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Nivel Cero, 9 Santander, 2001 Pág. 123-138 LA EVOLUCIÓN DE LAS INDUSTRIAS ALFARERAS DE SAN FERNANDO (CÁDIZ) DURANTE LA ANTIGÜEDAD Javier A. FERNÁNDEZ BERMEJO José J. DÍAZ RODRÍGUEZ Antonio M. SÁEZ ROMERO Ernesto J. TOBOSO SUÁREZ Roberto MONTERO FERNÁNDEZ Universidad de Cádiz templo-melqar @terra.es t t 1. INTRODUCCIÓN En los últimos años las intervenciones arqueo- lógicas que se han llevado a cabo en la ciudad de San Fernando han venido a confirmar la importancia histó- rica de la industria alfarera en esta zona del entorno de Gádir-Gades (Montero et alii, en prensa). Las excava- ciones realizadas han exhumado importantes talleres y testares tanto de adscripción cronocultural fenicio- púnica como romana, que corroboran las hipótesis formuladas acerca de la posible funcionalidad industrial -y especialmente alfarera- de esta isla durante la Anti- güedad. Por otro lado, con estos hallazgos se ha podido demostrar una continuidad en el uso de esta zona como foco productor cerámico, sin advertir un hia us signifi- cativo en la cultura material y en la distribución espa- cial en el tránsito del final del periodo cartaginés tras la II Guerra Púnica al dominio de la Roma Republicana (Toboso et alii, inédito). Esta posición de San Fernando como principal centro industrial de la Bahía de Cádiz no sólo se refleja en el registro arqueológico, sino que también los datos etnológicos demuestran la continui- dad de esa primacía hasta épocas recientes. 1.1. Localización geográfica El término municipal de San Fernando (Cádiz) comprende una superficie total de unos 29,8 km² y configura el espacio de cierre del fondo de saco Sur de la Bahía de Cádiz y la ensenada del Guadalete. San Fernando limita al N-NE con Puerto Real, al W con Cádiz, al E con Chiclana y al S-SW con el Océano Atlántico (Borja Barrera, 1994: 30) y sus coordenadas están comprendidas entre los 36º31' y 36º23' de latitud y los 6º10' y 6º14'30" de longitud (Baena et alii, 1987). La Bahía de Cádiz constituye un espacio de- primido debido a la actividad neotectónica finimioplio- cena extensible a toda la zona mediterránea y que estuvo sometida a la influencia de diferentes regresiones y transgresiones hasta que el máximo flandriense defi- nió la amplia ensenada donde emergieron los distintos islotes de Cádiz y San Fernando (Ojeda Zújar, 1989: 17). El solar isleño se estructura en torno a una franja central cuya máxima elevación se sitúa en el Cerro de los Mártires con unos 34 m.s.n.m., y muy próximo a lo que debió ser la costa en época protohistórica y anti- gua, alejado ahora un tanto debido a los aterramientos que han dado lugar a la formación de marismas que sólo son inundadas por mareas vivas (Schorre) y por marismas inundadas sólo periódicamente con las ma- reas (Slikke). Estos factores naturales unidos a otros como el oleaje y las corrientes costeras han modificado, al igual que la incidencia antrópica (formación de sali- nas, cultivos marinos y deforestación), el ámbito geo- gráfico de las islas gaditanas desde la Antigüedad. Un aspecto muy destacable del término isleño es su insularidad, tanto ahora como en la Antigüedad, ya que sus límites son casi exclusivamente acuáticos (Bahía de Cádiz, Océano Atlántico y Caño de Sancti Petri). Las líneas maestras de estas costas se deben en gran parte la naturaleza de los afloramientos Plio- pleistocenos y su tectónica, pero su configuración actual es la consecuencia directa de su evolución paleogeográ- fica más reciente (Álvarez , 1992), cuya consecuencia más palpable es el proceso de colmatación intensa que ha sufrido toda la zona debido a los aportes sedimenta- rios que arrastró el Guadalete y otros cursos fluviales secundarios tales como el Río Arillo o el Caño Sancti Petri que delimitan con San Fernando al Norte y al Sur respectivamente. La evolución del litoral gaditano en época protohistórica se concretó en la formación de un pe- queño archipiélago compuesto por al menos tres islas: al N Erytheia, separada por un estrecho canal de una gran isla de forma alargada denominada Kotinoussa que comprendería los terrenos que se extienden entre el

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Nivel Cero, 9 Santander, 2001

Pág. 123-138

LA EVOLUCIÓN DE LAS INDUSTRIAS ALFARERAS DE

SAN FERNANDO (CÁDIZ) DURANTE LA ANTIGÜEDAD

Javier A. FERNÁNDEZ BERMEJO José J. DÍAZ RODRÍGUEZ

Antonio M. SÁEZ ROMERO Ernesto J. TOBOSO SUÁREZ

Roberto MONTERO FERNÁNDEZ Universidad de Cádiz

templo-melqar @terra.es t

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1. INTRODUCCIÓN En los últimos años las intervenciones arqueo-lógicas que se han llevado a cabo en la ciudad de San Fernando han venido a confirmar la importancia histó-rica de la industria alfarera en esta zona del entorno de Gádir-Gades (Montero et alii, en prensa). Las excava-ciones realizadas han exhumado importantes talleres y testares tanto de adscripción cronocultural fenicio-púnica como romana, que corroboran las hipótesis formuladas acerca de la posible funcionalidad industrial -y especialmente alfarera- de esta isla durante la Anti-güedad. Por otro lado, con estos hallazgos se ha podido demostrar una continuidad en el uso de esta zona como foco productor cerámico, sin advertir un hia us signifi-cativo en la cultura material y en la distribución espa-cial en el tránsito del final del periodo cartaginés tras la II Guerra Púnica al dominio de la Roma Republicana (Toboso et alii, inédito). Esta posición de San Fernando como principal centro industrial de la Bahía de Cádiz no sólo se refleja en el registro arqueológico, sino que también los datos etnológicos demuestran la continui-dad de esa primacía hasta épocas recientes. 1.1. Localización geográfica El término municipal de San Fernando (Cádiz) comprende una superficie total de unos 29,8 km² y configura el espacio de cierre del fondo de saco Sur de la Bahía de Cádiz y la ensenada del Guadalete. San Fernando limita al N-NE con Puerto Real, al W con Cádiz, al E con Chiclana y al S-SW con el Océano Atlántico (Borja Barrera, 1994: 30) y sus coordenadas están comprendidas entre los 36º31' y 36º23' de latitud y los 6º10' y 6º14'30" de longitud (Baena et alii, 1987). La Bahía de Cádiz constituye un espacio de-primido debido a la actividad neotectónica finimioplio-cena extensible a toda la zona mediterránea y que

