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númeRos 249-250 segUndo Y teRceR tRimestRes de 2009 3 INTRODUCCIÓN Después de casi un siglo de publica- do el amplio estudio de Wauchope (1938) sobre la vivienda en el área maya, varias preguntas acerca del origen prehispánico o colonial de la casa maya yucateca todavía no han sido respondidas adecuadamente. En este trabajo planteo que la casa maya yucateca como la conocemos hoy sur- gió a partir de una modificación exi- gida por la hamaca de henequén que comenzó a ser utilizada para dormir por la población maya cuando agoni- zaba el siglo XVII. Aunque no lo pa- rece a primera vista, la historia de la desaparecida hamaca de henequén es la clave que nos arrojará luces sobre muchas preguntas referidas al tema del espacio y el poder en las comu- nidades mayas durante el periodo colonial. No es exagerado decir que la utili- zación de objetos domésticos inventa- dos por los propios mayas es un tema soslayado por los investigadores en ciencias sociales, especializados en la historia de esta región de México. Lo cual no es casualidad, pues como apuntan varios especialistas (Loshe y Valdez, 2004:2), a pesar que en tiem- pos precolombinos los individuos del común (o comuneros, que no perte- necían a las elites) constituían alrede- dor del 98 por ciento de la población, nuestra percepción de ellos frecuen- temente está basada en una compara- ción con las elites y no en sus propios términos. A juzgar por las fuentes históricas disponibles y revisadas, la sustitu- ción que hicieron los mayas de la bar- bacoa 1 (o camastro: cama hecha de palos) por la hamaca de henequén no La invención de la casa maya de Yucatán* desde la academia Othón Baños Ramírez** * Una versión previa de este ensayo con el título "L'invention du hamac et la maison maya au Yucatán", ha sido publicada en la Revista Antropológica, Vol. 51, Núm.1, 2009, de la Societé Canadienne d'Anthropólogie, pp. 209-223. ** Quisiera agradecer a mis colegas Sergio Quezada e Hilaria Máas Collí, sus comentarios pun- tuales y críticos formulados a partir de una versión temprana de este ensayo. De igual for- ma, aprecio la ayuda valiosa de Ceydi Patricia Alonzo Farfán, Angélica Álvarez Quiñones y Omar Toscano. Empero, las ideas y omisiones son responsabilidad mía. Othón Baños Ramírez. Profe- sor investigador de la Uni- dad de Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones Regionales Dr. Hideyo No- guchi de la UADY. Doctor en Sociología, autor de nume- rosos libros sobre problemas campesinos de Yucatán. [email protected]

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INTRODUCCIÓNDespués de casi un siglo de publica-do el amplio estudio de Wauchope (1938) sobre la vivienda en el área maya, varias preguntas acerca del origen prehispánico o colonial de la casa maya yucateca todavía no han sido respondidas adecuadamente. En este trabajo planteo que la casa maya yucateca como la conocemos hoy sur-gió a partir de una modificación exi-gida por la hamaca de henequén que comenzó a ser utilizada para dormir por la población maya cuando agoni-zaba el siglo XVII. Aunque no lo pa-rece a primera vista, la historia de la desaparecida hamaca de henequén es la clave que nos arrojará luces sobre muchas preguntas referidas al tema del espacio y el poder en las comu-nidades mayas durante el periodo colonial.

No es exagerado decir que la utili-zación de objetos domésticos inventa-dos por los propios mayas es un tema soslayado por los investigadores en ciencias sociales, especializados en la historia de esta región de México. Lo cual no es casualidad, pues como apuntan varios especialistas (Loshe y Valdez, 2004:2), a pesar que en tiem-pos precolombinos los individuos del común (o comuneros, que no perte-necían a las elites) constituían alrede-dor del 98 por ciento de la población, nuestra percepción de ellos frecuen-temente está basada en una compara-ción con las elites y no en sus propios términos. A juzgar por las fuentes históricas disponibles y revisadas, la sustitu-ción que hicieron los mayas de la bar-bacoa1 (o camastro: cama hecha de palos) por la hamaca de henequén no

La invención de la casa maya de Yucatán*

desde la academia

Othón Baños Ramírez**

* Una versión previa de este ensayo con el título "L'invention du hamac et la maison maya au Yucatán", ha sido publicada en la Revista Antropológica, Vol. 51, Núm.1, 2009, de la Societé Canadienne d'Anthropólogie, pp. 209-223.

** Quisiera agradecer a mis colegas Sergio Quezada e Hilaria Máas Collí, sus comentarios pun-tuales y críticos formulados a partir de una versión temprana de este ensayo. De igual for-ma, aprecio la ayuda valiosa de Ceydi Patricia Alonzo Farfán, Angélica Álvarez Quiñones y Omar Toscano. Empero, las ideas y omisiones son responsabilidad mía.

Othón Baños Ramírez. Profe-sor investigador de la Uni-dad de Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones Regionales Dr. Hideyo No-guchi de la UADY. Doctor en Sociología, autor de nume-rosos libros sobre problemas campesinos de Yucatá[email protected]

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se le confirió importancia alguna. En todo caso, si las hay, se desconocen las referencias. Menos aún sabemos sobre los cambios que hicieron dichos comuneros en sus casas2 para adap-tarlas al nuevo objeto utilizado para dormir. Estos hechos sociales, mere-cen, no me queda duda, una investi-gación más amplia y detallada que la llevada a cabo para escribir este breve ensayo. Mi objetivo en este trabajo es señalar la capacidad de cambio social que en un momento dado adquirió un objeto doméstico: la hamaca, y de pasada abrir algunas inquietudes y preguntas en torno de la magnitud y significado de dichos eventos locales para el entendimiento de la cultura de los comuneros mayas como tales. Los historiadores de la cultura maya han reconocido varias etapas o épo-cas de su devenir histórico. Morley, por ejemplo, reconoce tres épocas: la del Preclásico de 1500 antes de Cristo a 317 después de Cristo; la del Clási-co del año 317 al 889; y la del Posclá-sico del 889 al año 1697, cuando los últimos mayas organizados fueron conquistados (Morley, 1972:54). De igual forma, bajo el régimen colonial la organización social y política de la comunidad maya fue una al inicio (Farriss, 1984) y otra en el momento que surge el movimiento de indepen-dencia (Patch, 1990; Quezada, 1993; Güémez Pineda, 1994). Verdad de Perogrullo, pero debemos recordar: la maya, al igual que otras colectividades

humanas, jamás ha sido monolítica ni permanecido estática. Uno de esos cambios, que a pri-mera vista parece simple fue cambiar el modo de dormir sustituyendo el camastro (barbacoa) por la hamaca de henequén. Los mayas que lucha-ron contra los conquistadores espa-ñoles no conocían el arte de dormir en hamaca y transcurrió más de un siglo de colonización antes que sus descendientes la adoptaran como el objeto predilecto para descansar y dormir. Enseguida veremos que di-cho cambio fue de gran trascenden-cia comunitaria ya que la hamaca no sólo fue adoptada sino que adaptada a la cultura local. Los viajeros euro-peos y norteamericanos que vinieron a la Península de Yucatán a fines del siglo XVIII y durante el siglo XIX ob-servaron, admirados, que en esta re-gión prácticamente toda la población, fueran habitantes de la ciudad o de un rancho, hombres, mujeres y niños, todos, dormían en hamaca. Incluso llegaron a pensar que era un objeto propio de la cultura maya prehispá-nica porque las que vieron, y utiliza-ron ellos mismos, eran hamacas de henequén, material que abunda en esta región. En el presente trabajo sostengo que posiblemente en los últimos años del siglo XVII gracias a la planta del henequén —de la cual se extraía la fi-bra con la que se fabricó un hilo tos-co, similar al hilo de algodón—, los

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mayas pudieron adoptar como suya la hamaca originaria del Caribe. El henequén es fundamental para en-tender el surgimiento de una versión yucateca de la hamaca. ¿Quién pro-movió la hamaca entre los mayas?, ¿cuándo y cómo la hizo llegar? No se sabe. Obviamente, la adopción de la hamaca por parte de los mayas no se hizo de la noche a la mañana sino que implicó un proceso que proba-blemente duró varias décadas, sobre todo porque en la esfera de la fami-lia la adopción de la hamaca era una decisión difícil, puesto que, aparte de construir una nueva casa con nuevas dimensiones y estructura, diferente al de las viejas casonas que albergaban los camastros donde dormían, temían que fuera un objeto inaccesible a su condición económica. El dominio de

la técnica del urdido de la hamaca fue el primer paso para desencadenar un proceso de largo alcance social. Me apresuro a decir que llego a tales hipótesis de trabajo, sobre la base de: 1) la observación y el análi-sis de las transformaciones de las vi-viendas3 rurales contemporáneas de Yucatán, en concreto la tendencia de la población maya rural —opuesta a la antes mencionada— de cambiar sus hábitos de dormir en hamaca (de nailon y algodón) por hacerlo en la cama, con lo cual, entre otras cosas, la cama se vuelve un objeto que dic-ta la nueva configuración del espacio residencial de la población maya del medio rural yucateco. Subrayé en dos ensayos publicados (Baños, 2002 y 2003), que lo realmente nuevo de aquella tendencia, era la celeridad

