades para situar su complejidad en la red conceptual de una teoría que la redefine continuamente y cuyas publicaciones no suelen ser accesibles en nuestro país. Por eso, tanto en la necesidad de transmitirlo como en la importancia que conlleva para su transferencia en investigaciones sobre los discursos sociales, resultaría útil al menos tener en claro algunos de sus aspectos más relevantes. 1 Veremos esta noción ubicándonos en tres puntos de apoyo: En primer lugar, las referencias contextualizadoras del sociograma; luego, su definición tal como es rescatada por la sociocrítica aportando dos ejemplos propios y, finalmente, cómo el sociograma nos orienta hacia el problema de la economía de la legibilidad social de los textos. Bajtin y Foucault: nociones de abordaje Aceptemos inicialmente que sociograma involucra al menos dos referencias conocidas para nosotros: la interdiscursividad en M. M. Bajtin y las formaciones discursivas de M. Foucault. 2 Hay más nociones cercanas, que Régine Robin sistematiza en uno de los artículos que leeremos aquí (1992), pero sólo consideraremos las que nos son más cercanas a las teorías literarias de la carrera de grado en Letras. 3 M. M. Bajtin reconoce la relación interdiscursiva como constituyente de una cadena de enunciados que, lejos de simplemente remitir unos a otros, conforma una red epistémica a partir de la cual se comprende activa y responsablemente una situación dada en el mundo. La palabra, slovo, acredita la memoria discursiva y con ello culturalinscripta en los enunciados, a su vez respondientes de otros, constituye un estatuto epocal de los discursos en el cual participa el hablante -en la vida del enunciado- con igual responsabilidad. La presencia de los discursos sociales de una época a otra, accediendo a un Gran Tiempo, está garantizada por esta relación interdiscursiva productora de evaluaciones sociales que permiten comprenderlas en una relación más amplia (el Renacimiento, en el Rabelais; la moderna caída del héroe en Dostoievsky). La polifonía integra el planteo bajtiniano, en tanto las voces sociales ingresan en las obras (los enunciados), no como ecos que repitan lo ya dicho, sino en su particular característica de ser productoras de sentido y de constituirse en señales de una producción ideológica. La memoria discursiva radica en un registro que dialoga con el presente desde el pasado inscripto en él, tal como se desprende de la idea de polifonía. Por otra parte, vincularíamos al sociograma con algunos textos de Michel Foucault en que se describe la formación discursiva como una regulación de lo decible en un estado dado de sociedad. Los 1 Podría circunscribirse este enfoque a un grupo de autores: Duchet, Angenot, Robin, Cros, Malcuzynski, a partir de los estudios del CIADEST y de la incorporación de investigadores de habla francesa a una perspectiva que se diversificó con el tiempo. Ver: http://www.sociocritique.mcgill.ca (en francés) 2 El término “formación discursiva” proviene también de Michel Pécheux, pero será dejado de lado por ahora al no contar con la fuente primaria. 3 Otras nociones que sirven de horizonte [...] pero que no son sinónimos, balizan el paradigma de la mediación del pasaje de lo discursivo a lo textual, la manera en que se cristaliza el discurso social, se fija en ciertos puntos, alrededor de palabras o de imágenes van a devenir ala materia primera de la ficción, que el escritor va a investir y hacer trabajar en el texto.”, serían para Robin: Formación discursiva (Foucault). Topos cultural (Curtius) Modelo ideológico (H. H. Wetzel), grilla cultural (M. Mougenot), aura (Benjamín), símbolo de masas (E. Canetti), omplejo discursivo (P. Tort), Zócalo discursivo (Robin), ideologema (F.Jameson), palabra clave (M. Tournier), cliché cultural (H. R. Jauss), tema revelador (P. Macherey) (Robin, 1993: 13)

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Page 1: La Noción de Sociograma

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LA NOCIÓN DE SOCIOGRAMA: Aspectos a considerar para su comprensión

