la formación del pensamiento sociológico - tomo 1

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Libro de sociología

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Directc r de la biblioteca de sociologa, Luis A. Rigal The SOliplogieal Tradition, Robert A. Nisbet Basc Books, Inc., 1966 Primera edicin en castellano, 1969; primera reimpresin, 1977 ' Traduccin, Enrique Molina de Vedia Revisin tcnica, Carlos Flood Unica edicin en castellano autorizada por Basic Books, Inc., Nueva York, y debidamente protegida en todos los pases. Queda hecho el depsito que previene la ley n? 11.723. Todos los derechos de la edicin castellana reservados por Amorrortu editores S. A., lcalma 2001, Buenos Aires. La reproduccin' total o parcial de este libro en, forma idntica o modificada, escrita a mquina por el sistema multigraph, mimegrafo, impreso, etc., no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilizacin debe ser previamente solicitada. Industria argentina. Made in Argentina.

Dedico esta obra a E. P. N.

ISBN Obra completa 84-610-1010-8 ISaN Volumen 1 84-610-1904_0

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Prefacio

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Este libro constituye un esfuerzo por exponer lo que tiene de fundamental y distintivo, en lo conceptual e histrico, respectivamente, la tradicin sociolgica. Aunque abarca .algunos de los temas que podramos encontrar en una historia del pensamiento sociolgico, su propsito es bastante diferente, a un tiempo ms estrecho y ms amplio: lo primero, porque no son pocos los nombres aqu excluidos, que ))0 podran faltar en una historia formal de la sociologa; y ms amplio porque no he vacilado en destacar la importancia de personas que no fueron socilogos -ni en lo nominal ni en lo sustancial-, pero cuya relacin con la tradicin sociolgica me parece vital. En el centro de toda tradicin intelectual hay un ncleo de ideas que le da continuidad a travs de las generaciones, y la identifica entre todas las otras disciplinas que componen el estudio humanstico y cientfico del hombre. Por las razones que expongo de manera general en el primer captulo, y en forma explcita en el resto del volumen, he elegido cinco ideas como elementos constitutivos de la sociologa: comunidad, autoridad, status, lo sagrado y alienacin. Creo que ellas configuran, en su relacin funcional recproca el ncleo a que hacemos referencia. Es innecesario aclarar que estas cinco ideas, por trascendentes y atrayentes que sean, no representan la totalidad de la sociologa moderna, sus mltiples intereses empricos, sus metodologas y conceptos; ni por un momento se me ocurriria pensar tal cosa. Me. limito a sostener que ellas dan a la tradicin sociolgica la continuidad y coherencia qur tienen desde hace ms de un siglo. Para cambiar de rnctfora, podemos compararlas, en su asociacin, a un alambique que destilara una esencia sociolgica a partir de nociones ms vastas y generales, comunes a todas las ciencias socia les: estructura, cultura, individualidad, proceso, desarrollo, funcin, etc. En el gran perodo formativo que va (k 18~O ;

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4!i,1+ J9()(I, la tOllcUtTcncia de estas cinco ideas fue lo que seal el rcsuruimiento, cada vez ms distintivo, de la sociologa, ck-spreudindose de la matriz de filosofa moral que albergara otrora los elementos de todas las ciencias sociales IDO:,,:le!'t1~ll,. ..

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En los rapitulos que siguen no Se omitir el papel preponderantr desempeado por Tocqueville y Marx. Estas dos fig-Llra~,importan les para los fi nes que persigue este libro desde todo punto de vista, ocupan extremos tericos opl.lestos. En verdad, podemos considerar a la tradicin sociolgica como una especie de campo magntico, cuyos dos polos de atraccin seran ellos. A la larga, la influencia del primero ha sido al' respecto la ms importante. Aun antes de finalizar el siglo XIX, el triunfo del concepto tocquevilliano de la sociedad y su curso de desarrollo sobre el concepto marxista se refleja en las obras de Tonnies, Weber, Durkheim y Simrnel, los cuatro hombres que ms hicieron por dar forma sistemtica a la teora sociolgica moderna. Afirmar esto no significa unirse al coro de desprecio por Marx que satura hoy la atmsfera del pensamiento occidental. Marx sigue siendo una de las dos mentes ms creadoras y que ms influencia ejercieron sobre el pensamiento social del siglo pasado. Privada de la tensin intelectual que 'desencaden, por oposicin de ella, la potencia inmensa de Marx --verdadero heredero del Iluminismo=-, es poco probable que la concepcin tocquevilliana hubiera tenido los efectos modeladores que logr. En la historia de las ideas, toda influencia ha requerido siempre influencias antagnicas para nutrirse. Y en ltima instancia, quin puede decir que los escritos de Marx (que despus de todo, siguen gozando de gran autoridad en muchos sectores no occidentales del mundo), no superen en Occidente, dentro de algunas dcadas o generaciones, el ascendiente actual de Tocqueville? En historia es fcil generalizar, teniendo en cuenta las oscilaciones de las ideas y valores. Los temas antagnicos del tradicionalismo y del modernismo tienen significacin paralela al papel contrastante de Tocqueville y Marx. La sociologa es la nica ciencia social contempornea donde la tensin entre los valores tradicionales y modernos aparece manifiesta en su estructura conceptual y en sus supuestos fundamentales. Ms que ninguna otra disciplina acadmica, la sociologa ha convertido los conflictos entre el tradicionalismo yelmo.

dcrnismc de la cultura europea en un conjunto de concep., tos analticos e interpretativos, Sera absurdo tildar de teadicionalistas o peor an, de polticamente conservadores a 'Webcr, Tonnies, Durkheim o Sirnmel ; pero no lo es insinuar que sus escritos ejcmulifiran. con mavor iLlsfcz~ '1'''' los de ningn otro gran estudioso de las ciencias sociales ,:, ,1 si!'.IoXIX, las tensiones de valor y perspectiva (I'W se de:;: '.. can en los trabajos ms pokrnicos- como clcnicu tos Cnll~ titutivos de las ideologas de la, dos ltimas centurias ("11 risror, se Iuudan en estas tensiones). Hoy resulta por cierto evidente que los conflictos id, I],')!'.; cos fundamentales del ltimo siglo y medio se han plantea' lo entre dos conjuntos de valores: por una parte, los de la comunidad, la autoridad moral, la jerarqua y lo sagrado y por la otra, los del individualismo, la igualdad, la liberaci.v moral y las tcnicas racionalistas de la organizacin JI tlcl poder. Lo que ha hecho la sociologa en sus aspectos mcjo. (!s y ms creativos es extraer estos conflictos del torbellino de controversias ideolgicas en que aparecieron durante las revoluciones Industrial y democrtica, y elevados --por muchos caminos tericos, empricos y metodolgicos-- a la categO'lia de problemas y conceptos; estos ltimos colocan ahora a la disciplina en una posicin excepcional para comprender, HO solo el desarrollo de la Europa moderna, sino tambin el de las naciones nuevas, que estn experimentando algunos de los cambios sociales que conocieron Europa y Estados Undos, dos generaciones atrs, En la medida en que estos conflictos continen, la tradicin sociolgica seguir siendo tan incitante y significativa como 10 ha sido durante ms de un siglo. Deseo agradecer a la Universidad de California mi licencia sabtica, a la Fundacin John Sirnon Guggenheim su gc nerosa ayuda financiera, y a la Universidad de Princcton la hospitalaria residencia que me brindara a modo de beca para escribir este libro. Por ltimo, me es grato reconocer mi deuda con Irving Kristol, cuyo estmulo y sugestiones aprecio profundamente, y con Carolyn Kirkpatrick, quien me ofreciera su indispensable ayuda en todas las fases de la preparacin del original. Robert A. Nisbet. Universidad de California, Riverside. Junio de 1966.

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,1. Las ideas-elementos de la sociologa

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I1deas y anttesis La historia del pensamiento se suele abordar de dos maneras. La primera y ms antigua parte de los dramatis personas, los propios pensadores cuyos escritos proporcionan la materia bibliogrfica de aqulla. Sobre este procedimiento hay mucho para hablar. Resulta imprescindible adoptarlo si deseamos comprender las fuerzas motivadoras de la evolucin intelectual, esas percepciones, intuiciones profundas y descubrimientos que proceden nicamente de seres individuales. Sin embargo este enfoque tiene sus desventajas. La principal es que, gracias a l, la historia del pensamiento se transforma muy fcilmente en una mera biografa del pensamiento. Las ideas aparecen como prolongaciones o sombras proyectadas por individuos nicos, ms que como esas estructuras discernibles de significado, perspectiva y fidelidad a una causa que son a todas luces las grandes ideas en la historia de la civilizacin. Como las instituciones, las ideas tienen sus propias relaciones y continuidad, y no es nada raro perderlas de vista cuando concentramos nuestra atencin en las biografas. El segundo enfoque se dirige, no a los hombres, sino a los sistemas, escuelas o ismos. No a los Bentham ni a los Mill, sino al utilitarismo; no a los Hegel ni a los Bradley, sino al idealismo; no a los Marx ni a los .Proudhon sino al socialismo. Indudablemente, la historia del pensamiento es la historia de los sistemas: verdad tan grande en la sociologa como en la metafsica. Las suposiciones, ideas y corolarios se concretan en sistemas que a menudo adquieren un poder semejante al de las religiones sobre sus proslitos. Podemos comparar a los sistemas con las Gestalten de los psiclogos. Aprehendemos ideas y hechos, no en forma atomizada sino dentro de las pautas de pensamiento que constituyen una parte tan grande de nuestro medio. Pero este enfoque, a pesar de su valor, tambin es peligroso. Con harta frecuencia los sistemas son considerados como irreductibles, y no

