la guerra grande 1839-51 pivel devoto - alcira ranieri

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Guerra Grande. Historia.

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Page 2: La Guerra Grande 1839-51 Pivel Devoto - Alcira Ranieri

Adaplado de la 3a. edic;on de

HISTORIA DE LA REPUBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY

Plan de la obra en esta colecci6n:

6. - EL NACIMIENTO DE LA REPUBLICA.

12. ­ RIVERA, ORIBE Y LOS ORIGENES DE LA GUE­RRA GRANDE.

17. -LA GUERRA GRANDE (1839-1851),

20. - URUGUAY A MEDIADOS DEL SIGLO XIX,

24. -INTENTOS DE CONSOLIDACION NACIONAL (1' parte: 1852-1860).

28. -INTENTOS DE CONSOLIDACION NACIONAL (2' parte: 1860-1875),

'2. -MILITARISMO Y C1VILISMO. (1875-1897),

N. -URUGUAY A FINES DEL SIGLO XIX.

Yarlol. ­ OESDE 1897 A LA ACTUALIDAD.

JUAN E. PIVEL DEVOTO ALICIA RANIERI DE PIVEL DEVOTO

LA GUERRA GRANDE 1839 -1851

2a. Edici6~;;£~~,:~~","~"", ",ri;t."1'";}.: ~ ~ --I \::.~

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Coleccidn Cien Temas Bdsicos EDITORIAL MEDINA S.R.L.

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aCu61 era IU plan en este momento? En politico in­t.rna, 'Itabilizar el gobierno. Y en polltico externa, libe­rar•• d. la influencia de los aliados que 10 hobicn im­pullado a una guerra internacional. Poco despues de su .ntrada en Montevideo hoblo denunciado el tratado con 101 farrapos iniciando una politico de cproximccion al ;oblerno imperial para 10 cual fue comisionado a Rio de Janeiro Santiago Vazquez en abril de 1839. No obs­tante la declcrcclen de guerra ya mencionada, Rivera .nvi6 a Buenos Aires a su Ministro de Hacienda D. Fran­ehee Joaquin Munoz para que negociara 10 paz con Rosas, quien seguia reconociendo a Oribe como Presi­dente legal de la Republica, 10 cual signific6 cbstcculo inselveble para toda negociaci6n. Esta actitud de Rivera, que traduce su firme prop6sito de realizer una politica de contornos netamente locales, sin las complicaciones externas que Ie creaban el partido unitario y los agen­tel franceses, Ie valio la critico acerba de estos ultimo! y de las orientales de Montevideo, impulsados hacia una polltica que universclizcbc todos los problemas.

De acuerdo con la declcrccion de guerra antes refe­rlda, las operaciones debfco comenzar en territorio or­uenttno, en donde actuarian, conjuntamente, las fuerzas orientales 01 mando de Rivera y las correntinas al man. do de Beron de Astrada. EI ejercito correntino fue des­trozado por el ejercito rosista de Echague en la batalla de Pago Largo. La guerra pareda extenderse al territorio oriental. Se iniciaba formalmente la "Guerra Grande". Ri­vera emprendi6 la marcha hacia el Uruguay, para dete­ner la invasion de Echague, mientras lavalie organizaba en Montevideo la expedicien contra Rosas. En julio de 1839 Echague ctrcvese el rio Uruguay cerca de Saito. Contaba entre sus filas a los generales Justo Jose de Urquiza, Juan Antonio Lavalleja, Servando Gomez, Eu­,.nlo Garz6n, y al coronel Manuel Lavalleja. Las fuerzas atravesaron 10 Republica hasta el rio Santa Luda. Hubo

diversos encuentros entre el eiercito del gobierno y los invasores, hasta que el choque decisivo tuvo lugar en Cagancha, el 29 de diciembre de 1839, donde Rivera derrot6 a Echcqiie,

Entre tanto, en julio de 1839, Lavalle, contrariando ordenes expresas de Rivera, embarcaba en Montevideo su expedicion contra Rosas, y se organizaba la lucho en el sur.

La guerra seguia en territorio argentino. A fines de 1841 el general Paz obtuvo la victoria de Caa-Guazu contra el ejercito de Echague, que quedc aniquilado. Las fuerzas de Rivera siguieron actuando en Entre Rlos. La guerra contra Roses ibc tomando mayor amplitud; la provincia de Santa Fe se adhiri6 a ella y el 12 de octu­bre de 1842 se form6 la liga que agrupo al fin a tres provindas: Entre Rios, Santa Fe y Corrientes, y el Es­tado Oriental.

Pero no hubo mucho acuerdo entre los jefes de 10 liga; Ferre y Paz se retiraron. Puede decirse que Rivera qued6 al frente de la cocliclen, Obtuvo algunos victo­rial lobre 101 fuerzas de Urquiza; pero al fin la batalla declsiva Ie Iibro entre Oribe y Rivera en Arroyo Gran­de, el 6 de diciembre de 1842. La derrota de Rivera fue ablolutal en ella -puede decirse- perdi6 todo su ejer­

clto. La victoria abri6 a Oribe el camino hacia Montevi­

deo, a la que puso sitio desde el 16 de febrero de 1843.

La Guerra Grande no fue un pleito local

La Guerra Grande iba a circunscribirse ahora por es­pacio de nueve ofios al territorio de 10 Republica, con­cret6ndose aparentemente en la lucha entre 10 ciudad de Montevideo y las fuerzas que Ie pusieron cerco. en un duelo entre el partido de Rivera y el partido de Ori­

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be. LOl I,f.. rivales que chocaron en 1836 hoblcn vuel­to a .ncantrarse en la batalla de Arroyo Grande al f,.nt. de los ejercitos aliados que comandaban, circuns­tancla que puede contribuir a que la guerra grande reo vllta p.qra algunos el corccter de un pie ito entre dos pClrtldoS'. personificados en sus caudillos fundadores. Pe­ro lin perjuicio de reconocer que la guerra tuvo su ori­,,'n lejano en la revoluci6n de 1836, surge del estudio d, la epoca realizado al margen de todo planteamiento limplista, que a aquella causa originaria se sumaron lue­"0 una serie de factores diversos, que dieron a la gue­rra un corccter internacional. Lo propiamente oriental que tuvo 10 guerra en sus comienzos fue luego superado y aun desvirtuado por la gravitaci6n que ejercieron otros problemas rioplatenses con los cuales se compenetraron nuestros partidos.

La Guerra Grande se nos presenta asi como un gran drama Intimcrnente ligado a la confiqurccion de las nacianalidades de la cuenca del Rio de la Plata, drama en cuyo planteamiento y desarrollo se discutirlcn las fron.­teras de esos parses, la navegaci6n de sus rlos, la de­fenla de la soberonlc alm no prestigiadas y amenaza­dOl par la politica de los Estados europeos que anhela­ban abrir rutas a su comercio; drama durante cuyo de­larrollo la discusi6n en tornoa esos problemas riopla­t,nles se confundi6 Con los factores derivados del pro­C'IO de organizaci6n interna de la Republica que la re­volucion de 1836 habra venido a interrurnpir bruscamente.

O,bemos, pues, encarar el estudio de la Guerra Gran. d, no lola en funci6n de antecedentes exclusivamente 10­eCl/", lina abarcando tam bien la situaci6n de los demos poll'l americanos que directa 0 indirectamente intervi­nl.ron ,n IU desarrollo.

La vida de nuestro pars -por cincunstancias especia­l.... IItuvo siernpre muy vinculcdc a la de sus vecinos, ItIro nunco como en este perlodc de su historic.

De ahl la imposibilidad de enfocar a Elsta desde un sector limitado. Es menester proyectar el problema nacio-· nal sobre el amplio panorama america no en que reper­cutieron sus influencias.

En el primer periodo de la Guerra Grande que hemos esquematizado, comprendido entre los ofios 1839 - 1842, se anudaron todos los intereses internacionales que he­brian de estallar en la vasta conflagraci6n cuyo desarro­llo estudioremos en este volumen (*l.

C' ) ' ...HO....M... DE LA REGION, Capitulo 1/1, del volumen mlliado ".1111'0, Orib.. Y los odgenes de 10 Guerra O,ande" IN' 12 d.. ..slo colecci6n) .

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Capitulo II

LA ORGANIZACION DE LA DEFENSA DE MONTEVIDEO

En tierra

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I

EI 16 de febrero de 1843 las fuerzas de Oribe esto­ban frente a Montevideo. Se hace ascender a 7.000 hom­bres, el contingente militar que 10 acompoiiabd. Sin em­bargo la ciudad estaba pronta para resistirlo.

EI general Paz fue nombrado jefe del ejercito de re­serva y el 19 de febrero de 1843, general de las armas de la Capital y de su Departamento. Se colcula en 8.000 el nurnerc de combatientes con que lIego a center el .ejercito organizado por Paz. Segun Andres Lamas, a los cuatro meses de iniciado el sitio, el ejercito de Monte­video tenia un efectivo de 5.000 hombres, distribuidos en esta forma: 800 guardias nacionales, 500 emigrados or­.gentinos, 100 vecinos espcfioles, 1400 negros libertos, 2.500 froneeses y vascos, 500 italianos. (1)

Desde noviembre de 1842 se habian tornado en Montevideo las precauciones necesarias pcm hacer fren­te 01 ejercito invasor.

Se dicto una ley de liberocien de esclavos, destinadci (I reunir hombres para los cuerpos de linea; se suspen­dieron todas las obras publicas. Se cree y organizo el Ejercito de Reserva, de las tres armas, en el departa­mento de 10 Capital a las ordenes de Paz. EllS de di­cisrnbra se organizo el servicio que debia cubrir las fuer­

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zas de 10 guarnicion. Paz ernpeze tcmbien 10 prepcrccion de la tropa y organizo una academia para jefes y ofi­dales. EI 24 de diciembre se creo un escuodron de co­balleria de If.nea, cuyo mando se conf.io 01 coronel Faus­tino Velazco. Comenzo 10 trcnsforrnccicn del armamento. EI 8 de enero quedaron sujetos 01 Codigo Militar todos los cuerpos de 10 guarnicion, mientras estuviera declarada en Asamblea 10 Republica. Se derogo un decreto de 1840 que eximia del servicio militar a los colonos canarios con­tratados. Se cre6 10 "Escolta del Gobierno", cuerpo de eaballeria bajo las ordenes inmediatas de este, EI 3 de febrero fue nornbrcdo Ministro de 10 Guerra el Coronel Melchor Pacheco y Obes. EI general Jose Maria Paz fue de.ignado comandante de armas de 10 capital y su de­partamento. Para comandar 10 Guardia Nacional, el ciu­dada no D. Lorenzo 8atlle. Se decreto 10 Iormccien del Eltado Mayor, design6ndose como jefe 01 Coronel Ma­nuel Correa.

Pero adem6s de estas y otras medidos secundarias, I' dlo comlenzo el 6 de enero de 1843 a 10 construe­cl6n d' lal obral de Iertlflccelen. Paz cente con 10 co­laboracl6n del mayor de ingenieros Jose Maria Echean­dla, hombre de muchos conocimientos profesionales. Tamb"n colaboraron el capitan de 10 leg·ion francesa, Juan Pedro Cardeillac, ingeniero, arquitecto y agrimen­.or '1 JOI' Toribio, maestro mayor de alarifes. Las obras comenlaron en medio de 10 mayor inquietud de la po­blacl6n, .xteriorizada particularmente en "EI Nacional". Paltaba el ladrillo, 10 madera, hasta lIego a faltar el ogual faltaban ademas recursos para indemnizar las re­quilieiones y hasta para pagar a los obreros. La actividad Incelante de Melchor Pacheco y Obes, Ministro de la Guerra y de Andres Lamas, Jefe Politico y de Pol ida, luplfa todas las deficiencias.

De la epoca colonial subsistfan obras de Iortificccion, au·nque en mal estado, tales como el fuerte de San Jo­

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II

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.li, 10 Forloleza del Cerro, las B6vedas, los Cubos del Norte y del Sur, 10 bateria del euartel de Dragones, parte de 10 antigua Ciudadefa (eonvertida en mercado publico delde 1835) y ef Fuerte, asiento de la easa de Gobierno. tstas obras de fortificaeion no servion ya a

,I: I los fines de /a defensa de Montevideo, pues no s610 es­

taban en mal estado, sino que dejabon muy atres el ere­cimiento de la ciudad. Si,n embargo, alguna utilidad po­dlcn prestar, Se repara el fuerte de San Jose; se arregl6 y fortifieo b fortaleza del Cerro; se aument6 su guarni­cion Y armamento, se levcnro una bateria en el Cubo del Sur y alra en el Cuartel de Dragones.

Se fortinc6 10 Isla de Rotus y se levantaron otras baterfas endistintos puntos de 10 ciudad a orillos del Rro de 10 110ta. Se hicieron dos "'neas de fortificacio­nes, una Hnea interno y otra externa.

La primera linea fue una verdadera fortification de posicion. Seconstruya un atrincheramiento completo, con un foso natural y una muralla de mamposteria, que for­maba el pQIOpeto. Sus ocupantes tiroban por troneras. Exteriormente 01 foso las troneras se union 01 terreno na­tural par unlerraplen. Habra rornblen defensas aceesorias delante delloso.

La linea interior se dividra en tres seceiones: fa del centro: trozocomprendido entre 18 de Julio y San Jose; seccion izquierda: desde el centro hosto la bahia a 10 altura de Ieplaya de 10 Aguado; secci6n derecho. del centro haste 10 playa Santa Barbara, en el RIO de 10 Plata.

Esta linea estaba ccsi terminada cuando lIeg6 el ejercito de Oriba. Perc fuera de 10 linea de fortificacion,

I, actuaban fuellas avanzadas que hadan guerra de gue­

II rrillas. As] se ibon conquistando pos'iciones, 01 misma tiempo que Ie clejobc 01 enemigo de las fortificaeiones.

Se hizo ernonces una segundo linea, cuyas obras Iue­ron vnidas par parapetos. Esta linea iba desde donde

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hoy esta situado el Palacio Legislativo hasta por donde corte la calle 21 de setiernbre. desde chi, un arroyo, vi­gilado por 10 baterfa '~Mayor Carro", servia de obs­taculo natural. Desde 10 Bcteric Coronel Sosa se prolon­gaba el pcrcpeto en direcei6n Oeste hacia 10 Bahia. (2) Las llnecs de fortificaciones recien se terminaron en 1847. La plaza cant6 ademas con un suficiente material belico de canones, bolas y metra lias. Las estaciones navales francesa e inglesa prestaron opoyo en hombres y armas.

EI ejercito sitiador no podia, pues, tomar 10 plaza, con la faeilidad con que 10 hcbrlo heche si 10 hubiera encontrado abierta.

Pero no tenlo material belico, ni tecnicos como para reolizorlo. 'EI coronel de ingen,ieros Jose Maria Reyes no pose fa versaci6n especial en obras de Iortificccicn rnili­tar y Oribe no contaba con ningun otro oficial cornpe­tente. Este solo hecho no basta ria para explicar 10 resis­tencia de Montevideo. Indudablemente, otro factor con­tribuy6 de uno manero decisive, 10 libertad del mar. La situoci6n de Montevideo, mala despues de Arroyo Gran­de, que trajo 10 invasi6n de Oribe, empeoro considerable­mente despuesde India Muerta, en que el ejercito orien­tal de operaciones pudo considerarse desaparecido (Mar­zo 27 de 1845).

En Montevideo quedaba cderncs por resolver, el pro­blema de las subsistencias. AI iniciarse el sitio ccntaba can 31.186 habitantes. EI gobierno de 10 Defensa tenia que atender a las necesidades de esa poblccion, a 10 provisi6n de 10 tropa de operaciones y a las guarniciones de Martin Garda, Maldonado, Colonia, Poyscndc, Saito, etc. Para hacer Irente a 10 situaci6n, contaba el gobierno con rentas de aduona y recursos ordinarios y extraordina­rio. establecidos 0 creados durante 10 guerra; funda­mentalmente, las rentas aduaneras. .

De ahl 10 necesidad de mantener activo y prospero el comerclo/ de ohl los esfuerzos incesantes del gobierno

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para que las naciones europeas mantuvieran el bloqueo d. Buenos Aires. No todos los beneficios produeidos por la Aduana iban a porcr, sin embargo, 01 ercrio publico; serra m6s exacto decir que iba a el soJo la infima por­

I ci6n, pues en 1843 se constituy6 una Sociedad Compra­dora de Derechos de Aduana. La ley de 15 de junio de 1843 cutcrizc 01 gobierno a enajenar 10 mired de los rentas de aduana correspondientes a 1844. Sucesivamen­te y por adelantado, se iban enajenondo los rentas adua­neras que mermaron hasta que 10 intervencien franco­ingleso, al decretar el bloqueo de Buenos Aires, concen­tro en Montevideo el movimiento comerdal del Plata. Tuvo odemes otros recursos, ordinarios y extraordinarios: patentes, popel sellado, alcabala, (que tombien se enoje­naron); emprestitos vo/untarios; estanco de pan; impues­tos a puertas y ventonos; vento de propiedcdes, Una ley de 21 de octubre de 1843 outorizo 01 Ejecutivo para em­

,

peiiar, hipotecar y vender cualquier propiedad publico ! , I existente en el territorio de 10 Republica, sin restricci6n

ni Iimitacion alguna.

La lucha en el mar

Por tierra, el problema militar de 10 Defensa no po­dia reso/verse. EI aspecto esencial de la lucha, belicc y econcmiccrnente considerado, estaba en el mar. (3)

Desde el primer bloqueo de Buenos Aires, se hoblc comprendido 10 enorme importancia de 10 lucha mari­tima. En febrero de 1841 Brown fue nombrado Coman­dante en jefe de 10 escuadra de 10 Confedercclon. En

I' marzo, la escuadra argentina quede bien organizada. II La mismo hizo el gobierno de Montevideo, que consi­I gui6 organizar dos flotillas nacionales: la de Fourman.

tin en el Uruguay y la de Coe en el Plata. Despues de algunos escaramuzas, se produjo el primer encuentro,

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In la rada de Montevideo, el 24 y el 25 de mayo de 1841. No hubo ventojcs materiales para ninguna de las dOl partes. El segundo encuentro tuvo lugar el 3 de agos­to de 1841, a cinco millas de Montevideo. En realidad d.16 a la Republica el pleno dominic de los rios. EI 9 de dlcl.mbre, ocurri6 el ultimo choque importante entre las dOl escuadras; Brown se atribuy6 10 victoria perc en ver­dad no pudo lograr uno preso, Rosas comprendi6 10 ne­Cfliidad de acrecentar los recursos maritimos; en cambia .1 gobierno oriental vendi6 10 "Sorondi" y 10 "25 de Mayo"l s61e) conserve los bergantines "Pereira" y "Cons­t1tuci6n" .

M6s tarde, formada yo 10 Ii go cuodrilcterc, se hizo n.cesaria uno escuadrilla para darle unidad belico efec­tlva y prevenir uno invasion del Uruguay. La organiro­ciOn se confi6 a Jose Garibaldi. Debia navegar por el Uruguay hasta Corrientes pasando por Martin Garda.

Este pasaje se hizo bien, a pesar de las dificultades; p.ro el 15 de agosto de 1842, en Costa Bravo, detenido por Brown, Garibaldi no pudo resistir. Hizo antes volar todos los barcos; y Brown no Ie pudo lIevar a Rosas mas que el "Juan Esteban", un maltrecho pailebot mercante.

Rosas, duefio ahora de los rios, ordeno a Brown que dasde el 19 de abril de 1843 formalizase el bloqueo de Montevideo. La situadon pod ria heber sido onqustioso para 10 ciudad sitiada; pero el comodoro T. Bernes Pur­vis, jefe de 10 estocion naval ingleso, 10 desconoci6 y con el los demos estaciones novoles extranjeras. EI puer­to de Montevideo cdquirio aSI un extraordinario rnovi­miento maritimo. La escuadrilla oriental, nuevomente or­ganizada, tuvo vorios encuentros con 10 rosista. Pero la Interveneion franco-inglesa no s610 salvo, sino que cse­gur6 10 prosperidad de Montevideo. Se hizo un bloqueo sebre puertos de 10 Republica ocupados por fuerzas ar­gentinas. Despues se extendi6 a los puertos y costas de la Provincia de Buenos Aires.

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EI 27 de agosto de 1845, Rosas cerro a la navega­ci6n extranjera los rlos interiores autorizando el corso contra ella. La flotilla diriqido par Garibaldi, hizo una expedici6n fluvial par el Uruguay, que puso el litorol en manos del ejercito de la Republica. Las partidas suel­tas, inconexas a rolz de la derrota de India Muerta, vuel­ven a encontrarse el 8 de febrero de 1846 en la batalla de San Antonio, librada victoriosamente par Garibaldi 01 ser atacado por el Gral. Servando G6mez.

Mientras tanto, la escuadra franco-inglesa realizaba la apertura del Parana, despues del combate 'de la Vuel­ta de Obligado. Mas de 100 naves mercantes rernon­taron 'el Uruguay y el Parana. Paraguay, Santa Fe y Co­rrientss, pudieron comerciar sin trabas; a las provincias IIegaron productos europeos que estaban acumulados en fa ciudad de Montevideo; esto recibi6 de cquellos, pro­ductos agropecuarios.

Se explica, pues, la insistencia con que Mont'evideoIi queric mantener el bloqueo de las costas argentinas. Per eso rechaz6, segun verernos, ef armisticio propuesto por Walewski·Howden, que Ie cerraba ef mar; y como con­secuencia, sufri6 en 1847 el levantamiento del bloqueo par parte de Inglaterra, al que debra seguirle el levan­tamiento par parte de Francia en 1848.

La convene-ion de subsidios que sustituyo a las ven­tajas econ6micas de ese bloqueo, no era suficiente para remediar la angustia de la Plaza. 'Ella se sostuvo no obs­tante, porque se prevefc como alga inminente una so. luci6n americana.

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Capitulo III

LAS INSTITUCIONES DURANTE LA GUERRA GRANDE

Montevideo

Dijimos en el Capitulo I que el 23 de diciembre de 1838 se hcbicn efectuado en la Republica las elecciones para designer a los representantes que habrfan de IIenar 01 ultimo periodo de 10 tercera legislatura. Los electores deblon manifestar en esa oportunidad si les otorgaban a los electos las facultades especiales para revisor la Constitucion de acuerdo con el procedimiento estoble­cido en el articulo 157 de la misme, Expresamos torn­bien que el 10 de febrero de 1839, Rivera suscribi6 un manifiesto justificativo de las razones que hadan nece­scrio la guerra a Rosas. Pocos dies despues desde Duraz­nO, publico otro manifiesto y una proclama redactados par Juan Bautista Alberdi.

Se hablaba alii de la necesidcd de reformer lo Consri­luci6n. Seiialaba odemcs el error funesto en que habian incurrido, segun el, los pueblos hispano-americanos al debilitar el Poder Ejecutivo, reduciendo la esfera de su occi6n, extendiendo ilimitadamente las atribuciones del Poder Legislativo y prodiqondo el numero de corporccio­nes populares. "Ninqun error, sin embargo, puede ser m6s pernicioso: el Poder Ejecutivo, encargado par la no­turaleza de nuestros gobiernos de lo Administrccion in­mediata de los negocios publicos, de la seguridad inte­rior y defensa exterior del Estado, necesita una acci6n

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~gorola y concentrada, singularmente en parses donde .1 h6bito de la desobediencia, ha lIegado a confundirse con el espfritu de libertad y donde la aptitud para la Administracion no es comun: necesita una inf/uencia supe­rior, capaz de subordinar todas las inf/uencias parciales, de disciplinar y poner a raya las aspiraciones que elias fomenten: un poder que esh~ en ormonlo con la rnision que es lIama,do a desempenar, y una extension de facul­tades bastante para imprimir un movimiento regular a la

I' m6quina administrativa en estos poises, nuevos en 10 co­rrera de 10 libertad"... (4)

En noviembre de 1840 se pensaba realizar elecciones para reunir las Camaras; pero 10 firma de la Convencion Mackau-Arana trajo una crisis que impidio esas e/ecciones, de modo que los e/ectos en 1839 para completar el ter­cer perfodode 10 tercera legislatura continuaron eier­ciendo e/ poder de hecho. En 1841 volvio a surgir la idea de convocar una doble asamblea pero no encontro am­biente. En octubre de ese ano resolvie Rivera salir a campana y como el Presidente del Senado luis E. Pe­rez habra muerto y el vice se nego a ocupar la presi­dencia provisoria, se reso/vio, por decreto de 8 de oc­tubre de 1841, que el Poder Ejecutive residirfo en el Consejo de Ministros, hasta eJ 26 de octubre en que se encargo de el a Joaqufn Suarez, ahora .presidente del Senado.

los comicios para eJegir la quinta legislatura se rea. lizaron recien eJ 27 de noviembre de 1842. EI 19 de mar­zo de 1843, Jocquln Suarez en su calidad de Presidente del Senado sucedle a Rivera en el ejercicio del Poder Ejecl,ltivo en el que habrfa de continuar hasta 1852. AI terminarse el mandato de la quinta legislatura, el se­nador Barreiro presente un proyecto tendiente a prorro­gar IU mandato, que contc con /a adhesion del Parla­m.nto y de la Sociedad Nacional. Pero el Poder Ejecu­tlvo adopt6 otra medida. EI 14 de febrero de 1846 de.