Dra. Susana Gómez

En el contexto de la propuesta Sociocrítica, la noción de “sociograma” es probablemente uno de

los más discutidos y desafiantes para transmitir didácticamente. A la hora de comentarlo, surgen

dificultades para situar su complejidad en la red conceptual de una teoría que la redefine continuamente

y cuyas publicaciones no suelen ser accesibles en nuestro país. Por eso, tanto en la necesidad de

transmitirlo como en la importancia que conlleva para su transferencia en investigaciones sobre los

discursos sociales, resultaría útil al menos tener en claro algunos de sus aspectos más relevantes.1

Veremos esta noción ubicándonos en tres puntos de apoyo: En primer lugar, las referencias

contextualizadoras del sociograma; luego, su definición tal como es rescatada por la sociocrítica

aportando dos ejemplos propios y, finalmente, cómo el sociograma nos orienta hacia el problema de la

economía de la legibilidad social de los textos.

Bajtin y Foucault: nociones de abordaje

Aceptemos inicialmente que sociograma involucra al menos dos referencias conocidas para

nosotros: la interdiscursividad en M. M. Bajtin y las formaciones discursivas de M. Foucault.2 Hay

más nociones cercanas, que Régine Robin sistematiza en uno de los artículos que leeremos aquí (1992),

pero sólo consideraremos las que nos son más cercanas a las teorías literarias de la carrera de grado en

Letras.3

M. M. Bajtin reconoce la relación interdiscursiva como constituyente de una cadena de

enunciados que, lejos de simplemente remitir unos a otros, conforma una red epistémica a partir de la

cual se comprende activa y responsablemente una situación dada en el mundo. La palabra, slovo,

acredita la memoria discursiva –y con ello cultural– inscripta en los enunciados, a su vez respondientes

de otros, constituye un estatuto epocal de los discursos en el cual participa el hablante -en la vida del

enunciado- con igual responsabilidad. La presencia de los discursos sociales de una época a otra,

accediendo a un Gran Tiempo, está garantizada por esta relación interdiscursiva productora de

evaluaciones sociales que permiten comprenderlas en una relación más amplia (el Renacimiento, en el

Rabelais; la moderna caída del héroe en Dostoievsky). La polifonía integra el planteo bajtiniano, en

tanto las voces sociales ingresan en las obras (los enunciados), no como ecos que repitan lo ya dicho,

sino en su particular característica de ser productoras de sentido y de constituirse en señales de una

producción ideológica. La memoria discursiva radica en un registro que dialoga con el presente desde

el pasado inscripto en él, tal como se desprende de la idea de polifonía.

Por otra parte, vincularíamos al sociograma con algunos textos de Michel Foucault en que se

describe la formación discursiva como una regulación de lo decible en un estado dado de sociedad. Los

1 Podría circunscribirse este enfoque a un grupo de autores: Duchet, Angenot, Robin, Cros, Malcuzynski, a

partir de los estudios del CIADEST y de la incorporación de investigadores de habla francesa a una

perspectiva que se diversificó con el tiempo. Ver: http://www.sociocritique.mcgill.ca (en francés) 2 El término “formación discursiva” proviene también de Michel Pécheux, pero será dejado de lado por

ahora al no contar con la fuente primaria. 3 Otras nociones “que sirven de horizonte [...] pero que no son sinónimos, balizan el paradigma de la mediación del

pasaje de lo discursivo a lo textual, la manera en que se cristaliza el discurso social, se fija en ciertos puntos,

alrededor de palabras o de imágenes van a devenir ala materia primera de la ficción, que el escritor va a investir y

hacer trabajar en el texto.”, serían para Robin: Formación discursiva (Foucault). Topos cultural (Curtius) Modelo

ideológico (H. H. Wetzel), grilla cultural (M. Mougenot), aura (Benjamín), símbolo de masas (E. Canetti), omplejo

discursivo (P. Tort), Zócalo discursivo (Robin), ideologema (F.Jameson), palabra clave (M. Tournier), cliché cultural

