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  • La economa solidaria en Mxico

  • UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO

    Jos Narro Robles

    Rector

    Eduardo Brzana Garca

    Secretario General

    Leopoldo Silva Gutirrez

    Secretario Administrativo

    Estela Morales Campos

    Coordinadora de Humanidades

    INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ECONMICAS

    Vernica Villarespe Reyes

    Directora

    Gustavo Lpez Pardo

    Secretario Acadmico

    Aristeo Tovas Garca

    Secretario Tcnico

    Roberto Guerra M.

    Jefe del Departamento de Ediciones

  • UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICOINSTITUTO DE INVESTIGACIONES ECONMICAS

    La economa solidaria en Mxico

    Boris Maran Pimentel(coordinador)

  • Esta investigacin, arbitrada por pares acadmicos,se privilegia con el aval de la institucin editora.

    La economa solidaria en Mxico / coordinador Boris Maran Pimentel. Primera edicin. UNAM, Instituto de Investigaciones Econmicas, 2013. 222 pginas; 21 cm. ISBN 978-607-02-4593-0

    1. Cooperacin Aspectos sociales Mxico. 2. Economa Mxico Aspectos sociolgicos. 3. Solidaridad Aspectos econmicos Mxico. 4. Cooperativas de productores Mxico. I. Maran Pimentel, Boris, coordinador. III. Universidad Nacional Autnoma de Mxico. Instituto deInvestigaciones Econmicas. 334.00972-scdd21 Biblioteca Nacional de Mxico

    Primera edicin, 18 de septiembre de 2013

    D.R. UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO Ciudad Universitaria, Coyoacn, 04510, Mxico, D.F.

    INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ECONMICAS Circuito Mario de la Cueva s/n Ciudad de la Investigacin en Humanidades 04510, Mxico, D.F.

    ISBN: 978-607-02-4593-0

    Autor de la portada: Arturo Flores valosCuidado de la edicin: Hlida De Sales Yordi

    Prohibida la reproduccin total o parcial por cualquier medio sin la autorizacin escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Impreso y hecho en Mxico/Printed in Mexico

  • NDICE

    Introduccin .......................................................................... 9

    Una propuesta terico-metodolgica crtica para el anlisis de las experiencias populares colectivas de trabajo e ingresos. Hacia una alternativa societal basada en la reciprocidad .................................................................. 25Boris Maran Pimentel y Dania Lpez Crdova

    La cooperativa agroindustrial Pascual en Mxico: presente y futuro de la economa popular y solidaria .......... 59 Boris Maran Pimentel

    Emprendimientos productivos colectivos en el mundo rural: el caso de Ixtln, Oaxaca ....................... 83 Ana Patricia Sosa Ferreira y Vernica Villarespe Reyes

    La sociedad de produccin rural Michiza o Yeni Navan-Luz Viva: la lucha contra el coyotaje en la comercializacin del caf .............................................. 111 Dania Lpez Crdova

    Comunidades Campesinas en Camino, una experiencia productiva colectiva en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca .. 123 Boris Maran Pimentel

  • Crear las condiciones para el surgimiento de opciones de vida en pueblos olvidados del norte sonorense ............... 135 Mara Amalia Gracia

    Unidad, Desarrollo y Compromiso: el cooperativismo integral y autnomo en la bsqueda de un proyecto de vida y sociedad ........................................ 165 Marn Rubio, Boris Maran y Dania Lpez

    La cooperativa Cupanda: 50 aos de lucha contra el coyotaje en Tacmbaro, Michoacn .................................................... 185 Dania Lpez Crdova

    Anlisis de la Sociedad Cooperativa Semillas de Solidaridad del estado de Tabasco ................................... 197 Juan Jos Rojas Herrera

    Balance general ...................................................................... 219

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    INTRODUCCIN

    El presente trabajo es resultado de una investigacin colectiva de carcter cualitativo y exploratorio sobre las organizaciones colectivas de trabajo e ingreso basadas en la reciprocidad en Mxico, consideradas parte de la llamada economa solidaria. Por un lado, se busca llamar la atencin hacia la necesidad de realizar una discusin terico-metodolgica sobre la economa solidaria, que ponga en cuestin los propios fundamentos epis-temolgicos de los enfoques predominantes; al mismo tiempo, se plantea la importancia de emprender investigaciones que vayan de lo normativo a lo concreto, haciendo un esfuerzo por estudiar las experiencias de economa solidaria en sus prcticas cotidianas, a partir de una defi nicin operativa de las mismas y de criterios asociados a dicha defi nicin, que permitan una evalua-cin rigurosa de cmo se dan dichas prcticas y en qu medida pueden ser solidarias.

    La indagacin del concepto de economa solidaria, en tanto prcticas econmicas de sectores populares y, de modo implcito, como aspecto fundamental de una sociedad alternativa, implic una exploracin epistemolgica conducente a la crtica de la for-ma eurocntrica en que se analiza la realidad social. Esto es, por qu restringir a lo econmico un conjunto de prcticas posible-mente grmenes de una sociedad alternativa a la capitalista? Cmo analizar si, en efecto, dichas prcticas estn cristalizando un nuevo tipo de relaciones sociales?

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    El eurocentrismo es la visin dominante en las ciencias sociales, la cual, desde el siglo XVIII se estableci como hegemnica y con pretensiones universales, y como parte del proceso de seculari-zacin del pensamiento europeo. Esta perspectiva se caracteriza por el dualismo cartesiano,1 plantea una radical separacin entre sujeto-objeto, derivada de la separacin mente y cuerpo, o razn/ sujeto y cuerpo-naturaleza/objeto. La razn se concibe como un don del ser humano el cual est localizado exclusivamente en la mente; el cuerpo, incapaz de razonar, no tiene nada que ver con la razn/sujeto. De este modo, en la racionalidad eurocntrica el cuerpo fue fi jado como objeto de conocimiento, externo, fuera del entorno del sujeto/razn. Este dualismo tambin se expresa en los contrastes radicales entre capital-no capital, europeo-no europeo, y en la concepcin evolucionista lineal y unidireccional de la historia a partir de la experiencia europea, de modo que todo lo no europeo es percibido como pasado e inferior, a partir de la dicotoma primitivo/brbaro-civilizado, o bien, entre lo moderno y lo atrasado.

    Al hablar de eurocentrismo, el socilogo peruano Anbal Quijano aclara que no se trata de una categora que implica a toda la historia cognoscitiva en toda Europa, ni en Europa Occi-dental en particular. No se refi ere a todos los modos de conocer de todos los europeos y en todas las pocas, sino a una especfi ca racionalidad o perspectiva de conocimiento que se hace hege-mnica colonizando y sobreponindose a las dems, previas o diferentes, y a sus respectivos saberes concretos, tanto en Europa como en el resto del mundo [Quijano, 2000: 219]. Un rasgo adi-cional del eurocentrismo es la existencia de mbitos separados

    1 Quijano seala que la distincin cuerpo/no-cuerpo ha sido una constante en la historia de la humanidad, comn a todas las civilizaciones o culturas histricamente conocidas; sin embargo, se estableca una complementariedad entre ambas dimensiones, se consideraban como elementos no separables del ser humano. Con el dualismo carte-siano, que abreva de la dualidad cuerpo/alma de la tradicin cristiana principalmente de la Inquisicin, que se plante la supremaca del alma (salvacin) sobre el cuerpo (represin), la distincin implic una secularizacin de la idea de alma: la razn, pero lo principal fue que se estableci una ruptura total; sta repercuti de manera radical en la comprensin del mundo [Quijano, 2000: 224].

  • INTRODUCCIN

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    de la vida social: lo social, lo econmico y lo poltico [Lander, 2006; Wallerstein, 2006].2

    Sobre la problemtica que nos ocupa, las refl exiones tericas sostienen la posibilidad de que la solidaridad, que viene sur-giendo y expandindose en la economa de sectores populares, puede extenderse a la economa en su conjunto, sin problematizar la cuestin del poder, entendido ste como relaciones de domina-cin, explotacin y confl icto. El pensamiento liberal privilegia el consenso y la estabilidad social, naturaliza las relaciones de desigualdad existentes y las presenta como algo eterno, inmodi-fi cable, por lo cual supone un anlisis de la sociedad sin considerar los ejes estructurales de poder que dan sentido a las relaciones sociales y al control de los recursos y del excedente social; en este sentido, despolitiza las relaciones sociales y las aborda de manera ahistrica, fragmentada y empirista.

    As, las propuestas tericas sobre economa solidaria tienen, de modo predominante, estas limitaciones, lo que difi culta una mejor comprensin de dichas prcticas econmicas populares y sus potencialidades de transformacin social. De ah que durante las discusiones del proyecto se planteara la necesidad de realizar un viraje epistemolgico para abrir el debate sobre la denomina-da economa solidaria, recuperando las categoras de totalidad social, historicidad y poder. La primera sostiene que si bien la realidad es infi nita, es posible reconstituirla en el pensamiento a partir de algunos factores intervinientes decisivamente en su

    2 Segn Lander hay tambin una versin del marxismo caracterizado por su eurocentrismo, el materialismo histrico, al: a) plantear una visin evolucionista de modos de produccin (primitivo, sociedad sin clases, sociedad esclavista, feudal, capitalista, socialista y comunista) a partir de la experiencia europea; b) negar las especifi cidades histricas, culturales y sociales de otras sociedades y obviar sus prcticas de vida, y c) sostener que las nicas fuentes de transformacin social estn en las relaciones de produccin capitalistas, en sus fuerzas productivas y su sujeto histrico: el proletariado, pues todo lo dems (otras culturas y relaciones sociales de produccin) desaparecera por la inexorable dinmica progresiva de la historia [Lander, 2000]. Con la crisis de la idea de progreso como proceso infi nito y ascendente, se plantea reabrir el debate de dos ideas centrales respecto del devenir de las sociedades: la continuidad y la homogeneidad [Quijano, 2000].

