la educacion del talento

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1 Me ha gustado mucho la frase de ‘para educar a un niño hace falta la tribu entera’ Hoy en día cuando hablamos con preocupación de la situación de la educación, solemos centrarnos en la enseñanza reglada, olvidando otros elementos al menos tan relevantes. Todos coincidimos en que la familia es otra pieza clave de la educación; difícil es la tarea de un profesor si no cuenta con el respaldo y apoyo de los padres del alumno. Aunque con más frecuencia olvidamos otros dos factores que condicionan igualmente la educación de nuestros hijos (en general, la educación como habilidad para aprender y desarrollar nuestras potencialidades, sea cual sea nuestra edad), como son la cultura y la sociedad. En este libro, Marina hace un análisis de los factores citados anteriormente que influyen en la educación y elabora una teoría de la inteligencia que descompone en dos grandes facetas complementarias de cuyo equilibrio dependerá el éxito del alumno, entendido por tal no los resultados académicos sino la capacidad de aprender y llevar a la práctica lo aprendido, de guardar coherencia entre lo pensado y lo vivido o, en resumen, su capacidad para ser razonablemente feliz. Al hilo de las nuevas tecnologías, el libro viene complementado por una interesante página web en la que, capítulo por capítulo, se incluyen numerosos documentos, artículos, referencias bibliográficas, videos, etc. todos ellos de grandes expertos en cada una de las materias (motivación, creatividad, inteligencia emocional, …). Toda una invitación para aquellos

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Me ha gustado mucho la frase de ‘para educar a un niño hace falta la

tribu entera’

Hoy en día cuando hablamos con preocupación de la situación de la

educación, solemos centrarnos en la enseñanza reglada, olvidando otros

elementos al menos tan relevantes. Todos coincidimos en que la familia

es otra pieza clave de la educación; difícil es la tarea de un profesor si no

cuenta con el respaldo y apoyo de los padres del alumno.

Aunque con más frecuencia olvidamos otros dos factores que

condicionan igualmente la educación de nuestros hijos (en general, la

educación como habilidad para aprender y desarrollar nuestras

potencialidades, sea cual sea nuestra edad), como son la cultura y la

sociedad.

En este libro, Marina hace un análisis de los factores citados

anteriormente que influyen en la educación y elabora una teoría de la

inteligencia que descompone en dos grandes facetas complementarias de

cuyo equilibrio dependerá el éxito del alumno, entendido por tal no los

resultados académicos sino la capacidad de aprender y llevar a la práctica

lo aprendido, de guardar coherencia entre lo pensado y lo vivido o, en

resumen, su capacidad para ser razonablemente feliz.

Al hilo de las nuevas tecnologías, el libro viene complementado por una

interesante página web en la que, capítulo por capítulo, se incluyen

numerosos documentos, artículos, referencias bibliográficas, videos, etc.

todos ellos de grandes expertos en cada una de las materias (motivación,

creatividad, inteligencia emocional, …). Toda una invitación para aquellos

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cuya curiosidad haya sido picada por la lectura del libro o para quienes

quieran aprender un poco más en esta ingente tarea.

En el primer capítulo del libro se habla de ¿ qué es el talento? Hay un

debate, partimos de que el objetivo de la educación es desarrollar el

talento de los individuos y de las colectividades. Talento es una palabra

que no pertenece al léxico psiclogico ni al pedagógico , pero que se usa

mucho fuera de la escuela. Hay diferentes debates y diferentes deficiones

de esta palabra dependiendo también de los diferentes contextos.

Con lo que he leído en el libro si que podríamos resumir que la función

principal de la inteligencia es dirigir bien el comportamiento ,

aprovechando para ello su capacidad de asimilar, elaborar y producir

información.

El autor trata también el punto de la inteligencia y su uso, diciendo que lo

que nos interesa es el gran talento, que nos permite utilizar bien nuestras

destrezas y capacidades para dirigir nuestra acción hacia una vida lograda.

