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1 |2008 19 Ketzalcalli LA IMAGEN DE CHAAC DURANTE EL PERÍODO CLÁSICO Octavio Quesada García CH, Universidad Nacional Autónoma de México, México [Ketzalcalli 1|2008:19–34] Resumen: Estudio iconográfico comparativo de la imagen de Chaac, en una muestra proveniente de diversas regiones del mundo maya. Consiste en la descripción positiva de representaciones estilizadas de serpientesma- yas, así como del rostro, el cuerpo y los atavíos que componen la imagen de Chaac. Es éste un ser humano de apariencia naturalista, cuyo rostro se mira estilizado en la boca y en los ojos principalmente, por rasgos de natu- raleza serpentina. Describe, además, la presencia consistente cuatro signos previamente identificados. Esta descripción es congruente con la hipótesis que describe a Tláloc como símbolo de la creación universal. Palabras clave: Tláloc; Chaac, cosmogonía antigua mexicana INTRODUCCIÓN En estudio previo, se enunció una hipótesis general acerca de la composición y significado de la imagen de Tláloc (Bonifaz Nuño 1986), tenida ésta como un complejo iconográfico que abarca prácticamente todas las manifestaciones de alta cultura que florecieron en Mé- xico, desde alrededor del año 1500 a.C., hasta la invasión española en el siglo XVI (Fig. 1; Covarrubias 1946: 169). En efecto, en toda esa región hoy llamada Mesoamérica, aparece con insistencia a lo largo de tiempos y espacios la imagen de dicha divinidad. Con su alta incidencia y preponderancia en los distintos contextos en que se le ha encontrado, hace suyo todo tipo de espacio consagrado y dedicado al culto, incluyendo sus puntos principa- les. Se le encuentra en los templos y en las plazas mayores, propicias para la congregación de la comunidad, así como en los patios y recintos restringidos a las prácticas rituales y a la clase sacerdotal. Se le halla también formando parte de ofrendas, fueran éstas deposita- das para celebrar ciclos rituales o acontecimientos terrenos o divinos, fueran para acompa- ñar a sus muertos. En todos esos contextos, la imagen de Tláloc aparece y reaparece atra- vesando muy diversos ámbitos, y al hacerlo, ella misma se autopropone como rectora de las fuerzas intelectuales que allí se manifiestan, pareciera, ordenándolas. El presente estudio, un análisis iconográfico de su imagen en el mundo maya durante el período Clásico, busca describir su composición icónica y de signos. Con dicho propósi- to, se analizaron inicialmente numerosas imágenes serpentinas mayas del Clásico, y se identificaron algunas maneras comunes en que fueron representadas. Posteriormente, se estudió el modo en que la imagen de Chaac se construye, tratando de identificar la natura- leza de los rasgos y los motivos figurativos que la caracterizan. Finalmente, se estudió la

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LA IMAGEN DE CHAAC

DURANTE EL PERÍODO CLÁSICO

Octavio Quesada García CH, Universidad Nacional Autónoma de México, México

[Ketzalcalli 1|2008:19–34]

Resumen: Estudio iconográfico comparativo de la imagen de Chaac, en

una muestra proveniente de diversas regiones del mundo maya. Consiste

en la descripción positiva de representaciones estilizadas de serpientesma-

yas, así como del rostro, el cuerpo y los atavíos que componen la imagen

de Chaac. Es éste un ser humano de apariencia naturalista, cuyo rostro se

mira estilizado en la boca y en los ojos principalmente, por rasgos de natu-

raleza serpentina. Describe, además, la presencia consistente cuatro signos

previamente identificados. Esta descripción es congruente con la hipótesis

que describe a Tláloc como símbolo de la creación universal.

Palabras clave: Tláloc; Chaac, cosmogonía antigua mexicana

INTRODUCCIÓN

En estudio previo, se enunció una hipótesis general acerca de la composición y significado de la imagen de Tláloc (Bonifaz Nuño 1986), tenida ésta como un complejo iconográfico que abarca prácticamente todas las manifestaciones de alta cultura que florecieron en Mé-xico, desde alrededor del año 1500 a.C., hasta la invasión española en el siglo XVI (Fig. 1; Covarrubias 1946: 169). En efecto, en toda esa región hoy llamada Mesoamérica, aparece con insistencia a lo largo de tiempos y espacios la imagen de dicha divinidad. Con su alta incidencia y preponderancia en los distintos contextos en que se le ha encontrado, hace suyo todo tipo de espacio consagrado y dedicado al culto, incluyendo sus puntos principa-les. Se le encuentra en los templos y en las plazas mayores, propicias para la congregación de la comunidad, así como en los patios y recintos restringidos a las prácticas rituales y a la clase sacerdotal. Se le halla también formando parte de ofrendas, fueran éstas deposita-das para celebrar ciclos rituales o acontecimientos terrenos o divinos, fueran para acompa-ñar a sus muertos. En todos esos contextos, la imagen de Tláloc aparece y reaparece atra-vesando muy diversos ámbitos, y al hacerlo, ella misma se autopropone como rectora de las fuerzas intelectuales que allí se manifiestan, pareciera, ordenándolas.

El presente estudio, un análisis iconográfico de su imagen en el mundo maya durante el período Clásico, busca describir su composición icónica y de signos. Con dicho propósi-to, se analizaron inicialmente numerosas imágenes serpentinas mayas del Clásico, y se identificaron algunas maneras comunes en que fueron representadas. Posteriormente, se estudió el modo en que la imagen de Chaac se construye, tratando de identificar la natura-leza de los rasgos y los motivos figurativos que la caracterizan. Finalmente, se estudió la

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composición de signos que presenta la imagen, fuere que aparecieran como partes estruc-turales de los elementos figurativos, o como elementos gráficos individuales y aislados dentro del espacio plástico.

