la ley de la conciencia
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EXÉGESIS DE ROMANOS LA LEY DE LA CONCIENCIA (Ro. 2:12-16) Antonio Albert Domínguez. "Asignación hecha en el cumplimiento de los requisitos exigidos por el profesor D. Julio Díaz Piñeiro para obtener crédito en la asignatura Exégesis de Romanos." Alcobendas, noviembre de 1994.
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BOSQUEJO.
INTRODUCCIÓN.
I. UN BREVE COMENTARIO DEL CONTEXTO.
a. El pecado universal.
b. La imparcialidad de Dios.
c. La ley no protege de la ira.
d. La jactancia de los judíos.
II. CONCEPTO PAULINO DE LA LEY.
a. Como fariseo.
b. Como converso del judaísmo.
c. Como siervo de Jesucristo.
III. LA LEY Y LAS OBRAS DE LA LEY.
a. Por la ley nadie será salvo.
b. La ley sin obras.
c. Las obras sin ley.
IV. LOS JUICIOS DE DIOS SON TODOS JUSTOS.
a. Dios juzga según la verdad.
b. Dios juzga según las obras.
c. Dios juzga según la luz.
V. LA LEY DE LA CONCIENCIA Y DEL EVANGELIO.
a. Dios no se deja sin testimonio.
b. Todos están bajo la ley.
c. La necesidad universal del evangelio.
CONCLUSIÓN.
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INTRODUCCIÓN.
El presente estudio trata de analizar de forma exegética el texto de Romanos 2:12‐16,
aunque es imposible hacerlo sin su contexto, del cual toma todo el sentido y propósito. El
tema central que tratamos es el asunto de la ley moral a la que están sometidas las
naciones paganas, ignorantes de la ley mosaica y del evangelio de Jesucristo. Queremos
entender cuál es la situación de estas naciones frente al juicio de Dios y bajo que
condiciones se ha de realizar este juicio.
Para poder llegar a alguna conclusión aceptable, se han consultado distintos
comentarios bíblicos sobre la epístola, algún diccionario bíblico y teológico, analizando sus
contenidos y contrastando sus argumentos sobre los que basan sus conclusiones. De esta
manera podemos llegar a una conclusión personalizada, que no pretende ser dogmática
de ninguna manera.
Queremos de entender cual era el concepto de Pablo sobre a la ley mosaica y cómo
ésta afectaba la relación de los judíos y los gentiles con Dios y en qué condición se
encontraban frente al juicio venidero.
El juicio divino es justo, sin distinción de personas, según la verdad y la luz que cada
hombre ha recibido. Lo que se juzga son las obras de cada hombre y las intenciones que
las motivaron, así como las actitudes y secretos de las intimidades de los hombres. La
conciencia actúa como un juez y al mismo tiempo como un testigo de la revelación de Dios
a cada hombre personalmente, lo que manifiesta una ley moral a la que el gentil se ve
sometido y sobre la que será juzgado.
La necesidad del mensaje evangelístico se hace imprescindible en el concepto paulino,
ya que solamente en él el hombre puede hallar justificación, puesto que por las obras de
la ley nadie será justificado.
4
I. UN BREVE COMENTARIO DEL CONTEXTO.
A. El pecado universal.
Pablo en el capítulo 1, ha comenzado presentando la condición en la que se
encuentran los gentiles, los cuales han abandonado a Dios para seguir tras sus propias
concupiscencias (1:18‐23). Es así como el hombre a pesar de conocer a Dios se ha alejado
de Él, cayendo en una depravación moral absoluta, por lo tanto no tienen excusa alguna. "En los versículos finales encontramos una espantosa figura de la humanidad sin Dios. El pecado y la corrupción triunfan por doquier. Cuando el hombre le da las espaldas a Dios no puede pretender hallar la justicia por ninguna parte. Los seres humanos han perdido toda sensibilidad y no son conscientes de sus pecados; más
bien se complacen en cometerlos y en estar en compañía de los que los cometen."1
Pero comenzando el capítulo 2, Pablo ya no está hablando exclusivamente de los
gentiles, ahora ya se refiere a cualquier hombre (2:3). Los judíos tenían un alto concepto
de sí mismos, colocándose al lado de Dios para juzgar a todos los demás hombres. Pablo
es perfectamente consciente de esta forma de pensar debido a su trasfondo de judío y
fariseo.
Cuando el profeta Amos predicaba el juicio divino sobre las naciones, esta predicación
era aceptada de muy buen grado por el pueblo (Am. 1:1 al 2:5). Pero cuando anunció el
juicio de Dios sobre Israel, el rey Amasías lo echó para que se fuese a Judá (Am. 7:10‐13).2
"La sabiduría de Salomón, un escrito apócrifo del primer siglo antes de Cristo, da otro
ejemplo de la expectación judía de un trato de preferencia en el juicio."3 (Sab. 11:10;
12:22; 15:2). Pero si seguimos viendo el contexto, vemos que Pablo se vuelve
directamente a los judíos para anunciarles que ellos mismos están condenados porque en
lo que juzgan a otros ellos hacen lo mismo, por lo que se volvían transgresores de la ley
1 Ironside H.A., Estudios sobre la epístola a los Romanos (Terrassa: CLIE, 1991), pág.
29. 2 Jack W. MacGorman, Romanos: El evangelio para todo hombre (El Paso, Tx.: C.B.P., 1976), págs. 35-36.
