la demonizacion de la clase obrera

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    SOCIOLOGA HISTRICA 3/2013:601-607

    Owen JonesChavs La demonizacin de la clase obreraMadrid: Capitn Swing Libros, 2012

    Desde que en 1959 Robert Nisbet (1959) anunciara en un encuentro de laAmerican Sociological Association el declive y la cada de la clase social, lossocilogos han expedido de un modo recurrente certificados de defuncin de laclase, casi siempre al calor de la bonanza econmica. El ltimo episodio seprodujo en los felices aos noventa, con las teoras de la individualizacin: paraUlrich Beck lo que antes eran biografas de clase se [haban] transformado enbiografas reflexivas que dependen de las decisiones del actor (1992: 92); y a

    juicio de Anthony Giddens la clase haba dejado de ser una experiencia paratoda la vida como lo era antes (1998: 144). En realidad, junto a todos estosdescubrimientos sin base emprica se produjo un hecho que explica mejor eleclipse de la clase en la sociologa: simplemente, se dej de hablar de ella. El librode Owen Jones es uno de los mejores alegatos que se han hecho en su defensa,aunque su propsito no sea mediar en ningn debate acadmico y su foco estlimitado a Reino Unido.

    Chavs arranca con una ancdota aparentemente trivial: un grupo de amigos,

    profesionales cultos y progresistas, est cenando en un barrio acomodado deLondres, y de pronto uno de ellos hace un chiste despectivo con los chavs; enlugar de censurarle, como habran hecho si la mofa hubiera apuntado a losinmigrantes o los homosexuales, todos se ren. Moraleja: el desprecio elitista porlas clases humildes se ha vuelto socialmente aceptable. Ese desprecio tiene comoblanco predilecto la figura del chav, un estereotipo de difcil traduccin (caniochoni seran opciones aproximadas) que rene las siguientes caractersticas:

    jvenes remolones de clase obrera que adoran la ropa de marca y lospitbulls, sonviolentos y malhablados, procrean como animales y viven de las ayudas pblicas.El xito de esta figura en la cultura britnica actual es tal que existen gimnasiosde lujo ofertando tcnicas para apalear chavs, agencias de viajes que prometen asus clientes no mezclarles con ellos o videojuegos de Internet en los que se lesdispara. Segn el discurso hegemnico, la otrora clase obrera respetable hadado lugar a esta subclase salvaje.

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    Pero en realidad, la figura del chav no es ms que una caricatura de la clase

    obrera actual, y su xito se explica por la derrota poltica de esta ltima ante elneoliberalismo en todas sus versiones. En ese sentido, el ttulo del libro puederesultar engaoso: el ensayo de Jones no es una etnografa de los chavs, sino msbien una radiografa de la situacin de la clase obrera en Inglaterra que seesconde tras esa caricatura. La figura del chavel hijo bastardo de una lucha declases muy britnica (p. 54) es ms bien el punto de partida para la crtica,empezando por la incisiva comparacin que se hace en el primer captulo deldispar tratamiento que brindaron periodistas y polticos a la desaparicin de dosnias de clases sociales distintas y las varas de medir que se emplearon para

    juzgar la responsabilidad de sus familias y entornos sociales.

    Segn Jones, la demonizacin de la clase obrera no puede entenderse sin volver

    la mirada hacia el experimento thatcherista () una ofensiva contra lascomunidades, industrias, valores e instituciones obreras (p. 58). El recuento quehace de este episodio es magnfico. Este experimento de ingeniera social socavlas bases sociales de la clase obrera, empezando por el doble ataque a la industriay a los sindicatos, que desol grandes reas del pas (en 2008 un think tankconservador conclua que algunas ciudades del norte eran irrecuperables yque los habitantes de Liverpool, Sunderland y Brandford deberan trasladarse alsur!, p. 103).

    La heroica resistencia de los mineros no pudo con la determinacin de Thatcher,que logr doblegar a unos sindicatos desprevenidos y divididos. La sombra de esaderrota perdur en las dcadas siguientes: el laborismo qued polticamente

    desorientado y la afiliacin a los sindicatos cay en picado. Junto al palo paragolpear al movimiento obrero, Thatcher ofreci una apetitosa zanahoria: elderecho a compra para los inquilinos de viviendas de proteccin oficial con eldescuento del alquiler que hubieran pagado a lo largo de los aos. Elindividualismo posesivo se abri paso entre las solidaridades de clase, mientraslas viejas comunidades obreras empezaban a declinar. Uno de los principalesresultados de toda esta ofensiva fue la invisibilizacin de las desigualdades declase: Thatcher no tena la menor intencin de acabar con las clases sociales;simplemente no quera que percibiramos que pertenecamos a una () La clasese elimin como idea, pero se reforz en la prctica (p. 66).

