la hermandad del halcón 1.5 - sólo abrázame - anna casanovas

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  • Anna Turr Casanovas, 2009

    Este relato no podr ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito del

    propietario. Todos los derechos reservados.

    Diseo portada: Marina Turr Casanovas, 2009 Web: www.marinaturro.com

    Depsito Legal: B-2952-09

  • ANNA CASANOVAS

    SLO ABRZAME

  • Para mi hermano Josep, el mejor guerrero del mundo.

  • SLO ABRZAME

    Anna Casanovas

    2009 Este relato no podr ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito del propietario. Todos los derechos reservados. 1

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    Isla de Skye, Escocia, enero de 1806

    Esa misin haba salido mal desde el principio, pens James apretndose el

    brazo para ver si as dejaba de sangrar. l odiaba ir a Escocia, haca fro, el clima

    era excesivamente hmedo y los escoceses tenan la extraa costumbre de atacar a

    cualquier ingls que se cruzara en su camino. Apret los dientes. Unos meses atrs,

    cuando Hawkslife fue a verlo y le cont que tena que partir hacia esas tierras para

    desmantelar una red de contrabandistas, pens que le estaba tomando el pelo. La

    Hermandad no sola perder el tiempo en ese tipo de cosas, pero cuando su mentor

    le explic que estaban convencidos de que dichas operaciones de contrabando

    servan para financiar las arcas de Napolen, comprendi la necesidad de detener a

    esos delincuentes.

    James se arranc el alzacuellos de la sotana y se hizo un torniquete en el

    brazo. Aunque llevaba ya varias semanas vestido de ese modo an no se haba

    acostumbrado. Todava recordaba la cara de Hawkslife cuando le cont que tena

    que disfrazarse de sacerdote para as poder integrarse ms rpido en la localidad y

    resolver el tema cuanto antes. Al parecer, el sacerdote de Armadale, un agradable

    anciano de setenta aos, era un viejo conocido de la Hermandad y haba aceptado

    irse de vacaciones mientras James ocupaba su lugar. De hecho, el padre Murray

    haba sido quien haba alertado sobre esos barcos que cada vez atracaban ms a

    menudo en la isla. Hawkslife nunca tena ningn problema a la hora de ordenar que

    mataran a un traidor, o que torturaran a un espa, pero le haba costado mucho

    decirle a James que tena que hacerse pasar por un prroco local. Tal vez fuera

    porque James era el hombre menos creyente que conoca, o tal vez porque saba

    que para ser tan buen agente James haba sacrificado su alma, y que se visitera

    con sotana ya era en s un sacrilegio. James Morland, hijo del barn de Bosworth,

    entr a formar parte de la Hermandad del Halcn diez aos atrs, justo al cumplir

    los veintids, una edad avanzada, pues lo normal era que la Hermandad escogiera

    a sus agentes cuando stos an eran adolescentes. Hawkslife siempre haba credo

    que si no hubiera sido por la Hermandad, James habra terminado por desperdiciar

    su vida. Era como si el joven no temiera a la muerte, como si le diera igual morir o

    vivir un da ms. A los veintids aos era el mejor jinete que haba visto jams,

    poda arruinar a cualquiera con una sola partida de cartas, y con su pistola era

    capaz de acertar a un blanco a cuarenta metros de distancia. Y todo eso se deba a

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    que le daba igual morir en el intento. Con treinta y dos, James ya no era un joven

    alocado, sino un cnico convencido de que la vida no mereca la pena, pero

    dispuesto a ayudar a su pas y a su monarca si as consegua pasar los das de un

    modo ms entretenido.

    La cabeza empezaba a darle vueltas, tena que encontrar un sitio para

    descansar antes de que fuera demasiado tarde. Perda mucha sangre, y el par de

    golpes que le haban asestado en las costillas tampoco ayudaban demasiado. Por

    suerte, haba podido reducir a su asaltante e incluso haba conseguido sonsacarle el

    lugar y la hora en la que iba a producirse el siguiente intercambio, pero en esos

    momentos, el cansancio y el dolor le estaban ganando la partida. Sigui caminando

    a travs del bosque; si sus clculos eran correctos faltaba muy poco para llegar a la

    rectora. All podra curarse y desmayarse tranquilamente sobre la cama. Tropez

    con un par de races a los escoceses en verdad les gustaba la naturaleza en

    estado puro pero sigui andando hasta alejarse del grupo de rboles. La sotana,

    al ser negra, no delataba toda la sangre que la cubra, pero l saba perfectamente

    que la tela estaba empapada. Vio una casa, y aunque estaba un poco aturdido supo

    sin ninguna duda que no era la suya. Haba perdido ms sangre de la que crea, si

    no, no se habra perdido. Tal vez tuviera suerte y sus propietarios no estuvieran.

    Elimin la distancia que lo separaba de la pequea construccin y al ver que sala

    humo de la chimenea supo que estaba habitada. Golpe la puerta maciza varias

    veces y escuch una voz.

    -Ya voy! Se puede saber quin es a estas horas?

    Imposible, no poda ser, de todas las casas que poda haber encontrado,

    por qu haba tenido que dar con la de ella?

    La puerta se abri de golpe y James no supo qu lo mareaba ms, si la

    herida del brazo o tener a Tilda Glennan plantada frente a l.

    -Padre James! exclam ella asustada-. Est sangrando!

    -Lo s, seorita Glennan. Por si no tuviera bastante con todo, la

    protagonista de sus fantasas estaba convencida de que era un hombre de Dios-.

    Puedo pasar?

    -Por supuesto. Se apart de la puerta de un salto. Disclpeme. Pase,

    pase le indic. Sintese aqu, por favor. Ir a por agua y unas vendas. Esa

    herida no tiene muy buena pinta.

    Tilda le seal el sof que estaba frente a la chimenea, y James decidi

    hacerle caso y sentarse junto al fuego antes de hacer algo tan poco heroico como

    desmayarse en medio del saln. Cerr los ojos unos instantes y al escuchar la voz

    de la muchacha volvi a abrirlos.

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    -Qu le ha pasado, padre? pregunt ella.

    -Dnde estn sus padres, seorita Glennan? Despus de comprobar en

    sus propias carnes que esos contrabandistas eran ms que una banda de ladrones,

    no le haca ninguna gracia que Tilda estuviera sola en esa casa.

    -En Glasgow. Mi padre tena que solucionar all algunas cosas y mi madre

    echaba de menos la ciudad.

    -Est usted aqu sola? Enarc las cejas preocupado.

    -Vamos, padre, a mi edad qu puede pasarme. Camin hacia el armario en

    el que su padre guardaba el whisky que se destilaba en sus tierras y sirvi dos

    vasos-. Tome.

    James acept la copa y la vaci de un trago.

    -Para quin es la otra? En circunstancias normales no era tan poco

    intuitivo.

    -Para quin va a ser, padre? Ella imit el gesto y tambin dej el vaso

    vaco-. Necesito fuerzas para coserle la herida.

    -No har tal cosa! Deje aqu los utensilios necesarios y yo mismo me

    encargar.

    -Usted? Desde cundo sabe un sacerdote cmo coser una herida de bala?

    En lugar de responder, James contraatac.

    -Y desde cundo sabe distinguir una jovencita si una herida es de bala o

    una cornada de una torpe vaca escocesa?

    -Las vacas escocesas no son torpes, padre. Y yo no soy ninguna jovencita,

    ya tengo veintisis aos. Si fuera inglesa como usted, padre, me consideraran ya

    toda una solterona. Suerte que aqu, en Escocia, puedo ser algo ms.

    -No diga tonteras, seorita Glennan, y deme las tijeras le orden l, pero

    ella decidi ignorarlo.

    -Vamos, padre, no dice siempre que debemos ayudar al prjimo? Levant

    las cejas y por fin l se dio por vencido.

    Tilda se sent en una butaca junto a la del padre James y empez a cortarle

    la manga de la sotana. El brazo que apareci debajo era propio de un guerrero y no

    de un hombre dedicado a las escrituras. Tilda se reprendi por esos pensamientos

    que la asaltaban cada vez que iba a la parroquia. La Iglesia debera tener una

    norma que prohibiera que los hombres tan atractivos se convirtieran en sacerdotes.

    Respir hondo, empap la tela con agua y se pregunt si quiz no debera haberse

    ido con sus padres.

    La familia de Tilda no era especialmente creyente, su padre haba estudiado

    leyes y era la mano derecha del laird del clan MacDonald. Era un hombre respetado

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    por sus sabios consejos y todos saban que era mucho ms partidario de la ciencia

    y la razn que de las leyendas y los mitos que habitaban en esas tierras. Su madre

    secundaba dichas opiniones, y a ambos les sorprenda que su nica hija sintiera tal

    fascinacin por el reino de lo fantstico. Tilda haba llegado a sus vidas cuando el

    matrimonio ya estaba convencido de que jams tendran descendencia, y la

    colmaron de atenciones nada ms nacer. Los Glennan educaron a su hija como una

    libre pensadora, y trataron de inculcarle que la capacidad de aprender era el mayor

    tesoro del ser humano. Tilda, que desde pequea fue muy inquieta, lea todo lo que

    caa en sus manos pero siempre sinti especial predileccin por los libros de

    fbulas, y sobre todo por las leyendas que sucedan en las mgicas tierras

    escocesas. De mayor, sus padres le ofrecieron la posibilidad de ir a Edimburgo,

    pero ella prefiri quedarse en la isla, se era su hogar y estaba convencida de que

    all encontrara la felicidad, aunque si era sincera consigo misma tena que

    reconocer que en los ltimos tiempos haba empezado a plantearse que tal vez

    estuviera equivocada.

    Tilda se concentr en limpiar la herida, pero tan pronto como toc el brazo

    del padre James vio que algo no iba bien.

    -La bala an est dentro dijo l, dando sentido al bulto que ella palpaba

    bajo la piel-. Si me acerca unas pinzas tratar de sacrmela.

    La muchacha se levant y fue a la cocina. Tard unos minutos en encontrar

    el utensilio en cuestin, el seor y la seora Nesson eran los que solan ocuparse de

    todo en su casa, pero Tilda les haba dado el da libre para que pudieran ir a visitar

    a su primera nieta. Regres al saln y vio que el padre James tena la cabeza

    recostada en el sof y los ojos cerrados.

    -Padre?

    l los abri sin decir nada y cogi las pinzas, pero tras varios intentos

    fallidos se resign a pedir ayuda.