LAS IMÁGENES SERPENTINAS

Las imágenes mayas de la serpiente que han llegado hasta nosotros constituyen un amplio universo iconográfico. Infaltable, se podría decir, en todos sitio maya principal, su imagen se multiplica sobre distintos soportes, esculpida de bulto o en relieve, pintada sobre muros o en las innúmeras piezas de cerámica preparada para esos fines. En sus imágenes osten-ta, pareciera, una vasta diversidad de apariencias. Y no obstante, un estudio apenas meti-culoso de un número amplio de ellas, permite observar cómo la construcción de grandes

conjuntos de esas imágenes, se rige por algunas convenciones y un número relativamente pe-queño de elementos gráficos comunes. Entre las convenciones tenemos al menos tres referentes a la cabeza y una con repecto al cuerpo. La primera es la que permite manifes-tar a la serpiente por la cabeza sola, con ausen-cia completa de cuerpo, y en estrecha relación con ella, la que acuerda concentrar la mayor densidad del mensaje plástico, luego de signifi-cado, justamente en la cabeza. La tercera es de índole estructural. Se trata de la práctica admiti-da tácitamente de construir esas cabezas con los conjuntos de la boca y el ojo, convención ampliamente distribuida en el mundo maya, y que permite, aún, omitir de la primera la mandíbula inferior. En otras palabras, para la representación de una serpiente basta la cabeza –donde se concentra el sentido– formada por los complejos ocular y bucal. En lo referente al cuerpo de las serpientes, cuando se figura, siempre es redondeado y lar-go y sigue trayectorias curvas, ondulantes o en espiral, en donde toda arista ha sido evitada; con harta frecuencia muestra escamas ventrales y dorsales diferenciadas; las primeras rectangu-lares y perpendiculares al eje principal del cuer-

po, las últimas muchas veces romboidales producidos por lineas diagonales que se cruzan; todo, apariencia y conducta, tal y como ocurre con las serpientes reales. Es esta una con-vención donde se establece el naturalismo como medio de expresión de los cuerpos ser-pentinos. Lo anterior no quiere decir que no haya ocasiones en las que el cuerpo de las serpientes fue sujeto de estilizaciones, mas ocurre que éstas casi siempre son adiciones de elementos nuevos, extraños a los cuerpos verdaderos, y no modificaciones a su estructu-ra. Los cuerpos serpentinos, así, siempre muestran conducta y apariencia de serpiente, aunque pueden ostentar adiciones gráficas con fines de estilización.

Fig. 1: Cuadro iconográfico de Miguel Covarrubias en donde se muestra la relación existente entre los así llama-dos Dioses de la lluvia en el México antiguo, desde los Olmecas hasta los

Mexicas Cuadro y dibujos de Miguel Covarrubias 1946:

169, Lámina 4

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Respecto a las serpientes en general, saltan a la vista dos modalidades claramente dis-cernibles, y que constituyen dos grandes conjuntos de obvio y desigual significado: uno en donde los rasgos se observan más cercanos a las serpientes reales, próximas al naturalis-mo, y otro donde aquéllos han sido profundamente estilizados, sea por la transformación de sus elementos constitutivos o por la adición de otros nuevos. Las figuras 2 y 3 mues-tran algunos ejemplos de estos dos grandes conjuntos.

En el primero grupo (Fig. 2), las cabezas, como siempre hacen los cuerpos, se miran realizadas aproximando a su modelo natural, tanto en el tamaño y apariencia como en las proporciones y actitudes; son, sin lugar a du-das, serpientes. Las bocas aquí siempre están hechas de dos mandíbulas de la misma longi-tud, y pueden estar cerradas o totalmente abiertas; muestran varios colmillos, casi siem-pre de un solo tipo; ostentan con frecuencia largas y prominentes lenguas bífidas. Todas estas cabezas además, tienen un cuerpo figu-rativo y no se les representó, al parecer, por la cabeza sola. Este conjunto, en suma, está for-mado por representaciones serpentinas com-pletas, figuradas, tanto la cabeza como el

cuerpo, en términos plásticos cercanos al natu-ralismo.

Las serpientes estilizadas, por su parte, pue-den o no tener cuerpo y con mucha frecuencia se representaron sólo por sus cabezas (Fig. 3). Como en el primer grupo, cuando el cuerpo está presente, sigue la convención naturalista en lo referente a elementos constitutivos, apa-riencia y actitud. Es en la cabeza donde se con-centran decididamente las estilizaciones. Las dos principales son las que modifican la apa-riencia de la boca, y aquéllas que participan en la construcción de los ojos (Figs. 4a, b, c).

Fig. 2: Ejemplos de representaciones naturalistas de serpientes

entre los mayas del Período Clásico Fotografías: Justin Kerr. FAMSI

Fig. 3: Ejemplos de representaciones estilizadas de serpientes entre los ma-

yas del Período Clásico Fotografías: Justin Kerr. FAMSI

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La boca es el conjunto gráfico mayor y puede representar más del 80% de la superficie total de la cabeza; se halla, además, siempre abierta. Concentra, por el tamaño, la actitud y el número de elementos gráficos asociados a ella, la mayor parte de carga de significado evidente en la representación. El rasgo más prominente de esas bocas es sin duda la pro-yección de la mandíbula superior, que inicia siempre con un movimiento hacia adelante,

para ulteriormente desarrollarse en una variedad de trayectorias. Dos grandes conjuntos de estas variantes son los casos en que la proyección se continúa, en general, hacia arriba y hacia atrás, y aquellos en donde el movimiento es descendente después del avance inicial. En todos ellos, no obs-tante, la proyección inicial es quien presta impulso y soporte a todas las trayectorias sucesivas, y viene a ser la constante de este movimiento plástico. Cuando está presente, la mandíbula inferior siempre es más corta que la superior, y con fre-cuencia muestra una suerte de barbilla naciendo

de su límite más bajo. En la cara interna, la boca puede mostrar encías, colmillos, dientes u otros elementos complejos, todos los cuales voy a agrupar aquí bajo el nombre de piezas buca-

les. Entre éstas, hay una que se encuentra des-tacada por tamaño, posición y complejidad respecto de las otras piezas. En efecto, ésta se hace nacer, primero, de la mandíbula superior, conjunto fundamental de las serpientes mayas;

