la historia de los hombres - josep fontana

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LA HISTORIA DE LOS HOMBRES – JOSEP FONTANA En sus orígenes la historia tuvo la función de servir de testimonio de la alianza entre un pueblo y sus dioses, con la mediación de sus reyes y sacerdotes. Se laicizó entre griegos y romanos, pero volvió a interpretarse en clave religiosa con el cristianismo. La era feudal, en que la historia se transformó en crónica de los príncipes y sobre todo el renacimiento, le dieron una nueva entidad civil y la ilustración le aportó una dimensión crítica, a la vez que se producía un hecho nuevo y trascendente que determinaría su importancia futura: los historiadores escribirían desde este momento para un público amplio y contribuirían a configurar el fenómeno de la opinión pública. Los nuevos estados nacionales promovieron la tarea de los intelectuales que descubrieron que los hechos históricos eran polivalentes y podían encajar en una pluralidad de interpretaciones distintas. 1-Los orígenes: la historiografía de la antigüedad clásica Los mitos históricos nacen de las incertidumbres e inseguridades de los primeros estadios de esta historia. La transmisión de este pasado compartido se realiza sobre todo a través de la épica oral. Las primeras representaciones de intención histórica que conservamos son las que figuraban en los templos y monumentos de las civilizaciones del mundo antiguo. Los inicios de la historia escrita están ligados a la justificación del estado monárquico por el doble camino de señalar su origen sagrado e identificarlo con el pasado de la comunidad. Los textos más antiguos que se conocen son las listas y las crónicas de los reyes. El más importante es la “Crónica de la monarquía una” (lista sumeria de los reyes). En el mundo mesopotámico existe toda una serie de ellos, como las denominadas “Crónicas de Babilonia”, diarios sacerdotales en los que se anotaban los sucesos astronómicos y metereológicos más destacados. También hay anuarios asirios, la “Historia sincrónica” que relaciona los sucesos acaecidos en Asiria y en Babilonia durante los siglos que estuvieron separaos y que han sido comparada con el “libro de los reyes” de la Biblia. La historiografía hitita era del mismo estilo y se limitaba a textos narrativos “oficiales”: anales encargados por diversos reyes para recordar sus conquistas y algunos textos biográficos. La historia y el mito están también unidos en el antiguo Egipto. Se habría producido una mitologización de la historia destinada a la legitimación del soberano como intermediario entre los dioses y los hombres. Un objetivo aún más inmediatamente político es el de las inscripciones, que glorificaban al faraón como defensor ante los invasores extranjeros. También tienen una finalidad política, dirigida a un público más restringido. Todos estos textos corresponden a una idea legitimadora de la monarquía: la suposición de que en los momentos en que falta una autoridad central vigorosa, el desorden se difunde por la sociedad y llega incluso a la propia naturaleza. Estas tradiciones historiográficas del Próximo Oriente, a las cuales es necesario añadir la de Israel, se han desarrollado en un mundo de elementos culturales compartidos. Existen otras tradiciones independientes, como la de China, donde la historia tenía un carácter didáctico y moralizador.

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LA HISTORIA DE LOS HOMBRES – JOSEP FONTANA

En sus orígenes la historia tuvo la función de servir de testimonio de la alianza entre un pueblo y sus dioses, con la mediación de sus reyes y sacerdotes. Se laicizó entre griegos y romanos, pero volvió a interpretarse en clave religiosa con el cristianismo. La era feudal, en que la historia se transformó en crónica de los príncipes y sobre todo el renacimiento, le dieron una nueva entidad civil y la ilustración le aportó una dimensión crítica, a la vez que se producía un hecho nuevo y trascendente que determinaría su importancia futura: los historiadores escribirían desde este momento para un público amplio y contribuirían a configurar el fenómeno de la opinión pública. Los nuevos estados nacionales promovieron la tarea de los intelectuales que descubrieron que los hechos históricos eran polivalentes y podían encajar en una pluralidad de interpretaciones distintas.