    -Me temo que Dios no crey pertinente que fuera ambidiestro, le

    importara? Le tendi las pinzas-. No se preocupe, le dir lo que tiene que hacer.

    Ella acept las pinzas con la mirada firme y los dedos temblorosos.

    -De acuerdo dijo Tilda con valenta.

    -La herida ya est limpia, palpe con los dedos hasta encontrar la bala. Ella

    lo hizo y l se estremeci sin saber si era por culpa del dolor o por sentir los dedos

    de Tilda sobre su piel-. Cuando d con ella, visualice en su mente la posicin.

    -Ya est dijo ella mordindose el labio inferior.

    -Ahora coja las pinzas y busque la bala.

    Ella lo hizo, pero cuando la herida volvi a sangrar, retir el instrumento.

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    -Lo siento, lo siento mucho se disculp.

    -No se preocupe, es normal. Lo est haciendo muy bien, seorita Glennan.

    -Tilda dijo ella secndose el sudor con una mano y manchndose as la

    mejilla de sangre-. Ya estoy bastante nerviosa como para que me llame seorita

    Glennan.

    -De acuerdo, Tilda. Vuelve a intentarlo, y esta vez no te apartes aunque

    veas que la herida sangra. Cuanto antes saquemos la bala, antes terminar todo

    esto.

    Ella asinti y repiti la operacin.

    -Lo ests haciendo muy bien, Tilda dijo James apretando los dientes.

    -Ya casi la tengo. Tena el cejo fruncido y los dedos empapados ya de

    sangre-. Ya est! Tir de las pinzas con cuidado y por fin extrajo la bala. Con un

    pequeo golpe seco la deposit en la bandeja y, sin perder ni un segundo, volvi a

    limpiar la herida con agua.

    -Gracias, Tilda murmur James-. Has sido muy valiente.

    Ese comentario pareci hacerle gracia pues la muchacha sonri incrdula.

    -Valiente? Iba a decir algo ms pero de pronto sinti los dedos del padre

    James acaricindole la mejilla y se qued sin habla.

    -Tenas un poco de sangre dijo l a modo de explicacin.

    Ella se levant, temiendo que sus rodillas no pudieran sujetarla, y se

    despidi diciendo que iba a buscar unas vendas. En el pasillo, se detuvo un

    segundo y se apoy en la pared. Qu haba sido esa caricia? Se toc la mejilla y

    vio que, efectivamente, estaba manchada de sangre. Era imposible que el padre

    James hubiera querido acariciarla, se repiti a s misma, y ms imposible an que a

    ella se le acelerara el corazn slo de pensar en los ojos grises del sacerdote. Corri

    a por unas vendas y decidi que cuando regresaran sus padres les dira que quera

    irse a pasar una temporada a Edimburgo.

    Menos mal que lo haba dejado solo, pens James, unos segundos ms y no

    habra podido resistir la tentacin de besarla. Haca mucho tiempo que nadie se

    preocupaba por l, y an ms que nadie lo tocaba con ternura. Si hubieran estado

    en otro lugar, en otro momento o en otra vida. Cerr los ojos y se repiti que no

    poda volver a estar con Tilda a solas, si lo haca acabara por echar al traste la

    misin y su carrera como Halcn.

    El objeto de su deseo volvi a entrar en el saln con un montn de vendas

    entre las manos y con las mejillas sin rastro de sangre. James cerr la mano con la

    que la haba acariciado como si as pudiera retener all el recuerdo de la piel de

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    Tilda. Ella se acerc y le vend el brazo y, aunque la herida ya no le escoca tanto,

    el dolor de las costillas era cada vez ms acentuado.

    -Debera quitarse la sotana, padre. Est empapada de sangre.

    -No te preocupes respondi l cerrando de nuevo los ojos-. Slo tengo que

    descansar un rato y luego me ir a mi casa.

    -A estas horas? Y con la noche que hace? Es que se ha vuelto loco? l

    abri los ojos y Tilda se arrepinti de sus palabras-. Lo siento, padre. Por qu no

    se queda a pasar la noche aqu? Antes de que l pudiera decir nada ms, aadi-:

    Mis padres se pondrn furiosos conmigo si se enteran de que le he dejado irse as

    sin ms.

    -De acuerdo acept l-. Me quedar. Si eres tan amable de indicarme

    dnde est la habitacin de invitados, me tumbar y ya no te molestar ms.

    -Sgame, padre.

    Los dos se levantaron y Tilda lo gui hacia la habitacin que sola ocupar su

    primo cuando iba de visita a la isla, que estaba precisamente justo al lado de la de

    ella. Al entrar, se asegur de que todo estuviera bien y de que a su invitado no le

    faltara nada.

    -Esta ropa es de mi primo le dijo colocando encima de la cama una muda

    limpia-. Es un poquito ms bajito que usted pero supongo que le ir bien. Necesita

    que le ayude con la sotana? pregunt antes de poder evitarlo.

    -No respondi l seco-. Buenas noches, seorita Glennan.

    -Buenas noches.

    Tilda sali de la habitacin muerta de vergenza. Por qu diablos le haba

    preguntado eso?

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    A James le cost muchsimo desabrochar los suficientes botones como para

    poder pasarse la maldita sotana por la cabeza, pero lo consigui. Las heridas del

    brazo y las costillas seguan dolindole, aunque lo peor era lo excitado que estaba

    por culpa de Tilda. Siempre le haba costado mucho llamarla seorita Glennan,

    as que cuando ella le dio permiso para utilizar su nombre no lo dud ni un instante.

    Pero no tard en entender que deba recuperar las distancias, bastante difcil haba

    sido resistirse a ella antes como para que ahora tuvieran un trato ms familiar.

    Se puso la camisa que ella haba dejado encima de la cama y pudo

    comprobar que el sobrino de los Glennan no slo era mucho ms bajito que l, sino

    tambin ms delgado. James siempre haba sido muy alto y en los diez aos que

    llevaba formando parte de la Hermandad haba desarrollado mucha musculatura.

    Todos los caballeros se hacan las camisas a medida, al igual que las botas, pero a

    l slo queran atenderlo un par de sastres de Londres, pues los dems

    argumentaban que era demasiado difcil coser camisas que quedaran delicadas en

    un torso tan desarrollado. James saba que su fsico intimidaba a la gran mayora

    de las damas, pero eso le pareca ms una ventaja que no un inconveniente, y ya

    se haba hecho a la idea de mantener nicamente encuentros clandestinos con

    viudas decadentes o cortesanas ansiosas por estar con un espcimen como l. Al

    parecer, la nica mujer a la que no le intimidaba su fsico, aparte de sus hermanas

    Irene e Isabella, era Tilda. Y lo ms curioso era que Tilda era excesivamente

    menuda. La primera vez que la vio en el banco de la iglesia pens que era una

    nia, pero cuando la mir a los ojos supo que era toda una mujer. Y cuando al

    terminar el sermn, que se aprendi de memoria para no poner en juego la misin,

    ella se le acerc y le pregunt su opinin sobre un par de cosas, James crey que el

    mundo se abra bajo sus pies. Tilda tena la voz ms sensual que haba escuchado

    jams, era ronca y profunda, como el whisky que se destilaba en esas tierras, y con

    cada slaba lo hechizaba ms y ms. Tras ese encuentro, del que se alej tan rpido

    como pudo para que ninguno de sus feligreses captara su reaccin, James se

    mantuvo alejado de Tilda. Pero ella pareca obsesionada con discutir con l sobre

    cualquier cosa, y a decir verdad, si pasaba ms de dos das sin verla, James se

    pona muy nervioso. Se tumb en la cama y con la mirada fija en el techo se puso a

    repasar mentalmente todo lo que saba sobre los contrabandistas, tratando de

    alejar a Tilda de sus pensamientos.

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    Durante los dos meses que llevaba en la isla, las primeras semanas se las

    haba pasado cimentando su personaje de prroco. El padre James haba

    confraternizado con todos los pescadores, marinos y campesinos del lugar con la

    esperanza de descubrir algo, o alguien, que no encajara. Visitaba la taberna cada

    viernes, la tienda de MacLean cada jueves, y los martes y los sbados visitaba el

    castillo de Armadale. Aparte de las historias propias de cada pueblo; rivalidades

    entre vecinos, rias entre amigos y disputas de familia, James no averigu nada,

    excepto que nadie saba nada, cosa imposible, sobre los barcos de velas negras que

    atracaban slo las noches de luna llena. Pero haca unos diez das su suerte haba

    cambiado, y un par de marinos que haban bebido ms de la cuenta no tuvieron

    apuros en relatar que el barco fantasma iba a volver a atracar pronto y que, si

    tenan suerte, podran hacerse con un par de cajas de sus excelentes botellas de

    ron. James saba que los barcos fantasmas no existan, y en el supuesto de que

    existieran no perderan el tiempo haciendo contrabando, as que tena que

    averiguar quin era su capitn y quin los estaba ayudando en Skye. A primera

    vista la isla tal vez pareca un lugar idlico pero era evidente que all se ocultaba un

    traidor, alguien vido de riqueza y dispuesto a entregar su patria a cambio de las

    monedas de Napolen. James sigui a los dos marinos cuando stos abandonaron

    la taberna y cuando los muy bobos se metieron en un callejn no le cost

    demasiado dejarlos inconscientes e inspeccionar sus pertenencias. Encontr un par

    de botellines vacos, tabaco y un papel con una direccin. Volvi a dejar las cosas

    en su lugar, convencido de que cuando los tipos despertaran creeran haberse

    quedado dormidos sin ms y que no recordaran nada. Regres a la rectora con la

    sensacin de que alguien le estaba observando, pero tras inspeccionar el permetro

    y ver que no haba nadie, dedujo que el entorno lo estaba afectando. A la maana

    siguiente, fue a la direccin que le haban proporcionado sus alcoholizados amigos y

    descubri que se trataba de una casa abandonada. La estudi en busca de algn

    signo distintivo y dedujo que era el punto de encuentro de esos malhechores; el

    lugar que utilizaran para dejarse notas e intercambiar informacin. Por culpa de

    sus obligaciones para con la Iglesia, James no pudo quedarse a investigar ms rato,

    pues tuvo que irse para dar la misa del da, pero esa noche, y las siguientes,

    regres al lugar. An faltaban varios das para que el barco llegara y tena que

    averiguar dnde y cundo lo hara. Una cosa que s averigu fue que la casa en

    cuestin perteneca al marqus de Vessey, un noble ingls al que James haba

    conocido en Londres. Vessey era uno de esos tpicos jvenes con demasiado dinero

    y poco cerebro, y James estaba convencido de que era incapaz de ser el cerebro de

    esa operacin de contrabando, aunque tambin era lo suficientemente estpido

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    como para colaborar con unos delincuentes. Sinti una punzada en las costillas y

    record los acontecimientos de esa noche; haca ya un par de das que James tena

    la sensacin de que estaban observndolo. l trataba de representar su papel de

    prroco al pie de la letra, pero empezaba a costarle encontrar excusas a sus

    constantes interrogatorios y salidas nocturnas. Fue a la taberna y tras asegurarse

    de que ninguno de los asistentes de esa noche pareca saber nada interesante se

    despidi de todos y dijo que iba a acostarse. Pero al salir cambi de opinin y

    decidi pasarse de nuevo por la casa abandonada de Vessey. Al llegar vio luz en

    una de las ventanas y la silueta de dos hombres discutiendo. De pronto, uno

    desenfund un arma y dispar al otro, que cay muerto. Todos los instintos de

    James se pusieron alerta y corri hacia all tan rpido como su sotana se lo

    permiti. Al entrar, vio que el hombre que haba disparado saltaba por una ventana

    y opt por seguirlo. Lo persigui hasta uno de los acantilados y all el hombre se dio

    media vuelta y le dispar un par de veces. El primer disparo fall, el segundo no.

