la muerte no entrará en palacio

Upload: lu-toledo-tutsipop

Post on 07-Jul-2018

246 views

Category:

Documents


1 download

TRANSCRIPT

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    1/55

    RENE

    MARQUES

    t

    1919

    Portorriqueño.

    Nació

    en

    Arecibo.

    pertenecientt

    a una

    familia

    de agrícultores

    quíso,

    éI

    tambittt,

    continuar

    en.eI

    ejercicio

    cJe

    sa

    profesíón.

    Obtttt,t¡

    eI diploma

    de

    agrónomo.

    Después

    se

    traslad.t)

    u

    España, donde cursó algunos'estudios de lite¡ rt

    tura

    durante

    un año

    ett

    Ia [Jniversidad

    Cent:ti l

    de Madríd.

    De

    regreso

    en

    puerto

    Rico

    lundó t,

    presidió

    Pro Arte

    de Arecíbo,

    e

    inició

    su

    a,ctivitlt¿,l

    literaria

    en Ia

    revisla

    Asomante.

    La

    Fundación

    Rockefeller

    le

    otorgó,

    en

    1919,

    una

    beca

    par,,t

    hacer

    esludíos

    de

    arte

    dranútíco

    en los

    Estac

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    2/55

    La

    nzuerte

    no

    entrará

    en

    Palaci.o

    TRAGMIA

    EN

    DOS

    ACTOS

    Y

    CUATRO

    CUADROS

    Nada

    hay

    que

    el

    lwmbre

    no

    pero

    tlene

    que

    pagarlo.

    pueda

    conseguír;

    EuEnso¡l

    -

    PERSONAJES

    Tenrsrns

    ClstNona

    Atsenro

    Doñl

    Is$aL

    ANroNro,

    Cria.do

    Secnpunto

    DoN

    JosÉ

    CeMpesrNos:

    on

    Ramón,

    El

    Mozo,

    Tres hombres

    de

    mediana

    edad,

    Pascasia,

    Rosa

    Jern

    ne

    Jusrrcu

    fNvrrenos

    e re

    nscrpclóN

    Arros FuNcroNARros¡l GonrrnNo

    Dos

    cueoos

    UN¡

    rNvrten,l

    UN

    rxvrrano

    UN

    Arro

    FuNcroxlnro

    Ut¡l

    pnne.rn

    UVENTL

    OtR¡,

    Nvtr¡na

    Er

    Co¡¿rsroNADo

    EL

    Nonrr

    V_ocesen

    el

    orden

    en

    que

    se escuchan:

    Voz

    Coouf

    UN¡

    GnlN Yoz

    (

    que

    no

    surge

    del escenario

    contr¡

    Ias

    otras,

    sino

    de

    la parte

    posterior

    del

    teatro,

    am.

    pliada)

    310

    Cono

    FsMsNrNo

    lúsica

    (en

    el orden en

    que

    se

    escucha):

    ftlsrc,l

    TRREAL

    "leit-motitt"

    de

    Ltno

    de

    los

    subtemas

    de la obra, a utilizarse

    sólo

    cuando así

    se

    señale,

    catificada

    siempre en las indicaciones como "mú'

    sica irreal"

    )

    Húsrc¿

    pR¡uÁrrce

    (a

    utítizarse

    como transición

    de

    esceruts

    en

    el Cuadro

    segundo

    del

    Acto

    I

    y

    en el

    Cuadro

    segundo

    del

    Acto II;

    también,

    al iníciarse

    el

    Cuadro

    primero

    del

    Acto

    II, como

    transición

    al

    discurso

    de don losé)

    üúsrc¿

    RELrcrosA

    para

    la

    escelan

    de

    Albertolasan-

    dra

    del Cuadro

    segundo

    del Acto

    II

    y,luego, como

    londo

    a los Coros en

    esa escerut

    y

    en la

    linal)

    V¡rs

    vrsNÉs

    ÍBLUES"

    Lugar:

    Una

    isla

    Epoca: Actual

    oi:l

    Rurs¡ñon

    oe ElrplEene

    os Ervfplreoo

    os Señonl

    or Dou

    Roonrco

    9oz

    ppr

    CeprrAN

    n ra Guenore

    Voz

    on OrrcrN¡srl

    C¡no

    MesculrNo

    ACTO

    PRIMERO

    Cue¡no

    Bs

    de

    noche.

    Se vislumbra

    un

    parque

    íh.tminado

    ct

    llechos

    por

    la luna. A

    la derecha,

    surgcn,

    en

    silueta,

    31 1

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    3/55

    ll

    I

    1

    j

    estrt¿cluras

    qtrc

    sugieren

    las ruütas

    de

    un

    palacio

    En el

    centro,

    tras

    wta

    balaustraeta,

    e alzan'granclr,,

    árboles

    ütyos

    troncos

    están

    cubiertos

    cle

    led,ra t

    lianas

    salvajes.

    A Ia

    iTquíerda,

    hacia

    el

    fondí,

    se

    tt r

    gue

    Ltna

    estatua

    de

    ntarntol

    soble pedestal

    de

    gr'cLiti

    to.

    Al

    descorrerse

    el

    telón,

    la

    lurta

    iluntina

    el

    mat

    entrevísto

    allá,

    en

    el horizonte.

    Lo

    denzás

    sólo

    t, ,

    so.mbra,

    excepto

    ctendo

    algún

    cacuyo

    deja

    en tltru

    piedra

    o

    una

    hoia

    xt rastró

    de

    luz.

    De

    la

    etúrnña

    de

    la

    espesura,

    salpicada

    cle

    roL.ít,

    y

    luciérnagas,

    surge

    Ia nota

    cristcúina

    d"el

    coattí:

    monótona en su nutsicalidad.' co-quí repcÍicli ,,tt

    eI

    tiempo y

    eI

    espacio..

    co-quí;

    invariable

    en d

    aygl,

    e l hoy,

    eI ntañana;

    co-quí; conciencia

    ntplt t

    cable

    de

    Io

    perecedero..

    co-quÍ

    yoz

    otttttiscicttte rl¿

    Io

    eterno:

    co-quí.

    Y

    de ta

    itnñsfera

    cotno

    (le

    cc.:tt

    soñada

    qL¿e

    nyLtelve

    a

    escetu,

    baia

    lncia

    la

    tier¡.tt

    una

    ntúsica

    difusa,

    taga,

    irreal.

    Cuando

    nuestro-s

    pupilas

    se

    han

    adaptado

    a

    tt t

    penuntbra

    corl.topera

    captar

    Io

    pctco

    o inucho qtLt

    eI

    cuadro

    sLlgiera,

    y

    cuando

    nuestros

    oíclos

    se

    li¿t

    empapado

    de

    la

    música

    vaga,

    intprecisa,

    y

    nuesrt.u

    concienci-a

    ntpieia

    a

    angusiiarse

    óon

    Ia nóta

    sempi.

    terna

    del

    coquí,

    se

    oye una

    gran

    voz

    (vo1

    que

    sutt

    de

    todas partes.y

    .dc

    nhtguna,

    que

    Io

    envttíb,e

    y

    1, ,

    penetra todo) diciendo

    UN¡

    Gn¡N

    Voz.-Así

    ves

    el

    cuaclro,

    Teresi¿rr.

    Así Io

    ves.

    Al extinguirse

    la

    Vaz,

    un rayo

    tenuc

    d.e luna

    ., t

    escurre

    por"eI

    fo l la ie

    y

    r. 'aa

    lter ir

    Ia

    estatua:

    ta ' l l t t

    en

    mú.rmol

    de

    wta

    nurjer

    ioven

    vesticla

    con túnit.tt

    q.ue

    puede

    ser

    antigua

    o

    ntoderna,

    de

    cualquiit

    época; gesto

    attivo,

    oios

    alucinados,

    el brazo

    c\ct,..

    cho

    en

    alto

    conrc

    sorprend.id.o

    n el

    instanie cle

    ast,:

    tar

    un

    golpe,

    el

    ízquíerdo

    tenso

    a lo largo

    del cuerpo,

    Ia

    tnano

    agarrand.o,

    críspada,

    un

    palo

    que

    no

    L.\

    31 2

    paryg

    de

    las vestíduras

    y

    que

    bíen

    podría

    ser ur.L

    a-

    bellón,

    una

    bandere,

    r¿na

    capa,

    quizás.

    UNI

    Gnnx

    Voz.-Así

    ves

    a

    Casandra.

    Teresias.

    Así

    la ves.

    Ahora,

    de espaldas

    y

    en

    síIueta,

    puede

    verse

    Ia

    fi -

    gura

    de

    Teresis.s

    apoyado

    en

    LLIL

    bastórz,

    Está en

    prímer

    término,

    un-

    poco

    a

    la

    rlerecha,

    observando

    la

    estatua.

    Teresias

    se

    quita

    los

    espeiuelos,

    saca u.n

    pañuelo

    y

    lintpia

    los

    cristales.

    Se

    vuelve

    lentetnente.

    Con paso trabajoso se acerca ntcis a printer térmi-

    no. S¿¿s

    oios

    miopes

    escttdt fian

    penosan.tente

    a

    masa de

    cabezas y

    concicnc¿as

    que

    forntarnos

    ante

    é1,

    núentras

    sus dedos

    siguen, autot¡táticamente,

    limpiattdo

    los

    cristales.

    Un-

    rayo

    de

    luz

    rosada ha

    enxpezado

    a ilutninar

    su rostro.

    Es un lrcmbre

    de aI-

    rededor

    de

    scsentiocho

    años.

    El

    cabello

    canoso, la

    barba, el

    bigote

    y

    el

    bastón,

    pnrecen

    afiad.ir eda,r)

    str

    figura.

    Pero,

    cottto cotnpcnsación,

    su

    cutis

    terso

    y páIido,

    qtrc

    se

    enciende

    ligeramente

    en

    los

    pómu-

    los

    y

    Ia

    frente,

    tiene una

    frescura

    casi

    juvenil.

    y

    stts

    grantdes

    oios

    tttiopes,

    al

    abrirse

    totalmerxte,

    nxL

    rqn aI ntodo que

    lo

    hacen

    los

    niños cuando

    descu-

    ttrcn

    nzundos

    que

    están

    mtis

    altá de ta realidadcircundante. Y su sonrisa rara vez es amarga.

    No

    Io

    cs siqu.iera

    en

    aquellas

    ocasiones

    en

    que

    sus labios

    pronunci.an

    palabras

    desoladas.

    Su voz llena,

    cálída

    y

    bellamentne

    tnodtúada, puede

    ser

    densq.mente

    gra-

    vc o

    iwíalntente

    amable.

    Tras

    de él el

    cuadro

    sigue inalterado:

    la

    luna

    rielando

    en el

    nnr

    lejano,

    Ias

    ruinas

    y

    los

    d.rboles

    an

    silueta,

    el

    rayo

    tenue

    sobre

    la

    cstáhta

    cle

    már-

    yrol,

    la1 luciérnagas,

    el

    coquí,

    la ruúsica.

    rreal

    qu e

    baja

    blandtmetúe

    sobre

    la

    t ierra

    htinrcda...

    Tenes¡¡s.-Así

    veo

    el cuadro.

    Así

    veo

    yo

    a

    Casan-

    dra.

    (Pausa./

    No ha

    sucedido.

    Pcro

    sucederá.

    (E t

    313

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    4/55

    I

    I

    tono

    se l¡ace

    alnra

    más

    fumiliar,

    ntás

    íntimo.)

    Es

    curioso

    observar

    cómo

    loi

    hombies,

    inmersos

    en

    la

    reali4ad

    pequeñita

    de

    cada

    día,

    se

    olvidan

    del

    tiem.

    qo.

