la guerra de los botones. libro primero

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Louis Pergaud La guerra de los botones Traducci6n de Juan Antonio Perez M illan ALIANZA EDITORIAL

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Louis Pergaud

La guerra

de los botones

Traducci6n de Juan Antonio Perez M i l l a n

ALIANZA EDITORIAL

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La guerra de los botones

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Prefacio

No entreis aquijamas. hipocritas, beatos,viejos camanduleros, gazmofios, moji-

gatos ...

FRAN<;:orS RABELAlS

Quien disfrute leyendo a Rabelais, ese autentico gran

genio frances, recibira seguramente con agrado este

libro que, a pesar de su titulo, no va dirigido ni a nifios

pequefios ni a jovencitas ruborosas.

jMalditos sean los pudores (todos verbales) de una

epoca castrada que, bajo su manto de hipocresfa. COD;

harta frecuencia no huelen mas que a neurosis y ve-

neno! Y malditos sean tambien los latinos puros: yosoy celta.

Por eso he querido hacer un libro sano, que fuese a

la vez, galo. epico y rabelesiano; un libropor el que

fluyera la savia, la vida, el entusiasmo; y la risa, aque-

Ila gran risa alborozada que sacudia las barrigas de

nuestros antepasados: bebedores ilustres y esplendi-

dos gotosos.

Por tanto, no he titubeado ante la expresion cruda.siempre que fuera sabrosa, ni ante el gesto ligero, a

condicion de que fuese epico.

He querido reconstruir un instante de mi vida de

nino, de nuestra vida entusiasta y brutal de salvajes

vigorosos, en 10 que tuvo de franca y heroica, es de-

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cir, liberada de las hipocresias de la familia y de la es-

cuela.

Se comprendera que, para semejantetema, me

haya side irnposible lirnitarme al vocabulario de Ra-cine.

Podria pretextar afan de sinceridad si quisiera ha-

cerrne perdonar las palabras atrevidas y las expresio-

nes fuertes de rnis protagonistas. Pero nadie esta obli-

gada a leerme. Y despues de este prefacio y de la cita

de Rabelais que adorna la portadilla, no reconozco el

derecho a las Iamentaciones a ningun cocodrilo, laico ~

o religioso, avido de unas normas morales mas 0me-nos repulsivas.

Por 10 demas. y esta es rni mejor excusa, he conce-

bide este libro en un estado de exultaci6n, 10 he escri-

to con placer, ha divertido a algunos arnigos y ha he-

cho refr a rni editor*: tengo derecho a esperar que

agrade a los «hombres de buena voluntad» segun el

evangelio de Jesus y, por 10 que se refiere a los demas,

como dice Pacho, uno de rnis protagonistas, me im-portan un pito.

* Bsto, por adelantado.

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Libro prirnero

-La guerra

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1. La declaracion de guerra

Por 10 que se refiere a la guerra ... es di-

vertido observarpor que motivos tan

futiles se desencadena y por que moti-

vos tan banales se extingue: toda Asia se

perdio y se consumio en guerra por la

rufianeria de Paris.

MONTAIGNE (libro segundo, cap. XII)

-jEsperame, Grandac! -grit6 Botijo, con los libros y

cuadernos bajo el brazo.

-Pues espabilate. que no tengo tiempo pa cotilleos.

-GHay alguna novedad?

-A 10 mejor.-GQue es?

-jvenl

Y cuando Botijo alcanz6 a los dos Clac, compafie-

ros suyos de clase. los tres siguieron andando. uno

junto a otro, hacia el ayuntamiento.

Era una mafiana de octubre. Un cielo tormentoso

cuajado de gruesas nubes grises reducia el horizonte a

las colinas cercanas y tendia sobre los campos unmanto de melancolia. Los ciruelos estaban desnudos;

los manzanos, amarillos, y las hojas de nogal caian en

una especie de vuelo planeado. amplio y lento al prin-

dpio. que se acentuaba de pronto en un picado de ga-

vilan cuando el angulo de caida se hacia menos obtu-

IT

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so. EI aire estaba htimedo y tibio. A ratos soplaban

rafagas de viento. El ronroneo monotone de las trilla-

doras mama una nota grave que se prolongaba a ve-

ces, cuando devoraban una gavilla, en un lamento hi-

gubre como un sollozo desesperado de agonfa 0 un

vagido doloroso.

El verano acababa de terminar y nacia el otofio.

. Podian ser las ocho de la manana. El sol merodea-

ba triste tras las nubes y sobre el pueblo y los campos

pendia la angustia, una angustia impredsa y vaga.

Las labores del campo habian terminado y, desde

hacia dos 0 tres semanas volvian a la escuela, uno auno 0por grupos, los pequefios pastores de piel curti-

da, bronceada por el sol, con los cabellos crespos cor-

tados al rape con la esquiladora (la misma que se utili-

. zaba para los bueyes), con sus pantalones de droguete

o de dril remendados, llenos de parches en las rodillas 0

en los fondillos, pero Iimpios, con las blusas de griseta

nuevas, tiesas y que, al destefiir durante los primeros

mas, les ponian las manos negras como patas de sapo,que decian ellos.

Aquel dia renqueaban por los caminos y sus pasos

parecian lastrados por toda la melancolia del tiempo,

de la estacion y del paisaje.

Sin embargo, algunos, los mayores, estaban ya en

el patio de la escuela y discutian animadamente. El t i oSimon, el maestro, con la gorra echada hacia arras y

las gafas sobre la frente, a modo de vis era, se habia co-locado ante la puerta que daba a la calle. Vigilaba la

entrada, reprendia a los rezagados, y los nifios. a me-

dida que iban llegando, levantaban ligeramente la go-

rra y pasaban ante el, atravesaban el pasillo y se des-

parramaban por el patio.

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Los dos Clac de Vernois y Botijo, que se les habfa

unido por el camino, no parecian impregnados de

aquella suave melancolia que hacia arrastrar los pies a

sus compafieros.

Llegaban por 10 menos cinco minutos antes de 10

habitual y el tid Sim6n, al verlos, sac6 apresurada-

mente su reloj y se 10 llev6 a la oreja para comprobar

que fundonaba bien y que no se Ie habia pasado la

hora reglamentaria.

Los tres compafieros entraron deprisa, con aire de

preocupad6n, e inmediatamente se dirigieron, por de-

tras de los urinarios, al patio trasero, protegido por lacasa del tid G ugu (Augusto), el vecino, donde encon-

traron a gran parte de los mayores, que habian llega-

do mites.

Alli estaba Pacho, el jefertambien llamado el gran

Pach6n; su primer lugarteniente, Pardillo, experto

trepador, al que llamaban asf porque no tenia rival a

la hora de coger nidos de pardales y por aquella zona

a los pardales los Haman pardillos; estaba tambienGambeta, natural de la Costa y cuyo padre, republi-

cano de pura cepa e hijo a su vez de la cuarentayo-

chada I,habia defendido a Gambeta en los momen-

tos mas diffciles; igualmente estaba Grillin, que 10

sabia todo, y Tintfn, y Guifieta, el bizco, que se ponfa

de perfil para mirar de frente, y Rena 0 Renacuajo

con su enorme cabezota. En resumen, los mas duros

del pueblo, discutiendo algrin asunto de importan-cia.

La aparici6n de los dos Clac y Botijo no interrum-

pi6 la discusi6n; por 10 visto, los recien llegados esta-

1. La revoluci6n de 1848. [N . del T.]

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ban al corriente del asunto, viejo asunto, y se mezcla-

ron inmediatamente en la conversaci6n, aportando

datos yargumentos dedsivos.

Hubo un silendo.

El mayor de los Clac, a quien por contracd6n lla-

maban Granclac, para distinguirlo de su hermano, el

Clac pequefio 0Chiquiclac, habl6:

-Esto es 10 que hay: cuando mi hermano y yo lle-

gamos a los alrededores de Menelots, los velranos se

levantaron de pronto cerca del margal de Juan Bau-

tista. Se pusieron a chillar como becerros, a tiramos

piedras y a ensefiarnos los garrotes.-Nos lIamaron idiotas, gilipolIas, rateros, cerdos,

asquerosos, muertos de hambre, marranos, huevos

blandos ...

-Huevos blandos -repiti6 Pacho, con el cefio frun-

cido-. i..,Y tti que I ' a s dicho despues?

-Despues, mi hermano y yo nos las hemos pirao,

porque eramos pocos, mientras que ellos eran por 10

menos quince y nos habrfan partido la jeta.-jSUS han l lamao huevos blandos! -grit6 el gordo

Pardillo, visiblemente impresionado, dolido y furioso

por ese apelativo que les afectaba a todos, porque era

evidente que los dos Clac habian sido atacados e in-

sultados pura y simplerriente porque pertenecian al

pueblo y a la escuela de Longeveme.

-Bueno -volvi6 a intervenir Granclac-, pues 10

que yo digo es que, si no somos unos gilipolIas, unoscobardes y unos pelanas, tenemos que demostrarles si

somos huevos blandos 0no.

-Pero bueno, i..,quees eso de huevos blandos? -dijo

Tintfn.

Grillin reflexionaba.

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-iHuevO blando!... Los huevos cualquiera sabe 10

que son, porque tol mundo los tiene, hasta el Miraut,

el perro del Lisen, y parecen castafias peladas; perc

ihuevo blando ... huevo blando!. ..

-Seguramente quiere decir que somos unos mier-

das -corto Chiquiclac-, porque anoche, bromeando

con Narciso, nuestro molinero, le llame yo tambien

huevos blandos, por probar, y mi padre, que andaba

por alli y yo no 10 habia visto, me arreo en seguida un

par de tortas sin decirme nada. Asf que ...

EI argumento era concluyente y todo el mundo 10

acepto.-iPues entonces, redios! No podemos quedarnos

asi, pa smao s . [Lo que tenemos que hacer es vengar-

nos, y ahora mismo! -concluyo Pacho.

-LEstais todos de acuerdo?

-jl.argo de aquf. meones! -dijo Botijo a los peque-

fios, que se acercaban a pegar la oreja.

Aprobaron la decision del gran Pacho por unani -

miedad , como decian ellos. En ese momento, el ti6 Si-mon aparecio en el marco de la puerta y dio una pal-

mada para ordenar la entrada a clase. En cuanto 10

vieron, todos se precipitaron impetuosamente hacia

los urinarios, porque siempre dejaban para el ultimo

minuto la satisfaccion de las necesidades higienicas

reglamentarias y naturales.

Los conspiradores se colocaron en fila silenciosa-

mente, con aire de indiferencia, como si nada hubiesepasado y como si no acabasen de tomar, un momento

antes, una decision trascendental y terrible.

Las cosas no fueron demasiado bien en clase aque-

lla mafiana y el maestro tuvo que gritar 10 suyo para

obligar a sus alumnos a atender. No era que armasen

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jaleo, sino que parecian perdidos en una nube y abso-

lutamente refractarios a captar el interes que para

unos jovenes republicanos franceses puede tener la

historia del sistema metrico decimal.

En particular, la definicion del metro les parecia

borriblemente complicada: «Diezmillonesima parte

del cuadrante del meridiano ... de ... jla mierda!», pen-

saba el gran Paebo.

E indinandose bacia su vedno y amigo Tintin, le

susurro confidencialmente:

- toricuarl '

EI gran Paebo quiso decir, sin duda: [Burekal Habfaofdo bablar algo de un tal Arqufmedes, que bace mu-

cbo tiempo organize una batalla con lentejas.

Grillfn le habfa explicado pacientemente que no se

trataba de legumbres, porque Pacbo comprendfa se-

guramente muy bien que uno puede pelear con gui-

santes, tirandolos con un palillero bueco, pero no con

lentejas.

-y ademas -decia-, pa eso son mejores las pipas demanzana 0 las bolitas de pan.

Grillin Ie habia dicbo que se trataba de un sabio ce-

lebre que bacia problemas sobre las capotas de los co-

ebes de caballos, y este ultimo detalle Ie habia llenado

de admiradon bacia semejante tipo, a el, tan reacio a

captar las bellezas de las matematicas como las reglas

de ortograffa.

Eran sin duda otras las cualidades que, en un afio,Ie habfan convertido en jefe indiscutible de los longe-

vemos.

1. Intraducible. Pacho dice Euriquart. que foneticamente suena

como h eur e et q ua rt = hora y cuarto. [N . del T.]

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Terco como una mula, astuto como un mono, vivo

como una liebre, sobre todo no tenia rival a la hora de

romper un cristal a veinte pasos de distanda y fuera

cual fuese el sistema utilizado para Ianzar la piedra: a

mano, con honda de cuerda, con horquilla 0 con tira-

dor; en la lucha cuerpo a cuerpo era un enemigo te-

mibIe; ya habia hecho barrabasadas memorables al

cura, al maestro y al guarda jurado; sabia fabricar

unas cerbatanas maravillosas con ramas de sauco tan

gruesas como su musIo, que te lanzaban agua a quin-

ce pasos de distanda, s f sefior, dende luego, y tiratiros

que petardeaban como pistolas de verdad y cuyas ba-las de estopa no habfa quien las encontrara. Con las

canicas, el era el que tenia la tirada mas larga; sabia

apuntar y lanzar como nadie; jugando al gua, te ful-

minaba las bolas hasta hacerte llorar y despues. sin el

menor gesto de afectacion, devolvfa a veces a sus des-

dichados competidores algunas de las canicas que aca-

baba de ganarles, con 10 cual se granjeaba fama de

gran generosidad.AI oir la exdamacion de su jefe y compafiero, Tin-

tin enderezo las orejas, 0, mejor dicho, las movie

como un gato que prepara un golpe maestro, y enro-

jecio de la emocion.

«jAh! -penso-, ya esta, Estaba seguro de que Pa-

cho encontraria la manera de darles su merecido.»

Y siguio sumido en su ensimismamiento, perdido

en universos de suposidones, insensible a los trabajosde Delambre, Mechain, Perico de los Palotes y compa ~

fiia: a las medidas tomadas en diversas latitudes, lon-

gitudes 0altitudes ... [Ah. pues muy bien, todo aquello

le daba igual y le importaba un pito!

jPero la que les iba a caer a los velranos!

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Lo que ocurrio con los deberes correspondientes a la

primera leccion se vera mas adelante; baste saber que

todos los chavales ternan un metodo propio para abrir

subrepticiamente ellibro cerrado por orden superior y

ponerse asi a cubierto de los fallos de la memoria. Lo

cual no impidio que el t i o Simon tuviera un humor de

perros ellunes siguiente. Pero no nos adelantemos.

Cuando dieron las once en la torre del viejo cam-

panario parroquial, esperaron con impaciencia la se-

fial de salida, porque todos intufan, por osmosis, por

irradiacion 0 por cualquier otro sistema, que Pacho

habia descubierto algo.Hubo, como siempre, violentos empujones en el

pasillo, boinas cambiadas, zuecos perdidos, pufietazos

en sordina, pero la intervencion del maestro consi-

guio restablecer el orden y la salida se efectuo por 10

menos con normalidad.

En cuanto el maestro volvio a su garita, los compa-

fieros se arremolinaron en torno a Pacho como una

bandada de gorriones sobre una bofiiga fresca.Alli estaban, junto con los soldados de a pie y los de-

sechos de tropa, los diez mejores guerreros de Longe-

verne, avidos de alimentarse con las palabras de sujefe.

Pacho expuso su plan, que era simple y aguerrido;

despues pregunto quienes le acompafiarian al caer la

tarde.

Todos solicitaron acaloradamente tal honor; pero

bastaba con cuatro y se decidio que la expedicion es-taria compuesta por Pardillo, Grillin, Tintin y Gran-

clac: Gambeta, que vivia en la Costa, no podia entre-

tenerse mucho, Guifieta no veia muy bien de noche y

Botijo no era tan agil como los otros cuatro.

Despues se separaron.

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AI atardecer, tras el toque del Angelus, los cinco

guerreros se reunieron.

- c ! , T i e s la tiza? -pregunto Pacho a Grillin, que, dada

su situacion en clase, cerca de la pizarra, habfa sido el

encargado de «evaporar» dos 0 tres trozos de la caja

del tio Simon.

Grillin 10habia hecho muy bien; habfa birlado cin-

co trozos, buenos trozos, por cierto. Guardo uno para

sf y distribuyo otro a cada uno de sus compafieros de

armas. Asf, si alguno perilla el suyo por el camino, los

demas podrian remediarlo con facilidad.

-iBueno, pues andando! -dijo Pardillo.Primero por la calle real del pueblo y despues por

el atajo de las chimeneas, que se unfa bajo el tilo gran-

de a la carretera de Velrans, se oyo fugazmente un ga-

lope sonoro. Los cinco chavales se dirigian a toda

marcha hacia el enemigo.

-Andando se tarda casi media hora -habfa dicho

Pacho-, conque podemos estar alli drento de un cuarto

de hora y volver mucho antes del final de la velada.La galopada se perdio en la oscuridad y en el silen-

cio; durante la primera mitad del trayecto, el pequefio

destacamento no abandono el camino empedrado, por

el que se pollia correr; pero cuando entraron en territo-

rio enemigo, los cinco conspiradores se echaron fuera y

caminaron por las cunetas que su viejo amigo el ti~

Breda, el peon caminero, arreglaba, segun decian las

malas lenguas, cada vez que San Juan bajaba el dedo.Cuando estuvieron muy cerca de Velrans y las luces se

hicieron mas nitidas tras los cristales y los ladridos de

los perros mas amenazadores, hicieron un alto.

-Vamos a quitamos los zuecos -aconsejo Pacho- y

los escondemos detras de esa pared.

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Los cuatro guerreros y el jefe se descalzaron y me-

tieron los calcetines en los zapatos; despues compro-

baron que no habfan perdido el trozo de tiza y, en fila

india, con el jefe en cabeza, las pupilas dilatadas, las

orejas tiesas y las aletas de la nariz palpitantes, se

adentraron por el sendero de la guerra para liegar del

modo mas directo a la iglesia del pueblo enemigo, ob-

jetivo de su operacion nocturna.

Atentos al menor ruido, aplastandose contra el

fondo de las zanjas, pegandose a las paredes 0difumi-

nandose en la oscuridad de los arboles, se deslizaron,

avanzaron como sombras, pendientes solo de la posi-ble aparicion de un candil manejado por algrin indige-

na que se dirigiera a pasar la velada 0 de la presencia

de un viajero rezagado que llevase a su penco a beber.

Pero la unica alteracion imprevista fue elladrido del

perro de Juan de los Vados, un chucho asqueroso que

se desgafiitaba sin parar.

Por fin llegaron a la plaza de la iglesia y avanzaron

hasta el campanario.Todo estaba desierto y silencioso.

El jefe se quedo solo mientras los otros cuatro re-

trocedfan para ponerse al acecho.

Entonces saco el trozo de tiza de las profundidades

de su bolsillo y , poniendose de puntillas para llegar 10

mas arriba posible, estampo sobre el grueso tablon de

encina curada y ennegrecida que cerraba el recinto

sagrado esta inscripdon lapidaria que causarfa escan-dalo ala mafiana siguiente, ala hora de la misa, mu-

cho mas por su crudeza heroica y provocativa que por

su fantasiosa ortograffa:

To los belrra nos sonunos la me qulo s

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Ydespues de dejarse los ojos, por decirlo asf, contra

la madera para comprobar si habia quedado bien mar-

cado, volvi6 adonde esperaban al acecho sus cuatro

c6mplices y, en voz baja pero triunial, les clijo:

-j.Andando!