estuvo sometida a la influencia de diferentes regresiones y transgresiones hasta que el máximo flandriense defi-nió la amplia ensenada donde emergieron los distintos islotes de Cádiz y San Fernando (Ojeda Zújar, 1989: 17). El solar isleño se estructura en torno a una franja central cuya máxima elevación se sitúa en el Cerro de los Mártires con unos 34 m.s.n.m., y muy próximo a lo que debió ser la costa en época protohistórica y anti-gua, alejado ahora un tanto debido a los aterramientos que han dado lugar a la formación de marismas que sólo son inundadas por mareas vivas (Schorre) y por marismas inundadas sólo periódicamente con las ma-reas (Slikke). Estos factores naturales unidos a otros como el oleaje y las corrientes costeras han modificado, al igual que la incidencia antrópica (formación de sali-nas, cultivos marinos y deforestación), el ámbito geo-gráfico de las islas gaditanas desde la Antigüedad. Un aspecto muy destacable del término isleño es su insularidad, tanto ahora como en la Antigüedad, ya que sus límites son casi exclusivamente acuáticos (Bahía de Cádiz, Océano Atlántico y Caño de Sancti Petri). Las líneas maestras de estas costas se deben en gran parte la naturaleza de los afloramientos Plio-pleistocenos y su tectónica, pero su configuración actual es la consecuencia directa de su evolución paleogeográ-fica más reciente (Álvarez , 1992), cuya consecuencia más palpable es el proceso de colmatación intensa que ha sufrido toda la zona debido a los aportes sedimenta-rios que arrastró el Guadalete y otros cursos fluviales secundarios tales como el Río Arillo o el Caño Sancti Petri que delimitan con San Fernando al Norte y al Sur respectivamente. La evolución del litoral gaditano en época protohistórica se concretó en la formación de un pe-queño archipiélago compuesto por al menos tres islas: al N Erytheia, separada por un estrecho canal de una gran isla de forma alargada denominada Kotinoussa que comprendería los terrenos que se extienden entre el

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casco histórico de Cádiz y las zonas inmediatamente anteriores a la antigua salida marítima del Río Arillo; completaría el trío de islas la que diversos autores han denominado Antípolis (Álvarez, 1992) que se encontra-ría al E de la anterior. Más al sur de este archipiélago se situaría el templo de Melqart citado por las fuentes clásicas, el cual la historiografía actual mantiene la posibilidad de que esté situado en las cercanías del actual Castillo de Sancti Petri. La importancia del co-nocimiento exacto de esta distribución geográfica y de sus límites exactos estriba en el “rígido” patrón de asen-tamiento fenicio en el que cada módulo -lugares de habitación, de producción, de necrópolis, cultuales...- se ubicaba en una determinada disposición geográfica conforme a la geografía del entorno y a ciertos condi-cionamientos ideológicos previos (Gasull, 1986; Pelli-cer, Menanteau y Rouillard, 1978; Aubet, 1994: 265-268; Sanz, 1998; Martín, 1995: 26-29), como podemos apreciar en las metrópolis libanesas o en asentamientos occidentales tales como Almuñecar (Molina y Bannour, 2000; Schubart, 1982; Schubart y Maass-Lindemann, 1984; Schubart y Niemeyer, 1976). Sin duda el archi-piélago gaditano tras la fundación fenicia de Gádir vio compartimentado su espacio como consecuencia de ello siguiendo estas directrices. La evolución paleogeográfi-ca del entorno de la Bahía de Cádiz, muy confusa hasta el momento aunque de vital importancia para el cono-cimiento de la etapa, quedará sin duda clarificado en gran medida con los estudios geo-arqueológicos que el equipo de los Drs. Schulz y Arteaga están llevando a cabo actualmente en esta zona del litoral andaluz (Ar-teaga et a ii, 1987; Schulz y Maass-Lindemann, 1997; Roselló y Morales, 1994).

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La fundación de Gádir es mencionada por las fuentes clásicas (C. Veleyo Patérculo, His . Rom. I, 2.3) entorno al 1.101 a.n.e., pero las únicas estructuras fenicias de hábitat en la bahía gaditana datan del s.VIII a.n.e. en el Castillo de Doña Blanca. Además de este asentamiento en el extremo occidental del Mediterrá-neo, durante las últimas décadas se han documentado otra serie de asentamientos repartidos por toda la costa meridional ibérica que apoyan la tesis de una amplia colonización fenicia a partir del s. VIII a.n.e. Estos asentamientos tuvieron como objetivo primordial la explotación tanto agrícola, metalúrgica como pesquera y se relacionaron con las sociedades indígenas a través de un sistema de bienes de prestigio. Ejemplos de ellos se documentan en La Fonteta (González Prats, 1999), Villaricos (Carrilero et a ii, 1993), Abdera (Suárez et alii, 1989), Sex (Molina y Bannour, 2000), Chorreras (Aubet et a ii, 1979), Morro de Mezquitilla (Schubart, 1982; Schubart y Niemeyer, 1976) y Cortijo de Tosca-nos (Schubart y Maass-Lindemann, 1984), entre otros.

1.2. Evolución histórica de la Bahía de Cádiz en la Antigüedad Las primeras industrias alfareras documenta-das en el ámbito de Gádir corresponden al denomina-do periodo púnico (573-237 a.n.e.), fechas entre las que se instalan en San Fernando estas industrias alfareras, momento en el que la producción y comercio de las salazones gadiritas comienza a tomar un gran impulso, siendo un periodo de evidente prosperidad y auge eco-nómico, lo que repercutirá en la proliferación de este tipo de industrias y en la fama y la riqueza obtenidas por Gádir, lo que se refleja en las fuentes clásicas, en los áureos ajuares de su necrópolis y en la proliferación de sus envases anfóricos a lo largo del Mediterráneo. Este auge comercial gadirita vino precedido por una intensificación de la explotación de los recursos naturales de la zona. Sin embargo, ésta no sólo se hizo efectiva en nuestro ámbito regional sino que también en aquellos lugares donde la colonización fenicia había arrancado paralelamente y con los mismos objetivos. De esta manera, tanto enclaves orientales como Kition,

fundada en la segunda mitad del s. IX a.n.e., como los de Mozia, Cartago, Útica o la misma Sulcis, entre otros, del ámbito centro-mediterráneo y que datan aproximadamente del s. VIII a.n.e., o la propia Lixus en la fachada atlántica norteafricana siguieron asimis-mo este patrón de explotación comercial. En el mediodía peninsular esta influencia oriental ya se hizo notar en momentos anteriores al asentamiento fenicio en sus costas, como podemos advertir en las estelas halladas en el suroeste (Almagro, 1966), en la aristocratización de la sociedad de Tartes-sos (Aubet, 1979), las espadas y fíbulas onubenses (Ruiz Gálvez, 1995) o las cerámicas micénicas documentadas en Llanete de los Moros (Martín de la Cruz, 1987).

En la Bahía de Cádiz arqueológicamente cons-tatado hoy día sólo conocemos para este periodo el asentamiento del Castillo de Doña Blanca (Ruiz Mata, 1982, 1983a, 1983b, 1986a, 1986b, 1987a, 1987b, 1990a, 1990b, 1993a, 1993b, 1999a y 1999b; Ruiz y Pérez, 1995; Ruiz et alii, 1998; Niveau y Ruiz, 2000), además de las factorías de salazones que jalonan el litoral gaditano (Ruiz Gil, 1987b) y las industrias alfare-ras ubicadas en San Fernando (De Frutos y Muñoz, 1993), además de algunos hallazgos de diversa índole en la propia Cádiz (Muñoz, 1997). En el resto del ar-chipiélago gadirita sólo se han encontrado, hasta el momento, restos de la gran necrópolis de la ciudad púnica, bárcida y romana (ss. VI a.n.e-III d.n.e.). El periodo más álgido de la influencia cartagi-nesa comprende un espacio cronológico que se extien-de desde el siglo VI a.n.e. hasta la derrota cartaginesa en la II Guerra Púnica en la Península en el año 206 a.n.e. (González Wagner, 1994: 11-18), aunque no será hasta el 146 a.n.e., año en que es destruida la metrópo-lis cartaginesa en el contexto de la III Guerra Púnica, cuando decaiga su influencia en el entorno mediterrá-

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neo. Sin embargo, debemos señalar que Cartago, antes de sustituir a Tiro como ciudad hegemónica del empo-rio comercial fenicio (Alvar, 1991), ya gozaba de un fatuo prestigio desde los primeros momentos de la lle-gada a Occidente de los fenicios. Para tratar de explicar la situación del occi-dente colonial fenicio tras la caída de la metrópolis tiria, algunos autores como M. Tarradell hablan de la posible existencia del llamado Circu o de Estrecho que englobaba asentamientos en ambas orillas mediterrá-neas (Tarradell, 1965); esta hipótesis se basa en algunas diferencias detectadas en la cultura material entre este llamado “círculo” y el Mediterráneo Central, donde Cartago, y en menor medida Ebussus, se habían con-vertido en los principales centros en torno a los cuales girarán las antiguas colonias semitas.

