la nobleza que se llevÓ la ingratitud - copia

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“LA NOBLEZA QUE SE LLEVÓ LA INGRATITUD” En 1.640 un grupo de nómadas disímiles y de variados caracteres improvisaron un asentamiento humano para restablecer la convivencia que por causa social o familiar habían perdido desde que sus progenitores gestaron y concibieron su existencia; Benedicto Lobada, un indígena de cabellera negra y abundante, dientes de marfil y muy corpulento dirigió y condensó la organización social de la aldea, inclinada en la vasta zona montañosa, próspera y pedregosa de la extensa serranía de San Lucas; bañada en su margen izquierda por las turbias aguas del brazo de la

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Page 1: LA NOBLEZA QUE SE LLEVÓ LA INGRATITUD - copia

“LA NOBLEZA QUE SE LLEVÓ LA INGRATITUD”

En 1.640 un grupo de nómadas disímiles y de variados

caracteres improvisaron un asentamiento humano

para restablecer la convivencia que por causa social o

familiar habían perdido desde que sus progenitores

gestaron y concibieron su existencia; Benedicto

Lobada, un indígena de cabellera negra y abundante,

dientes de marfil y muy corpulento dirigió y condensó

la organización social de la aldea, inclinada en la vasta

zona montañosa, próspera y pedregosa de la extensa

serranía de San Lucas; bañada en su margen izquierda

por las turbias aguas del brazo de la lobada con la

confluencia de los ríos Magdalena, Cesar y Cauca y

rodeada de cuerpos cenagosos germinados por la

naturaleza y depositarios de abundante variedades de

peces, los cuales constituían la fuente alimenticia de

la comunidad, así como el objeto de laboriosidad de

todas las familias aldeanas; en principio su incipiente

conformación fue irrumpida por laborioso y

persistentes aldeanos que se propusieron convertirla

en el conglomerado más próspero y productivo de

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aquellos que existían en las costas ribereñas de la

depresión momposina caribeña.

La pesca y la agricultura caracterizaban la embrionaria

economía de la aldea, que sin ser industrializada,

constituían el factor más importante en el

sostenimiento de sus habitantes; sin embargo, su

comercialización en los centros de acopio aledaños, le

permitía al pescador y al agricultor, obtener más

divisas para la atención de otros menesteres y para el

mejoramiento de sus condiciones vitales; en

ocasiones esa laboriosidad le permitió a algunos

labradores alcanzar estatus más ponderados en el

renglón de la ganadería hasta convertirse en

verdaderos microempresarios que contribuían poco a

poco con el desarrollo del renaciente asentamiento;

la explotación minera y maderera aunque doméstica y

rudimentaria constituían igualmente actividades

laborales diarias que los labriegos adelantaban con

tanto empeño que en algunas ocasiones se

apasionaban con rituales alusivos al Dios del oro, en

las canteras desérticas de las colinas inhóspitas.

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La descendencia de blancos y negros hacían del

labriego, un mestizo puro con costumbres

diversificadas no solo en su lengua, sino también en

sus credos y pasiones más por su descendencia

indígena, que por sus ancestros hispánicos; de tal

manera que las generaciones parenterales de la

población, tuvieron determinada por temperamentos

guerreros, actitudes conflictivas y conductas de

rivalidad constante sobre todo en las relaciones

interpersonales; los núcleos familiares desde un

principio fueron muy complejos, pues, los patrones

genealógicos disímiles diversificaron la casta de sus

miembros, que en ocasiones el ayuntamiento

incestuoso degeneraba la descendencia de la prole;

aunque la hermandad reinante con culturas de

solidaridad hacían de la aldea, un paraíso natural de

convivencia pacífica, de creencias católicas aferradas

al creador supremo y evocadas por humildes

lugareños que simbolizaban la concordia y la armonía

colectiva a pesar de la dureza temperamental de los

caracteres individuales.

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En ese entorno social y antropológico diversificado,

nació Paulo Vizcaíno del seno de la familia Vizcaíno-

Marsella, conformada por humildes lugareños de

origen mestizo, arraigo indígena y costumbres criollas;

el segundo de los siete hijos que concibió Dolores

Marsella al lado de Agustín Vizcaíno, y de quien desde

su concepción se presagió su agudeza al ser

distinguido con los astros arianos de singular nobleza

y humildad; sus primeros estudios los adelantó en la

escuela franciscana de la “Lobada”, bajo la dirección

del maestro Valerio Mustafá, quien engendró la

enseñanza de una decena de generaciones en el

laberinto inculto de una población marginal donde

solo se anidaba ambiciones rutinarias de una vida

mecánica y residual; su aplicación en el estudio

denotaba desde muy temprano el interés por la

sabiduría, asimilando con facilidad las lecciones

académicas que escuchaba desde los claustros

vetustos que servían de institución educativa a

quienes se disciplinaban por el saber.

