la iniciativa empresarial en la lucha contra la...

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1 FUNDACIÓN CENTESIMUS ANNUS PRO PONTIFICE (CAPP) RESUMEN DE LA CONFERENCIA INTERNACIONAL DE 2016 LA INICIATIVA EMPRESARIAL EN LA LUCHA CONTRA LA POBREZA La crisis de los refugiados, nuestro reto La conferencia anual internacional CAPP de 2016 celebrada en el Vaticano del 12 al 14 de mayo abordó el tema de la iniciativa empresarial en la lucha contra la pobreza, que ya había sido tratado en la Declaración de 2015 de la Fundación. Además se prestó una atención especial a dos cuestiones: la crisis de refugiados en Europa y las posibilidades de nuevas iniciativas y alianzas voluntarias puestas al servicio del bien común, según las líneas trazadas por el Papa Francisco y según el mensaje permanente del pensamiento social cristiano. A la conferencia asistieron 320 profesionales y empresarios, así como profesores universitarios, directivos de la administración pública y líderes religiosos de 23 países. Se adjunta la lista completa de oradores. La Iglesia celebra 25 años de la encíclica Centesimus Annus, un documento pionero para las personas involucradas en el mundo de los negocios, ya que abrió una nueva era en el pensamiento católico sobre la economía de mercado puesta al servicio del desarrollo humano. Se fijaba en los últimos cien años desde Rerum Novarum, pero por encima de todo estaba dirigida al futuro, como expresa san Juan Pablo II al final del documento, a las puertas de un nuevo milenio: «También en el tercer milenio la Iglesia será fiel en asumir el camino del hombre, consciente de que no peregrina sola, sino con Cristo, su Señor. Es él quien ha asumido el camino del hombre y lo guía, incluso cuando éste no se da cuenta». En el discurso de apertura, Domingo Sugranyes Bickel declaró: «Estamos completamente inmersos en el siglo XXI, muchas cosas han cambiado desde 1991: hemos experimentado un crecimiento espectacular a nivel global antes de sumirnos en una crisis de consecuencias inesperadas. Las dificultades en la gestión de la globalización, la enorme cantidad de deuda pública y privaday las nuevas tecnologías conllevan la necesidad de adoptar reformas difíciles y causan incertidumbre sobre el futuro del trabajo. Numerosos jóvenes se sienten desprotegidos ante el futuro y

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FUNDACIÓN CENTESIMUS ANNUS PRO PONTIFICE (CAPP)

RESUMEN DE LA CONFERENCIA INTERNACIONAL DE 2016

LA INICIATIVA EMPRESARIAL EN LA LUCHA CONTRA LA

POBREZA

La crisis de los refugiados, nuestro reto

La conferencia anual internacional CAPP de 2016 celebrada en el Vaticano del 12 al 14

de mayo abordó el tema de la iniciativa empresarial en la lucha contra la pobreza, que

ya había sido tratado en la Declaración de 2015 de la Fundación. Además se prestó una

atención especial a dos cuestiones: la crisis de refugiados en Europa y las posibilidades

de nuevas iniciativas y alianzas voluntarias puestas al servicio del bien común, según

las líneas trazadas por el Papa Francisco y según el mensaje permanente del

pensamiento social cristiano. A la conferencia asistieron 320 profesionales y

empresarios, así como profesores universitarios, directivos de la administración pública

y líderes religiosos de 23 países. Se adjunta la lista completa de oradores.

La Iglesia celebra 25 años de la encíclica Centesimus Annus, un documento pionero

para las personas involucradas en el mundo de los negocios, ya que abrió una nueva era

en el pensamiento católico sobre la economía de mercado puesta al servicio del

desarrollo humano. Se fijaba en los últimos cien años desde Rerum Novarum, pero por

encima de todo estaba dirigida al futuro, como expresa san Juan Pablo II al final del

documento, a las puertas de un nuevo milenio: «También en el tercer milenio la Iglesia

será fiel en asumir el camino del hombre, consciente de que no peregrina sola, sino con

Cristo, su Señor. Es él quien ha asumido el camino del hombre y lo guía, incluso cuando

éste no se da cuenta».

En el discurso de apertura, Domingo Sugranyes Bickel declaró: «Estamos

completamente inmersos en el siglo XXI, muchas cosas han cambiado desde 1991:

hemos experimentado un crecimiento espectacular a nivel global antes de sumirnos en

una crisis de consecuencias inesperadas. Las dificultades en la gestión de la

globalización, la enorme cantidad de deuda –pública y privada– y las nuevas

tecnologías conllevan la necesidad de adoptar reformas difíciles y causan incertidumbre

sobre el futuro del trabajo. Numerosos jóvenes se sienten desprotegidos ante el futuro y

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amplios sectores de la población, incluso en los países ricos, temen el declive social y

económico. Es posible que, al estar en medio de lo que algunas personas llaman nueva

revolución industrial, los árboles nos impidan ver el panorama más general. En

cualquier caso, también debemos hacer frente a las terribles consecuencias de la guerra

y las poblaciones desplazadas, mientras que muchas personas de países más pobres

desean encontrar un futuro mejor en Europa y en Estados Unidos». Tras dirigir la

oración introductoria, el Cardenal Calcagno expresó su deseo de que la conferencia

pudiese realizar una contribución verdadera a un mundo en el que los pobres, en vez de

depender de las limosnas, encuentren un modo de progresar a través del trabajo.