    La relacin causal entre el enriquecimiento de los ms ricos y el crecimiento dela pobreza en los aos ochenta poda pasar desapercibida: todos eran clase media.Ese cambio de mentalidad se extendi a la arena poltica. Si en 1956 TonyCrosland escriba que los conservadores haban tenido que competir

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    Jones evita con precaucin la condescendencia y reconoce que algunas de las

    cosas que la gente asocia con los chavstienen una base real, as como que dentrode la clase trabajadora existen importantes divisiones a este respecto. En realidad,eso no es nada nuevo. En su monumental historia de la izquierda, Geoff Eley(2003) presenta el contraste entre dos ciudades alemanas industrializadas acomienzos del siglo XX: mientras en Remscheid el cambio gradual habapropiciado el surgimiento de una cultura obrera a partir del ethos artesano yhaba dado lugar a una comunidad cohesionada socialmente y organizadapolticamente, con una fuerte conciencia de clase; en Hamborn, el crecimientorepentino de una poblacin desarraigada, que viva hacinada y trabajaba enpsimas condiciones, produjo un proletariado embrutecido, episdicamenteturbulento pero polticamente desorganizado. Jones invita a reflexionar, en unsentido semejante, sobre la conexin entre situacin econmica, vnculo social,articulacin poltica y comportamiento anmico. Puede que una afirmacincomo que la pobreza, el desempleo y la crisis de la vivienda son terrenoabonado para toda una serie de problemas sociales (p. 262) parezca unperogrullada, pero empieza a convertirse en una declaracin radical en contrastecon la doxaneoliberal, segn la cual la sociedad britnica est rota porque elEstado creci demasiado, hizo demasiado y min la responsabilidad personal(David Cameron citado en la p. 234).

    En resumen, partiendo de la vilipendiada caricatura chav, el ensayo de Jones nosmuestra la realidad de la clase obrera que ha sido ocultada tras ella, as como lacentralidad que todava posee la clase para las vidas de la mayor parte de

    hombres y mujeres. Pero al reconstruir esa historia, Chavs tambin proporcionaun extraordinario anlisis del neoliberalismo en su versin ms pura. Laexpulsin de la clase del vocabulario nacional por parte del thatcherismo y elnuevo laborismo (p. 298) ha sido una de los mecanismos clave de esacontrarrevolucin financiera que ha alterado la anatoma de la sociedadcontempornea, y en la que al grito de todos somos clase media las lites se hanapoderado de la poltica y la economa.

    La exitosa recepcin de Chavs en Espaa puede suscitar cierta extraeza pues,como se ha repetido, es un libro muy britnico. En cierto modo, el ensayo abordaun fenmeno que en otros pases todava no se ha dado, o se ha dado con menorcrudeza. De te fabula narratur, podra decirse. En pocos lugares la clase obrera ha

    tenido un protagonismo poltico, cultural y social como en Reino Unido; yEspaa no es, desde luego, uno de ellos. En nuestro pas, el nico episodio deinvasin de la vida poltica por parte de las clases subalternas fue la II Repblica,y la centralidad de la clase obrera industrial se vio confinada en el tiempo por la

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    prctica coincidencia de los procesos de desagrarizacin y desindustrializacin.

    El realismo social en literatura se descalific como la generacin de la berza ylos lderes parlamentarios de extraccin obrera pueden contarse con los dedos dela mano. La clase obrera, en fin, sufri una dictadura feroz y sali de la transicincomo el pariente pobre de la democracia. Por esa razn, no han sido necesariosvirulentos ataques a una fuerza (y una idea) que nunca han estado en el centrodel espacio pblico. El desprecio elitista a los chavspeninsulares se ha expresadoms como desdn paternalista que como odio demonizador, como ilustra elejemplo observado por Vctor Lenore (2012) del tratamiento de la prensamusical hacia un xito de ventas como Camela.

    Pero en otros aspectos la experiencia britnica tiene muchas semejanzas con laespaola: es imposible no reconocer en el retrato del New Labourlos rasgos que

    caracterizaron a los gobiernos socialistas. Tambin aqu se celebr el enrichez-vous como una salida individual a la lucha de clases y se glorific a la clasemedia, al tiempo que se desmantelaba la industria y se relegaba al mundo deltrabajo como una incmoda rmora del pasado. Las perlas neolaboristas con lasque ilustra Owen Jones su relato palidecen frente a las declaraciones mscontrovertidas de Solchaga, como Espaa es el pas donde se puede ganar msdinero a corto plazo de Europa, por qu habra de tener [el sindicato] en elgobierno socialista una consideracin diferente a la del Colegio de Abogados? ola mejor poltica industrial es la que no existe. El pulso de los sindicatos algobierno socialista con tres huelgas generales entre 1988 y 1994 fue menospico que la huelga de los mineros contra Thatcher, pero el acoso al que fue

