la moto mágica

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LA MOTO MÁGICA Luis Carlos Vargas Prentt

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LA MOTO MÁGICA

L u i s C a r l o s V a r g a s P r e n t t

Page 2: La moto mágica

La moto mágica

© Copyright: Luis Carlos Vargas Prentt

ILUSTRACIÓN:Eduardo Pacheco Sanz

© SIBILA EDITORESCalle 44 No 41- 84 Ofic 307*Barranquilla, ColombiaTeléfono:3721007 - 323 5245Móvil: 300 8035414 *300 5014471

Dirección de Arte: Sibila Loaiza Beleño

Diagramación:FRANCISCO GRANADOS L.

PRINTED IN COLOMBIA - IMPRESO EN COLOMBIAISBN: 978-958-48-9185-3Barranquilla, Colombia 2020

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Código Penal).

LA MOTO MÁGICA

A Rafael Andrés le regaló su mamá una moto electrónica de juguete, un treinta y uno de diciembre del dos mil cinco. Había que cargarla con electricidad todas las noches, durante horas, para que anduviera, finalmente, como un carricoche de pueblo.

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Era lenta y aburrida, más duraba en cargarse que en descargarse. Rafael Andrés lo que deseaba era un vehículo veloz, un relámpago, un ruido sobre el cual navegar a velocidades increíbles.

Su mamá le compró esa moto para que a su hijo, de apenas once años, no le pasara nada cuando se montara en ella, pero el niño se cansó de ese vehículo perezoso, que no le despertaba ninguna clase de emociones, ni alegrías.

Su padre lo llevó, en una oportunidad, a una distribuidora, donde se estaba haciendo una exposición de hermosas motos japonesas y le preguntó:

—¿Cuál quieres? ¿Cuál de esas deseas, para comprártela? Y te diviertas.

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El niño escogió una inmensa y exclamó agradecido: —¡Ésta es la más veloz, me gusta!.

—No te preocupes, muy pronto, te la regalaré—contestó el padre.

Llegó el veinticinco de diciembre y, cuando el niño buscó el regalo prometido, aquel día de navidad, encontró una moto pequeñita, debajo de la lamparita de noche, una miniatura hecha con pasta. Su papá lo había engañado.

El abuelo Manuel se molestó, en aquella ocasión, por este hecho y comentó:

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—¿Por qué engañaron al niño? Eso no se debe hacer. — El jovencito ni siquiera tocó a la moto pequeñita y pasó llorando a lo largo de aquel día de fiesta, por el chiste de mal gusto que le había hecho su padre.

Cuando Rafael Andrés despertó el veintiséis de Diciembre, todavía estaba oscuro. De pronto, en la ventana, brilló una luz y se alcanzó a ver a una cotorra en la oscuridad, cuyo plumaje era de un verdor bellísimo, matizado por una radiante gama de colores.

Rafael había oído hablar de aquella hada, Paquita, la Cotorra Sabia, en unos cuentos que le habían invitado a leer en el colegio y se preguntó:

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—¿Será esa la cotorra de la que tanto hablan?

La Cotorra parlanchina saludó al niño y le dijo:

—Mi nombre es Paquita, ¿qué te pasa? A ver ¿en que puedo ayudarte?.

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—Lo que sucedió, fue que mi mamá me regaló una moto electrónica que anda con pereza y, después, mi papá para rematar me dio una de plástico y la que quiero es una de verdad verdad de esas que andan como una flecha— Expresó el muchacho.

El hada le comentó consolándolo —no te preocupes, que yo te puedo ayudar, tráeme la que te dio tu papá y verás.

El niño se sorprendió... —¿Esa chiquitica de pasta?¿la que tengo escondida en el cajón de la cocina para no acordarme de ella?

—Sí, sí, búsca, la que está en la cocina y yo te ayudaré a que sea distinta y chévere.

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El niño la buscó y se la trajo a la cotorra, ésta volvió a hablar y dijo:

—¡Acércala para llenarla de vida! Y la tocó con sus alas mágicas.

La moto de pasta, de pronto, se iluminó y empezó a crecer como por encanto. Sus faros despedían una luz intensamente brillante.

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La cotorra viendo al niño, turbado y alegre, le expresó: —Esta no es tuya, la podrás usar y cada vez que digas las palabras mágicas “Motobraria sésamo pie y jala”, ella, adquirirá poderes y velocidad especial como si estuviera viva.

Puedes volar con ella, a todas partes, pero no digas nunca las palabras mágicas delante de otra persona, porque perderás los poderes y no podrás convencerla que vuelva a ser una moto veloz.

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El niño observó la motico de plástico que le había regalado su papá, no tenía nada de extraño. Le expresó las palabras mágicas para ver si funcionaba y esta se transformó, sus motores adquirieron un sonido ultrasónico y pronto estuvo dispuesta a lo que fuera.

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El joven se montó en la Moto Mágica y le habló —Llévame a Bogotá— Volaron y, en menos de cinco minutos, ya estaban en la Séptima, pasearon por el centro de la ciudad. Se deleitaron observando las luces y la vida citadina.

