la medición del tiempo indicada

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La medición del tiempo indicada por DIOS al hombre La primer palabra de la Biblia, en hebreo breshit, el primero, el que está a la cabeza, en este caso como referido al tiempo, traducido como En el principio, abren a la mente un mundo de interrogantes de características que se enfrentan con el texto de Isaías: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” Isaías 55:8y 9. y la siguiente cita de E G White: “En la Palabra de Dios se originan muchas preguntas que ni los más profundos eruditos podrán jamás contestar. Se llama la atención a estos temas para mostrarnos cuántas cosas hay, aun entre las comunes de todos los días, que las mentes finitas, con toda su jactanciosa sabiduría, nunca podrán entender plenamente.” 3 M S cap. 38 No vamos a intentar presentar todos los posibles temas que permanecen sin explicación a las mentes más brillantes, ni recorrer diferentes aspectos de algunos en lo que nos son entendibles; nos vamos a dedicar solamente al intento de comprender lo que se manifiesta en la Biblia sobre una particularidad del tema tiempo. No entraremos entonces a preguntarnos qué es, porqué existe si no lo vemos y no tiene olor, ni afecta directamente a ninguno de nuestros sentidos. ¿Cómo podemos entonces hablar de su existencia? ¿Qué ha pasado? Mis sentidos han sido capaces de apreciar un cambio. Ese cambio de posición indica la existencia de algo que llamamos tiempo; si hubiera tenido un objeto en cada mano, la izquierda con el brazo extendido hacia abajo y la derecha lo más alto posible hubiera podido ver una serie de sucesos numerables: 1.- Tengo un objeto en cada mano: uno a lo más alto, el otro a lo más bajo un hecho 2.- Suelto a ambos en el mismo instante una acción 1

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Page 1: La medición del tiempo indicada

La medición del tiempo indicada por DIOS al hombre

La primer palabra de la Biblia, en hebreo breshit, el primero, el que está a la cabeza, en este caso como referido al tiempo, traducido como En el principio, abren a la mente un mundo de interrogantes de características que se enfrentan con el texto de Isaías:

“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” Isaías 55:8y 9.

y la siguiente cita de E G White:

“En la Palabra de Dios se originan muchas preguntas que ni los más profundos eruditos podrán jamás contestar. Se llama la atención a estos temas para mostrarnos cuántas cosas hay, aun entre las comunes de todos los días, que las mentes finitas, con toda su jactanciosa sabiduría, nunca podrán entender plenamente.” 3 M S cap. 38

 No vamos a intentar presentar todos los posibles temas que permanecen sin explicación a las mentes más brillantes, ni recorrer diferentes aspectos de algunos en lo que nos son entendibles; nos vamos a dedicar solamente al intento de comprender lo que se manifiesta en la Biblia sobre una particularidad del tema tiempo. No entraremos entonces a preguntarnos qué es, porqué existe si no lo vemos y no tiene olor, ni afecta directamente a ninguno de nuestros sentidos. ¿Cómo podemos entonces hablar de su existencia?

¿Qué ha pasado? Mis sentidos han sido capaces de apreciar un cambio. Ese cambio de posición indica la existencia de algo que llamamos tiempo; si hubiera tenido un objeto en cada mano, la izquierda con el brazo extendido hacia abajo y la derecha lo más alto posible hubiera podido ver una serie de sucesos numerables: 1.- Tengo un objeto en cada mano: uno a lo más alto, el otro a lo más bajo un hecho 2.- Suelto a ambos en el mismo instante una acción

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3.- Uno llega primero suelo, el otro llega después dos sucesos   Ese algo que existe entre los pasajes 1 y 2 “primero” y 1, 2 y o 3 “después”, nos indica que existe algo a lo que llamamos tiempo cuyos efectos son observables y cuantificables. Nuestro estudio estará fundamentado en forma parcial en el uso que se hace en la Biblia de esa cuantificación, basada en el cambio de la posición relativa de los astros en el cielo para medir el tiempo. Sin embargo, esa misma expresión “en el principio”, independiente de toda consideración sobre la posición o movimiento de los astros, nos pone cara a cara con la palabra eternidad. No sé qué es, no logro penetrar sus alcances, mi mente, de acuerdo a mis primeros pasos en la geometría racional, me lleva a considerarlo de la misma manera que una recta en el universo euclidiano que se recorre, sin detenerse nunca, de derecha a izquierda o de izquierda a derecha y, en ambos casos unido al concepto de continuidad. La Biblia, desde su comienzo nos habla de una serie de sucesos:

Gen, 1:5 Y llamó Dios á la luz Día, y á las tinieblas llamó Noche: y fue la tarde y la mañana un día. Gen 1:7 y 8 E hizo Dios la expansión, y apartó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión: y fue así. Y llamó Dios á la expansión Cielos: y fue la tarde y la mañana el día segundo. Gen 1:13 Y fue la tarde y la mañana el día tercero. Gen 1:19 Y fue la tarde y la mañana el día cuarto. Gen 1:23 Y fue la tarde y la mañana el día quinto. Gen 1:31 Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto. Gen 2:2 y 3 Y acabó Dios en el día séptimo su obra que hizo, y reposó el día séptimo de toda su obra que había hecho. Y bendijo Dios al día séptimo, y santificolo, porque en él reposó de toda su obra que había Dios criado y hecho.