1-Los orígenes: la historiografía de la antigüedad clásica

Los mitos históricos nacen de las incertidumbres e inseguridades de los primeros estadios de esta historia. La transmisión de este pasado compartido se realiza sobre todo a través de la épica oral. Las primeras representaciones de intención histórica que conservamos son las que figuraban en los templos y monumentos de las civilizaciones del mundo antiguo. Los inicios de la historia escrita están ligados a la justificación del estado monárquico por el doble camino de señalar su origen sagrado e identificarlo con el pasado de la comunidad. Los textos más antiguos que se conocen son las listas y las crónicas de los reyes. El más importante es la “Crónica de la monarquía una” (lista sumeria de los reyes). En el mundo mesopotámico existe toda una serie de ellos, como las denominadas “Crónicas de Babilonia”, diarios sacerdotales en los que se anotaban los sucesos astronómicos y metereológicos más destacados. También hay anuarios asirios, la “Historia sincrónica” que relaciona los sucesos acaecidos en Asiria y en Babilonia durante los siglos que estuvieron separaos y que han sido comparada con el “libro de los reyes” de la Biblia. La historiografía hitita era del mismo estilo y se limitaba a textos narrativos “oficiales”: anales encargados por diversos reyes para recordar sus conquistas y algunos textos biográficos. La historia y el mito están también unidos en el antiguo Egipto. Se habría producido una mitologización de la historia destinada a la legitimación del soberano como intermediario entre los dioses y los hombres. Un objetivo aún más inmediatamente político es el de las inscripciones, que glorificaban al faraón como defensor ante los invasores extranjeros. También tienen una finalidad política, dirigida a un público más restringido. Todos estos textos corresponden a una idea legitimadora de la monarquía: la suposición de que en los momentos en que falta una autoridad central vigorosa, el desorden se difunde por la sociedad y llega incluso a la propia naturaleza. Estas tradiciones historiográficas del Próximo Oriente, a las cuales es necesario añadir la de Israel, se han desarrollado en un mundo de elementos culturales compartidos. Existen otras tradiciones independientes, como la de China, donde la historia tenía un carácter didáctico y moralizador. En el caso de la historiografía griega es preciso tener en cuenta que surgió en un contexto político muy distinto al de las monarquías de Oriente. Era lógico que sus crónicas se preocuparan menos de las genealogías de los reyes y más de los acontecimientos de los ciudadanos. Tiene sus raíces en el cambio de conciencia política que se produjo en lagunas ciudades-estados con al difusión de una economía monetaria. Las monarquías dieron paso a las tiranías, a las revoluciones que permitieron establecer democracias. La historia de Grecia era mucho más compleja y contradictoria de lo que se pensaba: estaba más ligada a ese ámbito del Próximo Oriente de lo que se quería admitir y no se manifestaba como un ascenso continuado hacia el apogeo clásico, sino que estaba constituida por un conjunto de etapas variadas y distintas que tenían características propias. No se trata meramente de una crónica de acontecimientos del pasado, sino de una investigación “histórica” de hechos que tienen que ver con el presente. Esta historia ha nacido en la encrucijada de las influencias de tres tradiciones diferentes. El método expositivo de los historiadores griegos, con una narración de sucesos en que los discursos directos de los protagonistas se emplean para crear un sentido de viva inmediatez, son los mismos que se usan en los poemas homéricos. Según los filósofos jonios, la palabra “historia” deriva del verbo “explorar, descubrir” y se refiere a una práctica de investigación sistemática que los pensadores jonios habían aplicado, un sigo antes de Heródoto y de Tucídides, al estudio de la naturaleza. El más destacado logógrafos fue Mileto que escribió una descripción de la tierra y una genealogía o mitología. Se propuso analizar racionalmente los mitos del pasado.

