la memoria de las vÍctimas el grito profético de bartolomé … · 2010-10-15 · en el siglo xvi...

9
PLIEGO JESÚS ESPEJA, dominico Profesor en el Instituto Teológico Pastoral para América Latina (ITEPAL) del CELAM en Bogotá LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS El grito profético de Bartolomé de Las Casas 2.725. 16-23 de octubre de 2010

Upload: others

Post on 25-Mar-2020

4 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS El grito profético de Bartolomé … · 2010-10-15 · En el siglo XVI se imponía el humanismo dejando atrás los marcos de cristiandad en que había

PLIEGO

JESÚS ESPEJA, dominicoProfesor en el Instituto Teológico Pastoral para América Latina (ITEPAL) del CELAM en Bogotá

LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS

El grito profético de Bartolomé de Las Casas

2.725. 16-23 de octubre de 2010

Page 2: LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS El grito profético de Bartolomé … · 2010-10-15 · En el siglo XVI se imponía el humanismo dejando atrás los marcos de cristiandad en que había

PL

IEG

OP

LIE

GO

Humanismo liberal y humanismo compasivo

Se van a celebrar 500 años de la gesta profética que unos misioneros dominicos

protagonizaron en La Española. Hoy todavía, en el puerto naval de Santo Domingo, se levanta una sólida estatua de fray Antonio de Montesinos, quien, mirando hacia el mar que une a todos los pueblos, sigue lanzando el interrogante: “¿Acaso éstos no son hombres?”. A esta comunidad profética se unió Bartolomé de Las Casas, “defensor de los indios”. ¿Qué significado puede tener este recuerdo en nuestros días cuando no pocos países latinoamericanos celebran el bicentenario de su independencia, los pueblos reclaman el derecho a su autodeterminación, se impone la libertad religiosa y la pobreza denuncia que sigue imperando la ley del más fuerte? Sin duda, la situación hoy es distinta, pero aquel giro profético en La Española tiene mucho que decirnos. Ciño mi reflexión a tres puntos.

I. LA DIGNIDAD INVIOLABLE DE TODO SER HUMANO

En 1492 tuvo lugar el descubrimiento de América, que algunos llaman encubrimiento y otros enfrentamiento.

Bien recibidos por los nativos, los expedicionarios buscaban

riquezas. En un primer momento, cambiaban bagatelas por el oro y otras cosas de valor. Pronto, sin embargo,

comenzó el expolio: despojados de sus bienes,

los nativos eran repartidos entre los conquistadores, que les hacían trabajar como esclavos. Es lo que se llamaba encomienda o repartimiento.

A pesar de las sombras y abusos con que no sólo españoles, sino también

otros países europeos, llevaron a cabo en el siglo XVI el encuentro con los pueblos de América, según el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, “sólo en España se tuvo el coraje de realizar un debate de envergadura sobre la legitimidad y justicia de la presencia europea en las Indias”1. Y, en este debate, dos figuras resultan aquí señeras: el maestro Francisco de Vitoria, fundador del derecho internacional, y Bartolomé de Las Casas, defensor de los indios. Ambos apuestan por los derechos humanos limitando el ejercicio del poder, pero su enfoque es distinto debido a su distinto punto de partida.

Francisco de Vitoria: Humanismo y derecho de gentes

En el siglo XVI se imponía el humanismo dejando atrás los marcos de cristiandad en que había discurrido la Edad Media. Martín Lutero, Erasmo de Rotterdam y Francisco de Vitoria fueron relevantes humanistas en este siglo. Vitoria “recoge la tradición antigua y medieval cristiana, dándole una inspiración nueva de auténtica reforma”2. Oxigenado con los aires nuevos de París, en 1526 obtiene la cátedra de Prima de Teología en la Universidad de Salamanca y formula el principio de sociabilidad: el ser humano es por naturaleza civil y social, sólo con la comunicación de unos a otros, de la doctrina y de la experiencia, a través de la palabra, pueden los seres humano lograr su perfeccionamiento. Con esta visión humanista, el maestro salmantino, para justificar el intercambio entre todos los pueblos, recurre “a la unidad de la raza humana”.

Uno de sus cursos extraordinarios dictados ante profesores y alumnos de toda la universidad versa Sobre el poder civil. Esta obra viene a ser “un esfuerzo supremo para apaciguar aquellas fuertes

24

Durante este mes de octubre, sendos congresos –en Santo Domingo y en Salamanca– conmemoran los 500 años de la llegada de los dominicos a América. Figuras como fray Antonio de Montesinos, Francisco de Vitoria y, especialmente, Bartolomé de Las Casas guiarán esta mirada retrospectiva sobre un hecho histórico, pero que todavía hoy, cuando bastantes países de aquel continente celebran el bicentenario de su independencia, sigue interpelando a la Iglesia en forma de desafío: la adecuada evangelización en contextos a priori hostiles. Recordar ahora, en este aniversario, la gesta profética de aquellos primeros misioneros nos brinda no pocas claves para responder a tal reclamo.