    El tiempo

    que

    fluye

    para

    convertirse

    en Historia,

    causa

    un no

    qué,

    zozobra

    acaso,

    observar

    cómo

    Ios

    seres

    se

    obcecan

    en la brega

    diaria,

    cómo

    escu-

    driñan

    tan

    de cerca

    las.cosas

    iangibles,

    cómo pier-

    den

    con

    ello

    toda

    noción

    de

    la

    p-erspettiuu

    qtie

    el

    tiempo

    dará

    a la

    realicl¡d

    operant"

    áeI hoy.

    ^(Sotz_

    ríendo.)

    ¡Quién

    sabe

    Quizái

    sea

    necásario

    mante-

    ner

    a distancia

    razonable

    los

    detalles

    de

    Ia

    realida¿l

    que

    vivimos.

    Quizás no ver demasiad.o Dueda seruna virtud. (Guardando

    los espejuelos

    en^el

    botsilio

    superior

    de

    su

    chnqueta.)

    Vamos, que

    quizás

    la

    miopía

    no

    sea

    un

    mal

    tan molesto

    como

    lo'solemos

    creer. (Dando

    unos

    pasos

    lncia

    la

    d.erecha.)

    En-

    tonces

    podríamos

    admitir que

    un

    palacio

    estreme-

    cido

    de

    febril

    actividad

    pueáa

    atgun

    dia

    convertirsc

    en

    ruina, que

    un

    jardín

    ¡ebosante

    de

    sol

    y

    vida,

    de

    nsa,

    y

    canto

    de

    ruiseñores,

    pueda

    tornarse

    en

    par-

    que

    sombrío,

    monumento

    un

    pueblo

    que

    ha

    r.i-

    vido

    su.drama;

    y que

    una

    muchácha

    alegre

    y

    con-

    fiada,

    sin

    el

    fuego

    de

    las grandes

    pas-iones,

    si n

    conciencia

    histórica

    alguna, pueda

    mérecer pedes-

    tal.de granito

    que

    sosténga

    ei:

    alto su

    figura'escul-

    prda en mármol. (Sonriendo.) ¡Es el tiempo qu e

    fluye para

    convertirse

    en

    História I

    (

    precioitaVa-

    mente.)

    Pero

    no,

    no

    se me entienda

    mal.

    (Se

    ad.e.

    lanta-más

    a primer

    término.)

    Es

    preciso

    aclarar.

    (Vuelve

    a sonreír,

    conto

    excLtstindosá.)

    Nosotros

    nos

    pasamos

    la

    vida

    aclarando

    lo que

    decimos'.

    euizás

    porque

    los demás

    se pasan

    la

    vida

    entendiendo

    mal

    nuestras palabras. (Escudriña

    at

    público

    con

    st$

    ojos

    miopes.)

    Es

    una

    lástima,

    porque,

    ¿saben uste.

    des?,

    con ello

    se

    pierde

    la

    eiencia

    m"isma

    de

    lr

    Poesía.

    (Se

    lleva

    Ia

    mano

    a la

    frente.J

    pero

    no cli-

    vaguemos.

    Sólo

    quería

    decirles

    que

    esa

    transfisLr-

    ración

    de Ia

    realidad que

    llamambs

    Historia

    no"cs

    314

    ptecisamente

    algo improvisado

    o arbitrario. Está

    @

    la

    entraña

    misma de

    los

    actos del hombre.

    (Señ.a-

    lazdo

    al

    atadro tras de sí.) Para

    que

    Ia

    realidad se

    Convierta

    en esto, es

    preciso que

    alguien,

    conscien-

    tc

    o

    inconscientemente, infrinja el orden

    moral del

    luriverso.

    Para

    que

    Casandra se convierta en már-

    nol,

    es

    preciso que

    el

    equilibrio moral se haya

    roto

    trtucho

    antes

    de

    que

    ella

    realice el

    acto

    histórico.

    (Sonríe

    amnblemente.)

    ¿Hay

    algún historiador

    en

    ol

    público?

    (Pausa

    breve.)

    ¿Concibe

    usted, amigo

    Eúo,

    la Historia en un mundo

    donde el orden ¡ro-

    tal se mantenga inalterado? (Pausa breve.) Sí, com-

    prendo

    su

    punto

    de

    üsta.

    Pero

    la raíz trágica

    de

    Ia

    Historia

    no es mera licencia

    poética

    de Sófocles

    0

    de

    Shakespeare.

    ¿Me

    permite,

    por

    lo

    tanto,

    que

    traiga,

    en la carne

    y

    la

    sangre de

    seres muy huma-

    tlos,

    muy

    corrientes,

    sin estatura

    heroica algl-rna,

    le

    explicación de

    este cuadro

    que

    mi.

    .

    . miopía

    me

    pcrmite

    percibir?

    Empie¿a a

    oscurecerse

    la

    figura

    dz

    Teresias

    y

    bnguílece

    el rayo

    de

    luna sabre Ia

    estatua

    de

    Ca-

    landra.

    Se va atenuando

    Ia

    luz

    plateada del

    londo

    y

    se

    desvanecen lentamente

    los sonidos.

    No. No ha sucedido aún. Pero sucederá. No es

    tnañana

    aún.

    Es

    sólo hoy.

    La muerte

    no

    entrará

    tn

    Palacio.

    El

    parque

    sombrío es un

    jardín

    alegre.

    Y

    Casandra

    no es mármol

    tallado sobre un

    pe-

    destal

    de

    granito,

    sino la

    chiquilla

    que

    vive,

    y

    can-

    tl,

    y

    ríe.

    La

    escena

    ha

    quedado

    totabnente a

    oscuras.

    So'

    bre

    las útlimas

    palabras

    de Teresias

    y

    de Ia

    música

    llreal,

    que

    no se

    ha

    desvanecido

    del todo,

    se oye

    la

    ilsa

    de Casandra. A

    medida

    que

    autnenta

    Ia risa

    lmpieza

    a

    iluminarse

    normalmente la

    escena

    con

    glva

    luz

    mañanera.

    Teresins

    y

    la

    estatua han

    desapa'

    31 5

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    5/55

    r j ' li

    l

    ' ,1

    I

    f i

    i

    t ,

    recido. El

    parque

    sotlbrío

    se

    ya

    tornando

    en

    jardírt

    alegre

    y

    bien cuidado, cuyos árboles están libres d,'

    yedra

    y

    lianas. Hay al

    fondo

    una espléndida visl,L

    a

    un tnar

    de azul

    intenso.

    La

    estructura

    del

    palacirt

    se

    yergue

    a Ia derecha,

    proyectándose

    un tanto ha.

    cin

    Ia esceno.. Una

    amplia

    puerta

    vidríera

    se

    abrt:

    sobre

    una

    terraza pequeña e íntinta de

    fortna

    circt,-

    Iar

    que

    está a wt

    nivel

    tnás alto

    que

    Ia otra terraTu

    cuya

    baranda

    crltza

    al

    't'ondo

    de izcluierda a

    derechu.

    Esta

    segunde

    terraza está a su vez un

    escalón

    ntás

    olta

    que

    el

    primer

    término

    de Iq escena.

    Una

    esca'

    lera

    de

    ntármol une la

    pequeña

    terraza circular

    co n

    la terraza rntís nntplia. Se adi,r,inaqu.eeI jardín de l

    fondo,

    tras

    la

    baranda,

    baja en niveles

    escalotnda.s

    hasta

    las vieias nutrallas cuyos cimietúos

    ha batiú¡

    el

    mar durante sig/os. Tras

    la balaustrada del

    latt

    do,

    un

    poco hacia

    la izquierda,

    se

    t-ergLte

    wta

    ceíbu

    centenaria.

    En la

    terrazq.

    circtúar de la derecha

    hay

    muebles

    de hierro

    f

    oriado:

    una ntescr edonda,

    sillas,

    butacqs

    y

    una

    pequetia

    nrcsa

    sobre

    rtteclas

    repleta de licores.

    Ett

    la terraza

    antplia luy varios

    bancos de

    piedra y,

    cerca.de la ceiba,

    a stt

    sotnbro,

    un

    par

    de sillas

    plegadizas

    de

    jarclín.

    A

    la

    izqttierclt,

    printer

    término,

    perte

    un csttino

    enarenado

    qtLt'

    conduce a una de

    las

    entraclas

    prirtcipales de

    lr,s

    terrenos

    pclaciegos.

    A

    la

    derecha,

    printer

    tértt¿itto,

    hay una recia puerta de austLbo que conducía a ui t

    sublerrchteo,

    ptero que

    ohora

    esló cafidenoda.

    Lq

    terraza

    circular de

    la dereclta lta

    quedado, dt

    printera

    intención, ntús

    intensarnente lunúnada

    qu c

    el resto de

    la escena. En ella c¿parece asandra

    sett

    tada.

    Casandra

    tiene diecisiete o dieciocln

    años.

    Viste

    de

    blanca;

    pantaloncitos

    cortos

    y

    sencilla

    blir

    sa

    de deporte;

    zapct-tos

    lancos de

    gonw

    tttedies

    cortas azules.

    Lleva atado al cuello un

    patluelo

    dt '

    seda

    azul

    y

    echada

    sobre

    los

    liombrcts uira

    capil

    blqnca

    de

    toalla.

    Sobre

    sus

    rodillcts descansa

    utiit

    raqueta

    de "tent7ís". Ríe alegreftrcnte.

    Alberto

    eslá

    31 6

    I

    tde

    espaldas

    sirviéndose

    un

    ron

    con

    soda-frente

    a Ia

    i'

    ,

    mesita

    de

    los licores. Tiene

    veinticuatro

    años.

    Viste

    pantalón gris

    y

    catniseta

    de deporte

    blanca,

    ntuy

    ceñida.

    Arnrnro.-(Volviéndose

    a medins.)

    ¡

    Eres imposi-

    ble

    C.qsrxnR¡.-(Riendo.)

    Pero

    Alberto,

    si

    tienes co-

    sas

    de

    niño.

    ¡

    A

    quién

    se

    le

    ocurre

    Arsrnro.-Se

    le

    ocurre

    a

    cualquiera

    con sentido

    común.

    C,ls.rxnn.r.-No

    tienes

    la

    menor idea de

    lo

    que

    es

    scntido común. Si la tuvieras, sabrías que ser hiia

    del

    gobernador

    no signif ica

    nada.

    Alsanro.-No

    es eso.

    No es

    a

    tu

    nosición

    a la

    ou e

    me

    refiero.

    Es a la mía.

    -.

    C¡s^Nnn.c,.-(

    eria

    ya.)

    El

    puesto

    de Ayudante

    Mi -

    litar

    de

    Palacio

    me

    parece

    una

    posición

    muy res-

    petable.

    _ Alnpnro.-¿A

    quién

    tratas

    de engañar?

    Sabes

    ta n

    bien

    como

    yo que

    es

    una

    farsa.

    C¡s,lNnn.¡i.-(

    evera.)

    ¿Quieres

    decir que

    todo aquí

    cs una farsa?

    Alranro.-(lmpaciente.)

    No. No.

    No

    es eso.

    Ha -

    blo

    de

    mí,

    de

    mis

    ridículos

    uniformes,

    de

    mi

    posi-

    ción de

    soldado

    de chocolate.

    ¿Qué sentido puedetener un Ayudante Militar elt un país

    sin ejército

    proplo

    r

    Cnsrx¡R,r.-Tenemos

    Gr_rardiaNacional,

    ¿no?