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La obra, “Historia” de Heródoto de Halicarnaso tenía como propósito central relatar los enfrentamientos entre griegos y persas basándose en testimonios orales. También describe el mundo conocido por los griegos, basado en los conocimientos adquiridos en los viajes que había hecho a Egipto, Fenicia o el Mar Negro y en las conversaciones con viajeros. Ofrece distintas versiones. Es el “historiador de la humanidad” Tucídides describe la guerra entre Atenas y Esparta. Contó la historia desde el bando opuesto. Su “Historia de la guerra del Peloponeso” es un libro muy distinto al de Heródoto, ya que se concentra en el presente y en los asuntos internos (poca importancia de las instituciones democráticas atenienses). El tiempo era el único en que el historiador podía usar su condición presencial como criterio de veracidad, pero también aquel en que se planteaban los problemas que importaban realmente a sus lectores. La historiografía greco-latina es “historia contemporánea”. El más conocido de los continuadores de Tucídides es Jenofonte que escribió acerca de las más diversas materias. Fue discípulo de Sócrates y participó en los últimos momentos de la guerra del Peloponeso. Era de ideas políticas conservadoras, no se sentía a gusto en Atenas. Abandonó Grecia en 401 a. C. para unirse al ejército de mercenarios que iba a luchar a favor de Ciro el joven. “Anábasis” era una narración vivida, de una aventura en que el autor tiene la virtud de no ocultarnos que está al frente de una horda de saqueadores en tierra extranjera y que la razón no está de su parte sino de la de los bárbaros. “Ciropedia”, algunos calificaron como la primera novela histórica interesó a los gobernantes europeos de la época del absolutismo por lo que tenía de reflexión sobre la naturaleza del poder y sobre su técnica, ya que Jenofonte argumenta que “gobernar a los hombres no ha de figurar entre las cosas imposibles ni difíciles, si se sabe hacer”. El “Económico” es una rara y estimable fuente sobre la vida económica y social de Atenas y en especial sobre la gestión doméstica, sobre la familia y sobre el matrimonio. Las “Helénicas” relata los acontecimientos que tuvieron lugar entre 411 y 362 a. C. es poco estimada y se ha comparado desfavorablemente con los escasos fragmentos que se conservan de otra continuación de Tucídides. Se ocupa de los años finales de la guerra del Peloponeso, el resto nos habla de una época turbulenta que vio el ascenso y la caída de Esparta para acabar con la batalla de Mantinea. La historiografía griega de los dos siglos que van de Jenofonte a Polibio pueden decirse que nos es desconocida. Para completar el cuadro hay que añadir el conjunto de los cronistas de Alejandro y las obras de la llamada “historia trágica” que acentuaba los efectos dramáticos de la narración y recurría a las fábulas y a los elementos maravillosos para conquistar a un público lector más extenso. El primer gran hombre que aparece después de este período es el de Polibio, que escribió sobre Roma y para los romanos. Entabló amistad con Escipión Emiliano, se convirtió en su consejero. Su obra fundamental fue “Historia”. Su propósito era escribir una especie de historia universal que acabara explicando “el cómo, cuándo y porqué de la sujeción de toas las partes conocidas del mundo al dominio de los romanos”. Su historia pragmática implica tres componentes: 1-estudio de los documentos, con el fin de establecer los hechos con veracidad, 2-investigación sobre el terreno (autopsia) para estudiar el escenario y 3-conocimiento directo de las prácticas políticas. La finalidad de este método es ir más allá de la simple narración de los hechos. Arriano usa fuentes perdidas. El judío Favio Josefo en su Guerra de los judíos, escrita en arameo y luego al griego, explica la historia del pueblo judío desde la creación hasta el inicio de la revuelta del año 66. Plutarco escribió Vidas Paralelas. Es de escaso interés histórico, excepto como fuente de informaciones puntuales procedentes de sus inmensas lecturas o recogidas personalmente, pero reproducidas con poco sentido crítico. Luciano se caracteriza por burlarse de Tucídides, es antirromano y objetivo. La historia en lengua griega no desaparecería sino que rebrotaría en los siglos III y IV, bajo la influencia de lo que se ha denominado "la segunda sofistica" con autores como Herodiano. La historiografía en lengua latina nació hacia el siglo II a. C. La historia escrita empezó de forma diferente, con la voluntad de no parecerse a la analística sacerdotal, como podemos ver en los escasos fragmentos que se han conservado de Fabio Pictor, que sería el primero en escribir historia en latín. Carecia de aliento y la profundidad de los viejos modelos griegos, que no satisfacían a los romanos. Los "Comentarios" de Julio César sobre la guerra de las Galias y sobre la guerra civil contra Pompeyo son textos literalmente valiosos, que interesan al historiador como fuente de información sobre la forma de llevar a cabo una campaña militar, pero no son importantes desde el punto de vista del desarrollo de la historiografía de su tiempo.Todo lo contrario sucede con Salustio de quien se puede decir que es el auténtico fundador de la nueva historia romana: de un género que se escribe para defender puntos de vistas políticos y

