la guerra de los mundos

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H. G. WELLS LA GUERRA DE LOS MUNDOS Indi ce LIBRO PRIMERO 1 LA VISPERA DE LA GUERRA 2 LA ESTRELLA FUGAZ 3 EN EL CAMPO COMUNAL DE HORSELL 4 SE ABRE EL CILINDO 5 EL RAYO CALÓRICO 6 EL RAYO CALÓRICO EN EL CAMINO DE CHOBHAM 7 CÓMO LLEGUÉ A CASA 8 LA NOCHE DEL VIERNES 9 COMIENZA LA LUCHA 10 DURANTE LA TORMENTA 11 DESDE LA VENTANA 12 LA DESTRUCCIÓN DE WEYBRIDGE Y SHEPPERTON 13 MI ENCUENTRO CON EL CURA 14 EN LONDRES 15 LO QUE SUCEDIÓ EN SURREY 16 EL ÉXODO DE LONDRES 17 EL THUNDER CHILD LIBRO SEGUNDO 1 APLASTADOS 2 LO QUE VIMOS DESDE LAS RUINAS 3 LOS DIAS DE ENCIERRO 4 LA MUERTE DEL CURA 5 EL SILENCIO 6 DESPUÉS DE QUINCE DÍAS 7 EL HOMBRE DE PUTNEY HILL 8 LA CIUDAD MUERTA 9 LOS RESTOS 10 EPÍLOGO

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La Guerra de Los Mundos

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H. G. WELLS

LA GUERRA DE LOS MUNDOS

Indice

LIBRO PRIMERO

1 LA VISPERA DE LA GUERRA2 LA ESTRELLA FUGAZ3 EN EL CAMPO COMUNAL DE HORSELL4 SE ABRE EL CILINDO5 EL RAYO CALRICO6 EL RAYO CALRICO EN EL CAMINO DE CHOBHAM7 CMO LLEGU A CASA8 LA NOCHE DEL VIERNES9 COMIENZA LA LUCHA10 DURANTE LA TORMENTA11 DESDE LA VENTANA12 LA DESTRUCCIN DE WEYBRIDGE Y SHEPPERTON13 MI ENCUENTRO CON EL CURA14 EN LONDRES15 LO QUE SUCEDI EN SURREY16 EL XODO DE LONDRES17 EL THUNDER CHILD

LIBRO SEGUNDO

1 APLASTADOS2 LO QUE VIMOS DESDE LAS RUINAS3 LOS DIAS DE ENCIERRO4 LA MUERTE DEL CURA5 EL SILENCIO6 DESPUS DE QUINCE DAS7 EL HOMBRE DE PUTNEY HILL8 LA CIUDAD MUERTA9 LOS RESTOS10 EPLOGO

LIBRO PRIMERO

LA LLEGADA DE LOS MARCIANOS

1LA VSPERA DE LA GUERRA

En los ltimos aos del siglo diecinueve nadie habra credo que los asuntos humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias ms desarrolladas que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como l; que mientras los hombres se ocupaban de sus cosas eran estudiados quiz tan a fondo como el sabio estudia a travs del microscopio las pasajeras criaturas que se agitan y multiplican en una gota de agua. Con infinita complacencia, la raza humana continuaba sus ocupaciones sobre este globo, abrigando la ilusin de su superioridad sobre la materia. Es muy posible que los infusorios que se hallan bajo el microscopio hagan lo mismo. Nadie supuso que los mundos ms viejos del espacio fueran fuentes de peligro para nosotros, o si pens en ellos, fue slo para desechar como imposible o improbable la idea de que pudieran estar habitados. Resulta curioso recordar algunos de los hbitos mentales de aquellos das pasados. En caso de tener en cuenta algo as, lo ms que suponamos era que tal vez hubiera en Marte seres quiz inferiores a nosotros y que estaran dispuestos a recibir de buen grado una expedicin enviada desde aqu. Empero, desde otro punto del espacio, intelectos fros y calculadores y mentes que son en relacin con las nuestras lo que stas son para las de las bestias, observaban la Tierra con ojos envidiosos mientras formaban con lentitud sus planes contra nuestra raza. Y a comienzos del siglo veinte tuvimos la gran desilusin.Casi no necesito recordar al lector que el planeta Marte gira alrededor del Sol a una distancia de ciento cuarenta millones de millas y que recibe del astro rey apenas la mitad de la luz y el calor que llegan a la Tierra. Si es que hay algo de verdad en la hiptesis corriente sobre la formacin del sistema planetario,debe ser mucho ms antiguo que nuestro mundo, y la vida naci en l mucho antes que nuestro planeta sesolidificara. El hecho de que tiene apenas una sptima parte del volumen de la Tierra debe haber acelerado su enfriamiento, dndole una temperatura que permitiera la aparicin de la vida sobre su superficie. Tiene aire y agua, as como tambin todo lo necesario para sostener la existencia de seres animados.Pero tan vano es el hombre y tanto lo ciega su vanidad, que hasta fines del siglo diecinueve ningn escritor expres la idea de que all se pudiera haber desarrollado una raza de seres dotados de inteligencia que pudiese compararse con la nuestra. Tampoco se concibi la verdad de que siendo Marte ms antiguo que nuestra Tierra y dotado slo de una cuarta parte de la superficie de nuestro planeta, adems de hallarse situado ms lejos del Sol, era lgico admitir que no slo est ms distante de los comienzos de la vida, sino tambin mucho ms cerca de su fin.El enfriamiento que algn da ha de sufrir nuestro mundo ha llegado ya a un punto muy avanzado en nuestro vecino. Su estado material es todava en su mayor parte un misterio; pero ahora sabemos que aunen su regin ecuatorial la temperatura del medioda no llega a ser la que tenemos nosotros en nuestros inviernos ms crudos. Su atmsfera es mucho ms tenue que la nuestra, sus ocanos se han reducido hasta cubrir slo una tercera parte de su superficie, y al sucederse sus lentas estaciones se funde la nieve de lospolos para inundar peridicamente las zonas templadas. Esa ltima etapa de agotamiento, que todava es para nosotros increblemente remota, se ha convertido ya en un problema actual para los marcianos. La presin constante de la necesidad les agudiz el intelecto, aumentando sus poderes perceptivos yendureciendo sus corazones. Y al mirar a travs del espacio con instrumentos e inteligencias con los que apenas si hemos soado, ven a slo treinta y cinco millones de millas de ellos una estrella matutina de laesperanza: nuestro propio planeta, mucho ms templado, lleno del verdor de la vegetacin y del azul del agua, con una atmsfera nebulosa que indica fertilidad y con amplias extensiones de tierra capaz desostener la vida en gran nmero.Y nosotros, los hombres que habitamos esta Tierra, debemos ser para ellos tan extraos y poco importantes como lo son los monos y los lmures para el hombre. El intelecto del hombre admite ya que la vida es una lucha incesante, y parece que sta es tambin la creencia que impera en Marte. Su mundo se halla en el perodo del enfriamiento, y el nuestro est todava lleno de vida, pero de una vida que ellos consideran como perteneciente a animales inferiores. As, pues, su nica esperanza de sobrevivir al destino fatal que les amenaza desde varias generaciones atrs reside en llevar la guerra hacia su vecino ms prximo.

Y antes de juzgarlos con demasiada dureza debemos recordar la destruccin cruel y total que nuestra especie ha causado no slo entre los animales, como el bisonte y el dido, sino tambin entre las razas2

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inferiores, A pesar de su apariencia humana, los tasmanios fueron exterminados por completo en una guerra de extincin llevada a cabo por los inmigrantes europeos durante un lapso que dur escasamente cincuenta aos. Es que somos acaso tan misericordiosos como para quejarnos si los marcianos guerrearan con las mismas intenciones con respecto a nosotros?Los marcianos deben haber calculado su llegada con extraordinaria justezasus conocimientos matemticos exceden en mucho a los nuestrosy llevado a cabo sus preparativos de una manera perfecta.De haberlo permitido nuestros instrumentos podramos haber visto los sntomas del mal ya en el siglodieciocho. Hombres como Schiaparelli observaron el planeta rojoque durante siglos ha sido la estrella de la guerra, pero no llegaron a interpretar las fluctuaciones en las marcas que tan bien asentaron sobresus mapas. Durante ese tiempo los marcianos deben haber estado preparndose.Durante la oposicin de mil ochocientos noventa y cuatro se vio una gran luz en la parte iluminada del disco, primero desde el Observatorio Lick. Luego la not Perrotin, en Niza, y despus otros astrnomos.Los lectores ingleses se enteraron de la noticia en el ejemplar de Nature que apareci el dos de agosto. Meinclino a creer que la luz debe haber sido el disparo del can gigantesco, un vasto tnel excavado en su planeta, y desde el cual hicieron fuego sobre nosotros. Durante las dos oposiciones siguientes se avistaronmarcas muy raras cerca del lugar en que hubo el primer estallido luminoso.Hace ya seis aos que se descarg la tempestad en nuestro planeta. Al aproximarse Marte a la oposicin, Lavelle, de Java, hizo cundir entre sus colegas del mundo la noticia de que haba una enorme nube de gasincandescente sobre el planeta vecino. Esta nube se hizo visible a medianoche del da doce, y elespectroscopio, al que apel de inmediato, indicaba una masa de gas ardiente, casi todo hidrgeno, que se mova a enorme velocidad en direccin a la Tierra. Este chorro de fuego se torn invisible alrededor delas doce y cuarto. Lavelle lo compar a una llamarada colosal lanzada desde el planeta con la violenciasbita con que escapa el gas de plvora de la boca de un can.Esta frase result singularmente apropiada. Sin embargo, al da siguiente no apareci nada de esto en los diarios, excepcin hecha de una breve nota publicada en el Daily Telegraph, y el mundo continu ignorando uno de los peligros ms graves que amenaz a la raza humana. Es posible que yo no me hubiera enterado de lo que antecede si no hubiese encontrado en Ottershaw con el famoso astrnomo Ogilvy. ste se hallaba muy entusiasmado ante la noticia, y debido a la exuberancia de su reaccin, me invit a que le acompaara aquella noche a observar el planeta rojo.A pesar de todo lo que sucedi desde entonces, todava recuerdo con toda claridad la vigilia de aquella noche: el observatorio oscuro y silencioso, la lmpara cubierta que arrojaba sus dbiles rayos de luz sobre un rincn del piso, la delgada abertura del techo por la que se divisaba un rectngulo negro tachonado de estrellas.Ogilvy andaba de un lado a otro; le oa sin verle. Por el telescopio se vea un crculo azul oscuro y el pequeo planeta que entraba en el campo visual. Pareca algo muy pequeo, brillante e inmvil, marcado con rayas transversales y algo achatado en los polos. Pero qu pequeo era! Apenas si pareca un puntitode luz. Daba la impresin de que temblara un poco. Mas esto se deba a que el telescopio vibraba a causade la maquinaria de relojera que segua el movimiento del astro.Mientras lo observaba, Marte pareci agrandarse y empequeecerse, avanzar y retroceder, pero comprend que la impresin la motivaba el cansancio de mi vista. Se hallaba a cuarenta millones demillas, al otro lado del espacio. Pocas personas comprenden la inmensidad del vaco en el cual se mueve el polvo del universo material.En el mismo campo visual recuerdo que vi tres puntitos de luz, estrellitas infinitamente remotas, alrededorde las cuales predominaba la negrura insondable del espacio. Ya sabe el lector qu aspecto tiene esa negrura durante las noches estrelladas. Vista por el telescopio parece an ms profunda. E invisible para m, porque era ; tan pequeo y se hallaba tan lejos, volando con velocidad constante a travs de aquella distancia increble, acercndose minuto a minuto, llegaba el objeto que nos mandaban, ese objeto que habra de causar tantas luchas, calamidades y muertes en nuestro mundo. No so siquiera en l mientras miraba; nadie en la Tierra poda imaginar la presencia del certero proyectil.Tambin aquella noche hubo otro estallido de gas en el distante planeta. Yo lo vi. Fue un resplandor rojizo en los bordes segn se agrand levemente al dar el cronmetro las doce. Al verlo se lo dije a Ogilvy y l ocup mi lugar. Haca calor y sintindome sediento avanc a tientas por la oscuridad en direccin a la mesita sobre la que se hallaba el sifn, mientras que Ogilvy lanzaba exclamaciones de entusiasmo al estudiar el chorro de gas que vena hacia nosotros.Aquella noche parti otro proyectil invisible en su viaje desde Marte. Iniciaba su trayectoria veinticuatro horas despus del primero. Recuerdo que me qued sentado a la mesa, deseoso de tener una luz para poder fumar y ver el humo de mi pipa, y sin sospechar el significado del resplandor que haba descubierto y de todo el cambio que traera a mi vida. Ogilvy estuvo observando hasta la una, hora en que abandon el telescopio. Encendimos entonces el farol y fuimos a la casa. Abajo, en la oscuridad, se hallaban Ottershaw y Chertsey, donde centenares de personas dorman plcidamente.