Libertad económica, emprendimiento social e intervención contra la pobreza

Según Andreas Widmer, «demasiado a menudo se considera que el beneficio es malo

cuando se trata de solucionar la pobreza». Lo que llamó «industria de la ayuda

humanitaria» prefiere los impuestos, la redistribución y la ingeniería social. Tanto los

enfoques tecnocráticos como los burocráticos ante la pobreza tienen una base

materialista utilitaria similar. El camino alternativo, centrado en las personas, necesita

incluir el emprendimiento; y la empresa necesita considerar a los pobres como personas

con potencial no desarrollado, más que como «un problema». El sistema de mercado

moderno ha logrado reducir la pobreza extrema mejor que cualquier otra economía

previa. Sin embargo, está lejos de ser suficiente. Aunque se ha demostrado que las

pequeñas y medianas empresas (PYMES) en EEUU y en Europa son los motores de

creación de empleo y de beneficios, y representan aproximadamente un 99% de todas

las empresas; el sector de las PYMES es prácticamente inexistente en los países en vías

de desarrollo. Las personas pobres son pobres, no por lo que tengan o dejen de tener,

sino porque están excluidas de las redes de productividad e intercambio. Las

organizaciones de ayuda humanitaria, a pesar de sus buenas intenciones, así como los

gobiernos y las instituciones financieras, parecen tener profundos prejuicios contra los

propietarios de pequeños negocios. Por el contrario, las historias reales de éxito en el

desarrollo son aquellas en las que las PYMES han llegado a una masa crítica, y a

menudo ese éxito había sido incubado en las comunidades de fe que ofrecen una presión

de grupo positiva y un entorno relativamente seguro. Si se aceptaran estos hechos se

produciría un cambio sustancial: las instituciones financieras deberían ofrecer préstamos

competitivos a las PYMES en vez de a los gobiernos (en vez de únicamente

proporcionar microcréditos, que ayudan a mitigar la pobreza pero no son suficientes

para crear riqueza); las universidades, fomentar la educación de la gestión a nivel

intermedio; los gobiernos de los países ricos, favorecer las importaciones de los países

en vías de desarrollo y acabar con los subsidios locales a la competencia desleal.

Este punto de vista puede parecer provocador, pero hay muchos ejemplos de la vida real

que lo apoyan. En un panel presidido por Jesus Estanislao, se presentaron tres casos.

Algunas empresas internacionales ya han tomado la decisión de apoyar a negocios

locales en países en vías de desarrollo como parte de sus principales políticas del interés

bien entendido, como explicó Francesco Vanni d’Archirafi: Junior Achievment, por

ejemplo, con el apoyo de grandes bancos y empresas de todo el mundo, contribuye a la

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educación financiera, a la preparación para el mundo laboral y a la formación

emprendedora; así como a crear empresas reales en proyectos escolares. Llega a diez

millones de jóvenes cada año con ayuda de 450.000 voluntarios. La Fundación Citi

tiene un programa similar que se llama Pathways to Progress (Caminos al Progreso). En

los proyectos de pequeño crédito que apoya Citi, a menudo el enfoque se centra en

apoyar el emprendimiento de las mujeres, lo cual tiene más probabilidades de tener un

impacto en las familias y en las comunidades. Un segundo ejemplo, más limitado pero

verdaderamente significativo es el del Padre Luis Lezama, fundador español de una

cadena cooperativa de restaurantes y de unos centros de educación profesional que

contratan exclusivamente a jóvenes en situación de marginación y que han gozado de un

éxito espectacular. Un tercer ejemplo es la historia de éxito internacional del empresario

coreano Young Hee Yu, un buen ejemplo de creación de riqueza inspirada por la fe en

todo momento.

Quizá esto no resulte tan paradójico si uno recuerda, como explicó el Cardenal Pell en

su discurso de apertura, que probablemente los apóstoles no fueran pobres, sino más

bien pescadores y pequeños negociantes de éxito. «Jesús era consciente del poder que

tenía el dinero para fascinar, corromper y capturar el corazón humano», dijo el

Cardenal; pero también comprendía lo que era el dinero y la forma en que funcionaba,

como ilustró en la parábola de los talentos. Jesús tenía amigos ricos (María, Marta y

Lázaro, Zaqueo y José de Arimatea). Si el buen samaritano no hubiera tenido capital

alguno, no hubiera podido dejar dinero para cuidar del hombre al que habían robado.

Según la doctrina social de la Iglesia, la vocación del emprendedor es esencial para

generar riqueza, empleo y mejorar la educación y la atención sanitaria.

¿Es posible tomar decisiones empresariales inspiradas en el cristianismo?

Especialmente desde la encíclica Centesimus Annus publicada hace 25 años por san

Juan Pablo II, se pueden encontrar diversas expresiones en documentos católicos que

apoyan el papel de la empresa y del beneficio como medida del éxito, siempre que las

decisiones económicas se tomen dentro de un contexto ético y con la solidaridad en

mente. No obstante, ¿es esto posible en la práctica para los líderes de negocios cuya

primera tarea moral es la sostenibilidad de la compañía? ¿Cómo puede inspirar el

cristianismo exactamente las decisiones empresariales?