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sociales. En "La conjuración de Catilina", sostenía que la corrupción de la república era la causa de la crisis social. Lo que Salustio pretendía con esta obra era denunciar el peligro que representaría la crisis social de la república, preparando el camino para la solución pacificadora que ofrecía a los romanos, a cambio de la libertad, el imperio. "La guerra de Yugurta" se refería a sucesos anteriores, pero tenían como objetivo escensial atacar a la aristocracia senatorial que traicionó los intereses del pueblo romano. Titio Livio sería el primero de los historiadores del Imperio. Escribió "Historia de Roma desde su fundación" donde relata los hechos de los romanos desde los orígenes hasta el presente (su presente, es obvio). Los diez primeros libros se ocupan de los orígenes de la ciudad y del estado partiendo de unos materiales que él mismo reconocía que tenían más que ver, pero racionalizando en lo posible los mitos y explicando los acontecimientos con economía de los medios y con una constante intención moralizadora y patriótica. El texto de Livio coincidía con esta política de creación de una conciencia histórica que usaba gran variedad de medios, desde la restauración de monumentos hasta el apoyo dado a la elaboración de un mito nacional con la Eneida de Virgilio. Livio era un hombre que no cumplía las condiciones que Polibio pedía para un historiador: con una educación provinciana, escaso conocimiento del mundo y ninguno de la política o de la milicia, escribió basándose en fuentes librescas que no siempre entendió bien, de forma que comente errores. Tácito escribió "Germania", la única monografía etnolográfica latina conocida, pero, sobre todo, sus dos grandes obras históricas. La primera son las "Historias" donde se ocupa de la historia reciente y los "Anales", donde se habla objetivamente de la etapa inmediatamente anterior, desde la muerte de Augusto a la de Nerón. Tácito no se limita a narrar sucesos como Livio. Quiere hacer una obra de reflexión a la manera de Salustio, destinada a la lectura y no a la recreación. Lo que debe explicar no son hechos históricos, sino acontecimientos en apariencia insignificantes. Realiza un retrato poco halagador de la sociedad romana, con un profundo desprecio por la plebe que aclamaba a un emperador por puro servilismo. Las dos grandes figuras dominantes de su relato son Tiberio, de quien realiza un retrato negativo y Nerón cuya corrupción nos describe en un marco en que se produce el incendio de Roma y en un tiempo "manchado por tantos crímenes". Suetonio escribió biografías, al igual que Cornelio Nepone. "Vidas de hombres ilustres" es un libro muy diferente, más cercano a la biografía griega que tenía como objeto el de hacer una valoración moral de las personas. El continuador de la tradición de la historiografía clásica sería Amino Marcelino "el último de los grandes historiadores del imperio romano", quien escribió unas "Historias" que continuaban las de Tácito a partir del punto en que éste las había dejado. Se le criticó su estilo literario.

2-La ruptura de la tradición clásica

Existe un vínculo que enlaza de la del mundo clásico con la edad media inventada a fin de hacer encajar en el esquema evolutivo. La corriente más rica e innovadora de la historiografía medieval no ha nacido de la herencia clásica sino que se ha desarrollado en los países musulmanes. La historiografía d de los pueblos islámicos no tenía más antecedentes autóctonos que la poesía, las genealogías y los relatos de batallas conservados. La búsqueda histórica propiamente dicha comenzaría como consecuencia de la necesidad de recoger los hechos y dichos de Mahoma y de sus primeros seguidores para alimentar las colecciones de hadths. El primero de los grandes historiadores musulmanes fue al- Tabari que ordena cronológicamente, no introduce razonamientos propios ni inferencias. Recopilaba lo que decían las fuentes escritas musulmanas y lo enriquecía con unas tradiciones trasmitidas oralmente. El segundo de los grandes nombres es al-Masudi quien se ha comparado con Heródoto por la amplitud de sus intereses científicos y por el hecho de combinar geografía, etnología e historia. Se dijo que ha sido el primer historiador musulmán árabe que aplicó los principios del método científico y del razonamiento filosófico al estudio de la historia. Se estaba comenzando a producir la asimilación del pensamiento griego, al-Biruni escribió una Cronología de las naciones antiguas donde trataba de sistematizar y unificar las cronologías de las diversas tradiciones históricas. El punto más alto se alcanza con Ibn Jaldun quien dice que la historia tiene como objeto de estudio la sociedad humana, es decir, la civilización universal. Versa sobre lo que se refiere a la naturaleza de la civilización musulmana, esto es: la vida salvaje y la vida social. La historia se interesa por las profesiones lucrativas y por los modos de ganarse la vida que forman parte de las actividades y los esfuerzos del hombre, así como por las ciencias y las artes. Este autor representa a la vez la cima y el momento final de evolución del pensamiento historiográfico musulmán. La historiografía islámica permanecerá sin más avances hasta el siglo XIX, cuando comenzó a recibir influencia de la occidental.