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Los ejes principales del Mediterráneo Occi-dental serían los enclaves de Gádir y Lixus (López Par-do, 1990; 1991; 1992), con una economía de produc-ción cada vez más especializada en la exportación de los recursos pesqueros, sobre todo en las salazones y en las demás actividades secundarias que ésta conlleva. Estas producciones de salazones se llevarían a cabo en un gran número de factorías de pequeño tamaño, muy bien conocidas en la Bahía gaditana -por ejemplo Las Redes y Pinar Hondo en el Puerto de Santa María (Ruiz Gil, 1987a; 1987b; Ruiz Gil y Ruiz Fernández, 1987)- y en el litoral mediterráneo (Almuñecar, Villari-cos, etc.). Estas localizaciones han llevado a D. Ruiz Mata a afirmar que su explotación pudo efectuarse mediante unidades de producciones familiares, aunque otros autores defienden la existencia de grandes com-plejos industriales quizá fiscalizados por el estado (De Frutos y Muñoz, 1996; Muñoz y De Frutos, 1996). Las múltiples variantes de sus salsas de pescado fueron apreciadas a lo largo y ancho de todo el Mediterráneo; de ello tenemos testimonios escritos en las fuentes lite-rarias, además de contar con una amplia información arqueológica dada la dispersión de los hallazgos anfóri-cos vinculados a esta actividad comercial -desde Etruria a Grecia (Maniatis et alii, 1984; Williams, 1978; Wi-lliams y Fischer, 1976),Corinto y Olimpia, pasando por Sulcis (Cerdeña) y Cartago, etc... Para O. Arteaga, tras la caída de Tiro, Gádir va asumiendo en el siglo V a.n.e. el papel director que antaño detentó la ciudad tiria, asistiendo al surgimiento de poleis en los antiguos enclaves fenicios Gadir, Mala-ka, Sex..., con lo cual desde el punto de vista político, económico y religioso estas poleis canalizan sus activi-dades a través de la llamada Liga de Gadir (Arteaga, 1994), en la que, en opinión de Arteaga, Gadir adquie-re un rol muy destacado manteniendo excelentes rela-ciones con Cartago, siempre contando con plena auto-nomía a la hora de decidir sus intereses en cada mo-mento (Martín, 1995: 39).

Además del auge del salazón y conservas de pescado, estas comunidades afianzaron las exportacio-nes metalúrgicas adquiriendo gran importancia las minas del sudeste peninsular, junto a la agricultura. También el comercio experimentó una expansión y diversificación con un elevado número de productos griegos de barniz negro y figuras rojas. Vinculados a la distribución de los productos marinos están los hornos cerámicos documentados en lugares como San Fernan-do, Kouass, Cerro del Mar, etc... Los existentes en el Cerro del Villar no puede asegurarse esta relación con las industrias salazoneras (Aubet et alii, 1999; Barceló et a ii, 1995), aunque algunos autores han defendido esta postura incluso para su fase más antigua (Carrera et a ii, 2000). En cuanto a la cultura material hay una ten-dencia a la simplificación, tanto a nivel decorativo u ornamental, pues ya no se encuentran los engobes rojos y las tonalidades grises tan abundantes en los siglos precedentes, como desde el punto de vista tipológico, al disminuir la variedad de formas conocidas, aunque por ejemplo las ánforas experimentan una diversificación, lo que hace aumentar el número de tipos catalogados (como las distintas variedades finales del T-11.2.1.0 o la forma G-12.0.0.0 de J. Ramón). 1.3. El fin de la presencia cartaginesa en la Península: la II Guerra Púnica Tras la I Guerra Púnica (264-241 a.n.e.), la necesidad de los recursos hispanos por parte cartagine-sa debido a la pérdida de otros territorios como Cerde-ña, Sicilia y las islas Lipari se acentúa -al igual que la influencia cultural púnica-, proceso que culminará con la llegada de Amílcar Barca en 237 a.n.e. a las costas hispanas, haciéndose dueños los cartagineses en poco tiempo de una región que comprendería el litoral ocu-pado por las colonias semitas y el valle del Guadalqui-vir. La cuestión de la gestión cartaginesa del territorio es aún tema de ciertas diferencias de criterio lo que ha provocado no poca literatura (pueden ser útiles Nava-rro, 2000; González-Wagner, 1983; López Castro, 1995; 2000), y aunque en este trabajo no se pretende adentrarse en este particular, sí es cierto que en cuanto que esta intensificación afecta a las alfarerías isleñas, se aprecia una optimización en el aprovechamiento de los recursos -sobre todo los comerciales y metalíferos. De cualquier forma, en 226 a.n.e. los cartagineses firma-ban el tratado del río Ebro con Roma, definiéndose así las respectivas áreas de influencia en la península. Sin embargo en 219 a.n.e. los púnicos deciden ampliar sus dominios peninsulares, provocando el conflicto de Sagunto que daría comienzo a la II Guerra Púnica (218-201 a.n.e.). Tras largos años de campañas militares y abandonada Gádir, último reducto cartaginés en la

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península, después de ser saqueados sus templos por Magón, los gaditanos entablaron negociaciones con los vencedores, con la intención de poner fin a las hostili-dades. La forma de negociación elegida fue el foedus, acuerdo por el que Gádir se convertía en aliada de pleno derecho de Roma, sin que esta última pudiese imponer tributo o una guarnición militar permanente, aún debiendo reconocer la supremacía de Roma. Así en el 206 a.n.e., Gádir se rendía, lo que resultó muy favorable a los intereses comerciales de la clase dirigen-te de Cádiz -como apuntan J. L. López (1994; 1991) y G. de Frutos (1982: 47-50)- quienes veían de esta forma consolidada su economía. La salazón y conserva de pescado continuará o incluso acrecentará su importan-cia, siendo productos como el garum enormemente apreciados. En cuanto a la cultura material, se extien-den nuevos tipos de contenedores, como el ánfora de-nominada Mañá C2 (T-7.4.3.0) y la T-9.1.1.1, conti-nuando la producción de la forma T-12.1.1.0 (Ramón, 1995); la primera viene a sustituir a la conocida Mañá-Pascua A4 (Martín, 1995: 39-40). Este importante proceso transicional se ha documentado en San Fer-nando con el descubrimiento de los hornos fenicio-púnicos de Secto III Camposoto, centro productor de esta última forma, y la documentación en la ciudad de varios centros alfareros más tardíos (Torre Alta, Pery Junquera, Avda. Al-Andalus, Gallineras; y Gregorio Marañón y Tolosa Latour en Cádiz) que muestran el paso no tan abrupto como se sospechaba de un estadio productivo a otro (Gozalbes, 1995; Chaves y García, 1991; Lagóstena, 1993 y 1996a; García, 1996 y en prensa; González-Wagner, 1999; Ruiz Gil, 1995; Bar-celó, 2000; De Frutos, 1982; López Castro, 1995).