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clar6 disuelta la quinta legislatura y constituy6 una Alamblea de Notables, integrada por algvnos de los Ia­giliadores cesantes, Ministros, Miembros del Poder Judi­clal, Jefes MHitares y funcionarios administrativos, encar­gada de velar por la observancia de las garantfas in­dlviduales y el cumplimiento de la Constitucion, Tern­b"n cree un Consejo de Estado, de corccter consultivo, cuya primera sesion tuvo lugar el 14 de febrero de 1846, bajo la presidencia de Alejandro Chucarro.

Pero al producirse la revolucion de abril de 1846, 101 Ministros Magarinos y Costa suscribieron un decreta por el cual se prorrogaba en la practice el mandato de 10 quinta legislotura, en virtud de que presumiblernen­I., contaba con la confianza de la nacion. Se incorpcre lambicn a la Asamblea un conjunto de ciudadanos adictos a Rivera y este mismo, Enrique Martfnez, Jose Luis Bustamante, Estanislao Vega, Pedro Varela. la crea­ci6n del Consejo de Estado; organismo que se habfa opuesto tenozrnente al regreso de Rivera, quede rno­ment6neamente sin efecto. En general la Asamblea de Notables mostro un espfritu muy Iibre y una verdadera Independencia cfvico frente al gobierno, sobre todo des­pues que de este desoporecie, ya definitivamente, el Oral. Rivera. Dos aspectos interesantes merecen recor­darse de la Asamblea; su defensa de las garantfas in­dividuales y su actitud frente al problema de las inter­venciones europeas. En cuanto a la defensa de las ga­rantlas individuales, el caso mas resonante se presento cuando el gobierno Ie dio cuenta del destierro de Ri­vera. En agosto de 1846 la Asamblea, dominada por el prestigio de Rivera, habra votado a este el titulo de Gran Mariscal y una espada de honor. En diciembre de 1847, ya en el declive del caudillo, entro a considerar lal medidas de excepci6n dictadas contra este porel gobierno. la Comisi6n especial cprobo la conducte del Poder 'Ejecutivo. Pero Rivera tuvo defensores en la Asam­

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blta. ellan-islao Vega diio que el articulo 81 autorizaba 01 Peder Ejecutivo a tomar medidas prontas de seguri­dod, dondo cuenta inmediata a la AsambJea, y estando a IU resoluci6n. Pero en este coso, no se veio para que It lemetia a la considerccion de lo Asamblea un he­che ya plenamente consumado. Adernos, dijo, Rivera era miembro de lo Asamblea y tenia derecho a sus inrnu­nidades. Magarinos fue partidario de que se dejara lo discusicn sin resolver el fondo del asunto, que se podia confiar al juicio -necesariamente mes calmo y sereno­de lo asamblea inmediata. Es verdcd, dijo, que Rivera -obligado como militar a deberes de subordinaci6n­no debia negociar con el enemigo. Pero lo Asamblea no podfo condenarlo sin haberlo oido. No era un cri­minal convkto; si habra cometido faltas, habra dado tornbien dlos de gloria a /a nacion. Ademos no se Ie po­dia tocar sin suscitar inconvenientes. En treinta cfios ha­bra sido lo figura principal, anadio, todos los orientales pertenecieron a su administradon, por conviccion, por interes, por grado 0 por fuerzo, En sus desaciertos he­bfa, pues, culpas colecfivos,

Cesar Dioz, en cornbie, tuvo en la Asamblea duras froses de condenaci6n para el caudillo, a quien calific6 de parricide. Traidor tres veces Ie IIamo; fa primera vez en Arroyo Grande, al sacrificar 01 ejercito oriental inutiJ­mente. Lo segunda vez, cuando no quiso combinarse con le capital para anonadar a Oribe.. la tercera traici6n lo consume en India Muerta, haciendo meter a lo mitad de au genIe. Ademos hoblo promovido un motin en Monte­video, un desastre en Paysandu y Mercedes y nuevos alentados en Maldonado. A pesor de las discrepancias, 10 Asamblea, al fin oprobe medidas (5)

Otro incidente se produjo en febrero de 1848 al centiderar un proyeeto del Poder Ejecutivo por el cual Ie dec/araban delito de alta traicion, los ataques contra /0 legurldod inlerior y exterior.

aD

Se consideraba tornbien conspiraci6n todo delito de atonada que tuviera por objeto el derrocamiento de las auloridades 0 la oposici6n a sus mandatos. EI conoci­mlento de esos causes se reservaba al Tribunal Mili­lor. EI Dr. Estanislao Vega combati6 tombien enerqicc­mente el proyecto. Di]o que hcbio una constituci6n y que mientras se respetase, no se podia considerar como un delito los aetos de oposici6n cl gobierno. Sostuvo que el proyeeto era alarmante, impolitico e inrnorcl. EI mi­nltlro de gobierno manifest6 que lo iniciativa se hoblc producido a rqiz del intento para entregar lo fortaleza del Cerro, surgiendo lo duda de si esas ccusos cortes­pondian a lo jurisdicci6n ordinaria, 0 a la militar. A los reos se les hcbio IIevado cl Juzgado del Crimen, donde eran juzgados por las formas dilotcdisimcs del juicio penal ordinario. EI Poder Ejecutivo -dijo- no aspiraba a constituir un Tribunal Revolucionario, perc querio que como en toda plaza sitiado 0 de guerra los delitos que ofedasen a su defensa y seguridad. fueran delitos rnili­teres, castigados de acuerdo con las ordenanzas del ej6rcito. Deseobo, en una polobrc, lo tramitaci6n re­pida de los juicios. la Asamblea -dijo el ministro­tenfa plenas facultades para hocerlo, puesto que se trc­taba de una simple closificocien de delitos. Jose luis Buttamante tcrnbien defendi6 el proyeeto. Dijo que, se­gun las ordencnzos militares, lo situaci6n de Montevi­deo era lo de un castillo cerccdo, dentro del cual no podlan regir mes tremites que los militares. AI fin el proyeeto qued6 sancionado.

En abri/ de 1848 se habl6 de declarar lo capital en es­10do de sitio suspendiendo lo seguridad individual. EI Dr. Etlanislao Vega se opuso a que se aumentasen las atribu­clones del Poder Ejecutivo. Declarar a /a ciudad en Estado de Atamblea y suspender la seguridad individual, era -di­10- quitarle a la guerra de la Defensa aquello que ha­cIa de .lIa una lucha de principios contra el poder absoluto.

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Otrol incidentes como este se procfujeron, adoptan­do .n general la Asamblea una digna actitud de defen­la dl todas las garantias. Actitud critica y digna fue tambien la que asumi6 frente a las intervenciones euro­peal. Uno de los mas escepticos al respecto fue el Ge­nlral Enrique Martinez. Dijo que elias nada hcbicn he­cho ni procurado hacer por el bien de la Defensa. la I'Jnica epoca buena habia side la de la mision Gore Ou­leley-Deffaudis; y tal vez las consideraciones que tuvie­ron con el gobierno de la Defensa fueron debidas al de­saire que les habia hecho Rosas, anadio.

En otra oportunidad, en abril de 1848, of dar cuenta el gobierno de la misi6n Gore-Gros dijo Bustamante que la paz era una necesidad imperiosa, pero que para he­ceria no era del coso abandonar los principios bajo los cuales se habia combatido. la Defensa, dijo, no es una yulgar guerra de intereses. Es la lucha entre los princi­pios del progreso y el sistema de fierro. No busquemos la paz que nos traiga de nuevo la guerra con doble ferccidad; hagamos la guerra que nos de la paz soli. damente. Si confiamos en nuestros propios esfuerzos y el destino nos depara la gloria de coer solos -diia--­mayor sera nuestro renombre y mas envidiable nuestra suerte.

En realidad el gobierno vio entorpecida su cccion por la Asamblea de Notables. Ya desde el 6 de junio de 1849 el Poder Ejecutivo habia presentado un pro­yecto para que la Asamblea suspendiera sus sesiones, hasta que lleqcro el momento de resolver sobre los tro­tados de paz.

Este proyecto caus6 una gran indignacion en la Asamblea; fue desechado sin pasar a comisi6n. las se­Iionts continuaron, procfuciendose nuevos incidentes con .1 Poder Ejecutivo. Al fin, el 7 de noviembrede 1851 se I. anunci6 solemnemente a la Asamblea que /a guerra habra ttrminado y se habia expedido el decreto convo­

aa

cando a comicios para la sexta legislatura. Joaquin Sua­rlz concurri6 a la ultima seslon de la Asamblea. En consecuencia, el 12 de diciernbre fue expedido el de­crlto de disolucion impuesto por Manuel Herrera y Obes para allanar el advenimiento del orden constitucional.

EI Cerrito

La historia institudonal de este periodo no puede es­tudiarse exclusivamente en funcion de Montevideo, cir­censcribiendose la vida del pais tan s610 a las inciden­cias ocurridas dentro de los Iimites de la ciudad sitiada.

En el resto del territorio de la Republica ejercie ju­rlsdiccion el gobierno del Cerrito cuyas directivas expon­drernos a continuocion. ,

At comenzar la guerra de 1843, el General Manuel Oribe gobernaba la ccrnpofio con el titulo de Presi­dente legal de la Republica. Se hallabarevestido, ode­m6s, del corccter de Jefe del Ejercito de Vanguardia de la Confederocion Argentina, por heber sido puestas bajo sus 6rdenes fuerzas de Ese pels, que actuaban aliadas a ' los orientales.

En junio de 1845, se dieron los primeros pasos para encauzar el gobierno dentro de las normas organicas. Tal empresa ofreda grandes dificultades en un medio de­solado por la guerra donde todo debia ser improvisado, y en el que todo hcblo salido del cauce a raiz de la permanente convulsion padecida por el pais. Se pro­puso el [efe del ejercito sitiador reunir en el Cerrito las C6maras de Rcpresentantes y Senadores derrocadas en noviembre de 1838.

Aquellos legisladores que se hallasen impedidos de concurrir serion sustituidas por los suplentes; para lIenar las vacantes se ccnvoco a elecciones el 27 de junio de 1845, recllzcndose los comicios en Durazno, San Jose, Colonia, para proveer los cargos de Senador. (7)

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EI 11 de agosto de 1845 se reinstole en el campo si­tlodor 10 Asamblea General entre cuyos integrantes sei

Ii encontraban Juan F. Giro, Carlos Anaya, Antonino Do­mingo Costa, Basilio Pereira de fa Luz, Luis B. Cavia, Tomas Diogo -que hobfon sido constituyentes de 1830­

I, Bernardo P. Berro, Doroteo Garda, Ave/ino Lerena, Mi­I

I guel A. Berro, etc.

EI Dr. Carlos Villademoros, que ejerda todos los rni­nisterios, presente a /0 Asamblea en nombre del Poder Ejecutivo un minudoso informe en el que hccio conside­raciones sobre fa situocion interna y condenaba dura­mente /0 intervencien de las potencies europeas. Las camaras del Cerrito reconocieron como excep­donal el tiempo transcurrido desde el descense del Presidente Oribe en 1838 hasta que se fe declaro en el ejercido de la Presidencia, expres6ndose que donde quie­ra que se hallase reunida la tercera legislatura constitu­cional y los otros poderes de la Republica, estaba repre­sentada la Nacion Oriental y su legitimo gobierno; y aprobaron /0 entrada a' territorio de la Republica de las tropas aliadas de 10 Confederacion Argentina que abandonarran el pars 01 termino de la guerra.

A pesar de la instaladon de la Asamblea, el Gene­ral Manuel Oribe, por asi exigirlo las circunstancias, continuo ejerdendo el gobierno de hecho. Los Ministe­rios de Relaciones 'Exteriores, Gobierno, Guerra y Ha­cienda fueron confiados a Carlos G. Villademoros, Ber­nardo P. Berro y General Antonio Dicz, respedivamen­teo La administracion de Justicia fue tambien organizada en el campo sitiador mediante el decreto de 12 de ma­yo de 1845 por el que se establecio el Tribunal de Ape­laciones del Estado. En el orden interno las medidas del Gobierno del Cerrito se orienta ron fu,ndamentalmente, a eltab/ecer el principio de la autoridad y a defender 10 campana y sus intereses de la penetracion brasilena.

2.

Para su mejor gobierno el territorio de la Republica fue dividido en dos grandes regiones militares, Norte y Sur del Rio Negro, a cargo de los Generales Servando Gomez e Ignacio Oribe. EI gobierno de los departamen­tos fue conf.iado a los Comondcntes Militares a los cua­les se les impartian directivas desde el Cerrito por circu­lares en las que se advierte que los propositos funda­mentales del gobierno eran: el orden, el principle de autoridad, 10 proteccion del culto y de la snseficnzo pri­maria, 10 vigilancia y expulsion de los extranjeros ene­migos del pars, a quienes en algun caso se lIego a concentrar en Durazno. (8)

EI 28 de julio de 1845 el gobierno del Cerrito dicto undecreto por el cual se reclamaban propiedad del Es­tado los bienes embargados a los enemigos. Tal deter­minacion era una replica a los decretos dictados por el gobierno de Montevideo el 13 de febrero y el 7 de mar­zo de 1843 por los cuales fueron puestos bajo la ad­ministraci6n del Estado todas las rentas, alquileres de fincas y bienes rclces pertenecientes a ciudadanos que se hallasen junto a Oribe.

AI finalizar la guerra las propiedades confiscadas por el gobierno del Cerrito fueron devueltas a sus propieta­rios. Desde el punto de vista administrativo cabe sefic­lar el decreto de 23 de enero de 1845 por el cual se declorc en vigencia la ley de aduanas de 13 de junio de 1837, con la prohibicien de extraer ganados del terri­torio de la Republica y de comerciar con los puertos ene­migos. Fueron habilitados -el 14 de agosto de 1845,­el puerto de Yaguaron, la barra del Cebollati en la Laguna Merim, y el puerto seco de Tccucrernbo. EI puerto del Buceo reemplazaba al de Montevideo. La aduana alii establecida y la de Nueva Palmira consti­tufan la principal fuente de recursos del gobierno.

La politico exterior del gobierno del Cerrito se desa­rrollo en armonia con la de Rosas, concretada en la ace­

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rrlma defense del "amado sistema americano contra to­do Intenta de influenda 0 penetraci6n europea. La pre­dlca de "EI Defensor de la Independencia Americana", edltedo en el Cerrito, traduce con fidelidad esa tenden­cia, cuya ma·nifestaci6n mas elocuente encontramos en la respuesta dada por conducto del ministro Villademoros, 01 5 de febrero de 1847, a la consulta que se Ie for­mul6 ante el peJigro de una anunciada expedici6n es­panola contra las costas de America. Diio el Gobierno dol Cerrito en esa oportunidad que "mirada como inju­ria y ofensa propia /a que en este caso se infiriese a cualquiero de las Republicas de Sud America". (9)

Capitulo IV

FISONOMIA DE LA EPOCA

Discrepancias en la Defensa

La Guerra Grande, segun ya 10 dijirnos repetidos ve­cos, no fue un pie ito local, sino una Iucho en que diver­lOS sectores extranjeros se hieieron frente, apoyados en nucleos nacionales. Dentro,pues, de la Defensa, no era pesible pensar en un conjunto homoqeneo, Pero la hele­rogeneidad no se manifestaba solamente en ese aspecto; habra discrepancias internas entre los orientales mismos, que no podicn salvarse porque respondion a diferencias arraigadas de temperamento y formaci6n espiritual. No ora posible un entendimiento de Rivera, Santiago Vaz­quez, Andres Lamas, Melchor Pacheco y Obes, Manuel Herrera y Obes y los emigrados unitarios Flerencio Va­rela, Juan B. Alberdi, Miguel Cane, Esteban Echeverria, Valentin Alsino, Jose M. Paz.

La figura discordante en estes momentos fue esen­cialmente Rivera. Yo no era el atrevido guerrillero de etros tiempes. Su tecnica militar, demasiado primitiva, no 10 avenia con el nuevo tipo de guerra en que la intui­ci6n gaucho debra ponerse 01 servicie de un razenable mInimum de estrategia. Pero este declinar de sus exitos gucrreres no signHicaba de ningun medo el descenso de IU prestigioso nombre de caudillo entre las moses. Nadie como 61 sabra arrastradas, conducirlas a 10 guerra, he­cor revoluciones en un dlo. Rivera sentlc, -y los que

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10 acompaiiaban 10 sentfan con el-, que 10 patria es­taba dende estaban su caballo y su poncho. De chl Iii vocaci6n absoluta de mondo, su sentido potrimonia­lista de la politico. Pudo haber dicho como Luis XIV y can mayor rczon que el: "E1 Estado soy yo". Pedirle a Rivera subordinaei6n rnilitcr, respeto estricto a las f6r­mulas constitucionales, sentido de las limitaciones juri­dicas, era exigirle que deshieiera todos aquellos con­ceptos que en el se hob/an engendrado al galope tendido del caballo, 10 inmensa perspectiva de 10 ccrnpofic ab­sorta ante sus correrlos, 10 adhesi6n incondicional del elemento campesino.

Se explica pues que este hombre se sintiera income­do frente a aquel extraordinario cencculo que 10 guerra agrup6 dentro de Montevideo., EI choque yo comenzo en 1838. Los orientales mas distinguidos, unidos por una gran afi.nidad con el unitarismo, querion apresurar lade­clorocion de guerra a Rosas. Rivero resisti6 cuanto pu­do y trato de entenderse directamente con el dictador argentino. Pero fue inutil esta tentativa, pues Rosas se desentendi6 de las gestiones de Rivera, de quien des­confiobc, y Rivero declar6 01 fin 10 guerra, no sin an­tes heber tratado de impedir por todos los medios 10 salida de 10 expediei6n de Lavalle, 10 que Ie cccrree 10 cdverslon de los unitarios y oon de los orientales. Los desastres de Arroyo Grande y de India Muerta dismi­nuyeron el prestigio militar de Rivera. Pcrecic que su figuro quedaba moral y material mente eclipsada. Ri­vera despues de esa ult,ima batalla, Ilego cl Brasil y acab6 por refugiarse en Rio de Janeiro.

EI grupo lntelectucl de 10 Defensa queria mantenerlo a/ojedo del pais y hosto se pense en uno misi6n 01 Paraguay coso a 10 que el caudillo se nego. En Monte­video se resolvi6 entonces formar una csoclocien que diera fortaleza al gobierno pora 10 doble lucha contra el caudillismo y contra Rosas. EI 11 de febrero de 1846 se

lund6 10 Asociccien Nacional, integrada por todos los opositores a Rivera: Sant·jago Vazquez, Melchor Pacheco y Obes, Andres Lamas, Manuel Herrero y Obes, Jose de Bejar, Francisco J. Munoz, Juan A. Gelly, Fermin Ferreiro, Jose M. Munoz, Adolfo Rodriguez, numerosos ioles y oficiales del ejercito, etc. La directiva inicial fue Integrada por Santiago Vazquez, Andres Lamas y Bar­

tolome Mitre. Pero ell? de abril de 1846 Rivera desembarco en

Montevideo, promovi6 una revolution y se oduefio i~­mcdiatamente del gobierno. EI nucleo de sus adversarios qued6 momentaneamente disuelto: 10 legi6n argentina 10 embarc6 para Corrientes, la Asociaci6n Nacional no volvi6 ya a reunirse y "La Nuevo Era", organo oficial, dejo de oparecer. No obstante, 10 posicion de los inte­loctuales hobrio de persistir,

Despues de 10 serie de campafios por el interior del pais, de que hemos hecho menci6n, Rivero volv,i6 a Mal­donado y desde alii inicio gestiones de acercamiento con Oribe. No era por 10 demos el unico oriental que de­secbo 10 paz con Oribe. Dentro de Montevideo se ha­bien hecho ya innumerables intentos para lograr un en­londimiento diredo entre los orientales. EI gobierno de 10 Defensa aprovecho esta oportunidad para deshacerse do el, desterrandolo al Brasil.

Posteriormente Manuel Herrero y Obes explic6 las ra­zones del destierro, hacienda el proceso de la vida pu­blica de Rivera en los ofios inmediatamente onteriores. La politica de Rivero, dijo Herrera y Obes, habra sido siernpre cbsoluto y de terribles resultados. Formula a continuacion una serie de cargos contra el caudillo. Le hoblc quitado a 10 Republica sus mejores aliados. Hosti­liz6 y contrcrio las revoluciones argentinas. Persigui6 a Lavalle hasto Sauce Grande, y a Paz antes y despues de Caa-Guozu. Alejo los simpatlas de Francia y contribuy6 a 10 Convenci6n Mackau. Dio 10 batalla de Arroyo Gran­

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d. contra las ordenes del gobierno, que esperaba el re­lultado de las negociaciones en Europa. Torno falsamente .1 nombre del Gobierno y celebre un tratado ofensivo y defensivo con los revolucionorios de Rio Grande contra ,I Emperador. Sabiendo los compromises que el gobierno do Montevideo tenia con Entre Rios, se lonzo sobre Pay­sandu y 10 destruyo. EI 19 de abril de 1846 volvie a figurar en la vida publica. Nada habra aprendido en la desgracia y sus actos de gobernante fueron escandalo­50S nuevamente, violando las disposiciones constituciona­les, y pidiendo otro ejercitc, despues de haber perdido tres. lntento negociaciones con Oribe, perc sin permiso y aun sin notlficoclen oficial del gobierno.

Despues de enumerar estos cargos, Herrera y Obes justifica las medidas tomadas por el gobierno.

EI gobierno -expresa Manuel Herrera y Obes- se vio obligado a tomar contra el, las medidas que las cir­cunstancias permiticn. Someterlo a juicio era imposible. Habiendo lIegado a ser un poder en la Republica, idon­

'I de estarian los jueces que no fueran partidarios del cau­dillo 0 defensores de la autoridad legitima? EI caudillo perseguido por los doctores, invoce garantias constitucio­nales. Pero se olvido de 10 que hizo con Luis Lamas en 1839, Inspector General de Polida, a quien desterro. Con Cesar Dioz, Tojes, Lezica, a quienes desterro tam­bien a pesor de la oposicion del gobierno, termina di- . ciendo Herrera y Obes.