Fig, 4a: Análisis compositivo de ele-mentos gráficos en cabezas de

serpiente estilizadas. I Esculpida en la Lápida de Pakal,

Palenque, Chiapas Fotografía: F. Robles. En Bonifaz Nuño 1985:

171, Figura 100

II Esculpida en el Tablero del Templo de la Cruz Foliada, Palenque, Chiapas

Fotografía: F Robles. En. Bonifaz Nuño 2006

Figura 6

Fig. 4b: Análisis compositivo de elementos gráficos en cabezas de

serpiente estilizadas. I Pintada sobre un vaso proveniente

de Calakmul, Campeche Fotografía: Justin Kerr. FAMSI

II Pintada sobre un vaso proveniente de la región de Calakmul, Campeche

Fotografía: Justin Kerr. FAMSI

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allí, suele aparecer alta, grande y adelantada y pue-de, con cierta frecuencia, ser la única quye ostenta la boca. La voy a llamar en este trabajo pieza bucal mayor.

De la comisura de la boca, es frecuente observar el nacimiento de un elemento curvo y apuntado en su término, que se dirige hacia abajo y hacia atrás, el cual puede ser breve y corvo, o bien prolongarse y ondular en formas delgadas que siguen esa direc-ción. A dicho elemento voy a llamarlo, por su apa-riencia y posición, colmillo comisural. De la boca también, pero así mismo desde otras partes de la cabeza, es frecuente observar el nacimiento de ele-mentos bífidos, dos formas alargadas que corren adosadas en la parte inicial de su curso, para des-pués bifurcarse y separarse siguiendo diversas tra-yectorias, homólogas o distintas , y casi siempre di-vergentes.

La foseta nasal se representa por una pe-queña forma rectangular acostada, que se repega y apoya siempre en la gran mandíbu-la superior; queda en posición adelantada como consecuencia del avance de ésta; su región posterior suele mostrar una pequeña vírgula que nace desde la base, o un arco de talla mínima, mientras que el extremo más anterior remata en un desarrollo hacia ade-lante o hacia arriba. Este elemento gráfico puede mostrar muchas variaciones, una común es alargarse sobre su eje principal, siempre adosado a la mandíbula en que se apoya, mientras que el desarrollo anterior puede ondular suavemente o cambiar su tra-yectoria por medio de ángulos rectos. Asocia-

Fig. 4c: Análisis compositivo de elementos gráficos en cabezas

de serpiente estilizadas I Labrada sobre el Dintel 15,

Yaxchilán, Chiapas Fotografía: The Trustees of The British

Museum. En: Schele et al. 1986: 200,

Lámina 65

II Labrada sobre el Dintel 3 del Templo IV, Tikal, Guatemala

Dibujo: Linda Schele. FAMSI

Fig. 4d: Análisis compositivo de elementos gráficos en cabezas

de serpiente estilizadas.I Esculpida en la cara este del Altar O

de Copán, Honduras Dibujo: Miguel Covarrubias 1954 53, Figura 19

II Esculpida en la cara oeste del mismo monumento, Copán, Honduras

Dibujo: Miguel Covarrubias 1954: 46, Figura 13

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dos a la foseta nasal, nacen de ella, por lo general, dos elementos de apariencia tubular y recta, cada uno compuesto por un largo y esbelto rectángulo que culmina en su extremo con formas simples asociadas, frecuentemente un arco pequeño. Dichos elongados ele-mentos, que aquí voy agrupar y llamar par nasal, en sitios como Palenque y en otros de la región del Usumacinta, se representaron por formas trilobuladas y ligeramente alargadas. A tales elementos Los considero análogos al par nasal y los incluyo como variantes de esta categoría, tomando en cuenta que en todos los casos se les halla asociados con la foseta nasal, y a que con mucha frecuencia aparecen como un par. Así, esas bocas se construyen

con una mandíbula superior frontalmente proyectada, una inferior reducida, diversas piezas bucales, colmillo comisural, foseta y par nasales y elementos bífidos asociados. El ojo se encuentra modificado por al menos cuatro estilizaciones constantes: am-pliación evidente de su superficie dentro de un esquema cuadrangular; el iris figurado por una pequeña y delgada vírgula; un elemento largo y delgado en forma de “U”, que consti-tuye el límite basolateral del ojo, y un gran elemento colocado encima de éste, al que le determina forma y límites superiores, y que voy a llamar en este trabajo, placa ocular. Este elemento se relaciona estrechamente con el límite basolateral, al que le presta apo-yo, origen y muchas veces también término; puede competir en tamaño y complejidad iconográfica con el ojo mismo y muestra in-tensas variaciones en sus maneras de repre-sentación. La presencia de orejeras en las serpientes mayas, pareciera una distinción exclusiva de las representaciones estilizadas. En estas últi-mas, con mucha frecuencia se figuraron ore-jeras y con otra semejante se omitieron. Cuando aparecen, suelen ser complejas en su composición, pudiendo tener desde uno o dos hasta seis o siete elementos, colocados como regla general, uno abajo del otro, com-poniendo una columna de elementos gráficos. En sentido estricto, la orejera podría no ser considerada parte sinne qua non de la cabe-

za, en tanto que no constituye un elemento estructural de ella; a la cabeza, como ya se dijo, le bastan la boca y el ojo para existir. La orejera de hecho, puede aparecer separada y retrazada en la composición con respecto a la cabeza. Sin embargo, en muchas otras oca-siones se le encuentra en tal forma adosada a ella, que no puede ahí más que tenerse co-mo cierto que está formando parte integral del conjunto de la cabeza.