Esa serie de sucesos permite definir dos unidades para medir y cuantificar el transcurrir del tiempo: el día y la semana. El día

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El primer elemento a considerar es la periódica sucesión oscuridad-luz, noche-día. Es claro que los períodos de descanso y de trabajo, que todas las actividades del hombre, son afectadas fuertemente por ese fenómeno tan fácilmente observable. Constituye ese lapso la primera y natural unidad en la medida del tiempo, el día. En el original hebreo de las Sagradas Escrituras aparece designado de dos maneras diferentes: ereb y boquer para el intervalo que corresponde a la parte oscura y a la parte iluminada, layil o lailah para el intervalo que corresponde a la parte oscura, la noche yom para para el intervalo que corresponde a la parte iluminada, el día. Es de notar sin embargo que la palabra yom se usa también para designar un día completo, de manera análoga a como sucede en nuestro idioma; este doble significado aparece ya en Gen. 1: 5 donde se expresa que el lapso de luz se llama día y a la tarde y la mañana (ereb-boquer) también se lo llama día (yom). El comienzo y el fin del día Además es perfectamente claro que en los registros bíblicos lo que nosotros llamamos día civil comienza en un instante diferente. En el relato de la creación que aparece en Génesis 1, cada día de la semana concluye literalmente: “y fue tarde y fue mañana...” Pero más claro aún es el pasaje de Salmos 55: 17, donde David dice: “tarde, mañana y a mediodía oraré y clamaré” La secuencia tarde, mañana, mediodía es una clara indicación del orden en que ocurren las actividades Además Génesis 1: 14-18 muestra una primera función del Sol: determinar el día. Es entonces evidente que este astro juega un papel básico en la determinación del comienzo y del fin del día. Una observación que sea fácil en la práctica, señala como única la puesta del Sol, más fácilmente observable que la salida, hecho que es corroborado en otros pasajes: Los días de reposo, los sábados, ya fuesen los séptimos días de la semana, o los siete correspondientes a las festividades de periodicidad anual, debían ser observados de puesta de Sol a puesta de Sol. Deut. 16: 6, Marcos 1: 32, Lucas 4: 40. También en el ritual relacionado con la purificación de los descendientes de Aarón, la condición de inmundo terminaba con la puesta del Sol. Lev. 22: 7. Actividades civiles concluían de la misma manera la actividad diaria. Ex. 22: 26, Deut. 24: 15. Aún en boca del apóstol Pablo permanece esa idea para la vida corriente del cristiano: “No se ponga el Sol sobre vuestro enojo” Ef. 4: 26.

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Es bien claro entonces que el día correspondiente a nuestro día civil no coincide con el día bíblico pues éste se inicia con la puesta del Sol del día precedente y concluye con la puesta del Sol del día que transcurre. Presentamos a continuación un gráfico de la extensión del día definido por el movimiento aparente del Sol: del instante de su ocultación hasta la siguiente ocultación:

Aunque el Sol aparece dibujado como viéndose la mitad de su aparente visibilidad para producir en forma más intensa la idea de su ocultación, el límite en el tiempo día se producía con el astro totalmente debajo del horizonte. La semana

Gen 2:1 Y fueron acabados los cielos y la tierra, y todo su ornamento. Gen 2:2 Y acabó Dios en el día séptimo su obra que hizo, y reposó el día séptimo de toda su obra que había hecho. Gen 2:3 Y bendijo Dios al día séptimo, y santificolo, porque en él reposó de toda su obra que había Dios criado y hecho.

El texto bíblico es claro al destacar los siguientes detalles:

Dios empleó siete días en realizar su labor.

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Hubo dos procesos de la actividad de Dios en el tiempo transcurrido durante siete días: en la lengua original:

bará creado Gen. 1:1 ashah hecho. Gen.1: 14 -17

En el transcurrir del tiempo llamado día séptimo hubo una actuación diferente de Dios denominado con la palabra:

shabat.

También hubo dos actos diferentes de Dios para el día séptimo indicados con las palabras:

barak implicando un acto de bendición de Dios que implica al hombre como beneficiario.

jadash consagrado, dedicado tanto ceremonial como moralmente de la relación del hombre con Dios.