Ogilvy hizo numerosos comentarios acerca del planeta Marte y se burl de la idea de que tuviese habitantes y de que stos nos estuvieran haciendo seas. Su opinin era que estaba cayendo sobre el planeta una profusa lluvia de meteoritos o que se haba iniciado en su superficie alguna gigantesca explosin volcnica. Me manifest lo difcil que era que la evolucin orgnica hubiera seguido el mismo camino en los dos planetas vecinos.La posibilidad de que existan en Marte seres parecidos a los humanos es muy remotame dijo. Centenares de observadores vieron la llamarada de aquella noche y de las diez siguientes. Por qu cesaron los disparos despus del dcimo nadie ha intentado explicarlo. Quiz sea que los gases producidos por las explosiones causaron inconvenientes a los marcianos. Densas nubes de humo o polvo, visibles como pequeos manchones grises en el telescopio, se diseminaron por la atmsfera del planeta y oscurecieron sus detalles ms familiares.Al fin se ocuparon los diarios de esas anormalidades, y en uno y otro aparecieron algunas notas referentes a los volcanes de Marte. Recuerdo que la revista Punch aprovech el tema para presentar una de sus acostumbradas caricaturas polticas. Y sin que nadie lo sospechara, aquellos proyectiles disparados por los marcianos aproximbanse hacia la Tierra a muchas millas por segundo, avanzando constantemente, hora tras hora y da tras da, cada vez ms prximos. Parceme ahora casi increblemente maravilloso que con ese peligro pendiente sobre nuestras cabezas pudiramos ocuparnos de nuestras mezquinas cosillas como lo hacamos. Recuerdo el jbilo de Markham cuando consigui una nueva fotografa del planeta para el diario ilustrado que editaba en aquellos das. La gente de ahora no alcanza a darse cuenta de la abundancia y el empuje de nuestros diarios del siglo diecinueve. Por mi parte, yo estaba muy entretenido en aprender a andar en bicicleta y ocupado en una serie de escritos sobre el probable desarrollo de las ideas morales a medida que progresara la civilizacin.Una noche, cuando el primer proyectil deba hallarse apenas a diez millones de millas, sala a pasear con mi esposa. Brillaban las estrellas en el cielo y le describ los signos del Zodiaco, indicndole a Marte, que era un puntito de luz brillante en el cnit y hacia el cual apuntaban entonces tantos telescopios. Era una noche clida, y cuando regresbamos a casa se cruzaron con nosotros varios excursionistas de Chertsey e Isleworth, que cantaban y hacan sonar sus instrumentos musicales. Veanse luces en las ventanas de las casas. Desde la estacin nos lleg el sonido de los trenes y el rugir de sus locomotoras convertase en meloda debido a la magia de la distancia. Mi esposa me seal el resplandor de las seales rojas, verdes y amarillas, que se destacaban en el cielo como sobre un fondo de terciopelo. Parecan reinar por doquier la calma y la seguridad.

2LA ESTRELLA FUGAZ

Luego lleg la noche en que cay la primera estrella. Se la vio por la maana temprano volando sobre Winchester en direccin al este. Pas a gran altura, dejando a su paso una estela llameante. Centenares de personas deben haberla divisado, tomndola por una estrella fugaz. Albin coment que dejaba tras de s una estela verdosa que resplandeca durante unos segundos. Denning, que era nuestra autoridad mxima en la materia, afirm que, al parecer, se hallaba a una altura de noventa o cien millas, y agreg que cay a la Tierra a unas cien millas al este de donde l se hallaba.Yo me encontraba en casa a esa hora. Estaba escribiendo en mi estudio, y aunque mis ventanas dan haciaOttershaw y tena corridas las cortinas, no vi nada fuera de lugar. Empero, ese objeto extrao que lleg a nuestra Tierra desde el espacio debe haber cado mientras me encontraba yo all sentado, y es seguro que lo habra visto si hubiera levantado la vista en el momento oportuno. Algunos de los que la vieron pasar afirman que viajaba produciendo un zumbido especial. Por mi parte, yo no o nada. Muchos de los habitantes de Berkshire, Surrey y Middlesex deben haberla observado caer y en su mayora la confundieron con un meteorito comn.Nadie parece haberse molestado en ir a verla esa noche.Pero a la maana siguiente, muy temprano, el pobre Ogilvy, que haba visto la estrella fugaz y que estaba convencido de que el meteorito se hallaba en campo abierto, entre Horsell, Ottershaw y Woking, se levant de la cama con la idea de hallarlo. Y lo encontr, en efecto, poco despus del amanecer y no muylejos de los arenales. El impacto del proyectil haba hecho un agujero enorme y la arena y la tierra fueronarrojadas en todas direcciones sobre los brezos, formando montones que eran visibles desde una milla y media de distancia. Hacia el este habase incendiado la hierba y el humo azul elevbase al cielo.El objeto estaba casi enteramente sepultado en la arena, entre los restos astillados de un abeto que habadestrozado en su cada. La parte descubierta tena el aspecto de un enorme cilindro cubierto de barro y sus lneas exteriores estaban suavizadas por unas incrustaciones como escamas de color parduzco. Su dimetro era de unos treinta metros.

Ogilvy acercse al objeto, sorprendindose ante su tamao y ms an de su forma, ya que la mayora de los meteoritos son casi completamente esfricos. Pero estaba todava tan recalentado por su paso a travs de la atmsfera, que era imposible aproximarse. Un ruido raro que le lleg desde el interior del cilindro lo atribuy al enfriamiento desigual de su superficie, pues en aquel entonces no se le haba ocurrido que pudiera ser hueco.Permaneci de pie al borde del pozo que el objeto cavara para s, estudiando con gran atencin su extrao aspecto, y muy asombrado debido a su forma y color desusados. Al mismo tiempo sospech que haba cierta evidencia de que su llegada no era casual. Reinaba el silencio a esa hora y el sol, que se elevaba ya sobre los pinos de Weybridge, comenzaba a calentar la Tierra. No record haber odo pjaros aquella maana y es seguro que no corra el menor soplo de brisa, de modo que los nicos sonidos que percibi fueron los muy leves que llegaban desde el interior del cilindro. Se encontraba solo en el campo. Sbitamente not con sorpresa que parte de las cenizas solidificadas que cubran el meteorito estaban desprendindose del extremo circular. Caan en escamas y llovan sobre la arena. De pronto cay un pedazo muy grande, produciendo un ruido que le paraliz el corazn.Por un momento no comprendi lo que significaba esto, y aunque el calor era excesivo, baj al pozo y acercse todo lo posible al objeto para ver las cosas con ms claridad. Le pareci entonces que el enfriamiento del cuerpo deba explicar aquello; mas lo que dio el ments a esa idea fue el hecho de que la ceniza caa slo de un extremo del cilindro.Entonces percibi que el extremo circular del cilindro rotaba con gran lentitud. Era tan gradual este movimiento, que lo descubri slo al fijarse que una marca negra que haba estado cerca de l unos cincominutos antes se hallaba ahora al otro lado de la circunferencia. Aun entonces no interpret lo que esto significaba hasta que oy un rechinamiento raro y vio que la marca negra daba otro empujn. Entoncescomprendi la verdad. El cilindro era artificial, estaba hueco y su extremo se abra! Algo que estaba dentro del objeto haca girar su tapa.Dios mo!exclam Ogilvy. All dentro hay hombres. Y estarn semiquemados. Quieren escapar.Instantneamente relacion el cilindro con las explosiones de Marte.La idea de las criaturas all confinadas resultle tan espantosa, que olvid el calor y adelantse para ayudar a los que se esforzaban por desenroscar la tapa. Pero afortunadamente, las radiaciones calricas le contuvieron antes que pudiera quemarse las manos sobre el metal, todava candente. Aun as, quedse irresoluto por un momento; luego gir sobre sus talones, trep fuera del pozo y parti a toda carrera en direccin a Woking. Deban ser entonces las seis de la maana. Encontrse con un carretero y trat de hacerle comprender lo que suceda; mas su relato era tan increble y su aspecto tan poco recomendable, que el otro sigui viaje sin prestarle atencin. Lo mismo le ocurri con el tabernero que estaba abriendo las puertas de su negocio en Horsell Bridge. El individuo crey que era un loco escapado del manicomio y trat vanamente de encerrarlo en su taberna. Esto calm un tanto a Ogilvy, y cuando vio a Henderson, el periodista londinense, que acababa de salir a su jardn, le llam desde la acera y logr hacerse entender.Hendersondijo, vio usted la estrella fugaz de anoche?S.Pues ahora est en el campo de Horsell.Cielos!exclam el periodista. Un meteorito, eh? Magnfico!Pero es algo ms que un meteorito. Es un cilindro artificial!... Y hay algo dentro. Henderson se irgui con su pala en la mano.Cmo?inquiri, pues era sordo de un odo.Ogilvy le cont entonces todo lo que haba visto y Henderson tard unos minutos en asimilar el significado de su relato. Solt luego la pala, tom su chaqueta y sali al camino. Los dos hombres corrieron en seguida al campo comunal y encontraron el cilindro todava en la misma posicin. Pero ahora haban cesado los ruidos interiores y un delgado crculo de metal brillante se mostraba entre el extremo y el cuerpo del objeto. Con un ruido sibilante entraba o sala el aire por el borde de la tapa. Escucharon un rato, golpearon el metal con un palo, y al no obtener respuesta sacaron en conclusin que el ser o los seres que se hallaban en el interior deban estar desmayados o muertos.Naturalmente, no pudieron hacer nada. Gritaron expresiones de consuelo y promesas y regresaron a la villa en busca de auxilio. Es fcil imaginarlos cubiertos de arena, con los cabellos desordenados y presas de la excitacin corriendo por la calle a la hora en que los comerciantes abran sus negocios y la genteasomaba a las ventanas de sus dormitorios. Henderson fue de inmediato a la estacin ferroviaria, a fin detelegrafiar la noticia a Londres. Los artculos periodsticos haban preparado a los hombres para recibir la idea sin demasiado escepticismo.Alrededor de las ocho haba partido ya hacia el campo comunal un nmero de muchachos y hombresdesocupados, que deseaban ver a los hombres muertos de Marte. Tal fue la interpretacin que se dio al relato. A m me lo cont el repartidor de diarios a eso de las nueve menos cuarto, cuando sal para buscar mi Daily Chronicle. Por supuesto, me sobresalt, y no perd tiempo en salir y cruzar el puente de

Ottershaw para dirigirme a los arenales.