    sometido Nicols Redondo por desafiar la deriva neoliberal de su partido y elabrazo aristocrtico de las finanzas est a la altura de los ataques que sufri ellder del Sindicato Nacional Minero Arthur Scargill (ver pp. 74-75). Y es que como reconoci el propio Giddens en los cursos de El Escorial de 1999 el PSOEse anticip a la Tercera Va; algo que Javier Solana recordaba con este desparpajo:Cuando se habla de Tony Blair y de la Tercera Va, habra que recordar que elPSOE ha sido el partido de izquierdas que fue capaz de transformarse de lamanera ms inteligente () Blair, para cargarse el marxismo en el PartidoLaborista, tuvo que echarle valor; nosotros lo hicimos en una sola noche, enBarcelona, mientras cenbamos, Felipe y yo (cit. en Iglesias, 2004: 210). ElChavshispano est por escribirse.

    El ensayo de Owen Jones, por ltimo, invita una doble reflexin de inters parala sociologa. Su eficaz defensa de la clase como concepto para entender larealidad social, y el acertado uso que hace de l a lo largo de todo el libro, puedeconducir a una conclusin tentadora: no habrn sido estriles los enrevesados

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    debates tericos de autores como John Goldthorpe y Erik Olin Wright y las

    sofisticadas clasificaciones a las que han dado lugar?, no sera mejor prescindirde tanta teorizacin y afrontar la investigacin emprica ms ligeros de equipaje,con una concepcin intuitiva como la empleada por Owen Jones? En mi opinin,la respuesta debe ser negativa. No se trata de criticar el sencillo esquema deJones, que distingue bsicamente entre clase obrera y clase media, una opcinlegtima y apropiada para escribir un ensayo accesible; se trata ms bien dereconocer que las ventajas y los inconvenientes de cada conceptualizacin (yoperacionalizacin) de la clase dependen de los fines de la investigacin: lacomplejidad que caracteriza a muchos estudios de las clases es un obstculo paraescribir un ensayo accesible, pero los resultados empricos que proporcionanpueden resultar igualmente valiosos. Ciertamente, los programas deinvestigacin sobre estructura de clase han sobrevivido en la academia al margende las modas imperantes, lo que junto a la desafortunada atomizacin de lasociologa ha podido provocar un cierto ensimismamiento: en pocas palabras,que con la creciente especializacin de la investigacin se hayan perdido de vistalos grandes problemas. En este sentido, ensayos como el de Jones pueden resultarde ayuda para dibujar un mapa general de esos problemas y reorientar lainvestigacin hacia ellos.

    La segunda parte de esta reflexin se refiere al lugar del ensayo como gnerosociolgico. El ensayismo ha salido malparado de la reciente cruzada analticacontra la pseudociencia social (ver, por ejemplo, Aguiar, Francisco y Noguera,2009), una empresa justificada por la chchara oscura y vacua de cierta

    sociologa, aunque a veces sea injustamente reduccionista. Pero el verdaderoproblema son los malosensayos que venden gato por liebre y elucubracin porciencia, ofreciendo descubrimientos tan grandes como infundados sin ni siquierala cortesa de la claridad. El libro de Jones es, en este sentido, un modelo a seguir.Y precisamente brilla por la humildad epistemolgica que debera caracterizar alas ciencias sociales. Demuestra que el ensayo puede convivir con otros gnerosms cientficos de la sociologa, aunque no comparta todas las reglas delmtodo con ellos; y esa convivencia puede ser fructfera para todos, un pococomo ha sugerido Michael Burawoy (2005) en su defensa de la sociologa pblicaen relacin a las sociologas acadmica, crtica y prctica.

    En definitiva, Chavses un libro extraordinario para reflexionar sobre los efectos

    de la clase (y sobre su invisibilizacin) en nuestra sociedad, as como paracomprender mejor la naturaleza del experimento neoliberal y su demofobiainherente. Est escrito con una prosa precisa y afilada, que combina la claridaddel dato emprico con la pasin poltica en un relato fluido, lo que hace

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    recomendable su uso en muchas asignaturas de sociologa. Y tambin puede

    servir para alentar la imaginacin de los cientficos sociales a la hora de decidirqu temas merecen ser estudiados. De algn modo, vuelve a poner de actualidadla boutadeatribuida a Arthur Stinchcombe: en realidad, la sociologa slo tieneuna variable independiente: la clase.

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    Jorge SolaUniversidad Complutense de Madrid