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La naturaleza es nutritiva Foto: Isaac Hernández “El último niño en el bosque” es uno de los libros que más me han marcado en mi vida de adulto. Como padre de tres niños, nacidos y criados en el duro asfalto, la falta de naturaleza en sus vidas empezaba a ser casi una obsesión. Por eso me caló tan hondo la obra de Richard Louv , que arrancaba con una pregunta ingenua y demoledora, formulada en voz alta por su hijo Matthew... “Y dime papá, ¿por qué lo pasábais mejor vosotros cuando eráis niños?”. Richard Louv tiró de los recuerdos de aquella infancia perdida: de las casas en los árboles y las cabañas en el bosque, de los escondites entre espigas y las rodillas magulladas y manchadas de barro. Comparó su experiencia con la de los niños de la “generación Nintendo”, del coche a las actividades extraescolares, de las vídeoconsolas a los mensajes de texto... No tardó en llegar a la conclusión de que nuestra infancia fue no sólo más aventurera y divertida, sino también más sana. La obesidad, la depresión o la hierpactividad cada vez más comunes entre los niños son, a su entender, síntomas del “déficit de atención de la naturaleza” (rebautizado por nuestras tierras como “síndrome de Heidi”). “No se trata de una nueva enfermedad que se pueda tratar con medicamentos, sino de un trastorno social”, nos explica Louv. “Estamos hablando esencialmente de las mismas dolencias que aquejan a los animales

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La naturaleza es nutritiva

Foto: Isaac Hernández

“El último niño en el bosque” es uno de los libros que más me han marcado en mi vida de  adulto. Como padre de tres niños, nacidos y criados en el duro asfalto, la falta de naturaleza en sus vidas empezaba a ser casi una obsesión. Por eso me caló tan hondo la obra de Richard Louv, que arrancaba con una pregunta ingenua y demoledora, formulada en voz alta por su hijo Matthew...

     “Y dime papá, ¿por qué lo pasábais mejor vosotros cuando eráis niños?”.

      Richard Louv tiró de los recuerdos de aquella infancia perdida: de las casas en los árboles y las cabañas en el bosque, de los escondites entre espigas y las rodillas magulladas y manchadas de barro. Comparó su experiencia con la de los niños de la “generación Nintendo”, del coche a las actividades extraescolares, de las vídeoconsolas a los mensajes de texto...

      No tardó en llegar a la conclusión de que nuestra infancia fue no sólo más aventurera y divertida, sino también más sana. La obesidad, la depresión o la hierpactividad cada vez más comunes entre los niños son, a su entender, síntomas del “déficit de atención de la naturaleza” (rebautizado por nuestras tierras como “síndrome de Heidi”).

     “No se trata de una nueva enfermedad que se pueda tratar con medicamentos, sino de un trastorno social”, nos explica Louv. “Estamos hablando esencialmente de las mismas dolencias que aquejan a los animales

cuando les sacas de su habitat natural y los encierras en un zoo o en un laboratorio. Tan sólo existe una cura posible: la vitamina N, de Naturaleza”.

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     “El último niño en el bosque” ha creado todo un movimiento de vuelta a la naturaleza, encabezado por la red Children and Nature Network . Los Nature Family Clubs brotan por doquier, y en la escuelas surgen programas como No Child Left Indoors, para garantizar que los chavales gozan de suficientes horas al aire libre. Los huertos escolares se propagan como esporas en ciudades como Nueva York, y en Escocia y el Reino Unidos empiezan a popularizarse las guarderías en el bosque. La corriente llega también ahora a España de la mano de Heike Freire, autora de “Educar en verde”.

     “Lo que propongo no es un regreso nostálgico a una infancia que ya no existe”, volvemos con Richard Louv. “Yo no me considero un padre anti-tecnológico, pero está claro que hace falta un equilibrio... Cuanta más tecnología incorporamos a nuestras vidas, más necesario es el contacto con la naturaleza, precisamente para compensar nuestra exposición a entornos artificiales”.

      “Para estimular en los niños la “biofilia”, el amor a los seres vivos, es imprencindible que tengan experiencias a edades bien tempranas”, sostiene el autor de “El último niño en el bosque”. “Hoy en día, como consecuencia del deficit de naturaleza, muchos niños experimentan lo contrario: “biofobia”, el miedo a los entornos naturales... La siguiente generación tiene ante sí un reto que va más allá de la sostenibilidad; los niños van a tener que ser capaces de “crear naturaleza” en el futuro y de reinventar, por ejemplo, el modo en que vive la mitad del planeta en las ciudades. Y eso sólo será posible si aprenden a conocer y a amar la naturaleza”.