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como lo que son en realidad: constelaciones de supuestos e ideas discernibles y aun independientes, que pueden descomponerse y reagruparse en sistemas diferentes. Adems, todo sistema tiende a perder vitalidad; lo que estimula a las personas de una generacin o siglo, solo interesa a los anticuarios en la generacin o siglo siguiente. Bstenos pensar en el socialismo, el pragmatismo, el utilitarismo; y mucho antes de ellos, en el nominalismo y el realismo. Sin embargo, cada uno de estos sistemas posee elementos constitutivos que conservan hoy tanta vigencia -aunque de diferente maneracomo la que tuvieron en sus contextos originales. Sera lamentable perder estos elementos de vista. Esto nos lleva de la mano a un tercer enfoq ue: el que no empieza por el hombre ni por el sistema, sino por las ideas que son los elementos de los sistemas. Nadie los ha descripto con mayor lucidez ni autoridad que el extinto Arthur O. Lovejoy en el siguiente pasaje: Cuando digo historia de las ideas -escribe Lovejoy-, quiero significar algo a la vez ms especfico y menos restringido que la historia de la filosofa. La diferencia principal reside en el carcter de las unidades de que se ocupa aquJ1a. Aunque en gran parte su material es el mismo que el de las otras ramas de la historia del pensamiento, y depende mucho de los trabajos precedentes, lo divide de manera especial, reagrupa sus partes y establece nuevas relaciones, y lo reenuncia desde un punto de vista distinto. Si bien el paralelo tiene sus peligros, cabe decir que su procedimiento inicial es algo anlogo al de la qumica analtica. Cuando estudia la historia de las doctrinas filosficas, por ejemplo, irrumpe en los sistemas individuales ms slidamente estructurados y los reduce, guiada por sus propios objetivos, a sus elementos constitutivos, a lo que podramos llamar sus ideas-elementos.! . En The Great Chain 01 Being, de Lovejoy, vemos como es posible introducimos en sistemas tan complejos y diversos entre s como el idealismo platnico, el escolasticismo medieval, el racionalismo secular y el romanticismo, y sacar a relucir ideas-elementos tan amplias y poderosas como continuidad y plenitud, y hacerlo de manera tal que arroje nueva luz sobre los sistemas y tambin sobre los filsofos que los concibieron, desde Platn hasta el Iluminismo. No1 T'he Great Chain o[ Being, Cambridge: Harvard University Press, 1942, pg. 3.

solo vemos as los elementos constitutivos, las ideas-clemcn. tos, sino los nuevos agrupamientos y relaciones de hombres e ideas, apreciando afinidades y oposiciones que acaso no imaginramos que existieran. Mi libro abarca, naturalmente, un campo mucho menor qU(~ el del profesor Lovejoy, y en modo alguno pretendo haber seguido todas las brillantes sugerencias de su enfnrpw. Pero gira, al igual que aqul, en torno de las idcas-elementos ; en particular de ciertas ideas-elementos de la sociologa europea del gran perodo formativo que va de 1830 a 1900, cuando hombres tales como Tocqueville, Marx, Weber y Durkheirn, echaron las bases del pensamiento sociolgico contemporneo. Insisto en esto, pues el lector debe estar claramente advertido de cunto puede esperar, y qu cosas no debe esperar encontrar en este libro. No encontrar, por ejemplo, tentativa alguna por develar el sentido de Marx, la esencia de Tocqueville ni la unidad de la obra de Durkheim. Dejo a otros esa tarea, sin duda inestimable. Tampoco hallar aqu nada sobre cualquiera de los otros sistemas que aparecen en los escritos de los socilogos del siglo XIX: materialismo dialctico, funcionalismo o utilitarismo. Las ideas-elementos que proporcionan, a mi juicio, la mdula de la sociologa, en medio de todas las diferencias manifiestas entre sus autores, sern nuestro tema; ideas que persistieron a travs de la poca clsica de la sociologa moderna y llegan, en verdad, hasta el presente. y nuestro punto de partida es el presente. La historia -alguien lo dijo muy bien- revela sus secretos solo a quienes comienzan por el presente. Para mencionar las palabras de Alfred North Whitehead, el presente es tierra sagrada. Todas las ideas-elementos que consideramos en esta obra son tan notorias y tan rectoras del' esfuerzo intelectual actual como lo fueron cuando Tocqueville, Weber, Durkheim y Simmel hicieron de ellas las piedras fundamentales de la sociologa moderna. No debemos olvidar que vivimos en la ltima fase del perodo clsico de la sociologa. Si despojramos a esta ltima de las perspectivas y estructuras provistas por hombres como Weber y Durkheim, solo nos quedara un montn estril de datos e hiptesis incongruentes. . ,~Qu criterios .!~uan la eleccin de las ideas-elementos de una disciplina? Hay por lo menos cuatro dominantes. Dichas ideas deben tener generalidad: es decir, todas ellas

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deben ser discernibles en un nmero considerable de figuras sobresalientes de un perodo, y no limitarse a las obras de un nico individuo o de un crculo. Segundo, deben tener co!t}inuidad: deben aparecer tanto al comienzo como en las ltimas fases del perodo en cuestin, y ser tan importantes con respecto al presente como lo son con respecto al pasado. Tercero, deben ser distintioas, participar de aqueIlos rasgos que vuelven a una disciplina notoriamente diferente de otras. Nociones como individuo, sociedad u orden resultan intiles aqu (por valiosas que sean en contextos ms generales), pues son elementos de todas las disciplinas que integran el pensamiento social. Cuarto, deben ser ideas en todo el sentido de la palabra: es decir, algo ms que influencias fantasmales, algo ms que aspectos perifricos de la metodologa; serio en el antiguo y perdurable sentido occidental de la palabra, al que tanto Platn como John Dewey podran suscribir por igual. Una idea es una perspectiva, un marco de referencia, una categora (en el sentido kantiano), donde los hechos y las concepciones abstractas, la observacin y la intuicin profunda forman una unidad. La idea es --en las palabras de Whitehead.un gran foco luminoso que alumbra una parte del paisaje y deja otras en las sombras o en la oscuridad. No interesa que nuestra concepcin ltima de la idea sea platnica o pragmtica, pues en el sentido que emplear el trmino en este libro, podra ser tanto arquetipo como plan de accin. Cules son las ideas-elementos esenciales de la sociologa, aqueIlas que, ms que ninguna otra, distinguen a la sociologa frente a las restantes ciencias sociales? A mi entender, estas cinco: comunidad, autoridad, status, lo sagrado y alienacin. Su exposicin detallada ser tema de los captulos que siguen. Aqu procederemos a identificarlas brevemente. La comunidad incluye a la comunidad local pero la desborda, abarcando la religin, el trabajo, la familia y la cultura; alude a los lazos sociales caracterizados por cohesin emocional, profundidad, continuidad y plenitud. La autoridad es la estructura u orden interno de una asociacin, ya sea poltica, religiosa o cultural, y recibe legitimidad por sus races en la funcin social, la tradicin o la fidelidad a una causa. El status es el puesto del individuo en la jerarqua de prestigio y lneas de influencia que caracterizan a toda comunidad o asociacin, Lo sagrado, o sacro, incluye las mores, lo no racional, las formas de conducta religiosas y ri-

tuales cuya valoracin trasciende la utilidad que pudieran poseer. La alienacin es una perspectiva histrica dentro de la cual el hombre aparece enajenado, anmico y desarraigado cuando se cortan los lazos que lo unen a Iacomunidad y a los propsitos mora!is. . Cada una de estas ideas suele estar asociada a un concepto antinomico, una especie de anttesis, del cual procede gran parte de su significado constante en la tradicin sociolgica. As, opuesta a la idea de comunidad est la idea de sociedad iGesellschait, en el lxico de Tnnies) formulada con referencia a los vnculos de gran escala, impersonales y contractuales que se han multiplicado en la edad moderna, a menudo a expensas, segn parece, de la comuni.dad. El concepto antinmico de autoridad es en el pensamiento sociolgico el de poder, identificado' por lo comn con la fuerza militar o policial, o con la burocracia administrativa,----que; a diferencia de - la autoridad surgida directamente de una funcin y asociacin sociales, plantea el problema de la legitimidad. El antnimo de status, en sociologa, no es la idea popular de igualdad, ~i1l9 la ms nueva y '-refinada de clase, ms especializada y colectiva a la vez. Lo opuesto a lo .sagrado es lo utilitario, lo profano (segn la grave expresin de Durkheim), o lo secular. Por ltimo, la alienacin (al menos considerada como perspectiva sociolgica) puede ser comprendida mejor corno inversin del progreso, A partir de hiptesis exactamente iguales sobre la ndole del desarrollo histrico en la Europa moderna -la industrializacin, la secularizacin, la igualdad, la democracia popular, etc.-, pensadores como Tocqueville y Weber dedujeron, no la existencia de un progreso social y moral, sino una conclusin ms patolgica: la alienacin del hombre respecto del hombre, de los valores y de s mismo, alienacin causada por las mismas fuerzas que otros elogiaban, en ese mismo siglo, como progresistas. Comunidad-sociedad, autoridad-poder, status-clase, sagradosecular, alienacin-progreso: he aqu ricos temas del pensamiento del siglo XIX. Considerados como anttesis relacionadas, constituyen la verdadera urdimbre de la tradicin sociolgica. Fuera de su significacin conceptual en sociologa, cabe ver en ellos los eptomes del conflicto entre la tradicin y el modernismo, entre el moribundo orden antiguo defenestrado por las revoluciones Industrial y democrtica, y el nuevo orden, cuyos perfiles todava indefinidos

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son tan a menudo causa de ansiedad como de jbilo y esperauza. La rebelin contm el individualismo

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Es evidente que estas ideas y anttesis no aparecieron por pnmera vez durante el siglo XIX: todas ellas son, en una u otra forma, de larga data. Las encontramos en la antigedad; por ejemplo, en la Atenas de Platn, cuando Grecia, igual que Europa dos mil aos ms tarde, buscaba dar nuevos fundamentos a un orden que pareca destruido por los estragos de las guerras, las revoluciones y la stasis. El inters de Platn por la comunidad, la alienacin, la autoridad, la jerarqua, lo sacro, Y por la generacin y degeneracin social es por supuesto, profundo, y nada tiene de exagerado decir que los elementos esenciales del posterior pensamiento social de Occidente aparecen, primero, en su desarrollo de estas ideas, y despus, en la respuesta de Aristteles. Volvemos a encontrar las mismas ideas, aunque con algunas modificaciones, en los escritos de los filsofos moralistas romanos del siglo 1 antes de Cristo, cuando nuevamente U11 orden social tradicional aparece al borde de la destruccin, como consecuencia de guerras prolongadas, de revoluciones sociales, de la decadencia moral, y de la espectacular cada de la Repblica y su reemplazo por el imperio militar de Augusto. Cuatro siglos ms tarde, nos topamos otra vez con ellas en las obras de los filsofos cristianos, preocupados (como tan tos de sus con temporneos paganos) por la alienacin del hombre, la bsqueda de la comunidad bienaventurada, la santidad de la autoridad, y el lugar que ellos mismos ocupaban en la cadena jerrquica que culminaba en la Ciudad de Dios. Pero aunque internporales Y universales, tambin ellas tienen, como todas las grandes ideas del hombre y de la sociedad, sus perodos de ascenso Y descenso, de escasez Y de abundancia. Hubo pocas en que su significacin fue escasa, en que Iueron relegaoas y desplazadas por otras ideas y actitudes, notablemente diferentes, respecto del destino del hombre Y de sus esperanzas. As, ninguna de las que nos interesan en este libro desempea un papel muy notorio en la Edad de la Razn, que con tanto brillo ilumin los siglos XVII y XVIII y alcanz su punto ms alto con el Iluminismo en Francia e Inglat.erra.

