la constitución subjetiva en el lugar de la excepción

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La constitución subjetiva en el lugar de la excepción. Las consideraciones sobre el inicio de la vida síquica de un ser humano están sujetas a múltiples visiones desde la Psicología científica y otras ideologías que buscan describir y explicar un orden generalizado y estructural de la existencia humana. El psicoanálisis, por su parte, pretende siempre eludir las explicaciones universales y desarrolla su teoría desde la singularidad e individualidad de un sujeto que, si bien es cierto, ha atravesado operaciones psíquicas – generales también- constituyentes en el génesis de la vida, deviene siempre a la excepción, recae inexorablemente en una particularidad para ordenar y percibir el mundo a partir de diferentes escenarios fundamentales previos a la vida y esencialmente en la etapa infantil sobre su vínculo con los otros. El sujeto en su constitución atraviesa procesos de orden síquico que exigen de la participación del otro que lo rodea. La vida inicia en el desorden pulsional, el cuerpo es un escenario de piezas sueltas, como dice Miller (2003) susceptible de sufrir una envestida de sentido a través del contacto con los demás por la vía del lenguaje; en otras palabras, es desde el Otro que las experiencias propias adquieren un nombre y fundan al sujeto ordenando su mundo brindándole sentido. Los padres quieren y esperan algo de ese hijo que desean tener, o que están esperando, o al cual están criando, incluso los que rechazan o abandonan a sus a sus

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Page 1: La Constitución Subjetiva en El Lugar de La Excepción

La constitución subjetiva en el lugar de la excepción.

Las consideraciones sobre el inicio de la vida síquica de un ser humano están

sujetas a múltiples visiones desde la Psicología científica y otras ideologías que

buscan describir y explicar un orden generalizado y estructural de la existencia

humana. El psicoanálisis, por su parte, pretende siempre eludir las explicaciones

universales y desarrolla su teoría desde la singularidad e individualidad de un

sujeto que, si bien es cierto, ha atravesado operaciones psíquicas –generales

también- constituyentes en el génesis de la vida, deviene siempre a la excepción,

recae inexorablemente en una particularidad para ordenar y percibir el mundo a

partir de diferentes escenarios fundamentales previos a la vida y esencialmente en

la etapa infantil sobre su vínculo con los otros.

El sujeto en su constitución atraviesa procesos de orden síquico que exigen de la

participación del otro que lo rodea. La vida inicia en el desorden pulsional, el

cuerpo es un escenario de piezas sueltas, como dice Miller (2003) susceptible de

sufrir una envestida de sentido a través del contacto con los demás por la vía del

lenguaje; en otras palabras, es desde el Otro que las experiencias propias

adquieren un nombre y fundan al sujeto ordenando su mundo brindándole sentido.

Los padres quieren y esperan algo de ese hijo que desean tener, o que están

esperando, o al cual están criando, incluso los que rechazan o abandonan a sus a

sus hijos, también están deseando algo. Se instaura entonces allí un deseo

singular, resultado de la experiencia con un otro que desea y –siguiendo su propio

deseo- transmite algo de y para ese sujeto en construcción.

La excepción en el sujeto se delimita a partir de la posición que ocupa frente a

dicho deseo inscrito en el orden inconsciente. Aquello que bajo las herramientas

del lenguaje podrá ser bordeado, pero nunca totalmente dicho. Y es precisamente

esa imposibilidad que la palabra encuentra frente al deseo, lo que moviliza su

propia consecución. El deseo es la fundación del sujeto.

Ahora bien, surge la interrogante: ¿De qué manera la escuela, dentro de un

proceso educativo estandarizado, acoge el deseo que sostiene al niño en su

singularidad? Siguiendo la propuesta de Freud, en una entrevista Lacan nos dice

Page 2: La Constitución Subjetiva en El Lugar de La Excepción

que hay tres posiciones imposibles de sostener, tres  tareas imposibles: gobernar,

educar y psicoanalizar. Hoy día  poco importa quién  tiene las responsabilidades

de gobernar y todo el mundo se pretende educador. (Lacan, 1974) Y frente a estas

inconsistencias -que el psicoanálisis incansablemente persiste en nombrar- de los

sistemas totalitarios, el sujeto responde con impases que grafican la no

consecución del un ideal educativo y sus límites ante la pulsión. Observando a

través del lente del psicoanálisis, aparecen anuncios de algo que no marcha entre

el plan normalizador de la educación y un sujeto que desde su deseo inconsciente

pugna por la singularidad, es decir, de mantenerse en la excepción y suponer un

modo de vivir.

El niño como síntoma de la pareja parental

Si nos detenemos a observar el proceso histórico que acarrea la palabra “niño”

hasta llegar a la época actual, notaríamos que, tomando en cuenta el

distanciamiento temporal que supone el término, aparece como un constructo de

la Modernidad. Cambios políticos, económicos y culturales que engendraron al

niño, dejaron atrás al “pequeño hombre” del Medioevo. Así, la infancia fue

ocupando poco a poco un lugar y un rol en la nueva sociedad del siglo XIX que

pretendía estudiarlo, explicarlo y amarlo a partir de las diferencias con el adulto.

Consecuencia de eso, no tardó en aparecer la escolarización con un propósito

claramente anunciado: el niño debe ser educado.

El psicoanálisis, por su parte, mirando más allá de la institucionalización y de los

objetivos sociales nos dice que hablar de un niño es hablar paralelamente de un

hijo que responde al resultado de relación que mantienen sus padres; un hijo que

es y ha sido hablado -deseado- por los gestores de su existencia y, en medida de

la posición discursiva de dicha pareja de padres, el niño también vendrá a ocupar

un lugar en el discurso y a fundar nuevas posiciones dentro de la dinámica

familiar. Será el resultado de una ecuación entre el deseo materno y la prohibición

posibilitadora del padre, y allí donde estos elementos encuentran sus impases se

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constituirá el niño síntoma, aquel que es producto de lo que no marcha de la

estructura familiar. Así, el pequeño sujeto discurre entre el deseo de la madre y la

función interdictora del padre constituyéndose la operación que introduce un

deseo propio, el motor de vida que surge en el lugar de lo que no funciona.

“El niño es entonces el objeto a y ocupa el lugar del objeto a y es a partir de allí

que se estructura la familia. Esta se constituye ya no a partir de la metáfora

paterna que era la fachada clásica del complejo de Edipo sino enteramente según

la manera en que el niño es objeto de goce de la familia, no solo de la madre…

sino también de la civilización […] donde Lacan articula el problema de la familia al

hecho de que en el Otro haya una falta” (Laurent, 2007)

La institución escolar no permite una lectura del niño como un síntoma parental.

Esta es una denuncia que pertenece al psicoanálisis y nos invita a pensar en las

demandas estructurales de la vida síquica de un niño respecto a su inserción en

un sistema educativo que persigue la instrumentalización pedagógica por medio

del conocimiento y desestiman las estructuras participantes en la configuración de

un sujeto dentro del ámbito escolar.

Las nuevas inscripciones del sufrimiento en el niño” en Psicoanálisis con

niños y adolescentes. Laurent, Eric. Ed. Grama 2007.

Entrevista publicada por la revista Panorama (Roma). Lacan, Jacques,

1974

Introducción al método psicoanalítica. Miller, Jacques-Allain. Paidos.

Buenos Aires, 2003