la mansiÓn de las hadas fernando olavarría gabler c u e n t o s p a r a e n t r e t e n e r e l a...

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LA MANSINDE LAS HADASFernando Olavarra GablerC U E N T O S P A R A E N T R E T E N E R E L A L M A orran los aos del 1600, en una ciudad cuyos edificios eran del mismo colorido de la niebla que la invada en las tardes y se mantena toda la noche. Al igual que otras ciudades (similar a Venecia), era atravesada por numerosos canales y las calles, angostas, estaban unidas por puentes.Raimundo era un botero que trabajaba repartiendo alimentos. Empujando su embarcacin con una prtiga, llevaba verduras, pescado y pan, a las amas de casa que formaban su clientela.CL A M A N S I N D E L A S H A D A SEsa maana neblinosa, Raimundo estaba bastante deprimido. Haban transcurrido dos semanas y su mujer estaba desaparecida. A Mara Florencia la haban solicitado para que efectuara un trabajo bien remunerado. Se embarc con otro botero y no se supo ms de ella. Su esposo, muy angustiado, se senta culpable por no haber ido l a dejarla a su nuevo empleo, pero ese da tuvo mucho trabajo repartiendo el pescado abundante que trajeron los pescadores. Adems de su angustia, estaba de mal humor, porque esa maana, Ana Mara, su cuada -que viva con ellos-, le ofreci un pedazo de carne asada de vacuno que haba comprado en la feria y cuando Raimundo estaba por desayunar y partir en su bote, su cuada le confes que se olvid echar al fuego el pedazo de carne. La niebla matinal era muy densa y Raimundo, sin desayuno, empujaba con fuerza y rabia su bote por el canal en direccin a la playa. Decidi L A M A N S I N D E L A S H A D A Suna vez ms pasar por el cuartel de polica para averiguar si tenan noticias de su esposa.Sala el Sol sobre las nubes. La niebla se estaba retirando. Eran las ocho de la maana. Las campanas de la iglesia Catedral empezaron a taer. En un comienzo se oyeron una serie de sonidos agudos y claros. Eran como inocentes nios que se anticipaban al ronco sonar de una gigantesca campana de bronce que anunciaba las horas, pero Raimundo ya no escuchaba esos alegres repiqueteos, porque tena acongojada su alma. Su Florcita como l le deca con cario Cuanto la amaba! No era posible que Dios se la quitara de esa manera, en una forma tan misteriosa. Por sus mejillas corran lgrimas y sus mandbulas estaban apretadas en una mueca de dolor. De pronto escuch un maullido detrs de l, era Minina, su gatita gris que haba saltado al bote antes de partir. La gata se acerc ronroneando con la cola erguida y se refreg en una de las piernas de Raimundo. L A M A N S I N D E L A S H A D A SDime Minina dnde est mi Florcita?, pregunt el botero, Minina lo mir con sus hermosos ojos celestes y le transmiti su cario. En esos instantes estaban pasando por el lado de un puente y a travs de l, Raimundo vio un muro que estaba pintado con intensos colores y lo destacaba del entorno gris de los edificios y el puente, que parecan enmarcar lo que estaba pintado. Fue tan intensa la percepcin del colorido que recibi Raimundo que fren su bote, lo hizo retroceder y lo dirigi por debajo del puente para observar de cerca esa llamativa pintura.

