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1 LA CONQUISTA DEL PERÚ Preguntas y respuestas Hugo Vallenas Málaga ¿Símbolo del encuentro de dos mundos o simple disfraz retórico de una bárbara opresión? Este cuadro de la escuela cusqueña de comienzos del siglo XVIII, conocido como “El matrimonio de la ñusta”, que se conserva en la iglesia de la Compañía de Jesús en el Cusco, describe el matrimonio del capitán Martín García de Loyola, sobrino-nieto de san Ignacio de Loyola, fundador de la orden jesuita, con la ñusta Beatriz Clara Coya, hija del inca Sayri Túpac, nieta de Manco Inca y heredera del señorío de Yucay, en el Cuzco. El capitán Loyola había recibido de manos del virrey Francisco de Toledo la promesa matrimonial como premio por su rol decisivo en la captura y puesta en el cadalso del inca rebelde Túpac Amaru I, tío de la ñusta, en 1572. De ese matrimonio nació Ana María Lorenza Coya de Loyola, la primera mestiza emparentada con la aristocracia española, quien casó en España, en 1614, con Juan Enríquez de Borja, sobrino de otro santo jesuita, san Francisco de Borja, convirtiéndose en marquesa de Santiago de Oropesa de Indias. La pintura muestra a las dos parejas como si fueran coetáneas, mientras a la distancia las respectivas familias, indios por un lado y españoles por otro, celebran la unión, con los dos santos jesuitas apadrinando en el centro. Suele mencionarse este cuadro como una alegoría de lo que pudo haber sido la conquista española del Perú, debatiéndose a cada momento entre el abnegado propósito evangelizador consignado en las Leyes de Indias y el afán de fácil lucro de capitanes y encomenderos.

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LA CONQUISTA DEL PERÚ Preguntas y respuestas Hugo Vallenas Málaga

¿Símbolo del encuentro de dos mundos o simple disfraz retórico de una bárbara opresión? Este cuadro de la escuela cusqueña de comienzos del siglo XVIII, conocido como “El matrimonio de la ñusta”, que se conserva en la iglesia de la Compañía de Jesús en el Cusco, describe el matrimonio del capitán Martín García de Loyola, sobrino-nieto de san Ignacio de Loyola, fundador de la orden jesuita, con la ñusta Beatriz Clara Coya, hija del inca Sayri Túpac, nieta de Manco Inca y heredera del señorío de Yucay, en el Cuzco. El capitán Loyola había recibido de manos del virrey Francisco de Toledo la promesa matrimonial como premio por su rol decisivo en la captura y puesta en el cadalso del inca rebelde Túpac Amaru I, tío de la ñusta, en 1572. De ese matrimonio nació Ana María Lorenza Coya de Loyola, la primera mestiza emparentada con la aristocracia española, quien casó en España, en 1614, con Juan Enríquez de Borja, sobrino de otro santo jesuita, san Francisco de Borja, convirtiéndose en marquesa de Santiago de Oropesa de Indias. La pintura muestra a las dos parejas como si fueran coetáneas, mientras a la distancia las respectivas familias, indios por un lado y españoles por otro, celebran la unión, con los dos santos jesuitas apadrinando en el centro. Suele mencionarse este cuadro como una alegoría de lo que pudo haber sido la conquista española del Perú, debatiéndose a cada momento entre el abnegado propósito evangelizador consignado en las Leyes de Indias y el afán de fácil lucro de capitanes y encomenderos.

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Títulos y páginas 1-¿Qué significa en nuestra historia la época de la conquista?: 3 Precisiones sobre el nombre “Perú” Fechas importantes Gobernantes del Perú durante la conquista 2-Los viajes de Pizarro: 10 El desafortunado primer viaje de Pizarro Empieza el segundo viaje de Pizarro El episodio de la isla del Gallo La corona española firma la Capitulación de Toledo (1529) El tercer viaje de Pizarro empieza en España La fundación de San Miguel de Tangarará 3-Encuentro y captura del inca Atahualpa: 21 Descubriendo el Cápac Ñan o Camino Inca Ingreso a Cajamarca y encuentro con el inca en Pultumarca El ataque sorpresivo y la captura La captura de Atahualpa contada por un testigo 4-El rescate más cuantioso de la historia: 28 El dios Pachacámac derribado Atahualpa ordena el fin de Huáscar Fundición de las piezas del rescate 5-La muerte del inca y la conquista del Cuzco: 33 ¿Por qué no fue rescatado el inca Atahualpa? El inca se hace cristiano para evitar la hoguera El misterioso inca Atahualpa Aparece Manco Inca Frágil acuerdo entre Pizarro y Almagro 6-La guerra de Manco Inca: 45 Rasgos singulares de la guerra de Manco Inca Las campañas militares de Manco Inca El sitio del Cuzco: V a IX-1536 La batalla de Lima: VIII-1536 La guerra en otros frentes: 1536-1539 La resistencia en Vilcabamba: 1539-1544 Los incas de Vilcabamba y el legado de Manco Inca 7. Las guerras entre los conquistadores: 52 Primera guerra: pizarristas contra almagristas Segunda guerra: Almagro el Mozo contra Vaca de Castro Tercera guerra: Guerra de Gonzalo Pizarro o “de los encomenderos” Personajes de la conquista Algunos cronistas de la conquista 8. Descubrimientos y fundaciones: 69 La entrada del País de la Canela y el descubrimiento del río Amazonas Cómo eran las primeras ciudades Principales fundaciones El estandarte de Pizarro en el Korikancha La controvertida fundación de Trujillo Bibliografía: 77

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LA CONQUISTA DEL PERÚ Preguntas y respuestas Hugo Vallenas Málaga

Antiguo mapa de 1598 que considera como “Perú” prácticamente toda la América del Sur. 1- ¿QUÉ SIGNIFICA EN NUESTRA HISTORIA LA ÉPOCA DE LA CONQUISTA? Es la época correspondiente a la destrucción del imperio de los incas, por acción de los conquistadores españoles, conducidos por Francisco Pizarro. Representa un momento de transición entre el fin del Incario y la instauración del gobierno colonial del rey de España, el virreinato. ¿Entre qué fechas se desarrolla la época de la conquista? La conquista se inicia en 1524 con el primer viaje de Pizarro y concluye con la derrota de las rebeliones de los conquistadores contra los enviados del rey en 1554. En esos 30 años hay varias fechas decisivas, siendo las más importantes: la de la captura del inca Atahualpa en Cajamarca (el sábado 16-XI-1532); y la de su ejecución en esa misma ciudad (sábado 26-VII-1533). Aunque el primer virrey, Blasco Núñez de Vela, llega al Perú en 1544, y el último conquistador rebelde, Francisco Hernández Girón, es ejecutado en 1554, la institución virreinal recién está plenamente instituida a partir de 1569, con el quinto virrey, Francisco de Toledo. ¿Los españoles se proponían la conquista del imperio incaico?

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En realidad, los españoles no se proponían la conquista de los incas sino la conquista del Perú, nombre con el cual identificaban un territorio misterioso y pródigo de riquezas, ubicado en los mares del sur. Los conquistadores desconocían a los incas, así como desconocían la geografía, la fauna y la flora de los parajes andinos. Por parte de los españoles, todo el proceso de la conquista fue el permanente descubrimiento de un mundo enteramente nuevo.

Balboa descubre el Océano Pacífico en 1513, óleo de Ignacio Merino. ¿Cómo se origina el nombre del Perú? Luego que Vasco Núñez de Balboa descubriera el Mar del Sur u Océano Pacífico (25-IX-1513), los exploradores españoles tuvieron noticia de un “poderoso y muy rico reino austral llamado Birú”. Hubo varios intentos de encontrar este “reino”, que en realidad existía, pero como un modesto cacicazgo, en la costa occidental sur de lo que hoy es Panamá, más allá de Chochama, delante de la Sierra del Sapo. Quien llegó hasta allí fue Pascual de Andagoya (1523), encontrando que el “señorío del Birú” (o “Berú” o “Perú”, como también decían los nativos), era tributario de señores ubicados más al sur y más poderosos todavía. Buscándolos, Andagoya llegó hasta el río que hoy conocemos como San Juan (al sur de la actual Colombia). Allí recibió noticias de un reino muy rico y poderoso situado mucho más al sur. Andagoya creyó que sus jerarcas serían los verdaderos “señores del Birú”. Ese mismo año, en su Relación o informe a sus superiores y al rey de España, Andagoya identificó como “Perú”, a “toda la extensa provincia” bañada por los Mares del Sur, que estaría “colmada de riquezas”. Cuando Pizarro decidió

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conquistar estas tierras, ya eran denominadas “el Perú”, aunque se las desconocía por completo. Precisiones sobre el nombre “Perú”:

• No era un nombre que designara un territorio o un país precisos. Surgió entre los españoles en 1523 para designar tierras desconocidas y remotas.

• No era un nombre inca y los incas nunca lo escucharon antes de la conquista.

• No derivó del vocablo quechua pirua (‘orón’ o ‘troje’, esto es, deposito de semillas) porque los conquistadores y los nativos de América Central desconocían esta lengua.

• No derivó, por la misma razón, del nombre de un presunto primer inca llamado Pirua Pacaric Manco (‘el portador de las semillas’), como sostuvo el cronista Fernando de Montesinos en el siglo XVII.

• No derivó del nombre Piura, lugar conocido por Pizarro recién en 1532. • No derivó de la palabra caribe pelú que significaría río, según el Inca

Garcilaso. No se ha comprobado que haya existido dicho vocablo entre los moradores de la antigua Panamá y el dato no es mencionado en los documentos.

• No derivó del hebreo y bíblico Ophir. Ni Andagoya ni los demás exploradores españoles tenía conocimientos para idear una referencia de este tipo.

“El nombre del Perú no es palabra quechua ni caribe, sino indohispana o mestiza. (…) En su propia fonética enfática, que lleva una entraña india invadida por la sonoridad castellana (…), tiene el más rico contenido histórico y espiritual. Es anuncio de leyenda y de riqueza, es fruto mestizo brotado de la tierra y de la aventura, y, geográficamente, significa tierras que demoran al sur. Es la síntesis de todas las leyendas de la riqueza austral”. Raúl Porras Barrenechea: El nombre del Perú, 1951. ¿Hubo algún otro explorador que llegó hasta los Andes antes que Pizarro? Sí. Fue un portugués llamado Aleixo García, integrante de la expedición española de Juan Díaz de Solís, que entre 1524 y 1526 buscó sin éxito un tránsito marítimo entre los océanos Pacífico y Atlántico. La expedición exploró las costas de lo que hoy es Brasil, Uruguay y Argentina, descubriendo el Río de la Plata. Solís se internó en el continente desde el Río de la Plata navegando los ríos Paraná y Paraguay. Habría llegado hasta el Altiplano con tres portugueses más, auxiliados por numerosos guaraníes, tomando contacto con poblaciones incas. El grupo de Aleixo García murió en 1525 atacado por nativos en las orillas del río Paraguay cuando emprendía el viaje de regreso. Antes de su deceso, García logró hacer llegar a compañeros suyos que lo esperaban en la costa un informe de sus viajes y algunos objetos de valor hechos en el Alto Perú. En su carta describió la cordillera de los Andes llamándola “Sierra de Plata” y mencionó un poderoso reino con asombrosos muros de piedra que sería el de los incas. ¿Cómo debemos juzgar la época de la conquista en la actualidad? Con moderación y equidad. Era una época violenta en la que el poder de las naciones se medía por las conquistas territoriales. El “encuentro entre dos mundos” (conquistadores españoles y conquistados incas) no pudo ocurrir sin hechos de sangre y sin la imposición por la fuerza de la religión, el idioma y el sistema político del vencedor. Sin embargo, en el caso de los incas, sin dejar de emplear la violencia, los conquistadores dejaron intactas muchas instituciones y trataron de utilizarlas en su favor. Y debemos reconocer que reglamentaron pero no suprimieron la cultura ancestral indígena. Y tampoco esclavizaron las poblaciones

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indígenas ni practicaron actos genocidas como ocurrió en el Caribe y en otras regiones de América. Estas razones permitieron que la conquista sea al mismo tiempo el inicio de un intercambio cultural positivo entre el Nuevo y el Viejo Mundo que a la larga favoreció a ambas partes. Factores que permitieron la conquista Mucho asombra a los estudiosos que unos pocos cientos de españoles, con auxilio de unos cuantos nativos, hayan vencido a un emperador y conquistado un extenso y poderoso imperio. Las principales razones que permitieron la conquista fueron las siguientes:

• La superioridad militar de los españoles: Los conquistadores trajeron armas, equipos militares y conocimientos de estrategia que multiplicaban su efectividad frente al ejército inca. Las tropas incaicas estaban acostumbradas a dar batalla de pie, frente a frente y en campo abierto, con porras y armas arrojadizas, dependiendo la victoria del número de hombres y de la persistencia de su empuje físico. En cambio, por el lado de los conquistadores, la combinación de artillería, caballería e infantería, los ataques sorpresivos en terreno irregular y el empleo de armas más efectivas, más resistentes y más letales (un disparo y una estocada mataban, mientras un golpe de porra sólo hería), permitieron a los españoles amplia ventaja.

• La desunión inca: El Estado inca estaba en ese momento en una profunda crisis. No tenía un rey-dios visible y sus principales jefes estaban en medio de una guerra civil. Siendo el inca la máxima autoridad imperial tanto política como religiosa, la existencia de una disputa dinástica de visos tan violentos como la que ocurría entre Huáscar y Atahualpa, colocaba a toda la elite inca en condición de sacrilegio, compartiendo pasiones y apetitos de poder terrenales, privada del vínculo con lo sobrenatural que permitía la presencia de un soberano-dios reconocido por todos. Sin el eje organizador y el símbolo místico representado por el Hijo del Sol, la pirámide del poder inca se desmoronaba sin remedio.

• El colaboracionismo de las etnias sojuzgadas por los incas: Antes, durante y después de la prisión de Atahualpa, los españoles fueron testigos del poco aprecio que tenían las etnias no incas (tallanes, chimúes, cajamarcas, chachapoyas, huancas y muchas otras) por el incario. El ejército inca era numéricamente importante y militarmente poderoso, pero no tenía apoyo popular. Muchos curacas regionales celebraron la ejecución del inca y ofrecieron su apoyo a los conquistadores. No hubo un sentimiento de “nación india” que uniera a todos estos grupos culturales contra el conquistador.

Fechas importantes

• Núñez de Balboa descubre el Océano Pacífico: 25-IX-1513. • Pascual de Andagoya inicia la exploración del “rico reino” que él

llama “Perú”: 1523. • Parte el primer viaje de Pizarro: 13-IX-1524. • Parte el segundo viaje de Pizarro: 1526. • Episodio de la Isla del Gallo: fines de IX-1527. • Pizarro en Tumbes, territorio peruano: III-1528. • Se firma la Capitulación de Toledo: 26-VII-1529. • Parte el tercer viaje de Pizarro: 20-I-1531. • Fundación de San Miguel de Tangarará: 15-VII-1532. • Parte de San Miguel la expedición a Cajamarca: 24-IX-1532.

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• Captura del inca Atahualpa en Cajamarca: sábado 16-XI-1532. • Profanación del santuario de Pachacámac: 1-II-1533. • Reparto del botín reunido en Cajamarca: 18-VI-1533. • Ejecución del inca Atahualpa en Cajamarca: sábado 26-VII-1533. • Fundación española del Cusco: 23-III-1534. • Fundación española de Jauja: 25-IV-1534. • Fundación de Lima: 18-I-1535. • Fundación de Trujillo: 5-III-1535. • Rebelión de Manco Inca: V-1536 hasta 1544. • Batalla de Las Salinas (pizarristas vencen a Almagro): 6-IV-1538. • Fundación española de Huamanga: 29-I-1539. • Fundación de Arequipa: 15-VIII-1540. • Muerte de Francisco Pizarro: 26-VI-1541. • Francisco de Orellana descubre el río Amazonas: 12-II-1542. • Batalla de Chupas (Vaca de Castro vence a Almagro El Mozo): 16-IX-

1542. • Batalla de Añaquito (Gonzalo Pizarro vence al virrey Vela): 18-I-

1546. • Batalla de Jaquijahuana (La Gasca vence a G. Pizarro): 9-IV-1548.

Gobernantes del Perú durante la conquista Desde la captura del inca Atahualpa en la plaza de Cajamarca el 16-XI-1532, el Perú tuvo los siguientes gobernantes durante la gesta conquistadora:

1. Francisco Pizarro, español, fue designado gobernador, adelantado y alguacil mayor por el rey Carlos V el 26-VII-1529. Pizarro asumió el control del territorio inca tras la captura del inca Atahualpa el 16-XI-1532. Gobernó el Perú hasta el 26-VI-1541, día en que fue asesinado por sus enemigos almagristas.

2. Diego de Almagro El Mozo, mestizo panameño, impuso a las autoridades

de Lima ser nombrado gobernador del Perú tras la muerte de Francisco Pizarro. Gobernó entre el 26-VI-1541 y el 7-VIII-1542, fecha en la que se instaló en Lima el comisionado real Cristóbal Vaca de Castro. Privado de toda autoridad, Almagro El Mozo fue perseguido por el enviado del rey hasta ser derrotado en la batalla de Chupas (16-IX-1542) y luego ejecutado.