(H. R. Jauss), tema revelador (P. Macherey) (Robin, 1993: 13)

Page 2: La Noción de Sociograma

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discursos, dice Foucault, se agrupan entre sí, a veces de manera estructurada en centros de atención en

la historia social, a partir de sistemas que actúan en la formación de los objetos, los conceptos, los

sujetos, las elecciones estratégicas en la función enunciativa. Se pregunta: “¿Y qué especies de

relaciones hemos de reconocer valederas entre todos los enunciados que forman, sobre un modo cada

vez más familiar e insistente, una masa enigmática?” (1970 en 1990:51). Una de sus definiciones para

“formación discursiva” se lee así: “[…] es el sistema enunciativo general al que obedece un grupo de

actuaciones verbales, sistema que no es el único que lo rige, ya que debe obedecer además, y según sus

otras dimensiones, a unos sistemas lógico, lingüístico, psicológico” (1970 en 1990: 196).

Estamos ante nociones muy amplias, instaladas en una dimensión cultural de un estado dado de

sociedad, su historia y sus memorias. Se trataría de intentos por dar a conocer la existencia teórica de

un orden regulador en un gran sistema discursivo, entendido en cada caso de manera diferente, ante el

cual la sociedad regula sus intercambios en la producción de lo decible y pensable. Pero tienen en

común aquello que los distingue: devienen de una resultante de procesos ideológicos que permean en

todos los puntos de la red discursiva y generan para el individuo un lugar en el cual pensarse como

hablante social. En Bajtin esto se expresa en que el signo es indefectiblemente ideológico y en Foucault

en el sujeto en su relación con la verdad y el poder –una micropolítica–.

Estos dos aportes teóricos son relevantes para establecer porqué el sociograma es clave en la

observación de un estado dado de sociedad en el nivel de la discursividad social general (en Angenot,

Discurso Social) y específicamente en la emergencia de representaciones en textos particulares

vinculados entre sí por lazos interdiscursivos. Así, constatamos que el sociograma se ubica en el nivel

de las relaciones de sentido –en especial la doxa– en un gran período cultural e incluso en una “época”

que lo reproduce a otra consecuente pero que deja sellada una respuesta futura. Al observar el estatuto

de lo social en el texto, el sociograma viene a ser la piedra de toque de cualquier investigación

sociocrítica en tanto su perspectiva epistemológica asume la imposibilidad de abordar toda la red

sistémica de discursos epocales; cautela que por otra parte le permite situarse en la frontera –Bajitn

(1982)– entre textos y discursos, entre discursos y entre el discurso y la socialidad. Observemos, ahora

sí, algunos aspectos de este concepto desde la propia Sociocrítica.

Del complejo discursivo al “nudo” sociogramático: algunas precisiones y dos ejemplos de

investigación

El término habría sido propuesto por Claude Duchet en 1984, como explicaremos más adelante.

Pero tiene un antecedente, el “complejo discursivo”, definido por Patrick Tort (1978) y citado en

Angenot/Robin (1988) así: “Un complejo discursivo es una red de reacciones y de vectores, uno de

cuyos caracteres es del de permanecer abierto a la reactivación histórica de sus problemas nucleares”

(en Angenot/Robin, 1988:10).

Es evidente aquí el establecimiento de una definición descriptiva capaz de considerar la

heterogeneidad de los enunciados en un momento dado, motivando con ello la necesidad de incluir los

aspectos estratégicos que actúan en situaciones históricas concretas. Con esta noción Tort cuestiona los

criterios utilizados por la historia de las ideas para el reconocimiento de fenómenos o hechos concretos.