Fray Antonio de Montesinos

Page 3: LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS El grito profético de Bartolomé … · 2010-10-15 · En el siglo XVI se imponía el humanismo dejando atrás los marcos de cristiandad en que había

25

tensiones y manifestaciones bélicas de unas razas contra otras e incluso entre pueblos de un mismo pensar y de una misma fe. Era necesario analizar la razón de ser del poder civil y encontrar sus límites naturales, que pusieran coto a las ambiciones caprichosas e injustas, que tenían de continuo a pueblos y naciones en orden de combate”3. Los derechos del ser humano limitan el ejercicio del poder; y estos derechos cuestionan la legitimidad de la guerra.

Vitoria reconoce estos derechos también para las personas y naciones recién descubiertas. Lo dejó bien claro en otro curso extraordinario Sobre los indios, donde, con escándalo para el consenso generalizado, defiende a los naturales de aquellas tierras cuestionando el poder imperial y pontificio sobre las mismas. Por derecho natural, los seres humanos son libres y, así, los indios tienen derecho a sus costumbres aunque sean malas; nadie los debe coaccionar a que abracen una religión.

Atento a los peligros de un nacionalismo agresivo que ya despertaba en su tiempo, “Vitoria recuerda en términos apropiados a su época, e incluso adelantándose a ella, las exigencias de la comunidad internacional sobre bases no religiosas pero sí éticas. Percibe las nuevas rutas que requería el capitalismo mercantil, y trata de evitar que ellas olviden la finalidad del bien común”. Enfrentó los retos que se presentaban a las naciones europeas y respondió a ellos desde una perspectiva humanista y cristiana. La complejidad de los problemas fue un estímulo para su imaginación. “Su aporte al derecho internacional constituye la grandeza intelectual de este hombre noble y justo”4.

Pero el fundador del derecho internacional o de gentes discurre desde el corazón del imperio español. Defiende “la sociedad y comunicación natural” y, en consecuencia, que el dominio español en las tierras de las Indias es legítimo y hasta la guerra puede ser justa en algunos casos. Si no hubiera títulos que justificaran ese dominio, “deberían cesar también las expediciones y el comercio con gran

perjuicio de los españoles y grande detrimento de los intereses de los príncipes, lo cual sería intolerable”. Porque Vitoria tiene noticias de los atropellos cometidos por los españoles contra los indígenas, trata de buscar condiciones para que una guerra sea justa. Pero el profesor salmantino parte del Occidente cristiano que amplía su dominio imperialista. Tiene “visión de alcance universal y sensibilidad ante los problemas de su tiempo (…); pero su enfoque es el de la clase social que maduraba y comenzaba a tener el poder económico en sus manos”5.

Desde el sufrimiento del otro: Bartolomé de Las Casas

En la isla de Cuba, Las Casas era un encomendero: un expedicionario más venido de España que tenía encomendados para su servicio un número de indígenas tratados como esclavos. En su conversión influyó la comunidad profética de dominicos que, llegados a La Española en 1510, unos meses después denunciaron los atropellos de los expedicionarios españoles contra los nativos: “¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos,

habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios y creador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Éstos, no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto, que en el estado [en] que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo”6. La denuncia profética de esa comunidad dominicana tenía como punto de partida la compasión ante una realidad sufriente. Como dice Las Casas, esa denuncia profética logró “juntar el derecho con los hechos”.

Y Bartolomé de Las Casas sintonizó con esta sensibilidad profética que logró “juntar el derecho con los hechos”; partiendo de ahí en su discurso, fue más allá que el gran humanista Francisco de Vitoria. Aunque no cita mucho a este creador del derecho internacional, Las Casas reconoce el valor humano, el significado de la sociabilidad y del intercambio entre los pueblos. Pero no acepta la aplicación de este postulado en la relación del imperio español con los pueblos indígenas: sin tener en cuenta la situación real, se hace de la sociabilidad “un argumento a favor de la guerra y de dominación en relación con los indios”7. Los más fuertes no tienen derecho a imponer una relación económica no deseada por los débiles, quienes, “aunque no quisiesen, habían de usar el comercio y trocar sus cosas por las ajenas si no tenían necesidad de ellas”. La sociabilidad sin la igualdad degenera en injusticia. Una cosa es el derecho y otra los hechos. El derecho debe tener en cuenta las distintas situaciones históricas –políticas y económicas, culturales–, máxime cuando se trata de relaciones entre naciones de poder político y militar desigual. Por eso, a diferencia

Francisco de Vitoria en Salamanca

Page 4: LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS El grito profético de Bartolomé … · 2010-10-15 · En el siglo XVI se imponía el humanismo dejando atrás los marcos de cristiandad en que había

26

II. HACIA UNA BUENA EVANGELIZACIÓN

En las últimas décadas se viene insistiendo mucho en la necesidad de una “nueva evangelización”. Sin embargo, para evitar cualquier peligro de interpretar esta novedad como reconquista de una “situación de cristiandad”, quizás sea mejor emplear el calificativo “nueva” en su espíritu y en su método. Los primeros misioneros en los pueblos de las Indias, que actuaron con talante profético, también son ejemplo de “buena evangelización”.