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    movimiento; en este sentido, la totalidad es ms que la suma de las partes, es una unidad jerarquizada y estructurada de partes integradas e interrelacionadas; entonces, no se debera plantear separaciones, por ejemplo entre economa y poltica, como si se tratara de estancos sin relacin. La historicidad, si bien implica tener en cuenta la existencia de regularidades explicativas de la vida social, considera que esas regularidades son una construc-cin social, creadas por el hombre; esto supone que la realidad social es transitoria en una perspectiva de larga duracin y por tanto puede ser transformada. As, la idea de que la globalizacin y sus consecuencias negativas son inevitables puede ser refutada. El poder, como ya se mencion, alude a las relaciones de domi-nacin, explotacin y confl icto.

    Teniendo en cuenta estas consideraciones se realiza el pre-sente estudio exploratorio de la economa solidaria en Mxico. Se presenta primero una propuesta terico-metodolgica y despus un conjunto de estudios de caso para conocer, 1) si dichas iniciativas colectivas contribuyen a resolver las necesidades mate-riales de sus integrantes, y 2) indagar sus posibilidades para perfi larse como embriones de una sociedad anticapitalista, al introducir en sus prcticas cotidianas una modifi cacin de las relaciones sociales, y sus probabilidades para constituirse en su-jetos colectivos que apunten no slo a otra economa, sino a una sociedad alternativa.

    Los estudios de caso son mayoritariamente experiencias ru-rales, las cuales se caracterizan por ser parte de un complejo pro-ceso de corte nacional del movimiento indgena y campesino que lucha por la independencia y la autonoma, esta ltima no slo en la autogestin productiva sino en la cultura y el autogobierno.3 Este prolongado proceso se inici en la segunda mitad del siglo pasado, cuando las organizaciones populares rurales impulsaron movilizaciones orientadas primero a lograr la independencia del control estatal y del corporativismo, luego a pugnar por la

    3 Una discusin mayor respecto de la independencia y autonoma del movimiento campesino puede verse en Flores, Par y Sarmiento [1988].

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    autonoma econmica de la produccin campesina y cooperativa, as como por la provisin autoadministrada de servicios bsicos, como escolaridad y seguridad. Desde los aos ochenta, las luchas indgenas por la autonoma rebasaron la bsqueda de la auto-administracin socioeconmica para orientarse hacia la libre autodeterminacin, o sea al autogobierno a nivel comunitario, de acuerdo con sus propias normas, usos y costumbres, invocando para esto una historia de los pueblos autctonos que se perfi la en una prctica antisistmica por la cual los oprimidos se resisten construyendo rdenes de organizacin alternativos [Bartra y Otero, 2008].

    En este conjunto de luchas campesinas se registra un notable despliegue de esfuerzos para tratar de enfrentar situaciones adversas en relacin con la tierra, los recursos naturales, las con-diciones de produccin y el abasto de alimentos. En el caso del sureste mexicano, un eje organizativo ha sido y sigue siendo la lucha por el control de las condiciones de produccin y comer-cializacin demandando al Estado diversos apoyos (crdito, asis-tencia tcnica, regulacin de precios de los productos, desarrollo de infraestructura de transporte y comunicaciones) y promoviendo el surgimiento de organizaciones campesinas para atender la es-casez de fi nanciamiento productivo y eliminar la explotacin de los campesinos por parte de usureros e intermediarios: precios bajos, pagos demorados, peso arbitrario y califi cacin de la cali-dad del producto, como se advierte en varios de los estudios de caso abordados.

    Desde mediados de los aos ochenta otros actores han inci-dido en el mundo campesino; destacan las asociaciones de la so-ciedad civil y otros relacionados con la Iglesia catlica que han tenido una participacin de ms larga data, que proporcionaron asistencia, en el mejor de los casos solidaridad y acompaamiento a travs de proyectos de educacin, salud, alimentacin, vivienda y, en menor medida, ahorro, prstamos y produccin. La decisiva presencia de segmentos de la Iglesia catlica tiene su fundamento en el compromiso con los pobres y el fomento de la solidaridad. Se plantea que la institucin debe apoyar la emancipacin de los

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    sectores marginados, luchar contra la pobreza, entendida sta no slo en trminos de una carencia material, de ingresos, sino de capacidades y derechos.4

    El involucramiento de la Iglesia catlica en las luchas popu-lares tiene sus antecedentes en el Concilio Vaticano II y las con-ferencias episcopales realizadas en Amrica Latina en los ltimos cuarenta aos, y en la propuesta de la Teologa de la Liberacin con su planteamiento central de la opcin preferente por los pobres. Lo novedoso de esta propuesta es que, si bien la Iglesia catlica ha estado siempre caritativamente atenta al sufrimiento de los pobres, el cristianismo de la liberacin ya no los considera como simples objetos de ayuda, compasin o caridad, sino como protagonistas de su propia historia, artfi ces de su liberacin. El papel de los cristianos comprometidos socialmente es participar en la larga marcha de los pobres hacia la tierra prometida la libertad contribuyendo a su organizacin y emancipacin sociales.5

    4 En ese sentido, se viene insistiendo en la necesidad de que las polticas encaminadas a disminuir la pobreza deben igualmente ser de carcter integral, centrando su atencin no slo en el mejoramiento material de las personas sino tambin en el desarrollo real de sus capacidades y el fortalecimiento de sus derechos [Solano, 2005], sin dejar la refl e-xin en torno a las causas estructurales de las desigualdades y de la pobreza, de manera que esta problemtica no sea abordada de forma acrtica, tal si se tratara de situaciones normales, dadas, como se emprende desde las perspectivas eurocntricas donde se ha priorizado la descripcin y cuantifi cacin de la pobreza, pero sin discutir sus causas.

    5 Aunque existen divergencias signifi cativas entre los telogos de la liberacin, en la mayora de sus escritos hay coincidencias en los temas fundamentales que constituyen una salida radical de la doctrina tradicional de las iglesias catlica y protestante:

    Una implacable acusacin moral y social contra el capitalismo como sistema injusto e inicuo, como forma de pecado estructural.

    El uso del instrumento marxista para comprender las causas de la pobreza, las contradicciones del capitalismo y las formas de la lucha de clases.

    La opcin preferente a favor de los pobres y la solidaridad con su lucha de emancipacin social.

    El desarrollo de CEB entre los pobres como la nueva forma de la Iglesia y alternativa al modo de vida individualista impuesto por el sistema capitalista.

    La lucha contra la idolatra (no el atesmo) como enemigo principal de la religin, es decir, contra los nuevos dolos de la muerte adorados por los nuevos faraones, los nuevos Csares y los nuevos Herodes: el consumismo, la riqueza, el poder, la seguridad nacional, el Estado, los ejrcitos; en pocas palabras, la civilizacin cristiana occidental [Lowy, 2007].

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    A partir de la Teologa de la Liberacin, se impuls la organi-zacin de las comunidades eclesiales de base (CEB). En general, las CEB en Mxico nacen en las zonas ms pobres del campo y la ciudad, entre quienes sufren una realidad socio-poltica y econ-mica de explotacin, hambre, represin y miseria. Sus actores principales son los indgenas y los campesinos, los obreros, los subempleados y los desempleados, todos ellos acompaados por los agentes de pastoral social (sacerdotes, religiosos y laicos). Las demandas de las CEB en lo urbano se pueden sintetizar as: de justicia social, de verdades y no de mentiras, de trabajos bien remunerados, de agua para los pueblos, de luz y de servicios, de un sistema judicial que le haga justicia al pobre, y de una existen-cia de hermanos. En el mbito rural sus demandas giran en torno a lo siguiente: agua para las comunidades ejidales; liberarse de los caciques opresores y de los funcionarios corruptos impuestos por ellos; de los intermediarios del comercio y la produccin; de los sacerdotes y agentes de pastoral que intencionalmente o de hecho estn coludidos con las autoridades corruptas; de la manipulacin oportunista de los partidos u otras organizaciones polticas; y en el fondo por la transformacin estructural de la sociedad mexicana, acompaada de la participacin efectiva en las decisiones que les conciernen y una nueva manera de ser Iglesia [Concha, s/f]. La importancia de las CEB se advierte con fuerza en algunos de los estudios de caso, especialmente en el de Comunidades Campesinas en Camino.

    Otro protagonista nuevo y central en las luchas campesinas e indgenas, que ha infl uido en diversa medida entre las experien-cias de economa solidaria en Mxico, es el Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional (EZLN), el cual no puede entenderse sin la estrecha relacin que prcticamente desde sus inicios ha guardado con la Iglesia catlica en Chiapas. Con el surgimiento del EZLN se puso nfasis en la lucha por el reconocimiento constitucional de la autonoma y los derechos indgenas por autogobernarse; pero como las iniciativas constitucionales no prosperaron, se de-cidi impulsar autonomas de facto creando las juntas de buen gobierno y los caracoles (autogobierno de las comunidades

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    indgenas autnomas), as como la formacin de cooperativas en la bsqueda de forjar una economa centrada en la reciprocidad, sin recibir recursos del Estado y colocando excedentes productivos en los mercados; pero no se trata de mercados en general, sino de mercados solidarios, impulsados por organizaciones de produc-tores y de la sociedad civil que promueven un proyecto poltico de oposicin a las dinmicas de exclusin y de diferenciacin social derivadas de las tendencias recientes del capitalismo.

    Las iniciativas de comercio justo [VanderHoff, 1995a; Vander-Hoff y Rozen, 2002; Gonzlez et al., 2003] son otro elemento importante en el fortalecimiento de experiencias de economa solidaria, iniciativas que buscan mejorar las condiciones sociales y econmicas de los pequeos productores en los pases del sur, las cuales se basan en relaciones justas que garantizan la igualdad entre hombres y mujeres, sin explotacin infantil y respetando el medio ambiente. Ofrecen al pequeo productor la posibilidad de tener acceso al mercado en condiciones ms favorables y operar independientemente de los intermediarios; adems, les propor-cionan elementos para conducir su propio proceso de desarrollo [Schlagenhauf, 1997]. El proyecto se sustenta en la construccin de circuitos de intercambio fi ncados en la defensa de valores de solidaridad, justicia social, preservacin de los patrimonios comu-nitarios y respeto a la naturaleza.