3Ibid., pág. 36.
5
(2:17‐29), para llegar a su conclusión central (3:9‐31), todos pecaron, todos están
destituidos de la gloria de Dios, nadie será salvo por la ley. "Todos los métodos propios
del hombre para su justificación son inútiles, porque todos ellos retienen una
independencia egoísta, y es éste el problema principal de la depravación."4
B. La imparcialidad de Dios.
Si Dios hiciera distinción de personas, o no juzgara los pecados de los hombres por
igual, o declarara al inocente culpable o al culpable inocente, no sería un Dios justo en
ningún sentido. Pero declara (2:11), porque no hay acepción de personas para con Dios,
"decimos" que podemos traducir como mostrar favoritismo, acepción de personas o
parcialidad, esto el lo que no hay en Dios.
Algunos, no viendo juicios inmediatos, menospreciaban la paciencia y la longanimidad de Dios sin comprender que, por medio de ellas, él daba lugar al arrepentimiento, sin dejar por eso de notar todas las obras del hombre. El impenitente y el endurecido, muy lejos de saldar su cuenta por teorías morales, atesoraba para sí mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de
Dios.5
El verdadero propósito de Dios es el traer a todos al arrepentimiento (2:4), no
deseando la aniquilación de los hombres, sino su restauración a una comunión
permanente con Él (6:15‐18), una comunión basada en la libertad y en la justicia.
"El primer mensaje que el hombre recibe cuando se enfrenta a Dios, su Palabra, el
mundo, o a sí mismo es juicio. Porque dondequiera que el hombre mira, lo hace en un
espejo y ese espejo lo refleja como un pecador.6
4Harold J Brokke, Explorando el libro de Romanos (Puerto Rico: Editorial Betania,
1978), pág. 40. 5Ernesto Trenchard, Una exposición de la epístola a los Romanos (Madrid: Literatura
Evangélica, 1969), pág. 104. 6Juan H. Schaal, El camino real de Romanos (Mi.: S.L.C. 1977), pág. 41.
6
Los juicios de Dios son justos en primer lugar porque todos hemos pecado (3:9), y la
realidad es que todo hombre es transgresor de la ley, ya sea la ley moral o la ley mosaica
(3:19‐20).
C. La ley no protege de la ira.
La actitud de los judíos era la de que el castigo de la ley era para los demás pero no
para ellos, pues ellos eran el pueblo de Dios. Pero al igual que Juan el Bautista acusó a los
religiosos de su tiempo cuando venían a ser bautizados por el (Mt. 3:7‐9), así mismo Pablo
está advirtiendo al pueblo judío (2:3), que no escapará al juicio de Dios porque no consiste
en tener o conocer la ley lo que justifica, sino el hacerla.7
Así como pudo decir de los gentiles que no tienen excusa. Y así como pudo decir que la ira de Dios se revela contra la injusticia de los gentiles, dice también aquí lo mismo respecto a los judíos: atesoran ira para el día de la ira. Los dos están en la misma situación ante Dios; ambos están bajo la misma ira divina que reina en este eón. Ninguno de ellos puede alegar una excusa que pudiera protegerlos de la ira de
Dios.8
De esta manera cualquiera que confíe en la ley y ponga en ella su esperanza para ser
justificado, está cometiendo el más grave de todos los errores (3:19‐20). Es cierto que el
judío tiene una posición de privilegio en la historia frente al resto de las naciones. Pero
esta situación de privilegio no ha hecho más que darle una responsabilidad también
mayor y por otra parte no implica que él sea menos pecador que cualquier otro. Al
contrario, él es el primero que ha de humillarse ante la revelación de Dios y reconocerse
incapaz de satisfacer las exigencias de la ley.9
7Jack W. MacGorman, pág. 37. 8Anders Nygren, La epístola a los Romanos (Buenos Aires: Editorial "La Aurora",
1969), pág. 104. 9Handley C. G. Moule, Exposición de la epístola de San Pablo a los Romanos (Terrassa,
Bna.: CLIE, 1987), págs. 69-69.
7
D. La jactancia de los judíos.
Durante mucho tiempo los judíos se han constituido como jueces de los otros hombres,
pretendiendo ser mejores que ellos y en relación con Dios pretendiendo tener una
relación de privilegio. Los judíos todavía mantenían la circuncisión como señal de su
diferencia con relación al resto de los pueblos, era su orgullo, pero esta señal no tenía
nada que ver con el cumplimiento de la ley que Dios requería y la propia ley exigía. El
verdadero judío era el que lo era de corazón, cuya circuncisión era la del corazón y no sólo
la exterior (2: 28‐29).10
Los judíos estaban convencidos de su posición como pueblo privilegiado con relación a Dios. Recuerda, Pablo no está hablando como un extranjero sino como un ex fariseo. El conoce muy bien el orgullo y el prejuicio del judío como así también sus
buenas cualidades.11
Pero Pablo les habla ahora directamente a donde les duele, a su orgullo racial. Les
señala que el incircunciso que guarde la ley, su incircuncisión será tenida como
circuncisión (2:26). Que no es el verdadero judío el que lo es exteriormente (2:28).