    _

    Alsrnro.-Chiquita,

    ia

    Guardia

    Nacional

    no

    pasa

    clc ser

    eso.

    ¡No

    es un ejército

    Cnslron.q.-(

    Levant¿iltdose.)

    Está bien.

    está bien.

    No tenemos

    ejército.

    Después

    de todo,

    ¿para

    qu é

    lo

    queníamos?

    Ahí

    tenernos

    el eiército

    del Norte

    listo

    a defendernos

    si llegara

    la ocasión.

    (Acerctin-

    dose

    a

    é1.)

    Pero

    Alberto,

    tú cumples una

    misión

    en

    palacio.

    ala

    Jl1

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    6/55

    Arnsnro.-Sí, la

    de ayudar a mantener

    la "fa-

    chada".

    CesaN¡m.-(Riendo.)

    Lo

    hacemos todos.

    ¿Te

    fi

    jas

    en la

    pobre

    mamá cuando

    se

    pone

    de

    largo

    y

    muy

    tiesa, muy tiesa, tiene

    que

    recibir a la

    gente en

    las recepciones

    óficiales?

    ¡Y

    cómo le

    revientan

    a

    Ia

    pobrecita

    las

    recepciones oficiales

    ¡Ya

    ves Y

    ell¡

    ni siquiera ocupa un cargo

    oficial en

    palacio.

    Arsnnro.-Es

    distinto.

    ClsaNrna.-Naturalmente

    que

    es

    distinto.

    Ella

    es

    Ia esposa. Pero tú, Alberto, eres

    el

    hijo del

    quc

    fue su amigo. Papá te quiere y confía en ti. ¿Pue-

    des

    culparlo si

    no

    te

    ve como un

    cargo

    oficial

    y sí

    como a un

    ser

    humano?

    Arsrnro.-Lo sé.

    Y

    lo

    agradezco.

    Pero

    ello no mc

    impide sentirme...

    inútil a su

    lado.

    Casandra,

    si

    yo

    hubiese ejercido mi

    carrera, si

    por complacer

    a

    mi

    padre

    no hubiese aceptado

    este

    puesto

    en

    pa-

    lacio...

    C¡,srNune.-Quizás no nos hubiésemos

    conocido.

    Arnrnto.-Es cierto. Pero si te hubiese

    conocido

    en estas

    circunstancias

    (abrazándola),

    ¡qué

    Iibre

    y

    feliz me sentiria al decirte

    que

    te

    quiero

    C¡seItonn.-Alberto,

    Alberto, no seas

    injusto

    con

    nuestro

    amor. Sólo

    por

    él somos

    felices. Dime

    qrrc

    quieres llevarlo lejos' de todo esto e iré contigo.

    Alnrnro.-¿Serías capaz?

    C¿seNonl.-No

    estamos

    prisioneros

    en

    palacio.

    Puedes renunciar tu

    puesto

    cuando

    quieras.

    Somos

    libres. Nadie nos impide ser

    feiices.

    Mamá

    n,r,

    ciertamente. Y

    papá...

    Bueno,

    ella

    lo convencerir.

    ¿Quieres?

    El

    ta.besa

    apasionqdamente.) Pero amor

    mío, me darás tiempo,

    ¿no

    es cierto? Tiempo

    paru

    hablar

    con mamá.

    Y sobre

    todo

    para preparar

    a

    papá.

    El

    cree

    que

    al casarnos

    nada cambiará,

    qrrc

    nos

    quedaremos

    aquí

    junto

    a é1. Es

    preciso

    que cl

    pobre

    se vaya acostumbranCo a

    la

    idea

    de

    que

    va.

    .

    a

    perdernos.

    31 8

    '

    ArsEnro.-

    (

    Ab azándola

    e t echamente.

    Eres

    ma-

    ravillosa.

    '.

    CrsrNonx-(Desprendiéndose

    a

    medias.)

    yo

    no ,

    Ia vida es

    maravillosa.

    (Le

    toma eI

    rostro

    entre

    las

    ryrnf.)

    ¿Comprendes,

    amor

    mío?

    ¿Comprendes?

    (Se

    desprende

    de

    ét

    llena

    de

    eufori-a-y

    baia los

    es-

    calones dirigíéndose

    a

    Ia izquierda.)

    ¡Lá

    vida

    es

    ñaravillosa

    Todo

    está

    en orden

    en el mundo:

    hav

    qn_

    so

    y

    un

    mar;

    hay una

    ceiba

    que

    nos

    protegL

    d_el ol y

    unas

    murallas que

    nos

    protegen

    ait

    mar.

    Hay

    un

    palacio

    y

    un-pueblo.

    El imorintró

    en

    pa,

    lacio y el pueblo es feliz. Todo está en orden eri el

    mundo.

    Arnrnro.-(Toma

    el vaso, y

    baja y

    ta

    sigue.)

    En

    ta mundo.

    C¡snNunn.-¿Por

    qué

    dices

    en rní

    mundo?

    No. En

    ,l mundo, el

    mío

    y

    el de

    todos. Ven.

    Mira.

    (Atber-

    lo

    se acerca

    a

    ella,

    ambos

    están

    iunto

    a

    Ia baranda.

    Casandra señala

    haci.a.

    el

    fondo

    i2quierdo,

    q

    un

    Wn-

    to

    fuera

    de

    escena.)

    ¿Ves?

    Allí está

    el

    pueblo.

    y

    el

    pueblo

    es Jeliz.

    Por

    lo tanto,

    también

    nosotros po,

    demos serlo,

    sin

    remordimientos.

    Anrnro.-¿Sin

    remordimientos?

    _Crse¡.lonn.-Ah,

    es un

    decir. De

    mamá,

    ¿sabes?

    (Con

    voz

    fingidamente

    graue.)

    "Nadie

    en

    palacio

    tlcne derecho a la felicidad si el pueblo no es feliz."

    Arnenro.-¿Doña

    Isabel

    dice eso?

    CrsaNoRn.-Me

    lo

    repite todas

    las noches,

    .como

    ¡l fuese otra

    oración de

    las

    que

    debo rezar.

    Pero

    no me

    pide que

    yo

    la diga.

    La repite

    ella, nada más.

    -

    Atsrnro.-(Tomándola

    sual)emente por

    ios hom-

    bros-)

    Casandra,

    ¿desde

    cuándo tu

    madre

    repite esas

    palabras

    ?

    CnslN¡nl.-No

    sé. Desde

    siempre.

    Sabes

    que yo

    lpr.nas

    tenía un año

    cuando vinimos

    a

    palacio'.

    Pues

    blen,

    desde que puedo

    recordarlo.

    Desde toda

    mi

    Ylda.

    Pero...

    ¿Por

    qué

    preguntas?

    ¿Te

    parece

    ex -

    lrsño?

    3t9

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    7/55

    i

    Ar¡rnro.-No.

    Es

    decir,

    sí.

    porque

    esas palabras

    son de don

    Rodriso.

    _CrsaNonr.-¿De

    áon Roclr igo?

    pero

    sería...

    iE s

    absurdo

    Don

    Rodrigo

    está

    en

    prisión,

    allá

    en el

    Norte.

    ¡Desde

    hace

    veinte

    años

    Arrnnro.-El

    sí. Pero sus palabras...

    La

    gentc

    las repite

    ocasicnalmente,

    quizás

    sin saber

    que

    sea¡l

    de é1.

    Y

    ésa

    es

    üna

    de

    sus

    frases. . .

    Cns,rxnnr.-¿Estás

    seguro?

    Pero

    si

    fuese

    así. .

    .

    ¡Mamá

    precisamente

    Ella

    sería

    la últ ima

    Dersona

    en

    la

    Isla

    capaz

    de repetir

    lo

    que

    ha dicho

    áon

    Rc,-

    drigo.

    Arnnnro.-Es

    cierto. No

    sé.

    A lo

    mejor

    me

    equi-

    voco. De todos modos resulta curioso'que me ha -

    vas

    dicho

    eso

    hoy, hov precisame)ttc.

    Cas..lx¡n.1.-¿Por

    qué?

    Arnnnro.-Porque

    esta

    mañana

    tu

    padre

    recibió

    una comunicación

    del Nortc.

    Cl-snNrR¡.-(

    Encogiéndose

    de hombros.)

    ¿lrtro

    es

    eso lo

    rutinario?

    Arsrnro.-Esta

    vez no.

    Don

    Rodriso

    está

    libre.

    Cumplió

    su

    sentencia

    y quiere

    regreiar

    a

    Ia Isla.

    El

    gobierno

    creyó prudente

    avisar

    a don

    José.

    Ellcs

    nada

    pueden

    hacer para

    eviia.rlo.

    Y eso es

    lo

    grave.

    Tiene

    perfecto

    de¡ecl' lo

    a voh'cr.

    C.ts,lNnn.'r.-Pue.s

    ntonces,

    I

    que

    I'L¡elva

    ¿por

    qr-rt<

    tiene

    nadie

    que

    hacerse

    mala

    sangre

    si él

    pobre-

    cito quiere regresar a su Isla?

    Arnrnro.-No

    puedes

    entender.

    .

    .

    Tu

    padre

    esiá

    preocupaco.

    C.qs,rrnR.r.-Bah,

    papá

    nada

    tiene que

    temer clt.

    e-sc

    pobre

    anciano.

    El

    pueblo

    adora

    á mi

    gobernrr.

    dor.

    (Echrinrlole

    los brazos

    al

    urcllo.)

    Vamos,

    r.:r.

    mos, nc, se

    te

    ocurran

    ideas

    negras.

    Virrimos

    en unll

    is la maravil losa.

    ¡

    No strceclcr i

    nada

    Alnenro.-Casandra,

    me

    gustaría

    que

    no toma.s.,s

    ciertas

    cosas

    ten

    a la

    liseral

    Crs¡.xon,c.-No

    omo ñs .osas

    a la l igera.

    y

    par;r

    17 n

    demostrártelo,

    te

    recuerdo que

    ya

    es hora

    de

    que

    vayas

    a

    ponerte

    tu uniforme.

    El

    deber

    ante

    todo,

    mi

    generalísimo.

    (Desprendiéndose

    de é1.)

    Pero an-

    tes, te

    serviré

    otro trago.

    (

    Dirigiéndose

    a la dere'

    cha núentras

    Alberto saca

    un cigarrillo

    y

    lo

    encien-

    de.)

    ¿A

    que

    no

    sabes

    por quién

    vas

    abrindar?

    (Sube

    a

    la

    terraza

    círcular

    y

    empiezq.

    q.

    preparar la bebida.)

    ¿No

    adivinas?

    ¿No

    te

    sientes

    generoso?

    ¡Por

    do n

    Rodrigol

    ¡Por

    el

    regreso

    de

    don

    Rodrigo

    Doña

    Isabel entra

    por

    la

    puerta

    vidriera

    de

    Ia de-

    rccha a

    tiempo

    de oír la

    última

    frase

    de

    Casandra.

    Se detiene

    un instante

    y

    una sombra

    cruza

    por su

    rostro. Pero al

    fin

    reacciona y se dispone a qvan-

    zar.

    Tiene

    alrededor

    de

    cincuenta

    oños, mediana

    cstatura.

    Su cuerpo

    tiende

    q

    lq

    obesidad. Pero sin

    que

    se hayon

    perdido

    del todo

    unas

    formas

    ntuy

    fenteninas

    que

    fueron

    hermoass. Lleva el largo ca-

    bello recogido en

    moño

    y

    viste

    con sencillez. Hay

    en sus t¿detnanes

    gran

    firmeza.

    Maneia el

    palacio

    como su madre

    nmnejaba

    Ia casa

    campesina

    que

    Ia

    vi,o nacer:

    con

    díligente eficacia.