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Tenía aquella moto una caja de donde salían tarjetas bancarias especiales para cada país o mundos donde fueran o, también, para satélites habitados.

El joven quiso ir lejos, pensó en Nueva York y volvió a decir las palabras mágicas — “Motobraria, sésamo, pie y jala”—y, de pronto, en diez minutos, se trasladaron a Nueva York y eso que iban despacio.

Visitaron ese día, en la ciudad de los Yankees, la Quinta Avenida, Manhatan Center, Harlem y la estatua de la Libertad, también, les pareció sorprendente el Empire State, el cual es uno de los edificio más altos de Nueva York.

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El jovencito quería seguir viajando y le habló de nuevo a la moto —Llévame a la Luna— y el aparato mágico después de escuchar las palabras mágicas, en diez minutos, voló a mayor velocidad que la del sonido y lo llevó a aquel satélite. Desde ahí, la tierra parecía un hermoso globo azul, radiante, lo cual se constituía en un bello espectáculo.

Finalmente, Rafael Andrés le dijo a la moto —Llévame a conocer las galaxias— después de haberle dicho la fórmula mágica. La moto empezó a andar a través del espacio, voló cruzando el sistema solar y pasó a otras galaxias, iban a una velocidad superior a la de la luz.

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Había transcurrido media hora, de pronto, se acercó la moto a un planeta azul, semejante a la tierra, también tenía altas montañas y mares, en él se veían ciudades como Motolandía.

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Cuando el vehículo intergaláctico se posó sobre la ciudad de las motos, Rafael Andrés observó que estaba poblada de seres parecidos a los terrícolas e, igualmente, por todas partes, se veían motocicletas y motocicletas que corrían a gran velocidad y brillaban como La Moto Mágica.

Rafael Andrés contando su historia decía:

Aquella Metrópolis tenía bellas avenidas hechas para que por ellas transitarán motos, en una esquina de la urbe

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me encontré con la Cotorra Sabia el hada de sin igual fantasía y me dijo:

—Aquí pasarás la prueba de fuego. Este es el paraíso de las motos y mentiras. Aquí los jueces entregarán a los participantes los papeles de propiedad y los trajes de poder a los que ganen para que sean súper héroes en sus planetas natales. En este concurso participarás como motociclista del planeta tierra.

Rafael Andrés escuchaba con mucha atención y se sorprendió cuando le dijeron que sería un partícipe, la cotorra continuó hablando.

—Encontrarás en este lugar a los reyes de las mentiras y a jueces habilidosos que calificarán y evaluarán a los superconductores de motocicletas que irán a defender la justicia, buena conducción y comportamiento en las avenidas y calles de sus respectivos mundos Azules”.

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En aquel sitio había motos de toda clase y colores, hacían múltiples piruetas y figuras, en tierra y aire, las que corrían a la velocidad de la luz eran parecidas a la de Rafael Andrés.

—¿Qué haré para ganar? Preguntó intrigado Rafael Andrés a la Cotorra Sabia.

Esta le contestó —Está prohibido dar información, tan solo tienes que no hacer trampas ni engaños. Si alguien es encontrado haciendo esto, será descalificado de inmediato.

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—En aquel sitio había extraterrestres de todo el universo, alrededor de cinco mil. Concursaban lo mismo que yo—señaló Rafaelito, y continuó diciendo: —Eran de aspecto distinto. Los había como insectos, ranas, con alas, también con aspecto de caballo y otras formas más de seres pensantes llegados de distintas galaxias y planetas del universo.

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El primer ataque que tuvo a su sinceridad, nos lo cuenta Rafael Andrés —Fue cuando, estando en estas, se me acercó un hombre orejudo y con nariz de caballo, de aspecto extraterrestre y me habló diciéndome —Si me ayudas a convencer al policía del “control de Tránsito interespacial” diciéndole que eres un niño y yo tu padre, que estamos perdidos en este planeta, le vamos a regalar algo y, después, huimos: Te orientaré y llevaré a todas partes, además, te daré un premio grande en oro”.

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Hacía rato que dentro de aquel sitio de malabares con moto no veía a la Cotorra Sabia, de pronto, escuché su voz y me dijo: —Ese es uno de provocadores para que mientas, no le hagas caso. Obedecí la insinuación de Paquita y el extraterrestre se fue despavorido en su moto.

Nos seguía destacando Rafael Andrés, como era aquel concurso para alcanzar el título de héroe y propiedad de la Moto Mágica. —Se hacían apuestas en las esquinas sobre como engañar y hacer caer a los concursantes en falsedades, obligándolos a que dijeran mentiras para eliminarlos.

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Se me acercaron muchos provocadores, que eran jueces, para hacerme propuestas y mintiera, pero no lo hice. Uno insinuó: Te doy cien millones si dices que eres campeón en velocidad en la tierra y maestro en el equilibrio y gimnasia en moto”.

—Les dije que no me iban a engañar. Querían confundirme para que mintiera. Así duré un día y una noche, pero no pudieron convencerme, la moto me conducía por las calles de esa ciudad donde había motos y más motos.