Siendo conocedor Pablo del pueblo al que habla, los quiere llevar al extremo donde puede
presentar su evangelio con toda claridad: no hay justo ni uno (3:10); que por las obras de
la ley nadie será justificado (3:19‐20); que ahora la justicia de Dios se ha manifestado a
parte de la ley en Jesucristo (3:21‐26); que el hombre queda justificado por la fe sin las
obras de la ley, por tanto ¿dónde está la jactancia?, Pablo contesta: queda excluida por la
ley de la fe (3:27‐30). Dios justificará por la fe a unos y a otros por igual y sin distinciones.
10Harold J. Brokke, pág. 40. 11Davis Vernon, Guía para el estudio de . . . Romanos (El Paso, Tx.: C.B.P., 1972), pág.
15.
8
II. CONCEPTO PAULINO DE LA LEY.
A. Como fariseo.
Una vez hemos visto de forma general el contexto en el que se sitúa la porción que
deseamos estudiar, es necesario entender cual era el pensamiento de Pablo al hablar de la
ley, dado su pasado, su conversión y su condición de siervo y apóstol de Jesucristo.
Pablo viene de un contexto rigurosamente religioso, con una mente formada en la
escuela farisaica.
Con la perspectiva, además, de que cada persona suele entender las realidades desde su idiosincrasia y su historia personal, Ro. 2,2‐3,8 debe ser entendido, en el caso de Pablo, desde la mentalidad de alguien que ha vivido en el judaísmo, como
fariseo, como él mismo declara en Flp 3,5, y según también He. 23,6 y 26,5.12
Los fariseos se distinguían de los saduceos en que no pertenecían a una clase social
aristócrata. Esto les llevó en alguna medida a mostrarse más celosos por la observancia
meticulosa de la ley. Por lo que los judíos fariseos se sentían muy orgullosos de la ley y de
todos los esfuerzos que hacían por guardarla, tanto a nivel ceremonial como en sus
relaciones con el prójimo y con Dios.13
En el judaísmo de los primeros siglos a.C. y de la época de Jesús predominó el empleo de nómos en un sentido absoluto. Aquí se expresa la comprensión de la ley que ha pasado ya a ser un bien común para Israel: la ley es una magnitud absoluta, independiente de la alianza. La vinculación al pueblo de Dios depende del cumplimiento de la ley; el pueblo ya no se entiende a sí mismo a partir de la historia viva de la revelación de Yahvé en diálogo con él, sino que se considera constituido
por la obediencia de la ley (‐> fariseo).14
12Carlos Elorriaga, La fuerza del evangelio (Madrid: Ediciones Paulinas, 1988), pág.
33. 13Ibid., pág. 34. 14Lothar Coenen, Erich Beyreuther y Hans Bietenhard, Diccionario teológico del
Nuevo Testamento, tomo 2 (Salamanca: Editorial "Sigueme", 1980), pág. 421.
9
La ley era el centro de la vida de cualquier buen judío y para Pablo no era menos, era el
motivo para vivir y por el cual reconocerse pueblo y pueblo de Dios. Sin la ley carecía de
sentido la comunidad y el individuo.
B. Como converso del judaísmo.
La mentalidad de Pablo hace tiempo que ha cambiado radicalmente cuando está
escribiendo la carta a los Romanos. Pablo no rechaza la ley, más bien lo que Pablo dice es
que los hacedores de la ley serán justificados (2:13), dando validez renovada a la ley. Pero
por otra parte, no está haciendo una apología de la salvación por las obras, lo cual
contradiría su teología. Pablo está diciendo, en su nueva concepción de la ley:
La ley en que confiaban resulta ser el poder que los condena y los entrega a la ira de Dios. Su conocimiento de la ley los privará de toda excusa en el juicio. La ley no puede salvarlos de la perdición. "Porque no son los oidores de la ley los justos ante
Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados" (v. 13).15
Pablo está enseñando que la justificación por la fe no ha abolido en ninguna manera el
juicio que se realizará a todos los hombres por sus acciones (2 Co. 5:10; Ro. 14:10‐12). De
ninguna manera la justificación para los que han creído en Cristo es un salvoconducto para
hacer lo que les de la gana (Ro. 6:15‐16; Ef. 2:10). No podemos pensar que Pablo esté
poniendo la ley como medio para justificarse ante Dios.
Por otra parte Pablo tampoco tenía en mente el concepto de "ley natural" que
enseñaban los estoicos, que decían que el hombre no podía existir sin permanecer en
armonía con la ley cósmica, y que el hombre encontraba el equilibrio interior cuando ese
principio innato que moraba en él, se ponía en armonía con el universo. El hombre
necesitaba esa unidad hipostática con la ley cósmica para estar vinculado con lo superior,
15Anders Nygren, pág. 107.