Esta vez fueron clirectamente, sin rodeos y por el

centro del camino, emprencliendo el regreso, sin ha-

cer ruidos innecesarios, hasta ellugar en que habfan

dejado los zuecos y los calcetines.

Pero en cuanto se los pusieron, despredando pre-

caudones superfluas y golpeando abiertamente el sue-

10 con sus sonoros zapatones, volvieron a Longevemey a sus domidlios respectivos, a la espera confiada del

que habria de producir dedarad6n de guerra.

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2. Tension diplomatica

Los embajadores de las dos potencias

han intercambiado puntos de vista a

proposito de Ia cuestion de Marruecos.

De los periodicos (verano 1911)

Cuando dieron «las segundas» en el campanario del

pueblo, media hora antes del ultimo toque anuncia-

dor de la misa del domingo, el gran Pacho, vestido

con su chaqueta de pafio. arreglada de una vieja casa-

ca de su abuelo, embutido en un pantalon nuevo de

dril, calzado con borceguies de brillo matado merced a

una gruesa capa de grasa y tocado con una gorra depelo, el gran Pacho, digo, se dirigio allavadero publico

y ~erecosto contra el muro, esperando a su tropa para

ponerla al corriente de la situacion e informar del exi-

to completo de la mision.

Alla, ante la puerta de Guisote el posadero, algu-

nos hombres, con la pipa entre los dientes, se dispo-

man a «darse un latigazo» ,antes de entrar en la igle-

sia.Pronto llego Pardillo, con su pantalon raido por las

corvas y su corbata roja como el pecho de un jilguero:

se sonrieron. Despues aparecieron los dos Clac, hus-

meando prudentemente; a continuacion Gambeta,

que todavia no estaba al tanto; y Guifieta y Botijo.

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Grillin, Ojisapo, .Abombao, Rena y el contingente en

pleno de combatientes de Longeverne. Unos cuarenta

en total.

Los cinco heroes de la vispera empezaron el relato

de la expedicion por 10 menos diez veces cada uno y

los camaradas bebian sus palabras con la boca hecha

agua y los ojos brillantes, repetian sus gestos y aplau-

dian freneticamente cada nuevo detalle.

Despues, Pacho resumio la situacion en estos ter-

minos:

-jAsl veran esos si somos unos huevos blandos 0

no! Seguro que esta tarde vendran a «asomarse» a losmatorrales del Salto, con la cosa de buscar camorra, y

alli estaremos todos pa hacerles «un pequefio» recibi-

miento. Tendremos que coger to los tiradores y to las

hondas. No hace falta cargarse de estacas, porque no

queremos agarrarnos del pescuezo. Hay que tener cui-

dao y no pasarse con la ropa de los domingos, que a la

vuelta nos puen dar una somanta palos. Solo les dire-

mos un par de palabras.La tercera campanada (la ultima), repicando a toda

cuerda, los puso en movimiento y los condujo lenta-

mente a su lugar de costumbre en los pequefios ban-

cos de la capilla de San Jose, simetrica a la de la Vir-

gen, en la que se situaban las chicas.

-j.Ioderl -dijo Pardillo al llegar bajo las campanas-.

Y yo que tengo que ayudar hoy a misa... jSeguro que

el negro me echa la broncatY sin detenerse siquiera a meter la mana en la gran

pila de agua bendita, en la que los compafieros chapo-

teaban al pasar, atraveso la nave corriendo como un

gamo para colocarse el roquete de turiferario 0 de

acolito,

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Cuando, aillegar al A sp erges m e, paso entre los ban-

cos llevando su cuba de agua bendita en el que el cura

mojaba el hisopo, no pudo evitar la tentacion de echar

una ojeada a sus compaiieros de armas.Vio a Pacho que ensefiaba a Botijo una estampa

que Ie habra dado la hermana de Tintfn: .una flor de

tulip an, 0 de geranio, aunque quiza fuese de pensa-

miento, enmarcada por la palabra «Recuerdo», y Ie

guifiaba un ojo con aire donjuanesco. .

Entonces Pardillo se puso a pensar tambien en la

Tavi*,su amiga, a la que habra ofreddo ultimamente un

alfajor, de dos perras, por favor, que habra comprado enla feria de Vercel, un hermoso alfajor en forma de cora-

zon, salpicado de bolitas rojas, azules y amarillas y ador-

nado con una divisa que Ie paredo muy a proposito:

Pongo m i corazon a tus p ies

jA cepta!o , tuyo est

La busco con la vista entre las filas de chicas y des-cubrio que ella tambien Ie miraba. La seriedad de su

cargo Ie impedfa sonrefr, pero Ie dio un vuelco el cora-

zon y, poniendose colorado, se enderezo. con el cuba

de agua bendita en la mufieca rigida,

EI gesto no escape a Grillfn, que comento con Tin-

till:

-iorserva como se estira Pardillo! Se ve que la Tavi

Ie ha echao el ojo.Y Pardillo pensaba: «Ahora que vuelve a haber es-

cuela, nos veremos mas».

Sf... pero se habra declarado la guerra.

* Octavia.

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A la salida del rosario, el gran Pacho reunio a todas

sus tropas y hablo en tono de arenga:

-I r a poneros los blusones, cogf un cacho pan y pre-

seniaisus abajo del SaIto, en la cantera de Pipote.Salieron disparados como una bandada de gorrio-

nes y cinco minutos despues, corriendo uno detras de

otro, con el pedazo de pan entre los dientes, se re-

unieron en ellugar sefialado por el general.

-No tenemos que ir mas alia de la curva del cami-

no -recomendo Pacho, consciente de su papel y mi-

rando por su tropa.

-Pero Gcreesque vendran?-Serfan unos caguetas si no 10 hicieran.

Yafiadio, para explicar sus ordenes:

- Ya sabis que algunos de esos culos gordos son ra-pidos. GTeenteras, Botijo? No hay que dejarse coger.

Metf morrillos* drento de los bolsillos: a los que lleven

tiradores, dailes los mas gordos y cuidao con no perder-

los. Vamos a subir hasta el Matorral Grande.

Los terrenos comunales del Salto, que se extiendendesde el bosque de Teure, al nordeste, hasta el de Vel-

rans, al sudoeste, forman un rectangulo en terraplen,

de mil quinientos metros de largo por ochodentos de

ancho. Los linderos de los dos bosques son los lados

mas pequefios de ese rectangulo: un muro de piedra,

reforzado por un seto protegido a su vez por una es-

pesa franja de matorrales, 10 limita por abajo, hacia

los campos del final; por arriba, la linde bastante im-

precisa, esta sefialada por unas canteras abandonadas,

perdidas en una zona de bosque indiferendado, con

macizos de avellanos y nochizos formando un espeso

* Guijarros, cantos.

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monte bajo que no se tala jamas. Por 10 demas, todo el

terreno comunal esta cubierto de matorrales, maci-

zos, bosquecillos de arboles aislados 0 en grupo, que

hacen de el un campo de batalla ideal.Un camino empedrado, procedente de Longever-

ne, trepa lentamente en semidiagonal por el rectan-

gulo y despues. a cincuenta metros del lindero del

bosque de Velrans, hace un recodo brusco para per-

mitir que los vebiculos cargados alcancen sin dema-

siada fatiga la cumbre del «creston».

Un gran macizo de robles, espinos, endrinos, ave-

llanos y nochizos cubre el seno del recodo: le llamanel Matorral Grande.

Las canteras a cielo abierto, explotadas por Pipote

el Paticojo, Aguado el del Molino, que cuando beben

se Haman empresarios , y a veces por Abel el Rofioso.

bordean el camino por abajo.

Para los chavales, las canteras son exclusivamente

unos magnificos e inagotables polvorines de aprovi-

sionamiento.En este dichoso terreno, situado ala misma distan-

cia de los dos pueblos, era donde, afio tras afio. gene-

raciones enteras de longevemos y velranos se habian

vapuleado, fustigado y apedreado a placer; porque la

historia volvia a empezar eternamente cada nuevo

otofio y cada nuevo inviemo.

Los longevemos avanzaban habitualmente hasta el

recodo, vigilando la curva del camino, aunque elotrolado, y hasta el mismo bosque de Velrans, pertenecen

tambien a su municipio; pero como ese bosque esta ya

muy cerca del pueblo enemigo, servia a los adversarios

de trinchera, zona de retirada y refugio segura en caso

de persecucion, Yeso ponfa furioso a Pacho.

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-jSiempre paece que estamos invadidos, me caq iien .. .!

Pues bien, apenas cinco minutos despues de acabar

su cacho de pan, Pardillo el trepador, apostado de

guardia en las ramas del roble. denuncio movimien-tos sospechosos en ellindero enemigo.

-jYa sus 10 decia yo! -subray6 Pacho-. Venga, escon-

disus. Que crean que estoy solo. Voy a azuzarlos:

jThso, tuso, c6geme ...!Y si se tiran a por mi, jduro!Y Pacho sali6 de su escondrijo y se entabl6 la con-

versad6n diplomatica en los terminos habituales:

(Permitame aquf ellector 0 lectora un indso y un

consejo. EI afan de fidelidad hist6rica me obliga a uti-lizar un lenguaje que no es precisamente el de las au-

las ni los salones. No me da verguenza ni siento el

menor escnipulo al reproducirlo, autorizado por el

ejemplo de mi maestro Rabelais. Sin embargo, como

los senores Pallieres 0Beranger no pueden comparar-

se con Francisco I, ni yo con mi ilustre modelo, y

puesto que los tiempos han cambiado, aconsejo a los

oidos delicados y a los espiritus sensibles que se saltencinco 0 seis paginas. Yyo vuelvo a Pacho.)

-jDeja que te yea, venga, cul6n, gandul, jodio mier-

da! [Si no eres un cobarde. ensefia tu asquerosa jeta

de lameculos. vamos!

-jEh, cabronazo! jAcercate un poco tu tambien. pa

que podamos verte! -replic6 el enernigo.

-Ese es el Azteca de los Vados -dijo Pardillo-, pero

yeo tambien a Jetatorcida, al Paticojo. al Titi, a Guifia-luna: son la tira.

Ofda esta breve informaci6n, el gran Pacho prosi-

gui6:

-Has sido tii el que ha dicho que los longevemos

somos unos huevos blandos, (_eh,so mierda? Ya te he

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enseiiao yo a ti si somos huevos blandos 0no. Sus van

a hacer falta to los faldones de vuestras camisas pa bo-

rrar 10 que sus he puesto en la puerta de la iglesia.

Unos caguetas como vosotros no sus hubierais atrevi-do a hacer eso.

-iPues acercate un poco, si es queres tan listo, so

bocazas, que no ties mas que boca ... y patas pa 'sca-

parte!

-iVen namds que hastalmedio, patanl iQue no por-

que tu padre andara tocando los huevos a las vacas*

por las ferias te has hecho rico!

-iPues anda que ni. que ties el cuchitril de dormir .to com io de hipotecas!

-iHipoteca 10 seras ni, arrastra-alforjasl lCuando

vas a coger otra vez el afilon de trapo de tu abuelo pa

ir a aporrear puertas a golpes de Pater?

-iAqui no pasa como en Longeverne, que las galli-

nas se mueren de hambre en plena siegal

-iPues anda que en Velrans, que se os revientan

los piojos en to la cabezota, pero no sabemos si dehambre 0 envenenaos!

Velranos

Marranos ,

Agarraimelos

C on las m anos .

-iAo, ao, ao! -coreo detras deljefe el grupo de gue-rreros longevernos, incapaces ya de seguir ocultando-

se yde contener su entusiasmo y su furia.

* Autentico.

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Longevernos

Pincha-mierdas ,

Come-mierdas ,

Q ue montao en cua tro esta ca ssus ba rra el diab lo a su casa .

Y el cora de velranos aplaudi6 a su vez frenetica-

mente a su general, con «Ea, ea, ea» largos y ritmicos.

De una y otra parte se lanzaron andanadas de in-

sultos en rafaga y en tromba; despues. los dos jefes,

igualmente excitados, tras haberse lanzado todas las

injurias clasicas y modernas: «[Panfarrones, desce-rrajadores de puertas abiertas!» 0 «[Bstranguladores

de gatos por la cola!» *, volvian al estilo antiguo y se

echaban en cara, con toda la deslealtad habitual, los

reproches mas delirantes y mas innobles de su reper-

torio:

-lQue? lYa no te acuerdas de cuando tu madre

meaba en la olia pa hacerte la salsa?

-lYni, cuando la tuya le pedfa las bolsas del toro alcapador pa ponertelas en ensalada?

-jPues acuerdate del rna en que tu padre dijo que

preferia criar un becerro antes que un pajarraco como

tu!

-jY ni, cuando tu madre deda que era mejor dar

de mamar a una vaca que a tu hermana, porque asf,

por 10 menos, no criaria una puta!

-jMi hermana -respondfa el otro, que no tenia.ninguna- bate la mantequilla; cuando bata rnierda,

vendras a chuparZa el palo! -0 bien-: jEsta forrada de

* En mis tiempos no se decia todavia eso de eaido del condon 0

profugo del bidet. De entonees aca se ha progresado mueho.

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clavos, pa que los sapos enanos como tii no puedan

montarse en ella!

-Cuidao -anuncio Pardillo-, que ya esta el Jetator-

cida tirando piedras con el tirador.Efectivamente, un guijarro silbo en el aire por end-

ma de sus cabezas y fue contestado con burlas; pronto el

delo quedo rasgado de parte a parte por granizadas de

proyectiles, mientras la marca espumosa y credente de

injurias salaces seguia fluctuando del Matorral Grande

allindero y el repertorio tanto de unos como de otros

brillaba por su abundanda y su cuidadosa selecdon.

Pero era domingo: los dos bandos iban engalana-dos con sus mejores baratijas y nadie, nijefes ni solda-

dos, se atrevia a infringir el reglamento en un peligro-

so cuerpo a cuerpo.

De manera que todo el comb ate se limite, por

aquella vez, al intercambio de puntos de vista, por de-

cirlo asi , y al dtado duelo de artilleria que, natural-

mente, no produjo baja alguna de importancia en un

lado ni en otro.Cuando sono el primer toque de oracion en la igle-

sia de Velrans, el Azteca de los Vados dio a su ejercito

.la sefial de regreso, no sin antes lanzar al enemigo,

con un ultimo insulto y un ultimo pedrusco, esta pro-

vocacion suprema:

-jManana nos veremos, huevos blandos de Longe-

verne!

-jl.argate, cobarde! -se burlo Pacho-. [Espera, es-pera a manana y veras 10 que sus va a pasar, hatajo de

lameculos!

Yuna andanada de guijarros saludo la vuelta de los

velranos a la zanja de en medio, que utilizaban para el

regreso.

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Los longevernos, cuyo reloj comunal atrasaba, 0

cuya hora de oracion quiza hubiese sido aplazada,

aprovecharon la desaparicion de los enemigos para fi-

jar las posiciones de combate para el rna siguiente.Tintfn tuvo una idea genial:

- Tenemos -dijo- que escondemos cinco 0 seis en

ese matorral de am, antes de que lleguen, sin mover

ni una ceja, y al primero que pase cerca, nos tiramos

endma y nos 10 llevamos.

EI jefe de la emboscada, elegido inmediatamente

por aclamacion. selecciono entre los mas decididos a

los cinco que habrian de acompafiarle. mientras losdemas mantenian el ataque frontal, y todos volvieron

al pueblo con el alma henchida de ardor guerrero y

sedienta de venganza.

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3. Un gran ilia

Vae v ic tis ! '

(Un antiguo jefe galo, a los romanos)

Aquellunes por la manana, en clase, todo sali6 mal,peor todavfa que el sabado.

Pardillo, conminado por el tio Sim6n a repetir la

lecci6n de educaci6n civica que les habia machacado

la antevispera. a prop6sito del concepto de «ciudada-

no», se gan6 una serie de invectivas totalmente des-

provistas de amenidad.

No habia manera de que saliese algo de su boca, su

rostro denotaba un esfuerzo de parto intelectual ho-rriblemente doloroso: parecia que se le habfa obstrui-

do el cerebro.

«[Ciudadano! [Ciudadano! -pensaban los dernas.

menos nerviosos-. GQuemierda sera eso?»

-jYo, senor maestro! -dijo Grillin. haciendo sonar

los dedos Indice y medio contra el pulgar.

-jNo, nino! -y dirigiendose a Pardillo, que segufa

de pie, moviendo la cabeza y con la mirada extravia-

da-: GAsfque no sabes 10 que es un ciudadano?

-j...

-jOS voy a dejar a todos una hora sin salir esta tarde!

1. jAy de los venddos! [N. del T.}

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Un escalofrio les recorrio la espina dorsal.

-Pero vamos aver, ni. Ltu eres un dudadano? -pre-

gunto el maestro, buscando a toda costa una respuesta.

-iSi, senor! -contesto Pardillo, acordandose de unavez que habia asistido con su padre a un mitin electo-

ral en el que el senor marques, el diputado, ofrecia un

vasa de vino a sus electores y les estrechaba la mano,

e incluso le habia dicho al padre de Pardillo: «LEste

dudadano es hijo suyo? Parece inteligente».

-Lill? LCiudadano til? -rugio el otro, rojo de ira-,

iPues si, buen ciudadano estas til hecho! iMenuda

pinta de ciudadano que tienes!-No, senor -rectlflco Pardillo, a quien, despues de

todo, Ie tenia sin cuidado semejante titulo.

-Ybien, (,por que no eres un ciudadano?

-i···!-Dile -rnascullo entre dientes Grillin, impaciente-,

que porque entodavia no ties pelos en el culo ...

-LQUe dices, Grillin?

-Yo... yo ... digo que ... que ...-LQue que?

-Que porque es demasiao joven.

-Ah. bueno. Y entonces Lloeres til?

Ya estaba. La respuesta de Grillfn surtio el mismo

efecto que el rocio bienhechor sobre el campo reseco

de su memoria; jirones de frases, fragmentos escogi-

dos, restos de ciudadano se reajustaron, componien-

dose poco a poco, y el propio Pardillo, ya menos atur-

dido y agradecido con toda su alma a Grillin. el

salvador, contribuyo a poner en pie al «ciudadano».

Pero, en fin, todo eso era ya agua pasada.

Sin embargo, cuando llegaron a la correccion de

los deberes sobre el sistema metrico. alli fue Troya,

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Con las intensas preocupadones de la antevfspera, al

copiarlos habian olvidado cambiar algunas palabras e

introducir el mimero de faltas de ortografia que co-

rrespondia aproximadamente a su perida respectivaen la materia, pericia matematicamente dosificada

por dos dictados ala semana. En cambio, se habian

comido palabras, habian colocado mayusculas donde

no hacian ninguna falta y puntuado independiente-

mente de cualquier sentido. EI ejemplar de Pacho era

espedalmente lamentable y acusaba a ojos vistas las

consecuendas de sus ocupadones como jefe.