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del proceso de sustitución de aquella jerarquía de la hamaca por la cama, en comparación con las décadas pa-sadas —incluso siglos— en que la casa típica no había sufrido cambios. Dicha celeridad revela la verdadera profundidad del proceso, o si se quie-re, nos advierte hasta dónde ha ca-lado un nuevo valor en el repertorio de la comunidad, el de la privacidad, que viene acompañado con otros va-lores propios de la modernidad social que campea hoy día en todo el país. Y 2), de otra parte tras la revisión de varias fuentes históricas para co-nocer la forma de organización del entorno habitacional maya4 en los primeros años y durante la conquis-ta, lo cual comentaré ampliamente más adelante. Mis preguntas inicia-les fueron: ¿Cómo estaban organi-zados los espacios de la casa maya?, ¿cómo dormían?, ¿qué objetos do-mésticos había en la casa? La clave para ensamblar el núcleo de ideas de este ensayo fue advertir que el término genérico hamaca, manejado por Irigoyen (1974) junto con otros muchos autores, hace referencia a un grupo de objetos similares pero no iguales. Mucho tiempo manejé di-cho término sin conferir importancia alguna al material del cual estaban fabricadas. Ahora puedo afirmar ca-tegóricamente que "hamaca" es una palabra esponja (y por lo tanto, di-ría Bachelard, es un obstáculo epis-temológico), puesto que escamotea

la verdadera hamaca yucateca, la hamaca de henequén, ya desapare-cida, que inventaron los mayas de esta región de México. La hamaca de henequén es la verdaderamente re-volucionaria del espacio doméstico maya. No sólo cambió el modo de dormir de un pueblo compuesto por muchos miles de personas sino que dio paso al diseño de una nueva casa sólida, fuerte, confortable y de una sola pieza multifuncional, a la casa maya convertida con el tiempo en un arquetipo universal.

ANTECEDENTES: UNA BREVE REVISIÓNAntes de entrar propiamente en ma-teria, parece conveniente revisar las ideas sobre la casa, la vivienda y la organización espacial mayas que ma-nejan algunos estudiosos del tema.5 Robert Wauchope en 1934 afir-maba: sabemos bien poco acerca de la gente que constituyó el poder hu-mano que hizo posible la construc-ción de las pirámides y los palacios (1934:113). En ese mismo sentido, en un excelente trabajo sobre los estereo-tipos y la realidad en torno de los co-muneros mayas, Joyce Marcus señala: todos los estudiosos reconocen que el trabajo de los comuneros fue esencial para construir las ciudades, mante-ner las diversas estrategias agrícolas, el movimiento de bienes entre sitios, la producción de artesanías, y en ge-neral en la creación de una economía

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próspera (2004:255), sin embargo la información sobre ellos es escasa. En suma, a los arqueólogos les preocupa y se ocupan del tema, pero todavía no saben con exactitud cómo eran sus casas ni dónde vivían estos comuneros mayas precolombinos, aunque hay evidencias arqueológicas de las casas de la gente que habitaba cerca de las ciudades mayas. Son pocos los estudiosos yucate-cos que abordan el tema de la casa y vivienda mayas como tales, aunque frecuentemente se les menciona de pasada.6 Lucía Tello Peón es pione-ra en el intento interpretativo a pro-fundidad de la casa —vivienda dice ella— maya. En su ensayo intitulado "La vivienda maya: persistencia de la tradición vernácula", considera que por medio de algunos escritos, como el de Diego de Landa, La relación de las cosas de Yucatán, podemos saber que la vivienda (vernácula yucate-ca, como ella la denomina) data de épocas anteriores a la llegada de los españoles (Tello Peón, 1995:61-62). Evidentemente, Tello Peón hizo una lectura incorrecta del texto de Landa, como demostraré más adelante. No obstante, andaba sobre la pista más valiosa, que es el testimonio del re-ligioso franciscano escrito en el año 1560, nombrado obispo de Yucatán en 1572. Una reformulación de esta mis-ma idea se puede encontrar en Chico Ponce de León y Tello Peón (1997:31),

quienes sostienen: "A pesar de lenta evolución de muchos siglos por la que ha pasado la 'casa maya' para definir características espaciales, técnico-constructivas, funcionales, ambientales y expresivas, existe evi-dencia arqueológica de que asenta-mientos prehispánicos muy antiguos poseían características similares al del hábitat vernáculo que ha llega-do a nuestros días." Otros autores señalan que tales evidencias arqueo-lógicas no son contundentes, ya que podrían corresponder a la elite y no a la gente del común (Robles Castella-nos, 1991; Marcus, 2004). Más tarde, en el Atlas de procesos territoriales de Yucatán, Tello Peón (1999:286) amplía sus argumentos citados: "La vivienda que se consi-dera como tradicional del pueblo yucateco, que data de épocas ante-riores a la llegada de los españoles, es la vivienda que se define como vivienda vernácula o casa maya. [ ] Esta vivienda presenta una identi-dad específica muy fuerte por ser producto decantado de experiencias de siglos, deriva de la transmisión de habilidades y conocimientos que ha respetado las características am-bientales (clima, imagen, recursos naturales) y socioculturales tradi-cionales (economía, uso de los es-pacios, modo de vida, actividades, etcétera)." La autora reitera la idea de que la casa —o, vivienda en sus términos— maya tradicional data de

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épocas anteriores a la llegada de los españoles, lo cual como veremos más adelante es inexacto. Por su parte, Repetto Tio (1991:12) encuentra que en la literatura arqueológica sobre los mayas, en for-ma generalizada se ha considerado que en la tradición constructiva de las casas habitación existe una continui-dad ininterrumpida, desde la época prehispánica hasta nuestros días. Si por "tradición constructiva" se refiere a la manera de hacer y no de diseñar la casa, la observación es acertada. La casa se hacía con la ayuda de todos los miembros de la familia y a veces con la ayuda de otros miembros de la comunidad, pero la vivienda es otra cosa, es una construcción analítica relacionada con el conjunto habitado por la familia. Robles Castellanos (1991:6-10) sostiene que desde varios años atrás ha habido un interés entre arqueó-logos y etnólogos en el estudio de la estructura familiar (parentesco) maya prehispánica y la composición habitacional, con la idea de que esto permita la comprensión de la organi-zación de los asentamientos y la so-ciedad mayas antiguas. Según él, en cuanto a las unidades familiares rela-cionadas con las casas individuales, los reportes y documentos oficiales de principios de la colonia informan que prevalecieron entre los mayas yucatecos las familias extensas patri-lineales y patrilocales asentadas en

unidades habitacionales individua-les. Además de las casas individuales, prosigue, probablemente habitadas por familias extensas patrilocales (supongo debieron ser amplias para dar cabida a varios camastros) distri-buidas alrededor de "edificios centra-les", parecen ser características de las comunidades del norte de Yucatán, desde tiempos Preclásicos hasta la conquista española. Apoyado en Roys y en Cook y Borah, el citado autor menciona que la conquista española del norte de Yucatán estableció un nuevo orden económico, el cual hacia finales del siglo XVI modificó la habitación na-tiva, así como la organización de los asentamientos (Robles Castellanos, 1991:6). En ese orden de ideas, Cook y Borah (1978:37) afirman que hubo una modificación de la vivienda maya nativa. En efecto, así ocurrió. Llegan a esta conclusión sobre la base de la información contenida Relaciones his-tórico-geográfica de Yucatán, que es una fuente histórica muy valiosa. Hay que señalar que estos autores bus-caban calcular la población de la Pe-nínsula mediante métodos indirectos que permiten las fuentes históricas. El número promedio de habitantes por vivienda les pareció un dato útil. Establecieron el número promedio de casas que había en el solar. Con esos datos hicieron sus cuentas. Cook y Borah no hablan propiamente de las características físicas de la casa nativa,

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por lo que la interpretación de Robles me parece equivocada ya que descui-da varios detalles metodológicos de los autores norteamericanos y no dis-tingue entre casa y vivienda. Ya está plenamente aceptado que los mayas antes de la conquista ha-bitaban en caseríos dispersos en el monte (Quezada, 1993; Okoshi, 2006) y que "los españoles modifica-ron de modo radical las unidades fa-miliares indígenas y lo hicieron con bastante rapidez en lo que respecta a redistribuir y concentrar la pobla-ción india" (Cook y Borah, 1978:37). Es decir, la política española de re-ducciones fue exitosa pues en su ma-yoría la vivienda "montuna" de los mayas fue trasladada a un solar, en los poblados que los conquistadores escogieron como cabeceras munici-pales o religiosas. Hago notar que cuando los autores citados afirman que la habitación nativa sufrió mo-dificaciones se refieren al conjunto residencial (a la vivienda) y no a la casa, o recinto donde dormían. En general, debido al carácter limi-tado del registro arqueológico para la elucidación de la estructura social antigua, prehispánica, los investiga-dores han buscado dentro del marco etnológico respuestas a estas cuestio-nes (Robles Castellanos, 1991; Loshe y Valdez, 2004). Uno de los primeros intentos en esa dirección es el estudio ya citado de Wauchope publicado en el año de 1938.7

Una constante en todos los tra-bajos citados es que se centran en el análisis del espacio exterior de las casas, o sea en el conjunto del espa-cio construido y en la forma como estaban organizados sus habitantes para sobrevivir, pero dejan fuera a la distribución y funciones del espacio interior de las casas. No voy a exten-derme demasiado en esta breve revi-sión de los antecedentes conceptuales sobre el tema. Quiero cerrar esta sec-ción diciendo que en la literatura es-pecializada se utilizan muy variados conceptos, no siempre definidos en forma inequívoca.