3. Cristóbal Vaca de Castro, español, comisionado real. Asumió funciones de

gobierno en Lima el 7-VIII-1542. Pacificó el país tras vencer a los partidarios de Almagro El Mozo. Gobernó hasta el 15-V-1544, fecha en que entregó el poder solemnemente al primer virrey Blasco Núñez Vela.

4. Blasco Núñez Vela, español, primer virrey. Asumió el gobierno en Lima el

15-V-1544. Sus arbitrariedades hicieron que fuera depuesto por la Real Audiencia de Lima el 18-IX-1544. Intentó recuperar el poder pero fue derrotado y ejecutado en la batalla de Añaquito, en Ecuador, el 18-I-1546.

5. Gonzalo Pizarro, español, impuso por la fuerza ser nombrado

gobernador, procurador y capitán general del Perú. SE proclamó soberano de todo el territorio conquistado por los españoles desde Panamá hasta Chile. Derrotó en batalla y ordenó la muerte del virrey Blasco Núñez Vela en la batalla de Añaquito, el 18-I-1546. Gobernó desde el 28-X-1544 hasta el 9-IV-1548, en que fue derrotado por el comisionado real Pedro de La Gasca en la batalla de Jaquijaguana, siendo luego ejecutado.

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6. Pedro de La Gasca, español, comisionado real con amplios poderes. Desembarcó en Tumbes con un poderoso ejército el 1-VII-1547, para hacer frente a Gonzalo Pizarro. Instaló formalmente su gobierno después de vencer a los rebeldes el 9-IV-1548 en la batalla de Jaquijaguana. Gobernó como presidente de la Real Audiencia de Lima hasta el 27-I-1550.

Los últimos incas

• Huayna Cápac: Nació en Tumebamba o Tumipampa (hoy Cuenca, Ecuador). Se estima que gobernó entre 1493 y 1528. Dio al imperio inca su mayor expansión territorial al establecer en Ancasmayo (Colombia), el límite septentrional del imperio. Impuso el sistema estatal inca sofocando con dureza diversas rebeliones. Murió como consecuencia de una epidemia de viruela, enfermedad desconocida para los indígenas, que debió ser propagada por los españoles durante el segundo viaje de Francisco Pizarro.

• Huáscar y Atahualpa: Tras la muerte de Huayna Cápac, disputaron el

poder del incario estos dos hijos suyos. No está probado que Huáscar fuera el hermano mayor, nacido en el Cusco, con derecho a la sucesión; ni que Atahualpa haya sido el hijo menor, nacido en Quito de una mujer no inca. Los cronistas más confiables documentan que ambos nacieron en el Cusco y que Atahualpa era el mayor. Atahualpa debió nacer hacia 1498 y Huáscar hacia 1503. La guerra entre ambos se inició en 1529. Era una guerra entre panacas o dinastías rivales. Hubo muy cruentas batallas, hasta que en IX o X-1532, poco antes del encuentro de Atahualpa con los españoles, Huáscar fue derrotado en la batalla de Chontacaxas, en la sierra central, cerca de Huanucopampa (la actual ciudad de Huánuco); y tomado prisionero. Atahualpa fue apresado por los españoles el 16-XI-1532. Desde su prisión, ordenó la muerte de Huáscar, ocurrida en Andamarca, Ayacucho, hacia IV-1533. Finalmente Atahualpa fue ejecutado por sus captores el 26-VII-1533. De este modo concluyó el imperio inca.

Los incas de la conquista Después de eliminar a Atahualpa, con el fin de protegerse de posibles rebeliones de los pueblos nativos, los españoles designaron sucesores del poder imperial inca a su entera conveniencia. Estos incas tardíos fueron:

• Túpac Huallpa: También llamado Toparpa. Era hermano menor de Atahualpa. Fue investido como soberano pocos días después de su muerte. Murió envenenado en Jauja, en X-1533, durante el viaje de Pizarro que tuvo como fin la conquista del Cusco.

• Manco Inca: Era hermano menor de Atahualpa y Huáscar. Apoyó a

Huáscar en la guerra inca. El 13-XI-1533 salió al encuentro de Pizarro a las puertas del Cusco pidiendo ser protegido de las tropas atahualpistas. Pizarro organizó que sea investido como inca de inmediato. Durante dos años, Manco Inca aceptó someterse al rey de España. Al descubrir que no tenía verdadero poder empezó a conspirar. Fugó de los españoles el 18-IV-1536 y les declaró la guerra. Logró sitiar Lima y el Cusco, poniendo en grave peligro la conquista española. La escasez de víveres y medios de guerra y falta de apoyo de otras naciones indígenas lo obligaron a refugiarse desde 1539 en Vilcabamba, al oriente del Cusco. Murió asesinado por un grupo de fugitivos españoles en 1544.

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Los incas de Vilcabamba

• Conocemos como Incas de Vilcabamba a la breve dinastía de gobernantes que, en plena conquista española, intentó preservar las tradiciones del incario, desde el refugio establecido en Vilcabamba, en la ceja de selva cusqueña.

• El primero de ellos fue Manco Inca, iniciador de la resistencia al

conquistador. Al morir en 1544 heredó esa autoridad su hijo Sayri Túpac. Éste no quiso reiniciar la guerra contra los españoles. Se convirtió al cristianismo y recibió honores y rentas, entre ellas la encomienda de Yucay, en premio a su actitud.

• Otros hijos de Manco Inca retomaron la rebeldía contra el invasor. Estos

fueron Titu Cusi Yupanqui, inca entre 1560 y 1571, autor de una crónica de la gesta de su padre (1570), quien desde Vilcabamba propagó una serie de cantos y danzas de rebeldía religiosa, llamada Taki Onkoy; y Túpac Amaru, inca entre 1571 y 1572, quien intentó una rebelión de pueblos indígenas en tiempos del virrey Toledo. Fue capturado por los españoles y ejecutado en el Cusco el 14-XI-1572. Su muerte dio lugar al mito de inkarrí que profetiza el retorno mágico del inca como una poderosa y vengativa divinidad.

Ilustración de la Nueva Coronica y Buen Gobierno de Guaman Poma de Ayala (¿1615?) que describe el cautiverio del inca Huáscar en Andamarca, Ayacucho, custodiado por los generales atahualpistas Quisquis y Challcochima. En el uncu o túnica de Huáscar puede leerse: “Acabó de reinar murió en Andamarca”.

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2- LOS VIAJES DE PIZARRO La conquista del Perú fue una empresa en parte militar y en parte comercial. Tenía como finalidad militar dar a la corona española nuevos territorios que aumenten su poder frente a las potencias rivales, como Portugal, Inglaterra y Francia. Y tenía como finalidad comercial hacer ricos a sus participantes. Los socios de la conquista del Perú fueron tres españoles radicados en Panamá: Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Hernando de Luque, quienes firmaron el Contrato de Panamá en 1524. De todos ellos, Pizarro era el más hábil y emprendedor. ¿Quién era Francisco Pizarro? Francisco Pizarro, nacido en Trujillo de Extremadura en 1478, vino a América al servicio de Nicolás de Ovando, gobernador de La Española (Santo Domingo), en 1502. Participó en numerosas expediciones de conquista en América Central y la costa colombiana, hasta llegar a ser lugarteniente de Vasco Núñez de Balboa. Estuvo con él en el descubrimiento de “Mar del Sur” (Océano Pacífico). Luego fue hombre de confianza de Pedro Arias (también llamado “Pedrarias”) Dávila, poderoso gobernador de Castilla del Oro (en el Darién, costa atlántica de Panamá). Entre 1519 y 1523, Pizarro logró una prominente posición. Fue teniente-gobernador, visitador, regidor y alcalde de la recién fundada ciudad de Panamá. Acumuló una importante fortuna en metales preciosos y tierras, siendo uno de sus socios el manchego Diego de Almagro, valeroso militar también leal a “Pedrarias” Dávila. ¿Qué era el Contrato de Panamá? Enterados de las noticias de Pascual Andagoya sobre el fabuloso “reino del Perú”. Pizarro, Almagro y un clérigo llamado Hernando de Luque, pactaron en 1524, en forma oral y comulgando de una misma hostia, ser socios en partes iguales de lo que se llamó “la empresa de Levante”, que en realidad era la conquista del Perú. De acuerdo al contrato, Pizarro era el capitán de la expedición, Almagro el proveedor (yendo y viniendo con hombres, armas y provisiones) y Luque el procurador (representante ante las instancias oficiales). El gobernador “Pedrarias” Dávila, antes de otorgarles la licencia, exigió ser aceptado como cuarto socio. Aportó dinero, las cartas de viaje y mapas de Andagoya y algunos naturales traídos por este último para que sirvieran de guías. El desafortunado primer viaje de Pizarro Pizarro partió el 13-IX-1524 en un barco llamado Santiago, con 112 españoles y algunos naturales a su servicio. Fue una travesía penosa, cuyo peor momento ocurrió en un lugar que Andagoya había llamado Fortín del cacique de las Piedras. Allí Pizarro y sus hombres estuvieron a punto de perecer a manos de los nativos, viéndose obligados a retroceder hasta Chochama (en el golfo de San Miguel). De acuerdo al plan de la expedición, Almagro partió después con provisiones y 64 españoles de refuerzo a bordo del San Cristóbal. También fueron emboscados en el Fortín del cacique de las Piedras, donde Almagro perdió un ojo durante la refriega. Tras dejar el lugar envuelto en llamas, fue denominado de ahí en adelante Pueblo Quemado. No obstante este revés, Almagro pudo continuar la navegación

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más al sur, hasta llegar al río ya visto por Andagoya, que bautizó San Juan (24-VI-1525). De allí retornó a Chochama, donde por fin se encontraron ambos socios. Pizarro permaneció en Chochama con parte de la tropa. Mientras tanto, Almagro condujo las dos naves de regreso con el fin de organizar una segunda expedición. Informó que no hallaron reinos ni tesoros, sólo una “tierra pobre, pantanosa y enfermiza”. En Panamá, el gobernador Pedrarias se sintió defraudado por la mala fortuna de Pizarro y puso como condición para un segundo viaje que fuera incluido un “capitán adjunto”. Almagro aceptó ejercer ese cargo, al parecer, para que no hubiera un quinto socio en la empresa conquistadora. Pero su decisión fue el punto de partida de celos y rencores que dieron lugar a dos bandos bien diferenciados: “pizarristas” y “almagristas”.

Pizarro, Luque y Almagro firman el Contrato de Panamá en 1524, según un grabado de Theodore de Bry (1617). Empieza el segundo viaje de Pizarro Se realizó en 1526 en dos navíos, contando con el experimentado piloto Bartolomé Ruiz y un hábil artillero, el cretense Pedro de Candia. Tuvo un carácter más militar. Se empleó artillería para proteger los desembarcos. Tuvo como principal finalidad ir más allá del río San Juan. Al llegar al delta de ese río, en agosto de 1526, Francisco Pizarro instaló un campamento fortificado y envió una de las naves al norte, al mando de Almagro, por refuerzos; y la otra al sur, al mando de Ruiz, para explorar las costas todavía desconocidas. Mientras tanto, Pizarro hizo una incursión militar tierra adentro, asaltando poblados nativos para reunir algo de oro y piedras preciosas.

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Entre setiembre y diciembre de 1526, Bartolomé Ruiz bordeó la actual costa ecuatoriana, tocando las islas luego llamadas La Gorgona y del Gallo; la bahía de San Mateo, Atacames, Sanlúcar y Punta Illote. Fue la primera vez que se cruzó la línea ecuatorial de norte a sur en el Pacífico. El encuentro con los tumbecinos Navegando de regreso al campamento de Pizarro, el piloto Ruiz avistó una balsa bien construida, con vela y remo-timón. La capturó y logró retener a tres de sus tripulantes. Era una balsa de mercaderes, con una caseta llena de productos diversos (como telas de algodón, ovillos de lana, cántaros y vasijas). Los rehenes eran jóvenes tallanes, que decían provenir de una ciudad llamada Tumbes. Llevados ante Pizarro, los jóvenes tallanes confirmaron la existencia de un rico y poderoso reino situado más al sur, cuyo señor era llamado “cápac o sapa inca”. Fueron retenidos para servir de guías, ya que dominaban varios dialectos de la región y tenían conocimientos náuticos. Uno de ellos acompañó a los conquistadores en muchas jornadas importantes. Fue llamado Felipillo. Iniciando el año 1527, llegó Almagro al delta de San Juan con más hombres y vituallas. Trajo la noticia del reemplazo del gobernador Pedrarias por Pedro de los Ríos. Este nuevo personaje no tenía simpatía por la expedición. El incidente de Atacames Pizarro dispuso trasladar el campamento militar a Atacames y emprendió una segunda incursión tierra adentro en la bahía de San Mateo. El resultado fue nulo, por ser zona de pantanos y de tupida vegetación tropical; sin agua fresca ni alimentos, con nubes de mosquitos y apenas poblada por nativos muy pobres. La tropa estaba descontenta y algunos demandaron volver a Panamá. Entonces ocurrió el incidente llamado la “Porfía de Atacames”. Almagro amonestó a los hombres por su falta de valor y Pizarro consideró este acto ajeno a sus atribuciones. Se ofendieron de palabra y desenvainaron las espadas, siendo contenidos con dificultad por Bartolomé Ruiz y otros oficiales presentes. El episodio de la isla del Gallo Buscando una rada más propicia, toda la expedición zarpó en los barcos rumbo al sur, llegando a fines de VII-1527 hasta la desembocadura del río Tempula, luego llamado Santiago. La zona era igualmente difícil e inhóspita, por lo que Pizarro ordenó volver hasta la isla del Gallo. Desembarcados allí, hubo nuevas expresiones de descontento. Para disuadir a los que deseaban volver, Pizarro envió ambos navíos de vuelta a Panamá. En uno de ellos, había enviado con Almagro, como presente para la esposa del nuevo gobernador, un blanquísimo ovillo de algodón. Pero no supo que alguien había introducido allí un trozo de papel con una copla: Ah, señor gobernador, miradlo bien por entero. Allá va el recogedor acá queda el carnicero. La copla logró su propósito. A fines de IX-1527 llegaron dos barcos, comandados por Juan Tafur, representante del nuevo gobernador de Castilla del Oro. Tafur

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dijo tener órdenes de llevar a todos de regreso a Panamá. Pedro de los Ríos consideraba la expedición fracasada y le revocaba la licencia. En respuesta, Pizarro desenvainó la espada y dijo que “estaba determinado a morir antes que volver sin descubrir la nueva tierra”. Dio unos pasos sobre la playa y trazó una raya. Dijo entonces sus célebres palabras: “Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro, al Perú, a ser ricos, escoja el que fuere buen castellano lo que más le estuviere”.

El memorable episodio de los Trece del gallo según pintura del artista Juan Leppiani que se conserva en Lima en el Museo nacional de Arqueología, Antropología e Historia. ¿Quiénes decidieron “ir al Perú a ser ricos”? Trece integrantes de la expedición cruzaron la raya y se pusieron del lado de Pizarro: Ellos fueron: Nicolás de Ribera el Viejo Cristóbal de Peralta Antón de Carrión Pedro de Candia Domingo de Soraluce Francisco de Cuéllar Juan de la Torre Pedro de Halcón García de Jarén Alonso de Briceño

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Alonso de Molina Martín de Paz Gonzalo Martín Debieron ser en verdad catorce, pero Bartolomé Ruiz estuvo concertado con Pizarro para volver a Panamá, tomar contacto con Almagro y conseguir otra nave. Tafur respetó la decisión de Pizarro y sus acompañantes. Ofreció además trasladarlos una isla menos inhóspita y más al norte, esta fue La Gorgona. Luego de 6 meses muy penosos en dicha isla, en III-1528 llegó de regreso Bartolomé Ruiz. Almagro no lo acompañaba. Ruiz tenía orden del gobernador de recoger a todos con rumbo a Panamá pero, tal como lo había concertado con Pizarro, reemprendieron las exploraciones hacia el sur. En la costa del Perú Más allá de la actual Punta de Santa Elena, en Ecuador, encontraron pueblos nativos costeros más prósperos y mejor organizados, con tierras cultivadas. En la isla luego llamada Santa Clara hallaron un gran ídolo de piedra al que despojaron de numerosas ofrendas de oro, plata, piedras preciosas, alfarería y telas bordadas. Muy cerca estaba la isla de Puná. Navegando en dirección a la isla encontraron cinco grandes balsas a vela con guerreros tumbecinos. La gente de una de las balsas, con gestos amistosos, condujo a los españoles un poco más al sur, hacia tierra firme, donde divisaron una gran ciudad amurallada: era Tumbes. La “gran ciudad de moros” de Tumbes Los de la balsa ingresaron a la ciudad y volvieron con un emisario del señor del lugar. Tiempo después se supo que éste era en verdad un informante del “sapa inca”. Se aproximó llevando agua, frutas y otros regalos amistosos, incluso un par de camélidos, y subió a la nave. Mencionó, por medio de los intérpretes, que los tumbecinos y los de la isla Puná eran antiguos enemigos. Concluida la visita, invitó a los españoles a ingresar a la ciudad. Prudentemente, Pizarro envió una pequeña embajada. Uno de los visitantes, Pedro de Candia, dijo haber visto una ciudad de piedra “que parecía gran ciudad de moros”, con “mezquita, zoco, calles, plazuelas y gentes con sandalias y turbantes”. Trazó lo que había visto en una tela. El relato entusiasmó a todos los españoles, incluido Pizarro, pero este se opuso a los pedidos de hacer allí un desembarco. Instó a que la expedición continuara navegando con rumbo sur. Uno de los Trece del Gallo, Alonso de Molina, pidió la merced de quedarse a vivir en Tumbes entre los naturales. Recorriendo la costa peruana Con Ruiz como piloto, el barco navegó por la actual costa peruana tocando lo que hoy llamamos isla de Lobos, Paita y Chicama (Malabrigo). Siguieron encontrando fortines, costas cultivadas y otros indicios de estar en un país distinto, importante y mucho más vasto de lo que suponían. La expedición llegó finalmente a la desembocadura del río Santa (3-V-1528) y dio vuelta rumbo a Panamá. Navegando de regreso, un marinero, de apellido Bocanegra, decidió quedarse en Malabrigo para vivir con los lugareños, que sin duda serían chimúes. En Panamá los expedicionarios tuvieron mucho que contar. Esta vez llevaban algo de oro y plata, telas, alfarería y muchos otros testimonios del viaje, incluyendo algunos