        El último y reciente libro de Richard Louv, “El Principio de la Naturaleza”, responde ahora a otra pregunta inquietante, formulada esta vez por una mujer entrada en años: “Usted habla tanto de los niños, pero mírenos a nosotros ¿Acaso los adultos no padecemos también el déficit de naturaleza””.

       Louv insiste en su libro en las profundas contradicciones de la civilización occidental, y en cómo nos afectan a los niños y a los menos niños: “En esta sociedad que hemos creado, cualquiera diría que para ser adultos hay que dejar atrás la naturaleza. No nos damos cuenta de lo mucho que necesitamos los entornos naturales en nuestra actividad diaria. Me gustaría ver en marcha un movimiento, similar al que existe ya entre los educadores y los padres, para traer la naturaleza a los barrios, a los hogares y a los lugares de trabajo. Somos mucho más productivos y creativos cuando estamos en nuestro habitat. La naturaleza es nutritiva...”.

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BLOG: YO CAMBIO

Todo va a cambiar, todo está cambiando. La intuición nos lleva a pensar y sentir que por qué no lo imposible en tiempos ordinarios se puede convertir en factible en tiempos extraordinarios. Se acabó ya la normalidad. Querer un mundo sin perdedores es un sueño, nosotros soñamos con ello y nos comprometemos, escribimos sobre personas y organizaciones que ayudan y estimulan a cambiar hacia un mundo mejor. Carlos Fresneda y Manolo Vilchez

http://www.yocambio.org/2011/11/richard-louv-autor-de-el-ultimo-nino-en.html

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22 DE NOVIEMBRE DE 2011

Richard Louv, autor de ‘El último niño en los bosques’

«Cuanta más tecnología usamos, más necesitamos la naturaleza»

De una manera intuitiva, Richard Louv acuñó hace una década el término de «déficit de naturaleza» sin saber que iba a provocar una auténtica reacción en cadena. Su libro El último niño en los bosques fue la chispa de un movimiento que ahora se extiende entre los educadores y los padres, deseosos de establecer el vínculo roto entre la infancia y el entorno natural. En su nueva obra, El Principio de la Naturaleza, el infatigable periodista y divulgador extiende su alcance al mundo de los adultos, donde los síntomas y las carencias son cada vez más evidentes.

Pregunta.– ¿Cómo podemos averiguar si tenemos un déficit de naturaleza? 

Respuesta.– El déficit de naturaleza no es una enfermedad clínica, no es un trastorno que se pueda tratar con medicamentos. Es más bien una enfermedad social, y el único remedio posible es lo que yo llamo Vitamina N, de Naturaleza: pasar más tiempo al aire libre, manteniéndonos activos y en contacto con los seres vivos. Los síntomas son evidentes y todos los conocemos: depresión, obesidad, fatiga crónica, estrés, hiperactividad y déficit de atención, trastornos de aprendizaje en los niños. Son esencialmente las mismas dolencias que aquejan a los animales cuando les sacas de su hábitat natural y los encierras en un zoo o en un laboratorio. El caso es que todo esto lo sabemos desde hace tiempo, pero hacen falta más estudios científicos. 

P.– ¿Hasta qué punto se manifiesta el déficit de un modo distinto en los adultos que en los niños? 

R.– La idea de El Principio de la Naturaleza surgió precisamente cuando una mujer me espetó a la salida de una conferencia: ‘Mírenos; los adultos también tenemos déficit de naturaleza’. Volvemos a la raíz social del problema: hemos creado un mundo en el que parece que para ser adultos hay que dejar atrás la naturaleza. No nos damos cuenta de lo dependientes que somos de ella. Me gustaría ver en marcha un movimiento, similar al que existe ya entre los educadores y los padres, para traer la naturaleza a los hogares y a los lugares de trabajo. Somos mucho más productivos y creativos cuando estamos en un entorno natural. 

P.– ¿El remedio podría ser más naturaleza y menos tecnología? 

R.– Yo no me considero antitecnológico. Lo que hace falta es un equilibrio... Es más, cuanto más tecnología incorporamos a nuestras vidas, más necesario es el contacto con la naturaleza, precisamente para compensar nuestra exposición a entornos artificiales. 

P.– Para los niños, la naturaleza era antes la vía de escape del mundo de los adultos. ¿Hasta qué punto ese lugar mágico ha sido suplantado por la tecnología? 