    James se maldijo por haber cometido la estupidez de dejar su pistola en casa, de

    algn modo haba credo que nadie entendera que un sacerdote fuera armado, y

    apretndose el brazo corri de nuevo tras el sospechoso. El hombre, un suicida,

    empez a descender por el acantilado, y James no tuvo ms remedio que hacer lo

    mismo. Por suerte para ambos esa noche el oleaje era suave, o los dos habran

    terminado en el fondo del mar. El hombre se desliz dentro de una de las cuevas

    que haba a lo largo del muro rocoso y James lo sigui, pero tan pronto como entr

    en el agujero el hombre le dio un puetazo. Lo estaba esperando. La pelea fue

    larga, James era ms fuerte que su contrincante, pero la bala le haba dejado el

    brazo adormecido y apenas poda moverlo. Los golpes que su contrincante le dio en

    las costillas tambin fueron certeros, pero James se neg a dejarse vencer y pronto

    empez a devolver mucho ms de lo que reciba. Cuando por fin el tipo cay

    abatido, James lo sujet por la camisa y le levant la cabeza.

    -Para quin trabajas?

    -Y usted, padre? Escupi un poco de sangre-. Desde cundo entrena

    Dios a sus hombres?

    -Desde que hay escoria como t en el mundo. Lo apret contra la pared

    rocosa-. Responde.

    -Qu me hars si no confieso, obligarme a recitar diez padrenuestros?

    Lo sacudi.

    -Habla.

    Volvieron a forcejear y en medio de la pelea el hombre consigui hacerse de

    nuevo con la pistola que antes le haba cado al suelo. James no iba a permitir que

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    le disparara otra vez, as que se abalanz hacia l y entre puos y brazos el arma

    se dispar. Por el brillo que apareci en los ojos del contrabandista, James supo

    que la herida era mortal. Se apart y vio cmo una mancha carmes empezaba a

    extenderse por el vientre del hombre a medida que l se desplomaba hacia el

    suelo.

    -Punta Neist dijo el hombre entre borbotones de sangre-. Dentro de tres

    das, a medianoche.

    Y muri.

    Todava ahora no saba por qu se lo haba dicho, pero James haba

    presenciado suficientes muertes como para saber que ante las puertas del infierno

    un hombre es capaz de decir cualquier cosa para tratar de salvarse. Tal vez fuera

    una trampa, tal vez ese tipo quera tener la ltima palabra y lo estaba mandando a

    la boca del lobo, o tal vez antes de morir haba decidido hacer algo noble y

    confesar. El nico modo de averiguarlo era acudiendo a la cita, pens James, pero

    antes tena que descubrir la identidad de su asaltante y la del hombre al que ste

    haba disparado en casa de Vessey. Cerr los ojos y trat de dormir, si slo tena

    tres das necesitaba recuperar fuerzas cuanto antes.

    Tilda se despert al amanecer, nunca le haba gustado demasiado dormir, no

    cuando poda ver salir el sol y disfrutar del color que el mar tena a esas horas. A

    ella siempre le haban fascinado las leyendas sobre los seres mgicos que

    supuestamente habitaban esas tierras, a pesar de que sus padres las ninguneaban

    diciendo que eran cuentos de viejas Tilda estaba convencida de que algo de verdad

    se esconda en aquellos cuentos centenarios. No era que creyera en sirenas o

    hadas, pero estaba convencida de que la magia exista y que algn da iba a

    encontrarla. Estaba sentada encima de una de las rocas que haba en medio del

    prado, envuelta en una manta y ensimismada en sus cosas cuando de pronto pens

    en el padre James. Por qu cada vez que soaba despierta se le apareca la

    imagen de ese hombre? Ella nunca haba prestado demasiada atencin a los

    hombres, saba que la mayora la consideraban un bicho raro; demasiado

    inteligente para su diminuto fsico, y con una dote no lo suficientemente importante

    como para ignorar su tendencia a decir siempre lo que pensaba. Tilda nunca haba

    lamentado no sentir todas esas bobadas de las que haban cado presas sus

    amigas; enamoramientos absurdos basados ms en personajes de novelas que en

    las cualidades reales del pretendiente en cuestin. Siempre se haba considerado

    afortunada de tener un carcter lo bastante fuerte como para no perder la

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    capacidad de hablar ante ningn hombre, y nunca le haban temblado las rodillas, o

    tonteras por el estilo. Y eso haba sido as hasta que el padre James lleg a la isla.

    El primer da que lo vio, un domingo en la iglesia, crey escuchar ngeles, y tard

    unos segundos en darse cuenta de que era slo el coro. Al terminar el sermn fue a

    hablar con l, decidida a encontrarle defectos. Seguro que si era un cretino esos

    ojos grises no le afectaran del mismo modo. Para su desgracia result ser

    encantador, fascinante. A partir de entonces, buscaba cualquier excusa para ir a

    hablar con l, le encantaba discutir con l y a menudo le sorprenda que un prroco

    se equivocara al citar las escrituras, o que tuviera una visin tan, cmo decirlo,

    cnica del mundo, pero a pesar de todo atesoraba esas conversaciones en el fondo

    de su alma. Saba que nunca podra estar con l. Una maana James le dijo que,

    aunque estaba permitido que un sacerdote se casara, l nunca iba a hacerlo, pues

    estaba convencido de que no poda servir a Dios si tambin tena que cuidar de una

    familia. La verdad, pens Tilda, es que ella nunca habra podido casarse con un

    sacerdote, ella necesitaba ver mundo, quera saber qu diferencia haba entre el sol

    de Espaa y el de Escocia, quera sentir la arena de las costas italianas bajo sus

    pies, y quera hacer el amor con pasin bajo la luz de la luna. Y todo eso sera

    imposible si se casaba con un hombre que haba entregado su alma a la Iglesia. Tal

    vez fuera una egosta, y tal vez ira al infierno por ello, pero si algn da se

    enamoraba, Tilda quera que ese hombre le entregara el alma a ella, y no a un

    montn de viejas escrituras, por muy sagradas que fueran. Acarici la cabeza de

    Lobo, el mastn que la acompaaba desde los catorce aos, y se levant. Lo mejor

    sera que fuera a ver si su invitado quera desayunar.

    James se levant, se limpi la herida, admirando de nuevo el trabajo de

    Tilda, y se vend las costillas con un pedazo de tela que haba arrancado de su ya

    inservible sotana. Se visti de nuevo con la ropa del sobrino enano de los Glennan

    y sali en busca de su anfitriona. La encontr en la cocina, preparando un desayuno

    que bien podra alimentar a todo un ejrcito.

    -Buenos das dijo al entrar.

    -Buenos das. Ella se volvi y tir el plato lleno de pan tostado que

    sujetaba.

    -Te has quemado? pregunt James corriendo a ayudarla.

    -No. Se mordi el labio inferior, y se sonroj-. Es que me ha sorprendido

    verlo as, padre.

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    Tilda se levant con los restos del plato entre las manos y dej los pedazos

    de cermica a un lado.

    James entendi perfectamente a qu se refera, era la primera vez que lo

    vea sin sotana, y le haba resultado imposible abrocharse los dos botones del cuello

    de la camisa. Seguro que estaba escandalizada, pero si James era sincero consigo

    mismo, tena que confesar que le gustaba ver que Tilda se pona nerviosa al verlo,

    as tal vez no se sentira tan solo en su sufrimiento.

    -Le duele el brazo? pregunt ella mientras serva el t.

    -No demasiado respondi l sentndose en una silla-. Y el seor y la

    seora Nesson? se interes por el matrimonio que atenda a la familia Glennan,

    que en teora deberan de andar por alguna parte.

    -Han sido abuelos por primera vez y les dije que podan irse tranquilos. Ya

    soy mayorcita, y por aqu nunca sucede nada.

    -Si no me falla la memoria, creo que ayer me sacaste una bala del brazo

    dijo l sarcstico.

    -Tiene razn, y ahora que lo pienso, an no me ha contado cmo sucedi,

    padre. Quin le dispar?

    -Un hombre.

    -Por qu?

    -No lo s.

    -Ya.

    -Es la verdad. Ahora que ya no llevaba la sotana ya no le preocupaba tanto

    mentir-. Yo estaba paseando

    -Por los acantilados? le interrumpi ella-. De verdad cree que soy tan

    tonta?

    -Estaba meditando.

    -Claro, meditando. Como Jesucristo en las montaas.

    -Exactamente.

    -Odio tener que decrselo, padre, pero Jesucristo fue a meditar al desierto.

    James la mir a los ojos y opt por un cambio de tema radical.

    -Haca tiempo que no desayunaba as. Muchas gracias, no deberas haberte

    molestado.

    -No se preocupe, yo tambin tena hambre. Y Lobo an ms.

    -Lobo? pregunt James.

    -S, Lobo. Ven, muchacho. Tilda silb y por la puerta de la cocina entr un

    perro enorme-. Le presento a Lobo, padre.

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    James fue a acariciar el hocico del animal, pero su mano prefiri actuar por

    su cuenta y acariciar la de Tilda, que tambin estaba encima del mastn. Ella lo

    mir a los ojos y se levant despacio.