Un conjunto diferente de palabras e ideas sintetizaban las aspiraciones morales y polticas de entonces: individuo, progreso, contrato, naturaleza, razn y otras semejantes. El objetivo dominante de esa poca, que se extiende desde el Novum Organum de Bacon hasta el Ensayo histrico sobre los progresos de la razn humana de Coudorcct, da la lil.eracin: liberacin del individuo de los lazos sociales antiguos, y liberacin de la mente de las tradiciones que la tenan encadenada. Durante todo ese lapso, rein la conviccin universal en el individuo natural: en su razn, su carcter innato y su estabilidad autosuficiente. Las ideas y valores del racionalismo individualista de los siglos XVII y XVIII no desaparecieron, por supuesto, con la llegada del siglo XIX. Lejos de ello. En el racionalismo crtico, en el liberalismo filosfico, en la economa clsica y en la poltica utilitaria, prosigui el ethos del individualismo, junto a la visin de un orden social fundado sobre intereses racionales. Pero a pesar del punto de vista que predominaba entonces, profusarncnte expuesto por los historiadores de la poca, el individualismo est lejos de describir en su trayectoria ('0111pleta el pensamiento del siglo XIX. En realidad, no I.iltan razones para considerarlo como el menguante (aunque todava caliente) rescoldo de un individualismo que alcanz su verdadero cenit en el siglo precedente. Lo ms distintivo y fecundo, desde el punto de vista intelectual, en el pensamiento del siglo XIX no es el individualismo, sino la reaccin contra el individualismo como nuestras historias han tardado en advertir: una reaccin que en nada se manifiesta mejor que en la.s ideas que son tema central de este libro. Estas ideas =-comurudad, autoridad, status, lo sagrado y alicnacintomadas conjuntamente, constituyen una reorientacin del pcnsami.-nto europeo, tan trascendental, a mi juicio, como aqueIla otra tan diferente y aun opuesta, qlle seal la decadencia de la Edad Media, y el advenimiento de la Edad de la Razn, tres 'siglos antes. El racionalismo individualista se afirmaba entonces contra el corporativismo y la autoridad medieval; a comienzos del siglo XIX, ocurre lo inverso: la reaccin del tradicionalismo contra la razn analtica, del comunalismo contra el individualismo, y de lo no racional contra lo puramente raciona.l. Dicha reaccin es amplia: la encontramos tanto en la literatura, la filosofa y la teologa, como en Lt jl .risprudcncia,

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la historiografa y, en su forma ms sistemtica, en la sociologa. Durante el siglo XIX, cada vez son ms numerosos los campos del pensamiento donde el individualismo racionalista (sostenido de manera ms notoria, naturalmente, por los utilitaristas, cuyas doctrinas proporcionaron relieve negativo a tantos conceptos sociolgicos) es asediado por teoras que se apoyan en la reafirmacin de la tradicin, teoras q'-!~:hubieran resultado ta n:pllgnantes a Descartes o a Bacon, como a Locke o a Rousseau. La premisa histrica de la estabilidad innata del individuo es puesta a prueba por una nueva psicologa social que deriva la personalidad a partir de los estrechos contextos de la sociedad, y que hace de la alienacin el precio que debe pagar el hombre por su liberacin de tales contextos. En lugar del orden natural tan caro a la Edad de la Razn, ahora tenemos el orden institucional -la comunidad, el parentesco, la clase socialcomo punto de partida de filsofos sociales de opiniones tan divergentes como Coleridge, Marx y TocquevilIe. De la concepcin generalmente optimista de la soberana popular propia del siglo XVIII, pasamos a las premoniciones del siglo XIX sobre las tiranas que acechan en la democracia popular cuando se transgreden sus lmites institucionales y tradicionales. Finalmente, la idea misma de progreso es objeto de una nueva definicin, fundada no ya sobre la liberacin del hombre respecto de la comunidad y la tradicin, sino sobre una especie de anhelo de nuevas formas de comunidad social y moral. Liberalismo, radicalismo, conservadorismo

11Esta reorientacin del pensamiento social, de la cual es una fase tan importante el advenimiento de la sociologa, no es resultado --insisto-- de las corrientes puramente intelectuales, ni mucho menos cientficas, de la poca. Como 10 expresara Sir Isaiah Berln, y lo ilustran de manera soberbia sus propios estudios histricos, las ideas no engendran ideas como las mariposas engendran mariposas. La falacia gentica ha transformado muy a menudo las historias del pensamiento en secuencias abstractas de engendros. En el pensamiento poltico y social, en particular, es preciso que veamos siempre las ideas de cada poca como respuestas a ciertas crisis y a estmulos procedentes de los grandes cambios en el orden social.

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Las ideas que nos interesan resultarn incomprensibles a menos que las analicemos en funcin de los contextos ideolgicos donde aparecieron por primera vez. Los grandes socilogos del siglo, desde Comte y Tocqueville a Weber y Durkheim, fueron arrastrados por la corriente. de las tres irandes ideologas del siglo XIX y comienzos del XX: el liberalismo, ei radicalismo y el cuuservadorisiuo. Eu ei jJIximo captulo nos ocuparemos de las dos revoluciones ---la Industrial y la democrtica-e- que conformaron esas ideologas, como tambin las ideas fundamentales de la sociologa. Pero ante todo es importante describiras con alguna precisin. El sello distintivo del liberalismo es su devocin por el individuo, y en especial por sus derechos polticos, civiles y -cada vez ms-s- sociales. La autonoma individual es para el liberal lo que la tradicin significa para el conservador, y el uso del poder para el radical. Hay notables diferencias, a no dudarlo, entre los liberales de Manchester, para quienes la libertad significaba fundamentalmente liberar la productividad econmica de las trabas de la ley y las costumbres, y los liberales de Pars de 1830, para quienes liberar el pensamiento del clericalismo apareca como el objetivo principal. Pero fuera de estas variantes, todos los liberales tenan en comn, primero, la aceptacin de la estructura fundamental del estado y la economa (no consideraban a la revolucin, como los radicales, base indispensable para la libertad, aunque en alguna circunstancia pudieran apoyarla) y, segundo, la conviccin de que el progreso resida en la emancipacin de L mente y el espritu humanos de los lazos religiosos y tradicionales que los unan al viejo orden. Los liberales del siglo XIX conservaron la fe del Iluminismo en la naturaleza autosuficiente de la individualidad, una vez liberada de las cadenas de las instituciones corruptoras. Existieron, admitmoslo, quienes como Tocqueville, John Stuart Mili y Lord Acton --a quienes debemos incluir, en tanto ellos se incluan a s mismos, entre los lib~rales- atribuan a las instituciones y tradiciones, en cierta medida, la importancia que les atribuan los conservadores; dicha medida estaba dada por el grado en que tales entidades robustecieran la individualidad. La piedra de toque era la libertad individual, no la autoridad social. El liberalismo utilitarista -que abarca desde Jeremy Bentham l Herbert Spencertena una opinin de la iglesia, el

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estado, la parroquia, el gremio, la familia y la tradicin moral que no se diferenciaba en ningn aspecto importante de las opiniones anteriores del Iluminismo. En las obras de Macaulay, Buckle y Spencer la nocin del individuo aislado, automotivado v autoestabilizado, resulta primordial. Las instituciones y tradiciones son secundarias: en el mejor de los casos, sombras de aqul; en el peor, obstculos que se oponen a su autoafirmacin. Impera en el radicalismo -que a menudo deriva del liberalismo y hace causa comn con l- una mentalidad muy diferente. Si hay un elemento distintivo del radicalismo de los siglos XIX y XX es, creo, el sentido de las posibilidades de redencin que ofrece el poder poltico: su conquista, su purificacin y su uso ilimitado (hasta incluir el terrorismo), en pro de la rehabili tacin del hombre y las instituciones. Junto a la idea de poder, coexiste una fe sin lmites en la razn para la creacin de un nuevo orden social. Con anterioridad al siglo XVUI, las rebeliones contra el orden social ----que no eran raras, ni siquiera en la Edad Mediasurgan en el marco de la religin. Los husitas, los anabaptistas, los niveladores, * los ternbladores, ** y otros grupos que peridicamente se levantaron contra la autoridad constituida, perseguan objetivos religiosos. Las condiciones sociales y econmicas contribuyeron, a todas luces, a desencadenar estas revueltas; y haba, por cierto, referencias a la pobreza y el sufrimiento en los bandos y manifiestos que circunstancialmente redactaban. Pero lo importante es que esas referencias aparecen expresadas en trminos religiosos, donde lo fundamental es el llamado a la pureza perdida de la cristiandad apostlica, o la esperanza en la segunda venida de Cristo. La lnea principal del radicalismo del siglo XIX es, en todo sentido, secular. La antorcha de la rebelin pas a quienes vean la esperanza de Europa y la humanidad, no en la religin, sino en la fuerza poltica de la sociedad. No desapareci el milenarismo : solo perdi su contenido cristia-

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* Niveladores (levelers): Miembros de un partido defensor de los principios republicanos e igualitarios, formado en Inglaterra hacia 1647 y aniquilado por Cromwell dos aos ms tarde. (N. del E.) ** Tembladores (shakers): Secta religiosa creada en Inglaterra en el siglo XVIII, que practicaba r-l celibato y la propiedad comn de los bienes. Deriva su nombre de una de las danzas que formaban parte de su ritual. (N. del E.)