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El siguiente estadio sería el denominado tar-dopúnico (206-46 a.n.e.) durante el cual seguimos encontrando dificultades en el registro arqueológico para ubicar la ciudad antigua (Est. III, 5, 3). Este vacío documental con respecto al área de habitación no se corresponde a la gran cantidad de información que poseemos acerca de la continuidad en la explotación de los productos marinos como eje de la economía gadiri-ta. La gran cantidad de alfares romanos excavados en el entorno de la Gádir republicana y la campiña litoral circundante no dejan lugar a dudas sobre la importan-cia económica que el fenómeno comercial de la expor-tación de productos derivados de las salazones de pes-cado tuvieron para la ciudad, destacando los ss. I-II d.n.e. como momento de mayor auge de las actividades en la Gades altoimperial -documentándose un mayor número de alfares que surten de envases para el trans-porte de esos productos y gran cantidad de asentamien-tos rurales con instalaciones alfareras propias (Díaz et a ii, inédito), además de numerosas factorías de salazón repartidas por todo el área de la Bahía de Cádiz. Tanto la producción salazonera como la alfarera ligada a esta no se implantaron ex novo en el ámbito de la bahía con

la hegemonía político- administrativa de la Roma re-publicana sino que por el contrario provenían de una larga tradición industrial que comenzó al menos en torno al s. V a.n.e. con el establecimiento de las prime-ras factorías de salazones púnicas en la costa de El Puerto de Santa María y las industrias que las surtían de envases en el término de San Fernando (Perdigones y Muñoz, 1990a; Gago et a ii, 2000; González et alii, en prensa; Ruiz Gil, 1987a y 1987b; Ruiz Gil y Ruiz Fernández, 1987; De Frutos y Muñoz, 1996; Muñoz y De Frutos, 1996; Muñoz et alii, 1988; López Castro, 1993). Las industrias de salazón de pescados y alfare-ras se encuentran repartidas por la costa y campiñas adyacentes de la Bahía de Cádiz (Lagóstena, 1994, 1996a y 1996b), además de las localizadas en el archi-piélago gaditano (García, 1998). L. Lagóstena (1996b: 127-130) ha diferenciado cuatro categorías de yaci-mientos en los que se documenta la producción alfare-ra: alfares asociados a una factoría de salazones, villas rústicas con alfar, villas con alfar y factoría de salazones y por último enclaves exclusivamente alfareros. En su mayoría los talleres cerámicos romanos documentados en San Fernando podrían englobarse en la segunda y tercera categorías enumeradas anteriormente, lo que da idea del aumento de la explotación de los recursos agropecuarios y piscícolas. El comienzo del desarrollo temporal y espacial de estos alfares cronológicamente romanos, tras los hallazgos de los últimos años en San Fernando, debe-ríamos ubicarlo, partiendo de la base de las industrias púnicas, en los alfares isleños de Pery Junquera, y pro-bablemente Cerro de los Mártires y Gallineras -o algu-na estructura en sus inmediaciones-, además de los alfares portuenses de c/ Javier de Burgos, Los Sauces, Hijuela del Tío Prieto, Buena Vista y Casines y el gadi-tano de c/ Gregorio Marañón, todos ellos con una continuidad productiva -los primeros- o un inicio de ella en el s. II a.n.e. En el s. I a.n.e se suman a estos gran cantidad de alfares en El Puerto de Santa María, Puerto Real y Casas de Huerta en Chiclana, anuncian-do ya el auge de la comercialización de las salazones y asistiéndose a una latinización de las producciones, encontrándose los tipos pertenecientes a formas tardo-púnicas en porcentajes cada vez más reducidos (Lagós-tena, 1996b: 134; García, 1998: 222-239). El s. I d.n.e. asiste al abandono de algunos de estos talleres, aunque gran número de nuevos alfares se unen ahora a la pro-ducción de envases para salazones, ubicándose en las mismas zonas anteriores. Este siglo será el de mayor pujanza de la exportación de productos marinos y actividad alfarera; la industria alfarera comenzará su declive la segunda mitad del s. II d.n.e., disminuyendo el número de talleres, aunque estos siguen situándose en buen número en las mismas zonas. Para el s. III d.n.e. sólo encontramos activos tres alfares en el entor-

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no de la Bahía: Palomar-Puerto Nuevo, Puente Mel-chor y Gallineras-Cerro de los Mártires, lo que da idea de la regresión de las actividades en la zona (Lagóstena, 1996b: 136; García, 1998: 240-247). Este declive de las producciones está íntimamente relacionado con la basculación de las actividades comerciales hacia el nuevo gran centro redistribuidor del aceite bético, Hispalis. El fin de las industrias alfareras de la Bahía de Cádiz se sitúa, tras las excavaciones de urgencia efec-tuadas en el yacimiento de Puente Melchor (Puerto Real), en un momento indeterminado de finales del s. IV o inicios del s. V d.n.e., relacionándose al parecer con las invasiones germánicas (García y Lavado, 1995 y 1998; García, 1998: 247-249).

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2. LOS ALFARES FENICIO-PÚNICOS EN SAN FERNANDO 2.1. Sector III Camposoto En el año 1998 se excavaron nuevas estructu-ras de producción alfareras (Gago et alii, 2000). En la primera fase de este yacimiento ( s. VI-V a.n.e.) tres de ellos eran de planta circular de tipo omega con pilar central ovalado y un contrafuerte posterior que lo une a la pared del horno, mientras que otros tres de reducidas dimensiones presentaban una sola cámara. El último horno es un modelo intermedio entre los dos tipos anteriores pues presenta parrilla aunque ésta no estaba sustentada por pilar alguno. Gran parte de ellos presen-tan un corredor de acceso de forma alargada y el siste-ma constructivo consistía en excavar una fosa en el suelo y recubrirla de adobes rectangulares plano-convexos y mampuestos de tamaño y morfología diver-sa. Estos siete hornos documentados estaban agrupados en tres conjuntos (hornos I y V; II y III; IV, VI y VII), además de localizarse varias escombreras asociadas a ellos. La principal producción de estos hornos serían ánforas del tipo T-11.2.1.0, aunque se han documenta-do producciones de otra índole como pithoi, urnas tipo Cruz del Negro evolucionadas, terracotas, ollas, morte-ros, páteras, cuencos, platos... La cronología propuesta para este primer periodo del complejo alfarero sería la de comienzos del s. VI a.n.e., extendiéndose su activi-dad al menos hasta las postrimerías del s.V a.n.e., aun-que algunos fragmentos de platos de engobe rojo con bordes que oscilan entre 3,5 y 4,7 mm podrían ser fechados en la segunda mitad del s.VIII a.n.e. -fragmentos que no parecen ser producciones del propio alfar. En una segunda fase el lugar sería reocupado posteriormente como zona de necrópolis, documentán-dose algunas tumbas púnicas y romanas republicanas, así como fosas con materiales cerámicos asociados a ellas, al igual que fallos de cocción que evidencian la posibilidad de la existencia de un alfar más tardío (cir-ca. s. III a.n.e.) ubicado en sus inmediaciones.