    Con su

    porte y

    su

    desenvoltura

    no hoce ntal

    papel en las ocasiones

    lormnles.

    Pero no

    es ése

    su

    fuerte

    ni deriva de ello

    placer

    alguno. Su

    verdadero

    papel

    es

    de esposa

    y

    madre,

    y

    a éI se

    dedica

    en cuerpo

    y

    alma. No en-

    llende la política como cíencia. De wt modo pecu-

    liarmente

    femenino

    la intuye, es

    decir, también ante

    cl

    pueblo y

    sus

    necesidades

    reaccione

    cotno madre

    o

    esposa.

    Doñ,l Is:ser.-¡

    Casandra

    ¿Todavía

    estás

    en esa

    fncha?

    No

    puedes

    quedarte

    así,

    hijita.

    De

    un mo-

    mcnto

    a otro vendrá

    una

    delegación

    de campesinos

    o

    ver a tu

    padre.

    (Se

    vuelve

    hacia

    Ia

    puerta

    vi -

    dricra.)

    ¡Antonio

    (Aparece

    Antonio,

    Criado.) Llé-

    vote esos licores,

    por

    favor.

    (Le

    quita

    el

    vaso a Ca'

    sandra.)

    Este también.

    (Antortio

    loma

    el vaso,

    lo

    321

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    8/55

    I

    coloca

    sobre la

    mesita

    y

    empuia

    ésta

    hacía

    el

    ini¿-

    ríor

    del

    palacio.)

    C¡rsalloRe.-Pero,

    mamá,

    ésa

    es la

    bebida de

    Al-

    berto.

    Doñ¡

    Isa¡sr.-El

    Ayudante

    Militar

    no

    puecie

    beber

    en horas

    laborables.

    Ayúdame

    a

    poner

    ul r

    poco

    de orden

    aquí.

    (Mueve

    una butaca.)

    O

    n¡ ,

    meior

    vete.

    Tal

    como

    estás

    no eres

    precisamenie

    un

    espectáculo

    edificante

    para

    los campesinos'

    (Li:i-

    ma.)

    iAntoníol

    (Aporece

    Antonio

    en

    Ia

    puerta

    ri -

    driera

    de la derecha.)

    Cnrloo.-Sí,

    señora.

    Doñe Is¡s¡r.-Ayúdame a colocar bien estos muc-

    bles.

    Alberto

    se

    ha

    vuelto

    y

    rnira

    sonriendo

    la

    escettu

    en

    Ia

    terraza

    ciraúar.

    Casandra,

    a

    espaldas

    de Doi:a

    Isabel,

    le

    en¿ío

    un

    beso. Luego,

    se

    acerca

    a

    Ia nin-

    dre,

    que

    estti

    tímpiando

    la

    mesa

    con

    un

    paño

    y lc

    da un

    soberano

    beso

    en Ia

    nteiilla.

    Cns¡N¡ne.-Adiós,

    "gobernadora".

    (

    Se

    tta

    corríe¡r

    do

    por

    Ia derechtt.)

    Dbñe

    Isrnn

    .-(

    Ltantando.,)

    ¡

    Casandra|

    (Casand,

    u

    se detiene

    y

    se luelve

    en

    la

    puerta derecha')

    C¡s¡NrRe.-¡ Presente

    Doñt Isasrr.-No

    pases frente al despacho de ,u

    padre.

    Está

    terminando

    su

    conferencia

    con

    los ecr

    non'ristas

    no

    quiero que

    esos hombres

    te vean

    a:'í

    (Casandra

    suelta

    una

    carcaiada.)

    Cesrxona.-Pero

    mamá,

    ¡ni

    se darían

    cuenta

    Doñt Isasn.-Tienen

    ojos,

    ¿no?

    C,rsaxoRa.-(

    Rien:do,)

    ¿Los

    economistas?

    Pero

    "go-

    bernadora",

    ¿en

    qué

    mundo

    vives?

    ¡Tendría

    ¡'tr

    que ser matérial

    industrializable

    (

    SaIe

    riendo')

    Doñ,r

    Is.qeel-.-Lo

    que

    eres

    me Io

    resen'o

    ahor¡t'

    Pero

    y'o

    entraré

    en óuerttas

    contigo.

    (

    A Antoni" )

    Y tír,

    ¿qué

    tienes?

    No vayas

    a

    explotar,

    hijito' Ríetc,

    7) )

    FOOOS:

    endole las

    gracras.

    tmpezando

    por

    eI

    pa -

    idre.

    (Antonio

    se ruboriza

    y

    se

    le desvanece a risa.)

    'Estos

    tiempos

    d.e

    progresó

    serán

    buenos

    para

    cual-

    Si

    así

    es

    como

    me la han

    echado a

    perder

    riéndole las

    gracias.

    Empezando

    por

    el

    pa-

    'guier

    cosa,

    menos

    para

    criar a una hija com o

    Dios

    manda.

    Alberto,

    quien

    se ha acercado

    ríendo

    sílenciosa-

    -¡nente,

    se

    apoya

    en

    la

    barandilla

    de

    la terraza

    círcu-

    lar

    y pregunta:

    Arrrnro.-¿Puedo

    dar

    una ayudadita?

    Doña Islsnr.-Ah, eres tú. ¡También estás en un a

    facha

    ¿No

    se supone

    que

    estés embutido

    ya

    en tu

    uniforme?

    Arnnnro.-E, ste es uno

    de mis uniformes.

    Doñl IsanEl.-El de

    jugar

    al tenis,

    supongo.

    Arnqnro.-Precisamente.

    órdenes

    del señor Gober-

    tlador:

    dos

    horas diarias

    de tenis

    para

    la

    "princesa".

    Doñ,r

    Isnsar.-Hum.

    Tenis.

    (Señalando

    de

    pron-

    to

    hacia

    la ízquierda.)

    ¿Qué

    hace

    ese vaso

    allí? An-

    tonio,

    lraz

    el

    favor de venir

    a

    recogerlo.

    (A

    Alberto.)

    Colócame

    esta

    butaca en

    aquella esquina,

    ¿quieres?

    (Alberto

    sube

    la

    escalera

    de mármol

    y

    muete la

    butaca.)

    Para la

    falta

    que

    hace

    en

    está

    palacio

    un

    Ayudante

    Militar,

    bien

    podrías

    estar todo el santoÜa de Dios jugando al tenis.

    Arnenro.-¡

    Doña

    Isabel,

    cómo coincidimos

    usted

    y yo

    en

    nuestras opiniones

    ¿Por

    qué

    no convence

    ll

    gobernador

    para

    que

    me deje

    cesante?

    Doñ¡ Isrsrr.-No es

    mala

    idea.

    Encontrarías

    algo

    ¡nás

    provechoso que

    hacer. Porque,

    acá entre

    nos,

    $o

    de

    llegar

    algún día

    a ser

    suegra

    de

    un uniforme,

    ho

    me

    entusiasma

    demasiado.

    Me sentiría

    mejor,

    ¿sabes?,

    i le dieras

    algún

    uso a

    tu

    diploma de

    agro-

    f¡omo.

    La

    tierra

    sigue

    pidiendo

    que

    la trabajen.

    (A

    lntonto,

    que

    sube

    a la.

    terraza

    circular

    con el vaso,)

    Llévale

    aáentro.

    Espera.

    Y

    esas

    raquetas

    también.

    323

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    9/55

    i i

    ,l l

    I

    j

    I

    (Sale

    Criado

    derecha

    con

    el

    vaso y

    las

    raquetas.)

    Bueno, creo que esto,ya está en orden. (Baia ta ei

    cole.ra y

    se dirige

    a

    la

    izquierda.)

    lth,

    me

    ólvidaba

    cteclrte que

    las

    lecciones

    de

    tenis

    no

    incluyen

    adies.

    tramiento

    en

    el uso

    de bebidas.

    Si a

    su

    debicl

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    10/55

    i

    i

    asl, unidos,

    se las

    lleva

    a ios

    labios. De

    pronto pre-

    gunta

    qngustiada.)

    ¿Y

    crees

    que.

    . . ?

    -

    ArnEnro.-Pudiera

    ser.

    Doñe

    Isennt.-(

    Se aleja

    unos pasos,

    se l)uel.l)e I

    se

    .acerca

    rdpidantente

    a Alberto.)

    ¿José

    lo sabe?

    ALsrnro.-Que

    está libre,

    sí .

    Doñ¡

    Iinsrl.-¡Dios

    mío

    Arnenro.-Creí

    que

    usted

    debía

    saberlo.

    Doñ¡

    Is¡¡sr.-Casi

    lo sabía...

    sin saberio.

    Gra-

    cias,

    hijo.

    Y ahora

    vete, por

    favor.

    Quisiera

    estar

    sola. . .

    Arsrnro.-l

    I

    mpul

    sivament

    se la besa.)No se preocupe

    ayudará

    a todos.

    Rdpidamente

    ua

    hacia

    Ia

    d.erecha

    y

    sale. Doñ,l

    Isabel

    se

    mueve

    hacia

    et

    fondo.

    El

    iuiseñor

    cant¡

    en la

    ceíba.

    Ella

    alza la

    cabeza

    ^t

    míra

    hacia lo alt,.¡

    del

    follaje.

    El ruiseñor

    enruud.ece.

    EIIa

    cleia

    caer

    Ios

    brazos

    y

    se dirige

    lentat¡zente

    hacia

    la derechc.

    Antes

    .de

    llegar

    a la

    escalera

    reacciona

    y

    etnpiez

    a

    c.aminar.de

    prisa.

    Don

    José

    sale por

    Ia-

    puerTa

    v: -

    driera.

    Tiene

    58

    años.

    AIto,

    corpulento.

    A

    pesa,

    4"

    qy"

    el

    cuerpo

    se

    inclina

    ligeroniente

    tiene un por-

    te digno, y

    en su

    rtoz,

    su

    soniiscL

    sus ad.enzanes-hay

    un co.lor humano que ejerce notable influ.encia sobr,:

    Ios demás,

    subyugando

    voluntades y

    despertando

    afecto

    -o,

    por

    lo

    nzenos,

    símpatía.

    Lteva

    bigote;

    cl

    resto

    del

    rostro

    cuidadosaménte

    rasurado.

    Todo

    su

    físico

    rebosa

    salud.

    Cuando

    sonríe

    ntuestra,

    sitt

    embargo,

    una

    dentadura

    bastante

    deteriorad.a.

    po :

    ello,

    al

    sonreír

    abiertamente,

    tiende

    a

    llevarse

    un t

    ntana

    a

    la boca para

    ocultar

    el deterioro

    de

    los die¡;-

    tes.

    -Es

    t4n

    gesto

    inconsciente

    que

    resulta

    infantil e:t

    un hotnbre

    de su

    corpulencia

    y

    carúcter,

    per.o

    qu )

    quiztis

    -por

    Io_

    mismo

    añade

    cíerto

    encanto

    a. su

    pet_

    sonaliLad.

    Sas oios grandes

    tienen,

    en

    ntomentos

    326

    de

    bonanza,

    una

    imborrable

    carga

    de

    tristeza.

    Di-

    lbnse

    los

    ojos

    de

    un

    poetq,

    no de un

    político.

    DoN

    JosÉ.-Vaya,

    vaya,

    ¿a

    dónde

    vas

    tan

    de

    prisa?

    Doñl

    Isa¡n.-A tejer

    un rato.

    DoN

    JosÉ.-(De buen

    humor.)

    ¡Una

    tarea

    impro

    rrogable

    Doña Isrssr.-Cada

    cual tiene

    sus

    tareas...

    im -

    prorrogables.

