la dialéctica hegeliana del tiempo en bonsai

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La dialéctica hegeliana del tiempo en la novela “Bonsái” de Alejandro Zambra. Premisa: La primera novela de Alejandro Zambra; “Bonsái”, se puede analizar a través de la dialéctica del tiempo hegeliana, que propone al ser en el tiempo como algo que no es fijo y que existe a través de su constante movimiento. A través del siguiente trabajo argumental voy a exponer las razones de por qué la significación conceptual de la novela, independiente de su estética, sólo puede ser correctamente capturada desde el análisis móvil y dialéctico que Hegel realiza de la estructura temporal. “Pasaban los años, y la única persona que no cambiaba era la joven de su libro.” Esta frase de Yasunari Kawahata forma parte de la referencia que el escritor chileno Alejandro Zambra utiliza previo a comenzar a narrar su primera novela publicada en el año 2006, la cual denominó “Bonsái”. La frase en definitiva no tiene nada de casual, es más; guarda estrecha relación con la frase con la que el autor culmina el primer párrafo del relato, la cual dicta así: “Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura”. (Zambra, 2006, pág. 8). Esto es, Emilia muere y Julio vive, lo demás, aquella joven que no cambiaba con el paso de los años y en estricto rigor, todo lo que se detiene, es desde un punto controversial Hegeliano, literatura en todo su esplendor. Antes de proceder a explicar los principales axiomas de mi planteamiento, primero esclareceré ciertas consideraciones respecto a los postulados Hegelianos que tengan relación directa con la premisa, es decir, con la dialéctica del tiempo. Esto estimando que lograr capturar todo el sistema filosófico de un autor de exigencia conceptual tal, como la de Hegel a través de un solo esfuerzo argumental, no sólo sería extremadamente ambicioso, sino que además pecaría de ingenuidad. Georg Wilhelm Friedrich Hegel fue un pensador alemán que desarrolló su práctica filosófica en los estrepitosos comienzos de la Edad Moderna y concretó a lo largo de su vida a través de numerosas publicaciones, una serie de postulados que revolucionaron la filosofía de la época. Hegel por medio de “La

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análisis del tiempo en la novela Bonsái del escritor chileno Alejandro Zambra, según la dialéctica Hegeliana

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Page 1: La Dialéctica Hegeliana Del Tiempo en Bonsai

La dialéctica hegeliana del tiempo en la novela “Bonsái” de Alejandro Zambra.

Premisa: La primera novela de Alejandro Zambra; “Bonsái”, se puede analizar a través de la dialéctica del tiempo hegeliana, que propone al ser en el tiempo como algo que no es fijo y que existe a través de su constante movimiento. A través del siguiente trabajo argumental voy a exponer las razones de por qué la significación conceptual de la novela, independiente de su estética, sólo puede ser correctamente capturada desde el análisis móvil y dialéctico que Hegel realiza de la estructura temporal.

“Pasaban los años, y la única persona que no cambiaba era la joven de su libro.” Esta frase de Yasunari Kawahata forma parte de la referencia que el escritor chileno Alejandro Zambra utiliza previo a comenzar a narrar su primera novela publicada en el año 2006, la cual denominó “Bonsái”. La frase en definitiva no tiene nada de casual, es más; guarda estrecha relación con la frase con la que el autor culmina el primer párrafo del relato, la cual dicta así: “Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura”. (Zambra, 2006, pág. 8). Esto es, Emilia muere y Julio vive, lo demás, aquella joven que no cambiaba con el paso de los años y en estricto rigor, todo lo que se detiene, es desde un punto controversial Hegeliano, literatura en todo su esplendor. Antes de proceder a explicar los principales axiomas de mi planteamiento, primero esclareceré ciertas consideraciones respecto a los postulados Hegelianos que tengan relación directa con la premisa, es decir, con la dialéctica del tiempo. Esto estimando que lograr capturar todo el sistema filosófico de un autor de exigencia conceptual tal, como la de Hegel a través de un solo esfuerzo argumental, no sólo sería extremadamente ambicioso, sino que además pecaría de ingenuidad. Georg Wilhelm Friedrich Hegel fue un pensador alemán que desarrolló su práctica filosófica en los estrepitosos comienzos de la Edad Moderna y concretó a lo largo de su vida a través de numerosas publicaciones, una serie de postulados que revolucionaron la filosofía de la época. Hegel por medio de “La fenomenología del espíritu” nos introduce de lleno en su concepción de negatividad, la cual se puede entender como el trabajo conceptual, que niega las verdades absolutas, dogmatizadas, delimitadas y solidificadas en una determinada época por el sentido común correspondiente: “De una parte, aquél se comporta negativamente con respecto al contenido aprehendido, sabe refutarlo y reducirlo a la nada. Este ver que el contenido no es así es lo simplemente negativo; es el límite final, que no puede ir más allá de sí mismo hacía un nuevo contenido, sino que para que pueda encontrar de nuevo un contenido, no hay más remedio que tomar de donde sea algo otro.”(Hegel, 1993, pág. 39). A través de este trabajo conceptual Hegel entenderá que el ser se conforma a partir del no-ser, es decir, en su constante movimiento de elecciones a través de la negatividad. Esta negatividad es además, infinita, universal y es ante todo el espíritu que contiene en sí lo finito y lo particular: “el elemento de la filosofía es esencialmente la universalidad que encierra dentro de sí lo particular” (Hegel, 2010, pág. 55).