R.– El mundo digital no tiene por qué competir con el mundo físico. Pero es importante la labor de los padres y los educadores para que los niños no se aíslen con la tecnología, y para que tengan a diario suficiente cantidad de Vitamina N.  

P.– El último niño en los bosques tuvo un gran impacto en países como Estados Unidos y Gran Bretaña ¿Se puede hablar ya de un movimiento mundial de infancia y naturaleza? 

R.– El libro sirvió en todo caso como estímulo, pero el poso ya estaba ahí. Y sí, es cierto que las redes como Children and Nature Network, los clubes de naturaleza, los huertos escolares y el gran aumento de las visitas a los parques nacionales en EEUU tienen algo que ver con todo esto. Pero no sé si existe aún un movimiento a nivel global.

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P.– En su último libro (Last Child in the Woods), usted insiste en la necesidad de fomentar ese vínculo no sólo por nuestro propio bien, sino por el futuro del planeta...

R.– A mí no me gustan los mensajes apocalípticos, y creo que le hacemos un flaco favor a los niños si les hablamos en abstracto de los problemas ambientales y de la amenaza del cambio climático. Lo que conseguimos así es más bien generarles la «biofobia», el miedo a las cosas vivas.

Para estimular la «biofilia», que es todo lo contrario, no hay nada mejor que acercarles a la naturaleza. La siguiente generación tiene ante sí un reto que va más allá de la sostenibilidad, que es un concepto estático. Los niños de hoy van a ser capaces de crear naturaleza en el futuro y de reinventar, por ejemplo, el modo en que vive la mitad del planeta en las ciudades. Y eso sólo será posible si aprenden a conocer y a amar la naturaleza.

Carlos Fresneda / San Diego (EEUU)

¿Y si vamos al parque? Más que un paseo, una necesidad.

¿Escucharon hablar del síndrome de falta de naturaleza? Yo no lo había hecho hasta hace poco, y creanme, me preocupé cuando percibí el daño que puede hacer a nuestros hijos estar rodeados de tecnología y perder todo vínculo con la naturaleza. ¿Qué es el Síndrome de Déficit de naturaleza?

El síndrome o desorden de déficit de naturaleza es el término que el escritor Richard Louv recientemente le dió al resultado que se produce en los niños de las sociedades urbanas y modernas que viven entre 4 paredes y crecen lejos del contacto con la tierra. Este fenómeno ha sido luego expuesto por muchos escritores, educadores y psicólogos y representa una gran amenaza para los niños y jóvenes de la actualidad. Al crecer en ambientes que carecen de las oportunidades dadas por el aire libre y la naturaleza los niños pierden importantes

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espacios de desarrollo cognitivo y de comportamiento. En definitiva, su cerebro tiene un desarollo menos rico y completo. Por ejemplo, la exploración alimenta la creatividad y la capacidad para resolver problemas. Muchas de las destrezas de convivencia se desarrollan en el juego al aire libre, no solo con otros niños sino también con los diferentes habitantes del bosque o el jardín. Otros estudios señalan que la falta de contacto con la naturaleza aumenta la tendencia a sufrir desórdenes alimentarios (obesidad) y anímicos (estrés, depresión). Estudios realizados en Estados Unidos, Suecia, Australia y Canadá han demostrado que los chicos que juegan habitualmente en espacios naturales son más creativos y solidarios que quienes crecen en ambientes urbanos, donde viven demasiado controlados y protegidos por los mayores. Además, tienen menos ansiedad, se concentran mejor y saben encontrar soluciones más imaginativas a los problemas. Otras investigaciones apuntan a que los niños con Trastorno de Déficit de Atención por Hiperactividad (TDAH) mejoran sus síntomas cuando se relacionan en un entorno natural.

¿Y por casa cómo andamos?