Este tipo de cuestiones surgen sin cesar desde que la Fundación CAPP comenzó su

andadura en 1993 como espacio no oficial de debate, basado en el Vaticano, centrado en

la aplicación de la doctrina social cristiana. En esta ocasión, los organizadores dirigieron

su pregunta al presidente de una empresa líder mundial: Nikolaus von Bomhard,

Presidente de Munich Re y miembro activo de la iglesia luterana. Comenzó recordando

que la cristiandad fue un elemento esencial en el desarrollo económico occidental, por

ejemplo gracias a la austeridad y a la ética de trabajo de los primeros claustros

medievales, y posteriormente con las enseñanzas calvinistas. En el siglo XIX la

inspiración cristiana estuvo de nuevo presente, tanto en el desarrollo de las infructuosas

ideas socialistas como en las respuestas dadas por el Papa León XIII en Rerum

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Novarum. La doctrina social de la Iglesia fue esencial para el desarrollo del concepto de

la economía social de mercado y de sus instituciones tras la Segunda Guerra Mundial.

En cuanto al liderazgo empresarial, el primer principio esencial es cumplir con la

regulación en todos los países, pero esto no es suficiente: las empresas también deben

desarrollar sus propias normas éticas voluntarias, o bien adherirse a normas ya

existentes (no sin llevar a cabo un trabajo de cauto discernimiento sobre el verdadero

valor de estas normas). Además, no es tarea difícil, a pesar de las diferencias culturales

entre distintas partes del mundo, puesto que existe un tesauro sustancial de principios

aceptados universalmente como la libertad, la igualdad, la justicia, la seguridad: y

existen valores empresariales reconocidos a nivel mundial como la equidad, la

confianza, la fiabilidad, la previsibilidad, la transparencia y la confidencialidad. Pero, de

vez en cuando, uno se encuentra ante un dilema en el que es necesario tomar una

decisión en un contexto de exigencias éticas en conflicto, por ejemplo: protección del

medio ambiente contra criterios de desarrollo económico. En esos casos, los líderes de

negocios necesitan dialogar, considerar las opiniones o requisitos de los diferentes

agentes… pero al final hay una responsabilidad individual personal a la que no se puede

escapar. El interés empresarial y la responsabilidad social no son incompatibles, y para

llegar a la decisión correcta hay que considerar tres niveles: ¿A dónde me conduce esta

decisión en términos de un sistema económico sostenible a largo plazo? ¿Cómo afecta

al futuro sostenible de la empresa? Y, por último, ¿es correcto desde mi propia base

moral? Por ello, cuando le preguntaron a Nikolaus von Bomhard si era posible tomar

decisiones empresariales inspiradas en el cristianismo, él contestó que sí. Las

consideraciones éticas deberían y deben desempeñar un papel en las decisiones de

gestión. Aunque sea difícil proclamar los valores religiosos de forma explícita en una

gran empresa, esto no supone un problema, ya que los principios del pensamiento social

cristiano (bien común, solidaridad y subsidiaridad) son ideas comunes que se pueden

compartir con personas virtuosas en cualquier parte.

Como expresó Francis X. Rocca en su presentación: «Los empresarios, como las

personas en cualquier otro entorno de trabajo honesto, desean profundamente creer que

su trabajo es noble y que posee un mayor significado que el mero provecho personal.

Por ello, conforman un público muy receptivo para el impulso y la orientación de la

doctrina social de la Iglesia. Al estar en un momento en el que tantas personas han

perdido la confianza en las principales instituciones, tanto públicas como privadas; la

visión católica del liderazgo empresarial continúa siendo poderosamente convincente y

atrayente, con potencial para cautivar la imaginación y elevar los niveles de los que la

practican dentro y fuera de la Iglesia».

Ante la crisis de los refugiados

El Papa Francisco ha llamado la atención del mundo en diversas ocasiones, y

especialmente la atención de Europa hacia la crisis de los refugiados. Para el Dr. Jakob

Kellenberger, el primer punto es comprender la dimensión real del problema: 38

millones de personas desplazadas internamente (PDI) como consecuencia de conflictos

armados o de otras formas de violencia, y alrededor de 20 millones de PDI debido a

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desastres naturales y al cambio climático. En este contexto, los desembarques desde el

Mediterráneo, que han alcanzado su punto máximo por encima del millón en 2014, no

suponen una cifra tan elevada. También es necesario hacer distinciones entre los marcos

legales aplicables a las distintas personas en tránsito. Actualmente, el mayor problema y

el más urgente es el de las PDI de Siria, Irak, Sudán y Somalia.

Si se quisiera haber evitado la crisis de refugiados, la primera prioridad debería haber

sido invertir más en la prevención de conflictos. A pesar de haber hablado mucho sobre

el tema, se ha actuado poco. Si, como es el caso, no se puede evitar el conflicto armado,

ciertamente la aplicación de las convenciones internacionales existentes y del derecho

humanitario internacional ayudaría a proteger a los civiles y a reducir del número de

PDI y refugiados. Sin embargo, estas leyes no se están aplicando porque las fuerzas

involucradas en la guerra no se preocupan por el número de personas desplazadas. En

cuanto a las personas que emigran por razones económicas, el caso es parecido: se

debería haber hecho mucho más para crear oportunidades y empleos a nivel local.