    El sello de comercio justo tiene su origen en la iniciativa Max Havelaar, fundada en 1989 en Holanda como respuesta de los consumidores ante la disminucin de las cotizaciones internacio-nales del caf, de suerte que esta iniciativa, junto con el vaco creado por el retraimiento del Estado, propiciaron la creacin y el fortalecimiento de organizaciones independientes campesinas e indgenas en busca de mejores opciones de comercializacin [Renard, 1999]. El movimiento de comercio justo se funda, ade-ms, en la produccin orgnica [VanderHoff, 1995b] entendida como un sistema global de gestin de la produccin que fomen-ta y realza la salud de los agroecosistemas. Lo que distingue a la agricultura orgnica, reglamentada en virtud de diferentes leyes y programas de certifi cacin, es: 1) estn prohibidos casi todos

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    los insumos sintticos y 2) es obligatoria la rotacin de cultivos para fortalecer el suelo [FAO, 1999].

    En el caso del caf, los actores y situaciones antes menciona-dos coadyuvaron para que emergieran organizaciones campesinas enfocadas a controlar el proceso de produccin y comercializa-cin del aromtico. En el sur del pas surgi la Unin de Comu-nidades Indgenas de la Regin del Istmo (UCIRI), que a fi nales de la dcada de los aos ochenta se vincul con el organismo de cooperacin holandesa Solidaridad para formar la asociacin Max Havelaar, ya mencionada. Esta asociacin favoreci la inser-cin de productores marginados al mercado internacional, a la vez que garantizaba un comercio equitativo, relaciones directas entre productores y compradores, un precio justo por el grano y el mejoramiento de su ingreso econmico. Las acciones de la UCIRI inspiraron a otras organizaciones campesinas, especialmente en Chiapas y Oaxaca, que comenzaron a exportar caf de la misma forma. Con el tiempo estas organizaciones se fortalecieron, entre otras cosas porque anclaron su estrategia de desarrollo autogestivo en relaciones de cooperacin y solidaridad [Renard, 1999].

    Se trata pues de experiencias organizativas campesinas impul-sadas para tratar de eliminar la explotacin a que estaban sujetos en materia de comercializacin debido a la escasa regulacin existente, a las difi cultades en materia de vialidades y transporte, de fi nanciamiento, a la ausencia de polticas efectivas para resol-ver los problemas de insercin asimtrica en los mercados. No todos los casos aqu presentados son parte de estos procesos; adems, hay diferencias en contexto, antigedad, actividad, con-solidacin, nivel de insercin en el mercado y tipo de relacin con el Estado, as como en las caractersticas sociolgicas de los integrantes, pero el elemento comn en estas experiencias es que han surgido en situaciones lmite, buscando defender o crear condiciones para resolver el asunto de la produccin y la repro-duccin de la vida; en mayor o menor medida lo han logrado, y van tejiendo otro tipo de interacciones sociales que las diferen-cian y alejan de las relaciones de dominacin y explotacin pro-pias del capital, lo que les imprime el carcter de organizaciones

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    econmicas populares basadas en la reciprocidad, o de la llama-da economa solidaria. Con fi nes ilustrativos, se presenta una breve semblanza de cada una de las experiencias estudiadas aqu.

    La Sociedad Cooperativa Trabajadores de Pascual es una ex-periencia nica en el Mxico urbano. Se trata de una organiza-cin productora de jugos y refrescos de frutas, la cual realizaba operaciones en Mxico desde 1939, pero es en octubre de 1984 que inicia actividades como cooperativa, despus de una lucha de casi tres aos. Actualmente Pascual genera ms de 5 000 tra-bajos directos y sus ventas anuales alcanzan los 3 500 millones de pesos (2012). Se mantiene en un mercado abierto y controlado por las trasnacionales Coca Cola y Pepsi Cola.

    Las empresas comunales de Ixtln hacen referencia a cinco emprendimientos propiedad de la comunidad agraria Ixtln de Jurez del estado de Oaxaca: la Unin Forestal Santo Toms Ixtln (UFOSTI), la Unidad Comunal Forestal, Agropecuaria y de Servicios de Ixtln (UCFAS), Servicios Tcnicos Forestales, Ecotu-rismo (Ecoturixtln) y la gasolinera de la comunidad agraria. Cuentan con una tienda comunitaria y una sociedad fi nanciera de objeto mltiple (SOFOM), y de manera conjunta con otras dos comunidades forestales, Santiago Textitln y Pueblos Manco-munados, una tienda de muebles TIP en la ciudad de Oaxaca. Asimismo, tienen un vivero automatizado sin fi nes comerciales. Es uno de los casos exitosos de manejo comunitario de recursos fo-restales en Mxico, que ha permitido el desarrollo de nuevos activos de propiedad colectiva y contrarrestado el proceso de deterioro rural. Se ha creado un promedio de 200 empleos per-manentes y 84 eventuales, y de manera indirecta se ha benefi -ciado a 2 370 personas ms, en muchos casos mujeres.

    La sociedad de produccin rural Yeni Navan o Michiza, tambin de Oaxaca, est dedicada a la comercializacin de caf orgnico de campesinos indgenas mixtecos, mixes, chinantecos, chatinos, cuicatecos y zapotecos. Michiza inici sus actividades en 1985, con 17 personas de cinco comunidades y el apoyo del Centro Diocesano Pastoral Indgena de Oaxaca (Cedipio); hacia 1989 ya contaba con 19 comunidades integradas al grupo, y en

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    ese ao se conform como la sociedad de produccin rural Yeni Navan (luz viva en zapoteco) con el fi n de exportar de manera directa. Hoy en da aglutina a ms de 900 productores de caf de 42 comunidades, de ellos 30% son mujeres; acopia 414 toneladas de producto y exporta un total de 260 toneladas de caf orgnico en su modalidad oro a Alemania, Austria y Estados Unidos, a travs de los canales de comercio justo. En 2010 las ventas ascen-dieron a 16 millones de pesos.

    Comunidades Campesinas en Camino es una organizacin de campesinos indgenas zapotecas, chontales, mixes, ikoots, mixtecos y zoques que producen de manera orgnica en la regin del istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Entre sus productos ms importantes estn el ajonjol y sus derivados aceite, harinas, galle-tas, el chile pasilla y el mango. Esta organizacin nace en octu-bre de 1995, con la participacin de 49 socios y el apoyo de la Pastoral Social. Comunidades Campesinas en Camino ha logra-do una importante diversifi cacin, pues cuenta con rea de ahorro y prstamo, de industrializacin o procesamiento, de ganadera, de comercializacin al mayoreo y menudeo, y de asistencia tcnica. Actualmente tiene casi 1 000 socios productores y alrededor de 5 000 socios en sus organizaciones de ahorro y prstamo. Para 2009, las ventas de ajonjol y sus procesados ascendieron a 25 millones de pesos.

    La cooperativa Productos Energticos: Un Estilo de Vida, se inscribe en el contexto de pequeas comunidades del noreste de Sonora que han sido profundamente afectadas por la problem-tica del narcotrfi co y por altas tasas de migracin hacia las ciudades aledaas y a Estados Unidos, ocasionadas por la falta de perspectivas laborales y opciones de vida. Es una joven expe-riencia conformada en 2006 a partir del impulso de un sacerdote, la cual cuenta con diez socios. El volumen aproximado de ventas anuales es de 500 000 pesos, considerando que en febrero de 2010 se facturaron 40 000 pesos.

    La cooperativa Unidad, Desarrollo y Compromiso, una orga-nizacin promotora del cooperativismo integral, desarrolla sus actividades en Anenecuilco, municipio de Ayala en Morelos. Se

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    conform en noviembre de 2001, con la participacin de 20 socios a partir de la creacin de una seccin de ahorro y prstamo que han denominado administracin de salarios y ayuda mutua, a la que se han sumado otras secciones: abasto y consumo, salud alter-nativa y de manera ms reciente la de comercializacin de horta-lizas, conformada como la cooperativa Truequio, en el nimo de practicar el cooperativismo integral. Tiene una vida comunitaria muy activa a partir de su involucramiento en problemas que re-basan el mbito estrictamente econmico. Actualmente cuenta con 1 400 socios (600 son nios) y ocho trabajadores administra-tivos. En 2009 los ingresos de la cooperativa ascendieron a 8 mi-llones de pesos.

    La sociedad cooperativa de venta en comn Cupanda (agua-cate en purpecha) se dedica a la comercializacin de aguacate de la regin de Tacmbaro, Michoacn. Esta experiencia cuenta con ms de 50 aos de vida, en los que ha contribuido a combatir el coyotaje y a mejorar el nivel de vida de sus asociados. La orga-nizacin surgi en 1954, con 31 socios y el apoyo de la Iglesia catlica local. Actualmente tiene 220 socios productores, en con-junto cultivan 1 000 hectreas de aguacate y producen 10 000 toneladas al ao. En 2007, las ventas ascendieron a 6 000 tonela-das, con un valor de 36 millones de pesos.

    La sociedad cooperativa de servicios profesionales Semillas de Solidaridad est dedicada a la promocin y fomento de coo-perativas en Tabasco. Se constituy formalmente el 21 de febrero de 2009, aunque sus antecedentes se ubican en el proceso capaci-tador desarrollado a lo largo de 2008 y es producto de la ejecucin de un proyecto denominado Fomento a la participacin civil en la reactivacin socioeconmica de la economa campesina en Tabasco, impulsado por la Dicesis de Tabasco para hacer fren-te a las inundaciones ocurridas en ese estado del sureste mexicano a fi nales de 2007. Como parte de las acciones de capacitacin organizacional, se buscaba formar entre 50 y 60 promotores comunitarios y organizar redes comunitarias solidarias; impartir cursos de capacitacin organizacional y para el desempeo de ofi cios; formar grupos productivos instruidos con conocimientos

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    bsicos de contabilidad y administracin de empresas sociales. La cooperativa es el ncleo central de los liderazgos campesinos de los productores. Para abril de 2010, la base social del proyecto inclua a alrededor de 1 000 campesinos en 88 emprendimientos asociativos, con presencia en 15 de los 17 municipios del estado.

    La eleccin de los estudios de caso obedece al inters y las posibilidades de cada uno de los autores. Algunos de ellos tenan una relacin y trabajo previo con las organizaciones abordadas; otros, establecieron contacto a partir de las sugerencias que se fueron planteando como parte del estudio exploratorio. Como se ha sealado, y se advierte en las semblanzas, se trata de expe-riencias diversas; aqu se intenta destacar su aporte a una nueva sociabilidad que se aleje de las relaciones de dominacin y explo-tacin, teniendo siempre presente la tensin entre patrones de reciprocidad y mercado, y su potencial como prcticas que apun-tan a una sociedad alternativa, distinta a la capitalista.

