la enfermedad como metáfora en el arbol de la ciencia

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Jorge Carlos Monroy Elizalde La enfermedad metaforizada en El árbol de la ciencia En El árbol de la ciencia, cuando Iturrioz compara a los vecinos de Lulú, de los que le habla Andrés Hurtado, con insectos, Andrés le dice: “-Sí, sí, no siga usted más; la vida es una cacería horrible.” 1 El uso de la palabra “cacería” denota la metaforización del orden de la naturaleza, en donde algunos seres vivos se alimentan de otros, sin maldad, por instinto. Metaforizar es “decir que una cosa es o que es como algo-que- no-es.” 2 Así pues, decir que el orden de la naturaleza es una “cacería horrible” es implicar que en este proceso hay cuestiones morales en juego. Pero no es así; lo mismo ocurre con los desastres naturales y con la enfermedad; son sólo cosas que pasan. Los griegos, por ejemplo, relacionaban la enfermedad con alguna falta moral y con la ira divina que ésta acarreaba, como la plaga del primer libro de La Ilíada, la plaga que Edipo lleva a Tebas o la herida en el pie de Filoctetes. 1 Pío Baroja. El árbol de la ciencia. Caro Raggio/Cátedra, Madrid, 2007. p. 129. 2 Susan Sontag. La enfermedad y sus metáforas/ El sida y sus metáforas. Debols!llo, Barcelona, 2008. p. 107.

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La enfermedad como metáfora en El arbol de la ciencia

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Page 1: La enfermedad como metáfora en El arbol de la ciencia

Jorge Carlos Monroy Elizalde

La enfermedad metaforizada en

El árbol de la ciencia

En El árbol de la ciencia, cuando Iturrioz compara a los

vecinos de Lulú, de los que le habla Andrés Hurtado, con

insectos, Andrés le dice: “-Sí, sí, no siga usted más; la vida

es una cacería horrible.”1 El uso de la palabra “cacería”

denota la metaforización del orden de la naturaleza, en donde

algunos seres vivos se alimentan de otros, sin maldad, por

instinto. Metaforizar es “decir que una cosa es o que es como

algo-que-no-es.”2 Así pues, decir que el orden de la naturaleza

es una “cacería horrible” es implicar que en este proceso hay

cuestiones morales en juego. Pero no es así; lo mismo ocurre

con los desastres naturales y con la enfermedad; son sólo

cosas que pasan. Los griegos, por ejemplo, relacionaban la

enfermedad con alguna falta moral y con la ira divina que ésta

acarreaba, como la plaga del primer libro de La Ilíada, la

plaga que Edipo lleva a Tebas o la herida en el pie de

Filoctetes. Entonces, la enfermedad era metaforizada como

castigo divino. Para que esta metáfora y sus subsecuentes

formas desaparecieran hizo falta que se descubrieran las

causas y las curas de las enfermedades, además del paso del

1 Pío Baroja. El árbol de la ciencia. Caro Raggio/Cátedra, Madrid, 2007. p. 129.2 Susan Sontag. La enfermedad y sus metáforas/ El sida y sus metáforas. Debols!llo, Barcelona, 2008. p. 107.

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tiempo. Que no se conozca la causa de una enfermedad hace que

se creen teorías arbitrarias, como las que se crearon en torno

a la tuberculosis y que se pueden observar en El árbol de la

ciencia.