La Defensa presentaba, dentro de sus muros, la vi­vacidad heterogeneo de hombres no siempre avenidos pero animados de un ideal comun, Con los orientales cl­ternaron franceses, argentinos, ingleses, voscos, itclicnos, Dontro del cbigarrado cuadro de la ciudad sitiada los orientales fueron la minorlo. De la Defensa de Montevi­deo puede decirse 10 que de Leipzig: la ccrnpofic de 10. naciones. Alii se destacaron Florencio Varela, el uni­tarlo rom6ntico, cuyos articulos sobre temas econcrni­

so

CO,, politicos, internacionales, ponen una nota de sesuda .rudici6n en la polernico de la guerraj Juan Bautista AI· bardi, el realista del derecho, que casi habra justificado 10 dictadura de Rosas, y era partidario de gobiernos sen­.atos, fuertes, propiciadores del bienestar econcmico, quo negaba en consecuencia la posibilidad de hacer mi­lagros, aconsejando buscar siempre el camino no fatal, p.ro ineludible de los antecedentes historicos: Julian Se­gundo de Aguero, Valentin Aisina, Santiago Vazquez, que respondia al ideal abstracto del viejo rivcdovionlsmo: Miguel Cane, Esteban Echeverria, Juan Maria Gutierrez, 10 guardia joven de la intelectualidad argentina, que anhelaban como magnfficamente 10 expreso Echeverria, no el retorno al antiguo ideal unitario, tan responsable por su politico vada de los males de la patria, como el fedcralismo por su torpe desborde, sino la formula de superccion del pasado, animada de un fervoroso impul­10 de progreso, perc sobre 10 base de una realidad no­cional ineludible: Andres Lamas, periodista de vuelo, Je­fo Politico primero, Ministro de Hacienda despues, repre­lentante diplomctico en el Brasil luego, enamorado de 10 causa que defendio a pesar de los dolores y desozo­nes que ella Ie trajo, ccrnpecn de 10 ingerencia brosile­fia; Manuel Herrera y Obes, ya estadista de relieve no obstante su juventud, iniciador tenaz de la politico orne­ricanista, cuyo genio equilibrado y sereno, opegado 0

10 grandeza del derecho choco profundamente con la tumultuosidad organica del elemento caudillesco; Mel­chor Pacheco y Obes de alma apasionada, arbitraria 0

voces -que hizo posible la defensa, convirtiendo el Mi­nisterio de Guerra, que desempefie un tiempo, en un instrumento terrible de requisiciones humanas y materia­lesj Garibaldi, el Jefe de la legion italiano, comandante de las fuerzas navales de la Defensa, prolongador en el Plata de la inquietud revolucionaria de la Joven Italia; Venancio Flores, el caudillo inquieto, partidario de ern­

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10 plaza sitiada en mas de una oportunidad las legio­nil extranjeras que en realidad respaldoban intereses de lUI respectivos pulses.

EI Dr. Eduardo Acevedo, que redacto en el Cerrito "EI Defensor de fa Independencia Americana", nos ha dejado al respecto una impresi6n interesante consignada en carta dirigldo en la epoca al Dr. Candido Joa'noic6 que se hallaba dentro de Montevideo. "Cuando lIegue .1 caso de q.e.V. se encuentre en medio de nosotros se felicitara de su decision". "Vera V. q.e no hay mas cqui, q.e Orientales q.e desean la Paz y el Orden Constitu­clonal en la Republica; y q.e los Argentinos nuestros au­xiliores, p.a nada absolutam.te intervienen en los nego­cios del Estado. Comprendo facilm.te q.e para los q.e he­mos visto el ccrccter de la emigrncion Argentina en Mon­tovideo, es natural, juzgar por ellos, de 10 conducta de estos; y por eso es q.e digo q.e solo viendolos se pue­de comprender hasta donde lIevan su rnoderccien, y el conocimiento de su posici6n de meros auxiliares. Ni una opini6n siquiera se oye jamas verter a jefes ni oficiales con relocion a nuestros negocios". (10)

las fuerzas argentinas que actuaron en el territorio oriental, mientras Urquiza opere en el, ascendian a 7.000 hombres, mirnero reducido luego a 4.800. EI ejer­cito oriental a las ordenes del Gral. Oribe lIego a contar con 5.700 hombres en actividad frente a Monte­video y 11.100 en la reserva al norte y sur del Rio Ne­gro bajo el comando de los Generales Servando Go. mez e Ignacio Oribe.

Segun calculo publicado en Montevideo en "Le Cour­rier de la Plata" el 19 de agosto de 1848, los defense­res de 10 ciudad lIegaron a 2.810 hombres, de los cua­les solo eran orientales 630; 1000 franceses; 400 itclic­nos; 560 negros y 220 extranjeros de otras nacionafida­des.

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En cuonto 0 las intervenciones europeas, significaron .n un momento determinado la presencia en el Rfo de 10 Plata de 50 buques, 600 canones y 6.000 hombres.

VineuIaciones entre ambos bandos

,Esta guerra, erronecmente considerada como una lu­ehc entre la civilizocion y la barbarie, no enqendre odios entre los orientales del Cerrito y la Defensa quienes en mas de una oportunidad intentaron lIegar a un acerca­miento directo sin rnediccion extrcnjerc, La incomunica­d6n entre ambos grupos no fue absoluta como podfa creerse. Figuras militares en uno y otro bando mantu­vieron vinculaciones durante la guerra en busca de una soluci6n netamente oriental. Dentro y fuera de la plaza se realize -unc intenso propaganda en tal sentido, des­bordada por la influenda de los intereses extranjeros, en particular por los acdonistas de la Sooiedcd Com­pradora de Rentas de Aduana, a quienes el termino del conflicto perjudicorlc irremediablemente. Las treguas se produjeron con harta frecuencia. EI 27 de marzo de 1848, Manuel Herrera y Obes escribi6 a Andres Lamas: "He­cio 384dfas que no se ofa un tiro". "En Agosto de 1851, yo en las postrimerios del sitio, el Presidente Sua­rez resolvi6 reanudar las hostilidades que hobicn esta­do suspendidas durante mas de dos onos seguidos", es­cribe el Dr. Eduardo Acevedo. En oportunidad de produ­cirse una de esas treguas, con motivo de las negociacio­nes diplorneticcs realizadas por los interventores euro­peos en 1845, el frances Benjamfn Poucel presenci6 es­cenas de confraternidad entre sitiados y sitiadores, cu­yos detalles consiqno en la siguiente pagina que tra­ducimas de su obra Ntulada "Les Otages de Durnzno", publicada en Parfs en 1864.

Sf

"Apenas hada media horn que habfamos lIegado a nuestro destino, -dice Poucel- cuando vimas descender de 10 colina sobre la cual estaba situado el campo de Oribe, una larga cabalgata compuesta principalmente de senoras, en tanto que una hilera de vehiculos scllo de 10 ciudad y se dirigfa rapidamente hacia el punto que ecupcbornos. Nuestra partida de la ciudad y nuestra lIegada cerca del campamento hcbicn suscitado grande smcclcn en los dos campos. Los Jefes de ambos ban­dos, no pudiendo resistir a la impaciencia y a las soli­citaciones de las mujeres, hobicn sido obligados a ode­lantar un die el comienzo del crrnisticio".

"Trazar el cuadro que presentaron en este momenta los alrededores del puente que servfa cornunrnente de limite a los dos territorios hostiles, es coso casi imposible. Hay que imaginarse una multitud compacta de hombres y sobre todo de mujeres y nifios corriendo al encuentro unos de otros; llomcndose a grandes gr,itos en cuanto.0 vefan, confundiendose, obrozcndose, llorondo, riendo, gritando; se hcbrio dicho un tropel de gentes con 10 cabeza perdida, tan grande era la alegrla de volverse over, por ambos partes".

"Sin embargo, la calma se restableci6 poco a poco,.e formaron grupos y las conversaciones fntimas comen­zaron a prolongarse hasta la noche en que la separaci6n .e imponia, no sin pena, diciendose "hasta manana".

"Transcurrieron cinco dies mas 0 menos de la misma manera. Una coso digna de notarse, en mi opini6n, es que durante los cinco dios que duro la convivencia de estas dos poblaciones que desde hada tanto tiempo se cansideraban como enemigas, no hubo que deploror nino gun incidente enojoso, ni una discusi6n, ni una rina en­tro los soldados que fraternizaban entre sf franca y cor­dialmente, alm los legionarios extranjeros, obieto de tan­to odio por parte de los sitiadores, porque eran el brazo fuerte de los sitiados. AI tercer dfa, 10 mayorfa de los

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o~iciales de Oribe que tenian porte de su familia en Montevideo se dirigieron alii sin armas, a consecuencia de un acuerdo previo, para pasar el die y fueron fra­ternalmente acogidos".

"AI dlo siguiente el mismo Oribe vino con todo su estado mayor sin armas, hasta una coso conocida bajo el nombre de las figuritos situada a mas de 600 ms., de fa ciudad, y todo el die 10 multitud de adentro y de afuera se agrup6 olrededor de el. EI admif.i6 a todo el mundo y estuvo de un humor encantador y con 10 mayor afabilidad. Pareda decir a todos: "Helo cqul, este te­rrible corta-cabezas; miradlo bien, no es tan malo como se Ie he sospechcdo".

Estas manifestaciones recogidas por Poucel en las pa­ginas de su mencionado libro, se hallan confirmadas por numerosos testimonios de 10 epoca. Citaremos uno de ellos. En 10 "Conversaci6n de dos Guardias Nacionales de Caballeria de Estramuros", manuscrito inedito fecha­do en /0 linea sitiadora el 7 de setiembre de 1846 se cornenton los aetos de confraternidad entre sitiados y sitiadores en estos terminos: "zNo reparaste como se quedaban los gringos embobados cuando se abrasaban nuestros Jefes y Oficiales con otros iguales, y q.e hccio pocos dies se hacian 10 guerra, y 10 rnisrno todo 10 tro­po vecinos y familiares? si somos osi por calidad: hoy nos trenzamos a bola 6 lanza a matarnos, y manana somas cornpcfieros, olv'idando todo rencor como mas amigo; si somos una misma familia: ahora si se comben­cercn nuestros paisanos que no deben pelear mas contra Orientales, sino es que no quieren nos cone/uyamos todos que eso sera 10 que desean los Estrangeros; bamos es preciso no seamos por mas tiempo Sonsos, pues bastante /0 fuimos" ...

Otro viajero frances, X. Marmier, que visit6 Montevi­d,o en los ultimos tiempos del sitio, nos he dejado 10 Imprtli6n de 10 ciudad despues que el levantamiento del

bloqueo de Buenos Aires, hubo sumido en gran deccden­cia su actividad econ6mica.

"Si como yo 10 he dicho -expresa Marmier- Mon· tevideo presenta 01 que 10 observa desde 10 rada un cuadro pintoresco y atrayente; si 01 vincularse con los he­bitantes estos por su ccrccter hospitolorio ocultcn sus penosas preocupaciones para mostrar 01 extranjero una riente y afeetuosa fisonomlo. basta recorrer algunos ba­rrios, entrar en relaciones mas intimas con algunos fami­lias para reconocer todo 10 que he sufrido esa desdichc­do ciudad e inquietarse por todo 10 que queda quizcs, por sufrir".

Luego continua: "A coda paso se reconocen los efec­tos funestos de 10 guerra. La decadencia del comercio, 10 quiebra, que es su 16gica consecuencic, brotan de un lade y de otro, en 10 portado de las tiendas antes flore­cientes y ahora cerrades, en el umbral de los talleres si­lenciosos, en las alas incompletcs que un comerciante comenzaba con una feliz esperanza y que no ho podido terminar. Se dirlo una de esas ciudades sorprendidas por un temblor de tierra, 0 por 10 erupci6n de un volccn, En 10 conmoci6n del suelo, en 10 inmersicn de 10 lava, algunos fortunas permanecen en pie; las otras han que­dado aniquiladas".

"Si se sale de 10 ciudad por 10 puerto del mercado, ,I pensamiento es conmovido por un espectcculo mas penoso oun, En 1840, 10 poblaci6n siempre creciente de Montevideo se ahogaba en 10 cota de mallas del onti­guo recinto espofiol. Fue necesario abrir las fortificacio­nes para procurar un posoje a esas olas de emigrontes quo sin cesar lIegoban de Europa. Del canal demasiado lIeno en que hcbicn quedado contenidos durante mu­cho tiempo, se esparcieron fuera de extramuros como por una exe/usa. Pronto se vio elevarse en 10 ccrnpofio una cantidad de fabrkas y tiendas. Una largo y ancha calle se uni6 a 10 que tocaba 10 brecha de 10 fortifica­

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tr6fico europeo, aun en el supuesto caso de que asi con­viniera a los intereses generales de la Confederaci6n. V aun frente a las provincias interiores, tampoco tenia Buenos Aires el derecho a imponerles el pesado tributo de su monopolio portuorio y de su discrecionalidad in­ternacional.

Posicion de Floreneio Varela

En orticulos aparecidos en el "Cornercio del Plata", Varela expreso con gran daridad 10 posicion que po­driamos Hamar unitorio, 01 respecto.

Varela reconoce, desde luego, que ni Francia, ni Inglaterra, ni ninguna naci6n del mundo tiene derecho a abrirse camino forzadamente por el Parana. Reconoce y justifica -sin embargo- y en esto no t-iene rozon, 10 entrada violenta de Francia e Inglaterra 01 rio; perc dice que esto fue despues que se hallaron en guerra contra Rosas y 10 guerra supone el desconocimiento de todos los derechos; aparte de que los propesitos de las naciones interventoras fueron detener los abusos come­tidos por Rosas.

Mas juridico y mas justo es Florencio Varela cucndo. entra a tratar el problema interno de los rios. Entre Rios, Santa Fe y Corrientes, no tenian las mismas ideas que Buenos Aires. Esta posee 10 margen derecha del Parana, desde su boca hasta el arroyo del Medio, un poco al sur del 33 Austral y Entre Rios 10 otra margen, antes del 30 y 1/2, de modo que tiene doble extension de costa sabre el Parana. 5i Entre Rios quiere abrir los rios, Bue­nos Aires podrc negar sus puertos, perc no impedir que la legislaci6n haga en Entre Rios 10 que Ie parezca en su margen. Aderncs -anode Varela- Bolivia y Para­guay apoyaran inmediatamente esa politico de libertad comercial que les asegura libre camino a sus productos.

fO

La Republica Argentina, segun Varela, tenia cornpro­misos con los rios. En el articulo adicional de la Con­vencien Preliminar de Paz de 1828 se comprornetio a permitir la libre noveqccion del Parana a los subditos brosilefios. Y todavia, por el Tratado de 1825, Argenti­na y Gran Bretofio acordaron: "Los habitantes de los dos poises gozaran respectivamente 10 franquicia de lle­gar segura ylibremente con sus buques y cargas a to­dos aquellos parajes, puertos y rios en los dichos terri­torios a donde sea, 0 pueda ser permitido a otros ex­tranjeros lIegar, entrar en los mismos y residir en cual­quier parte de los dichos territorios respectivamente". Cuando se concierte el Tratado Definitivo de Paz, pues, continua, habra que dar entrada al Brasil y por tanto a Inglaterra. Aderncs, Varela niega 10 existencic de 10 Confederaci6n como nocion. Coda provincia conserve su soberania, puede abrir puertos 01 pabell6n extranjero, &in perjuicio de que las derncs quieran dejorlos cerrados. tPuede Buenos Aires abrogarse un derecho preferencial?

Es verdad que posee las bocas del rio, pero no sola sino en conjuncion con Entre Rios. Y, ademas, en Dere­cho lnternacional se admite 10 servidumbrede derecho publico que imponen los rios cuando atraviesan 0 se­paron varios Estados.

En estos articulos, Florencio Varela habla de las ven­tajas generales que atraeria a las provincias de la Con­federacion, induso a 10 misma Buenos Aires, la libre apertura del rio a las comunicaciones comerciales. Trc­to especialmente del problema del litoral.

En este ospecto, Varela se muestra convincente. Ha­bla de 10 absurda e injusta politico de Rosas tendiente a cerrar el litoral argentino integro para aniquilar el co­mercio de Montevideo, resistida por Urquiza. EI comer­cio de las provincios aniquilado por el bloqueo trat6 de reanimarse buscando el de Montevideo, por me­dio del puerto de Rosario de Santa Fe. Rosas queriendo

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cortar el comercio de Rosario, dirigi6 un ultimatum a Urquiza, que este no pudo cumplir sin atentar contra 101 derechos fundamentales del litoral. Es mucho mas conveniente el comercio con Montevideo, donde las ope­radones no f.ienen por que hacerse c1andestinamente, ni hay necesidad de pagar fletes de carretas para el inte­rior, (fuera de que los efectos introducidos en Buenos Ai­rel pagan el 18%). Aparte del derecho, pues ningun tra­tado obliga a una provincia crgentinc a servirse en Buenos Aires, mas bien que en Santa Fe 0 en Entre Rios, y estos tienen tanto derecho como Buenos Ai· res a comerciar con Montevideo.

lEI tratado cucdriloterc, suscrito el 25 de enero de 1822 entre las provincios de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Rios y Corrientes, scnciono la Iibertad de comercio maritimo, entre las provincias contratantes "en todas sus direcciones y destinos" y la hcbilitccicn legal de sus puertos para el comercio. Y el tratado de 1831 ratifica los anteriores celebrados entre los mismos gobiernos.

PosiciOn de Rosas

Veamos ahora la argumentaci6n de Rosas. Los de­rechos de 10 Confederaci6n sobre los rios se mezcloron con el problema paraguayo. Procuraremos discriminar bien ambas cuestiones.

La argumentaci6n rosista fue expuesta en "La Gaceta Mercantil" de abril de 1847.

Dice que los derechos del gobierno argentino al te­rritorio de la Provincia del Paraguay y al dominic ex­c1usivo del Parana y sus afluentes, han sido establecidos en los diversos tratados sancionados por la Republica. EI 2 de febrero de 1825 se celebre el tratado con la Gran Bretaiia en que se reconooi6 la soberania e inde­p.ndencia de toda la Confederaci6n y con derecho emi­

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nente a cerrar al pabell6n britonico y demos extran­jeros la navegaci6n de los rios interiores.

EI 17 de junio de 1845, Lord Aberdeen declar6 que ellos estaban obligados a respetar los derechos de las naciones independientes. "Buenos Aires posee la sobe­ranfa en ambas margenes del rio, e impide que todo po­der extranjero se interne al interior de ese rio del rnis­mo modo que nosotros tenemos el derecho de prohibir la navegaci6n del San Lorenzo a todo poder extronjero", En la convenci6n del 29 de octubre de 1840, entre la Confederaci6n y Francia, el gobierno argentino sostuvo 10 mismo y cdernes estipul6 en el articulo 69: "Si el go­bierno de la Confederaci6n Argentina acordase a los ciudadanos 0 naturales de algunos 0 de todos los esta­dos sudamerica nos especiales goces civiles 0 politicos mas extensos que los que disfrutan actualmente los subditcs de todas y cada uno de las ncciones amigas y neutrales, aun las mas favorecidas, tales goces no podrcn ser extensivos a los ciudadanos franceses residentes en el territorio de la Confederaci6n Argentina, ni reclamarse por ellos". En los convenios interprovinciales se ha esta­blecido el privativo derecho de la Confederaci6n a la navegaci6n del Parana y sus afluentes (convenci6n de 23 de febrero de 1820 entre Buenos Aires y Santa Fe; tra­tado de 4 de enero de 1831). EI diario rosista recuerda otros antecedentes nacionales. EI 23 de noviembre de 1816 el gobierno argentino dict6 un decreto confirma­torio de las leyes espofiolos con tendencias restrictivas en materia de navegaci6n y cabotaje.

Articulos subsiguientes se refieren al problema de la independencia paraguaya. Y al refutar las pretensiones del Paraguay y su capacidad politica para constituirse en Estado, dice que aunque reconociera la existencia poll­tica paraguaya, "no. puede en ningun modo, en ningun caso alterar respecto a 10 navegaci6n del Parana un orden tradicional y establecido definitivamente y funda­

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Capitulo VI

EL PROBLEMA PARAGUAYO

Planteo

Se ha discutido mucho sobre las intenciones de Rosas con respecto a los poises vecinos, particularmente Pa­raguay y la Republica Oriental del Uruguay. Sus inter­venciones en Bolivia, en Uruguay, su politica anti - para­guaya, irespondian real mente al propcsito de recons­truir la unidad virreinal?

Si con relccion a nuestro pais el problema puede ser de dudosa solucion, no ocurre 10 mismo con el Para­guay. Rosas desconocio abiertamente la independencia paraguaya, en la teoric y en los hechos.

Precticcrnente el Paraguay hcbio lIevado una exis­tencia politica independiente, que en cierto modo hcbio quedado sancionada por el tratado de 12 de octubre de 1811. La politico del dietador Francia se habra en­caminado fundamental mente a estabilizar la situccicn del Paraguay, preservendolo de la anarquia argentina. En 1827 Brasil hobio querido hacerlo intervenir en la guerra Cisplatina, invadiendo Corrientes, pero no logro hacer sa­lir 0 Francia de su posicion de aislamiento que ya estu­diamos. Muerto Francia, los consoles declararon solern­nemente la independencia paraguaya el 25 de noviem­bre de 1842 y se la comunicaron a Rosas, pidiendole su reconocimiento. EI 26 de abril de 1843, Rosas contesto­ba que no podia haeer ese reconocimiento a causa

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de las circunstoncics, perc que nunca perturbaria 10 trcn­quilidad del pueblo paraguayo. EI 30 de agosto de 1843 los consules protestaron contra 10 negativa de Rosas.

EI 14 de marzo de 1844 fue electo Presidente Carlos A. Lopez; y el 27 de marzo, Rosas conteste la protesta anterior, renovando su negativa perc afirmando dispo­siciones padficas y rncnifestdndose dispuesto a dejar nc­vegar los bareos por el Parana hccio el Paraguay con reservas para los casosde necesidad, impuestos por la hosNiidad de los unitarios de Corrientes contra el Go­bierno de Buenos Aires.

Pero el 2 de diciembre de 1844, Lopez firmo un eonvenio con Madariaga, gobernador de Corrientes. Se lIegaba a reglamentar el dereeho de visita y el cpre­samiento de embarcaciones enemigas. Era un verdadero acto de soberania internacional, para ambas partes. En­tonces Rosas emprendi6 el bloqueo del Paraguay. EI 8 de enero de 1845 lonzc un decreta prohibiendo a todo buque zarpar de Buenos Aires 0 de cualquier puerto de /a Confederaci6n con destine a Paraguay y Corrientes, 0

redprocamente. EI 17 de enero de 1845 prohibi6 el eomercio paraguayo por la via del Rio Uruguay, a trc­ves de Misiones. EI 16 de abril de 1845 se prohibie la introduccion de articulos paraguayos por agua 0 por tierra al territorio de la Coniederccion.

Posicion de Rosas

eQue argumentos legales esgrimia Rosas para des­conocer la independencia paraguaya? Helos aqui, ta­les como fueron expuestos en la epoea por "La Gaceta Mercantil". La Provincia del Paraguay -se deda- es parte inteqrcnte del virreinato de Buenos Aires. EI 25 de mayo de 1810 se declcro subsistente el vinculo en­tre los pueblos del virrelneto. Lo mismo ocurri6 en toda America; cuando hubo separaci6n fue por consentimiento

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d. todo el cuerpo politico, como en Guatemala; por ce-. .i6n adecuada, como la de las provincias argentinas de Potosi, Chuquisaca, Cochabamba y la Paz incorporadas a Bolivia; 10 divisi6n de Colombia fue tcrnbien scncio-, nada por todo el cuerpo politico. Asi en el derecho pu~ blico crnericcno se dec lora indisoluble cualquier parte de un cuerpo politico formado y se admite 10 rssistencio; cuando se pretende disolverlos por aetos arbitrarios. las segregaciones sediciosos horton Irnposible el orden y IQ independencia. Tampoco reconoce otra bose el orden pu_ blico de Europa. Esto hace ilegitima, a su criterio, IQ pretension paraguaya. Pero ademas la provincia de I Paraguay colabor6 en el pacto preexistente de 10 na­cionalidad. Cuando en 1810 y 1811 Velasco intento opo­nerse 01 octo del 25 de mayo de 1810 que suponia IQ uni6n de los provincios, fue expulsado y los paragua­yos Ie reprocharon su empeiio en mantener la total di­vision de 10 provincia.

EI 17 de junio de 1811 se instale 10 Junto Provincial del Paraguay, que el 20 de junio declare existente IQ union nacional con los demos provincias. En manifesta­cion dirigida 01 gobierno portefio expres6: "la voluntad decidida de la Provincia del Paraguay es unirse con eSQ ciudad y dernes confederadas, no s610 para conservar una redproca amistad, buena crrnonio, comercio y co­rrespondencia, sino tcrnbien para formar uno sociedad fundcdo en principios de [usticio, de equidad y de igual~ dod". EI 12 de octubre de 1811 Paraguay confirm6 eSQ union. EI tratado suscrito en esa fecha expresa en et preembulo que su objeto es 10 union y comun felicidad de ambas provincias y demos confederadas.