10
con lo divino. Esto es lo que caracteriza la mayoría de los sistemas gnósticos que tratan de
recuperar la unión con lo divino por medio de la religión.16
Así que Pablo no estaba enseñando que el hombre tuviera la ley en su corazón y que
por esto, de forma natural, pudiera cumplirla y mantener cierto tipo de relación a través
de su propia justicia con Dios.
C. Como siervo de Jesucristo.
Podemos pensar que Pablo sin lugar a dudas estaba reflexionando sobre la nueva
libertad que el hombre podía adquirir a través de Cristo. La ley revelada en los
mandamientos, la manifestación de Dios en la creación, la conciencia humana que
actuaba como un juez para el hombre están para Pablo supeditados a la revelación
absoluta de Dios en Jesucristo.
Así Pablo no se atiene a normas escritas, inalterables; lo que liga su conciencia es su relación con el Señor y con sus hermanos. Lo que él reconoce no es un marco rígido impuesto por una ley escrita, sino la relación flexible, pero mucho más apremiante, con la palabra del Señor y con los otros. Y esta, por otra parte, no hace inútiles las leyes escritas, pero les quita el carácter absoluto que adoptan a veces a los ojos de
los espíritus timoratos.17
El centro de la predicación de Pablo es Jesucristo y éste resucitado (Ro. 4:25; 1 Co.
15:15, 15:20; Ef. 1:20, 2:6; 2 Ti. 2:8). La única ley que tiene vigencia para Pablo y la única
que puede salvar es la ley cumplida en Jesucristo (Ro. 2:16, 8:2; Gá. 6:2).
Pablo está diciendo que cuando el gentil de forma instintiva, (no en el sentido estoico),
discierne el bien del mal y se inclina por hacer el bien, está obedeciendo la voluntad de
16Lothar Coenen, Erich Beyreuther y Hans Bietenhard, Diccionario Teológico del
Nuevo Testamento, tomo 2 (Salamanca: Editorial Sígueme, 1980), pág. 419. 17Xavier León-Dufour, Vocabulario de teología bíblica (Barcelona: Herder, 1975),
págs. 177-178.
11
Dios. Según esto la obediencia o desobediencia de los paganos a esa ley de la conciencia,
equivale a la obediencia o desobediencia de los judíos a la ley mosaica.18
Pablo desea ahora demostrar por qué era necesaria una revelación tal, y reúne prueba sobre prueba, evidencia sobre evidencia y texto sobre texto para reafirmar el hecho solemne de que el hombre no tiene ninguna justicia propia. Tanto por naturaleza como por práctica el ser humano es totalmente injusto y pecador, y está en deuda con un Dios de infinita santidad cuyo trono está establecido y basado en la
justicia.19
18Hunter A. M., La epístola a los Romanos (Buenos Aires: "La Aurora", 1959), pág.
43. 19H. A. Ironside, pág. 26.
12
III. LA LEY Y LAS OBRAS DE LA LEY.
A. Por la ley nadie será salvo.
Si tomamos el texto que estamos analizando y lo sacamos de su contexto podríamos
dar a entender que Dios acepta a cualquier hombre que buenamente hace lo que puede y
que por sus propias fuerzas trata de alcanzar el cielo y justificarse delante del creador por
algún mérito propio. Como ya hemos visto anteriormente, Pablo enseña que Dios juzgará
a todos los hombres por medio de la ley mosaica o por la ley que hay en sus conciencias,
la cual es un preconocimiento del evangelio, ya que Dios se ha revelado a los hombre de
muy diversa maneras.
Si se considera a un pagano honrando a sus padres o amando a su prójimo, al realizar dichas acciones, cumplía sin saberlo ‐los mandamientos de Dios y a pesar de su ignorancia y ceguedad era mucho más del agrado de Dios que un judío infiel con todos sus pretendidos conocimientos y sus privilegios religiosos. Sin embargo esto no invalida el serio principio establecido en el v.12: que todos los que han pecado sin ley, perecerán también sin ley, y que todos cuantos pecaron bajo la ley serán
juzgados por la ley.20
En multitud de ocasiones hemos oído preguntar: ¿cómo es que Dios va a condenar a
personas que nunca han oído hablar de Jesucristo y que conocen el plan redentor de
Dios? La contestación la da Pablo en este pasaje: los paganos si conocen a Dios de alguna
manera. No se les juzgará por rechazar a alguien de quien nunca escucharon, esto es a
Jesús. Pero se les pedirán cuentas y se les juzgará de acuerdo al conocimiento de la
verdad que tienen y a su fidelidad a esa verdad de la que son conocedores.21 (2: 25‐27).
Así pues tanto judíos como paganos serán juzgados de una u otra manera por la ley y
ante la ley todos son transgresores, por tanto culpables. Esto enseña Pablo (3: 9‐11).