Propone que el análisis de los complejos discursivos ayudaría a comprender cómo abordar los juegos

(“enjeuxs”, en francés) en que se organiza estratégicamente la red de discursos alrededor a un tema, a

la vez que facilitar la comprensión de las situaciones históricas según las estrategias discursivas

utilizadas para producirlas desde la interpretación discursiva in situ y describirlas en su historización.4

4Este concepto está muy poco reseñado, contando sólo con referencias indirectas al no poder acceder a los

libros de Tort. Sin embargo, esta explicación nos es suficiente para reconocer el origen de la cita de

Angenot y Robin. Hay una reseña en el sitio web de Tort, en el Instituto Charles Darwin Internacional, por

él fundado: http://www.darwinisme.org/perso/index.html#ancre7

Page 3: La Noción de Sociograma

3

Angenot y Robin comentan el valor teórico del complejo discursivo en la consideración de la

heterogeneidad discursiva, señalando: “una configuración abierta de elementos, sin clausuras, que

van a permitir […] cristalizar en ellos los elementos polémicos de un debate.” (ibd:11). Con esta

aclaración introducen la definición de Claude Duchet, referencia principal para la noción de

sociograma: “Conjunto lábil [en francés flou], inestable, conflictivo, de representaciones parciales,

centradas en torno a un núcleo, interactuando unas con otras” (C. Duchet, 1984 en un seminario en la

UNAM, citado por Robin como inédito, 1991:11). Analicemos algunos aspectos centrales:

En primera instancia aparece el concepto problemático de representación, a ser atendido en

vistas a su emergencia en múltiples textualidades y en su presencia identificable con algún grado de

certeza en diferentes zonas de la discursividad. No se trataría de representaciones globales ni de una

única representación, sino de varias, vinculadas entre sí “en torno a un núcleo” (ibd:11). Lejos de ser

las representaciones, lo desafiante es el núcleo, que produce un efecto magnético sobre los enunciados.

Régine Robin se interroga acerca de la naturaleza de este núcleo en un artículo dedicado al

imaginario social, para intentar responder:

“un enunciado nuclear conflictivo que puede presentarse bajo formas distintas: un

estereotipo, una máxima, un sociolecto lexicalizado, un cliché cultural, una divisa, un

enunciado emblemático, un personaje emblemático, una noción abstracta, un objeto, una

imagen.” (Robin, 1993: 14, trad. mía).

En la redundancia evidente en esta cita está claro que el núcleo sociogramático es una

construcción discursiva conflictiva, debatible o polémica, cuya visibilidad se reconoce en una

dispersión de representaciones aun así marcadas por una imagen de superficie o un tema común. Dicho

de otro modo, si hay tal dispersión de representaciones estabilizadas en un cliché o una sentencia,

existe una disputa por el sentido en la trama interdiscursiva, además, ideológica. El núcleo puede no ser

lo más relevante del análisis del discurso, puesto que por lo general buscamos o bien conocer los

procesos de producción de sentido de lo social en una perspectiva sociosemiótica, o bien en una visión

sociocrítica, clarificar cómo los discursos ponen de manifiesto que la sociedad genera un “decible

global” a partir de lo cual se recorta también lo no decible. Pero dejar de lado que existe un sociograma

activo en ese estado de discurso o en el decible global –como dice Angenot en muchos escritos–,

supone obviar una entrada importante en el problema de la hegemonía discursiva: sus procesos

ideológicos.

Hay algo más que nos inquieta, el calificativo “lábil”, tal como se tradujo a la palabra flou en la

cita del texto en español, utilizada en francés para aludir a una propiedad de un objeto como borroso o

“vago”, desvanecido, vaporoso (Grand Dictionaire Larousse), cosa muy dispar con respecto a una

supuesta inestabilidad de estas representaciones. De hecho no lo son, a pesar de su carácter parcial ya

que de otra manera no serían reconocibles. Acudimos a ver esa acepción terminológica porque supone

un problema epistemológico aceptado por los propios teóricos sociocríticos: se trabaja con el principio

de la incertidumbre en el avistamiento y descripción en los textos de este conjunto de representaciones

que apenas si se logra reconocer en la generalidad de discursos que los atraviesan, definiendo los

sentidos en su recorrido entre una frontera y otra. Nos preguntamos: ¿cómo captamos sus trazados

orbitales alrededor del núcleo sociogramático que, sin embargo, se resiste a reunirlas en un todo

homogéneo, visible a simple vista en los textos?