EL HENEQUÉNEl henequén es un cultivo que los ma-yas practicaban desde antes de la lle-gada de los españoles y con su fibra fabricaban hilos, jarcias, costales y muchos otros objetos de uso domés-tico. Era un cultivo menor, de patio, no básico como el maíz y el fríjol, sin embargo, fundamental en la vida co-tidiana de las familias. El historiador Rubio Mañé afirma que tanto Landa como Cogolludo escribieron muy poco acerca del henequén al enume-rar los productos de la tierra yucate-ca. El último mencionó que los indios hacían mucha jarcia (Citado en Ca-sares G. Cantón, 1998:230). Y puesto que en Yucatán no hay otra fibra en-tonces se puede inferir que dicha jar-cia era hecha con fibra de henequén. Más agudo y preciso, fray Diego de

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Landa, en 1566 en su ya citada Rela-ción de las cosas de Yucatán, asienta: "Tienen una yerba silvestre, que tam-bién la crían en sus casas, y es mejor, de la cual sacan su manera de cáña-mo de que hacen infinitas cosas para su servicio". Los historiadores yucatecos tam-poco le confirieron a este cultivo la mayor importancia. A finales del si-glo XIX el historiador Juan Francisco Molina Solís en su Historia del descu-brimiento y conquista de Yucatán dice: "Acostumbraban igualmente sembrar en los patios de sus casas el henequén (ci) con que fabricaban cuerdas para el servicio doméstico" (1896:245). Su principal aprovechamiento era extraerle la fibra que usaban como cáñamo para hacer cuerdas y cabu-ya. Eligio Ancona en su Historia de Yucatán escribe: "El henequén estuvo muy lejos de llamar la atención de los

conquistadores y sus descendientes más inmediatos. Dejaron en conse-cuencia que los indios lo siguiesen cultivando y beneficiando según el sistema maya" (1917:216). Para este autor es un arbusto de naturaleza privilegiada pues no le afecta ni la abundancia ni la escasez de lluvias y si bien ya se extendía en Yucatán su cultivo, pensaba que en manos de los mayas era un desperdicio. Con las brevísimas referencias históricas anteriores, quiero destacar que el henequén estaba disponible entre los mayas, que muchos obje-tos fabricados con su fibra formaban parte de su repertorio doméstico desde tiempos previos a la conquista española. Durante los primeros años de la Colonia los hilos de henequén, la futura materia prima para la ha-maca, estaban ya disponibles, falta-ba un eslabón, la técnica del tejido

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tan diferente a la que ellos conocían para fabricar costales, esteras y telas de algodón, para cerrar una nueva cadena productiva.

EL MODO DE HABITAR MAYA ANTES DE LA HAMACAAunque no sigo su enfoque, su con-cepto de entorno, que relaciona el es-pacio construido con las actividades de los hombres, me parece útil. Para Rapoport, yendo de lo más abstracto a lo más concreto, el entorno admite cuatro definiciones: 1) organización del espacio, tiempo, significado y comunicación; 2) es un sistema de lugares y un lugar es la casa junto con las actividades que llevan a cabo dentro de la casa; 3) paisaje cultural y 4) entidad compuesta por elementos fijos, semifijos y no fijos. Este tipo de conceptualización, dice el autor, no sólo hace mayor distinción entre los usos de la vivienda y, por lo tanto, la naturaleza de diferentes viviendas, sino que implica uso de las calles, lugares especializados y vecindarios (Rapoport, 2003:43-44). En base a la idea del inciso 4: en-tidad compuesta por elementos fijos, semifijos y no fijos, definiré ahora tres entornos culturales de la comunidad maya y no de la sociedad yucateca durante el periodo de la Colonia. Dis-tingo el entorno habitacional exterior; y el entorno habitacional interior mayas; así como los correspondientes modos de habitarlos.

En el entorno habitacional exte-rior (delimitado por el solar) se lle-van a cabo las múltiples actividades cotidianas de los miembros de las familias: cocinar, lavar la ropa, criar animales domésticos, incluso culti-var algunas plantas y flores. El modo de habitar el exterior era socialmente complejo orquestado por las mujeres y se realizaba durante el día. Dentro del espacio construido, que denomino la casa, se llevaban a cabo muy pocas actividades domés-ticas y prácticamente servía para el descanso y dormitorio de la familia. El interior de esta casa estaba divi-dido en una especie de estancia y un dormitorio que estaba ocupado por los camastros cubiertos con esteras hechas de henequén. Junto a la casa había otro espacio construido donde se localizaba el fogón, se cocinaba y la familia tomaba sus alimentos sen-tadas en un taburete, jamás alrededor de una mesa. El modo de habitar el espacio interior, mayormente utiliza-do por las noches, era más simple que habitar el exterior. El solar delimitaba un dominio privado de la familia, ahí los dos en-tornos se convertían en uno solo por lo general perteneciente a una fa-milia compleja o compuesta de una comunidad, no obstante, la sociali-zación y reproducción de la familia maya estaban ligadas a la milpa, y todos estos entornos juntos consti-tuían el hábitat maya.

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La casaTodos los especialistas del tema co-inciden en que antes de la llegada de los españoles a Yucatán la casa habi-tación de los mayas no contemplaba espacios privados para ninguno de sus miembros. Sin embargo, suelen soslayar la observación aguda de Landa en el sentido que la casa habi-tación de los mayas estaba dividida en dos partes: un dormitorio y una estancia. Este es el pequeño detalle que omite Tello Peón y otros estudio-sos del tema y así pierden de vista la transformación de la casa o confun-den la transformación de la vivienda con el de la casa. En el capítulo XX de su Relación de las cosas de Yucatán, Diego de Landa escribe:

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Que la manera [que los indios te-nían] de hacer sus casas era cubrir-las de paja, que tienen muy buena y mucha, o con hojas de palma, que es propia para esto, y que tenían muy grandes corrientes para que no se lluevan, y que después echan una pared de por medio y a lo largo, que divide toda la casa y en esta pared dejan algunas puer-tas para la mitad que llaman las espaldas de la casa, donde tie-nen sus camas y la otra mitad blanquean de muy gentil enca-lado y los señores la tienen pinta-das de muchas galanterías; y esta mitad es el recibimiento y aposento de los huéspedes y no tiene puer-ta sino toda es abierta conforme el largo de la casa y baja mucho la

Figura 1Perspectiva de casa maya

según fray Diego de Landa.Dibujo artístico de Omar

Toscano.

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corriente delantera por temor de los soles y aguas, y dicen que también para enseñorarse de los enemigos de la parte de dentro en tiempo de necesidad. El pueblo menudo hacía a su costa las casas de los señores; y que con no tener puertas tenían por grave delito hacer mal a casa ajenas. Tenían una portecilla atrás para el servicio necesario y unas camas de varillas y encima una esterilla donde dormían cubier-tos por su manta de algodón; en verano duermen comúnmente en los encalados con una de aquellas esterillas especialmente los hom-bres. (p.34). (Los corchetes son

del texto y las negrillas de OBR, las figuras 1 y 2 son posibles representaciones gráficas de la descripción anterior).

Volvamos a lo que vio Landa en el interior de la casa maya. Muchos investigadores le confieren poca im-portancia. Por ejemplo, Cook y Borah (1978:38) consideran que esta des-cripción hecha por Landa correspon-de a una casa de un principal o señor, y no a la gente del común o macehual. Me parece que no es el caso. Ponga-mos atención en la siguiente cláusula explicativa: "…y los señores la tienen pintada de muchas galanterías", con la

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Figura 2Alzado y planta arquitectónica

de la casa maya según fray Diego de Landa.

Dibujo artístico de Omar Toscano.

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cual el autor quiere precisar que hay unas casas diferentes a las que des-cribe y que pertenecen a los señores, ya que a dicha mitad los comuneros la blanquean de muy gentil encala-do. Otro párrafo en este mismo sen-tido es: "El pueblo menudo hacía a su costa las casas de los señores; y que con no tener puertas tenían por grave delito hacer mal a casa ajenas". Es comprensi-ble que no todas las casas mayas fue-ran uniformes, o exactamente iguales unas a otras, por lo tanto, uno debe asumir que presentaban variantes en cuanto al tamaño, volumen y colores. La otra fuente de época disponible que nos ayuda a tener una idea de aquella casa maya es una publicación del año 1580,8 correspondiente al pri-mer censo ordenado por la Corona en la provincia, Relaciones histórico-geográfica de la gobernación de Yucatán, donde se describe el material con que estaban hechas aunque no así la distribución de su espacio interior. En el año de 1579 la Gobernación de Yucatán abarcaba un vasto territorio, dividido en cinco provincias: Mérida, Campeche, Valladolid, Tabasco y Sa-lamanca de Bacalar. Tenía como sede la ciudad de Mérida. A continuación citaré algunos pá-rrafos descriptivos que corresponden a una de las preguntas del cuestiona-rio que respondieron los funcionarios reales o los encomenderos de los po-blados en diferentes ubicaciones geo-gráficas del territorio de la Península.