Desafortunadamente, la ayuda al desarrollo oficial a menudo tiene objetivos distintos a

la creación de empleo, y el argumento de la soberanía evita el control del uso local de

los recursos financieros.

Cuando, como observamos ahora en Siria, se llega al punto en el que la crisis de

refugiados ya no se puede evitar, hay que ser conscientes de que «las PDI y los

refugiados quieren mantenerse cerca de sus lugares de origen». Por ello, Jakob

Kellenberger sostiene que los acuerdos como los que ha firmado la Unión Europea con

Turquía deberían haberse tomado antes, igual que con Jordania y el Líbano: «las

dificultades de la UE para aplicar un sistema de asilo común con un grado mínimo de

solidaridad entre Estados miembro debería haber sido y debería ser un incentivo

adicional para apoyar lo más posible a los vecinos de Siria». Kellenberger critica a la

UE con rotundidad por haber perdido tiempo en debatir sobre un sistema teórico de

distribución de refugiados cuando algunos Estados miembro «nunca se han preocupado

por traducir las tres directivas que forman este sistema en legislación nacional… Frente

a las historias engañosas divulgadas por los traficantes de personas, ¿por qué no

explicamos… que no existe un sistema funcional de asilo europeo con todas las

incertidumbres que ello genera? ¿Cómo entender que no se podían haber tomado otras

medidas a tiempo para evitar que estos traficantes de personas continúen con su

mortífero trabajo?». Un enfoque más realista sobre la capacidad de la UE podía haber

minimizado el desastre actual.

En cualquier caso, según este orador, las crisis de refugiados que afectan a Europa van a

seguir produciéndose. Por ello, todavía sigue siendo buena idea invertir más en la

prevención de conflictos y en la construcción de la paz en Oriente Medio y Próximo, así

como en la creación de empleo en África. Además, en lo que concierne a los migrantes

económicos, es de suma importancia promover un mejor entendimiento del crucial

papel económico y social que los migrantes desempeñan en el país donde trabajan y en

su país de origen. Las remesas de los migrantes son vitales para la supervivencia en los

Estados fallidos o los que están cerca de serlo. En cuanto a la Unión Europea,

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Kellenberger concluyó: «la autocomprensión de la UE es de una comunidad de valores.

Si esto se toma en serio, entonces es difícil entender por qué los Estados miembro de la

UE no van a ser capaces de poner en práctica un enfoque generoso hacia los verdaderos

refugiados que necesitan protección urgente».

Al pronunciarse sobre el mismo tema, el Cardenal Tagle inquirió en su discurso de

cierre: «Tales movimientos forzosos de poblaciones han conducido al contrabando y

tráfico de personas humanas, a nuevas formas de esclavitud… dicho de otro modo, a un

negocio multimillonario. Es inaudito que un negocio se beneficie de las miserias de

otras personas. Es cierto que los niños de este mundo son más astutos con los de su

generación (ver Lc 16,8). No obstante, debemos preguntarnos: ¿Cuál es la respuesta de

los hijos de la luz?».

Sin embargo, hay también aspectos positivos en la situación actual, y la magnitud del

socorro y la ayuda urgente que se han proporcionado, especialmente por parte de

organizaciones no gubernamentales, es impresionante. En un panel presidido por Fabio

Pammolli tres oradores presentaron ejemplos de acciones constructivas: servicios de

salud en países vecinos y en países receptores, gracias a acciones voluntarias concretas

de GSK, una empresa farmacéutica (Daniele Finocchiaro); la recepción de refugiados

en Alemania, el país europeo con los grupos más grandes con diferencia (Ralph Heck);

y programas creados por la Iglesia católica italiana (Monseñor Gian Carlo Perego). El

testimonio de una de las firmas de las «grandes farmacéuticas» puso de relieve que las

políticas empresariales se pueden poner al servicio específico de la salud en entornos

pobres de forma general, por ejemplo a través de investigación concreta y de

distribución como medicamentos genéricos. El ejemplo de GSK incluye concretamente

el apoyo a los programas de salud a refugiados en Jordania y en el Líbano, así como en

Italia, Croacia y Serbia. Alemania distaba mucho de estar preparada, y el esfuerzo

estructural para proporcionar a más de un millón de refugiados el nivel de servicios

sociales y sanitarios del que goza la sociedad alemana supuso un esfuerzo titánico. Tras

una primera acogida temprana y generosa, ahora los problemas están surgiendo, por

ejemplo con relación a los precios de la vivienda y la tendencia a crear guetos. Más que

la «integración», el desafío es el hermanamiento cultural, del que finalmente Alemania

demostrará que es capaz, como hizo en los años 70 con los trabajadores de Europa

septentrional y Turquía – ¡pero hicieron falta 15 años! Las cifras son relativamente

inferiores en Italia: aproximadamente 325.000 desembarcos en 2014 y 2015 (en 2015

las rutas cambiaron y más de 850.000 llegaron sólo a Grecia). Del mismo modo que los

alemanes, los italianos también se han esforzado para proporcionar viviendas

provisionales, muchas de ellas en instalaciones religiosas; llegaron más de 11.000

menores no acompañados, de los cuales 6.000 desaparecieron tras su llegada y ahora se

encuentran en paradero desconocido. Se deben mejorar las políticas de recepción y la