La primera de estas teorías es que existe un tipo de

personas que se enferman de tuberculosis. Se pensaba que

el temperamento melancólico –o tuberculoso- era un temperamento

superior, característico de un ser sensible, creativo, un ser

aparte.3 Se consideraba a la tuberculosis como una enfermedad

típica de los hipersensibles, los talentosos, los apasionados.4

En la novela, se dice que Luisito “era linfático”5 y, cuando se

hace la descripción de la familia Hurtado, lo único que se

dice de él es: “El hermano pequeño, Luisito, de cuatro o cinco

años, tenía poca salud.”6 Así pues, Luisito encaja con el

arquetipo del tuberculoso que se enferma por carecer de

vitalidad, por tener un temperamento “tuberculoso”. Lo mismo

ocurre con el pequeño Paul en Dombey e hijo, la novela de

Dickens: “Se notaba una gran falta de fuerza vital...una gran

debilidad constitucional.”7 Sin embargo, Luisito también es muy

sensible y, por lo tanto, capaz de sentir un gran entusiasmo

por el conocimiento, a diferencia de los otros miembros de su

familia, con la excepción de Andrés, y de los otros niños

decritos en la novela: “Luisito solía ir contentísimo al

cuarto de su hermano, observaba las maniobras de los gatos,

3 Ibidem. p. 43. 4 Ibidem. p. 114.5 Pió Baroja. Op. cit. p. 134. 6 Ibidem. p. 43. 7 Charles Dickens cit. pos. Susan Sontag en Op. cit. p. 75.

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miraba la calavera con curiosidad; le producía todo un gran

entusiasmo.”8 También se dice que:

Luisito tenía más tendencia a leer y a hablar que a jugar

violentamente. Esta inteligencia precoz le daba qué pensar a

Andrés. No le dejaba que hojeara ningún libro, y le enviaba a

que se reuniera con los chicos de la calle.9

Además de ser delicado y sensible, Luisito es creativo, se

dice que “tenía la imaginación de un chico enfermizo”10, “una

imaginación excitada.”11 Curiosamente, esta característica del

supuesto carácter tuberculoso es también considerada en la

novela como algo preocupante, como una señal de que la

enfermedad sigue ahí: “Luisito parecía que estaba bien, no

tenía tos ni fiebre; pero conservaba aquella tendencia

fantaseadora que le hacía divagar y discurrir de una manera

impropia de su edad.”12 Luisito es un personaje creado con base

en el hermano mayor de Baroja, Darío. De él, Baroja dice: “Era

un poco romántico, creyente en la amistad, galanteador y

aficionado a la literatura. Había hecho un diario contando su

vida.”13 Dado que la breve descripción que hace Baroja de su

hermano mayor en sus memorias no coincide completamente con la

del hermano menor de Andrés Hurtado en El árbol de la ciencia,

es posible inferir que Baroja se basó más en el estereotipo

8 Pío Baroja. Op. cit. p. 50. 9 Ibidem. p. 141. 10 Ibidem. p. 77.11 Ibidem. p. 142. 12 Ibidem. p. 144. 13 Pío Baroja. Familia, infancia y juventud. Biblioteca Nueva Almagro, Madrid, 1951. p. 241.

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del tuberculoso que existía en otras obras literarias que en

la realidad que había presenciado.

Desde principios del siglo XIX se pensaba que para curar la

tuberculosis había que trasladar al enfermo a un sitio con un

mejor clima, sin embargo, los sitios recomendados eran muy

diferentes. “El sur, las montañas, los desiertos, las islas,

la propia diversidad delataba un factor común: el repudio de

la ciudad.”14 Así como para explicar las causas de la

tuberculosis se creaban teorías que reflejaban las

preocupaciones que existían acerca de la relación entre

personalidad y salud, para curarla se proponían métodos que

reflejaban el disgusto que sentían algunos por la vida urbana.

