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TIEMPO DE TITERES LA NACION SÁBADO 22 DE ABRIL DE 2017 Espectáculos / Platea Infantil Juan Garff Los títeres se siguen afirmando en la escena porteña. Ya han abierto la temporada con un abanico de obras que ocupa con solidez diversos espacios escénicos de la ciudad. Hace punta la Casa de Títeres de Pan y Arte (Boedo 876), ahora con dos salas. Allí cierra abril con dos funciones (mañana y el domingo 30, a las 15) uno de los precursores del títere contemporáneo en la Argentina, Carlos Martínez, con Zoqueterías, una nueva versión de las aventuras de Zoquete, el muppet que supo desprenderse de la tiranía de la manipulación. También en lo que resta de abril se puede ver allí Mantay Grillo, de Carlos Peláez y Ramiro Soñez (sábados, a las 15.30), una leyenda del noroeste en la que los títeres se cruzan con la danza. Ya en mayo vuelve Río arriba, de Leonardo Volpedo, otra leyenda llevada al lenguaje de los títeres, en este caso de origen guaraní. Y en junio llega a Pan y Arte la obra ganadora del último Premio Javier Villafañe, Los caminos invisibles, de Silvina Reinaudi, maestra de la dramaturgia titiritera, sobre lo que puede gestar el cruce de dos mundos distintos. Ese mismo mes se estrenará Las ramas del violín, de Mario Luis Marino, una obra en la que los títeres actúan con la música de un violín en vivo, y ya en julio llegará de Francia el grupo Le Guignol à Roulettes con su obra Tuda y Paki. Pequeño dragón ¡a volar!, de Marino y Mariel Lewitan, continúa en tanto por todo mayo las funciones en Boedo (domingos, a las 17), a la vez que inaugura un nuevo ciclo de títeres de autor en La Nube (Jorge Newbery 3537, sábados de mayo, a las 17). Le siguen allí en junio otras dos obras de la dupla Marino/Lewitan con su grupo El Yeite: Murci, un viajero iluminado y ¡Qué julepe! (una de ratones), esta última inspi- rada en un cuento de Graciela Montes. Los pequeños animales, como los títeres en general, se prestan aquí a la identificación de los más pequeños con andanzas humo- rísticas vinculadas a la tremenda tarea de ir creciendo. La propuesta de La Nube abordará en la segunda mitad del año la obra de Carolina Erlich e Ignacio Huang, otros dos titiriteros que se han hecho notar en los últimos años por su dramaturgia consistente y la prolijidad de sus puestas.

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"Pequeño Dragón ¡A Volar!"Salir de la comodidad del nido no es fácil. El mundo exterior es tentador. Está lleno de oportunidades de

juego, los dragoncitos mayores se divierten volando juntos. Pero abrir las alas es exponerse a tropezones y

caídas. El dragoncito protagonista recula una y otra vez. Prevalece el temor, se reiteran las excusas.

Dragoncito pide hacer pis para no tener que salir, aparenta perder interés en abandonar la protección del

nido.

Los pequeños del público, tan dragoncitos con potencial de vuelo como el del escena-rio, acompañan con advertencias y aliento, pero sobre todo riendo con la contradic-ción entre salir y quedarse en que se reconocen. El tempo pausado de la puesta de Mario Luis Marino les permite estas intervenciones en ¡Pequeño dragón, a volar!, una obra de la ascendente Compañía El Yeite sobre un cuento de Graciela Pérez Aguilar, dirigido a los más chicos sin hacer concesiones a la simpleza.El corte con gong oriental que divide el relato en capítulos, en lecciones, sugiere el espacio para la medita-

ción, la reflexión sobre el acontecer. La acción avanza en un recorrido en espiral, de creciente acercamiento

al objetivo. Una mariposa que se esconde promueve finalmente el despegue, el salto a lo que no resulta ser

el vacío tan temido, sino hacia la plenitud del vuelo, del encuentro con nuevos amigos.

Los consejos del sapo en su oráculo de la laguna van señalando los mojones que alineados arman un

camino: buscar en el corazón la valentía que motoriza el deseo, no perder el equilibrio, reconocer la propia

fuerza y darse el tiempo necesario.

En ese recorrido, las titiriteras interpretan dos actitudes con respecto al dragoncito. La de la sobreprotec-

ción que atiende a todos sus reclamos, por un lado; la de la firmeza en la guía para acompañar el creci-

miento, aunque genere algún temor, por el otro. Sandra Antman, expresando con preciso sentido del ritmo

un contrapunto adulto, y Mariel Lewitan, plegándose a los retrocesos infantiles, son partenaires de los

títeres de mesa que ellas mismas manipulan.

El deseo, la prudencia y la capacidad reunidas por el dragoncito lo llevan al desenlace, a la adquisición de

un estado superador del punto inicial. Un momento de silencio en el vuelo triunfal, antes de hacer catarsis

en la algarabía festiva con que culmina la obra, habría sido coherente con la tónica general, habría sido un

broche adecuado a los previos silencios de la duda, de la expectativa. Aun sin ello, al salir de la sala todos habrán volado algo más lejos, habrán ampliado horizontes.

TIEMPO DE TITERESLA NACION

SÁBADO 22 DE ABRIL DE 2017Espectáculos / Platea InfantilJuan Garff

Los títeres se siguen afirmando en la escena porteña. Ya han abierto la temporada con un abanico de

obras que ocupa con solidez diversos espacios escénicos de la ciudad. Hace punta la Casa de Títeres de

Pan y Arte (Boedo 876), ahora con dos salas. Allí cierra abril con dos funciones (mañana y el domingo

30, a las 15) uno de los precursores del títere contemporáneo en la Argentina, Carlos Martínez, con

Zoqueterías, una nueva versión de las aventuras de Zoquete, el muppet que supo desprenderse de la

tiranía de la manipulación. También en lo que resta de abril se puede ver allí Mantay Grillo, de Carlos

Peláez y Ramiro Soñez (sábados, a las 15.30), una leyenda del noroeste en la que los títeres se cruzan con

la danza.

Ya en mayo vuelve Río arriba, de Leonardo Volpedo, otra leyenda llevada al lenguaje de los títeres, en

este caso de origen guaraní. Y en junio llega a Pan y Arte la obra ganadora del último Premio Javier

Villafañe, Los caminos invisibles, de Silvina Reinaudi, maestra de la dramaturgia titiritera, sobre lo que

puede gestar el cruce de dos mundos distintos. Ese mismo mes se estrenará Las ramas del violín, de

Mario Luis Marino, una obra en la que los títeres actúan con la música de un violín en vivo, y ya en julio

llegará de Francia el grupo Le Guignol à Roulettes con su obra Tuda y Paki.

Pequeño dragón ¡a volar!, de Marino y Mariel Lewitan, continúa en tanto por todo mayo las funciones en Boedo (domingos, a las 17), a la vez que inaugura un nuevo ciclo de títeres de autor en La Nube (Jorge Newbery 3537, sábados de mayo, a las 17). Le siguen allí en junio otras dos obras de la dupla Marino/Lewitan con su grupo El Yeite: Murci, un viajero iluminado y ¡Qué julepe! (una de ratones), esta última inspi-rada en un cuento de Graciela Montes. Los pequeños animales, como los títeres en general, se prestan aquí a la identificación de los más pequeños con andanzas humo-rísticas vinculadas a la tremenda tarea de ir creciendo. La propuesta de La Nube abordará en la segunda mitad del año la obra de Carolina Erlich e Ignacio Huang, otros dos titiriteros que se han hecho notar en los últimos años por su dramaturgia consistente y la prolijidad de sus puestas.

NOTA 7