Es importante hacer notar que las per-sonas que escribieron los testimonios citados no estaban familiarizadas con la terminología constructiva y a veces ni siquiera tenían a mano la palabra descriptiva adecuada, ni en maya ni en español. Por ejemplo, en la cédu-la censal del pueblo de Cansahcab se asienta: "Comúnmente los indios ha-cen sus casas de madera, cubiertas de paja y de hojas de palmas que hay en abundancia en algunas partes… Y las casas miran hacia el nacimiento del sol, al norte y a medio día, y pocas veces o ninguna hacia el poniente". (Relaciones, 1983:96). En la cédula de Sotuta y Ti bolón se dice:

Comúnmente hacen sus casas los naturales de madera, po-niendo unos horcones gruesos enhiestos en tierra, y encima arman la casa del ancho y largo que ha de ser, a manera de casa de teja (o sea las casas anda-luzas), y la cubren con guano, que son unas hojas de palma, y la cercan con varas y emba-rran con barro por fuera, y para esto tienen mucho aderezo en el campo, y las hacen muy fá-cilmente porque se ayudan los unos a los otros a hacerlas; y en otras las cubren de paja y duran cinco y seis años sin re-novarlas, y aunque pudiendo hacerlas de cal y canto, dicen

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que no son buenas por hacer tanto calor como hace desde el mes de marzo hasta todo sep-tiembre, que entonces hace el tiempo templado, y aunque los antiguos hacían sus casas de piedra y algunas partes muy suntuosa. Y las casas miran ha-cia el nacimiento del Sol y del norte y mediodía y pocas veces o ninguna hacia el poniente… (Relaciones, 1984:149).

Uno de los ejemplos que parece más contundente y por eso se anexan el texto y el dibujo (figura 3), proviene de la cédula censal de Titzal y Tixtual (provincia de Peto): "…las casas que hacen para vivir son de guano, que son palmas, y ármanlas de varazotes antes de poner el guano, y sobre unos horcones que ponen primero para le-vantar la casa, de madera gruesa; ar-man la casa de esta manera" (p. 241): Con base en estas dos fuentes histó-ricas citadas, se puede afirmar: 1) que la casa maya era simple y de materia-les provenientes del monte; 2) que los conquistadores españoles no obser-varon en su interior un objeto raro, algo parecido a la hamaca; 3) que las paredes de la casa maya al inicio de la colonia se trazaban en forma lineal y ni los funcionarios del gobierno ni los encomenderos, que llenaron la cé-dula, observaron una forma inusual para ellos como sería la forma absidal en sus extremos; 4) que las casas para

mirar al oriente no respondían a una traza urbana sino seguramente a un significado simbólico que todavía no ha sido dilucidado. Una reconocida estudiosa del tema señala: el macehual (o comune-ro como aquí se le llama) y su familia se hacinaban en una casa de una sola pieza cubierta por un techo susten-tado por postes verticales en las que a menudo también se almacenaba el grano. Y agrega: la verdad es que no necesitaban mucho más espacio para el resto de las posesiones familiares. Los observadores —continúa la au-tora— exponen y subrayaban, sin excepción, la pobreza del mobiliario: algunos petates para dormir y tabu-retes toscamente tallados, canastas, calabazas y bastas ollas de cerámica, y las herramientas usuales para la preparación de la milpa y del maíz (Farriss, 1992:285).

Figura 3Del libro Relaciones

histórico-geográficas de la Gobernación de Yucatán,

p. 241.

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Ahora bien, ¿qué pasó con aque-llas "espaldas de la casa"? ¿Cuál fue la suerte de los camastros o barbacoas que había en ellas? No se sabe. ¿Cómo y de qué forma sustituyó la hamaca a la barbacoa? Menos todavía. De he-cho tampoco se sabe demasiado sobre el origen de la "hamaca yucateca", el cual se esfuma en las nebulosidades del tiempo, según las palabras de don Renán Irigoyen (Irigoyen, 1974). Sin embargo, no cabe la menor duda que el cambio en el modo de dormir de la población maya afectó el modo preco-lombino de habitar el entorno interior.

La vivienda"La mayoría de los eruditos piensan que en los siglos y hasta milenios an-teriores a la conquista, los mayas de Yucatán vivían en poblados peque-ños y dispersos, y practicaban una agricultura nómada con cosechas

de maíz y otros cultivos. Desmonta-ban un campo para varios (el campo que desmontaban era sembrado dos, máximo tres) años, del que después se cambiaban a otro nuevo, una vez agotada la fertilidad del primero". (Cook y Borah, 1978:17). El entorno habitacional exterior de estas familias era el monte, no conocían el solar. De modo que los asentamientos poblacionales mayas obedecían a dos dimensiones básicas de su vida co-tidiana: la agricultura y la religión. Los grandes grupos de edificios que formaban conjuntos imponentes eran centros ceremoniales, más que resi-dencia de la población. Y de hecho, cuando los primeros españoles lle-garon a la Península para dar inicio a la conquista, muchos centros cere-moniales ya estaban abandonados. Los mayas habían dejado de ser go-bernados por una teocracia y habían

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diseñado otra forma de organización social y política, acorde con la agri-cultura itinerante que practicaban, como ya se dijo. En este escenario eran igual de importantes los Ah chi-bals o guerreros que los Ah kines, o sacerdotes. Para los europeos aquella disper-sión en la que vivían los mayas era una señal de atraso muy grande, pues vivían —pensaban— en el más completo desorden. Para la menta-lidad española el carácter disperso de los asentamientos de la sociedad maya era una costumbre parecida al modo de vivir de las fieras (Queza-da, 1993:82). Los conquistadores no pudieron o no quisieron comprender que en esa sociedad maya sí había un orden. El cuchcabal era la unidad territorial que permitía el control de la vida social y política de aquella población dispersa. La Península de Yucatán estaba gobernada por seño-res de linaje llamados halach huinic y solían residir en el asentamiento más grande de un cuchcabal. Las fronteras entre los señoríos no eran muy claras y frecuentemente esto provocaba guerras entre ellos. El cuchcabal estaba organizado de abajo hacia arriba de la siguiente forma: un caserío se le denominaba cuchteel y ahí la autoridad era el hombre de más edad. Un conjunto de caseríos forma-ba el batabil que era gobernado un ba-tab. Los batabiles a su vez formaban el cuchcabal o señorío maya (Quezada,

1993:32-44). La actividad económica del cuchcabal era muy baja y transcu-rría sin la mediación de una moneda, era una economía no mercantilizada, de autosubsistencia. La lógica del poder y la organi-zación social entre los mayas era la de la agricultura itinerante, por eso no conocían la propiedad privada ni eran propensos al arraigo por mu-cho tiempo en un lugar determina-do. De esta suerte la política de los conquistadores españoles de formar poblados y ciudades, bajo la lógica del cobro de tributos y conversión re-ligiosa, enfrentó una gran resistencia porque los mayas preferían aquella forma de vida dispersa en el monte que la de los pueblos (Quezada 1997; Bracamonte, 2001). En los pueblos, el clero obligaba a los mayas a romper las grandes uni-dades residenciales de familia exten-sa dotándolos de un solar para evitar que agruparan sus casas unas junto a otras. Tampoco pudieron construirlas con las puertas orientadas hacia los patios pues las autoridades colonia-les suponían que así sería más difícil ocultar una conducta pecaminosa (Farriss, 1992:339). Mediante la política de reduccio-nes, de sucesivos ordenamientos, los conquistadores forzaron el traslado de la vivienda montuna a un solar. Los españoles denominaron solar a una porción de tierra con dimensiones bien precisas que recibía la población

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en nombre de la Corona para ser uti-lizado como asiento residencial de la familia. De esta forma, simbóli-camente los mayas se convertían en súbditos del rey de España. La residencia en un poblado y en un solar para la población maya fue una camisa de fuerza y les llevó mucho tiempo poder adaptarse a la nueva situación. De hecho, los con-quistadores vieron la conveniencia de dejar en manos de los halach hui-nics la autoridad comunal. Para ello se les reconoció como caciques de la república de indios (Quezada, 1993). Al parecer este traslado del monte a un solar no alteró ni la forma ni la estructura de las casas cuya dimen-sión variaba en función del número de miembros de la familia pues un mayor número de individuos reque-ría de más espacio para los camastros y esteras. "Some times the entire kin group lived in a single large house." (Fa-rriss, 1984:134). Esta medida no sólo era económica, al alejarlos del monte y meterlos en un solar, al congregar a los mayas en pueblos se atacaba su cosmovisión "pagana" del mundo. Las autoridades coloniales españo-las desconocían o prefirieron ignorar la estructura corporativa de la familia extensa. En pro de la moralidad cris-tiana y de la eficacia administrativa, impusieron a los mayas nuevas nor-mas de comportamiento que distor-sionaron el equilibrio de obligaciones y derechos en el seno de la familia,

destruyendo algunas de sus ventajas y, consecuentemente, poniendo en peligro la seguridad material de sus miembros. Los españoles dividieron a la familia extensa, tanto física como fiscalmente, en unidades conyugales. La división residencial, tal vez la in-novación colonial más destructiva para el sistema incorporado, fue impuesta por el clero católico. Éste insistió en que cada matrimonio se estableciera en un hogar (una casa) completamente independiente, sobre todo para com-batir lo que consideraban una marca-da propensión de los mayas al incesto (Farriss, 1992: 270-271). Finalmente, al parecer, se permitió que las subunida-des del grupo de parentesco patrilineal vivieran en solares contiguos. Visto lo anterior, el concepto de vivienda se re-mite a los espacios donde habita la fa-milia, y es fundamental para entender el proceso de socialización y reproduc-ción familiar. Desde los primeros años de la Colo-nia en el entorno habitacional exterior, en el solar se llevan a cabo todas las actividades cotidianas propias de una familia, cocinar, lavar la ropa. Empe-ro, es un entorno de transición entre la milpa y la familia, por ello igualmen-te se utilizaba para cultivos menores, como el henequén, las hortalizas y para la cría de animales domésticos.