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nativos, entre ellos los traductores tallanes; y animales nunca vistos, como los “dromedarios lanudos sin giba”. ¿Qué pasaba en el Perú mientras los españoles bordeaban la costa? El segundo viaje de Pizarro parece coincidir con la propagación de diversas epidemias entre las poblaciones indígenas cercanas a la ruta de la expedición. Se estima que fue entre 1528 y 1529 que contrajeron viruelas en Tumebamba o Tumipampa (hoy Cuenca, en Ecuador) y fallecieron, tanto el inca Huayna Cápac como su hijo mayor Ninan Cuyuch. Entre 1529 y 1530 tuvo inicio la guerra por el poder imperial inca entre Atahualpa y Huáscar. En vida de su padre, el inca Huayna Cápac, cada uno de ellos fue el gobernante de una extensa parte del imperio, Atahualpa desde Quito y Huáscar desde el Cusco. Por ser nacido en Tumebamba, Huayna Cápac había favorecido mucho la región quiteña y había dado a su hijo Atahualpa un sitial privilegiado, como lugarteniente de sus conquistas. Aunque los dos hermanos rivales eran de alto linaje y nacidos en el Cusco, una posible victoria de Atahualpa implicaba el ascenso social de la elite política y militar quiteña, desplazando de su alto sitial a la orgullosa elite cusqueña. Este aspecto dio a la guerra entre Atahualpa y Huáscar rasgos muy cruentos. Antes del retorno de Pizarro al Perú en su tercer viaje, hubo varias batallas importantes entre “quiteños” y “cusqueños” en Riobamba, Tumebamba, Cusibamba, Cochahuaylas, Bombón y Cotabamba, que condujeron a un creciente dominio del ejército atahualpista hasta la zona de Huánuco. Cuando llegaron los españoles, encontraron muchos pueblos vasallos de los incas, entre ellos los tallanes, sufriendo hambruna y devastados por las represalias de ambos bandos en guerra. La corona española firma la Capitulación de Toledo (1529) Considerando que estaban muy cerca de un importante descubrimiento, similar al de Hernán Cortés en México, los socios de la conquista acordaron viajar a España para firmar un contrato con la corona que patrocine la próxima partida y asegure sus derechos en las nuevas tierras. Pero, sumando los recursos disponibles, sólo Pizarro estuvo en capacidad de realizar el viaje. Partió en IX-1528, acompañado de Candia (quien llevó la tela con la descripción de Tumbes) y de Soraluce, con los intérpretes tallanes y diversas muestras de lo hallado en el último viaje, incluso algunos “dromedarios lanudos sin giba”. Pizarro expuso convincentemente sus demandas ante los Consejeros del Real y Supremo de las Indias y logró que el contrato o Capitulación de Toledo se firme en esa ciudad el 26-VII-1529, siendo representado el rey Carlos V por su esposa, la emperatriz Isabel de Portugal.

• El reino del Perú, en virtud de sus numerosos castillos y fortificaciones, recibió el nombre de Nueva Castilla.

• Pizarro recibió el título de gobernador, adelantado y alguacil mayor de Nueva Castilla (con un sueldo anual de 725 mil maravedís).

• Almagro fue nombrado alcalde o castellano de la fortaleza de Tumbes y se le dio la dignidad de hidalgo (con un sueldo anual de 300 mil maravedís).

• Luque fue nombrado obispo de Tumbes (con una renta de mil ducados anuales).

• Bartolomé Ruiz fue nombrado piloto mayor de la mar del sur.

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• Pedro de Candia fue nombrado artillero mayor del Perú y regidor de Tumbes.

• Los Trece del Gallo fueron declarados “hidalgos de solar conocido” y Caballeros de la Espuela Dorada.

También se otorgó autoridad a Pizarro para “dispensar derechos de alcabala y almojarifazgo”, fundar ciudades, armar tropas y dar repartimentos (también conocidos como encomiendas). El contrato indicó de manera especial que en las nuevas ciudades y los repartimentos se debía “velar por la evangelización de los indios”. Una sección adicional del documento que consigna el acatamiento de Pizarro (con fecha 17 de agosto de 1529), añade que el adelantado signatario se somete de buena fe a sufrir la pena que indique la justicia y a ser privado de todos sus bienes en caso de incumplimiento. Allí se indica al final que Pizarro “señalolo de una señal suya acostumbrada porque no sabe firmar”.

Firma y sellos reales de los documentos oficiales de Carlos V. Pizarro lo tenía todo; Almagro y Luque casi nada La Capitulación de Toledo ubicó a Pizarro en un sitial de autoridad sin parangón entre los socios de la conquista, lo cual fue motivo de nuevas enemistades. Pizarro también se cuidó de ir hasta su tierra natal y reclutar con altos cargos militares a sus hermanos Hernando, Gonzalo y Juan, su primo Pedro Pizarro (futuro cronista) y a su medio hermano Martín de Alcántara. Algo que resintió sensiblemente a Diego de Almagro fue que Francisco Pizarro nombrara a su hermano Hernando Pizarro como su lugarteniente. El tercer viaje de Pizarro empieza en España Pizarro y sus hermanos partieron de España con dos naves y algo menos de 250 hombres. En Panamá fueron recibidos con honores y simpatía. Para completar el tercer viaje, esta vez hubo que discriminar y escoger a los hombres más capaces. Muchos españoles anhelantes de fortuna y fama querían partir en “la expedición a la conquista del Perú”, nombre convertido en sinónimo de riqueza para todos ellos. Uno de ellos era el influyente capitán Hernando de Soto, quien aportó dos naves, equipos, provisiones y un buen número de “esclavos nicaraguas”, a cambio de ser nombrado teniente gobernador del Perú. Pizarro accedió a este pedido, desplazando aún más en la cadena de mando a su socio Almagro.

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Rumbo al Perú por fama y riqueza El 20-I-1531 zarparon la nave capitana de Pizarro y las dos naves de Hernando de Soto. La segunda nave de Pizarro quedó rezagada, con orden de partir a comienzos de febrero. Navegaron dos semanas hasta la bahía de San Mateo y luego Pizarro condujo una tropa por tierra hasta los poblados nativos de Cancebí y Coaque. Estos fueron severamente castigados para obtener oro y esmeraldas. En Coaque los conquistadores fueron atacados por una misteriosa enfermedad palúdica, señalada en las crónicas como “ataques de fiebres y verrugas que también causaban tullimiento”. Este mal paralizó la expedición entre el 19-IV y el 11-IX-1531. Ese último día tuvieron el feliz auxilio de una nave de refresco con nuevos voluntarios, aportada por Sebastián de Belalcázar, quien se unió a la expedición a cambio de ser nombrado maestre de campo y alcalde mayor de una nueva ciudad. Otra vez en la isla Puná Con estos refuerzos Pizarro prosiguió su viaje hasta la Punta de Santa Elena (X-1531), donde nuevamente sufrieron privaciones y enfermedades. Transcurridas algunas semanas, cerca de allí, en la costa frente a la isla Puná, encontraron emisarios del cacique o curaca de la isla, que invitaba a los españoles a visitar su pequeño dominio. El curaca, llamado Tumbalá, llegó hasta ellos con obsequios y grandes balsas. Pizarro aceptó la invitación, cuidando de viajar en la misma balsa que el curaca y con las armas muy a mano. En la isla Puná, advertido por los jóvenes tallanes traductores, Pizarro encontró que había numerosos tallanes (tumbecinos) cautivos y abogó por ellos. Hizo venir al curaca de Tumbes, llamado Chilimasa, quien aparentó estar en paz con su rival. Pizarro puso esta amistad a prueba demandando la libertad de los tallanes prisioneros. Tumbalá no lo aceptó y Pizarro tomó las armas contra él. Llegaron en su auxilio los hombres de Hernando de Soto y los isleños fueron vencidos. Unos chiquillos tallanes llamaron la atención de Pizarro, ya que repetían en español: “Loado sea Jesucristo, Molina, Molina”. Estas habían sido las últimas palabras de Alonso de Molina, que se había quedado en Tumbes durante el segundo viaje. Se dijo a Pizarro que había sido capturado y ejecutado por Tumbalá. También le fue alcanzado al adelantado y capitán general un papel escrito por Molina, donde decía: “Los que a esta tierra viniéredes, sabed que hay más oro y plata en ella, que hierro en Vizcaya”. Otra vez a Tumbes El curaca tumbecino Chilimasa, aparentando gratitud, insistió en llevar a los españoles a Tumbes. Pizarro aceptó, creyendo haber obtenido su confianza luego de haber vencido a Tumbalá. Pero, en verdad, ambos curacas, más allá de sus rivalidades, estaban bajo órdenes de emisarios incas. Luego se supo que tenían la consigna de eliminar a los españoles. Mientras Pizarro y sus hombres navegaban rumbo a Tumbes en sus naves, varias balsas conducidas por tumbecinos, llevando carga y algunos soldados españoles, fueron desviadas hacia la playa, donde había nativos en actitud de guerra que los capturaron y asesinaron. Un grupo logró salvarse, llegando a nado a la playa y defendiéndose con sus espadas hasta que fueron rescatados por las tropas de Hernando de Soto. Ellos eran Martín de Alcántara (medio hermano de Pizarro), Pedro Pizarro (primo y futuro cronista) y Alonso de Mesa.

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Comprendiendo que había una conjura de los nativos de la zona, tanto isleños como tumbecinos, contra los españoles, toda la expedición se preparó para tomar Tumbes por la fuerza (IV-1532). Al ingresar al fortín costero de Tumbes encontraron que estaba destruido, con “huellas de incendio y masacre”. Muchos reclamaron a Pedro de Candia que no había grandeza ni fortuna allí. Pero al explorar la ciudad, también en escombros, hallaron restos de templos con fragmentos de piezas de oro. Esto les hizo pensar que, ingresando en el país, hallarían muchas “mezquitas de indios” llenas de tesoros. Sin embargo, desecharon la idea de establecer en Tumbes una importante colonia española, como figuraba en la Capitulación de Toledo. Primeras noticias sobre el “inca de Quito” Pizarro envió un escuadrón de jinetes al mando de Hernando de Soto, acompañados de los traductores tallanes, con la misión de buscar al curaca tumbesino Chilimasa. De Soto logró capturarlo y traerlo ante Pizarro. Entonces los españoles supieron que Tumbes había sido arrasada por las huestes del inca de Quito, jefe tan poderoso como “muy cruel y sanguinario”. Chilimasa dijo haber huido para evitar las represalias del inca por no haber eliminado a los españoles. Pidió piedad por su vida y prometió la colaboración de otros pueblos tallanes, entre ellos el de Piura, si lo protegían del inca. Todo parecía indicar que el actual territorio ecuatoriano estaba muy vigilado por los subalternos del “inca de Quito”, quien ya sabía de la presencia de los españoles y deseaba acabar con ellos. Los expedicionarios empezaron a sentirse intimidados por las historias de los tallanes sobre la crueldad del inca y el enorme número de sus tropas; pero por otro lado su imaginación se desbordaba cuando eran mencionadas sus grandes riquezas. Poechos y el espía del inca El 16-V-1532, la expedición zarpó con rumbo sur, dejando una guarnición en Tumbes. El 25-V la flotilla arribó a Poechos, donde otro curaca tallán, llamado Maizavilca, recibió con atenciones a los forasteros y les ofreció su apoyo a cambio de protección frente al temido inca. En gesto de aprecio, Maizavilca obsequió un sobrino suyo a Pizarro para que le de servicio. El capitán general y adelantado lo llamó Martinillo y dispuso que sea entrenado como intérprete. En Poechos, llamó la atención de Hernando Pizarro la presencia de un indio vestido como los tallanes, pero que impartía temor a los demás nativos y espiaba detenidamente a los españoles. Hernando Pizarro lo golpeó duramente y lo echó del lugar. Tiempo después se supo que era un espía del “inca de Quito”, encargado de comprobar si era cierto, como decían algunos nativos, que esos hombres blancos y barbudos eran “huiracochas”, seres divinos con extraños poderes. El espía informó que eran simplemente hombres, pero se maravilló de las habilidades de tres de ellos: el herrero Juan de Salinas, que ablandaba y daba forma a los metales; el barbero Francisco López, que “volvía jóvenes a los viejos”; y el domador de caballos Hernán Sánchez Morillo, que volvía dóciles o fieros, según su voluntad, a esos extraños animales. La fundación de San Miguel de Tangarará Pizarro recorrió las riberas del río Chira y explorando en los alrededores encontró “a 25 leguas de la mar” y “a la diestra” de dicho río un lugar apacible, con abundantes algarrobos, conocido como Tangarará, donde decidió fundar su primera ciudad. La fundación de San Miguel de Tangarará se realizó el 15-VII-

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1532. Se instaló un cabildo y se dio inicio a la construcción de un fortín, una iglesia y las primeras casas para unos 50 vecinos (pocos años después San Miguel se trasladó a Morropón, luego a Paita, y finalmente a Piura).

Retrato de época de Francisco Pizarro que se conserva en la colección Pedro de Osma en Lima. En San Miguel de Tangarará los españoles se pusieron de acuerdo en iniciar la “subida a la sierra”, ya que, según los informes que recibían, allí estaban las ciudades más ricas, aunque, a la vez, mejor resguardadas. Mediante los curacas tallanes y las entradas de Hernando de Soto en algunos pueblos tierra adentro, todos arruinados por el ejército inca, Pizarro reunió información suficiente para estimar que había una guerra entre los jefes incas y que el “inca de Quito” era sólo un jefe parcial que todavía no lograba controlar el país. Decidió entonces ir a su encuentro, advertido de que sería una empresa difícil y riesgosa.

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Primeras noticias sobre Atahualpa El sevillano Francisco López de Jerez, autor de la primera crónica sobre la conquista de los incas, titulada por él Verdadera relación de la conquista del Perú y provincia del Cusco llamada la Nueva Castilla (1534), estuvo presente en toda la campaña hasta la captura del Inca en Cajamarca. Lograda su paga de servicios y su participación en el tesoro de Atahualpa, optó por volver de inmediato a España con Hernando Pizarro, portador del quinto real y del informe oficial para el rey. La crónica de Jerez tiene la virtud de expresar las experiencias del encuentro entre nativos y conquistadores en forma fresca y directa. Así es como relata las primeras noticias sobre el inca Atahualpa, llamado allí “Atabaliba”, recibidas por “el Gobernador” Pizarro apenas fundada la ciudad de San Miguel: “Tuvo noticias el Gobernador que en la vía de Chincha y del Cusco hay muchas y grandes poblaciones abundosas y ricas; y que doce o quince jornadas de este pueblo está un valle poblado que se dice Caxamalca, adonde reside Atabaliba, que es el mayor señor que al presente hay entre los naturales, al cual todos obedecen; y que lejos tierra de donde es natural, ha venido conquistando, y cómo llegó a la provincia de Caxamalca, por ser tan rica y apacible, asentó en ella, y de allí va conquistando más tierra; y por ser este señor tan temido, los comarcanos de este río no están tan domésticos al servicio de su majestad, como conviene, antes se favorecen con este Atabaliba, y dicen que a él tienen por señor y no a otro, y que pequeña parte de su hueste basta para matar a todos los cristianos, poniendo mucho temor con su acostumbrada crueldad. El Gobernador acordó de partir en busca de Atabaliba por traerlo al servicio de su majestad, y para pacificar las provincias comarcanas; porque, éste conquistado, lo restante ligeramente sería pacificado”. Más adelante, cerca de Cajamarca, un emisario del inca informa a Pizarro sobre las guerras que ocurrían en el territorio. Este informe presenta a Huáscar –denominado “Cusco”, mientras Huayna Cápac es llamado “Cusco viejo”– como hermano mayor de Atahualpa (dato luego desmentido por el cronista Juan de Betanzos), pero también como iniciador de la guerra: «Mi señor Atabaliba es hijo del Cusco viejo, que es ya fallecido, el cual señoreó todas estas tierras; y a este su hijo Atabaliba dejó por señor de una gran provincia que está delante de Tumepampa, la cual se