    -Hola, Lobo. l fue el primero en apartar los ojos-. Soy James. Encantado

    de conocerte.

    Tilda empez a limpiar la cocina y un escalofro le recorri la espalda al

    escuchar la risa ronca del sacerdote. Seguro que ira al infierno.

    -Debera irme ya. James se puso de pie-. Muchas gracias por todo, Tilda.

    -Espere un momento. Tilda sali de la cocina y regres momentos ms

    tarde con un abrigo-. Supongo que tambin le quedar pequeo, pero es mejor que

    nada.

    -Gracias, la verdad es que hace un fro de mil demonios.

    -Padre! No blasfeme lo reprendi Tilda.

    -Perdn respondi l sonrojndose. Sin la sotana le costaba mucho ms

    meterse en el papel-. Ser mejor que me vaya, tengo muchas cosas que hacer.

    Gracias de nuevo por todo. Coger uno de sus caballos y maana mismo me

    encargar de devolvrselo.

    -Por supuesto. Lo acompao. Vio que l se frotaba las costillas y aadi-:

    Sabe una cosa? Lobo y yo tambin queramos ir al pueblo esta maana, le

    importa que vayamos con usted? Podemos ir en la carreta y as usted no tiene que

    cabalgar.

    James pens en las dos opciones que tena; por un lado, si se iba

    cabalgando seguro que Tilda o algn otro habitante de la zona se daran cuenta de

    que era demasiado buen jinete como para haber estado aos en el seminario; y por

    otro lado, si se montaba en la carreta con Tilda tendra que hacer verdaderos

    esfuerzos por fingir no estar interesado por ella. Respir hondo y opt por la

    segunda opcin.

    -De acuerdo. Ir al establo y preparar la carreta. Os espero fuera. Cogi el

    abrigo y sali, confiando en que el fro le devolviera la calma.

    Tilda fue a su habitacin para coger tambin su abrigo, unos guantes, un

    gorro y una manta. En realidad no tena ninguna necesidad de ir al pueblo, pero

    aprovechara para preguntar si ya haba llegado su nuevo libro de leyendas. Cuando

    sali, el padre James ya tena listos los caballos y Lobo estaba firme junto a los pies

    del sacerdote. Tilda se acerc a la carreta e iba a subir sola cuando la mano del

    sacerdote apareci de la nada.

    -Me permites? pregunt l.

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    Tilda no respondi pero acept la ayuda, y como an no se haba puesto

    guantes, y l tampoco llevaba, sinti la piel desnuda de James bajo sus dedos.

    Realmente, el fsico del padre James distaba mucho del de su predecesor, el padre

    Murray. La noche anterior pudo comprobar que tena los brazos de un guerrero, y

    ahora tambin saba que tena las manos de un hombre acostumbrado a abrirse

    camino con ellas. Los dos se sentaron sin decir nada, y Lobo se tumb entre

    ambos. Tilda coloc la manta sobre las rodillas de los dos pero dada la longitud de

    las piernas del padre James la tela apenas lo cubra.

    -No te preocupes dijo James al ver que ella trataba de dar con el modo de

    abrigarlo.

    -Es usted muy alto, padre dijo ella a modo de excusa.

    -James. Llmame James.

    Tilda levant la vista, que hasta ese instante haba mantenido fija en la

    manta, y James se dio cuenta de lo que acababa de pedirle.

    -Al menos cuando estemos solos aadi, haciendo ms honda su propia

    tumba-. Qu vas a hacer en el pueblo?

    Tilda agradeci haber pensado antes en eso y respondi con toda

    naturalidad.

    -Quiero ir a ver si el seor Lowell ha recibido mi nuevo libro.

    -Sobre qu trata? pregunt l, intentando fingir que no se daba cuenta de

    que por debajo de la manta su pierna derecha estaba pegada al muslo izquierdo de

    Tilda.

    -Sobre leyendas.

    -Leyendas? No eres un poco mayor para esas cosas? se burl l.

    -Vaya, as que ahora soy mayor. Ayer mismo era apenas una jovencita.

    -Esa memoria algn da te causar problemas, Tilda dijo James con una

    sonrisa.

    -Lo s, pero no puedo evitarlo. Recuerdo todo lo que oigo, y casi todo lo que

    leo. Es una desgracia. Solt un suspiro muy teatral.

    -De verdad lo recuerdas todo?

    -Casi todo. Mi padre siempre ha dicho que era una lstima que no naciera

    varn, segn l me habra convertido en el mejor hombre de leyes del pas.

    -A m no me parece una lstima. Carraspe y sigui como si no hubiera

    dicho nada-. Demustramelo.

    -El qu? dijo Tilda, acariciando la cabeza de Lobo, que se haba quedado

    dormido.

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    -Eso de que recuerdas todo lo que oyes, y lo que lees puntualiz l, sin

    dejar de manejar las riendas de la carreta.

    -Veamos, en el sermn que diste el primer da, mencionaste cuatro veces el

    evangelio de Mateo, cuando en realidad el prrafo que leas era del de Juan. l

    asinti, recordaba perfectamente haber cometido ese error, y Tilda continu-. La

    ltima carta que recibi la seora Thorngoode de su hija empieza: Queridsima

    madre, tengo el placer de comunicarle que mi marido y yo iniciaremos un viaje por

    el continente... . James, que tambin haba tenido que soportar la lectura de

    dicha carta un millar de veces, pues la seora Thorngoode era su ama de llaves,

    volvi a asentir y Tilda sigui con sus ejemplos hasta que dijo-: Y el otro da,

    cuando mi padre recibi a ese amigo del marqus de Vessey, lo primero que dijo el

    hombre fue: Sus servicios ya no sern necesarios, a partir de ahora me encargar

    yo mismo de las cosas del marqus.

    James detuvo el carro a pesar de estar an en medio de la nada.

    -Qu has dicho?

    Tilda lo mir sin entender nada.

    -Qu has dicho sobre el amigo del marqus de Vessey? -repiti James.

    -Nada importante. Era slo un ejemplo dijo Tilda.

    -Cmo era el hombre?

    -Repugnante. Pareca un sapo.

    Igual que el tipo al que su asaltante haba disparado en casa del marqus.

    -Por qu? pregunt Tilda-. Conoces al marqus?

    -No minti James-. Y t?

    -Tampoco. Mi padre nunca ha hecho negocios con l, por eso me sorprendi

    que recibiera a ese hombre. Tan pronto como el sapo se fue, fui en busca de mi

    padre para preguntrselo y me dijo que un conocido suyo, compaero de oficio, le

    haba pedido que le hiciera el favor de entregar unas llaves al emisario del

    marqus. Emisario que result ser un sapo, claro est. Por qu lo preguntas?

    -Por nada. Simple curiosidad.

    James volvi a sacudir las riendas y los caballos retomaron la marcha.

    -Ese tipo era espeluznante, pero el que lo acompaaba era mucho peor. Se

    qued fuera, junto al carruaje, mirando a travs de la ventana.

    -Haba otro hombre? A James se le erizaron los pelos de la espalda-.

    Cmo era?

    -Alto, no tanto como t, muy delgado, con el pelo negro y una cicatriz que

    empezaba en la ceja y terminaba en la mandbula. No hizo nada, la verdad es que

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    pareca una estatua de mrmol, pero no me gust el modo en que me miraba. Y a

    mi padre tampoco.

    Ese segundo hombre no coincida con la descripcin del tipo que le haba

    disparado, as que James dedujo que an estaba en la isla y que sin duda era el

    responsable de la operacin de contrabando que iba a llevarse a cabo dentro de dos

    das. Tena que averiguar quin era, y tena que hacerlo cuanto antes.

    -Has vuelto a verlo? pregunt James, rezando para que la respuesta fuera

    negativa. Por la descripcin de Tilda, no quera que ella volviera a encontrarse con

    semejante individuo.

    -Una vez. Ayer por la tarde, Lobo y yo salimos a pasear y lo encontramos

    cerca de los acantilados.

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    3

    Esa respuesta, aunque le hel la sangre, le confirm que el barco fantasma

    iba a atracar en la punta de Neist.

    No quiero que vuelvas a pasear sola dijo James sin importarle que Tilda

    se ofendiera-. Ser mejor que te quedes en casa o, mejor an, por qu no vas a

    pasar estos das con tus primas?

    -Disclpame, James, pero se puede saber qu ests diciendo? El seor y la

    seora Nesson regresan dentro de dos das, y mis padres la semana prxima.

    Agradezco que te preocupes por m, pero es del todo innecesario.

    James se mordi la lengua, no poda decirle nada que delatara la misin, y a

    juzgar por lo que saba de Tilda, tampoco lo creera.

    -Me preocupo por todos mis feligreses dijo l, aunque ni l mismo se crey

    sus palabras.

    Pasaron el resto del camino en silencio, l pensando en cmo proteger a

    Tilda y atrapar a los contrabandistas al mismo tiempo, y ella tratando de no caer en

    la tentacin de acariciar la frente de James y decirle que dejara de preocuparse.

    Ninguno de los dos pareci darse cuenta de que haban llegado a la rectora, pero

    James fue el primero en reaccionar.

    -Por qu no pasas y entras un poco en calor? Seguro que la seora

    Thorngoode tiene una tetera lista, y creo que esta semana no ha recibido carta de

    su hija aadi guindole el ojo.

    Y fue ese gesto lo que convenci a Tilda para quedarse.

    l la ayud a descender de la carreta y, aunque esta vez los dos llevaban

    guantes, el contacto fue igual de intenso. Entraron en el pequeo edificio y el ama

    de llaves apareci en seguida, muerta de preocupacin. Tilda se encarg de

    contarle el incidente de la noche anterior, omitiendo el detalle de que en su casa no

    haba nadie ms y cambiando la bala del brazo de James, perdn, del padre James,

    por un corte producido por una de las afiladas rocas de los acantilados. La mujer,

    fiel a su carcter maternal, les prepar el t y un trozo de pastel. James apareci

    minutos ms tarde, vestido de nuevo con su sotana, y Tilda lament el cambio de

    vestuario, aunque agradeci el recordatorio de que tena que mantenerse alejada

    de l.

    -Seorita Glennan? James la llam por su apellido pues no quera que la

    vieja chismosa de su ama de llaves empezara a hacer cbalas-. Me permite que la

    acompae a la librera?

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    -Por supuesto, padre respondi ella, recuperando tambin las distancias.

