la maquina de pensar de raimundo lulio, borges jorge luis

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Page 1: La Maquina de Pensar de Raimundo Lulio, Borges Jorge Luis

15 De Octubre De 1937

La Maquina De Pensar De Raimundo Lulio, Borges Jorge Luis

Raimundo Lulio (Ramón Llull) inventó a fines del siglo XIII la máquina de pensar; AtanasioKircher, su lector y comentador, inventó, cuatrocientos años después, la linterna mágica. Laprimera invención consta en la obra titulada Ars magna generalis; la segunda, en la no menosinaccesible Ars magna lucís et umbrae. Los nombres de ambas invenciones son generosos. En larealidad, en la mera lúcida realidad, ni la linterna mágica es mágica ni el mecanismo ideado porRamón Llull es capaz de un solo razonamiento, siquiera rudimental o sofístico. Dicho sea conotras palabras: comparada con su propósito, juzgada según el propósito ilustre del inventor, lamáquina de pensar no funciona. El hecho es secundario para nosotros. Tampoco funcionan losaparatos de movimiento continuo cuyos dibujos dan misterio a las páginas de las más efusivasenciclopedias; tampoco funcionan las teorías metafísicas y teológicas que suelen declarar quiénessomos y qué cosa es el mundo. Su pública y famosa inutilidad no disminuye su interés. Puede serel caso (creo yo) de la inútil máquina de pensar.

La invención de la máquina

Ignoramos y siempre ignoraremos (porque es aventurado esperar que la omnisapiente máquina lorevele) cómo fue incoada la máquina. Felizmente, uno de los grabados de la famosa ediciónmaguntina (1721-1742) nos permite conjeturarlo. Es verdad que Salzinger, el editor, juzga queese grabado es la simplificación de otro más complejo; yo prefiero pensar que es el modestoprecursor de los otros. Examinemos ese antepasado (figura 1). Se trata de un esquema o diagramade los atributos de Dios. La letra A, central, significa el Señor. En la circunferencia la B quieredecir la bondad, la C la grandeza, la D la eternidad, la E el poder, la F la sabiduría, la G lavoluntad, la H la virtud, la I la verdad, la K la gloria. Cada una de esas nueve letras equidista delcentro y está unida a todas las otras por cuerdas o por diagonales. Lo primero quiere decir quetodos los atributos son inherentes; lo segundo, que se articulan entre sí de tal modo que no esheterodoxo afirmar que la gloria es eterna, que la eternidad es gloriosa, que el poder es verídico,glorioso, bueno, grande, eterno, poderoso, sapiente, libre y virtuoso, o bondadosamente grande,grandemente eterno, eternamente poderoso, poderosamente sabio, sabiamente libre, librementevirtuoso, virtuosamente veraz, etcétera, etcétera.

Quiero que mis lectores alcancen bien toda la magnitud de ese etcétera. Abarca, por lo pronto, unnúmero de combinaciones muy superior a las que puede registrar esta página. El hecho de quesean del todo vanas — de que, para nosotros, decir que la gloria es eterna es tan estrictamentenulo como decir que la eternidad es gloriosa — es de un interés secundario. Ese diagramainmóvil, con sus nueve mayúsculas repartidas en nueve cámaras y atadas por una estrella y unospolígonos, es ya una máquina de pensar. Es natural que su inventor — hombre, no lo olvidemos,del siglo XIII — la alimentara con materias que ahora nos parecen ingratas. Nosotros ya sabemosque los conceptos de bondad, de grandeza, de sabiduría, de poder y de gloria, son incapaces deengendrar una revelación apreciable. Nosotros (en el fondo, no menos ingenuos que Llull) lacargaríamos de un modo distinto. Sin duda, con las palabras Entropía, Tiempo, Electrones,Energía potencial, Cuarta dimensión, Relatividad, Protones y Einstein. O, también: Plusvalía, Proletariado, Capitalismo, Lucha de clases, Materialismo dialéctico, Engels.

Los tres discos

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Si un mero círculo, subdividido en nueve cámaras, da lugar a tantas combinaciones, ¿qué nopodemos esperar de tres discos, giratorios, concéntricos y manuales, hechos de madera o de metaly con sus quince o veinte cámaras cada uno? Eso pensó el remoto Ramón Llull en su isla roja ycenital de Mallorca, y planeó su máquina ilusa. Las circunstancias y propósitos de esa máquina(figura 2) no nos interesan ahora; sí el principio que la movió: la aplicación metódica del azar a laresolución de un problema.

En el exordio de este artículo dije que la máquina de pensar no funciona. La he calumniado: ellene fonctionne que trop, funciona abrumadoramente. Imaginemos un problema cualquiera:dilucidar el «verdadero» color de los tigres. Doy a cada una de las letras lulianas el valor de uncolor, hago rodar los discos y descifro que el inconstante tigre es azul, amarillo, negro, blanco,verde, morado, anaranjado y gris o amarillamente azul, negramente azul, blancamente azul,verdemente azul, moradamente azul, azulmente azul, etcétera... Ante esa ambigüedad torrencial,los partidarios de la Ars magna no se arredraban: aconsejaban el empleo simultáneo de muchasmáquinas combinatorias, que (según ellos) se irían orientando y rectificando, a fuerza de«multiplicaciones» y «evacuaciones». Durante mucho tiempo, muchos creyeron que en lapaciente manipulación de esos discos estaba la segura revelación de todos los arcanos del mundo.

Gulliver y su máquina

Quizá recuerden mis lectores que Swift, en la tercera parte de los Viajes de Gulliver, se burla dela máquina de pensar. Propone o describe otra, más compleja, donde la intervención humana esharto menor.

Esta máquina — refiere el capitán Gulliver — es una armazón de madera, hecha de cubos detamaño de un dado, eslabonados por alambres sutiles. En las seis caras de los cubos hay palabrasescritas. A los lados de esa armazón horizontal hay manijas de hierro. Basta moverlas para que seinviertan los cubos. A cada vuelta cambian las palabras y el orden. Luego se leen atentamente, ysi dos o tres forman una oración o trozo de oración los estudiantes las anotan en un cuaderno. «Elprofesor», agrega fríamente Gulliver, «me señaló varios volúmenes en folio imperial, llenos defrases rotas: materiales preciosos que era su propósito organizar para ofrecer al mundo un sistema enciclopédico de todas las artes y ciencias».

Vindicación finalComo instrumento de investigación filosófica, la máquina de pensar es absurda. No lo sería, encambio, como instrumento literario y poético. (Agudamente anota Fritz Mauthner —Woerterbuch der Philosophie, volumen primero, página 284 — que un diccionario de la rima esuna especie de máquina de pensar.) El poeta que requiere un epíteto para «tigre», procede en absoluto como la máquina. Los va ensayando hasta encontrar uno que sea suficientemente asombroso. «Tigre negro» puede ser el tigre en la noche; «tigre rojo», todos los tigres, por la connotación de la sangre.