Lo que necesitamos como maestros y alumnos es talento para un mundo

cambiante, ya ue necesitamos un talento flexible, capaz de aprender

continuamente, que pueda aprovechar las innovaciones sin sentirse

angustiado por ellas,

Necesitamos fomentar talentos personales muy maduros, para vivir en un

mundo en red sin licuarse. Y aquí es cuando surge la pregunta ¿esto se

puede aprender? Pues surge aquí una gran polémica y vamos ahora a

empezar a explicar el gran objetivo de la educación y como se explica el

funcionamiento de esa inteligencia práctica, no para detenernos en el

conocimiento sino para extraer conclusiones educativas, a partir de los

tres factores de la inteligencia que voy a tratar más específicamente a

continuación, la inteligencia generadora, la inteligencia ejecutiva, y los

criterios de evaluación.

Entrando en materia, el primer elemento que funda la inteligencia lo

denomina inteligencia generadora, que es la encargada de elaborar

respuestas a problemas concretos, aquella que sueña con ideas (no

necesariamente realizables o útiles), que mira el mundo que le rodea sin

dar por válido y definitivo ningún elemento, admitiendo la capacidad para

cambiar el entorno.

Esta inteligencia, que muchas veces actúa a nivel inconsciente, es también

la responsable de generar habilidades como la motivación, la empatía o la

creatividad y la labor de padres y profesionales de la enseñanza consiste

precisamente en potenciarla creando un entorno de autoconfianza,

libertad, capacidad crítica y sociabilidad.

Por otro lado, tenemos a la inteligencia ejecutiva cuya misión principal

consiste en recibir las ideas que le aporta la inteligencia generadora y

descartar aquellas que no resulten practicables, las que no resulten

adecuadas a las circunstancias o las que puedan complicar más que

resolver. Es, por tanto, la que actúa como baluarte defensivo, la que

devuelve al taller de ideas todo aquello que rechaza, forzando a la

inteligencia generadora a superarse a sí misma, a reelaborar su análisis

con nuevas informaciones y a lograr así una mejor respuesta que volverá

a ser filtrada hasta su aceptación definitiva.

Y entonces comienza la siguiente tarea de la inteligencia ejecutiva, tal vez

la más importante, la que completa el proceso del talento y que consiste

en llevar a la práctica la idea, planificar su aplicación, mantener la

constancia y el esfuerzo, perseverar hasta que la idea se hace realidad.

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De nada sirve una creatividad desbordante si no tenemos suficiente

capacidad crítica para comprender qué sirve y qué no. Pero tampoco

podemos desarrollar nuestro talento sino somos capaces de alentar esa

creatividad. Finalmente, no lograremos nuestros objetivos si carecemos

de la constancia suficiente para lograr nuestros objetivos o si no sabemos

evaluar los resultados para poder adaptar nuestros proyectos. Por tanto,

el equilibrio de todos estos elementos será lo que determine el desarrollo

de nuestras capacidades y el éxito vital a que hacíamos referencia. .

Marina señala igualmente la importancia de la evaluación de los

resultados, de contrastar lo esperado con lo logrado de modo que

aprendamos de nuestros errores y vayamos matizando nuestras

decisiones, acomodándolas mediante un ajuste fino a la realidad,

desarrollando así una inteligencia social que nos integre en nuestro

entorno.

Pero en definitiva, ¿qué pueden hacer los padres para que este pequeño

milagro tenga lugar? Poco, la verdad. Deben favorecer y alentar la

creatividad de sus hijos evitando la profecía de la tía que crió a John

Lennon, “la guitarra está bien, pero nunca te ganarás la vida con ella”.

Pero al tiempo hay que formar (formarnos, esto sirve para todos) en un

espíritu crítico que ayude a ser conscientes de nuestras posibilidades; que

desarrolle la confianza en uno mismo y la estructure en torno a unos

principios de libertad y respeto.