Fig. 5a: El rostro de Chaac durante el período Clásico.

I Labrado en relieve sobre una losa proveniente de Palenque, Chiapas

Fotografía:Michel Zabé / Raíces. En:

Arqueología Mexicana 2001:69

II Labrado en relieve sobre una losa proveniente de Palenque, Chiapas

Dibujo: Linda Schele. FAMSI

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Reitero y amplío una observación para finalizar este capítulo. Las cabezas serpentinas estilizadas, como ya se dijo, tienen como sustento gráfico concreto “sólo” los conjuntos de la boca y el ojo, con sus respectivos elementos asociados, naturalmente. Representadas casi siempre de perfil, bastan de hecho media mandíbula y un solo ojo para figurarlas. Lo anterior es válido tanto para imágenes pictóricas como para escultóricas realizada en relie-ve. Y pese a lo que pudiese suponerse en las representaciones escultóricas de bulto, donde se percibe una cabeza “verdadera” por la presencia de masas y superficies que pueden hallar correspondencia con partes anatómicas del cráneo, estas serpientes, si bien se les mira, siguen fieles la convención en donde la preponderancia plástica (estilización) se con-centra, fundamentalmente, en los rasgos de la boca y de los ojos (Figs. 4a, b, c).

LA IMAGEN DE CHAAC

SU NATURALEZA HUMANO–SERPENTINA

Puede decirse que la estructura que da siempre sustentamiento a esta imagen es la de un ser humano, representado de cuerpo entero, o sólo por su cabeza El cuerpo, con excep-ción de representaciones como la del llamado Dios K, en donde una de sus piernas está suplida por una serpiente, fuera de ellas insis-to, el cuerpo de Chaac no muestra estilizacio-nes obvias, y sus rasgos tienden al naturalis-mo y al parecido con los cuerpos humanos verdaderos. De hecho, la estructura de su cabeza también guarda varias relaciones con las cabezas humanas reales, y quepa decir desde aquí, no así con la de las serpientes. Todas siguen un esquema cuadrangular a rectangular, donde se inscribe siempre bien el rostro de los seres humanos, tanto el de las representaciones plásticas, como el de su modelo natural; la distribución general del rostro y la disposición de partes suyas como los ojos, la boca y la oreja, son humanos; casi siempre puede inferirse una cabeza verdade-ra, sea porque haya una frente figurada, por ejemplo, o partes de la región del cráneo; cuando estas partes aparecen, se inscriben obedientes en ese esquema cuadrangular. Pero en muchas ocasiones más, a esa imagen se le dotó, además, de nariz, pliegue epicánti-co, mejillas y mentón indudablemente huma-nos. Tenemos pues, un ser humano como la base estructural y de sustentamiento de toda la imagen que venimos estudiando (Figs. 5a, b, c.)

Y no obstante, su rostro se mira profunda-mente estilizado y se distancia patentemente

Fig. 5b: El rostro de Chaac duran-te el período Clásico.

I Pintado sobre un vaso proveniente de Chamá, El Petén, Guatemala

Fotografía: Justin Kerr. FAMSI

II Pintado sobre un vaso prove-niente de El Petén, Guatemala

Fotografía: Justin Kerr. FAMSI

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de la apariencia de un rostro humano naturalista. Dichas modificaciones ocurren sobre todo en las regiones del ojo y de la boca, siendo esta última, por su aspecto y número de elementos gráficos asociados, la mayor y dominante de la apariencia general del rostro entero. Esa boca se observa sistemáticamente abierta, con la mandíbula superior proyecta-da frontalmente, al cabo de lo cual puede seguir, como en las serpientes estilizadas, distin-tas trayectorias. La mandíbula inferior, por su parte, es de menor longitud que la superior o puede estar ausente; cuando se presenta puede exhibir una forma de barba naciendo de su límite externo y bajo. La nariz, por lo general, está suplida por una foseta nasal despla-zada hacia delante por el movimiento de la mandíbula superior; de ella nace un par nasal.

Varias y diversas piezas bucales pueden observarse en la cara interna de las mandíbulas, entre las que son frecuentes colmillos; muestra colmillos comisurales, uno cuando se figu-ra de perfil, o dos cuando se mira de frente. Asociados a la boca, pero también a otras regiones de la cabeza, por ejemplo la frente, se observan consistentemente elementos bífi-dos.

El ojo por su parte, inscrito en un cuadrángulo se mira ampliado en su superficie. Se encuentra limitado en su parte superior por una placa ocular, y a lo largo de su perímetro basolateral, por un elemento delgado y curvo en forma de “U”. Este último, con cierta frecuencia concluye con un recurva-miento breve hacia el exterior; el ojo muestra iris en forma de pequeña vírgula.

Como puede verse, todos los rasgos sobredichos que estilizan ese rostro, pueden ser tenidos como de naturaleza serpentina, puesto que con esos mis-mos se construyen las imágenes de esa naturaleza. Más aún, así como las re-presentaciones de serpientes pueden reducirse plásticamente a la inscripción de la boca y el ojo, las estilizaciones de Chaac pueden reducirse justamente a ellas. Dicho de otra manera, la imagen de Chaac puede representarse por una presencia humana naturalista, estiliza-da únicamente en los ojos y en la boca con rasgos de naturaleza serpentina. Hecha la distinción entre serpientes naturalistas y estilizadas, huelga decir que el tipo con que se relaciona el Cha-ac, es casi siempre estilizado. De nue-vo, el llamado Dios K, con su extremi-dad inferior serpentina próxima al na-turalismo, viene a ser una forma de

Fig. 5c: El rostro de Chaac durante el período Clásico.