Estos hechos, ¿tienen singularidad posible unidos al concepto de eternidad? ¿Es posible un propósito definido de parte de Dios establecer una parte concreta del tiempo para mantener con el hombre una relación especial cada siete días? Cabe destacar que es un tiempo medido por el planeta Tierra, un pequeño objeto en la inmensidad del universo, un pequeño astro entre millones de estrellas y aún de galaxias. E G White dijo:

Adán y Eva, cuando fueron creados, tenían un conocimiento de la ley de Dios. Estaba impresa en el corazón de ellos, y comprendían sus requerimientos. La ley de Dios existía antes de que el hombre fuera creado. Estaba adaptada a las condiciones de los seres santos; hasta los ángeles estaban gobernados por ella. Después de la caída, los principios de justicia no fueron cambiados. Nada fue quitado de la ley; no se mejoró ninguno de sus santos preceptos. Y así como ha existido desde el principio, continuará existiendo a través de las edades sin fin de la eternidad. "Ya ha mucho que he entendido de tus mandamientos -dice el salmista-, que para siempre los fundaste".-ST 14-3-1878.

Y aún:

"Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo" (Sal. 119: 165), dice la Palabra inspirada. Sin embargo, el hombre finito presentará a la gente esta ley santa, justa y buena, esta ley de libertad que el Creador mismo ha adaptado para las necesidades del hombre, como un yugo de opresión, un yugo que nadie puede llevar. Pero es el pecador el que considera la ley como un yugo penoso; es el transgresor el que no puede ver belleza en sus preceptos. Pues la mente carnal "no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede" (Rom. 8: 7)... Reavivamientos Modernos cap. 3.

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Hemos establecido que el tema tiempo medido en el Edén, estaba adaptado a las condiciones del hombre. Y esto provoca dos situaciones:

1.- Ángeles y habitantes de otros mundos no tienen reposo sabático simultáneo, por lo tanto idéntico, con el sábado de la Tierra. 2.- El shabat del Edén, unido al concepto de eternidad futura, cobra una dimensión enorme del plan divino en la relación hombre–DIOS: se extiende desde el tiempo del Edén hasta el día de hoy y prosigue.

El siguiente gráfico ejemplifica el tiempo siete días originado en ocasión de la creación y extendido mediante el sábado hasta la eternidad:

Éxodo 12:14 Y este día os ha de ser en memoria, y habéis de celebrarlo como solemne á Jehová durante vuestras generaciones: por estatuto perpetuo lo celebraréis.

Dios estableció así una manera de medir el tiempo independiente de los diferentes calendarios que permite poner en evidencia fechas cruciales en la comprensión de la Biblia. Un caso notable es la fecha de la crucifixión de Jesús como se muestra en el libro: Evidencias astronómicas de la profecía de los 2300 días. ¿El mes? El siguiente fenómeno observable, por orden de lo llamativo y facilidad de observación, producido por los astros, y entonces práctico para medir intervalos de tiempo, es la variación periódica de la luminosidad y la forma aparente de la Luna. Se puede asegurar que únicamente los ciegos no las han observado, aún para habitantes de ciudades modernas intensamente iluminadas por la noche y con edificios torres que poco permiten mirar al cielo; la diferencia entre una noche sin Luna y otra iluminada por una Luna llena, o las diferentes formas que ésta toma mientras es visible, de noche en noche, se hace mucho más apreciable cuando se está en el campo. La renovación periódica de esta observación impone en forma natural una unidad de medida de tiempo que comprende numerosos días, cosa que ha sucedido en múltiples civilizaciones y culturas. Entre los hebreos tuvo importancia fundamental. Al tiempo transcurrido entre dos observaciones sucesivas del primer día en que se aprecia lo que llamamos Luna nueva visible, lo llamaremos lunación. De esta manera evitamos la posible confusión, en que se incurre frecuentemente, al utilizarla

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con la palabra mes, unidad arbitraria de la medida del tiempo de características definidas más adelante en la historia. De allí nuestro signo de interrogación en la palabra mes. Por lo cual ponemos a continuación: Lunación o período lunar El olvido de ser visible la Luna nueva, un elemento básico para la medición del tiempo, o la omisión de este hecho cuando se creó la unidad llamada mes, ha inducido a errores de interpretación y a equívocos en la determinación de fechas y festividades religiosas, antiguas y modernas. En Salmos 104: 19 se expresa clara y explícitamente el propósito divino al hacer la Luna. Literalmente: hizo Luna para tiempos En hebreo: ashah yareaj le moadin El nombre de la Luna, yareaj, da nombre al tiempo que llamaremos período lunar o lunación, en lugar de utilizar la palabra mes, una de tantas modificaciones que ha sufrido el tema de la medición del tiempo en el calendario que usamos. Para el tema que estamos desarrollando resulta de importancia fundamental el primer pasaje bíblico con indicación divina a las festividades que debía observar el pueblo hebreo, donde aparece en nuestras Biblias traducido como mes la palabra kodesh, otra denominación frecuente en el Antiguo Testamento para la Luna, la primera ocurre ya en Gén. 7: 11, del intervalo, y que significa literalmente luna nueva o novilunio. El pasaje aludido, Ex. 12: 1 y 2 dice literalmente: “cabeza de lunas” En hebreo: rosh ha kodashim En nuestros almanaques suele aparecer la fecha del novilunio y otras fases de la Luna, método muy cómodo para conocerlas; mi experiencia indica que no siempre han sido impresas correctamente, pero en almanaques confiables, nos proveen con toda facilidad las fechas en que ocurren. Para los hebreos, el criterio de practicidad de las indicaciones divinas, también el tipo cultural de los tiempos bíblicos, nos indica como iniciación del período lunar, la lunación, la observación primera del estrecho huso lunar tenuemente visible en el crepúsculo vespertino; es, de las cuatro divisiones corrientes del ciclo lunar: luna nueva, cuarto creciente, luna llena y cuarto menguante, la de más fácil y nítida posibilidad de detección. La posibilidad de observar este fenómeno está limitada por:

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a.- luminosidad muy intensa del sol, poco después de cuya ocultación puede recién buscarse la Luna nueva, en el crepúsculo vespertino. b.- pequeña amplitud y escasa luminosidad del huso lunar iluminado y al alcance de la vista del observador. c.- la posición de la Luna referida a irregularidades del horizonte del observador en el instante de la conjunción. d.- condiciones meteorológicas. e.- altura del observador sobre el nivel del mar. f.- velocidad angular variable del movimiento de la Luna alrededor de la Tierra. g.- coordenadas geográficas del observador.

Actualmente es posible calcular con precisión notable el momento de la fecha en que ocurrió el novilunio visible mediante programas para computadoras que permiten tener en cuenta las variables necesarias con excepción del estado meteorológico. Estos programas permiten calcular la iluminación de la Luna día a día y también sus fases correspondientes a cualquier lugar geográfico. Por lo tanto permiten también determinar el inicio y la finalización del período lunar, la lunación.

En esta representación gráfica de transcurrir el tiempo se indica el período que llamamos lunación El año Además del día y la semana es imprescindible considerar una unidad más para medir el tiempo, unidad que aparece por primera vez en Gen. 1:14: en hebreo:

shaneh shanah

significando una vuelta, una revolución en el tiempo traducido como año con referencia a fenómenos naturales que afectan la vida cotidiana, si bien muy notables, no unidos a una observación tan definida y sencilla como lo es la desaparición del Sol, o la primera observación del creciente lunar para determinar la iniciación del día o del mes: la diferente duración del día y de la noche, de la temperatura, de la frecuencia de las lluvias, del florecimiento de algunas plantas, o del secarse las hojas, de la maduración de los frutos,.... son de frecuencia periódica en forma bien nítida. Exige ya una elaboración más cuidadosa de observación y razonamiento para vincular todo eso con el Sol. Diferentes

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construcciones arqueo astronómicas nos muestran que desde muy temprano en la historia se entendió esa relación, y se intentó determinar las variaciones cíclicas de la aparente posición del Sol relativa a la Tierra: variaciones del punto de salida y ocultamiento en el horizonte, de la altura en el momento de la máxima altura (la culminación) en un día (variación de la longitud de la sombra). El obelisco de los egipcios era un verdadero gnomon que permitía o facilitaba esas determinaciones. Es de notar que Moisés, en el mismo inicio de las Sagradas Escrituras, Gen. 1: 14 y 15, menciona la relación entre el Sol y los fenómenos naturales mencionados, así como su conexión con el período llamado año. Son precisamente estos hechos los que permiten establecer en la práctica el ciclo de un año, haciendo depender su determinación del curso de las estaciones, y por lo tanto, de la renovación de las tareas agrícolas. Este método, aparentemente poco preciso o rudimentario, es justamente lo que determina que la duración del año fuera compensada con la frecuencia que la observación hacía necesaria, para que existiera un sincronismo perfecto, a través del tiempo, entre el calendario y las estaciones, y es, por indicación divina, el que tuvieron los hebreos. Reitero y recalco que el proceso agrícola determina la sustitución del Sol por la agricultura, evitando así considerar al astro como el origen de la alimentación del hombre en sustitución de Dios, creador y sustentador del hombre. Pero es precisamente al considerar el tiempo llamado año donde se comete errores y se infieren consecuencias que no tienen sustento bíblico. ¿El motivo? Los diferentes usos que ha tenido esa palabra a través de toda la historia humana atribuida a los movimientos de la Tierra y la Luna como instrumentos para medir el tiempo, también la precisión con que debemos considerarlo. Hemos prescindido acá de mencionar al Sol en forma intencional para hacer notar el geocentrismo que existe en la consideración del tema: es la Tierra la que se mueve alrededor del Sol y genera los movimientos aparentes del Sol en el cielo relativo a las estrellas. En conclusión el año bíblico establecido por Dios en ocasión de la salida de Egipto y confirmado en el Sinaí se rige por la Luna y la agricultura. Es un calendario agrícola lunar. Los calendarios de origen romano, tanto el juliano como el gregoriano, son exclusivamente solares. Como son los de uso corriente se sustituye en ellos la agricultura por el Sol y se le asigna al período el nombre de año lunisolar, nombre que se extiende incorrectamente a la designación del año hebreo como lunisolar. Retornando al huerto del Edén, la primera reflexión que aparece en nuestra mente es considerar el propósito de medir el tiempo en el huerto del Edén antes del pecado. Si el hombre no hubiera pecado hubiera tenido una eternidad por delante. ¿Que sentido podemos atribuirle a una medición del tiempo trascurrido desde su existencia? ¿Tendría importancia saber medir el tiempo en intervalos llamados años unidos indisolublemente al concepto de eternidad? Las limitaciones de mi mente no me permiten una respuesta definida y clara. Sí, surge nítidamente que la Biblia, comunicación de Dios al hombre, tiene su comienzo de su redacción en Moisés, quien tiene una larga experiencia en el valor de la cuantificación del intervalo ocurrido entre diferentes sucesos así como de su utilización y conservación para inspiración de sucesivas generaciones. Está habituado a usarlas como se demuestra a través de todo el Pentateuco comenzando desde el mismo libro Génesis.