¿Que cómo se hace? En fin, si la respuesta fuera sencilla y pudiera

contenerse en las páginas un libro es seguro que éste no sería necesario.

Las respuestas son vagas y nunca podemos recurrir a reglas generales,

cada momento y persona necesitan de un tipo de estímulo diferente. De

lo que no cabe duda es de que ese estímulo, ese disparo en la diana que

sirve para propulsar nuestros talentos existe, sólo debemos encontrarlo.

La cultura como conjunto de conocimientos, actitudes y talentos fruto de

un largo proceso de decantación que refleja nuestro modo de entender la

vida y nos inserta en un cuadro completo y coherente (lo que no impide

cierto grado de adaptación y flexibilidad) que facilita la comprensión de

nuestro entorno, nuestra posición en la vida y nuestra relación con los

otros.

Hay culturas que favorecen la iniciativa individual, la asunción de riesgos y

sus consiguientes responsabilidades, que no penalizan el fracaso pero

premian el éxito. En el lado opuesto, hay culturas en las que la acción

colectiva prima sobre la individual, en las que la estabilidad es un valor y

desconfían de cualquier modo de diferenciación que rompa la

homogeneidad social. Culturas que favorecen o toleran la violencia y

culturas que la limitan, culturas que fomentan el respeto por el otro o

culturas que elevan barreras.

Dependiendo de la cultura en la que nos desenvolvamos, nuestra vida

potenciará unas habilidades en detrimento de otras. Queda margen para

la decisión y el carácter individual, por supuesto, pero en términos

generales, el condicionante cultural será un elemento muy relevante.

El otro factor apuntado que afecta directamente a nuestra capacidad de

aprendizaje y al modo en que lo hacemos es el entorno social en el que

nos desarrollamos. Éste es un elemento más inmediato y cambiante que

la cultura, y quizá por ello, igual o más influyente. Una sociedad que prime

el éxito rápido generará unos alumnos diferentes a otra sociedad en la

que el aplazamiento de la recompensa suponga un estímulo, no un freno,

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a nuestros esfuerzos. Una sociedad que no valore la formación y la

educación, que convierta en referencia para sus jóvenes modelos de

conducta que hacen gala de su escasa preparación, está favoreciendo que

sus próximas generaciones repliquen dicho modelo.

Todo el trabajo de profesores y padres suele quedar en nada cuando se

enfrenta a las opiniones de los compañeros de pupitre o a los

estereotipos que divulgan la publicidad o las series de moda. Cuando

estos valores son asumidos por la sociedad en su conjunto, o cuando no

se ofrece un marco alternativo coherente y atractivo, poco o nada se

puede hacer.

En conclusión, sobre los pobres y sufridos alumnos se ciernen fuerzas con

fines y objetivos dispares. El sistema institucionalizado de enseñanza (con

sus vaivenes políticos), la familia, la cultura y la sociedad, todo ello

luchando por educar a nuestros hijos para un entorno igualmente

complejo y con todas las incertidumbres sobre el futuro que podamos

imaginar. Porque, ¿qué tipo de educación requieren nuestros hijos para

los desafíos del año 2025? ¿Podemos siquiera anticipar cuáles serán?

Ante este panorama, José Antonio Marina decidió hace varios años fundar

la Universidad de Padres con el fin de orientar y formar a padres (también

a docentes) en las habilidades y técnicas que mejor puedan ayudar a hijos

y alumnos para los retos del mañana fomentando los talentos que todos

tenemos desde una perspectiva global, no sólo de conocimientos. Las

aspiración por tanto no es el éxito escolar sino el éxito vital.

Como extensión de los trabajos de esta Universidad se ha lanzado la

Biblioteca de Padres (de la mano de la editorial Ariel) en la que se

publicarán diversos libros de los que La educación del talento es el

primero hasta la fecha.