L A M A N S I N D E L A S H A D A S

L A M A N S I N D E L A S H A D A SEn esos momentos Minina salt hacia una angosta vereda que estaba entre el agua y el muro pintado y desapareci. Raimundo, alarmado por su gata regalona, amarr el bote a una argolla de hierro y salt a la vereda. All se encontr con una puerta entreabierta que no se divisaba a distancia por estar disimulada por la pintura. -Minina, Minina...Pussi pussi pussi, gatita Dnde te metiste ?Al no tener respuesta de su gata, Raimundo abri la puerta y lleg a un oscuro pasillo de muros de piedra que lo llev a otra puerta ms grande y maciza, con remaches de hierro y un cerrojo. Esta puerta tambin estaba entreabierta y Raimundo no vacil en avanzar para buscar a su gata.L A M A N S I N D E L A S H A D A SSe encontr con una inmensa sala, que ms pareca la nave de una iglesia. Del cielo colgaban decenas de lmparas de bronce que, con sus mltiples velas de cera, iluminaban con gran esplendor la gigantesca sala y otras salas que llegaban perpendicularmente a ella. La visin era impresionante. Las paredes estaban en parte cubiertas por amplios gobelinos, largos tapices y grandes pinturas con gruesos marcos dorados que realzaban este adorno. Adems de las lmparas que iluminaban todo aquello, tambin haba magnficos vitrales distribuidos verticalmente desde el cielo hacia abajo hasta llegar casi al piso de baldosas. Sobre este piso haba grandes candelabros, mesas de arrimo con cubiertas de mrmol y otros muebles de finas maderas que exhiban delicadas piezas de orfebrera; relojes, estatuillas de porcelana, cajas de cristal tallado, floreros y muchas otras cosas ms de exquisito gusto.L A M A N S I N D E L A S H A D A SRaimundo observaba atnito toda esta maravilla que lo rodeaba y tuvo la sensacin que estaba soando.De una de las naves laterales se escuch un suave maullido y apareci Mara Florencia Su amada Florcita!, que caminaba hacia l con un candelero en una de sus manos. Con la luz de los cirios su rostro se vea triste y plido. Raimundo corri hacia ella y ambos se abrazaron y besaron. La alegra era inmensa, no cesaban de besarse y abrazarse y por sus ojos brotaban lgrimas de felicidad.-Por qu te ausentaste sin informarme dnde estabas? Pregunt Raimundo.Florcita no pudo mandarle noticias porque no haba manera de comunicarse con su familia, pero la haban tratado muy bien, con gran amabilidad. Las moradoras de esa mansin eran doce mujeres, todas ellas jvenes y muy bellas, que anunciaban su presencia en la noche. El trabajo de Mara Florencia era simple. No tenaL A M A N S I N D E L A S H A D A Sque limpiar, barrer ni cocinar. Solamente deba encender los cientos de cirios cuando el Sol se esconda y su labor, aparentemente tan fcil, era agotadora. Mediante largas cadenas de finos eslabones que se deslizaban por medio de poleas, bajaba cada lmpara hasta el piso de baldosas. Una vez encendidos los cirios tena que elevar las pesadas lmparas hasta su lugar. Esto duraba horas y terminaba exhausta. Pero estaba conforme, no tena ms que hacer sino eso, dorma cmodamente y se alimentaba con una sabrosa comida. Durante el da sus bellas amas no estaban presentes y poda descansar y disfrutar de su ociosidad; pero echaba de menos a su esposo, a su familia y deseaba fuertemente volver a casa.-Cunto dinero te pagan por tu trabajo? Indag Raimundo.-No me dan dinero, respondi Florcita, todas las maanas, cuando despierto en mi elegante cama, en-L A M A N S I N D E L A S H A D A Scuentro en el velador un copn de oro que no contiene vino ni leche sino un agua pursima, tan cristalina que es una delicia beberla y te invade una gran felicidad despus de probarla. En el fondo de la copa encuentro siempre una piedra preciosa que guardo meticulosamente en el pauelo de seda que t me regalaste. Las piedras son de variados colores, las hay azules, verdes, rojas, amarillas y otras como el vidrio pero muy brillantes. -No te aflijas, le dijo Raimundo. No me separar de ti. Volveremos juntos a casa.Raimundo ayud a Florcita. Baj las lmparas, las encendi y las alz. Cuando haba terminado con la ltima lmpara, se oy una hermosa meloda que invadi todo el ambiente y aparecieron doce mujeres con ligeras vestiduras. Iban descalzas y sus largas cabelleras flotaban en el aire. Se reunieron en crculo y empezaron a bailar al comps de la msica.L A M A N S I N D E L A S H A D A SRean alegremente y sus rostros expresaban gran felicidad. Haba una armona total entre la msica, sus pasos de baile, sus cuerpos esculturales, el movimiento de sus brazos, sus vestidos vaporosos y las escasas joyas que portaban en sus cabellos y colgaban de sus cuellos. Era un espectculo fascinante! Imposible de describir con palabras. Una de ellas, cuando pas frente a Raimundo, le sonri y lo mir con sus ojos celestes que eran similares a la gatita Minina. Qu ojos tan lindos! Eran ojos de gata.Las doncellas bailaron toda la noche, hasta que la luz de la aurora se asom por los vitrales e invadi la gran sala. Entonces, as como se hicieron presentes, as tambin desaparecieron. Se fueron gradualmente sin que Raimundo y Florcita supieran cmo. Los cirios se haban apagado. Ambos esposos haban presenciado todo ese espectculo sentados en elL A M A N S I N D E L A S H A D A S

13piso, en un rincn de la gran sala. Haba llegado la maana. Los vitrales tean con gran esplendor y colorido todo el interior. Algunos cirios an humeaban. Raimundo pregunt a Florcita quines eran ellas y Florcita respondi que, en relacin a lo que haba observado en su estada en el palacio, eran hadas. -Pero las hadas tienen alas y poseen una varita mgica - replic Raimundo.-Eso es lo que yo crea, mas, he cambiado de opinin- dijo Florcita. Tengo la impresin que las hadas, en las ciudades, cambian su aspecto y no se valen de varitas mgicas ni necesitan alas para divertirse a su manera. -Vamos ya- dijo Raimundo. El bote nos espera. Y Minina? Dnde estar?Los dos esposos salieron de la mansin y encontraron el bote. Florcita no haba olvidado de llevar

L A M A N S I N D E L A S H A D A Slas piedras que guardaba en su pauelo. Raimundo, dichoso, y su esposa al lado, llegaron a salvo a su hogar, donde la hermana de Florcita los recibi con gran alegra Qu felicidad para los tres!Ana Mara prepar un regio desayuno y no se olvid de servir a su cuado un sabroso pedazo de carne asada. Bien se lo mereca. Estaban los tres desayunando, cuando apareci Minina.-Minina!Cmo llegaste?Dnde estabas?, exclam Rai- mundo. Luego se qued pensando, Cmo lleg la gata, de vuelta a casa? Los ojos celestes de una de las doncellas que bailaba eran casi iguales a los de su gata No sera Minina un hada disfrazada de gata?No vale otra explicacin.*

FIN L A M A N S I N D E L A S H A D A S* Raimundo comprob que las piedras que su esposa haba guardado en su pauelo eran de un considerable valor. Al vender varias de ellas progres en sus modestas labores de repartir alimentos, hasta llegar a ser un destacado y opulento comerciante, que vivi feliz, rodeado de su esposa, sus hijos y Ana Mara , su cuada. null, track 12010193231.55