    Do¡.¡JosÉ.-Sin duda.

    (Transición

    )

    Pensé

    que

    te

    gustaría

    ver a los campesinos.

    le

    tonta

    una nlqno v

    Doñr Isaspl.-Pensaste mal.

    (

    El

    Ia

    mira sorpren-

    demasiado. Dios nos dido. Se yuelye automdticamente parq servirie un

    trago,

    pero no

    encuentra la mesita

    de

    los licores.)

    Antonio

    retiró

    los licores,

    DoN JosÉ.-(Llevándose

    la mana

    a

    Ia boca

    para

    &altar

    una

    sonrisa.) Pero necesito un trago...

    si

    "Antonio"

    no tiene inconveniente...

    Doñn Isaner.-Bebe rás después

    que

    atiendas

    a

    los

    campesinos.

    DoN

    JosÉ.-Ah, sí, sí,

    claro.

    (Doña

    Isabel se.

    diríge

    e

    la derecha. É,1, in volverse,

    llama

    en

    wt

    tono

    ines-

    perado.)

    Isabelita.

    (Doñb

    Isabel

    se

    detiene

    pero no

    se

    vuelve. El,

    siempre

    sin mirarla,

    dice en

    poz

    baia.)

    No

    me dejes

    solo.

    (Ella

    se i)uelve rópidamente.

    Do n

    José, turbado, seca un cigarrillo de la pitillera y se

    lo

    lleve a los

    labios.

    Doñe Isabel

    se a.cerca a

    é1.

    Le

    gnciende

    el

    cigarrillo.

    Dott

    losé,

    esquivando

    la

    mi-

    rada,

    baja

    los escalones. Doña

    Isabel

    va lentamente

    a

    dejar el

    etrcendeCor sobre

    ler

    ntesa.

    Se

    vuelve

    des-

    de

    allí

    y

    Ie observa.)

    Doña

    IsrrnEl.-¿Y

    bien? No

    me he marchado.

    DoN JosÉ.-(Sin

    mirarla.) Gracias.

    (Luego

    se

    yuelve

    a

    ntedias.)

    ¿Te

    molesta?

    Doña

    Is,rser.-Me

    duele.

    (Transición.)

    Pero

    si

    es

    necesario.

    DoN

    JosÉ.-Necesario no.

    Doñ¡

    Iseser.-( Mwiéndase hacia

    ln escalera.)

    Es

    327

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    11/55

    ; i

    I

    i '1

    l

    I

    , , i l

    l i

    f

    i

    i, j

    ' t

    ' i

    igual. Estoy aquí.

    (

    Baia.)

    Los

    veré.

    Los

    veo lii.

    Vendrán con

    sus

    ojos tristes,

    cohibidos, impresio-

    nados, nerviosos e

    inseguros. Se sentirán

    quizás

    un

    tanto halagados,

    pero

    no

    podrán

    ocultar

    su

    zozobra.

    Lo

    sé. Lo

    experimenté

    yo

    al entrar

    por

    vez

    primera

    en este

    palacio.

    DoN

    JosÉ.-(Volviendo

    a eIIa.) Nada tienen

    qu c

    temer.

    Doñr

    Isrsnr.-Tampoco

    yo

    entonces. Y

    sin

    em -

    bargo, temí.

    DoN

    JosÉ.-Sin

    razón,

    ya

    lo ves. Hoy eres

    feliz.

    Y ellos

    también

    lo son. Les he dado

    todo,

    todo

    lo

    que podÍa

    anhelar

    para

    los míos:

    pan y

    techo

    sc -

    guros, instrucción, libertades, progreso...

    Doñn Isrnn.-José, tú no comprendes.

    Eres un

    hijo

    de la ciudad

    y

    además te educaste en

    el Norte.

    Yo

    soy

    campesina, como ellos. Pero con

    una

    venta-

    ja.

    La de

    poder

    verlos

    ahora

    desde afuera.

    Y

    es

    horrible

    lo

    que

    intentas.

    Dox JosÉ.-(Impacíente.,)

    Por favor,

    no

    insistas

    en.. .

    Doñr

    Isl¡Er.-(

    Como

    si

    tto

    lo oyera.) Es horrible

    lo

    que ya

    has

    logrado.

    DoN JosÉ.-Isabelita,

    tienes

    un corazón

    de oro

    y

    yo

    idolatro

    esa bondad tuya. Eres

    sentimental

    y

    no

    te

    querría

    tanto

    si no lo fueras.

    Pero

    ya

    sabes

    cómo

    pienso.

    Doñ¡ Isasrr.-Sí,

    que

    ellos no tienen derecho

    a

    sentir como

    yo.

    DoN JosÉ.-Isabel,

    Isabel, el

    sentimentalismo

    ha

    mantenido a

    nuestro

    pr.reblo

    en

    a

    más abyecta

    mi -

    seria.

    Lo sa.bes

    ien. Nuestra

    historia ha sido

    u¡ a

    pueril

    sucesión

    de estallidos

    emocionales

    que

    no

    han conducido

    a

    parte

    al'guna. Era

    ya

    hora

    de

    q',re

    la

    razón

    dominara

    a la emoción.

    NIos ha

    tocado

    vivir en la hora

    del

    progreso.

    No

    podemos escapar

    a la urgencia

    que

    nos

    plantea

    el

    tiempo. Fíjate,

    pre-

    cisamente la Comisión Asesora de Economistas.

    . .

    328

    Doñl

    .Is'rset.-(T'apándole

    la boca

    suavemente.)

    no, mi Joseíto, no me hables de

    los economis-

    tas.

    A otros sí,

    pero

    a mí, a tu mujer,

    no. Las cien-

    Cias

    son mu¡, útiles

    y

    muy respetables.

    Pe¡o a tu

    mujer

    no se Ie

    habla

    en el lenguaje

    de la ciencia

    lino

    en el

    del corazón. Dale a mi

    pueblo

    toda

    la

    ciencia

    y

    todo el

    progreso que

    él

    pueda

    asimilar.

    Pero

    no

    pases

    del

    límite.

    Ten cuidado

    de

    que

    la

    dosis

    no

    sea excesiva.

    Porque

    le

    puedes

    matar algo

    que

    vale

    más

    que

    toda

    la ciencia

    y

    todo

    el

    progreso

    del

    mundo.

    Eso es

    lo

    horrible. Eso es lo

    que

    temo

    gue

    esté

    sucediendo. Y si es así, José, si

    es así, hay

    Ítucho

    que

    temer. Porque si el

    pueblo

    llega a darde

    cr¡enta de que se le está muriendo algg muv dentro

    de

    su entraña.

    sería

    caqaz...

    -

    -ffi-.¡Bruscarrierfe.)

    ¡Estás

    loca No me

    gusta

    lo

    que

    dices.

    No

    me

    gusta

    tampoco el calor

    que

    pones

    en tus

    palabras.

    Hablas del

    pueblo

    como

    li

    fuese un

    individuo. El

    pueblo

    es una masa

    y

    como

    tal sólo siente las necesidades

    primarias.

    Su

    felicidad

    consiste en

    la seguridad

    económica. Y

    eso

    cs

    lo

    que

    le

    he dado.

    ¡Tírate

    a la

    calle Pregunta.

    Ve al

    campo, a tu

    propio

    campo. Pregúntales a los

    tuyos. Háblales del

    "alma del

    pueblo",

    de lo

    que

    ¡e

    les está

    muriendo

    en la entraña,

    y

    se burlarán

    de

    ti. Háblales

    en

    cambio del salario alto, de

    las

    nuevas industrias, del plan de viviendas, del seguro

    locial,

    y

    te

    llamarán líder. No se

    puede

    hacer

    me-

    tafísica

    con

    el

    pueblo,

    hay

    que

    hacer

    politica.

    Polí-

    tica

    que

    conduzca

    al

    buen

    gobierno.

    Eso

    es todo.

    Doña Isns¡r.-No,

    no

    es todo. Ya sé

    que

    hablo

    de

    cosas

    que

    no se

    pueden

    demostrar en

    estadísticas,

    de

    cosas

    que quizás

    nuestra

    gente

    no

    puede

    expre-

    mr

    porque

    están muy

    ahogadas

    en el trajín de sus

    necesidades

    diarias.

    Pero

    tienes

    que

    creerme, José.

    Esas

    cosas

    que

    no

    puede probar

    la ciencia,

    que

    ni

    liquiera

    pueden

    expresarse, existen. Se sienten, Jo

    tcfto.

    Las siento

    yo.

    329

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    12/55

    t ,

    r l

    i,r

    i

    iiirr

    , , ' l

    I

    I

    DoN JosÉ.-(Conciliador.)

    Está bien, Isabelita, estri

    bien.

    lSon

    riendo.) Lo

    que

    digas.

    Doñe Isasnr.-( Se desprende de

    é1,decepcionada,l

    Me hablas como le hablarias a Casandra.

    Chiquilll

    das,

    ¿no

    es cierto? Y sin

    embargo,

    hace

    unos mi-

    nutos tuviste

    miedo

    de

    quedarte

    a

    solas.

    Por la izquierda

    entra el

    Secretario.

    Sncnernnlo.-Señor,

    la

    delegación de campesinos.

    DoN JosÉ.-Que

    pase, que pase.

    (Sate

    el

    Secret¡,-

    rio. Don Jo.sése acerca

    a

    Doña Isabel

    y

    la

    besa.i

    Sin ti estoy siempre a solas.

    (Luego

    sube a Ia terrt;-

    za ciraúar y se coloca detrás de la ntesa.)

    Por

    la

    izquierda

    entra el Secretario seguido

    de lcs

    campesinos:

    Don Rarnón, el Mozo, tres

    hombres ei:

    ntediana edad,

    Pascasia

    y

    Rosa. Visten cott hwttit-

    de

    pulcritud.

    Su

    apariencia

    y

    actitud

    coittciden co,t

    la

    anticipada

    descripción

    que

    ha hecho

    Doña Isabe'.

    Siguen aI Secreterío

    en

    sl,t ecorrído de

    ilquierda

    t

    derecha.

    Dolta

    Isabel

    tta

    a

    sLt

    encuentro.

    Srcnnrenlo.-La

    señora

    del

    gobernador.

    Los

    delt'-

    gados

    de Altamira.

    Doñ*

    Islsr'¡-.-(Etrecltando la

    mano

    de todos.t

    Bienvenidosa su casa. Adelante.Adelante. ¡Conqu,'

    de

    Altamira

    No

    se

    imaginan la alegría

    que

    no .

    causa su

    visita.

    ¿Saben?

    Precisamente Altamira cr,-

    linda con

    el campito donde nací.

    ¿Todar'ía

    se baña¡r

    los chicos en Ia vieia represa?

    Mozo.-No, señorá.

    Aquello es

    ahora una repres

    l

    moderna.

    La

    nás

    grande

    de toda la

    Isla.

    Los cer-

    t inelas

    no

    permiten

    acercarse...

    Doñ¡ Isrs¡r.-Sí, naturalmente.

    iQué

    lástim¿¡

    Adelante. Adelante.

    A

    med.ida

    que

    lun ido

    estrechand.o

    lo tnano

    d.¡:

    33 0

    4a

    Isabel

    -y

    siguiendo la indicación del

    Secre-

    El

    Se-

    io--

    van acercándose a. a

    terraza circular.

    cretario

    sube.

    Sncnet¡.nro.-El

    señor Gobernador.

    Los

    cantpesinos

    suben

    y

    se a.cercen tímidamente

    s

    Ia mesa.