20Rudolph Brockhaus, Pensamientos sobre la epístola a los Romanos (Calif. E.E.U.U.:
Ed. "Las Buenas Nuevas", 1970), pág. 34. 21Frank M. Boyd, Estudios bíblicos de las epístolas: Romanos (Miss. E.E.U.U.: VIDA,
1955), pág. 16.
13
B. La ley sin obras.
El propósito de hablar de la ley sin obras es el de presentar la ley mosaica como la
revelación especial que Dios hizo de sí mismo al pueblo de Israel. Dios manifestó su
carácter y su naturaleza santa a través de la ley, enseñando al pueblo sus demandas de
forma específica, lo que obligaba al pueblo de una forma concreta a responder a esa ley
escrita (2:17‐20).
El beneficio de la ley no provenía de estar en la tradición histórica en que fue dada. Ni tampoco se hallaba el beneficio de la ley en estar identificados con aquellos a cuyo cuidado había sido encomendada. Ni estar escuchándola cuando se leía cada sábado en al sinagoga. Ciertamente estas eran ventajas potenciales. Pero Pablo sienta bien clara la verdad de que a los judíos no les significaba ningún provecho el
poseer la ley si no la obedecían.22
Así vemos que la persona que está bajo la ley, en primer lugar es necesario que cumpla
la ley en su totalidad (Gá. 3:10; Dt. 27:26), y sólo el que cumple la ley de esta manera será
justificado y vivirá (Gá. 3:13; Lv. 18:5; Ro. 2:13). El que hace las obras de la ley será
justificado, el que no, condenado (Gá. 3:10; Ro. 2:12). La ley no hace justo al oyente, el
hecho de conocerla no es suficiente para hacer justo al hombre ante Dios. La justificación
se realiza sólo por la fe en Jesucristo, quien puede hacer lo que para la ley es imposible,
vivificar al hombre (Gá. 3:26). Así pues, la ley no "hace" más que darnos un conocimiento aterrador del pecado, que no puede salvarnos (Ro. 3,20; 7,7) y provoca un grito de auxilio ante la propia situación desesperada (Ro. 7,24), de la que sólo puede salir con la ayuda de Cristo
(Ro. 7,25).23
La única conclusión a la que podemos llegar es que la ley sin obras es incapaz de
justificar a quien por medio de ella se acerca a Dios. Es más, es la misma ley la que señala
el pecado de todos los hombres que tratan de justificarse por medio de sus preceptos y
22Jack W. MacGorman, pág. 38. 23Lothar Coenen, Erich Beyreuther y Hans Bieterhard, Diccionario teológico del Nuevo
Testamento, tomo 2 (Salamanca: Sígueme, 1980), pág. 424.
14
enseñanzas. Los judíos que se jactaban de tener la ley no eran muy privilegiados desde
este punto de vista, sino más responsables y culpables.
C. Las obras sin la ley.
Si la ley no justifica, entonces qué sucede cuando los hombres cumplen con los
preceptos de la ley. ¿Sirve para algo vivir de acuerdo con sus mandamientos?. Parece
evidente que las obras de la ley es por lo que cada uno dará cuentas delante del tribunal
de Cristo, según enseña el apóstol en este pasaje (2: 5‐10). Se podría entender en este
caso que los paganos que no han tenido la ley escrita, son los que agradan a Dios,
mientras que los judíos que han recibido la ley escrita están condenados por incumplirla.
Pablo afirma lo contrario en el v. 14 y lo hace dos veces para mayor seguridad. Tampoco habla de una ley escrita en el corazón; pues en tal caso los gentiles poseerían realmente la ley de una manera más íntima que los judíos que la tenían en tablas de piedra o en el libro sagrado. Evidentemente el apóstol pensaba en la sentencia de Jeremías 31:32 acerca de la ley escrita en el corazón. Sin embargo
evita mencionar el término "ley". No dice ley, sino pacto.24
Pablo hace énfasis en la importancia de las obras de la ley, haciendo al mismo tiempo
una diferencia importante entre estas obras y la ley misma. Las obras, entre los gentiles,
no son sino el resultado del bien hacer con relación al discernimiento que Dios ha dado a
todos los hombres respecto del bien y del mal. Las obras entre los judíos son así mismo el
resultado del bien hacer que Dios ha dado a Israel por medio de preceptos y
mandamientos expresado en la ley escrita. Es sobre esta base sobre la que Dios puede
juzgar a los hombres por igual (2:14‐16).
Dios no ha escrito "la ley" en el corazón de los gentiles en el sentido de que tuvieran por naturaleza un principio general al cual sujetar su situación concreta y sacar conclusiones acerca de como actuar en esa situación. Escribió en sus corazones "la obra de la ley", de modo que si en el caso concreto obran de manera distinta,
tengan conciencia de que han hecho lo malo. "Dando testimonio su conciencia".25
24Anders Nygren, págs. 108-109. 25Ibid., pág. 109.
15
Por tanto aún sin ley los gentiles no están justificados, ya que en cada situación tienen
conciencia de como deben actuar.