2.2. Pery Junquera En 1997, en las cercanías de Torre Alta, tras las excavaciones dirigidas por Beatriz González Tora-ya, se documentó una nueva zona de producción alfa-rera en la que se pudieron diferenciar dos fases (Gonzá-lez et a ii, en prensa): una fase púnica a la cual pertene-cen al menos 11 hornos de diferente tamaño y tipología y los restos de una posible factoría de salazones; y una fase romana con un nivel republicano representado por un horno alfarero y también con un nivel altoimperial caracterizado por una factoría de salazones de época julio-claudia y por unas posibles termas1. Los hornos son de pequeño tamaño, siendo del mismo tipo que los ya documentados en el yacimiento de Torre Alta o más reducidos aún y sin pilar central para sustentar la parri-lla. No contamos con información alguna acerca de las producciones de este complejo alfarero, aunque pare-cen relacionadas con la industria salazonera por lo que estos hornos se destinarían principalmente a la produc-ción de ánforas para el transporte de los productos marinos. Según lo expuesto en el Museo Histórico Municipal, se han documentado los tipos 11.2.1.3 y 12.1.1.1 de J. Ramón, además de jarros, cuencos, pla-tos, terracotas... En este yacimiento, con una estratigra-fía compleja debido a la reutilización del espacio en época romana republicana, tendríamos un testimonio de una transición rápida y sin cesuras desde los mo-mentos finales de la dominación bárcida a los primeros pasos de Roma en la zona, mostrando asimismo la continuidad de las zonas de producción alfarera púni-cas en momentos republicanos con, al menos, un horno documentado. 2.3. Avenida Al-Andalus En los años 1995 y 1997 se practicaron nuevas intervenciones arqueológicas en las cercanías del yaci-miento de Torre Alta, documentándose en primer lugar unas escombreras de materiales cerámicos -Rotonda Benjamín López-, posiblemente relacionadas con aquel yacimiento, y una nueva pareja de hornos púnicos respectivamente. Los materiales y las estructu-ras no han representado cambios cronológicos o de producción con respecto a las ya excavadas anterior-mente. Estas alfarerías, aún inéditas, parece sin embar-go que estaban más dedicadas a la producción de ce-rámicas de uso doméstico, aunque también se han hallado materiales anfóricos (Muñoz, en prensa: 16).

1 El estudio integral del yacimiento está aún por finalizar, al igual que los de Avda. Al-Andalus y la escombrera de Rotonda Benjamín López, junto a los hornos de Torre Alta. El estudio de la fase fenicio-púnica del yacimiento de Sector III Camposoto está siendo realizado por J. Ramón, A. Muñoz y A. Sáez.

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2.4. Torre Alta Los hornos de Torre Alta se encuentran al noroeste de la ciudad, en el inicio de la calle Benjamín López, a una distancia muy corta de la antigua línea de costa pero en la cima de una ligera elevación de la isla (Sáez et a ii, en prensa). Es destacable la cercanía de una gran mina de arcilla en la zona denominada "El Barrero" que pudo haber sido utilizada ya desde la Antigüedad para la obtención de la materia prima, así como la proximidad de varios pozos que han continua-do en uso hasta casi la actualidad. En el yacimiento se localizaron dos estructuras de hornos, cuya descripción atendemos a continuación (Perdigones y Muñoz, 1991; De Frutos y Muñoz, 1993):

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- Horno 1: Planta en forma de U, con los ex-tremos algo cerrados. El suelo de la cámara está dis-puesto en rampa a ambos lados de la columna hacia el corredor, al que se accede mediante una serie de esca-lones y fue revestido con un muro tapial con refuerzos con adobes y piedras. La columna fue construida con tambores de piedra ostionera y recubierta de arcilla. La parrilla se compondría de una falsa bóveda realizada con ladrillos plano-convexos unidos con arcilla. Los muros de la cámara de inferior presentan forma con-vexa, teniendo la parte superior la forma abovedada, aunque no debió tratarse de una bóveda uniforme. - Horno 2: De mismas características que el primero aunque en menores dimensiones. La planta es de forma piriforme. El muro es predominantemente de adobes con arcilla, aunque también se usó el tapial. La columna y la parrilla son de similares características que las del primer horno. Se desconoce como sería la cámara de cocción de ambos hornos. Podemos suponer basándonos en ejemplos similares, que estaría formada por un muro con forma cilíndrica rematado por una bóveda, fija o móvil, según la resistencia de los muros (De Frutos y Muñoz, 1993). La producción de estos hornos fue emi-nentemente anfórica, aunque asociados principalmente al horno II aparecen producciones tales como cuencos, platos, ollas, tapaderas, tazas, lebrillos, etc... destacando formas locales de la cerámica de barniz negro tipo campaniense A. Con respecto a la producción anfórica, se determinaron 5 formas producidas en estos alfares (De Frutos y Muñoz, 1993; Muñoz, en prensa): a) Forma 1. Presenta dos variantes: - Forma 1a (T-12.1.1.1 de Ramón): sería una forma evolucionada de la T-11.2.1.3 localizándose en numerosos yacimientos como Las Palomas (Tarifa), Huerta de las Presas (San Roque), Cerro del Mar, Mo-rro de Mezquitilla (Málaga) (Marzoli, 2000: figs. 3, 4 y 5), Almuñécar, Ceuta, Kouass, Cerro Macareno, Zona del Sado portugués y Galicia. Su vigencia cronológica se situaría en este caso entre el siglo IV y el último tercio del s.II a.n.e.

- Forma 1b (T-12.1.1.2): es una forma que convive y posiblemente llega a sustituir a la anterior, teniendo una distribución muy reducida aunque es muy abundante en Cádiz. También las encontramos en Málaga, Las Redes (Pto. de Sta. María), Mogador (Ma-rruecos) y Morro de Mezquitilla (Málaga). Su produc-ción se centraría en la segunda mitad del s. III a.n.e, perdurando hasta posiblemente el tercer cuarto del siglo II a.n.e. b) Forma 2.(T-8.2.1.1) Esta forma la podemos encontrar, además de en varios enclaves del levante peninsular, en los yacimientos de El Aculadero, Punta del Nao, Las Redes, Cerro Naranja, Cerro Macareno, Carmona y Pajar de Artillo con cronologías que oscilan desde el s. IV hasta comienzos del II a.n.e. c) Forma 3.(T-9.1.1.1) Es porcentualmente la más numerosa hallada en el yacimiento, siendo un tipo muy común en Cádiz entre los siglos III-II a.n.e., sien-do característica su presencia en contextos del tercer cuarto del s.II a.n.e. Se encuentra asimismo en yaci-mientos como Las Redes, Cabezo de San Pedro (Huel-va), Cerro de Montecristo (Adra, Almería), Molinete (Cartagena), Cerro de los Infantes (Pinos Puente, Gra-nada), los campamentos que sitiaron la ciudad de Nu-mantia y los niveles fundacionales de Valencia (Ribera, 1998: 323). d) Forma 4.(SG-7.4.3.0) Esta forma presenta un radio de dispersión muy similar a los tipos arcaicos de hombro carenado T-10.1.2.1, estando ampliamente documentadas en diversos yacimientos gaditanos con cronologías de finales del s.II a.n.e., llegando posible-mente a época augustea. Son muy abundantes en el Santuario de La Algaida (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz) y en Bolonia (Tarifa, Cádiz), aunque su enorme dispersión mediterránea da fe de la importancia del comercio gadirita de las salazones de pescado. e) Forma 5. Esta forma responde a un tipo greco-itálico Will C (Will, 1982), correspondiendo pro-bablemente más a una importación que a una produc-ción propia de este taller. Junto a la producción de estos hornos cabría destacar las marcas de alfarero halladas en diversos ejemplares de las ánforas documentadas en el yaci-miento, entre las cuales podemos encontrar estampillas de los tipos 1-E2, 3-A1, 1-B4, 2-B4, 6-A1 y 6-B4 de J. Ramón (Ramón, 1995: 586-587), lo cual puede pro-porcionarnos una valiosa información acerca de la distribución comercial de la producción de estos alfares y sobre las relaciones de producción entre alfareros, comerciales distribuidores y clientes; por otro lado podría ayudar a clarificar el intervencionismo estatal o de la institución templaria en estas actividades econó-micas (García, 1996; De Frutos y Muñoz, 1993). Siguiendo también a J. Ramón Torres (1995: 256), el tipo de pastas definitorio de los alfares de la Bahía de Cádiz comprende además de estas formas un