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Y ese mismo Pentateuco genera una situación de aparente contradicción: la indicación divina dada en:

Éxodo 12:2 “Este mes os será principio de los meses; será este para vosotros el primero en los meses del año”, es una indicación de que estaba en uso un comienzo diferente para el año en días de Moisés, como lo confirma: Éxodo 23:16 “También la fiesta de la siega, los primeros frutos de tus labores que hubieres sembrado en el campo; y la fiesta de la cosecha á la salida del año, cuando habrás recogido tus labores del campo.”

En ambos casos la expresión traducida año es la misma: shaneh shanah. En el primer texto unido a la pascua, primavera en el hemisferio norte (otoño en el hemisferio sur) y el segundo unido a la festividad de los tabernáculos, otoño en el hemisferio norte (primavera en el hemisferio sur).

En el siguiente gráfico destacamos en rojo la parte que, en el transcurrir del tiempo, se desarrolla la festividad de la cosecha o cabañas, para resaltar el hecho de que ocurre dentro de la séptima lunación y después del inicio del año civil. Ni el año eclesiástico comienza con la pascua ni el año civil en la festividad de la cosecha, es un modismo utilizado por Moisés similar al que utilizamos nosotros cuando hablamos de la iniciación o terminación de un año lectivo.

Además de los textos paralelos usados por Moisés y autores bíblicos posteriores es también necesario considerar que países vecinos a Israel utilizaban el otoño como comienzo del año, costumbre que conserva el también pueblo judío hoy. Volviendo a la indicación divina:

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Éxodo 12:14 “Y este día os ha de ser en memoria, y habéis de celebrarlo como solemne á Jehová durante vuestras generaciones: por estatuto perpetuo lo celebraréis.”

no podemos eludir la intención de Dios de establecer un instante en la medición del tiempo, la salida de Egipto, que permanecería para siempre unido a la nación israelí. Es en los hechos el establecimiento de una era. ¡Qué diferente sería fechar los acontecimientos en la historia si esa indicación divina se hubiera observado hasta hoy! No cabe duda de que Dios, en su sabiduría infinita, tuvo un propósito muy importante al establecerlo dentro del cual puede estar el diferenciarlo de los demás pueblos circunvecinos y protegerlos de la adoración a elementos de la creación subyacentes en calendarios con origen diferente para el año. Es necesario remarcar que Dios estableció un conjunto de actividades y reuniones o asambleas especiales a desarrollarse dentro del año. Esa medición del tiempo fue observada durante la estadía en el desierto y a la entrada a Canaán según se registra en los siguientes textos.

Num 9:1-4 “Y habló Jehová á Moisés en el desierto de Sinaí, en el segundo año de su salida de la tierra de Egipto, en el mes primero, diciendo: Los hijos de Israel harán la pascua á su tiempo. El decimocuarto día de este mes, entre las dos tardes, la haréis á su tiempo: conforme á todos sus ritos, y conforme á todas sus leyes la haréis. Y habló Moisés á los hijos de Israel, para que hiciesen la pascua. E hicieron la pascua en el mes primero, á los catorce días del mes, entre las dos tardes, en el desierto de Sinaí: conforme á todas las cosas que mandó Jehová á Moisés, así hicieron los hijos de Israel.”

Se hace evidente que transcurrió un año entre la salida de Egipto, comienzo de una era y la promulgación y la institución de la pascua como un rito. Además la mención de ser el mes primero del año segundo indica la utilización de lo que se acostumbra llamar método inclusive para medir el tiempo transcurrido. En el siguiente pasaje:

Jos 5: 6-12 “Porque los hijos de Israel anduvieron por el desierto cuarenta años, hasta que toda la gente de los hombres de guerra que habían salido de Egipto, fue consumida, por cuanto no obedecieron á la voz de Jehová; por lo cual Jehová les juró que no les dejaría ver la tierra, de la cual Jehová había jurado á sus padres que nos la daría, tierra que fluye leche y miel.”

Se observa claramente un período de 40 años. Las Sagradas escrituras no revelan cómo pudieron determinarlo en su vagar por el desierto.

