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A MUJER EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN Y…Dios hizo a la mujer La Mujer en la Historia de la Salvación Patricia García, María Amada Hernández, Georgina Saldivar, Josefina Romero, Claudia Fuentes. Alumnas Ciencias Religiosas Universidad La Salle. Toda mujer por el simple hecho de su existencia refleja la belleza de su Creador y en ella esconde la búsqueda hacia la Verdad que la hará plena y libre. Ha asumido un papel imprescindible en la Historia de la salvación cuyo fundamento se encuentra en la Sagrada Escritura, la antropología bíblica narra desde una visión ontológica su participación desde el origen del mundo hasta el momento culminante de la Redención. En los inicios de la Iglesia Febe una mujer, prestó el servicio de diaconiza ( Rom. 16, 1) lo cual, es causa de controversia actualmente, sin embargo, en su momento se necesito del apoyo que Dios le hizo al hombre para las tareas que a él fueron conferidas; y como olvidar a Priscila (Rom. 16,3) entre otras, cuya entrega consistía en el amor y obediencia a Dios y a la jerarquía de la Iglesia Naciente. Catalina de Siena, Teresa de Ávila y Teresita del Niño Jesús, tres santas mujeres y doctoras de la Iglesia, cuyo pensamiento de eternidad aún encuentra eco en los corazones de nuestra juventud herida por la violencia y los anti testimonios de quienes tienen la misión de reflejar el Amor de Dios, siguieron el ejemplo de la mujer por excelencia María de Nazaret quien cautivó no sólo el corazón de un hombre José, sino también el de su mismo Dios. Así a lo largo de la historia ha habido grandes mujeres que han colaborado en la formación del pueblo de Dios, en ellas ha obrado maravillas porque

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Page 1: LA MUJER EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

A MUJER EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN Y…Dios hizo a la mujerLa Mujer en la Historia de la Salvación

Patricia García, María Amada Hernández, Georgina Saldivar, Josefina Romero, Claudia Fuentes.Alumnas Ciencias Religiosas Universidad La Salle.Toda mujer por el simple hecho de su existencia refleja la belleza de su Creador y en ella esconde la búsqueda hacia la Verdad que la hará plena y libre. Ha asumido un papel imprescindible en la Historia de la salvación cuyo fundamento se encuentra en la Sagrada Escritura, la antropología bíblica narra desde una visión ontológica su participación desde el origen del mundo hasta el momento culminante de la Redención.En los inicios de la Iglesia Febe una mujer, prestó el servicio de diaconiza ( Rom. 16, 1) lo cual, es causa de controversia actualmente, sin embargo, en su momento se necesito del apoyo que Dios le hizo al hombre para las tareas que a él fueron conferidas; y como olvidar a Priscila (Rom. 16,3) entre otras, cuya entrega consistía en el amor y obediencia a Dios y a la jerarquía de la Iglesia Naciente.Catalina de Siena, Teresa de Ávila y Teresita del Niño Jesús, tres santas mujeres y doctoras de la Iglesia, cuyo pensamiento de eternidad aún encuentra eco en los corazones de nuestra juventud herida por la violencia y los anti testimonios de quienes tienen la misión de reflejar el Amor de Dios, siguieron el ejemplo de la mujer por excelencia María de Nazaret quien cautivó no sólo el corazón de un hombre José, sino también el de su mismo Dios.Así a lo largo de la historia ha habido grandes mujeres que han colaborado en la formación del pueblo de Dios, en ellas ha obrado maravillas porque han sido fieles así mismas, y a la misión divina que se les confía.

La Mujer en el Antiguo Testamento.