    Los dos salieron de la casa y fueron paseando hasta la pequea tienda del

    seor Lowell. Lobo caminaba entre los dos, pero si se aburra con los pasos

    adormecidos de su ama corra unos metros y luego volva a retroceder.

    -Es un buen perro dijo James rompiendo el cmodo silencio que se haba

    establecido entre ambos.

    -Lo es afirm Tilda con una sonrisa-. Me lo regalaron cuando tena catorce

    aos.

    -El mo muri cuando tena ocho.

    -Cmo se llamaba?

    -Trueno.

    -Bonito nombre dijo Tilda, a quien le costaba imaginarse a James de

    pequeo. Era tan alto y tan grande que a veces pareca que hubiera venido al

    mundo con esa estatura-. Cmo eras de pequeo?

    -Muy alto. Demasiado respondi l con una sonrisa-. Los nios se burlaban

    de m. Excepto William y Alex, y mis hermanas, claro.

    -Tienes hermanas?

    James tard unos segundos en darse cuenta de que haba empezado a

    contarle la verdad. Esa mujer era muy peligrosa para su salud mental, estando con

    ella se olvidaba de que era un espa y se converta simplemente en un hombre que

    ansiaba que alguien se preocupara por l de verdad.

    -Dos respondi, dicindose a s mismo que mientras no le dijera nada ms

    todo iba a salir bien-. Ya hemos llegado-. Le abri la puerta de la librera y respir

    aliviado.

    Tilda corri hacia el mostrador y salud al seor Lowell efusivamente. Era

    obvio que la muchacha senta cario por el viejo librero, y cuando ste le entreg el

    paquete con el libro que ella estaba esperando, el rostro de Tilda se ilumin y

    James se qued sin aliento.

    -Qu puedo hacer por usted, padre? ofreci el seor Lowell.

    -Nada, gracias. Slo he acompaado a la seorita Glennan respondi

    James.

    Los dos desviaron la mirada hacia la dama en cuestin, que estaba tan

    contenta que el brillo que desprendan sus ojos iluminaba la pequea tienda.

    -Si quieres podemos ir a pasear un rato y as me cuentas algo ms sobre

    estas leyendas que tanto te fascinan. le dijo James a Tilda. En realidad, James

    quera seguir hablando sobre el marqus de Vessey y su emisario, y quera

    asegurarse de que Tilda no corra peligro alguno.

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    -De acuerdo.

    Tilda se despidi del seor Lowell y con el libro bajo el brazo sali de la

    librera. James hizo lo mismo y la sigui hacia fuera, donde Lobo estaba

    esperndolos. Fueron paseando haca el castillo de Armadale y despus de discutir

    sobre el mito de las sirenas, Tilda se arriesg a dirigir la conversacin sobre temas

    ms personales.

    -Creo que me ir una temporada a Edimburgo dijo ella.

    -Cundo? Por qu?

    -Cuando mis padres regresen. Creo que ha llegado el momento de hacer

    algo con mi vida.

    -Algo como qu? pregunt l.

    -Quiero ver mundo. Levant los brazos y los extendi como si quisiera

    abarcar con ellos el horizonte-. Y quiero enamorarme. Tan pronto como termin

    esa frase se sonroj.

    -Lo de ver mundo lo entiendo, y estoy convencido de que disfrutars

    conociendo otros lugares, pero lo de enamorarte creo que es tan absurdo como lo

    de tus sirenas y duendes del bosque.

    -No se supone que un sacerdote debera creer en el amor?

    James se encogi de hombros, dejando claro que le daba igual lo que se

    supona que deba pensar o no.

    -El amor no existe, es como tratar de atrapar un arco iris, a veces puedes

    pensar que lo has conseguido, pero luego te das cuenta de que slo es un

    espejismo y que se ha desvanecido.

    -Vaya, eres todo un cnico dijo Tilda mirndolo a los ojos-. Pero no te creo.

    El amor existe, estoy segura de ello, pero tal vez tengas razn en lo del arco iris; si

    fuera fcil de encontrar no valdra la pena luchar por l. Sabes qu pienso? Vio

    que l levantaba una ceja, y continu-: Pienso que hay mucha gente que confunde

    el amor con la comodidad, la conveniencia, o incluso el afecto, y s, en esos casos

    es un sentimiento que puede desvanecerse pero el amor, el amor de verdad, no

    desaparece ante nada.

    -Y t cmo lo sabes? Segn tus propias palabras, jams te has enamorado

    replic l, ponindose a la defensiva, pues las palabras de Tilda le recordaron lo

    que su madre sola decirle antes de morir.

    -Lo s afirm ella sin ms-. Lo s del mismo modo que s que mis padres

    me quieren, igual que s que Lobo mueve la cola cuando es feliz, igual que s que

    los seores Nesson se preocupan por m cada noche. Hay cosas que sencillamente

    se saben, como la fe, no?

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    -No s, supongo que es normal que lo creas as. Eres tan joven. James

    empez a utilizar excusas, con cada frase Tilda derreta un poco ms el hielo que

    envolva su corazn.

    -Cuntos aos tienes? pregunt ella.

    -Treinta y dos. Aunque no es asunto tuyo. Tena treinta y dos, pero junto a

    ella se senta un anciano, cundo haba perdido l la ilusin y las ganas de vivir?

    Cundo muri su madre? Cuando vio que su padre se converta en un ermitao?

    O cuando entendi que el mundo estaba lleno de gente capaz de traicionar a

    cualquiera a cambio de dinero? James sacudi la cabeza, haca mucho tiempo que

    no se planteaba esas cosas, de hecho, el da que se convirti en Halcn dej de

    hacerlo. l estaba convencido de que la vida no mereca la pena, que querer a

    alguien para luego perderlo no compensaba, que las lealtades no servan de nada

    en una sociedad vaca de principios, pero si con su fuerza fsica y sus habilidades

    poda ayudar en algo a la Hermandad, estaba dispuesto a hacerlo. Al menos as

    cuando muriera su paso por este mundo habra servido para algo.

    -Padre?, James? Tilda lo sac de su ensimismamiento-. Ests bien?

    -S, perdona. Estaba pensando. Qu decas? Saba que ella haba dicho

    algo pero no lo haba escuchado.

    -He dicho que no eres tan mayor. Comparado con los pretendientes que

    intentaron endosarme la ltima vez que fui a casa de mis primos eres todo un

    chaval. Ella se ri y eso bast para que l recuperara el buen humor.

    -Qu pretendientes? pregunt de repente. Por qu la idea de que Tilda

    despertara el inters de ciertos hombres lo enfureca? Pues porque es la primera

    mujer que te gusta de verdad, dijo una voz dentro de su cabeza.

    -Nadie importante. Las vistas desde aqu son preciosas suspir Tilda al

    cruzar por el valle que rodeaba el castillo.

    -Lo son afirm l mirndola a ella-. De verdad crees que encontrars el

    amor en Edimburgo?

    -No lo s respondi Tilda-. Pero si me quedo aqu seguro que no.

    -Por qu? Por el modo en que ella habl, supo que esas palabras

    ocultaban algo que hizo un escalofro le recorriera la espalda.

    -Porque -Levant la vista y lo mir a los ojos.

    A James empezaron a temblarle las manos pero inclin la cabeza para

    perderse en los ojos de Tilda. Tena el labio entreabierto e, igual que l, estaba

    temblando. Se dijo a s mismo que era un error, que no deba hacerlo, que ella se

    mereca al mejor de los hombres y que l distaba mucho de serlo, pero a pesar de

    todo la bes. Al principio slo le roz los labios, despacio, con una ternura de la que

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    no saba que era capaz. Y cuando ella respondi al beso y se puso de puntillas para

    rodearle el cuello con los brazos, James se olvid de todo, de su misin, de su

    pasado, de su miedo a vivir, y se perdi en el beso y en la boca de Tilda. Era obvio

    que a ella nunca antes la haban besado, pues mantena los labios a medio abrir,

    pero poco a poco, entre besos y susurros, la conquist para que le besara de

    verdad. James desliz la lengua entre los dientes de Tilda y ella, aunque se

    sorprendi, no se apart, sino que con timidez imit la caricia. James supo que l

    tampoco haba besado nunca a nadie antes de besar a Tilda, pues ese beso era el

    primero que le llegaba el alma, el primero que daba sentido a todo lo que haba

    escuchado jams sobre el amor. Sin poder evitarlo, le rode la cintura con las

    manos y la levant en brazos para seguir besndola sin que ella tuviera que estar

    de puntillas, y al sentir su pequeo cuerpo junto al suyo, sus pechos contra su

    torso, James, el tmpano de hielo, el Halcn que afirmaba no tener corazn, ni

    saber lo que era la pasin, se estremeci y supo que haba dado con su arco iris.

    Tilda enred los dedos en la nuca de James, fascinada por la sensacin de

    estar entre sus brazos. Haba soado muchas veces con ese beso, pero ninguno de

    esos sueos consegua hacer justicia a la realidad. Besar a James era mejor que ver

    salir el sol, mejor que acariciar a Lobo en la barriga, mejor que el pastel de

    chocolate de la seora Nesson, mejor que leer junto a la chimenea. Besar a James

    era todo eso junto y mucho ms. Respondi a cada caricia de la lengua de James

    con una propia, a cada gemido con un susurro, a cada suspiro con otro, pero pronto

    la necesidad de estar ms cerca de l, de saber ms, de descubrir qu se esconda

    tras esos labios y esos ojos grises fue insoportable, y de un modo inconsciente

    desliz las manos hacia delante, pero al tocar el alzacuellos record qu era James

    y lo que eso conllevaba.

    -James dijo en voz baja apartndose un poco.

    l levant un poco la cabeza pero en seguida volvi a besarla con pasin.

    Era como si tuviera miedo de que si dejaba de besarla no pudiera volver a hacerlo,

    la abraz con fuerza durante unos segundos, besndola con desesperacin,

    tratando de confesarle con sus labios las palabras que saba que por ahora no poda

    pronunciar. Pero cuando escuch a Lobo ladrar supo que haba llegado el momento

    de soltarla. Despacio, muy despacio, James volvi a depositarla en el suelo y

    cuando crey poder controlar el temblor de sus manos le solt la cintura. Mir a su

    alrededor, en busca del intruso que haba alertado a Lobo, pero no vio a nadie.

    -James. Tilda fue la primera en decir algo-. Qu ha pasado? pregunt

    llevndose dos dedos a los labios.