Tambien eI fue llamado a la pizarra por el tio Simon,rojo de ira, y leyendo tras las gafas con unos ojos como

pupilas de gate en la noche. Como todos sus compa-

fieros, Pacho era reo convicto de haber copiado: eso no

ofrecfa la menor duda a nadie, era imitil replicar, pero

se trataba de averiguar si, por 10 menos, habia sacado

algiin provecho de esa practica, excluida por prindpio

de los metodos de la pedagogia moderna.

-lQue es el metro, Pacho?

-i···!-lQue es el sistema metrico dedmal?

-i···!-lComo se determino la longitud del metro?

-Eeeh ...

Demasiado alejado de Grillin, Pacho, con las orejas

al acecho y el cefio horrorosamente frunddo, sudaba

sangre y agua para recordar alguna difusa nodon que

tuviera algo que ver con el tema. Por fin rememoro

. vagamente, muy vagamente, dos nombres: Delambre

. y La Condamine, celebres medidores de trozos de me-

ridiano. Por desgrada, Delambre se asodaba en su

memoria a los rollos de cable que se amontonaban en

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la tienda de Leon ... De manera que, con toda la pru-

dencia requerida por la gravedad del caso. aventura:

-Fueron Cabre y Cabron.

-iPero bueno! iSera posible! -exclamo el ti6 Simonen el paroxismo de la ira-. iDe modo que, encima, te

atreves a insultar a los sabios! [Tienes una cara impre-

sionante ... y un bonito vocabulario. por derto! [Tefe-

lidto. amigo mio! Yya sabes -efiadio para abrumar al

desgraciado-, ya sabes que tu padre me ha pedido que

me ocupe de ti. Por 10 visto. no hay forma de que

eches una mana en casa; todo el dfa en la calle, ha-

ciendo el golfo, el granuja, el vago, en vez de dedicar-te a desenredarte los sesos. Pues bien, amigo mio: si a

las once no me sabes decir punto por punto todo 10

que vamos a repetir ahora mismo, en tu honor y en el

de tus camaradas. que tampoco tienen nada que envi-

diarte. te prevengo que, para empezar, te tendre aquf

todas las tardes de cuatro a sets, hasta que la cosa mar-

che como es debido. [Asfes que ya 10 sabes!

El trueno jupiterino cayendo sobre el grupo no hu-biera podido producir un estupor mas profundo. To-

dos permanecieron materialmente aplastados por tan

espantosa amenaza.

Tanto Pacho como los demas, desde el mayor al

mas pequefio, escucharon aquel rna con especial con- .

centracion las palabras del maestro, que exponfa con

vehemencia los errores de los antiguos sistemas de

pesos y medidas y la necesidad de implantar un siste-

ma unico, Y aunque en su fuero interno no aproba-

ban en absoluto la medicion del meridiano entre

Dunkerque y Barcelona; aunque se alegraban de las

dificultades sufridas por Delambre y de las complica-

ciones de M e chain, procuraron retener cuidadosa-

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mente los incidentes y peripedas, por la cuenta que

les trafa y para escurrir el bulto 10 antes posible. Pero

tanto Pardillo como Pacho y Tintin, Y hasta Grillin,

partidario acerrimo del «Progreso», y los demas. jura-ron por 10 mas sagrado que en 10 sucesivo, y en re-

cuerdo del terrible canguelo padecido, preferirian me-

dir siempre en pies y pulgadas, como habian hecho

sus padres y sus abuelos, a quienes no les habfa ido

nada mal (jvaya un chiste!) en vez de utilizar ese mal-

dito sistema de zoquetes, que por poco los obliga a

que dar como unos acojonaos ante sus enernigos.

La tarde resulto mas tranquila. Se hablo de los ga-los, grandes guerreros a quienes admiraban con pa-

sion, Y, por 10 demas. ni Pacho, ni Pardillo ni nadie

tuvo que quedarse despues de las cuatro, tras haber

realizado todos, y en particular el jefe, notables es-

fuerzos por contentar a aquel viejo cernfcalo del ti6 Si-

mon.Esta vez se iban a enterar.

Tintfn. con sus cinco guerreros, que habfan adop-tado la sabia precaucion de echarse la merienda al

bolsillo a mediodia, tomaron la delantera rnientras los

demas iban en busca del chusco. De manera que,

cuando, ante la aparicion de los enernigos, sono el gri-

to de guerra de Longeveme: <<jQueden pol culo a los

velranos! », ellos estaban ya habil y confortablemente

instalados, dispuestos a afrontar las vicisitudes del

combate cuerpo a cuerpo.

Todos llevaban los bolsillos repletos de piedras; al-

gunos habfan llenado hasta la gorra y el paiiuelo. Los

honderos comprobaban con esmero los nudos de sus

armas; casi todos los mayores iban equipados con ga-

rrotes de pinchos 0 varas de avellano con los nudos

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pulidos y las puntas endureddas a fuego; algunas se

adornaban, adernas, con sendllos dibujos obtenidos a

base de hacer saltar la corteza: los anillos verdes y

blancos altemaban en formas abigarradas que recor-daban pieles de cebra 0 tatuajes de negro: era algo ala

vez bonito y resistente, decia Botijo, cuyo gusto no era

probablemente tan fino como la punta de su lanza.

Una vez que las vanguardias hubieron entrado en

contacto mediante andanadas reciprocas de insultos y

un adecuado intercambio de pedruscos, se enfrenta-

ron los gruesos de los dos ejercitos,

A casi cincuenta metros unos de otros, dispersos enplan guerrilla, escondiendose a veces tras los matorra-

les, saltando a derecha e izquierda para esquivar los

proyectiles, los adversarios se desafiaban, se insulta-

ban, se invitaban a acercarse, se llamaban cobardes y

gallinas y despues se acribillaban a cantazos y volvian

a empezar.

Pero los contingentes no llegaban a entrar en con-

tacto practicamente: en cuanto los velranos obtenfanuna ligera ventaja, los longevemos la recuperaban

con audacia, blandiendo los garrotes; y en seguida te-

rnan que detenerse ante una lluvia de piedras.

Con todo. un velrano recibi6 una pedrada en la es-

pinilla y retrocedi6 cojeando hasta el bosquecillo; del

lado de Longeverne, Pardillo, encaramado a un roble

desde el que manejaba el tirador con la destreza de un

mono, no pudo evitar el pepinazo de un velrano, delJetatorcida erda el, que le peg6 en pleno craneo y 10

puso perdido de sangre.

Tuvo que bajar del arbol y todo para pedir un pa-

fiuelo con el que vendarse la herida, pero la batalla no

estaba aun deddida. Grandac se empefiaba en utilizar

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la emboscada de Tintin y pescar a alguno, como decia el

mismo. POI ello, y despues de poner su plan en cono-

dmiento de Pacho, simulo que se clirigia en solitario

hada el sector del matorral ocupado por Tintfn, paraacometer a los enemigos por el flanco. Pero se las inge-

nio para que le viesen algunos guerreros velranos,

como si no se diese cuenta de la maniobra. Conque se

puso a reptar y a gatear por la parte de arriba, riendo

sardonicamente al observar que Guifialuna y otros dos

velranos se ponian de acuerdo para atacarle, conven-

cidos de su superioridad sobre un enemigo aislado.

Avanzo temerariamerite mientras los otros tres seescoraban hada su lado.

Entre tanto, Pacho mantenfa un ataque intenso

para distraer al grueso de la tropa enemiga, y Tintfn,

que 10 vela todo desde su matojo, prepare a sus hom-

bres para la accion.

-jEsto marcha, muchachos, atencionl

Granclac estaba seis pasos mas atras. por ellado de

los velranos, cuando los tres enemigos surgieron depronto entre los matorrales y se lanzaron furiosamen-

te en su persecucion.

Como si el ataque le hubiera sorprendido, ellonge-

verno dio media vuelta y se batio en retirada, pero

con la lentitud suficiente para dejar que los otros ga-

nasen terreno y hacerles creer que podfan cogerle.

En seguida paso ante el matorral de Tintin, seguido

muy de cerca por Guifialuna y sus dos secuaces.Entonces Tintfn, dando la sefial de ataque, salto a

su vez con sus cinco guerreros y corte la retirada a los

velranos, sin dejar de proferir los mas espantosos au-

llidos.

-j'Iodos a por Guifialuna! -dijo.

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jBueno, la cosa no ofrecfa la menor dificultad! Los

tres enemigos, paralizados de tenor ante aquel ines-

perado golpe de efecto, se detuvieron en seco y des-

pues se revolvieron rapidamente. tratando de retroce-der hacia su territorio. Y dos de elIos consiguieron

escapar, exactamente como habia previsto Tintin.

Pero Guiiialuna fue atrapado por seis pares de garras,

levantado en vilo y trasladado como un fardo al cam-

po de los longevernos entre las aclamaciones y gritos

de guerra de los vencedores.

Aquello desconcerto por completo al ejercito velra-

no, que se batio en retirada por el bosque, mientraslos longevernos, rodeando a su prisionero, proclama-

ban a voz en cuello su triunfo. Guifialuna, empareda-

do por una cuadruple fila de guardianes, apenas se re-

movfa, como aplastado por la adversidad.

-jJa, ja, amiguito! «Nos hemos dejao trincar» Geh?

-dijo el gran Pacho en tone siniestro-. Pues bien, aho-

ra vas aver.

-Eh, eh, no me hagais dafio -tartamudeo Guiiialuna.-Si, guapo, pa que nos Hames otra vez mierdas y

huevos blandos.

-No he side yo. jOh, Dios! GQuevais a hacerme?

-Trae el cuchillo -ordeno Pacho.

-jMama, mama!GQue quereis cortarme?

-Las orejas -bramo Tintfn.

-Y la nariz -afiadio Pardillo.

-Y el pito -continuo Grillin.-Sin olvidar los huevos -remato Pacho-. [Vamos a

ver si til los tienes blandos!

-Antes de cortar habra que atarle la bolsa, como a

los terneros -observo Gambeta, que por 10 visto habia

presenciado esa clase de operaciones.

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-Claro. (,Quh~ntie la cuerda?

-Ay va -respondi6 Cbiquiclac.

-Como me hagais dafio se 10 d i r e a mi m am a -gi-

mi6 el prisionero.-Me importan un pito tu madre y el papa -replic6

Pacho, cinico,

-jYal senor cural -afiadi6 Guifialuna, aterrorizado.

-Te digo y te repito que me importa unjodio pito.

-Y al maestro -dijo atin, guifiando mas que nunca.

-jMe la trae flojal 0 sea, que encima nos amena-

zas, (,eh? jLo que faltabal Espera un poco, so marra-

no. Pasame la cabritera.Y,con la faca en Ia mano, Pacho se acerc6 a su vfc-

tima.

AIprlndpio se limit6 a pasar el reves de la hoja par

las orejas de Guifialuna, que, al sentir el frio del metal

y creyendo que iba en serio, se puso a lloriquear y be-

rrear. Despues se detuvo, satisfecho, y se dedic6 a

«afilarle» la ropa, como decia el,

Empez6 por el blus6n; arranc6 los corchetes meta-lieos del cuello, cort6 los botones de las mangas, as!

como los que 10 cerraban por delante, y despues rasg6

por completo los ojales, hecho 10 cual, Pardillo le

arranco aquella prenda imitil: los botones y ojales del

jersey corrieron la misma suerte; tampoco se salvaron

los tirantes y a continuaci6n le arrancaron el jersey.

Entonces le lleg6 el turno a la camisa: del cuello a la

pechera y las mangas, no escape un bot6n ni un ojal;a continuaci6n le desvalijaron el pantal6n: cayeron

trabillas, bolsillos, presillas, botones y ojales; las ligas

de goma que sostenfan los calcetines fueron confisca-

das, y los cordones de los zapatos, cortados en treinta

y seis pedazos.

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-No llevas calzoncillo, Leh? -comento Pacho, ins-

peccionando el interior de los pantalones, que cafan

ya a la altura de las corvas-. Bueno, pues ahora, [lar-

gate! -dijo.Y, como un juez irreprochable que en un regimen

republicano se limita a seguir, sin odio ni temor, los

dictados de su conciencia, para terminar se contento

con una buena y certera paid en el sitio onde la espalda

pierde su honesto nombre.

No quedaba nada que pudiese sostener las ropas de

Guifialuna y este lloraba, miserable y empequefieci-

do, en medio de los enernigos que se burlaban de el y10 abucheaban.

-jven a cogerme ahora, anda! -Ie invito Gran-

clac en tone burlon mientras el otro, que habfa

vuelto a ponerse sobre el jersey que no cerraba el

bluson suelto a 10 tratante, intentaba en vano meter-

se en el pantalon los faldones de la camisa desguarne-

dda,

-A ver que te dice ahora tu madre -remato Pardillorevolviendo el pufial en la llaga.

Ylentamente, en medio de la tarde que cafa. arras-

trando los pies que apenas podian controlar las sanda-

lias, Guifialuna, llorando, gimiendo y sollozando, se

reunio en el bosque con sus camaradas que, al ace-

cho, le esperaban con ansiedad, le rodearon con soli-

citud y le facilitaron toda la ayuda y el apoyo que po-

dian ofrecerle.Y alla. hacia el este, donde apenas podia distinguir-

se ya al grupo en medio del crepiisculo, resonaban los

gritos triunfales y los insultos sarcasticos de los longe-

vernos victoriosos.

Finalmente, Pacho resumio la situacion:

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-iHala, ya les hemos dao 10 suyo! [Asi aprenderan

esos boches'!

Despues, como no habfa ninguna nove dad en la

frontera, en aquella jornada definitivamente suya,descendieron por el terreno comunal del Salto hasta

la cantera de Pipote.

Y desde alli, en filas de seis, brazos arriba, brazos

abajo, con Pacho a un lado, esgrimiendo el bast6n, y

Pardillo en cabeza, usando como ensefia su pafiuelo

ensangrentado atado al extremo de su garrote de gue-

rra, partieron a las 6rdenes de su jefe, con grandes ta-

conazos, marcando el paso, hacia Longeverne, mien-tras cantaban a pleno pulm6n:

La victo ria , cantando , nos abre la barrera , la libertad

nos m arca lo s pasos a seguir;

del Norte a l M ediodia la tro mpeta guerrera

ha dado la seria l de com ba tir . ..

1. Despectivamente alemanes. [N. del T.]

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4. Primeros reveses

Me han rodeado como a animal y creen

que me tienen en sus redes. Pero yo tra-

to de liberarme de ellos 0 aventajarlos.

ENRIQUE IV (Carta a M. De Batz,

gobernador de la villa de Buse, en

Armagnac, 11 de marzo de 1586)

Los dias que siguieron a aquella memorable victoria

fueron mas tranquilos. El gran Pacho y su ejercito, se-

guros de su exito, mantenian la ventaja adquirida y,

pertrechados con sus varas de avellano afiladas a cu-

chillo y pulidas a crista},armados de espadas de made-ra con guarnidon de alambre recubierto de bramante.

lanzaban cargas terribles que hacian temblar a los vel-

ranos y los obligaban a retroceder hasta sus fronteras

entre granizadas de pedruscos.

Guifialuna se mantenfa prudente mente en reta-

guardia y no hubo prisioneros ni heridos.

Aquella situacion pudo haber dura do mucho tiem-

po; pero, desgraciadamente para Longeverne, la clase

del sabado por la manana fue desastrosa. El gran Pa-

cho, que se habfa atiborrado la cabeza de multiples y

subrmiltiplos. confiando en la palabra del tio Simon,

que decia que cuando se aprenden los de un tipo de

medidas se saben ya los de todas, no quiso escuchar a

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quienes le susurraban que no existen kilolitros nimi-

rialitros.

Mezclo hasta tal punto el hectolitro y el cuartillo, el

celernin y la caiia, los conodmientos academicos y su

experiencia personal, que al final vio como le cafa en-

cima, sin remision posible, un castigo que en principio

serfa de 4 a 5 y despues mas atin si hacia falta y si no

era capaz de responder a todas las exigencias memo-

risticas del maestro.

«jMid que es cerdo este tio Simon cuando se empe-

fial»

El destino quiso que Tintin se encontrase exacta-

mente en la misma situacion, igual que Granclac y

Botijo. Solo Pardillo, que se escaqueo a tiempo, y Gri-

lim, que 10 sabia todo, quedaron libres para guiar

aquella tarde a las tropas de Longeveme, ya de por sf

diezmadas con la ausencia de Gambeta, que no habfa

ido a clase porque tenia que llevar a su cabra al ma-

cho, y de algunos otros, obligados a volver a casa in-

mediatamente para asearse como todos los sabados.

-Quiza no convendria ir esta tarde -apunto Pacho,

pensativo.

Pardillo dio un respingo. «[No ir! jQue cosas tenia

el general! GPor quien 10 tomaba a el, a Pardillo? GQue

pretendia, que quedasen todos como unos acojonaos?»

Pacho, vacilante, se rindio ante tales argumentos y

convino en que, en cuanto fuese liberado, junto conTintin, Botijo y Granclac (y pensaban emplearse a

fondo para conseguirlo), se presentarian en su puesto

de combate.

Pero estaba intranquilo. Le jorobaba que el, el jefe,

no pudiese estar alli para dirigir las operaciones en un

ilia particularmente dificil.

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Pardillo 10 tranquilize y, a las cuatro, tras una breve

despedida, partie hacia el campo de batalla, rodeado

por sus guerreros.

Sin embargo, la responsabilidad recien contraida lemantenia taciturno y, preocupado por no se sabe que,

quiza con el corazon encogido por sombnos presenti-

mientos, ni siquiera tomo la precaucion de ocultar a

sus hombres antes de llegar a las trincheras del Mato-

rral Grande.

Los velranos, por su parte, se habfan anticipado.

Sorprendidos al no ver a nadie, habian encargado a

uno, a Jetatorcida, que subiese a un arbol para hacer-se cargo de la situacion.

Desde su haya, Jetatorcida pudo ver a la pequefia

tropa que avanzaba imprudentemente por en medio

del camino y, con una alegrfa desbordante y silenciosa

que inundaba todo su ser, se retorcio como un barbo

en la punta de un sedaL

Inmediatamente comunico a sus camaradas la in-

ferioridad numerica del enemigo y la ausencia de Pa-cho.

El Azteca de los Vados, que solo pensaba en vengar

a Guifialuna, ideo en seguida un plan de ataque y 10

expuso a los demas.

Al principio disimularian. combatiendo como de

costumbre, avanzando, retrocediendo, avanzando

otra vez hasta la mitad del camino y, despues de una

retirada en falso, saldrian de nuevo todos juntos,cargando en masa, cayendo en tromba sobre el cam-

po enemigo, para zurrar a todo el que se resistiese y

hacer prisioneros a cuantos pudiesen, Ilevandolos

hasta ellindero don de sufrirfan el destino de los ven-

cidos.

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o sea, que entendido: cuando el diese el grito de

guerra: «jQue la Garatusa sus acachorre!», todos se

lanzarfan tras el, garrote en ristre.

Jetatordda acababa de bajar del haya cuando la vozpenetrante de Pardillo lanzo, desde el centro del Mato-

rral Grande, el desaffo habitual: «jQue den pol culo a

los velranos!», y se entablo el combate de costumbre.