La característica sociocultural y religiosa general de Israel, en la época del A.T. y principios del siglo I, era el patriarcal, donde la condición de la mujer era de notable inferioridad, marginación y opresión. En tiempo del Éxodo y de los Jueces las mujeres gozaban de una cierta participación social, religiosa y familiar. Se les valoraba por su protagonismo, valentía, su fidelidad y su activa participación en la historia de la salvación. "En la sociedad de aquel tiempo las mujeres no contaban para nada, debían incluso evitar en público la compañía masculina. Las fuentes judías contemporáneas están llenas de animosidad contra la mujer. Las mujeres vivían en lo posible retiradas

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de la vida pública". En la vida religiosa la mujer también era considerada como un ser inferior que no podía dedicarse al estudio de la Escritura, como decía un rabino del siglo I: "antes sea quemada la Tora que la lea una mujer". En el templo la mujer sólo tenía acceso hasta el patio reservado para ellas, una regla que contradecía la Sagrada Escritura (Dt 31,12) y en la sinagoga sólo podía escuchar. La mujer no estaba obligada a peregrinar a Jerusalén, aunque participaba voluntariamente; y respecto a la obligación de la plegaria, estaba equiparada a los esclavos. El ámbito familiar era patriarcal. El padre era el elemento principal, mientras la mujer se encontraba en condiciones de inferioridad. La mujer tenía como primera tarea atender las labores de la casa incluso hasta los trabajos más duros. En la relación con su esposo era de esclava a su dueño considerada como parte de su propiedad y la esposa estéril era despreciada por la fecunda. La mujer, de menor edad, en su niñez está sometida a la plena jurisdicción del padre, y luego a la de su marido. Ella tenía que soportar las injusticias de la poligamia, el repudio o divorcio y el levirato (Dt 25,5-10) que iban en contra de su dignidad de mujer y esposa. La poligamia era permitida, aunque muy poco practicada, no por razones de fidelidad a la esposa sino por motivos económicos. Estos tres aspectos fueron derechos exclusivos de los varones, y generaron una mayor opresión de la mujer. Sin embargo, en este medio patriarcal hubo mujeres, que con su actuar simbolizaban el amor, la alegría, la libertad, la vida y la fuerza de Dios en la historia de salvación: Sara (Gén 17,15-22; 18,6-15), Agar (Gén 16,1-6), Rebeca (Gén 24,45-67), Raquel (Gén 29,6-31), Dina (Gén 34), Tamar (Gén 38,6-30), la hija del Cananeo Sué (Gén 38,2), Asenet (Gén 41,50), Ana (1 Sam 1-2), Micalo (1 Sam 18, 20.28; 19,11-17), Rut (1-15; Qoh 8,10), la viuda de Sarepta, las dos mujeres del Cantar de los Cantares y otras. En este ambiente patriarcal Dios manifestó su mensaje de Salvación: "la palabra divina entró en ese mundo patriarcalista y tomó su forma histórica, social y cultural, como el agua cristalina toma la forma del recipiente que la contiene", generando en los textos bíblicos un carácter androcéntrico utilizado muchas veces para legitimar la opresión, marginación y subordinación de la mujer. Algunas figuras femeninas de participación activa en el A.T. fueron: Miríam (Ex 15,20), Rahab (Jos 2,1-21), Débora (Jue 4,9), Jael (Jue 5,12), Judit (Jdt 15,12-13), Ester (Est), Julda (2 Re 22,14-20), Noadías (Neh 6,14).

La Mujer en el Nuevo Testamento

En el caso concreto de la mujer, durante siglos se defendió que su status subordinado se basaba en su naturaleza inferior, por este motivo cuando nosotros leemos el Nuevo Testamento observamos que Jesús se dirige a ellas con ternura, amor, compasión, sobre todo