Dentro de las pruebas, en aquel concurso intergalactico de motores mágicos, faltaba una muy egnimatica y tenía que ver con la atracción amorosa como forma de engaño, nuestro personaje estaba muy alerta para que no lo sorprendieran y lo cogieran fuera de base. Al cruzar una esquina, bastante oscura, en Motolandia, observó una bella trigueña que le guiñó el ojo para llamar su atención y despertar sus sentimiento amoroso.

Pensó que seria interesante tener una dulce compañia femenina y se le acercó en su vehiculo supersónico a la bella jóven.

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—Hola guapo.

—Le dijo aquella mujer venuciana. Sin embargo, esa muchacha, tenía como todos los originarios de su planeta, el don de imitar y tomar la forma corporal que mejor le pareciera.

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La mujer, viendo el repentino enamoramiento del motociclista, le insistió diciendole:

—¡Vamos a pasear por Motolandia y, despues, nos vamos de rumba— su finalidad era distraer a Rafael, estando en este diálogo, pasó volando por encima del joven y la venusiana la Cotorra Sabia, no hizo nada, solo extendió sus alas e hizo una acrobacia.

El joven pensó, la Cotorra me avisa que no me distraiga, debo seguir el recorrido, me apartaré y seguiré mi camino, me iré huyendo en mi moto.

Ante Rafael, la venunsiana se enfureció y se transformó en una gorgona meduza y su cabello se convirtió en culebras, además, sus colmillos poseian una sustancia somnífera con el fin de adormitar con su mordida a Rafael Andrés para que este se quedara paralizado y perdiera el concurso y ella y su grupo de apostadores ganara.

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Ante el ataque de la gorgona meduza, la Cotorra Sabia, le gritó a Rafael Andrés: ¡desconócela, despréciala, que esto es lo peor que le puede suceder a un mutante venusino!

Haciéndole caso a su amiga, Rafael dijo lo siguiente:.

—¡La desprecio, usted no es nadie para adormecerme con sus colmillos y, menos, para asustarme con sus culebras colmilludas. Ante aquellas palabras de Rafaelito, las culebras de la gorgona se recogieron y desaparecieron de su cabeza.

Rafael para derrotar, definitivamente, a la gorgona le dijo: —Tu belleza no me deslumbra, solo eres una competidora más. Y le dio la espalda que es lo peor que pudo hacerle, ella se sentió despreciada y se achicó.

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El joven Rafa arrancó haciendo una voltoreta de espalda en su moto fantastica y gritó fuertemente: ¡Ganaré esta competencia!.

Aquellas palabras convirtieron en cenizas a la gorgona y después este polvo gris desapareció y Rafael Andrés pudo continuar en el concurso, contundente, imparable, podía decirse triunfante.

Siguió refiriendo Rafael:

—Finalmente, el vehículo mágico entró a un sitio parecido a un coliseo, cuando me acerqué al centro de aquel escenario, había una mesa con un jurado, empezaron a aplaudir. No sabía cuál era el motivo. —destacó el niño motociclista terrestre. Señaló después: —Al momento, entré y seguían aplaudiendo, en forma fuerte, no sabía cuál era la causa. La moto se guiaba por si sola a gran velocidad. Ahí, no valían las palabras mágicas. La Cotorra Sabia estaba en las gradas y batía con alegría sus alas.

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“Seguían aplaudiendo, de pronto, llegué de primero a la meta. Los aplausos fueron, cada vez, más fuertes y escuché una voz que decía frente al jurado: —, “¡Usted es el ganador!” — Al detenerme, me subieron a la mesa de premiación, me dijeron: —¡Usted ha sido escogido!. Me pusieron el traje de poderes y me seleccionaron entre varios de la tierra, alrededor de cien, que estaban concursando, de los cinco mil de otros planetas.

La Cotorra Sabia voló desde la tribuna hasta donde estaba Rafael Andrés, lo felicitó y esta se sintió muy feliz de su triunfo y le dijo: “Muy bien Rafa, muy bien, te admiro. Sigue adelante, vas a ser el héroe más joven”.

—Mi vestido era de luces, lleno de poderes. — dijo Rafael Andrés. Con él se podían hacer piruetas y me mandaron a correr alrededor de la cancha. Lo logré a alta velocidad. Aquel vestido me hacía indestructible y a través de él no entraba nada.

La Cotorra Sabia fue autorizada, en aquel evento, para que leyera el siguiente documento: “Tarjeta de propiedad universal de la moto X-TIERRA. Se autoriza a su

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propietario Rafael Andrés a viajar por la vía lactea y cuidar que el transitar sea seguro para los habitantes del universo.

Desde ese día, Rafael Andrés, fue escogido como el defensor de la justicia en la tierra. Se paseaba por todas las ciudades y protegía a quienes estaban en peligro mientras conducía.

“Cuando veas en el cielo una estrella fugaz, pon mucha atención, tal vez es Rafael Andrés en su moto mágica”.

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