3EN EL CAMPO COMUNAL DE HORSELL

Encontr un grupo de unas veinte personas que rodeaba el enorme pozo en el cual reposaba el cilindro. Ya he descrito el aspecto de aquel cuerpo colosal sepultado en el suelo. El csped y la tierra que lo rodeaban parecan chamuscados como por una explosin sbita. Sin duda alguna habase producido una llamarada por la fuerza del impacto. Henderson y Ogilvy no estaban all. Creo que se dieron cuenta de que no se poda hacer nada por el momento y fueron a desayunar a casa del primero.Haba cuatro o cinco muchachos sentados sobre el borde del pozo y todos ellos se divertan arrojando piedras a la gigantesca masa. Puse punto final a esa diversin, y despus de explicarles de qu se trataba, se pusieron a jugar a la mancha corriendo entre los curiosos.En el grupo de personas mayores haba un par de ciclistas, un jardinero que sola trabajar en casa, una nia con un beb en brazos, el carnicero Gregg y su hijito y dos o tres holgazanes que tenan la costumbre de vagabundear por la estacin. Se hablaba poco. En aquellos das el pueblo ingls posea conocimientosmuy vagos sobre astronoma. Casi todos ellos miraban en silencio el extremo chato del cilindro, el cual estaba an tal como lo dejaran Ogilvy y Hender son. Me figuro que se sentan desengaados al no ver una pila de cadveres chamuscados.Algunos se fueron mientras me hallaba yo all y tambin llegaron otros. Entr en el pozo y me pareci or vagos movimientos a mis pies. Era evidente que la tapa haba dejado de rotar.Slo entonces, cuando me acerqu tanto al objeto, me di cuenta de lo extrao que era. A primera vista, no resultaba ms interesante que un carro tumbado o un rbol derribado a travs del camino. Ni siquiera eso.Ms que nada pareca un tambor de gas oxidado y semienterrado. Era necesario poseer cierta medida deeducacin cientfica para percibir que las escamas grises que cubran el objeto no eran de xido comn, y que el metal amarillo blancuzco que reluca en la abertura de la tapa tena un matiz poco familiar. El trmino extraterrestre no tena significado alguno para la mayora de los mirones.Al mismo tiempo me hice cargo perfectamente de que el objeto haba llegado desde el planeta Marte, pero cre improbable que contuviera seres vivos. Pens que la tapa se desenroscaba automticamente. A pesar de las afirmaciones de Ogilvy, era partidario de la teora de que haba habitantes en Marte. Comenc a pensar en la posibilidad de que el cilindro contuviera algn manuscrito, y en seguida imagin lo difcil que resultara su traduccin, para preguntarme luego si no habra dentro monedas y modelos u otras cosas por el estilo. No obstante, me dije que era demasiado grande para tales propsitos y sent impaciencia por verlo abierto.Alrededor de las nueve, al ver que no ocurra nada, regres a mi casa de Maybury, pero me fue muy difcil ponerme a trabajar en mis investigaciones abstractas.En la tarde haba cambiado mucho el aspecto del campo comunal. Las primeras ediciones de los diarios vespertinos haban sorprendido a Londres con enormes titulares, como el que sigue:SE RECIBE UN MENSAJE DE MARTEExtraordinaria noticia de WokingAdems, el telegrama enviado por Ogilvy a la Sociedad Astronmica haba despertado la atencin de todos los observatorios del reino.Haba ms de media docena de coches de la estacin de Woking parados en el camino cerca de los arenales, un sulky procedente de Chobham y un carruaje de aspecto majestuoso. Adems, vi un gran nmero de bicicletas. Y a pesar del calor reinante, gran cantidad de personas deba haberse trasladado apie desde Woking y Chettsey, de modo que encontr all una multitud considerable.Haca mucho calor, no se vea una sola nube en el cielo, no soplaba la ms leve brisa y la nica sombra proyectada en el suelo era la de los escasos pinos. Habase extinguido el fuego en los brezos, pero el terreno llano que se extenda hacia Ottershaw estaba ennegrecido en todo lo que alcanzaba a divisar lavista, y del mismo elevbase todava el humo en pequeas volutas.Un comerciante emprendedor haba enviado a su hijo con una carretilla llena de manzanas y botellas de gaseosas.Acercndome al borde del pozo, lo vi ocupado por un grupo constituido por media docena de hombres.Estaban all Henderson, Ogilvy y un individuo alto y rubio quesegn supe despusera Stent, astrnomo del Observatorio Real, con varios obreros que blandan palas y picos. Stent daba rdenes con voz clara y aguda. Se hallaba de pie sobre el cilindro, el cual pareca estar ya mucho ms fro; su rostro mostrbase enrojecido y lleno de transpiracin, y algo pareca irritarle.Una gran parte del cilindro estaba ya al descubierto, aunque su extremo inferior se encontraba todava sepultado. Tan pronto como me vio Ogilvy entre los curiosos, me invit a bajar y me pregunt si tendra

inconveniente en ir a ver a lord Hilton, el seor del castillo.Agreg que la multitud, y en especial los muchachos, dificultaban los trabajos de excavacin. Deseaban colocar una barandilla para que la gente se mantuviera a distancia. Me dijo que de cuando en cuando seoa un ruido procedente del interior del casco, pero que los obreros no haban podido destornillar la tapa,ya que sta no presentaba protuberancia ni asidero alguno. Las paredes del cilindro parecan ser extraordinariamente gruesas y era posible que los leves sonidos que oan fueran en realidad gritos ygolpes muy fuertes procedentes del interior.Me alegr de hacerle el favor que me peda, ganando as el derecho de ser uno de los espectadores privilegiados que seran admitidos dentro del recinto proyectado. No hall a lord Hilton en su casa; perome informaron que lo esperaban en el tren que llegara de Londres a las seis. Como an eran las cinco ycuarto me fui a casa a tomar el t y ech luego a andar hacia la estacin para recibirlo.

4SE ABRE EL CILINDRO

Se pona ya el sol cuando volv al campo comunal. Varios grupos diseminados llegaban apresuradamente desde Woking, y una o dos personas regresaban a sus hogares. La multitud que rodeaba el pozo habase acrecentado y se recortaba contra el cielo amarillento. Eran quiz unas doscientas personas. O voces y me pareci notar movimientos como de lucha alrededor de la excavacin. Esto hizo que imaginara cosas raras.Al acercarme ms o la voz de Stent:Atrs! Atrs!Un muchacho adelantse corriendo hacia m.Se est moviendome dijo al pasar. Se desenrosca. No me gusta y me voy a casa.Segu avanzando hacia la multitud. Tuve la impresin de que haba doscientas o trescientas personas dndose codazos y empujndose unas a otras, y entre ellas no eran las mujeres las menos activas.Se ha cado al pozo!grit alguien.Atrs!exclamaron varios.La muchedumbre se apart un tanto y aprovech la oportunidad para abrirme paso a codazos. Todos parecan muy excitados y o un zumbido procedente del pozo.Oiga!exclam Ogilvy en ese momento. Aydenos a mantener a raya a estos idiotas. Todava nosabemos lo que hay dentro de este condenado casco.Vi a un joven dependiente de una tienda de Woking que se hallaba parado sobre el cilindro y trataba de salir del pozo. El gento le haba hecho caer con sus empujones.Desde el interior del casco estaban desenroscando la tapa y ya se vean unos cincuenta centmetros de la reluciente rosca. Alguien se tropez conmigo y estuve a punto de caer sobre la tapa. Me volv, y alhacerlo debi haberse terminado de efectuar la abertura y la tapa cay a tierra con un sonoro golpe. Di uncodazo a la persona que estaba detrs de m y volv de nuevo la cabeza hacia el objeto. Por un momento me pareci que la cavidad circular era completamente negra. Tena entonces el sol frente a los ojos.Creo que todos esperaban ver salir a un hombre, quiz algo diferente de los terrestres, pero, en esencia, unser como los humanos. Estoy seguro de que tal fue mi idea, Pero mientras miraba vi algo que se mova entre las sombras. Era de color gris y se mova sinuosamente, y despus percib dos discos luminosos parecidos a ojos, Un momento ms tarde se proyect en el aire y hacia m algo que se asemejaba a una serpiente gris no ms gruesa que un bastn. A ese primer tentculo sigui inmediatamente otro.Me estremec sbitamente. Una de las mujeres que estaban ms atrs lanz un grito agudo. Me volv a medias, sin apartar los ojos del cilindro, del cual se proyectaban otros tentculos ms, y comenc aempujar a la gente para alejarme del borde del pozo. Vi que el terror reemplazaba al asombro en los rostros de los que me rodeaban. O exclamaciones inarticuladas procedentes de todas las gargantas y huboun movimiento general hacia atrs. El dependiente segua esforzndose por salir del agujero. Me encontr solo y not que la gente del lado opuesto del pozo echaba a correr. Entre ellos iba Stent. Mir de nuevohacia el cilindro y me domin un temor incontrolable, que me oblig a quedarme inmvil y con los ojosfijos en el proyectil que llegara de Marte.Un bulto redondeado, grisceo y del tamao aproximado al de un oso se levantaba con lentitud y gran dificultad saliendo del cilindro.Al salir y ser iluminado por la luz reluci como el cuero mojado. Dos grandes ojos oscuros me miraban con tremenda fijeza. Era redondo y podra decirse que tena cara. Haba una boca bajo los ojos: la aberturatemblaba, abrindose y cerrndose convulsivamente mientras babeaba. El cuerpo palpitaba de maneraviolenta. Un delgado apndice tentacular se aferr al borde del cilindro; otro se agit en el aire.Los que nunca han visto un marciano vivo no pueden imaginar lo horroroso de su aspecto. La extraa boca en forma de uve, con su labio superior en punta; la ausencia de frente; la carencia de barbilla debajo

del labio inferior, parecido a una cua; el incesante palpitar de esa boca; los tentculos, que le dan el aspecto de una gorgona; el laborioso funcionamiento de sus pulmones en nuestra atmsfera; la evidente pesadez de sus movimientos, debido a la mayor fuerza de gravedad de nuestro planeta, y en especial la extraordinaria intensidad con que miran sus ojos inmensos... Todo ello produce un efecto muy parecido al de la nusea.Hay algo profundamente desagradable en su piel olivcea, y algo terrible en la torpe lentitud de sus tediosos movimientos. Aun en aquel primer encuentro, y a la primera mirada, me sent dominado por la repugnancia y el terror.Sbitamente desapareci el monstruo. Haba rebasado el borde del cilindro cayendo a tierra con un golpe sordo, como el que podra producir una gran masa de cuero al dar con fuerza en el suelo. Le o lanzar un grito ronco, y de inmediato apareci otra de las criaturas en la sombra profunda de la boca del cilindro.Ante eso me sent liberado de mi inmovilidad, gir sobre mis talones y ech a correr desesperadamente hacia el primer grupo de rboles, que se hallaba a unos cien metros de distancia; pero corr a tropezones y medio de costado, pues me fue imposible dejar de mirar a los monstruos.Una vez entre los pinos y matorrales me detuve jadeante y aguard el desarrollo de los acontecimientos. El campo comunal alrededor de los arenales estaba salpicado de gente que, como yo, miraba con terror y fascinacin a esas criaturas, o mejor dicho, al montn de tierra levantado al borde del pozo en el cual sehallaban, Y luego, con renovado terror, vi un objeto redondo y negro que sobresala del pozo. Era la cabeza del dependiente, que cayera en l. De pronto logr levantarse y apoyar una rodilla en el borde, pero volvi a deslizarse hacia abajo hasta que slo qued visible su cabeza. Sbitamente desapareci yme pareci or un grito lejano. Tuve el impulso momentneo de correr a prestarle ayuda, pero fue ms fuerte mi pnico que mi voluntad.Luego no se vio nada ms que los montones de arena proyectados hacia afuera por la cada del cilindro. Cualquiera que llegara desde Chobham o Woking se habra asombrado ante el espectculo: una multitudde unas cien o ms personas paradas en un amplio crculo irregular, en zanjas, detrs de matorrales,portones y setos, hablando poco y mirando con fijeza hacia unos cuantos montones de arena. La carretilla de gaseosas destacbase contra el cielo carmes y en los arenales haba una hilera de vehculos cuyos caballos pateaban el suelo o coman tranquilamente el grano de los morrales pendientes de sus cabezas.