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La mayor continuidad con el mundo clásico helénico había de darse en teoría en Bizancio. Los bizantinos tenían a su alcance una amplia literatura en lengua griega. Por más que buscaran a Heródoto o a Tucídides, los historiadores bizantinos se limitaban a narrar los acontecimientos de su tiempo en forma de crónica o de biografía. Cesaria escribió “Las guerras” que tienen un evidente interés como fuentes de información sobre unos pueblos de los cuales apenas si se conservan más noticias, pero también lo tienen por su calidad literaria, enriquecida por elementos narrativos, y por interesantes retratos personales. Miguel Psellos escribió “Cronología” donde narra los sucesos de los años que van desde 975 al 1078, en un relato ordenado por reinado que se basa en su propia experiencia y donde los acontecimientos se explican en términos de los intereses y las pasiones humanas. Razona su voluntad de escribir limitándose a los hechos más importantes. El legado de los historiadores bizantinos dejarían al despertar de la nueva historiografía del Renacimiento sería sobre todo la aportación de informaciones y de manuscritos que enriquecen el escaso conocimiento directo que se tenía en el occidente medieval de la literatura griega. En occidente se produjo una ruptura con la cultura clásica. Se mantendría el latín. Tras el renacimiento carolingio se volvería a una lengua artificial. En el siglo IV conviven las últimas muestras de una historiografía “pagana” con las primeras de la cristiana. En la cultura cristiana los historiadores clásicos serían olvidados. La historia antigua servía todo como fuente de anécdotas que se usaban como ejemplos morales. Los escritores de las historias cristianas no creían en hallarse en una nueva edad, sino que pretendían absorber y asimilar la vieja: cristianizar el conjunto de la historia humana insertándola linealmente en la tradición bíblica. Esto exigía la fijación de una cronología única con un tiempo universal, una tarea que empezó Eusebio. Lo que distingue sobre todo los nuevos esquemas de la historiografía cristiana de los de la clásica es el hecho de que no busca la explicación de los fenómenos históricos en el interior de la propia sociedad, en causas naturales o como consecuencia de los actos de los individuos, sino que supone que existe un designio divino que determina por completo el curso de la historia. La nueva concepción global del hombre en que se basaba esta visión de la historia iba a ser desarrollada por San Agustín. El estudio de la historia le había de servir al cristiano como lección moral y para confirmar su fe con la secuencia de los milagros y de las profecías. Establecer la veracidad de los hechos era de un interés secundario para los cristianos. Los acontecimientos prodigiosos abundaban “naturalmente” en la historiografía cristiana. Si la historia no servía para entender al mundo, servía para indagar el futuro. La preocupación por la cronología tenía otras finalidades relacionadas con la práctica litúrgica. También los monjes fueron los que empezaron a preocuparse por la determinación más exacta de las horas del día, para poder cumplir con las normas. Así se construyeron los primeros relojes mecánicos y la instalación de campanas. Los siglos VI al IX vieron la aparición de los primeros historiadores de los pueblos germánicos. Los vikingos, pese a que usaban la escritura rúnica para las inscripciones, conservaban el recuerdo de los hechos de los antiguos héroes en poemas trasmitidos oralmente. Cuatro grandes nombres: Jordanes, Gregorio de Tours, Beda y Pablo el Diácono. La historia que explica Gregorio es un entramado de guerras, devastaciones, asesinatos, envenenamientos y maldades de todo tipo, en medio de una naturaleza en que abundan los desastres, anunciados casi siempre por signos celestiales o por prodigios. Se lo llamaba “Heródoto de la barbarie”, escribió en latín precario las cosas que ha visto, oído o vivido y nos habla de unos tiempos llenos de crímenes de los magnates o de los clérigos. En Inglaterra la historia comenzó con Gildas, un monje del siglo V y de cuya persona y vida no sabemos nada. Exhortaba a sus dirigentes a la reforma moral. La más importante de las figuras de la historiografía medieval británica sería Beda que escribió tratados sobre cronología y sobre la fecha de la Pascua. No realiza una crónica del mundo, sino que solamente habla de Inglaterra. Después de Beda la historiografía británica, reducida a poca cosa más que a crónicas monásticas y anales, vivirá una decadencia hasta ser recuperada como elemento de propaganda política hacia finales del siglo XIII. Con el auge del feudalismo surgiría en la Europa occidental una nueva historiografía caballeresca puesta al servicio de las monarquías y de la aristocracia feudal: una historiografía que no se escribe exclusivamente en los monasterios que se dirige a un público más amplio y que adopta para ello las lenguas vulgares. El resultado serán las historias de las cruzadas. La visión elaborada por la Iglesia y por la nobleza, que establecieron la teoría de los 3 órdenes o estados (caballeros, clérigos y los que trabajan) para justificar su situación de privilegio con una pretensión de “división social” de las responsabilidades colectivas, tenían su fundamento en la interpretación de la historia escrita en los monasterios y las cortes.