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dice Quito; y a otro su hijo mayor dejó las otras tierras y señorío principal; y por ser sucesor del señorío, se llama Cusco, como su padre. Y no contento con el señorío que tenía, vino a dar guerra a su hermano Atabaliba, el cual le envió mensajeros rogándole que le dejase pacíficamente en lo que su padre le había dejado por herencia, y no lo queriendo hacer el Cusco, mató a sus herederos y a un hermano de los dos que fue con la embajada. Visto esto por Atabaliba, salió a él con mucha gente de guerra hasta llegar a la provincia de Tumepampa, que era del señorío de su hermano, y por defenderse de la gente, quemó el pueblo principal de aquella provincia y mató toda la gente. Allí le vinieron nuevas que su hermano había entrado en su tierra haciendo guerra y fué sobre él; como el Cusco supo su venida, fuese huyendo a su tierra. Atabaliba fue conquistando las tierras del Cusco, sin que algún pueblo se le defendiese, porque sabían el castigo que en Tumepampa hizo y de todas las tierras que señoreaba se rehacía de gente de guerra. Y como llegó a Caxamalca, parecióle la tierra abundosa, y asentó allí para acabar de conquistar toda la otra tierra de su hermano, y envió con un capitán dos mil hombres de guerra sobre la ciudad donde su hermano reside; y como su hermano tenía mucho número de gente, matóle estos dos mil hombres y Atabaliba tornó a enviar más gente con dos capitanes, seis meses ha, y de pocos días acá le han venido nuevas de estos dos capitanes que han ganado toda la tierra del Cusco hasta llegar a su pueblo, y han desbaratado a él y a su gente, y traen presa su persona y le tomaron mucho oro y plata». 3. ENCUENTRO Y CAPTURA DEL INCA ATAHUALPA Francisco Pizarro dio inicio a la expedición destinada a enfrentarse con el poderío inca el 24-IX-1532, partiendo de San Miguel de Tangarará con rumbo hacia el valle de Piura. En el valle de Piura (27-IX al 3-X) completó los preparativos de viaje y realizó ejercicios de guerra. El 8-X partió con un total de 72 jinetes y 106 infantes, además de algunos esclavos “guineos y nicaraguas” y un buen número de nativos tallanes de servicio. En Piura, como en la isla del Gallo Antes de iniciar la marcha en pos del inca, Pizarro trazó nuevamente en la arena el desafío de la isla del Gallo. Esta vez la gran mayoría estuvo de su parte. Sólo un pequeño puñado de españoles se apartó de la expedición para quedarse en San Miguel. Hasta Chulucanas y Serrán La expedición subió hacia Chulucanas y Pabur, sitios arrasados por las huestes incas, donde vieron campos arruinados, huellas recientes de incendios y muchos cadáveres insepultos. El “inca de Quito”, cuyo nombre recogían los españoles como Atao Huallpa, Atahualpa o Atabalipa, castigaba de este modo a todos aquellos

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que no se le sometían o que habían dado apoyo a su hermano y rival, Huáscar, que controlaba el Cusco, con quien estaba en guerra por el poder imperial. Habiendo constatado la cercanía de la presencia del ejército del inca, Hernando de Soto fue enviado a comprobar la seguridad de las rutas mencionadas por los indígenas. Mientras tanto, Pizarro y el mayor número de las tropas se trasladaron a Serrán. En Serrán: el presente de Atahualpa Hernando de Soto y sus jinetes estuvieron en Caxas y Huancabamba. En este último lugar acabaron con la guarnición de una ciudadela fortificada y profanaron un acllawasi (que de Soto describió como “cenobio de indios”). Atacaron del mismo modo otros puestos militares incas cercanos, con el fin de mantener la sorpresa. Reunido con Pizarro en Serrán el 16-X, Hernando de Soto informó que los incas tenían prodigiosos caminos de piedra bien guarnecidos, pero que por el momento mostraban muy pocos custodios. En Serrán se presentó ante el capitán general un emisario de Atahualpa que decía tener un presente para el “gran huiracocha” o jefe de los blancos. Algunos españoles lo reconocieron: era el mismo indio curioso golpeado por Hernando Pizarro en Poechos. Vestía otro tipo de ropas, que dejaban ver su principal símbolo de autoridad: orejas con enormes lóbulos atravesados por pesados pendientes; era un orejón, un noble. Este personaje entregó a Pizarro unas piedras talladas en forma de fortaleza y unos patos desollados. Se interpretó el obsequio como un mensaje cifrado: este es un país fuertemente defendido y si ustedes insisten en permanecer aquí serán eliminados. Pizarro lo dejó permanecer en el campamento y le retribuyó saludos para su jefe. Tomando contacto con el Qápac Ñan o Camino Inca Mejor informados sobre las rutas más convenientes, los españoles partieron el 19-X haciendo un desvío hacia la costa. Llegaron a Copiz (22-X), Motupe (23-X), Jayanca (28-X), Túcume (29-X) y Cinto (30-X). El primer tramo, de Serrán a Copiz, fue especialmente duro porque tuvieron que cruzar el hoy llamado desierto de Olmos. En cambio, de Motupe a Saña tuvieron un viaje apacible, por senderos tapiados y bajo arboledas que eran parte de la red de caminos del Inca o Qápac Ñan. En Saña (6-XI-1532), fueron informados por nativos chimúes del estado cada vez más caótico del imperio inca y del reciente desenlace de la guerra entre Atahualpa y Huáscar. En esos días había ocurrido la batalla de Chontacaxas, en la sierra central, donde Huáscar había sido vencido y tomado prisionero por el general atahualpista Quizquiz. Atahualpa se dirige a Cajamarca Los españoles también fueron informados de que Atahualpa, ya dueño del poder imperial, estaba trasladándose desde Huamachuco a Cajamarca. Según algunas versiones fue en Saña, según otras fue en Cinto (donde hoy está Chiclayo), que Pizarro envió a Atahualpa un curaca tallán como emisario suyo, portando algunos obsequios y transmitiéndole palabras de aprecio y paz. Pizarro estaba firmemente determinado a encontrarse con Atahualpa. ¿Se sentía capaz de vencer al inca? Es posible que entre sus cálculos estuviera concertar una

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tregua con él y aliarse en forma sucesiva con los distintos enemigos del inca para gradualmente ir apoderándose del territorio. Subiendo por primera vez la cordillera Pizarro partió de Saña el 8-XI-1532, con el fin de dar inicio a la subida a la cordillera. La tropa y los animales sintieron fuertemente el cambio del clima y la altura. La ruta incluyó las localidades cajamarquinas de Pallaques (10-XI) y Llapa (11-XI), para luego seguir el camino de Hualgayoc y cruzar el río Pachachaca (14-XI). A lo largo del camino recorrido, Pizarro encontró poblados desiertos o con muy pocos habitantes, que huían al ver a los españoles. Un día antes de llegar a Cajamarca hubo un nuevo encuentro con el orejón ya conocido, que les entregó otra vez un par de torrecillas de piedra y patos desollados. También dio a Pizarro nuevas noticias sobre la reciente derrota y prisión del hermano rival de Atahualpa. Finalmente, a las puertas de la ciudad, otro orejón, con unos pocos acompañantes y una tropilla de “dromedarios sin giba”, se presentó en el camino deseando a los españoles buen viaje y preguntando cuándo irían a ver al inca, que deseaba recibirles. Pizarro contestó que viajaban “de paz” y que irían “pronto” a ver al inca Atahualpa. Ingreso a Cajamarca y encuentro con el inca en Pultumarca La expedición avistó Cajamarca al medio día del viernes 15-XI-1532. Esta fue la primera gran ciudad incaica que vieron los españoles. La encontraron totalmente deshabitada. El asombro que les produjo su arquitectura fue descrito por Francisco de Jerez, amanuense de Pizarro, autor de la primera crónica de la conquista (1533): “La plaza es mayor que ninguna de España; toda cercada, con dos puertas que salen a las calles del pueblo. Las casas de ellas son de más de doscientos pasos en largo, muy bien hechas, cercadas de tapias fuertes”. Un asombro todavía mayor les produjo el cercano sitio de Pultumarca (los actuales Baños del Inca), donde estaba el alojamiento de reposo de Atahualpa, según Jerez “tan grande y bullente de guerreros que parecía el campamento del Gran Turco”. Ese mismo día (15-XI), Pizarro envió desde Cajamarca una embajada formada por Hernando Pizarro, Hernando de Soto, una treintena de jinetes bien armados y dos traductores tallanes, Felipillo y Martinillo. La embajada pidió ver al inca, quien los recibió con curiosidad pero también con displicencia. Los españoles transmitieron el deseo de Francisco Pizarro de encontrarse con el inca en Cajamarca al día siguiente. El inca expresó que lo haría, pero con el fin de recibir de regreso “las cosas sagradas que habían roto y todo lo que habían robado y comido desde que desembarcaron”. Luego mostró estar muy enterado de los lugares que habían recorrido los españoles y de todas sus acciones. El inca les ofreció de beber “licor de maíz” de su propia copa. Luego de hacerlo, como gesto de soberbia, Hernando de Soto hizo varios galopes y caracoleos con su caballo, asustando a muchos indios. También galopó hacia el inca y se detuvo muy cerca de él pero sin lograr intimidarlo. Atahualpa lo observó a pie firme y expresando tedio ordenó a los españoles irse.

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Hernando Pizarro intenta atemorizar al inca Atahualpa con su caballo, durante el encuentro en los Baños del Inca de Cajamarca. Grabado de Theodore de Bry (1617). Pizarro organiza la captura de Atahualpa Ese día, unos informantes indios advirtieron a los españoles que el inca había deshabitado la plaza de Cajamarca porque deseaba apresarlos y luego sacrificarlos. Que había ordenado tener listas muchas sogas y que había encargado a su general Rumiñahui disponer tropas para impedirles cualquier intento de fuga de la ciudad. Estando muy claro que el encuentro del día siguiente sería decisivo, Pizarro dispuso con mucho cuidado los preparativos de guerra para sus 165 comandados. El plan se resumía en la frase: “matarte he o matarme has” y se basaba en el atrevimiento y la audacia. Consistía simplemente en abrirse paso al costo que fuere hasta el inca y capturarlo. Pizarro ordenó que la caballería, al mando de Hernando Pizarro, Hernando de Soto y Sebastián de Belalcázar, se oculte en unos galpones contiguos a la plaza. La infantería, al mando de Juan Pizarro, estaría detrás de los caballos en los mismos galpones. La artillería, al mando de Pedro de Candia, estaría apostada en el cerro de Rumitiana, apuntando hacia la plaza. Francisco Pizarro, con 25 hombres de infantería, estaría oculto en un templete en el centro de la plaza, con la finalidad de capturar al inca. El capitán de la conquista, en sus 54 años, estaba firmemente decidido a ser él mismo quien realice la acción más crucial y temeraria. El encuentro con fray Vicente de Valverde Recién en la tarde del 16-XI-1532, casi oscureciendo, hizo el inca su entrada en la ciudad. Iba en su gran litera dorada, con su numerosa corte, con músicos y danzantes, acompañado por el señor de Chincha en una litera menos suntuosa. Rodeando al inca, una numerosa tropa de quiteños, estimada por los cronistas en

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varios miles, se distribuyó de tal modo en los alrededores de la plaza que los españoles no tenían escapatoria. Era evidente que el inca deseaba eliminarlos allí mismo. Todos los soldados incas venían sin armas visibles, dispuestos a vencer a los españoles con la fuerza del número. Francisco Pizarro dispuso que el fraile dominico Vicente de Valverde, acompañado de Martinillo y el soldado Hernando de Aldana, se acerquen a una calle principal donde estaba el inca para instruirlo del “requerimiento” oficial de aceptar la religión cristiana y la autoridad del rey de España. Coinciden los testigos de los hechos en que Atahualpa escuchó con desagrado la traducción de Martinillo, pidió el libro que decían contenía “tan extrañas voces”, se lo llevó al oído y, al no escuchar nada, lo arrojó con violencia al suelo. Valverde, Aldana y Martinillo regresaron con la tropa española.

Francisco Pizarro y sus hombres atacan la litera del inca Atahualpa según óleo del artista Camilo Blas. El ataque sorpresivo y la captura El inca se acercó a la plaza de Cajamarca con gesto fiero mientras uno de sus generales llamaba a grandes voces a los “sungasapas” (barbudos) y “hatunsúas” (ladrones) a que se presenten y devuelvan todo lo que habían tomado de los pueblos que habían recorrido. Apenas Atahualpa y su séquito ingresaron a la plaza, Pizarro ordenó el ataque. Sin duda los españoles se habían adelantado por muy pocos segundos a la orden de ataque del inca.

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El ímpetu de los caballos, la furia de los mastines de guerra y la solidez de las armaduras, así como el empleo de armas desconocidas por los indios, como falconetes, culebrinas, ballestas, arcabuces, alabardas, partesanas y bracamartes (largas espadas de caballería), tomaron por sorpresa a los guerreros quiteños y abrieron rápidamente una brecha en la compacta muralla humana que protegía al inca. Pizarro se subió a la litera de Atahualpa, lo derribó y lo tuvo fuertemente sujeto, sufriendo en el trajín una herida de espada de un soldado suyo. Asombró a los españoles que los sirvientes del inca que cargaban el anda se exponían sin miedo al filo de las espadas, morían y eran de inmediato reemplazados. Mientras tanto, la caballería, la infantería y la artillería españolas produjeron una indescriptible hecatombe en la que hubo no menos de dos mil guerreros incaicos muertos y ninguna baja entre los españoles. Llegada la noche, los soldados de Atahualpa sobrevivientes se retiraron y lo mismo hicieron las cercanas tropas de Rumiñahui. Los súbditos del inca vivían la catastrófica experiencia de ver profanada la majestad de su dios-rey sin que los dioses tutelares lo impidan. Era un cataclismo militar, político y espiritual de hondas consecuencias. Y los españoles estaban convencidos de haber sido favorecidos con un milagro divino portentoso. La captura de Atahualpa contada por un testigo El cronista Pedro Pizarro, pariente del jefe de la conquista e integrante de la expedición que capturó al inca en Cajamarca, escribió la Relación del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú (1571), donde narra de este modo ese encuentro decisivo: “Atagualpa pidió que le diesen de comer, y mandó que toda su gente hiciese lo mismo. Estos señores tenían de costumbre comer por las mañanas y asimismo todos los naturales de este reino. Los señores, después de haber comido algo, gastaban todo el día en beber y toda la tarde, que cenaban muy poca cosa; y los pobres indios en trabajar. “Después de haber comido, que acabaría a hora de misa mayor, empezó a levantar a su gente y venirse hacia Caxamarca; y hechos sus escuadrones, que cubrían los campos, y él metido en una andas, empezó a caminar, viniendo delante de él dos mil indios que le barrían el camino por donde venía caminando, y la gente de guerra, la mitad de un lado y la mitad del otro, por los campos, sin entrar en el camino. “Traía asimismo al señor de Chincha consigo, en unas andas, que parecían a los suyos cosa de admiración, porque ningún indio, por señor principal que fuese, había de aparecer delante de él si no fuese con una carga a cuestas y descalzo. Pues era tanta la patenería que traían de oro y plata, que era cosa extraña lo que relucía con el sol. Venían asimismo, delante de Atagualpa, muchos indios cantando y danzando.

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“Tardó este señor en andar esta media legua que hay desde los baños, donde él estaba, hasta Caxamarca, desde hora de misa mayor, como digo, hasta tres horas, antes que anocheciese. “Pues llegada la gente a la puerta de la plaza, empezaron a entrar los escuadrones con grandes cantares, y así entraron ocupando toda la plaza por todas partes. “Visto el marqués don Francisco Pizarro que Atagualpa venía ya, envió al padre fray Vicente de Valverde, primer obispo del Cusco, y a Hernando de Aldana, un buen soldado, y a don Martinillo, lengua, que fuesen a hablar a Atagualpa y requerirle, de parte de Dios y del Rey, se sujetase a la ley de Nuestro Señor Jesucristo y al servicio de Su Majestad; que el marqués le tendría en lugar de hermano, y no consentiría le hiciesen daño ni enojo en su tierra. “Llegado que fue el padre a las andas en donde Atagualpa venía, le habló y dijo a lo que iba y le predicó cosas de nuestra Santa Fe, declarándoselas la lengua. Llevaba un breviario el padre en las manos, donde leía lo que predicaba. El Atagualpa se lo pidió, y el padre se lo dio cerrado, y cuando lo tuvo en las manos, no supo abrirlo y lo arrojó al suelo. Llamó al Aldana que se llegase a él y le diese la espada, y el Aldana la sacó y se la mostró, pero no quiso dársela. “Pues, pasado lo dicho, el Atagualpa les dijo que se fuesen, para bellacos ladrones, y que los había de matar a todos. Oído esto, el padre se volvió y contó al marqués lo que había pasado. “El Atagualpa entró en la plaza con todo su trono que traía y el señor de Chincha tras él. Y desde que hubieron entrado vio que no aparecía español ninguno. Preguntó a sus capitanes: ¿Dónde están estos cristianos, que no aparecen? Y ellos le dijeron: Señor, están escondidos de miedo. “Habiendo visto el marqués las dos andas, no sabiendo cuál era la de Atagualpa, mandó a Juan Pizarro, su hermano, que fuese con los peones que tenía a las unas y que él iría a las otras. Pues mandado esto, hicieron la señal al Candia y soltó el tiro; y en soltándolo, tocaron las trompetas y salieron los de a caballo en tropel; y el marqués, con los de a pie, como está dicho, tras ellos, de manera que, con el estruendo del tiro y las trompetas y el tropel de los caballos con cascabeles, los indios se embarazaron. “Los españoles dieron en ellos y empezaron a matar, y fue tanto el miedo que tuvieron los indios que, por huir, no saliendo por la puerta, derribaron un lienzo de una pared de la cerca de la plaza, de largo de más de dos mil pasos y de alto de más de un estado. Los de a caballo fueron en su seguimiento hasta los baños, donde hicieron grande estrago e hicieran más si no les anocheciera.