Iglesia italiana ha hecho recomendaciones al respecto, como examinar con urgencia la

posibilidad de otorgar permisos de residencia por razones humanitarias a migrantes

cuya petición de asilo ha sido rechazada; acabar con la preselección de los solicitantes

de asilo y con el rechazo del asilo según sus orígenes supuestamente «seguros», algo

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ilegal según el derecho humanitario internacional y el italiano; acelerar los procesos de

reubicación que respeten los derechos humanos; unificar los procedimientos de

recepción en Italia; ofrecer servicios basados en la familia para los menores. Monseñor

Perego también cree que Europa está dividida y corre el riesgo de desintegrarse, sin ser

capaz de apreciar el valioso recurso que constituyen los jóvenes y las familias

inmigrantes para construir su futuro: «la calidad de la evangelización depende de la

eficacia y sinceridad con las que pongamos en práctica el mandamiento de “amarás al

prójimo”. La migración es la prueba».

El Padre Ryscavage comparó esta crisis de refugiados con los asuntos migratorios en

Estados Unidos, que son diferentes de la situación en Europa/Oriente Medio y

Próximo/África. EEUU ha aceptado alrededor de un millón de inmigrantes legales cada

año desde los últimos 25 años. En términos generales, la tradición de la integración

social y cultural de los inmigrantes se ha mantenido, y la Iglesia Católica continúa

desempeñando un papel fundamental en la misma, especialmente dado que muchos

inmigrantes son católicos. Los asuntos conflictivos tienen que ver con la inmigración

ilegal y con el persistente problema de niños inmigrantes no autorizados que escapan de

la extrema violencia de las bandas y del mundo de la droga en América Central. Una

fuerte caída en la tasa de natalidad en México y el desarrollo del país indican una

demanda más baja de migración en los años venideros, algo que podría crear un

problema de mano de obra para la agricultura americana. En cuanto a los refugiados, el

Congreso estadounidense solía admitir hasta 100.000 casos todos los años, pero este

proceso se ha interrumpido debido a la amenaza de la infiltración de terroristas por parte

del Estado Islámico (EI). Los temas relacionados con los refugiados están regulados por

la Convención sobre el Estatuto del Refugiado de Naciones Unidas de 1951; el Padre

Ryscavage opina que sería un error revisar este acuerdo, ya que podría ocasionar que

diversos gobiernos intentaran reducir la protección a los refugiados y recortaran el nivel

de protección internacional estratégico. Sin embargo, esta ley internacional se podría

complementar con acuerdos regionales sobre refugiados y migrantes.

En su intervención sobre las prioridades temáticas de las intervenciones de la Santa

Sede en las organizaciones internacionales, el Arzobispo Paul R. Gallagher habló sobre

el mismo tema: «Poblaciones y regiones enteras están siendo desplazadas; al intentar

huir de la guerra, la persecución, la explotación y la pobreza. Recientemente, esta

migración en masa se ha desplazado al foco de la atención política. Sin embargo, se

debe más a los inconvenientes adicionales e inesperados que tienen los países receptores

que a la escala de tragedia humana, que se manifiesta en el precio que pagan miles de

víctimas inocentes. La respuesta a estos desplazamientos masivos... especialmente en

las naciones más desarrolladas, ha sido una política de rechazo, ejemplificada, en

algunos caos, en la construcción de muros y barreras a lo largo de las fronteras

nacionales… La Santa Sede seguirá instando a los Gobiernos a superar cualquier tipo de

nacionalismo estrecho de miras y, por encima de todo, a reconocer la unidad de la raza

humana… los migrantes son hombres y mujeres que gozan de los mismos derechos

universales, sobretodo del derecho a la vida y a la dignidad. Es tarea de todas las

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sociedades civiles, incluido el sector comercial de esas sociedades, acompañar esta

acción e involucrarse activamente en la bienvenida y la integración de migrantes y

refugiados».

Coaliciones para el cambio

La Santa Sede ejerce por tanto su papel como autoridad moral mundial. Sin embargo,

¿qué deberían hacer los cristianos en general, intentar unirse a coaliciones más grandes,

capaces de cambiar los patrones de políticas cambiantes, egoístas y exclusivos? En su

intervención durante la primera sesión, el Padre Lezama abordó un asunto de peso,

central en las enseñanzas del Papa Francisco: basándose en la experiencia, la Iglesia

debe cambiar desde dentro si queremos convencer. Debemos volver al clima del

Concilio Vaticano II y terminar con cualquier gueto católico, corregir los frecuentes

malentendidos sobre el papel de los sacerdotes que deberían ser siervos, no maestros.