I Labrado en el tablero del Templo de la Cruz Foliada,n Palenque, Chiapas

Fotografía: F. Robles.En: Bonifaz Nuño 2006, Figura 6

II Labrado en la Lápida de Pakal, Palenque, Chiapas

Fotografía: F. Robles. En: Bonifaz Nuño, 1985: 171,

Lámina 100

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excepción, porque el resto abrumador de las imágenes de Chaac se vinculan con serpien-tes estilizadas

Así pues, la imagen de Chaac, humana, ha sido transformada quasi únicamente, en su rostro, por la sustitución, en la boca y en los ojos, de elementos propios de la serpiente. Y

ese rostro solo, así estilizado por la presencia ser-pentina, es bastante en las obras plásticas para expresar, a cabalidad, su inequívoca presencia (Figuras 5a, b, c, d)

SUS ATAVÍOS

La imagen de Chaac, además de su estructura humana y sus estilizaciones serpentinas, se reviste, ahora como atuendos, con numerosos otros ele-mentos gráficos. Veamos primero aquellos en que se denota una naturaleza particular. En la inmensa mayoría de los casos que hasta hoy he estudiado, estos espacios plásticos se los comparten casi ex-clusivamente tres naturalezas: la humana y serpen-tina ya señaladas, y la del ave, representada por múltiples y diversos elementos exclusivamente suyos. En las representaciones de Chaac es común observar entre sus atavíos, rostros humanos estili-zados en la boca y en los ojos con formas de carác-ter serpentino, como las mandíbulas superiores proyectadas hacia el frente y los ojos de extendida superficie. Son imágenes de Chaac que visten to-cados o pectorales o pendientes con su propio rostro, acompañados de cabezas puramente ser-pentinas. Pero el conjunto iconográfico que con mayor frecuencia aparece en la imagen de Chaac, es el de dos serpientes que dirigen siempre sus cabezas en sentidos opuestos (Fig. 6). Este conjunto además, se observa plásticamente enfatizado por medio de diversos mecanismos, poniendo en relie-ve su importancia. Casi siempre se le coloca sobre los ejes mayores de la composición, por ejemplo,

cruzando de lado a lado el eje vertical y principal de las imágenes y puede ocupar el cen-tro; puede ser el mayor de los atavíos o el más complejo en cuanto a número y disposición de elementos gráficos; puede aparecer en más de una ocasión dentro de una imagen o puede, simplemente, ser el único que acompaña al dios. Las dos serpientes forman un conjunto porque siempre se figuraron con un alto grado de homología gráfica, cuando no se representaron iguales. Además, siempre se relacionan equitativamente con la imagen de la divinidad, por ejemplo, dispuestas simétricamente a ambos lados de su cabeza. Co-mo ya se dijo, siempre siguen sentidos opuestos, casi siempre divergentes, aunque pueden

Fig. 5d: El rostro de Chaac durante el período Clásico.

I Esculpido y ensamblado en mosaico sobre una esquina del edificio anexo a la Casa de Las Monjas, Chichén–Itzá, Yucatán

Longhena 1998: 201

II Esculpido y ensamblado en mosaico sobre un edificio de

Kabáh, Yucatán Fotografía: Jorge Pérez de Lara/ Raíces.

En: Arqueología Mexicana 2003: 76

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convergir. En la mayoría de los casos se figuraron sólo sus cabezas. Pueden presentar un solo cuerpo, constituyendo allí una sola serpiente bicípite. Es este el caso de las llamadas “barras ceremoniales”, donde tal elemento consta de una forma rectangular colocada hori-zontalmente, en cuyos extremos están representadas dos cabezas serpentinas.

Revisemos con mayor detalle algunos ejemplos para ilustrar la relevancia de este con-junto doble serpentino en la construcción de la imagen de Chaac. Sea el primero una ima-gen situada temporalmente en los inicios de la cultura maya, en el Pre–Clásico tardío: uno de los cuatro grandes mascarones modelados en estuco que revisten la fachada del que pudiera ser el primer templo que se levantó allí, la estructura llamada 5C–2nd, en Cerros, Belice (Figura 6a). Si se mira el templo de frente, los mascarones aparecen dispuestos como en las esquinas de un cuadrado, apoyados sobre los taludes laterales a la escalera central, de los dos únicos cuerpos de la pirámide que les da sustento. Tanto los superiores como los inferiores son iguales entre sí, y aun-que existen claras diferencias entre unos y otros, el grado de homología gráfica entre los cuatro es, probablemente, mayor al 80%. Estu-diemos del par inferior el mascarón que queda a la izquierda, pero todo lo que sobre él se diga será valido para el que lo acompaña en su mis-mo nivel a la derecha.

Inscrita en un esquema de ancho rectángu-lo horizontal, se aprecia una composición triple formada por una cabeza humana central, y dos cabezas de serpiente que le quedan a los lados. La figura central viste orejeras de las que sur-gen las cabezas serpentinas; éstas, dirigiéndose hacia el exterior, culminan asociándose con sendas, esbeltas columnas de signos que con-cluyen la composición por los lados. La cabeza humana se ajusta a un ancho rectángulo de pie. Dentro de él hay un esquema cuadrangular inscrito, formado por el conjunto del rostro, y que presenta conicidad con el rectángulo en el que se inscribe. El rostro queda centrado así, vertical y horizontalmente. Muestra mejillas y mentón humanos, y humana es la disposición en él de los ojos, la nariz y la boca. Se trata pues, de un ser humano, uno que muestra esti-lizaciones en los ojos y en la región de la boca, donde radica la mayor de ellas. En efecto, mientras que la mandíbula superior permanece en el plano general del rostro, la superior avan-za decididamente su porción central hacia ade-lante, abriéndole amplia superficie al conjunto de la nariz que sobre ella se apoya. Dentro de una forma trapecial, ésta se muestra ancha y se le figuraron breves fosetas nasales. Los ojos

Fig. 6: Naturalezas en la imagen de Chaac. El hombre y las dos serpientes

a. Modelado en estuco sobre el primer talud de la estructura

5c–2nd, Cerros, Belice Dibujo: Linda Schele. FAMSI

b. Esculpido y ensamblado en mosaico, en el interior del Cuadrángulo de las Monjas,

Uxmal, Yucatán. Dibujo: Linda Schele. FAMSI

c. Esculpido en relieve en la losa de Pakal en Palenque, Chiapas

Dibujo: Merle Greene Robertson. En:

Trueblood et al., 1980: 139

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son aberturas horizontales de esquema rectangular, limitados hacia arriba por sendas pla-cas oculares de extendida superficie y forma cuadrangular de esquinas redondeadas. Las placas se encuentran decoradas con un grueso signo en forma de “U” latina, del que pare-ciera irradiaran varias líneas semicirculares que lo hacen destacar.