El entorno comunitario mayaNancy Farriss sostiene que en relación con la cultura es difícil afirmar quién

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asimiló a quién, si es que llegó a pro-ducirse algún tipo de asimilación. Los españoles trajeron consigo algunos de sus cultivos básicos y de sus ani-males domésticos, pero la hostilidad del clima y del suelo locales significó que todos los habitantes de Yucatán tuvieran que acabar dependiendo de la tradicional tríada alimenticia meso-americana: maíz, frijoles y chile, y de la gran variedad de frutas indígenas. Si no fuera por ciertas sencillas herra-mientas metálicas, por las armas de fuego y la pólvora y por la desganada e incompleta adopción de los varones mayas de pantalones y camisas que parecían pijamas impuestos por los frailes en nombre de la decencia, en-contraríamos que el impacto material europeo había sido mínimo y prácti-camente nula la influencia en la direc-ción opuesta (1992:181). La tendencia de la autarquía fa-miliar, ya evidente en los tiempos prehispánicos, se hizo más pronun-ciada. Como ya se dijo, los mayas de los tiempos de la Colonia eran bási-camente agricultores. Continuaron produciendo para sí mismos, quizá algún tipo de trueque muy localiza-do, y para los mercados regional y de exportación controlados por los espa-ñoles, los mismos productos básicos que los comuneros habían producido siempre: petates y canastas, cuerdas de henequén, toscas sandalias de piel de venado, alfarería (aunque hay po-cas referencias a ella, y parece que las

calabazas y las canastas se usaban más frecuentemente, excepto para cocinar) y, sobre todo, la corrientísi-ma manta de algodón que todas las mujeres mayas tejían en sus telares de cintura (Ibidem: 267). Los mayas comunes raramente te-nían dinero constante y sonante. Es-tas transacciones eran semejantes en su funcionamiento a repartimientos privados, en los cuales el comprador contrataba una posterior entrega de maíz, algodón, cera o de algún otro producto a cambio del artículo ad-quirido (Ibidem: 83). La ausencia o escasa importancia de los mercados locales indica, por el contrario, que los mayas eran autosu-ficientes en sus necesidades básicas. Tal vez existiera una especie de true-que local, y de hecho durante la época colonial una pequeña parte de los in-dígenas se especializó en la manufac-tura de sencillos artículos domésticos lo que revela claramente que las téc-nicas básicas del tejido, de la alfarería, del trabajo del cuero y la carpintería estaban al alcance de todos los mace-huales y cada familia elaboraba sus propios vestidos y mobiliario de su hogar (Ibidem: 202, subrayado OBR). Los datos que debemos retener aquí son la economía de autosubsis-tencia y los mecanismos de recipro-cidad, bajo los cuales funcionaba la sociedad maya, que permitían que se recreara una economía con un muy bajo nivel mercantil.

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LA HAMACAGonzalo Fernández de Oviedo en el año 1526 registra en la Historia Gene-ral y Natural de las Indias, un objeto proveniente de lo que ahora conoce-mos como el Caribe, con las siguien-tes palabras:

Bien es que se diga qué camas tienen los indios en esta Isla Española (Santo Domingo), la cual llaman hamaca; y es de aquesta manera: una manta te-jida en partes, y en partes abier-ta, a escaques cruzados hecha red, porque sea más fresca, y es de algodón hilado (de mano de las indias) la cual tiene de luen-go diez o doce palmos y más o menos y del ancho que quieran que tenga… (Citado por Irigo-yen 1974:10).

La palabra hamaca procede, como la palabra barbacoa, de la región del Caribe. Es una voz taína, dialecto de la lengua arauak, que significa árbol. Tales hamacas eran unas toscas re-des tejidas con hilos de cabuya o de henequén.9 El hecho de que fueran ligeras, frescas, facilitó la bienvenida a esta nueva inquilina a la vivienda de los mayas.10 No obstante, es bue-no recordar que una cosa es su llega-da a Yucatán y otra su entrada a la vivienda maya. Enseguida veremos que en medio hay un trecho históri-co largo y complejo. La hipótesis de

una temprana presencia de la hama-ca en el Yucatán colonial no debe ser descartada. En el Diccionario de Motul, escrito en el último cuarto del siglo XVI, ya hay referencias de la hama-ca. En maya a la hamaca se le conoce como hayabil-kaan, que sería: cordeles para tenderse; o, yaab-kaan que signi-ficaría: muchos cordeles. Irigoyen señala que Juan Francis-co Molina Solís, fiel y meticuloso re-señador del pasado yucateco, en su importante obra histórica afirma que la hamaca llegó a nuestra Península en el siglo XVII (Irigoyen, 1974:9). De otra parte, la Enciclopedia Yucatán en el tiempo, publicada en 1998, se suma a la hipótesis anterior, e insiste que la hamaca habría llegado a Yucatán por la parte oriental de la Península (hoy Quintana Roo), la cual está más cercanamente conectada al Caribe. El dato de esta fuente que más llama la atención es: que su uso fue muy li-mitado (Casares G. Cantón y otros, 1998: 219-221). En efecto, porque ni la hamaca caribeña ni la de algodón importadas podían ser compradas por la población maya. Se requirió la concurrencia de varias condiciones sociales para que su uso se generali-zara. El uso de la hamaca se genera-lizó cuando los mayas se apropiaron de la técnica del urdido, que segu-ramente no les fue difícil aprender porque ya conocían otras formas de tejido de las fibras de henequén y de algodón.

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para dormir durante la noche, cosa que era difícil cuando alojaba a los camastros. De hecho, adquirió un nuevo equilibrio entre la necesidad y el confort. Fue con la hamaca de he-nequén que la casa maya adquirió la calidad de arquetipo universal. La mayor parte de las descrip-ciones conocidas de la casa maya contemporánea registran algunas va-riaciones en cuanto a techos (palma, zacate o guano) y paredes (varas y paja con embarro y mampostería), no así en cuanto a su estructura espacial tipo elipse que es bastante uniforme (García Preciat, 1977; Rangel, 1980; Tello Peón, 1995; Sánchez Suárez, 2006). Esta casa suele estar compuesta por un solo espacio multifuncional. La construcción física que aquí se le denomina casa es de una sola pie-za, de planta rectangular y la mayoría de las veces, con cabeceras semicir-culares, con ejes de 5 a 8 metros. No tiene ventanas y algunas sólo tienen una puerta que ve hacia el oriente, por lo general cuenta con dos puertas que se colocan a la mitad de ambos lados, quedando una frente a la otra y miden aproximadamente 1 metro de ancho por 2 metros de alto. En la mayor parte de los horco-nes noh-hocomes y los largueros balos se suspenden las hamacas a la hora de dormir. Una palangana grande y una vasija para agua, colocadas en cualquier lugar, sirven para el baño. Esta casa o recinto sirve de estancia

y dormitorio. Junto a la casa, gene-ralmente como anexo, funciona una cocina que consiste en una pequeña palapa de 3 por 3 metros. En un cos-tado se colocan tres piedras en forma de isósceles, para usarse como fogón (Moya Rubio, 1988: 80). Una cos-tumbre ampliamente arraigada en la historia de los mayas es la de comer sentados en un banco alrededor de una mesa pequeña y chaparra ubica-da cerca del fogón en dicha cocina.15

EL ENTORNO HABITACIONAL MAYA CONTEMPORÁNEORecordemos que desde siglos atrás la mayor parte de las actividades coti-dianas de la familia se llevan a cabo en el espacio abierto, o sea en el área de la cocina y el solar. El solar y la casa han sido unidades intrínsecas donde tiene lugar el proceso de so-cialización y reproducción social del grupo familiar. El solar y las casas constituyen realmente el espacio ha-bitado, dicho conjunto es lo que uno con más propiedad puede llamar vi-vienda, o entorno habitacional. La extensión del solar que reci-bían los mayas fluctuaba entre los 4 y 5 mecates por cada lado, para dar un total de 20 mecates cuadrados (un mecate es igual 20 x 20 metros). Según Hanks (1990:96), la palabra maya que se usa en Yucatán para denominar a este tipo de terreno es kahtalill. Casi siempre sus límites eran demarcados por una cerca de piedra, colocadas

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Un escritor yucateco asienta:

No pudiendo los residentes his-panos soportar el intenso calor de Yucatán, sobre todo en vera-no, idearon convertir en cama esa "suave hamaca" de Santo Domingo. Y he aquí se extendió tan rápidamente su uso, que a los pocos años de gobierno co-lonial, hasta los indios más po-bres y miserables abandonaron sus camas de palos, para des-cansar entre la mullida y fresca red de cómodas hamacas. (Her-nández Fajardo, 1977:888). Esta idea de la expansión de arriba hacia abajo y a partir de la ciudad hacia el campo es de-masiado simplista. Es muy es-quemática y plana.