Durante una mesa redonda presidida por Lawrence Gonzi, Adrian Pabst mostró que, a

pesar de que parezca que los movimientos de extrema derecha y extrema izquierda

hayan vuelto «para vengarse», quizá como reacción a un relativismo moral generalizado

en la sociedad, es posible alcanzar nuevos entendimientos. Además, el pensamiento

social cristiano, «un regalo de la Iglesia al mundo», tiene una posición privilegiada para

proporcionar ese entendimiento. Necesitamos recordar que las cosas son contingentes,

no están dictadas por el destino, y que todos somos capaces de actuar, como personas,

grupos o alianzas más grandes, incluso fuera de nuestras naciones. La doctrina social de

la Iglesia es única porque posee una visión global. A pesar de que no funciona como

una ideología, hace referencia a todos los aspectos de la vida y «cuenta una historia

completa». Nos recuerda que somos capaces tanto de la virtud como del vicio y que

necesitamos trabajar la virtud, porque es la manera de mitigar el vicio. Por supuesto, el

problema radica en las dificultades de ampliar esta visión ante diversos intereses

personales, que pueden existir en los negocios; pero también entre los legisladores, los

políticos, e incluso en la cultura y en la educación. La única respuesta es promover

centros para la virtud y transmitir muchas buenas prácticas que estén basadas en la

generosidad, la reciprocidad y la contribución. El reto es asumir responsabilidad

personal por nosotros y por los demás.

Monseñor Sánchez Sorondo está de acuerdo, pero cree que necesitamos que la ética

pase del diálogo a la acción. Es por ello que el Papa Francisco ha instruido a las

Pontificias Academias, por ejemplo, a trabajar precisamente en las nuevas formas de

esclavitud, tráfico de personas y prostitución, problemas que están todos relacionados

con la migración. En su trabajo, las Academias han invitado a las denominaciones

cristianas, pero también a los musulmanes chiíes y suníes, a los judíos y a otras

religiones para debatir acciones comunes. Otras áreas de acción prioritaria indicadas por

el Papa son: el cambio climático y su relación con la pobreza, y la necesidad de

promover la educación. Lord Brennan confirma, como político, que la derecha y la

izquierda tradicionales se están desmoronando y que el futuro de las grandes áreas

urbanas y de los jóvenes puede evolucionar en modos que no podemos prever. La

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doctrina social de la Iglesia puede ser la base del entendimiento porque se trata en gran

medida de la decencia humana y del sentido común, primero debería enseñarse a

nuestros propios niños en edad escolar! En lo que respecta a los refugiados y a los niños

refugiados, desafortunadamente la ONU y las estructuras gubernamentales a menudo

son demasiado rígidas e intransigentes, no hay relación entre las grandes decisiones (por

ejemplo, cuando la UE ofreció seis mil millones de euros a Turquía, «y todavía no

hemos sabido de un plan significativo») y los proyectos reales que uno intentó

promover para proporcionar viviendas provisionales por ejemplo en Siria y en

Kurdistán, cerca de la frontera turca. ¿Y cómo es posible que 100.000 niños refugiados

no puedan ser recibidos en un grupo de países con 500 millones de personas? Es urgente

hacer que la gente lo sepa y mostrar que es posible. Marc Surchat cree que hay dos

barreras principales ante el ascenso de las políticas éticas: existen sistemas que son

egoístas, pero muy eficientes, que producen las mafias y la esclavitud y toleran el

desempleo juvenil y otras dolencias. La otra barrera es una falta de cooperación entre

iniciativas basadas éticamente: no se comparte suficiente información sobre nuevas

soluciones posibles, a menudo basadas en la tecnología y promovidas por las ONG.

Para José María Simone, el elemento esencial para mantener las coaliciones orientadas

hacia el bien común se debe hallar en una gestión empresarial sostenible, centrada en las

personas, donde los líderes sean sirvientes: esto deja abierta la posibilidad una

revolución verdadera en la toma de decisiones. Finalmente, Flavio Valeri explicó la

forma en la que, en un lugar con una práctica filantrópica y caritativa fuertemente

enraizada, como Milán, una institución financiera puede apoyar la voluntad de los

trabajadores para trabajar por la comunidad.

Desde las reuniones de expertos de la Fundación CAPP sobre la crisis financiera y los

posteriores esfuerzos de reforma («Dublin Process»), una de las conclusiones obtenidas

fue presentada por Josef Bonnici: la creación de una red de Fondos Voluntarios de

Solidaridad (VSF) como respuesta moral a una desigualdad creciente en los ingresos. La

idea se basa en la parábola de los talentos: el éxito es producto de nuestro trabajo; no

todos tenemos las mismas capacidades; trabajamos por un objetivo superior, no sólo por

nuestros intereses; se nos pedirán cuentas. Hay indicios de un empeoramiento

continuado de la desigualdad en las sociedades ricas y la incapacidad del crecimiento

para «elevar a todos los barcos»: ante el hecho de que amplios grupos de la población se

quedan atrás, ¿cuál es nuestra obligación moral como cristianos? ¿Qué se puede hacer

para «transformar a las personas en mejores pescadores»? La red VSF será un intento de

incluir al máximo número de cristianos que acojan este concepto y contribuyan

regularmente con un pequeño porcentaje de sus ingresos. Los fondos se utilizarán bien

mediante préstamos libres de intereses o donaciones para apoyar las becas y cursos de

formación, asesoramiento a familias y promoción de pequeños negocios. Esta iniciativa

no pretende competir con las organizaciones de caridad que ya existen, un propósito

orientado claramente al largo plazo debería ser su rasgo diferenciador. El VSF ofrecerá

una oportunidad a las personas de cumplir con su obligación moral de ayudar a otros a

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fomentar sus propias capacidades a través de una estructura transparente gobernada de

forma experta1.