Acá es donde encontramos los primeros rasgos hegelianos en la novela de Zambra, puesto que la operación conceptual se personifica a través del siguiente extracto: “¿Qué sentido tiene estar con alguien si no te cambia la vida? Eso dijo, y Julio estaba presente cuando lo dijo: que la vida sólo

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tenía sentido si encontrabas a alguien que te la cambiara, que destruyera tu vida.” En este sentido, encontramos la negación misma del movimiento dialectico hegeliano, el concepto está en constante oscilación, destruyendo la vida para darse paso a sí mismo a través de otra forma, en su reencarnación.

Desde esta noción de movimiento y fluidez conceptual a partir la negación es que podemos entender la premisa hegeliana que transforma al tiempo en una dialéctica negativa puesto que “Hegel insiste en que la filosofía es el estudio del ser en el tiempo y, por tanto, en la necesidad de dar cuenta del cambio. La visión es plenamente organicista y evolucionista, pero remite así mismo a una filosofía del presente, ya que no servirá para la actualidad ninguno de los momentos anteriores, tomados aisladamente.” (Royo, 2003, pág. 3). Desde aquí podemos ver los primeros esbozos de la concepción hegeliana del tiempo en “Bonsái”, puesto que como ya habíamos introducido previamente, la obra se articula desde la siguiente frase que resume a buenas cuentas la historia de Emilia y Julio: “Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura”. Esto es así, porque la literatura se encarga de detener el tiempo, de consagrar los instantes móviles y convertirlos en relatos vivos de segundos muertos, segundos que miden el tiempo y que se inscriben a sí mismos en su carácter de finitud. Estos segundos avanzan por su propia auto comprensión que los constituyen dentro de un todo absoluto que es lo infinito. Así lo finito no es más que un instante de lo infinito. Por ende, lo trascendental dentro de todo esto es siempre recordar que el relato, es pura ficción y literatura porque el tiempo no puede volver y recobrarse. La estructura temporal hegeliana no se detiene: Emilia muere y Julio vive, a pesar de toda la literatura que pueda hacerse al respecto.

Además siempre en juego con esta línea, el autor a lo largo de su historia dará vida a la raíz trágica de la negación moderna, para ello se acercará por medio de la intertextualidad a una idea que Proust conjetura en uno de los tomos de su famosa novela “en busca del tiempo perdido” en el siguiente fragmento:

“‘No por saber una cosa se la puede impedir; pero siquiera las cosas que averiguamos las tenemos, si no entre las manos, al menos en el pensamiento, y allí están a nuestra disposición, lo cual nos inspira la ilusión de gozar sobre ellas una especie de dominio.’

Es posible pero quizás sería abusivo relacionar este fragmento con la historia de Julio y Emilia. Sería abusivo, pues la novela de Proust está plagada de fragmentos como éste. Y también porque quedan páginas, porque esta historia continúa. O no continúa. La historia de Julio y Emilia continúa pero no sigue.Va a terminar unos años más tarde, con la muerte de Emilia; Julio, que no muere, que no morirá, que no ha muerto, continúa pero decide no seguir. Lo mismo Emilia: por ahora decide no seguir pero continúa. Dentro de algunos años ya no continuará y ya no seguirá. No por saber una cosa se la puede impedir, pero hay ilusiones, y esta historia, que viene siendo una historia de ilusiones, sigue así” (Zambra, 2006, pág. 16)

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Entonces, el análisis de la figura temporal en su amargo desenlace procede de la siguiente forma: a pesar de que el concepto sea la negación del dogma es imposible evadir su evanescencia, la intención de querer poseer un instante, de impedir que el tiempo transcurra, es completamente ilusoria: Emilia y Julio creyeron prever el desenlace de su historia, pero eso no significó la posibilidad de articular el dominio de la situación: “Una catástrofe, una vez ocurrida, pudo también no ocurrir pero toma la apariencia de lo inevitable. La predestinación que sustancializa la fatalidad oculta la inversión dialéctica de la contingencia en necesidad o la manera en que el resultado contingente de un proceso se convierte después en la apariencia de una necesidad”. (Cordua, 2013, pág. 79)