5EL RAYO CALRICO

Despus que hube visto a los marcianos salir del cilindro en el que llegaran a la Tierra, una especie de fascinacin paraliz por completo mi cuerpo. Me qued parado entre los brezos con la vista fija en el montculo que los ocultaba. En mi alma librbase una batalla entre el miedo y la curiosidad.No me atreva a volver hacia el pozo, pero senta un extraordinario deseo de observar su interior. Por estacausa comenc a caminar describiendo una amplia curva en busca de algn punto ventajoso y mirando continuamente hacia los montones de arena tras los cuales se ocultaban los recin llegados. En cierta oportunidad vi el movimiento de una serie de apndices delgados y negros, parecidos a los tentculos de un pulpo, que de inmediato desaparecieron. Despus se elev una delgada vara articulada que tena en su parte superior un disco, el cual giraba con un movimiento bamboleante. Qu estaran haciendo?La mayora de los espectadores haba formado dos grupos: uno de ellos se hallaba en direccin a Woking y el otro hacia Chobham. Evidentemente, estaban pasando por el mismo conflicto mental que yo. Habaalgunos cerca de m y me acerqu a un vecino mo cuyo nombre ignoro.Qu bestias horribles!me dijo. Dios mo! Qu bestias horribles! Y volvi a repetir esto una y otra vez.Vio al hombre que cay al pozo?le pregunt.Mas no me respondi. Nos quedamos en silencio observando los arenales y me figuro que ambos encontrbamos cierto consuelo en la compaa mutua.Despus me desvi hacia una pequea elevacin de tierra, que tendra un metro o ms de altura, y cuandole busqu con la vista vi que se iba camino de Woking.Comenz a oscurecer antes que ocurriera nada ms. El grupo situado a la izquierda, en direccin a Woking, pareca haber crecido en nmero y o murmullos procedentes de ese lugar. El que se encontraba hacia Chobham se dispers. En el pozo no haba movimiento alguno.Fue esto lo que dio coraje a la gente. Tambin supongo que los que acababan de llegar desde Woking ayudaron a todos a recobrar su confianza. Sea como fuere, al comenzar a oscurecer se inici un movimiento lento e intermitente en los arenales. Este movimiento pareci cobrar fuerza a medida que continuaba el silencio y la calma en los alrededores del cilindro. Avanzaban grupitos de dos o tres, se detenan, observaban y volvan a avanzar, dispersndose al mismo tiempo en un semicrculo irregular que

prometa encerrar el pozo entre sus dos extremos. Por mi parte, yo tambin comenc a marchar hacia el cilindro.Vi entonces algunos cocheros y otras personas que haban entrado sin miedo en los arenales y o ruido de cascos y ruedas. Avist de pronto a un muchacho que se iba con la carretilla de manzanas y gaseosas. Y luego descubr un grupito de hombres que avanzaban desde la direccin en que se hallaba Horsell. Seencontraban ya a unos treinta metros del pozo y el primero de ellos agitaba una bandera blanca.Era la delegacin. Habase efectuado una apresurada consulta, y como los marcianos eran, sin duda alguna, inteligentes, a pesar de su aspecto repulsivo, se resolvi tratar de comunicarse con ellos ydemostrarles as que tambin nosotros poseamos facultades razonadoras.La bandera se agitaba de derecha a izquierda. Yo me encontraba demasiado lejos para reconocer a ninguno de los componentes del grupo; pero despus supe que Ogilvy, Stent y Henderson estaban entreellos. La delegacin haba arrastrado tras de s en su avance a la circunferencia del que era ahora un crculo casi completo de curiosos, y un nmero de figuras negras la seguan a distancia prudente. Sbitamente se vio un resplandor de luz y del pozo sali una cantidad de humo verde y luminoso en tresbocanadas claramente visibles. Estas bocanadas se elevaron una tras otra hacia lo alto de la atmsfera.El humo (llama sera quiz la palabra correcta) era tan brillante que el cielo y los alrededores parecieron oscurecerse momentneamente y quedar luego ms negros al desaparecer la luz. Al mismo tiempo se oyun sonido sibilante.Ms all del pozo estaba el grupito de personas con la bandera blanca a la cabeza. Ante el extrao fenmeno todos se detuvieron. Al elevarse el humo verde, sus rostros mostrronse fugazmente a mi vistacon un matiz plido verdoso y volvieron a desaparecer al apagarse el resplandor.El sonido sibilante se fue convirtiendo en un zumbido agudo y luego en un ruido prolongado y quejumbroso. Lentamente se levant del pozo una forma extraa y de ella pareci emerger un rayo de luz. De inmediato saltaron del grupo de hombres grandes llamaradas, que fueron de uno a otro. Era como si unchorro de fuego invisible los tocara y estallase en una blanca llama. Era como si cada hombre se hubieraconvertido sbitamente en una tea.Luego, a la luz misma que los destrua, los vi tambalearse y caer, mientras que los que estaban cerca se volvan para huir.Me qued mirando la escena sin comprender an que era la muerte lo que saltaba de un hombre a otro en aquel gento lejano. Todo lo que sent entonces era que se trataba de algo raro. Un silencioso rayo de luzcegadora y los hombres caan para quedarse inmviles, y al pasar sobre los pinos la invisible ola de calor,stos estallaban en llamas y cada seto y matorral convertase en una hoguera. Y hacia la direccin deKnaphill vi el resplandor de los rboles y edificios de madera que ardan violentamente.Esa muerte ardiente, esa inevitable ola de calor, se extenda en los alrededores con rapidez. La not acercarse hacia m por los matorrales que tocaba y encenda y me qued demasiado aturdido para moverme. O el crujir del fuego en los arenales y el sbito chillido de un caballo, que muriinstantneamente. Despus fue como si un dedo invisible y ardiente pasara por _ los brezos entre el lugaren que me encontraba y el sitio ocupado por los marcianos, y a lo largo de la curva trazada ms all de los arenales comenz a humear y resquebrajarse el terreno. Algo cay con un ruido estrepitoso en el lugar en que el camino de la estacin de Woking llega al campo comunal. Luego ces el zumbido, y el objeto negro, parecido a una cpula, se hundi dentro del pozo perdindose de vista.Todo esto haba ocurrido con tal rapidez, que estuve all inmvil y atontado por los relmpagos de luz sin saber qu hacer. De haber descrito el rayo un crculo completo es seguro que me hubiera alcanzado porsorpresa. Pero pas sin tocarme y dej los terrenos de mi alrededor ennegrecidos y casi irreconocibles.El campo pareca ahora completamente negro, excepto donde sus caminos se destacaban como franjas grises bajo la luz dbil reflejada desde el cielo por los ltimos resplandores del sol. En lo alto comenzabana brillar las estrellas y hacia el oeste veanse an los destellos del da moribundo.Las copas de los pinos y los techos de Horsell destacronse claramente contra esos ltimos resplandores en occidente. Los marcianos y sus aparatos eran ya completamente invisibles, excepcin hecha del delgado mstil, en cuyo extremo continuaba girando el espejo.Aqu y all se vean setos y rboles que humeaban todava, y desde las casas de Woking se elevabangrandes llamaradas hacia lo alto del cielo.Con excepcin de esto y el tremendo asombro que me embargaba, nada haba cambiado. El grupito de puntos negros con su bandera blanca haba sido exterminado sin que se turbara mucho la paz del anochecer.Hasta entonces no comprend que me encontraba all indefenso y solo. Sbitamente, como algo que me cayera de encima, me asalt el miedo.Con un gran esfuerzo me volv y comenc a correr a tropezones por entre los brezos.El miedo que me dominaba no era un miedo racional, sino un terror pnico, no slo a causa de los marcianos, sino tambin debido a la tranquilidad y el silencio que me rodeaban. Tal fue su efecto, que

corr llorando como un nio. Cuando hube emprendido la carrera ni una sola vez me atrev a volver la cabeza.Recuerdo que tuve la impresin de que estaban jugando conmigo y que en pocos minutos, cuando estuviera a punto de salvarme, esa muerte misteriosa, tan rpida como el paso de la luz, saltara tras de m para matarme.

6EL RAYO CALRICO EN EL CAMINO DE CHOBHAM

Todava no se ha podido aclarar cmo lograban los marcianos matar hombres con tanta rapidez y tal silencio. Muchos opinan que en cierto modo pueden generar un calor intenssimo en una cmara completamente aislada. Este calor intenso lo proyectan en un rayo paralelo por medio de un espejo parablico de composicin desconocida, tal como funcionaba el espejo parablico de los faros.Pero nadie ha podido comprobar estos detalles. Sea como fuere, es seguro que lo esencial en el aparato es el rayo calrico. Calor y luz invisible. Todo lo que sea combustible se convierte en llamas al ser tocado por el rayo: el plomo corre como agua, el hierro se ablanda, el vidrio se rompe y se funde, y cuando toca el agua, sta estalla en una nube de vapor.Aquella noche unas cuarenta personas quedaron tendidas alrededor del pozo, quemadas y desfiguradas por completo, y durante las horas de la oscuridad el campo comunal que se extiende entre Horsell yMaybury qued desierto e iluminado por las llamas.Es probable que la noticia de la hecatombe llegara a Chobham, Woking y Ottershaw, ms o menos, al mismo tiempo. En Woking se haban cerrado ya los negocios cuando ocurri la tragedia, y un nmero de empleados, atrados por los relatos que oyeran, cruzaban el puente de Horsell y marchaban por el caminoflanqueado de setos que va hacia el campo comunal. Ya podr imaginar el lector a los ms jvenes,acicalados despus de su trabajo y aprovechando la novedad como excusa para pasear juntos y flirtear durante el paseo.Naturalmente, hasta ese momento eran pocas las personas que saban que el cilindro se haba abierto,aunque el pobre Henderson haba enviado un mensajero al correo con un telegrama especial para un diario vespertino.Cuando estas personas salieron de a dos y de a tres al campo abierto, vieron varios grupitos que hablabancon vehemencia y miraban al espejo giratorio que sobresala del pozo. Sin duda alguna, los recin llegados se contagiaron de la excitacin reinante.Alrededor de las ocho y media, cuando fue destruida la delegacin, debe haber habido una muchedumbrede unas trescientas personas o ms en el lugar, aparte de los que salieron del camino para acercarse ms a los marcianos. Tambin haba tres agentes de polica, uno de ellos a caballo, que, en obediencia a las rdenes de Stent, hacan todo lo posible por alejar a la gente e impedirles que se aproximaran al cilindro. Algunos de los menos sensatos protestaron a voz en grito y se burlaron de los representantes de la ley. Stent y Ogilvy, que teman la posibilidad de un desorden, haban telegrafiado al cuartel para pedir una compaa de soldados que protegiera a los marcianos de cualquier acto de violencia por parte de la multitud. Despus regresaron para guiar al grupo que se adelant para parlamentar con los visitantes.La descripcin de su muerte, tal como la presenci la multitud, concuerda con mis propias impresiones:las tres nubculas de humo verde, el zumbido penetrante y las llamaradas.Ese grupo de personas escap de la muerte por puro milagro. Slo les salv el hecho de que una loma arenosa intercept la parte inferior del rayo calrico. De haber estado algo ms alto el espejo parablico, ninguno de ellos hubiera vivido para contar lo que pas.Vieron los destellos y los hombres que caan y luego les pareci que una mano invisible encenda los matorrales mientras se diriga hacia ellos. Luego, con un zumbido que ahog al procedente del pozo, elrayo pas por encima de sus cabezas, encendiendo las copas de las hayas que flanquean el camino, quebrando los ladrillos, destrozando vidrios, incendiando marcos de ventanas y haciendo desmoronar unaparte del altillo de una casa prxima a la esquina.Al ocurrir todo esto, el grupo, dominado por el pnico, parece haber vacilado unos momentos.Chispas y ramillas ardientes comenzaron a caer al camino. Sombreros y vestidos se incendiaron. Luego oyeron los gritos del campo comunal.Resonaban alaridos y gritos, y de pronto lleg hasta ellos el polica montado, que se tomaba la cabeza con ambas manos y aullaba como un endemoniado.Ya viene!chill una mujer.Acto seguido se volvieron todos y empezaron a empujarse unos a otros desesperados por escapar hacia Woking. Deben haber huido tan ciegamente como un rebao de ovejas. Donde el camino se angosta y pasa por entre dos barrancos de cierta altura se api la multitud y se libr una lucha desesperada. No