El único modo de ofrecer el Evangelio

Bartolomé de Las Casas es testimonio elocuente de una buena evangelizacion por su práctica evangelizadora, que dejó plasmada en su libro El único modo de evangelizar. Su tesis central: sólo hay una buena evangelización a través del diálogo y la persuasión; hay que descartar radicalmente todo uso de la fuerza impositiva.

“Sin libertad no hay evangelización”. Las Casas no sólo defiende la libertad en materia religiosa, sino que insiste sobre todo en la libertad para abrazar la fe cristiana. En su tiempo, normalmente se pensaba que lo más adecuado era someter primero a los pueblos indígenas bajo el dominio de los conquistadores; una vez sometidos, seguiría la evangelización. Pero el defensor de los indios rechaza frontalmente ese método: la intervención bélica para someter a los indígenas en orden a la evangelización es “un pretexto para robar sus propiedades y subyugar a sus provincias”. No es posible predicar con la muerte la fe en aquél que dijo: “He venido para que tengan vida, y vida en abundancia”. El camino es “la evangelización pacifica”, no como el mejor, sino como el único medio de evangelizar. Y lo justifica: “Cristo, que vino a revelar al Padre de la misericordia, concedió a los apóstoles licencia y autoridad de predicar el Evangelio a los que quisieran oírlo, pero no de forzar e inferir alguna molestia o desagrado a los que no quisieran escucharlo. No les concedió poder para obligar a oír a quienes no quisieran ni para castigar a quienes incluso les expulsaran de las ciudades”.

internacional. Pero sólo adoptando el punto de vista del indio, del oprimido, haciendo suyo el sufrimiento del otro, Bartolomé de Las Casas interpretó bien el derecho desde los hechos y se comprometió en la liberación de los pobres hasta las últimas consecuencias. La verdad sobre Dios revelado en Jesucristo no se prueba con sublimes teorías, sino con una práctica existencial de compasión eficaz en el dinamismo sociopolítico. La manifestación del verdadero Dios tiene lugar en la dignificación de los seres humanos, cuyos derechos tienen algo de divino.

Cuando hace años estaba en auge la teología latinoamericana llamada “de la liberación”, se decía que mientras sus mentores partían de la práctica liberadora, los teólogos europeos tenían la base de su discurso en bibliotecas bien montadas. Creo que tal afirmación es demasiado drástica y debe ser matizada. Pero, en el fondo, se ve distinta metodología y distinto enfoque de la reflexión teológica dependiendo de su punto de partida: según se tenga como referencia una verdad formulada, o una realidad experimentada que deja un impacto afectivo a partir del cual brota la reflexión.

Las Casas no parte de teorías, sino de unos hechos que “sabemos por práctica y hemos experimentado”. Se trata de una verdadera perceptiva metodológica, que le permitirá ir más allá del profesor salmantino Francisco de Vitoria, llegando a concluir: “Nada justifica la guerra contra los indios”; “no hay guerras justas aunque se hagan como se deben hacer”. La reflexión teológica sólo madura cuando parte y avanza en una experiencia mística de amor y compasión.

de Vitoria, Bartolomé de Las Casas no acepta ninguna razón para una guerra justa contra los indios, ni siquiera en el caso de que ofrezcan a sus dioses el sacrificio de vidas humanas; ellos creen que a sus dioses deben ofrecerles todo lo mejor que tienen y, en consecuencia, les ofrecen la vida; ¿no son más idólatras los conquistadores que, para conseguir oro, sacrifican la vida de los indios?

Lo que está en juego es el ser humano

Han pasado cinco siglos desde que Francisco de Vitoria y Bartolomé de Las Casas, cada uno desde su contexto, proclamaron la dignidad de todas las personas y el derecho de los pueblos a su autodeterminación. En 1978 Juan Pablo II escribió su primera encíclica, Redemptor Hominis, donde afirma: “Ese profundo estupor respecto al valor y a la dignidad del hombre se llama Evangelio”8. ¿Pero en nuestro mundo globalizado funcionan hoy las relaciones entre las personas y entre los pueblos conforme a estos postulados?

La globalización, que ha llegado gracias a la técnica y a los medios de comunicación, significa un paso hacia delante y la oportunidad para tomar conciencia de que todos pertenecemos a la única familia. Pero en la globalización sigue imperando la ley del más fuerte, y la exclusión de los más débiles pervierte todo el proceso. Ante un desarrollo económico deformado por la codicia, mientras millones de personas en el mundo carecen de lo necesario para vivir, tiene su actualidad el interrogante que hace ya cinco siglos lanzaron en La Española los profetas defensores de los indios: “¿Éstos, no son seres humanos?”.