EI artkulo 4q sujeta a 10 decision del Congreso de to­das los provincios, 10 demarcaci6n de limites entre Po..,. raguay y Corrientes, y el articulo 5q establece 10 uniort federativa y olianza indisoluble con los demos provi·ncia.' bajo la base de 10 independencia provincial.

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EI gobierno de 10 Confederaci6n 01 negarse a san­cionor la separaci6n paraguaya, no pretende negarle el derecho a gobernarse en su regimen interior y munici­pol con entera soberonlo. la legislacion argentino siem­pre 10 comprendi6 csl, la ley de aduana Ie dio privile­gios de 10 misma nacionalidad. la ley de 1816 sobre co­botaje procedi6 en igual forma. 'En 1824 Juan Garcia COSSIO, comisionado del gobierno argentino, invito rei. teradamente al gobierno paraguayo 010 reunion del Congreso General.

Ademos, -y como ultimo argumento-- se anode que Paraguay no tiene ouronomic geogr6fica ni capacidad politico para constituirse.

Acercamiento a Corrientes y a Brasil

Ante esta octitud del gobierno de Buenos Aires, Paraguay manifesto una tendencia de acercamiento a Corrientes y a Brasil, aunque este fue quien inicio aque­lias gestiones. Yo en ogosto 17 de 1844 hoblo Ilegado a 10 Asuncion el representante diplomdtico del Brasil, p,j. mienta Bueno, que en octubre elcboro un proyecto de tratado con el Paraguay. Bresil se comprometia a inter­poner su influencia para que los demos poises reconocie­ran su independencia; se garantizaba 10 libre navega­cion para ambos partes del Parana y Paraguay, en to­da la extension de los dos Estados. Aderncs ambos par­tes se comprometian a trabajar para conseguir 10 nove­gacion del Parana hasta el Plato. Este tratado no fue ratificado por el Imperio, EI 11 de noviembre de 1845 l6pez firmo con Corrientes un tratado de clicnzc ofen­siva y defensive. En el curso de los negociaciones lopez, bc]o presion de Pimiento Bueno, propuso que Entre Rios y Corrientes se independizaran. las fuerzas paraguayas penetraron en Corrientes; pero esta Provincia fue derro­tada en Vences y quedo sornetidc.

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Capitulo VII

LAS INTERVENCIONES EUROPEAS

Intervenci6n francesa

AI entrar Rosas en desacuerdo con Francia par diver­ j1

sas cuestiones, los frcnceses establecieron el bloqueo del litoral argentino (Marzo 28 de 1838). EI motivo principal del conflicto rcdico en la exigencia de Francia de que no se aplicase a los subditos franceses la obliqccion del servicio militar. AI coincidir los intereses de los oposi­tores unitarios con el de Francia, se produjo entre ern­bos una alianza de hecho, a la que se sumo 10 de los colorados de la Republica Oriental del Uruguay, oposi­tores al presidente legal Manuel Oribe.

EI choque de Francia con la Confederccion Argentina no fue una nota aislada; forme parte de todo un inquieto programa internacional de la Monarqufa de julio. Un articulo de lo "Revue de deux rnondes", declo. "Mien­tras las posibilidcdes de guerra permanecen distantes es cede vez mas indispensable dar aliciente al ccrccter na­cional. No se puede pretender centralizar toda la acti­vidad dentro del pais, no porque no debiera encontrar alii empleo util, sino mas bien porque los resultados no serian tales como para estimular suficientemente la ima­ginaci6n. .. Es necesario consideror como satisfacer esa imaginacion, que ho permitido a Francia hacer tantas co­las grandes en el mundo. EI orden y la economia en las funciones del estado, las leyes honestas y sabias son in­

dudablemente buenas y necesarias, pero con elias no se apasiona 01 pueblo, no se toea el corozen de las gran" des masas de 10 poblccien, no se excita su imcqinocicn". (Julio de 1838).

La alianza unltcrio-froncesc-orientol se hizo mas es­trecha desde que Lavalle organizo en 1839 10 expedi­cion a la Isla de Martin Garda, abriendo comunicaciones con Corrientes. En el discurso pronunciado el 27 de abril de 1840 por Thiers en 10 Camara de Diputados, se reco­noce como aliados de Francia a los ciudadanos argen­tinos. Estos creyeron necesario sin embargo, regularizar 10 alianza y fue osi como se lIego 01 protocolo de 22 de junio de 1840. Por un lado Buchet Martigny y por otro lado, los miembros de 10 Comision Argentina esta­blecidos en Montevideo por deleqocion de Lavalle (Ju­lian S. Aguero, Juan Jose Cernadas, Gregorio Gomez, Ireneo Portela, Valentin Aisina y Florencio Varela) con­cuerdan en declarar que desaparecida 10 autoridad del gobernador de Buenos Aires, cesa 10 desinteligencia en­tre esta y Francia. Entonces Francia levcntcrc el bloqueo y el nuevo gobierno argentino decretcrc que los elude­danos franceses establecidos en su territorio seren tra­tados en sus personas y en sus bienes como los de 10 Nccien mas favorecida, reconociendo 10 justicia de 10 indemnizncion pedida. La Comision Argentina empleorc sus esfuezos para que el nuevo gobierno de Buenos Ai­res concluya con Francia una convend6n de amistad, comercio y ncveqccien, en los mismos terminos que 10 de 8 de abril de 1836 entre Francia y el Uruguay.

Convenci6n Mackau-Arana

Pareda en aquel momento que las intenciones de Francia eran lIevar adelante 10 guerra. Sin embargo, el Almirante Mackau recibie orden de negociar y fue

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air como se IIego a la Convencien suscrita con fe­lipe Arana et 29 de octubre de 1840.

fn dicha Convencion se establecia: 19) EI gobierno de Buenos Aires reconoceria las indemnizaciones debidas a los franceses que hobion sufrido perjuicios; su monte de- ! blc arreglarse por via arbitral. 29) Se levantaria el blo­queo, se devolveria Martin Garcia y los barcos captu­rados. 39) Se pactaba amnistfa (aunque con grandes re­servas) para los opositores que abandonasen las activi­dades hostiles, hcciendose distincion entre los proscrip­tos y los que se hallasen en territorio de la Confede­raoi6n. 49) Quedaba entenditlo que el Gobierno de Buenos Aires seguiria considerando en estado de per­fecta y absoluta independencia a la Republica Oriental del Uruguay, en los mismos terminos que se estipul6 en la Convenci6n Preliminar de Paz ajustada el 27 de agos­to de 1828 con el Imperio del Brasil, sin perjuicio de sus derechos naturales, toda vez que 10 reclamasen la justicia, el honor y la seguridad de la Confederaci6n Argentina. 59) Los franceses en la Argentina y los or­gent,inos en Francia serian considerados como sobditce de las naciones mas favorecidas. 69) Pero si la Confe­deraci6n Argentina acordase a los subdltos sud-america­nos especiales goces civiles 0 politicos, no serlon exten­sibles a ciudadanos franceses. 79) Estipulaciones gene­rales sobre ratificaci6n.

En visperas de la conclusi6n de este tratado, la Comi- r

si6n Argentina elev6 un memorial a Mackau, el 16 de oc­tubre de 1840. Se hate en ella historia de las relaoiones entre Francia y los unitarios. Le Blanc condujo en 1839 las tropas de Lavalle a Martin Garda y puso la isla a su dis­posici6n. Los buques franceses transportaron esa expedi­ci6n a Entre Rios, subieron el Uruguay protegiendo al ejer­cito y cuando este invadi6 a Entre Rios.iuno divisi6n naval " francesa ocup6 el Parana manteniendo las comunicaciones con Montevideo. Losagentes franceses dieron armas, dinero

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• y municiones. Pero si Francia dio su apoyo material -con­tinua diciendo el documento que extractamos- argenti­nos y orientales dieron su sangre; y sirviendo la causa del honor y de la civilizaci6n redujeron a Rosas a una obligada defensiva. Si Francia tiene hoy ventajas que antes no tuvo,debe hacer participes de esas ventajas a sus aliados. Estos son los principales argumentos del memorial.

Protesta unitaria y alegato de Varela

Firmada ya la Convencion Mackau-Arana la Comi­si6n Argentina y particularmente Florenoio Varela, hi­cieron sentir su solemne pretestc. (12)

Cuando Rosas invadi6 el territorio oriental -dice Va­rela en su protesta- Rivera solicit6 auxilio a sus aliados. En setiembre de 1839 desembarcaron 500 marinos fran­ceses que guarnecieron la plaza, hecho que recibi6 la explioita aprobaci6n del gobierno frances. Tcmbien se encarg6 al almirante Le Blanc la defensa de Montevi­deo. EI gobierno de la Republica, Ie puso a su disposi­ci6n el bergantin "Pereira""que enarbol6 provisional men­te el pabell6n frances; y form6 parte de la escuadra has­ta despues de celebrada la paz. Todavia hay que ana­dir un subsidio de 100.000 pesos fuertes dados por los agentes de Francia al Presidente oriental.

Todos estos hechos configuraban -pues- una ver­dadera alianza entre la Republica Oriental y Francia.

Mas tarde, con posterioridcd a la primera alianza, (prosigue Varela) desvanecidas las primeras resistencias, tcmbien hubo un entendimiento con los emigrados unita­rios, Lavalle al frente, y los franceses. Con el apoyo de estos los unitarios organizaron sus fuerzas en Martin Gar­cia. 'EI 2 de setiembre de 1839, toda la fuerza argentina que contaba apenas 500 hombres se ernbcrce en bu­

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• que. de la escuadra francesa y taco tierra en 10 costa entrerriana.

Lavalle promovie el levantamiento del pueblo co­rrentino y su gobierno 10 nombre general en jefe del ei'rcito destinado a luchar contra Rosas. La alianzo de los franceses con Lavalle se estreche aun mas a raiz de estos hechos. A pedido de este, oquellos ocuparon el Parana. Entre tanto los agentes de Francia en Montevideo cultivaban relaciones con una comision de cinco miem­bros que reclbio el nombre de Comisicn Argentina. Y como constancia de estas vinculaciones, se f.irmo el pro­tocolo de 22 de junio de 1840, yo mencionado, entre Bu­chet-Martigny y los miembros de 10 Comision Argentina.

Asr, pues, para nosotros -sostenia Varela- el trc­tado de 29 de octubre no es sino un acto personal del agente que 10 firmo.

La durccicn natural y legal de 10 alianza,debia ser, pues, 10 suficiente para que todos sus integrantes clcon­zacen los fines que se hcblcn propuesto.

EI negociador frances se nego a reconocer 10 alianza. Tuvo el atrevimiento de decir 01 comisionado del gobier­no oriental que "10 Francia no ho reconocido como clio­dos suyos ni a 10 Republica Oriental, ni a las tropas que eslan a las ordenes del general Lavalle; que he visto solo en elias auxiliares que 10 casualidad Ie habra proper­cionado; pero 10 demos han sido ados personales de sus agentes". .

Aporte del desdoro personal que signHica 10 confe­sion de un entendimiento con un hombre como Rosas, que es 10 negac,ion de un gobernante, -dice Varela­queda el problema [urldico. Mackau hobric podido tre­tar con Rosas si este se hubiera presentado como go­bernador de Buenos Aires. Pero el tratado de 29 de oc­tubre se celebre, en su concepto, con el gobernador de Buenos Aires, encargado de las relcciones exteriores de la Confederacion Argentina. Ahoro bien; el gobierno

de Francia debe saber que ese tratado no obliga mas que a 10 Provincia de Buenos Aires. Rosas no solo no tiene 10 deleqccion de las provincias para asuntos inter­nacionales, sino que Ie fue retirada por las mismas pro­vincias que se la hobicn conferido. Tallo hizo Tucumcn, Salta, La Rioja, Jujuy.

'En cuanto a Corrientes, sabido es que fue la prime­ra en pronunciarse.

Ademes -comenta finalmente Varela- Francia ob­tiene con este tratado ventajas escasas, y las obtenidas, las debe a sus clicdos.

Francia tenia, sin embargo, razones de orden inter­nacional que la empujaban a una tronscccion padfica. Los asuntos de Oriente complicaban de una manera grave la ctencien politico europea y ella tenia necesidad de evitarse perturbaciones de otro orden.

Solicitud de nuevas intervenciones

Sin embargo, el gobierno de 10 Defensa prosigulo laboriosamente sus gestiones en favor de 10 intervencion europea. Hasta 1845 no hobric de obtener nada en este sentido. Pero el 16 de diciembre de 1842 el consul ingles Mandeville, presento una nota colectiva en nombre de Francia e Inglaterra por 10 cual pedro 10 cesccion de hostilidades entre las fuerzas argentinas y 10 Republica Oriental. A pesar de las exigencias de rapida contesto­cion que lIevaba la nota, no fue considerada por el go­bierno argentino.

Misian de Florencio Varela

En 1843 el gobierno de 10 Defensa cdoptc una reso­lucion que Ie pcrecie mas conveniente: envio vn agente espedal a fin de provocar 10 intervencion. Fue la mision

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encomendada a Florencio Varela. Designado comisario ed-hee en ccrccter privado, debia trasladarse a Ingla· terra, entendiendose con Jose Ellauri que se hcllobo en Europa desde 1839 0 con el c6nsul para que 10 presen­tasen al Ministro de Relaciones Exteriores. "EI principal objeto de la misi6n confiada al senor Varela -dice el articulo cuarto de las instrucciones- era el solicitar que la Inglaterra adopte de concierto con la Francia 0 por sl sola, medidas capaces de terminar enteramente la guerra, 10 mas pronto posible, y de asegurar para en adelante la duraci6n de la poz, bien sea interviniendo can armas en la lucha; bien por otros cualesquiera medios, legitimos y honrosos, cuidando atentamente de que en nada se menoscabase la absoluta independencia de la Re­publica ni se comprometa su amistad con otras ncciones". Varela tendria que hacer notar las ventajas de la pose­si6n de Montevideo, la bondad de su puerto, la extensi6n de costas, la feracidad del suelo, la diferenoio entre la prosperidad de Montevideo y la ruina de Buenos Aires y de pueblos donde prosperaba el s-istema de Rosas. De­bia hacer comprender, edemas, la influenda del ejerci­to de Rosas en el Uruguay sobre su comercio y su pros­peridad. Debia lIamar la ctencien sobre la libre nave­gadan de los rios afluentes del Plata, expresando que el gobierno oriental tenia al respeeto la idea de liber­tad para todos los pabellones, sin mas restricci6n que las leyes de aduana y los reglamentos de policia. En el caso de que Inglaterra quisiera la entrada de Francia en la intervencien, Varela 10 debia comunicar a Ellauri. Otros prop6sitos -aunque menos importantes- debia tener la misi6n Varela: pedir la retirada del Vice C6n­sui Hood, sospechoso por su amistad con Oribe, hacer comprender la influenda nefasta de Mandeville para los lntereses politicos de Montevideoi y, si era posible, ne­gociar un ernprestito en Londres con garantia de rentas generales 0 de otro modo. (13).

La rnision de Florendo Varela frcccsc. Por 10 menos, no tuvo el exlto que podia esperarse de ella, de inmediato.

Misi6n del Marques de Abrantes

Meiores resultados obtuvo otra mision brosilefic des­tinada a lograr la mediccien europea. EI marques de Abrantes partio pora Europa en agosto de 1844. Se gun Tomas Guido, ministro Cl'gentino en Rio de Janeiro, losingleses habian sugerido esta misi6n. Brasil neg6 por su parte, haber pedido la intervencicn. Poco tiempo an­tes se habia producido un intento de acercamiento en­tre Rosas y el Brasil, para dominar /a revoluci6n repu­blicana en Rio Grande y extinguir la influencia de Ri­vera en la Republica Oriental. EI 5 de febrero de 1843, la legacion crgentino present6 este proyecto: Deseando los dos gobiernos restablecer la paz en la Republica Oriental del Uruguay y en Rio Grande y convencidos de que el gobierno de Rivera es incompotible con la paz de su pais, la seguridad del Imperio y paises limitro­fes, lIegando a poner en peliqro la existencia politico de la misma republica que por el articulo 3~ de la Con­venci6n Preliminar ambos estados se comprometen a defender. 1~) Los contratantes declaran la existencia del caudillo Rivera en territorio oriental incompatible, con autoridad 0 sin ella, con la tranquilidad de su pais y con la seguridad de la Confederccien Argentina y del lmperic, 2~) Ambas partes se comprometen a promover /a expulsion y el desarme de todas sus fuerzas y no admitir­las en sus territories, 3~) Brasil bloquearia todos los puer­tos del territorio oriental: 4~) Las tropas brosilefios que en­trasen en territorio oriental irian bajo el mando de Oribe.

Brasil era pertidcrio de celebrar el tratado definitivo que debia contener ademas los Iimites con nuestro pais y estipulaciones comerciales y de navegaci6n. Sin em­bargo el 24 de marzo de 1843 se concert6 el tratado

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La constitucion brosilefio de 1824 habra considerado a la Cisplatina como una provincia del Imperio. Pero las aspiraciones territoriales de Buenos Aires y la cmbicicn personal de varios jefes orientales produjeron el olzc­miento de Lavalleja y trajeron la guerra con las Provin­cias Unidos terminada con la Convencion de 1828. Si el Imperio consi'ntio en la seporocion de la Cisplatina, -dedase- fue para que se constituyese en estado libre, de modo que james formase parte de un estado cual­quiera.

Asr fue considerado, no solo por el Imperio y la Confederocion Argentina, sino tombien por Gran Bre­tofio, mediadora de la Convencion y per Frcncio, fir­mante de la Convencien Mackau.

Pero los hechos posteriores probaban la crnbicion de Rosas sobre la Provincia Oriental: el apoyo prestado a Oribe, su empleo como general al serviclo de Rosas, la invasion del Uruguay, el sitio y bloqueo de Montevideo, etc.

Aderncs eran tornbien evidentes sus miras ambiciosas sobre el Paraguay. Pero Brasil experimentaba defies materiales y morales, por las escenas que cclificcbn de cncrqoicos y bcrboros, Crelc necesario asegurar la In­dependencia del Uruguay y Paraguay y que para ello se debra contener al gobierno de Buenos Aires en los Iimites prescriptos por el derecho de gentes. Esperaba, en consecuencic, que el gobierno britcnico se dignase co­municarle su pensamiento sobre la cuestien del Plata.

Mision de Gore Ouse1ey y del Baron Deffaudis

En realidad la rnisicn Abrantes tro]o la intervenci6n europea. As! lIegaron dl Rio de la Plata en abril de 1845 M. Guillermo Gore Ouseley y el Baron Deffaudis, reo presentantes diplomcticos de Inglaterra y Francia, res­pectivamente.

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el bloqueo de Buenos Aires. Tales, en sintesis, los puntos Instrucciones de los comisionados contenidos en las instrucciones dodos a Gore Ouseley.

Las instrucciones a Deffaudis (marzo 22 de 1845) re­En las instrucciones expedidas a Gore Ouseley se Ie

dactadas par Guizot, ordenaban al enviado detenerseespecificaba que 10 primero que deblo conseguir era el

en RIO de Janeiro y luego actuar en conjuncion con el cese de. las hostilidades entre Rosas y 10 Republica Orien­ enviado ingles. La intervencion se hada por et interestal, puesto que la guerra se hada contra un estado cu­

de 10 clvilizcclon y de los nacionales franceses. Si no yo independencia 10 Gran Bretafia estaba virtualmente

hcbfc arreglo amistoso, se podrlo recurrir a 10 fuerza obligada a sostener; y su objeto, el de 10 guerra, era

con un bloqueo efectivo en cualquiera de las morgenes poner 01 gobierno de Montevideo "en otras monos que del Plata. Pero en materia de desembarco solo podrfanlas de aquellos a quienes las confie el consentimiento ocupar Martin Garda 0 algun punto similar.

del estado". Ni Francia ni Inglaterra prodrian obtener concesi6nSegun las instrucciones 10 intervencion se justificaba de territorio 0 ventajas separadas. Se trataria tambien por 10 largo dura cion de 10 guerra, las [ustos pretensio­de conseguir 10 Iibre navegaci6n de los afluentes del

nes de Montevideo a que se mantuviera su gobierno; los Plata. defies e intereses europeos y los hechos barbaros que se­

En realidad, a pesar de 10 concordancia de las ins­!! lIaban su caracter. Para que la independencia fuera un

trucciones extractadas, no habia un entendimiento obso­hecho, se tratarla de que Oribe se alejase de Monte­luto entre Francia e Inglaterra. Tomas Guido ministro de video, y que salieran de esta los individuos que pu­10 Confederacion Argentina en Rio de Janeiro, comunico . dieran inspirar temor a Buenos Aires, incluso Rivera. Si sus observaciones sobre esa desinteligencia al gobiernopara este arreglo fuesen necesarias seguridades a las de Buenos Aires. Gore Ouseley inici6 las gestiones. EI 10personas y propiedades de los individuos a quienes efec­de mayo de 1845 hizo propuestas, solicitando el retiro detase, se podia ofrecer con precauciones 10 intervenci6n las tropes argentinas y el levantamiento del bloqueo.

del gobierno de S. M. EI gobierno argentino declar6 que las divisiones seEI arreglo de estas cuest·iones entre las dos Republica! retirarian de Montevideo y se levantarfa el bloqueo cucn­no seric acompafiado par ninguna concesi6n territorial ' do estuviera pacificado el territorio oriental; y que todoni por cualquier otra ventaja separoda para las partes in­arreglo sobre tal pacificaci6n era de competencia deteresadas en 10 rnedieclcn. Otro punta que podia inte­ Oribe.

resor, aunque no de manera especial, era 10 apertura Cuando lIego Deffaudis, ambos enviados entraron a

del RIO de 10 Plata. actuar en conjunto. Presentaron una nota exigiendo el reo Era preferible ir a las soluciones amistosas; las rnedi­tiro de las tropas y de 10 escuadra argentina, bcsendose das coercitivas s610 podrlan ser tomados con el acuerdo en que 19) La intervenci6n en favor de Oribe violaba 10de Francia. Si Rosas trataba de ganar tiempo, se Hiarla ,. independencia consagrada en 10 Convenci6n de 1828 y un plazo, vencido este se obtendria por 10 fuerza el Ie· en 10 Convencion Mackau-Arana; 29) las crueldades devantamiento del bloqueo y el retiro de las tropas argen­10 guerra; 39) los perjuicios ocasionados 01 comercio in­tinas. Tambien se pod ria bloquear el Buceo. Si todos los gles y frances.

medios fallaban, se podrlo proponer 01 colega frances

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Fracaso de las negociaciones

EI Ministro de Relaciones Exteriores argentino D. Feli­pe Arana manifesto que se conservaria la independencia de la Republica Oriental, pero que el gobierno argent,ino exigia el levantamiento del bloqueo.

La rnision qued6 concluida sin ulteriores resultados. Se les dieron a los ministros los pasaportes y ellos regresaron a Montevideo decidiendo la entrada de las fuerzas nava­les de Francia e Ing!aterra en contra de la Confedera­cion. Sin embargo, el Bar6n de Mareuil, Encargado de Negocios de Francia, antes de retirarse de Buenos Aires, pidi6 bases de paz al gobierno argentino. Este present6 un memorandum con las siguientes bases: 1~) Oribe con­curriria a la negociaci6n y resolveria sobre cesaci6n de hostilidcdesi 2~) Restablecido el gobierno legal en Mon­tevideo, se retirarian las fuerzas lnglesas y francesas de todos los puntos del territorio y se relevarian las divisio­nes ouxiliores orgentinos; 3~) Se devolverran los buques apresados, la isla Martin Garda, y se haria un saludo al pabell6n orqentlno, 4~) Se levantaria el bloqueo de las costas argentinasj 59) Se retirarian del Parana y Uruguay todos los buques ingleses y franceses, en consecuencia del perfecto derecho del gobierno argentino para dispo­ner la nnvegccion en esos rios, 6~) los ministros frances e ingles declararian queel desconocimiento del bloqueo a Montevideo no podia invocorse como legitimo ejemplo;

- 7~) la Convenci6n a celebrarse no cfectorc los derechos de 10 Argentina relativos a la Republica Oriental per la Convenci6n de 1828; ni por ella daria la Confederaci6n " derecho a Francia elnglaterra para intervenir en el Rio de la Plata; 89) Las reparaciones por perjuicios a 10 Con­federaci6n Argentina se horion por via arbitral; 99) las reparaciones por defies al gobierno legal de la Repu­blica Oriental serian de competencia de este; 1O~1 EI arreglo de la Republica Oriental serlo de competencia de

su gobierno legal, sin ninguna ingerencia de fuerzas ex­trofios, 11 9) No habria conferencia algu'na sin que los mi­nistros europeos y Oribe acordasen estas bases.