Su rendimiento en las labores de aprendizaje era

notable; siempre sobresalía en las sesiones escolares

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y en las relaciones con los condiscípulos demostraba

generosidad y compañerismo y al tiempo compartía

con ellos las limitaciones o restricciones, pero

también su casual bienestar en los momentos de

notada exuberancia; en las jornadas culturales dentro

de las actividades estudiantiles su participación era

imprescindible no solo por su aguda inteligencia, sino

por la deferencia signada por sus compañeros; la

convivencia escolar tenía derroteros de dirección y

estos eran señalados en su gran mayoría por el

estudiante Paulo Vizcaíno, con la complacencia y

aceptación de todos los compañeros, a quienes

veneraba con saturada y extremada confraternidad.

Al terminar el ciclo de básica primaria, inicia la

educación media en el Colegio de secundaria la

“Lobada”, donde no solo demostró su condición de

líder estudiantil, sino que afianzó las calidades de

educando por vocación y convicción y no por deber u

obligación; por encargo profesoral monitoreaba las

clases de sociales en los cursos que le precedían al

suyo, con tanta originalidad que los estudiantes no

extrañaban la ausencia del titular; al término del

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semanario académico era distinguido con la izada de

bandera como símbolo de rendimiento y superación,

destacándole también las bondades del

compañerismo que demostraba incondicionalmente

con sus condiscípulos al igual que el respeto a los

educadores de la institución.

En las jornadas culturales institucionales, participaba

con vehemencia en las declamaciones de las poesías

del Indio Duarte, entre otras, como “porqué no tomo

más” y particularmente la de su propia autoría

“obedeció a su madre”; en las intercolegiales de la

región, se destacó por la obtención de premios en los

concursos de oratoria y en las disputas deportivas de

futbol y basquetbol; la falta de demanda estudiantil

para la época, colapsó el funcionamiento de los

cursos superiores, situación que lo obligó a

matricularse en el Liceo de las Costas, en la capital de

la provincia para concluir sus estudios de educación

secundaria; en esta nueva institución demostró

igualmente sus excepcionales calidades de educando,

al ser eximido de las pruebas de conocimiento en su

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último grado, lo que lo habilitó para que le entregaran

el título de bachiller.

Después superó los exámenes universitarios de

admisión, e inició los estudios de Licenciatura en

Sociales, profesión ésta que truncó para iniciar los

estudios de derecho en la universidad atlanticense,

donde obtuvo el título de abogado; durante su

carrera de jurisconsulto se destacó entre sus

condiscípulos como líder académico que forjaba a sus

compañeros con apoyo de monitoreo en la formación

profesional; la secuencia de los años universitarios fue

ininterrumpida a pesar que en las épocas electorales

se ausentaba del claustro educativo para asistir a un

remoto pariente suyo en la conquista de un escaño en

la escena política estatal; en efecto, Facundo Versalles

Vizcaíno, pariente en sexto grado de consanguinidad

con Agustín Vizcaíno, se erigió en el dirigente político

de la aldea con tanta prosperidad que logró ser

miembro duradero en el congreso de los notables.

“No pierdas de vista Paulo, que al retirarme, tú serás

mi reemplazo”; con estas expresiones de estímulos

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falaces, Facundo logró que Paulo se convirtiera en su

incondicional y abyecto escudero; pero también en su

lugarteniente que se dedicó a la difusión, defensa y

multiplicación de la gesta política que lo mantuvo

largos años en el congreso; en todos los escenarios

donde se adelantaban actividades proselitistas, Paulo

constituía la atracción por el calor y destreza en sus

intervenciones, reiterándose al unísono por todos los

interlocutores, como el inminente reemplazo de

Facundo cuando cumpliera su ciclo en el servicio

público de congresista.