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En el terreno civil una cultura popular de sátira y degradación expresada en la literatura y en la fiesta, ponía en duda la validez del ideal caballeresco. Fue en Italia, en un país en que coexistían las monarquías con las ciudades – estado republicanas, donde habría de surgir una visión del mundo que se expresaría en innovaciones culturales como el primer humanismo de Padua, el pensamiento político de Dante, etc.

3-Renacimiento y renovación de la historia

Se habla de humanismo como contraposición del escolasticismo. En origen aparece sobre todo la filología. Hablamos de Lorenzo Valla. Su fama se debe a haber al aplicado un método de investigación histórico-filológico al análisis de “La falsa donación de Constantino”, gracias a la cual pudo denunciar la falsedad de la imaginaria donación por la cual el emperador habría transferido el poder temporal sobre Italia y sobre todas las pcias. occidentales del imperio al papa Silvestre I. Él confirmó que el documento era inaceptable desde un punto de vista histórico, utilizaba argumentos arqueológicos e historiográficos para poner en evidencia que nadie había hablado de él durante siglos, y señalaba los anacronismos y las incoherencias del texto, al lado de unos inexplicables errores del lenguaje que tenía una intención política y religiosa. La crítica filológica se aplicó sobre todo a la edición de textos. La mayoría de los humanistas no tenían una buena preparación filológica e intervenían en los textos con interpretaciones poco fundamentadas. Los métodos críticos tardaron bastante en aplicarse. Los avances más interesantes en el campo de la historia no vendrían de la vertiente retórica del humanismo que buscaba escribir relatos literarios acomodados estilísticamente a los modelos clásicos. El uso de fuentes documentales y el análisis de las conexiones causales entre los sucesos eran cosas subsidiarias respecto del objetivo central de una historia verdadera. El renacimiento de los estudios literarios estuvo asociado a las necesidades derivadas del ascenso de la autonomía de las ciudades, que exigía que se formaran cancilleres, jueves y funcionarios. Sería sobre todo en Florencia donde se desarrollarían las nuevas ideas. Florencia sufriría una serie de crisis políticas entre 1402 y 1527. En 1434 los Médicis habían conseguido controlar el gobierno y lo dirigieron durante sesenta años, sin abolir de hecho las instituciones republicanas. Su régimen se hundió en 1494, antes de la invasión francesa, y entonces se estableció una nueva constitución republicana que otorgaba una mayor participación política a las capas medias y populares. Este momento confuso se produjo la aparición de una conciencia política que expresaría en nuevas formas de escribir la historia, anunciadas ya por Leonardo Bruni. Maquiavelo dio su apoyo a la república contra la aristocracia, de manera que los Médicis lo destituyeron del cargo que desempeñaba en la Cancillería, lo encarcelaron y torturaron. Luego fue perdonado. Su libro “el príncipe” se nutre de experiencia de su vida política y se presenta como un tratado de conducta política para un “príncipe nuevo” en las condiciones peculiares de la Italia de aquel momento. En los “Discorsi” la lección de los hechos de la antigüedad griega y romana (la historia como fuente de conocimiento a través de la acumulación de las experiencias del pasado) se asocia a los comentarios sobre la política italiana o francesa de su tiempo para extraer unas consecuencias generales de alcance universal. Maquiavelo asocia historia y política, no al estilo de los humanistas sino a la manera pragmática usando la historia para explicar el presente. Guicciardini y Maquiavelo eran amigos íntimos. Tenían diferencias políticas porque el primero era contrario a cualquier forma de democracia republicana. El realismo crítico de Guicciardini no entraba en las causas de las conmociones sociales. Se basa en la experiencia y rehuye el recurso a los ejemplos antiguos, lo cual lo sitúa fuera del humanismo, en plena modernidad. La influencia de Guicciardini se dejaba sentir en las historiografías nacionales de los países absolutistas. El más influyente de los teóricos franceses de la historia en estos tiempos fue Bodin, que tiene una ambición reflexión teórica sobre la interpretación de la historia. No le interesa la forma de escribirla, sino por su uso como herramienta de una visión global de la política, que lo conduciría a su obra fundamental, “los seis libros de la república”, donde propone un arte de la política basado en su filosofía de la historia. Bodin dividía lo que él llamaba historia en tres campos: la natural, que estudia las causas que operan en la naturaleza, la sagrada, que se ocupa de las manifestaciones divinas y la historia humana, que expone las gestas del hombre a través de las sociedades. La aparición de la “historia de España” del jesuita Juan de Mariana cambiaría el panorama: su libro estaba destinado a ser la obra de referencia para los lectores españoles durante mucho tiempo lo que sirve para mostrar la escasa entidad de la historiografía castellana de los siglos XVI y XVII. En Castilla

