la eminencia del cuerpo humano. tomas melendo

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Tomás Melendo. Del Libro: Dimensiones de la Persona La eminencia del cuerpo humano Ahora me gustaría apuntar algo en relación al cuerpo. Si acabo de sostener que la persona humana exhibe una peculiar nobleza ontológica por cuanto su ser descansa en el alma espiritual, a la que en sentido estricto pertenece y a cuya altura se sitúa, de inmediato hay que agregar que desde ella, desde el alma, encumbra hasta su mismo rango entitativo a todas y cada una de las dimensiones corporales de su sujeto. En consecuencia, tales componentes materiales se emplazan a años luz por encima de los que, con una apariencia semejante, descubrimos en los meros animales o en las plantas; sin abandonar su condición biológica resultan, en la acepción más cabal del vocablo, personales: merecedores no solo de respeto, sino de veneración y reverencia. Conforme explicara el Cardenal Ratzinger no hace todavía muchos años, … si bien en una perspectiva puramente científica el cuerpo humano puede considerarse y tratarse como un compuesto de tejidos, órganos y funciones, del mismo modo que el cuerpo de los animales, a aquel que lo mira con ojo metafísico y teológico esta realidad aparece de modo esencialmente distinto, pues se sitúa de hecho en un grado de ser cualitativamente superior 1 . Hemos, pues, de tener muy en cuenta que todo, en el ser del hombre, participa o puede —¡y debe!— participar de su índole de persona: desde las acciones más íntimas, densas y elevadas hasta los gestos en apariencia menos trascendentes. Es esta una tarea con la que debemos entusiasmarnos y entusiasmar a cuantos con nosotros se relacionan: animarles a humanizar, a elevar a las alturas inefables de la persona, todo cuanto son, dicen o hacen, piensan o anhelan. En concreto, como se nos acaba de recordar, el cuerpo humano es, simultáneamente, material y personal. Sometido a las mismas leyes físicas y biológicas que los mamíferos superiores, se ve a la par capacitado para contribuir al despliegue de actividades que trascienden por completo la normatividad de la materia. Pero quien le concede toda su realidad, su capacidad de obrar y su grandeza es, en fin de cuentas, el (ser del) alma. De ahí que Wordsworth pudiera sostener: Respetamos la estructura corpórea del hombre por ser la morada de un alma que no solamente es racional sino también inmortal. De ahí, insisto, la dignidad excelsa de nuestro cuerpo. 1 RATZINGER, Joseph, “Presentación a la Instrucción Donum vitae”, en AA.VV., El don de la vida, Palabra, Madrid 1992, p. 19.

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La eminencia del cuerpo humano

Toms Melendo. Del Libro: Dimensiones de la Persona

La eminencia del cuerpo humano

Ahora me gustara apuntar algo en relacin al cuerpo. Si acabo de sostener que la persona humana exhibe una peculiar nobleza ontolgica por cuanto su ser descansa en el alma espiritual, a la que en sentido estricto pertenece y a cuya altura se sita, de inmediato hay que agregar que desde ella, desde el alma, encumbra hasta su mismo rango entitativo a todas y cada una de las dimensiones corporales de su sujeto.

En consecuencia, tales componentes materiales se emplazan a aos luz por encima de los que, con una apariencia semejante, descubrimos en los meros animales o en las plantas; sin abandonar su condicin biolgica resultan, en la acepcin ms cabal del vocablo, personales: merecedores no solo de respeto, sino de veneracin y reverencia.

Conforme explicara el Cardenal Ratzinger no hace todava muchos aos,

si bien en una perspectiva puramente cientfica el cuerpo humano puede considerarse y tratarse como un compuesto de tejidos, rganos y funciones, del mismo modo que el cuerpo de los animales, a aquel que lo mira con ojo metafsico y teolgico esta realidad aparece de modo esencialmente distinto, pues se sita de hecho en un grado de ser cualitativamente superior.

Hemos, pues, de tener muy en cuenta que todo, en el ser del hombre, participa o puede y debe! participar de su ndole de persona: desde las acciones ms ntimas, densas y elevadas hasta los gestos en apariencia menos trascendentes. Es esta una tarea con la que debemos entusiasmarnos y entusiasmar a cuantos con nosotros se relacionan: animarles a humanizar, a elevar a las alturas inefables de la persona, todo cuanto son, dicen o hacen, piensan o anhelan.

En concreto, como se nos acaba de recordar, el cuerpo humano es, simultneamente, material y personal. Sometido a las mismas leyes fsicas y biolgicas que los mamferos superiores, se ve a la par capacitado para contribuir al despliegue de actividades que trascienden por completo la normatividad de la materia. Pero quien le concede toda su realidad, su capacidad de obrar y su grandeza es, en fin de cuentas, el (ser del) alma.