La importancia que reviste este detalle de la noción de sociograma radicaría en al menos dos de

sus consecuencias: a) nos motiva a ubicarnos en una dimensión general de los discursos; su

conflictividad es perceptible por el analista en la trama interdiscursiva que surge ante sus ojos al reunir

materiales discursivos diversos e incluso no ligados entre sí pero que tampoco están amalgamados en

un estado o campo discursivo dado. Y, b) el grado de conflictividad del sociograma facilita la

comprensión de fenómenos discursivos más allá de los textos pero a partir de ellos, en las fronteras en

Page 4: La Noción de Sociograma

4

que estos dispositivos interdiscursivos (Angenot/Robin, 1985 en ed 1991: 77) dinamizan las siempre

tensivas relaciones entre los distintos componentes del sociograma: reenvíos, citaciones, imaginarios,

procesos en que se estereotipan expresiones o términos-clave.

Así, el analista sociocrítico atiende los sistemas discursivos que vectorizan estratégicamente la

presencia de los discursos en las prácticas socio-históricas, como la literatura. Se vería perdido si

quisiera analizar “el sociograma tal o cual”; sería una tarea por demás ambiciosa. Pero conocerlo es una

ayuda para comprender el Discurso Social en su conjunto, especialmente por lo no dicho, que está en

las sombras de la emergencia textual de los enunciados.

Allí donde se ven actuaciones alrededor del núcleo del sociograma hay una disputa discursiva

que ha llegado a un punto de decantación integrado a la hegemonía. Es suficiente que un cliché se haga

evidente o bien que se imponga un estereotipo como estrategia de articulación discursiva, para que sólo

se hable de ello. Por ejemplo, la dicotomía política “civilización y barbarie” en Argentina señala un

sociograma, o más precisamente una dominante discursiva (Angenot/Robin, ibd.: 5) heredera del

discurso del rosismo, que está aún vigente y permea en la discursividad. Sigue siendo un reenvío

permanente en el léxico político o periodístico, se enseña en las escuelas despojada de una comprensión

histórica y hasta sigue funcionando en la reflexión acerca de los acontecimientos ligados a la vida civil,

la literatura o la propia identidad del puerto/las provincias. Aunque su sentido se haya modificado con

el paso de ya dos siglos, es una referencia discursiva que no olvida su origen. Este ejemplo nos alerta

sobre otra propiedad del sociograma: su presencia en la sociedad durante largos períodos de la historia

enunciativa.

Un sociograma no se clausura en un lapso de tiempo concreto o concertado, sino que pervive en

su redefinición en estados de discurso cuya temporalidad es difícilmente aislable del continuum

discursivo (volveríamos sobre el dialogismo, en Bajtin). Además, puede ser reconocido en otro;

podemos hallar filiaciones sociogramáticas en un trabajo arqueológico consistente en reunir, a los fines

del análisis, diferentes representaciones cercanas en una historia de los discursos a los cuales remiten.

Por caso, en una investigación mía (Gómez, 2005) rastrear el sociograma que permite ver la

Revolución Cubana como proceso transformador, supuso involucrar en sus representaciones el cliché

del cambio radical desde la Revolución Francesa, pasando por las revoluciones (o lo que así se

denominó) en el siglo XIX latinoamericano. Pensemos en las derivaciones también estereotipadas que

funcionaron en Argentina en torno al concepto de “revolución”, para nombrar en el Siglo XX, la

