la iglesia de la merced - bilbao.eus

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Dibujo de Le Hardy, litografiado por J. Brandard Elias Mas Serra A finales de los años setenta del recién pasado siglo XX, se proce- dió a la desafección de la Iglesia de la Merced, la cual, jimto a do- minios del antiguo Convento de este nombre, pasó a formar parte de una importante operación in- mobiliaria. De esta operación es- peculativa surgió el desproporcio- nado conjunto de viviendas que rodea a la Iglesia, mientras que esta, que se debía conservar, em- pezó a ser objeto de infructuosas propuestas para nuevos usos a cual más variopinto. Por aquellos tiempos pasaron por la consulta de la Comisión de Patrimonio Histórico de Bizkaia diversas propuestas de usos que ftieron, sucesivamente, desesti- madas siendo la más digna de to- das ellas la de instalar un Bingo en el recinto. Era claro que el di- nero y la especulación inmobilia- ria carecían de sensibilidad. No ftie mucho mayor la de la Admi- nistración que acabó instalando, en ella un Bilborock de diseño aparatoso y relativas virtudes es- téticas. En fin, que cada palo aguante su vela. Pero la historia de este edificio de Bilbao es otra y esta es la que nos importa al mar- gen de los despropósitos de los úl- timos tiempos. Un convento de Abando En la litografía de J. Brandard, relativa al dibujo de Le Hardy pa- ra la obra de John Francis Ba- con:“Six years in Biscay...”(1838, colección de Javier Viar), se nos presenta una imagen del recodo de la Ría al que se asomaban ei Convento de la Merced. La ro- mántica imagen nos introduce en el mundo de aquel Bilbao la Vie- ja y, consiguientemente, Abando que era ya una prolongación de la . Villa. Aparecen, en la litografía: el puente colgante de cadenas de Antonio Goycoechea y, junto a algunos edificios más y a la dere- cha, la iglesia del convento de La Merced a la que se accedía, tras unas breves escalinatas, por un pequeño antuzano que antecedía al espacio religioso. Como fondo, imponente, surgía el gótico con- La Iglesia de la Merced Pechina sobre la que descansa la cúpula de La Merced San José de la Naja Se atribuye la autoría de la Iglesia de San José en la Naja a Antonio Ortiz de Colina y a Juan Francisco Elorriaga y se cifra su construcción a caballo de los si- glos XVII y XVIII. De Juan Francisco Elorriaga sabemos que trazó, también, la iglesia de Andra Mari de Mun- daka. Igualmente, en 1675, apa- rece, este maestro, obligándose a ejecutar el crucero y la capilla mayor de la iglesia de los jesuí- tas. En el siglo XVIII, intervienen, en una importante actuación. Internamente la actuación lleva- da a cabo para la conversión del templo en el Bilborock, que hemos citado, ha enmascarado el sentido ascético y espacial original. No se- ría justo olvidar aquí los efectos del descuido y el propio hecho del abandono que sustrajo, sin lugar a dudas, los bienes muebles y ele- mentos que completaban el sentido de su arquitectura. A pesar de ello, aún hoy es posi- ble asomarse y comprender la fá- brica del edificio inicial en la que destacan la cúpula del crucero, so- bre pechinas, así como el conjunto de arenaciones y bóvedas que dan La conversión del templo en el Bilborock ha enmascarado el sentido ascético y espacial original Iglesia de La Merced vento imperial de San Francisco. Existían, en aquel Abando, cin- co conventos en total: el de ios franciscanos observantes, llama- do de San Mamés (desde 1447), el de las religiosas franciscanas de la Concepción (se inició como beaterío en 1467), el de las reli- giosas franciscanas de Santa Cla- ra (formalizado en clausura en 1610), el citado convento impe- rial de San Francisco de religio- sos franciscanos (la iglesia se ini- ció, en su construcción, en 1501) y el de las religiosas calzadas de Nuestra Señora de la Merced, que es el que nos ocupa. Bajo la advo- cación de San José, este convento se inició como beaterío en el siglo XV y se concretó en clausura en el año 1621. consistente en la reconstrucción de cubiertas, bóvedas e interio- res, el cantero Joseph de Meco- lalde y el carpintero Pedro de Larrina. Finalmente, también en el siglo XVIIL se completó la fa- chada de la iglesia con la corres- pondiente espadaña. El estilo del edificio es de un barroco austero. La misma igle- sia, tanto por causa del deterioro e incuria de los tiempos, como por la adaptación a su nuevo uso, ha visto transformados o destrui- dos buena parte de los elementos En lo constructivo, destaca la fachada de sillería y la armazón de madera que cubre la bóveda Sirva este apunte, en todo ca- so, de referencia de la vida espi- ritual que, en el entomo de la Ría, surgía en los tiempos de la fundación del Convento y que, a la sombra de estas instituciones, iba, poco a poco, organizándose un breve entomo urbano, absor- bido, en el siglo XIX, tanto en la anexión de la Anteiglesia a la Vi- lla de Bilbao, como, lo que es más importante, en la intensiva extensión urbana que anunciaba al Ensanche. estético-arquitectónicos que contenía o mostraba. Es el caso del Santo titular con el Niño que aparecía, en la fachada, sobre la peana de la pilastra central de la espadaña que remata el templo. Si acaso el escudo de la Merced, incluido en el portal o este mis- mo, enmarcado en una decora- ción barroca que recurre a un es- cueto orden clásico y la posterior espadaña es lo que, de forma re- levante, se presenta como todo el ornamento externo del templo. forma a este elemento mixto de dis- posición basilical con breve cruce- ro. En algunos aspectos, el orden ex- terno e interno, recuerda precisa- mente, de forma relativa, la compo- sición o la traza, respectivamente, del antiguo convento de los Jesuítas y hoy iglesia de los Santos Juanes. En lo constructivo, además, desta- can la fachada de sillería y la intere- sante armazón en madera para la cubierta de la bóveda del templo. Como otros tantos edificios pú- blicos de Bilbao, su presencia se hace relevante en determinadas re- ferencias de la toponimia urbana. Frente a la iglesia de La Merced, el puente de su mismo nombre com- pleta una referencia insoslayable de nuestra geografia ciudadana. Esta referencia constata, desde la pro- ftindidad de tiempos, la vinculación de los puentes bilbaínos a edificios singulares de la ciudad. O viceversa si se quiere. El amable lector se puede dedicar a este entretenimiento observando como, a la importancia del salto so- bre la Ría, se une el desembarco frente a emblemáticas construccio- nes de la Villa. Así fue y sigue sien- do en el Bilbao del siglo XXI, que acumula, en el eco de la urbanidad, esta invariante estructural que com- pleta la definición de nuestra urbe desde todos los tiempos.