todos escaparon; dos mujeres y un nio fueron aplastados y pisoteados, quedando all abandonados para morir en medio del terror y la oscuridad.

7CMO LLEGU A CASA

Por mi parte, no recuerdo nada de mi huida, excepto las sacudidas que me llev al chocar contra los rboles y tropezar entre los brezos. A mi alrededor parecan cernirse los terrores trados por los marcianos. Aquella cruel ola de calor pareca andar de un lado para otro, volando sobre mi cabeza, para descender de pronto y quitarme la vida. Llegu al camino entre la encrucijada y Horsell y corr por all en loca carrera.Al fin no pude seguir adelante, estaba agotado por la violencia de mis emociones y por mi fuga, y fui a caer a un costado del camino, muy cerca donde el puente cruza el canal a escasa distancia de losgasmetros. Ca y all me qued.Debo haber estado en ese sitio durante largo rato.De pronto me sent sintindome perplejo. Por un momento no pude comprender cmo haba llegado all. Mi terror habase desvanecido sbitamente. No tena sombrero y not que mi cuello estaba desprendido.Unos minutos haba tenido frente a m slo tres cosas: la inmensidad de la noche, del espacio y de laNaturaleza; mi propia debilidad y angustia, y la cercana de la muerte. Ahora era como si algo se hubiese dado vuelta y mi punto de vista se alter por completo. No tuve conciencia de la transicin de un estadomental al otro. Volv a ser de pronto la persona de todos los das, el ciudadano comn y decente. Elcampo silencioso, el impulso de huir y las llamaradas me parecieron cosa de pesadilla. Me pregunt entonces si habran ocurrido en realidad, mas no pude creerlo.Me puse de pie y ascend con paso inseguro la empinada curva del puente. Mi mente estaba en blanco,mis msculos y nervios parecan carentes de energa y creo que mis pasos eran tambaleantes. Una cabeza apareci sobre la parte superior de la curva, y al rato vi subir un obrero que llevaba un canasto. A su lado corra un nio. El hombre me salud al pasar a mi lado. Estuve tentado de dirigirle la palabra, mas no lo hice y respond a su saludo con una inclinacin de cabeza.Sobre el puente ferroviario de Maybury pas un tren echando humo y pitando constantemente. Un grupo de personas conversaban a la entrada de una de las casas que constituyen el grupo llamado Oriental Terrace. Todo esto era real y conocido. Y lo que dejaba atrs! Aquello era fantstico. Me dije que no poda ser.Tal vez mis estados de nimo sean excepcionales. A veces experimento una extraa sensacin de desapego y me separo de mi cuerpo y del mundo que me rodea, observndolo todo desde afuera, desde un punto inconcebiblemente remoto, fuera del tiempo y del espacio. Esta impresin era muy fuerte en maquella noche. All tena ahora otro aspecto de mi sueo.Pero lo malo era la incongruencia entre esta serenidad y la muerte cierta que se hallaba a menos de dos millas de distancia. O el ruido de la gente que trabajaba en los gasmetros y vi encendidas todas las luces elctricas. Me detuve junto al grupito.Qu novedades hay del campo comunal?pregunt. Haba all dos hombres y una mujer.Eh?dijo uno de los hombres.Qu novedades hay del campo comunal?repet.No viene usted de all?inquirieron ambos hombres.La gente que ha ido al campo comunal se ha vuelto tontadeclar la mujer. De qu se trata?No ha odo hablar de los hombres de Marte?exclam.Ms de lo necesariodijo ella, y los tres rompieron a rer.Me sent aturdido y furioso. Hice un esfuerzo, pero me fue imposible contarles lo ocurrido. De nuevo se rieron ante mis frases inconexas.Ya oirn ms al respectodije, y segu mi camino.Mi esposa me esperaba a la puerta y se sobresalt al verme tan plido. Entr en el comedor, tom asiento, beb un poco de vino, y tan pronto me hube recobrado lo suficiente le cont lo que haba visto. La cena, fra ya, estaba servida y qued olvidada sobre la mesa mientras relataba yo los acontecimientos.Hay algo importanteexpres para calmar los temores de mi esposa. Son las criaturas ms torpes que he visto en mi vida. Quiz retengan la posesin del pozo y maten a los que se acerquen, pero de all no pueden salir... Pero qu horribles son!Clmate, queridome dijo mi esposa tomndome de la mano.Pobre Ogilvy! Pensar que debe estar all sin vida!Por lo menos, a mi esposa no le result increble el relato. Cuando vi lo plida que estaba, call de pronto.

Podran venir aqudijo ella una y otra vez.La obligu a tomar un poco de vino y trat de tranquilizarla.Apenas si pueden moversele dije.Comenc a calmarla repitiendo todo lo que me dijera Ogilvy acerca de la imposibilidad de que los marcianos se establecieran en la Tierra. Mencion especialmente la dificultad presentada por nuestrafuerza de gravedad. Sobre la superficie de la Tierra la atraccin es tres veces mayor que sobre Marte. Por tanto, los marcianos deban pesar aqu tres veces ms que en su planeta, aunque su fuerza muscular fuera la misma. En verdad, sta era la opinin general. Tanto el Times como el Daily Telegraph, por ejemplo,insistieron sobre el punto la maana siguiente, y ambos diarios pasaron por alto, como lo hice yo, dos influencias que evidentemente habran de modificar esta situacin para los visitantes.Ahora sabemos que la atmsfera de la Tierra contiene mucho ms oxgeno o mucho menos argn que lade Marte. La influencia vigorizadora de este exceso de oxgeno debe, sin duda, haber contrarrestado el efecto del aumento de peso en sus cuerpos. Adems, todos olvidamos el hecho de que los marcianos posean suficiente habilidad mecnica como para no verse obligados a hacer ms esfuerzos musculares que los necesarios.Mas yo no tuve en cuenta esos puntos en aquel momento, y, por tanto, mi razonamiento result fallido. Una vez que me hube alimentado y me vi ante la necesidad de tranquilizar a mi esposa, fui cobrando msvalor.Han cometido un errorcoment. Son peligrosos porque seguramente estn aterrorizados. Tal vez no esperaban encontrar aqu seres vivientes y mucho menos dotados de inteligencia. Una granada en elpozo terminar con todos ellos si es necesario.La intensa excitacin producida por los acontecimientos presenciados puso a mis poderes perceptivos en un estado de eretismo. Aun ahora recuerdo con toda claridad todos los detalles de la mesa a la que estuve sentado. El rostro ansioso de mi esposa, que me contemplaba a la luz de la lmpara; el mantel blanco y elservicio de platera y cristalpues en aquel entonces hasta los escritores de temas filosficos tenamosciertos lujos; el vino en mi copa... Todo ello est claramente grabado en mi cerebro.Al terminar la cena me puse a fumar un cigarrillo, mientras lamentaba el arrojo de Ogilvy y haca comentarios sobre la exterminacin de los marcianos.Lo mismo habr hecho algn respetable elido de la isla de Francia cuando coment en su nido la llegada de aquel barco lleno de marineros que necesitaban alimentos. Maana los mataremos a picotazos,querida.Yo lo ignoraba, pero aqulla fue mi ltima cena civilizada en un perodo de muchos das extraos y terribles.

8LA NOCHE DEL VIERNES

En mi opinin, lo ms extraordinario de todo lo extrao y maravilloso que ocurri aquel viernes fue el encadenamiento de los hbitos comunes de nuestro orden social con los primeros comienzos de la serie de acontecimientos que habran de echar por tierra aquel orden.Si el viernes por la noche se hubiera tomado un par de compases y trazado un crculo con un radio de cinco millas alrededor de los arenales de Woking, dudo que se hubiera encontrado fuera de ese crculoningn ser humanoa menos que fuera algn pariente de Stent o de los tres o cuatro ciclistas y londinenses que yacan muertos en el campo comunalcuyas emociones o costumbres fueran afectadas en lo mnimo por los visitantes del espacio.Muchas personas haban odo hablar del cilindro y lo comentaban en sus momentos de ocio; pero es seguro que el extrao objeto no produjo la sensacin que habra causado un ultimtum dado a Alemania.El telegrama que mand Henderson a Londres describiendo la abertura del proyectil fue considerado como una invencin, y despus de telegrafiar pidiendo que lo ratificara sin obtener respuesta, su diariodecidi no imprimir una edicin especial.Dentro del crculo de cinco millas la mayora de la gente no hizo nada. Yo he descrito la conducta de los hombres y mujeres con quienes habl. En todo el distrito la gente cenaba tranquilamente; los trabajadores atendan sus jardines despus de la labor del da; los nios eran llevados a la cama; los jvenes paseaban por los senderos hacindose el amor; los estudiantes lean sus textos.Quiz hubiera ciertos murmullos en las calles de la villa y un tpico dominante en las tabernas. Aqu y all apareca un mensajero o algn testigo ocular, causando gran entusiasmo y muchos corros. Pero en su mayor parte continu como siempre la rutina de trabajar, comer, beber y dormir... Pareca que el planeta Marte no existiera en el universo. Aun en la estacin de Woking y en Horsell y Chobham ocurra esto.En el empalme Woking, hasta horas muy avanzadas, los trenes paraban y seguan viaje; los pasajeros