Revolución Justicialista del ´45, la Revolución Libertadora de 1955, esa misma noción en la lucha

armada en los años ´70, la “revolución productiva” menemista y hasta en el “que se vayan todos” del

discurso político popular en la caída de Fernando De la Rúa. La “revolución”, sostenida por las

tensiones que resultan de una interlegibilidad general del sociograma, se abre a sus diferentes sentidos

en el discurso político en sus especificaciones particulares. Ya no plantea la necesidad de reconocer sus

filiaciones discursivas, porque la doxa las está sosteniendo por igual en un concepto, una significación,

un estereotipo y, finalmente, en un enclave discursivo en el cual funciona cualquier asignación del

carácter “revolucionario” a algún acontecimiento histórico concreto. Esto es aclarado por Robin (1993)

al explicar su papel en la formación de imaginarios sociales (en nuestros ejemplos anteriores, la

polaridad como constituyente de la identidad nacional, el cambio radical como aspiración colectiva).5

Otro ejemplo cercano se halla en la literatura argentina post-dictadura, que hizo evidentes las

tensiones generadas en el trabajo de la memoria. Hubo discursos que la literatura no había sido capaz

de representar hasta mediados de los años ´90, dado el silencio que siguió actuando en la creación

5Su artículo cita a Duchet para incluir el par “diagrama/sociograma”: “[los diagramas constituyen las nervaduras

de sus conjuntos móviles de representaciones, en suspenso en el texto, que propuse llamar sociogramas]” (Robin,

1998:13). Acude a nosotros la idea de un esquema que marca en sus líneas relacionales el conjunto completo del

sociograma. Por otro lado, Nicolás Rosa habla de un socio-drama, pretendiendo incluir también las prácticas y

políticas de representación del sociograma que colocan, lado a lado doxa y para-doxa en un diálogo casi teatral.

Page 5: La Noción de Sociograma

5

artística por las dificultades del lenguaje para narrar o mostrar el horror (Arán 2005, Dalmaroni, 2004,

entre otros). El autoritarismo se volvió una referencia obligada en el discurso social argentino acerca

de la memoria. La tarea de recordar obliga a reconocer líneas de ingreso de las semiosis epocales en

textos literarios posteriores al momento histórico de referencia. Así, la novela postdictatorial argentina

se escribe durante la década siguiente al fin de la dictadura militar, con dificultades hasta fines de los

´90 en que comienza otro momento en la dicción postdictatorial, ahora revisora de lo dicho. Sin

embargo, el autoritarismo sigue actuando en la formación de discursos –su doxa, su tópica y su

verosímil–, por eso son reconocibles los sentidos que las representaciones creadas en el final de los ´80

dejaron en estado de cliché. El trabajo de la memoria en esa etapa instituye el nombrar la dictadura

pero no complejiza la reflexión sobre los objetos que devienen de ella y por ende, el sociograma remite

a todos los procesos dictatoriales –y con meramente designarlos parece dar por sentado de qué se

habla– en representaciones nunca completas de una casi inverosímil memoria del dolor: Lo que no ha

sido narrado en los discursos de la supervivencia no lo está tampoco en la novela, indicando con esta

ausencia el silencio con que se concretaron los indultos y las leyes de Punto Final. Lo no decible

impera sobre el detalle, dejando ver que el sociograma sigue vigente en los discursos de la esfera

pública que dice lo que las praxis discursivas sólo logran invocar o sugerir, apenas señalar. Sobre el

signo indicial del silencio se apoya entonces el cliché sociogramático, tal como lo manifiestan los

cronotopos novelísticos: la mirada en búsqueda en un régimen de obediencia en que hay visibilidad

desde adentro e invisibilidad desde afuera junto al de la paternitas en Dos veces Junio de Martín

Kohan; el cronotopo del cuerpo en El fin de la historia de Liliana Heker y otros textos del corpus.6 En

la lectura sociocrítica de estas novelas se descubre que la cronotopía es un aporte interesante para

pensar ese sociograma que se hace presente en la descripción de la intersección de sentidos que es el

aquí-ahora del cronotopo novelesco. Tal herramienta de lectura ayuda a reconocer las representaciones

parciales en tensión y, con ellas, a los ideologemas que, en otro nivel de los discursos, están mostrando

también un sociograma vigente, dolorosamente activo. ¿Qué le cabe a la literatura sino profundizar este

carácter “abierto” del sociograma, en su necesidad de ser vinculada una y otra vez a su regularidad de

origen desde el presente de su lectura? ¿Hasta qué punto se logra este reenvío?