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Page 1: La Iglesia de la Merced - bilbao.eus

Dibujo de Le Hardy, litografiado por J. Brandard

Elias Mas Serra

A finales de los años setenta del recién pasado siglo XX, se proce­dió a la desafección de la Iglesia de la Merced, la cual, jimto a do­minios del antiguo Convento de este nombre, pasó a formar parte de una importante operación in­mobiliaria. De esta operación es­peculativa surgió el desproporcio­nado conjunto de viviendas que rodea a la Iglesia, mientras que esta, que se debía conservar, em­pezó a ser objeto de infructuosas propuestas para nuevos usos a cual más variopinto.

Por aquellos tiempos pasaron por la consulta de la Comisión de Patrimonio Histórico de Bizkaia diversas propuestas de usos que ftieron, sucesivamente, desesti­madas siendo la más digna de to­das ellas la de instalar un Bingo en el recinto. Era claro que el di­nero y la especulación inmobilia­ria carecían de sensibilidad. No ftie mucho mayor la de la Admi­nistración que acabó instalando, en ella un Bilborock de diseño aparatoso y relativas virtudes es­téticas. En fin, que cada palo aguante su vela. Pero la historia de este edificio de Bilbao es otra y esta es la que nos importa al mar­gen de los despropósitos de los úl­timos tiempos.

Un convento de AbandoEn la litografía de J. Brandard,

relativa al dibujo de Le Hardy pa­ra la obra de John Francis Ba- con:“Six years in Biscay...”(1838, colección de Javier Viar), se nos presenta una imagen del recodo de la Ría al que se asomaban ei Convento de la Merced. La ro­mántica imagen nos introduce en el mundo de aquel Bilbao la Vie­ja y, consiguientemente, Abando que era ya una prolongación de la . Villa. Aparecen, en la litografía: el puente colgante de cadenas de Antonio Goycoechea y, junto a algunos edificios más y a la dere­cha, la iglesia del convento de La Merced a la que se accedía, tras unas breves escalinatas, por un pequeño antuzano que antecedía al espacio religioso. Como fondo, imponente, surgía el gótico con­

La Iglesia de la Merced

Pechina sobre la que descansa la cúpula de La Merced

San José de la NajaSe atribuye la autoría de la

Iglesia de San José en la Naja a Antonio Ortiz de Colina y a Juan Francisco Elorriaga y se cifra su construcción a caballo de los si­glos XVII y XVIII.