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variado elenco de tipos anfóricos -como los documen-tados en Sector III Camposoto- con una difusión co-mercial y un volumen de producción que debieron ser muy destacables -gran cantidad de alfares púnicos debieron estar funcionando de manera sincrónica para abastecer la amplia demanda-; entre estos tipos se en-cuentran todos los documentados en el control arqueo-lógico de Gallineras 1999, teniendo sus pastas las carac-terísticas propias locales ( Toboso et alii, inédito). 2.5. Gallineras Tras el estudio de los materiales procedentes del control de construcción de una valla en las cercaní-as del conocido yacimiento de Gallineras (Beltrán, 1977), se ha podido comprobar la existencia en el regis-tro arqueológico de indicios -fallos de cocción y mate-riales con cronología homogénea- de la existencia de un nuevo alfar en esta zona con una cronología que podría englobar los siglos IV-III a.n.e. y que supone otra vez un claro exponente de continuidad productiva, reutilizándose este espacio en época romana para la misma funcionalidad (Toboso et alii, inédito). 2.6. Centro Atlántida En el año 1989 y a comienzos de 1990 fueron llevadas a cabo excavaciones en el solar contiguo al que actualmente ocupa el comercial Centro Atlánt da. Se documentó una factoría de salazones y una zona de vertidos industriales alfareros. La actuación la llevó a cabo el Grupo Municipal de Arqueología en colabora-ción con la Delegación Provincial de Cultura, realizán-dose una intervención de urgencia dirigida por Miguel Ángel Sanz. Se exhumaron restos de una gran escom-brera con material anfórico diverso, algunas de estas ánforas con contenido orgánico -restos de ictiofauna-, además de los hallazgos habituales en las industrias salazoneras de la Bahía: anzuelos, fíbulas, cerámicas de paredes finas, y gran cantidad de restos púnicos -T- 8.2.1.1 y T-12.1.1.1, entre otros-, pudiendo relacionar-se estos con el fallo de cocción de esta última forma documentado en la intervención de urgencia realizada en octubre de 2000 en la cercana villa romana de Av-da. Constitución. Se trataría por tanto de un nuevo taller que podría estar relacionado con la fase tardopú-nica de Sector III Camposoto y los niveles inferiores de la villa.

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2.7. El desarrollo cronológico de la industria alfarera fenicio-púnica gadirita No debe extrañar, por los tipos de pastas loca-les constatados en gran número de ánforas fenicias arcaicas occidentales, además de por su situación como colonia dirigente de las actividades comerciales en esta

primera etapa, la existencia de uno o varios talleres alfareros desde los primeros momentos en Gádir, aun-que arqueológicamente aún no ha sido hallada esa alfarería que surtía de envases tanto comerciales, de almacenamiento, comunes, de lujo, etc... a los habitan-tes de la ciudad. El primer testigo de alfarería fenicio-púnica en el ámbito de Gádir lo encontramos en el yacimiento de Sector III Camposoto en San Fernando, perteneciendo estos hornos y testares a comienzos del s. VI a.n.e, periodo de transformaciones en el que la exportación de salazones gadiritas -y por tanto de los necesarios envases- cobran un gran auge. La actividad de este yacimiento parece extenderse hasta los momen-tos finales del s. V a.n.e, quedando entre el cese de este taller y el inicio de la actividad en los de Torre Alta, Pery Junquera, Avda. Al-Andalus y Tolosa Latour -de mediados o finales del s. III, quizá ligados a la intensa explotación comercial del periodo bárcida o inmediato a este-, un espacio que se centra en el s. IV a.n.e. en el que todavía no podemos situar plenamente la actividad de ningún taller. Un aspecto interesante en esta evolu-ción sería la ubicación de los talleres alfareros en situa-ción de insularidad -en San Fernando principalmente- mientras el grueso de las factorías de salazones de-mandantes de los envases se localizarían en la costa de El Puerto de Sª María. La conquista romana tras el 206 a.n.e. no supondría en las primeras décadas un gran cambio ni en el número, ni en la ubicación, ni en las producciones de los alfares pues Torre Alta, Pery Jun-quera y Avda. Al-Andalus continúan su actividad en estos primeros años, si bien antes de mediados del siglo se advierten cambios en el planteamiento de la distri-bución de la antigua Gádir que afectarán de forma radical a estas industrias.

3. LOS TALLERES CERÁMICOS ROMANOS Dejando a un lado los alfares púnicos de Torre Alta y Pery Junquera, cuyas últimas fases productivas muestran una transformación de los tipos, introducién-dose formas de filiación cultural o cronológica romana republicana -como cerámicas de tipo campaniense A o la popular Mañá C2b-, podemos diferenciar los si-guientes talleres (Lagóstena, 1994: 109-110 y 1996b:114-119; Beltrán, 1977: 104-106, figs. 3-10 y 1983: 46-48; García, 1998: 164-167): 3.1. Fadricas El yacimiento, dado a conocer por hallazgos superficiales casuales de restos cerámicos con claros signos de cocciones fallidas, algunos conservados en el Museo Municipal, se encuentra en las cercanías de la playa del mismo nombre en terrenos militares, por lo que la información es muy dudosa al no haberse aco-metido nunca trabajos de excavación ni de prospección

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superficial intensiva en él (Lagóstena, 1996b: 110, fig. 30). No es posible por tanto ubicarlo ni dar datos sobre los tipos que pudieran constituir sus producciones. 3.2. Pery Junquera: fase romana Como ya se enunció en un apartado anterior, en 1997 se realizó una intervención arqueológica de urgencia en los terrenos que actualmente ocupa el Residencial Isla de León, exhumándose otra zona des-tinada a la actividad alfarera (González et a ii, en pren-sa) en la que tras una fase púnica que comenzaría tal vez a fines del s. IV a.n.e., se documentó una fase de ocupación plenamente romana republicana represen-tada por un horno y un nivel altoimperial constituido por una factoría de salazón julio-claudia y parte de unas termas. En este yacimiento podemos ver clara-mente la rápida transición de la producción púnica a la romana en los mismos lugares en los que ya se desarro-llaba. El horno, que cortaba la pared externa de otro púnico, corresponde al tipo Ib de Cuomo di Caprio, siendo esta una forma novedosa en el ámbito gaditano (González et alii, en prensa). Su cronología, aportada en base a los materiales cerámicos que componían los niveles de amortización, iría desde la segunda mitad del s. II a.n.e. al primer tercio del s. I a.n.e., dándose como probables producciones de este alfar los tipos SG-7.4.3.0 y T-9.1.1.1, además de los tipos púnicos de la fase anterior: SG- 11.2.1.0, T-12.1.1.2 y T-8.2.1.1. Al parecer también se cocieron formas de uso doméstico tanto comunes como con engobe rojo o barniz negro.