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no. Lo que nos muestra el radicalismo del siglo XIX (con su jacobinismo, el Comit de Salvacin Pblica y quiz, por sobre todo lo dems, el golpe de estado del 18 Brumario, como modelos) es una doctrina revolucionaria milenarista i nacida de la fe en el poder absoluto; no el poder por s ' mismo, sino al servicio de la liberacin racionalista y hu- " manitaria del hombre de las tiranas y desigualdades que lo acosaron durante milenios, incluyendo las de la religin. En cuanto al conservadorismo, la cuestin es ms compleja. Por ser la menos analizada de las tres ideologas, y por la estrecha relacin que existe entre las tesis principales del conservadorismo filosfico y las ideas-elementos de la sociologa, debemos explorado con ms detalle. El conservadorismo moderno es, en su forma filosfica al menos, hijo de la Revolucin Industrial y de la Revolucin Francesa; hijo imprevisto, no deseado y odiado por los protagonistas de cada una de ellas, pero hijo al fin. Lo que ambas revoluciones atacaron, fue defendido por hombres como Burke, Bonald, Haller y Coleridge, y lo que ambas engendraron -en la forma de democracia popular, tecnologa, secularismo, etc.- es lo que el conservadorismo atac. Si el ethos central del liberalismo es la emancipacin individual, y el del radicalismo la expansin del poder poltico al servicio del fervor social y moral, el ethos del conservadorismo es la tradicin, esencialmente la tradicin medieval. De su defensa de la tradicin social proviene su insistencia en los valores de la comunidad, el parentesco, la jerarqua, la autoridad y la religin, y tambin sus premoniciones de un caos social coronado por el poder absoluto si los. individuos son arrancados de los contextos de estos valores por la fuerza de las otras dos ideologas; A diferencia de los filsofos del Iluminismo, los conservadores comenzaron con la realidad absoluta del orden instituciona1, tal como lo encontraron: el orden legado por la historia. Para ellos el orden natural, el orden revelado por la razn pura, el orden sobre el cual los philosophes haban montado sus ataques devastadores a la sociedad tradicional, careca de toda realidad. La cuestin aparece invertida, en verdad, en el pensamiento conservador: ste bas su agresin contra las ideas iluministas del derecho natural, la ley natural y la razn independiente, sobre la proclamada prioridad de la sociedad y sus instituciones tradicionales con respecto al individuo.

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A comienzos del siglo XIX los conservadores constituyeron una fuerza antiiluminista. En realidad no hay una sola palabra, una sola idea central de aquel renacimiento conservador, que no procure refutar las ideas de los philosophes. A veces (Chateaubriand es un ejemplo) se complacan en parecer defensores de algunos iluminisras, corno medio de acometer contra algn otro: por lo comn contra Voltaire, cuyos brillantes ataques al cristianismo eran vitriolo para los conservadores, cristianos en lo ms profundo. Aun en Burke se encuentran eventualmente palabras amables para sus enemigos, cuyo propsito era promover en ellos ~sentimientos contradictorios y dividirlos, pero el odio al Iluminismo, y en especial a Rousseau, es fundamental en el , conservadorismo filosfico. [Con acierto se ha llamado a los conservadores profetas de "_~Q,"R~ado,cuya accin difcilmente habra de tener efecto 'alguno sobre las corrientes principales del pensamiento y la vida europea. Sin ,embargo, para comprender mucho de cuanto sabemos hoy que es importante y profundo en el siglo XIX, sera fatal que los dejramos de lado, como si solo tuvieran significacin para los anticuarios. Todas las historias del pensamiento atestiguan la gran influencia ejercida por Burke, y especialmente por Hege1, pero ambos suelen ser considerados como individuos ms que como miembros de un movimiento ideolgico que trascendiera. Debe vrselos, s, como personalidades individuales, a semejanza de Voltaire y Diderot dentro del Iluminismo, pero tambin como integrantes de un vasto grupo de mentalidades con suficientes cosas en comn para constituir, incuestionablemente, una poca, un esquema de ideas. De todos ellos, los franceses 30n quiz los ms descuidados por los estudiosos. Bonald, Maistre y Chateaubriand suelen aparecer como figuras extraas, con ciertos rasgos gticos, en la historia del romanticismo, clasificacin que al menos a los dos primeros, debe hacerlos revolcarse en sus tumbaso La brillante juventud conservadora de Lamennais suele ser relegada al olvido ante el resplandor que emana de sus actividades' radicales posteriores; la influencia de los conservadores franceses sobre el pensamiento social fue, empero, importante. Basta una ojeada a algunos socilogos para evidenciarlo. As, Saint-Simon y Comte prodigaron sus elogios a 10 que este ltimo llamaba la escuela retrgrada. Este grupo inmortal conducido por Maistre -escribe

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Comte--I merecer por mucho tiempo fa gratitud de los positivistas.2 Saint-Simon afirm que su inters por los perodos crtico y orgnico de la historia, y tambin sus incipientes proposiciones para estabilizar el industrialismo y la democracia, le haban sido inspirados por Bonald. Le Play, una generacin ms tarde, no hara sino asignar sentido cientfico, en su European Working Classes, a la temprana obra polmica de Bonald sobre la familia. La influencia del conservadorismo sobre Tocqueville es incuestionable: constituye la fuente inmediata de su preocupada y evasiva apreciacin de la democracia. Y hacia fines del siglo, en las obras de Durkheim, de ideas no religiosas y liberal en poltica, encontramos ciertas tesis del conservadorismo francs convertidas en algunas de las teoras esenciales de su sociologa sistemtica: la conciencia colectiva, el carcter funcional de las instituciones e ideas, las asociaciones intermedias y tambin su ataque al individualismo. Contra qu se alzaba el conservadorismo? Ante todo, por supuesto, contra la Revolucin, pero en modo alguno nicamente contra ella. Creo que podemos entender mejor esta ideologa si la concebimos como el primer gran ataque al modernismo y a sus elementos polticos, econmicos y culturales. La Revolucin encendi la mecha, pero para los conservadores, su importancia era de ndole histrica y simblica. La vean como la frrea culminacin de tendencias profundas en la historia europea moderna; tendencias que se manifestaban ahora en sus terribles consecuencias. Pocos llegaron tan lejos como Bonald, quien aluda al-Terror como el justo castigo que Dios infliga a Europa por sus herejas seculares e individualistas, pero exista entre los conservadores la conviccin profunda, sin excepciones, de que 10 ms distintivo y moderno de la historia posterior a la Reforma era la maldad, o el preludio de la maldad. Cuando reconstruyeron la historia de Europa, lo primero que vieron fue que los protestantes haban arrebatado de la disciplina de la iglesia la fe individual, lo que conduca de modo inevitable al disenso "permanente. De esta transgresin a atribuir al hombre finito e individual, las potencias intelectuales y certidumbres propias de Dios y de la socie2 Systeme de politique positive, 4'10 ed., Pars, 1912, 111, pg. 605. Para un informe detallado de la influencia del conservadorismo SOr bre el pensamiento del siglo XIX, vase mi Conservatism and Sociology, American [ournal o/ Sociology, septiembre de 1952.

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de Roanoke, James Fenimore Cooper, John C. Calhoundad (como hicieran Bacon y Descartes) solo haba un paso. Ante la hereja del individualismo secular, no es lgico que los hombres consideraran a la sociedad como consideraban al paisaje fsico, es decir, algo que las facultades creativas podan enmendar chapuceramente una y otra vez, remodelar o rehacer, segn se lo sugirieran sus impulsos? Por ltimo, era inevitable que surgiera de todo esto la imagen romntica y peligrosa del hombre como una criatura de instintos indeleblemente estables y buenos por naturaleza, sobre los cuales las instituciones y gobiernos se asentaban de manera represiva y sin necesidad. Tal, en lneas generales, la concepcin conservadora de lo que precedi a la Revolucin y al modernismo. En el cuadro conservador del modernismo hay otros elementos que proceden en forma directa de la Revolucin Francesa. El igualitarismo y el poder centralizado fundado en el pueblo son quiz los ms importantes, pero estn estrechamente vinculados con otros: la sustitucin -en religin, poltica y arte- de las restricciones disciplinarias de la tradicin y la piedad por el sentimiento y la pasin; el reemplazo de los valores sacros no racionales por normas impersonales y efmeras de contrato y utilidad; la declinacin de la autoridad religiosa, social y poltica; la prdida de la libertad, trmino este ltimo que los conservadores preferan definir en su sentido medieval, con connotaciones no tanto de liberacin (que significaba licencia y falta de ataduras), como de derecho rector dentro de la ley y la tradicin divinas; la decadencia de la cultura, como consecuencia de su difusin en las masas; y por ltimo, la mentalidad progresista y determinista que presida todo esto, y que insista en considerar lo pasado, lo presente y lo futuro como categoras frreas correspondientes a lo ticamente malo, mejor y ptimo. Esta es la constelacin de elementos que surge de la concepcin general conservadora sobre el mundo moderno, el mundo que la Reforma, el capitalismo, el nacionalismo y la razn engendraran, y al que la Revolucin haba dado ahora nacimiento. Fcil es descubrir todos estos elementos en la reaccin de Burke frente a la Revolucin Francesa; tambin se conservan vvidos en los escritos de otros conservadores europeos y americanos. Si las ideas conservadoras nunca arraigaron realmente en Estados Unidos, no fue porque no hubiera hombres de genio -tales como John Randolph

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unos pocos ms+- que trataran de inseminarIas en el pensamiento poltico norteamericano, sino porque carente de un pasado institucional medieval, que persistiera en su realidad presente, el pas no tena con qu nutrirIas, a fin de tornarIas apremiantes y relevantes; mientras que en Europa, este pasado medieval se transform, con particular subitaneidad despus de la Revolucin Francesa, en un conjunto evocativo de smbolos. El redescubrimiento de lo medieval -sus instituciones, valores, preocupaciones y estructuras- es uno de los acontecimientos significativos de la historia intelectual del siglo XIX.3 Aunque su importancia primera y ms duradera se vincula con el conservadorismo europeo (plasmando, por as decir, la imagen conservadora de la sociedad buena), tambin la tiene, y mucha, para el pensamiento sociolgico, ya que forma el tejido conceptual de gran parte de su respuesta al modernismo. Este redescubrimiento de la Edad Media explica, tanto como cualquier acontecimiento singular, las notables diferencias entre la reconstruccin tpica de la historia europea por parte de los iluministas, y la corriente en muchos escritos histricos del siglo XIX. Los philosophes franceses, y tambin ciertos racionalistas ingleses como Gibbon, Adam Smith y Bentham, manifestaron categrico desdn por la Edad Oscura, ese perodo de ms de un milenio que se extiende entre la cada de Roma y el comienzo de la Edad de la Razn, segn la opinin generalizada. De pronto, la Edad Media-vuelve a ser objeto de la atencin de los humanistas: primero en los escritos de hombres como Haller, Savigny, Bonald y Chateaubriand, para quienes esa era es innegablemente un motivo de inspiracin; luego, ampliando cada vez ms su mbito, en las obras de los juristas, historiadores, telogos, novelistas, etc. La Edad Media suministr al siglo XIX casi tanto clima espiritual y temas como el pensamiento clsico lo haba hecho en elI

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3 Uno de los muchos mritos de la excelente obra de Raymond Williams, Culture and Society: 1780-1950 (Garden City: Doubleday Anchor Books, 1960) es destacar y documentar el efecto literario del medievalismo en el siglo XIX. Para los efectos sociales vase mi De Bonald and the Concept of the Social Group, [ournal o/ the History o/ Ideas, junio de 1944, pgs. 315-31, esp. pgs. 320 y sigs.