La visión de la ciudad como un lugar “enfermo” y del campo

como un lugar “sano” es evidente en Hurtado. Se dice que “al

pasar de la meseta castellana a la zona mediterránea la

naturaleza y la gente eran otras.”15 Cuando Hurtado va por

primera vez a Valencia parece estar, algo raro en él, a gusto:

“¡Con que gusto se hubiera tendido en la tierra a mirar horas

y horas aquel cielo tan azul, tan puro!”16 Cuando regresa a

Madrid y arregla su casa, trata de acondicionarla de manera

que pueda sentirse como si estuviera en el campo: “Aquel

cuarto grande le daba la impresión de no estar en una casa con

vecinos y gente fastidiosa, sino en el campo, en algún sitio

14 Susan Sontag. Op. cit. p. 88. 15 Pío Baroja. Op. cit. p. 136. 16 Ibidem. p. 138.

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lejano.”17 En la obra de Baroja, la idealización del

Mediterráneo es frecuente:

en El mayorazgo de Labraz, Juan y Marina marchan al

Mediterráneo huyendo de la opresión del pueblo, en César o

nada, la acción final transcurre en el Mediterráneo; en El

laberinto de las sirenas hay todo un poema dedicado a este mar;

en Camino de perfección, Osorio busca también la felicidad en

sus orillas, apareciendo el Mediterráneo como lugar de vida y

de ilusión.18

Por otra parte, Madrid es presentado un lugar sucio,

estancado, mal ventilado, cuna del vicio: “Otras ciudades

españolas se habían dado alguna cuenta de la necesidad de

transformarse y cambiar; Madrid seguía inmóvil, sin

curiosidad, sin deseo de cambio.”19 Más tarde, Andrés dice:

“Siempre en este Madrid la misma interinidad, la misma

angustia hecha crónica, la misma vida sin vida, todo igual.”20

Asimismo, la ciudad es más propicia para un carácter como el

de Julio Aracil, a él le gustan la “omnipotencia del dinero”21

imperante en Madrid y “las relaciones de la vida de lujo y de

vicio en París.”22 En el pueblo de Alcolea, cerca de la

naturaleza, es en donde Hurtado comienza a alcanzar el estado

de ataraxia, gracias a su régimen alimenticio, a la higiene y

el ejercicio al aire libre. El campo es el lugar propicio para

17 Ibidem. p. 282. 18 Pío Caro Baroja. Introducción a El árbol de la ciencia. Op. cit. p. 21. 19 Pío Baroja. Op. cit. p. 38. 20 Ibidem. p. 244. 21 Ibidem. p. 64. 22 Ibidem. p. 65.

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“un hombre de sentimientos delicados”23 como Hurtado, y no para

“un verdadero fenicio”24 como Aracil. Así pues, es lógico que

Andrés insista en que Luisito debe estar en Valencia para

recuperarse.

Sólo un personaje puro, como Luisito podía enfermar de

tuberculosis. Esta enfermedad estaba asociada a una

personalidad, en parte, porque no se conocía su causa. Por el

contrario, con una enfermedad como la sífilis es más difícil

crear una metáfora, ya que cómo se contraía la sífilis no era

un misterio. Sin embargo, se le metaforizaba como el estigma

de la inmoralidad. Andrés la ve como “la podredumbre que

envenena la vida sexual.”25 Cuando decide dejar ir a una

prostituta, en lugar de internarla por estar enferma, le dice

“Haz lo que quieras; por mí puedes envenenar medio mundo; me

tiene sin cuidado.”26 Y el capítulo en el que Andrés discute

con Lulú acerca de las casas de prostitución se titula “Los

focos de la peste”, así una enfermedad funciona como metáfora

de otra enfermedad. Si el hermano de Pío Baroja, Darío,

hubiera muerto por causa de la sífilis, y no de tuberculosis,

difícilmente habría varios personajes idealizados en la obra

de Baroja que murieran por la misma causa que él, como Luisito

en El árbol de la ciencia, Juan en Aurora Roja, o Jaime

Thierry en Las noches del Buen Retiro. Así como Luisito era

hipersensible, así era Juan apasionado: un anarquista radical

23 Ibidem. p. 64. 24 Ibidem. p. 64. 25 Ibidem. p. 79.26 Ibidem. p. 255.

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cuya pasión contrastaba con la tibieza de su hermano Manuel,

un socialista moderado, que no creía en la violencia. Los

apasionados, los que creen fervientemente en una causa,

también son considerados como propensos a la tuberculosis;