Como general, Pardillo hubiera debido permane-

cer en tierra, dirigiendo a sus tropas; pero el habito, el

dichoso habito de subir al arbol, pudo mas que sus es-

cnipulos de comandante en jefe y trepo al roble para

disparar desde alia arriba sus proyectiles contra las fi-las de los adversarios.

Instalado en una cruceta cuidadosamente elegida y

acondidonada, sentado con toda comodidad, ajustaba

el punto de mira tensando las gomas, con el refuerzo

de cuero exactamente en el centro de la horquilla y

las tiras de goma bien equilibradas, y soltaba el pro-

yectil que salta zumbando hacia los velranos, arran-

cando hojas a su paso 0 golpeando contra los troncoscon un sonido seco: [toe!

Pardillo pensaba que aquel ilia iba a ser como los

anteriores y no imaginaba siquiera que los otros pu-

dieran ensayar un ataque, puesto que, desde el co-

mienzo de las hostilidades, todos los enfrentamientos

se habian saldado en su contra, con una derrota 0una

retirada.

Todo fue bien durante media hora, mas 0menos, yla sensacion de cumplir con el deber y el afan de em-

plear juidosamente su provision de guijarros le man-

ternan tranquilo, cuando de pronto vio que, al grito

de guerra del Azteca, la horda de los velranos cargaba

con tal veloddad, tal ardor, tal frnpetu y tal seguridad,

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que se quedo petrificado en su rama, sin poder articu-

lar siquiera una palabra.

Sus guerreros, al oir aquel formidable estruendo, al

ver aquel erizamiento de palos y garrotes, estupefac-tos, desmoralizados y en franca inferioridad numeri-

ca, se batieron precipitadamente en retirada y, echan-

dose las piernas al hombro, como quien dice, cogieron

las de Villadiego, dandose patadas en el culo, a toda

mecha, hacia la cantera de Aguado, sin atreverse a

mirar arras y creyendo que todo el ejercito enemigo

les pisaba los talones.

A pesar de su superioridad, la columna de velranosfreno un poco su impetu alliegar al Matorral Grande,

temiendo los efectos de cualquier proyectillanzado a

la desesperada; pero al no recibir ninguno, se adentro

valientemente en la espesura y se dispuso a batir el

campo.

[Vayal No se veia nada, no aparecia nadie y el Az-

teca empezaba a maldecir cuando dio con Pardillo,

acurrucado en su arbol como una ardilla sorprendida.AI descubrirlo, Ianzo una exclamacion triunfal y,

Ielicitandose para sus adentros de que el asalto no hu-

biera resultado esteril, conmino a su prisionero a que

descendiera inmediatamente.

Pardillo, que sabfamuy bien 10 que le esperaba si sa-

Iia de su refugio, y que ademas tenia todavia algunas

piedras en los bolsillos, respondio con la palabra de

Cambronne' a aquella orden tajante e injuriosa. Anda-

1. Es decir, « pnierdat». Es la palabra que el general frances Pierre

Jacques Etienne Cambronne (1770-1842) lanzo contra los Ingle-

ses en la batalla de Waterloo. Desde entonces es frecuente el uso

del eufemismo L e m ot de C am bronne. [N . del T.]

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ba rebus cando en los bolsillos cuando el Azteca, sin re-

tirar su desconsiderada invitadon, ordeno a sus hom-

bres que le «bajaran a ese pajaro» a cantazo limpio.

Antes de que pudiera montar el tirador, Pardillofue lapidado por una autentica granizada que le obli-

go a cruzar los brazos delante de la cara y cubrirse los

ojos con las dos manos.

Afortunadamente, muchos velranos fallaban el

tiro, por su propia precipitacion al disparar, pero algu-

nos, 0mejor dicho, demasiados, acertaban: [zasf. a la

espalda; [zasl, en plena cara; [zasl, en la rabadilla;

[zasl, en las patas, [para esta si puedes, predoso!-Ja, ja. jYabajaras, so cerdo! -decia el Azteca.

De hecho, al pobre Pardillo le faltaban manos para

protegerse y frotarse. Estaba ya a punto de rendirse

sin condiciones, cuando el grito de guerra y el rugido

hornsono de su jefe, que conducia a sus tropas de

nuevo al combate, le saco como por ensalmo de tan

insostenible situadon.

Baja lentamente un brazo, despues el otro. se pal-po, miro y vio ...

jHorror de horrores! El ejercito de Longeverne lle-

gaba, exhausto y dando alaridos, al Matorral Grande,

con Tintin y Granciac, mientras en ellindero los vel-

ranos en tropel se llevaban prisionero, arrastraban

materialmente, al mismfsimo Pacho.

-jPacho, Pacho, redias, Pacho! -chillaba-. GComo

ha podido ocurrir? jMe caguen la putisima puta madreque 10 pario mil veces!

La maldidon desesperada de Pardillo encontro eco

en la banda de Longeverne que acudia en su auxilio.

-jPacho! -repitio Tintin-. Pero Gno esta ahf? -y

explico- : Cuando estabamos llegando abajo del

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Salto vimos a los nuestros que se las piraban co-

rriendo como liebres y entonces el s ech6 pa lan te y les

dijo:

»-jAlto ahi! lAdonde vais? lYPardillo?»-Pardillo -Ie contesto no se quien- se ha quedao

en elroble.

»-lY Grillin?

»-lGrillin? .. No sabemos.

»-lY los dejais asi, prisioneros de los velranos, me

caguen ... ? jNo tenis 10 que hay que tener! [Venga, va-

mos allal jAndando!

»Entonces tiro palante y nosotros fuimos detras, es-gaf i i tandonos; pero nos sacaba por 10 menos veinte pa-

sos y seguramente por eso 10 habran trincao.

-Pues sf que va listo, me caqiien . .. -suspiro Pardillo,

sofocado, echandose abajo del roble.

-No 10 pensemos mas ... jHay que liberarlo!

-Son el doble que nosotros -apunto uno de los fu-

gados, con extrema prudencia-. Seguramente coge-

ran a alguno mas y eso sera to 10 que saquemos. Sien-do tan pocos, n 'ha y mas remedio que esperar ...

Despues de todo, no van a comerselo vivo.

-No -admitio Pardillo-. Pero lY sus botones? jY to

por librarme a mil jPuta suerte! Tenia razon cuando

nosdijo que no viniesemos esta tarde. iSiempre hay

que hacer caso al jefe!

-Pero ldonde esta Grillin? lNadie ha visto a Gri-

Ilin? lNo sabes si 10 han cogido?-No -contesto Pardillo-. No creo. No he visto que

se 10 ha iga n lleva o, ha debido de escabullirse por los

matorrales de arriba ...

Mientras los longevernos se lamentaban y Pardillo

reconocia, en el desconsuelo del desastre, las ventajas

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y la necesidad de una disdplina rigurosa, se oyo un

canto de perdiz que les estremecio.

-Es Grillin -dijo Granclac.

Era el, en efecto. En el momento del asalto se ha-bfa deslizado como un zorro por entre los matorrales,

escapando de los velranos. Ahora vema de 10 alto de

los terrenos comunales y seguramente habia visto

algo, porque dijo:

-jJo, 10 que Ie estan haciendo a Pacho! No he podi-

do verlo bien, pero Ie estan dando fuerte.

Y empezo a requisar todas las cuerdas y alfileres

del grupo, para sujetar las ropas del general que, sinduda, no se libraria de aquello.

Efectivamente, en ellindero tenfa lugar una esce-

na terrible.

Envuelto, arrollado y arrastrado al principio por el

torbellino de los enernigos, hasta el punto de no poder

darse cuenta de nada, el gran Pacho se recupero des-

pues un poco, volvio en S 1 y, cuando quisieron dirigir-

se a el como a un vencido y se acercaron faca enmano, les demostro a aquellos lameculos 10 que es un

longevemo.

Con la cabeza, los pies, las manos, los codos, las

rodillas, las caderas, los dientes, a golpes, a patadas, a

saltos, a bofetada limpia, arreando, boxeando, mor-

diendo, se resistio como una fiera, tiro a uno, arafio a

otros, cego a este, aporreo a aquel, zurro a un terce-

ro, plaf por aqui, troc por alla. crac a otro, hasta elpunto de que, aun dejando media manga del bluson

en el empefi.o, consiguio abrirse paso entre la jauria

enemiga y se lanzaba ya hacia Longeverne con un

impetu incontenible, cuando una zancadilIa traicio-

nera de Guifialuna dio con el en el suelo, de morros

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contra una topera, con los brazos por delante y la

boca abierta.

No pudo decir ni pia; antes de que lograra ponerse

siquiera de rodillas, doce chavales se predpitaron sobreel y pim, pam, pum, zas, 10 agarraron por las cuatro ex-

tremidades mientras otro 10 registraba, le confiscaba la

navaja y 10 amordazaba con su propio pafiuelo.

El Azteca, director de la operacion, le dio una vara

de avellano a Guifialuna, que habfa salvado la situa-

cion, y le ordeno -orden a todas luces innecesaria-

que se encargase de darle seis golpes cada vez que el

otro intentase el menor movimiento.Pero Pacho no era hombre que se resignara por las

buenas: muy pronto tuvo ias nalgas amoratadas a va-

razos. AI final, hubo de optar pOI quedarse quieto.

-iAhueca, cerdo! -decia Guifialuna-, Conque que-

nas cortarme el pito y los huevos, leh? lY si te los

cortamos a ti ahora?

Desde luego que no se los cortaron, pero no hubo

boron, ojal, corchete ni cordon que escapase a su re-gistro vengador. YPacho, vencido, despojado y azota-

do, fue puesto en libertad en el mismo estado lastimo-

so que Guifialuna cinco mas antes.

Sin embargo, ellongeverno no lloriqueaba como

el velrano; tenia alma de jefe y aunque ardfa de rabia

por dentro, no parecfa sentir siquiera el dolor ffsico.

En cuanto le quitaron la mordaza, sin el menor titu-

beo, escupio a sus verdugos, en terminos virulentos,su mas absoluto desprecio y toda la fogosidad de su

odio.

Pero resulto que era un poco pronto y la horda vic-

toriosa, segura de tenerlo a su merced, se 10 hizo sa-

ber' dandole palos a mans alva y forrandolo a patadas.

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Pacho, vencido, henchido de rabia y desespera-

cion, ebrio de odio y deseos de venganza, se fue por

fin. Dio algunos pasos, con la cara desencajada, y se

dejo caer tras un matojo, para desahogarse llorando asus anchas 0 para buscar algo con que mantener el

pantalon sujeto ala cintura.

Se sentia invadido por un furor ciego: pataleo. cris-

po los pufios, rechino los dientes, mordio la tierra y

despues, como si ese beso amargo le hubiese inspira-

do de pronto, se detuvo en seco.

Los tonos cobrizos del atardecer descendian sobre

el ramaje semidesnudo del bosque, ensanchando elhorizonte, magnificando las lineas, ennobleciendo el

paisaje vivificado por un poderoso soplo de viento. A

10 lejos, los perros guardianes ladraban al extrema de

sus cadenas; un cuervo llamaba a sus compafieros al

suefio: los velranos habian callado y no se oia ya a los

longevernos.

Pacho, oculto tras el matojo, se descalzo (tarea fa-

cil, por cierto), metio los calcetines hechos jirones enlos zapatos desguarnecidos, se quito el jersey y los cal-

zones, los enrolle juntos para envolver los zapatos, 10

metio todo en el bluson e hizo con este un hatillo

anudado por las cuatro puntas. Solo se dejo puesta la

camisa, corta, cuyos faldones trepidaban al viento.

Entonces cogio el bulto con una mana y, sujetando

la camisa con dos dedos de la otra, se levanto de pron-

to ante el ejercito enemigo y, mientras llamaba a susvencedores vacas, cerdos, marranos y cobardes, les

ensefio el culo con un dedo energico y se Ianzo a todo

correr en medio del creptisculo. perseguido por los in-

sultos de los velranos y por una lluvia de piedras que

zumbaban en sus oidos.

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5. Las consecuencias de un desastre

Golpe tras golpe. Pena tras pena. jAh! La

prueba arrecia.

VICTOR HUGO (EI ana terrible)

Tienen razon los que dicen que las desgracias nunca

vienen solas. Y fue Grillin quien, algun tiempo des-

pues. formulo ese aforismo que, desde luego, no era

suyo.

Cuando Pacho llego a la curva del camino del SaI-

to, maldidendo y aullando contra aquellos lameculos

de los velranos, con los cabellos, la camisa y todo 10

demas al viento, no encontro a sus compafieros que Ieredbieran, sino al tio Ceferino, antiguo soldado de

Africa a quien todos llamaban el Beduino y que de-

sempefiaba en el pueblo las humildes funciones de

guarda jurado, como pollia leerse, por otra parte, en

la chapa amarilla y brufiida que lucia entre los plie-

gues de su bluson azul y siempre limpio.

Afortunadamente para el gran Pacho, el Beduino,

representante de la fuerza publica en Longeveme, es-taba un poco sordo y no vela demasiado ..

AI volver de su ronda diaria 0 casi diaria, se habfa

detenido al O I r los alaridos y gritos de guerra de Pa-

cho, que se debatia en manos de los velranos. Como

daba la casualidad de que mas de una vez habfa sido

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objeto y victim a de burlas y bromas por parte de cier-

tos «tunantes» del pueblo, no dudo un instante que

los redos insultos de aquel fugitivo despelotado iban

dirigidos a el, Todavia dudo menos cuando alcanzo adistinguir, entre otras sflabas. las de cer-do y ma-rra-

no que, en su mentalidad rectilinea y logica, solo po-

dian aplicarse indefectiblemente a un representante de

la ley. Deddido (el deber ante todo) a castigarseme-

jante insolenda, que atentaba tanto contra las buenas

costumbres como contra su propia dignidad de magis-

trado, se lanzo en su persecucion, para agarrarlo 0,

por 10 men os, para saber quien era, de modo que pu-diera hacerle administrar «por quien corresponda» la

paliza que a su juicio merecia.

Pero Pacho vio tambien al Beduino y, descubrien-

do sus hostiles intenciones al ofrle gritar «[Granuja!»,

se desvio rapidamente a la izquierda, hacia 10 alto del

monte comunal, y desaparecio entre los matorrales

mientras el otro esgrimfa el palo y segufa gritando a

voz en cuello:-jCacho sinvergiienza! iDeja que te pille y verasl

Ocultos en el Matorral Grande, sorprendidos por

tan inesperada aparicion, los longevemos segufan la

persecucion del Beduino con el corazon en un pufio y

los ojos como platos.

-iEs ell [Claro que es ell -dijo Grillin, refiriendose a

sujefe.

-Les ha hecho una buena jugarreta -apunto Tin-

tfn-. iQue tio! -y el tono de su voz expresaba a las cla-

ras la admiracion que sentfa por su general.

-lY ese viejo gill... va a estar jodiendonos mucho

rato? -afiadio Pardillo, frotandose con las manos rese-

cas y encalleddas las dolorosas mataduras.

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Y se dispuso a encargar a Tintfn 0 a Grillfn la mi-

sion de atraer al Beduino hacia algiin punta alejado

de los lugares en los que habria de esconderse Pacho,

mediante el simple procedimiento de lanzar contra elguarda una serie de epitetos floridos y sonoros, tales

como: viejo estupido, culero, maricon, africano con

purgaciones, y algun otro que habian pescado al vue-

10 en ciertas conversaciones entre los viejos dellugar.

Pero no tuvo necesidad de poner en practica su

plan, porque el veterano guerrero volvio pronto ca-

mino abajo, maldiciendo contra aquellos granujas a

los que iba a tirar de las orejas y a quienes pensabameter un rna de estes en el calabozo municipal, para

que hicieran compa:6ia durante un par de horas a las

ratas de la tienda de quesos.

Rapidamente, Pardillo imito el canto de la perdiz,

que era la serial de reunion de los de Longeveme, y

en cuanto recibio respuesta anuncio a su compafiero

acorralado, mediante otros tres gritos consecutivos,

que el peligro habfa pasado por el momento.En seguida aparecio. tras los matorrales, la silueta

imprecisa y blanquecina de Pacho, que se acercaba

con el hatillo en la mano; y muy poco despues se dis-

tinguian ya los rasgos de su cara, contraida par la in-

dignacion,

-jMu bien, macho! jMu bien, tio grande!

Eso fue todo cuanto pudo decir Pardillo que, con

lagrimas en los ojos y los dientes apretados, levantabaun pufio amenazador dirigido hacia los velranos.

Y todos rodearon a Pacho.

Requisaron los cordones y alfileres de la banda

para componerle un atuendo mas 0menos presenta-

ble con el que pudiera volver al pueblo. En un zapato

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Ie pusieron la cuerda de una peonza y, en el otro, un

trozo de bramante procedente de la guarnicion de

una espada; con pedazos de cuerda sujetaron tambien

los calcetines a las corvas; encontraron un imperdiblepara unir y cerrar las dos aberturas del pantalon: el

propio Pardillo, en el colmo del sacrificio, pretendio

deshacer su tirador para hacerle un cinturon a su jefe,

pero este se nego a ella con toda nobleza; varios alfile-

res cerraban los orificios mas importantes. Por cierto,

que el bluson respingaba un poco por detras: la cami-

sa bailaba irremediablemente alrededor del pescuezo

y la manga desgarrada, a la que le faltaba un trozo,era un testimonio irrecusable de la espantosa pelea

que habia mantenido el guerrero.

Cuando estuvo mas 0menos apaiiado, echo un vis-

tazo melancolico a su atavfo y, calculando para sus

adentros la cantidad de patadas en el culo.que iba a ga-

narse con el, resumio sus temores en una frase lapida-

ria que estremecio las fibras mas profundas de sus sol-

dados:-iDios, el vareo que me van a dar cuando vuelva a

casal

Un silencio sombrio acogio aquella profecfa. Evi-

dentemente, el grupo no tenia nada que objetar al

respecto y , a la caida de la noche, se inicio la penosa y

silente marcha de regreso al pueblo.

iQue distinta fue aquella entrada de la dellunes!

La noche oscura y densa hacfa aiin mas honda su tris-teza; ni una sola estrella osaba elevarse entre las nu-

bes que habian invadido de pronto el cielo; las cercas

grises que bordeaban los caminos parecfan escoltar en

silencio el desastre; las ramas de los arbustos pendfan

como las de un sauce Iloron y ellos caminaban arras-

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trando los pies, como si sus suelas hubiesen recibido

el lastre de todo el desamparo humano y de toda la

melancolfa del otofio.

Nadie decia una palabra, mas que nada por no au-mentar las dolorosas preocupaciones del jefe vencido.

En cambio, para acrecentar si fuera posible su tristeza, el

viento del sudoeste traia a sus oidos el canto triunfal de

los velranos, que regresaban victoriosos a sus hogares:

Soy cris tiano , esa es m i glo ria ,

m i esperanza y m i sosten ...

Porque los velranos eran beatos y los longevernos,

rojos.

Alilegar al tilo grande, se detuvieron como de cos-

tumbre y Pacho rompi6 por fin el silencio:

-Mafiana por la manana nos reuniremos en ella-

vadero, cuando den las segundas -dijo con una voz

que queria ser firme pero sonaba a pesar de todo

como transida por un temblor de angustia ante un fu-turo sombrio, incierto, 0mas bien demasiado cierto.