16
IV. LOS JUICIOS DE DIOS SON TODOS JUSTOS.
A. Dios juzga según la verdad.
En esta sección hemos de ver como es que los juicios de Dios son según verdad, por
tanto verdaderos. Como ya vimos en el comentario del v. 11, en Dios no hay favoritismo,
ni distinción entre las personas, también hemos estado viendo que tanto judíos como
gentiles serán juzgados sobre la misma base, su conocimiento de la voluntad divina y las
respuesta a éste. Si no fuera así los juicios de Dios no serían verdaderos. La verdad no
cambia según las circunstancias o los tiempos.
El pecado del hombre es en contra de Dios. Para que él abrogue su propia justicia y deje en libertad al hombre de la pena que su pecado merece, esto sería nulificar su ley y su gobierno. Como Juez de todo el mundo, Dios debe pasar su juicio sobre
todo pecado.26
La verdad es que todos han pecado y por tanto todos están separados de la gloria de
Dios. La verdad es que cada uno nos descarriamos como ovejas y cada cual siguió su
propio camino. La verdad es que cuando aún éramos sus enemigos Cristo murió por
nosotros.
Cristo Jesús con su muerte en la cruz recibe sobre sí la condenación que merecíamos
todos los hombres, el se hace representante de todos los hombres, es hecho maldición y
pecados por nosotros (Gá. 3:13; 2 Co. 5:21), en la cruz Jesús estaba siendo sufriendo la
sentencia del juicio que nos correspondía a nosotros. De esta manera Jesús cumple las
exigencias de la ley (Fil. 2:8), de esta manera Cristo no es que anula la ley, sino que la
cumple y la confirma (Ro. 3:31). Por tanto es la fe lo que nos libera de la maldición de la
ley (1 Co. 9:20), y la función de la ley fuera de Cristo ha llegado a su término en la historia
de la salvación (Ro. 5:20).27
26Harold J. Brokke, pág. 41. 27Lothar Coenen, Erich Beireuther, Hans Bietenhard, Diccionario teológico del Nuevo
Testamento, tomo 2 (Salamanca: Sígueme, 1980), pág. 423.
17
El conocimiento y la verdad se han revelado en Cristo, lo que hace una profunda
diferencia con respecto a la ley, ya que la plenitud de la revelación no ha venido por
medio de ésta (Jn. 1:1‐7). Jesús recrimina a los judíos que apelaran a Moisés como un
acto de autojustificación, y sin embargo no hay ni uno que cumpla la ley a la que apelan.
"El arremete con la práctica pedante y autosuficiente de la ley y se pone a favor de la
salvación y del perdón".28
Si Dios no juzgara de acuerdo a la revelación que cada uno de acuerdo a la revelación
que han recibido, no sería verdadero ni justo. Es así que el juicio de Dios es según verdad
y misericordia, este es el mensaje del evangelio, en base al cual se juzgará a los hombres, y
no según una ley escrita solamente.
B. Dios juzga según las obras.
Podemos decir también que el juicio de Dios no está basado sobre la ciencia del bien y
del mal, sino sobre la práctica, las obras de cada individuo. Pero aún tenemos que
entender algo más, no sobre la apariencia de las obras de cada cual, ya que su juicio es
verdadero; más bien sobre la actitud y motivación de cada una de las obras de los
hombres. Dios juzgará lo secreto, lo oculto, lo íntimo y lo privado, es decir, las intenciones
con las que dichas obras han sido realizadas. Es aquí donde Pablo habla de la conciencia
del hombre.
Por medio de la conciencia Dios escribió sobre los corazones de los gentiles lo que la ley requería. La conciencia de ellos ejercía las funciones de un juez moral: por una parte, condenando un pensamiento o acción; por la otra, defendiéndolo. De este modo Pablo trae a todos los hombres, gentiles tanto como judíos, bajo la ley de
Dios.29
Dice el texto que los gentiles no tienen las cosas de la ley, evidentemente se refiere a
los estatutos y a los mandamientos que han sido dados de forma escrita, y hacen lo que la
28Ibid., pág. 426. 29Jack W. MacGorman, pág. 39.
18
ley estipula, ellos mismos establecen esos principios legales apoyados por sus costumbres
y por su comportamientos, regidos y juzgados por sus conciencias que les indican lo que
es bueno y malo.
Esta afirmación restituida a su contexto, significa que el juicio de Dios no versa sobre la ciencia del bien y del mal, sino sobre la práctica. Y ésta es determinada en última instancia no ya por la ley revelada, sino por la conciencia del bien y del mal: en ella se manifiesta la voluntad de Dios. Así Adán, después de haber desobedecido a Dios,
tiene conciencia de su desnudez y huye de la faz de Dios (Gén 3, 8ss).30
Por lo tanto a pesar de que el hombre en su condición de criatura caída no reconozca a
Dios como su creador (Ro. 1:19 ss.), y aunque no haya recibido la ley revelada, el hombre
nace en una relación especial con Dios y en su vida toma decisiones y reacciona de
acuerdo a esa relación de criatura y creador.31
C. Dios juzga según la luz.
De esta manera el juicio de Dios se produce de acuerdo a la luz que cada hombre haya
recibido y en su respuesta a ese entendimiento. No podrían ser justos los juicios de Dios si
se nos juzgara por algo que ignoramos absolutamente. Pero en la medida que
conocemos, somos responsables y por tanto se nos demanda una respuesta correcta hacia
aquello que sabemos.