Hace unos días, un joven catedrático de derecho internacional me comentaba: “Lamentablemente, nuestras enseñanzas sobre este derecho apenas tienen incidencia”. Es verdad, somos capaces de formular declaraciones muy razonables sobre derechos, pero los hechos van por otro camino. ¿Es suficiente para corregir el desastre lanzar desde los países más ricos una doctrina muy avanzada sobre derecho internacional? En el siglo XVI, Francisco de Vitoria, desde las aulas salmantinas, formuló bien las bases para un derecho

PL

IEG

O

Primera universidad de América Latina

Page 5: LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS El grito profético de Bartolomé … · 2010-10-15 · En el siglo XVI se imponía el humanismo dejando atrás los marcos de cristiandad en que había

27

En una región indígena muy belicosa, Bartolomé de Las Casas logró que no se impusiera la fuerza militar de los conquistadores, y puso en practica esa evangelización “pacífica”. Es la región guatemalteca que todavía hoy llamamos “Verapaz”. En “ese rinconcillo muy chico de las Indias”, sus moradores han tenido el tiempo y el espacio necesarios para acoger libremente la fe sin temores ni disimulos. En opinión de G. Gutiérrez y de otros autores, “la historia de Vera Paz, noble ejemplo de la difícil conciliación entre el espíritu evangélico y las duras realidades de la colonización, se halla en el corazón de la historia de América española”9.

“Hacer nuestro el mundo del otro”. Contra un profesor de París que pretendía justificar las guerras contra los indios, Las Casas arguye: “Pienso que en modo alguno las toleraría si él fuese indio”. Ahí está la clave de la evangelización: hacer suyo el mundo del otro para vivirlo y entenderlo desde dentro. También y en primer lugar para vivirlo. La óptica de Las Casas asume íntimamente la de los indígenas.

Tratando de comprender sus conductas y sus prácticas, descubriendo en ellas el lado bueno, valgan dos ejemplos extremos. Porque los indígenas creen que a sus dioses deben entregar lo mejor que tienen, no son condenables sin más por los sacrificios de personas inocentes. Ni siquiera el asesinato de los misioneros puede ser motivo de una guerra contra ellos: “Ya que no dan muerte a los predicadores, ni a los cristianos como tales cristianos, sino como sus más crueles enemigos públicos, con miras a no ser oprimidos ni matados por éstos”.

Entrar en el mundo del otro no es sólo cuestión de teoría ni de acomodación estratégica. Las Casas entra en el mundo de los indígenas, se hace cargo de su opresión y carga con su tristeza. La descripción que hace de tantas crueldades cometidas contra los indígenas desvalidos e indefensos refleja un desgarro personal, un grito profético de angustia, indignación y protesta. En aquel apóstol dominico, la evangelización implica y se sustenta en una sintonía profunda y afectiva con los sufrimientos y anhelos de los indígenas. Cómo él mismo dice:

“A estas naciones hay que amarlas como a nosotros mismos; nuestra manera de proclamar el Evangelio debe inspirarse en el ejemplo de Jesucristo o la bondad de Jesús, su atención por todos, en especial por los más necesitados”. Sólo en ese clima de afecto se puede llevar a cabo una buena evangelización.

“A través del diálogo y la persuasión”. En Las Casas hay una convicción: “No hay ningún pueblo, por bárbaro que sea, que no tenga, aunque confuso, cierto conocimiento de Dios”. En consecuencia, “se debe suponer que, por instinto natural, los hombres se sienten inclinados a adorar a Dios, de acuerdo con sus capacidades y su propia manera de ser”. En este supuesto, antes que hablar, el evangelizador tiene que escuchar. Y, más que imponer o introducir verdades a presión, debe acompañar para que emerja y amplíe su horizonte la semilla que ya brota en el corazón de cada persona y en la cultura de cada pueblo.

Implícitamente se sugiere que sólo el diálogo es el método adecuado para la evangelización. En su práctica evangelizadora, Las Casas dejó constancia de esta exigencia que plasmó en sus escritos. Logró comprender al indígena desde y en su propia realidad cultural, económica, política y religiosa; por eso, los indígenas se reconocieron a sí mismos en la posición de su defensor. Y entabló el diálogo, no magnificando en primer lugar las aberraciones que sin duda sufrían los indígenas en sus mismas prácticas religiosas o morales, sino con lo mejor que tenían: su mansedumbre, su solidaridad, su capacidad de acogida, la devoción a sus dioses.