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    -No lo s respondi l cogindole la mano y apartndosela de la boca. No

    quera que ella se eliminara el rastro que l hubiera podido dejar all, senta la

    necesidad imperiosa de que lo recordara, igual que l iba a recordarla a ella-. Pero

    no puede repetirse.

    -Por qu? Levant la mano que l no tena sujeta y le acarici la mejilla-.

    Por qu? repiti.

    -Porque no. Saba que no era explicacin suficiente y que Tilda no iba a

    conformarse con eso.

    -Ests enfadado conmigo? pregunt ella. Tilda no saba demasiado sobre

    besos, y tampoco saba mucho sobre hombres, pero s saba que no era normal que

    despus de un beso el hombre en cuestin pareciera a punto de querer matar a

    alguien.

    -No, contigo no. Estoy enfadado conmigo respondi l-. Esto jams debera

    haber sucedido.

    -Est bien dijo ella ofendida. No iba a permitir que ese bruto, sacerdote o

    no, se arrepintiera del que haba sido uno de los mejores momentos de su vida-.

    Pero si no queras besarme no deberas haberlo hecho. Vio que l iba a decir algo

    pero le interrumpi-. No hace falta que te disculpes, en realidad, no podra soportar

    que lo hicieras. Mira, ser mejor que lo olvidemos. Lobo llam al mastn-,

    vmonos.

    Tilda se dio media vuelta y, con el perro pegado a sus talones, regres al

    pueblo en busca del carruaje que haba dejado all. Al llegar, subi sin pensarlo y

    cuando Lobo hizo lo mismo cogi las riendas y se dirigi hacia su casa. No fue hasta

    que lleg all cuando se dio cuenta de que en algn momento haba perdido el libro.

    James abri los ojos por ensima vez y trat de olvidar la sensacin de tener

    a Tilda entre sus brazos. Se levant de la cama y se acerc a la mesilla de noche en

    la que haba guardado el libro de leyendas que a ella se le haba cado durante el

    beso. Resignado a no poder dormir, se visti y decidi ir a la casa abandonada de

    Vessey para ver si se le haba pasado algo por alto. Haba inspeccionado el lugar

    largo y tendido, pero tampoco le ira mal volver sobre sus pasos. Tena la sensacin

    de que esas operaciones de contrabando eran algo ms que una fuente de

    financiacin del emperador galo, haba demasiados cabos sueltos, y su sexto

    sentido le deca que all haba algo mucho ms truculento. Ojal pudiera

    comunicarse con Hawkslife, o con algn otro agente. Al estar all solo, James tena

    que confiar en su instinto y ahora estaba demasiado preocupado por Tilda para

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    pensar en otras cosas, y eso era muy peligroso, tanto para l como para la

    Hermandad. Tena que recuperar su frialdad y su capacidad de anlisis antes de

    que alguien resultara herido. Cruz el pueblo y el bosque y la sensacin de que

    alguien lo segua volvi a aparecer. Coloc la mano sobre la daga que siempre

    llevaba consigo en sus salidas nocturnas y sigui caminando; la casa de Vessey

    estaba a oscuras, y se col por la puerta del jardn igual que haba hecho en las

    anteriores ocasiones. Subi al piso superior y cuando estaba repasando los estantes

    de la librera escuch crujir las maderas de la escalera. Sigiloso, se coloc detrs de

    la puerta con la intencin de sorprender a su asaltante, pero cuando sta se abri y

    entraron tres marinos de lo ms corpulentos, James supo que iba a tener

    problemas. Aprovechando el elemento sorpresa, derrib a uno de los marinos de un

    solo golpe, pero los otros dos no se lo pusieron tan fcil. Era un enfrentamiento

    desigual, y ambos bandos lo saban, pero lo que de verdad hel la sangre de James

    fue lo que uno de los hombres dijo entre dientes:

    -Vaya, padre, adems de ser todo un seductor tambin sabe pelear.

    Esos hombres no slo saban quin era sino que tambin lo haban visto con

    Tilda, y pensar que ella pudiera correr algn tipo de peligro le hizo pelear con ms

    acierto. Derrib a otro, pero el tercero se empe en seguir de pie y con un pual

    consigui herirlo en el muslo. Genial, pens James, slo me falta cojear. El gigante

    le dio otro puetazo y aprovech que James qued medio inconsciente para

    sujetarlo por el cuello de la camisa.

    -Esto ha sido slo una advertencia. Mantngase alejado de nosotros, padre

    le dijo apretando la herida de la pierna-, o nos encargaremos de que lo prximo

    que se celebre en su parroquia sea el funeral de la seorita Glennan.

    James tuvo ganas de desenfundar su pual y degollar a ese hombre all

    mismo, pero saba que antes tena que descubrir ms cosas sobre ellos y, aunque

    era evidente que saban lo de Tilda, por lo que le dijo tambin estaba claro que no

    saban nada de la Hermandad ni de lo que James era en realidad. El matn lo ech

    escaleras abajo y James sali corriendo de la casa. Cuando se hubo alejado unos

    metros descans en un callejn, pero slo el tiempo suficiente para arrancarse una

    manga de la camisa y vendarse un poco la herida de la pierna. Tena que llegar a

    casa de Tilda cuanto antes.

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    4

    -Ya voy! Puede saberse quin es a estas horas? farfull Tilda mientras se

    pona la bata y las zapatillas.

    -Soy yo, James respondi l, apoyado en la puerta para no caerse mientras

    escuchaba a Lobo ladrar.

    -James? Esto empieza a convertirse en una costumbre se burl ella

    mientras abra. Pero al verlo su rostro perdi cualquier atisbo de humor-. Qu te

    ha pasado?

    -Otra vaca respondi l con una sonrisa-. Puedo pasar?

    -Claro. Ella se apart de la puerta-. Ya sabes dnde sentarte, yo voy a por

    mis cosas.

    James camin hasta la chimenea y se sent en la misma butaca que haba

    ocupado la noche anterior.

    -Y se puede saber dnde estabas t anoche? le pregunt James a Lobo,

    que lo miraba de reojo.

    -Haba salido respondi Tilda desde la puerta-. Lo hace a veces, creo que

    quiere conquistar a la perrita de mis vecinos. Veamos qu te has hecho dijo ella

    acercndose.

    -No es nada, slo un rasguo le inform James sujetndose la improvisada

    venda.

    -Ya, y por eso cojeas. Tilda empap la toalla con agua caliente, pero antes

    de limpiarle la herida vio que tena que resolver otro problema-. Quita la mano le

    dijo. Y cuando l obedeci movi las tijeras hacia el pernal.

    James trat de detenerla, pero cuando la tela cedi y Tilda le coloc una

    mano encima del muslo se le olvid que deba hacerlo. Le acarici el msculo con

    cuidado, evitando la zona daada, que luego limpi con esmero. Cuando ya no

    qued ni rastro de sangre, y ninguno de los dos dijo ni una palabra, ella se levant

    y fue a por su costurero y a por la botella de whisky que haban medio vaciado la

    noche anterior. Igual que entonces, Tilda sirvi dos vasos y, tras ofrecerle uno a

    James, vaci el suyo sin dilacin. Tuvo un pequeo ataque de tos, propio de alguien

    que no estaba acostumbrado a beber ese licor tan fuerte, y volvi a sentarse.

    -Tengo que coserte la herida le dijo mientras l beba su whisky-. Y luego

    vas a contarme qu es esto. Seal el halcn que James tena tatuado en la parte

    superior del muslo.

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    No esper a que James respondiera, respir hondo y enhebr la aguja con

    un hilo rosado. James sonri al darse cuenta del detalle, nadie se haba preocupado

    tanto por l jams, y entonces supo que ni loco iba a contarle la verdad. Cuando le

    hubiera cosido la herida se ira de all y se quedara a dormir en los establos para

    asegurarse de que a ella no le pasaba nada. Atrapara a los contrabandistas,

    averiguara quin era el hombre de la cicatriz y se ira de all para siempre. Y jams

    sentira por nadie lo que senta estando con ella. Su rostro debi de reflejar el dolor

    que senta porque ella pregunt.

    -Te he hecho dao?

    -No respondi l, aunque antes tuvo que aclararse la garganta.

    -Esto ya est dijo ella con una sonrisa-. Creo que te quedar cicatriz.

    -No te preocupes, la aadir a la coleccin farfull James.

    -Coleccin?

    -Djalo, Tilda. Apart la mano con la que ella segua acaricindole el

    muslo-. Gracias de nuevo por tu ayuda.

    -Qu est pasando, James?

    -Nada. No te preocupes, me he tropezado con un par de borrachos. Eso es

    todo.

    -Mentir es pecado, padre James dijo ella levantndose furiosa.

    James respir hondo y opt por cambiar de tema.

    -Puedes ir a casa de tus tos?

    -Claro que puedo, pero por qu iba a hacerlo? pregunt ella sarcstica.

    -Porque es peligroso que te quedes aqu sola dijo l, que no lograba

    comprender que ella no tuviera miedo de estar en esa casa sin apenas compaa.

    -Si me voy, quin te curar maana cuando vuelvas a tropezarte con esa

    vaca que no slo sabe disparar sino que tambin tiene pezuas afiladas como

    cuchillos?

    -Me las apaar sin ti. Vamos, prepara tus cosas, ser mejor que te vayas

    esta misma noche.

    -No pienso irme a ninguna parte hasta que me cuentes la verdad.

    -Tilda

    -James

    -No podemos perder el tiempo con estas tonteras! exclam l furioso.

    -Tienes razn dijo ella tambin furiosa pero sin alzar la voz-. Me voy a

    dormir. Si quieres descansar, ya sabes dnde est la habitacin de invitados.

    Buenas noches.

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    James se qued all petrificado, nunca antes le haba plantado cara ninguna

    mujer. La mayora ni siquiera le dirigan la palabra, y las que lo hacan se

    amedrentaban si l levantaba una ceja. Tilda no slo no le haca caso sino que

    estaba decidida a hacerle envejecer prematuramente.