Compromiso basado en la fe

El Cardenal Pell habló en su discurso introductorio sobre las corrientes que actúan

contra la forma de vida cristiana en el mundo occidental, mientras que no se aprecia un

declive tan visible en África, Asia o Sudamérica. Cuando las personas se distancian y

los jóvenes están ausentes, la tentación para algunos cristianos podía ser buscar refugio

en el pequeño mundo de los asuntos de iglesia. Ciertamente, la participación de los

laicos en la gestión de las parroquias, diócesis, hospitales, escuelas; y una gestión

financiera apropiada de estas instituciones es esencial. El liderazgo episcopal y

sacerdotal es necesario para la evangelización, no tanto para la gestión. Además, el

papel de los laicos también es más ambicioso en la difusión del mensaje: como se

afirmó en el Segundo Concilio Vaticano, se trata de buscar el Reino de Dios

involucrándose en los asuntos temporales y conformándolos con el plan de Dios.

Pero «¿qué ocurre, como dijo el Cardenal Tagle en la sesión final, si tantas personas

sufren una economía de exclusión»? «Los que solían estar en los márgenes de la

sociedad han sido apartados. Son las personas que han sido excluidas del crecimiento o

del desarrollo que algunos países y negocios han conseguido. Pero, si la mayoría de los

pueblos quedan excluidos del crecimiento, cabe preguntarse si eso que llamamos

crecimiento es real». Esto nos lleva a nuestro punto de partida, la necesidad de incluir a

los pobres en los canales de productividad e intercambio. ¿Cómo se va a producir esta

inclusión? Los economistas, como se ha mencionado anteriormente, tienen sus

recomendaciones, principalmente a través del apoyo a pequeñas empresas que llegan a

la masa crítica. Desde un punto de vista más personal, el Cardenal Tagle tiene algunos

consejos prácticos:

«Sugiero que todos participemos en un examen de conciencia»…:

- ¿Están incluidos los pobres en nuestras declaraciones de visión y misión?

- ¿Están incluidos los pobres en nuestros objetivos y planificación? ¿como

mercancías, consumidores o socios?

- ¿El desarrollo de los pobres es un factor al decidir sobre productos y

servicios?

- ¿Se consulta a los pobres sobre el tipo de desarrollo que desean?

- Nuestra responsabilidad social corporativa, ¿es un apéndice de nuestra vida

corporativa o está integrada en el modo en el que operamos?

- En nuestras oficinas y establecimientos, ¿está formado el personal para tratar

con los pobres?

1 La iniciativa VSF se está desarrollando de forma autónoma. Se está estableciendo una Fundación VSF

en Londres y se prevé la creación de entidades locales piloto de VSF en diversas diócesis católicas

europeas.

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El Papa Francisco afirmó que la realidad es más grande que las ideas. Los excluidos no

son categorías o números sino personas, como nosotros, con sentimientos, sueños,

males y límites. Nos acercamos a los pobres… con una postura de aprendizaje humilde

de su sabiduría… La búsqueda del crecimiento inclusivo por parte de las empresas y del

mundo corporativo debería empezar por la «incorporación» de las personas pobres en

nuestras conciencias para desacomodarnos, para enseñarnos y para empujarnos a la

acción».

El hecho de estar unidos a la Santa Sede a través de la Fundación Centesimus Annus

pro Pontifice tiene un significado especial y supone un desafío, como explicó el

Arzobispo Gallagher:

«Las tres perspectivas que he examinado brevemente (la antropológica, la

política-internacional y la ecológica, en términos generales) nos permiten

reconocer la forma en la que la Santa Sede asume un papel en el ámbito

internacional, que puede ser considerado profético, recordando a todo el mundo la

dignidad fundamental y primordial de todo ser humano, la necesidad de contribuir

a un orden internacional basado en la armonía y la paz –que, por tanto, rechace la

violencia como un medio de resolución de conflictos– y la necesidad de construir

un proceso de desarrollo verdaderamente sostenible, tanto para el bien de la tierra

como para la totalidad de la familia humana. Para llevar esto a cabo, no podemos

simplemente proteger nuestros propios intereses, disfrazándolos de derechos,

mientras ignoramos la obligación de respetar los derechos de los demás. Hay que

recordar que no hay ninguna nación que pueda garantizar su propia seguridad y su

propio bienestar económico y social al aislarse del resto del mundo y al no

mostrar solidaridad con otros países. La posición de la Santa Sede también es una

llamada a la responsabilidad por parte de todos, especialmente por los que

desempeñan papeles de liderazgo en la sociedad civil y en la dirección de la

actividad económica».