El diálogo puede llevar a la persuasión. Todo lo contrario a imponer desde fuera y por la fuerza unas verdades previamente formuladas. El camino hacia la persuasión debe superar dos peligros. Primero, la precipitación que no respeta procesos de las personas y de los pueblos; según Las Casas, “hay que respetar el tiempo y el espacio para la conversión” de quienes son destinatarios del Evangelio. Segundo, si nos precipitamos en dar símbolos sacramentales, podemos caer en la perversión de los mismos. Es un disparate “poner cruces induciendo a los indios a la reverencia de ellas” sin una evangelización previa, pues los indios piensan que “les dan algún ídolo de aquella figura que tienen por Dios los cristianos, y así los harán idolatrar adorando por Dios aquel palo”.

“Las obras no son menos ley que las palabras”. Según Las Casas, el mayor obstáculo para la evangelización de los naturales de las Indias “está en el contratestimonio de los cristianos” que maltratan irreverentemente a los indígenas. Y sigue comentando: “A mi juicio, no hay otro motivo por el cual los sarracenos, turcos y otros infieles rehúsan abrazar nuestra fe si no es el hecho de que les negamos con nuestra conducta lo que le ofrecemos con nuestra palabra”. Por eso, aquel profeta se pregunta por qué desde España envían a las Indias, en vez de cristianos que atraigan con su ejemplo de vida, “lobos hambrientos y crueles tiranos”. Cuando se pretende justificar la guerra contra los indígenas para extirpar la idolatría, Las Casas reacciona: si de idolatría se trata, habrá que atender primero a la más asesina, la de los conquistadores, cuya diosa “más amada y adorada” es la codicia. Sólo hay una buena evangelización cuando “en nuestra conducta brilla la vida cristiana”.

Una buena noticia de liberación y de vida. Jesucristo encargó a los Apóstoles que anunciaran un Evangelio de salvación. Así, dio a entender que “el modo de convertir a los infieles es notificar y declarar traerles el año del Jubileo”. Ya conocemos el simbolismo bíblico del año jubilar o de alegría y felicidad para los pobres, que podían salir de su miseria y vivir con la dignidad de personas. Las Casas

Mosaico de Bartolomé de Las Casas

Page 6: LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS El grito profético de Bartolomé … · 2010-10-15 · En el siglo XVI se imponía el humanismo dejando atrás los marcos de cristiandad en que había

28

de Dios y, en consecuencia, portador de verdad. La evangelización ha de ser ante todo expresión de amor. Lo refleja bien un texto del Vaticano II: “La Virgen fue en su vida ejemplo de aquel amor maternal con que es necesario que estén animados todos aquellos que, en la misión apostólica de la Iglesia, cooperan a la regeneración de los hombres”11. Algunos conciliares manifestaron sus reservas al calificativo “maternal”; eran hombres y se sentían heridos. Pero la comisión redactora del documento mantuvo esa calificación porque el amor materno expresa muy bien la gratuidad, la entrega incondicional y sin retorno. Ese afecto materno debe inspirar, sustentar e impulsar a una buena evangelización.

Dialogar con lo mejor del otro. Con frecuencia vemos lo que hay en lo que no piensan o viven como nosotros, los defectos que como todo mortal tienen y no las cualidades buenas que también tienen. Bartolomé de Las Casas, entrando en el mundo de los indígenas, descubrió lo positivo incluso en los mismos sacrificios a los ídolos; sólo con esa mirada del corazón hacia el otro el evangelizado se sitúa en su verdadera perspectiva

Viendo nada más lo negativo en las opiniones y conductas de los otros, nos hacemos una imagen a nuestra medida y la combatimos sin más. Así ocurre hoy, por ejemplo, en muchos que sin distingos atacan a la Iglesia, identificando abusos en la conducta de

formas democráticas de la sociedad contemporánea. Esa posición fue cambiando a lo largo del siglo XX, y el Vaticano II dio un paso cualitativo del anatema o condena al diálogo constructivo. Abandona la insostenible teoría de la tolerancia y afirma el derecho de toda persona a proceder según su conciencia. La declaración Sobre la libertad religiosa (Dignitatis Humanae) fue muy debatida y no logró la unanimidad entre los votantes conciliares. Era muy larga la tradición de intolerancia, y ello explica la difícil digestión en el posconcilio. Lo estamos viendo en la oposición, a veces agresiva y hasta crispada, contra una sana laicidad y un pluralismo ineludibles.

También libertad en el acto de fe. La defendía insistentemente Bartolomé de Las Casas, cuando rechazaba las guerras contra los indios, y las encomiendas o repartos de los mismos bajo el dominio de los conquistadores, para de ese modo evangelizarlos. La fe es un encuentro personal donde Dios tiene la iniciativa, pero nunca se dará si la persona humana no se abre libremente a esa llamada. El Vaticano II lo dejó bien claro: “La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa”10.

Partir desde donde está el otro. El ser humano vive siempre dentro de un dinamismo histórico y cultural. Una buena evangelización exige partir de la situación donde está el otro y respetar el ritmo de su proceso. Hoy, por ejemplo, la forma de pensar y de vivir, y, por tanto, la sensibilidad de las personas y de los pueblos en América Latina no es como la de hace algunas décadas. ¿Cómo dentro de la misma sociedad española vamos a entender el rechazo de Dios y de la Iglesia que, a veces exagerada e injustamente, manifiestan algunos bautizados que hoy se declaran agnósticos, sin tener en cuenta nuestra historia y la falta de una verdadera formación cristiana?