Estas proposiciones no fueron admitidas por los repre­sentantes de Francia e Inglaterra.

Expedici6n al Parana y tratativas paraguayas

Despues del rechazo de las bases trasmitidas 'por Ma­reuil, la intervenci6n extranjera tome otras proyecciones. Ouseley estaba convencido de que el bloqueo de Bue­nos Aires era una medida contraria a los intereses brita­nicos y que no perjudicaba a Rosas como era necesario. Era partidario, en consecuencia, de una acci6n militar eficaz, que se dirigiria al Parana, cpoycndose en el lito­ral y en eJ Paraguay, cuya independencia debra recono­cerse inmediatamente. Partia de la base de creccien de un estcdo independiente en el litoral argentino. Escribia a su gobierno: "EI reconocimiento de Paraguay conjun­tamente con el posible reconocimiento de Corrientes y Entre Rios y su ereccien en estados independientes, ose­guraria la noveqccion del Parana y del Paraguay. Po­drio asi evitarse la dificultad de insistir sobre lo libre na­vegacion que nosotros hernos rechazado en el caso del Rio San lorenzo". (14)

la alianza fue concluida en la Asuncion el 11 de no­viembre de 1845.

la expedicion af Parana cornenzo et 17 de noviem­bre. las naves interventoras forzaron el paso del rio en /a vuelta de Obligado y dieron paso libre a los navios mercantes que los ccompofiobcn. Pero la situaci6n era mala. Madariaga se mostraba bien dispuesto para con los interventores, pero el pueblo les era hostil. Paz esto­be amenazado por las fuerzas de Urquiza. launica es­peranza de soluci6n radicaba en la actitud que pudiera asumir el gobierno paraguayo.

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vegocicn. En esa obra de alejamiento de las fuerzas in­terventoras, Hopkins actuo en el misrno sentido que el representante brasileiio. Pero Rosas no quiso reconocer a Hopkins dada su carencia de credenciales diplometiccs. EI 16 de marzo hizo conocer las bases de paz sobre las que podria tratar con el Paraguay: reconocimiento de su integridad territorial, autonomia en los asuntos internos y libre navegaci6n de los rlos sobre la base de igualdad con los derncs miembros de la Confederccien Argentina. los limites de su territorio debfcn ser fijadas mas cde­Ionte: Hopkins se retiro dejcndo a Rosas una carta inso­lente. Lo politico de Estados Unidos perdio entonces todo prestigio. Tornbien fracas6 el esfuerzo de Brent para lie­var a cabo la rnediccien entre Asunci6n y Buenos Ai­res. EI gobierno de Estados Unidos, posteriormente, hizo declaraeiones en el sentido de que no pondria obstccu­los a fa intervenci6n europea. Y desautoriz6 a Brent. la violaci6n de la doctrina Monroe, que suponia ,Ia inter­venci6n, fue deliberadamente tolerada por el gobierno de Polk, como puede comprobarse por el extracto de las instruceiones dodas el 30 de marzo de 1846 a Mr. Harris, nuevo encargado de negodos de Estados Unidos en Buenos Aires.

"EI ultimo mensaje anual del Presidente al Congreso he expresado en forma tan clara la gran Doctrina Arneri­cana de oposici6n a lo intervenci6n de los gobiernos eu­ropeos en los asuntos internos de las ncciones de este continente, que parece innecesario agregar una palabra mas a este respedo. Es evidente para el mundo entero que la Gran Bretaiia y Francia han violado este principle en forma flagrante con su intervenci6n armada en el Plata. Si bien las circunstancias reinantes impiden a los Estados Unidos tomar parte en la guerra actual, el Pre­sidente, sin embargo, desea que toda la influeneia mo­ral de esta republica sea puesta a favor de la parte agraviada. Deseamos cordial mente que la Republica Ar­

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gentina tenga exito en su lucha contra la intervencion extranjera. Es por estas razones que aunque el gobierno de los Estados Unidos nunca autorizase a su antecesor Mr. Brent a ofrecer su mediaci6n en los asuntos de Oren Bretaiia y Francia con la Republica Argentina, ello no ha sido desaprobado publiccrnente, Ud. sin embargo, no de­berra seguir su ejemplo sin instrucciones expresas ... "

"Sera de su deber vigilar atentamente los pasos de esas dos potencias en esa regi6n y en coso de que cucl­quiero de elias, en violaci6n de 10 (antes mecionada) declorccion, intentare adquirir territorios Yd. deberc he­cerlo saber de inmediato al gobierno ... Todas las no­ciones del Continente debericn abrigar el prop6sito de resistir la intervenci6neuropea y mantener 10 Jibertad e independencia de sus respectivos gobiernos. EI gobierno y el pueblo de 10 Republica Argentina con su conducta han revelado a todo el mundo que comprenden 10 irn­portancia de afirmar estos principios y que tienen et valor de sostenerlos contra dos de las mayores potencias de Europa. Deberc, por consiguiente, esforzarse de continuo, tanto en publico como en privado, en expresar a ese gobierno y al pueblo cuan profunda mente nos interesa­mos por su exito y cucn deseosos estamos de mantener con ellos las relaciones m6s cmistoscs". (15)

En el Senado de los Estados Unidos de America hu­be intentos para hacer una declaraci6n en contra de la intervencicn. Calhoun, unico sobreviviente del gabinete Monroe de 1823, se manifest6 en contra de eualquier de­claraci6n de indole general. Dijo que habia que consi­derar cada caso en particular. "iNo serio mejor espe­rar que se produzca 10 emergencia en 10 que tengamos suficiente interes como para intervenir y el poder nece­sario para hacer eficaz nuestra intervenci6n?".

EI proyecto de declaraci6n no tuvo andamiento y Es­tados Unidos observe luego una absoluta neutrclidcd,

Misi6n Hood

Por otra parte 10 expedicien 01 Parana provoc6 casi ponico en el gobierno ingles. Aberdeen, sin consultor a Guizot, orden6 a Ouseley el retiro incondicional de la escuadra bajo las 6rdenes de Hotham. Francia tuvo que conformarse con la actitud de Inglaterra, que se justifi­cabo diciendo que no podia aprobar la expedioion por­que ella constituia un acto de agresi6n contra un estado con el cual Gran Bretaiia no estaba en guerra. Fue ne­cesario pensar en nuevas gestiones de paz.

Dada 10 enemistad personal que existia entre los co­misionados, Gore Ouseley y Deffaudis, Aberdeen IIeg6 01 convencimiento de que era necesario confiar 0 otro en­viado 10 terminccien de las neqociociones. La misi6n fue confiada a Mr. Tomas Samuel Hood, que era hombre sagaz y tenia grandes vinculaciones en Buenos Aires. Ouseley y Deffaudis debian concluir en forma oficial la paz que el concertase.

EI gobierno frances acept6 10 soluci6n. Guizot y Aber­deen firmaron el 5 de mayo de 1846 un memor6ndum, con bases semejantes a (as del tratado Mareui!. Los ex­tranjeros residentes en Montevideo serian desarmados y simult6neamente se refircricn del Uruguay las fuerzas argentinas. Las fuerzas europeas levantarian a continua­cion el bloqueo de Buenos Aires, evacuarian Martin Gor­cia y devolverian las naves apresadas. Se reconoceria a lc Confederaci6n el dominio exclusivo del Paran6 y-'a oplicaci6n, a Gran Bretaiia y Francia, en casos simila­res, de los principios en que se basaba el desconoci­miento de los derechos de beligeranda de Buenos Aires. Oribe debia comprometerse a aceptar los resultados de una elecci6n presidencial libre. En el coso de que el go· bierno de Montevideo no desarmase a los extranjeros des­pues que Rosas y Oribe hubiesen aceptado los terrninos propuestos, se pondria fin a todo intervenci6n europea.

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Palmerston habia sido partida rio de modificar las ba­ses Hood. En su opinion, consideraba preferible que se presentase a Oribe como aspirante a la presidencia, rei­vindicando sus derechos a ella; en lugar de llemcrlo presidente del Uruguay. Ademas creia tcrnbien preferi­ble no reconocer el dominio absoluto de Buenos Aires sobre el rio Parana, "en vista de que una nueva alinea­cion de las provincias argentinas podria en el futuro pri­var al gobierno de la Confederccicn de la margen iz­quierda de dicho rio". En su opinion el tratado debia reconocer el dominio de los rios interiores basado en los principios generales del derecho internacional. En com­pensaci6n, los gobiernos europeos aceptarian que las fuerzas aliadas asumiesen la responsabilidad de desar­mar a los extranjeros de Montevideo y autorizarian el levantamiento del bloqueo al momento de inicicrse el ar­misticio. Accederian tcrnbien a restituir Martin Garda a Buenos Aires, en lugar de limitarse a evacuarla, como deseaba Montevideo.

Mision Howden. Walewski

Esta posicion dio origen a la misi6n de lord How­den y del Conde Colonna Walewski, representantes de Inglaterra y de Francia.

EI 8 de mayo de 1847 lIeg6 el Conde Walewskiy el 10 lord Howden; el 11 dieron comienzo a su misi6n. Manifestaron que enviarian 01 gobierno proyectos de convenci6n de acuerdo con las bases Hood.

Pero el gobierno argentino no creia en la conformi­dad de esas bases con las de Hood. Acompaii6 el pro­yecto de conventi6n presentado por el, (por el gobierno argentino), con un memorandum explicativo, donde hace la historia de aquellas bases. Dice que los gobiernos de Inglaterra y de Franc,ia convinieron el 5 de mayo de

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1846, en 9 proposiciones de pacificaci6n que present6 Hodd, en nombre de aquellos gobiernos, al 1lrgentino y a Oribe. EI 28 de julio de 1846, el gobierno argentino adhiri6 a esas bases, con estas restricciones.

A la 1~: siempre que estuviera conforme con ella su aliado, el Presidente del Uruguay, Gral. D. Manuel Oribe.

A la 2~ y 3~: en la mismo forma. A la 4~: siempre que el bloqueo cesase al tiempo de

cesaci6n de hostilidades. A la 5~: con una explcnocien de los derechos per­

fectos que tiene la Republica sobre el Parana, y de los que tiene en el rio Uruguay, en union conla Republica Oriental.

A la 6~: aceptada, reservcndose su derecho para dis­cutirlo oportunamente con los gobiernos de Gran Bretofic y Francia en la parte relativa a /a aplicaci6n del principio.

A la 7~: era para resoluci6n del Gral. Oribe. A la 8~: el gobierno argentino estaba fuera del caso. A la 9~: aceptada la primera parte, que Ie concernia;

reservaba la segunda para Oribe, En cuonto al Gral. Oribe, sigue diciendo el memoran­

dum orqentino, accedi6 a las proposiciones de pacifica­cion, en nota dirigida por el Dr. Carlos G. Villademoros a Hood, el 11 de agosto de 1846.

As], pues, las negociaciones Hood establecieron la ne­cesaria y propia division de la neqociccien, en cuanto esta comprende derechos e intereses de tlos Estados. las proposiciones actuales no Ie dan parte en las negocia­ciones de paz, no 10 incluyen como parte contratante.

EI gobierno argentino quiere: 19) que en el punto relativo a la noveqccion se distinga 10 que pertenece a 10 Confederocicn de /0 que corresponde al Estado Oriental; 29) tam bien que no sea parte contratante el go bier no de Montevideo.

Los interventores manifestaron no estar de acuerdo con .stas afirmaciones del gobierno argentino. Se siguieron

cambios de notas y conversaciones, en las cuales los pun­tos principcles que se entraron a discutir fueron: el rela­tivo a la calidad de Oribe y el problema de los rfos,

En sintesis, el desarrollo de esta rnision puede con­cretarse en la siguiente forma:

Convencion propuesta por Lord Howden

lord Howden, por el Reino Unido. EI Conde Walewski, a nombre del gobierno de

Francia. Por la 1ra. parte

A nombre de Rosas. A nornbre de Oribe, titulandose Presidente de la Re­

publica Oriental del Uruguay. Por la 2da. parte

A nombre de Joaquin Suarez, Presidente provisoriode la Republica Oriental del Uruguay.

Por la 3ra. parte Han convenido en los s,iguientes ortfculos, para ter­

minar las hostilidades y confirmar a la Republica Orien­tal en el goce de su independencia: 19) Firmada la Con­vencion, habra cesocion inmediata de hostilidades y ce­sccion de bloqueo; 29) Sercn desarmados inmediatamente 10 legion extranjera de Montevideo y demos extranjeros; el desarme 10 ejecutarian los comandantes de las fuer­zas ncvcles de Inglaterra y de Francia; 39) Rosas y Oribe se comprometen a retirar todas las tropas a erdenes de Oribe que estcn en la Republica Oriental; 49) Se devolve­ran al gobierno argentino, buques, la isla de Martin Garda, canones y banderas capturadas; 59) Se admite ser los rios Parana y Uruguay aguas interiores, cuya nave­gacion se halla sujeta a los derechos territoriales que, segun la ley general de las ncciones, son aplicables a las aguas interiores; 69) Queda libremente reconocido y ad­mitido que la Republica Argentina y la Republica Oriental

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del Uruguay, se hallan respedivamente en el incuestio­nable gozo y ejercicio de todo derecho, ya de paz a de guerra, posefdo por cualesquiera nocion independien­teo Y si el curso de los sucesos en la Republica Oriental ha hecho necesario a las potencias aliadas interrumpir por algun tiempo el ejercicio de los derechos de beligerante, de la Republica Argentina, se admite de un modo solern­ne, que los principios sobre los que los dos potencias han obrado, habrfan bajo iguales circunstancias, sido cplico­bles yo a la Gran Bretofic 0 a 10 Francia; 79) Ejecutado el desarme, y despues de 10 evccucclon de las tropes argentinas, tendrc lugar uno nueva eleccien para nombrar Presidente de 10 Republica Oriental del Uruguay, de acuerdo con la Constitucion, que se haro libremente y sin cocccicn, el General Oribe declara por la presente, que se conforrncre a ella; 89) Los gobiernos de Buenos Aires y Montevideo, declcrcren amnistfa completa.

En el texto frances se consignaba una variante res­pecto del corecter de que se hallaba investido Oribe. Ella deda:. "Au nom du general Oribe se qualifiant Pre­sident de 10 Republique O. de l'Uruguay".

Propuesta Argentina

EI Gobierno de la Provincia de Buenos Aires yen· cargado de negocios de 10 Confederccion, el Rey de los franceses; la Reina de 10 Gran Bretcfic, para hacer 10 paz, en conformidad con los bases Hood y las modifi­cadones propuestas por el gobierno argentino y el Exce­lentfsimo Presidente Gra!. Manuel Oribe, convienen: 19) EI gobierno de 10 Confederccion cdhiere a uno suspension de hostilidades entre los fuerzas orientales de Montevi­deo y los de la ccmpcfio, luego que haya sido firmada y rotificodo por su olicdo, el Presidente Oribe, 10 con­vencion respective, 29) Establecido el armistido, los pleni­potenciarios reclcrnoren del Gobierno de Montevideo, el

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inmedioto desarme de la legion extranjera y de todos los que esten en armas; 39) Simult6neamente con 10 ejecuci6n del desarme, el gobierno argentino haro sean retiradas todas las tropas argentinas del territorio oriental, cuando su aliado el Presidente Oribe, haya firmado y ratificado 10 convenclon respectiva, por 10 que convenga en su reo tiro; 49) Cesaro el bloqueo de Buenos Aires slmulteneo­mente con 10 cesccion de hostilidades e inmediatamente despues que hayan sido desarmados los extranjeros y re­tiradas las tropes argentinas, habra devolucion de Martin Garda, recfproca de barcos mercantes, canones y ban­deras y el pabell6n argentino saludado con 21 ccfionczcsr 59) Se admite ser 10 ncvegccion del rfo Parana uno novegocion interior de 10 Confederocion Argentino y su­jeta solo mente a sus leyes y reglamentos, 10 mismo que 10 del rio Uruguay en cormin con el Estado Orienrcl, 69) Habiendo hecho toda declcrccien los gobiernos de Inglaterra y Francia, el gobierno argentino se reserve su derecho, en cuanto a esta declcrccien, para discutirlo oportunamente con estos gobiernos, en 10 relative a 10 aplicaci6n del principio; 79) Si el gobierno de Montevideo rehusa 0 retarda 10 ejecucion del desarme, los plenipo­tenciarios declararon terminada su intervencien, 8~) La convenci6n sera ratificada por el gobierno de 10 Confe­derccion y las ratificociones sercn ccnjecdos en Perfs y Londres, en ocho meses 0 antes si se pudiera.

Los ministros contestaron el memorandum de Arana y eJ texto de 10 convencien presentada. La observccien fundamental. que hocien era referente a la discrecioncli­dad con que se daba entrada a Oribe.

"Si el gobierno argentino no cree poder .empefiorse sin el consentimiento de S. E. el General Oribe, nada Ie impide consultor a dicho general, antes de toda discu­si6n ulterior; pero los plenipotenciarios no vacilan en declarar por su porte, que no podrfan en ningun coso porter su firma a uno convenci6n definitiva, cuyas prin­

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cipales clousulos hubiesen side subordinadas a 10 vo­luntad de un tercero, extrafio 0 dicha convenci6n".

la discusi6n del proyecto continu6. Un aspecto esen· cial fue el corccter de Oribe a quien los interventores no querlon considerar como presidente legal. Para salvar esta posici6n y 10 de su gobierno, Arana redact6 aSI 10 f6rmula: "10 denominaci6n y titulo que se da en las copias para los gobiernos britcnico y frances, no altera en manera alguna la posici6n respectiva de los tres gobiernos en cuanto al general Oribe, a quien el gobierno argentino reconoce con el corccter de Presidente de la Republica Oriental del Uruguay, y los gobiernos de Gran Bretcfio y Francia en el de General Oribe", En cuanto a los rlos, Arana sostuvo /0 f6rmula yo mencio­nada; los ministros insistieron en la suya.

las negociaciones se rompieron. Sin ernborqo, lord Howden propuso unarmisticio a Oribe, bajo estas bases: 19) el armisticio durcric seis meses; 29) los beligerantes mantendrian sus posiciones; 39) se facilitaria a Montevi­deo 1.500 cabezas de ganado a $ 4.00 cada una; 4) se levantarfa el bloqueo en ambas mergenes del Plata por las fuerzas de Gran Bretofio y Francia.

EI gobierno de Montev·ideo y el Consejo de Estado a quienes fueron remitidas estas bases, las declararon inadmisibles. Consideraron muy poco equitativo un or­misticio que abrfa el mar a Oribe, pero no la cornpc­na a Montevideo. El levantamiento del bloqueo haria posar todo el comercio 01 Buceo, alegaban; una cesc­cion de hostilidades entre una eluded sitiada y un ejercito sitiodor 'no es real, sino cuando el ejercito si. tiador suspen de todos los efectos del sitio. No cesan las hostilidades porque no se tiren cofionczos, la mes grande, la mas peligrosa hostilidad es impedir toda co­municacion con la ciudad que se sitie. La carne lntrodu­cida habia que pogarsela a los sitiadores; y icon que

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recursos? No es carne 10 que mas falta en Montevideo, expresaba en sintesis, su gobierno.

Inglaterra levanta el bloqueo

lord Howden decidi6 levantar el bloqueo mantenido por la escuadra inglesa y envi6 a Thomas Herbert 10 nota de 15 de julio en 10 cual declo: "Como considero en primer lugar, que los orientales de Montevideo no son en estos momentos agentes libres, sino enteramente dominados por una guarnici6n extranjera; en sequndoIu­gar, que este bloqueo, habiendo perdido enteramente su corccter original de una medida coercitiva contra el general Rosas, ha venido a ser exclusivamente un modo de proveer con dinero, parte 01 gobierno de Montevideo y parte a ciertos individuos extranjeros, en detrimento continuo del extenso y valioso comercio de la Inglaterra en estas aguas, os ruego, senor, por la presente, levan­teis el bloqueo en ambos lados del Rio de la Plata y tome is las medidas necesarias para hater cesar toda in­tervenci6n ulterior en estas aguas".

EI 18 de julio de 1847 lord Howden recibio un cornu­nicado del gobierno de Montevideo lamentando el retiro de la intervencion.

"EI Gobierno -deda- esperaba con confianza y resignccicn las determinaciones que se tomasen en cornun con el plenipotenciario del rey de los franceses. Estaba por otra parte decidido a aceptar esas determinaciones (que no podion ser sino justas 0 equitativas) como una ley suprema a la cual todo se hada un deber el someterse sin hesitocicn".

Ademes de asumir la actitud antes consignada por la que se levcnto el bloqueo, 'lord Howsen intervino en combinaciones para asegurar la entrada de Oribe en Montevideo. En julio 20 de 1847 explicaba a Palmerston que esa solucion "destruiria para siempre la cmbicion e

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intrige francesas y daria a Inglaterra la influenda legi· time que Ie corresponde por ser la potencia comercial mas importante en estas aguas", Pocos dies despues aconse­jaba en secreto a Oribe que aceptase estas condiciones: 19) Amnistia para todos los que depusieran las armas; 29) Restitucion 0 indemnizocion por los bienes confiscados; 39) Repotriccion de las fuerzas argentinas simultcneornen­te con la entrada de Oribe en la capital; 49) Preparativos inmediatos para una eleccion constitucional libre. Estas condiciones fueron trasmitidas al gobierno de Montevideo por el consul M. Tomas Hood, porque Howden no se animo a desembarcar. EI 19 de julio, Gabriel A. Pereira, ministro de Relaciones de Montevideo, se entrevistc con Howden a bordo de un barco britcnico, Pereira di;o que con excepcicn de Suarez su gobierno estaba dispuesto a aceptar el ofrecimiento de Oribe. Pero queria el apoyo brihmico.

Howden infcrrne a su gobierno que habia contestado: "En cuanto concierne a mi apoyo moral para garantizar medidas justas y c1ementes por parte del general Oribe y a mi apoyo material para poner tanto las naves de S. M. como sus tripulaciones a disposicicn de las autori­dades legales con el fin de impedir tumuftos, 0 reprimir los atentados a la vida y el pillaje, los he prometido sin reserves",

Pero las maniobras secretas de los britenicos fueron descubiertas por los franceses que no las toleraron mas. La oposicion de estes dasborcto el plan de Howden.

Durante todo el tiempo que duro la intervencion Wa­lewski-Howden incluso en su desembarco, pudo notarse la discrepancia interna entre los negociadores. Howden se rnostro indudablemente mucho mas conciliador que su compofierc Walewski. A pesar de que Guizot insistia en la Camara, para hacerle comprender la concordancia entre ambos negociadores, la oposicion censuraba el desecuerdo. Dijo el diputado Lacrose ... "ellevantamiento

de un bloqueo que cuesta tres millones per cfio, seria para el pais una noticia muy buena, .. "

Palmerston oprobe ef levantamiento del bloqueo, rea. lizcdo por Howden; y osl 10 hizo notificar 01 gobierno frances, que habia solicitado explicaciones.

Poco despues, enviaba a Normanby (embajador in­gles en Francia), una nota en la que expresaba 10 siguien­te: "He sostenido una larga conversccion con Broglie sobre los asuntos del Rio de la Plata y Ie he concedldo como favor 10 que tenia el derecho de exigirle a saber, que Inglaterra y Francia debian terminar de comun ccuer­do el mal negocio que juntas iniciaron. De nada valdria dejar a Francia que solucionara por si sola esta cuesticn, en tal caso ocuparia a Montevideo.. , EI bloqueo.. , es pirateria, equivale a detener buques neutrales en alta mar y hacerlos pagar mediante extorsion. Estoy muy satisfechode haber abandonado tal sistema y si los franceses no se apresuran tcmbien a abandonarlo se pondren en conflicto con otros poises".