Lo que podríamos llamar el “funcionamiento social” del sociograma es un tema pendiente

requerido aún de investigaciones más amplias; lo indicado aquí intenta dejarlo anotado para

considerarlo en futuros proyectos, más todavía en relación la legibilidad social (Cros, 1986/87) de los

discursos, aquella capacidad del sentido para ingresar en los textos transfiriendo lo social.

La diferencia sociocrítica: El sociograma en una economía de la legibilidad

Llegados aquí, nos preguntamos si la lógica sociogramática configura la doxa, sus conflictos o

solamente los señala. Podríamos presumir que sí, al recordar la tarea de la Sociocrítica de observar el

ingreso-egreso del sentido en las fronteras en que la doxa da sostén a los textos sin olvidar que la

ideología atraviesa la materialidad del texto, en negociación con la hegemonía. Ma. Pierrette

Malcuzynski realiza una afirmación relevante para acompañar esta idea:

“El sociograma organiza la economía hegemónica de forma que se pueden concretar los

puntos nodales y se vuelven descifrables, decodificables y por lo tanto, producibles

textualmente. Ahí mismo donde el sociograma permite identificar lo que en el seno de lo

hegemónico se llama „discurso social‟, vuelve inteligible el fuera-del-texto y por

consiguiente leíble.” (Malcuzynski, 1998: 202/03)

6Gómez, S. (2003):“Lectura cronotópica y regímenes de obediencia: la legibilidad del mundo en la novela.”

Inédito. Y (2004) “La voz de qué cuerpo: metáforas de los cuerpos sociales en la novela posdictadura sobre

la dictadura”, inédito. Cátedra de Teoría y Metodología II, materiales de clase.

Page 6: La Noción de Sociograma

6

Entonces, el rol del sociograma en los procesos sociodiscursivos consistiría entre otras cosas en

establecer una capacidad de lectura de los textos, una posibilidad de hacer funcionar los mecanismos

textuales como herramientas de legibilidad, regulados por la hegemonía; de otro modo, no serían

legibles, o al menos inteligibles. Es decir, “pone de manifiesto las condiciones de la textualización”

(ibd: 203).

Malcuzynski recupera para su revisión del sociograma el estatuto sociométrico tomada de la

investigación de las interacciones sociales y consistente en una medida establecida en los individuos al

reconocerse un margen de actuación frente a otros (rechazos o aceptación; atracción o aversión) que, en

la estructuración gráfica de las respuestas de un grupo, pasa a denominarse sociograma. Sigue siendo

una medida, que la autora considera que debe ser cuestionada al investigar la discursividad, ya que el

sociograma se forma en una zona de (in)diferencia ubicada entre dos polos, positivo y negativo, que se

convierte en una diferencia para la Sociocrítica. En la (in)diferencia las fronteras del campo discursivo

se ven modificadas y éste se altera o se fragmenta; el sociograma puede “triturar lo ideológico de tal

manera que se volviera garante de tal elasticidad, manifestándose está última en una medida en

términos de grados de (in) diferencia.” (ibd: 204)

Esto nos permite considerar la diferencia que el analista habrá de percibir en relación con la

ideología y que problematiza otra vez la frontera como propiedad necesaria de los discursos.

¿Podríamos hablar de fronteras flexibles si no fuera por un sociograma que relativice la ideología como

conjunto estable de representaciones sobre el mundo?

