la muerte y la dama

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La muerte y la dama El año después de la gran peste, tuvimos la mejor cosecha que nadie pudiera recordar. La mejor y la peor , ya qué éramos muy pocos para recogerla ; todos los hombres qué habían sobrevivido a la enfermedad , incluidos los jóvenes inexpertos, se habían marchado a las interminables guerras de los nobles , y tan sólo quedaban los ancianos los lisiados, los locos y las mujeres. Hicimos de ello una broma aquel año, sobre cómo el Ángel de la Muerte se había llevado a parte de nuestros hombres, y el señor y el conde al resto. En sency-la-foret hacíamos lo que podíamos. Yo aquel verano había perdido un bebé y casi mi propia vida, y todavía me sentía algo débil ;aun así habría ido a recoger la sebada con mis hermanas si la madre Adéle no me hubiera visto salir con la guadaña en la mano. Menuda lengua tenía la madre Adéle, a pesar de el hábito negro de san Benito. Cogió la gudaña, se arremangó el trage y se marchó a trabajar con los demás, mientras que yo me fui a donde me había mandado, a cuidar a los niños. Cada familia había perdido a parte de sus miembros en la peste negra, y en el señorío junto al arroyo el ángel oscuro se los había llevado a todos, salvo a los pocos que tuvieron la perspicacia de huir. Por tanto eramos una heredad sin señor y también sin hombres; una ciudad de mujeres , como nos llamaba una de las monjas del priorato que leia libros, no todos ellos sobre la sagrada escritura. Desde donde estaba sentada, bajo el espino, podía verla en el campo atando haces junto a los segadores. La acompañaban algunos niños entre ellos mi Céline, quien siendo apenas lo bastante mayor para trabajar ya tenia su propia gabilla. Yo me ocupaba de los mas pequeños, de los bebes en sus parques como ovejas extraviadas, y de los que abiendo abandonado el

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La muerte y la damaEl ao despus de la gran peste, tuvimos la mejor cosecha que nadie pudiera recordar. La mejor y la peor , ya qu ramos muy pocos para recogerla ; todos los hombres qu haban sobrevivido a la enfermedad , incluidos los jvenes inexpertos, se haban marchado a las interminables guerras de los nobles , y tan slo quedaban los ancianos los lisiados, los locos y las mujeres. Hicimos de ello una broma aquel ao, sobre cmo el ngel de la Muerte se haba llevado a parte de nuestros hombres, y el seor y el conde al resto.En sency-la-foret hacamos lo que podamos. Yo aquel verano haba perdido un beb y casi mi propia vida, y todava me senta algo dbil ;aun as habra ido a recoger la sebada con mis hermanas si la madre Adle no me hubiera visto salir con la guadaa en la mano. Menuda lengua tena la madre Adle, a pesar de el hbito negro de san Benito. Cogi la gudaa, se arremang el trage y se march a trabajar con los dems, mientras que yo me fui a donde me haba mandado, a cuidar a los nios.Cada familia haba perdido a parte de sus miembros en la peste negra, y en el seoro junto al arroyo el ngel oscuro se los haba llevado a todos, salvo a los pocos que tuvieron la perspicacia de huir. Por tanto eramos una heredad sin seor y tambin sin hombres; una ciudad de mujeres , como nos llamaba una de las monjas del priorato que leia libros, no todos ellos sobre la sagrada escritura.Desde donde estaba sentada, bajo el espino, poda verla en el campo atando haces junto a los segadores. La acompaaban algunos nios entre ellos mi Cline, quien siendo apenas lo bastante mayor para trabajar ya tenia su propia gabilla. Yo me ocupaba de los mas pequeos, de los bebes en sus parques como ovejas extraviadas, y de los que abiendo abandonado el lecho materno por unas horas se encontraban sobre mi regazo o formando un circulo a mi alrededor, mientras les contaba una historia.Era una historia mui antigua, y apenas necesitaba prestarle atencin, por lo que me dejaba llevar mientras contemplaba a los segadores. Decidi entonces reclamar mi guadaa. Ya se encargara la madre Adle de cuidar a los nios. Yo abultaba mas qu ella, y era tambin mas ferte.Me senyia cada vez mas disgustada, aunque siguiera sonriendo a los nios y haciendolos reir. Incluso a Francha quien nunca pronunciaba una palabra ni lo haba hecho desde que haba visto morir a su familia- le brillaban los ojos de alegra, aunque bajo la mirada rpidamente. Entonces la tome en mis brazos para ponerlaen mi regazo. Estaba tiesta, era todo huesos y temblaba como un ser salvaje, pero no escapo como solia hacer, y algo mas tarde hasta apoyo la cabeza sobre mi pecho.Esto consigi calmar mi malhumor. Termine la historia que estaba contando, pero, al disponerme a iniciar otra, Francha se quedo rigida en mis brazos . Trate de sosegarla hablndole y acarisiandola, pero empeso a debatirse y a araarme, aunque no para escapar si no para ver que haba detrs de mi .Sency se llamaba Sency la foret, no porque hubiera sido un bosque alguna vez, aunque estos tambin era cierto, ni porque este rodeada de bosque, hasta la caretera que conduce a Sncy- le-champs y continua hasta Normanda; sino por los arboles que configuran un verdadero muro en el este .La gente atraviesa Sency de norte a sur, y luego de vuelta, en direccin contra ria . a veces, desde el norte o el sur , se van hacia el este, a Maine o Anjou, pero nunca van hacia el osete.El este, el sur y el norte estn cubiertos de bosque , que pertenece en parte al seor de Sency, si la peste no hubiera llevado a quien pudiera reclamar tal titulo, y en parte es territorio comn para la caza y la tala de arboles , y pasto para lo cerdos. El oeste es el bosque: maldito, segun deca el cura antes de que la peste lo aterizara y huyera a avranches ; enbrujado, decan las viejas alrededor de la lumbre por las noches; o encantado, solian decir los jobenes antes de marcharse.FIN DE LA PRIMERA PARTE