    Como nota metodolgica adicional, cabe sealar que se ela-boraron y discutieron de forma conjunta los instrumentos de re-coleccin de la informacin, a fi n de caracterizar las experiencias partiendo de criterios comunes y tratando de dar unidad al pre-sente libro.

    Finalmente, resta mencionar que los resultados de esta in-vestigacin son fruto del proyecto PAPIIT IN30280 Emprendi-mientos productivos populares una alternativa de empleos e ingresos ante la crisis de la sociedad salarial?, llevado a cabo entre 2008 y 2010. Se agradece el fi nanciamiento recibido a travs del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigacin e Innovacin Tecnolgica de la Direccin General de Asuntos del Personal Acadmico de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico para la realizacin de esta investigacin. Tambin se reconoce el fi nanciamiento del proyecto PAPIIT IN302011 Polticas pblicas: de la pobreza-asistencia a la marginalidad-autonoma, para la publicacin de los resultados.

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    UNA PROPUESTA TERICO-METODOLGICA CRTICA PARA EL ANLISIS DE LAS EXPERIENCIAS POPULARES COLECTIVAS DE TRABAJO E INGRESOS

    Hacia una alternativa societal basada en la reciprocidad

    Boris Maran Pimentel*Dania Lpez Crdova**

    INTRODUCCIN

    El objetivo de este captulo es presentar algunos elementos te-ricos y metodolgicos que se sugiere deberan ser considerados para acercarse a una explicacin de la emergencia, posibilidades y limitaciones de las prcticas colectivas populares de trabajo e ingreso basadas en la reciprocidad en el contexto latinoamerica-no. Se trata de llamar la atencin en torno a las posibilidades que pueden tener dichas iniciativas, ante la tendencia estructural del capitalismo de contraer el volumen de trabajadores asalariados en el mundo el llamado desempleo estructural a travs de la creciente tecnifi cacin y fi nanciarizacin del capital.

    * Investigador titular. Instituto de Investigaciones Econmicas, UNAM.** Profesora adjunta. Centro de Estudios Sociolgicos, FCPyS, UNAM.

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    Existe un conjunto importante de estudios respecto de las caractersticas y potencialidades de las iniciativas sealadas, prin-cipalmente desde la llamada economa solidaria/popular/del tra-bajo, los cuales han contribuido a visibilizar una realidad social emergente que se aleja de las perspectivas de la informalidad o la pobreza; sin embargo, es posible sealar que adolecen de tres debilidades: la ausencia de una explicacin histrico-estructural sobre el origen y crecimiento de estas prcticas, el economicismo y el empirismo [Lpez y Maran, 2010]; esto es, no se ubican histricamente estas prcticas, se omite en la discusin los as-pectos polticos (economa y poltica como dos esferas separadas que no se tocan o no se deberan tocar) y adems se manifi esta una ambigedad en la caracterizacin de dichas experiencias, al no delimitar sus atributos especfi cos, de manera que se desdi-buja su especifi cidad. En ese sentido, se propone que, a partir del pensamiento crtico, esas organizaciones sean consideradas desde una perspectiva de totalidad social y analizadas desde una perspectiva sociopoltica e histrico-estructural, considerando el desarrollo y las tendencias del capitalismo en Amrica Latina y reconociendo la existencia de relaciones de poder y como parte de stas, el confl icto social por la apropiacin de los recursos materiales y simblicos bsicos. En su carcter de pensamiento crtico se debe tener en cuenta el sentido del proceso de cono-cimiento, es decir, considerar la teora no slo como explicacin de los fundamentos de la realidad sino tambin como una gran orientadora de la accin.

    Entonces, es necesario determinar algunos criterios para ca-racterizar las experiencias, esbozar una defi nicin operativa de las mismas y considerar en qu medida son consideradas solida-rias si operan en un contexto de mercado; es importante pensar sus posibilidades de transformacin social y en ese sentido, las implicaciones terico-metodolgicas que eso supone. As, en pri-mer lugar, al interior de las organizaciones se buscara discutir el tipo de relaciones sociales tejidas entre sus miembros, ms all de la autodefi nicin, de su fi gura jurdica, del tamao o del sector en el que participan, para determinar el tipo de racionalidad que

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    impera en ellas: son relaciones de explotacin?, de domina-cin?, cul es el espacio de la reciprocidad, la igualdad, la comunidad (autoridad colectiva) y la sustentabilidad? En segundo lugar, es importante contar con una defi nicin operativa que incluya los criterios que apuntan a una modifi cacin en las relacio-nes sociales. La tercera cuestin se refi ere a que si las experiencias solidarias operan en la actualidad en un ambiente dominado por el capitalismo, por el mercado, por la acumulacin de ganancias, en realidad son parte de otro mundo si al mismo tiempo tienen que producir, vender y lograr sus ingresos, parcial o totalmente, a travs de relaciones mercantiles? Algunos estudiosos sostienen que slo deberan ser consideradas como solidarias las experien-cias que no obtienen ingresos a travs del mercado, posicin extrema pues dejara sin piso a muchas organizaciones. En ese sentido, se presupone y acepta que las organizaciones mantienen vnculos con los mecanismos del mercado capitalista, dejando de lado el viejo dilema de mercado-reciprocidad. Interesara enton-ces el balance y determinar cul es el patrn que predomina: el del mercado o el de la reciprocidad, pues como seala el socilogo peruano Anbal Quijano, en el momento actual estas iniciativas no pueden vivir con el mercado, pero tampoco sin l, lo mismo que con el Estado; las relaciones con ambas instituciones son a veces de complementariedad, pero sobre todo de gran confl icti-vidad. Finalmente, las posibilidades de estas experiencias debe-ran ser contextualizadas de manera ms amplia, como posibles embriones de un proyecto emancipador va a otra sociedad basada en una racionalidad no capitalista, que tendra como su elemento central de convivencia la reciprocidad, al introducir en sus prc-ticas cotidianas una modifi cacin de las relaciones sociales y constituirse en sujetos colectivos, en el marco de la crisis civiliza-toria por la que atraviesa el mundo actual, y esto implica, entre otras cosas, considerar la economa y la poltica como elementos interrelacionados.

    El captulo est organizado en tres partes. En la primera se plantean los factores que infl uyen en el crecimiento de las orga-nizaciones populares colectivas de trabajo e ingreso basadas en

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    la reciprocidad, denominadas economa solidaria, haciendo n-fasis en la incapacidad del capitalismo para continuar creando de modo progresivo empleo asalariado; la segunda aborda, de manera sinttica, las principales formas de organizaciones po-pulares colectivas existentes de la llamada economa solidaria; y la tercera plantea algunas propuestas respecto de cmo caracte-rizar las experiencias populares colectivas de trabajo e ingreso y cmo concebirlas como parte de procesos macrosociales de transformacin social, recuperando el encuentro entre econo-ma y poltica y reintroduciendo la discusin sobre el problema del poder.

    TENDENCIAS DEL CAPITALISMO: DESEMPLEO ESTRUCTURAL, FINANCIARIZACIN E HIPERTECNOCRATIZACIN. ACENTUACIN DE LA MARGINALIZACIN-EXCLUSIN

    Desde una perspectiva histrica y considerando las particulari-dades que presenta el derrotero del capitalismo en las sociedades estructuralmente heterogneas de Amrica Latina, es posible afi rmar que el surgimiento de las experiencias populares colec-tivas de trabajo e ingresos tiene como un antecedente el proceso de marginalizacin de la mano de obra que se registra en el rea desde la segunda mitad del siglo pasado.

    La propuesta terica de la marginalidad social planteaba una explicacin estructural de la incapacidad del capitalismo para solucionar los problemas de empleo e ingresos de los trabajado-res. Dicho enfoque (diferente al propuesto tanto por los tericos de la modernizacin como por los desarrollistas), elaborado por Jos Nun y Anbal Quijano, destacaba la especifi cidad del movi-miento de las sociedades latinoamericanas, caracterizadas por la heterogeneidad estructural (y no sociedades duales divididas en sectores modernos y tradicionales), totalidades en las que se articulaban diversos patrones estructurales (relaciones sociales, instituciones, identidades y organizaciones). En este contexto, Quijano [1977] sostena que a pesar de las altas tasas de creci-

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    miento econmico registradas entre los aos cincuenta y setenta del siglo pasado en Amrica Latina, dadas las tendencias del ca-pitalismo internacional a sustituir mano de obra por tecnologas duras, la industrializacin sustitutiva en el subcontinente no signifi c una incorporacin sostenida de la fuerza de trabajo a las relaciones asalariadas sino la marginalizacin de crecientes con-tingentes de trabajadores.

    Dicha marginalizacin no slo signifi caba la reproduccin de un ejrcito industrial de reserva para presionar a la baja los sala-rios y ser incorporado en los periodos de auge del ciclo econmico o ante ampliaciones de la capacidad productiva, sino tambin la emergencia de un segmento sobrante o excedente de fuerza de trabajo que ya no podra ser incorporado a las relaciones asala-riadas. Este segmento excedente constituy lo que Quijano deno-min el polo marginal: el conjunto de trabajadores que carecan de acceso estable al mercado de trabajo regulado y se desempe-aban en ocupaciones con califi caciones muy bajas, mnima pro-ductividad, uso de recursos residuales de produccin y niveles reducidos de ingresos que no se podan atribuir de manera esta-ble al salario o la ganancia. La estructura de sobrevivencia de los marginalizados no se agotaba nicamente en el polo marginal sino que se integraba tambin en el asistencialismo del Estado, a travs de las campaas contra la pobreza del sistema de bienes-tar social.