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3.3 Cerro de los Mártires Definimos con este término a los hornos loca-lizados en la parte alta del cerro, en las inmediaciones de la actual ermita de los patronos de la ciudad. Es destacable la confusión de la gran mayoría de investi-gadores en el empleo de los nombres “Cerro de los Mártires” o “Gallineras”, para definir indistintamente a ambos yacimientos y sus producciones, separados úni-camente por algunas decenas de metros y por un talud artificial debido a las actividades de extracción de ári-dos de las laderas del cerro con destino a diversos relle-nos en Cádiz y San Fernando. Esta separación se debe solamente a una continuidad historiográfica puesto que consideramos a ambos talleres alfareros parte de un gran complejo industrial, debido a sus concordancias cronológicas y productivas, a su proximidad y a su mutua relación con diversas estructuras como el con-junto de piletas de opus signinum, el acueducto secundario de Huerta de Lillo y la villa romana (Corzo, 1981-1982: 55-60). Los hornos de la cumbre del cerro se diferenciarían sin embargo por su producción prin-cipal, destinada a la fabricación de cerámicas de uso doméstico y de lujo -paredes finas, terra sigillata, co-

mún, terracotas...-, aunque los hallazgos anfóricos también son numerosos en superficie, ya estudiados por M. Beltrán (1977: 104-106; 1983: 46-48). La zona baja del taller estaría destinada por tanto a la fabricación de ánforas salazoneras, aunque también se documenta la elaboración de materiales constructivos -ladrillos, tégu-las, ímbrices... Como expone L. Lagóstena (1996b: 115), sólo se conoce una pareja de hornos, excavados parcialmen-te por el colectivo Gerión en 19702, estando actualmen-te soterrados aunque son visibles algunos restos y gran cantidad de materiales cerámicos procedentes de sus escombreras. Los hornos son de planta circular, con unos 4 m. de diámetro, construidos con adobes, ladri-llos y restos cerámicos. Su producción, confusa por las adscripciones erróneas de tipos de Gallineras, podrían ser: Dr. 7c, 8, 9, 10, Haltern 70 además de probable-mente Mañá C. Además de materiales anfóricos, este alfar fabricó varias formas de cerámicas comunes -platos, cuencos, ollas, jarras...-, lucernas, cerámicas de paredes finas y probablemente terra sigillata3. La cro-nología de los materiales romanos de esta instalación comprende una actividad desarrollada al menos entre los ss. II a.n.e.-IV d.n.e., aunque algunos materiales púnicos sin posición estratigráfica clara podrían llevar los inicios hasta al menos principios del s. IV a.n.e. 3.4. Cerro de la Batería Además de estos alfares, se han interpretado como un posible alfar romano algunas de las estructu-ras excavadas por P. Quintero en los años 30 en la zona del Cerro de la Batería (1996b: 120-121 y 145-149; Quintero, 1932), muy próxima al actual muelle de Gallineras y al yacimiento de Sector III Camposoto, posiblemente debido a que gran parte de los materiales publicados parecían ser de adscripción cronocultural altoimperial. Sin embargo, un examen atento de los dibujos muestra materiales púnicos diversos en abun-dancia, entre los que podemos destacar dos posibles bordes de T-10.1.2.1, con una cronología probable de al menos comienzos del s. VI a.n.e. junto a los que vemos numerosas asas de sección redonda, bordes entrantes, ungüentarios helenísticos fusiformes y urnas, materiales similares a los hallados en el taller alfarero

2 Informe inédito de sus actividades. Asimismo conocemos la destruc-ción de otro más tras las excavaciones de 1960 (Fernández Chicarro, 1962: 65-75). 3 Nos basamos para ello en los materiales recogidos en la excavación de 1970 y en informaciones orales, destacándose en el inventario original la existencia de varias piezas de T.S. con claros signos de cocciones fallidas (nºs inv. 210, 220, 239, 247 y 277). Este supuesto ya fue mencionado por R. Corzo (1981-1982: 56). M. Beltrán (1977) señala el hallazgo de cerámicas púnicas y protocampanienses en los niveles inferiores de la excavación. En cuanto a la fabricación de lucernas en el taller isleño es clarificador el molde hoy expuesto en el Museo Arqueológico Provincial en Cádiz.

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de Sector III Camposoto también datado en el s. VI a.n.e.; además no debemos olvidar la posibilidad que se abre ahora tras las excavaciones de este último yaci-miento de interpretar la zona como necrópolis arcaica de Gádir (en estas necrópolis se da mayoritariamente la cremación, aparecen ustrina y enterramientos en hipo-geos o pozos con varias cámaras4 como refleja Quinte-ro en la memoria). Es destacable el que el propio exca-vador propusiera, entre otras, la posibilidad de que se tratara de un horno cerámico; sin embargo, a nuestro juicio, la presencia de gran cantidad de materiales romanos se debería a la proximidad de un yacimiento en la zona de La Calera, una villa romana de la que se excavó parcialmente en agosto de 1975 un hipocaus-tum perteneciente a unas posibles termas (Álvarez et alii, 1981: 28). Debido a lo confuso e incierto de los datos no podemos inclinarnos por ninguna de las inter-pretaciones, teniendo en cuenta que ambas cuentan con argumentos de peso a su favor. 3.5. Gallineras El yacimiento se sitúa en las proximidades del extremo S de lo que posiblemente fue la antigua isla que fenicios y romanos encontraron entre las que for-maban el archipiélago gaditano en la Antigüedad. Las estructuras de combustión, sus escombreras y el depósi-to de ánforas documentado se ubican en la ladera S del Cerro de los Mártires, máxima elevación de la isla (34 m.s.n.m.), que descendía en suave pendiente hacia lo que hoy son las marismas adyacentes al Caño de Sancti Petri. Aunque esta zona del denominado camino de la Almadraba no ha sido urbanizada hasta fechas recien-tes, la destrucción del entorno del yacimiento (y gran parte de él) es considerable debido a las tareas de ex-tracción de áridos que se han llevado a cabo en la zona desde comienzos de siglos hasta la década de los 70. A pesar de esto, aún pueden verse con facilidad dos hor-nos que se hallan en superficie, así como multitud de restos descontextualizados y algunos vestigios de la factoría de salazones y la villa romana que se hallan junto a las estructuras industriales alfareras. Tras una intervención en 1989, motivada por la construcción del alcantarillado bajo el trazado de la actual carretera de Gallineras (que discurre paralela al Caño y a escasos 3 m de los hornos), se ubicaron con seguridad la disposi-ción del depósito de ánforas y la factoría de salazones, extrayéndose algunas ánforas casi completas y gran cantidad de fragmentos, además de restos de piletas. Por otra parte, se constató la profundidad a la que comenzaban los niveles arqueológicos, que en algunas zonas estaban en superficie debido a su arrasamiento

4 Estas características podemos verlas por ejemplo en las necrópolis fenicias arcaicas del litoral andaluz como Trayamar, Lagos, Cerro del Mar y Laurita, ss. VIII-VII a.n.e. (Ramos Sainz, 2000).

por las labores de cantería. Su producción se centraría en las formas Dr. 7a, 7c, 9, 10a, 10c y 10d, además de materiales latericios y cerámicas comunes (platos y opérculos) con una actividad productora para la fase romana del yacimiento que podríamos situar entre los años finales del s. I a.n.e. y el s. II d.n.e. Por otro lado se han constatado diversos fragmentos de ánforas tar-dorromanas que podrían remontar la cronología hasta el s.III d.n.e..