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Renacimiento. La aparicin de lo que se dio en llamar la escuela histrica de las ciencias sociales, se fund sobre el empleo de materiales histricos e institucionales en su mayora medievales. Cada vez ms la sociedad medieval proporcionaba una base de comparacin con el modernismo, para la crtica de este ltimo. As como el siglo XVIII haba popularizado el empleo de materiales primitivos +-toda la moda del exotismo, por ejemplo, tan estrechamente vinculada a los modelos de ley naturalcon el fin de establecer su contraste con el presente, as ahora el siglo XIX recurri a materiales medievales. Haba en ello algo ms que un propsito comparativo, por supuesto; tal como evidencian los monumentales estudios de van Gierke, Fustel de Coulanges, Rashdall y Maitland, el inters por la Edad Media iba acompaado de una bsqueda erudita de los orgenes institucionales de la economa, la poltica y la cultura europeas. La Edad Media pudo servir de fundamento a la idealizacin y la utopa -lo demuestran los escritos de Chateaubriand, Sir Walter Scott y otros autores hasta llegar a William Morrispero tambin sirvi como fuente de algunas notables investigaciones histricas y de ciencias sociales. Entre el medievalismo y la sociologa hay ntima relacin. Hemos sealado cunto admiraba Comte a los conservadores; de ello deriv su aprecio .casi equivalente por la Edad Media. Pocos la adularon tanto como 61; fuera de toda duda, el medievalismo es el modelo real de su utopa sociolgica en Sistema de poltica positiva. Comte infundi en sus venas la sangre del positivismo en reemplazo del catolicismo, pero es indudable su admiracin por la estructura de la sociedad medieval, y sus deseos de restaurar, mediante la ciencia, sus caractersticas esenciales. La sociedad medieval, con su localismo, su jerarqua y su constitucin religiosa, es el punto de referencia permanente en los estudios de Tocqueville sobre la democracia norteamericana y el rgimen moderno en Europa. Le Play fundaba francamente su familia troncals, de la que haca tanto alarde, sobre la familia medieval, y declaraba que la Edad Media era el verdadero objeto de atencin en el estudio comparativo de los hechos sociales, y no las irrelevantes sociedades antiguas y primitivas. Tonnies dedujo el material sustancial de su tipologa de Gemeinschaft a partir de . la aldea, la familia y el clan medievales. Durkheim bas 1.1

su celebrada propuesta de creacin de asociaciones profe- ' sionales intermedias en los gremios medievales, poniendo. buen cuidado, por supuesto, en aclarar las diferencias, dado que a menudo se le haba criticado que fundara su ciencia de la sociedad en valores de corporativismo, organicismo y realismo metafsico. Con esto no pretendemos insinuar que los socilogos tuvieran espritu medieval. Tendramos que buscar mucho para encontrar una mentalidad ms moderna, por su filiacin social y poltica, que la de Durkheim. Aun en el cuerpo de su teora social, prevalece el espritu racionalista y positivista, tomado en gran parte de Descartes, quien, mucho ms que cualquier otro filsofo del siglo XVII, haba aniquilado el escolasticismo. Lo mismo cabe decir, en esencia, de Tnnies, Weber y Simmel. .: 1deologa y sociologa Esto nos lleva al importante tema de las ideologas personales de lbs socilogos de que nos ocuparemos. Hasta aqu hemos examinado las ideologas en abstracto, tomndolas como semillero de los problemas doctrinarios y conceptuales del siglo. El cuadro est lejos de ser igualmente claro ni es tan fcil hacer clasificaciones cuando tomamos en cuenta a los individuos. No resulta demasiado arduo ubicar a Le Play, Marx y Spencer en sus ideologas respectivas. El primero es el conservador por excelencia; Marx, la personificacin del radicalismo del siglo XIX; Y Spencer, segn todas las normas de su poca, fue un liberal; pero no sucede lo propio con otros autores. Cabra designar a Comte como radical si atendemos a 'lo utpico de su Sistema de poltica positiva, con su plan de reordenacin total de la sociedad occidental; mas para muchos hombres de su siglo, y en primer trmino para J ohn Stuart MilI, las mesuradas loas que aqul cantara a la ciencia, la industria y el positivismo lo colocan entre los liberales; y es indudable la tendencia profundamente conservadora de los verdaderos conceptos de su nueva ciencia, conceptos que explican el lugar especial que ocup dentro del pensamiento conservador francs hasta la Action Francaise, y tambin en el pensamiento de la Confederacin del Sur previo a la Guerra de Secesin de Estados Unidos. Quiz la figura de Tocqueville

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La paradoja de la sociologa -paradoja creativa, como trato de demostrar en estas pginas- reside en que si por sus objetivos, y por los valores polticos y cientficos que defendieron sus principales figuras, debe ubicrsela dentro de corriente central del modernismo, por sus conceptos esenciales y sus perspectivas implcitas est, en general, mucho ms cerca del conservadorismo filosfico. La comunidad, la autoridad, la tradicin, lo sacro: estos temas fueron, en esa poca, principalmente preocupacin de los conservadores, como se puede apreciar con gran claridad en la lnea intelectual que va de Bonald y Haller a Burckhardt y Taine. Tambin lo fueron los presentimientos de alienacin, del poder totalitario que habra de surgir de la democracia de masas, y de la decadencia cultural. En vano buscaramos los efectos significativos de estas ideas y premoniciones sobre los intereses fundamentales de los economistas, politiclagos, psiclogos y etnlogos de ese perodo. Se los hallar, en cambio, en la mdula de la sociologa -transfigurados, por supuesto, por los objetivos rar.ionalistas o cientficos de los socilogos.

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Las fuentes de la imaginacin

sociolgica

Conviene insistir, para concluir con este tema, en dos puntos: primero, la base moral de la sociologa moderna; y segundo, el marco intuitivo o artstico de pensamiento en que se han alcanzado las ideas centrales de la sociologa. Las grandes ideas de las ciencias sociales tienen invariablemente sus races en aspiraciones morales. Por abstractas que . las ideas sean a veces, por neutrales que parezcan a los tericos e investigadores nunca se' despojan, en realidad, de sus orgenes morales. Esto es particularmente cierto con relacin a las ideas de que nos ocupamos en este libro. Ellas no surgieron del razonamiento simple y carente de cornpromi= sos morales de la ciencia pura. N o es desmerecer la grandeza cientfica de hombres corno Weber y Durkheim afirmar que trabajaban con materiales intelectuales -valores, conceptos y teorasque jams hubieran llegado a poseer sin los persistentes conflictos morales del siglo XIX. Cada una de las ideas mencionadas aparece por primera vez en forma de una afirmacin moral, sin ambigedades ni disfraces. La comunidad comienza como valor moral; solo gra-

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dualmente se hace notoria en el pensamiento sociolgico del siglo la secularizacin de este concepto. Lo mismo podemos decir de la alienacin, la autoridad, el status, etc. Estas ideas nunca pierden por completo su textura moral. Aun en los escritos cientficos de Weber y Durkheim, un siglo despus de que aqullas hicieran su aparicin, se conserva vvido el elemento moral. Los grandes .:ilJ,::lloglJS jams uejawll de ser filsofos morales. iy jams dejaron de ser artistasl! Es importante tener presente, aunque solo sea como profilaxis contra un cientificismo vulgar, que ninguna de las ideas que nos interesan -ideas que siguen siendo, repito, centrales en el pensamiento sociolgico contemporneosurgi como consecuencia de lo que hoy nos complace llamar razonamiento para la resolucin de problemas. Cada una de ellas es, sin excepciones, resultado de procesos de pensamiento -imaginacin, visin, intuicinque tienen tanta relacin con el artista como con el investigador cientfico. Si insisto en este punto, es solo porque en nuestra poca, los bien intencionados y elocuentes maestros de la sociologa (y tambin de otras ciencias sociales), recalcan con demasiada asiduidad que 10 que es cientfico (i Y por consiguiente importante!) en su disciplina, es nicamente consecuencia de poner la razn al servicio de la definicin y resolucin de problemas. Quin se atrevera a pensar que las Cemeinschaft y Gesellschaft de la tipologa de Tnnies, la concepcin weberiana de la racionalizaci6n, la imagen de la metrpoii de Simmel, y la idea sobre la anomia de Durkheim provengan de lo que hoy entendemos por anlisis lgico-emprico? Formular la pregunta implica ya conocer la respuesta. Estos hombres no trabajaron en absoluto con problemas finitos y ordenados ante ellos. No fueron en modo alguno resolvedores de problemas. Con intuicin sagaz, con captacin imaginativa y profunda de las cosas, reaccionaron ante el mundo que los rodeaba como hubiera reaccionado un artista, y tambin como un artista, objetivando estados mentales ntimos, solo parcialmente conscientes. Tomemos, a ttulo de ejemplo, la concepcin de la sociedad y el hombre subyacente en el gran estudio de Durkheim acerca del suicidio. Se trata, en 10 fundamental, de la pers4 La media docena de prrafos que siguen proceden de mi 80ciology as an Art Forms, Paciiic Sociological Review, otoo de 1962.