El analista logra ver las representaciones sociogramáticas al situarse en esa mirada fronteriza que

va del texto del análisis (sus corpus ad hoc, sus recortes diacrónicos) al discurso como una instancia

creadora de redes, en un proceso descriptivo nunca acabado, ya que “El sociograma no cesa de

reconfigurarse, de cambiar sus regímenes de sentido, de desplazar la significación de las palabras”

(Robin, ibd: 14, trad. mía). Quizás por eso sea factible de reconocer un sociograma antiguo en lo que

creemos es uno nuevo o reciente. En nuestro ejemplo, Proceso de Reorganización Nacional en

Argentina no es otra cosa que una representación (un imaginario, un signo ideológico, una disputa

nocional) del autoritarismo como mundo forzosamente ordenado (1984 de Orwell, el stalinismo) bajo

la mirada omnipresente y panóptica que registra todo acto vital y lo determina.

Esto trae como consecuencia la posibilidad de que en un estado dado de discurso vivan varios

sociogramas que cumplen su función en distintas esferas de las prácticas socio-históricas, cada uno de

ellos en una etapa propia de su proceso de formación y establecimiento. De este modo reconocemos su

papel en la formación de imaginarios sociales y en la constitución de la doxa, toda vez que el

sociograma hace evidente una “actividad ideológica intensa” (Robin, ibd: 16, trad. mía) en la cual se

están redefiniendo sus valores y objetos, y cuya visibilidad acaece una vez que se han articulado a su

alrededor los clichés, las palabras claves o las imágenes estandarizadas (el color rojo, la foto del Che,

las cadenas rotas, el borde blanco de tiza que iconiza a los desaparecidos). La legibilidad social, vista

desde el sociograma en tanto noción teórica, se configura en su economía ideológica a partir de las

representaciones que orbitan el núcleo conflictivo, de manera nunca aleatoria aunque tampoco estable,

en que ellas realizan sus agenciamientos del sentido hacia los textos para que retornen, respondidos, a

los discursos.

Gracias a esa connivencia que supone su lectura, el analista puede dar cuenta de los contrastes en

la doxa y de la interpelación entre ideologemas contiguos que le permiten luego reconocer los procesos

discursivos transformadores, polémicos, de crisis o fuertes quiebres que acompañan los cambios

sociales radicales en épocas señaladas por grandes lapsos temporales –otra vez, Tort– . Nunca un

sociograma se forma sobre una conformidad, sólo es posible allí donde no la hay, donde parece que

“sólo se habla de eso” porque las políticas discursivas colocan sus representaciones en una dispersión

tal que resulta difícil no remitirse a ellas para formular mucho de lo que se dice en un momento dado.

Page 7: La Noción de Sociograma

7

Finalmente, sería importante redactar la pregunta que guía este ensayo, a modo de apertura:

¿Sobre qué opera el analista frente a los sociogramas? Sobre aquello que arraiga la ideología: la doxa,

su memoria del mundo.

Agosto 2005- octubre 2006

BIBLIOGRAFÍA:

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ROPARS, Marie Claire (eds.) La politique du texte, enjeux sociocritiques, Lille, Presses

Universitaires de Lille.

La página de Marc Angenot es:

http://groups.msn.com/PAGEDEMARCANGENOT/_homepage.msnw?

NOTA.

Este trabajo resultó de un intento de clarificar el concepto de sociograma en una indagación en su

momento informal y ahora investigación acreditada que llevamos a cabo con la Dra. Pampa Arán en

Teoría y Metodología II (Letras) relacionada con una lectura sociocrítica de las novelas

postdictatoriales que narran acontecimientos del pasado reciente. Agradezco a la Dra. Arán sus

comentarios a la primera versión de este trabajo sobre el cual pude avanzar hasta hoy y a la Dra. Silvia

Barei, quien acompañó las discusiones sobre este concepto desde la dirección de mi tesis doctoral.