Nikolai Dmitrich Levin, personaje de Ana Karenina, es otro

buen ejemplo. Con Jaime Thierry pasaba lo mismo, era un joven

apasionado e impulsivo. En Las noches del Buen Retiro, “Baroja

quiso, ante todo, exponer un caso, de los muchos que observó,

de ‘juventud perdida’, quemada en acciones descompasadas.”27

Así, puede confirmarse la teoría de que Baroja elegía a los

personajes que enfermarían de tuberculosis con el propósito de

engrandecerlos, de dar un cierre digno a personalidades “más

elevadas”, como las que se asociaban a la tuberculosis.

La relación metafórica que existe entre enfermedad y moral

en la novela es evidente en la aprehensión que siente Hurtado

ante la idea de tener un hijo. Él se considera a sí mismo como

un “hombre artrítico, nervioso”28 y a Lulú como una mujer

“débil y algo histérica.”29 Su tío Iturrioz le dice que es un

crimen que una pareja así engendre hijos, a pesar de que “Es

frecuente que un hombre robusto tenga hijos raquíticos y al

contrario.”30 Esta idea parece afectar profundamente a Hurtado,

que pierde la tranquilidad ante la idea de tener un hijo, pues

“él se consideraba como un producto envenenado y podrido, que

27 Pío Caro Baroja, ed. Guía de Pío Baroja El mundo barojiano. Caro Raggio/Catédra, Madrid, 1987. p.109. 28 Pío Baroja. Op. cit. p. 277. 29 Ibidem. p. 277. 30 Ibidem. p. 278.

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no debía tener descendencia.”31 La idea de que el estar enfermo

lo hace a uno “un producto envenenado y podrido” es una

metáfora de lo más dañina. Es como decir que la enfermedad es

producto de una falta personal y moral. Hurtado le dice a la

prostituta que vaya y “envenene” medio mundo. Asimismo, la

idea de que la enfermedad es hereditaria y la de que, por lo

tanto, el que una pareja enferma tenga un hijo es un crimen

refuerzan la metáfora de la enfermedad, es decir, la idea de

la enfermedad como algo-que-no-es.

Susan Sontag escribió su brillante ensayo, La enfermedad y

sus metáforas, con el propósito de “demostrar... que la

enfermedad no es metáfora, y que el modo más auténtico de

encarar la enfermedad –y el modo más sano de estar enfermo- es

el que menos se presta y mejor resiste al pensamiento

metafórico.”32 Los efectos negativos de la metaforización de la

enfermedad se pueden apreciar en El árbol de la ciencia. Si

bien la creación de un personaje basado en un estereotipo

“tuberculoso” podría parecer inocente, las teorías que dicen

que la personalidad es la causa de la enfermedad, son, además

de falsas, una manera de culpabilizar al paciente por su

enfermedad. En su ensayo, Sontag describe cómo esta idea se

trasladó de la tuberculosis al cáncer. Ideas acerca de estar

“envenenado” o “podrido” no pueden más que hacer daño a un

enfermo. Es por eso que hay que evitar el pensamiento

31 Ibidem. p.287. 32 Susan Sontag. Op. cit. p. 11.

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metafórico cuando se está hablando acerca de una enfermedad, y

sobre todo cuando se habla de una persona enferma.

Bibliografía

Baroja, Pío. Familia, infancia y juventud. Biblioteca Nueva

Almagro, Madrid, 1951.

Baroja, Pío. El árbol de la ciencia. Caro Raggio/Cátedra,

Madrid, 2007.

Caro Baroja, Pío, ed. Guía de Pío Baroja El mundo barojiano.

Caro Raggio/Catédra, Madrid, 1987.

Sontag, Susan. La enfermedad y sus metáforas/ El sida y sus

metáforas. Debols!llo, Barcelona, 2008.

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