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“Volviendo a don Francisco Pizarro y a su hermano, que salieron como está dicho, con la gente de a pie, el marqués fue a dar con las andas de Atagualpa y el hermano con el señor de Chincha, al cual mataron allí en las andas, y lo mismo fuera de Atagualpa si no se hallara el marqués allí, porque no podían derribarle de las andas, que aunque mataban los indios que las tenían, se metían luego otros de refresco a sustentarlas. “De esta manera estuvieron un gran rato forcejeando y matando indios y, de cansado, un español tiró una cuchillada para matar al Atagualpa y el marqués don Francisco Pizarro se la reparó y del reparo le hirió en la mano el español, a cuya causa el marqués dio voces, diciendo: ¡Nadie hiera al indio, so pena de la vida! Entendiendo esto, se agruparon siete u ocho españoles hacia él; asieron un borde de las andas y haciendo fuerza la trastornaron hacia un lado y así fue preso el Atagualpa. El marqués le llevó a su aposento y allí le puso guardas que le guardasen de día y de noche”. 4. EL RESCATE MÁS CUANTIOSO DE LA HISTORIA El inca Atahualpa fue apresado y confinado en un edificio contiguo a la plaza de Cajamarca llamado Amaruwasi o casa de la serpiente. Pizarro ordenó que se le proveyeran todas sus comodidades habituales, incluyendo sirvientes y concubinas. Al día siguiente, domingo 17-XI-1532, Pizarro ordenó a Hernando de Soto saquear el campamento del inca en Pultumarca. Regresó con abundante oro y plata y un grupo de servidores que querían quedarse con los españoles porque cumplían trabajos forzados para el inca y le odiaban. El pacto entre el inca y sus captores Percibiendo la codicia de sus captores, Atahualpa propuso a Pizarro comprar su libertad a cambio de llenar una habitación del Amaruwasi de piezas de oro y dos habitaciones de piezas de plata, en 40 días (esto no ocurrió en el lugar que hoy se suele mostrar como “cuarto del rescate”). Pizarro aceptó y le prometió proteger su vida y cumplir su parte del trato. De hecho, en pocos días empezaron a llegar a Cajamarca, una tras otra, largas caravanas de camélidos con los tesoros. Respecto a la magnitud del rescate, el historiador José Antonio del Busto, en su libro La conquista del Perú (1984), cita una conocida letrilla de la época, conservada en el romancero español: Atabaliba está preso, está preso en su prisión; juntando está los tesoros que ha de dar al español. No cuenta como el cristiano sino en cuentas de algodón. El algodón se le acaba, pero los tesoros no. Autorizados por Pizarro, numerosos mensajeros del inca Atahualpa iban y venían, aparentemente, con el propósito de agilizar la recolección de objetos de valor para

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el pago del rescate. Todo era registrado por los españoles en libros de cuentas y por los curacas en quipus o “cuentas de algodón”.

Atahualpa señala hasta dónde llenará una habitación con objetos de oro y de plata para pagar su rescate. Óleo del artista Carlos Baca Flor. Reuniendo tesoros en nombre del inca A fines de XII-1532 se habían cumplido los 40 días de plazo para la entrega del rescate. Los españoles ya contaban con una fabulosa fortuna, pero no se habían llenado hasta el tope las habitaciones prometidas. Pizarro usó este pretexto para no dar libertad al inca. A su vez, puso en marcha su propio sistema de recolección de tesoros. Para este fin envió dos embajadas de españoles escoltadas por emisarios del inca, que deberían urgir a gobernadores y curacas para dar oro y plata debido a que la vida del inca estaba en peligro. Una estuvo a cargo de Hernando Pizarro, dirigida a Pachacámac, lugar sagrado que era considerado, según las referencias reunidas, “como la Meca para los moros”. Otro grupo se dirigió al Cusco, con Pedro Martín de Moguer, Juan de Zárate y Pedro Martín Bueno, que se ofrecieron como voluntarios. Ante el dios Pachacámac La expedición a Pachacámac partió el 5-I-1533, con 14 combatientes a caballo y un número no determinado de peones “nicaraguas” e indígenas. Iban también, para salvaguardar el libre tránsito de los españoles por el imperio, cuatro orejones incas de alto rango. Fueron por Ichocán, Huamachuco y Antamarca, luego por el Callejón de Huaylas hasta Recuay y Pachacoto, para después tomar rumbo hacia la costa. Recorrieron Paramonga, Huaura y Chancay. En este lugar

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experimentaron un fuerte temblor de tierra el 31-I-1533. Llegaron al santuario de Pachacámac el 1-II-1533. Hernando Pizarro ordenó derribar el recinto sagrado donde estaba la figura del dios y destruirlo. Acto seguido conminó al curaca local y a los de las localidades cercanas (Chincha, Malaque, Yauyos y Huarochirí, entre otros) a entregar todos los objetos de oro y plata que tuvieran para salvar la vida del inca. Reunió un botín calculado en 90.000 pesos de oro y partió en dirección a Jauja el 26-II-1533. Cerca de esta ciudad se encontraba el general Calcuchímac, uno de los más leales a Atahualpa, reuniendo piezas de valor para el rescate. El dios Pachacámac derribado Para los conquistadores, los símbolos sagrados de los antiguos peruanos eran “toscos” y “mal hechos”, ya que no tomaban en cuenta su antigüedad ancestral y la larga historia que estaba unida a estos objetos. Tampoco entendían el sentido de las ofrendas y sacrificios que recibían estas deidades. Su reacción ante estos símbolos y monumentos era intolerante y destructivo. Cuenta del siguiente modo el veedor real Miguel Estete la visita de la expedición de Hernando Pizarro al santuario ─”mezquita” según los españoles─ del dios yunga Pachacámac, el 1-II-1533: “Contra su voluntad y de ruin gana nos llevaron, pasando muchas puertas hasta llegar hasta la cumbre de la mezquita, la cual era cercada de tres o cuatro cercas ciegas, a manera de caracol. (…) En lo alto estaba un patio pequeño delante de la bóveda o cueva del ídolo, hecho de ramadas de unos postes guarnecidos de oro y plata, y en el techo puestas ciertas tejeduras, a manera de estera para la defensa del sol, porque así son todas las casas de aquella tierra que, como jamás llueve, no usan de otra cobija. “Pasando el patio estaba una puerta cerrada y en ella las guardas acostumbradas, la cual, ninguno de ellos osó abrir. (…) Esta puerta era muy tejida de diversas cosas: de corales y turquesas y cristales y otras cosas. Finalmente que ella se abrió y según la puerta era curiosa, así tuvimos por cierto que tenía que ser lo de adentro; lo cual fue muy al revés y bien pareció ser aposento del diablo, que siempre se aposenta en lugares sucios. Abierta la puerta y queriendo entrar por ella, apenas cabía un hombre, y había mucha oscuridad y no muy buen olor. Visto esto trajeron candela; y así entramos en ella, en una cueva muy pequeña, tosca, sin ninguna labor; y en medio de ella estaba un madero hincado en la tierra con una figura de hombre hecha en la cabeza de él, mal tallada y mal formada, y al pie y a la redonda de él, muchas cosillas de oro y de plata ofrendadas de muchos tiempos y soterradas por aquella tierra. “Vista la suciedad y burlería del ídolo nos salimos afuera a preguntar que por qué hacían caso de una

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cosa tan sucia y torpe como allí estaba; los cuales muy espantados de nuestra osadía volvían por la honra de su dios y decían que aquél era Pachacámac, el cual les sanaba de sus enfermedades y a lo que allí se entendió, el demonio aparecía en aquella cueva a aquellos sacerdotes y hablaba con ellos, y estos entraban por las peticiones y ofrendas de los que venían en romería, que es cierto, que de todo el señoría de Atabaliba iban allí, como los moros y turcos van a la casa de la Meca. (…) El capitán mandó deshacer la bóveda donde el ídolo estaba y quebrarle delante de todos, y les dio a entender muchas cosas de nuestra santa fe católica y les señaló por armas para que se defendiesen del demonio la señal de la cruz”. Jauja, el inca Huáscar martirizado y primera visita al Cusco Hernando Pizarro llegó a Jauja el 16-III-1533. Mientras esperaba la llegada de Calcuchímac, percibió que la nación de los huancas, al igual que otras visitadas en la ruta, tenía mucho rencor contra los incas, ya sean del bando de Quito o del Cuzco. La plaza de Jauja mostraba todavía huellas de ejecuciones de líderes huancas cometidas por los jefes incas. Los españoles y Calcuchímac emprendieron el regreso el 21-III y llegaron a Cajamarca el 14-IV, pasando por Tarma, Huánuco Viejo, Callejón de Huaylas, Huamachuco y Cajabamba. En abril también volvieron los soldados enviados por Pizarro al Cusco. Partieron de Cajamarca el 15-II-1533. Cuenta el cronista Cristóbal de Mena (1534) que en Tarapaco, cerca de Huanucopampa, el grupo de españoles se encontró con el inca Huáscar, conducido prisionero en condiciones muy crueles, junto con sus más cercanos allegados. Hablaron con él y otros prisioneros mediante su intérprete y recibieron muchas acusaciones contra Atahualpa. Cuenta también Cristóbal de Mena que la ciudad del Cusco deslumbró a los primeros españoles que llegaron a ella, a pesar de mostrar en gran parte de sus edificios huellas de destrucción y saqueo. Las tropas de Atahualpa, luego de vencer a Huáscar, se habían ensañado contra la elite cusqueña dando muerte a familias enteras de la nobleza, profanando los templos e inclusive destruyendo las veneradas huacas (momias) de soberanos incas como Túpac Yupanqui. Sobre estos trágicos sucesos han dado amplios detalles diversos cronistas, incluyendo al Inca Garcilaso en sus Comentarios reales (1609). En el Cusco, Pedro de Moguer y sus acompañantes fueron recibidos por el general Quizquiz, el general que había vencido en batalla a Huáscar. Este general representaba la autoridad de Atahualpa en la capital imperial, en medio del resentimiento de los supervivientes de la antigua nobleza inca. Los tres soldados españoles recolectaron un valioso cargamento de oro y plata pero, sobre todo, se informaron de otros muchos tesoros difíciles de transportar ubicados en edificios sagrados como el Koricancha. Se discute la muerte de Atahualpa Dos días antes del retorno a Cajamarca de Hernando Pizarro, el 12-IV-1533, llegó a Cajamarca el otro socio de la conquista, Diego de Almagro, con 150 hombres de refuerzo, la mayoría a caballo. Era un importante auxilio militar, pero a la vez motivo de discordias. Almagro se sentía postergado por Pizarro y expresó el deseo de conducir su propia conquista, quizás al norte de Tumebamba y Quito.

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Pizarro lo conminó a esperar el desenlace de la situación de Atahualpa, cuyo destino final merecía cuidadosa discusión. Entre los españoles, el tema más urgente era proceder a repartir los tesoros entre todo el ejército y fijar la cuota correspondiente al rey. Luego se debatiría la suerte de Atahualpa. Enterándose este último de lo mucho que se discutía sobre conservarlo o no con vida, coinciden los cronistas en suponer que fue en este momento que ordenó la muerte de su hermano rival Huáscar, temiendo que este haya logrado algún arreglo con los españoles para ser reconocido como inca. Atahualpa ordena el fin de Huáscar Desde Cajamarca fue enviada la orden de Atahualpa de acabar con la vida de Huáscar y sus más cercanos colaboradores y servidores, incluida su madre y sus mujeres. Uno de los ejecutados fue el willac umu (sumo sacerdote) del Cusco, Challco Yupanqui, pariente cercano de Huáscar. La orden de Atahualpa tuvo de esta forma características de fratricidio, regicidio y de sacrilegio. Habría ocurrido en abril de 1533. Esta ejecución señala una grave decadencia moral de los soberanos incas. Para la población andina habría representado el fin definitivo del Tahuantinsuyo. El cronista Juan de Betanzos (1551) asegura que la ejecución ocurrió en Andamarca (Lucanas, Ayacucho), conducida por Cusi Yupanqui, importante lugarteniente de Atahualpa que iba y venía en forma secreta de Cajamarca. Miguel Cabello Valboa, en su Miscelánea antártica (1586), añade que junto con el inca, fueron ejecutados en Antamarca (sic) su madre, su esposa principal, su hermano, el sumo sacerdote del Cusco Challco Yupanqui y numerosos nobles cusqueños, sirvientes y doncellas, de tal manera que “en esta matanza afirman aver fenecido la recta línea de los verdaderos ingas”. Cuando Francisco Pizarro supo la noticia, temió por el poder que todavía mostraba tener el inca cautivo, al mismo tiempo que, gracias a los informes de su hermano y de los soldados Bueno, Zárate y Moguer, tuvo una idea más clara de lo débil y disperso que estaba en ese momento el poderío militar inca. Fundición de las piezas del rescate En su calidad de jefe de la conquista, Pizarro ordenó iniciar la fundición de las piezas de metal del rescate el 13-V-1533. Objetos ceremoniales, suntuarios y obras de arte de la orfebrería inca fueron convertidos en lingotes y “tejas” de metal de alta pureza. El 18-VI-1533 se hizo el histórico reparto del botín, que sumó en total 1 326.539 pesos castellanos de oro y 51.610 marcos de plata. Apenas concluido el reparto del oro y la plata de los incas, Pizarro comisionó a su hermano Hernando Pizarro, por ser su inmediato lugarteniente, viajar a España para rendir informes al rey y entregarle el quinto real del botín reunido en Cajamarca. La parte del rey sumaba 100.000 pesos de oro y 5.000 marcos de plata. A mitad de camino de su viaje a España, Hernando Pizarro presentó un informe ante la Audiencia de Santo Domingo. Con esta finalidad, en la isla Española firmó el 23-XI-1533 una documentada carta que narra los sucesos ocurridos hasta el reparto del rescate del inca. En España fue recibido por el rey, investido como caballero de la Orden de Santiago y provisto con el rango de comendador. Volvió al Perú a fines de 1535.

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El rescate más cuantioso de la historia Los tesoros reunidos por Atahualpa fueron fundidos y moldeados como metal de alta pureza y luego valorizados por los contadores y veedores de la corona. Se considera que es uno de los rescates más cuantiosos de la historia universal. Y los premios en oro y plata dados a cada oficial y a cada soldado están también entre los más afortunados recibidos por combatiente alguno en circunstancias similares. Según el cronista Jerez, éste sumó 1 326.539 pesos castellanos de oro y 51.610 marcos de plata, equivalentes a 5.729,69 kilos de oro fino de 22 kilates y 11.041 kilos de plata pura, según el economista peruano Manuel Moreyra y Paz Soldán (1941). El 18-VI-1533 se hizo el reparto del botín del siguiente modo: En el primer lugar del reparto estaba el clero. La iglesia recién establecida en el Perú, cuya sede episcopal provisional era Tumbes, recibió 2.220 pesos de oro y 90 marcos de plata. El vicario del ejército, Juan de Sosa, recibió 7.770 pesos de oro y 310,6 marcos de plata. El padre Vicente Valverde no aceptó nada atendiendo a su voto de pobreza. El quinto real fue: 100.000 pesos de oro y 5.000 marcos de plata. Luego se pagó a los altos oficiales: Francisco Pizarro: 57.220 pesos de oro y 2.350 marcos de plata. Hernando Pizarro: 31.080 pesos de oro y 1.267 marcos de plata. Hernando de Soto: 17.740 pesos de oro y 724 marcos de plata. Juan Pizarro: 11.100 pesos de oro y 407,2 marcos de plata. Pedro de Candia: 9.909 pesos de oro y 407,2 marcos de plata. Gonzalo Pizarro: 9.909 pesos de oro y 384,5 marcos de plata Sebastián Belalcázar: 9.909 pesos de oro y 407,2 marcos de plata. Caballería: 610.131 pesos y 25.798 marcos (8.880 pesos y 362 marcos c/u) Infantería: 360.994 pesos y 15.061 marcos (4.440 pesos y 181 marcos c/u) Adicionalmente, Pizarro dispuso que se otorgara 15.000 pesos de oro a los españoles que se quedaron en San Miguel y 20 mil pesos para Almagro y sus hombres, recién llegados de Panamá. El botín obtenido no impidió que el inca sea ejecutado por los españoles, acusado de herejía, depravación, fratricidio e intrigar contra ellos, el sábado 26-VII-1533. 5. LA MUERTE DEL INCA Y LA CONQUISTA DEL CUSCO En los mismos días de la partida a España de Hernando Pizarro, Hernando de Soto fue enviado con un escuadrón de caballería a Huamachuco, con el fin de verificar la ubicación y el número de las tropas que seguían siendo leales al inca Atahualpa. Todos sus enviados informaban que no había peligro alguno Mientras tanto, entre VI y VII-1532, los españoles se sintieron muy inseguros por el frecuente desfilar de largos contingentes de tropas de sur a norte, muy cerca de Cajamarca. Interrogado por los españoles, Atahualpa negaba haber dado alguna orden en tal sentido. Temor de un ataque inca a Cajamarca

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Asegura el cronista Cristóbal de Mena (1534), que Almagro, alarmado por el desfilar cercano de largas hileras de soldados incas, apresó al general atahualpista Calcuchímac y lo sometió a torturas, quemándole las piernas, con el fin de hacerlo confesar si había un plan para atacar Cajamarca. Pizarro ordenó la suspensión de dicha medida. Calcuchímac quedó inválido desde entonces. De todos modos, se temía un gran ataque que tuviera el propósito de rescatar a Atahualpa. Esto motivó una tensa discusión sobre la conveniencia de mantener o no al inca con vida. Almagro reclamaba matarlo. Pizarro quería mantenerlo prisionero. Toda la expedición española empezó a agitarse y enemistarse, dividida entre una y otra opinión. El 23-VII-1533, un joven soldado exaltado, Pedro Cataño, interrumpió a Pizarro exigiéndole firmar ante escribano que no mataría al inca. La insolencia iba a ser castigada, pero una nueva voz de alerta indicó la presencia muy cercana y amenazante de nuevas tropas. Pizarro cambió de opinión y dispuso de inmediato que se abriera proceso al inca, según las leyes españolas, por el delito de conspiración. Si Atahualpa era encontrado culpable, el jefe de la conquista quedaría libre de su promesa de no matarlo. ¿Por qué no fue rescatado el inca Atahualpa? Para los cronistas e investigadores de todas las épocas, ha sido un misterio el motivo del frecuente desfile de tropas cerca de Cajamarca entre VI y VII-1533. Es un hecho que miles de soldados pasaron de largo con rumbo a Quito. ¿Por qué no ayudaron a liberar al inca cautivo? El misterio sigue irresuelto, aunque se han formulado múltiples suposiciones. Estas son algunas de ellas:

• El inca en verdad creyó que pagando el rescate quedaría libre y los españoles se irían de regreso en sus naves. Por eso dilató cualquier decisión militar.