    Don

    losé

    da

    un

    poso

    hacia ellos

    y estrü

    cha

    la mano

    del más

    anciano.

    El inlluio de la

    per-

    sonalidad

    de don

    losé v su habilidad oolítica se

    notan de inmedíato

    en

    lá reacción del

    grúpo.

    A

    sus

    palabras

    los

    campesinos

    se olvidan de

    que

    estdn

    en

    palacio y

    se

    empiezan a

    sentir

    a

    gusto,

    casi

    como

    si hablaran con uno de su propia clase. Doña Isabel

    sube

    y perntanece

    de

    pie,

    detrós

    de Ia butaca de

    don

    losé.

    DoN

    JosÉ.-Ah,

    mi

    querido

    don

    Ramón,

    ¡qué

    gus-

    to

    me da

    verlo

    por

    acá Dígame,

    dígame,

    ¿todavía

    cuela

    la doña

    el cafecito tan rico

    como antes?

    DoN

    RlnóN.-Igual.

    Igualito,

    don

    José. Pero

    si n

    csperanza

    de volver

    a compartirlo

    con usted.

    Do¡t

    JosÉ.-Oh, algún día

    será.

    ¿Y

    la familia?

    Dox

    RalróN.-M,ry

    buenos

    todos,

    gracias.

    Aquí

    le

    traigo

    al mayor de mis nietos.

    DoN

    JosE.-Ah,

    ¿sí?

    ¿Este

    mozo?

    Parece buena la

    cosecha

    de Altamira.

    (

    Estrechando la mano

    del

    mozo.)

    ¿Qué

    tal?

    ¿Cómo

    estás tú? (Refiriéndose a

    los

    otros.)

    ¿Y

    los demás?

    Do¡,t

    Rltrtóx.-Buenos

    vecinos todos. Y buena

    gen-

    te

    del

    partido. Leales a

    carta

    cabal.

    (Presentando.

    Don

    losé va

    estrechando Ia mano de cad.a

    uno.)

    Aquí,

    Nicasio Flores,

    Prudencio Pérez, Moncho Mu -

    ratti,

    Pascasia

    Rodríguez,

    Rosa

    Meléndez.

    DoN JosÉ.-Encantado.

    Encantado de verlos

    a

    to -

    dos.

    Y

    más encantado

    aún

    de ver

    que

    las mujeres

    de

    Altamira

    participan

    activamente

    en la

    vida

    pú-

    ülica.

    ¿Meléndez? ¿Familia

    de don

    Jacinto?

    331

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    13/55

    Rose.-Sí,

    señor.

    (Sonriendo.)

    pero

    de la

    rama

    pobre.

    Do¡¡ JosÉ.-¡

    Y

    a mucha

    honra,

    Rosa

    Meléndez

    Las

    ramas

    pobres

    de la

    familia

    isleña

    son

    precisa-

    mente las que

    están transformando

    este

    país

    en

    un mundo

    rnejor.

    Pero,

    siéntense.

    Siéntefse,

    por.

    favor.

    (EI

    Secretario

    va

    indicándote

    a cada cual

    et

    asiento

    que

    debe

    ocupar.)

    Tengo

    gratos

    recuerdos

    de

    Altamira.

    Buena gente

    la de

    aquel campito. Lo

    mejor.

    de la

    montaña.

    ¡Y

    cómo

    me ayudáron en

    mi

    primera

    brega

    ¿Recuerda,

    clon

    Ramón?

    DoN

    RnuóN.-Cómo

    no

    me voy

    "arrecordar". Si

    parece que fue ayer..

    DoN

    JosÉ.-Diecinueve

    años

    ya. (

    Señalando aI

    mozo.)

    E,ste no

    había

    nacido

    aún.

    Mozo.-Nací

    un

    año

    después.

    Dot{ JosÉ.-(Sentándose.)

    Bueno,

    bueno,

    ustedes

    dirán en qué puedo

    servirles.

    (Todos

    se njTiran con

    embarazo.)

    ¿Hay

    alguna

    dificulrad

    en Altamira?

    ¿Al-

    gún...

    problema

    polít ico?

    Do¡,¡

    RqMó^r.-Ah,

    no,

    no.

    Si

    allí la

    oposición ape-

    nas tiene

    cuatro

    gatos.

    Mire, cristianol

    si el bariio

    completo

    es de

    los

    de nosotros.

    .DoN

    JosÉ.-¿Entonces?

    ¿Una

    queja

    por

    deficien-

    cia

    en

    algún

    servicio?

    (Volviéndosd

    af

    Secretario.)

    ¿,No

    ue

    el

    mes

    pasado

    que

    inauguraron

    el

    servicio

    de electricidad en esa zona?

    Srcnrrtnro.-Sí,

    señor.

    El veinticinco.

    DoN

    RanróN.-Justo.

    El

    veinticinco

    fue.

    DoN JosÉ.-Sabrán,

    adernás, que

    una

    firma del

    Norte

    va

    a establecer

    allí

    una

    fábñca

    dentro

    cle

    poco.

    DoN

    R,rnróN.-¡

    Pero si

    no tenemos

    queja

    Al^ con-

    trario.

    Lo

    que

    pasa

    es

    que...

    Rosl.-Que

    nos

    da

    un

    poco

    de

    vergüenza...

    Hor*,r¡n¡.-Porque

    traemos

    una cosa..

    .

    y

    no tene-

    mos la

    seguridad

    de

    si sirve

    o no

    sirve.

    SrcnEt¡nro.-Perdón,

    señor.

    Según

    me han

    ex-

    pl icado

    se trata

    de..

    .

    332

    DoN

    JbsÉ.-¡Por favor, deja

    que

    lo

    expliquen

    ellos

    mismos

    Mozo.-Es sobre

    un

    tipo

    de

    piedra

    que

    descubri-

    mos en

    el

    barrio.

    DotI

    RAr,fóN.-La descubrió é1,

    don José,

    él mis-

    mito.

    DoN

    JosÉ.-¿Y

    para qué creen

    ustedes

    que

    sirva

    esa

    piedra?

    Mozo.-E,se

    es

    el

    problema.

    No

    lo sabemos. Pero

    usted...

    Quiero

    decir,

    aquí

    habrá

    facilidades

    para

    analizarla. En

    el laboratorio

    de

    química...

    En

    la

    escuela

    del

    pueblo, quiero

    decir, no

    pudimos

    averi-

    guar gran cosa. A lo mejor se trata de alguna ma-

    teria

    prima

    importante.

    DoN

    R.q¡wóN.-Algo

    que

    sirva

    "pa"

    el

    programa

    de

    industrialización.

    HoMsns.-Así

    tendríamos

    algo

    que

    fuera nuestro

    de "verdá".

    Ros¡.-Pero

    a lo mejor

    no

    sirve.

    Ya

    yo

    se

    los

    he

    dicho.

    A

    mí me

    parece

    que

    esa

    piedra

    no sirve

    "pa ná".

    Pnscasra.-¡ Ave María...

    pues yo

    creo

    que

    sirve

    DoN

    JosÉ.-¿Y dónde está

    la

    piedra?

    Mozo.-La trae Pascasia.

    Dou ReuóN.-Anda, Pascasia, enséñale la

    piedra

    a

    don José.

    Pascasia se

    levqnta

    y

    se

    dirige a la mesa luchando

    desesperadamente

    por

    deshacer

    el nudo

    del

    paño

    que

    envuelve

    la

    piedra.

    Pascrsra.-Ay, Virgen,

    este

    nudo. ..

    (El

    mozo se

    levanta

    para

    ayudarla,

    pero ella

    no lo

    permite.)

    No ,

    deja, deja.

    Ah, ya.

    Ya está.

    (Coloca

    el

    paño

    abierto

    sobre

    Ia mesa. En eI medio

    se

    destaca una

    piedra

    blancuzca

    de

    mediqno tamoño.)

    ¿No

    "verdá"

    que

    es

    linda?

    (EI

    Secretario se

    nuterde

    los labíos. Don

    Iosé

    333

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    14/55

    se muerde los labios para ocultar una sonrisa. Ett

    doñq Isabel

    hay un

    gesto

    de tierna

    piedad.)

    DoN JosÉ.-Linda

    es, sin

    duda

    alguna. Pero

    ir i

    tienes raz6n, muchacho.

    Lo

    importante

    es haceria

    analizar.

    (Con

    voz cálida

    y

    conmwída.)

    Pero,

    ¿s;r-

    ben?,

    no importa

    que

    esta

    piedra

    tenga

    o

    no

    valt:;

    industrial.

    Lo

    que

    importa

    es el

    gesto de ustede,;.

    Lo

    que

    importa

    de

    verdad es

    la

    fe

    y el entusiasrrro

    de ustedes-en

    el

    piograma

    que

    está transformancio

    esta isla en

    un

    mundo

    de

    progreso

    y bienestar

    eco-

    nómico. Por

    ese

    gesto,

    por esa

    fe,

    por

    ese

    entrl-

    siasmo,

    yo les doy

    las

    gracias.

    Mozo.-¡

    Pero

    eso

    no basta

    Las

    palabras de don Iosé

    habían

    sumido

    a tod¡ts

    en

    ttn éxtasis

    de

    contplacencia.

    Por

    ello el tot:o

    de loz

    y la contradicción

    del Mazo actúqn

    a

    moóo

    de mazazo

    que

    los

    despierta

    con violencia.

    Y

    d':'

    nruestran su

    resistencia

    a volver

    a la

    reatidad

    cctt

    gestos

    de

    alarma

    y desagrado.

    Doña

    Isabel, int*

    yenclo

    lo

    que

    hay detrás

    de las

    palabras

    del

    Moz't,

    pone

    suavenxente una

    ,nqno

    en

    el

    hombro

    de dctt

    iosé.

    Entra

    suave

    la

    ntúsica

    irreal del

    principío del

    acto. La

    ilutninación

    general

    empieza

    a languidec'

    r

    como

    si

    una

    nube

    ocultara

    el sol.

    Sólo sobre

    t: l

    Moz.o se rnantíene

    wn

    iluttzinacnn

    brillonte'

    Mozo.-Es necesario, es. . . trenendamente nec¡-

    sario

    que

    esa

    piedra tenga valor

    industrial'

    DoN Rrr.tóx

    -(,4purado.)

    Mi nieto

    quiere

    decir

    qt'e

    si esa

    piedra sirviera,

    sería algo

    bueno

    "pa"

    el

    país.

    Mozó.*Lo

    que

    quiero decir

    no es sólo

    eso, abui-

    lo.

    Quiero

    decir

    que

    no

    podemos depender

    eternr-

    mente del

    Norte si

    queremos ser libres.

    X

    Tal

    parece

    que

    se

    ha

    proru'tnciado una

    palabra

    crr

    extrento

    peligrosct.

    Los cawpesinos

    se

    encogett

    qf"-

    morizados,

    excepto

    Pascasia,

    quien

    se

    yergue

    en

    st t

    33 4

    to y afirma enérgicamentecon Ia cabeza. El

    Suretario,

    demudado, hace

    ademón

    de interrumpir

    al

    Mozo. Don

    losé lo detiene con

    gesto

    enérgico.

    La

    nnno

    de

    Doñq

    Isabel hnce

    ahori presión

    sobre

    el

    hombro

    de

    su

    mnrido.

    i

    Dox JosE.-(Ser

    voz es

    pausada

    y

    tranquila,

    pero

    lhay

    en

    ella

    pibraciones

    que

    anurrci.en

    tormenta.)

    Te

    fescuchamos,

    muchacho.

    Te escuchamos.

    ¿Qué

    quie'

    fres

    decir

    con

    eso

    de libres?