La idolatría y veneración que le auspiciaba su padre

Agustín a Facundo, hacía también que Paulo lo

endiosara y le guardara lealtad por más de quince

años, esperando la oportunidad prometida desde que

inició la empresa conformada además, por quince mil

socios como componentes determinantes de la

representación parlamentaria; a pesar de su agudeza

profesional, siempre la ejercía ocasionalmente, pues,

la mayoría del tiempo, lo destinaba a la atención

permanente del feudo político, con que llegaría algún

día hasta las entrañas del Congreso de los notables;

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sin embargo, su promoción y elección al cabildo de la

aldea y posteriormente a la cámara de diputados

indicaba que la distribución social de la empresa

empezaba a funcionar y por lo tanto, el empeño de

Paulo tendría sus frutos más adelante con la

oportunidad de llegar al recinto democrático donde

se hacían las leyes, en las que precisamente se había

doctorado.

Con la práctica ocasional y selectiva de su profesión,

obtuvo como remuneración a sus servicios, una

heredad constante de cuarenta y cinco hectáreas las

que civilizó y dinamizó en producción integral con

ganado de cría, agricultura, avicultura y porcicultura

entre otras; desde esta microempresa agropecuaria

generó algunos empleos y también donaba

productos lácteos- suero y queso- a los humildes

lugareños que avecindaban la finca; este gesto

filantrópico surgía de su nobleza natural y de los

sueños de redención de la pobreza como una de sus

grandes metas en su proyectada misión social y

política; este quijotismo no era estrategia para

obtener simpatía de sus compatriotas, sino que surgía

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espontáneamente de su hidalga formación nacida de

las entrañas de su humilde descendencia.

El fervor que despertaba la convivencia entre los

lugareños, no superaba la ovación que recibía Paulo

en las relaciones interpersonales con sus coterráneos,

a quienes les demostraba su veneración y gentileza

con los gestos de benevolencia que les expresaba

ante cualquier calamidad inesperada; las diferencias

sociales nunca constituían un obstáculo en su vida

cotidiana, por el contrario, la equivalencia entre las

esferas de uno u otro sector social, era su prioridad

más que su preocupación, pues, sus ancestros se

remontaban a un núcleo familiar tan original e innato

que nunca conocieron esta división de clases y

tampoco contemplaron la más mínima desigualdad en

el conglomerado congénito de sus antaño.

No hubo conciudadano en su entorno, que no haya

sido destinatario de su nobleza en sus necesidades

personales y familiares; cuando dirigió la aldea en su

condición de alcalde, evocó el paternalismo en los

hogares sin vivienda; a las familias sin instrumentos

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de trabajo; a las parejas estériles con su procreación;

a los aldeanos incultos con su educación; a los

enfermos desahuciado con su salud; a los educandos

con sus uniformes escolares; a los convictos con su

libertad; al arrendatario con su arriendo; a los

campesinos con herramientas para labrar el campo; a

los pescadores con sus piraguas y atarrayas; al

docente expulsado con su reintegro; el féretro a los

muertos; a los madereros con sus sierras; a los

albañiles con sus construcciones; a los jornaleros con

sus machetes; a los maestros con su estabilidad; a los

tenderos con sus tiendas; a los camareros con sus

cantinas; a los arrieros con sus caballos y burros; a los

cazadores con sus municiones y escopetas; a los

coteros con su atavío; a los pintores con sus pinceles y

pinturas; a los carpinteros con su martillo y serrucho;

a los comerciantes con su prima comercial; a los

talabarteros con su hacha y tachuela; al carnicero con

su expendio; a los navegantes con sus motores y

barcas; a los celadores con sus lámparas; a los

mendigos con los emolumentos para mitigarla y

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además, a todos aquellos que acudieron también a la

audiencia de lisonjeros, les hizo el bien y la caridad.

Esta magnanimidad la ha llevado consigo como uno

de los caracteres más admirable de su personalidad y

la razón de ser de su humildad y su caballerosidad; no

importa haber hecho el bien o las proporciones de su

alcance, así como los cuantiosos destinatarios, sólo es

posible la satisfacción por encontrar en esos favores

dadivosos la realización de su espíritu y la

materialización de los sentimientos que se aferraron a

él desde su nacimiento, lo que hizo que su madre

Dolores presagiara: “Esta criatura ha nacido el día de

las almas nobles y bondadosas, así que la nobleza

será su imagen y la bondad su condición humana”.

Este augurio de la gestante fue la profecía propia de

alguien que conoció las virtudes del que engendró

tanto tiempo en su vientre y el mismo de quien

vaticinó el modelo de hombre que entregaría a la

sociedad.

