la narrativa del conocimiento vol. ii no. 45

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La Narrativa del Conocimiento © Boletín de difusión del Pensamiento Publicación virtual quincenal Textos y Fotografías de Fernando de Alarcón Nueva época - Vol. II No. 45 Noviembre de 2012 La Gran Revelación Desesperamos por llegar a conocer el origen del universo, su fin, sus leyes y sus intenciones, y concluimos por dudar que las haya. Más sabio sería decirnos humildemente que aún no esta- mos en aptitud de concebir tales ideas. Es probable que si maña- na se nos entregase la clave del enigma, nos sucedería lo que a un perro al que se le enseña la llave de un reloj de la que no comprenderá su uso. Revelándonos su gran secreto, no nos en- señaría gran cosa; o al menos, tal revelación, no tendría más que una influencia insignificante en nuestra vida y en nuestra moral; en nuestra felicidad, esfuerzos y esperanzas, porque al extender sus alas se cernería a tal altura que nadie la percibiría y sólo des- pejaría el cielo de nuestras ilusiones religiosas dejando en su lugar el vacío infinito del éter. Por lo demás, nadie ha dicho que no seamos poseedores de esa revelación, porque es posible que las religiones de los pueblos desaparecidos, como Lemures, Atlántida y otros más la hayan conocido; y que nosotros descubramos los escombros en las tra- diciones esotéricas llegadas a nuestro conocimiento. En efecto, no hay que olvidar, que al lado de la historia secreta de la huma- nidad que saca la sustancia de sus leyendas, de los mitos jeroglí- ficos y monumentos extraños; de escritos misteriosos y del senti- do oculto de los libros primitivos. Es muy seguro que si la imagi- nación de los intérpretes de esta historia oculta es a menudo atrevida, todo lo que afirman no es desdeñable y merece ser exa- minado más seriamente de lo que ha sido hasta ahora. Los iniciados siempre han considerado cada continente como un ser sometido a las mismas leyes que el ser humano. Para ellos, los minerales constituyen la osamenta; la flor, la carne; la fauna, las células nerviosas; y las razas humanas, la sustancia gris del cerebro. Este continente no sería más que un órgano de la Tierra del que cada ser humano sería una célula pensante y de los que la totalización de los pensamientos humanos expresarían el pen- samiento general. La Tierra misma, no sería más que un órgano del sistema solar considerado a su vez como individuo, y nuestro sistema solar también no sería más que un órgano de otro ser del infinito, del que la estrella Alfa de la constelación de Aries vendría a ser el corazón. En fin, por una síntesis última, se llega al Cos- mos, que expresa la totalización general de todo, en un ser del que el cuerpo es el mundo; y el pensamiento, la inteligencia uni- versal, divinizada por la religiones. La evolución universal es una cadena sin principio ni fin, en la que desaparecen los eslabones, uno a uno, en el campo de nuestra conciencia. No hay muerte ni disolución, más que desde el punto de vista individual. La oscuridad es la recompensa de la luz; la tarde compensa la mañana; la vejez es el precio de la ju- ventud; y la muerte es el reverso de la vida. En realidad, sin em- bargo, toda evolución es continua al mismo tiempo que interrum- pida. Es el acceso directo a la ley del Karma, la más admirable entre los descubrimientos morales, porque representa la libertad abstracta; y basta para libertar la voluntad humana de todo ser superior y del infinito. Somos nuestros propios creadores y únicos señores de nuestro destino: nadie más que nosotros se recom- pensa o se castiga; no hay pecado sino solamente consecuen- cias; no hay moral, sino únicamente responsabilidades. En virtud de esta ley soberana, el individuo debe renacer para cosechar lo que ha sembrado. El progreso verdadero es el descubrimiento de nosotros mismos y del mundo que nos rodea, como un misterio formidable cuya verdad sólo entrevemos por estrechos resquicios. Nuestra alma y el alma del mundo son como minas inexplotadas todavía. Ahí está, desde que el mundo se hizo, la modernidad inédita, cuya vena fecunda tenemos todos que sacar a la luz sirviéndonos de las técnicas actuales pero sin adorarlas como un fin. Conocer el mundo maravilloso que nos rodea. Conocer el prodi- gio inédito de la vida interior de cada uno. Cambiar cada día de temas de preocupación. No sentirse satisfecho jamás, porque el ansia de saber es inagotable. Despreocuparse del aplauso y de la censura de quienes nos rodean. Esta es la clave de nuestro progreso profundo, de nuestra modernidad auténtica y conscien- te, tan distinta de la modernidad snobista, que se nutre sólo de las apariencias. http://lanarrativadelconocimiento.blogspot.com Derechos reservados, 2012 De mi Libreta de Apuntes De mi Libreta de Apuntes “A veces, podemos pasarnos años sin vivir en ab- soluto y, de pronto, toda nuestra vida se concentra en un solo instante.” Oscar Wilde, © Banco de Historia Visual Banco de Historia Visual Velo y Hoz Con el asombro que provoca tu sonrisa, mi emoción se torna nueva con la brisa. Y el embrujo se traduce cada día en mil cantos para ti y sin medida. Surge a un tiempo la emoción y la zozobra, que trastornan mi cantar hasta su sombra. Pues el velo matinal de tu presencia se convierte en hoz que hostiga ante tu ausencia. No comprendo el por qué de esta enconada, pero para ti hay un lugar en mi morada. Sin encajes, la canción de tu estandarte, me condena con clamor a recordarte. 1988 Cielo citadino, Méx. - 2005 Fernando de Alarcón / Banco de Historia Visual ©