Pero es la proyección mandibular, de nuevo, quien conduce el movimiento frontal de todos estos rostros, movimiento que encuentra nacimiento y apoyo en la retrazada mandí-bula inferior. Vista así, se puede apreciar cómo la boca entera está integrando el movi-miento, haciéndolo nacer desde abajo y a los lados, para convergir en el centro y dirigirse desde allí hacia adelante. Tal movimiento pareciera encontrar base y explicación en el conjunto gráfico en que se apoya el rostro entero. En efecto, bajo la mandíbula inferior de éste, y prestando el sustento necesario para sostener la cabeza entera, se miran dos cabe-zas serpentinas, figuradas encontradas y en perfil, representadas por sus mandíbulas supe-riores y sus ojos visibles. Al momento de encontrarse, las cabezas convergentes cambian su curso hacia el frente de la composición, formando, ya fundidas en una sola, una proyec-ción frontal común. Es esto justamente lo que ocurre en el rostro humano–serpentino que les queda arriba: desde ambos lados de la mandíbula inferior, las superficies que la defi-nen convergen hacia el centro y forman la proyección frontal que más notablemente defi-ne el rostro entero. De esta manera, se aprecia como el eje de simetría bilateral del con-junto se ve señalado y fomentado tanto por el conjunto de las dos cabezas serpentinas in-feriores, como por la estructura de la boca del rostro principal, y, sobre todo, por las pro-yecciones frontales de ambos.

El segundo ejemplo pertenece a imágenes realizadas en el llamado estilo Puuc (Fig. 6b). Son los mascarones apilados construidos en mosaico, que decoran en varios puntos el interior del Cuadrángulo de las Monjas, en Uxmal, Yucatán. En uno de esos conjuntos, integrado al Edificio Norte, puede observarse cómo, a ambos lados de cada uno de los cuatro mascarones colocados uno encima del otro, se encuentra una cabeza de serpiente figurada de perfil. Así, cada mascarón queda flanqueado por dos cabezas serpentinas, las cuales dirigen sus hocicos hacia el exterior, es decir, con la misma disposición que en el caso anterior. En este conjunto particular, puede además demostrase que los rasgos princi-pales que estilizan la imagen de Chaac que en medio queda, son análogos, cuando no homólogos, a los de las serpientes colocadas a sus lados. Así se aprecian la mandíbula infe-rior, la superior, con sus distintas trayectorias, y los colmillos que las tres ostentan; así también la placa ocular y los elementos bífidos que en sus estructuras se aprecian. Herma-nadas plásticamente para establecer sin duda la compartida naturaleza serpentina, las tres cabezas forman un sólido conjunto plástico. El gran rostro humano–serpentino, con su cerramiento de formas y disposición de elementos en absoluta simetría bilateral, marca un poderoso e invisible eje vertical, que se suma al mayor, formado por todos los mascarones apilados. A esa esquina central parecieran convergir los elementos que forman el rostro. Tal impresión la produce la forma y estructura de la boca, y, sobre todo, la ingente pro-yección frontal característica de su mandíbula superior. En franca oposición, las cabezas de serpiente se alejan decididamente de la invisible esquina, formándose una tensión con-tinua, de atracción y repulsión entre el centro (la esquina) y su periferia. Y no obstante, los ojos de ese rostro se miran inmóviles en medio del movimiento, merced a su propia, sólida simetría bilateral. A ella contribuyen la disposición y forma de todos sus elementos: el gran iris circular, inserto en el centro de un ancho anillo plano del que sólo se observan su regiones laterales; la placa ocular y el límite basolateral, igualados en forma y aparien-cia y simétricos ellos mismos, y que por arriba y por abajo delimitan la extensión de todo

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el conjunto ocular. A esta suerte de quietud contribuyen así mismo las orejeras, con su esquema de angosto rectángulo de pie, que descansa sobre la simetría bilateral de cada uno de sus cuatro elementos constitutivos, dispuestos columnarmente.

Así pues, el conjunto se despliega sobre un plano formado por las tres cabezas, dividido en el centro por un eje vertical y hacia donde convergen los elementos de la boca humano–serpentina. Perpendicular a ese plano, aparece el rostro de Chaac, de frente, con su ostentosa presencia y poderoso movimiento hacia adelante, impulsado por la proyección mandibular. De esta manera, el rostro central contiene y ordena, como en una esquina, a las convergencias serpentinas de la base y de la boca, al tiempo que presta sustento plásti-co a esa dualidad de sierpe, que ahora se manifiesta como dos grandes y divergentes ca-bezas.

Finalmente, un tercer ejemplo podemos hallarlo en la parte inferior de la Lápida de Pakal en Palenque (Fig. 6c). Tomemos como base una descripción previamente publicada:

“Aquí, en esa losa, el sitio ínfimo que en el templo ocupa la cámara eterniza-dora, lo ilustra, central, el rostro de Chaac; rostro humano con el cual se unen las dos serpientes divinas, representación simbólica de la energía supre-ma que crea el universo. A ambos lados de ese rostro, representadas aparte de él, apoyadas sus mandíbulas inferiores sobre una barba común, las dos serpientes hacen ascender las mandíbulas superiores desde el mundo de aba-jo hasta abrazar el piso del santuario, figurado por triple signo vital, y el san-tuario mismo, que es el hombre en ascenso hacia la posesión de la cabal con-ciencia” (Bonifaz Nuño 2006: 18–19).