Por otro lado, en concordancia con esta misma raíz trágica, Zambra afirma tajantemente que la historia de los protagonistas “continua pero no sigue”, continua como literatura, como grandeza evanescente, idea que se refiere básicamente a la fugacidad temporal que puede tener un concepto o en este caso un segundo, antes de dogmatizarse, es decir, de convertirse en polvo. Porque ciertamente esto no se acaba hasta que el autor ponga punto final, pero no sigue porque el tiempo es insostenible e implacable. Así podemos decir que: “Los éxitos, las soluciones felices son siempre parciales, provisorias, prestadas como el tiempo de vida de los seres vivos. Desde esta posición fundamental es que Žižek afirma que la dialéctica de Hegel es el modelo más coherente que existe del reconocimiento del antagonismo básico en todas las cosas.” (Cordua, 2013, pág. 76)En este sentido se induce que la ferocidad con la que el tiempo se mueve, transformando y negando nuestras identidades continuamente, juega un rol determinante en el desenlace de la novela. En este caso Emilia encarnará la raíz trágica de la negación, otorgándole a su personaje una índole nostálgica y depresiva, llevando la negación al punto culmine de los acontecimientos: “Emilia sí dijo lo primero que pensó: estás igual. Estás igual, sigues siendo así, así como eres. Y yo sigo siendo asá, siempre he sido asá, y quizás ahora voy a contarte que en Madrid he llegado a ser aún más asá, completamente asá.”(Zambra, 2006, pág. 22)

A pesar de la raíz trágica de la figura temporal en Hegel podemos observar desde esta misma coyuntura una controversia, enraizada en la matriz inspiradora que captura de alguna forma lo que Zambra hace de la historia de Emilia y Julio en su novela Bonsái: “el de Zambra es un texto que describe una historia de amor sin mayores acontecimientos y vicisitudes, que quita lo épico de cualquier circunstancia, que apela más a la composición de historias mínimas.” (Morales, 2006, pág. 170) Esto lo podemos interpretar a través del concepto de grandeza evanescente, previamente introducido: la consumación temporal que posee la grandeza evanescente, nos aproxima a las historias mismas y a todos aquellos momentos que no son fijos en la disposición cinética de la vida, y que no por su carácter de fugacidad sugieren necesariamente ilegitimidad. Las historias mínimas son de todos modos un esfuerzo por acaparar un momento infinito dentro del tiempo finito.

Finalmente y a modo de conclusión es posible afirmar que la dialéctica hegeliana a pesar de su raíz trágica, tiene contenida en sí misma un grito de advertencia que corresponde con la fugacidad evanescente del tiempo, dicho en propias palabras de Hegel: “Cómo está constituido lo inmediato que se nos muestra. Se muestra el ahora, este ahora. Ahora; cuando se muestra, ya ha dejado de

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existir; el ahora que es ya otro ahora que el que se muestra y vemos que el ahora consiste precisamente, en cuanto es, en no ser ya. El ahora tal como se nos muestra, es algo que ha sido, y esta es su verdad; no tiene la verdad del ser. Su verdad consiste, sin embargo, en haber sido.” (Hegel, 2010, pág. 68). Es un grito de advertencia que más allá de ser un carpe diem, es en realidad el planteamiento de un ser consecuente por medio de la negación hegeliana. Es decir, más allá de vivir a través y en razón de un tópico literario, el tiempo hegeliano nos invita a la no detención y a escoger negativamente atravesando la temporalidad, porque desde luego: “¡Qué pronto «aún no» se convierte en «nunca»!” (Kennedy, 2013, pág. 10) La novela concluye de la siguiente forma: “Una hora más tarde Julio recibe su salario: tres billetes de diez mil pesos con los que había pensado arreglárselas por lo menos durante las dos semanas siguientes. En lugar de caminar hacia su departamento detiene un taxi y le pide al chofer que conduzca treinta mil pesos. Le repite, le explica y hasta le da el dinero por adelantado al taxista: que siga cualquier dirección, que vaya en círculos, en diagonales, da lo mismo, me bajo de su taxi cuando se enteren los treinta mil pesos.” (Zambra, 2006, pág.36) Julio continua, el taxi avanza y se mueve, pero al igual que Emilia, Julio ya no sigue.