Esto supone que la inspiración originaria del evangelizador sea una profunda simpatía y una valoración positiva del ser humano como imagen

entiende que una buena evangelización debe traer a los indígenas un anuncio de vida que implica liberación de sus muchas limitaciones y oferta de un camino para llegar a la plenitud de vida. De ahí la contradicción que sufre con dolor el defensor de los indios: ¿cómo es posible transmitir esta buena noticia de vida, si los conquistadores, como crueles tiranos, van sembrando muerte? Por eso lamenta: “Las vejaciones e injusticias de las que son víctimas mantienen a los indios alejados de la fe, al mismo tiempo que explican y legitiman el rechazo que experimentan ante la proclamación del Evangelio”.

Vigencia de esta orientaciónLa situación hoy es muy distinta

y más compleja que la del siglo XVI, cuando Bartomolé de Las Casas abrió camino para una buena evangelización. Pero su conducta y su reflexión como evangelizador tienen mucho que decirnos.

Todavía es un problema para pueblos económicamente más débiles la entrada del libre comercio; sus posibilidades les impiden competir con el invasor e inversor más fuerte. A la hora de discernir sobre las condiciones de ese mercado libre, viene a la mente de modo espontáneo la crítica de Las Casas al principio de sociabilidad y comunicación entre los pueblos proclamado por Francisco de Vitoria: la sociabilidad sin igualdad genera injusticia. Pero, sin la pretensión de ser exhaustivo, ahora me fijo en algunos aspectos de relevante actualidad:

Libertad religiosa y libertad de fe. Ya en el siglo XVI, Vitoria en Salamanca y Las Casas en las Indias defienden la libertad religiosa. Más todavía Las Casas, pues no admite guerra justa contra los indios ni siquiera cuando sacrifican a sus dioses personas inocentes. Con razón se ha dicho que Las Casas tiene una posición si cabe tan avanzada como los teólogos posconciliares.

Durante varios siglos, el magisterio oficial de la Iglesia se opuso al reclamo de las libertades, tanto en la Reforma protestante como en la Revolución Francesa. Esta postura de la Iglesia quedó desbordada en el proceso de la Ilustración europea y en las

PL

IEG

O

Primer convento dominico en el continente

Page 7: LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS El grito profético de Bartolomé … · 2010-10-15 · En el siglo XVI se imponía el humanismo dejando atrás los marcos de cristiandad en que había

29

cristianos y en el funcionamiento de instituciones eclesiales con el Evangelio que viven la mayoría de los bautizados y el magisterio proclama. Pero algo similar puede ocurrirles a los mismos evangelizadores cristianos que sólo se fijan en lo malo de los otros para atacarlos, y no descubren lo positivo que hay en sus justos reclamos. Por ejemplo, los seres humanos están llegando a “la mayoría de edad”, quieren pensar por su cuenta y rechazan una divinidad y una religión que perciben como contrarias y opuestas a su autonomía y a su libertad. Es verdad que, en la realización de esos anhelos, con frecuencia rompen con su Creador, degeneran en el libertinaje y se curvan individualistamente sobre sí mismos. Pero, en vez de reprimir sin más esos justos reclamos, un verdadero diálogo debe llevarnos a respetarlos, acogerlos y, desde la fe, ampliar el horizonte humano para que no se queden a medio camino y perviertan el auténtico desarrollo de las personas y de los pueblos. Tenemos que desentrañar la posibilidad inaudita de humanización que ofrece la fe cristiana.

De la imposición a la persuasión. “La verdad no se impone de otra manera, sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en las almas”12. El Dios de Jesucristo, que a todos nos habita –o mejor– en quien todos habitamos, sugiere, invita, impulsa, pero nunca se impone por la fuerza. Según la parábola del trigo y la cizaña, la libertad puede ser ayudada y acompañada, pero no suplida ni reprimida. La evangelización anunciando a una divinidad que desde arriba dicta unos mandamientos e interviene arbitrariamente movida por nuestras oraciones y sacrificios tiene que dejar paso al Evangelio sobre Dios,

que nos ha puesto en manos de nuestra propia decisión y continuamente desde dentro de nosotros mismos nos origina, nos sostiene y afirma con amor. La Iglesia del futuro encontrará su identidad en la medida en que los cristianos vivamos personal y comunitariamente la fe o encuentro con el Dios revelado en Jesucristo.

Dos signos de credibilidad. También aquí tenenos una referencia en Bartolomé de las Casas: en la evangelización, antes las obras que las palabras; antes la conciencia de las personas y de los pueblos, que las leyes y prácticas religiosas; no se puede combatir la idolatría siendo idólatras.