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se produjo una eclosión de la historiografía indiana, que transmitía a un mundo conmocionado por los “descubrimientos” de gestas de los conquistadores y las maravillas de las nuevas tierras. El interés por la evangelización llevó a un estudio de la cultura misma que se quería destruir que hizo de los misioneros unos precursores de la antropología moderna. Todo ello abrió un mundo nuevo de conocimiento. Lo que se salvó sobre todo de la herencia del Renacimiento fue el conjunto de los métodos de crítica filológica y el trabajo arqueológico. La erudición crítica de los reformistas obligó a la iglesia católica a depurar sus textos de la carga de mitos que se les había ido agregando y eso estimuló una actividad de la que son un buen ejemplo los bolandistas y los benedictinos maurinos. Los métodos eruditos que usaba esta escuela de religiosos estaban siendo desarrollados también por aquellos que se dedicaban a la defensa de los derechos de los príncipes. Leibniz llevó a plantearse una evolución geológica. Los científicos del Renacimiento comenzaron la demolición de la cosmología aristotélico-tomista que explicaba el mundo natural y que se completaba con una visión teológica del mundo humano, avanzando en dos direcciones distintas: la de la magia natural y la de la filosofía mecánica, proponían unos elementos que habrían de integrarse a la larga en sistemas alternativos que explicaran conjuntamente el macrocosmos físico y el microcosmos humano.