Ya sabemos que la población maya no podía comprar hamacas importa-das y sabemos también que la mate-ria prima estaba a mano, solamente faltaba la técnica para que los pro-pios mayas la fabricaran y con ello estuvieran a su alcance. Un factor clave en su expansión, sospecho, fue la participación de los frailes francis-canos quienes pudieron aprender la técnica en Santo Domingo11 y luego traer el bastidor, las agujas y los hilos para posteriormente enseñar el urdi-do de hamaca a los feligreses, como enseñaban otras materias y oficios en sus parroquias. Es posible que los

franciscanos vieran una ventaja entre la hamaca y la barbacoa ya que con las hamacas los cuerpos estarían se-parados y esto disminuiría la promis-cuidad en que supuestamente vivían. De otra parte, los mayas practi-caban una técnica ancestral de hacer hilos a partir de la fibra obtenida de la planta de henequén. Este cono-cimiento seguramente facilitó la fa-bricación de un hilo adecuado de henequén para las hamacas. Debió transcurrir un tiempo largo en el que los indígenas mayas lograron apro-piarse de la técnica de fabricación y descubrieran las ventajas de dormir en la hamaca de henequén.12 El si-guiente paso fue construir un modelo rediseñado de casa con nuevas medi-das y estructura acorde con el tamaño de una hamaca extendida, tal como la conocemos en el presente. ¿Cuándo entró la hamaca a la casa de los mayas? Algunas las fuentes indican que un siglo después de ini-ciado el régimen colonial la hamaca todavía no era un objeto propio de la casa de los mayas. Por ejemplo, en un documento donde se nombra go-bernador del pueblo de Oxkutzcab a don Juan Xiu Cimé (12 de septiembre de 1665), entre otras responsabilida-des le señalan: "[Velará] que cada fa-milia viva en su casa aparte, sin estar mezclados unos con otros aunque sean parientes y la tengan limpia y bien reparada y en ella cruz o imagen de Nuestro Señor y su Santa Madre,

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rosarios, barbacoas, petates, galli-nas y gallos con las demás cosas que por ordenanzas les está mandado" (Quezada y Okoshi, 2001:90, itálicas de OBR). Si, como ya vimos, predo-minaban las familias extendidas, en-tonces, ¿de qué dimensiones habrían sido las casas para dar cabida a las barbacoas donde dormían?, ¿cuántas personas dormían en una barbacoa?, etcétera. La ordenanza citada de las autori-dades coloniales merecería un larguí-simo análisis, pues por ejemplo, nos recuerda la insistencia española de convertir la familia extensa en familia nuclear y meterla en una casa por se-parado: el cacique tendría que "velar que cada familia viva en casa aparte". Obviamente, el hacinamiento no sólo era una preocupación de tipo moral, tenía una dimensión económica que no tengo espacio aquí para discutir. Me interesa señalar que fue a tra-vés de este tipo de mandamientos reales o de la Corona, mediante la coerción, a fin de cuentas, que algu-nas costumbres impuestas se volvie-ron populares o pasaron al entorno cultural de la comunidad maya. Tal es el caso del altar que ganó un lu-gar privilegiado —el cual conserva hasta hoy— dentro de las humildes casas rurales. Sin embargo la hama-ca de henequén no fue impuesta por los colonizadores sino que entró al dominio de la comunidad maya me-diante otros mecanismos más suaves

que pudo haber sido la educación o instrucción que impartían los fran-ciscanos. La recomendación al nuevo cacique de velar por el cuidado de las barbacoas y las esteras es un indica-dor de que todavía a mediados del siglo XVII seguían ahí en la casa de los mayas. ¿En qué momento las casas con hamacas de henequén se volvieron parte del paisaje? Tampoco lo sabe-mos con exactitud por lo que acudiré una vez más a una fuente indirecta. El registro más temprano de la hama-ca por un viajero nos lo proporciona James Cook en el año 1769, en sus No-tas sobre una travesía desde el Río Belise, en la Bahía de Honduras, hasta Mérida, capital de la provincia de Yucatán en las Indias Occidentales Españolas. "Sus poblaciones son pobres, miserables chozas, construidas con estacas de palmeras, (que escogen por su recti-tud) y cubiertas de palmas con las ho-jas hasta el suelo, semejando un gran colmena. No tienen ninguna pieza en alto, como los provincianos españo-les, y lo mismo que ellos duermen to-dos en sus hamacas de hierba, como se les llama, aunque están hechas de la fibra de áloe, de la misma mane-ra que el cáñamo, se obtiene del ta-llo; sólo se echan encima una tela de algodón; y cuando viajan si les coge la noche, duermen en sus hamacas colgadas entre los árboles" (Citado por Irigoyen 1974:16). Podemos su-poner entonces que unos años antes,

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una sobre otra, llamada albarrada. El dueño del solar era el más anciano del grupo doméstico y es hereditario por la línea paterna. Con el tiempo el solar se fractura dependiendo del tamaño del terreno y del número de hijos varones. Algunos padres se negaban a dividirlo y así solía ser el asiento residencial de unidades do-mésticas complejas, de varias fami-lias nucleares en diferentes etapas del ciclo de reproducción biológico (Hanks, 1990:95-98). En vista de esta relación con el grupo familiar, el solar era —es to-davía en algunos casos— un espacio social complejo y no simplemente un pedazo de tierra para el asentamien-to de un domicilio de las familias. Independientemente de que pertene-cieran a una familia nuclear o multi-generacional, se caracterizaba por el uso económico y social que se le daba (Kirk, 1982). "Gran parte de las activi-dades cotidianas como lavar, cocinar, cuidar las plantas y los animales do-mésticos, así como los juegos de los niños se hacía en los espacios com-prendidos entre [las albarradas] que delimitan cada vivienda de las otras" (Repetto Tio, 1991:16) El solar, al igual que la casa y la milpa, puesto que era un lugar privi-legiado del proceso de socialización del grupo doméstico, adquiría un valor simbólico y de poder muy im-portante hacia dentro del grupo; de prestigio en el contexto de otra escala

espacial, o sea de la comunidad local (Brown, 1999 y 2002). El entorno habitacional exterior compuesto por esos dos espacios especializados que duró siglos, hoy tiende a fracturarse más rápidamen-te que en otras épocas.16 Tal durabi-lidad, se debió —en parte— a que entre las sociedades mesoamerica-nas espacio y tiempo adquirían una dimensión altamente correlacionada con la agricultura, que era la activi-dad de la cual dependían para sobre-vivir. Por lo tanto, una de las claves del acelerado proceso de cambio de la casa y la vivienda mayas en las últimas décadas está en la desarti-culación de la esfera productiva y el entorno habitacional. El tiempo y los ritmos de la vida social estaban determinados por el ciclo de la milpa: trabajar, sembrar, cosechar, las jornadas diarias duran-te el día, y muchas otras actividades, quedaban enmarcadas dentro de un tiempo que era el de la agricultura del maíz y cultivos complementarios. Los milperos mayas se levantaban muy de madrugada para aprovechar las primeras luces del día y evitar el sol sofocante del mediodía. Durante las horas de pleno sol solían hacer al-gunas actividades artesanales bajo la protección de la sombra de un árbol frondoso. Por las noches, sin la per-turbación de la televisión, solían dor-mirse muy temprano, poco después de caer la noche.