"En cuanto a la garantia de la independencia de Montevideo, seguimos obliqcdos a ella conjuntamente con Francia... Mi opinion es que el unico peligro para Mon­tevideo proviene de su guarnicion extranjera y que para su mayor seguridad convendria permitir a Oribe entrar en posesien pacifica de la Capitol". (l6)

EI proceder de Howden fue aprobado en todos sus detalles por Palmerston.

Mision Gore. Gros

Otra nueva intervencion dlplornctico debia producirse en 1848. A mediados de marzo de ese cfio lIegaron al Rio de la Plata los negociadores representantes de Fran­cia e Inglaterra, Baron Gros y Roberto Gore, respective­mente. Iniciaron la neqociocion ante Oribe y el Gobierno

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blece: 19) Que habiendo Inglaterra levantado el bloqueo el 15 de julio de 1847, se obligaba a entregar buques de guerra, la isla de Martin Garcia y a saludar el pabe­116n argentino; 29) Habria reciproca entrega de buques mercantes; 39) Las tropas argenNnas se retirarian cuando el gobierno frances desarmase la legi6n extranjera y a todos los dernds extranjeros; evacuase territorios de ambas margenes del Plata e hiciera tratados de paz. EI gobierno de S. M. tratara de conseguir ambos objetos del gobierno frances; 49) 'EI gobierno de S. M. reconoce ser la novego­ci6n del rio Parana una navegaci6n interior de la Confe­deraci6n Argentina, y sujeta a sus leyes y reglamentos; 10 mismo que la del Uruguay en ccmun con el Estado Oriental: 59) Habiendo declarado el gobierno de S. M. quedar libremente reconocido y admitido que la Republica Argentina se halla en el goce y ejercicio incuestionable de todo derecho, sea de paz, 0 de guerra, poseido por cualquier naci6n independiente, y que si el curso de los sucesos en la Republica Oriental he hecho necesario que las potencias aliadas interrumpan por cierto tiempo el ejercicio de los derechos bel·igerantes de la Republica Argentina, queda plenamente admitido que los principios bajo los cuales han obrado en iguales circunstancias ha­brian sido aplicables, ya a la Gran Bretaiia, ya a Fran­cia; queda convenido que el gobierno argentino en cucn­to a esa declaraci6n, reserva su derecho para discutirlo oportunamente con el de la Gran Bretaiia en la parte relotivc a la aplicaci6n; 6), 7), 8). La convenci6n se concluiria con el avenimiento de Oribe, Presidente de la Republica Oriental del Uruguay.

Convenio Arana - Le Predour

Entre tanto, el Almirante frances Le Predour habra concluido tratados similares con Rosas, que Montevideo quiso detener con la misi6n de Melchor Pacheco y Obes.

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mantener y asegurar 10 defensa deesta plaza y que sin embargo 10 hostilizan de todos modos. jCu6nto triunfo para Rosas!" Tam poco crelo Herrera y Obes en 10 soli. daridad franco-inglesa. "Se unircn s610 para hacerse dofio reciproco y hacernos victimas de sus miseries." (Carta a Andres lomas, 11 de setiembre de 1848). (18)

EI 21 de enero de 1849, expresa Herrero y Obes en otra comunicaci6n a Ellauri: "Confiados como 10 hemos sido siernprs por desgracia, depositamos en 10 Republica Francese, esperanzas, que hoy oparecen bur/ados y eso tu sabes la impresi6n que siempre causa. Cuando el gobierno de la monorquio no espercbcmos sino perfidias y es asi que elias no nos pilla ban de nuevo; pero vino la republica, vinieron sus pomposas promesas, sus sequ­ridades, y tuvimos la tonteria de creerles. Hoy estamos pagando esta candidez. La misi6n dipJomatico que t-iene lugar en este momento, (Le Predour), es tan perfido, tan insultante como fos otros.' (19)

lEI 10 de mayo Herrera y Obes escribia a Lamas dan. dole cuenta de la nota que Palmerston habio pasodo a O'Brien ante su pedido de intervenci6n: "Tengo que ob­servar a Ud. en contestaci6n que los partidos que parecen dirigir ahora los negocios de Montevideo, son un puliado de extranjeros aventureros que tienen la posesi6n militar de Ie ciudad y dominan 01 gobierno nominal de 10 mis­ma, y que mas alia de los muros de esa ciudad singular, las personas que se lIaman a si mismas del gobierno del Uruguay no tienen una pulgada de tierra bajo su mando" '"

Herrera y Obes comunica a Ellauri nuevas humilla­ciones impuestas por Devoize, en carta de 19 de abril de 1850, en la que declo, "Oh! no necesito deoir 10 que haremos, habiendo Ifegado 01 punto que hemos lIegado de desengalio y hastfo de todo 10 que viene de esos go­biernos, que se lIaman grandes y civilizados, y que, sin embargo sonja ultima expresi6n de 10 mezquindad, del

egoismo personal, de 10 debilidad y de la desmorclizc­ci6n mas refinada. Altivos e insolentes con los debiles, rastreros, bajos y serviles con los fuertes, ique nos prometen? Ah IRosas! por todo 10 que nos hace pc­sar!!!" (20)

Por 10 demos, esta opini6n sabre los europeos, no era s610de Manuel Herrera y. Obes, Se recordcre 10 severidad de Florencio Varela para juzgar 10 conductc de Francia a roiz de 10 convencibn Mackau. "Maldicen estos poises porque no se han tomado el trabajo de estudiar los elementos de su vida social; los column ian porque los han ofendido 0 porque no han podido explo­tarlos a su voluntad ... Chateaubriand, Jefe del gabinete frances soliaba en 1823 el restablecimiento de 10 coso de Borb6n en America, dividida en monarquias borb6nicas. La Inglaterra que reconoci6 en esa misma epocc nuestro independencia, por mires puramente europeas y hostiles a 10 Francia, resultado de las conferencias de Verona y de 10 guerra de Espana, se puso siempre, siempre en America de parte de los gobiernos dietatoriales ... "

Otra opini6n concordcnte encontramos en carta diri­gida 0 Felix Frias, el 24 de noviembre de 1845, por Va­lentin Aisina, desenqcfiodo de las intervenclones. "Los gobiernos de Europa, -dice- 0 no quieren creer 10 que se les dice, y no conocen por ello a -Rosas ni a estos poises, 0 se extravlan poria conciencia de su propio poder y grandeza, 0 son tan imprevisores como cualquiera de estos pobres gobiernos, a quienes eHos tienen tan en menos. Contrariamente a las leyes fisicos, vemos a los europeos tanto mas grandes cuando mayor es 10 distan­cia. Si lIegasemos 0 hombrearnos con aquellos profun­dos estodistas, quizds hallariamos con asombro que son de nuestro misma estatura". (21)

Hasta Andres Lamas pudo ser contado entre los desen­gonados. Refiere el Grol. Jose Marla Paz, que en 1851, en Rio de Janeiro, Ie habl6 energicamente de 10 nece­

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Capitulo VIII

EL DESENLACE DE LA GUERRA GRANDE

Poli'tica amerieauista de Ia DeIensa

EI problema de 10 Defensa no habrio de ser resuelto por los intervenciones europeas; el desenlace final fue provocado por el Imperio del Brasil y las provincias argentinas sublevadas contra lapolltica de absorei6n economicc de Buenos Aires.

EI 10 de setiembre de 1847 el Gobierno de Monte­video celebre un acuerdo reservado, resolviendo sepc­rarse de la intervencien europea, y buscar la alianza de los estados Iimltrofes, ya quela intervencion europeo eontrariaba los objetos de la guerra, esdecir, la defense de los inalienables dereehos de 10 soberanla. Sin per­juicio de abandonar los intentos de aproximaci6n con los pulses europeos, los dirigenles de 10 Defensa se len­zaban, pues, en busea de otro camino que les diera la so1uci6n del problema. (231. Esla politica americanisto tiene antecedentes, sin embargo. EI 28 de junio de 1846 yo el Ministerio de 10 Defensa -siendo canciller D. Fran­cisco Mogarinos- nabiaresuelto vincular a su occicn diplometico a los paises americonos. Con tal fin se nombraron comisarios con corecter privado ante los go­biernos de Paraguay, Corrientes, Bolivia y Venezuela. (24)

Melchor Pacheco y Obes fue designado para ir a Chile en caraeter privado. En las instrucdones respectivas se hada referencic al viejo pleito colonial hispano-porlu­gues sobre Iimites, hasta lIegar 01 tratado de 1777. En el

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statu-quo, del tiempo de la emcncipooien habia dos cosas: el hecho y el derecho. EI derecho era la demorcocicn de 1777; el hecho, la ocupccion del territorio hasta las margenes septentrionales del Yaguaron hacia la Laguna Merin y del Cuareim hacia el Uruguay. Las Instrucciones dicen que los estados de America interesados en mante­ner el statu-quo, deben formar una Iiga para arreglar colectivamente los Iimites con el Brasil.

A Bolivia y Venezuela (a donde tcrnbien fue comisio­nado Pacheco y Obes) se les invitaba en consecuencia a firmar una convencion que tuviera como bases pr.incipa­les, las siguientes: 19) Sosten mutuo de gobiernos legales, con arreglo a la constitucion que cada pais creyese con­veniente; 29) Consagracion del tratado de 1777; 39) Com­premise, por parte de cada pais signatario de no entrar en arreglos separadamente con el Brasil, con respecto a los Iimites; 49) Hacer negociable y libre la concurren­cia del comercio por los rlos que boficn las costas de los estados riberefios, con reserva de la politico interne,

Como Pacheco y Obes no pudo ir a Chile por su estado de salud, la cornunicocion al gobierno de Bolivia fue encomendada al Gral. Wenceslao Paunero, encor­gado de negocios de lc Republico en este ultimo pais.

EI 22 de agosto de 1846 se dieron instrucciones serne­jantes a Jose Maria Vidal, capitan castrense del ejercito de la Republica, para conseguir una ccnvencion con Pa­raguay, Corrientes y si fuera pasible, con Entre Rios, so­bre las bases fundamentales ya estudiadas.

En Corrientes debia hacer comprender la necesidad de una paz provechosa a ·Ios paises que estcn dentro del Parana y Uruguay, cuyos puertos merecen considerocien no solo para el comercio europeo, sino en relocion a los intereses locales. En diciembre de 1846, viendo que Vidal demoraba se Ie dio orden de que dejara las ges­tiones en Entre Rios y Corrientes y fuera. directamente a la Asuncion.

Entre tanto, el gobierno de la Defensa trataba de vincularse con el litoral para conseguir la union de Ma­dariaga y Urquiza. Hubc al efecto negociaciones entre Benito Chain y Eulogio Redruello, comisionado de Ur­quiza. Segun la version del historiador Adolfo Scldlcs, Chain no solo sugir·io la sublevccien de Entre Rios, sino tombien la sepcrccion de Entre Rros de la Confederocion, formando un estado independiente, que seric reconocido por los ministros extranjeros. Urquiza no se decidio, y au,n envi6 a Rosas las negociaciones, en nota de abril de 1846. .

La oproximccicn allitoral no debra todavfa produoir sus frutos. La clave de la futura politico de la Defensa de Montevideo estaria en la vinculacion con el Brasil.

Relaci6n con Brasil

Tcrnbien la intervenclon brcsilefio habia sido solici­tada desde los comienzos de la Guerra Grande.

El ministro SinimbU

En 1843, el gobierno brcsilefio design6 como ministro residente en Montevideo a Jooo lins Vieira Ccscncco do Sinimbu. Sus informes al gabinete Imperial sobre el estado de laplaza son muy interesantes. Desde el primer rno­mento comunic6 a su gobierno que la plaza estaba de­fendida por extranjeros (agosto 18 de 1843); segun sus c6lculos 10 fuerza no pasaba de 3.000 hombres, de los cuales 500 eran negros libertos, 1.500 franceses, 400 Ha­lionos y los demos argentinos, espcfioles, ingleses, no Ilegando tal vez a 100 el numero de orientales. Tcmbien hablaba de los extranjeros que se encontraban en el ejercitc de Oribe.

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EI Ministro Santiago Vazquez signific6 a Sinlrnlni 10 conveniencia de una uIli6n entre Uruguay y Brasil, perc que debia hacerse de acuerdo con Rivera; toda promesa que no contara con su apoyo setia ilusoria. '

Sinimbu comprendia bien las razones de esa aquies­cencia; dice a su gobierno, "Fructo e 0 primeiro e talvez mesmo 0 unico homen, que neste Paiz goza de uma in­fluencia propria." Vazquez dijo 01 ministro brasileiio que Brasil pareda inclinarse del lado de Rozas; Sinimbu ,Ie contestc que bien sabia cucnto habia apoyado Brasil a Rivera en circunstancias en que este habia disputado el poder a Oribe, Se habl6 de 10 intervencion inglesa; el ministro brcsilefio, "para no mostrarse muy intereso­do", dijo que ella Ie agradaba, puesto que traeria 10 paci­ficacion del pais. Vazquez manifest6 entonces, que no se Ie harian a lnglcterrc sino concesiones mercantiles.

Una cornunicccicn muy interesante es 10 del 9 de se­tiembre de 1843. Dice Sinimbu a su gobierno que 10 gue­rra no es de corccter civil. EI ejercito de Oribe, sus elementos, sus recursos, son todos extranjeros. (Ya hemos visto sus consideraciones sobre 10 defensa de 10 plaza). EI pretexto que invoca [los 4 meses), es completamente inconsistente. La guerra actual -dice Sinimbu- es una guerra de 10 Confederaci6n Argentina contra eJ Estado Oriental. EI mismo Oribe se llama general, del ejerclto confeclerado; y luego basta ver el apoyo prestado por Brown. Entra despues en consideraciones sobre la politico del Estado Oriental, al que hcce una serie de injustas inculpaciones. Dice que debi6 haberse mantenido neu­tral, dedicendose excJusivamente a consolidar sus insti­fuciones. "Novo, fraco e pequeno", debi6 haber culti­vado relaciones de buena vecindad. Nada de esto hizo, continua Sinimbu, a Rosas Ie fue funesto el apoyo dado por el Uruguay a los franceses, a Lavalle, a los desor­denes de Corrientes y Entre Rios. La revoluci6n del Rio

Grande fue ayudada por el gobierno oriental y segun Sinimbu el mismo Oribe hizo insinuaciones a Bentos Gon­c;alves para que declarara "10 independencia de la Re­publica de Piratini". Tampoco Rivera fuvo, a su juicio, mejor comportamiento en ese sentido. Por otra parte Sinirnbu temia las intenciones de Rosas, que si no eran de cnexien sobre laRepublica Oriental, eran 01 rnenos de preponderancia exclusiva. Si Brasil permitia que Rosas dominase, hoblo perdido 10 (mica ventaja acordada por 10 Convenci6n Preliminar de Paz, y 10 Republka Orien­tal no pcdrio desempenar el buen efecto de cuerpo eles· tico entre dos poderosos. Aderncs habra que temer la influencia de Rosas en el Paraguay; y entonces, dice Sinimbu, tendrlamos el problema de Matto Grosso.

Sinimbu previene al gobierno brasileiio contra Oribe, segun 61 siempre rencoroso con los brcsllefios, republicano exaltado. Rivera, en' su opini6n, habra sido ingrato, "mas esta raposa velha --Qgrega- nao nutre contra os brasi­leiros, nem rencor, nem odio",

As], pues, Sinimbf fue el gran cornpecn de 10 inter­vencion brosilefio en los comienzos del conflicto. Para el Uruguay -dice- Brasil era la unica tabla de salva­ci6n; interviniendc, este conseguiria: 19) ejercer 'influencia politico en 10 Republica Orienta Ii 29) oponer una barrera a la ambici6n de 10 Confederccicn Argentina; 39) fijar de una manera decisiva y perentoria los Ifmites del Imperio; 49) Garantizar la libre navegacion del Rio de 10 Plata y sus afluentes de 10 Republica; 59) conseguir 10 gratitud de este pais y su reconocimiento. Brasil tenia tanto de­recho a sostener 0 Rivera, como Rosas a Oribe "Debaixo do titulo de Oribe ocultase a pretenc;ao de Rozas ao Estado Oriental; debaixo de do governo actual debe too­bem occultarse a pretencco do Brasil." Tarde 0 tempra· no -a su juicio- Brasil y Argentina tendrlon que luchar; y despues del friunfo de Oribe, Brasil estaria en condi­

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ciones muy desventajosas. Aderncs seria un excelente medio para dominar la revoluci6n de RIO Grande el Ie· vantar en ella el estandarte de una causa nacional contra una potencia extranjera.

Las comunicaciones posteriores de Sinirnbu insisten so­bre /a necesidad de ir a la intervenci6n, halagando al gobierno brasileiio con la idea de que el gobierno orien­tal no hada cuesti6n de limites. Es tiempo de sacar ventajas de este pels -dice Sinimbu-i-, Nadie podrio acusar a Brasil de haberlo violentado. Yo garanto el RIO Arapey y la libre navegaci6n del Uruguay, afirma. Hay notas de Sinimbu al gobierno imperial que ofend en el honor nacional. Son las relaNvas a los petitorios de recursos del ministro oriental, Santiago Vazquez, y a la presi6n sobre el ministro brasileiio para que el gobierno de su pais no reconociera el bloqueo de la costa urugua­ya, decretado porRosas.

EI gobierno del Brasil, sin embargo, no quiso inter­venir y Sinimbu recibi6 orden de reconocer el bloqueo.

Las esperanzas de los hombres de la Defensa quedc­ron defraudadas. Y la correspondencia de Sinimbu -co· mo lc de todos los extranjeros observadores de la epo­ca- deja una gran impresi6n de amargura. Ella nos reo vela c6mo aquellos hombres, algunos sin embargo con intenciones patri6ticas y aun con elevados ideales, confri­bulcn a agravar los terribles problemas de un pais "no­vo, fraco e pequeno", obligado a hacer respetar su so­berania en condiciones bien precarias. (25)

Brasil pudo haber lIegado a un entendimiento con Rosas. Ya hemos .hoblcdo del tratado de 1843, no ratio ficado por este. Vino entonces la misi6n a Europa del Vizconde de Abrantes, que tenia por fin solicitar la intervenci6n anglo-francesa. Sin embargo, los poises eu­ropeos prefirieron actuar solos y Brasil qued6 por el mo­mento ojeno a la contiendc.

Misi6n de Magarifios

En 1845 el gobierno nacional resolvi6 arreglar la cuesti6n de IImites conficndc io Francisco de Borja Ma· gariiios una misi6n diplornctico en Rio de Janeiro. Esta misi6n fue provocada por la propuesta que en diciembre de 1844 hizo el ministro de Negocios Extronjeros del Bro­sil al gobierno de Buenos Aires, en el sentido de ir a la firma del tratado definitivo de paz. En febrero de 1845 se Ie dieron instrucciones a Francisco de Borja Magariiios con el prop6sito ya enunciado.

Las instrucciones iban acompaiiadas de un mernoren­dum redactado por Florencio Varela. En cquellcs sele declo que el minimo de pretensiones de la Republica era el limite de hecho de 1810 sobre el Chuy y el Cuareim, es decir, el articulo segundo de las Bases de jncorporc­ci6n acordadas en 1821 por el Congreso Cisplatino.

Las aguas de la Laguna Merin, el Yaguar6n y el Cuareim, serion de dominio y uso comun. En cornpenso­ci6n a los limites de 1777 se seiialaba el minimum de un mill6n de pesos, de los cuales se trataria de obtener por adelantado $ 200.000; en el caso de no ratificaci6n del tratado, se consideraria ernprestito reembolsable. En una palabra, el gobierno pretendia que se soncionose el hecho y se acordasen compensaciones por el derecho. (26)

En el memorandum redaetado por Florencio Varela se hace historic documentcdc y seria sobre la cuesti6n de Iimites. Reivindica Varela como limites de derecho, los invocados en el tratado San IIdefonso. Expone todos los argumentos que viciaban de nulidad el famoso tratado de Iimites de 1819, por razones fundamentales: 19) Por­que en 1810 el Cabildo de Montevideo no era Cabildo gobernador y no tenia mas representaci6n que en lc eluded, 29) Porque la demarcaci6n de 1819, lejos de ser un tratado de limites, no era mas que la ejecuci6n de instrucciones que traia Lecor para trazar el limite entre

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dos capitonias portuguesas; 39) Aderncs un tratado nece­ Iici6n con los otros estados que como el, derivan sus dere­sita partes contratantes soberanas. Y zque partes con- i chos de los limites de 1m. Los Ifmites serian tratados tratantes son un estado soberano y un cabildo sometido?; directamente entre Uruguay y Brasil; y, en caso de dis­49) Aun cuando este acto hubiera sido vclido, habria cordia, recurririan al orbitraje de un tercero, quedado derogado por actos posteriores que el mismo En cuanto a alianza cfensivc y defensiva, tendrian que gobierno portuques reconoci6. EI Congreso Cisplatino no guiarse por las instrucciones dadas 0 Magarinos. En me­ignoraba las negociadones de 1819; en el figuraban dos teria comercial, se podia aceptar la injciativa expuesta capitulares de 1819: Duran y Bianchi. Sin embargo, en por el Imperio en octubre de 1847. las bases de incorporaci6n se estableci6 el limite del Sobrela navegaci6n del Rio Uruguay, debia mcni­Cuareim, con la reserva de los derechos legales confe­ festar que sin apoyo brosilefic, la Republica no' podria re­ridos por el tratado San IIdefonso. Lecor acept6 esta sistir el articulo propuesto por Rosas en las negooiaciones incorporaci6n; y Jose Bonifacio de Andrada al sefiolor Hood y Howden-Walewski. a Lecor las condiciones cuyo cambio seric deseable, 'no Serio, pues, Andres Lamas el hombre encargado de mencion6 para nada la segunda base, en la que estaba traer al Rio de la Plata, al Imperio del Brasil. En 19 de contenida la demarcaci6n. EI Gobierno Imperial, heredero marzo de 1847 Juan A. Gelly, escribia a Florencio Va­de Portugal, acept6 la incorporaci6n en la forma estc­ rela, quela intervenci6n del Brasil pareda probable; blecida en el Acta de 1821. en ese caso, dice Gelly, no s610 se resolveria la cuesti6n

La misi6n de Magarinos no tuvo exito; en ese mismo del Uruguay sino tcmbien la del Brasil, 'Ia del Paraguay, ofio se produjo la i·ntervenci6n Gore Ouseley - Deffaudis la nav'egaci6n de los rlos, etc. y Brasil, viendo que los pcises europeos 10 deja ban de Hay oqui -dice- un circulo poderoso, que empuja lado, prefiri6 prescindir de las cuestiones platenses. a la guerra contra Rosas. Seficlc la mezquindad de sus

pretensiones; por ejemplo, en materia de limites, se quie­Actuaei6n de Andres Lamas re imponer el tratado de 1819, llevcndolo hasta el Ara­

pey. "Todo esto es malo, -deda Gelly- perc no ta-n Pero el 9 de noviembre de 1847 fue designado Andres malo como dejar el pais bajo la ferula de Rosas y yo

Lamas para el cargo de Ministro de la Republica en la yeo a los actuales interventores muy dispuestos a todo, corte de Rio de Janeiro. si el Brasil no concurre".

La actuaci6n de Andres Lamas hcbric de ser decisiva EI Imperio del Brasil y la Confederaci6n Argentina en los asuntos orientales. Sus instrucciones, redactadas en no iban a tardar en luchar. La guerra, inminente, s610 noviembre de 1847, Ie prescribian el conveneer al Brasil esperaba una oportunidad para producirse. Desde 1843, que su interes Ie exigia alejar de sus fronteras las armas fecha en que hubo de lIevarse a cabo el tratado no rati­y la influencia argentina. Debic Lamas, pues, procurar ficado porRosas, la lucha diplcmctico fue incesante. La 10 intervenci6n del Brasil. En cuanto a los limites, de­ cancilleria argentina reprochaba a Brasilia misi6n de blo estar a las instrucciones dadas a Magarinos, sobre la Abrantes; por su parte, Ios brcsilefios acusaban a Rosas base ya mencionada en la memoria de Varela. EI go­ de querer reconstruir la unidad del virreinato. Se ve esto bierno Oriental no estaba dispuesto a hacer ninguna coo­ muy c1aramente en el cambio de notas entre los minis­

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tros de Brasil y Argentina, respectivamente Cayru y Gui­do, de abril de 1847. "EI gobierno imperial nada tiene que temer de la influencia de la intervenci6n europea en la presente lucha del RIO de laPlata". Dice Cayru: "No hay gobierno en el antiguo mundo que se arroje a venir al Rio de .lo Plata para avasallar a sus habita·ntes. La fuerza podro comprimirlos per algun tiempo, perc su valor y patriotismo escarmentaria pronto a aquel que tal atentado cometiese. Mas facil es que estados ceterro­neos y vecinos intenten debilitor y aun absorber alguna nacionalidad desprevenida: este recelo manifest6 el senor gobernador Rosas cuando lIev6 la guerra a Bolivia para evitar, segun asegur6, el rompimiento del equilibrio de los Estados Americanos".