Hubo un tiempo en el que los milagros, entendidos como suspensión de las leyes naturales por una intervención arbitraria de Dios, se esgrimían como argumentos para que los no creyentes aceptaran la fe cristiana. Curiosamente, Jesús de Nazaret se negó una y otra vez a dar esos signos extraordinarios que pedían las autoridades religiosas y la gente del pueblo judío. Pero, ya en esta etapa de la modernidad, ni esos milagros ni las prédicas amenazantes de castigos eternos son creíbles. Hoy estamos hartos de palabras, y sólo es creíble una conducta evangélica vivida con verdad. El gran desafío que tenemos los cristianos, en una sociedad que cada vez más procede como si Dios no existiera, es lograr una presencia pública significativa no por nuestro poder económico, social o cultural, sino por nuestra forma de programar y tejer nuestra existencia. Suelo decir que la Iglesia y cada cristiano debemos pasar del poder al profetismo.

Otro signo de credibilidad es el respeto a la conciencia de las personas y de los pueblos. El Vaticano II lo dejó

bien claro: “Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión (…). La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección”13. En consecuencia, “la verdad no se impone de otra manera, sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en las almas”14. Tanto el poder civil como las religiones tienen que respetar y favorecer la libertad religiosa, un derecho que tienen todos los ciudadanos. Se comprende que, ya en el ámbito de la evangelización, urge formar las conciencias. Sin duda, debe ser hoy la preocupación prioritaria del evangelizador.

No se puede combatir la idolatría siendo idólatras. Fue la denuncia de Las Casas contra los conquistadores que, cegados por la diosa codicia del oro, pretendían erradicar la idolatría de los indígenas. Hoy los cristianos tenemos una gran tentación: hablar de Dios y arrodillarnos ante el dinero, el poder y la seguridad individualista. Sin excluir otros factores, en el origen de la actual crisis económica ¿no está la diosa codicia? La idolatría es más sutil y peligrosa que el ateísmo.

III. DERECHOS HUMANOS Y AUTODETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS

En el siglo XVI Francisco de Vitoria, sensible a los aires de la época moderna, destacó la sociabilidad como clave para las relaciones entre los pueblos, ya que todos pertenecen a la única raza humana. En esta perspectiva, sugirió la necesidad de un organismo internacional o sociedad de naciones con unos principios comunes. Pero en la realización histórica de ese ideal se introdujo en el siglo XVIII el egoísmo como la ley misma de la naturaleza que es necesario respetar (Adam Smith) y la teoría de los fisiócratas franceses: “Dejad hacer, el mundo se arregla por sí mismo”. De este modo, se llegó a la majestuosa igualdad de las leyes que “prohíben lo mismo al rico que al pobre dormir bajo los puentes, mendigar por las calles y robar el pan” (Anatole France).

Para que el humanismo de Vitoria no sea pervertido por esta ideología Grupo de dominicos colombianos durante un retiro

Page 8: LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS El grito profético de Bartolomé … · 2010-10-15 · En el siglo XVI se imponía el humanismo dejando atrás los marcos de cristiandad en que había

PL

IEG

O

30

aquella sociedad judía. Una opción escandalosa para los ortodoxos de la religión: “Pero, ¿es que come con los pobres?”. Si creemos que en esa conducta histórica se revelan los sentimientos de Dios, la opción preferencial por los excluidos pertenece a la identidad cristiana.

Pero el Espíritu actúa en el dinamismo de la historia y en el corazón de todos los seres humanos. Hoy ya no son sólo el magisterio de los obispos y la teología los que, ante las mayorías empobrecidas en América Latina, reaccionan desde el Evangelio, hacen suyo el clamor de las víctimas y denuncian esa injusta situación. Filósofos de las últimas décadas, ilustrados y críticos del proceso inspirado en la Ilustración, reivindican justicia para tantas víctimas inocentes sacrificadas por la cruel exterminación nazi en el corazón de Europa. El pensador judío W. Benjamin deja planteado el interrogante: si esas víctimas han sido injustamente silenciadas y piden justicia, ¿quién garantiza una satisfacción de sus derechos? Según la fe cristiana, la victoria sobre la muerte, la resurrección de Jesús, que optó por los pobres y fue un excluido de la historia, nos permite vislumbrar que la última palabra no la tienen los verdugos, sino las víctimas.

Según la parábola del buen samaritano, la ética brota como reacción ante el deterioro de lo humano que genera sufrimiento y como empeño por erradicar las causas que provocan ese deterioro; brota de la compasión ante las víctimas. Aunque la religión no se reduce a una ética, sólo muestra su verdad si asume, respalda y amplía el horizonte de la dignidad humana en toda su profundidad y universalidad.