    Pasados unos segundos mir a Lobo, que con la mirada le dej claro que

    pensaba que era un patn, y se resign a pasar all la noche. Aunque dar con la

    identidad del conspirador era fundamental, proteger a Tilda era lo primero, y de

    todos modos, al da siguiente ya se vera las caras con los contrabandistas. Se

    sirvi otra copa y cojeando se dirigi hacia la habitacin en cuestin. Al entrar, vio

    que ella, a pesar de estar indignada, le haba dejado tambin una muda limpia, y le

    dio un vuelco el corazn. Esa chica era demasiado buena para l, y tena que

    recordarlo. Ella quera enamorarse, y l se haba pasado la vida esforzndose por

    no sentir nada demasiado complicado. Quera a sus hermanas, y por su padre

    senta un gran respeto, quiz incluso sintiera afecto por Hawkslife y un par de

    agentes, pero jams haba sentido amor. En realidad, James tena un miedo atroz a

    esa emocin. Desde muy joven haba llegado a la conclusin de que era un

    sentimiento sobrevalorado y casi imposible de encontrar, y que los pocos que

    conseguan hacerlo terminaban siendo unos desgraciados. Aunque alguna vez haba

    sentido envidia al ver a sus amigos enamorados, como el caso de Marianne, le

    bastaba con recordar la devastacin que vio en los ojos de su padre el da que

    muri su madre para saber que no mereca la pena. Pero Tilda haba derrumbado

    todas esas estpidas teoras con un simple beso. James siempre haba sido sincero

    consigo mismo, y saba que lo que senta por Tilda era amor. Pero tambin saba

    que si haba alguien capaz de dominar ese sentimiento era l. Se quit lo que

    quedaba del pantaln y de un modo inconsciente acarici el vendaje que ella le

    haba colocado con tanto cuidado y el tatuaje del halcn. Ese halcn simbolizaba lo

    que era; la Hermandad del Halcn estaba destinada a proteger los valores que

    antao haban fundado esas tierras, y James haba decidido entregar su vida, por

    insignificante que fuera, a esa causa. Por lo que le haba dicho Hawkslife, y l haba

    podido comprobar ms tarde, la mayora de Halcones se tatuaban su smbolo, el

    nico que poda identificarlos como tales, en los brazos o en la espalda, pero

    James, que por aquel entonces era un engredo muchacho de veintids aos, opt

    por pedir que se lo colocaran en el muslo, convencido de que as nadie se dara

    cuenta. Y en realidad as haba sido. Se haba acostado con un montn de mujeres

    a las que era incapaz de recordar, y ninguna se haba fijado en el pequeo pjaro

    negro que descansaba en su muslo derecho. Ninguna. Hasta Tilda. Incluso en eso

    era distinta.

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    Se tumb en la cama y cerr los ojos, pero tan pronto como dej de pensar

    oy un ruido que provena de la habitacin de al lado. Era un ruido inconfundible; el

    de alguien que est llorando y trata de esconderlo. Apret los puos tratando de

    pensar en algn motivo por el que no debiera ir a consolarla, y al no dar con

    ninguno, se levant y corri a su lado.

    Tilda haba conseguido desnudarse y ponerse el camisn sin derramar ni una

    lgrima, e incluso haba repasado mentalmente todos los defectos del insufrible

    padre James. Se dijo a s misma que era fro como el hielo, distante, engredo,

    pomposo, y el hombre ms listo que haba conocido jams. Se repiti que no le

    gustaba, que era demasiado alto, que era psimo mintiendo, pero ni un solo

    segundo dej de pensar en el beso tan maravilloso que le haba dado. Se sent

    frente al espejo del tocador y se oblig a retener las lgrimas, pero no pudo. La

    herida de la pierna era muy profunda, ms de lo que l le haba dejado entrever en

    un principio. James podra estar muerto, y sin l el mundo sera un lugar horrible

    en el que vivir. Tan pronto se plante la posibilidad de un mundo sin James, Tilda

    se puso a llorar desconsolada y fue entonces cuando supo que estaba enamorada.

    Tal vez l no la quisiera, y seguro que era as, al fin y al cabo le haba dicho que el

    beso haba sido un error. Pero ella s lo quera, y aunque no volviera a verlo jams

    quera saber que James segua all. Quera saber que aunque su vida estuviera llena

    de nubes grises su arco iris particular exista en algn lugar. Sin tratar ya de

    reprimir las lgrimas, Tilda se acost en la cama y se acurruc en un lado. Crey

    or la puerta, algo imposible, pues la otra persona que estaba en la casa no quera

    saber nada ms de ella.

    -Tilda? susurr James desde la entrada, demostrndole una vez ms que

    no existan cosas imposibles, sino improbables.

    -James, qu haces aqu? pregunt ella sin incorporarse.

    -Ests llorando?

    -Y qu si lo estoy? se defendi Tilda.

    -Qu puedo hacer? dijo James, rompindosele el corazn.

    -No puedes hacer nada respondi ella, an con la voz llena de lgrimas.

    -Tengo que hacer algo. Necesito hacer algo, no soporto verte as.

    Hubo algo en la voz de James que hizo que Tilda se incorporara un poco y lo

    mirara. La habitacin estaba casi a oscuras, la poca luz que entraba provena de la

    rendija de la puerta y de los rayos de luna que se colaban por la ventana. James no

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    era ms que una silueta dibujada bajo el dintel, pero la tensin que emanaba todo

    su cuerpo era palpable.

    -Por favor, Tilda insisti l con un susurro.

    En ese instante Tilda entendi que l la necesitaba tanto como ella, as que

    no se cuestion si era correcto o no, y apart las sbanas.

    -Abrzame, James. Slo abrzame.

    James camin hacia la cama con pasos inseguros, y al llegar frente al

    colchn se tumb junto a Tilda y la abraz. Poco a poco, Tilda pudo sentir cmo l

    se iba relajando, como el corazn, que al principio le lata desbocado, se iba

    pausando, y supo que all era dnde quera pasarse la eternidad: entre los brazos

    de James. Encajaban a la perfeccin; l le acariciaba la espalda con movimientos

    lnguidos, y descansaba la barbilla encima de la cabeza de ella, que estaba

    acurrucada pegada al torso de l. Estuvieron as abrazados durante toda la noche,

    primero los dos hicieron esfuerzos por mantenerse despiertos, como si Morfeo fuera

    a hacer desaparecer al otro si cerraban los ojos, pero terminaron por dormirse con

    una sonrisa en los labios.

    El sol se col en la habitacin sin piedad y se interpuso entre James y Tilda,

    que se negaban a poner punto y final a la noche. James recorri con la mano el

    cuerpo de Tilda, empezando por el muslo y terminando por la delicada curva de su

    oreja. Ella fingi seguir dormida, pero el modo en que se le aceler el pulso la

    delat.

    -Tilda es el diminutivo de Matilda? pregunt James inclinndose para darle

    un beso en la mejilla, y al ver que no responda aadi-: Si ests dormida no podr

    besarte.

    -S dijo ella abriendo los ojos y atrevindose a colocarle una mano en el

    hombro-. Y t? Te llamas James o eso tambin es mentira?

    l tard unos segundos en responder, sopesando los pros y los contras y

    decidiendo que no quera que lo pudiera haber entre los dos estuviera empaado

    por falsedades.

    -S, me llamo James. Inclin muy despacio la cabeza, dndole tiempo de

    sobra de apartarse por si eso era lo que ella quera, y la bes. El beso empez

    siendo un buenos das, pero cuando Tilda desliz la lengua en su interior, el

    cuerpo entero de James ardi de placer y se coloc encima de ella para poder

    besarla y acariciarla como de verdad quera. Al hacerlo, sinti una punzada de dolor

    en el muslo que lo oblig a detenerse y a ella le bast ese instante para recuperar

    la cordura.

    -Eres sacerdote? pregunt Tilda apartndolo.

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    -No respondi l-. Pero no puedo decirte nada ms.

    Ella se incorpor un poco y se sent en la cama, resistindose a mirarlo a los

    ojos, temerosa de lo que pudiera descubrir en ellos. Era un delincuente? Un

    hombre huido de la justicia?

    -Y ese halcn? Seal el muslo de l.

    -Ese halcn es el motivo por el que no puedo decirte nada ms. Lo siento,

    Tilda.

    James se levant de la cama y estir la pierna y el brazo herido.

    -Quin te hizo eso?

    -No puedo decrtelo.

    Esa frase pareci encender una mecha dentro de Tilda, que hasta entonces

    haba soportado la confesin con bastante estoicismo.

    -Que no puedes decrmelo? Qu clase de excusa es esa! estall ella.

    -No es ninguna excusa, es la verdad.

    -La verdad? Qu sabrs t sobre eso, padre? Tilda se puso el batn y lo

    anud con movimientos bruscos-. Y pensar que ayer mismo cre estar enamorada

    de ti.

    James sinti que se mareaba; ni el mejor de sus sueos se haba atrevido a

    desear que Tilda lo quisiera.

    -Yo tambin estoy enamorado de ti confes l, ansioso por pronunciar esa

    palabras que no haba credo llegar a decir jams.

    -Tranquilo, no te entregar a la justicia dijo ella-. No hace falta que sigas

    mintiendo. Vete de aqu y no vuelvas por Skye.

    -No estoy mintiendo, Tilda suplic l-. Y no voy a irme de Skye hasta -se

    detuvo.

    -Hasta qu?

    -No puedo decrtelo repiti esa frase absurda-. Pero t s deberas irte

    durante unos das.

    -No pienso irme, y mucho menos si el que me lo dice es un tipo incapaz de

    contarme nada.

    -Es por tu bien, Tilda.

    -Por mi bien? se burl ella-. Si tanto te preocupaba mi bienestar no

    deberas haber venido anoche.

    Vio que l retroceda como si le hubiera golpeado y se alegr. Se negaba a

    ser la nica que lo estuviera pasando mal.

    -Tilda, por favor, confa en m.

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    Ella iba a decirle que jams confiara en l, pero James la cogi en brazos y

    la bes. Le dio un beso largo y hmedo, entregndole el corazn y su alma a

    cambio de una oportunidad. Tilda tard unos segundos en corresponderle, pero lo

    hizo, y lentamente le rode el cuello con los brazos y se peg a l. Al terminar el

    beso, James la sujet donde estaba y le suplic:

    -Confa en m, por favor.

    -Est bien. Se movi y se apart-. Me ir a casa de mis primos a pasar un

    par de das, pero cuando regrese no quiero verte ms.

    -De acuerdo acept l con resignacin.

    Al ver que l abandonaba tan rpidamente, los pocos pedazos que quedaban

    enteros del corazn de Tilda se rompieron al instante. Fuera lo que fuese lo que

    James haba ido a hacer all era obvio que iba a concluir en dos das y que luego no

    tendra ningn reparo en irse. Y de qu te quejas? Se pregunt a s misma,

    t le has dicho que no queras volver a verlo.