La adhesión a esta fundación basada en el Vaticano debería ayudar a los miembros a

comprometerse específicamente a un «nuevo humanismo», como lo definió el

Arzobispo Celli en una meditación. «El Papa Francisco define este nuevo humanismo

como el producto de tres capacidades: la capacidad de integración, la capacidad de

entablar diálogo y la capacidad de crear». En este proceso, Celli recordó que los

cristianos encontrarán apoyo en la Iglesia, que debería ser madre: «una madre que puede

no estar de acuerdo con nuestras elecciones, pero que mantiene su puerta abierta para

nosotros, para nuestro regreso».

Dirigiéndose al los participantes en la conferencia, el Santo Padre dijo: «Espero que su

conferencia contribuya a generar nuevos modelos de progreso económico más

claramente dirigidos al bien común universal, a la inclusión y al desarrollo integral, a la

creación de empleo y a la inversión en recursos humanos». Esta desafiante invitación

marca el camino que debe seguir el trabajo de la Fundación, pero también es una clara

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invitación para aquellos que quieren participar en la economía de un modo que tenga

como raíz su fe cristiana.

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INFORMACIÓN DE LA CONFERENCIA

La conferencia anual organizada por la Fundación Centesimus Annus pro Pontifice

(CAPPF) tuvo lugar en el Vaticano del 12 al 14 de mayo de 2016, bajo el título:

LA INICIATIVA EMPRESARIAL EN LA LUCHA CONTRA LA POBREZA

La crisis de los refugiados, nuestro reto

En la lista de oradores, presidentes y ponentes estaban incluidos:

Nikolaus von Bomhard, Consejero Delegado de Munich Re, Alemania

Josef Bonnici, Gobernador, Banco Central de Malta, miembro del Comité Científico de

la Fundación CAPP, Malta

Daniel Lord Brennan, Cámara de los Lores, miembro del Comité consultivo de la

Fundación CAPP, Reino Unido

Cardenal Domenico Calcagno, Presidente de APSA (Administración del Patrimonio de

la Sede Apostólica), Vaticano

Jean Pierre Casey, Responsable de inversiones, banca privada europea- CAPPF, Reino

Unido

Arzobispo Claudio Maria Celli, Asistente Internacional de la Fundación CAPP, antiguo

Presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Italia

Mark De Micoli, gerente de operaciones- CAPPF, Malta

Jesus P. Estanislao, miembro del Comité Científico de la Fundación CAPP, Institute for

Solidarity in Asia, Manila, Filipinas

Daniele Finocchiaro, Presidente y Direrctor General, GSK Pharmaceuticals Italia, Italia

Arzobispo Paul R.Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados, Secretaría

de Estado, Vaticano

Lawrence Gonzi, antiguo Primer Ministro de Malta, miembro de la Junta de la

Fundación CAPP, Malta

Ralph Heck, Director de McKinsey, Alemania

Jakob Kellenberger, antiguo Secretario de Estado de Asuntos Exteriores y antiguo

Presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Ginebra, Suiza

Padre Luis Lezama Barañano, empresario social, España

Giovanni Marseguerra, Secretario del Comité Científico de la Fundación CAPP,

Universidad Católica ‘Sacro Cuore’, Milán, Italia

Adrian Pabst, miembro del Comité Científico de la Fundación CAPP, University of

Kent, Reino Unido

Fabio Pammolli, miembro del Comité Científico de la Fundación CAPP, Institute for

Advanced Studies IMT, Lucca, Italia

Monseñor Gian Carlo Perego, Director General, Fundación Migrantes, Conferencia

Episcopal Italiana

Cardenal George Pell, Prefecto de la Secretaría de Asuntos Económicos de la Santa

Sede, Vaticano

Francis X. Rocca, corresponsal del Vaticano del Wall Street Journal

Thomas Rusche, empresario, miembro de la Junta de la Fundación CAPP, Alemania

Padre Richard Ryscavage SJ, especialista en asuntos de inmigración y refugiados,

Fairfield University, Connecticut, Asistente Eclesiástico de CAPP- USA, EEUU

Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, Canciller de las Pontificias Academias de las

Ciencias y de Ciencias Sociales, Vaticano

Jose María Simone, empresario, Presidente internacional de UNIAPAC, Argentina

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Domingo Sugranyes Bickel, Presidente de la Junta de la Fundación CAPP, España

Marc Surchat, Presidente del Grupo de Trabajo nº1 de Análisis Macroeconómico y de

Política Estructural en la OCDE, París, Francia

Cardenal Luis Antonio G. Tagle, Arzobispo de Manila, Presidente de Caritas

Internationalis, Filipinas

Attilio Tranquilli, empresario, Coordinador Local de la CAPPF, Italia

Flavio Valeri, Director de País Deutsche Bank Italia, miembro del Comité consultivo de

la Fundación CAPP, Italia

Francesco Vanni d’Archirafi, Consejero Delegado de Citi Holdings, Nueva York y

Londres, miembro del Comité consultivo de la Fundación CAPP

Andreas Widmer, Director, Programas de Emprendimiento, CUA (Catholic University

of America), EEUU

Young Hee YU, Presidente de Yudo Group y antiguo Presidente de CBFK, Corea del

Sur

Luanne Zurlo, Fundadora y Co-Presidenta, Fondo Mundial para la Educación y el

Desarrollo (Worldfund) – Profesora Adjunta de Finanzas, The Catholic University of

America (CUA), EEUU