En efecto, esa obstinación por el servicio ajeno y por

hacer el bien a los demás, se convirtió en una pasión

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obsesiva que a Paulo le afectó sus rentas y hasta su

patrimonio, el que entregó en pedazos a sus

halagüeños; quienes después con tirana

contraprestación no dejaban de blasfemar contra su

honor y su moral, sobre todo remembrando aquellos

favores de caridad como residuos minúsculos de lo

que supuestamente hurtaba y adineraba en trueque

del apoyo popular y colectivo que recibía; ¡maldita

sea, a la mierda esos tiranos, desagradecidos e

ingratos!; sujetos activos del pecado más horrendo

que pueda cometer el hombre : ¡LA INGRATITUD!;

que como la envidia es una enfermedad y la injuria el

medio de propagarla, que sólo el impío es capaz

también de contagiarla como la vetusta fábula del

lobo y la cigüeña que alguna vez enseñó: “A cierto

lobo glotón se le atravesó un hueso mientras comía.

Viéndose en semejante apuro, rogó con mil promesas

a una cigüeña que se lo extrajera, Oye-le dijo- tú que

tienes un pico tan largo, bien podrías quitarme este

hueso que me ahoga. Hazlo por favor, que yo

recompensaré tu servicio. Enternecida la cigüeña por

los ruegos del lobo y confiada en sus promesas, le

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sacó el hueso con suma habilidad; y luego terminada

la operación, le pidió el pago de sus servicios, a lo

cual, mostrándole los dientes contestó: ¡CUÁN NECIA

ERES! DESPUES DE QUE HE TENIDO TU CABEZA ENTRE

MIS DIENTES ¿AÚN ME PIDES PREMIO MAYOR QUE EL

PERDONARTE LA VIDA Y DEJARTE LIBRE PARA CONTAR

QUE PUSISTE TU VIDA ENTRE MIS DIENTES?

Innumerables e incontables impíos desfilaron por su

aposento, ávidos de favores y servicios, mitigando el

desosiego y la calamidad buscando como el sediento,

la satisfacción a su necesidad; pero, como la incauta

cigüeña arrastrada por la complacencia y la

solidaridad, sólo obtuvo reproche y detracción por

haberles perdonado y mitigado la angustia de la

mendicidad; no hay corazón humano que resista

tanta orfandad ni memoria sana que olvide

semejantes agravios, sin embargo, las almas nobles y

los hombres bondadosos no son tan fuertes como la

nobleza y la bondad, porque los indignos y

malhechores encuentra siempre el camino y la

estrategia para desgraciarla.

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Los hombres compasivos nacen y mueren siendo

buenos; el entorno social donde desarrollan su

personalidad, no altera su humano comportamiento

ni lacera su condición innata, por el contrario,

esquematiza el desarrollo social de ese entorno bajo

el expediente de los principios y valores que forjaron

sus patrones de conducta individual y de convivencia

colectiva; a Paulo los sinsabores de la ingratitud no

han logrado sepultar su hidalguía, pero si han

menguado su generosidad y su altruismo sin que en

su corazón haya dejado de latir bondades y

filantropía, sobre todo con los que gratifican con

bendiciones el bien y rechazan las tentaciones del mal

para destruirlo; sin embargo, las excitaciones del

perdón y los impulsos de reconciliación con los

lisonjeros que recibieron innumerables

gratificaciones, se esfuman con el solo recuerdo de su

perversidad.

Facundo Versalles Vizcaíno, cuando alcanzó la cúspide

de su gloria, concentró el imperio político alrededor

de su núcleo familiar, convocando el concurso de

otros actores en el escenario de latitudes disímiles;

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Paulo no tuvo otra alternativa que volver a iniciar y

reorientar sus actividades laborales a la concreción

del ejercicio profesional, precisamente por donde

debió comenzar; atrás quedó el sacrificio, la inversión

social y económica con que contribuyó a forjar el

monopolio Versallista; esta insensatez y la traición

victimizaron su fortaleza juvenil y le cerraron los

espacios institucionales donde pudo haber gravitado

para proyectar su longeva y remunerada senectud; sin

embargo, el vaivén social seguía su curso y la empresa

política objeto de su participación la había liquidado

abrupta y unilateralmente el gestor principal, pero,

“aunque sientas el cansancio, aunque el error te

lastime, aunque ignoren tus esfuerzos, aunque la

ingratitud sea la paga, aunque todo parezca nada,

vuelve a empezar.