"Pero es patente la analogla entre las ocurrencias del Peru y Bolivia, y las de la Confederaci6n ArgenNna y el Uruguay. Tcrnbien aqui la rebeli6n se levant6 contra lalegitima autoridad del presidente D. Manuel Oribe; tornbien este recurri6 al gobierno de Buenos Aires para que Ie auxiliase contra la revoluci6n; tombien un ejercito de la Confederaci6n, despues de sefiolodcs victories ocu­pa casi el territorio oriental"... "EI senor Ministro de la Confederaci6n -agrega Cayru- ccnvendrc en que al Gobierno Imperial interesa y corresponde i·ntervenir para que, reparados los defies causados, tenga esa lucha la­mentable un pr6ximo termino" ... "EI Gobierno Imperial est6 convencido de que sus mas esenciales intereses exi­gen que no continue en esa eventualidad inactiva, que 10 hace mere espectador de la guerra del Plata" ... La nota de Cayru -un verdadero memorial- hace consideracio­nes sobre [o independencia paraguaya, ilegitimamente discutida por Rosas y formula una serie de reclamaciones contra la Confederaci6n, entre las cuales figuran el cierre de los rios especialmente el Parana a la provincia de Matto Grosso, y la negativa a ratificar el tratado de 1843 por el cual, segun Cayru, se habria pacificado el

Estado Oriental antes dela intervenci6n a·nglo.france­sa. (27)

Tal era el estado de las relcciones argenNno-brasile­nas poco antes de ser nombrado Lamas representante diplcmetico en RIO de Janeiro. Cuando Andres Lamas lie­g6 a dicha ciudad, en enero de 1847, era opini6n general que no se Ie recibirlo. Estaba aun en el Ministerio Sa­turnino, "el hombre de Rosas", luego cayo y fue susti­tuldo por Pimienta Bueno, "el hombre del Paraguay". La gesti6n de Lamas encontro naturalmente serios obstdculos. No era el menor, per cierto, la 4nfluencia y vinculociones que conservaba aun en la corte el Gral. D. Tomas Guido, Ministro de la Confederaci6n. Dos problemas fundamen­tales deblo resolver, que podlan solucionarse juntos: los recursos financieros y la intervenci6n armada contra el gobierno de Rosas. Su laboriosa gesti6n se desarrollo en­tre las insistencias apremiantes del canciller de la Defensa, Dr. Manuel Herrera y Obes, que urgla la intervencien y el socorro. Abundan en su correspondenoia con Lamas las quejas contra los agentes extranjeros que no se manifes­taban daros ni enerqicos, que regateaban los subsidies, contra los legionarios que se mostraban harte exigentes; contra Rivera, que aun cuando desterrado en RIO de Janeiro, era la pesadilla del canciller; contra Melchor Pa­checo y Obes, tenaz opositor al gobierno y por momentos partidario de un entendimiento directo con Oribe, cpo­yado por Tajes, Batlle y Diaz.

Aproximaci6n a Urquiza

Paralelamente a las gestiones de Lamas en Rio de Janeiro, Herrera y Obes reolizo por intermedio de D. Benito Chain, agente del gobierno de la Defensa ante Urquiza, su politico en el sentido de aproximar a este a la causa de Montevideo y conducirlo a formular el pro­nunciamiento contra Rosas.

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Herrera y Obes habra trabajado desde 1847 la opinion del litoral y estaba convencido de que tarde 0 temprano no podrla aceptar la tircnlo economico de Buenos Aires. El19 de marzo de 1851, en un memorendcm dirigido a Ur­quiza, Herrera y Obes hizo inteligentemente el proceso dela polltico de Rosas.

Dice que este se habra propuesto desde el primer momento hacer desandar a estos pueblos de la largul' sima carrera que hcblcn hecho desde 1810 y volverlos a 10 que antes hobicn sido, menos fa sumision a Espana: todo un programa de ideas reoccioncrios y proyectos liberticidas.

Su primer gran obst6culo fue nuestro pols -dice Herrera y Obes- con instituciones y principios radical. mente opuestos a sus aspiraciones. Rosas nego sus dere­chos de representocion diplom6tica; fornento sus revolu­ciones de 1832 0.1834; el desconocimiento del gobiemo soberano y el patrocinio dado a Oribe -agrega- fue. ron sus ultimas hazaiias.

Contra el se preparaba una gran coolicicn, Francia, Brasil, Paraguay y Montevideo. eQue interes nacional tiene Argentina en esto guerra? -continua Herrera y Obes- Los provincias tienen la fuerzo y el derecho. No deben desaprovechar 10 oportunidad de sccudir una solidaridad sangrienta con que el gobierno de Buenos Aires quiere ligarlos a una politico puramente personal. La defensa de Montevideo no es un hecho oislcdo, de interes local. Con los derechos de los pueblos posa como con/os derechos de los individuos; con atacor los de uno, se ofen de el resto, y el que queda indiferente 01 ataque no tiene derecho a quejarse cuando se lesiona el suyo. Independenoia y libertades soberanas no son bie­nes tronsitorios ni peculiares a un solo estado.

Adernus Montevideo no difiende su presente, quiere garantizar un orden de cosas que asegure el descrrollo progresivo de sus elementos de prosperidad, sobre 10 base

de la estabilidad y la paz. iNo es esto -deda Herrera y Obes al finalizar el memor6ndum- un interes cornun de los pueblos? (28)

Convenio de mayo de 1851

Estos argumentos h6bilmente explotados ante Urquiza y las empeiiosas gestiones de Lamas en Rio de Janeiro, culmina ron en el convenio de 29 de mayo de 1851, suscrito en Montevideo por Manuel Herrero y Obes, Ro­drigo de Souza da Silva Pontes y Antonio Cuyes y Sam per, representantes del gobierno de fa Republica Oriental, del Imperio del Brasil y del Estado Libre de En­tre Rios, en virtud del cual dichas partes se union en alianza ofens iva y defensive para mantener 10 inde­pendencia y pacificar el territorio de laRepublieai he­ciendo salir del mismo al Gral. D. Manuel Oribe "y las fuerzas argentinas que manda, y cooperando para que restituidas las cosas a su estado normal, se proceda a la eleccien libre del Presidente de la Republica, segun 10 Consf.ituci6n del Estado Oriental." [29). En el articulo 15 del convenio se estableeia que si el gobierno de Buenos Aires declarara la guerra a los aliados individual 0 colec­tivamente, la alianza estipulada se tornaria comun contra el expresado gobierno. As! ocurri6 en efecto, una vez que qued6 definida la lucha entre Rosas y Urquiza, ini­ciada ya desde el 5 de abril de 1851 cuando este dirigio su circular a los gobernadores pronunci6ndose contra el

dictador. Por el convenio del 29 de mayo el gobierno de 10

Defensa obtenia al fin la alianza que Ie permitiria ven­eer a Oribe y colaborar en la ccido de Rosas, pero es indudable que en virtud de sus cl6usulas Urquiza y el Imperio del Brasil vendrlcn a convertirse en 6rbitros de nuestros destinos. La decision de Brasil en el sentido de

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intervenir en los negocios del Plata de manera definida, se produda cuando el escenario habra quedado despe­iado, una vez que las potencias europeas se hobion reti­rado y en circunstancias en que la influencia del Imperio podio ejercerse libremente y sin interferencias. la diplo­macia brasilena obtuvograndes ventojcs y aquella situc­cion excepdonal que Ie creo el gobierno de Montevi­deo al llcmcrle a decidir en el pleito del RIO de 10 Plata, en cuyo escenario recupero la preponderaneia que habra perdido despues de 1843.

Los tratados del 51 con Brasil

Entre los beneficios mas importantes que la alianza reporte aJ Imperio, estdn los famosos tratados del 12 de octubre de 1851, suscritos por Andres lamas en repre­sentccion de la Republica con Jose Pcuiino Soarez de Souza, con los cuales se cierra 10 historia diplomdtico de la Defensa.

Antes de entrar 01 estudio directo de su texto, dire­mos que ellos fueron considerados por Andres lamas como un triunfo personal de su politica. los deiendie con calor, aun el de Ifmites, que considero "ventajosi­simo." Por otra porte, segun deda, renunciar 0 los trc­tados, era renunciar ol Brasil; el Emperador no estaba dispuesto a dejar introducir en ellos la mas mrnima modi­ficaci6n. Herrero y Obes hizo observaciones a los troto­dos; algunas a nombre de Urquiza. Pedia, por ejemplo, que no tuviera ccrccter retroactivo 10 clousulc relativa a /0 extradicion.

Tambien habra que modificar 10 referente a 10 nave. gacion exclusiva de la laguna Merin y a la facultad de construir fortalezas en eJ CebollaH y el Tacuari. No se concibe, declo Herrera y Obes, lo exclusion de una zona en la cual el pars tenia ,tantas costas y cuyo caudal de

aguas era formado en gran parte por las vertientes de nuestros terrenos. En cuanto a las fortalezas, nos quitarfan la navegacion de esos rios en coso de guerra, 10 cual es un peso duro. Dilo 10 mismo de la isla frente al Cuareim, que s610 debra cederse para construcciones po­dficas; por eso estimaba que debra estipularse su neutra­lidad 10 mismo que Martin Garcia.

A pesar de esas observaciones, Herrera y Obes ex­presaba a lamas que los tratados iban a ser recibidos con entusiasmo. Posteriormente, habla sin embargo de la mala acogida que habra tenido el que determinaba los Iimites.

lamas ccnsiquio algunos cambios en los tratados, perc manifesto que Brasil se oponia a que se remitieran a 10 proxima asamblea legislativa considerando que el go­bierno de la Defensa tenia bastante legalidad como para aceptarlos per sf.

los tratados fueron ratificados por el gobiernode lo Defensa, perc sin el requisito de la scnoion legislativa. Veremos luego la actitud de la Asamblea de 1852 con relccion a ellos,

Analicemos ahora, a grandes rasgos, los caracteres esenciales de los tratados de 12 de octubre de 1851, fir­mados entre el Imperio del Brasil y la Republica Oriental.

Iroiado de alianza. los dos estados hacen una clionzo perpetual para defender sus respectivas independencias, garantiz6ndose mutuamente la integridcd territorial. Ade­mas, para fortificar la nacionalidad oriental por medic de la paz interna y de los hcbitos constitucionales, el Brasil promete apoyo al gobierno legal inmediato pudiendose prorongcr ese apoyo por otros cuatro cfios, mediante manifestacion expresa del gobierno oriental. EI auxilio deberic prestarse por mar y tierra y su unica finalidad seric el restablecimiento del orden constitucionol.

Tratado de limites. Se establece la linea divisoria norte por el Cuareim, reconociendo que el Brasil est6 en pose­

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si6n exclusiva de fa navegaci6n de la Laguna Merin y del Rio Yaguar6n y que debe permanecer en ella en virtud dela base adoptada del uti possidetis; la Repu­blica Oriental cede al Brasil en toda su soberania 1/2 legua en la morgen del Cebollati y 1/2 en la del Tacuarl, pudiendo el Bresillevantar alii obras y fortificaciones.

Tratado de prestacion de socorros. Brasil se com pro­mete a dar un subsidio mensual de 60.000 patacones. La Republica hace una declaraci6n de deudas por valor de $ 280.751, que entrarian a devengar interes a partir del 1~ de noviembre inrnedicto, deudas que afectaban todas las rentas y especialmente los derechos de Aduana. EI gobierno oriental se compromete, ademas, a entrar en inmediata liquidaci6n dedeuda.

Tratado de comercio y navegacio,n. Se declara cornun la navegaci6n del Uruguay y sus afluentes. Se trataria de que tornbien 10 fueran libremente navegables el Parana y el Paraguay. Se reconoce la conveniencia de la neu­tralidad de Martin Garcia. Se mantiene por 10 ofios la exenci6n de derecho de consumo que tienen la carne salada y demos productos ganaderos, importados en Rio Grande por la frontera. Como compensaci6n el Estado Oriental debe abolir el que cobra por la exportccicn del ganado en pie para aquella provincia.

Trotado de extradicion. Se pacta la exrrcdicion por delitos comunes 0 comunes, conexos con politicos. Tcrnbien se devolvercn los esclavos brosilefios refugiados en terri­torio oriental. Ademcs, las partes contratantes se obli­gen a no admitirdesertores y aentregarlos reclpro­camente.

Estos tratados, como se ve, contienen graves fallas. En materia de Iimites consagraba la renuncic de los derechos legitimos, emanados del Tratado de San IIde­fonso; y la facultad de levantar fortalezas en nuestro territorio, era una monstruosa alienaci6n de soberania.

EI de atianza, sancionaba el principio de la intervenci6n con 10 cual disminuiamos nuestras. facultades de estado soberano. EI de extradici6n, obl.igaba a cooperar a los subditos orientales en el mantenimiento de la esclavitud, una instituci6n reprobada por el derecho nacional. 'EI de prestamos y subsidios, nos obligaba al reconocimiento de una deuda pesada, a la cual afectabamos nuestras principales fuentes tributarias. EI de comerdo, permitia la prosperidad de los saladeros brasilenos, en continua competencia con los orientales, al proveerlos de ganado en pie, libre de derecho, engordado gratuitamente en los

campos de lc Republica. Asi la Defensa de Montevideo, para salvar los que

creia intereses de la civilizaci6n, introdujo al Imperio como arbitro de nuestras discordias, rnutilc los derechos territorialesde la Republica y privc a esta de fuentes de

prosperidad natural. Sin embargo, 10 repetimos, Andres Lamas los consider6

un verdadero triunfo diplomat.jco. Y el canciller dela Defensa, Manuel Herrera y Obes, habria de hacer en 1867, su defensa en termionos muy poco felices.

"EI tratado de 29 de mayo de 1851 en el que se formulo la alianza entre la Republica, el Imperio del Brasil, Entre Rios y Corrientes -dice Herrera y Obes­two, pues, lugar bajo la mas poderosa y terrible presi6n moral y mctericl para Montevideo".

"AI peligro del abandono de la Francia, esperado todos los dies, se unian: el cansancio general producido por mas de ocho cfios de lucha incesante, las decepciones de todo genero, las penurias y sufrimientos de la miseria, los odios y pasiones ardientes de las discordias internas, la carencia de recursos, las intrigas y maquinaciones del enemigo dentro de la plaza, auxiliado poderosamente por la disposicion de los espiritus y las privaciones que afligran a la poblaci6n; los trabajos activisimos de Rosas en Paris, Londres y Rio de Janeiro, donde tenia agentes hobiles y

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experimentados que Ie servian con celo y abundancia de medics, las notorias hostilidades de los agentes fr<JII1­ceses, quienes con el designio manifiesto de precipitar Ic caida de la plaza ahorrando a su gobierno el trabajo yla verguenza del abandono de Montev,ideo, suscitaban a su Gobierno y en todo momento cuestiones y dificul­tades graves, porque afectaban directa e inmediatamente a su existencia; los repetidos negocios del almirante Le Predour, sobre la base del retiro de la intervencion de la Francia, y especialmente el de 1850 aprobado ya por la Comisi6n Informante del Cuerpo Leg,islativo y seficlcdo en la orden del dia para la discusion del informe, cuando lIego a Paris la noticia de la actitud asumida por el Imperio del Brasil y los pronunciamientos de Entre Rios y Corrientes con el general Urquiza ala cobezc, final­mente los activos y tenaces trabajos de Mr. Hudson, mil}istro ingles en Rio de Janeiro, para separar al Bra­sil de la alianza, ofreciendo a nombre de Rosas y bajo la garantia de la Inglaterra y la Francia, dar plena sctisfcccion a las reclcmociones brcsilefios, origen de aquella actitud." (30). Tal era la situccion del gobierno de Montevideo en 1851, cuando ;negod6 en nombre de la Republica la alianza con Urquiza y con el Imperio del Brasil.

La paz del 8 de octubre

Las consecuencias de esto desde el punto de vista militar, fueron inmediatas. EJ ejercito a las ordenes del Gral. Eugenio Garzon penetre en el territorio de la Republica en direccion hacia Montev,ideo, en cuyas pro. ximidades se hallaba acampado Oribe con fuerzas que aun ascendian a 8.500 hombres. Urquiza, que en virtud del estado de salud del General Garzon, era quien en rea Iidad dirigia las operaciones, formule de acuerdo con este un pliego de condiciones al Gral. Oribe con el fin

de evitar una batalla. EI 7 de octubre de 1851, Urquiza concerto con el Teniente Coronel Lucas Moreno las bases de paz que pondrian fin a la contienda.

EI gobierno de Montevideo rechoze esas bases. Tenia c16usulas que consideraba incompatibles con los sacrifi­cios hechos por los defensores de la plaza.

Tales eran las que reconocion, que la resistencia a las intervenciones europeas habia sido sostenida para defen­der la independencia de la Repeblicc, /a que consideraba como hechos a la nccion, los servicios militares y civiles de los ciudadanos que habian acompaiiado a Oribe, la que declaraba legales los actos gubernativos y judiciales ejercidos por el gobierno del Cerrito conforme a las leyes del pais, etc. Herrera y Obes considero que estas c16u­sulas envolvian una completa [ustificcoion de Oribe. En­tonces salio de Montevideo y fue a reunirse con Urquiza, con quien sostuvo "una conferencia tempestuosa". Ur­quiza accedi6 a las modificaciones, desapareciendo las concesiones otorgadas a Oribe, excepto la que atribuia a la lucha contra la intervencion europea el ccrccter de una guerra de la independencio nacional, que fue mantenida en estos terminos: "Se reconoce que la resis­tencio que han hecho los militares y ciudadonos a la intervencion anglo-francesa ha sido en la creencia de que con ello defendian la independencia de la Republica."

Por las restantes c16usulas del pacto, convenido el 7 de octubre, aprobado en principle por el gobierno de Montev'ideo el 8 y aceptado en definitiva el die 10, despues de introducirse en el las modificaciones exigidas por Herrera y Obes, se establecia que todos los orientales, cualesquiera que hubieran sido sus opiniones, tendrian iguales derechos. Se reconoda como deuda nacional la que hubiese contraido el.gobierno de Oribe. Oportuna­mente y de acuerdo a 10 establecido en la Constitucicn, se efectuarian elecciones en el territorio de Ia Republica y se declaraba, finalmente, que "entre todas las diferen­

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tes opiniones en que han estado divididos los Orientales, no habra vencidos ni vencedores, pues todos deben reunir­se bojo el estandarte nocionol, para el bien de la patria y para defender sus leyes e independencia".

Hada ya tiempo que la voluntad de los orientales, se habra pronunciado en favor de una soluci6n de este ccrccrer. En 1855 escriblc Andres Lamas: "Mfa es esa f6rmula de la pacificaci6n de 8 de octubre de 1851. "Ni vencidos ni vencedores". Reclamaba para sl la potemi­dad de la formula, porque el 12 de abril de 1851 hcbio escrito al Ministro Soarez de Souza: "Podemos combctir, pero debemos abrazarnos; podemos combatir, pero, para que haya Patria para todos, es necesario, indispensable. mente, que no haya Orientales vencidos, Orientales ven­cedores." La ccrnpofio periodlstica realizada en Monte­video en 1847 desde las columnas de "EI Conciliador"; los intentos de Flores, Sayago, Rivera y otros ciudadanos en igual senti do; la propaganda que el 19 de enero de 1851 inicio "EI Porvenir" en favor de una paz "sin derrota ni victoria para ninguno de los porridos", demuestran que las ideas de Lomas ten ran numerosos precedentes y confirman, edemas, que durante toda la guerra existi6 en­tre los orientales el firme proposito de lIegar a una solu­ci6n nccioncl, que encontr6 su f6rmula en el pacto del 8 de octubre de 1851, punto de partida de la "politico de fusion".

Resueltas segun ya hemos visto las disputas interne­cionales de los parses del Rfo de la Plata con las poten­cias europeas, que tanto influyeron en el desarrollo de la Guerra Grande; liquidado el pleito oriental con la intervenclcn de Urquiza, restaba tan s610 para c1ausurar este proceso hist6rico, que lIegase a su termino el go­bierno de Rosas.

Este fue vencido en Caseros por el ejercito oliado a las ordenes de Urquiza, el 3 de febrero de 1852.

Capitulo IX

INTERPRETACION DE LA GUERRA GRANDE

Despues de la exposici6n realizada acerca de los distintos aspectos de la Guerra Grande; luego de haber examinado la complejidad de los factores que origina­ron este proceso histcrico, podemos concretar nuestra in­terpretacion, ya enunciada en el desarrollo del presente volumen.

La Guerra Grande no fue una lucha entre la civili­zocion y la barbarie, ni una guerra a muerte entre orien­tales a quienes el odio nunca lIeg6 a dominar. No es odmisible ese concepto esquemctico que las propias exi­gencias de la guerra impusieron; perc que, a un siglo de distoncio, resulta hlstcricornente inexacto y tremenda­mente injusto para la mitad del pueblo oriental.

Los hombres de Montevideo creyeron que no defen­dian simplemente una causa militar, una suma de inte­reses y de fuerzas, sino que representaban el progreso, la raz6n, la civilizaci6n en una palabra, ante las formas regresivas del espiritu rosista.

Los hombres del Cerrito sintieron tam bien muy since­ramente que ellos representaban la orientalidad y el orne­ricanismo, perdidos en el ombiente cosmopolite de Montevideo.

Ni el Cerrito fue la barbarie brutal, nj Montevideo un ideal absolutamente extranjero.

Digamos de una vez que la Guerra Grande fue un conflicto que tuvo su oriqen en el pleito suscitado en

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1836, entre los grandes caudillos orientales, al que la interferencia de factores diversos y ajenos a nuestra pro­pia realidad, tornaron cada vez mas complejo, al extremo de reducir a segundo plano el problema y los intereses

nacionales. Durante el desarrollo de este proceso, cada uno de los

bandos en lucha se nos presenta a la distancia -despo­iados por la critica historico de falsos atributos- con rasgos que permiten asignarles un contenido ideoloqico. La Defensa de Montevideo fue, en la inrencion de algunos de sus hombres sinceros, un baluarte de los principios libe­roles y de las formulas abstractas del gobierno republi­cano, pero no es menos cierto que la invococicn de esos ideales, sirvio de pretexto para satisfacer moviles infe­riores de comerciantes poderosos, avidos de riqueza. Y la adhesion absoluta a todo 10 europeo contribuyo a des­fibrar la conciencia nacional, osl como las intervenciones extranjeras y sus secuelas y los tratados de 1851 limitaron la sobercnio de laRepublica. EI senti do ideoloqico de la politica de la Defensa -liberal, anticaudillista, repu­blicano-- fue desvirtuado al convertir en sus oliados a Justo Jose de Urquiza, encornacion del caudillismo y a don Pedro II, soberano absoluto y esclavista.

EI Cerrito fue sin duda el refugio de la famil,ia orien­tal; el baluarte de la outoridad y del orden, que dio garantras a la compofio disputada a la penetrccion brosi­lena, y cuya adhesion a la causa americana, sostenida sin desmayos, Ie gano a sus soldados el titulo de defensores de la independencia del pars, comprometida, sin querer, por los Iiberales de Montevideo. Pero no es menos cierto que el ccrccrer que Oribe dio a su alianza con Rosas, lIevada a extremes tan radicales, significo una adhesion incompatible con la sobercnio naciona!.