    La tendencia a la marginalizacin se ha agudizado en las lti-mas dcadas y desde los aos setenta, cuando el capital logra imponer al trabajo su salida a la crisis de rentabilidad y goberna-bilidad que enfrentaba, va la destruccin de las conquistas de los trabajadores y el impulso de formas laborales no reguladas con la fi nalidad de reducir costos, dndose una reexpansin de la extraccin del plusvalor a travs de procesos laborales asociados a la plusvala absoluta. En trminos de Gorz [1998], este proceso es la consecuencia del desmantelamiento de las polticas keyne-sianas que legitimaban la intervencin del Estado en la econo-ma persiguiendo el pleno empleo, la redistribucin del ingreso y la integracin social, en un proceso en el que el Estado regulaba

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    fuertemente el desempeo del capital. Segn Gorz, a partir de los aos setenta el capital abandona tal pacto y se orienta hacia la desregulacin, la apertura econmica y comercial, hacia la priva-tizacin para recuperar sus niveles esperados de rentabilidad.

    Se produjo pues una doble ruptura; de una parte, en el carc-ter de las polticas macroeconmicas aplicadas y, de otra, en la concepcin misma del carcter social del Estado y de la necesidad de construir procesos de ciudadanizacin. Hasta principios de los aos setenta en Amrica Latina, el impulso industrializador desarrollista tuvo como objetivo central la bsqueda de la inte-gracin social. El Estado tena la responsabilidad de universalizar los derechos sociales bsicos (educacin, salud, vivienda, pro-teccin social) y estimular la generacin de empleo o trabajo asalariado estable y protegido, a travs de la intervencin en la economa con polticas activas de sostenimiento de la demanda efectiva y de apoyo al desarrollo industrial. Desde esta perspectiva, el Estado impulsaba una dinmica para promover la incorpora-cin de los marginalizados, de aquellos trabajadores desplazados del mercado de trabajo y con problemas de bajos ingresos [En-rquez, 2007].

    Desde fi nes de los aos setenta, por el contrario, dicha visin fue sustituida por otra, que se distancia de la integracin social y plantea la asignacin de los recursos a travs del mercado. Se impulsaron procesos de ajuste estructural, desregulacin, aper-tura comercial, privatizacin y reduccin de la intervencin del Estado en la economa; esta propuesta posteriormente fue siste-matizada en el Consenso de Washington y sirvi de base para la imposicin de las polticas econmicas neoliberales en diversas partes del mundo. El Estado ya no promueve activamente el crecimiento econmico y el incremento en el nivel de empleo, ni tampoco la construccin de ciudadana a partir del acceso univer-sal a derechos sociales bsicos y a un empleo estable, sustituyn-dose la solidaridad universal por polticas asistenciales focalizadas de combate a la pobreza.

    Otros elementos de esta nueva confi guracin del capitalismo son los procesos de fi nanciarizacin e hipertecnocratizacin. El

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    primero se refi ere a la transformacin estructural de la relacin entre la esfera de la produccin y de la circulacin, entre el capital productivo y fi nanciero en favor de este ltimo y se remite a la recomposicin de las condiciones de valorizacin del capital a consecuencia de la crisis estructural de rentabilidad de los aos setenta, siendo un mecanismo utilizado en un doble sentido: por un lado para compensar y aun superar la nivelacin a la baja de la tasa de ganancia en la esfera productiva, y para alargar-retar-dar la transicin hacia una nueva revolucin tecnolgica, retardo que obedece adems a decisiones polticas e institucionales sub-yacentes. En este contexto, el crecimiento desmesurado y cada vez ms autnomo del capital fi cticio o especulativo en relacin con el capital productivo compromete seriamente y pone en riesgo la unicidad del proceso de reproduccin del sistema al intro-ducir un factor de disrupcin sistmica, pues tiende a provocar la implosin de incluso la ruptura con la lgica global conden-sada en la frmula general del capital: D-M-D [Romero, 2010].

    Por su parte, la hipertecnocratizacin se refi ere a la tendencia del capital a hallar soluciones tecnolgicas cada vez ms efi caces por encima de consideraciones ecolgicas, ideolgicas, ticas y polticas. En la actual etapa de fi nanciarizacin del capital esto se traduce en que la concentracin y acumulacin de riqueza no tienen objeto ni objetivo, ni un para qu. Hay una mayor multi-plicacin posible de riquezas, sin plantear la utilidad ms o menos grande que tomen estas riquezas segn lleguen a ser consumidas. A la economa fi nanciera de la sociedad de mercado se debe que el valor se haya vuelto presa de la riqueza. En tanto para el capital productivo las ganancias bajo la forma de plusvala estn limitadas por las condiciones de explotacin de la fuerza de tra-bajo, para el capital fi nanciero los benefi cios bajo la forma de tasas de inters, de valor del dinero, no tienen lmite. En este sentido, la deuda exterior de los pases perifricos, las privatiza-ciones, constituyen una poltica perfectamente racional que ofrece a los capitales fl otantes la salida en la inversin fi nanciera especu-lativa, descartando el peligro de una desvalorizacin masiva del excedente de capitales, el cual en trminos cuantitativos es treinta

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    veces ms importante que el valor total del comercio mundial [Snchez, 2007].

    Estos rasgos del capitalismo, en especial la fi nanciarizacin, implican retos para los trabajadores, diferentes a los de ayer. Al modifi carse las relaciones sociales y las relaciones internacionales de la posguerra,1 en la etapa actual de fi nanciarizacin la produc-cin de riqueza requiere menos creacin de trabajo asalariado y no necesariamente pasa por la produccin; adems, el capital ya no est interesado en mantener o ampliar pactos sociales a travs del Estado-nacin. El capital slo necesita al Estado en tanto maqui-naria burocrtica y coercitiva y como un agente corporativizado que facilita el proceso de creacin fi cticia de riqueza.

    Desempleo estructural [Rifkin, 1995, 2005], fi nanciarizacin e hipertecnocratizacin del capital signifi can el alejamiento de las promesas primigenias de libertad, bienestar, igualdad social planteadas por la modernidad, as como una presin creciente y destructora sobre la naturaleza, poniendo en riesgo la vida mis-ma sobre el planeta. En un contexto de privatizacin del Estado y de desnacionalizacin de la sociedad, las polticas macroecon-micas han promovido la precarizacin creciente de los trabajado-res y conducido a una distribucin regresiva de la riqueza; esto ha acentuado la marginalizacin de gran parte de la poblacin en Amrica Latina.

    Como una respuesta a este proceso ha emergido una gama de prcticas sociales populares a travs de las cuales se busca la sobrevivencia, entre stas, las experiencias de trabajo e ingreso basadas en la reciprocidad, englobadas en la denominada econo-ma solidaria.

    1 Sobre la base de la derrota del fascismo y en un mundo donde la existencia de mo-vimientos obreros organizados y radicalizados, junto a la existencia de la Unin Sovitica y de China socialistas, crearon unas condiciones que obligaron al capital a ajustarse al compromiso histrico socialdemcrata, a la construccin de ciudadana: igualdad, dere-chos y representacin poltica [Amin, 2010].

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    LAS EXPERIENCIAS DE TRABAJO E INGRESO CONTEMPORNEAS EN AMRICA LATINA: UNA BREVE REVISIN

    De acuerdo con Razeto [1990], las organizaciones econmicas populares (OEP) se forman para tratar de resolver el problema de subsistencia que se agrava a consecuencia de la imposicin del modelo econmico liberal y se caracterizan por a) ser hetero-gneas tanto en sus tipos de organizacin como en los procesos concretos de formacin y desarrollo, pero todas estn integradas por grupos de personas o familias que buscan en conjunto enca-rar un problema econmico inmediato a travs de la cooperacin solidaria y la reciprocidad; b) tener conciencia de solidaridad, identidad de grupo y una estructura comunitaria; c) tener una racionalidad econmica que busca enfrentar colectivamente un conjunto de necesidades humanas individuales y sociales; y d) no ser slo organizaciones econmicas, pues buscan estrategias de vida y no de subsistencia, establecer un vnculo estrecho entre produccin, distribucin y consumo.

    A partir de la experiencia chilena, Razeto [1990] propone cuatro tipos bsicos de OEP: a) los talleres laborales, pequeas unidades econmicas cuya actividad central es la produccin y comercializacin de bienes y servicios; b) las organizaciones de cesantes, tendientes a enfrentar el mismo problema de la desocu-pacin, pero buscando reinsertarse nuevamente al trabajo asala-riado; c) las organizaciones para el consumo bsico, distintas formas de asociacin de personas y familias que cuentan con muy escasos ingresos y a travs de la organizacin logran acceder o mejorar su consumo de alimentos; y d) las organizaciones para vivienda, formadas por pobladores que enfrentan problemas habitacionales y buscan en comn formas de solucin.

    Hay, sin duda, otras formas organizativas en otros pases latinoamericanos, como en Brasil, donde segn el Primer Ma-peo Nacional de la Secretara Nacional de Economa Solidaria (Senaes), dependiente del Ministerio de Trabajo, hay 22 tipos de emprendimientos en forma de asociaciones, cooperativas, grupos

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    informales y otras modalidades [Senaes, 2005]. En Mxico exis-ten cooperativas, sociedades de produccin rural, sociedades de solidaridad social, asociaciones y colectivos, y en Colombia des-tacan las cooperativas y empresas comunales.

    Una modalidad que ha tenido resonancia en las ltimas dos dcadas es la de las empresas recuperadas, en Argentina, y las autogeridas, en Brasil, para aludir a los procesos de lucha emprendidos por trabajadores de fbricas en quiebra para no perder su fuente de trabajo y asumir la autogestin de los nuevos emprendimientos, los mismos que han adoptado mayormente la forma de cooperativa. Estas iniciativas de los trabajadores de recuperacin de empresas en diversos sectores productivos, aunque principalmente en la industria, han estimulado un rico debate intelectual respecto de las posibilidades de los trabaja-dores de poder controlar los procesos productivos a partir de prc-ticas democrticas de direccin y toma de decisiones, de igualdad en la participacin econmica y poltica, y de orientar el empren-dimiento sobre bases de reciprocidad y no bajo criterios estricta-mente mercantiles. La continuidad del proceso de recuperacin de empresas, en otros trminos, su reproduccin ampliada, se explicara por la instalacin cultural de la forma social recupe-racin como un repertorio de esquemas de acciones posibles de los trabajadores para enfrentar el cierre empresarial y la precari-zacin laboral [Salgado y Ons, 2009; Rebn, 2007].2 Los trabaja-dores han estado demostrando que pueden encargarse de manera positiva de la produccin, en ausencia de los patrones.