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pectiva de un artista, tanto .como la de un hombre de ciencia. El trasfondo, los detalles y la caracterizacin se combinan en una imagen total iconstica por su captacin de un orden social completo. Cmo logr Durkheim esta idea rectora? De algo podemos estar seguros: no la encontr examinando las estadsticas vitales de Europa, como hubiera sucedido si se (\I'li('(\,.~ a 1(\ r.iencia la fbula de la cigea; tampoco Darwin extrajo la idea de la seleccin natural de sus observaciones durante el viaje del Beagle. La idea, as como el argumento y las conclusiones de El suicidio ya estaban en su mente antes de examinar las estadsticas. De dnde, pues, la obtuvo? Solo cabe especular al respecto. Pudo haber arribado a ella en sus lecturas de Tocqueville, quien a su vez tal vez la dedujo de Lamennais, quien es posible que la tomara de Bonald o Chateaubriand. O quiz provino de alguna experiencia personal: de algn recordado fragmento del Talmud, de una intuicin nacida de su propia soledad y marginalidad, una migaja de experiencia parisiense. Quin puede saberlo? Pero una cosa es cierta: la fecunda combinacin de ideas que hay detrs de El suicidio -de la cual seguimos extrayendo provecho en nuestras empresas cientficas- se alcanz de una forma ms afn con los procedimientos de un artista que con los del procesador de datos, el lgico o el tecnlogo. No es muy diferente lo que ocurre con las ideas y perspectivas de Simmel, el ms imaginativo e intuitivo de los grandes socilogos, y en ms de un sentido. Sus descripciones del miedo, el amor, los convencionalismo s, el poder y la amistad exhiben la mentalidad de un artista-ensayista, Y no constituye distorsin alguna de valores ubicado junto a maestros como Montaigne y Bacon. Si eliminamos la visin artstica de sus anlisis de lo extrao, la dada y el rol de lo secreto, habremos eliminado todo lo que le da vida. En Simmel hay esa maravillosa tensin entre lo esttico concreto y lo filosfico general propia de las grandes obras. El elemento esttico es lo que hace imposible la absorcin de su material sociolgico por medio de una teora sistemtica y annima. U no debe retornar al propio Simmel para dar con el concepto real. Al igual de lo que sucede con Darwin y Freucl, siempre es posible deducir del hombre mismo algo importante que ninguna formulacin impersonal de la teora social permite entrever. Nuestra relacin con estas ideas y sus creadores es semejante

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a la que vincula al artista con sus predecesores. Del mismo modo que el novelista siempre aprender algo nuevo al estudiar y reestudiar a Dostoievski o James -un sentido del desarrollo y la forma, y el modo de extraer inspiracin de una fuente fecundatambin el socilogo aprende permanentemente al releer a hombres como Weber y Simmel. Este es el rasgo que diferencia a la sociologa de algunas ciencias fsico-naturales. Lo que el fsico joven puede aprender, aun de un Newton, tiene un lmite. Una vez entendidos los puntos fundamentales de los Principia, es poco probable que su relectura le ofrezca, como fsico, mucho ms (aunque podra extraer nuevas ideas de ellos como historiador de la ciencia). Cun diferente es la relacin del socilogo con un Simmel o un Durkheim! La lectura directa ser siempre provechosa, siempre dar como resultado la adquisicin de una informacin fecunda, capaz de ensanchar los horizontes del lector. Proceso semejante al del artista contemporneo que se enfrasca en el estudio de la arquitectura medieval, el "soneto isabelino o las pinturas de Matisse. Tal es la esencia de la historia del arte, y la razn de que la historia de la sociologa sea tan diferente de la historia de la ciencia.

2. Las dos revoluciones

El resquebrajamiento

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Las ideas fundamentales de la sociologa europea se comprenden mejor si se las encara como respuesta al derrumbe del viejo rgimen, bajo los golpes del industrialismo y la democracia revolucionaria, a comienzos del siglo XIX~.y los problemas de orden que ste creara. Tal es la nica conclusin que podemos extraer del carcter de las ideas y las obras donde aparecen, y de la relacin de idea y obra con la poca. Los elementos intelectuales de la sociologa son producto de la refraccin de las mjsmas fuerzas y tensiones q, e delinearon el liberalismo, e~onservadorismo u y el ra.dicalismo modernos. El colapso del viejo orden en Eu opa -orden que se apoyaba en el parentesco, la tierra,' la clase social, la religin, la comunidad local y la} monarqualiber los diversos elementos de poder, riqeza y status consolidados, aunque en forma precaria, desde la Edad Media. Dislocados por la Revolucin, reunidos confusamente por el industrialismo y las fuerzas de la democracia, encontraremos a esos elementos recorriendo a tumbos el paisaje poltico de Europa durante todo el siglo XIX, en la bsqueda de contextos nuevos. Del mismo modo que la historia poltica del siglo XIX registra los esfuerzos prcticos de los hombres por volver a consolidarlos, la historia del pensamiento social registra los' esfuerzos tericos realizados en tal sentido; es decir, las tentativas de ubicados en perspectivas de importancia filosfica y cientfica para la nueva era. La ndole de la comunidad, la localizacin del poder, la estratificacin de la riqueza y los privilegios, el rol del individuo en la naciente sociedad de masas, la reconciliacin de los valores sacros con las realidades polticas y econmicas, la direccin de la sociedad occidental: he ah ricos temas para la ciencia del hombre del siglo XIX, igualmente sustanciosos como problemas por dirimir en el mercado, en la cmara legislativa, y tambin, con bastante frecuencia, en las barricadas.

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Dos fuerzas, monumentales por su significacin, dieron extrema relevancia a estos temas: la Revolucin Industrial y la Revolucin Francesa. Sera difcil encontrar algn rea del pensamiento que no hubiera sido afectada por uno de estos acontecimientos o por ambos. Su naturaleza cataclsmiea se torna muy evidente si observamos la reaccin de quienes vivieron durante esas revoluciones y sufrieron sus consecuencias inmediatas. Hoy resulta harto sencillo sumergir cada revolucin, con sus rasgos distintivos, en procesos de cambio de largo plazo; tendemos a subrayar la continuidad ms que la discontinuidad, la evolucin ms que la revolucin. Pero para los intelectuales de esa poca, tanto radicales como conservadores, los cambios fueron tan abruptos como si hubiera llegado el fin del mundo. El contraste entre lopresente y lo pasado pareca total -terrorfico o embriagador, segn cual fuera la relacin del sujeto con el viejo orden y con las fuerzas en l actuantes. En este captulo nos ocuparemos, no tanto de los acontecimientos y los cambios producidos por las dos revoluciones, como de las imgenes y reflejos que puedan hallarse de ellos en el pensamiento social del siglo pasado. No abriremos juicio sobre 10 que fueron en su realidad histrica las revoluciones Industrial o Francesa, en su relacin concreta con ,lo que las precedi y lo que las sigui. Nuestro inters se ! centrar sobre las ideas, y el vnculo entre acontecimientos e , ideas nunca es directo; siempre estn de por medio las concepciones existentes sobre aqullos. Por eso es crucial el papel que desempea la valoracin moral, la ideologa po.ltica. La Revolucin Industrial, el poder de la burguesa y el nacimiento del proletariado pueden o no haber sido lo que Marx supuso que fueron, pero queda en pie el hecho de que, si se prescinde de su concepcin al respecto, no hay otra forma de explicar lo que quiz fue posteriormente el mayor movimiento intelectual o social de la historia de Occidente. Cabe afirmar lo mismo de la Revolucin Francesa. Alfred Cobban se refiri hace poco al mito de la Revolucin Francesa, queriendo decir, al parecer, que no solo la subitaneidad de la Revolucin sino tambin su importancia haban sido exageradas. Pero desde el punto de vista de algunos de los fundadores de la sociologa -Cornte, Tocqueville, Le Playlo fue en otro sentido completamente distinto, ms o menos el que Sore! habra de dar a

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esa palabra. Para aquellas figuras -y para muchos otrosla Revolucin Ffancesa pareci casi un acto de Dios en su iirmsidad cataclismica, Con la posible excepcin de la Revolucin Bolchevique en el siglo XX, ningn otro acontecimiento desde la cada de Roma en el siglo V suscit emociones tan intensas, reflexiones tan graves ni tantos dogmas y perspectivas rljvr-rsos relativos al hombre y su futuro. Tal como afirma E. J. Hobsbawm en uno de sus ltimos escritos, las palabras son testimonios que a menudo hablan ms alto que los documentos. El perodo comprendido por el ltimo cuarto del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX es, desde el punto de vista del pensamiento social, uno de los ms ricos de la historia en lo que atae a liIormacin de palabras. Consideremos las siguientes, inventadas en ese lapso o -lo que es lo mismo-- modificadas entonces para darles el sentido que hoy tienen: industria, industrialista, democracia, clase, clase media, ideologa, intelectual, racionalismo, humanitario, atomlstico, masa, comercialismo, proletariado, colectivismo, igualitario, liberal, conservador, cientfico, utilitario, burocracia,capitalismo, crisis+ Hubo otras, pero stas son para nosotros las ms interesantes. Evidentemente, estas palabras no fueron simples tantos en un juego de reflexiones abstractas acerca de la sociedad y sus cambios. Todas y cada una de ellas estuvieron saturadas por un inters moral y una adhesin partidaria, lo mismo al terminar el siglo XIX como en sus comienzos, cuando hicieron su aparicin. Esto no significa negar ni oscurecer su eficacia posterior en el estudio objetivo de la sociedad. Todos los grandes perodos del pensamiento en la historia de la cultura se caracterizan por la proliferacin de nuevos trminos y de nuevas acepciones, para los antiguos. De qu otro modo podran cortarse los lazos de los convencionalismos intelectuales, si no mediante los filosos bordes de las nuevas palabras, capaces de expresar por s solas nuevos valores y fuerzas que pugnan por manifestarse? Nada ms fcil que aplicarles los eptetos de jerga y barbarismo lingstico cuando surgen por primerayez; cierto es que algunas de ellas los tenan bien merecidos y recibieron el justo castigo del olvido posterior, pero la historia revela pal1 The Age of Revolution, Nueva York: Mentor Books, 1964, pgs. 17 y sigs. Vase tambin Rayrnond Williarns, op. cit., XIXVIII.