    -Recoger mis cosas farfull ella dndose media vuelta para que l no viera

    las lgrimas que empezaban a acumularse en sus ojos-. Deberas ir a vestirte.

    James capt la indirecta y sali de la habitacin, consciente de que nunca

    ms volvera a pasar una noche como sa. Se visti con rapidez, sin importarle si

    se le abran los puntos de la pierna o si le dola el brazo, lo nico que quera era

    alejarse de all cuanto antes y poner a Tilda a salvo. Luego ira a la rectora y se

    preparara para la noche; atrapara a esos contrabandistas, descubrira qu relacin

    tena el marqus de Vessey con todo eso, y regresara a Londres para poner a

    Hawkslife al tanto de todo, tal vez para entonces la Hermandad dispondra de ms

    informacin sobre la problemtica del continente. Aceptara la primera misin que

    le asignaran, cuanto ms lejos y peligrosa mejor, as quiz olvidara a Tilda.

    Imposible, farfull para s mismo, l no la olvidara jams, pero ella s lo olvidara a

    l. Seguro que dentro de un ao estara enamorada de un pintor italiano, o de un

    estudioso ingls o de slo de pensar en ese hombre imaginario le herva la

    sangre. Una vez vestido, sali afuera y fue a preparar de nuevo la carreta. Lobo

    estaba all esperndolo, dejando claro que crea que era un imbcil por hacer tanto

    dao a su ama, y James tuvo que recordarse que era un perro y que no lo

    entendera, pero en realidad tena muchas ganas de decirle que todo eso lo haca

    por ella y que se le estaba rompiendo el alma en el proceso.

    -Ya estoy lista dijo Tilda saliendo de la casa con una pequea maleta en la

    mano-. Les he dejado una nota a los seores Nesson diciendo que estar en casa

    de mis tos y que regresar dentro de dos das. Espero que no te moleste aadi

    con sarcasmo.

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    -No, has hecho bien. Todo esto es por

    -Es por mi bien. Lo s lo interrumpi ella-. No hace falta que me lo repitas.

    Lobo se dirigi al perro-, sube.

    El animal subi a la carreta y ella lo sigui, sentndose lo ms lejos posible

    de James. l, que por un instante se haba atrevido a soar que repetiran el

    trayecto del mismo modo que el da anterior, ocult su decepcin y se hizo cargo

    de las riendas. Viajaron en silencio, y no tardaron en llegar a la residencia de los

    tos de Tilda, una elegante construccin que estaba cerca del castillo de Dunvegan.

    Tan pronto como James detuvo el carruaje, Tilda baj de un salto y Lobo hizo lo

    mismo. James iba a seguirlos pero ella levant una mano y lo detuvo.

    -No hace falta. Se coloc bien el abrigo sin mirarlo a los ojos-. Puedo entrar

    sola. Ser mejor que te vayas y resuelvas cuanto antes tus cosas.

    l se qued helado, no quera irse de all as, no quera que el ltimo

    recuerdo que Tilda tuviera de l fuera se. Pero ella pareca decidida, firme como

    una fortaleza, y James supo que o le contaba la verdad o se despeda sin ms.

    Dado que la primera opcin era demasiado arriesgada, reuni fuerzas para ejecutar

    la segunda.

    -Est bien, me voy. Apret la mandbula y se oblig a seguir-. Me

    encargar de devolverte la carreta-. Ella asinti y James no pudo evitar aadir-.

    Siento mucho todo lo que ha sucedido, y quiero que sepas que si pudiera hacer

    algo para que las cosas fueran distintas lo hara. Pero no puedo.

    -Podras decirme la verdad dijo ella, a pesar de que se haba jurado no

    volver a pedrselo.

    -No puedo.

    -Entonces vete sentenci ella, dndose media vuelta y llamando a la

    puerta.

    James se qued unos segundos, apretando las riendas para evitar saltar de

    la carreta y cogerla en sus brazos. Escuch unos pasos que anunciaban que alguien

    iba a abrir y decidi irse antes de que eso sucediera. Espole a los caballos y se

    puso en marcha, y no mir atrs ni una sola vez. Si lo hubiera hecho, habra visto

    que Tilda ladeaba la cabeza para ver cmo se alejaba, mordindose el labio inferior

    para no gritar y decirle que volviera a por ella.

    James se fue a la rectora y mientras se preparaba para lo de esa noche

    estuvo pensando en que tal vez se haba equivocado. Tal vez poda contarle la

    verdad a Tilda y y qu? Pedirle que se casara con l? l acabara por heredar el

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    Anna Casanovas

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    ttulo de barn de Bosworth, y su fortuna era ms que considerable. Su padre, a

    pesar de no haberse recuperado nunca de la muerte de su madre, era un excelente

    hombre de negocios y haba enseado bien a su progenitor. Pero James de

    momento era un Halcn, y la Hermandad an lo necesitaba. Qu clase de vida era

    sa para una mujer? Qu hara Tilda? Se quedara sola en casa esperando a que

    l regresara o a que alguien le dijera que haba muerto? Tambin podra pedirle a

    Hawkslife que le diera otro tipo de trabajo, le dijo una voz dentro de su cabeza. l

    sera un instructor excelente, de hecho, se lo haban sugerido en ms de una

    ocasin. No, no, todo eso era una locura. Tena que centrarse, faltaban pocas horas

    para enfrentarse a los contrabandistas y en las ltimas ocasiones l siempre haba

    salido perdiendo, as que necesitaba toda su concentracin. Respir hondo un par

    de veces, cogi una hoja de papel y se sent frente a su escritorio. De pequeo, su

    madre le haba dicho que cuando algo le angustiara le escribiera una carta y que

    ella, estuviera dnde estuviera la leera y le respondera. En aquella poca no saba

    que su madre estaba enferma ni que se era su modo de despedirse y de decirle

    que siempre estara con l aunque no la viera, pero a lo largo de su infancia y de su

    juventud le haba escrito un montn de cartas. Evidentemente, nadie le responda,

    pero despus de escribirlas siempre lo vea todo ms claro, como si en verdad

    hubiera hablado con su madre y sta le hubiera dado un buen consejo. Termin la

    carta y, mucho ms tranquilo que al empezar la misiva, la dej en un sobre encima

    de la mesa. Comprob que su pistola estuviera cargada, se asegur de llevar las

    dagas que siempre utilizaba y sali hacia la punta de Neist.

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    Tilda se pas la tarde paseando por el jardn y discutiendo consigo misma y

    con Lobo. No poda dejar de pensar en James y, aunque saba que no poda

    descartar la posibilidad de que fuera un delincuente, su corazn le deca que era

    todo lo contrario. Esa maana, cuando su ta la vio llegar se sorprendi mucho,

    pero a la vez se alegr de tenerla all. Tilda no sola visitarlos demasiado, pero

    quera con locura a la hermana de su madre y a su esposo. Su primo era ya otro

    tema, de pequeo le haba hecho mil trastadas y de mayor se haba convertido en

    un vividor que se pasaba ms tiempo en las tabernas de Londres que no en las

    tierras de Escocia.

    La cena fue de lo ms agradable, tanto su ta como su to eran encantadores

    y era un placer charlar con ellos, pero cuando lleg la hora de los postres los dos

    iniciaron una campaa para convencerla de que se fuera a Londres a buscar

    marido. Tilda esquiv las preguntas como pudo, diciendo que a ella no le interesaba

    casarse ni formar una familia, pero al pensar en James supo que con l s lo hara.

    Sacudi la cabeza para alejar esas absurdas ideas de su mente y se disculp con

    sus parientes diciendo que estaba cansada y que quera irse a dormir. Deban de

    ser las once cuando un ruido la despert, pero justo cuando iba a gritar una mano

    enguantada le tap la boca y otra le coloc un pual en la garganta. Tilda, que

    nunca haba sido tonta, comprendi la amenaza y se qued quieta. El hombre en

    cuestin era muy alto, aunque no tanto como James, e iba vestido de negro. Le at

    una mordaza y le sujet las manos en la espalda con una cuerda tan spera que

    sinti cmo le araaba la piel. Satisfecho con su trabajo, el tipo cogi el abrigo de

    Tilda para cubrirla y sin ningn miramiento se la coloc en el hombro como si fuera

    un saco de patatas y salt por el balcn. Unos metros ms all, haba un caballo

    esperndolo con otro secuaz, montaron y emprendieron el galope. Tilda estaba

    muerta de miedo, su familia no tena tanto dinero como para que alguien quisiera

    secuestrarla y pedir un rescate, y tampoco tenan ningn tipo de poder. Trat de

    respirar y de no caer presa del pnico pero en su mente no paraba de recordar

    ciertas historias que le haban contado sobre mujeres que desaparecan y luego

    eran convertidas en esclavas. No, iba a conseguir escapar, slo tena que esperar a

    que se detuvieran y se pondra a correr como una posesa. El bruto que la llevaba

    en brazos no le haba atado los pies y, aunque iba descalza, nadie conoca esos

    acantilados tan bien como ella. Huira, se negaba a morir de ese modo. Decidida a

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    reunir fuerzas, Tilda se fij en sus alrededores para saber bien dnde estaban; la

    punta de Neist.

    James estaba oculto entre unas rocas cuando vio acercarse el barco y

    comprob que de fantasma no tena nada. Era una embarcacin muy real, tripulada

    por hombres de carne y hueso y con un capitn comn y corriente. El barco atrac

    y un par de marinos colocaron el puente para poder bajar a tierra los barriles que

    ocupaban la proa. Por el momento, James no vio nada fuera de lo comn, y decidi

    esperar a que apareciera el hombre de la cicatriz o algo que pudiera serle de ms

    utilidad. Escuch el ruido de unos cascos de caballo y vio a dos jinetes acercndose

    a toda velocidad, uno llevaba algo encima del hombro y cuando los corceles se

    detuvieron junto al barco, James sinti algo que nunca antes haba sentido: terror.

    Tenan a Tilda.

    -Padre! grit el hombre que la sujetaba-. Padre! S que est por aqu.

    James sigui inmvil.

    -Vamos, padre insisti el hombre que cuando se coloc bajo la luna le

    mostr la cicatriz que le cruzaba la cara-. No se haga el tonto, salga de una vez.

    A James le cost muchsimo, pero sigui oculto. Saba que si se descubra ni

    l ni Tilda saldran de all con vida.

    -Est bien, padre, si as lo quiere... Le confieso que nunca me han gustado

    las mujeres tan bajitas, pero esta fiereci