• Los españoles, con ayuda de algunos curacas aliados, desbarataron con éxito la red de informaciones y mando del inca.

• Fue un acierto apresar a Calcuchímac. Él estaba a cargo de liberar al inca. Las tropas se aproximaron pero no tenían quién las dirija.

• Desde la captura en Cajamarca, ya no contaba la vida de Atahualpa. Ya no era divino, ya no era todopoderoso. Las tropas regresaron a Quito para ponerse a las órdenes de un nuevo jefe.

• Las tropas leales a Atahualpa eran extranjeras e invasoras en esa zona del Perú. Estaban agotadas por la guerra y sin suministros. Carecían de apoyo civil para sitiar Cajamarca.

También es posible combinar todas estas suposiciones: Atahualpa confió demasiado en el pago del rescate y cuando quiso organizar un ataque salvador, no le fue posible porque ya no tenían autoridad ni él ni su leal Calcuchímac, sobre unas tropas cansadas y desabastecidas. De cualquier manera, esas tropas anónimas, casi fantasmales, que pasaron de largo, fueron la causa de la ruina definitiva del inca. El proceso judicial contra el inca Se hicieron los arreglos para el juicio del inca desde la noche del miércoles 23-VII-1533. Se le encadenó e incomunicó, privándolo de todo privilegio. El proceso duró tres días. Formaron parte del tribunal, entre otros, el oficial real Alonso Riquelme, Diego de Almagro, Juan de Heredia como fiscal, Juan de Herrada como

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defensor, los letrados religiosos Juan de Balboa, Francisco Morales y Juan de Sosa; y Pedro Sancho como escribano. Felipillo ofició de traductor. Es motivo de amplio debate la legitimidad del proceso y la justeza de las acusaciones. Todos los temas fueron enfocados bajo las leyes hispanas, haciendo caso omiso del sistema y las costumbres incas. Se acusó a Atahualpa de:

• Fratricida y regicida: Por haber ordenado la muerte de su hermano Huáscar, “rey del Cusco”.

• Homicida: Había asesinado a numerosos personajes de su corte y a curacas y naturales de los pueblos que no le obedecieron.

• Corrompido: Convivía con sus hermanas y tenía concubinas. • Sacrílego y hereje contumaz: Rechazaba el bautizo cristiano y decía ser

hijo del sol, habiendo profanado templos y asesinado sacerdotes incas en el Cusco.

• Conspirador: Había mentido a los españoles mientras preparaba un ataque militar contra ellos en Cajamarca.

Atahualpa respondió a los cargos de este modo:

• ¿Fratricida y regicida? Era una guerra entre incas y él había vencido. Así eran las guerras entre ellos.

• ¿Homicida? Huáscar también le había matado gente. • ¿Corruptor de sus hermanas? Así se acostumbraba entre los incas. • ¿Sacrílego y hereje? Esas eran sus creencias y las de su padre. • ¿Conspirador y traidor? Negó haber organizado ataque alguno, no obstante

la presencia indiscutible de tropas suyas cercanas. El tribunal acordó por votación condenar el reo a muerte. Debía morir como hereje y traidor, en la hoguera. Faltaba que el gobernador Pizarro confirmara la sentencia y diera la orden, pero, cuentan los cronistas, que tuvo muchos escrúpulos y pesar antes de ordenar la ejecución. Algunos españoles no quieren que muera el inca Al saberse la sentencia de muerte hubo una decena de españoles que pidieron se perdone la vida al inca y sea llevado ante el rey de España. Entre ellos estaban Diego de Mora, Blas de Atienza, Francisco de Fuentes y Pedro de Mendoza. En ese grupo había tanto almagristas como pizarristas. Temían que ya no hubiera paz con los pueblos nativos. Algunos sacaron espadas y Pizarro tuvo que imponer la ley marcial. Hacia la 8 pm del sábado 26-VII-1533, con la plaza de Cajamarca fuertemente custodiada, con la población indígena prácticamente imposibilitada de ver los sucesos, el inca fue puesto en el centro de ella, apoyado sobre un tronco, con una cadena al cuello y los brazos atados en la espalda. Coinciden los cronistas en que estuvo digno y sereno durante todo este trance fatal. El inca se hace cristiano para evitar la hoguera Fray Vicente de Valverde, el mismo fraile dominico que acercó el misal a Atahualpa el día de su captura, acompañó al inca durante sus últimas horas e insistió una y otra vez en pedirle que se bautizara. En plena plaza, poco antes de encenderse el fuego, tras serle ofrecido por Valverde que si se hacía cristiano no moriría quemado y su cuerpo sería sepultado en la iglesia, el inca accedió.

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Valverde ofició el bautizo, con el gobernador Pizarro de padrino. Atahualpa aceptó llamarse Juan. Luego fray Valverde sustentó ante Pizarro que, siendo ahora cristiano, Atahualpa no debía morir en la hoguera. Aunque la sentencia no podía variarse, el oficial real Alonso Riquelme aceptó el pedido y propuso que la ejecución se realice mediante el garrote y que luego se someta durante breves momentos el cuerpo sin vida al fuego, en señal de cumplimiento de la decisión del tribunal.

Aunque los cronistas hispanos afirman que el inca Atahualpa fue ejecutado mediante la pena del garrote, una arraigada tradición andina asegura que fue decapitado. Así lo muestra esta pintura anónima del siglo XVIII titulada “Degollamiento de don Juan Atahuallpa en Cajamarca”, que se conserva en el Museo Inka del Cusco. La ejecución de Atahualpa En ausencia del instrumento adecuado, una cuerda fue pasada por el cuello del inca, sujeta a un garfio puesto a la altura de su cabeza en el tronco en que se apoyaba. Haciendo un torniquete sobre el garfio, el verdugo ajustó la cuerda hasta matar al condenado, mientras fray Valverde rezaba por su alma y un tambor redoblaba a la funerala. Cumpliendo la sugerencia de Riquelme, el cadáver fue brevemente expuesto al fuego en sus partes inferiores. Luego estuvo toda la noche expuesto en la plaza,

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cumpliendo otra de las exigencias de los procedimientos judiciales de la época. Desde que hubo una férrea vigilancia que no permitía acercarse a la población indígena, ha persistido la duda sobre si en verdad fue decapitado o sometido al garrote. La tradición andina defiende que fue decapitado. Honras fúnebres españolas para el inca Al día siguiente el cuerpo fue llevado al templo de San Francisco, entonces en plena edificación. Se le condujo en procesión solemne, con cruz alta. Valverde hizo misa de cuerpo presente y Pizarro rindió al muerto honores de personaje ilustre. Interrumpieron la ceremonia las mujeres del inca, quienes según sus creencias debían morir con su señor. Fueron apartadas violentamente del lugar. Luego se procedió a dar sepultura al inca en la iglesia. Según el cronista y secretario de Pizarro, Pedro Sancho, Atahualpa fue sepultado “como si hubiera sido el primer español de nuestro campo”. Las exequias eran también una celebración del triunfo de la iglesia cristiana, que había vencido a la fe del inca en un momento decisivo.

“Los funerales de Atahualpa”, óleo del artista Luis Montero. Aunque el inca fue muerto con la pena del garrote o estrangulamiento, la imaginación andina ha insistido en representarlo como víctima de un degollamiento. Así aparece en las ilustraciones de Guaman Poma (1600), en el famoso cuadro “Degollamiento de don Juan Atahuallpa en Cajamarca” que se conserva en el Cusco y en muchas festividades y representaciones populares andinas. Los curacas y la muerte del inca Los amanuenses y expedicionarios que han dejado testimonio escrito del juicio y muerte de Atahualpa, coinciden en que les causó gran sorpresa el regocijo de los pueblos de Cajamarca y de otros lugares cercanos por la muerte del inca.

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“De la muerte de este cacique se alegró toda aquella tierra y no podían creer que era muerto”, comenta Cristóbal de Mena (1534). Carwarayco, curaca de los cajamarcas –cuyo hermano rival Carwatongo murió durante la captura del inca– y también los curacas huancas, yarovilcas, huaylas, chinchas, chachapoyas y cañaris que estuvieron en Cajamarca, convocados por el inca para contribuir a su rescate, se alegraron de la muerte del soberano, se avinieron de buen talante a colaborar con los españoles y hasta aceptaron bautizarse. El cronista indio Santa Cruz Pachacuti (1600) refiere que sus antepasados, los curacas principales del Collasuyo, ”fueron los primeros caciques que acudieron en el tambo de Caxamarca a hacerse cristianos”. Al bautizarse adoptaron nombres cristianos, como Carwarayco, que se hizo llamar Felipe; y Cajamallqui, curaca de Ocros (Huaylas), que se hizo llamar Rodrigo. “La gente toda de la tierra salía de paz a los españoles y les favorecía contra aquella gente de guerra del inga Atabalipa, porque les tenían gran odio”, reseña Cristóbal de Molina (1553). La tragedia de Cajamarca señaló un cambio definitivo en la historia del Perú; y así lo hizo constar fray Bartolomé de las Casas en su Apologética historia sumaria (1550): “En una ciudad llamada Caxamalca (...) se acabó el felice y glorioso estado real de los ingas, reyes y señores universales de los reinos tan largos de la tierra que llamamos el Perú; larga y dolorosa historia y miseranda de contar”. El misterioso inca Atahualpa De todos los incas es el que más conocemos. Sabemos cómo era y conocemos muchos de sus actos e incluso palabras suyas. Sin embargo, datos importantes de su vida permanecen en el misterio. Todavía se discute el nombre exacto del inca, dónde nació, quién fue su madre y si sus aspiraciones como heredero del inca Huayna Cápac eran legítimas. ¿Cómo se llamó realmente? La primera duda subsistente es cómo se llamó en realidad. Los primeros cronistas, como Pedro Sancho de la Hoz (1533) y Francisco de Jerez (1534), que eran escribanos de Pizarro y participantes en la captura del inca en Cajamarca, lo llamaron Atabaliba. Así es como escucharon pronunciar su nombre. Más adelante, ya muerto el inca, el nombre fue variado hacia Atagualpa o Atahualpa. El cronista Pedro Cieza de León (1553), todavía lo llamó Atabaliba, pero Juan de Betanzos (1551) y Pedro Pizarro (1571), lo nombraron Atagualpa. Los cronistas han coincidido en afirmar que su nombre significaba ‘guerrero victorioso’ pero no es posible encontrar las raíces quechuas. Ata (desabrido) y wallpa (pollo o gallina) son imposibles. Atux (zorro) y wallpa (gallina) tampoco son correctas. Ata (desabrido) y alpay (arrastrarse) tampoco son verosímiles. Atipana (victoria) o atipamuy (vencedor) y tanka (guerrero) no dan forma al nombre que conocemos. Según el cronista Pedro Pizarro: “Los nombres de Ataualpa y Guáscar

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no eran sus mismos nombres de su alcurnia, sino que el uno al otro se los pusieron por ignominia”. El misterio prosigue. ¿Dónde nació Atahualpa? Los cronistas que han investigado con ahínco los orígenes de Atahualpa son Juan de Betanzos, autor de Suma y narración de los Incas (1551), quien supo quechua e incluso casó con una hija de Huayna Cápac; y Pedro Cieza de León, autor de La crónica del Perú (1553), que recorrió extensamente el país e indagó directamente muchos datos. Todos ellos polemizaron en el siglo XVI con quienes afirmaban que Atahualpa fue “quiteño” o “norteño”. Cieza de León defendió con insistencia que Atahualpa era cusqueño, aunque de madre norteña residente en la capital imperial: “Más adelante están los aposentos de Carangue, a donde algunos quisieron decir que nació Atabaliba, hijo de Guaynacapa, aunque su madre era natural de este pueblo. Y cierto no es así, porque yo lo procuré con gran diligencia, y nació en el Cusco Atabaliba, y lo demás es burla”. Por su parte, Betanzos aseguró que el inca no sólo era cusqueño sino de probado linaje real por ambos lados, paterno y materno: “Volviose al Cusco Huayna Cápac de la cual vuelta halló nacido a Atagualpa su hijo del cual nacimiento se holgó mucho [...] Atagualpa era hijo de una señora deste Cusco llamada Pallacoca de la línea de Ynga Yupangue y prima segunda de Guayna Capac y biznieta de Ynga Yupangue". Betanzos indica además, que Atahualpa fue hermano mayor de Huáscar. La cronología de las conquistas de Huayna Cápac da la razón a quienes afirman que Atahualpa no nació en Quito, Caranqui (hoy en la ciudad de Ibarra), o Tumebamba (hoy Cuenca), en el actual Ecuador. Se estima que Huayna Cápac fue inca hacia 1493. Del Cusco partió en campaña de guerra contra los chachapoyas; luego estuvo en Cajamarca. Debió volver al Cusco para emprender una campaña militar en diversas provincias del sur. Estuvo otra vez en el Cusco y partió al norte no antes de 1510, deteniéndose en Vilcas, Jauja, Cajamarca y Chachapoyas antes de dirigirse a Quito. Recién ocupó Tumipampa hacia 1512 y Caranqui hacia 1515. Si Atahualpa tenía no menos de 30 años cuando fue capturado en Cajamarca, debió nacer entre 1490 y 1500, en el Cusco. Y debió acompañar a su padre a las provincias del norte siendo adolescente. Por cierto, hay autores que ponen esto en duda, no obstante la abundante información que nutre dicha

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cronología. Según el Inca Garcilaso (1609), Huayna Cápac, “después de varios años alistó un ejército y se dirigió al reino de Quito. En la casa de las escogidas conoció a la hija del vencido rey de Quito y se enamoró de ella. En esa concubina tuvo a su hijo Atahuallpa y a otros”. Una crónica tardía que insiste en dar filiación quiteña al inca es la Historia del reino de Quito en la América meridional, del jesuita Juan de Velasco, concluida en 1789. Un investigador bien documentado, como José Antonio del Busto (1932-2006) en Una cronología aproximada del Tahuantinsuyo (2000), indicó 1498 como fecha del nacimiento de Atahualpa y 1503 como fecha del nacimiento de Huáscar, ambos nacidos de coyas de elevado linaje en el Cusco. ¿Tenía Atahualpa derecho a la sucesión real? Algunos cronistas señalan, equivocadamente, que la sucesión del máximo soberano inca se basaba en reglas semejantes a las de los monarcas europeos: por vía paterna y materna. Es decir, sólo podía ser “inca” o “rey de los incas”, el hijo primogénito del inca tenido en la coya o “señora principal”. Esta interpretación prevalece en el Inca Garcilaso (1609) y en la Crónica moralizada de Antonio de la Calancha (1638). Por ejemplo, el padre Calancha se apresura a señalar a Atahualpa como “usurpador y no heredero”, ya que era “hijo bastardo” por ser “habido en la hija del rey de Quito”. Este punto de vista deja de lado que el sapa inca, el máximo soberano, era a la vez una divinidad. Su voluntad tenía más autoridad que cualquier tradición o norma. En segundo lugar, desconoce que el núcleo esencial de la sociedad inca era el ayllu o comunidad y no la familia nuclear occidental (padre-madre-hijo). Y la pertenencia a un ayllu, cualquiera sea el origen del individuo, era determinada por los curacas, por la autoridad paterna. En la sociedad inca siempre primó la descendencia por vía paterna. A esto se refiere el cronista Pedro Pizarro (1571) cuando indica que los incas “tenían de costumbre tomar a sus hermanas por mujeres, porque decían que nadie las merecía si ellos no”. En el quechua de entonces, el vocablo pana significaba por igual hermana y prima consanguínea o hermana y prima “política”, incorporada al ayllu. En este contexto, la “bastardía” en la descendencia de un jefe podía ser un factor de fortalecimiento del ayllu y fue muchas veces aceptada. Según Juan de Betanzos (1551), buen conocedor de las costumbres incas, los hijos de un gobernante con

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mujeres no incas, podían formar un grupo de descendencia separado que era el punto de partida de un nuevo ayllu. Este pasaba a ser parte del Hurin Cusco (Bajo Cusco), mientras en el Hanan Cusco (Alto Cusco), estaban los ayllus con múltiples lazos consanguíneos con los incas. Ser del Hurin Cusco podía ser más importante según como marchasen los asuntos políticos del imperio. Sea quiteño o cusqueño, “bastardo” o no, Hurin Cusco o Hanan Cusco, Atahualpa tenía un lugar privilegiado y calidad de “príncipe” por el simple hecho de ser hijo del inca aceptado en su casa o ayllu. Más aún, se le había conferido mando militar y autoridad en una amplia región. Cuando Huayna Cápac murió de viruelas, hacia 1525, Huáscar no tenía ese mismo poder y tampoco lo tuvo el primogénito Ninan Cuyuch, fallecido por la misma epidemia que mató a su padre.