De ah que Wordsworth pudiera sostener:

Respetamos la estructura corprea del hombre por ser la morada de un alma que no solamente es racional sino tambin inmortal.

De ah, insisto, la dignidad excelsa de nuestro cuerpo.

En el hombre, todo participa de su acto personal de ser

En efecto, en el instante preciso de la animacin, y ya para el entero curso de la existencia terrestre, un principio de vida que por distintos indicios sabemos espiritual asume la materia del cuerpo humano y la ensalza hasta su propio y particular rango el del espritu, sin por ello eliminar los caracteres distintivos del organismo corpreo. Igual que una pequea empresa, sin dejar de ser ella misma, resulta potenciada por la multinacional que la engloba; igual que los elementos asimilados por un ser vivo pasan ya a constituirlo y participan de las propiedades del animal o la planta que los hace suyos, el cuerpo humano, y cuanto en l y a travs de l se encuentra y despliega, sin cesar de ser animal, adquiere las prerrogativas superiores del principio espiritual que lo anima y, con l, rebasa los caracteres de lo reductivamente corpreo. Es cuerpo de una persona. Es l mismo personal. Alcanza una esfera ms alta que cualquier otra realidad corprea.

Segn explica Abelardo Lobato,

es el hombre un poco menor que los ngeles tal como se dice en el Salmo 8, pero est situado a distancia infinita de los animales. El puesto del hombre en el cosmos, buscado con pasin por Scheler, es bien concreto en la escala del ser, pero no es reductible a un lugar como el mundo de Aristteles, desde el momento en que el alma espiritual es emergente y no puede ser encerrada en la crcel de la materia.

Emergencia, ensalzamiento radical sobre la materia. Tambin a ellos se refiere Carlo Caffarra. Y expone que, gracias a esa elevacin sobre lo limitada y privativamente material, la nobleza ontolgica de toda

la persona, se revela por completo superior a la del resto de los entes creados: se sita en un grado de ser cuya distancia respecto a los grados de ser de los otros entes es infinitamente infinita, para usar la terminologa pascaliana. Mientras que, a causa de su diversa constitucin ontolgica, el individuo no personal es un momento de una lnea, una parte de un todo, un evento pasajero del disponerse de la materia, la persona es en s, no es parte de un todo, es un sujeto eterno.

Por qu sucede todo esto? En qu sentido se relaciona con el anlisis fenomenolgico de la dignidad humana que antes hacamos?

Un metafsico contestara as: el ser de las realidades infrapersonales se sumerge y dispersa en ltima instancia en los elementos materiales que lo constituyen, decae al nivel de estos; al contrario, la corporeidad del sujeto humano es recogida y elevada al rango de lo personal, y reposa tambin ella en la soberana consistencia del alma que la sublima. El cuerpo humano, y todo lo material en el hombre, posee un significado y unas posibilidades que solo se advierten y pueden ser llevadas a plenitud! al considerar con detenimiento que deben caracterizarse como personales.

La corporeidad del sujeto humano es recogida y elevada al rango de lo personal, y reposa tambin ella en la soberana consistencia del alma que la ensalza. Ratzinger, Joseph, Presentacin a la Instruccin Donum vitae, en AA.VV., El don de la vida, Palabra, Madrid 1992, p. 19.

Lobato, Abelardo, La antropologa esencial de Santo Toms, en Abelardo Lobato (Dir.), El pensamiento de Santo Toms de Aquino para el hombre de hoy, vol. I, El hombre en cuerpo y alma, EDICEP, Valencia 1994, pp. 44-45

Caffarra, Carlo, La sexualidad humana, Ed. Encuentro, Madrid 1987, pp. 26-27.

El alma es creada por Dios. Solo Dios puede crear. Al ser creada, recibe el acto de ser, y al ser infundida en la materia organizada que los padres preparan, cosa que acaece en el mismo instante, comunica al compuesto su propio acto de ser y as se constituye el sujeto humano. Esto no acontece en los dems compuestos de materia y forma, porque en ellos el acto es del compuesto y en el compuesto lo reciben los componentes. Creacin e infusin del alma son simultneas, pero hay una prioridad ntica en la creacin del alma y por ello es posible esta comunicacin del ser al todo del hombre desde el alma que ya lo ha recibido del creador. (Lobato, Abelardo, La antropologa esencial de Santo Toms, en Abelardo Lobato (Dir.), El pensamiento de Santo Toms de Aquino para el hombre de hoy, vol. I, El hombre en cuerpo y alma, EDICEP, Valencia 1994, pp. 47-48).