En efecto, Paulo Vizcaíno sin lamentaciones ni

desasosiegos, invocó la reflexión precedente y

empezó a forjar de nuevo lo que había iniciado y

cultivado desde antaño para Facundo; sin embargo,

sus esfuerzos aún contaban con la fortaleza de su

espíritu, la grandeza de su corazón y la pureza de su

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alma; no era tiempo de arrepentimientos ni para

buscar consolaciones, el reto de su pujanza no tenía

otra opción: ¡EMPEZAR DE NUEVO!; volver a construir

peldaños para escalar las cimas de prosperidad, era su

meta inaplazable; había recibido la paga de la

ingratitud y no solo tenía que superarla sino que

debía enfrentar la alevosía y la perversidad de la

infamia de su traidor; el arraigo institucional de que

disponía era incierto, pues, el egoísmo de Facundo

Versalles, que le tocó asimilar, lo marginó de todos los

espacios posibles que debía también reconquistar.

La última vez, que juntos enfrentaron la

“insurrección” de la aldea, perdieron su control

institucional con una derrota que no solo relevó la

dirección administrativa de los aldeanos sino que

reflejó la caída estrepitosa del imperio Versallista; los

rebeldes iniciaron una supremacía con sensatez y

mesura pero, aceptando posteriormente como aliado

suyo, precisamente a quién originó la causa y motivo

de la rebeldía que después de ser “cabeza de león le

tocó conformarse como cola de ratón”; sin embargo,

esa descalificación a Facundo le fue indiferente, pues,

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le significaba cambiar de equipo, más no perder su

respaldo para continuar en el congreso de los

notables, sin importarle la suerte de aquel

conglomerado incauto que tanto explotó y utilizó,

pero que después confrontó, persiguió y discriminó

con tanta vehemencia que sus nuevos aliados

terminaron dándole ese mismo trago de ingratitud y

de perfidia después de utilizarlo como escuadrón.

El imperio de los rebeldes fue enfrentado

radicalmente por Paulo Vizcaíno durante diez años

consecutivos; esta perseverancia no pudo superar la

fortaleza de los nuevos gobernantes, que atiborrados

de herramientas institucionales derrotaban

inclementemente a su opositor; sin embargo, el

nuevo esquema gubernamental le trajo a la aldea,

desolación y saqueo; de las arcas aldeanas se

esfumaron más de diez mil millones de capital que los

responsables de semejante atropello, dilapidaron con

el beneplácito y complicidad de las catervas

comunales; esta desidia además de ser aplaudida por

los aldeanos no la censuran como tampoco la

repudiaron por la misma degeneración moral y

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cultural que le es propia; y por el contrario, siguieron

respaldando a los prolijos en la dirección de la aldea,

con el afán desmedido de seguir convirtiendo la causa

social de los aldeanos en causa económica y personal.

Aquellos ingratos y perversos adulaban a los

dilapidadores del patrimonio público y en lugar de

denunciarlos y censurarlos, por el contrario,

injuriaban y calumniaban a quien les había asistido en

la enfermedad, la miseria y la necesidad; al que les

construyó la bóveda para sus dolientes; al mismo que

los salvó de postrarse en prisión por hurtadores de

ganado y vendedores de drogas alucinógenas; al que

contrató la avioneta para salvar al moribundo; al que

terminó de criarlos en su familia; aquel que les dio

trabajo y bienestar; así como cuando Jesús sanó a diez

leprosos y uno solo regresó a darle las gracias. El

maestro se limitó a preguntar dónde estaban los otros

nueve, memoria ésta narrada por San Lucas el

evangelista; todos se refugiaron en el laberinto de la

ingratitud, en la borrasca de la intriga, la envidia y la

maldad; en el lecho de la crueldad y el despotismo,

que como los lisonjeros atendidos, nunca más

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volvieron para expresarle gratificaciones a aquel

misericordioso que les pulsó la mano en la desgracia.

No existe indulto ni perdón en el universo, capaz de

sanar la malignidad de los depredadores de la bondad

y la gratitud; con sus adulaciones, alabanzas y

fervorosas vanaglorias inducían a Paulo a creer

convincentemente en su lealtad, haciendo de esa

convicción los estímulos falaces para lograr el vértigo

de la traición; los zalameros portadores de la

perversidad saquearon las arcas de la aldea y

hurtaron los gajes del santuario y sin embargo, para

las muchedumbres constituyen estandartes de la

moralidad y de la pulcritud;! Qué lacayos!, los que

han hecho el mal y vertidas las evidencias de su

maldad no son injuriados ni calumniados tampoco

vituperados, así como se han ensañado contra quien

siempre ha hecho el bien y la caridad; el que no

registra evidencias de saqueo y malversación en las

páginas electrónicas de los pretores de justicia ni en

los registros públicos e históricos de la aldea.