Detalle de la pintura anónima cusqueña del siglo XVIII “Degollamiento de don Juan Atahuallpa en Cajamarca” que muestra a una “Mama Chachapoya madre del difunto”. De acuerdo con esto, el inca habría sido de origen selvático. Es otro dato tradicional sobre la vida de Atahualpa que no coincide con la información documental de la época. Hernando de Soto volvió de su expedición apenas muerto Atahualpa, asegurando que no había tropas incas dispuestas a atacar a los españoles hasta la zona de Jauja, donde ya era sabido que los naturales tenían buena disposición hacia los españoles y mala hacia los quiteños.

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Hubo otros informes alentadores. La única fuerza militar de Atahualpa que quedaba en pie eran las tropas del general Quizquiz, ocupantes del Cusco. Allí había hondo malestar contra los quiteños. Quizquiz era acusado de haber destruido el templo y la momia o mallqui de Túpac Yupanqui, padre de Huayna Cápac. Y junto con Huáscar había sido eliminado, por orden de Atahualpa, el sumo sacerdote solar Challco Yupanqui. Esta muerte fue muy sentida entre los cusqueños. Un nuevo inca acompaña a Pizarro Pizarro estuvo en Cajamarca hasta el 11-VIII-1533. Ese día partió a tomar posesión del acéfalo estado inca, rumbo al Cusco, acompañado de un hermano de Atahualpa, Túpac Huallpa (también llamado Toparpa), apresuradamente investido por los españoles como nuevo soberano inca. Eran parte de la expedición, Almagro, Hernando de Soto, los oficiales reales y casi 400 soldados españoles. Había un numeroso contingente de servidores nativos y también de combatientes, aportado por los curacas aliados. También figuraba, en calidad de prisionero, el general Calcuchímac. Algunas crónicas aseguran que un hermano de Atahualpa, llamado Tito Atauchi, tomó Cajamarca con numerosos soldados quiteños, desenterró el cuerpo del inca y lo llevó a Quito para rendirle honras fúnebres. De Huamachuco a Jauja La expedición de Pizarro recorrió Cajabamba (14-VIII), Huamachuco (17-VIII) y Huaylas (31-VIII), donde se detuvo una semana. En Huamachuco y Huaylas la expedición recibió enhorabuenas de los jefes locales y ayuda en forma de vituallas, telas de abrigo y más soldados y personal de servicio. El 7-IX la expedición, cada vez más numerosa, reinició su marcha. Tocó Caraz, Carhuás y Recuay y finalmente cruzó la cordillera de Huayhuash en dirección a Tarma. Cerca de allí, el 8-X, fueron alertados de la cercana presencia del ejército quiteño. Los lugareños afirmaban que esas tropas tendrían órdenes, dadas por Quizquiz, de arrasar la cercana ciudad de Jauja y sus ricos depósitos. Confirmaba esta sospecha que la zona estuviera deshabitada. Al día siguiente, varios señores locales se ofrecieron como aliados, aportando, según los cronistas, casi mil soldados nativos. La batalla de Huaripampa Pizarro optó por hacer una demostración de pericia militar española y comandó 70 jinetes y 20 infantes. Pernoctó en Tarma y enfiló al día siguiente hacia Jauja, donde una avanzada de soldados fue sorprendida por 200 soldados incas. Enterado Pizarro, ordenó atacar. Al ver la carga de caballería la tropa quiteña retrocedió y cruzó un río cercano (posiblemente el río Mantaro), quemando luego el puente. Los quiteños creyeron que el fuerte torrente detendría a los españoles, pero los jinetes, al mando de Hernando de Soto y Almagro, encontraron un vado propicio para cruzar y los persiguieron hasta embestirlos entre dos flancos, logrando matar a casi todos. Este incidente de guerra suele ser referido como la batalla de Huaripampa. Hernando de Soto condujo una segunda embestida con apoyo de los lugareños, logrando el desbande de los batallones quiteños. Una buena parte de esas tropas se retiró en desorden hacia el norte, quizás en dirección a Quito y otra hacia el sur, presuntamente en busca del general Quizquiz. Los huancas atacaron con mucha fuerza a los grupos quiteños más rezagados.

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Fundación española de Jauja y muerte de Toparpa En Jauja, el 4-X-1533, Pizarro procedió a fundar una villa cristiana. Por el cronista Pedro Sancho sabemos que fue en Xauxatambo, y que tuvo como fin dejar bien instalados y defendidos a 80 españoles, con la carga más pesada de la expedición, al mando del oficial real Alonso Riquelme. Fue la “primera” fundación española de Jauja. Hubo otra, más solemne, al año siguiente. Durante la estadía en Jauja, tuvieron la ingrata sorpresa de la súbita muerte del joven inca Túpac Huallpa o Toparpa. No era posible demostrarlo, pero había fundadas sospechas de un envenenamiento ordenado por el general prisionero Calcuchímac. Pizarro partió de Jauja el 23-X-1533. Hasta la pampa de Anta, cerca del Cusco, hubo sucesivos incidentes de guerra con tropas incas. El más duro fue en Vilcaconga, cerca del Cusco (9-XI-1533), donde murieron 6 españoles. Los curacas aliados señalaron a Calcuchímac como el instigador de tales ataques. Pizarro, Soto y Almagro lo condenaron a morir de inmediato en la hoguera. Aparece Manco Inca El 13-XI-1533 se presentó ante Pizarro un hijo de Huayna Cápac, de la más alta alcurnia cusqueña, Túpac Manco Yupanqui, luego conocido como Manco Inca. Según los cronistas no tenía más de 20 años de edad. Había estado oculto con otros integrantes de la panaca imperial. Pidió a Pizarro ingresar pronto al Cusco, ya que las tropas de Quizquiz estaban realizando una gran mortandad y saqueo. El capitán general de la conquista ofreció apoyarlo como legítimo heredero del imperio inca y salvar la ciudad. En la mañana del viernes 14-XI-1533, Pizarro ingresó a la ciudad sagrada de los incas. Iba con cerca de 300 soldados españoles, y numerosos combatientes cañaris, chachapoyas, huancas y de otros pueblos andinos. Manco Inca lo acompañaba en un lugar de honor. Ingresó por la parte alta del noroeste de la ciudad, bordeando la fortaleza de Sacsayhuamán. El saqueo del Cusco La ciudad deslumbró a los conquistadores, pero la encontraron despoblada. Las tropas de Quizquiz se habían retirado apresuradamente y quedaban muy pocos de sus pobladores habituales. Muchos funcionarios, sacerdotes y nobles habían sido asesinados por los invasores quiteños. Los pocos cusqueños que allí había recibieron con gran alegría a los españoles, pero pronto la algarabía se tornó en descontento. Pizarro autorizó a sus soldados el saqueo de la ciudad. Los conquistadores irrumpieron violentamente en los monumentos y lugares más sagrados de los incas, obteniendo un botín que según el escribano de Pizarro, Pedro Sancho de la Hoz (1534), sumó “580 mil pesos de oro y 215 mil marcos de plata”. Pizarro eligió como sede de su gobernación el palacio de Kasana, sede de la panaca Iñaka del inca Pachacútec, en la gran plaza mayor (ese espacio hoy en día corresponde a todo el borde norte de la plaza y el perímetro formado por las actuales calles Plateros, Procuradores, Tecseccocha y Arcopata). Diego de Almagro y Gonzalo Pizarro ocuparon los palacios contiguos, de menores dimensiones.

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En la navidad de 1533, fue ungido como soberano cusqueño el joven Manco Inca, quien al mismo tiempo aceptó como su soberano al rey de España. Aceptó en todos sus términos el mismo “requerimiento” que en su momento Atahualpa había rechazado en Cajamarca. En forma muy solemne, Francisco Pizarro realizó el 23-III-1534 la fundación del Cusco como ciudad española e instituyó como su primer alcalde a Pedro de Candia, el artillero que estuvo con él en el episodio de los Trece del Gallo y que desembarcó en Tumbes. Las ambiciones de Pedro de Alvarado En III-1534, un emisario español arribó con gran premura al Cusco. Informó a Pizarro de la próxima llegada a la costa norte del Perú del adelantado Pedro de Alvarado, socio de Hernán Cortés en la conquista de México, gobernador de Guatemala, quien venía desde Nicaragua con una docena de naves y numerosa tropa, para posesionarse de las tierras del Perú o Nueva Castilla y destituir a Pizarro. El gobernador del Perú envió a su socio Diego de Almagro a la costa peruana para evitar ese desembarco, ya sea mediante la persuasión o mediante la fuerza. Mientras tanto, Pizarro marchó hacia Jauja, donde el 25-IV-1534 realizó la fundación española de esta ciudad. Alvarado y Almagro se encontraron en la costa quiteña. Ante cualquier eventualidad, Almagro contaba con el respaldo de Sebastián de Belalcázar, quien lo secundó en la primera fundación española de Quito (en Riobamba) el 15-VIII-1534. Alvarado basaba sus pretensiones en una interpretación antojadiza de una Cédula Real que lo autorizaba a conquistar ciertas islas del Pacífico. Aunque Alvarado se mostró muy resuelto, Almagro logró sembrar dudas en sus oficiales sobre la justeza de sus ambiciones. También mostró que tenían amplio apoyo de la población nativa. Su argumento más convincente, con ayuda de un soldado, fue mostrar los 4 mil pesos de oro que había cobrado el español más humilde de la expedición. Muchos hombres de Alvarado expresaron su deseo de quedarse en el Perú al servicio de Pizarro y Almagro. El gobernador de Guatemala se vio obligado a desistir. Ya que se quedaba sin expedición, Alvarado aceptó la propuesta de Almagro de vender gran parte de su flota por un buen precio en oro y, lo más importante, reunirse con Pizarro. La reunión ocurrió en el Año Nuevo de 1535 en Pachacámac. Frágil acuerdo entre Pizarro y Almagro En retribución a la hábil intervención de Almagro frente a Pedro de Alvarado, el 14-I-1535, en Pachacámac, pocos días antes de la fundación de Lima (18-I-1535), Pizarro nombró a su antiguo socio teniente gobernador del Cusco. Y lo facultó para conducir una expedición a las tierras al sur de la capital imperial, donde era de suponerse que habría otros reinos importantes y ricos. Pizarro pensó que ese nombramiento colmaría las ambiciones de su socio, pero no era así. Desagradaba mucho a Almagro ocupar un segundo lugar en el Cusco, subordinado a los hermanos de Pizarro. Su descontento influyó en muchos amigos suyos, a los que se sumaron los hombres que habían dejado a Pedro de Alvarado, que pasaron a engrosar el número de los almagristas. Estos, en el Cusco, protagonizaban frecuentes roces e incidentes con los pizarristas.

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6. La guerra de Manco Inca En IX-1535, el gobernador Pizarro estaba en la costa. Diego de Almagro intentaba la conquista de Chile. Sebastián Belalcázar completaba la conquista de Quito y Colombia. Hernando Pizarro aún no volvía de España. Y Hernando de Soto realizaba expediciones de exterminio de las últimas tropas atahualpistas, respaldado por grandes legiones de voluntarios indígenas. Mientras tanto, en el Cusco, el joven soberano Manco Inca era un rehén de los españoles y estaba rodeado de sospechas. Los gobernadores Gonzalo y Juan Pizarro no le trataban con el respeto que merecía. Ellos creían que el inca ocultaba riquezas y que, aunque estaba privado de casi todo su ejército (enviado en parte a Chile con Almagro y en parte con Soto a Huamanga y otros lugares), organizaba a sus leales en las comarcas orientales para luego atacar a los españoles. Mueren dos encomenderos A fines de 1535, la imposición de las encomiendas había creado un fuerte descontento en la región del Cusco. Los curacas reclamaban en secreto a Manco Inca que se rebelase. Éste intentó huir dos veces, pero fue capturado y llevado de vuelta al Cusco. Sufrió cárcel, cadenas y muchas ofensas de parte de Gonzalo y Juan Pizarro. Cuando se propagó la noticia, hubo rebeliones contra los encomenderos pizarristas y dos de ellos, Pedro Martín de Moguer, encomendero de Angocahua; y Antonio Rodríguez Becerril, encomendero de Condesuyos, fueron asesinados por los indígenas. En represalia, los españoles realizaron crueles asesinatos y despojos en las poblaciones comprometidas Hernando Pizarro burlado por el inca En los últimos días de I-1536 llegó Hernando Pizarro, en su calidad de lugarteniente del gobernador del Perú, al Cusco. Contra la voluntad de sus hermanos, decidió no ser tan severo con el inca y lo liberó de la cárcel y las cadenas. Manco Inca no había cejado en su deseo de escapar y rebelarse. El 18-IV-1536, burlando la confianza de Hernando Pizarro, mediante una estratagema, simulando ir a una ceremonia religiosa y de ayuno, se evadió de los españoles y fue a refugiarse en Yucay. El 29-IV-1536, Hernando Pizarro partió con numerosos soldados en su busca. Fue hacia el río Vilcanota y encontró los puentes rotos y los campos abandonados. Era una señal de estado de guerra que los conquistadores ya conocían. Rasgos singulares de la guerra de Manco Inca La guerra librada por Manco Inca para reconquistar el Tahuantinsuyo tuvo características peculiares:

• Desde el punto de vista religioso tuvo elementos de influencia cristiana: Los pobladores indígenas mostraban descontento hacia los capitanes y soldados conquistadores pero aceptaban a los misioneros religiosos. Hubo indígenas rebeldes que ya eran creyentes. Esto influyó en las características de la guerra. No obstante ser muy cruenta, no predominaron las crueldades rituales propias de los antiguos incas.

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• Desde el punto de vista social tuvo aspectos de creciente mestizaje: Cuando empezó el conflicto entre Pizarro y Almagro, Manco Inca tuvo tratativas con los almagristas. Y cuando empezó la guerra de Almagro El Mozo, hubo un acuerdo de colaboración, que se interrumpió cuando el mestizo rebelde fue derrotado en la batalla de Chupas (16-IX-1542). Manco Inca dio asilo a unos fugitivos de Chupas cuyo líder era un mestizo panameño: Diego Méndez. Éstos luego fueron los asesinos del inca (1544), pero durante dos años estuvieron a su servicio: espiaron e incluso participaron en algunas refriegas. Es posible que hubiera más desertores de origen mestizo sumados a la rebelión.

• Desde el punto de vista militar hubo mayor afinidad de armas y

estrategias: En esta guerra Manco Inca montó caballo y Cahuide, el famoso defensor de Sacsayhuamán, también llamado Titu Cusi Guallpa, “traía una adarga en un brazo, una espada en una mano y una porra en la mano de la adarga y un morrión en la cabeza”, como describe el cronista y testigo de los sucesos Pedro Pizarro en su Relación del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú (1571). Las tropas incas empezaron a usar arcabuces y falconetas. Las maniobras de ataque y defensa del ejército del inca tenían mayores nociones de estrategia, aprendidas de los españoles.

Como consecuencia, es posible establecer que de haber vencido Manco Inca, muchos aspectos influyentes de la cultura europea no habrían desaparecido. Recordemos que cuando Atahualpa decidió matar a los españoles, quiso conservar al herrero, el barbero y el domador de caballos. Manco Inca, sin duda, habría conservado a varios españoles más, indispensables para la vida futura de su imperio. No sólo artesanos industriosos sino también cartógrafos, marineros y pilotos marinos, escribanos y expertos contables, instructores de lectura y escritura, músicos y retratistas. El Incario ya no podía volver a la época anterior al encuentro de Cajamarca. También es posible suponer que un Manco Inca victorioso, con astucia política, habría buscado un entendimiento con el rey de España y con la iglesia católica. Las campañas militares de Manco Inca La guerra de reconquista de Manco Inca se desarrolló entre 1536 y 1544. Hubo innumerables enfrentamientos de pequeña envergadura, que sería muy largo enumerar y reseñar. Algunos ocurrieron en localidades muy alejadas, como preludio de enfrentamientos en lugares estratégicamente más importantes. Sin embargo, esencialmente, esta guerra se resume en cuatro grandes capítulos, correspondientes a distintos escenarios:

• El sitio del Cusco: V a IX-1536. • La batalla de Lima: VIII-1536. • La guerra en otros frentes: 1536-1539. • La resistencia en Vilcabamba: 1539-1544.