Desbrozado el camino que hizo posible el encuentro de los dos bandos orientales, cuya acci6n habra sido durante, tcntos ofios desbordada por fuentes externas, se

produjo el pacto de 1851, cuyos antecedentes y contenido destruyen la posibilidad de creer en un antagonismo tan profundo en materia ideoloqico, tal como se interpreta en la version corriente. "Si la Guerra Grande hubiese re­vestido el ccrccter de una lucha a muerte, de tendencias tan antagonicas como se he sostenido, el abrazo de 1851, sin que ninguno de los dos partidos abdicara de sus ideas hobrlo sido una gran falsedad 0 una gran troicicn. Seguros estamos, sin embargo, de que fue una explosion del sentimiento nacional, humiliado durante tantos ofios, que anhelaba encauzar los destinos del pars. EI orienta­lismo resurgio en 1851 con el abrazo de los partidos, despojado cada uno de ellos de todos los elementos que los hcblon desnaturalizado, ya por la tentccion de una alianza que aseguro la victoria de 1838, 0 por el falso espejismo de servir a los ideales universalistas, 0 por la obcecada consecuencia profesada a una amistad. Los par­tidos de 1836 volvlon a reconocerse, ahora que se hello­ban Iibres de compromisos, para identificarse con la no­cion. Fracasados luego en su noble inrento, cada uno bus­corlo su cauce originario, para definir su programa y jugar su destino de combate". (31)

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NOTAS

( 1) Andres Lamas, Apuntes Estadisticos, publicados por el Sr. Horacio Arredondo en la "Revista del Instituto Hist6rico y Geografico del Uruguay", tomo VI, N9 I, Montevideo, 1928.

(2) Mariano Cortes Arteaga, La organizaci6n de­fensiva del sitio de Montevideo, en "Revista del Institute Hist6rico y Geografico del Uruguay", tomo VIII, Mon­tevideo, 1932.

(3) Homero Martinez Montero, El triunfo del Mar, Montevideo, 1937, Setembrino E. Pereda, Garibaldi en el Uruguay, Tomo II, Montevideo, 1915.

(4) Juan E. Pivel Devoto. Historia de los Partidos Politicos en el Uruguay, tomo I, pagina 130, Montevideo,

1942. (5) Aetas de la Honorable Asamblea de Notables,

Montevideo, 1897. (6.) Aetas de la Honorable Asamblea, antes citada.

(7) Ariosto D. Gonzalez, Un campo de concentraci6n en Durazno, 1845, "Revista del Instituto Hist6rico y Geo­grafico del Uruguay", tomo XVI, Montevideo, 1942, pa­gina 281 y siguientes.

(8) Articulo antes citado. (9) Alberto Ulloa, Congresos Americanos de Lima.

torno I, pagina 48, Lima, 1938. (10) Julio Lerena J oanic6, Cr6nica de un Hogar

Montevideano durante los tiempos de la Colonia y de la Patria Vieja. pags. 344, 345, Montevideo, 1937, Y Mateo J. Magarifios de Mello, El gobierno del Cerrito, tomos I y II, Montevideo, 1949 y 1955.

110

(11) Herrera y Obes, Conespondencia Diplomatica, citada, tomo IV, Buenos Aires, pag, 12; P. H. Box, Los Origenes de la guerra. del Paraguay. Asunci6n 1926; Car­los A. Lopez, La emancipaci.6n paraguaya, prologo de J. Natalicio Gonzalez; El Paraguay Independiente; tomo I, (1845-1852), tercera edicion, Asuncion, 1930.

(12) Adolfo Saldias, Historia de la Confederaci6n Argentina, tomo III, pag, 209 y sigts., Buenos Aires, 1892; Florencio Varela, Sobre la Convenci6n del 20 de Octubre de 1840, Montevideo, 1849; Jose Rivera Indarte, Epitome de la cuestion francesa etc., Montevideo, 1840.

(13,) Mateo J. Magarifios de Mello, La Misi6n de Florencio Varela a Londres (1843-1844) en "Revista His­torica", tomo XIV, pags, 1 a 281, Montevideo, 1943.

(14) Octubre 27, 30 y 31 de 1845 cirado por John F. Cady, La intervenci6n extranjera en el REo de la Plata (1838-1850), Buenos Aires, 1943.

(15) John F. Cady, obra citada, pag. 205.

(16) Oficio de Palmerston a Normamby, Setiernbre 16 de 1847; John F. Cady, obra citada, pag, 246.

(17) Andres Lamas y Manuel Herrera y Obes, Co­rrespondencia Diplomatica, tomes I y II, Montevideo, Buenos Aires, (1901-1908); Gregorio F. Rodriguez, Con­tribucion Historica y Documental, Buenos Aires, 1921; M. Alfred Brossard, Considerations Historiques et Politiques sur les Republiques de la Plata, Paris, 1850; El Archivo Americano, espiritu de la prensa del Mundo, Buenos Ai­res, 1848.

(18.) Manuel Herrera y Obes, Correspondencia Di­plomatica, tomo I, Montevideo, 1901.

( 19) Manuel Herrera y Obes, Correspondencia Di­plomatica, citada, tomo II.

(20) Manuel Herrera y Obes, Correspondencia Di­plomatica, citada, tomo II.

(21.) Gregorio F. Rodriguez, Contribuci6n Documen­tal, citada.

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(22) Juan B. Teran, Jose M. Paz, pag. 294, Buenos Aires, 1936.

(23) Archivo Hist§~r'"~ico del Uruguay, tomo II, pags. 83-~t7*P;1~~~iJ:'\Jo,.d~"

(24) Archivo ~,flitf9rlc?pipl~~)q!~';:~ptes citado.

(25) Docum¢P~o,{rel({tiv9S. a la"11llsi6rt Sinimbu, en el Archivo de 11~xl#q\:Y, R~o?~ J~l1eir~;

(26.) Mateo ~agarliios Cervantes, Cl>riversaciones Fa­miliares sobre Historia, Montevideo, 1883; ,

(27) Archivo "'Hist6rleo Diplomatico del Uruguay, ya citado, torno II, pags, 145-164. .

(28) Isidoro de Maria, Anales de la Defensa de Montevideo, tomo IV, pag, 195 y siguientes, Montevideo, 1887.

(29) Mario Fal~ao Espalter, Colecci6n de Tratados y Actos Internacionales, etc., tomo I, Montevideo, 1922.

(30) Manuel Herrera y Obes, Pactos de 1851, en "Revista Historica", tomo III, paginas 834-871. Montevi­deo, 1911.

(31) Juan E. Pivel Devoto, Historia de los Partido! Politicos en el Uruguay, tomo I, pag, 193, Montevideo, 1942.

NOMBRES

A

ABERDEEN, Lord. 43, 69, 70.

ABRANTES, Marques de, 59, 60, 61, 92, 95.

ACEVEDO, Eduardo. 32, 33, 34.

AGUERO, Julian Segundo de. 31, 53.

ALBERDI, Juan Bautista. 17, 27, 31.

ALSINA, Valentin. 27, 31, 53, 85.

ANAYA, Carlos. 24. ANDRADA, Jose Bonifacio

de. 94. ANTUtil'A, Francisco Solano.

32. ARANA, Felipe. 18, 44, 45,

53, 54, 55, 63, 64, 75, 76, 80, 81, 82.

ARTIGAS, Jose. 60.

B

BARREIRO, Miguel. 18. BATLLE, Lorenzo. 11, 97. BEJAR, Jose de. 29. BERON DE ASTRADA,

Genaro. 6.

CITADOS

BERRO, Bernardo P. 24, 32. BERRO, Miguel A. 24. BIANCHI, J er6nimo Pio. 94. BRENT. 67, 68. BROGLIE, Aquiles. 79. BROWN, Guillermo. 14, 15,

90. BUCHET-MARTIGNY. 53,

56. BUSTAMANTE, Jose Luis,

19, 22, 32.­

C

CALHOUN, John. 68. CANE, Miguel. 27, 31. CARDEILLAC, Juan Pedro.

11. CAVIA, Luis B. 24. CAYRU, Ministro Brasileiio.

96. CERNADAS, Juan Jose. 53. CHAIN, Benito. 89, 97. CHATEAUBRIAND, Fran­

cisco Rene. 85. CHUCARRO, Alejandro. 19. COE, Juan. 14. CORREA, Manuel. 11. COSTA, Antonino D. 24. CUYAS Y SAMPER, Anto­

nio. 99.

112 113

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D

DA SILVA PONTES, Ro­drigo de Souza. 99.

DEFFAUDlS, Baron. 22, 61, 63, 69, 70, 94.

DEVOIZE, A. 83, 84. DIAGO, Tomas. 24 DIAZ, Antonio. 24. DIAZ, Cesar. 20, 30, 97. DOMINGUEZ, Luis. 38. DURAN, Juan Jose. 94.

E

ECHAG0E, Pascual, 6, 7. ECHEANDIA, Jose Marfa.

11. ECHEVERRIA, Esteban. 27,

31. ELLAURI, Jose. 58, 83, 84.

F

FERRE, Pedro. 7. FERREIRA, Fermin. 29. FLORES, Venancio. 31, 106. FOURMANTIN, Francisco.

14. FRANCIA, Jose Gaspar Ro­

driguez. 46. FRIAS, Felix. 85.

G

GARCIA, Doroteo. 24. GARCIA COSSIO, Juan. 49. GARIBALDI, Jose. 15, 16,

31. GARZON, Eugenio., 6, 104.

GELLY,Juan Andres. 29,50, 95.

GIRO, Juan F. 24, 32. GOMEZ, Gregorio. 53. GOMEZ, Servando. 6, 16,25,

33. GONQALVES, Bentos, 91. GORE, Roberto. 22, 79, 80. GORE OUSELEY, Guiller­

mo. 22, 61, 62, 63, 65, 66, 69, 70, 94.

GROS, Baron. 22, 79, 80; GUIDO, Tomas. 59, 63, 96,

97. GUIZOT, Francois. 63, 69,

78. GUTIERREZ, Juan Ma. 31.

H

HARRIS. 67. HERBERT, Thomas. 77. HERRERA Y OBES, Ma­

nuel. 27, 29, 30. 31, 34, 50, 82, 83, 84, 85, 97, 98, 99, 100, 101, 103, 105.

HOOD, Tomas Samuel, 58, 69, 70, 71, 72, 74, 78, 80, 95.

HOPKINS, Edward. 66, 67. HOTHAM, Capitan. 66, 69, HOWDEN, Lord. 16, 71, 73,

76, 77, 78, 79, 95. HUDSON, Ministro Ingles

en Rio. 104.

J JOANICO, Candido. 33.

L

LACROCE, Diputado fran­ces. 78.

LAMARTINE, Alfonso. 83. LAMAS, Andres. 10, 11, 23,

27, 29, 31, 34, 50, 51, 83, 84, 85, 94, 95, 97, 99, 100, 101, 103, 106.

LAMAS, Luis. 30. LAVALLE, Juan. 6, 7, 29,

53, 54, 56, 90. LAVALLEJA, Juan Antonic

6, 61. LAVALLEJA, Manuel. 6. LE BLANC, Almirante. 54,

55. LECOR, Carlos Federico

(Baron de la Laguna). 60, 93, 94.

LE LONG, John. 83. LE PREDOUR, Almirante.

45, 81, 82, 83, 84. LERENA, Avelino. 24. LEZICA, Jose Antonio. 30. LOPEZ, Carlos A. 47, 49,

50, 66. LUIS XIV. 28.

M

MACKAU, Baron de. 18, 29, 53, 54, 55, 56, 60, 61, 63, 85.

MADARIAGA, Juan. 47, 65, 89.

MAGARI~OS, Francisco de Borja. 19, 20, 70, 87, 93, 94, 95.

MANDEVILLE, Consul. 57.

MAREUIL, Baron de. 64, 65, 69.

MARNIER, Javier. 36, 37. MARTINEZ, Enrique. 19,

22, 32. MITRE, Bartolome. 29. MONROE, James. 67, 68. MORENO, Lucas. 105. MU~OZ, Francisco J. 6, 29. MU~OZ, Jose Ma. 29.

N

NORMANBY, Embajador ingles en Francia. 79.

o O'BRIEN, Juan Tromond.

84. ORIBE, Ignacio. 25, 33. ORIBE, Manuel. 5, 6, 7, 10,

12, 13, 20, 23, 24, 25, 29, 30, 32, 33, 36, 52, 58, 59, 60, 61, 62, 63, 64, 65, 69, 70, 71, 72, 73, 74, 75, 76, 77, 78, 79, 80, 81, 82, 83, 89, 90. 91, 96, 97, 98, 99, 104, 105, 108.

P

PACHECO Y OBES, Mel­chor. 11, 27, 29, 31, 81, 87, 88, 97.

PALMERSTON, Henry. 71, 79, 84.

PAUNERO, Wenceslao. 88. PAZ, Jose Ma. 7, 10, 11, 27,

29, 65, 66, 85, 86. ' 114

115

Page 58: La Guerra Grande 1839-51 Pivel Devoto - Alcira Ranieri

PEDRO II, Emperador del Brasil. 100, 108.

PEREIRA, Gabriel A. 5, 78. PEREIRA DE LA LUZ, Ba­

silio. 24. PEREZ, Luis Eduardo. 18. PIMIENTA BUENO, Minis­

tro Brasi1efio. 49, 97. PO:£PE, Claude de la. 44. POLK, James. 66, 67. PORTELA, Ireneo. 53. POUCEL, Benjamin. 34, 35,

36. PURVIS, Comodoro T. Ber­

nes, 15.

R

REDRUELLO, Euloglo, 89. REYES, Jose Ma. 13. RIVERA, Fructuoso. 5, 6,

7, 17, 18, 19, 20, 27, 28, 29, 55, 59, 60, 62, 90, 91, 97, 106.

RODRIGUEZ, Adolfo. 29. ROSAS, Juan Manuel. 5, 6,

7, 15, 16, 17, 22, 25, 28, 31, 32, 39, 40, 41, 42, 46, 47, 50, 52, 55, 56, 57, 58, 59, 60, 61, 62, 65, 66, 67, 69, 70, 73, 77, 80, 81, 82, 84, 85, 89, 90, 91, 92, 95, 96, 97, 98, 99, 103, 104, 106, 108.

ROUHER, Ministro Fran­ces. 82.

S

SALDIAS, Adolfo. 89. SAN MARTIN, Jose. 82.

SATURNINO, Ministro bra­silefio, 97.

SAYAGO, Santiago. 106. SINIMBU, Joao Lins Vieira

Casancao do. 89,90,91,92. SOUTHERN, Enrique. 44,

80, 82. SOAREZ DE SOUZA, Jose

Paulino. 100, 106. SUAREZ, Joaquin. 18, 34.-,

73, 78.

T TAJES, Maximo. 30, 97. THIERS, Adolfo. 82. TORIBIO, Jose. 11.

U URQUIZA, Justo Jose. 6,

7, 33, 41, 42, 50, 51, 65, 89, 97, 98, 99, 100, 104.-, 105, 106, 108.

V VARELA, Florencio. 27, 30,

40, 41, 53, 55, 56, 57, 58, 59, 85, 93, 94, 95.

VARELA, Pedro. 19. VAZQUEZ, Santiago. 6, 27,

29, 31, 90, 92. VEGA, Estanislao. 19, 20,

21, 32. VELASCO, Bernardo, 4.-8. VELAZCO, Fausto. 11. VIDAL, Jose Ma. 88. VILLADEMOROS, Carlo!

G. 24, 26, 32, 70, 72.

W WALEWSKI, Conde Colon­

na. 16, 71, 73, 78, 95.

INDICE

POg. 1.- DESDE LA DECLARACION DE LA GUERRA

AL srno DE MONTEVIDEO

Principcles sucesos ...............•...... 5

La Guerra Grande no fue un pieito local 7

H.-LA ORGANIZACION DE LA D'EFENSA DE MONTEVIDEO

>En tierra :..... 10

La lucha en el mar ................•.•.. 14

ilL-LAS INSTlTUCIONES DURANTE LA GUERRA GRANDE

Montevideo. . . . . . . . . .. . . . .. . . .. . . . . . . . 17

EI Cerrito 23

IV.- FISONOMIA DE LA EPOCA

Discrepancias en la Defensa 27

Matices politicos en el Cerrito ......•..... 32

Vinculaciones entre ambos bandos 34

V.-LA NAVEGACION DE LOS RIOS

Planteo 39

Posicion de Florencio Varela ......•...... 40 Posicion de Rosas •....................... 42

Posicion Anglo-Francesa 44

116

Page 59: La Guerra Grande 1839-51 Pivel Devoto - Alcira Ranieri

Peg. VI.- EL PROBLEMA PARAGUAYO

Planteo 46 Posicion de Rosas 47 Acercamiento a Corrientes y a Brasil 49 Lamas y la alianza anti-rosista 50

VII.- LAS INTERVENCIONES EUROPEAS

lntervencien francesa 52 Convencion Mackau-Arana 53 Protesta unitaria y alegato de Varela 55 Solicitud de nuevas intervenciones 57 Mision de Florencio Varela 57 Mision del Marques de Abrantes 59 Mision de Gore Ousley y del Baron Deffaudis 61

Instrucciones a los comlsicnodos 62 Fracaso de Ios negociaciones 64 Expedici6n al Paralne y tratativas para­

guayas 65 lntervencion de Estados Unidos 66 Mision Hood 69 Mision Howden-Walewski 71

Convencion propuesta por Lord Howden 73 Propuesta Argentina 74 Inglaterra levanta el bloqueo 77

Misi6n Gore-Gros ......•................ 79 Convencion Arana-Southern BO Convenio Arana-Le Predour B1 Juicios de la Defensa sobre las intervenciones 82

Peg. VII1.- EL DESENLACE DE LA GUERRA GRANDE

Politica americanista de la Defensa 87 Relccion con Brasil 89

EI ministro Sinimbu 89 Misi6n de Magariiios 93 Actuaci6n de Andres Lamas 94

Aproximaci6n a Urquiza 97 Convenio de mayo de 1851 99 Los tratados del 51 con Brasil 100 La paz del 8 de octubre 104

IX.-INTERPRETACION DE LA GUERRA GRANDE 107

NOTAS ..........•............................ 110

NOMBRES CITADOS 113

Page 60: La Guerra Grande 1839-51 Pivel Devoto - Alcira Ranieri

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COLECCION CIEN TEMAS BASICOS

1. - E. Bonilla - GRECIA PRIMITIVA. 2. -E. Bonilla - LA EXPANSION GRIEGA. 3. - C. Scaffo - HOMBRE Y LENGUAJE. 4. - C. Estable - EL REINO DE LAS VOCAc/ONES. 5. - R. Lagarmilla - MUSICOS URUGUAYOS. 6. - Pivel - EL NACIMIENTO DE LA REPUBLICA. 7. - E. Bonilla - ATENAS. 8. - R. Yanez - CULTURA Y L1BERAC/ON. 9. -A. Castellanos - LA PATRIA VIEJA.

10. - E. Bonilla - ESPARTA, TEBAS Y MACEDONIA. 11. - C. Scaffo - PERMANENCIA Y PROCESO EN EL

LENGUAJE. 12. -Pivel - RIVERA.ORIBE Y LOS ORIGENE5 DE

LA GUERRA GRANDE. 13. - E. Bonilla - LA CIVILllACION GRIEGA CLASICA. 14. - R. Lagarmilla - EDUARDO FABIN!. 15. - Ranieri de Pivel - REVOLUc/ON HISPANICA. 16. - E. Bonilla - LA CIV/LilAC/ON HELENISTICA. 17. - Pivel - LA GUERRA GRANDE. 18. - Ranieri de Pivel - EL ANTIGUO REGIMEN EN

AMERICA. 19. - A. S. Visca - C. REYLES Y F. SILVA VALOES. 20. -Pivel - EL URUGUAY A MEDIADOS DEL 51·

GLO XIX. 21 • - E. Bonilla - PREHISTORIA DE LA HUMANIDAD. 22. - Ranieri de Pivel - LA HORA DE LAS OLIGAR.

QUIAS. 23. - E. Bonilla - EL RENAC/M/ENTO. 24. - Pivel - INTENTOS DE CONSOLIDAc/ON NA·

ClONAL (1~ parte: 1852·1860). 25. - E. Bonilla - PROTOHISTORIA DEL ORIENTE CER·

CANO.

Page 61: La Guerra Grande 1839-51 Pivel Devoto - Alcira Ranieri

54. ­ E. Bonilla - LA REPUBLICA Y EL ESTADO RO­26. - Ranieri de Pivel - LA REVOLUCION POPULAR. MANO-ITAlICO. 27. -28. -

29. -30. -

E. Bonilla - CIVllIZACION RENACENTISTA. Pivel - INTENTOS DE CONSOLIDACION NA­

ClONAL (2' parte: 1860-1875). E. Bonilla - LA REFORMA RElIGIOSA. Ranieri de Pivel - LA CONQUISTA DEFINITIVA

55. ­56. -

57. -

Ranieri de Pivel ­ ELLEVANTAMIENTO ESPANOl. Pivel - MONTEVIDEO, PLAZA FUERTE Y PUERTO

DE MAR. E. Bonilla - ROMA A LA CONQUIST A DEL

MUNDO. DE LA INDEPENDENCIA. 58. - Pivel - EXTENSION DEMOCRATICA Y ESTATlS­

31 . ~ E. Bonilla - EGIPTO ANTIGUO. 32. - Pivel - MllITARISMO Y CIVllISMO (1875-1897). 60. - Pivel -

MO (1897-1930). LA LUCHA DE LOS PUERTOS. .

33. - E. Bonilla - CONTRARREFORMA Y LUCHAS RE­ 61. - E. Bonilla - CAIDA DE LA REPUBLICA ROMANA.

34. -lIGIOSAS.

A. S. Visca - EL AMANECER DEL CRIOLlISMO 62. - Ranieri de Pivel - CONMOCION

AMERICA DEl EN LA

SIGLO XVIII. NARRATIVO. 65. - Pivel - LA DEFINICION AUTONOMISTA DE

35. - E. Bonilla - FRANCIA EN LA EDAD MODERNA. 1808. 36. - Pivel - EL URUGUAY A FINES DEL SIGlO XIX. 37. - E. Bonilla - MESOPOTAMIA Y PERSIA. 38. - Ranieri de Pivel - EL SILENCIO DE AMERICA. 39. -E. Bonilla - INGLATERRA Y RUSIA EN LA EDAD

66. -

69. -

E. Bonilla - AUGUSTO Y LA CIVllIZACION IMPERIAl.

Pivel - LA BANDA ORIENTAL Y LA REVOLU­CION DE 1810.

MODERNA. 70. - E. Bonilla - EL CRISTIANISMO EN EL IMPERIO 40. - Pivel - EL URUGUAY Y EL MUNDO CONTEM­ ROMANO.

PORANEO. 73. - E. Bonilla - DECADENCIA DE ROMA Y BARBA· 41. - E. Bonilla - CIVILIZACION DE LA EDAD MO­ RIZACION DE OCCIDENTE.

42. -DERNA.

A. S. Visca - EL CRIOLlISMO NARRATIVO EN­75. - E. Bonilla - BIZANCIO, ISLAM

CAROLINGIO. Y El IMPERIO

43. -Eo Bonilla -TRE DOS SIGlOS.

FENICIOS Y HEBREOS. 78. - E. Bonilla - FEUDAlISMO,

PAPADO. SANTO IMPERIO Y

44. - Ranieri de Pivel - AMERICA EN LLAMAS. 82. - E. Bonilla - ESPANA Y FRANCIA EN LA EDAD 45. - E. Bonilla - LA REVOLUCION' FRANCESA. MEDIA. 46. - A. S. Visca - LOS CRIOLlISTAS DEL VEINTE. 87. - E. Bonilla - INGLATERRA EN LA EDAD MEDIA. 47. - E. Bonilla - EL PERIODO NAPOLEONICO. 91. - E. Bonilla - LA CIVllIZACION MEDIEVAL. 48. -A. S. Visca - LOS CRIOLlISTAS DEL TREINTA. 50. -A. S. Visca - CRIOLlISTAS DEL CUARENTA Y

CINCO. 51 . - Pivel - ART/GAS Y SU TIERRA EN LA COLONIA. 53. - Pivel - EL ARREGLO DE LOS CAMPOS.