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Pero se lo confirma como agrícola lunar con la mención que se hace en las Sagradas Escrituras de su utilización al entrar en la tierra prometida con las siguientes palabras:

Jos 5:10-12 “Y los hijos de Israel asentaron el campo en Gilgal, y celebraron la pascua á los catorce días del mes, por la tarde, en los llanos de Jericó. Y al otro día de la pascua comieron del fruto de la tierra los panes sin levadura, y en el mismo día espigas nuevas tostadas. Y el maná cesó el día siguiente, desde que comenzaron á comer del fruto de la tierra: y los hijos de Israel nunca más tuvieron maná, sino que comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año.”

A partir de ese entonces mostró claramente sus características agrícolas provenientes del Sinaí:

Lev 23:10-14 “Habla á los hijos de Israel, y diles: Cuando hubiereis entrado en la tierra que yo os doy, y segareis su mies, traeréis al sacerdote un omer por primicia de los primeros frutos de vuestra siega; El cual mecerá el omer delante de Jehová, para que seáis aceptos: el siguiente día del sábado lo mecerá el sacerdote. Y el día que ofrezcáis el omer, ofreceréis un cordero de un año, sin defecto, en holocausto á Jehová. Y su presente será dos décimas de flor de harina amasada con aceite, ofrenda encendida á Jehová en olor suavísimo; y su libación de vino, la cuarta parte de un hin. Y no comeréis pan, ni grano tostado, ni espiga fresca, hasta este mismo día, hasta que hayáis ofrecido la ofrenda de vuestro Dios; estatuto perpetuo es por vuestras edades en todas vuestras habitaciones.”

Queda definido en Deut. 16:1 que puede traducirse literalmente:

“atiende a la luna nueva de espigas y harás pascua a Jehová” (shamor et jodesh ha abib ve ashita pesaj le Yahveh).

Esto significaba que, para determinar la iniciación del año, les era suficiente observar el progreso de las mieses de la cebada después de la floración, hasta el granar de las espigas; la Luna nueva que aseguraba que las espigas estuviesen suficientemente maduras para hacer la ofrenda del omer, indicaba el comienzo del año; en caso de no ser así, se posponía la iniciación del año hasta el próximo novilunio. Durante el período de los jueces, el tiempo transcurrido entre la conquista de la tierra prometida y la instauración del reinado en Israel, no conozco la posibilidad de probar si el calendario utilizado fue único o uno comenzado en primavera y el otro en otoño. Existe sin embargo una declaración del autor del libro de los reyes que debe ser considerada cuidadosamente:

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1 Reyes 6:1 “Y fue en el año cuatrocientos ochenta después que los hijos de Israel salieron de Egipto, en el cuarto año del principio del reino de Salomón sobre Israel, en el mes de Ziph, que es el mes segundo, que él comenzó á edificar la casa de Jehová.”

Unida a:

1 Reyes 6: 37 y 38 “En el cuarto año, en el mes de Zif, se echaron los cimientos de la casa de Jehová. Y en el undécimo año, en el mes de Bul, que es el mes octavo, fue acabada la casa con todas sus dependencias, y con todo lo necesario. La edificó, pues, en siete años.”

El C B A tomo 1 expresa refiriéndose a estos textos:

“Debería advertirse que este dato cronológico, "en el año cuatrocientos ochenta", se da formal y categóricamente, sin ninguna vacilación ni reserva y con una precisión insólita. Se da no sólo el año de Salomón y la era del éxodo, sino también el mes. Es evidente que se quiere establecer un sincronismo exacto”......

y también:

“Por lo tanto, los años computados a partir del éxodo fueron años que comenzaban en la primavera [otoño en el hemisferio sur], y el primero de la serie fue aquel en el que dejaron Egipto los hebreos. Si esta serie de años a partir del éxodo se hubiera continuado como una era para las fechas de los acontecimientos subsiguientes, habría simplificado muchísimo el problema de la cronología del Antiguo Testamento. Desgraciadamente no se usó así aunque debe haberse conservado el registro del orden de la sucesión de los acontecimientos, porque creemos encontrar una referencia más a ella en relación con la fecha del templo de Salomón”. (ver pág. 201,202).

  

  

  Calendarios Eclesiástico y civil Al calendario de origen divino pero establecido con la actuación de Moisés, se lo denomina generalmente como calendario eclesiástico con su iniciación en lo que los habitantes del hemisferio

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norte llaman primavera (en el hemisferio sur otoño). Queda así diferenciado de otro calendario utilizado en la Biblia en que el año se inicia durante el tiempo que los habitantes del hemisferio norte llaman otoño (los habitantes del hemisferio sur lo llaman primavera) y se denomina calendario civil. Se diferencia así el uso del año indicado para regular la relación hombre – Dios a través de las festividades y congregaciones distribuidas en el año que corresponden al calendario eclesiástico o religioso, del uso de parte del hombre para sus otras actividades personales y de relación con sus semejantes. ¿Es feliz esta clasificación? Responder a esta pregunta es entrar en un tema sumamente difícil, significa considerar la validez aceptada de una frase que se repite como una verdad absoluta: “los meses se contaban a partir de la primavera pero los años se contaban a partir del otoño” Es una frase veraz dentro de los límites que le impone el calendario al que se aplica. Dentro del relato bíblico tiene una vigencia total en los reyes de Judá pero no de Israel. Transcribo declaración de Edwin R. Thiele hecha en el prefacio de la tercera edición de su libro:

THE MYSTERIOUS NUMBERS OF THE HEBREW KINGS

“Los principios básicos de los registros cronológicos documentados podrían ser claramente entendidos. Israel comenzó con el sistema de año-no de ascenso y posteriormente cambió al sistema de reconocimiento al año de ascenso. Judá comenzó con el sistema del año de ascenso y en el término de colaboración con Israel adoptó el sistema de no - año de ascenso. Posteriormente ambas naciones adoptaron simultáneamente el año de ascenso y lo continuaron hasta el fin. Cada nación usó su propio sistema en su sincronismo con la otra nación. En Israel el año del reinado comenzaba con el mes de Nisán y en Judá comenzaba con el mes de Tishri. Cuando estos puntos son comprendidos, el orden comienza a remplazar al caos al tratar con los datos de los reinados.”

Independientemente de consideraciones sobre la validez absoluta de su enorme trabajo, una cosa es clara: existen en el relato bíblico en el período de los reyes de Judá e Israel dos calendarios diferentes, uno con el comienzo del año en el mes da Abib o Nisán, conocido como rosh jodesh, el otro con el comienzo del año en el séptimo mes o Tishri al cual se llama rosh hashanah. Considero la comprensión plena de este hecho de enorme trascendencia por lo cual vamos a considerarlos cuidadosamente, comenzando por lo que habituamos llamar calendario eclesiástico. Ya hemos mencionado un propósito definido de parte de Dios al indicarles la adopción de un nuevo calendario como recuerdo de la esclavitud en Egipto y su liberación estableciendo una era. También hemos hecho un planteamiento que vamos a desarrollar ahora con más detalles: El calendario eclesiástico fijaba el inicio del tiempo llamado un año mediante la lunación que permitía la fiesta del omer, a su vez determinada por “no comeréis pan, ni grano tostado, ni espiga fresca” y que también indicaba el período lunar número 1, al cual seguían necesariamente 12 o 13 lunaciones hasta la

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siguiente fiesta del omer. Durante ese tiempo se realizaban las tres grandes festividades que sucedían durante las primeras 7 lunaciones, visualizadas mediante el siguiente gráfico:

Hemos destacado intencionalmente la división del año en dos partes por sus características simbólicas:

Esta sucesión de festividades en el correr de un año muestran claramente el propósito divino de conducir a su pueblo a un reconocimiento constante de su dependencia, a que los habitantes de su nación deben experimentar y reconocer esa dependencia de Dios. El cómputo del tiempo no es un frío e inhóspito suceder de la naturaleza: es la manifestación expresa del amor de Dios. Cuando Dios creó al hombre ya existía todo lo necesario para su subsistencia y relación hombre–Dios. Y eso persiste en el plan de salvación.

Me parece oportuno destacar que hemos traducido la expresión “ta hare” como descontamina a causa de que estamos realmente contaminados por el pecado. La expiación hace desaparecer, borra definitivamente la contaminación.

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Aún la parte del año en que sobresale la labor del hombre depende de Dios: la lluvia en tiempo adecuado, la germinación y crecimiento de las plantas, todo lo necesario para el éxito de su trabajo depende del Creador y Sustentador. Hay un elemento más que lo convierte como clarificador en el tema cronología, pero que vamos a considerar después de presentar aspectos generales del calendario que llamamos civil. En realidad tiene una única apariencia de diferenciarse del año eclesiástico: modificar su iniciación. Pero al hacerlo rompe también el orden de las festividades. Aquí también el cuadro facilita la visualización de lo que expresamos:

Si uno observa la sucesión de festividades provistas por Dios mediante Moisés como manifestación de su amor por su creación aparece destrozada, no solamente porque la pascua que es Cristo 1 Cor. 5:7, es a la vez el paso fundamental en el inicio del plan de redención mediante su muerte expiatoria en la cruz, sino que es seguida por todo un proceso hasta su salvación definitiva. Además que crea un serio problema cronológico:

¿Cuando ocurre el día 1 de Tishri? Han existido una o dos ocasiones posibles cada año: un día fijado en forma independiente del 1 de abib en función de un año llamado lunisolar y otro determinado por ser la séptima lunación a partir del 1 de abib. Corresponden a años de 13 o 12 lunaciones. Saber si un año tiene 12 o 13 lunaciones es posible únicamente cuando la naturaleza asegure la posibilidad de realizar el omer y se puede fijar el 1 de abib. La pascua, el día de Pentecostés, el día de la Expiación, se pueden determinar únicamente derivados de la primera lunación del año eclesiástico. No existe en la Biblia en forma explícita otra manera de determinarla. Un ejemplo contundente lo ofrece el año juliano 457 A C, año básico para determinar, en el cumplimiento de la profecía de las 70 semanas, la fecha de la crucifixión de Jesús. Primero extraemos del tomo II del C B A fundamentando la cronología adoptada en función del año que solemos llamar civil, los primeros años del reinado de Artajerjes:

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Para facilitar la comprensión de los datos que vamos a analizar agregamos flechas de color que los identifican fácilmente: negra si es correcta la información roja si es errónea la información

Podemos ver que el año 457 tiene un asterisco como indicación de que es un año bisiesto. De todas las informaciones estudiadas en este trabajo que ofrece el cuadro es la única veraz. Podemos ver también que indica:

Que el 1 de abib del mismo año juliano ocurre el 27 de marzo expresado mediante 3/ 27. Que el 1 de Tishri ocurre el 20 de octubre expresado mediante 9/20 Ahora vamos a cotejar estas aseveraciones con la realidad que nos proporciona el cálculo astronómico comenzando por la declaración de que el año juliano 457 A C fue bisiesto. Es fácil comprobar que sí: basta con considerar que el año 0 convierte a los años A C en una unidad numérica mayor en un año en valores absolutos y se convierte en el año -456 que es múltiplo de 4:

456 / 4 = 114

Pero podemos verificarlo también mediante el cuadro almanaque astronómico que ponemos a continuación:

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Hemos resaltado mediante una flecha donde se indica el número de 366 días para el año que así confirma por otro camino ser un año bisiesto. Vamos ahora a determinar primero el 1 de abib para así también poder obtener después el 1 de tishri generando el cuadro almanaque para el mes de abril: Para un estudio más amplio sobre la no consideración del mes de marzo, la utilización del mes de abril y otros detalles cronológicos ver en este mismo sitio web, el libro titulado:

Evidencias Astronómicas sobre la Profecía de los 2300 días

Generamos el cuadro almanaque para el mes de abril con el propósito de facilitar encontrar la fecha en que el novilunio sustituye a la conjunción, dato imprescindible:

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El cuadro almanaque para el mes de abril nos muestra, ya señalado con una flecha, en color celeste el día de la observación de la Luna nueva. Con esta información podemos generar los cuadros que nos proporcionan, primero la hora de puesta del Sol y, con ese dato obtener las condiciones de la Luna el día jueves 25 en ese instante:

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Podemos observar en el primer cuadro que el Sol se ocultó el día 25 a las 18 horas 29 minutos y 3 segundos que nos permite obtener el segundo cuadro con datos de la Luna a la hora de puesta del Sol, con una iluminación del 3% y una altura de 17°58´34´´7, valores que corresponden a la condición de visibilidad y es, por lo tanto el 1 de abib. Estos cuadros de cálculos astronómicos nos muestran una diferencia de una lunación para la iniciación del año con todas las consecuencias que implica. Para obtener e1de tishri del año juliano 457 AC generamos primero el cuadro calendario que corresponde a la séptima lunación que ocurre en el mes de octubre del calendario juliano y nos facilita la búsqueda del novilunio:

Ya hemos remarcado en el cuadro calendario mediante una flecha y en color celeste el día en que fue observable la Luna.

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Podemos observar que el día sábado 19 de octubre ocurrió el novilunio que fue 1 de tishri, valor que difiere notoriamente del que aparece en el cuadro ofrecido por el C B A. El siguiente gráfico resume los resultados que nos proporcionan los programas astronómicos utilizados:

Estos errores obtenidos a partir de un falso inicio para el octavo año del reinado de Artajerjes evidencian el tembladeral en que está asentado el trabajo cronológico que hicieron Wood y Horn: Hemos comprobado entonces que las fechas proporcionadas en el cuadro en que figuran los años del rey Artajerjes en el C B A siguiendo el denominado año eclesiástico difieren claramente del que proporciona el cálculo astronómico. ¿Se debe esto a una cronología estructurada en el calendario llamado civil o implica algo más? Respondo: es una clara expresión más de los tantos errores a que lleva hacer una mezcla extraña del que llamamos año civil con la medición del tiempo indicada por Dios en el libro del Éxodo. He buscado cuidadosamente a través de la Biblia una orden de Dios para justificar el año que llamamos civil obedeciendo una orden divina; no la he encontrado. Existe simplemente por haber sido utilizada por el hombre, hecho registrado verazmente y con total claridad en el relato bíblico porque así sucedió. En consecuencia existen únicamente dos calendarios indicados explícitamente en la Biblia, como orden de Dios al hombre, para su observación. 1.- el ciclo semanal. 2.- el calendario eclesiástico. Un calendario indicado por Dios responde a las leyes de la naturaleza que creó y de esas leyes dice:

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Así ha dicho Jehová, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche; que parte la mar y braman sus ondas; Jehová de los ejércitos es su nombre: Si estas leyes faltaren delante de mí, dice Jehová, también la simiente de Israel faltará para no ser nación delante de mí todos los días. Jer. 31:35 y 36

En la interpretación de las Sagradas Escrituras el lector decide, pero: El apóstol Pablo nos dejó este consejo:

“Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo”. Col. 2:8

Y no en vano dijo Jesús:

Pues en vano me honran Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.” Marcos 7:7 y 8.