descendan y suban a los vagones y todo marchaba como de costumbre. Un muchacho de la ciudad venda diarios con las noticias de la tarde. El ruido seco de los parachoques al chocar y el agudo silbato de las locomotoras se mezclaban con sus gritos de Hombres de Marte.Hombres muy nerviosos entraron a las nueve en la estacin con noticias increbles y no causaron ms turbacin que la que podran haber provocado algunos ebrios. La gente que viajaba hacia Londresasombase a las ventanillas y slo vean algunas chispas que danzaban en el aire en direccin a Horsell, un resplandor rojizo y una nube de humo en lo alto, y pensaban que no ocurra nada ms serio que un incendio entre los brezos. Slo alrededor del campo comunal se notaba algo fuera de lugar. Haba mediadocena de aldeas que ardan en los lmites de Woking. Veanse luces en todas las casas que daban al campo y la gente estuvo despierta hasta el amanecer.Una multitud de curiosos se hallaba en los puentes de Chobham y de Horsell. Ms tarde se supo que dos otres arrojados individuos partieron en la oscuridad y se acercaron, arrastrndose, hasta el pozo; pero no volvieron ms, pues de cuando en cuando un rayo de luz como el de un faro recorra el campo comunal, y tras de l segua el rayo calrico. Salvo estos dos o tres infortunados, el campo estaba silencioso y desierto, y los cadveres quemados estuvieron tendidos all toda la noche y todo el da siguiente. Muchos oyeron el resonar de martillos procedentes del pozo.As estaban las cosas el viernes por la noche. En el centro, y clavado en nuestro viejo planeta como un dardo envenenado, se hallaba el cilindro. Mas el veneno no haba comenzado a surtir efecto todava. A sualrededor haba una extensin de terreno que arda en partes y en el que se vean algunos objetos oscurosque yacan en diversas posiciones. Aqu y all haba un seto o un rbol en llamas. Ms all se extenda una lnea ocupada por personas dominadas por el terror, y al otro lado de esa lnea no se haba extendidoan el pnico. En el resto del mundo continuaba fluyendo la vida como lo hiciera durante aos sin cuento.La fiebre de la guerra, que poco despus habra de endurecer venas y arterias, matar nervios y destruir cerebros, no se haba desarrollado an.Durante toda la noche estuvieron los marcianos martillando y movindose, infatigables en su trabajo, conmquinas que preparaban. A veces levantbase hacia el cielo estrellado una nubcula de humo verdoso. Alrededor de las once pas por Horsell una compaa de soldados, que se despleg por los bordes del campo comunal para formar un cordn. Algo ms tarde pas otra compaa por Chobham para ocupar el lmite norte del campo. Ms temprano haban llegado all varios oficiales del cuartel de Inkerman y se lamentaba la desaparicin del mayor Edn. El coronel del regimiento lleg hasta el puente de Chobham y estuvo interrogando a la multitud hasta la medianoche. Las autoridades militares comprendan la seriedad de la situacin. Segn anunciaron los diarios de la maana siguiente, a eso de las once de la noche partieron de Aldershot un escuadrn de hsares, dos ametralladoras Maxim y unos cuatrocientos hombres del Regimiento de Cardigan.Pocos segundos despus de medianoche, el gento que se hallaba en el camino de Chertsey vio caer otra estrella, que fue a dar entre los pinos del bosquecillo que hay hacia el noroeste. Cay con una luz verdosa y produjo un destello similar al de los relmpagos de verano. Era el segundo cilindro.

9COMIENZA LA LUCHA

El sbado ha quedado grabado en mi memoria como un da de incertidumbre. Fue tambin una jornada calurosa y pesada y el termmetro fluctu constantemente.Yo haba dormido poco, aunque mi esposa logr descansar bien. Por la maana me levant muytemprano. Sal al jardn antes de desayunar y me qued escuchando, pero del lado del campo comunal no se oa nada ms que el canto de una alondra.El lechero lleg como de costumbre. O el estrpito de su carro y fui hacia la puerta lateral para pedirle lasltimas noticias. Me inform que durante la noche los marcianos haban sido rodeados por las tropas y que se esperaban caones.En ese momento o algo que me tranquiliz. Era el tren que iba hacia Woking.No los van a matar si pueden evitarlodijo el lechero.Vi a mi vecino que estaba trabajando en su jardn y charl con l durante un rato. Despus fui a desayunar. Aquella maana no ocurri nada excepcional. Mi vecino opinaba que las tropas podran capturar o destruir a los marcianos durante el transcurso del da.Es una pena que no quieran tratos con nosotros observ. Sera interesante saber cmo viven en otro planeta. Quiz aprenderamos algunas cosas.Acercse a la cerca y me dio un puado de fresas. Al mismo tiempo me cont que se haba incendiado el bosque de pinos prximo al campo de golf de Byfleet.Dicen que ha cado all otro de los condenados proyectiles. Es el nmero dos. Pero con uno basta y

sobra. Esto le costar mucho dinero a las compaas de seguros.Ri jovialmente al decir esto y agreg que el bosque estaba todava en llamas.El terreno estar muy caliente durante varios das debido a las agujas de pinoagreg. Se puso serio, y luego dijo: Pobre Ogilvy!Despus del desayuno decid ir hasta el campo comunal. Bajo el puente ferroviario encontr a un grupo desoldados del Cuerpo de Zapadores, que lucan gorros pequeos, sucias chaquetillas rojas, camisas azules, pantalones oscuros y botas de media caa.Me dijeron que no se permita pasar al otro lado del canal, y al mirar hacia el puente vi a uno de lossoldados del Regimiento de Cardigan que montaba all la guardia. Durante un rato estuve conversando con estos hombres y les cont que la noche anterior haba visto a los marcianos. Ellos tenan ideas muy vagas acerca de los visitantes, de modo que me interrogaron con vivo inters. Dijeron que ignoraban quin haba autorizado la movilizacin de las tropas; opinaban que se haba producido una disputa al respecto en los Guardias Montados. El zapador ordinario es mucho ms culto que el soldado comn y comentaron las posibilidades de la lucha en perspectiva con bastante justeza. Les describ el rayo calrico y comenzaron a discutir entre ellos.Lo mejor sera arrastrarnos hasta encontrar refugio y tirotearlosexpres uno.Bah!dijo otro. Cmo se puede encontrar refugio contra ese calor? Si te cocinan! Lo que hay que hacer es llegar lo ms cerca posible y cavar una trinchera.T y tus trincheras! Siempre las quieres. Ni que fueras un conejo.Es verdad que no tienen cuello?dijo de pronto un tercero. Repet la descripcin que hiciera un momento antes.Octopusdijo l. As que esta vez tendremos que pelear con peces.No es un crimen matar bestias asmanifest el que hablara primero.Por qu no los caonean de una vez y terminan con ellos?pregunt otro. No se sabe lo que son capaces de hacer.Y dnde estn las balas? No hay tiempo. Creo que deberamos atacarlos ahora sin perder ni un minuto.As continuaron discutiendo. Al cabo de un rato me alej de ellos y fui a la estacin para buscar tantosdiarios matutinos como hubiera.Mas no fatigar al lector con una descripcin de aquella maana tan larga y de la tarde, ms larga an. No logr ver el campo comunal, pues incluso las torres de las iglesias de Horsell y Chobham estaban ocupadas por las autoridades militares. Los soldados con quienes habl no saban nada: los oficiales estaban muy ocupados y no quisieron darme informes. La gente del pueblo se senta nuevamente segura ante la presencia del ejrcito, y por primera vez me enter de que el hijo del cigarrero Marshall era uno de los muertos en el campo. Los soldados haban obligado a los que vivan en las afueras de Horsell a cerrar sus casas y salir de ellas.Volv a casa alrededor de las dos. Estaba muy cansado, pues, como ya he dicho, el da era muy caluroso y pesado, y por la tarde me refresqu con un bao fro. Alrededor de las cuatro y media fui a la estacinpara adquirir un diario vespertino, pues los de la maana haban publicado una descripcin muy pocodetallada de la muerte de Stent, Henderson, Ogilvy y los otros. Pero no encontr en ellos nada que no supiera.Los marcianos no se mostraron para nada. Parecan muy ocupados en su pozo y se oa el resonar de losmartillazos, mientras que las columnas de humo eran constantes. Aparentemente, estaban preparndose para una lucha.Se han hecho nuevas tentativas de comunicarse con ellos, mas no se obtuvo el menor xito, era lafrmula empleada por los diarios.Un zapador me dijo que las seales las haca un soldado ubicado en una zanja con una bandera atada a una vara muy larga. Los marcianos le prestaron tanta atencin como la que prestaramos nosotros a los mugidos de una vaca.Debo confesar que la vista de todo este armamento y de los preparativos me excit en extremo. Me torn beligerante y en mi indignacin derrot a los invasores de diversas maneras. Volvieron a m parte de los sueos de batalla y herosmo que tuviera durante mi niez. En esos momentos me pareci una batalla desigual. Los marcianos daban la impresin de encontrarse totalmente indefensos en su pozo.Alrededor de las tres comenzaron a orse las detonaciones de un can que estaba en Chertsey o Addlestone. Me enter de que estaban caoneando el bosque de pinos donde haba cado el segundo cilindro, pues deseaban destruirlo antes que se abriera. Mas eran ya las cinco cuando lleg a Chobham elcan que habra de usarse contra el primer grupo de marcianos.A eso de las seis, cuando estaba tomando el t con mi esposa en la glorieta y hablaba con entusiasmo acerca de la batalla que se libraba a nuestro alrededor, o una detonacin ahogada procedente del campo comunal. A esto sigui una descarga cerrada. Luego se oy un estruendo violentsimo muy cerca deLibrodot La guerra de los mundos H.G. Wells