    Se cuenta, por tanto, con un conjunto amplio de evidencias respecto a la capacidad autogestionaria de los trabajadores para avanzar en el control de la produccin, de su trabajo e ingresos, tanto en sectores urbanos como rurales. Sin embargo, hay algu-nas dimensiones en el estudio de las experiencias populares de trabajo e ingresos que merecen una mayor atencin como parte

    2 Sobre las recuperadas, vase adems Ghibaudi [2004], Fajn [2004], Rebn [2005], Singer [2006], Tadashi [2001], Tauile et al. [2005], Bialakowsky [2004], Fernndez [2006] y Gracia y Cavalieri [2007].

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    de la elaboracin de una agenda de investigacin que contribuya a discutir y vincular temas micro y macro en una perspectiva de transformacin social. Esto se discute en el apartado siguiente.

    HACIA UNA SOCIEDAD BASADA EN LA RECIPROCIDAD: ALGUNAS IMPLICACIONES TERICAS Y METODOLGICAS

    Pensar en las posibilidades de las experiencias populares de traba-jo e ingresos desde una perspectiva de transformacin social nos remite a la necesidad de discutir algunas implicaciones tericas y metodolgicas, y considerar tanto niveles micro como macro y, al-gunos agregan, meso. Estos aspectos estn relacionados, por un lado, con el anlisis de las experiencias populares en s mismas, con las relaciones sociales existentes dentro de ellas; y por otro, con la proyeccin que estas prcticas pueden tener respecto a la bsque-da de una sociedad anticapitalista basada en la reciprocidad.

    En este sentido, es importante entender la reciprocidad no slo como una relacin social establecida de manera simtrica entre sujetos socialmente iguales para dar y recibir trabajo y fuer-za de trabajo, sino en tanto relacin social fundamental entendida como la obligacin moral de dar, recibir y devolver, que genera con-fi anza y amistad en el otro, y constituye el lazo social que crea humanidad [Temple et al., 2003],3 como una relacin distinta no slo entre las personas, sino adems con la naturaleza. La reci-procidad, entendida como lazo social, debera ser vista tanto en trminos econmicos y microsociales, como en los aspectos pol-ticos y macrosociales, esto es, como el fundamento de un orden social alternativo en el que se trate de resignifi car las prcticas sociales recprocas, horizontales, solidarias y de igualdad social caractersticas del mundo prehispnico y que continan siendo vi-gentes, principalmente pero no slo en zonas rurales sino tambin

    3 Respecto de la reciprocidad puede verse Nettel [1993], donde se hace una revisin de los principales autores, entre ellos Mauss y Polanyi, y se realiza una discusin de la perspectiva sustantivista.

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    urbanas;4 de hecho, para Quijano [1998] la reciprocidad es una novedad, no cronolgica, sino sociolgica, porque hoy en da se va extendiendo en el mundo urbano como un producto de las actuales condiciones en que opera el capital, presentadas en el primer apartado de este trabajo.

    Antes de la conquista y la Colonia, la reciprocidad era un rasgo de colectividades cerradas en las que las jerarquas sociales y la tradicin eran la fuente de las normas y de los valores cotidianos, y donde el espacio de la identidad y libertad individuales, de la creatividad individualizable, no era muy amplio; por ejemplo, se ha sealado que en el llamado Estado incaico o Tawantinsuyu, el inca era la autoridad mxima la cual concentraba los excedentes y los redistribua, en tanto en los ayllus o comunidades se tejan relaciones de reciprocidad entre familias, regidas por un conjunto de normas asumidas como parte de la tradicin.

    En el mundo urbano actual, no es ms la jerarqua sino la igualdad social entre sus miembros lo que caracteriza a las comu-nidades, pues su condicin de marginales o excluidos, resul-tado de las tendencias del capitalismo, los ubica en una situacin de igualdad, de manera que se abren espacios de discusin colec-tiva para desplegar iniciativas conjuntas para vivir. Entonces, no es ms la tradicin sino el debate y la decisin colectivos el mbi-to donde surgen las normas, las instituciones, los valores. Por tanto, son la identidad y la creatividad de los individuos el ali-mento de la comunidad; ello no implica simplemente que se ejerza sobre un vaco histrico, pues sin duda abreva de diversas prcticas del mundo pre-colonial [Quijano, 1998: 135-137]. Para Quijano la reciprocidad, entendida como intercambio de trabajo y fuerza de trabajo sin la intermediacin del capital [Quijano, 2007: 153] se extiende, y la identifi ca como un redescubrimiento de los trabajadores en el marco de un amplio proceso de margi-nalizacin y exclusin, pues las necesidades insatisfechas por las tendencias actuales del capitalismo llevan a los trabajadores a encontrar que slo en la medida en que salgan y se liberen de las

    4 Al respecto vase Murra [1978], Golte [1980], Alberti y Mayer [1974)] y Patzi [2009].

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    reglas de juego del capital y ejerciten prcticas sociales condu-centes a reapropiarse del control de su trabajo, de sus recursos y de sus productos, as como de las instancias de su existencia so-cial, podrn defenderse mejor del capital. Este orden social alter-nativo, con la reciprocidad como lazo social, estara vinculado a una toma de decisiones centrada en la comunidad como estruc-tura de control democrtico de la autoridad colectiva, concentra-da en el ejercicio de la democracia directa y no en la democracia representativa.

    De este modo, es importante hacer un esfuerzo en diversos niveles de anlisis para tratar de plantear las posibilidades de transformacin social de las experiencias colectivas populares de trabajo e ingreso basadas en la reciprocidad, de los cuales es im-portante destacar dos. Por un lado, a nivel micro, un estudio ri-guroso de las caractersticas de tales organizaciones y, por otro, la discusin sobre el problema del poder asociado a una sociedad basada en la reciprocidad.

    a) Hacia la caracterizacin de las experiencias populares colectivas de trabajo e ingresos: modifi caciones en las relaciones sociales

    Existe una diversidad de enfoques, defi niciones y contenidos del campo de la economa popular y solidaria. Los aportes de Razeto contribuyeron a caracterizar la economa popular de solidaridad como un conjunto de actividades econmicas llevadas a cabo por pequeos grupos familiares o barriales con conciencia de solida-ridad e identidad de grupo, a fi n de enfrentar la carencia de empleo e ingresos con una escasa dotacin de recursos, baja productivi-dad, una divisin simple del trabajo, una racionalidad econmica no capitalista y con objetivos que trascienden lo estrictamente econmico. Dos elementos centrales de las OEP seran la recipro-cidad y la comunidad. Coraggio trata de precisar el mbito de la economa popular sosteniendo que se basa esencialmente en unidades domsticas que tienen como recurso fundamental el

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    trabajo familiar y una racionalidad no capitalista. Singer, por su parte, tiene una visin ms restrictiva de la economa solidaria y la hace equivalente a la cooperativa, que conjuga la autogestin con una clara insercin en el mercado, en una postura emancipa-dora gradual. Quijano muestra que la economa popular un nuevo desarrollo del polo marginal se caracteriza por la reci-procidad, la igualdad social y la comunidad; y presenta combina-ciones diversas de patrones de mercado y reciprocidad, donde es importante no invalidar las experiencias por tener cierto efecto en el mercado, sino considerar el balance global de la organizacin y su orientacin predominante hacia el mercado o la reciprocidad.

    Las contribuciones de estos autores permiten tener una idea respecto de lo que son y deberan ser las experiencias populares colectivas de trabajo e ingreso. En la misma perspectiva, Coraggio [2007a: 18-19] plantea en la introduccin del libro colectivo La Economa social desde la periferia. Contribuciones latinoamericanas, que los elementos comunes en las experiencias, identifi cados por diversos autores (Coraggio, Melo de Lisboa, Nez, Quijano, Razeto y Singer, entre otros), son: se produce en colectivo, gene-ralmente para el mercado; no estn orientadas por la ganancia sino por la generacin de trabajo e ingresos; compran juntos para mejorar la capacidad de negociacin en el mercado; socializan los riesgos, y se organizan para conseguir crdito y mejorar las condiciones o medios de vida (alimentos, vivienda, entreteni-miento) para su propia reproduccin o el uso colectivo de su comunidad (infraestructura productiva, hbitat, servicios p-blicos). Este mismo autor sostiene que otros rasgos podran clasi-fi carse de la misma manera, entre ellos destacan las formas de obtencin de recursos propias de la produccin mercantil simple; basadas en la libre asociacin, autogestin y cooperacin; asocia-ciones con predominio del factor trabajo pero que constituyen una sociedad entre personas cuyos lazos forman parte de las re-laciones sociales de produccin; coexistencia de la orientacin por el valor de cambio y el valor de uso, esperndose que la se-gunda oriente en trminos globales las decisiones centrales; y la resignifi cacin del concepto de efi ciencia.

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    Al tener en cuenta estos planteamientos no conviene limitar la refl exin al plano conceptual, sino que es necesario considerar la vida cotidiana de las experiencias colectivas de trabajo e ingreso, para conocer si ellas producen y viven de un modo diferente al capitalista y si en conjunto pueden constituir un impulso decisivo hacia una sociedad anticapitalista. No basta sostener que las or-ganizaciones populares y/o solidarias tienen una racionalidad econmica distinta, se debe defi nir un conjunto de caractersti-cas centrales que las distingan de las capitalistas, pues se habla de solidaridad, cooperacin, ayuda mutua, autogestin, democracia interna e igualdad al interior de los emprendimientos; y se introdu-cen otros conceptos relacionados con el medio ambiente, la igual-dad de gnero y la diversidad productiva, aunque de manera difusa [Maran, 2009a].