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bajadora. mariamente que fueron pocas las palabras claves en el estudio humanstico del hombre y la sociedad que no comenzaran como neologismos nacidos de la pasin moral y del inters ideolgico. Los temas del industrialismo Nada lo pone ms en evidencia que el efecto de la Revolucin Industrial sobre el pensamiento decimonnico. Si bien la fuerza de la Revolucin Industrial adquiere mayor notoriedad en la obra --literaria y eruditade los ingleses (aunque ms no sea porque esta Revolucin es tan inglesa como es francesa la Revolucin poltica iniciada en 1789),0 el industrialismo no dej de tener implicaciones para los pen-_ sadores franceses y alemanes. La amplia difusin que tuvo en toda Europa La riqueza de las naciones de Adam Smith, publicado en 1776, advirti incluso a los eruditos ms encerrados en sus claustros los problemas que creara esa Revolucin. Mucho antes de que la frase Revolucin Industrial se hiciera corriente, los escritores alemanes y franceses ya designaban como sistema ingls las fuerzas combinadas del individualismo legal y del economismo que estaban trans- . formando a la sociedad inglesa. Como veremos repetidamente en los captulos que siguen, desde Comte a Weber, los socilogos debatieron los problemas de la comunidad, el status y la autoridad en el contexto casi invariable de los cambios impresos sobre la sociedad europea por las fuerzas derivadas de la divisin del trabajo, el capital industrial y los nuevos roles del hombre de negocios y el obrero. Qu aspectos de la Revolucin Industrial habran de provocar mayor cantidad de respuestas sociolgicas y de resultar ms rectores en la formulacin de problemas y conceptos? Cinco de ellos, a nuestro juicio, desempearon un papel crucial: la situacin de la clase trabajadora, la trans[ormacin de la propiedad, la ciudad industrial, la tecnologa y el sistema [abril Gran parte de la sociologa es en rigor una respuesta al reto representado por estas nuevas situaciones, y sus conceptos los sutiles efectos que ellas ejercieron sobre la mente de hombres tales como Tocqucville, Marx y Weber. Es incuestionable que el ms notable y ms ampliamente debatido de estos aspectos fue la situacin de la clase tra-

europeo,

Por primera vez en la historia del pensamiento la clase trabajadora (distingo clase trabajadora> de los pobres, los oprimidos, los humildes, que por supuesto constituyen temas permanentes) fue tema de preocupacin moral y analtica. Algunos estudiosos han sugerido en los ltimos tiempos que la situacin de la clase trabajadora, aun en las primeras etapas del industrialismo, era mejor que la que haba prevalecido durante un par de siglos antes. Quizs esto sea cierto; pero es difcil que los observadores independientes sustentaran en los comienzos del siglo XIX tal opinin. Tanto para los radicales como para los conse!vadores, la indudable degradacin de los trabajadores, al privarlos de las estructuras protectoras del gremio, la aldea y h familia, fue la caracterstica fundamental Y ms espanfosadd nuevo orden. La declinacin del status del trabajador comn, para no mencionar al artesano especializado, es objeto de la acusacin de unos y otros. En el continente, Bonald y Hegel aludan con disgusto al sistema ingls, al advertir la inestabilidad general de la sociedad que resultara fatalmente de la prdida, por parte del hombre, de las races de su trabajo en la familia, la parroquia y la comunidad. Ya en 1807 en Inglaterra, Robert Southey basaba en gran parte su crtica al nuevo sistema fabril en el empobrecimiento de sectores cada vez mayores de la poblacin. Nueve aos despus escribi en su Colloquies: [Un] pueblo puede ser demasiado rico; pues la tendencia del sistema comercial, y ms especficamente del sistema fabril, es acumular riqueza ms bien que distribuirla .. , los grandes capitalistas llegan a ser como tiburones en un estanque, que devoran a los peces ms dbiles; y no hay duda de que la pobreza de una parte del pueblo parece aumentar en la misma proporcin que la riqueza de otra.2 Como haba de ocurrir a lo largo de todo el siglo, Southey seala el contraste entre su poca y las anteriores . Con lo malos que eran los tiempos feudales -le hace decir a Sir Thomas More, su principal vocero el). los Colloquies-, no fueron ta? perjudiciales como esta poca comercial para los sentimientos buenos y generosos d . la naturaleza humana.>" Volvamos a los escritos del mis capaz de los radicales ingleses de ese periodo, William C(;t'b e hipotticas del siglo anterior -basadas, segn era, pblicamente reconocido, ms en las luces de la razn que en los datos de los archivos-, se mostraban adversos tambin a la hostilidad contra la Edad Media que haba conducido a Voltaire, Gibbon y Condorcet a despreciar todo aquel perodo por su brbara interrupcin del progreso. Basta mencionar los nombres de Stubbs, Freeman, MaitIand, Fustel de Coulanges, Savigny y von Gierke para mostrar el grado, en que historiadores de primera fila se entregaron al estudio de las comunidades e instituciones medievales. Las historias institucionales del siglo XIX siguen siendo hasta hoy insuperadas; ellas representan una parte del inters despertado por la comunidad medieval, inters que afecta asimismo al advenimiento de la sociologa. La relacin en buena medida adversa u hostil que los historiadores del siglo XVIII encontraron que exista entre las instituciones medievales y los electorados, asambleas y libertades modernas, se invierte en el siglo' XIX, donde algunos estudiosos buscan los orgenes de la democracia en los contextos otrora

* Hundred: Antigua divisin de los condados en Inglaterra que comprenda, segn se supone, un centenar de hdes, medida equivalente a unos 100 acres; o sea que el hundred tena 10.000 acres (aproximadamente 4.050 ha). (N. del E.)

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Lo que ms nos interesa a nosotros, no obstante, es la sociologa y la influencia ejercida sobre ella por la idea de comunidad. Esta influencia fue amplia. La, comunidad no,~s un asunto que atraiga el mero inters emprico de los so~' cilogos -puesto de manifiesto en estudios sobre el parentesco, la localidad y el gremiosino una perspectivayuna metodologa que esclarece el anlisis. d' la religin, la autoridad, hr'ley, el lenguaje 'y la personalidad, y da otros alcan- .. ces al problema permanente de la organizacin y la desorganizacin, La sociologa, ms que toda' otra disciplina de este siglo, ha dado primaca al concepto. de lo social. El punto sobre el cual queremos insistir, sin embargo, es que el referente de lo social fue casi invariablemente lo comunal. Communitas, no societas (con sus connotaciones ms impersonales) es la verdadera fuente etimolgica de la palabra social, tal como la emplea el socilogo en sus estudios sobre la personalidad, el parentesco, la economa y el sistema poltico. En ninguna parte aparece ms deslumbrante la visin de la comunidad, al iniciarse el siglo XIX, que en el pensamiento y la obro. de Auguste Comte. Este no solo dio nombre a la sociologa, sino que consigui ms que nadie establecer sus fundamentos en el mundo de la filosofa y la erudicin. Su nombre nos evoca la "ley de los tres estados, la jerarqua de las ciencias, y vagamente el positivismo, al cual l consider al principio sinnimo de ciencia, y ms tarde, en sus ltimos aos, Una nueva religin que a su juicio reemplazara al cristianismo. Pero el positivismo es solo un mtodo; y la ley de los tres estados y la jerarqua de las ciencias tienen poco que ver, en realidad, con el sistema de sociologa por l concebido; constituyen su prembulo, los argumentos -por as decirlo-- en pro de la necesidad e inevitabilidad de una nueva ciencia de la sociedad. Si nos interesa conocer lo que el propio Comte juzgaba su sociologa sistemtica, no iremos a la Filosofa positiva (la ms influyente de todas sus obras tanto desde el punto de vista filosfico como en trminos generales, segn se ad-

mite) , sino a LfL poltica positiva, cuyo subttulo reza: Tratado de sociologa; en ella, el ambiente de comunidad resulta arrollador. Comunidad perdida es comunidad que hay que ganar: he aqu los temas que orientan tanto su esttica social (la ciencia del orden) como su dinmica social (la ciencia del progre. o ). Comte define ,,1 pf()~reso simplemente como e! logro del orden, y no hay duda de que cuando su pens-: miento alcanz plena madurez, la esttica social fue para l el ms fundamental de los dos aspectos. La dinmica social -nos dice- se funda sobre una captacin profunda del evolucionismo que emana de los pensadores metafsicos iluministas; la esttica social, en cambio, se apoya en ideas extradas (lo admite con franqueza) de la escuela tealgica o retrgrada, de la que Maistre, Bonald y Chateaubriand fueron, a su juicio, las figuras preeminentes. En teora, su repudio de ambas escuelas es parejo, pero basta leer sus amargas palabras acerca de hombres como Voltaire y Rousseau ( Para que la sociologa sea posible debe tener un objeto propio que la caracterice, tomar conocimiento de una realidad que no pertenece ya al dominio de otras ciencias. Si no existe realidad alguna fuera de la conciencia individual, la sociologa carece de objeto propio, pues entonces los nicos47 Suicide, pgs, 36 y sigs.

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temas susceptibles de observacin son los -estados mentales del individuo; sin embargo, stos pertenecen al campo de la psicologa. Desde el punto de vista psicolgico, la esencia del matrimonio, por ejemplo, o de la familia, o de la religin, consiste en las necesidades individuales a las que estas instituciones presumiblemente responden: el amor paterno, el amor filial, el deseo sexual, el sedicente instinto religioso. Con el pretexto de dar a la ciencia una base ms slida fundndola sobre la constitucin psicolgica del individuo, se la despoja del nico objeto que le es propio: es preciso comprender que no puede haber sociologa a menos que existan sociedades; y que las sociedades no pueden existir si no hay otra cosa que individuos.s=f He aqu, enunciado con toda claridad, el pasaje de la metafsica a la metodologa prctica. Pocas veces ha sido esta traduccin llevada a cabo con ms eficacia. .Justificado que hubo el estudio del suicidio sobre bases demogrficas y metodolgicas -destacando en cada caso, conviene advertirlo, la autonoma de lo social, nico objeto que admite consideracin sociolgica- Durkheim agrega la razn final de su obra, que es de ndole moral. El suicidio, dice, pertenece a una categora de hechos que incluye el conflicto econmico, el crimen y el divorcio, y marca el estado patolgico de la sociedad europea contempornea. Hay que encontrar algn remedio que sirva para mitigar sus alcances, as como los de otras formas de desintegracin social. A la luz de estas consideraciones prcticas y morales Durkheim se refiere a algunas sugestiones relativas a las causas del desajuste general que padecen en la actualidad las sociedades europeas, y a los factores que puedan remediadas. El suicidio --insiste-- como se presenta hoy, es precisamente una de las formas en que se transmite la afeccin colectiva que padecemos; de ah que pueda ayudarnos a comprender esta ltima.49 Las conclusiones a que arriba en este libro notable pueden ser contempladas an en nuestros das como una demostracin triunfal de los resultados que haba previsto en abstracto en Las reglas del mtodo sociolgico. Su insistencia en la sociedad ms que en el individuo prevalece en toda la obra, plenamente apoyada por medio de datos y verifi48 Ibd., pg. 35. 49 uu; pg. 37.