4-La ilustración

La expresión “las luces” se ha usado para hablar de los conocimientos adquiridos por la humanidad. El concepto de Ilustración nace en la Alemania de mediados del siglo XVIII y designa el acto de “iluminar” y no la ilustración resultante. El cristianismo se basa en la revelación y en la tradición y no en la razón. Una de las asociaciones más frecuentes y más equívocas es la que se establece entre la Ilustración y el absolutismo en el llamado “despotismo ilustrado”, un concepto inventado por los prusianos en el siglo XIX. A mediados del siglo XX, nace una crítica de la Ilustración que la acusa de haber construido una visión abstracta y universalista del hombre, y sostiene que su racionalismo y la búsqueda de explicaciones totales, han llevado a los ilustrados a una concepción mecanicista del hombre y de la sociedad. Todo en el universo está determinado y que lo único que es necesario para conocer un acontecimiento es tener todos los datos sobre sus antecedentes. La Ilustración sería pensamiento crítico, desconfianza hacia el saber establecido y el consentimiento universal: la defensa de la razón contra la convicción, del saber transformador contra la tradición. Los propios historiadores que vivían en un tiempo “lleno de noticias” y que obligó a los gobiernos a tomar historiadores a su servicio para combatir los efectos de la crítica. Esto pasaba en unas sociedades conmocionadas por los debates políticos que enfrentaban a las monarquías absolutas con las demandas de representatividad política. Algunos de los representantes esenciales de la Ilustración procedían de las formas de libre pensamiento y de la crítica del siglo XVII francés. El fruto más importante de esta corriente sería la obra de Bayle. Admiraba cada vez más los escépticos y los libertinos, la ciencia de lo concreto, la historia y la erudición. Bayle criticaba los milagros, el argumento de autoridad y la tradición con opiniones tan arriesgadas como el “ateísmo no conduce necesariamente a la corrupción de las costumbres”. En 1697 apareció en Rótterdam su Diccionario Histórico de la Crítica, con un fuerte componente crítico, muy especialmente respecto de materias de historia eclesiástica con una defensa constante de la tolerancia de la libertad de conciencia. Criticó en lo que se refiere a materias eclesiásticas, no entra nunca en cuestiones teológicas. Su diccionario enseñó a razonar a los ilustrados y está en el origen de muchas crisis de conciencia. Desde el punto de vista de la historia, además, Bayle, ha fundamentado, con el desarrollo del arte de las notas como herramienta crítica, un modelo de trabajo erudito que será universalmente aceptado y que ha llegado hasta nosotros sin demasiados cambios. Las corrientes de la historiografía de la Ilustración pasarán en Nápoles por las figuras de Muratori que aplicará los métodos críticos de la historiografía eclesiástica, de Mabillon a temas civiles en sus “Anales de Italia”, y sobre todo de Giannone que publicó una “Historia civil del reino de Nápoles” que quería hablar “del orden político de este noble reino, de sus leyes y costumbres”. Vico quiso crear una ciencia nueva y global de la historia. Acepta la cronología de la Biblia que reducía el curso de la historia a 5000 años, lo desacreditaría ante los hombres de fin de siglo conocedores de la geología. Los herederos directos del estilo crítico de Bayle serán los “ilustrados” franceses del siglo XVIII. Estos hombres rechazan de entrada el tipo de la historia erudita “monástica” que consideran insegura.

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Mostesquieu es el menos revolucionario de los hombres que revolucionaron el mundo. En sus “Cartas persas” nos muestra el mundo a través de los ojos de unos viajeros orientales. Investigó los fundamentos de las formas de gobierno y de las leyes. Por eso escribió “El espíritu de las leyes”. En el estudio de las leyes feudales de los francos propone “iluminar la historia con las leyes y las leyes de la historia”. Voltaire escribió “Historia de Carlos XII”, iniciando la carrera que lo había de convertir en un escritor de moda en Francia. Creía en el poder transformador del conocimiento y en la tolerancia. Todos sus libros fueron prohibidos. No acepta ni la idea de que los hombres sean iguales, que la civilización los haya pervertido y que estén hechos para vivir naturalmente, “aislados como bestias salvajes”. Fue él quien escribió el artículo “Historia” para la Enciclopedia, donde comienza diciendo que “es el relato de los hechos que se consideran verdaderos, al contrario de la fábula, que es el relato de los que se considera falsos”. Distingue entre la veracidad y la acumulación de datos concretos propios de la erudición. Su programa histórico se mostraría con toda claridad en “El siglo de Luis XIV”, un libro que no se ocupa de Luis XIV, sino “del espíritu de los hombres en el siglo más ilustrado que nunca haya habido”, con ambición auténtica de historia universal (contrastando con Bossuet, que había llamado “historia” a la de cuatro o cinco pueblos y “sobre todo la de la pequeña nación india”. La historia del mundo se dividía en 4 siglos o épocas: el de Alejandro, el de César y Augusto, el de los Médicis y este siglo de Luis XIV. Su objetivo no es explicar todo, sino solamente aquello que merece ser conocido.