Uruguay, a pesar de ser un país con enormes riquezas naturales, tiene hoy un porcentaje muy grande de niños que vive en pequeños apartamentos y pasan el día en escuelas o clubes de puro cemento. Según Trenchi, el contacto con la naturaleza debería considerarse una necesidad tan básica como la buena nutrición, el buen descanso o los cuidados emocionales, ya que el alejamiento de la naturaleza trae importantes consecuencias para el desarrollo. Veremos a continuación algunas de las consecuencias que Trenchi cita en su libro Tus hijos �hoy respecto al síndrome de déficit de naturaleza.�Consecuencias del síndrome de déficit de naturaleza

1.Pérdida de riqueza sensorial El cerebro humano necesita estímulos vivos para desarrollarse: escuchar diferentes sonidos, mirar a diferentes distancias, captar olores y colores, sentir diferentes texturas y temperaturas para lograr un desarrollo pleno. El aprendizaje cognitivo es sólo una parte, pero la experiencia también es fundamental. Sin contacto con la naturaleza, se pierden una maravillosa posibilidad de exploración. Como señala Trenchi, saber usar computadoras no es todo lo que se necesita en este mundo,,,

2.Pérdida de valoración de lo que poseen Ver como funciona el mundo en su estado natural hace que los chicos valores más el confort, porque aprenden que no todo viene dado y que es una bendición poder contar con agua caliente o una cama donde refugiarse del frío. 3.Debilitamiento motor y emocional En la naturaleza los chicos juegan libremente y desarrollan naturalmente una cantidad de habilidades. Aprenden que hay cosas que pueden ser controladas y otras que no. Y también encuentran refugios naturales donde aislarse y calmarse cuando lo necesitan. En la naturaleza los chicos se conectan más con su ritmo biológico natural.

Como señala Richard Louv en su libro Last child in the woods (El último niño en los bosques). «Hasta hace treinta años los niños jugaban en el campo. Hoy, la mayoría lo sabe todo sobre medio ambiente y especies amenazadas, pero lo han

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aprendido a través de Internet y no mediante experiencias personales, por lo que sus conocimientos son más virtuales que reales». Por eso, lo del título: ¿Qué tal si vamos al parque? Existen zonas hermosas donde pasar el día ya sea realizando un pic-nic o una merienda diferente. Claro que los chicos que no están acostumbrados a estos espacios al principio pueden requerir atención especial de los padres. Deberemos estimularlos a inventar juntando ramitas, buscando � �distintas especies de hojas de árboles y más. ¿Se animan a contarnos sus experiencias?

….

La revolución verde

“El futuro pertenecerá a aquellos individuos, familias, empresas y líderes políticos que desarrollen una comprensión más profunda del poder transformador del mundo natural y a quienes equilibren el mundo virtual con el real”. Estas palabras son del libro “El principio de la Naturaleza ” , del escritor y periodista americano Richard Louv, en el cual después de innovadoras investigaciones y convincentes y concluyentes historias personales ha identificado siete conceptos básicos que pueden ayudarnos a reformar nuestras vidas aprovechando los restauradores poderes de la Naturaleza. 

http://youtu.be/bMZZwpeWTF4

Explotando los restauradores poderes podemos estimular y mejorar nuestra agudeza y creatividad mental, potenciar la salud y el bienestar, construir negocios, comunidades y economías más sostenibles, y por último fortalecer vínculos humanos.

Louv es sobre todo conocido por su anterior libro ”El último niño en el bosque”, en el cual habla de como salvar a los niños de un término creado por él mismo llamado trastorno de déficit de naturaleza.

Richard Louv es también el fundador de la red Niños & Naturaleza, una iniciativa para crear un mundo en el cual todos los niños puedan jugar, aprender y crecer en la naturaleza durante todos los días de sus vidas.

Sus estudios le han llevado a convertirse en una referencia a nivel nacional en Estados Unidos en temas de educación para los niños.

Por mi experiencia puedo sólo decir que estoy absolutamente de acuerdo en los efectos de la Naturaleza sobre las personas a todos los niveles y que la conexión con la Naturaleza es sin duda el gran remedio para los males de la sociedad actual y para construir un futuro mejor. El camino hacia una vida más plena y satisfactoria

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pasa por esa conexón de la gente con el entorno natural y por estar en armonía con lo que nos rodea. A partir de ahí tu cuerpo, tu mente y tu espíritu cambian, con lo cual la percepción de la vida cambia.

La solución a las crisis actuales no pasa por los políticos, por los banqueros ni por las sociedades financieras ni nada por el estilo, sino por un replanteamiento de los principios y valores de las personas que están al frente de esas instituciones y de la sociedad en general, que nos lleve a vivir de modo sano e íntegro la vida. Es cierto que hace falta un enorme cambio y por éso creo que la vuelta a la Naturaleza es el camino para éllo porque un cambio tan grande en la sociedad sólo puede llegar a través de la vuelta a la Naturaleza para llegar a la propia naturaleza interior de cada uno de nosotros.

http://ismaelsantos.typepad.com/el-blog-de-ismael-santos/2011/12/la-revoluci%C3%B3n-verde.html