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a principios del XVIII, el uso de la ha-maca ya se había generalizado. Otra referencia indirecta nos la ofrece el historiador Juan Francisco Molina Solís (Tomo II, 1910). Nos dice que entre los artefactos que se fabrica-ban a fines del siglo XVII estaban las esteras de paja, que servían para los camastros de los indígenas y jamás menciona a la hamaca. En cambio en el tomo III asienta que Yucatán a prin-cipios del siglo XIX recibía de España lienzos de hilo de algodón entre otros productos, que supongo se utilizaba para las hamacas. Además registra la presencia de la hamaca como uno de los productos comerciales fabricados a partir del henequén (Molina Solís 1988:520-526). Por lo tanto, en el tre-cho de la segunda mitad del XVII y el siglo XVIII es posible que la hamaca (figura 4) haya ganado popularidad entre los mayas. El uso generalizado de la hamaca de henequén llegó tras un proceso lento. La hamaca entró a la vivienda maya hasta que sus habitantes tuvie-ron el dominio absoluto de la técnica del urdido ya que las materias primas podían ser obtenidas fácilmente de su entorno medio ambiental y social. La hamaca entró al hogar de los mayas como un valor de uso y no como un valor de cambio. O sea, los mayas no compraban sus hamacas en la tienda, sino que las producían ellos mismos. Por lo general cada uno de los miem-bros de la familia aprendía la técnica

del urdido. Es posible que la misma división del trabajo imperante en las comunidades mayas y los mecanis-mos de ayuda recíproca permitieran la adopción de la hamaca de hene-quén,13 incluso que eventualmente se viera involucrada con algún grado de comercialización. La última parte del proceso tam-poco fue automática. No debió haber sido fácil cambiar el modo de dormir, desechar las barbacoas y adoptar las hamacas. Si bien frescas las hamacas de henequén nuevas son incómo-das, porque las puntas de los hilos de la fibra de henequén son fuertes y suelen provocar picazón en la piel. Además, una comunidad no cambia la forma de dormir de un momento a otro sino que lleva generaciones, porque son los jóvenes los que más fácilmente se adaptan.

Figura 4La ya casi desaparecida hamaca de henequén.

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Para cerrar el tema, otro argumen-to que refuerza el carácter colonial de la hamaca es el siguiente: En las culturas antiguas del sur del conti-nente americano, concretamente en la región amazónica, la hamaca está presente en los rituales fuertemen-te arraigados en la historia de estos pueblos. Entre los indios urubu, dice Dibie (1999:154), la hamaca sirve para darle un carácter simbólico al casa-miento y a la muerte. "Una vez bebi-do el cahuén —a veces hay bastante como para que dure dos o tres días— el jefe llama a la pareja a la cabaña de baile en el momento en que el sol llega al cenit, e instala a los esposos en la misma hamaca… [ ]. Entonces el jefe toma un trozo de género rojo, con el cual envuelve las cabezas mientras dice: 'Ahora estáis casados'." En otro caso, cuando un miembro del grupo ha fallecido, se envuelve el cadáver en una hamaca sostenida por lianas y se la lleva hacia un rin-cón de la capoeira. Luego de cavar un pozo de 2 metros de largo por 1.30 de ancho y 1.60 metros de profundidad, se plantan dentro de la tumba dos arbustos vigorosos y recién cortados, entre los que se fija la hamaca que contiene el cadáver y a su alrededor se depositan las que fueron sus perte-nencias (Ibidem). Ceremonias parecidas o donde la hamaca tuviera algún papel ritual nunca fueron practicadas por los ma-yas ya que dormir en hamaca es una

herencia, de tantas muchas otras, que dejó la colonización española en la Península de Yucatán.

SUKILNAH: LA REINVENCIÓN DE LA CASA MAYA YUCATECA14

Evidentemente, el uso generalizado de la hamaca permitió una transfor-mación estructural de la casa maya: los horcones fueron reforzados y su anchura se adaptó conforme las me-didas de una hamaca extendida. De esta manera, la utilización del objeto hamaca para dormir, dio lugar a la casa típica maya que todos conoce-mos, más sencilla y seguramente más confortable por lo que permaneció varios siglos sin alteraciones sustan-ciales. Como tal objeto doméstico es asombroso: con tan sólo descolgar las hamacas el dormitorio se transforma-ba automáticamente en un amplio espacio, aquel que requerían para la convivencia, por lo que no se reque-ría un cancel o división alguna de la casa. Hay que subrayar además, que esta modificación de la casa maya fue posible porque no exigió cambiar la costumbre familiar de dormir todos juntos bajo un mismo techo. Permitió la separación de los cuerpos sin alejar-se demasiado unos de otros y así con-servar la atmósfera familiar patrilocal. Fue con la hamaca de henequén que la casa maya se volvió de una solo pieza y con una doble función: estancia o espacio para descansar durante el día y dormitorio, espacio

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Milpa, solar y casa eran entornos especializados —para la producción, la producción/recreación y el des-canso, respectivamente— con signifi-cados simbólicos diferenciados. En la milpa se practicaban los rituales para pedir la lluvia y los frutos del monte (cha'a-chac); en el solar se practicaban los rituales de acción de gracia por la buena cosecha (huaji-cool); y en la casa los rituales para proteger la morada de los malos vientos y las enfermedades (Hetz-luum). La modernidad tiende a socavar las prácticas productivas tra-dicionales y con ello el valor simbólico de dichos espacios. A su vez, la fami-lia rural de la Península de Yucatán ha sufrido muchos cambios en su núme-ro y en su organización, tendiendo ha-cia la familia nuclear. El entorno cultural de las comu-nidades mayas igualmente ha cam-biado con los años. El tamaño y la

importancia de los asentamientos mayas creados durante la Colonia variaban por lo general en relación al número de españoles fundadores o la riqueza potencial de la región. Los colonizadores, como ya vimos, promovieron un concepto de entor-no habitacional interior, sobre la base de conferir un alto valor a la familia nuclear por sobre la colectividad. Y, aunque no lograron revolucionar el modo de vida de los mayas, impusie-ron la presencia de objetos, como las imágenes religiosas, un altar, un baúl y la hamaca, entre otros.

LOS EXTREMOS ELÍPTICOS DE LA CASA MAYA17

La forma caprichosa —que corres-ponde más o menos con la de una elipse— de los extremos de la casa maya ha llamado la atención de mu-chos estudiosos, pero no hay hasta

Figura 5Interior de una casa de Tipikal, Yucatán.

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ahora una explicación satisfactoria. Wauchope en su Modern Maya House, cuyo estudio se llevó a cabo en el año de 1934, hace una amplia descripción de la casa maya prevaleciente en toda el área maya y no sólo en la Península de Yucatán. El autor estaba interesado en descubrir la clave de la forma absi-dal de los extremos de la casa maya, o si proviene de la época precolom-bina (ya que hay muchas evidencias arqueológicas de casas rectangulares y con extremos elípticos), o si habría surgido después de la conquista. El estudio no descubrió nada nue-vo. Sin embargo, el autor sospechó que en los primeros años de la con-quista la casa todavía no presentaba una forma absidal en sus extremos. El tema para él quedó abierto en vista que hay una laguna informativa de dos siglos: "This absence of any men-tion of rounded end is so conspicouos as to be significant." (Wauchope 1934:19). Esa laguna informativa todavía per-siste. Pero ahora sabemos que la for-ma elíptica de los extremos responde a la necesidad de colgar el mayor nú-mero de hamacas en una casa para la gran familia maya. Con esa curva leve se aprovechaban los extremos, permitiendo que las personas pudie-ran mecer sus hamacas ahí colgadas. De esta manera en vez de tres se daba cabida a cinco hamacas. Así de sen-cillo y práctico es el argumento que está en el origen de la forma elíptica de sus extremos.

Wauchope incluso compara las descripciones detalladas de Landa y de Stephens y luego sostiene con más fuerza que el cambio de planta de la casa maya seguramente ocurrió durante el periodo colonial sin poder precisar a qué respondía dicha for-ma (Ibidem: 100). Lo que deja claro el mencionado estudio de Wauchope, y es lo más importante, es que en ese año (1934) —que se llevó a cabo su trabajo de campo—, casi todas las ca-sas mayas rurales de Yucatán tenían la forma absidal en sus extremos y sus habitantes utilizaban la hamaca para dormir. Incluso muchas casas localizadas en los asentamientos irre-gulares de la ciudad de Mérida, como lo confirma Hernández Fajardo en la Enciclopedia Yucatanense a mediados de los cuarenta, obedecían a dicho modelo de casa maya yucateca.

CONCLUSIÓNPodemos decir que el henequén jugó un papel clave en el proceso de cam-bio de la casa maya y de ahí del paisa-je rural del siglo XVII, como ocurrió a mediados del siglo XIX cuando su cultivo propició la emergencia de construcciones monumentales que fueron el alma central de las hacien-das henequeneras. En el momento que algún miem-bro de la familia aprendía la técnica del urdido, poco a poco la comuni-dad adoptaba la hamaca y desecha-ba las barbacoas y, posteriormente, la

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técnica era transmitida a las siguien-tes generaciones. Evidentemente, la hamaca yucateca abrió su propio ca-mino entre las hamacas de la región del Caribe. Es decir, que la hamaca adquirió carta absoluta de naturali-dad en esta región del país, por lo que nadie duda que el urdido de hama-cas, ya sea de hilos de henequén, de algodón o de nailon, es una actividad artesanal maya yucateca. Con base en todo lo antes dicho se puede estar seguro que la hamaca seguirá siendo utilizada por la población yucateca, en cambio dejará de ser el objeto pri-vilegiado que dicta la organización del espacio de la casa rural.

Al desechar las barbacoas se modi-ficaba la casa. No era un simple cam-bio de una casa vieja por otra nueva, sino que cambiaban toda la estruc-tura de la casa anterior por una más acorde con el nuevo objeto, sin los hombros de la casa, y con solamente dos puertas, etcétera. Adaptada a las hamacas nacía la casa típica como se le conoció a partir del siglo XVIII. Todo lo anterior, fue un proceso que llevó tiempo, seguramente déca-das, en generalizarse, y todo indica que ocurrió a fines del siglo XVII y primera mitad del siglo XVIII, de tal forma que al comenzar el siguiente siglo ya la hamaca había adquirido

la invención de la casa maYa de YUcatán

Figura 7Planta de una supuesta casa maya con extremos redondos.