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Sin embargo, es avasallado moralmente por los

despilfarradores de las rentas públicas, que al lado de

sus cómplices vierten además, expresiones de

agravios para esconder y satisfacer su ancestro de

inmoralidad y desgracia; esos malhechores hacen de

sus propias culpas la causa del juzgamiento injusto de

los demás, para distraer al pueblo de su verdadera

identidad de piratas y saqueadores; de sus fracasos e

infortunios no resisten la inclemencia de sus

consecuencias y de su improbidad hacen sueños de

verdad salpicando la moral de los demás; esta

maledicencia de esos falsarios, insidiosos y

contumeliosos, fue lo que inspiró a Esquilo el poeta

griego para afirmar, “Pocos hombres tienen la fuerza

de carácter suficiente para alegrarse del éxito de un

amigo sin sentir cierta envidia”. Para estos lagartos lo

más importante es que las personas de su entorno

desconozcan su verdadera personalidad y para ello

identifican a otro como culpable para salvar “su

imagen ante los demás”.

Esta hipocresía, ignominia y alevosía de quienes han

convivido con el mal, la envidia y la traición se han

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sumergido en la turbulencia de la ineptitud y la

desilusión donde han seguido ocultando la autoría del

saqueo a su propio bienestar; en cambio, Paulo

Vizcaíno no ha dejado de recibir bendiciones,

gratificaciones y prosperidad en su entorno personal y

profesional; sin embargo, aquellos que después de

recibir su apoyo, protección y colaboración salieron a

difamarlo, calumniarlo e injuriarlo porque como

aquel, no han encontrado la satisfacción de sus

angustias ni la realización de sus menesteres; sus

entornos personales y familiares han sido de

desolación, naufragios y frustraciones en el laberinto

de inciertas proyecciones y en los fallidos intentos de

reivindicación; como el consorte de la pariente de

Paulo a quien este le salvó su aposento liberándolo de

un gravamen real con su acreedor y después salió a

vituperarlo porque los diez millones de capital

constituía una donación parenteral !QUÉ CINISMO!

Ellos sembraron el mal y han recogido maldiciones,

en tanto que, Paulo siempre ha cultivado el bien, por

eso no ha dejado de amasar bendiciones; esta

sentencia bíblica se ha cumplido desde milenios

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pretéritos y tendrá vigencia hasta el fin de la

existencia de la humanidad; por eso los

desnaturalizados que no agradecieron su gesto de

nobleza, jamás recibirán bendiciones ni recompensas

y siempre permanecerán en el holocausto de la

desgracia y la mendicidad; sobre todo aquellos como

el secretario del cabildo; o el director de los juegos

deportivos; o el asistente de la salud; o los

inspectores de policía; o el registrador de la cédulas y

recaudador de los fondos de salud; o las aseadoras de

las oficinas públicas de la aldea; o los ediles del

cabildo; o el vacunador de la provincia; o el

distribuidor de alimentos para la senectud que Paulo

les defirió trabajo “no hay que pedirles que

agradezcan el beneficio; tal vez, lo que hay que

exigirle es que no se venguen de haberlo recibido”.

Y para ello empezarán aceptando sus propias culpas;

acallando la mentira, la ofensa y la detracción;

reconociendo la maldad y evocando el perdón ante

sus propias conciencias, como árbitras de su

perversidad e in- gratitud. ! Qué canallas! “Como las

víboras que por más leche y miel que se le den veneno

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solamente escupirán”; por eso no pueden invocar más

recompensas que su misma ingratitud, condensada en

el enorme embrollo de su infamia; si me amparaste

en la intemperie fue por tu voluntad, porque hubiese

resistido a pesar de no tener abrigo; o si me distes que

beber, agua te sobraba, pero no me hubiera muerto

de sed; o si me extendiste tu mano con un pan sobre

ella, fue porque la harina te empalagó; o si me

asististe a mi enfermedad fue por tu voluntad y me

sané no por ti sino porque aún no era el tiempo de

morirme; si lograste que me exorcizaran fue por tu

propia iniciativa; si conseguiste que me perdonaran la

vida, por eso no te debo lealtad; si me sacaste de la

cárcel por hurtador de ganado y vendedor de drogas,

fue por tu propia decisión; si me dabas dinero y

alhajas, ¿cuánto te habrías hurtado?.