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les da la dignidad que las mujeres merecen, y es en la Escritura sagrada del Nuevo Testamento donde encontramos a mujeres que asumieron posiciones de liderazgo, basta tan solo mencionar la vocación tan importante que desempeño María, al aceptar ser la Madre del Hijo de Dios, por esto la llamamos “Bienaventurada, feliz porque ha creído” (Lc 1,45-55); en seguida su prima Isabel aquella a quien llamaban estéril y que ahora espera al precursor del Hijo de María Santísima, el encuentro de estas dos mujeres quienes estallan en alegría (Lc 1, 39-46). Tenemos también mujeres que profetizan como es el caso de Ana (Lc 2,36-38); otra mujer que encontramos es Tabita (Dorcas) que en griego significa gacela era una discípula con buenas obras mencionada en (Hch 9,36-42), otra de ellas es Drusila de Edom, mujer de fe (Hechos 24, 24), al igual que Loída y Eunice (2 Tm 1, 5), Evodia y Síntique (Fp 4, 2), la mujer cananea de quien Jesús se compadece (Mt 15, 22), la mujer samaritana (Jn 4, 1-42), la pecadora arrepentida y delicada con el Señor (Lc 7, 36-50), Lidia (Hch 16, 14-15), María de Betania mujer que escogió la parte mejor (Lc 10, 42), María de Jerusalén (Hch 12,1-12), las seis Marías mencionadas en (Jn 19, 25-42), María Magdalena de la que habían salido siete demonios" (Lc 8, 1-12 ; Mt 28, 1-15), Marta afanada por servir mejor al maestro (Jn 11,1-45), la mujer del flujo de sangre, que se acerca a Jesús con gran confianza y fe (Mc 5, 24-34), Rode se cree que era la criada de María, la madre de Marcos (Hch 12, 13-35), Salome esposa de Zebedeo, aunque Marcos nos da el nombre de Salomé como una de las mujeres que estuvieron presentes en el entierro de Jesús (Mc 15, 40, 41), la suegra de Pedro que servía a Jesús (Mt 8,14-17), al igual que Pablo menciona a siete mujeres que trabajaban en la obra del señor estas son: Febre como diaconisa, papel muy discutido por el desempeño que tenia, Prisca y Áquila una pareja de esposos que colaboran con Pablo, Junia, María la de Roma, Trifena, Trifosa y Pérside (Rm 16, 1-4; 6-7, 12). Todas esta mujeres han trabajado mucho por el Señor y han dado testimonio de su fe, ella son las que han demostrado que en la Iglesia primitiva, tenían acceso a expresar su fe.

Las Diaconisas y los Padres de la Iglesia

En el siglo III que la Iglesia clarifica la posición de las diaconisas con mayor precisión, posiblemente a causa de los problemas que tenían con las viudas poco organizadas. En las Didascalia siglo III y en las Constituciones Apostólicas siglo IV se definen los distintos papales de las viudas y de las diaconisas. Los Concilios Ecuménicos, y los escritos de los Santos Padres de la Iglesia, que fijaron las condiciones para su ordenación sacramental y se elaboraron los rituales de ordenación.

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Siempre ha habido oposición a las mujeres diaconisas en las zonas de la iglesia latina, como: Italia, Norte de África, la Galia. Una de las principales razones fue la influencia del derecho romano, según en el la mujer no podía ocupar ningún puesto de autoridad.Los Padres de la Iglesia como: Orígenes, Juan Crisóstomo, Constancio, Teodoreto de Ciro, Pelagio, Ambrosio afirman el ministerio de la mujer en el diaconado –diaconisas y dice Juan Crisóstomo “Ves que en Cristo Jesús no hay impedimento para ejercer el ministerio, pues en Cristo ya no hay varón ni hembra”, por otro lado Orígenes ha ce referencia a Febe como una mujer que se dedicaba al servicio de la iglesia…y que deben ser asumidas al ministerio.San Pablo las llama por su nombre propio y reconoce su ministerio enviándoles saludos con afecto en sus cartas, porque lo ayudaron, apoyaron y colaboraron con él en su trabajo misionero para todos los asuntos importantes de la predicación y la transmisión de mensajes de Dios. Algunas de las mujeres que San pablo menciona en sus cartas: Claudia (2 Tm 4,21) Cloe ( 1 cor 1,11) Damaris. Evodia y Sintique que combatieron con Pablo en el ministerio de Diáconos (diaconisas) en el evangelio. Lidia- se convirtió y fue bautizada junto con toda su familia. María (Rm 16,6) era ministra de la palabra. Ninfas posiblemente fue una diaconisa destacada ( Col 4,15)Persida ( Rm 16,12) Otra de las mujeres diaconisas que ayudaron a pablo fue Febe, diaconiza de Cencrea (Rm 16, 1) (Rm 16, 2) Priscila, Aquila.Trifena y Trifosa (Rm 16,12).Todo parece indicar que las diaconisas ejercían la caridad para con los necesitados de la comunidad y no necesita forzosamente una ordenación. De aquí que este ministerio de la Caridad se haya asumido en gran parte por la vida religiosa que en sus múltiples facetas, ejerce y actúa con el mismo amor de Cristo.