Las dos serpientes aquí, forman un poderoso conjunto gráfico con el rostro de Chaac que en medio les queda, y al que se les une, como si de ellos surgiera, el hombre que hasta arriba se coloca.

En este caso, como en el segundo ejemplo, pueden observarse una cantidad de elemen-tos gráficos componiendo las cabezas serpentinas, que son homólogos, en ciertos casos punto a punto, con los que estilizan allí el rostro humano de Chaac. Entre éstos destacan la mandíbula inferior, cuyos elementos gráficos compositivos –más de diez– se encuentran uno por uno presentes en la mandíbula correspondiente de la representación humano–serpentina; son análogos además, los colmillos comisurales y la barba. La mandíbula supe-rior de Chaac, en este caso, difiere de aquellas de las serpientes porque el primero está figurado de frente y éstas se muestran de perfil.

En los cuatro ejemplos aducidos, puede percibirse una intensa relación establecida entre el rostro humano–serpentino de Chaac y dos serpientes estilizadas; los tres forman un conjunto que se apoya y retroalimenta mutuamente; convergentes o dirigiendo sus ca-bezas hacia el exterior, las dos serpientes se vinculan equitativamente con el rostro que en medio les queda, tomando sustento de él, para después devolverlo en la forma de equili-brio plástico y contexto, y, lo que es más importante, dotándolo de sentido.

En resumen, tenemos que la imagen de Chaac esta constituida por un ser humano con estilizaciones serpentinas en el rostro, fundamentalmente en la boca y en los ojos; que entre sus atavíos muestra rostros humano–serpentinos o puramente de serpiente, y que suele acompañarse por un conjunto de dos serpientes opuestas. Pero junto a las naturale-zas humana y serpentina, aparece en muchos casos la presencia del ave, la cual toma cuerpo en un abanico de representaciones; plumas, alas, picos y garras de tres dedos, en-tre otros, son motivos frecuentes en la plástica maya del Clásico que acompañan la ima-gen de Chaac. Así, mientras que las dos primeras naturalezas mantienen su imperio en las

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composiciones, se suma a ellas la del ave, la cual, como fue observado para el universo entero de la plástica antigua mexicana, suele colocársele en la cima de las composiciones plásticas (Bonifaz Nuño 1992: 31).

SUS SIGNOS

En otro trabajo (Quesada 2006), describí la presencia generalizada de tres signos en las distintas tradiciones culturales del México prehispánico. Esos tres signos, junto con el quincunce identificado previamente (Bonifaz Nuño 1995: 13–32), cumplen con una varie-dad de asertos de orden general que los alumbra co-mo posibles elementos de un sistema. Tal inferencia tiene como base los siguientes argumentos.

a) Los cuatro signos están presentes en todas las tradiciones de alta cultura que se desarrolla-ron en nuestro país, sustentando su carácter pan–mesoamericano;

b) Sea que se analicen imágenes de sencillez formal aparente, o composiciones plásticas complejas como por ejemplo la losa de Pakal en Palenque, se observa que estos cuatro ocu-pan, sólo ellos, la mayoría del espacio plásti-co destinado a la inscripción de signos en una cantidad importante de monumentos. Esto es muy relevante pues es la imagen mis-ma quien nos dice, al mismo tiempo, que está compuesta en cuanto a signos se refiere de cuatro elementos, y al parecer, de no mu-chos más.

c) Los cuatro muestran polimorfismo, acuerdo que permite representar un mismo signo con distintas apariencias o grafías, siempre y cuando se preserven algunos principios es-tructurales específicos a cada signo.

d) Los cuatro hacen uso de la repetición, con-vención que permite reiterar la presencia de un signo en la misma obra, ya sea utilizando una o varias formas polimórficas. e) Los cua-tro se observan enfatizados en las composi-ciones plásticas, sea por medio de recursos como los ya mencionados polimorfismo y repetición, pero también por rasgos como su tamaño y posición dentro de las líne-as compositivas principales de las imágenes, muy notablemente en las magnas imá-genes metafísicas. Con esta base entonces, pareciera firme inferir la existencia de un sistema formado por al menos estos cuatro signos principales. La descripción de la composición de signos en la imagen de Chaac se muestra en tres ejemplosen la Figuras 7a, b, y c. Nótese la yuxtaposición de los elementos gráficos figurativos de la figura 6 y el conjunto de los signos.

Fig. 7: Cuatro Signos en la imagen de Chaac.

a. Modelado en estuco sobre el primer talud de la estructura 5c-

2nd, Cerros, Belice Dibujo: Linda Schele. FAMSI

b. Esculpido y ensamblado en mosaico, en el interior del Cuadrángulo de las Monjas,

Uxmal, Yucatán Dibujo: Linda Schele. FAMSI

c. Esculpido en relieve en la losa de Pakal, Palenque, Chiapas Dibujo: Merle Greene Robertson.