nosotros y tembl la tierra a nuestros pies. Vi entonces que las copas de los rboles que rodeaban el colegio Oriental estallaban en llamas rojas, mientras que el campanario de la iglesia se desmoronaba hecho una ruina.La parte superior de la torre haba desaparecido y los techos del colegio daban la impresin de haber sido vctimas de una bomba de cien toneladas. Se resquebraj una de nuestras chimeneas como si le hubierandado un caonazo, y un trozo de la misma cay abajo arruinando un macizo de flores que haba junto a la ventana de mi estudio.Mi esposa y yo nos quedamos anonadados. Despus me hice cargo de que la cumbre de Maybury Hilldeba estar al alcance del rayo calrico ahora que no estaba el edificio del colegio en su camino.Al comprender esto tom a mi esposa del brazo y sin la menor ceremonia la llev al camino. Despus llam a la criada, dicindole que yo mismo ira arriba a buscar el cofre que tanto peda.No podemos quedarnos aquexclam, y en ese mismo momento se reanudaron los disparos en el campo comunal.Pero dnde podemos ir?pregunt mi esposa llena de terror.Por un instante estuve perplejo. Luego record a nuestros primos de Leatherhead.Leatherhead!grit por sobre el tronar lejano del can.Ella mir hacia la parte inferior de la cuesta. La gente sala de sus casas para ver qu pasaba.Y cmo vamos a llegar a Leatherhead?pregunt.Colina abajo vi a un grupo de hsares que pasaba por debajo del puente ferroviario. Tres galoparon por los portales abiertos del colegio Oriente; otros dos desmontaron para correr de casa en casa.El sol que brillaba a travs de las columnas de humo que se alzaban sobre los rboles pareca de color rojo sangre e iluminaba todo con una luz extraa.Qudate aqudije a mi esposa. Por ahora estars a salvo.Part en seguida hacia el Perro Manchado, pues saba que el posadero tena un coche y un caballo. Ech a correr al darme cuenta de que en un momento comenzaran a trasladarse todos los que se hallaran en ese lado de la colina.Hall al hombre en su granero y vi que no se haba hecho cargo de lo que pasaba detrs de su casa. Con l estaba otro hombre, que me daba la espalda.Tendr que darme una libradeca el posadero. Y yo no tengo a nadie que lo lleve.Yo le dar dosdije por encima del hombro del desconocido.A cambio de qu?Y lo traer de vuelta para medianocheagregu.Caramba!exclam el posadero. Qu apuro tiene? Estoy vendiendo mi cerdo. Dos libras y me lo trae de vuelta? Qu pasa aqu?Le expliqu apresuradamente que deba irme de mi casa y as obtuve el vehculo en alquiler. En ese momento no me pareci tan importante que el posadero se fuera de la suya. Me asegur de que me dierael coche sin ms demora, y dejndolo a cargo de mi esposa y de la criada, corr al interior de la casa paraempacar algunos objetos de valor que tenamos.Las hayas de la zona comenzaron a arder mientras me ocupaba yo de esto y las cercanas del camino quedaron iluminadas por una luz rojiza. Uno de los hsares lleg entonces a la casa para advertirnos quenos furamos. Estaba por seguir su camino cuando sal yo con mis tesoros envueltos en un mantel.Qu novedades hay?le grit.Se volvi entonces para contestarme algo respecto a que salen de una cosa que parece la tapa de una fuente, y continu su camino hacia la puerta de la casa situada en la cima. Una nube de humo negro quecruz el camino lo ocult por un instante. Yo corr hasta la puerta de mi vecino y llam para convencermede lo que ya saba. l y su esposa haban partido para Londres, cerrando la casa hasta su vuelta.Volv a entrar para buscar el cofre de la criada, lo cargu en la parte trasera del coche y salt luego al pescante. Un momento ms tarde dejbamos atrs el humo y el desorden y descendamos por la ladera opuesta de Maybury Hill en direccin a Old Woldng.Frente a nosotros se vea el paisaje tranquilo e iluminado por el sol; a ambos lados estaba la campia sembrada de trigo y la hostera Maybury con su cartel sobre la puerta. En la parte inferior de la cuesta me volv para mirar lo que dejbamos atrs. Espesas columnas de humo y llamas se alzaban en el aire tranquilo proyectando sombras oscuras sobre los rboles del este. El humo se extenda ya hacia el este y el oeste. El camino estaba salpicado de gente que corra hacia nosotros. Y muy levemente omos el repiqueteo de las ametralladoras, que al final callaron. Tambin nos llegaron las detonaciones intermitentes de los fusiles. Al parecer, los marcianos incendiaban todo lo que haba dentro del alcance del rayo calrico.

No soy muy experto en guiar caballos y tuve que prestar atencin al camino. Cuando volv a mirar hacia atrs, la segunda colina haba ocultado ya el humo negro. Castigu al equino con el ltigo y afloj las riendas hasta que Woking y Send quedaron entre nosotros y el campo de batalla. Entre ambas poblaciones15

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alcanc y pas al doctor.

10DURANTE LA TORMENTA

Leatherhead est a unas doce millas de Maybury Hill. El aroma del heno predominaba en el aire cuando llegamos a las praderas de ms all de Pyrford, y en los setos de ambos lados del camino veanse multitudes de rosas silvestres. Los disparos, que empezaban mientras salamos de Maybury Hill, cesaron tan bruscamente como se iniciaron y la noche estaba ahora tranquila y silenciosa. Llegamos a Leatherhead alrededor de las nueve y el caballo descans una hora mientras cenaba yo con mis primos y les recomendaba el cuidado de mi esposa.Ella guard silencio durante el viaje y la vi preocupada y llena de aprensin. Trat de tranquilizarla dicindole que los marcianos estaban condenados a quedarse en el pozo a causa de su pesadez y que loms que podan hacer era arrastrarse apenas unos metros fuera del agujero. Pero ella me contest con monoslabos. De no haber sido por la promesa que hiciera al posadero, creo que me habra obligado a quedarme aquella noche con ella. Ojal lo hubiera hecho! Recuerdo que estaba muy plida cuando nosseparamos.Por mi parte, todo ese da haba estado bajo los efectos de una gran excitacin. Me dominaba algo muy semejante a la fiebre de la guerra, que ocasionalmente hace presa de algunas comunidades civilizadas, yen mi fuero interno no lamentaba mucho tener que volver a Maybury aquella noche. Hasta tem que los ltimos disparos significaran la exterminacin de los invasores. Slo puedo expresar mi estado de nimodiciendo que deseaba participar del momento triunfal.Eran casi las once cuando inici el regreso. La noche se torn muy oscura para m, que sala de una casa iluminada, y el calor reinante era opresivo. En lo alto pasaban raudas las nubes, aunque ni un soplo de brisa agitaba los setos a nuestro alrededor. El criado de mis primos encendi las lmparas del coche. Por suerte conoca yo muy bien el camino.Mi esposa quedse a la luz de la puerta y me observ hasta que sub al carruaje. Despus gir sobre sus talones y entr, dejando all a mis primos, que me desearon buen viaje.Al principio me sent algo deprimido al pensar en los temores de mi esposa; pero muy pronto me puse a pensar en los marcianos. En aquel entonces ignoraba yo la marcha de la contienda de aquella noche. Nisiquiera conoca las circunstancias que haban precipitado el conflicto.Al cruzar por Ockham vi en el horizonte occidental un resplandor rojo sangre, que al acercarme ms se fue extendiendo por el cielo. Las nubes de la tormenta que se avecinaba se mezclaron entonces con las masas de humo negro y rojo.Ripley Street estaba desierto, y salvo una que otra ventana iluminada, la aldea no daba seales de vida; no obstante, a duras penas evit un accidente en la esquina del camino de Pyrford, donde se hallaba reunido un grupo de personas que me daba la espalda.No me dijeron nada al pasar yo. No s lo que saban respecto a los acontecimientos del momento e ignoro si en esas casas silenciosas frente a las que pas se hallaban los ocupantes durmiendo tranquilamente o sehaban ido todos para presenciar los terrores de la noche.Desde Ripley hasta que pas por Pyrford estuve en el valle del Wey y desde all no pude ver el resplandor rojizo. Al ascender la colina que hay ms all de la iglesia de Pyrford, el resplandor estuvo de nuevo a mivista y los rboles de mi alrededor temblaban con los primeros soplos de viento que traa la tormenta. Despus o dar las doce en el campanario del templo, que dejaba atrs, y luego avist los contornos de Maybury HU, con sus rboles y techos recortndose claramente contra el fondo rojo del cielo.En el momento mismo en que vea esto, un resplandor verdoso ilumin el camino, poniendo de relieve el bosque que se extenda hacia Addlestone. Sent un tirn de las riendas y vi entonces que las nubes sehaban apartado para dejar paso a un destello de fuego verdoso, que ilumin vivamente el cielo y los campos a mi izquierda. Era la tercera estrella que caa!Inmediatamente despus se iniciaron los primeros relmpagos de la tormenta y el trueno comenz ahacerse or desde lo alto. El caballo mordi el freno y ech a correr como enloquecido.Una cuesta suave corre hacia el pie de Maybury HU, y por all descendimos. Una vez que se iniciaron los relmpagos, stos se sucedieron unos tras otros con su correspondiente acompaamiento de truenos. Los destellos eran cegadores y dificult ms mi situacin el hecho de que empez a caer un granizo que me golpe la cara con fuerza.De momento no vi ms que el camino que tena delante; pero de pronto me llam la atencin algo que se mova rpidamente por la otra cuesta de Maybury HU. Al principio lo tom por el techo mojado de una casa, pero uno de los relmpagos lo ilumin y pude ver que se mova bambolendose. Fue una visin

fugaz, un movimiento confuso en la oscuridad, y luego otro relmpago volvi a brillar y pude ver el

objeto con perfecta claridad.Cmo podra describirlo? Era un trpode monstruoso, ms alto que muchas casas, y que pasaba sobre los pinos y los aplastaba en su carrera; una mquina andante de metal reluciente, que avanzaba ahora porentre los brezos; de la misma colgaban cuerdas de acero articuladas y el ruido tumultuoso de su andar semezclaba con el rugido de los truenos.Un relmpago, y se destac vividamente, con dos pies en el aire, para desvanecerse y reaparecer casi instantneamente cien metros ms adelante cuando brill el siguiente relmpago. Puede el lector imaginar un gigantesco banco de ordear que marche rpidamente por el campo? Tal fue la impresin que tuve en esos momentos.Sbitamente se apartaron los rboles del bosque que tena delante. Fueron arrancados y arrojados a cierta distancia y despus apareci otro enorme trpode, que corra directamente hacia m.Al ver al segundo monstruo perd por completo el valor. Sin lanzar otra mirada desvi el caballo hacia la derecha y un momento despus volcaba el coche. Las varas se rompieron ruidosamente y yo me vi arrojado hacia un charco lleno de agua.Sal del charco casi inmediatamente y me qued agazapado detrs de un matorral. El caballo yaca muerto y a la luz de los relmpagos vi el coche volcado y la silueta de una rueda que giraba con lentitud. Un momento despus pas por mi lado el mecanismo colosal y sigui cuesta arriba en direccin a Pyrford.Visto de ms cerca, el artefacto resultaba increblemente extrao, pues not entonces que no era un simple aparato que marchara a ciegas. Era, s, una mquina y resonaba metlicamente al avanzar, mientras que sus largos tentculos flexibles (uno de los cuales asa el tronco de un pino) se mecan a sus costados.Iba eligiendo su camino al avanzar y el capuchn color de bronce que la remataba se mova de un lado a otro como si fuera una cabeza que se volviera para mirar a su alrededor. Detrs del cuerpo principal habaun objeto enorme de metal blanco, como un gigantesco canasto de pescador, y un humo verdoso sala de las uniones de los miembros al andar el monstruo. Un momento despus desapareci de mi vista.Esto es lo que vi entonces y fue todo muy vago e impreciso.Al pasar lanz un aullido ensordecedor, que ahog el retumbar de los truenos. Sonaba como: Al!Al! Un momento ms tarde estaba con su compaero, a media milla de distancia, y agachndose sobre algo que haba en el campo. Estoy seguro de que ese objeto al que prestaron su atencin era el tercero de los diez cilindros que dispararon contra nosotros desde Marte.Durante varios minutos estuve all agazapado, observando a la luz intermitente de los relmpagos a aquellos seres monstruosos que se movan a distancia. Comenzaba a caer una llovizna fina y debido a esto not que sus figuras desaparecan por momentos para reaparecer luego. De cuando en cuando cesaban los destellos en el cielo y la noche volva a tragarlos.Estaba yo completamente empapado y pas largo rato antes que mi asombro me permitiera reaccionar lo suficiente como para subir a terreno ms alto y seco.No muy lejos de m vi una choza rodeada por un huerto de patatas. Corr hacia ella en busca de refugio y llam a la puerta, mas no obtuve respuesta alguna. Desist entonces, y aprovechando la zanja al costadodel camino logr alejarme sin que me vieran los monstruos y llegar al bosque de pinos.Protegido ya entre los rboles continu andando en direccin a mi casa. Reinaba all una oscuridad completa, pues los relmpagos eran ahora mucho menos frecuentes, y la lluvia, que caa a torrentes,formaba una cortina a mi alrededor.Si hubiera comprendido el significado de todo lo que acababa de ver, de inmediato me hubiese vuelto porByflett hasta Street Cobham y de all a Leatherhead a unirme con mi esposa.Tena la vaga idea de ir a mi casa y eso fue todo lo que me interes. Anduve a tropezones por entre los rboles, ca en una zanja y me golpe contra las tablas para llegar, finalmente, al caminillo del College Arms.En medio de la oscuridad se tropez conmigo un hombre y me hizo retroceder. El pobre individuo profiri un grito de terror, salt hacia un costado y ech a correr antes que me recobrase yo lo suficientecomo para dirigirle la palabra. Tan fuerte era la tormenta, que me cost muchsimo ascender la cuesta. Me acerqu a la cerca de la izquierda y fui agarrndome a los postes para poder subir.Cerca de la cima tropec con algo blando y a la luz de un relmpago vi entre mis pies un trozo de gneroy un par de zapatos. Antes que pudiera percibir bien cmo estaba tendido el hombre, volvi a reinar la oscuridad.Me qued parado sobre l esperando el relmpago siguiente. Cuando brill la luz vi que era un hombrefornido que vesta pobremente; tena la cabeza doblada bajo el cuerpo y estaba tendido al lado de la cerca, como si hubiera sido arrojado hacia ella con tremenda violencia.Venciendo la repugnancia natural de quien no ha tocado nunca un cadver, me agach y le volv paratocarle el pecho. Estaba muerto. Aparentemente, se haba desnucado.Volvi a brillar el relmpago y al verle la cara me levant de un salto. Era el posadero del PerroManchado, a quien alquilara el coche.