Uno de los mayores desafíos de la Iglesia hoy es cómo plasmar su presencia pública en la sociedad moderna. Para ello debe volver al Evangelio y descubrir ahí la clave: compromiso por la fraternidad humana, tratando de curar el sufrimiento de las personas y la intolerable injusticia que desfigura el rostro de la sociedad y de la creación. La Iglesia puede ser el signo de un humanismo compasivo que haga posible caminar hacia la liberación de todos. Sin la compasión, el humanismo liberal acaba siendo antihumano.

y seria reflexión teológica, que implican una forma nueva de hacer teología. Fue ya el método inventado por Bartolomé de Las Casas y otros misioneros defensores de los indios en el siglo XVI. En ellos encuentran buena referencia teólogos latinoamericanos actuales como Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff o Jon Sobrino. Sin duda, la llamada “teología de la liberación” continuamente debe ser cuidada contra posibles desviaciones y actualizada en los distintos contextos históricos, pero ¿no debe ser liberadora toda reflexión teológica, sobre todo cuando nace y quiere servir a unas personas y a unos pueblos sometidos a la dependencia que los deshumaniza? En todo caso, las mayorías empobrecidas y la lógica de la dominación siguen ahí, desfigurando el rostro humano de nuestro mundo. “¿Éstos, no son hombres?, ¿no tienen almas racionales?”. El interrogante de Montesinos en 1511, denunciando los atropellos de los conquistadores, tiene plena vigencia para nosotros.

Hacer justicia a las víctimasSegún los evangelios, Jesús vivió

y murió apasionado por erradicar el sufrimiento. Movido a compasión, se puso al lado de los que social y religiosamente no tenían porvenir en

individualista, es imprescindible abrir los oídos y el corazón al clamor de las víctimas como lo hizo Bartolomé de las Casas. Y esta observación da pie a muchos interrogantes sobre la situación actual y la posición de la Iglesia.

Autodeterminación y dependenciaEn un mundo globalizado seguimos

manteniendo la ley del más fuerte, la dependencia y la exclusión, mientras los pueblos económicamente menos prósperos celebran su independencia. Pero, en la ideología del neoliberalismo económico, ¿es posible una sana independencia de estos pueblos que les permita ser ellos mismos, sujetos de su historia y en relación amistosa con los demás pueblos? Cuando uno ve lo que ocurre hoy en países de América Latina, sospecha que las sonadas celebraciones de la independencia que nos cuentan los medios de comunicación tienen aún mucho de anhelo y esperanza. En pueblos latinoamericanos donde han entrado ya los aires y la oficialidad democrática, los pobres siguen empobrecidos y excluidos, mientras la corrupción y la violencia destruyen su rica humanidad. En esos pueblos ha entrado la modernidad, crece la macroeconomía y decrece la microeconomía, sigue la dependencia impuesta por los pueblos económicamente más poderosos. Su modernidad es “periférica”, no toca el problema de fondo: la injusticia. Esta situación explica –no emito aquí juicios de valor– las revoluciones que a lo largo del siglo XX y aún hoy vienen teniendo lugar en pueblos latinoamericanos.

Las mayorías empobrecidas siguen ahí

A mediados del siglo XX, los pobres dejaron oír su voz. Y los obispos latinoamericanos fueron muy sensibles al “sordo clamor” de los excluidos. Esta sensibilidad, tan notoria en la Conferencia de Medellín (1968), se ha mantenido hasta la última Conferencia de Aparecida (2007).

Estas Conferencias Generales del Episcopado han procedido partiendo de la realidad latinoamericana, y descubriendo en ella los signos del Espíritu. En sus documentos subyacen sincera preocupación evangelizadora

n o t a s

1. GUSTAVO GUTIÉRREZ, Dios o el oro en las Indias. Siglo XVI, CEP (Lima, 1989), p. 13.

2. R. HERNÁNDEZ, Francisco de Vitoria. Síntesis de su vida y pensamiento, OPE (Caleruega, 1983), p. 12.

3. Op. cit., p. 47.

4. G. GUTIÉRREZ, En busca de los pobres de Jesucristo. El pensamiento de Bartolomé de Las Casas, CEP (Lima, 1992), p. 493.

5. Op. cit., p. 490.

6. Sermón pronunciado por fray Antonio de Montesinos el 21 de diciembre de 1511 ante Diego de Colón, autoridades de la Colonia y encomenderos.

7. G. GUTIÉRREZ, op. cit., p. 492.

8. JUAN PABLO II, encíclica Redemptor Hominis,n. 10.

9. G. GUTIÉRREZ, op. cit., p. 235.

10. Constitución pastoral Sobre la Iglesia en el mundo actual (Gaudium et Spes), n. 17.

11. Constitución dogmática Sobre la Iglesia (Lumen Gentium), n. 65.

12. Declaración Sobre la libertad religiosa (Dignitatis Humanae), n. 1.

13. GS, n. 17

14. DH, n. 1.

Page 9: LA MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS El grito profético de Bartolomé … · 2010-10-15 · En el siglo XVI se imponía el humanismo dejando atrás los marcos de cristiandad en que había

31