-Sf -Ie respondieron simplemente.

YPardillo, el apedreado, se acerc6 a dade un apre-

t6n de manos en silencio, mientras la pequefia tropa

se desparramaba rapidamente por los senderos y ca-

minillos que conducian a los distintos domicilios.

Cuando Pacho lleg6 a casa de su padre, cerca de la

fuente de arriba, vio que la lampara de petr61eo delcuarto de la chimenea estaba encendida y, atisbando

por entre las cortinas, descubri6 que su familia estaba

ya sentada a la mesa.

Se estremeci6. Esa comprobaci6n truncaba de raiz

sus ultimas esperanzas de no ser visto con el aspecto

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mas bien desastrado que ofrecia, por culpa del mas

cruel de los destinos.

Pero penso que, antes 0 despues, tendria que aca-

bar entrando y, dispuesto a aceptarlo todo estoica-mente, Ievanto el cerrojo de la cocina, atraveso la es-

tanda y empujo la puerta del cuarto.

EI padre de Pacho valoraba la estruccion en la mis-

rna medida en que estaba desprovista de ella; de ma-

nera que, en cuanto llegaba el curso escolar, exigia a

su retofio una aplicacion en los estudios que verda-

deramente no guardaba la menor relacion con la ca-

pacidad intelectual del alumno Pacho. De vez encuando iba a entrevistarse con el tio Simon y le reco-

mendaba con insistencia que no perdiera de vista a

aquel golfante y que Ie zurrase la badana cada vez

que 10 considerase oportuno. Que desde luego no

seria el qui en 10 defendiese, como hacen algunos pa-

dres atontados «que no saben 10 que es bueno para

sus hijos» y que cuando elchaval hubiese sido casti-

gada en clase, el. su padre, Ie doblaria la dosis encasa.

Como puede verse, el padre de Pacho tenfa unas

ideas pedagogicas muy claras y unos prindpios preci-

sos que aplicaba, si no con exito, sf por 10 menos con

conviccion.

Aquella tarde, precisamente, al ir a dar de beber al

ganado, habia pasado cerca del maestro, que fumaba

su pipa bajo los soportales del Ayuntamiento, alladode la fuente de en medio, y se habfa interesado por el

comportamiento de su hijo.

Naturalmente, tuvo ocasion de saber que el joven

Pacho se habia quedado castigado hasta las cuatro y

media y que a esa hora solto sin titubear la leccion

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que no se sabfa por la manana, 10 cual demuestra que

cuando se quiere ... GilO?

-iE1muy gandul! -habia exclamado el padre-. ~Sab'

uste que jamas lleva un libro a casa? iAsi es que atibo-rrelo de deberes, de muestras, de verbos, de 10 que

uste quiera! Pero no se preocupe, que ya me encargare

yo de el esta noche.

En el mismo estado de ammo se encontraba todavfa

cuando su hijo atraveso el umbral del cuarto. Todo el

mundo estaba en su sitio y habfa tornado ya la sopa. El

padre, con la gorra en la cabeza y el cuchillo en la

mano, se disponia a colocar sobre un menton de berzasvarias lonchas de tocino ahumado, cortadas en trozos

mayores 0menores, segun la talla y el estomago de su

destinatario, cuando la puerta chirrio y entre su hijo.

-iVaya! [Por fin apareces! -dijo en un tono entre

seco y socarron que no auguraba nada buena.

Pacho considero mas prudente no contestar y ocu-

po su lugar al otro extrema de la mesa, ignorando

olimpicamente las intenciones paternas.-i Comete la sopa, que estara requetefria! -grufio su

madre.

-Y abrochate el bluson -afiadio su padre- que pa-

reces un porquero.

Pacho trato de recomponer, con un gesto tan ener-

gico como irnitil, la prenda que colgaba de sus hom-

bros a la buena de Dios, pero desde luego no encontro

nada que abrochar.-Te digo que te abroches el bluson -repitio el pa-

dre-. Ypara empezar, Gdedonde vienes asi? iNo iras a

decirme que sales de clase a estas horas!

-He perdido el corchete del bluson -rnurmuro Pa-

cho, eludiendo una respuesta directa.

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-jAy, Senor, Senor, harta me tienes! -gimio la ma-

dre-. jQue desgraciaos son estos cochinos! iT o 10 estro-

pean, to 10 rompen, to 10 destrozan ...! GQue vamos a

hacer con elIos?-GY las mangas? -interrumpio el padre-. GRasper-

dido tambien los botones?

-Si -confeso Pacho.

Tras este nuevo descubrimiento, que, junto con el

retraso en lIegar, denunciaba la existencia de una si-

tuacion irregular, se imponfa una investigacion en

profundidad.

Pacho sintio que se pollia colorado hasta la puntadel pelo.

jMierda, la que se iba a armar!

-Ven aca que te vea bien.

Y cuando el padre levanto la pantalla de la lampa-

ra, ante los cuatro pares de ojos inquisidores de la fa-

milia aparecio Pacho en toda la magnitud de su infor-

tunio, agravado ahora por los arreglos sumarios con

los que unas manos entusiastas y bienintencionadas,sin duda, pero demasiado torpes, habian completado

el desastre en vez de paliarlo.

-Pero ... jRedios! jSOcerdo! jSOmarrano! jSOimitill

iSOgandul! -rugfa el padre a cada nuevo hallazgo-. [Ni

un boton en el jersey, ni en la camisa, alfileres en la

bragueta, un imperdible pa sujetarse el pantalon, cuer-

das en los zapatos ...! Pero Gdedonde sales, pedazo de

canalla? -bramo Pacho padre, empezando a dudar deque el, ciudadano sensato y respetable, hubiese podido

procrear semejante granuja, mientras la madre se que-

jaba de la cantidad de trabajo que este perdido, este

bestia de bandido, de cerdo de hijo, le daba todos los

dfas-. GYte has creido que esto va a seguir asf -conti-

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nuo el padre-, que voy a gastarrne los cuartos en edu-

car y mantener a un mamarracho como ni, que no

hace nada, nien casa, nien la escuela, nien ningiin si-

tio, pues esta misma tarde he hablado con el maestro?-i···!-iTe voy a matar, bandido! [Tevoy a ensefiar yo a ti

que los correcdonales no se han hecho pa los perros!

iSo haragan!

-i···!-Por 10 pronto, hoy te quedas sin cenar. iContesta,

redias! (_Dandete has puesto asi?

-i···!-Conque no quieres decir nada, (_eh, golfo? Pues

muy bien. Espera un poco, redias, y ya veras si te

hago hablar 0no. [Vasaver ahora!

Y cogiendo una vara de avellano flexible y reda del

haz de lena que habfa junto ala chimenea, yarran-

candole la camisa y bajandole los calzones, el padre de

Pacho propino a su descendiente, que se revolvia, se

retorcia. rabiaba, protestaba y aullaba, aullaba hastahacer retemblar los cristales, una de esaspalizas que

marcan un hito en la historia de cualquier rapaz.

Despues, pasado el acceso justiciero, afiadio en.

tono cortante que no admitfa replica.

-Y ahora, largate a dormir. Pero rapido, (,eh? [Re-

dias! iYay de ti como te oiga dedr algol

Pacho se deja caer sobre el jergon de mafz y la al-

mohada de paja de avena, profundamente molido,con los miembros destrozados, el trasero en carne

viva y la cabeza ardiendo; dio vueltas y mas vueltas.

medito mucho, mucho, y, al final, se quedo dormido

sobre su propio desastre.

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6. Plan de campafia

... Con el solo atavio de una bella que

acaba de despertar del sueiio.

RACINE (Britannicus, acto II, esc. II)

A la manana siguiente, al despertar de un suefio mas

pesado que una borrachera, Pacho se desperezo lenta-

mente, con una sensacion de dolor en los rifiones y de

vacio en el estomago.

El recuerdo de 10 ocurrido volvio a su mente, como

una oleada de calor que se sube ala cabeza, y enrojedo.

Sus ropas, tiradas al pie de la cama y por todas par-

tes, esparcidas por cualquier sitio y de cualquier ma-nera, eran en su desorden testimonio vivo de la pro-

funda confusion que embargaba a su propietario

cuando se desnudo por la noche.

Pacho penso que la ira paterna debra de haberse

ablandado un poco con la noche de suefio; calculo la

hora guiandose por los ruidos de la casa y de la calle;

el ganado volvia del abrevadero; su madre llevaba el

pienso a las vacas. Era hora de levantarse y cumplircon la tarea que se Ie habia asignado para las mafianas

de todos los domingos: quitar el barro y sacar brillo a

los cinco pares de zapatos de la familia, llenar de lena

el cajon y de agua las regaderas, si no queria exponer-

se otra vez a los rigores del correctivo familiar.

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Salto de la cama y se puso la gorra; despues se llevo

las manos al trasero, ardoroso y dolorido, y, como no

tenia espejo para ver 10 que queria. volvio la cabeza

cuanto pudo por encima de los hombros y miro:iEstaba rojo, con rayas violaceasl

GEran los varazos de Guifialuna 0 las sefiales del

vergajo de su padre? Las dos cosas, seguramente.

Una nueva oleada de verguenza 0 de furia le t i f i o

la frente de purpura.

[Cochinos ve1ranos, se 1aiban a pagar!

Se puso inmediatamente los calcetines y empezo a

buscar los pantalones viejos, los que tenia que poner-se cuando iba a hacer algo que podia man char 0 es-

tropear su «ropa buena». iY,desde luego, ese era e1

caso, leche! Pero no llego a captar 10ironico de su si-

tuacion y bajo ala cocina.

De entrada, aprovecho la ausencia de su madre

para guindar un buen chusco que escondio en el bol-

sillo y del que de vez en cuando arrancaba, a bocado

limpio, unos trozos enormes que Ie desencajaban lasmandibulas. Despues se puso a manejar los cepillos

con entusiasmo, como si nada hubiese ocurrido el dia

anterior.

Su padre entro a colgar el vergajo en el gancho

metalico del pilar que se elevaba en medio de Ia cod-

na y le lanzo al pasar una ojeada rapida y severa, pero

no despego los labios.

Su madre, acabada 1atarea y despues de que e l hu-biera desayunado un tazon de caldo, se dispuso a es-

camondarlo como todos los domingos.

Hay que dedr que Pacho, como la mayorfa de sus

camaradas, salvo Grillin, mantenia con el agua unas

re1aciones mas bien distantes, extrafamiliares, por de-

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cirlo asf y que le hacfa tan poca grada como a Mitis,

el gato de la casa. En realidad, solo le gustaba en los

regueros de la calle. para chapotear, y como fuerza

motriz para hacer girar los molinillos de palas queconstruia con un eje de sauce y aspas de avellano.

Entre semana, y a pesar de las broncas del tio Si-

mon, no se lavaba jamas: solo las manos, que tenia

que someter a la inspeccion reglamentaria. Y aun asf

utilizaba arena en vez de jabon. El domingo 10 acepta-

ba a regafiadientes. Su madre, armada de un aspero

trapo de lona previamente mojado y enjabonado, le

refregaba energicamente la cara, el cuello y hasta losrecovecos de las orejas, cuyas profundidades eran des-

hollinadas a su vez con el mismo frnpetu. utilizando

una punta del trapo, htimeda y retorcida como una

barrena. Aquel dia. Pacho se abstuvo de berrear y,

una vez enfundado en sus ropajes dominicales, se le

permitio acudir a la plaza al sonar el segundo toque,

no sin advertirle antes, con una ironia desprovista de

toda elegancia, que, si queria saber 10 que era bueno,no tenfa mas que volver a las andadas del ilia anterior.

En la plaza estaba ya todo el ejercito de Longever-

ne, charlando y chismorreando, rumiando la derrota

y esperando con ansiedad al general.

Pacho se Iimito a introducirse en el grueso del pe-

loton aunque ligeramente emocionado por todas

aquellas miradas brillantes que le interrogaban en si-

lencio.-iBueno, pues sf! -dijo-. Me dieron una buena

soba. LY que? [Nadie se muere por eso, pues ya estoy

aquil Pero eso no quie decir que no tengamos una

cuenta pendiente. Y nos la van a pagar como esta

mandao.

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Esta manera de hablar, que a primera vista y para

cualquier no iniciado resultarfa carente de Iogica, fue

admitida por todos sin vacilar, puesto que la opinion

de Pacho recibio inmediatamente la aprobacion ge-neral.

-Esto no pue seguir asf -afiadio-. No. Tenemos que

encontrar algo como sea. No quiero que me vuelvan a

calentar en mi casa, porque no me dejarian salir y,

adernas. tenemos que hacerles pagar la paliza de ayer.

Lo pensaremos en misay esta tarde hablaremos.

En aquel momenta pasaron las chicas. que acu-

dian tambien en panda ala iglesia. Al atravesar la pla-za, miraban con curiosidad a Pacho «para ver que

cara ponia». porque estaban al corriente del asunto, y

todas sabfan ya, por un hermano 0 un primo. que el

dfa anterior el general habia sufrido, a pesar de su he-

roica resistencia, la suerte reservada a los vencidos,

volviendo a casa despojado y en una situacion lasti-

mosa.

Bajo el fuego graneado de todas aquellas rniradas,Pacho, que no tenia nada de timido. se sintio enroje-

cer hasta las orejas; su orgullo de macho y de jefe su-

frfa terriblemente con la derrota y con aquella especie

de degradacion transitoria. Y todavia fue peor cuando

su amiga, la hermana de Tintin, Ie dirigio al pasar una

mirada de infinita ternura, una mirada inquieta, de-

sesperada, hiimeda y tierna, que expresaba con elo-

cuencia hasta que punto compartia su infortunio y

cuanto amor senna, a pesar de todos los pesares. por

el elegido de su corazon.

Pese a todas esas muestras inequivocas de simpa-

ria, a Pacho no Ie apetecfa eso; queria justificarse por

completo y a cualquier precio ante los ojos de su ami-

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ga; de manera que se separo del grupo, arrastro consi-

go a Tintin y le pregunto ya a solas:

-Por 10 menos se 10 habras con tao todo y bien a tu

hermana, Gno?-Dende luego -dijo el otro-: lloraba de rabia, decia

que sihubiera cogido a Guiiialuna le habia sacao los ojos.

-GYle has dicho tambien que todo fue por liberar a

Pardillo, y que si vosotros sus hubieseis espabilao no

me habrfan trincao asi?

-jPues claro que se 10 he dicho! Y Ie he dicho que

durante to l tiempo que te estuvieron zurrando no sol-

taste ni una lagrima y que, al final, les ensefiaste elculo. jY como me escuchaba, tiol No es porque yo 10

diga, ya sabes, pero [como te tie la Maril Hasta me ha

pedido que te bese y todo, pero entre nosotros, ya me

comprendes, eso entre hombres no se hace, esta feo;

pero con la intencion basta Gno, tio? Las mujeres ...

cuando se ponen a quererle a uno ... Tambien me ha

dicho que otra vez, si tie tiempo, intentara venir detras

de nosotros y asf, cuando te cojan, comprendes, podracoserte los botones.

-iNo me cogeran otra vez, redias! Otra vez, no -dijo

Pacho, conmovido de todas maneras-, Pero cuando

vuelva a la feria de Vercel, dila que la voy a traer un al-

fajor. Pero no una mierdecilla de nada, sino uno gran-

de, sabes, uno de a seis perras y con dos letreros.

-Que contenta se va a poner la Mari cuando se 10

diga, tio -comento Tintfn, emocionado al pensar que

su hermana tenia por costumbre cornpartir con el los

postres.

Yllego a afiadir, en un impulso de generosidad que

le delate:

-A ver si podemos comerlo los tres juntos.

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-jPero si no 10 voy a comprar pa ti nipa rni, sino pa

ella!

-Claro, claro, ya 10 se. Pero, quien sabe, a 10 mejor

a ella se le ocurria una cosa asi,-Bueno, es 10 mismo -concedio Pacho, pensativo.

Y entraron en la iglesia con los dernas. mientras las

campanas repicaban a toda cuerda.

Cuando todos estuvieron ya en sus puestos respec-

tivos, es decir, en los lugares que la costumbre, la fuer-

za personal y la contundencia de los pufios les habian

permitido atribuirse progresivamente tras discusiones

mas 0menos prolongadas (y siempre con el convenci-miento generalizado de que los puestos mejores eran

los que estaban mas cerca de los bancos de las chicas),

fueron sacando de los bolsillos, uno un rosario, otro

un libro de misa 0unaestampita p ia para «guardar las

apariencias» .

Pacho saco tambien del bolsillo de la chaqueta un

viejo devocionario con tapas de cuero gastado y letras

enormes, here dado de una tfa abuela corta de vista, y10 abrio al azar, por aquello de ofrecer un aspecto que

Ie evitase en 10 posible cualquier reproche.

Sin preocuparse demasiado por las oraciones, colo-

c o ellibro al reves y, mientras sefialaba, sin verlos, los

caracteres descomunales de una misa de esponsales

en latin, que por cierto le importaba un pimiento, se

dedico a pensar 10 que habria de proponer por la tarde

a sus soldados, porque estaba seguro de que, comosiempre, aquellos malditos acemilas sedan incapaces

de inventar nada,absolutamente nada, y descargarian

una vez mas sobre el la responsabilidad de decidir 10

que habia que hacer para afrontar el terrible peligro

que mas 0menos los amenazaba a todos.

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Tintin tuvo que tirar de el para que se pusiera de

. rodillas, de pie 0 sentado en los momentos sefialados

por el ritual y Ilego a pensar que el recogimiento de su

jefe era verdaderamente excesivo al comprobar queno habia vuelto niuna sola vez la vista hada las chicas

que, en cambio, 10 miraban de vez en cuando con el

rabillo del ojo para ver «que cara se pone» cuando se

ha redbido una buena tunda.

De entre las diversas posibilidades que acudieron a

su lmaginaclon, Pacho. partidario de las soluciones

drasticas, selecciono solo una y, por la tarde, despues

del rosario, cuando se reunio el consejo general deguerreros de Longeverne en la cantera de Pipote, la

planteo por 10 claro. con frialdad y sin pafios calientes.

-Pa que no nos joroben otra vez la ropa, no hay

mas que un metoda seguro, que es no llevarla. Asi

que propongo que luchemos en pelotas.

-jDesnudos! -exclamo al mismo tiempo un buen

mimero de carnaradas, sorprendidos, estupefactos y

hasta un poco asustados ante ese procedimiento ex-peditivo que quiza herfa tambien su sentido del pu-

dor.

-Completamente -prosiguio Pacho-. Y si sus hu-

bieran dao paZ pelo, pensariais como yo sin vacilar.

Y empezo a describir con todo lujo de detalles, sin

el menor afan de impresionar a la concurrencia, sino

simplemente para convencerla, los sufrimientos ffsi-

cos y morales padecidos durante su cautiverio en ellindero del bosque y 10 humillante del regreso al ho-

gar.

-jPero -arguyo Botijo- y si pasa alguien. si anda

por alli algtin mendigo y nos manga la ropa, si se nos

echa endma el Beduino ...!