cacin de hiptesis. Resultan muy grficas las palabras con que resume el trabajo: Los resultados que obtenemos cuando, dejando de lado al individuo, buscamos las causas de la aptitud suicida de cada sociedad en la naturaleza de la sociedad misma, son por completo diferentes. La relacin que existe entre el suicidio y ciertos estados del medio social es tan directa y constante como parece incierta y ambigua su vinculacin con hechos de carcter biolgico y fsico. ,,50 Cmo llega la sociedad a ser la causa determinante y principal de un acto tan individual como el suicidio? Ello ocurre en particular de los tres modos siguientes: Suicidio egosta. Se produce cuando la cohesin de los grupos a los que pertenecen los hombres declina al punto de no ofrecer ya el apoyo normal al yo. Durkheim declara en una de sus proposiciones ms celebradas: El suicidio vara inversamente al grado de integracin de los grupos sociales de los cuales el individuo forma parte. Cuando la sociedad est fuertemente integrada, impone limitaciones a los individuos, los considera a su servicio, y as les prohbe disponer a su antojo de s mismos. Dentro de las poblaciones modernas, entre aquellos cuyos lazos asociativos son relativamente dbiles -los protestantes, los habitantes urbanos, los trabajadores industriales, los profesionales- las tasas de suicidio son ms altas que las que registran los agregados de carcter opuesto.sSuicidio anmico. Paralelamente al suicidio egosta est el suicidio anmico, originado por la dislocacin repentina de sistemas normativos, el' derrumbe de los valores que tal vez guiaron al individuo durante toda su vida, o el conflicto entre las metas deseadas y la capacidad para alcanzadas. No es la pobreza lo que lleva al suicidio. Durkheim se refiere a la notable inmunidad de los pases pobres": [La pobreza] protege contra el suicidio porque es en s misma una limitacin. La riqueza, en cambio, por el poder que otorga, nos engaa hacindonos creer que dependemos solo de nosotros mismos. Al reducir la resistencia que encontramos en ~~sobjetos, nos sugiere la posibilidad de triunfar sobre ellos IlImitadamente. Cuanto menos restringido se siente uno, tanto ms intolerable parece toda restriccin.vs" La anomia es, en resumen, un derrumbe de la comunidad moral, del50 lbd., pg. 299. 51 uu., libro 2, cap. 2. 52 Ibid, pg. 254,.

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mismo modo que el egosmo es un derrumbe de la comunidad social. Suicidio altruista. La tercera forma de suicidio no es menos social, en su contexto rector, que los otros dos tipos, pero se manifiesta cuando la participacin en la relacin social es tan grande que el individuo se quita la vida porque piensa que algn acto suyo ha mancillado dicha relacin. La esencia de este suicidio, como seala Durkheim, no es el escape sino el autocastigo. Aunque es ms probable que lo encontremos en las sociedades primitivas, donde el consenso tribal puede tener una influencia arrolladora (pero aun all es raro), es posible hallarlo tambin, circunstancialmente, en esos sectores de la sociedad moderna -como los cuadros de oficiales de las organizaciones militares establecidas- de tradicin dominante y profunda. 53 Segn Durkheim: Toda sociedad humana tiene una aptitud mayor o menor para el suicidio; su expresin se basa sobre la naturaleza de las cosas. Cada grupo social posee en realidad una inclinacin colectiva por el acto que es suya propia, y fuente de todas las inclinaciones individuales, antes que su resultado. El egosmo, el altruismo o la anomia que fluyen por la sociedad en consideracin constituyen esas inclinaciones, de las que derivan tendencias de melancola lnguida, renunciacin activa o cansancio exasperado. Estas tendencias del organismo social, en su totalidad, al afectar a los individuos, determinan que lleguen al suicidio. Las experiencias privadas que suelen sealarse como causas inmediatas del suicidio, adquieren influencia segn la predisposicin moral de la vctima, eco del estado moral de la sociedad. ,,54 Este pasaje, extrado del contexto y considerado en trminos estrictamente analticos, podra ser expuesto al mismo tipo de ataques que sufrieron otros pasajes y conceptos durkheimianos. Cabe suponer la existencia, en una sociedad humana, de una aptitud -una inclinacin colectiva o de grupo- para el suicidio? Puede un organismo social tener tendencias de melancola Inguida- P, etc. Los presupuestos acumulados en varios siglos de individualismo occidental llevaran a responder enfticamente no, y as sucedi, con suma elocuencia, en los tiempos de Durkheim. Pero53 Ibid., libro 2, cap. 4. 54 tus; pg. 300.

no nos detengamos a inquirir una vez ms por los efectos agobiadores sobre el pensamiento occidental de un individualismo analtico que, paradjicamente, impidi conocer al hombre -al hombre real-, en lugar de permitir conocerlo; no tratemos tampoco de salvar a Durkheim de las conocidas acusaciones de reificacin. Las discusiones de esta especie son casi siempre ftiles e interminables. Insistamos mejor en este nico hecho: sobre la base del concepto de sociedad brillantemente sintetizado en el pasaje que acabamos de citar, Durkheim desarroll una metodologa y alcanz, por medio de verificaciones capitales, conclusiones (por cierto muy precisas) acerca de la incidencia del suicidio en la sociedad, que apenas han sido puestas en tela de juicio en los setenta aos transcurridos desde la publicacin de su trabajo. El suicidio sigue formando parte de la media docena de grandes estudios cientficos de sociologa; no es necesario siquiera apoyarse en la palabra clsico para formular este juicio. Nuestro cuarto ejemplo -y en definitiva el ms fundamental del empleo metodolgico de la comunidad por parte de Durkheim-, es su enfoque de la naturaleza del hombre. Despus de dos generaciones de psicologa social, es muy posible que en el examen de Durkheim de las fuentes sociales del yo haya pocas cosas que detengan nuestra atencin, pero en su poca fue lo bastante original como para suscitar incomprensin y eptetos agraviantes. La perspectiva individualista del yo, la mente y la personalidad tenan races tan profundas que los crticos de Durkheim (especialmente Tarde, cuya insistencia en la imitacin como proceso fundamental se apoya sobre la nocin de individuos preconcebidos, por as decirlo, con fines sociales) lo hicieron objeto de severos ataques, enrostrndole sobre todo su mentalidad grupal y su realismo social. Una de las acusaciones ms difundidas (cuyos ecos persisten en nuestros das) es que en su sociologa el individuo desaparece por completo. Pero si atendemos a lo que escribi realmente Durkheim acerca de la individualidad' y de los procesos plasmadores de la personalidad, es poco lo que hoy puede parecemos excepcional. Durkheim tuvo buen cuidado de afirmar que "la sociedad existe y vive solo en los individuos y por medio de ellos. Si desapareciera la idea de sociedad de las mentes individuales, y los individuos dejaran de sentir y compartir las

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creencias; tradiciones y aspiraciones del grupo, la sociedad morira. Podemos decir de ella lo que ... decimos de la divinidad: es real solo en la medida en que ocupa un lugar en la conciencia humana ... ,,55 Pero de esta verdad no se desprende que el hombre sea la entidad primaria y autosuficiente del pensamiento utilitario; por el contrario, el hombre es una entidad doble: biolgica y social. Hay dos seres en l: un ser individual con sus bases en el organismo, y cuya esfera de actividades est por ende muy limitada, y el ser social, que representa la realidad ms alta en el orden intelectual y moral que podemos conocer mediante la observacin: es decir, la sociedad. Esta dualidad de nuestra naturaleza tiene por consecuencia, en el orden prctico, la irreductibilidad de un ideal moral a una motivacin utilitaria, y en el orden del pensamiento, la irreductibilidad de la razn a la experiencia individual. En la medida que pertenece a la sociedad el individuo se trasciende a s mismo, tanto cuando piensa como cuando acta.> En otro lugar escribe: El hombre social se superpone al hombre fsico; presupone necesariamente una sociedad a la que expresa y sirve. Si sta se disuelve, si ya no sentimos que existe y que acta alrededor y por encima de nosotros, cuanto tenemos de social pierde toda base objetiva. Solo resta una combinacin artificial de imgenes ilusorias: una fantasmagora que se desvanece con la mnima reflexin; o sea, nada que pueda constituir la meta de nuestras acciones. No obstante, este hombre social es la esencia del hombre civilizado; es la obra maestra de la existencia.sf" La concepcin durkheimiana del individuo es, pues, tan radicalmente social como su concepto de la moralidad. El hombre es incognoscible, al menos para el cientfico social, excepto como manifestacin -como ndulode la comunidad. La disciplina de la mente y el carcter es solo la personalizacin de la disciplina del grupo en formacin. La personalidad normal es un reflejo de la integracin normal con la comunidad; la personalidad anormal, un reflejo del fracaso de esta integracin al grupo. Durkheim lleva su perspectiva de la comunidad hasta los meandros de la mente individual. Existe la autoridad de la55 The Elementary Forms of Religious Liie, pg. 347. 56 Suicide, pg. 213.

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razn, pero de dnde proviene esta autoridad? Es la autoridad misma de la sociedad, que se transfiere a cierto modo de pensamiento que es condicin indispensable de toda accin comn. La necesidad con que se nos imponen las categoras, no es efecto de simples hbitos, de cuyo yugo podramos desembarazarnos sin mucho esfuerzo; tampoco es una necesidad fsica o metafsica, pues dichas categoras cambian en diferentes lugares y momentos; es un tipo especial de necesidad moral, que representa para la vida intelectual lo que la obligacin moral para la voluntad.v''? No solo la disciplina de la razn es reflejo de la disciplina comunal, tambin lo son las categoras de la razn, como tiempo, espacio, causalidad y fuerza. Por supuesto, en esto Durkheim pisa un terreno epistemolgico muy discutible, y sera insensato suponer que sus opiniones en esta materia hayan conquistado la aceptacin que lograron otros aspectos de su pensamiento; son, sin embargo, dignas de mencin. Los empiristas han procurado explicar estas categoras, con Hume, en funcin de la experiencia individual; los aprioristas han sostenido, con Kant, que hay que considerar a las categoras innatas, una parte de la estructura de la mente. Durkheim pone en tela de juicio ambos conceptos, y sostiene que cada categora no es ms que un reflejo de la comunidad. Afirma, as, que la idea del tiempo sur