El concilio de Trento proclamó

“Si alguno dice que no hay, en la Iglesia católica, una jerarquía instituida por disposición divina, compuesta por obispos, sacerdotes y diáconos, sea anatema” (Denzinger ns 966)Cien años atrás, las mujeres tenían una posición marginal, tanto en la Iglesia como en la sociedad en general, ahora mujeres pueden ser instaladas temporalmente para ser lectoras, servir en la Misa, cantar, dirigir servicios de oración, ser ministros de bautismo y de la santa comunión.Otras restricciones impuestas en el pasado estaban basadas en prejuicios sociales, la prohibición de ordenar mujeres al sacerdocio es un elemento inmutable en la doctrina Católica. "Jesucristo mismo excluyó a la mujer del sacerdocio y la Iglesia siempre ha seguido su ejemplo y nunca ha ordenado mujeres", dicen ellos.

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Excluir a la mujer del orden sagrado es, ciertamente, una forma de discriminación si está los prejuicios de la Iglesia y no en la voluntad de Cristo.Los teólogos de Roma aducen que, como Cristo fue varón, solamente un varón lo puede representar al celebrar la Eucaristía. Este argumento está basado en la teología medieval. La mujer también es imagen de Cristo como hija adoptiva de Dios así pues la mujer representa plenamente a Cristo en el Sacramento del bautismo y en el matrimonioEl Vaticano establece que las mujeres no pueden ser ordenadas sacerdotes porque éstos actúan "en la persona de Cristo". Dice que Jesús, quien fue varón, sólo puede ser adecuadamente representado por un sacerdote varón (Inter Insigniores, § 24-28).Dicho razonamiento es incorrecto por las siguientes razones:1. Para tanto la Escritura como la Tradición, ser la "imagen de Cristo" no se refiere a semejarse a la masculinidad de Jesús, sino a su persona como Hijo de Dios. Las mujeres también representan la imagen de Cristo, por ser hijas adoptivas de Dios.2. Jesucristo poseía tanto atributos femeninos como masculinos. Una mujer puede representar mejor el lado femenino de Cristo y el simbolismo de su misión como "dador de vida."3. En el bautismo y en el matrimonio, la mujer representa también a Cristo. Como ministras de dichos sacramentos, las mujeres ya actúan como "otros Cristos".4. La esencia del sacerdocio de Jesús exige la "significación" de su amor, no su género masculino. La mujer, tanto como el hombre, puede representar el amor de Cristo, que es la esencia de su sacerdocio.La razón por la que el Magisterio niega a las mujeres la ordenación es más profunda: en la simbología nupcial de la Biblia, encuentran las autoridades eclesiásticas un argumento indicado para justificar su posición.También, me parece importante subrayar que las mujeres fueron testigos de los dos momentos en los que más claramente ha visto la Tradición el símbolo y nacimiento de la Iglesia: el de la Lanzada, en la que, simbólica y sacramentalmente, el agua y la sangre del costado de Cristo expresan este Don de Dios al mundo (Jn. 19, 31); y aquél en el que ellas, con los otros discípulos, recibieron el Espíritu Santo en el Cenáculo (Hch. 2) y así, reunidas con los apóstoles y María, la Madre de Jesús, formaron el núcleo de la Iglesia naciente bajo el impulso del Espíritu. Y además, por ese mismo Espíritu, se dice, explícitamente y en continuidad con el Antiguo Testamento, "vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán" (Hch. 2, 18), recibiendo y participando plenamente de sus carismas y dones.