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-Hombre -contraataco Pacho-. la dejaremos es-

condida si hace falta, pondremos a uno p a que la cui-

de. Si pasa alguien y se molesta, 10 tinico que tie que

hacer es no mirar, y si es el Beduino, que se vaya alamierda. Yavisteis 10 que le hice ayer por la tarde.

-Si, pero ... -dijo Botijo, que parecia no tener nin-

guna gana de exhibirse en cueros vivos...

-Tie gracia -dnterrumpio Pardillo, desarmando a su

adversario con una argumentacion irrebatible- que

seas precisamente ni el que hable. To lmundo sabe por

que no quies quedarte en pelotas: porque te da ver-

giienza que te se yea la mancha de vino que ties en elculo y se rian de la botella ... Pues estas m u equivo ca o,

Botijo. Una mancha en el culo no es nada malo ni tie

que darte verguenza: eso es que tu madre tuvo un an-

tojo cuando estaba preiiada: quiso beber vino y en ese

momenta se rasco el trasero. A s i es como salen esas

cosas. Y, despues de todo, no es un mal antojo. A al-

gunas preiiadas se les ocurren las cosas mas raras y

mas asquerosas: Ia partera* de Peiiafuente Ie conto ami madre, y yo 10 escuche. que habia algunas que

querian comer mierda.

-jMierda!

-jSi!

-Si, tios, eso mismo: hasta mierda de soldao y otras

marrands que ni los perros mismos querrian oler ni de

lejos.

-GQue pasa, que se vuelven locas cuando estan asi,

o que? -exclamo Renacuajo.

-Por 10 visto, estan locas cuando estan as i , yantesy despues,

* Comadrona.

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-Eso es 10 que dice mi padre siempre. Dice, y yo

me 10 creo, que en cuanto haces cualquier cosa se po-

nen a berrear como gallinas que las estuvieran des-

plumando vivas, y por cualquier tonteria te sueltanun guantazo.

-Sf, eso es verdad. Las mujeres son de mala calma.

-Bueno, lque? lLuchamos en pelotas, sf0no? -repi-

tio Pacho.

-Hay que votar -exigio Botijo que, deddidamente,

no estaba dispuesto a ensefiar Ia mancha de vino con

la que el antojo de su madre le habia adornado el tra-

sero.-jQue bruto eres, macho! -dijo Tintfn-. Mira que

te hemos dicho que nos importa un pito.

-Si yo no 10 digo por vosotros, sino ... por los velra-

nos; si me la Yen, pues, pues ... me joderia.

-Vamos aver -intervino Grillin, tratando de arre-

glar la cosa-. lY si Botijo, un suponer, se queda guar-

dando los bartulos mientras los demas peleamos,

eh?-No, no -opinaron otros guerreros, intrigados por

. las revelaciones de Pardillo y que, muertos de curiosi-

dad por observar la anatomfa de su camarada, que-

nan comprobar «sobre el terreno» 10 que es un antojo

y se obstinaban en que Botijo se desnudase como

todo el mundo.

-Anda, Botijo, ensefiaselo a estos idiotas -sugirio

Grillfn-. Son mas brutos que un arao . Cualquiera diriaque no han visto nada en su vida, niuna vaca parien-

do, niuna cabra con el macho.

Botijo 10 entendio y acepto heroica y resignada-

mente el sacrificio. Se solto los tirantes, dejo caer el

pantalon. se levanto la camisa y mostro a todos los

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guerreros de Longeverne, mas 0menos interesados,

el antojo que adornaba la cara posterior de su huma-

nidad. Y en cuanto 10 hizo. la mocion de Pacho, apo-

yada por Pardillo, Tintin. Grillin Y Granelac, fue adop-tada por unanimiedad como de costumbre.

-Pues eso no es todo -prosiguio Pacho-. Ahora hay

que saber onde nos desnudamos y onde escondemos la

ropa. Aunque Botijo viera venir a alguien como el tio

Simon 0el cura, sera mejor que no nos cojan en pelo-

tas, porque nos pue pasar cualquier cosa al volver a

casa.

-Yo, yo se un sitio -informo Pardillo.EI explorador voluntario condujo al pequefio ejer-

dto hacia una especie de cantera abandonada, rodea-

da de monte bajo, protegida por todas partes y desde

la que se podia llegar fadlmente. por una especie de

pasadizo vegetal, hasta detras del baluarte del Mato-

rral Grande, es decir, hasta el misrnisimo campo de

batalla.

A medida que iban llegando, gritaban:-jvirguero!

-jCojonudo!

-j.Ioder, que sitio!

Efectivamente, estaba muy bien. Y allf mismo se

, decidio que, al dia siguiente, despues de enviar como

exploradores a Pardillo y a otros dos valientes que

protegiesen al grueso del ejercito, se instalarfan alli

paraponerse el «uniforme de campafia», porllamarlode alguna manera.

Volviendose hacia Pardillo, Pacho se acerco y le

pregunto confidencialmente:

-LComo te las has a rregla o pa encontrar un sitio

tan cojonudo?

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-jAh, ah! -respondio Pardillo, mirando con picar-

dia a su camarada y generaL

Se humedecio los labios con la lengua y , guifiando

un ojo ante la muda insistenda deljefe, afiadio:-jAsunto de faldas, tiol Yate 10contare cuando es-

temos los dos solos.

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7. Nuevos enfrentamientos

Panurgo Ievanto de pronto la mana

derecha, despues se Ilevo el pulgar a la

nariz del mismo lado, manteniendo los

otros cuatro dedos extendidos y apreta-

dos por su orden en paralelo con el caba-

llete de la nariz, cerrando por completo

el ojo izquierdo y guifiando el derecho,

con la ceja y el parpado profundamentefruncidos ...

RABELAIS (libro II, cap. XIX)

Elluries por la manana, a las ocho. Pacho llego a clase

con los pantalones remendados y el bluson con una

manga de cada color, que Ie daba derto aire de «car-naval».

Al salir, su madre le habia advertido con severidad

que tuviese mucho cuidado con la ropa y que si a la

tarde llevaba encima la mas minima mancha de barre

o el menor «siete», iba a saber 10 que era bueno. De

manera que se sentia un poco molesto ymas bien in-

comodo en sus movimientos, pero esa sensacion duro

poco.En cuanto entre en el patio, Tintin le transmltio

otra vez, confidendalmente, las promesas de amor

eterno de su hermana y los ofredmientos, mas prosai-

cos pero no menos importantes, de restauracion del

vestuario, si llegara el caso.

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Emplearon en ella apenas medio minuto e inme-

diatamente se unieron al grupo principal, donde

Granclac disertaba con locuacidad, explicando por

septima vez como, la tarde anterior, su hermano y eIhabfan evitado caer de bruces en una emboscada de

los velranos, que ahora no se habian limitado, como

en la otra ocasion, a los insultos y las piedras, sino que

habian pretendido capturar sus valiosas personas para

inmolarlas en el altar de su insaciable venganza.

Afortunadamente, los dos Clac estaban ya cerca de

su casa y habian podido llamar al Turco, gran danes

que precisamente aquel ilia andaba suelto (jpor purachiripa!). La aparicion del perro, al que azuzaron in-

mediatamente contra sus enemigos, sus grufiidos. sus

amagos de ataque y sus colmillos visibles tras los bel-

fos rojos, pusieron en fuga a la banda de velranos.

Por eso, decia Granclac, le habfan pedido a Narciso

que todos los dfas. a las cinco y media, soltara al perro

y 10 mandase a su encuentro para que, llegado el caso,

pudiese proteger su vuelta a casa.-jQue cerdos! -refunfufiaba Pacho-. iPero que

cerdos! jNos las pagarant jYmuy carol

Era un hermoso ilia de otofio: las nubes bajas que

habian protegido la tierra de las heladas se desvane-

cieron con el alba; la temperatura era suave; las nie-

bIas del arroyo de Vernois parecian fundirse con los

primeros rayos de sol y, tras los matorrales del Salto,

la frontera enemiga aparecia bajo aquella luz erizadade troncos amarillos y en algunos lugares desmocha-

dos de sus vastagos y resalvos.

Era un ilia verdaderamente bello para pelear.

-Esperay a que llegue la tarde -decfa Pacho con la

sonrisa en los labios.

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Un vendaval de alegrfa atravesaba al ejercito de

Longeverne. Los gorriones y los pinzones piaban y sil-

baban sobre los haces de lena y en los ciruelos de los

huertos; tambien enos cantaban, como los pajaros: elsol los alegraba y los hacfa mas confiados, olvidadizos

y tranquilos. Las cuitas del dia anterior y la paliza reci-

bida por el general quedaban lejos: organizaron una

epica partida de salta-carnero hasta la hora de entrar

en clase.

Cuando sono el silbato del tio Simon, la alegrfa

quedo truncada de pronto, aparecieron arrugas de

ansiedad en las frentes, rictus de amargura en los la-bios y de disgusto en los ojos. [Ag, que asco de vida!

-GTe sabes la leccion, Pacho? -pregunto en voz

baja Grillfn.

.-Esto ... sf; bueno, no mucho. Intenta soplarme si

puedes, Geh?No nos vaya a trincar esta tarde como el

sabado. Me he aprendido el sistema metrico. me se de

memoria to los pesos: de hierro, de cobre. por cubile-

tes y hasta por laminillas, pero no se 10 que hace faltapa ser elector. Como mi padre ha hablao con el tio Si-

mon, seguro que no me libro de una leccion 0de otra.

Ojala me toque el sistema metrico,

El deseo de Pacho se cumplio. pero el destino, que

actuo en su favor, resulto en cambio fatal para Pardi-

lIo. De no ser por la intervendon tan habil como dis-

creta de Grillin, que manejaba los labios y los dedos

como el mas patetico de los mimos. seguro que Pardi-no se hubiera quedado encerrado por la tarde.

El pobre chico que, como se recordara. habia esta-

do a punto de pagar el pato dfas arras a proposito del

«ciudadano», aiin segufa ignorando pOI completo las

condiciones requeridas para ser elector.

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Gracias a la mimica de Grillin. que esgnnna su

mane derecha con cuatro dedos extendidos y el pul-

gar oculto, supo por 10 menos que esas condiciones

eran cuatro.Definirlas resulto ya bastante mas dificil.

Pardillo, simulando una amnesia momentanea y

parcial, pareda reflexionar profundamente, con el

cefio fruncido y los dedos engarfiados, pero no perdia

de vista a Grillfn, que se las apafiaba como podia.

Con una mirada elocuente, sefialo a su compafiero

el mapa de Francia de Vidal-Lablache que pendia de(

una de las paredes; pero Pardillo, no muy al corrientedel asunto, se confundio con aquel gesto equfvoco y en

vez de decir que habia que ser frances, respondio ante

el asombro general que habia que saberse su giografia.

El tio Simon le pregunto si se estaba volviendo loco

o pretendia reirse de to dos, rnientras Grillin, desolado

ante tan mala interpretacion, se encogia impercepti-

blemente de hombros, volviendo la cabeza.

Pardillo se recupero, Una chispa brillo en su inte-rior y dijo:

-jHay que ser del pais!

-lDe que pals? -rugio el maestro, enfurecido por

10 impreciso de la respuesta-. lDe Prusia 0 de China?

-iDe Francia! -agrego el interpelado-. jHay que ser

frances!

-jvaya! jPor fin! lYademas?

-lAdemas? -sus ojos se volvian implorantes hadaGrillin.

Este saco la navaja del bolsillo, hizo ademan de

cortarle el pescuezo y desvalijar a Botijo,su compafie-

ro de pupitre, y despues movie la cabeza de derecha a

izquierda y de izquierda a derecha.

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Pardillo entendio que no se podia haber matado ni

robado y as! 10 dijo, sin poder contenerse; los dernas,

uniendo su voz a la de Grillin, portavoz autorizado,

generalizaron la respuesta diciendo que habia que es-tar en plena posesion de los derechos civiles.

Aquello no iba tan mal, caramba, y Pardillo respi-

raba aliviado. Respecto a la tercera condicion, Grillin

fue explicito: se llevo la mana al menton para mesarse

una perilla inexistente, se atuso unos largos bigotes

invisibles, e incluso se Ilevo las manos a otro lugar

para indicar la presencia de un sistema piloso peculiar

en tan Intimo rincon y despues, como Panurgo bur-landose del «Ingles» que discutia por sefias, levanto

simultaneamente y dos veces seguidas las dos manos,

con los dedos separados y a continuacion solo el pul-

gar de la derecha, 10 cual, evidentemente, queria decir

veintiuno. Ademas, tosio haciendo ian, an! y Pardillo,

triunfal, supero la tercera condicion:

-j'Iener veintiun afiosl

-iAhora, la cuarta! -grito el tid Simon, como si fue-ra la «madre» deljuego de la bandera en tarde de fies-

ta patronal.

Los ojos de Pardillo se dirigieron a Grillin, despues

al techo, a la mesa, otra vez a Grillin; sus cejas se ar-

quearon como si su voluntad braceara impotente en

las aguas de la memoria.

Grillfn, con un cuaderno en la mano, trazaba sobre

la cubierta letras invisibles con el dedo Indice.lQue demonios podia querer decir con eso? No,

aquello no le decia nada a Pardillo; el apuntador arru-

go entonces la nariz, abrio la boca, apretando los dien-

tes, se paso la lengua por los labios y a los oidos del

naufrago llegaron solo dos silabas:

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-jIsta!

No conseguia entender nada. Y cada vez inclinaba

mas el cuello hada ellado donde estaba Grillin; tanto,

que el tio Sim6n, intrigado al observar la postura tanesnipida que adoptaba el interrogado, mirando obsti-

nadarnente al mismo punto de la sala, tuvo la desca-

bellada, peregrina e imperdonable idea de volverse de

pronto.

Fue una desgracia, porque sorprendio la mueca de

Grillin y la interpret6 muy mal, deduciendo que aquel

granuja se dedicaba a hacer monerias a sus espaldas

para provo car la risa de sus compafieros a costa delmaestro.

Conque 10atac6 de modo fulgurante con esta frase

vengadora:

-Grillin, para manana me vas a conjugar por escri-

to el verbo «hacer el mono», pero en el futuro y en el

potencial me pones «yo no hare mas» y «yo no haria

mas el mono», en vez de «yo hare», (_entendido?

En toda la clase solo hubo un Imbecil que se rieradel castigo: Vaquero, el cojo, y esa irreflexiva actitud

de mal compafierismo provoco inrnediatamente la

colera del maestro de escuela, que se volvi6 brusca-

mente hacia Pardillo, todavfa con el castigo pendiente

de unhilo.

-jA ver, nil (_Vasa decirme la cuarta condici6n, 0

no?

Pero la cuarta condicion no aparecfa por ningunaparte. S610Grillin sabfa cual era.

«Pues de perdidos, al rio -penso este-. Mas vale

que se salve uno de los dos, por 10menos», de modo

que, con aire de buena voluntad y de infinita inocen-

cia, como si quisiera hacerse perdonar su mala acdon

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anterior, contest6 el en lugar de su compafiero, Y 10

hizo rapidamente, para que el maestro no tuviese

tiempo de hacerle callar.

-jEstar inscrito en la lista electoral de su munici-pio!

-GPero a ti quien te ha preguntado? GTehe pre-

guntado algo yo? -tron6 el tio Simon, cada vez mas

exaltado, mientras su mejor alumno adoptaba una

expresi6n de contrici6n y estupidez que contrastaba

vivamente con su resentimiento interior.

Asf acab6, sin mas tropiezos, el tiempo dedicado a

tomar la primera lecci6n; pero Tintfn susurr6 al ofdode Pacho:

-GRas visto 10 que ha hecho el cojitranco ese? Sa-

bes, creo que hay que tener cuidao. No conviene fiarse

mucho de el, jDebe de ser un chivato!

-GTUcrees? -se sobresalt6 Pacho-. GPor que 10 di-

ces?

-No tengo pruebas -respondi6 Tintfn-, pero no me

extrafiaria nada. Siempre esta cuchichiando, es un hi-proquita y amf no me gustan na esos tipos.

Las plumas garrapatearon sobre el papel la fecha

correspondiente: Lunes ... 189... Bfemerides: Comien-

za la guerra con los prusianos. Batalla de Forbach.

-Oye, Tintin -pregunt6 Guifieta-, no 10 yeo bien:

GQuepone alli, Forbach 0Morbach?

-jforbach! Lo de Morbach era 10 que le contaba el

otro ilia a los Cantalejos el artillero de en ca Pardillo,que estaba de permiso. [Forbach debe de ser un pueblo!

La tarea se realize en silencio y, despues, un rumor

sordo que fue creciendo poco a poco en volumen e

intensidad dio a entender que estaba terminada y los

escolares aprovechaban el descanso entre los dos ejer-

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ddos para repasar la leccion siguiente 0 intercambiar

puntos de vista personales sobre las situadones res-

pectivas de los ejercitos contendientes.

Pacho salio bien parado del sistema metrico ded-maL Las medidas de peso son como las de longitud y

tienen todavfa dos rmiltiplos mas; y jugueteaba inte-

lectualmente con los miriagramos y los quintales

como un forzudo de feria con las pesas de veinte kilos;

Hasta consiguio sorprender al tio Simon recitandole

los pesos mas frecuentes, de mayor a menor y sin

omitir nada en su peculiar descripcion.

-Si te supieras todas las lecdones como esta -afir-mo el maestro-, te presentaria al Certificado el afio

queviene.

A Pacho el certificado de estudios no le interesaba:

atiborrarse de dicta dos, calculos. composidones de

lengua, y eso sin contar la giogra/fa y la historia... jUf!

Ni hablar de eso. De modo que no le conmovieron los

cumplidos ni las promesas, y si se vio obligado a son-

refr fue simplemente porque, aunque flaqueaba unpoco en historia y gramatica, ahora por 10 menos se

sentfa segura de que le dejarian salir por la tarde, des-

pues de la buena impresion que habia causado por la

manana.

Cuando dieron las cuatro, se fueron pitando a casa

para coger el clasico cantero de pan y despues se re-

unieron otra vez en la cantera de Pipote. Entonces

Pardillo decidio sacarle partido a la ventaja horariaconseguida y se fue con Gambeta y Granclac a vigilar

el lindero, mientras el resto de la tropa se dirigfa rapi-

damente a colocarse en traje de campafia.

Alliegar, Pardillo subio a su arbol y miro, Nada to-

davia, De manera que aprovecho la oportunidad para

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reforzar las cuerdas que unfan las tiras de goma a la

horquilla y al cuero de su tirador y para seleccionar

cuidadosamente los cantos: los mejores en los bolsi-

lios de la izquierda y los demas en los de la derecha.Entre tanto, los soldados de Pacho y su jefe se des-

nudaron bajo la vigilancia de Botijo, que asignaba a

cada cual su puesto y alineaba gruesos pedruscos ~ara

colocar en elios las prendas, de modo que no sobresa-

liese ninguna.

-Coge mi carapito* -dijo Tintin a Botijo- y siibete

a ese roble. Si yes al negro, al arreaculos 0 a alguien

que no conozcas, silba dos veces pa que podamos qui-tamos de en medio.