    Es necesario contar con una defi nicin operativa que sintetice los atributos bsicos de las relaciones sociales de produccin, con el propsito de evaluar de modo comn sus aspectos esenciales y agrupar las organizaciones de acuerdo con criterios centrales que hablaran de un adecuado desempeo econmico y social. Quijano [1998, 2006 y 2008] plantea los siguientes criterios: re-ciprocidad (entendida como el intercambio de trabajo y la fuerza de trabajo, sin pasar por el mercado), igualdad y comunidad, como forma de autoridad colectiva. Este ltimo reforzara la reci-procidad a partir de la democracia directa como institucin central para la toma de decisiones, no slo en la trama econmica sino en las distintas esferas de la vida social.5

    5 El mismo autor, al sintetizar los resultados de experiencias de cooperativas urba-nas de produccin en Brasil e India presentados en Sousa Santos [2006], reafi rma la orientacin mercantil (en la administracin y criterios salariales) y los logros en la de-mocratizacin de la gestin de las empresas recuperadas, afi rmando que en el actual periodo histrico del capitalismo hay un gran margen de ambigedad y contradiccin entre capital y no capital, ya que crecientes sectores de trabajadores ya no tienen asegu-rada su reproduccin bajo el capital, pero su sobrevivencia tampoco es posible fuera de l. Por tanto, sugiere la realizacin de estudios de caso, a fi n de ir especifi cando en cada experiencia qu combinaciones de capital y no capital existen, hacia dnde apuntan y qu elemento sera el predominante [Quijano, 2006 y 1998].

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    Asimismo, para caracterizar las experiencias se debera aa-dir un criterio referido a la relacin sociedad-naturaleza, dadas las preocupaciones actuales respecto de la destruccin del medio en que se desenvuelve la humanidad. Se podran considerar ade-ms algunos criterios complementarios, como la organizacin interna de la experiencia solidaria (forma de propiedad, distribu-cin del excedente, tecnologa y uso y remuneracin del trabajo), y las relaciones que establecen con el mercado, el Estado y otras experiencias solidarias [Maran, 2009b; Collin y Torres, s/f].

    Finalmente, otros aspectos de vital importancia en el anlisis son la viabilidad econmica y la legitimidad de las organizacio-nes econmicas populares. Como se ha comentado, estas orga-nizaciones surgen para tratar de resolver las necesidades bsicas de los trabajadores. Por lo tanto, cada una de ellas debe ser eco-nmicamente sostenible; esto signifi ca que por lo menos tenga un balance equilibrado entre ingresos y gastos, si es que no existe excedente. Al mismo tiempo, cada organizacin debe benefi ciar a los trabajadores en materia laboral, de ingresos, servicios, infraes-tructura social y autoestima, entre otros, para tener legitimidad y contribuir a la reproduccin ampliada de la propuesta solidaria.

    Todos estos aspectos deberan evaluarse dentro de la tensin entre reciprocidad y mercado, pues si bien las unidades econ-micas tienen relaciones diversas con el mercado, el aspecto dis-tintivo como unidades de actividad econmica solidaria es que no se proponen la obtencin de benefi cios desigualmente distri-buidos entre los miembros [Quijano, 1998: 134; Maran, 2010]. Lo conveniente, como plantea Quijano [2006], es considerar la existencia en tensin de dos patrones de racionalidad en las agrupaciones solidarias: uno de mercado y otro de reciprocidad.

    Ambos estn presentes dentro de las organizaciones y por ello, para tener claridad de su sentido de desenvolvimiento, es necesario considerar cul predomina y da sentido global a su existencia. Si la racionalidad recproca es predominante, la or-ganizacin se desempea bajo la supremaca del inters colecti-vo-individual, asentada en la moral de la solidaridad; si, en cambio, la racionalidad mercantil es ms fuerte, la organizacin

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    se orienta hacia la acumulacin de ganancias y el inters indivi-dual egosta.

    Hay una relacin entre los emprendimientos y el mercado que coexiste con la reciprocidad, por esto debera investigarse en qu forma se articulan los patrones de mercado y la reciprocidad, y cul es el sentido global de los emprendimientos. La claridad de la tensin entre los tipos de racionalidad en pugna dentro de los emprendimientos permite plantear un conjunto de estudios orien-tados a su caracterizacin a partir de ciertos criterios bsicos vinculados con las relaciones sociales de produccin.

    Teniendo en cuenta estos criterios, se propone la siguiente defi nicin operativa:

    Son unidades econmicas populares organizadas colecti-vamente, con diversas caractersticas en trminos de su origen, tipo de organizacin, escala de operacin, mbito de actividad, dota-cin de recursos, vnculos con los mercados y con el Estado; tienen como rasgo principal una nueva racionalidad no instru-mental, centrada en relaciones sujeto-sujeto, y buscan una convivencia equilibrada entre los seres humanos y la naturale-za. En trminos de las relaciones sociales, estn basadas en la reciprocidad como forma de control del trabajo, en la apro-piacin no desigual y privada (capitalista) de los excedentes generados, en la igualdad en la comunidad, como forma de autoridad colectiva, y en el derecho de la naturaleza a la exis-tencia y reparacin.

    As, una perspectiva conceptual y analtica especfi ca podra contribuir a caracterizar rigurosamente las experiencias colecti-vas populares de trabajo e ingreso ms all de lo normativo y de las posturas particulares de los protagonistas, lo que contribuira a evitar la apreciacin sobreestimada del universo social que se tiene con frecuencia, como es el caso de Brasil.

    En Brasil, la Senaes [2005] defi ne la economa solidaria como una manera diferente de producir, vender, comprar e intercambiar lo que es necesario para vivir. Sin explotar a los otros, sin querer obtener ventaja, sin destruir el medio ambiente. Cooperando, fortaleciendo el grupo, cada uno pensando en el bien de todos y

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    no en el propio. Se entiende como el conjunto de actividades econmicas de produccin, distribucin, consumo y crdito, or-ganizadas con base en: a) autogestin, b) cooperacin, c) dimen-sin econmica y d) solidaridad. Entre 2003 y 2007, la misma institucin realiz el Primer Mapeo Nacional, pero no fueron considerados varios de los aspectos sealados, sobre todo los re-lacionados con la solidaridad. En las 22 000 experiencias regis-tradas entonces en todo el pas se consideraron variables como el tipo de propiedad, la naturaleza asociativa, el peso de las rela-ciones asalariadas, la gestin democrtica y la cooperacin en el trabajo [Gaiger, 2008].

    Ello evidencia la imprecisin con la que se analizan las expe-riencias econmicas populares, pues el uso del trmino solida-rio no est asociado con caractersticas, variables e indicadores defi nidos. De este modo, un emprendimiento puede considerar-se solidario si incluye la autogestin, la democracia interna y cooperacin, pero no se toma en cuenta el anlisis de las relacio-nes sociales de produccin al interior de ste. El problema se agudiza si se tiene en cuenta que la economa solidaria est con-formada por diversas modalidades organizativas y stas pueden tener, como en el caso de las cooperativas, cierta divisin interna del trabajo, diferenciacin salarial y una marcada orientacin hacia el mercado.

    La relacin de las cooperativas autogestionarias brasileas con el mercado ha generado una fuerte crtica pues, por un lado, constata la capacidad de los trabajadores para la autogestin, la democratizacin de la gestin, la mejora en la calidad de los em-pleos y la distribucin del excedente [Maran, 2007]; por otro, las relaciones mercantiles son las que acaban determinando la forma de uso y retribucin del trabajo de fbricas que esencial-mente son unidades de produccin comerciales [Ghibaudi, 2004: 11], como es evidente en el caso de las recuperadas en Argentina y autogeridas en Brasil.

    Las cooperativas, como es sabido, tienen desde su origen una tensin estructural, pues deben organizarse con cierta racionali-dad empresarial para producir, tener presencia en los mercados

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    y generar excedentes y, al mismo tiempo, benefi ciar a sus asociados mediante la creacin de empleos, el pago de remuneraciones, la concesin de prestaciones y la reparticin del excedente social. A diferencia de otros tipos de organizaciones, como las que encuentra Razeto en Chile, en las cooperativas la reciprocidad no est presente en la vida cotidiana (en el piso de produccin), sino que es algo consciente y decidido por los socios [Quijano, 2007]. Por lo tanto, la evaluacin de si las cooperativas autogestionarias son o no elementos constitutivos de la economa solidaria, no debera ser respecto a su vinculacin con el mercado. Hay una relacin de las cooperativas y otras organizaciones con el mercado, pero tambin reciprocidad, por lo que debera investigarse es la forma en la que se articulan la reciprocidad y los patrones de mercado , y cul es su sentido global, enfatizando el anlisis de las relaciones sociales en el emprendimiento.

    b) Poltica y poder en las experiencias populares colectivas de trabajo e ingreso: de otra economa a otra sociedad basada en la reciprocidad

    El anlisis sistemtico de las relaciones sociales de produccin en las experiencias populares colectivas de trabajo e ingreso puede contribuir a conocer si las mismas, adems de tener viabilidad econmica y legitimidad social, pueden constituirse en ncleos de nuevas relaciones sociales, nuevos sujetos colectivos, y con-tribuir al impulso de otro orden social. Por tanto, es pertinente plantear la discusin de cul sera el lugar de estas experiencias, tomadas en conjunto, en la forja de un nuevo orden, en qu con-sistira este orden alternativo y cmo se considera el problema del poder.

    Las propuestas de economa popular y economa solidaria hablan en general de otra economa en dos vertientes: como un sector econmico ms, junto a las economas pblica y priva-da, y como una economa basada en la solidaridad, superior a la capitalista. Ambos enfoques tienen en comn el abordaje de

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    esta problemtica: separan la economa y la poltica, y dejan de lado el problema del poder.6

    El enfoque de economa popular, en general, plantea el forta-lecimiento de un sector econmico basado en la solidaridad, que convive con la economa capitalista. Con el trmino economa de solidaridad Razeto [2007] propone la necesidad de introducir la solidaridad tanto en la teora como en la prctica de la economa, de modo que la solidaridad est presente en todas las fases del ciclo econmico produccin, distribucin, consumo y acumulacin, criterio que conducira hacia otra manera de hacer economa, hacia otra racionalidad econmica. Para el autor, en tanto la economa tiene diversos sujetos, procesos y actividades, y la solidaridad se manifi esta de diferentes modos, el impulso de la economa de solidaridad no tendra un nico modo caracterstico, sino se registrara por diversos caminos, introduciendo ms soli-daridad en las empresas, el mercado, el sector pblico, las polticas econmicas, el consumo y el gasto personal. Plantea adems que tendra dos dimensiones, una sectorial y otra global, esto es, se identifi can dos componentes: un proceso de construccin y desa-rrollo de un sector especial de la economa de solidaridad, y uno de solidarizacin progresiva y creciente de la economa global. Ambos procesos se alimentaran y enriqueceran recprocamente. Un sector de economa de solidaridad consecuente podr difundir de maneras sistemtica y metdica la solidaridad en la economa global; una economa global en la que la solidaridad est ms ex-tendida proporcionar elementos y facilidades especiales para el desarrollo de un sector de actividades y organizaciones econmi-cas consecuentemente solidarias.