De Juan Francisco Elorriaga sabemos que trazó, también, la iglesia de Andra Mari de Mun- daka. Igualmente, en 1675, apa­rece, este maestro, obligándose a ejecutar el crucero y la capilla mayor de la iglesia de los jesuí­tas.

En el siglo XVIII, intervienen, en una importante actuación.

Internamente la actuación lleva­da a cabo para la conversión del templo en el Bilborock, que hemos citado, ha enmascarado el sentido ascético y espacial original. No se­ría justo olvidar aquí los efectos del descuido y el propio hecho del abandono que sustrajo, sin lugar a dudas, los bienes muebles y ele­mentos que completaban el sentido de su arquitectura.

A pesar de ello, aún hoy es posi­ble asomarse y comprender la fá­brica del edificio inicial en la que destacan la cúpula del crucero, so­bre pechinas, así como el conjunto de arenaciones y bóvedas que dan

La conversión del templo en el Bilborock ha enmascarado el sentido ascético y espacial original

Iglesia de La Merced

vento imperial de San Francisco.Existían, en aquel Abando, cin­

co conventos en total: el de ios franciscanos observantes, llama­do de San Mamés (desde 1447), el de las religiosas franciscanas de la Concepción (se inició como beaterío en 1467), el de las reli­giosas franciscanas de Santa Cla­ra (formalizado en clausura en 1610), el citado convento impe­rial de San Francisco de religio­sos franciscanos (la iglesia se ini­ció, en su construcción, en 1501) y el de las religiosas calzadas de Nuestra Señora de la Merced, que es el que nos ocupa. Bajo la advo­cación de San José, este convento se inició como beaterío en el siglo XV y se concretó en clausura en el año 1621.

consistente en la reconstrucción de cubiertas, bóvedas e interio­res, el cantero Joseph de Meco- lalde y el carpintero Pedro de Larrina. Finalmente, también en el siglo XVIIL se completó la fa­chada de la iglesia con la corres­pondiente espadaña.

El estilo del edificio es de un barroco austero. La misma igle­sia, tanto por causa del deterioro e incuria de los tiempos, como por la adaptación a su nuevo uso, ha visto transformados o destrui­dos buena parte de los elementos

En lo constructivo, destaca la fachada de sillería y la armazón de madera que cubre la bóveda

Sirva este apunte, en todo ca­so, de referencia de la vida espi­ritual que, en el entomo de la Ría, surgía en los tiempos de la fundación del Convento y que, a la sombra de estas instituciones, iba, poco a poco, organizándose un breve entomo urbano, absor­bido, en el siglo XIX, tanto en la anexión de la Anteiglesia a la Vi­lla de Bilbao, como, lo que es más importante, en la intensiva extensión urbana que anunciaba al Ensanche.

estético-arquitectónicos que contenía o mostraba. Es el caso del Santo titular con el Niño que aparecía, en la fachada, sobre la peana de la pilastra central de la espadaña que remata el templo. Si acaso el escudo de la Merced, incluido en el portal o este mis­mo, enmarcado en una decora­ción barroca que recurre a un es­cueto orden clásico y la posterior espadaña es lo que, de forma re­levante, se presenta como todo el ornamento externo del templo.

forma a este elemento mixto de dis­posición basilical con breve cruce­ro.

En algunos aspectos, el orden ex­terno e interno, recuerda precisa­mente, de forma relativa, la compo­sición o la traza, respectivamente, del antiguo convento de los Jesuítas y hoy iglesia de los Santos Juanes. En lo constructivo, además, desta­can la fachada de sillería y la intere­sante armazón en madera para la cubierta de la bóveda del templo.

Como otros tantos edificios pú­blicos de Bilbao, su presencia se hace relevante en determinadas re­ferencias de la toponimia urbana. Frente a la iglesia de La Merced, el puente de su mismo nombre com­pleta una referencia insoslayable de nuestra geografia ciudadana. Esta referencia constata, desde la pro- ftindidad de tiempos, la vinculación de los puentes bilbaínos a edificios singulares de la ciudad. O viceversa si se quiere.

El amable lector se puede dedicar a este entretenimiento observando como, a la importancia del salto so­bre la Ría, se une el desembarco frente a emblemáticas construccio­nes de la Villa. Así fue y sigue sien­do en el Bilbao del siglo XXI, que acumula, en el eco de la urbanidad, esta invariante estructural que com­pleta la definición de nuestra urbe desde todos los tiempos.