En ese momento, Pacho, ya de uniforme, lanzo

una exclamacion encolerizada, dandose con la mano

en la frente:

-iRedios de redioses! GComo no me he dao cuenta

antes? [Ahora no tenemos bolsillos pa meter los cantos!

-iMierda, es verdad! -corroboro Tintin.

-iQUe brutos somos! -confeso Grillin-. [Solo tene-mos los palos, y con eso no hay nipa empenzarl

Reflexiono un instante.

-Vamos a coger los pafiuelos y metemos los cantos

dentro. Cuando no nos quede na que tirar, nos los

atamos a la mufieca,

Aunque los pafiuelos no solfan ser mas que viejos

retales de camisa 0 simples pedazos de trapo, mas de

media docena de combatientes caredan de el, por lasencilla razon de que, a su juicio, la funcion de los

pafiuelos quedaba sobradamente cumplida por las

mangas de los blusones y, listos que eran, no encon-

* Silbato.

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traban motivo alguno para llenarse los bolsillos con

adminiculos tan innecesarios.

Anticipandose a las objedones de esos jovenes file-

sofos, Pacho decreto que podia usarse tambien como«morral de municiones» la gorra propia 0 la del com-

paiiero, de modo que todo pudo arreglarse satisfacto-

riamente para las necesidades de la tropa.

-LEstamos? .. -pregunto despues-. Entonces, jan-

dandol

Y con el a la cabeza, Tintin detras, a continuacion

Grillin y despues todos los demas a la buena de Dios,

con el garrote en la mana derecha, el paiiuelo atadopor las cuatro puntas y lleno de cantos en la otra,

avanzaron lentamente. Sus formas delicadas 0 regor-

detas, ligeramente temblorosas, se recortaban en

blanco sobre los tonos sombrios de la vaguada. En

cinco minutos estuvieron en el Matorral Grande.

En ese preciso instante, Pardillo rompia las hostili-

dades y «apuntaba» a Guiiialuna, a quien queria

«partirle la jeta de to a s to a s» , que decia el.Entonces fue cuando llego el grueso de las fuerzas

de Longeverne. Los velranos, advertidos por Jetator-

cida, emulo y rival de Pardillo, de la presencia de solo

un pequefio grupo de enemigos, y enardecidos toda-

vfa por el recuerdo de su victoria de la antevispera, se

disponian a acabar en una sola pasada con los que te-

rnan delante. Pero en el momenta justo en que salian

del bosque para formar en columna de asalto, les cayoencima, por detras, una avalancha arrolladora de pro-

yectiles que los oblige a pensarselo mejor y enfrio un

tanto su entusiasmo.

Jetatordda, que se habia bajado para intervenir en

el zafarrancho, trepo otra vez a su haya para ver si,

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por casualidad, habfan llegado refuerzos al Matorral

Grande. Pero 10 unico que descubri6 fue que Pardillo

estaba abajo tambien y, con el tirador dispuesto, se

mantenia cerca de Gambeta y de Granclac, los dosigualmente a la defensiva. Nada nuevo, por consi-

guiente. Y la cosa era que los guerreros de Longever-

ne, ateridos y tiritando, se habian deslizado silenciosa-

mente tras los troncos de los arboles, bajo la espesura,

y permanecian alli sin mover una ceja.

-Volveran a atacar en seguida -predijo Pacho a me-

dia voz-; a 10 mejor hemos metido la pata al tirar tantas

piedras. Ahora saben que los estamos esperando.jAtend6n! Cogi los morrillos, dejay , que se acerquen; yo

dare la orden de fuego y, despues, la de ataque.

El Azteca de los Vados, tranquilo tras la explora-

ci6n de Jetatorcida, pens6 que si los enemigos no se

movian y hacian 10 mismo que el sabado anterior, de-

bia de ser porque, igual que entonces, estaban sin jefe

y en situaci6n de notoria inferioridad numerica, En

consecuencia, decidio -con la aprobacion inmediatade los consejeros supremos, entusiasmados todavia

. por la captura de Pacho- que estaria muy bien trincar

a Pardillo, que ahora volvia a subir a su roble. Segura-

mente no tendria tiempo de escapar, no podria librar-

se, Ie «calentarian» bien y se repetirfa la maniobra ya

empleada con Pacho. Porque los cantos y chinarros de

Pardillo producian siempre numerosas bajas en sus fi-

las, y ya iba siendo hora de darle una buena leccion yventi larle el tirador.

Dejaron que se instalara comodamente.

En realidad, para este tipo de escaramuzas, en las

que el valor personal y la moral general eran la clave

de la victoria 0 la derrota, no hacian falta demasiados

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preparativos. De manera que, un momento despues.

los velranos. seguros de su fuerza, blandiendo los ga-

rrotes con furia y lanzando feroces aullidos guturales,

irrumpieron con impetu en el campo enemigo.En el Matorral Grande de Longeverne habria podi-

do ofrse el vuelo de una mosca: solo crujia el arma de

Pardillo. disparando sin cesar.

Los chavales desnudos. agachados. arrodillados 0

en cuclillas, temblando de Irio sin atreverse a confe-

sarlo. tenfan todos el canto en la mano derecha y el

garrote en la izquierda.

En el centro, junto al roble de Pardillo, Pacho, depie, completamente oculto por el tronco, adelantaba

fieramente la cabeza, con los ojos fijos y llameantes

como dardos bajo las cejas fruncidas, el pufio izquier-

do crispado en Torno a su sable de jefe, guarnecido

con una cuerda de peonza; segufa atentamente los

movimientos del enemigo, con los labios temblorosos

y dispuesto a dar la sefial.

Y de pronto, estirandose como un diablo salido deuna caja, con todo el cuerpo en tension, dio un salto,

al tiempo que su garganta aullaba como en un ataque

de locura la orden impetuosa:

-jFuego!

Se desencadeno una autentica oleada. como un es-

tremecimiento.

La rafaga de piedras del ejercito de Longeverne al-

canzo de lleno a los velranos, quebrando su entusias-mo, mientras la voz de Pacho, que bramaba furiosa-

mente a pleno pulmon, repetia:

-jAdelante. adelante! iAdelante, rediosl

Y como una legion infernal y fantasmagorica de

gnomos surgidos de la tierra, todos los soldados de Pa-

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cho, palos y sables en ristre y aullando espantosamen-

te, desnudos como gusanos, saltaron de su misterioso

escondite y se arrojaron con empuje incontenible so-

bre la tropa de velranos.La sorpresa, el espanto, el pavor y el panico atrave-

saron sucesivamente la banda del Azteca de los Vados,

que se detuvo, paralizada ante el peligro inminente y

que aumentaba segundo a segundo, y volvio grupas de

un golpe y, todavia mas rapidamente de 10 que habfa

llegado, a grandes zancadas, literalmente enloquecida,

se dirigio hacia ellindero protector, sin que uno solo de

los fugitivos se atreviese a volver siquiera la cabeza.Pacho, siempre en primera fila, esgrimia su sable,

con los grandes brazos desnudos como aspas de moli-

no; sus piemas nerviosas daban saltos de dos metros y

todo su ejercito, libre de trabas y contento de poder

entrar en calor, corria a toda velocidad y alcanzaba ya

con la punta de los garrotes y de las lanzas los costa-

dos de los enemigos, que llegaban por fin a la zanja.

Iban a calentarlos bien.Pero la fuga de los velranos no se interrumpio por

tan poca cosa. Alli estaba el muro de separacion. con

el bosquecillo detras, ralo en ellindero pero cada vez

mas denso a partir de el, La tropa del Azteca, a la deri-

va, no anduvo perdiendo tiempo en atravesar la zanja

en fila india. Los primeros apuntaron bien, pero los

ultimos saltaron sin vacilar en pleno matorral, tratan-

do de abrirse una via de retirada con las manos, conlos pies 0 con 10 que fuera.

Desgradadamente, el sucinto uniforme de los lon-

gevemos no les permitia continuar la persecucion por

entre zarzas y espinos; desde el muro del bosque vie-

ron como huian sus enemigos, soltando los garrotes,

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perdiendo las gorras, tirando los cantos, y como se

hundian, magullados, azotados, arafiados, desgarra-

dos, entre las espinas y la maleza de los matorrales,

como jabalfes acosados0

ciervos despavoridos.Pacho sf habia entrado por la zanja grande con TIn-

tiny Granclac. Estaba a punto de descargar su garra so-

bre el hombro estremecido de Guifialuna, cuyo lomo

acababa de tantear ya con el sable, cuando dos estri-

dentes silbidos procedentes de su campo, y que contri-

buyeron a aumentar aiin mas el desconderto enemigo,

los detuvieron tarnbien en seco a el y a sus soldados.

(Que pasaba?Pacho y los suyos se habian vuelto, inquietos por la

sefial de Botijo y preocupados de no dejarse ver con

aquel vestuario tan equivoco por uno de los guardia-

nes, laico 0 eclesiastico. ofida I u oficioso, de la moral

publica de Longeverne 0de cualquier otro lugar.

Tras un ultimo vistazo desencantado a la silueta de

Guifialuna, Pacho volvio a subir la zanja para alcanzar

ellindero, donde sus soldados esperaban el momentadel regreso, abriendo desmesuradamente los ojos para

tratar de descubrir que era 10 que habfa provocado la

sefial de alarma de Botijo.

Pardillo, que en el momenta del asalto habia vuel-

to a bajar del arbol y, como se recordara, conservaba

su ropa, avanzo prudentemente hasta la curva del ca-

mino para inspeccionar los alrededores.

No necesito mucho tiempo. Y (que fue 10 que vio?iComo no! Era aquel viejo brute vagabundo del Be-

, duino que, sorprendido y sobresaltado tambien por los

dos silbidos, rnovia sus malditos ojillos pitarrosos en

todas direcciones, queriendo averiguar la misteriosa

causa de aquella serial insolita y vagamente siniestra.

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8. Justas represalias

D onee ponam inim ieo s tuo s, sa eabellum

pedum tuo rum .

(visp era s del do m ingo )

P sa lm o ... nescio quo *.

JANOTUS DE BRAGMARDO

El tio Beduino vio a Pardillo al mismo tiempo que este

10 descubriera a el, pero si el chaval reconocio al viejo

al primer vistazo, 10 contrario, afortunadamente, no

fue verdad.

Solo que el guarda forestal intuyo, con su olfato de

viejo guerrero, que el mozalbete que tenia delante

andaba mezclado en aquel asunto inesperado, 0 por

10menos podrfa propordonarle alguna informacion 0

explicadon, de manera que Ie hizo sefias para que le

esperase y se fue derecho hacia el.

Aquello le venia bien a Botijo, cuyo mayor temor

era que el viejo aguafiestas se acercase a el y pudiera

descubrir el guardarropa de los camaradas de Longe-

verne. Para impedir que se aproximara a aquellugar,

Botijo estaba dispuesto a emplear cualquier medio, y

* jP ar D ieu! m onsieur m on am y, m agis m agno s cler ieo s non sunt m agis

magnos s a pie nte s [Par Dios, amigo mio, los derigos mas grandes no

son los mas sabios] (Rabelais, libra I, cap. XXXIX).

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el mejor de todos era sin duda el insulto lanzado des-

de muy cerca, siempre, claro esta, que, como en esta

ocasion. hubiera arboles y matorrales en los que ocul-

tarse para no ser reconoddo. Asi, utilizando las pier-nas con habilidad, era posible mantener al viejo muy

alejado del campo de operaciones.

C ua ndo la p erdiz

ve a sus c r i a s en pelig ro

y so lo can el p lum on ...

Botijo conocia la fabula y habfa admirado siempreesa astucia de pajaro. Y como el no era mas tonto que

una perdiz y ademas sabia imitar perfectamente su

«pituit, pituit». se las apafiaria para tener a raya a Ce-

ferino y despistarlo.

Sin embargo, aquella maniobra encerraba dertos

riesgos y complicadones. Uno de los mas graves podia

ser la presenda 0 la aparidon en aquellugar de un ha-

bitante del pueblo que tuviera buenas piemas y buenojo, y que le denundaria sin duda al guarda 0 incluso

(como habia ocurrido ya en alguna ocasion), si era pa-

dre, conoddo 0 amigo, se arrogaria derto derecho de

familiaridad para coger por la oreja al delincuente y

condudrlo de tal guisa hasta el representante de la

fuerza publica, situacion a todas luces embarazosa.

Botijo era mas bien prudente y pre feria no correr

riesgos. Ademas, no tenia una idea muy clara del re-sultado de Ia batalla ni del modo como Pacho habia

guiado a sus tropas. Los gritos oidos solo le daban a

entender que se habfa producido un ataque en toda

regia. S i, pero Ldonde estaban ahora los camaradas?

[Grave pregunta!

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Como puede suponerse, Pardillo no perdio el tiem-

po esperando al guarda jurado. En cuanto nota que el

otro pretendia reunirse con el y se le acercaba, dio

media vuelta, bajo de un salto al barranco y fue al en-cuentro de sus compafieros, gritandoles, no demasia-

do alto, desde luego, que huyeran hada arriba, por-

que el Buitre, como liamaba el al agua-guerras, venia

pOI la parte de abajo.

Ceferino, al ver huir a Pardillo, no dudo un instan-

te que esos sudos mocosos estaban «jugandole algu-

na» otra vez; de pronto se acordo de 10 ocurrido dos

dias antes, cuando aquel otro le habfa ensefiado elculo, y como ahora se sentia fuerte y emprendedor,

inido la marcha, a paso gimnastico. con el proposito

de aprehender al bribon.

Sudando y resoplando, liego justo a tiempo para

ver ala bandada de chavales que, desnudos como gu-

sanos, hufan y desaparecian entre los matorrales de

arriba del Salto, gritando en direccion a el insultos de

significado inequfvoco:-jViejo asqueroso! jPutero con purgadonesl [Vieja

cuba! jVete ala mierda!

-jAb, cochinos! jAsquerosos, granujas, maleducaos!

-respondia el viejo, reanudando el trote-. jAy como

coja a uno, a uno solo! jLe corto las orejas, le corto la

nariz, le corto la lengua, le corto ...!

EI Beduino querfa cortarlo todo.

Pero para coger a uno de aquellos habrian hecho. falta unas piernas mas agiles que sus decrepitos re-

mos. Se dedico a registrar condenzudamente los ma-

torrales en todas las direcciones, pero no encontro

nada y siguio de lejos la voz, una pista que el creyo se-

gura pero que muy pronto iba a engafiarle tambien.

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Pardillo, Granclac y Grillin, ya vestidos, pusieron en

practica, para proteger el regreso de sus compaiieros y

permitir que recuperaran sus ropas, 10 que Botijo habfa

imaginado un momenta antes: atraer a Ceferino hadalos pastos de Cazacan, cada vez mas lejos, y precisa-

mente por el lado de Velrans, con el objetivo suple-

mentario de darle el cambiazo y hacerle creer, con la

colaboracion de su escasa vista cansada, que los unicos

responsables de aquel atentado contra su dignidad de

antiguo defensor de la «patria» y de representante de

la ley eran los chavales del pueblo enemigo.

Como todas las sefiales de precaucion y reagrupa-miento estaban convenidas de antemano, y como el

bosque enemigo habia quedado desierto, Pardillo y

sus dos secuaces dejaron de insultar al Beduino cuan-

do creyeron llegado el momenta oportuno; dieron un

amplio rodeo campo a traves, siguieron hacia arriba la

cerca de los pastos de Guisote, regresaron al bosque y,

por la zanja de arriba, fueron a desembocar a los ma-

torrales del campo comunal, un centenar de metrospOI encima del recodo del camino, es decir, del campo

de batalla.

En aquel momenta estaba completamente vacio y

no quedaba en el nada que pudiese recordar la lucha

epica que se habia desarrollado alli una hora antes.

Sin embargo, oyeron en los matorrales de abajo el

«pituit, pituit» de los longevernos que los llamaban

con regularidad.Gracias, efectivamente, a su habil maniobra de di-

version, la tropa sorprendida habia podido volver a la

zona defendida por Botijo y colocarse a toda velocidad

camisas, pantalones y blusones, con las dos manos a

la vez y sin tener bastante con los dedos de ambas

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para remeter faldones, ajustar cinturones, abrochar

pantalones, encasquetar gorras, atar cordones de za-

patos y vigilar para que naclie percliera ni olvidase

nada.En menos de cinco minutos, sin dejar de jurar y

maldecir contra aquel viejo canalla de guarda que

aparecfa siempre donde naclie le llamaba, los soldados

del ejercito, que habian conseguido recomponer satis-

factoriamente sus vestimentas y no estaban del todo

contentos con una victoria parcial en la que no ha-

bian podido hacer prisioneros, desfilaban ya monte

abajo, en cuatro 0 cinco grupos, llamando a los tresexploradores que habfan tenido que verselas con el

Beduino.

-Ese me las va a pagar -decfa Pacho-, vaya si me

las va a pagar. No es la primera vez que se empeiia en

buscarme un lio. Esto no pue quedar asf 0 es que ya

no hay Dios, ni justicia, ni na de na. iAh, no! Redi6s,

no. Esto no quedara asi,

Y el cerebro de Pacho empezabaa maquinar yauna venganza complicada y terrible, mientras sus ca-

maradas reflexionaban tambien profundamente.

-Oye, Pacho. EI viejo tiene ya manzanas en el

huerto. iY si vamos a darle un repaso a los arboles

mientras el nos busca por Cazacan, eh? LQue tal?

- Y le estropeamos el cantero de berzas -aiiacli6

Chiquiclac.

-iSe 10 pisoteamos todo! -dijo Ojisapo.-Buena idea -convino Pacho, que tenia tambien la

suya.- Pero tenemos que esperar a los otros. Ademas.

con tanta luz no se pue hacer na. Si nos viera, seria ca-

paz de meternos en la carcel. con testigos y to.. . Ya sa-

his que no podemos fiarnos de un viejo cerdo como

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ese. que ni tie corazon. ni entrafias, ni na. En fin, ya

veremos.

-iPituitl -se oyo en los matorrales dellado de po-

niente.-Ya estan aqui -dijo Pacho. Y repitio tres veces la

llamada de la perdiz.

Una galopada sonora le anuncio la llegada de los

tres exploradores y el reagrupamiento de los distintos

grupos dispersos por la ladera. Cuando se reunieron

todos, los recien llegados dieron las novedades.

Ceferino, aseguraron, se cagaba en todo 10 habido

y por haber contra los asquerosos renacuajos de Vel-rans que venian a jorobar a la gente decente en su

propia casa, y el pobre tiparraco sudaba y se secaba y

resoplaba como un rucio asmatico tirando de un carro

cargado por una cuesta arriba mas empinada que el

tejado de un granero.

-La cosa marcha -afirmo Pacho-. Tendra que pasar

otra vez por aqui, asi que hace falta que alguno se

quede a esperarlo.Grillin, que tenia ya algo de psicologo y de logico,

expuso su opinion:

-Bsta pasando calor, de modo que tendra sed; por

consiguiente, volvera derecho al pueblo para arrearse

un latigazo en ca l Guisote, el de la fonda. Convendria

que alguien se diese una vuelta por alli tambien.