    I

    Mozo.-1'Un

    tanto

    cohibido

    por

    el electo de

    sus

    ,pa.labras,

    pero

    decidido

    ya

    a decir Io

    que piensa

    y

    siente.)

    Quiero

    decir...

    que

    sería

    meior

    enfrentar-

    i.nos

    a nuestra

    realidad. Atenernos

    a

    ella,.. Eso es.

    puiero decir, que si somos un país pobre podemos

    $rejorar

    todo lo

    que

    sea

    posible...

    Pero no

    pode-

    fnos

    pretender

    vivir

    a

    lo

    rico

    como vive el Norte.

    Ellos

    tienen los medios

    y

    pueden

    hacerlo.

    Nosotros

    tho.

    Quiero

    decir. . .

    que

    nos hace falta saber

    sacri-

    'ficarnos.

    Sacrifícarnos

    para

    ser... nosotros

    mismos

    DoN

    JosÉ.-(Acariciando

    lo

    piedra.)

    ¿Y

    crees

    qu e

    cllo

    se iogre con este

    pedazo

    de

    piedra?

    Mozo.-Quiero creer

    que

    si. Yo tengo

    fe

    en

    esa

    piedra.

    Porque no

    es sólo

    una

    piedra.

    Es.

    . . No sé

    ¡i

    usted me

    entendería...

    Es nuestra

    realidad.

    En

    cse

    pedazo

    de roca está la

    contestación

    de lo

    qu e

    ¡omos.

    Si tiene valor

    en

    moneCa

    del

    Norte

    diremos

    todos: "¡Qué buen negocio se nos

    viene a las ma-

    nosl"

    Y

    yo

    seré el

    primero en decirlo. Pero si no

    lo

    tiene, no

    podemos

    echarla

    a

    la

    basura

    y

    decir:

    f'No

    sirve."

    La realidad nuestra

    puede

    ser

    dura

    como

    una roca. Y no

    pol

    eso

    vamos

    a decir:

    "Hay

    que

    traer una

    realidad del Norte

    porque

    la nuestra

    0s

    dura

    y

    nos

    destroza las

    manos."

    (Poniéndose

    ile

    pie y

    mostranda sus

    mAnos, en

    grito

    de

    pasión.)

    lYo

    me

    destroeé

    las rnanos arracándole

    esa

    piedra

    I

    la roca de mi campito

    Y no me

    quejo.

    No digo:

    *Ay,

    bendito,

    mis

    pobres

    manos. Mandaré a

    bus-

    33 5

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    15/55

    .

    . . , i : ; .a :

    ,. ;

    car unos guantes al Norte para que protejan mis 1

    pobres

    manos,"

    ¡

    No Porque

    mis manos saben

    que

    la roca es

    dura. Si

    mis manos se sacrifican,

    yo

    me sacrifico.

    Si mis manos

    tienen valor,

    yo

    tengo

    valor.

    Dow JosÉ.-(Tenso.)

    ¿Valor..

    .

    para qué?

    Mozo.-Para

    volver

    atrás

    y

    empezar de nuevo, si

    fuere

    necesario.

    Dot'I

    JosÉ.-(Conteniéndose

    y

    sonriendo al

    ancia-

    no.)

    ¿Decías

    que

    sólo

    "cuatro

    gatos"

    constituían

    la

    oposición

    en

    Altamira?

    He aquí un

    "gato" con mu-

    cho corazón.

    DoN R¡uó¡.¡.-No,

    no,

    don José.

    Mi nieto..

    .

    Mozo.-(Herida

    su dignidad por

    el totto

    zumbón

    d.e don losé.) Yo nací y me crié dentro de los idea.

    les

    que

    usted

    predicó

    en

    Altamira.

    Mi

    canción

    clc

    cuna

    fue el lerña de su

    partido:

    Agro,

    pan,

    emanci-

    pación.

    Pero he visto

    cómo se ha

    olvidado la eman-

    cipación,

    la emancipación

    de

    esa sombra de siglos

    que

    es

    el Norte.

    Y cómo

    se

    ha

    olvidado

    el

    agro

    quc

    Dios

    nos dio como

    única riqueza.

    Sólo ha

    quedaclo

    un ideal:

    el

    pan.

    Y el

    pan

    es

    bueno.

    (Acercándose

    más

    a la ntesa.

    El Secretario

    hace

    un

    ademán ins

    tintivo

    para

    evitarlo,

    pero

    se

    contiene.l Sólo

    que

    )'0

    creo

    que

    no es suficiente.

    Un

    pueblo puede

    morirsc

    de hambre.

    Pero.. .

    (Con

    acento

    apasionado.l

    iPero

    también puede

    morirse de

    pan

    |

    (Don

    losé

    lnce

    adc-

    mán

    de

    ponerse

    de

    pie.

    Doña

    Isabel Ie detiene.

    El

    Seeretnrio se muestra nerviosisimo.)

    Sncnsr.qnro.-Señores,

    creo

    que

    la entrevista

    ha to

    cado

    a su

    fin.

    DoN JosÉ.-(Dando

    un

    gran

    nzanotazo

    sobre Iu

    mesa,

    gríta

    con

    una voz

    que

    descanocíamos

    en é1.)

    ¡La

    entrevista

    tocará

    a su fin

    cuando

    yo

    lo

    diga|

    (Pausa

    tensa. Luego"

    su voz suen^a

    ranquila al díri

    girse

    al L(ozo.) Porque

    vivimos

    en un

    país

    con

    li

    bertades

    puedes

    expresarte como

    lo

    has

    hecho.

    Y

    lo

    has hecho con sinceridad

    v emoción.

    Con...

    pr

    i

    336

    sión, sin duda. Ahora dime, ¿de qué libertad te

    ves

    privado

    tú?

    Mozo.-(En

    tono

    tranquilo

    y pausado./

    Sé bien,

    don José,

    que

    no

    vivo

    en una dictadura. Pero

    las

    libertades

    de

    que gozo

    no son

    de

    por

    sí...

    quiero

    decir,

    no

    son para

    mí Ia

    libertad. lt lo

    mejor

    es ver-

    dad

    que gozamos

    de muchas

    libertades.

    Pero me

    parece

    que

    no

    gozamos

    de

    la libertad fundamen-

    tal

    ...

    de ser nosotros

    mismos. lLa

    iluntinacíón

    em -

    píeza

    a hacerse normal.

    La

    nube

    que

    oatltaba el

    sol,

    ha

    pasado,

    se extingue

    Ia música

    de

    fondo.)

    DoN R,uróN.-Por favor,

    hijo, no sabes

    lo

    que

    di-

    ces.

    (Levantdndose.)

    Perdónelo, don

    José. Es sólo

    un mtrchacho. Lee demasiados

    libros...

    DoN JosÉ.-No es un delito leer libros. (Se pone

    de

    pie.)

    Quizás

    y yo

    debemos discutir

    pronto

    al -

    gunas

    de

    esas lecturas.

    ¿Por

    qué

    no

    vienes

    a ver-

    me cuando t e sientas en di sposición de hablar. . .

    serenamente?

    (Votviéndose

    al

    Secretario.) Toma

    nota de su nombre. En

    cualquier ocasión

    que

    é1

    venga, estaré

    dispuesto a

    recibirle.

    Secnrrrnro.-¿En

    cualquier ocasión?

    DoN JosÉ.-(Tajante.) En cualquier

    ocasión.

    (Er-

    rcndiéndole la

    m.a.no

    al

    Mozo.)

    ¿De

    acuerdo?

    Mozo.-lEstrechando

    la ntano de don ,Iosé.J

    No

    sé.

    (Convencido.)

    Será como

    Dios disponga.

    Doñe IsnerI..-ffr?terviniendo

    prontanzente.)

    ¿Y

    por qué

    no ir nosotros a devolverles

    esta

    visita?

    Don José, estoy seguro, se sentirá feliz de gozar una

    vez

    más de

    la hospitalidad

    de

    Altamira.

    DoN JosE.-En efecto,

    en efecto.

    (Estrechando

    Ia

    mano de don Rentórt.]

    Y de

    probar

    una

    rtez

    más

    el rico café

    que

    cuela su

    esposa,

    eh,

    don Ramón?

    (EI

    Secretario

    baia

    las

    escalones.)

    Gracias

    a to-

    dos

    por

    haber venido. Pueden

    tener la seguridad

    de

    que

    la

    piedra

    será sometida al más riguroso

    análisis.

    SBcRsr¡uo.-Por

    aqui, señores.

    337

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    16/55

    _El

    mozo se dirige

    rdpidamente

    a

    la

    izquicrda.

    Don

    losé y

    Doña

    túUet

    iigr"i

    "rtr""noi¿o

    ta

    mano

    d.e

    los

    campesittos.

    d.e

    un

    gran

    avión

    que

    aterriza.

    Se

    apagan

    ios

    moto

    ras

    y

    escuchamos

    ruidas

    y

    murmullos caracterlsti-

    cos de una.

    pista

    de

    aterrizaie

    en

    un modsrno aero

    Werto

    al

    descender los

    pasajeros

    de

    una nave

    in-

    tercontinental.

    Se

    oye, amplíada

    por

    los altoparlan-

    tes

    del aeropuerto,

    la Voz de una Empleada.

    Yoz

    on Elrprslne.-Atención,

    por

    favor.

    Su aten-

    ción,

    por

    favor. Pasajeros que

    llegan

    del Norte

    en el r,"uelo

    dos dieciséis,

    sírvanse pasar

    al servi-

    cio

    de

    inmigración para

    el exarnen

    de

    sus

    equipa-

    jes.

    Al servicio

    de inmigración para

    el

    exarnen de

    sus equipajes.

    Los sonidos cambí.an ahora del aire libre al in-

    terior del

    aeropuerto.

    Aumenta

    el murmullo

    de la

    mtLltitttd dentro del

    recinto cerrado.

    Se

    oyen

    gotpes

    secos

    de bultos

    y

    maletas al ser

    colocados

    sobre

    un

    mostrador de

    superlicie metdlica. Se

    escucha

    la

    Voz del

    Empleado,

    quíen

    at hablar

    espcñol

    lo hace

    con

    ligero

    acento extranjero.

    La voz

    de este

    enr

    pleado y

    la

    siguiente se

    oirdn

    amplindas,

    pero

    en

    tono

    natura.l

    de conversación. No

    "enlatadas"

    y

    ??t€-

    cdnicas como Ia voz de la empleada.

    Voz

    ns

    EupLe¿,oo.-Open

    your

    baggage

    for inspec-

    tion,

    please.

    Abran sus maletas

    para

    ser inspeccio-

    nadas,

    por

    favor.

    (Se

    oye

    el

    sonido

    de llaves,

    cerra-

    duras que se abren, etc.) ¿Tiene algo que declarar,

    señora?

    Voz

    or

    S¡ñona.-No, señor. Mire usted mismo.

    Trajes, zapatos... No,

    si no va a enconirar drogas

    ni licores.

    ¡

    Ay,

    quién

    piensa

    en esas

    cosas

    Yoz

    on Eil¡pLsaDo.-Y

    esto,

    ¿qué

    es?

    Yoz

    oE.Señoru.-lCon

    twturslidad.)

    *. Son unos

    bulbos de lirios

    que

    le

    traigo

    a mi

    hija.

    Yoz

    oE, ElrpreAno.- (Secamente., ) Lo si ento.

    No

    puede

    pasar

    plantas

    ni semillas. Next

    Yoz

    or, Ssñone.-lSe

    va arygando como si

    que-

    339

    DoN

    Rm,lóN.-Dios

    Io

    bendiga,

    don

    José.

    y

    a us_

    ted

    también,

    señora.