    Segn el planteamiento de Coraggio [2004], la economa popular puede transformarse en una economa del trabajo que exista en interaccin contradictoria complementaria con el capital, limitando su poder y obligndolo a asumir otras responsabilidades

    6 Entre ambas propuestas existe tambin una diferencia acerca del tipo de devenir histrico de las sociedades latinoamericanas, de la consideracin o no de la heterogenei-dad estructural, y de los agentes histricos centrales del cambio social. Al respecto vase Maran [2009a y 2009b] y Sarria [2008].

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    sociales. No se trata de sustituir el sistema capitalista, sino de llegar a un sistema mixto, compuesto por tres subsistemas economa pblica, empresarial y del trabajo, donde la economa del tra-bajo alcance condiciones y recursos equiparados a los otros dos, en una distribucin ms igualitaria, y volcarse a la solidaridad.

    Segn Coraggio [2007b: 189], para que el conjunto de las actividades econmicas populares se potencie son necesarios a) el desarrollo de actividades colectivas de reproduccin (de alto componente de solidaridad y voluntad); b) el desarrollo de la interdependencia mercantil, los intercambios mediados por el mercado entre unidades domsticas y sus emprendimientos; c) su capacidad sistmica para competir con las empresas capi-talistas (para lo que se requieren mecanismos de difusin de informacin y conocimientos de alto dinamismo, con centros proactivos de desarrollo tecnolgico y organizacional, a fi n de facilitar la difusin de innovaciones y la cooperacin entre em-prendimientos y redes especfi cas), y d) la creacin de un sistema de organizacin y representacin con identidad sufi ciente para acordar programas y vas de accin coordinada, y negociar las polticas pblicas y relaciones de intercambio con la economa del capital y la economa pblica.

    Por su parte, Singer [2007] ha desarrollado una propuesta de la economa solidaria que bajo el liderazgo de la organizacin cooperativista tendera a constituir, de manera incipiente, un modo de produccin alternativo al capitalismo. El autor aade que siendo hegemnico, el capitalismo no impide el desen-volvimiento de otros modos de produccin7 porque es incapaz

    7 Desde la crtica al eurocentrismo se hace patente la necesidad de revisar la idea de cambio social asociada al modo de produccin, donde se plantea el trnsito de uno a otro modo de forma progresiva y secuencial (comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo, capitalismo, socialismo), de manera que se constituye una nueva totalidad homognea y continua donde los elementos del modo de produccin previo desparecen totalmente o deben desaparecer. En la perspectiva de la colonialidad del poder, se propone la existen-cia de un patrn mundial de explotacin del trabajo el capitalismo que es heterogneo, histrico y estructural, donde se alude a la articulacin de diversas formas de control del trabajo (reciprocidad, servidumbre, esclavitud, produccin mercantil simple, capital-salario) en una nica estructura de produccin de mercancas para el mercado mundial,

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    de integrar a toda la poblacin activa. De manera que la economa solidaria crece en funcin de las crisis sociales que la competen-cia ciega entre los capitales ocasiona peridicamente en cada pas. Pero ella se viabiliza y se torna una alternativa real al capi-talismo cuando la mayora de la sociedad, que no es propietaria del capital, toma conciencia de que es de su inters organizar la produccin de un modo en que los medios de produccin sean de quienes los utilizan para generar el producto social.

    La constitucin de la economa solidaria como sector re-quiere la defi nicin de sus bases de sustentacin, siendo las ms importantes el fi nanciamiento, las redes de comercializacin, el asesoramiento tcnico cientfi co, la formacin continua de los trabajadores y el apoyo institucional y legal por parte de las auto-ridades gubernamentales, de modo que se evite el desenlace de degeneracin o quiebra de las organizaciones econmicas soli-darias. Es necesaria la construccin de un sector integrado por empresas e instituciones regidas por los principios de la economa solidaria. Este esfuerzo debe hacerse de abajo hacia arriba, por iniciativa de las mismas experiencias e instituciones de fomento, sin interferencia directa de las autoridades gubernamentales, a fi n de preservar la autenticidad de las organizaciones solidarias [Singer, 2007].

    El nfasis econmico otorgado a las iniciativas productivas populares y a la forma en que se podra alcanzar otra economa es evidente. No hay discusin respecto al problema del poder y de la institucionalidad que debera tener la autoridad colectiva para conducir el proceso hacia la economa solidaria, como sec-tor o como modo de produccin alternativo. De acuerdo con

    subordinadas a la relacin capital-salario (mercantilizacin de la fuerza de trabajo). Di-chas formas registran nuevos rasgos nuevas confi guraciones histrico-estructurales y existen de forma simultnea en el espacio-tiempo, articuladas al capital. Se relacionan entre s y con el conjunto de manera heterognea y discontinua, incluso confl ictiva. En consecuencia , el proceso de cambio de dicha totalidad capitalista no puede ser una trans-formacin homognea y continua del sistema entero, ni tampoco de cada uno de sus com-ponentes mayores; dicha totalidad no puede desvanecerse completa y homogneamente de la escena histrica y ser reemplazada por otra equivalente. El cambio histrico, enton-ces, no puede ser unilineal, unidireccional, secuencial o total [Quijano, 2000: 222-223].

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    Coraggio [2007b], la cuestin del poder, de lo poltico, de la po-ltica, en el campo de la elaboracin-accin de propuestas para una economa social y solidaria centrada en formas de organizacin del trabajo asociado no se aborda con la importancia debida a una accin con pretensin transformadora.

    Estos planteamientos sitan las posibilidades de las expe-riencias populares colectivas de trabajo e ingreso como un sector econmico solidario distinto pero subordinado a la economa capitalista. En trminos conceptuales, la economa popular/solida-ria se ubica como parte de la sociedad civil en el enfoque Estado-mercado-sociedad civil. Dicho enfoque sostiene que la sociedad tendra tres principios de integracin, correspondientes a cada una de las esferas mencionadas: redistribucin, mercado y reci-procidad. El Estado, se arguye, tiende a reducir el espacio de la sociedad civil y cuanto ms amplias sean las redes de la sociedad civil ms restringido ser el mbito del mercado (operado por criterios de ganancia privada) y ms amplio el de la ciudadana. Asimismo, un Estado interventor en la economa limita el mbito del mercado, estableciendo criterios redistributivos. Finalmente, las fuerzas del mercado y de la sociedad civil tratan de incidir sobre el Estado, al mismo tiempo que se registra una accin rec-proca entre las dos esferas.8

    Tal enfoque se caracteriza, recurdese, por la separacin en-tre economa y poltica, es decir, deja de lado tanto la vinculacin entre la explotacin y dominacin entre economa y poltica, como la refl exin sobre el poder [Born, 2006]. El Estado se entiende como un ente que vela por el bien comn, sin conside-rar su carcter de clase, de expresin de intereses particulares y su papel fundamental en la explotacin y la dominacin. El ca-pitalismo se presenta tan slo como mercado, como la esfera del intercambio, ignorando el problema de las relaciones sociales de produccin y, por tanto, de la propiedad de los medios de produccin. Por ltimo, la nocin de sociedad civil supone errneamente que esta esfera es homognea y guiada por la

    8 lvarez [2004] discute ampliamente este enfoque.

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    solidaridad, cuando en realidad contiene sectores sociales diferen-ciados y opuestos en relacin con la explotacin y la dominacin.

    Hay otra visin segn la cual la economa popular/solidaria puede constituirse en un movimiento que contribuya a la trans-formacin social, es decir a una sociedad basada en la reciproci-dad que supere a la capitalista. Esta perspectiva sostiene que no es posible plantearse el impulso de una nueva sociedad si se en-fatiza slo otra economa que elimine la explotacin y no con-sidere la dominacin. La explotacin consiste en el control del trabajo (fuerza de trabajo, sus recursos y productos) en benefi cio del que no es trabajador; esto se logra separando al trabajador del control de su fuerza de trabajo y los recursos de produccin, es decir a travs de la dominacin: del control de la autoridad y de la subjetividad. Desde esta perspectiva, el poder es una relacin de explotacin/dominacin/confl icto entre los habitantes de una sociedad por el control de cada uno de los cinco mbitos fundamentales de la existencia social: trabajo, sexo, subjetividad, autoridad colectiva y naturaleza [Quijano, 2007 y 2009]. Las varias formas histricas de articulacin entre esas instancias del poder conforman un patrn de poder especfi co cuyas modalida-des concretas son siempre cambiantes. Por tanto, la emancipa-cin no slo signifi ca el fi n de la explotacin sino tambin de la dominacin, lo que remite al problema de la democracia.

    La democracia en el capitalismo es la igualdad jurdica y poltica de personas con poder diferente, de gentes que no tienen el control autnomo de su trabajo, sexo, subjetividad y autoridad colectiva; pero para que esto sea posible, se tendra que pensar en un marco institucional diferente al de Estado-nacin. As, la democracia no es el punto de llegada, sino el de partida de toda trayectoria histrica que conduzca hacia la erradicacin de la explotacin y la dominacin. Por tanto, no sera posible una economa alternativa sin una estructura de autoridad al-ternativa a la del Estado capitalista: una estructura de autoridad asociada a la democracia directa que apoye un sistema de control del trabajo basado en la reciprocidad; una democracia directa en la cual todos los miembros tengan acceso igual y abierto al control

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    constante de los cargos y roles acordados, y a las tareas asignadas a dichos cargos [Quijano, 2007].

    En este sentido, la construccin de un orden alternativo al capitalismo no pasa por la toma del poder ni por la estatizacin de los medios de produccin, sino por la socializacin del poder poltico y de los recursos de produccin. Esto es, el punto de par-tida en el impulso de un orden alternativo tendra que ser la democratizacin del poder poltico, por ello existe un interesante debate en torno a la ilusin