¡Malvados! Las personas generosas, nobles y

amables reciben la ingratitud como dardo traidor que

les taladra el alma, porque hacen favores sin esperar

recompensas y hacen el bien por su filantropía y

generosidad; Paulo Vizcaíno, durante su existencia se

dedicó a velar y favorecer a los demás; no existe

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parroquiano en la aldea que no haya sido destinatario

de su hidalguía, pero han sido pocos sus gestos

nobles, de los que ha recibido recompensas y

gratitud; el corazón de los ingratos está plegado de

amnesia como el de aquellas lisonjeras que después

de obtener su paga por un servicio profesional o

personal, negaron haberlas recibido ensañándose

contra Paulo, deshonrándolo y mancillándolo para

desprestigiarlo en su entorno social; o como aquellos

que después del discurrir de los años invocaba la paga

de alambres de púa y viajes en barcas de madera

realizados durante la confrontación con los rebeldes,

sólo para enlodar el nombre impecable de quien ha

señalado públicamente a los saqueadores de la aldea

en busca de castigos por los pretores de justicia y

censuras por el tribunal de la aldea, pero los

parroquianos en lugar de actuar como sus verdugos,

se convirtieron en sus cómplices útiles y necesarios

para contribuir a sepultar sus culpas.

La doble moral siempre ha sido propia de los judas y

los mediocres que con sus vergonzantes actitudes

falaces rinden cultos a Dios y al diablo, escondiéndose

Page 26: LA NOBLEZA QUE SE LLEVÓ LA INGRATITUD - copia

en el portal de la verdad y la mentira haciendo de su

vida un profundo mar de tiranías, envidias y

blasfemias; estos evocadores del mal se han

enfrentado a la bienaventuranza de Paulo Vizcaíno y

aquellos que rogaron e hicieron peticiones celestiales

por su desgracia y su muerte, todos están

parapléjicos, discapacitados y muertos; los que han

buscado su presidio con falsas acusaciones se han

encontrado con las montañas de su inocencia;

aquellos que han deseado y vaticinado su suicidio, el

auto homicidio entró en el seno de sus familias

cegando la vida de sus propios miembros; las

inutilizaciones y la muerte prematura son

compensaciones para los ingratos y envidiosos y

pruebas de la benevolencia para los nobles y para

quienes siempre aventuran sobre el bien y la gratitud.

Los signos cósmicos de Aries y las almas de sus

padres, no han permitido cegar la vida de Paulo

Vizcaíno, a pesar de las situaciones de peligro que le

ha tocado enfrentar y todas relacionadas con su

interacción personal, social y profesional; en cierta

ocasión disfrutaba de una jarana en la aldea con

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motivo a los actos inaugurales del restaurante escolar,

construido en la sede del claustro educativo donde

adelantó ejemplarmente sus estudios de educación

secundaria; la celebración se prolongó por dos días

llenos de regocijos, fandangos, bebidas y las comidas

criollas que impecablemente prepararon las matronas

concertadas por los organizadores del evento; al

tercer día después de culminar el jolgorio, cuando

Fausto se aprestaba a tomar la piragua para

trasladarse hacia el puerto fluvial desde donde se

despachaba el único transporte que conducía a los

viajeros a la urbe atlanticense, se presentaron a su

morada, los profesores que habían sido sus

educadores en el antaño, e iniciaron una tertulia de

reencuentro que se prolongó por más de doce horas,

lo cual frustró su viaje programado para el día en que

los malhechores asesinaron toda la tripulación que se

transportaba en el único autobús que cubría esa ruta

tres veces a la semana.

Cuando fue alcalde de la aldea, los rebeldes lo

acusaron de comercializador y comprador de las

conciencias electorales buscando imponer los

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resultados amañados en las urnas; la ausencia de

policías y militares permitió que facciosos armados

que defendían una supuesta causa popular en las

montañas de la serranía de San Lucas, incursionaran

hasta su morada desbaratando baños y alcoba en su

búsqueda y la del capital que supuestamente

atesoraba para la compra de voluntades el día de los

comicios cuando se elegiría el reemplazo de Paulo en

la alcaldía de la aldea; momentos previos a tal

incursión criminal y sin causalidad entre la irrupción y

alguna justificada sospecha, se ausentó abruptamente

como si sus naturales presentimientos le anunciaran

el peligro que lo acechaba, liberándose

inconscientemente de una inminente e injusta

ejecución criminal.