3.6. Centro Atlántida-Avenida Constitución

Durante la ya referida excavación de 1989 se documentaron fallos de cocción abundantes de la for-ma Beltrán I. Estos desechos y restos de piletas, en conjunción con los restos exhumados en la intervención en la villa de Avda. Constitución de 1978 en octubre de 2000 -donde se ha hallado un fragmento con claro signo de cocción fallida- nos hacen plantear la hipótesis de la existencia de un taller alfarero de importancia en la zona, siendo este seguro de gran importancia para estos momentos5, posiblemente asociado a las activida-des económicas de comercialización del enclave rural. Por otra parte, la zona de piletas, si consideramos que pertenecen a la misma factoría ya documentada en las cercanías de la villa, se extendería por un enorme sec-tor hasta llegar a la antigua costa, constituyendo sin duda la mayor factoría del entorno de la Gades roma-na. Estos hallazgos de Centro Atlántida, Avda. Consti-tución, además de los ya comentados de La Calera en 1975 y de Sector III Camposoto en 1998, en los cuales se localizan varias villae romanas de cronología similar en un espacio relativamente reducido podría estar indicándonos la existencia de una pequeña aglomera-ción habitacional secundaria, que aunque no podemos considerar urbana, tendría una elevada importancia económica para Gades.

4. VALORACIÓN DE LAS INDUSTRIAS ALFARERAS EN EL ENTORNO DE GÁDIR-GADES La Isla de León es, sin duda, un enclave de enorme trascendencia para comprender las relaciones socioeconómicas y productivas acaecidas en el ámbito geográfico de la bahía gaditana desde época protohistó-rica. Estas actividades productivas se han centrado en la explotación de los recursos naturales propios de la

5 Los materiales conservados en el Museo Municipal están siendo objeto de estudio, encontrándose entre ellos una cantidad considera-ble de fallos de cocción, algunos de gran tamaño. No hemos localiza-do aún fallos de tipos púnicos, por lo que la gran cantidad de restos quizá se relacione con el cercano yacimiento de Sector III Camposo-to, aunque sin embargo en los niveles inferiores de la villa si se ha documentado un fallo de cocción posiblemente asimilable a la forma T-12.1.1.1.

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región, como son las industrias salazoneras y conserve-ras, documentándose arqueológicamente principalmen-te en el término municipal que nos ocupa, un tipo de producción auxiliar a ésta como es la industria alfarera. Esta explotación alfarera trajo consigo la transformación del medio natural. La aglomeración de yacimientos en una pequeña superficie como era nues-tra pequeña isla en la Antigüedad provocó sin duda una gran deforestación a la vez que se inició un impor-tante proceso de extracción de áridos con destino a surtir de arcillas plásticas a los cercanos talleres (Lagós-tena, 1996b: 23-26). La instalación en San Fernando de estas indus-trias alfareras desde los inicios del periodo orientalizan-te no fue casual, sino que responde a la distribución espacial comúnmente observada en gran parte de los asentamientos fenicios del Mediterráneo centro-occidental, ubicándose en este caso los talleres en situa-ción de insularidad y por tanto en la periferia del nú-cleo urbano (evitando así la molestia que éstas ocasio-nan e implantandose en zonas donde los recursos natu-rales [arcillas, combustible, pozos...] eran más favora-bles). Es asimismo destacable la situación de estos alfa-res en zonas cercanas a la costa, facilitando así la distri-bución de sus productos por vía marítima. A este pa-trón responden los talleres de Sector III Camposoto, Pery Junquera, Gallineras, Torre Alta, Centro Atlánti-da y Avda. Al-Andalus, con cronologías que abarcan desde el s. VI a.n.e. hasta el periodo de transición a época romana (s. II a.n.e.) documentándose en muchos de estos talleres una continuidad productiva y una reutilización del espacio para las mismas actividades en época tardopúnica. Las industrias alfareras cronológicamente consideradas romanas continúan en cierta medida con este mismo patrón aunque debemos matizar que el sistema de producción ya no exactamente el mismo, puesto que estos talleres ahora se asocian a asentamien-tos de tipo rústico y a las factorías de salazones asocia-das a ellos. La distribución espacial de estos complejos alfareros suelen coincidir con los documentados para la fase anterior, dándose asimismo una perduración en época tardopúnica de varios tipos anfóricos de origen púnico (Maña C2b, T-9.1.1.1., T-12.1.1.0), suponiendo esta continuidad de la producción una fuente de la que beberán los primeros envases de tipología claramente latina posteriores. Para este periodo contamos con las alfarerías de Pery Junquera, Cerro de los Mártires-Gallineras, Centro Atlántida-Avda. Constitución y Fadricas con cronologías que abarcan desde el s. II a.n.e. hasta al menos el s. III d.n.e. En resumen, podemos afirmar que San Fer-nando se conforma como el eje sobre el que deben centrarse las investigaciones sobre los primeros pasos de la industria alfarera en la Bahía de Cádiz, así como de su desarrollo posterior hasta época bajoimperial roma-

na, cuando se produce un declive generalizado en toda la zona.

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JAVIER FERNÁNDEZ BERMEJO ET ALII

Fig. 1. a) Situación geográfica de la Bahía de Cádiz: término de San Fernando (en negro); Castillo de Doña Blanca (o); Cádiz (+); b) Gádir-Gades y el Círculo del Estrecho; c) Yacimientos mencionados en el texto en el término municipal de San Fernando: 1. Sector III Camposoto; 2. Torre Alta; 3. Pery Junque-ra; 4. Avda. Al-Andalus; 5. Rotonda Benjamín López; 6. Centro Atlántida; 7. Gallineras; 8; Cerro de los Mártires; 9. C. Atlántida-Avda. Constitución; 10. Fadricas; 11. Cerro de la Batería-La Calera; 12. Villa Avda. Constitución; 13. Posible ubicación del templo de Melqart-Hércules; 14. Los Cargaderos; 15. c/ Albardonero.

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LA EVOLUCIÓN DE LAS INDUSTRIAS ALFARERAS DE SAN FERNANDO (CÁDIZ ) DURANTE LA ANTIGÜEDAD

Fig. 2. a) Hornos fenicio-púnicos de la fase I de Sector III Camposoto (según Gago et alii, 2000); b) Horno romano republicano de Pery Junquera (según González et alii, en prensa); c) Hornos del yacimiento de Torre Alta.

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JAVIER FERNÁNDEZ BERMEJO ET ALII

Fig. 3. Materiales anfóricos procedentes del yacimiento de Pery Junquera (según González et a ii, en pren-sa). En este yacimiento se han hallado fragmentos de casi todos los tipos característicos de la industria alfarera isleña desde época púnica hasta momentos romanos altoimperiales.

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