Al hombre judío se le hace responsable por poseer la ley y al gentil que no está exento
de cualquier responsabilidad ya que posee de una conciencia moral, la cual le hace darse
cuenta de la realidad de lo que debe y no debe hacer incluso la intención secreta de su
comportamiento, que determina sus actitudes en base a las cuales realiza sus obras.
El juicio secreto de cada hombre durante la vida y en el momento de la muerte, la fe y la incredulidad deciden; para mostrar la justicia de este juicio secreto en público,
30Xavier León-Dugour, pág. 178. 31Ibid.
19
ante el universo, las obras sirven como la evidencia que todos pueden ver. Como la
fe tiene sus obras innatas, también la incredulidad tiene las suyas.32
32Juan H. Schaal, El camino real de Romanos (Mich.: E.E.U.U.: Sibcomisión de
Literatura Cristiana, 1977), pág. 42.
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V. LA LEY DE LA CONCIENCIA Y DEL EVANGELIO.
A. Dios no se deja sin testimonio.
Aunque existan personas a las que nunca se les anunció las Buenas Nuevas de
salvación, que nunca oyeron acerca de la ley de Moisés, ni escucharon hablar de
Jesucristo, estas personas no han quedado ni quedarán sin testimonio en ninguna época
ya que Dios ha provisto el medio de revelar su voluntad y propósitos básicos, la
conciencia, que muestra la prioridad de la fe, la esperanza y el amor (1 Co. 13:12‐13).
El vocablo griego (suneidesis) se había popularizado en el griego helenístico, pero en los escritos de Pablo adquiere una importancia antes desconocida, llegando a señalar el testigo interno, que, como árbitro moral, examina y pronuncia sentencia
sobre la conducta del hombre.33
Pablo ya señala claramente en (1:19‐23), que los gentiles tienen evidencias más que
sobradas para reconocer a Dios, pero también reconoce que no están dispuestos ha
hacerlo. Cuando un hombre comete violencia contra otro hombre desposeyéndolo de su
valor como ser creado a la imagen de Dios, o por lo menos como a igual, se manifiesta
claramente el contraste entre la justicia y la perversión. De igual manera cuando el
hombre cambia la gloria de Dios por la gloria humana se ve el contraste entre lo divino y lo
humano, quedando patente en el hombre su condición.
Es aquella voz independiente en sumo grado del hombre, que está en su interior y en la que se manifiesta un cierto apercibimiento del bien y de lo justo. La conciencia es testigo y juez; testigo, por cuanto que conoce las exigencias de Dios y actúa en favor de las mismas; juez, porque en un diálogo vivo con el hombre
juzga su pensamiento y actuación, y le somete al juicio de Dios.34
33Ernesto Trenchard, pág. 107. 34Otto Kuss, Carta a los Romanos, a los Corintios y a los Gálatas (Barcelona: Herder,
1976), pág, 49.
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Los hombres son responsables de lo que saben o de lo que podrían saber si quisieran.
En el evangelio de Juan leemos quienes son los rechazan el testimonio de Dios, los que se
ocultaron en la mentira y el engaño porque sus obras eran malas, no porque Dios no se les
revelara.
B. Todos están bajo la ley.
Puesto que Dios se ha manifestado a todos los hombre bien sea por la ley escrita, por
la creación y por medio de la conciencia del hombre, no hay excusa para Pablo. El juicio
será para todos. Un juicio basado en las obras de la ley moral que Dios ha revelado de una
u otra forma. Pero leemos en Gálatas 2:16 ". . . nadie será justificado a base de las obras
de la ley." Entonces qué ha de ocurrir con los pueblos paganos que actúan según su
conciencia con relación a dichas obras.
Quién puede decir que no ha fallado en algo, que no ha ignorado voluntariamente lo
que sabía que era correcto para hacer lo contrario por conveniencia volviendo
conscientemente las espaldas a la verdad, deshonrando así a Dios en lugar de darle gloria,
quien no ha seguido sus caminos separándose de lo recto y lo justo. Nadie puede
declararse inocente.35
La función de la conciencia se presenta aquí en su plena operación. La conciencia desempeña dos funciones. Ella dice antes de que se haga una obra, "hazla, o no la hagas" y después que está hecha acusa o excusa. Hay "una función anterior y una
función posterior".36
Viendo retrospectivamente los vv. 12‐16 podríamos entender que Pablo está tratando
de demostrar que los gentiles cumplen la ley después de haberlos condenado en el
capítulo uno. Pero lo que Pablo está haciendo es mostrar que la confianza en la ley por
35H. A. Ironside, págs. 37-38. 36Juan H. Schaal, pág. 46.
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parte de los judíos es injustificada, ya que los gentiles que no la tienen, hacen lo que ésta
demanda. La diferencia está en el conocimiento de la ley y su cumplimiento.