    Doñl

    Isenn,.-Gracias.

    Dios

    los

    bendiga

    a ust,i

    des..(

    Alzando

    la.vo1

    y

    mirando

    at

    Uiiá que

    se ttl

    vuelto

    en

    extrema.

    izquierda.)

    A

    todos

    usiedes.

    El

    Mozo

    sate.

    Et

    Secretario

    espera

    en extrema

    i:_

    eltie1|a

    a

    que

    -pasen.los

    campesiios

    y

    iiego

    sale

    trcs

    de

    eilos.

    Quedan solos

    en

    eicena

    dóna

    líaOet

    y

    din

    J_osé.Entra de nuevo str^a.vementea músicq. irreal .

    ?:^" I?:é

    s,e

    d?4

    caer

    -en

    ta

    buta.ca

    que-

    ocapaba

    a,,_

    tes.

    Mta

    Ia piedra

    sobre

    el

    paño.

    Extiend.e'Ia

    manl

    y.

    ^fir^.iry.

    ". Iu

    p.e

    't'

    cie

    d

    spe-i-

    .

    Lu

    e

    go

    mi

    r a

    I

    aien

    _

    rc

    nacut

    ta

    izquierda

    por

    donde

    hi salido

    ét'Mozo.

    ,

    Do¡r

    Jo.sE.-(Con

    uoz

    cansad.a

    acento

    casi

    triste.l

    La_semltla

    que

    alguien

    sembrara

    aún

    no

    ha

    muertc;.

    .

    tpliA

    tsrnrr.-1,Detrós

    de

    é1,

    apoyando

    sualemet.".

    te la

    cabeza

    de

    don

    José

    sobre'sí

    pecho

    matern¿l

    y.empezando

    a

    acaricíar

    la

    frente

    toiturad.a,

    con

    rai

    timbrada.

    y grave.)

    ¿y

    por

    que

    mataria,

    -mi

    Joseíto>

    _¿roT

    qué

    no

    dejarla

    germinar?

    ¿por

    qué

    no c-ulti-

    var

    ruego

    la

    pfanta

    con

    tus

    propias

    manos?

    ¡Es

    tair

    nerrnoso a)'udar a Ia naturaleza en su empeño de

    lucha

    contra

    la

    mue¡te

    ¡Es

    tun

    fr".-áro

    ayudar

    al

    triunfo

    de

    la

    vida

    TELóN

    nAprno

    Cueono

    II

    Música

    irreal.

    Telón

    corrido.

    Et

    tea.tro

    está

    totai.

    mente

    a

    ascwras.

    Se

    oye

    el

    sonido

    d.e

    los

    motor¿,

    33 8

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    17/55

    dara

    atrds.)

    ¡Pero,

    bendito,

    no

    me los

    quite

    Son

    para

    mi hija.

    ¡Si

    üera

    usted

    qué

    lirioJ

    más

    pr*

    ciosos...

    Voz

    nr Err.lpnloo.-Sorry.

    Next.

    Usted,

    señor,

    ¿tiene

    algo

    que

    declarar?

    (La

    música

    ejecuta

    un

    acorde

    drantdt.ico.)

    Voz

    oe

    ooN

    Ronnrco.-(Se

    oye con electos

    a,cústi-

    cos

    de resonancia.)

    Nada.

    Yoz

    nn

    Euprr.qoo.-Ropa

    y

    libros,

    ¿eh? ¿No

    trae

    alguna planta?

    Yoz

    oe

    noN

    Roonrco.-(

    Amargo,

    sLt

    voz

    en

    resonan-

    cic./

    No

    se

    cultivan plantas

    én

    el lugar

    de

    donde

    vengo.

    Voz

    ¡s

    EtrpLE,cDo.-¿Alguna

    semilla,

    quizás?

    Voz

    o¡ toN

    Ronnrco.-(

    Elevándose

    'solentne,

    ef l

    resonancía.)

    SÍ.

    Traigo

    una semilla.

    La misma que

    llevé

    conmigo

    hace

    veinte

    años.

    Traiso

    de

    nuév

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    18/55

    i{i

    '1i

    ll

    l

    I

    5to..

    Po-r

    ahora,

    sin

    -embargo,

    ólo

    nos

    interesa.ir

    haciendo

    acopio

    de

    tai

    p;?É";-q;e

    JJnaenarÍan

    a

    lon,Rodrigo

    si

    intentas"'parui.-.

    'áJ

    f"u"purubra

    Ia

    acción.

    ,Arsrnro.-No

    creo

    gue

    clon

    Rodrigo

    apele

    a la

    violencia..

    ArsrRro.-lTomando los documentos

    que

    el

    lefe

    de

    lusticin.)

    ¿Está

    seguro?

    J¡¡r ¡n Justrctl-Completamente.

    ¿Usted

    le

    alar-

    no ?

    :]:t:.-":i i+:.:ié*.

    Jrr¡

    ¡e

    Jusrrcra.-(

    p,oniéndose

    de pie.)

    EI

    no.

    pero

    sus

    secuaces

    í.

    ya.lo

    han

    hecho

    en'el

    pásaOo.

    Siem_

     ::_Tb"

    Ia

    posibilidad

    de

    otro

    á"tá-

    ierrorista.

    Si

    ocurne¡a,

    apresaríamos

    y

    juzgaríamos

    a

    don

    Rodri-

    go

    como

    responsable

    iedlción.

    para

    probarlo

    b-astana

    esgrimir

    en

    su

    contra

    las

    frases

    aparente_mente inocuas.que hoy prodigá.

    &;;

    ; este

    infor_

    me,

    señor

    Gobernador,

    está;

    los

    -datos

    recogido,s

    lTlu

    tu

    fecha,.y

    l plán

    ¡"

    ;;i;"1-."eg.,ir.

    t"n"_

    mos

    que

    ser

    minucioso.s.

    Las

    autoridadéé

    del

    Norte

    han

    depositado

    en

    nu€stras

    manos

    el

    problema.

    Es

    una gran

    responsabilidad

    para

    el

    góbierno

    locui.

    pu3nfo

    don

    Rodrigo

    vuelva'a

    ing.".i.

    én

    Ia

    cárcel,

    habrá

    sido

    condení¿"

    "^'.^"

    ;;?;;--:-i

    sus

    propios

    "o-outfárlo.

    por

    extranjeros'

    sino

    por

    Al¡¡nro.-Usted

    habla

    como

    si

    estuviera

    ya

    todci

    provisto

    para

    el

    arresto_y

    condena

    ¿"

    áLn

    Rodrigo.

    J¡r¡

    ¡s

    re

    Jusrrcu._pioüstá,

    "á,

    ñi

    1"u".,

    amigo,

    Sólo previsto.

    Mi

    ,".poriuü1iüá¿'ü^Jrre

    caso

    es ,

    l¡rl^i::::1l.t

    19

    háceret ridículo. Cüando legue

    ir._-"^T"nto

    no sería

    ^conveniente

    para

    nuesrro

    gc..

    D_rerno

    n proceso

    de

    farsa

    como

    el'que

    levó

    a caio

    el gobiernó

    der

    Norte

    h;;;

    ;;l;;"-;fil

    'b.,i"ro

    a"._

    carg-ar

    mi

    responsabilidad

    or"g.r.*áá

    una

    conde_

    na

    honesta

    baiada

    e_n-

    na

    acuiación

    razonable;

    r,

    una

    acusación

    aeonable-basada

    n

    titetia

    de

    la

    lev

    lll_"t:

    ácumulo

    pruebas

    á"iaá-"l

    riom"nto

    _ir_

    mo

    en que

    don

    Rodrigo

    puso

    el pi"

    er,-tie.ra

    sleñ:,

    hace

    seis

    meses,

    AquÍ

    eitan

    ur'f*"üir.

    Si fuesr.

    necesario.y,

    ajustánáo*"

    ...*fríá."- "t"

    a la

    le_

     T

    d: la

    ley

    aprobada

    hace

    aos

    a¡os,

    a¡ora

    mismo,

    en

    este

    nstante,

    podrfa

    expedir

    a

    óiá"n

    ¿"

    arresto.

    312

    bien

    parece

    un... diario de espionaje.

    J¡re oe Jusrrcrl.-( Suspirando y encogiéndosede

    hombros.)

    La semántica

    es

    una

    ciencia

    muy

    exacta.

    Inlorme

    es

    la

    palabra.

    Al¡nnro.-Pero

    es

    que

    aquf

    hay.,. conversaciones

    privadas,

    ntimas,

    ¡tervenciones

    de conferencias

    e-

    lefónicas.

    .

    J¡re oe

    Jusrrcre.-l Riendo.) Naturalmente.

    Y si

    viera

    usted

    las

    sorpresas

    que

    nos llevamos.

    Si

    su-

    fpiera

    las

    personas que

    se relacionan con

    don Re

    '

    drigo.. .

    Arrrnro.-(

    Dis

    gustado,

    cerrando el

    inf

    orme.

    )

    P ero

    esto

    es...

    Jsrs

    os Jusrrcrl.-¿Indigno?

    Es

    posible.

    (Riendo.)

    ¿Le exigirfa usted un código de honor a nuestro

    Servicio

    de

    Seguridad Interna? Si

    lo

    hubiese...

    (Castañetea

    los

    dedos.)

    ¡Adiós

    seguridad

    (Pasando

    la

    punta

    de

    sus

    dedos

    por

    la

    pechera

    del

    uniforme

    de Alberto.)

    Los militares abandonan su código de

    honor

    cuando

    estalla la

    guerra,

    ¿no

    es

    cierto?

    Nues-

    tra

    policía

    secreta vive en

    perpetua guerra.

    Enton-

    ces,

    ¿de

    qué

    le

    puede

    servir un

    código

    como el de us-

    ted?

    (Sonriendo.)

    ¿ComprendeT

    (Volviéndose

    a don

    Iosé,

    quien

    continúa

    de espaldas,

    inmóví|.)

    Y bien,

    señor

    Gobernador, le

    pido

    encarecidamente

    que

    exa-

    mine

    mi infor me. Le agradeceré sus observaciones.

    No sólo

    por

    la

    satisfacción

    que

    ello

    me

    proporcio.

    tl

    f¡rrli'

     l

    ti

    ll

    Arnrnro.-l

    Hoiuttdo el

    informe.) No

    sé.

    No

    en-

    ll

    tiendo

    de esto.

    Pero a

    verdad

    es

    que

    nunca

    me

    pa-

    lireció

    que

    Ia ley

    antisubversiva

    tuviera

    semejante

    I

    alcance.

    ireció

    que

    Ia ley

    antisubversiva

    tuviera

    semejante

    I

    alcance.

    I

    lrre ¡e

    Jusrtcrl.-(Sonríenda,

    y golpeando

    famí-

    ,l l iarmente

    el

    hombro

    de Atberto.)

    Las

    buenas

    eyes

    i

    siempre

    tienen argo

    alcance.

    Arssnro.-Pero.

    . . Pero esto no es

    un inforrne.

    Más

    343

  • 8/18/2019 La Muerte No Entrará en Palacio

    19/55

    i{ii

    ii'

    ' l l i

    ,illr

    ll '

    llr

    narfa sabiendomi g"p_""1--lptido, sino porque

    hay

    lgunos

    datos

    en

    el

    inJorme

    qr",'-"

    parece,

    debe

    :^rlug

    conocer

    personalme"t".'F*'".¡""irplo,

    y

    para

    er

    especÍfico,

    el

    3T

    d"

    alguna

    p"ir"nu

    allegada

    a

    palacio

    que

    honra

    con

    sus