-Si, es verdad -concedio el jefe-: tres aqui y tres

alli: los demas, que vengan conmigo al bosque deTeure, Yase 10 que hay que hacer. En ca l Guisote hace

falta alguien que sea listo -prosiguio-cque vaya Gri-

llin, con Sortillo y Piruli; suspon fs a jugar al gua como

si na. Botijo se quedara aqui en la cantera, bien situao,

con otros dos; tenfs que estar mu atentos y escuchar to

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· I!

!

10 que diga; cuando este lejos y sepals 10 que va a ha-

cer, vais a buscamos al final de la trocha del tio Seiiori-

ta, cerca de la Cruz del Jubileo. Alli nos veremos y sus

dire de que se trata.Grillin hizo notar que ni el ni sus compafieros te-

nfan canicas, y Pacho, generoso, le dio una docena

(por una perra, macho) para que pudieran represen-

tar bien la comedia delante del guarda.

Y tras una ultima recomendacion del jefe, Grillin,

muy segura de sfmismo, bromeo:

-No te preocupes, tio, ya me encargare yo de pe-

garsela bien pega a ese vejestorio de los cojones.La dispersion se realize sin mas demora.

Pacho, con el grueso de la tropa, liego al bosque de

Teure, y en cuanto estuvo allf, ordeno a sus hombres

que arrancaran de los arboles las lianas de clematida

mas largas que encontrasen.

-;,Pa que? -preguntaron-. ;,Pa fumar? [.Io, que

bien, vamos a hacer dgarrosl

- T eni cuida o y no las rompais -siguio Pacho-, y cogito las que podais: ya sabreis pa que son. TU,Pardillo,

siibete a los arboles y las arrancas, 10 mas arriba que

puedas. Tien que ser m u largas.

-Descuida, yo me encargo -dijo ellugarteniente.

-Pero antes, Ltiene alguien cuerda fina? -pregunto

eljefe.

Todos ternan trozos de longitud variable, de uno a

tres palmos, aproximadamente. Los ensefiaron,- jGuardailos! Sf -concluyo, respondiendo a una

pregunta que el mismo se hada para sus adentros-,

guardailos y vamos a buscar las lianas.

Resultaba facil encontrarlas en aquella foresta,

porque era 10 iinico que no faltaba por ningun sitio:

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cordones fuertes y flexibles que trepaban a los robles

enormes, a las hayas, carpes, abedules, perales silves-

tres, a casi todos los arboles, aferrandose a los troncos

nudosos con sus hojas en forma de zarcillos, enros-candose como serpientes vegetales y vivaces para lle-

gar a delo abierto, alcanzar la luz y beber su radon de

sol a cada amanecer. Tambien en el suelo aparecian

practicamente por todas partes: viejos tocones grises,

duros y rigidos, que se deshacian en filamentos como

de carne de puchero demasiado cocida, para ascender

despues en forma de cintas flexibles y resistentes.

Pardillo trepaba; Renacuajo y Guiiieta tambien:eran como tres talleres que trabajaban simultanea-

mente bajo la atenta mirada de Pacho.

La escalada fue cosa de un momento.

Por grueso que fuera el arbol. Pardillo 10 atacaba

como un luchador de la epoca clasica, a cuerpo lim-

pio; y eso que, en ocasiones, sus brazos eran demasia-

do cortos para abarcar el tronco por completo.

Pero no importaba. Sus manos se adherian comoventosas a los nudos de la corteza, cruzaba las piernas,

entrelazandolas como sarmientos retorcidos, y un vi-

goroso impulso de las corvas nos 10 lanzaba treinta 0

cincuenta centimetros mas arriba; una vez alli, otro

agarron de manos, otro empujon de corvas y en quin-

ce 0veinte segundos estaba ya en la primera rama.

Entonces dejaba de gatear: se incorporaba primero

sobre los antebrazos y el pecho, despues colocaba lasrodillas a la altura de aquella especie de barra fija na-

tural y por ultimo pollia los pies en ellugar de las ro-

dillas: la ascension hasta el punto mas alto se efectua-

ba tan natural y fadlmente como por la mas comoda

de las escaleras.

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La liana de clematida caia rapidamente en su poder

porque, al pie del arbol. un compafiero provisto de

una navaja bien afilada cortaba el tallo a ras del suelo,

mientras otros tres 0 cuatro la atraian gradualmente,tirando de ella con toda la precauci6n necesaria.

[Cuantas veces habrian hecho los pequefios pastores

esa misma operad6n, en verano, para engalanar con

verde y flores silvestres la comamenta de los animales

para las fiestas de San Juan! La dematida, la hiedra, las

campanillas, amapolas, margaritas, mezclaban sus colo-

res entre el verdor oscuro de las coronas trenzadas, he-

chas con primor y rivalizando en imaginaci6n. Ypor latarde, daba gusto ver venir a las vacas de ojos lfrnpidos,

con su andar cansino al compas de los cencerros, flore-

cidas y coronadas como novias de mayo.

Al volver de la fiesta, el ramo se colgaba encima de

la puerta de la cocina, entre los enormes clavos de ta-

labartero, donde la panoplia reluciente y nistica de las

hoces lanza destellos oscuros, para dejar que se seca-

ra, al abrigo del tejadillo, hasta el afio siguiente 0 in-eluso mas tiempo todavia.

Pero ahora no se trataba de eso.

-Hay que darse prisa -urgi6 Pacho, que vela caer la

noche mientras la niebla de poniente se levantaba so-

bre el molino de Velrans.

Cuando los otros reunieron el botin, mientras el se

entregaba mentalmente a ciertas complicadisimas ope-

radones matematicas, abarc6 cuidadosamente con losbrazos extendidos las tiras conseguidas y deddi6 partir

hacia el cruce de la Cruz del Jubileo, pasando entre las

hayas del camino del tid Senorita.

Llevaba cuatro tiras de cerca de diez metros cada

una y otras ocho mas pequefias.

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Por el camino, y despues de insistir en su recomen-

dacion de que no se rompieran las grandes, dio la or-

den de anudar 10 mejor posible las demas, de dos en

dos, y mientras seis soldados transportaban aquellos .ingenios belicos bajo la mirada de los demas, el jefe se

puso a reflexionar profundamente hasta que llegaron

al punto de reunion previsto.

-GQue vamos a hacer, Pacho? -preguntaban los

otros de vez en cuando.

La noche caia lentamente.

-Depende -respondfa eljefe, evasivo.

-Va va siendo hora de volver -apunto uno de losmas pequefios,

-No vienen los demas. Ni Botijo ni Grillin.

-GQue estaran haciendo? GQue le habra podido

pasar al viejo?

En fin, que se impacientaban, y la actitud misterio-

sa del jefe no era, desde luego, la mas adecuada para

calmar el nerviosismo generaL

-jAh, ya esta aqui Botijo con los suyos! -exclamoPardillo.

-GQue tal, Botijo?

-Bueno -contesto el otro-, paso por la carretera

principal, por la parte de abajo, y si no llego a tener

vista, eniodavia podiamos estar allf esperando. Debio

de bajar otra vez por el bosque y volver a la carretera

por el camino que sale del cruce. Lo vimos desde la

cantera. Movfa mucho los brazos, como Quinqufn

cuando se emborracha. Debe de tener un cabreo de

tres pares de cojones.

-Chiquiclac -ordeno Pacho-, ve aver 10 que esta

haciendo Grillfn y dile que venga en seguida a contar-

me 10 que pasa.

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Chiquiclac, obediente, salio disparado, pero un dis-

creto «pituit» Ie detuvo cuando no habfa dado mas de

treinta pasos.

-jGrillin! GErestu? Yen corriendo, macho, y cuen-ta 10 que hay.

Llegaron en cuestion de segundos.

Grillin, rodeado por todos, explico:

El Beduino se habfa presentado hacia un cuarto de

hora, colorado como un tomate, cuando elios tres ju-

gaban tranquilamente al gua delante de la fonda del

Guisote.

Todos le habfan dado las buenas tardes, y el viejoles dijo:

-j Vaya, muy bien! Vosotros, por 10 menos, sois

buenos chicos; y no como vuestros compafieros, que

son una piara de cerdos y unos groseros. jComo los

coja!

Grillin habfa mirado al guarda con unos ojos como

platos, para subrayar su sorpresa, y despues habfa res-

pondido al senor Ceferino que seguramente estaba

equivocado, porque a esa hora todos sus compafieros

debfan de estar ya en casa, ayudando a sus mamas a

coger agua y lena para el rna siguiente 0 acompafian-

do a sus papas al establo para echar el pienso al ga-

nado.

-jAh! -habfa dicho Ceferino-. Entonces Gquien es-

taba hace un momenta en e I Salto, eh?

-No se, senor guarda, pero no me extrafiaria que

fueran los velranos. Ffjese, ayer mismo acantiaron a los

dos Clac cuando volvfan a Vemois. Son unos maledu-

caos esos chicos; se nota que son unos beatos Geh?-ha-

bia afiadido en plan hipocrita, apelando al antiderica-

lismo del antiguo soldado.

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-jYa me parecia amf, rediosl -rugio el Beduino, re-

chinando los dientes que le quedaban, porque, como

se recordara. Longeverne era rojo y Velrans blanco-.

Claro, redios. ya me parecia a mi. jLosmuy malcriaos!:Esaes su religion: jensefiarle el culo ala gente decen-

tel jPanda de curas, panda de granujas! [Seran marra-

nos! [Cuando coja a uno ...!

Dicho 10 cual, y despues de desear a los chavales que

10 pasasen bien y fuesen siempre asi de buenos, Ceferi-

no entro en la fonda del Guisote a pegarse su latigazo.

-Reventaba de sed -contmuo Grillin-. No habia

acabao con el prirnero y ya estaba dandole al segundo.He dejao alli a Sortillo y a Piruli pa que 10 vigilen y

vengan a avisarnos si sale antes de que yo vuelva.

-jEsto va bien! -concluyo Pacho, contento-. Ahora

lquienes pueden quedarse entodavfa un poco mas? No

hace falta que estemos todos, nimucho menos.

Ocho deddieron perrnanecer alli. Los jefes, natu-

ralrnente.

Entre ellos, Garnbeta fue el que mas tiempo tardeen tomar la determinacion. jVivia tan lejos! Pero Pa-

cho le hizo ver que los Clac se quedaban tambien y

que, como el era el mas rapido, necesitarian segura-

mente su colaboracion. Ante los razonamientos del

jefe, se rindio estoicarnente, jugandose la paliza pater-

na si le fallaban los pretextos.

-Bueno, pues entonces -explico Pacho-, no mere-

ce la pena que a los demas sus echen la broncaen

casa. Largaisus, nos las arreglaremos sin vosotros; ma-

fiana sus contaremos como han ido las cosas. Ahora

podriais estorbarnos mas que nada. Dormir tranquil os,

que el viejo nos las va a pagar todas juntas. Y mucho

cu id ao , q uita is us de en medio rapido, nada de andar

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por ahi en grupo: podrfais despertar sospechas y era 10

que nos faltaba.

Cuando la banda quedo reducida a Pacho. Pardillo,

Tintfn, Grillin, Botijo, los dos Clac y Gambeta, el jefeexpuso su plan.

Irian todos, en silencio. arrastrando las lianas, has-

ta bajar por la calle principal del pueblo. Los designa-

dos al efecto se situarian en los lugares que se les se-

fialasen, entre dos estercoleros que estuviesen uno

enfrente del otro.

Dos parejas bastarfan para colocar, atravesadas en

la carretera por la que habria de pasar el guarda, lastrampas que Ie harlan tropezar y caer, dando la im-

presion de estar todavfa mas borracho. Y prepararian

la misma emboscada en cuatro sitios distintos.

Bajaron. Dejaron una liana en el estercolero de

Juan Bautista y otra en el de Gordejuela: Botijo y Chi-

quiclac volverian a este ultimo y Grillfn y Granclac al

primero. Entre tanto, siguieron avanzando todos y

Botijo, jefe de la partida, se detuvo con su compafieroen el estercolero de Botines. mientras Grillfn y el suyo

iban a situarse en el de Doni.

Los otros acudieron a relevar de su mision a Sorti-

llo y Piruli, enviandolos inmediatamente a sus casas.

Despues se fueron, por las eras, a guipar 10 que hacfa

el viejo.

Iba por la tercera absenta y disertaba como un di-

putado sobre sus campafias militares, reales 0 imagi-

narias, sobre todo imaginarias, porque se le oia decir:

-Pues si, un dia que tenia que venirme con permi-

so de Argel a Marsella, redios. llegue tarde al puerto,

justo cuando el barco acababa de zarpar. (Que fue 10

que hice? Pues habfa allf precisamente una criada, la-

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vando la ropa a la orilla del mar. Sin pensarmelo dos

veces, Ie meta la nariz en una tina, Ie doy la vuelta al

barrefio. me meta dentro y, remando con la culata del

fusil, me lanzo en perseguimiento del barco y casi llegoa Marsella antes que el,

[Tenian tiempo todavia! Dejaron a Gambeta apos-

tado tras una pila de lena, con el encargo de avisar de

la salida de Ceferino cuando llegase el momento, tan-

to a los dos grupos como a Pacho y los suyos.

Todavia pudo ofr el relato de la ultima conversa-

don del Beduino con su antiguo compafiero. el empe-

raor Napoleon III.-Si, al pasar por Par i s , cerca de las 'Iullerias, andaba

pensando si debfa entrar a darle los buenos dfas.

cuando de pronto siento que alguien me toea en el

hombro. Me vuelvo ... jYera ell

»-jHombre, dichoso Ceferinol jQue tal! lComo va

eso? [Venga, vamos a echar un tragol Genia* -Ie grito

ala emperatriz-. jEste es Ceferinol Vamos a brindar.

[Hala, lava un par de vasoslEntre tanto, los tres chavales atravesaron pueblo

arriba hasta llegar a la casa del guarda. Pacho se colo

por una ventana del cobertizo, abrio a sus compafieros

una puertecilla escondida y los tres se metieron, pasillo

adelante, enla vivienda del Beduino, donde, por espa-

do de un cuarto de hora, se consagraron a una tarea

rnisteriosa entre regaderas, pucheros, quinques, el bi-

don del petroleo. el aparador, la cama y la estufa.

Muy poco despues. el «pituit» de Gambeta les

anuncio la llegada de su victima y se retiraron tan dis-

cretamente como habian entrado.

* Eugenia. (Se refiere a la emperatriz Eugenia de Montijo.)

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Corrieron hasta el segundo puesto de Botijo, al que

llegaron bastante antes que este.

El ti6 Ceferino, despues de contarle por tercera vez

a Guisote sus historias de «moros y chacales». des-pues de hablarle de los tiburones que infectaban la ba-

rna de Argel e incluso de que uno de aquellos maldi-

tos bichos le habia cortado la «pilila» a uno de sus

camaradas, un ilia en que se estaban bafiando, y que

el mar se habia teiiido de sangre, salio titubeando y

arrastrando los pies bajo las miradas divertidas del po-

sadero y su mujer.

Cuando llego donde Doni, [zasl. se pego el primertortazo, cagandose en 10 mas barrido y echando pestes

contra el asqueroso camino que el tio Breda, el peon

caminero (un gandul que no habfa hecho mas que

siete afios de mili y la campafia de Italia rvaya una

cosal), tenia tan cochinamente mal cuidado ..A conti-

nuacion, recobro el aliento, se incorporo y reempren-

dio la marcha.

-Creo que lleva una curda de cuidao -comentoGuisote, cerrando la puerta.

Un poco mas alla, la liana de Botijo, traicionera-

mente tendida a sus pies, Ie hizo rodar por el arroyo

de agua sucia, mientras los dos tenebrosos maquina-

dores desaparecian en silencio, Ilevandose ellazo.

Tampoco consiguio evitar la caida en el estercolero

de Gordejuela, y maldijo a pleno pulmon a este as-

queroso pais , donde se ve menos que en el culo deuna negra.

La gente,· atraida por el estrepito, empezaba a salir

a la puerta de las casas y comentaba:

-Vaya pedo que lleva esta noche el veterano: eso es

una trompa, sf senor.

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Y quince 0veinte pares de ojos pudieron compro-

bar que, una veintena de pasos mas alia, el viejo, ig-

norando otra vez las leyes mas elementales del equili-

brio, se pegaba otro de esos batacazos que hacenepoca en la vida de un borracho.

-jPues yo no estoy borracho, rediosl -farfullaba el,

llevandose la mana a la frente herida y a la nariz ma-

gullada-. Si no he bebido casi na. Es el cabreo, que se

me habra subido ala cabeza. jQue asquerosos!

Habfa perdido las rodilleras del pantalon y tarde

sus buenos cinco minutos en encontrar la Have, se-

pultada en el fonda del bolsillo, entre un gran pafiue-10 a cuadros, la navaja, el monedero, la tabaquera, la

pipa, la petaca y la caja de cerillas.

AI fin pudo entrar,

Los curiosos que lehabfan seguido hasta alli, yen-

tre ellos los ocho chavales, oyeron desde los primeros

pasos un enorme estruendo de regaderas que roda-

ban por el suelo. Estaba previsto: las habian colocado

para eso. A pesar de todo, el viejo consiguio abrirsecamino y llegar al hueco de la pared donde pollia las

cerillas.

Proto una en el pantalon. en la caja, en el tubo de

la chimenea, en la pared: no ardia. Hizo 10 mismo con

otra y despues con otra y otra y otra ... siempre sin re-

.sultado. a pesar de los cambios de rascador.

-jRasca, viejo, rascal -comentaba burlon Pardillo,

que las habfa metido todas en agua-. jRasca y asi teentretienes!

Harto de frotar en vano, Ceferino busco una en el

bolsillo, consiguio encenderla y trato de prender la

lampara de petroleo: pero la mecha se empecino tam-

bien y no hubo manera.

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Ceferino, en cambio, se incendiaba a ojos vistas.

-jMe caqiien la puta madre que pario a esta jodia

Iampara de rnierda! jAh, rediosl Conque no quieres

prender, Geh?, de verdad que no quieres prender, ah,pues muy bien, alia vas, so guarra -dijo, lanzandola

con todas sus fuerzas contra la chimenea, donde se

despanzurro con estrepito.

-jQue Ie va a prender fuego ala casal -dijo alguien.

«No hay peligro». pensaba Pacho, que habia cam-

biado el petroleo por un resto de vino blanco sacado

del culo de una botella.

Tras esa primera hazafia. el viejo, deambulando enla oscuridad, golpeo la chimenea, tiro sillas, la em-

prendio a patadas con las regaderas, trastabillo entre

lospucheros, bramo, juro, insulto a todo el mundo, se

cayo. se Ievanto. salio. volvio a entrar y por ultimo,

agotado y maltrecho, se tumbo vestido en la cama,

donde a la manana siguiente 10 encontro un vecino,

roncando como el fuelie de un organa en medio de

un desorden tan espectacular que parecia conseguidode proposito.

Poco despues se oyo decir en el pueblo, para rego-

djo interior de Pacho y de los suyos, que el tfo Bedui-

no estaba talmente borracho aquella noche, que se ha-

bia cafdo ocho veces al salir de la fonda de Guisote,

que 10 habfa tirado todo al entraren su casa, que ha-

bia roto la lampara. se habia meado en la cama y ca-

gado en el puchero.