Pero dentro de un contexto más amplio lo que se dice es que tanto gentiles como
judíos son pecadores y que todos están bajo la ira de Dios. El mensaje central de lo que
Pablo está diciendo es el siguiente:
Esta característica negativa da a los mencionados versículos su nota especial que aparece con mayor nitidez en el versículo 12: "Todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados". "Bajo la ley" y "sin ley" ‐ahí está la diferencia. Todos han pecado ‐ ahí está lo que tienen
en común.37
Este es el mensaje central, en este texto, sobre lo que Pablo está tratando. Por tanto si
queremos entender correctamente lo que implica la conciencia de los pueblos paganos y
su culpabilidad y la base sobre la que se les ha de juzgar, hemos de entender que tanto
unos como otros están condenados
C. La necesidad universal del evangelio.
Sea que los gentiles y su hacer las obras de la ley sean un ejemplo para demostrar la
condenación tanto de judíos como de gentiles con relación a la ley, o que los gentiles sean
tratados por una parte y los judíos por otra para llegar a la conclusión de que son las obras
de la ley lo que cuentan para todos, según la luz que cada uno ha recibido, la única
conclusión a la que podemos llegar sin destruir el pasaje, es la necesidad universal del
evangelio de Jesucristo, tanto de judíos como de gentiles.
El pecado es tanto actitud como acto. Es la resolución mental en contra de Dios y de su voluntad. Esta actitud produce actos que son destructivos tanto para el individuo como para las relaciones básicas que uno tiene con otros. El frenar los actos individuales del pecado solamente es controlar los síntomas de un problema mucho
37Anders Nygren, pags. 112-113.
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más profundo. En su raíz, el pecado es el poner en primer lugar el yo por sobre Dios.
Es la rebelión de la auto voluntad en contraste con la obediencia de la fe.38
Si todos los hombres han pecado y todos están destituidos de la gloria de Dios, todos
están expectantes del juicio venidero, pero ese juicio se realizará de acuerdo al evangelio
de Jesucristo, en base a la respuesta que cada hombre haya dado a la revelación que haya
tenido de parte de Dios, esto es un juicio de obras y un juicio basado en la justicia, donde
a nadie se le puede exigir aquello que ignora realmente, no lo que ha querido ignorar
voluntariamente. Un juicio de los secretos, de las intenciones y actitudes. Un juicio donde
se manifestarán las cosas ocultas. Pero la base de este juicio será la verdad, el amor y la
misericordia que Dios ha demostrado a través de su revelación en Jesucristo.
El tema no es fácil, y hemos de recordar : a) La obra de Cruz es fundamental para toda manifestación de misericordia; b) las operaciones de la gracia de Dios sin las cuales ningún ser humano puede percibir ni obrar el bien; c) que Dios escudriña el corazón de todos y sabe todos sus intentos.
Por lo que necesitamos reconocer una vez más la necesidad urgente de realizar una
evangelización eficaz, constante y progresiva. Teniendo en mente que el evangelio no es
algo para conocer, sino para experimentar y compartir de acuerdo al gran mandamiento y
a la gran comisión. Dios es por otra parte, soberano y juez justo, conocedor de los
corazones y de los secretos de los hombre y podemos esta seguros que el no dará al
culpable por inocente, ni al inocente por culpable.
38Davis Vernon, pág. 15.
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CONCLUSIÓN.
Para concluir es necesario decir que debemos mantener siempre la atención a la hora
estudiar cualquier texto bíblico, sobre todo los textos que entrañan dificultad en su
interpretación. No podemos ignorar el contexto en el que se presentan las verdades
reveladas en la Biblia, y en este texto en particular, si lo hiciéramos así, perderíamos de
vista la universalidad del pecado y la imparcialidad divina a la hora de juzgarlo.
Pablo como buen judío y fariseo, tenía un concepto muy claro de la importancia de la
ley, pero su entendimiento había sido renovado, la ley para el suponía la máxima
revelación de Dios hasta que conoció al Cristo resucitado, en quien ahora veía la totalidad
de la ley cumplida en su favor y podía saberse justificado sin las obras de la ley. Pero
además entendía también cual era la condición de todo hombre que no estuviera bajo el
señorío de Jesucristo por lo que su intención era predicar el mensaje de salvación tanto
para judíos como griegos.
El dilema que se presenta en este texto es la condición del hombre bajo la ley y la
condición del hombre bajo la ley moral. Pero el dilema se soluciona cuando Pablo dice
que tanto unos como otros perecerán y serán juzgados por su obediencia traducida en
obras. Este juicio se ha de realizar en justicia, según verdad y a la luz de la revelación que
cada hombre haya recibido.
Ya que Dios no se deja a sí mismo sin testimonio, de una forma u otra todos están bajo
algún tipo de ley, por lo que todo hombre que de alguna manera juzga en base a cualquier
principio moral, se condena a sí mismo, ya que él mismo quebranta los principios que ha
establecido. Todos están condenados, no hay justo ni aún uno, no hay que busque a Dios,
todos se desviaron. Esta es la triste condición del hombre sin Dios, de ahí la necesidad del
evangelio de Jesucristo.
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