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La Narrativa del Conocimiento © Boletín de difusión del Pensamiento

Publicación virtual quincenal Textos y Fotografías de Fernando de Alarcón

Nueva época - Vol. II No. 45 Noviembre de 2012

La Gran Revelación

Desesperamos por llegar a conocer el origen del universo, su fin, sus leyes y sus intenciones, y concluimos por dudar que las haya. Más sabio sería decirnos humildemente que aún no esta-mos en aptitud de concebir tales ideas. Es probable que si maña-na se nos entregase la clave del enigma, nos sucedería lo que a un perro al que se le enseña la llave de un reloj de la que no comprenderá su uso. Revelándonos su gran secreto, no nos en-señaría gran cosa; o al menos, tal revelación, no tendría más que una influencia insignificante en nuestra vida y en nuestra moral; en nuestra felicidad, esfuerzos y esperanzas, porque al extender sus alas se cernería a tal altura que nadie la percibiría y sólo des-pejaría el cielo de nuestras ilusiones religiosas dejando en su lugar el vacío infinito del éter.

Por lo demás, nadie ha dicho que no seamos poseedores de esa revelación, porque es posible que las religiones de los pueblos desaparecidos, como Lemures, Atlántida y otros más la hayan conocido; y que nosotros descubramos los escombros en las tra-diciones esotéricas llegadas a nuestro conocimiento. En efecto, no hay que olvidar, que al lado de la historia secreta de la huma-nidad que saca la sustancia de sus leyendas, de los mitos jeroglí-ficos y monumentos extraños; de escritos misteriosos y del senti-do oculto de los libros primitivos. Es muy seguro que si la imagi-nación de los intérpretes de esta historia oculta es a menudo atrevida, todo lo que afirman no es desdeñable y merece ser exa-minado más seriamente de lo que ha sido hasta ahora.

Los iniciados siempre han considerado cada continente como un ser sometido a las mismas leyes que el ser humano. Para ellos, los minerales constituyen la osamenta; la flor, la carne; la fauna, las células nerviosas; y las razas humanas, la sustancia gris del cerebro. Este continente no sería más que un órgano de la Tierra del que cada ser humano sería una célula pensante y de los que la totalización de los pensamientos humanos expresarían el pen-samiento general. La Tierra misma, no sería más que un órgano del sistema solar considerado a su vez como individuo, y nuestro sistema solar también no sería más que un órgano de otro ser del infinito, del que la estrella Alfa de la constelación de Aries vendría a ser el corazón. En fin, por una síntesis última, se llega al Cos-mos, que expresa la totalización general de todo, en un ser del que el cuerpo es el mundo; y el pensamiento, la inteligencia uni-versal, divinizada por la religiones.

La evolución universal es una cadena sin principio ni fin, en la que desaparecen los eslabones, uno a uno, en el campo de nuestra conciencia. No hay muerte ni disolución, más que desde el punto de vista individual. La oscuridad es la recompensa de la luz; la tarde compensa la mañana; la vejez es el precio de la ju-ventud; y la muerte es el reverso de la vida. En realidad, sin em-bargo, toda evolución es continua al mismo tiempo que interrum-pida. Es el acceso directo a la ley del Karma, la más admirable entre los descubrimientos morales, porque representa la libertad abstracta; y basta para libertar la voluntad humana de todo ser superior y del infinito. Somos nuestros propios creadores y únicos señores de nuestro destino: nadie más que nosotros se recom-pensa o se castiga; no hay pecado sino solamente consecuen-cias; no hay moral, sino únicamente responsabilidades. En virtud de esta ley soberana, el individuo debe renacer para cosechar lo que ha sembrado.

El progreso verdadero es el descubrimiento de nosotros mismos y del mundo que nos rodea, como un misterio formidable cuya verdad sólo entrevemos por estrechos resquicios. Nuestra alma y el alma del mundo son como minas inexplotadas todavía. Ahí está, desde que el mundo se hizo, la modernidad inédita, cuya vena fecunda tenemos todos que sacar a la luz sirviéndonos de las técnicas actuales pero sin adorarlas como un fin.

Conocer el mundo maravilloso que nos rodea. Conocer el prodi-gio inédito de la vida interior de cada uno. Cambiar cada día de temas de preocupación. No sentirse satisfecho jamás, porque el ansia de saber es inagotable. Despreocuparse del aplauso y de la censura de quienes nos rodean. Esta es la clave de nuestro progreso profundo, de nuestra modernidad auténtica y conscien-te, tan distinta de la modernidad snobista, que se nutre sólo de las apariencias.

http://lanarrativadelconocimiento.blogspot.com Derechos reservados, 2012

De miLibreta de Apuntes

De miLibreta de Apuntes

“A veces, podemos pasarnos años sin vivir en ab-soluto y, de pronto, toda nuestra vida se concentra

en un solo instante.”

Oscar Wilde,

©

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Velo y Hoz

Con el asombro que provoca tu sonrisa, mi emoción se torna nueva con la brisa.

Y el embrujo se traduce cada día en mil cantos para ti y sin medida.

Surge a un tiempo la emoción y la zozobra, que trastornan mi cantar hasta su sombra.

Pues el velo matinal de tu presencia se convierte en hoz que hostiga ante tu ausencia.

No comprendo el por qué de esta enconada, pero para ti hay un lugar en mi morada.

Sin encajes, la canción de tu estandarte, me condena con clamor a recordarte.

1988

Cielo citadino, Méx. - 2005

Fernando de Alarcón / Banco de Historia Visual ©