Pas sobre l y continu cuesta arriba, pasando por la comisara y el College Arms para ir a mi casa. No arda nada en la ladera, aunque sobre el campo comunal se vea an el resplandor rojizo y las espesas nubes de humo. Segn vi a la luz de los relmpagos, la mayora de las casas de los alrededores estaban intactas. Cerca del College Arms descubr un bulto negro que yaca en medio del camino.Camino abajo, en direccin al puente de Maybury, resonaban voces y pasos, mas no tuve el coraje de gritar > para atraer la atencin de los que fueran. Entr en mi !casa, ech llave a la puerta y avanc tambaleante hasta el pie de la escalera, sentndome en el ltimoescaln. No haca ms que pensar en los monstruos metlicos y en el cadver aplastado contra la cerca. Me acurruqu all con la espalda contra la pared y me estremec violentamente.

11DESDE LA VENTANA

Ya he aclarado que mis emociones suelen agotarse por s solas. Al cabo de un tiempo descubr que estaba mojado y senta fro, mientras que a mis pies se haban formado charcos de agua. Me levant casi mecnicamente, entr en el comedor para beber un poco de gisqui y despus fui a cambiarme de ropa. Hecho esto sub a mi estudio, aunque no s por qu fui all. Desde la ventana de esa estancia se divisa el campo comunal de Horsell sobre los rboles y el ferrocarril. En el apresuramiento de nuestra partida la habamos dejado abierta. Al llegar a la puerta me detuve y mir con atencin la escena enmarcada en la abertura de la ventana.Haba pasado la tormenta. No existan ya las torres del colegio Oriental ni los pinos de su alrededor, y muy lejos, iluminado por un vivido resplandor rojizo, se vea perfectamente el campo que rodeaba los arenales. Sobre el fondo luminoso se vean moverse enormes formas negras extraas y grotescas.Pareca, en verdad, como si toda la regin de aquel lado estuviera quemndose y las llamas se agitabancon las rfagas de viento y proyectaban sus luces sobre las nubes. De cuando en cuando pasaba frente a la ventana una columna de humo, que ocultaba a los marcianos. No pude ver lo que hacan ni divisarlos a ellos con claridad, como tampoco me fue posible reconocer los objetos negros con que trabajaban.Cerr la puerta con suavidad y avanc hacia la ventana. Al hacer esto se ampli mi campo visual hasta que por un lado pude percibir las casas de Woking, y del otro, los bosques ennegrecidos de Byfleet. Haba una luz cerca del arco del ferrocarril y varias de las casas del camino de Maybury y de las calles prximas a la estacin estaban en ruinas. Al principio me intrig lo que vi en los rieles, pues era un rectngulo negro y un resplandor muy vivido, as como tambin una hilera de rectngulos amarillentos. Despus not que era un tren volcado, cuya parte anterior estaba destrozada y era presa de las llamas, mientras que los vagones posteriores continuaban an sobre las vas.Entre estos tres centros principales de luz, la casa, el tren y el campo incendiado en direccin a Chobham, se extendan trechos irregulares de lugares oscuros, interrumpidos aqu y all por los rescoldos de los brezos an humeantes.Al principio no puede ver a ningn ser humano, aunque aguc la vista en todo momento. Ms tarde vi contra la luz de la estacin Woking un nmero de figuras negras que corran una tras otra.Y ste era el pequeo mundo en el que haba vivido tranquilamente durante aos! Este caos de muerte y fuego! An ignoraba lo ocurrido en las ltimas siete horas y no conoca, aunque ya comenzaba a sospecharlo, qu relacin haba entre esos colosos mecnicos y los torpes seres que viera salir delcilindro.Con una extraa impresin de inters objetivo volv mi silln hacia la ventana, tom asiento y me puse a mirar hacia el exterior, fijndome especialmente en los tres gigantes negros que iban de un lado a otroentre el resplandor que iluminaba los arenales.Parecan estar notablemente ocupados y me pregunt qu seran. Mecanismos inteligentes? Me dije que tal cosa era imposible. O habra un marciano dentro de cada uno, dirigiendo al gigante tal como el cerebro de un hombre dirige el cuerpo? Comenc a comparar los colosos con las mquinas construidaspor los hombres, y me pregunt, por primera vez en mi vida, qu pareceran a un animal nuestrosacorazados o nuestras locomotoras.Ya se haba aclarado el cielo al descargarse la tormenta y sobre el humo que se elevaba de la tierra ardiente poda verse el punto luminoso de Marte que declinaba hacia occidente. En ese momento entr un soldado en mi jardn. O un ruido en la cerca y, saliendo de mi abstraccin, mir hacia abajo y le vi trepar sobre las tablas. Al ver a otro ser humano sal de mi letargo y me inclin sobre el alfizar.Oiga!llam en voz baja.El otro se detuvo sobre la cerca. Luego pas al jardn y. cruz hacia la casa.Quin es?dijo en tono quedo, y mir hacia la ventana.Dnde va usted?le pregunt.

Slo Dios lo sabe.Quiere esconderse?As es.Entre entoncesle dije.Baj, abr la puerta, le hice pasar y volv a echar la llave. No pude verle la cara. No llevaba gorra y tena la chaqueta abierta.Dios mo!exclam al entrar.Qu pas?Pregnteme qu es lo que no pasdijo, y vi en la penumbra que haca un gesto de desesperacin. Nos barrieron por completo.Repiti esta ltima frase una y otra vez.Me sigui luego hacia el comedor.Tome un poco de gisquile dije sirvindole una copa llena.La bebi de un sorbo y se sent a la mesa. Poniendo la cabeza sobre los brazos rompi a llorar como un nio, mientras que yo, olvidando mi desesperacin reciente, le miraba sorprendido.Pas largo rato antes que pudiera calmar sus nervios y responder a mis preguntas, y entonces me contestde manera entrecortada y en tono perplejo. Era artillero y haba entrado en accin a eso de las siete. A esa hora ya se efectuaban disparos en el campo comunal y decase que el primer grupo de marcianos searrastraba lentamente hacia el segundo cilindro protegindose bajo un caparazn de metal.Algo ms tarde, el caparazn se par sobre sus patas a manera de trpode y convirtise en la primera de las mquinas que viera yo. El can que serva el soldado qued ubicado cerca de Horsell, a fin dedominar con l los arenales, y su llegada haba precipitado los acontecimientos. Cuando los artilleros sedisponan a entrar en funciones, su caballo meti una pata en una conejera y lo arroj a una depresin del terreno. Al mismo tiempo estall el can a. sus espaldas, volaron las municiones y le rode el fuego, mientras que l se encontr tendido bajo un montn de hombres y caballos muertos.Me qued quietomanifest. El miedo me haba atontado y tena encima el cuarto delantero de un caballo. Nos haban barrido por completo. El olor... Dios mo! Era como de carne asada. La cada me lastim la espalda y tuve que quedarme tendido hasta que se me pas el dolor. Un momento antes habamos estado como en un desfile y de pronto se fue todo al demonio.Habase escondido debajo del caballo muerto durante largo tiempo, espiando de cuando en cuando. Los soldados del cuerpo de Cardigan haban intentado efectuar una avanzada en formacin de escaramuza, pero fueron exterminados todos desde el pozo. Luego se levant el monstruo y comenz a caminar lentamente de un lado a otro del campo comunal, entre los pocos supervivientes, dando vuelta el capuchn tal como si fuera la cabeza de un ser humano. En uno de sus tentculos metlicos llevaba un complicado aparato del que salan destellos verdosos y por cuyo tubo proyectaba el rayo calrico.Segn me cont el soldado, en pocos minutos no qued un alma viviente en el campo y todos los matorrales y rboles que no estaban ya quemados se convirtieron en una pira ardiente. Los hsares se hallaban tras una curva del camino y no los vio. Oy durante un rato el tableteo de las ametralladoras, pero luego cesaron los disparos. El gigante dej para el final la estacin Woking y las casas que la rodeaban. Entonces proyect su rayo calrico y la aldea se convirti en un montn de ruinas llameantes. Despus dio la espalda al artillero y se fue hacia el bosque de pinos, en que se hallaba el segundo cilindro. Un segundo gigante sali entonces del pozo y sigui al primero.El artillero se arrastr por los brezos calientes en direccin a Horsell, logr llegar con vida hasta la zanja que bordea el camino y as consigui escapar de Woking. Me explic que all quedaban algunos hombrescon vida, muchos de ellos con quemaduras y todos aterrorizados. El fuego le oblig a dar un rodeo y tuvoque esconderse entre los restos recalentados de una pared al volver uno de los marcianos. Vio que el monstruo persegua a un hombre, lo tomaba con uno de sus tentculos metlicos y le destrozaba la cabezacontra un rbol. Al fin, despus que cay la noche, el artillero ech a correr y pudo cruzar el terraplnferroviario.Desde entonces estuvo caminando hacia Maybury con la esperanza de escapar del peligro y dirigirse a Londres. La gente se ocultaba en zanjas y stanos y muchos de los sobrevivientes habanse ido a Woking y Send. La sed le hizo sufrir mucho hasta que hall un cao de agua corriente que estaba roto y del cual sala el lquido como de un manantial.Esto fue lo que me cont de manera fragmentaria. El artillero se calm gradualmente mientras me relataba sus aventuras. No haba comido nada desde medioda, de modo que fui a buscar un poco de carne y pan a la alacena y puse todo sobre la mesa.No encendimos luz por temor de atraer a los marcianos, de modo que tuvimos que comer a oscuras.Mientras hablaba l comenzaron a disiparse las sombras y poco a poco pudimos distinguir los setos pisoteados y los rosales en ruinas del jardn. Pareca que un nmero de hombres o animales haba cruzado el lugar a la carrera. Me fue posible ver el rostro ennegrecido y macilento de mi compaero.

Cuando terminamos de comer subimos a mi estudio y de nuevo mir yo por la ventana. En una noche se haba convertido el valle en un campo de cenizas. Ya no ardan tanto los fuegos. Donde antes haba llamas ahora se vean columnas de humo; pero las innumerables ruinas de casas derruidas y rboles arrancados y consumidos por las llamas, que antes estuvieran ocultos por las sombras de la noche, ahora mostrbanse con aspecto terrible a la luz cruel del amanecer. No obstante, aqu y all vease algo que haba escapado de la destruccin: una seal ferroviaria por aqu, el extremo de un invernadero por all y algunas otras cosas. Jams en la historia de la guerra habase efectuado destruccin semejante. Y brillando a