En otra ocasión en el normal desarrollo de su ejercicio

profesional fue contactado

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cuando fue alcalde de la aldea, los rebeldes lo

acusaron de comercializador de conciencias y dos

francotiradores llegaron hasta su residencia a

ejecutarlo, a lo cual sobrevivió por simple intuición

ausentándose; en la confrontación política con los

rebeldes, algunos de ellos, contrataron dos sicarios

para asesinarlo, pero en el momento de cumplir el

encargo criminal, aparecieron casualmente dos

miembros policiales, frustrándose el atentado por

extremada casualidad; en ocasión similar, pero esta

vez originada en su ejercicio profesional, miembros de

sus ancestros genealógicos contrataron un esbirro

para fusilarlo, quien resultó ser pariente de una

colega suya, abortándose de esta manera la misión;

sin embargo, después acudieron a un faccioso con

una banda criminal organizada, quien lo acechó en su

tránsito laboral con explosivos y bombas, pero ese día

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abruptamente desistió del desplazamiento rutinario

fracasando la encomienda criminal.

Paulo Vizcaíno sobrevivió a todos los atentados

criminales con inexplicable lógica de su salvación;

devenido el primero, de la contingencia de la

intolerancia y la depredación; pero, los subsiguientes

asestados por la impotencia de sus autores de superar

la fortaleza de quien recibe bendiciones por sus actos

dadivosos y humanitarios; su nobleza y humildad se

han antepuesto a la maldad y a la envidia de todos

aquellos que han pretendido enlodarlo con

torbellinos de lacras aberraciones en el soberbio

laberinto de la crueldad; sus bondades y las

filantrópicas obras sociales de generosidad han

construido en torno a su hábitat social barreras de

obstrucción para evitar el acceso de los dardos de

envidia y de ingratitud de los lisonjeros aferrados a la

perversidad; “cualquier tipo de maldad es el trueno y

la ingratitud es el rayo. El trueno asusta, pero el rayo

mata”. Sin embargo, Paulo nunca se ha asustado

aunque siempre ha temido por la llegada del día en

que verdaderamente se asuste; tampoco piensa en la

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muerte, porque el día de su advenimiento, también se

la van a envidiar y entonces tendrá que convivir con

ella hasta su eternidad.

A propósito de la muerte, no es cierto que sea el

hecho de la humanidad que anestesia el corazón de

los vivos y convierte en buenos a los malos y

perversos que se mueren; el malo subsistirá con su

maldad y el perverso en su perversidad, hasta que la

historia lacere sus páginas y se esfumen en cenizas en

el infierno, así como el ingrato en su ingratitud y el

envidioso en su envidia pero no accederán al reino de

los cielos y tampoco al purgatorio; en cambio, los

destinatarios de esa maldad, perversidad, ingratitud y

envidia jamás podrán olvidar la dureza de sus dardos,

la crueldad de sus efectos y la dimensión del daño

perpetrado; a Paulo Vizcaíno le laceraron su corazón y

amancillaron su alma debilitando su condición

humana de nobleza y sepultándole el carácter

filantrópico de su humildad: ¡Que venga y reine el arte

de la maldad! ¡Que los impíos sean adulados por las

catervas! ¡Que la perversidad simbolice nuestro

entorno social! Que la envidia se convierta en

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emblema de convivencia de los aldea! ¡Que en la

aldea no habite nadie que no sea perverso, ingrato y

envidioso! !Que los lisonjeros y pendencieros dirijan y

gobiernen la aldea! !Que los hurtadores de los gajes

del santuario y los saqueadores de los fondos públicos

de la aldea, continúen con su malversación y con grito

solemne exclamemos: BIENVENIDAS, LA INGRATITUD,

LA PERVERSIDAD Y LA ENVIDIA…..ADIÓS A LA

NOBLEZA.

Posdata del autor:

El autor de este trabajo literario, a título de posdata

expresa con saturada objetividad, que el día de mi

muerte, cualquiera sea su causa o el lugar donde se

produzca, el sepelio debe hacerse en un lugar distinto

a la aldea, su tierra natal, porque he sido tan

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envidiado y vituperado injustamente por los

calumniadores, injuriadores, difamadores, ingratos y

envidiosos y no obstante a ello, seguramente asistirán

hipócritamente al funeral, regocijados por la

desaparición expresando su envidia hasta después de

muerto, y no me dejarán descansar en paz; además,

donde yazca mi cuerpo no estará al alcance de los

ingratos.

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