En:Trueblood et al. 1980: 139

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CONCLUSIONES

En 1986, Rubén Bonifaz Nuño publicó una hipótesis general acerca del pensamiento cos-mogónico indígena en México, notablemente abarcadora desde los olmecas hasta los mexi-cas (Bonifaz Nuño 1986). La hipótesis tiene una base iconográfica y una textual, sosteni-das por sus correspondientes argumentos. El iconográfico consiste en la descripción positi-va de la imagen de Tláloc–Chaac–Cocijo, etc., como un ser humano, en cuyo rostro apare-cen dos serpientes que le forman, por medio de sus elementos serpentinos (cabezas, cuer-pos, colmillos, lenguas bífidas) precisamente los rasgos que lo definen e identifican: la boca y los ojos de apariencia estilizada. Tales estilizaciones corresponden a distintas mane-ras de representación de la naturaleza serpentina. Esta, además, sobresale con frecuencia en un conjunto plástico formado por dos serpientes, enteras o representadas sólo por sus cabezas, o compartiendo un cuerpo, en cuyo caso forman una sola bicípite; la dualidad, no obstante, siempre persiste. El argumento se cimienta en numerosas imágenes provenien-tes de las culturas olmeca, teotihuacana, zapoteca, maya y mexica, y en muchas otras de diversos tiempos y espacios prehispánicos. Más aún, encuentra congruencia en otros mo-numentos plásticos no reconocidos como representaciones de Tláloc, como notablemente ocurre, nos muestra el autor, en la iconografía olmeca y mexica. Así, la descripción gene-ral y positiva del complejo Tláloc, se ajusta a un gran número de monumentos así llama-dos, a los que se suman otros no previamente reconocidos, y aún otros más que ahora se empiezan a reconocer. La hipótesis así, aparece sólidamente fundada y veraz, en tanto que describe con eficacia la realidad física de sinnúmero de monumentos plásticos.

El argumento textual, por su parte, está basado en la identificación de dos fragmentos en donde se describe la creación del mundo, y que traducidos por su descubridor dicen a la letra:

“Algunos otros dicen que la tierra fue creada de esta suerte. Dos Dioses, Çalcóatl y Tezcatlipuca, trajeron a la diosa de la tierra Atlaltehutli de los cie-los abajo, la cual estaba llena en todas sus coyunturas de ojos y de bocas, con las cuales mordía como bestia salvaje. Y antes que la hubieran bajado había ya agua, que nadie sabe quien creó, sobre la cual esta diosa caminaba. Vien-do esto los Dioses dijeron el uno al otro: Hay necesidad de hacer la tierra, y en diciendo tal, se cambiaron los dos en dos grandes serpientes, de las cuales una tomó a la diosa de la mano izquierda al pie derecho, la otra de la mano derecha al pie izquierdo, y la oprimieron tanto que la hicieron romperse por la mitad. Y con la mitad que va de la cintura a los hombros hicieron la tierra, y la otra mitad la llevaron al cielo…”. (Histoyre du Mechique: 28).

Y antes dice, en referencia a la misma diosa de la tierra: “Algunos dicen que tenía forma de hombre, otros dicen que de mujer.” (Histoyre du Mechique: 25)

La correspondencia entre la descripción de aquel vasto conjunto iconográfico llamado Tláloc, y lo que se narra en esas líneas resulta evidente. Más aún, resulta tangible si, para su corroboración, se consideran imágenes de la cultura mexica, de donde proviene la de-claración recogida en la Hystoire du Mechique. Las imágenes de Tláloc, Tlaltecuhtli, To-nahtiu, la llamada Coatlicue, como fundadamente ha expuesto su autor, representan a esa diosa–dios de rasgos serpentinos que desata con su imagen la creación universal, en alian-za con los dos dioses omnipotentes, transfigurados ya ellos mismos en serpientes, a punto inmediato de iniciar la creación universal. Sobre la base de estos dos argumentos, su autor concluye:

“Así, el hombre, motor y materia inicial de la creación del mundo, asume en lo sucesivo su función creadora como obligación permanente. La creación no

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es un hecho instantáneo, sino un proceso interminable. El hombre ha de cumplirla sin interrupción, tomando sobre sí el deber de encaminar a su per-fección lo inicialmente creado” (Bonifaz Nuño 2005, min. 10).

La hipótesis cosmogónica encuentra congruencia y resonancia con las observaciones aquí realizadas en el mundo maya del clásico. La imagen de Chaac es la de un hombre y dos serpientes que al fundirse con él, le construyen su peculiar apariencia humano–serpentina: esa boca proyectada hacia el frente y los ojos de estilizada apariencia. Luego, dos serpientes que formando un subconjunto icónico, lo acompañan en la forma de toca-do, pectoral, barra ceremonial, o simplemente, dos cabezas que flanquean la suya. En las representaciones de Chaac durante este periodo, el hombre, tenazmente colocado en la posición central de las composiciones, aparece en alianza y armonía dinámica con las dos serpientes; ellas le transforman el rostro, él esta hecho de ellas; su imagen les presta sus-tento, éstas le devuelven contexto y lo dotan, con su doble presencia, de su sentido.

Dice la hipótesis Cosmogónica que los tres están involucrados en un solo acto: la crea-ción universal; dice que el hombre fue la causa que desató ese acto de proporciones cósmicas y que, todavía, ofrendó su cuerpo para que este se consumara; dice además de los rasgos serpentinos del hombre primordial –ojos y bocas, y de la transmutación crucial de los dioses en serpientes. El conjunto de resultados hallados en el presente estudio, con-firman y documentan su vigencia en el mundo maya del período Clásico.

REFERENCIAS

Arqueología Mexicana

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dios Sociales A.C., 1986 Imagen de Tláloc. Hipótesis iconográfica y textual. México: UNAM. 1992 Olmecas: Esencia y Fundación. Hipótesis iconográfica y textual. México: El

Colegio Nacional. 1995 Cosmogonía Antigua Mexicana. Hipótesis iconográfica y textual. México:

UNAM.2005 Cosmogonía Antigua Mexicana. Documental para Televisión de 54min. TeVe–UNAM. México: UNAM.

2006 Humanismo de Palenque. México: UNAM Covarrubias, Miguel 1946 “El Arte “Olmeca” o de La Venta”. Cuadernos Americanos, Vol. 28: 153–179. 1954 The Eagle, the Jaguar, and the Serpent. Indian Art of the Americas. New York:

Alfred A. Knopf. FAMSI (Foundation for the Advancement of Mesoamerican Studies, Inc.) 2008 http://famsi.org Glifoteca del Centro de Estudios Mayas

2008 IIF, UNAM. México. Histoyre d”u Mechique

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