Figura 6Planta de una supuesta casa maya con extremos rectos.

hamacahamacahamaca

hamaca hamaca hamaca hamaca

5 m

3 m

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carta de naturalidad en la tierra del Mayab. Sin embargo la hamaca después de haber reinado poco más de dos siglos comenzó a declinar a causa de varios factores objetivos (o estructu-rales) y subjetivos (o ideales). Llamé decadencia de la hamaca al hecho de que dicho objeto dejara de ser el vector sobre el cual la casa maya yu-cateca adquiría sus dimensiones y características. Esto quiere decir que no se ha dejado de usar sino que su lugar tiende a tomarlo la cama. El entorno habitacional interior es uno de esos espacios microscópicos donde podemos observar las manifes-taciones de un proceso social comple-jo que revoluciona la vida cotidiana de los habitantes rurales o urbanos. Según Pierre Pellegrino (2000), el es-pacio doméstico —la vivienda— es una de las construcciones culturales a través de la cual las personas pue-den organizar sus relaciones con el mundo de los objetos, con la realidad externa, con los otros, a partir de la posición de ellas mismas. De tal ma-nera que el espacio doméstico puede ser entendido como una construcción cultural con la cual las personas orga-nizan su relación con un heterogéneo mundo de los objetos y con el mundo de los "otros". Es así que el estudio del espacio y los objetos domésticos rurales nos revelan los delgados hilos que ligan lo micro y lo más general, lo tradicional y lo moderno.

Por último, quiero destacar que los sujetos sociales protagónicos que llevan a cabo la aniquilación de la casa maya, son los jóvenes que se socializaron, se educaron en un contexto invadido por los medios masivos de comunicación, sobre la base de unas nuevas relaciones de producción, de una nueva división del trabajo familiar y de una fuente de ingresos que proviene del trabajo asala-riado (Baños, 2003b). Con la llegada de la electricidad y de los medios masivos de comunicación, el modo de habitar de los mayas se ha venido modifican-do, acorde con el horizonte cultural del hombre rural del siglo XXI. El hábitat propiamente maya se redujo considerablemente sin la mil-pa. En cambio, el radio de acción de las familias rurales se extendió tanto como el espacio cultural de los hom-bres que habitan en las ciudades. Con la sustitución de la hamaca por la cama, el modo de habitar el entorno habitacional tiende a trasladarse del exterior al interior, asistimos una vez más a un proceso de cambio social rural amplio y profundo.

NOTAS1 Según el Diccionario crítico etimológico cas-

tellano e hispánico de J. Corominas y J. A. Pascual, Barbacoa es un americanismo. Nombre de armazones y andamios desti-nados a usos varios, procede de una len-gua aborigen de la zona del caribe (p. 505).

2 Denomino "casa" al edificio construido con el objeto de proteger a la familia de las inclemencias del tiempo, el cual por lo ge-neral era usado por los mayas únicamente para dormir. Más adelante será ampliada esta definición.

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3 Con el término "vivienda" hago referen-cia al espacio residencial donde habita la familia de los mayas. Habitar es darle un sentido práctico y simbólico al espa-cio donde la familia lleva a cabo todas sus actividades cotidianas. La vivienda, por tanto, puede abarcar una o más casas dentro de un solar, dependiendo de la fa-milia.

4 El entorno habitacional —o la vivienda— maya está compuesto por todas las casas agrupadas en un solar y pertenecientes a una misma familia.

5 Por ejemplo, para Robles Castellanos (1991) "La composición habitacional" es un conjunto compuesto por el solar, la cocina y la casa. Otros conceptos frecuen-tes son: espacio doméstico, hábitat maya, vivienda vernácula maya, vivienda típica maya y vivienda tradicional. Las pregun-tas formuladas llegan hasta el número de personas que dormían en una casa y a nadie parece importarle en qué y cómo dormían sus habitantes. Esto debido a que —hasta hoy— en el espacio exterior de la casa maya se lleva a cabo la mayor parte de las actividades cotidianas propias de un hogar y se presume que en su interior no había división alguna para los camas-tros o barbacoas donde dormían y el espa-cio interior era utilizado únicamente para dormir.

6 Utilizando conceptos como: espacio ha-bitacional, espacio residencial, unidades habitacionales tradicionales, etcétera.

7 En dicho trabajo, ya un clásico dentro del tema, sobre la vivienda moderna maya, llevado a cabo a principio de los treinta, describe los materiales y las técnicas de construcción, incluso los diferentes tipos de vivienda rurales que prevalecían en el área donde floreció la cultura maya al principio de la década de 1930 (Waucho-pe, 1938). Sin embargo, no aporta muchos datos sobre la evolución de la distribución interior de la vivienda maya yucateca.

8 Guillén de las Casas, Gobernador y Capi-tán General de Yucatán fue el funcionario de la Corona que debió cumplir la orden real de hacer una lista y memoria de los pueblos españoles y de indios que hubiera en su jurisdicción. El libro intitulado Rela-ciones Histórico-geográficas de la Gobernación de Yucatán es una compilación de dichas cédulas contestadas tanto por funciona-rios del gobierno colonial como por enco-menderos, y fue publicado por la UNAM en el año de 1983.

9 Enrique Manero en su artículo "Henequén del siglo XVI" menciona que la palabra ha-maca era propia de los indios de Cuba y de Haití y que los mismos llamaban a la fibra jeniquen. Agrega que en la Isla Es-pañola o Haytí era conocido el henequén como un cardo de hojas angostas verdes, de una braza de largo y terminando en una púa muy tiesa (citado por Casares G. Cantón, 1998:231-232).

10 La hamaca no sólo fue adoptada por la población maya rural, sino que adquirió popularidad entre toda la población pe-ninsular, incluida la gente acomodada que vivía en las ciudades. La Enciclopedia Yucatán en el tiempo señala que en la Ex-posición agrícola de 1871 se presentaron modelos de hamacas confeccionadas con hilo de algodón de procedencia ingle-sa, que fueron usadas por muchos años. Estas hamacas industrializadas eran cos-tosas, fuera del alcance de la población maya. Había, por supuesto, hamacas más baratas. El viajero Stephens y Wauchope (1938:122) mismo, en su mencionado tra-bajo etnográfico de principios de la déca-da de los treinta del siglo XX, afirman que las camas eran muy raras en la Península de Yucatán.

11 La confección de la hamaca requiere las técnicas de la red o del tejido; se arma un bastidor, que consiste en dos postes de madera con un soporte en la parte inferior y un travesaño siempre de madera en la parte superior. Unas agujas especiales que retengan el hilo que será tejido, entre otras particularidades.

12 Claro que conforme evolucionó la econo-mía de Yucatán la hamaca se convirtió en una mercancía, es decir, que algunas fa-milias compraban sus hamacas porque no podían o no querían fabricarla ellos mis-mos y así generó una industria local. A su vez, algunos municipios como Tixkokob y Chemax fueron el asiento de la industria artesanal sobre la base de la fuerza laboral familiar y más frecuentemente de la mujer maya.

13 A tal punto se hizo popular el urdido de hamacas que se convirtió en una de las actividades artesanales más importantes y comerciales de Yucatán. La fabricación de hamacas, junto con el bordado de hui-piles, era la fuente de ingresos de muchas familias de las comunidades mayas (Litt-lefield, 1976:56). Había hamacas de todos los tipos y calidades. A partir de 1930 comenzó a usarse el hilo de algodón, de

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sedalina y de crochet de procedencia na-cional, más tarde, en 1950, se inició el uso del hilo de nylon.

A mediados del siglo XX, según Hernán-dez Fajardo (1977: 890-891), en Yucatán estaban disponibles 6 clases de hamacas: Las de mecate o hilo corriente; las de me-cate más fino; las de hilo fino de hene-quén; las hamacas de cáñamo; hamacas de lienzo o lona; y las hamacas de hilera.

Nótese que las hamacas de henequén son las que presentaban mucho más variantes y hay que agregar que había hamacas de henequén de colores, con tal de obedecer las tendencias de la moda que dicta el mercado.

14 Según la antropóloga Hilaria Máas Collí, la palabra nah en maya quiere decir casa, cualquier tipo de casa. En cambio sukil nah quiere decir casa de techo de paja y paredes de embarro, la casa rural maya yucateca. (Conversación con el autor, 18 de septiembre de 2008.)

15 El comedor es otro objeto moderno que aún no ha entrado al espacio doméstico rural, ni siquiera en las viviendas rurales modificadas de bloques y bovedillas.

16 Una autora, que ha llevado a cabo in-vestigaciones en la parte norte del país señala, "Ciertos rasgos comunes de las casas y solares campesinos manifiestan la interpretación de las funciones de producción y de consumo y la poca in-dividuación de los espacios personales" (Pepin, 1996:76).

17 Según la maestra Hilaria Máas Collí, al es-pacio comprendido en esa curvatura se le denomina mo'oy en maya.

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