Un aspecto interesante es que en ningún momento de esta larga gesta, Manco Inca intentó beneficiarse del enfrentamiento entre los conquistadores. Cuando esto ocurría, prefería fortalecer su retaguardia y acumular mayores recursos de guerra. Otro aspecto importante es que, del mismo modo que el ejército quiteño de Atahualpa era considerado enemigo y extranjero por las demás naciones andinas, el ejército de Manco Inca, básicamente cusqueño, también sufrió la misma desventaja.

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Los españoles en ningún momento pelearon solos contra las tropas de Manco Inca. Siempre tuvieron millares de combatientes indígenas aliados. Los cañaris y los huancas, por ejemplo, fueron los que más contribuyeron a la derrota del inca. El sitio del Cusco: V a IX-1536 Manco Inca logró reunir rápidamente varios miles de combatientes de las localidades vecinas. Con ellos, el 3-V-1536, puso sitio al Cusco y se preparó para tomar por la fuerza la ciudad. Desde el 4-V, el ejército inca fue ganando calle a calle la parte baja de la ciudad. Los cronistas coinciden en que, hacia el 6-V, los 250 conquistadores comandados por Hernando, Juan y Gonzalo Pizarro, con unos pocos esclavos negros y “nicaraguas” y no más de mil aliados cañaris y chachapoyas, sólo controlaban el trecho comprendido entre Sacsayhuamán y la plaza mayor o plaza Aucaypata. El 6-V, el ejército inca inició una gran ofensiva en la zona de Sacsayhuamán, en la parte alta de la ciudad, para ganar la fortaleza y estrechar el cerco sobre los españoles. Controlando ese ingreso de la ciudad, Manco Inca dejaba a los españoles incomunicados con la sierra central y la costa. Mientras tanto, en la parte baja, la situación era cada vez más desesperada. Los flecheros incas (un elemento nuevo en su armamento, que pudo ser tomado de los indios amazónicos o de los propios españoles) incendiaban las viviendas y la humareda no dejaba protegerse a combatientes y civiles, que recibían granizadas de proyectiles. Entre los días 6-V y 18-V se libraron esforzadas batallas en las que uno y otro bando capturaba y perdía la gran fortaleza de piedra. Esta vez las armas estaban más parejas. Emboscando patrullas de españoles, los soldados del inca habían ido dotándose de armas españolas. Desde las altas murallas de Sacsayhuamán, los españoles recibían flechazos arrojados con ballestas y bolas de plomo disparadas con arcabuces. Y sus escalamientos eran rechazados con largas lanzas de hierro. El 6-V, el principal enfrentamiento se libró entre cañaris y quechuas, ambos grupos combinando armas nativas y españolas. Venció provisionalmente Manco Inca. La batalla más dura para los españoles ocurrió el 14-V. Fue la que causó más bajas a los sitiados. Intentando tomar la fortaleza quedó herido de muerte el teniente gobernador Juan Pizarro. Murió pocos días después. El 16-V la fortuna favoreció a los conquistadores y tras mucha brega lograron conquistar la fortaleza. El último defensor del principal torreón, el capitán indio Cullash, también conocido como Cahuide (o Cusi Huallpa según otras fuentes), que se arrojó al vacío para no ser vencido. El cronista Pedro Pizarro (1571) relata cómo era su armamento: “Traía una adarga en un brazo y una espada en la mano y una porra en la mano de la adarga y un morrión en la cabeza”. Este fue el fin del primer cerco del Cusco. La vida recuperó su normalidad en el Cusco hasta comienzos de junio. Entonces Manco Inca reanudó el cerco, que duró casi 20 días, es decir, un ciclo lunar. Los conquistadores lograron refuerzos cañaris, chachapoyas y huancas. También obtuvieron más provisiones. Lograron romper el sitio y organizar expediciones de persecución. La más importante, comandada por Hernando Pizarro, llegó hasta Calca. Así concluyó el segundo cerco del Cusco. El inca libró una nueva ofensiva de 20 días en julio. Esta vez incluyó enviar tropas hacia Lima. Logró frustrar con éxito los intentos de comunicación de los sitiados con Lima y Jauja. Pero no pudo evitar que los españoles realizaran importantes contraataques. Fue el tercer cerco del Cusco.

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Un nuevo ataque se realizó durante el siguiente ciclo lunar, en agosto. Los cronistas coinciden en que mejoró la situación para los cercados, gracias a que lograron interferir las provisiones y vituallas de las tropas del inca. En varias incursiones, con ayuda de curacas aliados, Manco Inca perdió más de mil camélidos llenos de carga provenientes de Condesuyos y Cotabamba y muchos hombres y mujeres de servicio. Esto debilitó a los sitiadores y hubo discrepancias y hasta deserciones en las filas de Manco Inca. Como resultado, el cuarto cerco del Cusco fue más breve y al levantarse quedó sin efecto en forma definitiva. La guerra continuó en la forma de una serie de escaramuzas por el control de una u otra localidad cercana. El fin del sitio del Cusco dio como resultado 2 mil españoles muertos, junto con varios cientos de “negros de guerra” y decenas de miles de indígenas aliados a los españoles. La batalla de Lima: VIII-1536 En apoyo de la rebelión de Manco Inca en el Cusco, en VII-1536, varios batallones de soldados incas al mando de Titu (Tey o Quizu según otros) Yupanqui, Illa Túpac y Puyo Vilca, lograron aislar a Lima de Jauja y desbarataron tres expediciones militares españolas. Los rebeldes fueron reuniendo gente de guerra en torno a Lima y como símbolo de su desafío escalaron el cerro San Cristóbal y destruyeron la cruz puesta allí por Pizarro al fundar la ciudad en I-1535. Una carta de la época menciona hasta “cincuenta mil indios de guerra” (bien pudo ser la mitad de esta cifra) avanzando hacia la capital, pero también a grandes grupos “de indios de alrededor de la ciudad” con sus familias buscando protección, ya que los primeros “bajaban de la sierra a destruirles, matando sus mujeres e hijos”. Al ver el cerro San Cristóbal con la cruz rota, y ennegrecido hasta su base con una multitud de guerreros, la ciudad se preparó para el sitio. Pizarro dispuso de inmediato enviar el tesoro perteneciente a su gobernación a Panamá desde el Callao. No ha podido precisarse la fecha exacta del cerco sobre Lima, pero debió ocurrir entre el 10 y el 26-VIII-1536. Al sexto día del asedio, las fuerzas del inca rebelde lograron entrar a la ciudad por el barrio luego llamado de Santa Ana y llegaron hasta la plaza mayor. Quisu Yupanqui, conduciendo sus soldados desde una litera, fue derribado y atravesado con una lanza por Martín de Sicilia. Su muerte desorganizó a los atacantes, que parecían no entenderse con los otros jefes de menor rango. Retrocedieron al otro lado del Rímac y, al parecer, no podían atender las órdenes de un solo jefe. En los días siguientes fueron vencidos por secciones, hasta que se batieron en retirada. Gran parte de la lucha se realizó con apoyo de los lugareños. Ayudaron a recuperar el cerro San Cristóbal los voluntarios del curaca Alanquiya, de Pachacámac. Es también notable que a todo lo largo de la campaña ordenada por Manco Inca contra Lima, el general inca Titu Yupanqui no obtuvo apoyo de huancas, tarmas, chinchaycochas ni de yauyos. Durante el sitio de Lima ni los indios de Maranga ni los de Pitipiti, en el Callao, apoyaron a Titu Yupanqui. Para los hispanos esto era casi un milagro. Se trataba, de hecho, del rechazo de los curacas locales a la acostumbrada crueldad de los

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soberanos cusqueños. Recuperada la tranquilidad de Lima, Pizarro repuso la cruz en el cerro San Cristóbal el 14-IX-1536. La guerra en otros frentes: 1536-1539 Después de los cuatro cercos del Cusco, Manco Inca intentó extenderse hacia la sierra central. Allí se enfrentó con los españoles al mando de Alonso de Alvarado. Habían partido de Lima el 8-XI-1536 en dirección a Jauja y contaban con el apoyo de numerosos combatientes huancas, yauyos y de otras etnias. Fue una lucha de 8 meses. Los rebeldes lograron una importante victoria en la batalla de Yuracmayo. Pero, tras sufrir un revés en Rumichaca, Manco Inca tuvo que retroceder en dirección a la región cusqueña. Diego de Almagro, que había regresado de Chile y ocupó el Cusco el 8-IV-1537, persiguió en los meses siguientes a las tropas de Manco Inca y combatió contra ellas en Yucay y en Vitcos –localidad misteriosa que algunos investigadores, como Juan José Vega en el libro Los incas frente a España (1992), sospechan haya sido Machu Picchu– forzando al inca a un mayor repliegue. A comienzos de 1538, el inca también intentó extenderse hacia el Altiplano. Envió tropas comandadas por Tisoc Inca, que lograron poner en retirada a los soldados de Hernando Pizarro cerca del río Desaguadero. Un fuerte contingente indígena al mando de Paullu Inca, hermano de Manco Inca aliado de los españoles, ayudó a vencer a Tisoc en territorio de los Charcas. Vencido, Tisoc fugó hacia Umahuaca (hoy Argentina) pero no obtuvo apoyo y fue capturado. Entre IV y VI-1538, hubo una serie de enfrentamientos en territorio huanca, sin participación de los españoles. Los huancas y los cusqueños tuvieron las batallas más cruentas. En IV-1538 el ejército de Manco Inca fue derrotado por los huancas cerca de Huancayo. Según los cronistas intentaba abrirse paso hacia territorio de los chachapoyas. Tras esta batalla el inca hizo un esfuerzo por tomar Jauja pero fue nuevamente rechazado por los huancas en Axiuwillca. En toda la campaña en la sierra central, Manco Inca combatía a caballo. Tras el fracaso en Axiuwillca, el inca fue al santuario de Wariwillca, destruyó el ídolo de los huancas y lo arrojó al río Mantaro. Una nueva derrota ante los huancas ocurrió en Paucapampa en VI-1538, lo cual hizo que Manco Inca suspenda sus intentos de avance y se retire hacia Vitcos y Vilcabamba a fines de 1538. Hubo varias expediciones que intentaron capturar al inca en su refugio. Éste, a su vez, intentó en repetidas ocasiones ampliar sus defensas. Un importante enfrentamiento ocurrió cerca de Tambo, con los españoles conducidos por Gonzalo Pizarro. Manco Inca logró librarse del cerco pero no su coya favorita, Curi Ocllo. En V-1539, en forma pública, en la plaza de Tambo, por orden de Gonzalo Pizarro, la coya fue torturada y muerta a flechazos. Y varios generales de Manco Inca fueron quemados en la hoguera. La resistencia en Vilcabamba: 1539-1544 El inca rebelde mantuvo un refugio inconquistable en Vilcabamba desde 1539. En 1541, después de la muerte de Pizarro, intentó recuperar Huaillabamba, cerca del Cusco. Hizo otros ataques a localidades cercanas con el fin de ensanchar su santuario.

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Al ocurrir la guerra de Almagro El Mozo, el inca recibió una oferta de alianza. Las conversaciones no llegaron a darse, pero los cronistas mencionan que, luego de ser vencido en la batalla de Chupas (16-IX-1542), Almagro El Mozo fue capturado mientras intentaba llegar a Vilcabamba para ser protegido por Manco Inca. Uno de sus lugartenientes, mestizo panameño como él, Diego Méndez, sí logró huir hasta allá, junto con otros seis, entre ellos Gómez Pérez y Francisco Barba. Diego Méndez y sus secuaces condujeron incursiones militares en Huamanga y Apurímac al servicio del inca. Finalmente, Manco Inca preparó en 1544 un nuevo ataque al Cusco con 2 mil soldados. Interrumpió estos preparativos su súbita muerte, apuñalado por sus protegidos. Los motivos del crimen no están claros. Una versión supone que deseaban congraciarse con el nuevo gobernador, Gonzalo Pizarro, y cobrar una recompensa. Pero es poco probable que lo hubieran logrado. Ni siquiera tenían medios adecuados para huir de Vilcabamba sin ser descubiertos. Fueron fácilmente capturados, para luego ser martirizados y finalmente quemados en la hoguera.

Diego Méndez clava su puñal en Manco Inca “tupa cosco ayllu” según un grabado incluido en el manuscrito de la Historia general del Perú (1565-1611) de Martín de Murúa.

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El inca rebelde sobrevivió tres días a sus graves heridas. Murió a fines de 1544. Tenía unos 28 años. Su última voluntad fue que su estirpe no se extinga y que uno de sus descendientes, es decir, uno de los incas de Vilcabamba, recupere en alguna medida el antiguo poder imperial. Los incas de Vilcabamba y el legado de Manco Inca Manco Inca fue el fundador de la dinastía de los incas de Vilcabamba, cuya misión fue preservar lo esencial de las tradiciones incas e intentar reconquistar su antiguo esplendor. Fue inca entre 1533 y 1544. El segundo inca de Vilcabamba fue Sayri Túpac. Tenía diez años cuando murió su padre, Manco Inca. Fue soberano entre 1544 y 1558. Llegado a la edad adulta no quiso reiniciar la guerra contra los españoles. El virrey Andrés Hurtado de Mendoza lo recibió con honores en el Cusco el 5-I-1558 y, a cambio de dejar el refugio de Vilcabamba y hacerse cristiano, le fue ofrecido el señorío de Yucay, la encomienda que perteneciera al rebelde Francisco Hernández Girón (derrotado y ejecutado en 1554); y propiedades y tierras en la parte alta de la ciudad del Cusco, cerca de la fortaleza de Sacsayhuamán. Según el cronista Fernando de Montesinos (1630), el inca tardó algunas semanas en tomar su decisión pero finalmente aceptó bautizarse en la iglesia mayor del Cusco. Murió tempranamente, en 1561, siendo ya un notable vecino de la capital imperial. Sus descendientes se emparentaron con españoles, siendo el señorío de Yucay una dote muy preciada. En una célebre pintura de la escuela cusqueña, realizada en el siglo XVII (que se conserva en Lima en el Beaterio de Copacabana) se muestra al caballero Martín de Loyola, gobernador de Chile y sobrino del fundador de la orden jesuita, casándose en el Cusco con la ñusta Beatriz Clara Coya, hija del inca Sayri Túpac y heredera del señorío de Yucay. De este matrimonio nació, en 1614, Ana María Coya de Loyola, primera marquesa de Oropesa de Indias. El tercer inca de Vilcabamba fue Titu Cusi Yupanqui, inca entre 1560 y 1571. También fue hijo de Manco Inca. Realizó algunas acciones de guerra defensivas cerca de la zona del refugio. Destacó por contribuir a desarrollar una inteligente estrategia cultural: el Taki Onkoy, una serie de rituales de canto y danza de rebeldía religiosa. Entregó un Memorial con sus quejas sobre la situación de la población indígena al emisario del virrey García de Mendoza, el licenciado Juan de Matienzo. No aceptó dejar el refugio de Vilcabamba y lo mantuvo cerrado a los conquistadores, pero permitió el

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ingreso de misioneros religiosos. Incluso fue bautizado el 28-VIII-1568. Dictó en 1570 un testimonio o Instrucción sobre los sucesos en tiempos de su padre que la posteridad ha denominado Relación de la conquista del Perú y hechos del inca Manco II. Murió de pulmonía en 1571. El cuarto inca de Vilcabamba fue Túpac Amaru, inca entre 1571 y 1572. Al igual que su hermano Titu Cusi Yupanqui, intentó una cauta convivencia con el poder español sin abandonar el refugio. El virrey Toledo lo conminó a dejar Vilcabamba y, ante su negativa, una expedición militar al mando del capitán Martín García de Loyola ocupó la zona a sangre y fuego y destruyó los santuarios y fortificaciones. El inca fue decapitado en la plaza del Cusco el 14-XI-1572. Debido a que su cabeza, dejada en la picota, no se corrompía, empezó a recibir preces de muchos pobladores y una leyenda empezó a nacer. En torno a la muerte de este inca surgió el mito de inkarrí. Según este mito, de la cabeza cercenada irá creciendo el cuerpo que habrá de sostenerla y, cuando el tiempo del renacer llegue, el incario se restablecerá. Una hija de Túpac Amaru, llamada Juana Pillco Huaco, casaría con un cacique de Condorcanqui, en Kanas. De se tronco familiar nacería José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II, quien condujo la gran rebelión andina de 1780-1781. 7. Las guerras entre los conquistadores No obstante la habilidad militar y política de Francisco Pizarro, la sagacidad de Diego de Almagro y la indudable valentía de Hernando Pizarro, Hernando de Soto y otros personajes, los conquistadores no eran estadistas. Se fundaban ciudades y se nombraban autoridades pero no existía una organización estatal. Imperaba la ley del más fuerte. Aquellos que habían sido los primeros en llegar al Perú para enfrentarse con el inca, se creían con mayores derechos a poseer oro y plata, tierras e indígenas servidores. Esto ponía en desventaja, por ejemplo, a Diego de Almagro y sus partidarios; y fue la causa de la primera guerra entre los conquistadores. Los héroes de la conquista tampoco estaban dispuestos a aceptar que su poder sea disminuido para dar privilegios a nobles españoles y funcionarios de la corona que no habían hecho esfuerzo alguno para ganar el nuevo continente. Esto dio lugar a guerras contra personajes que representaban directamente al rey de España: el comisionado real Vaca de Castro, el primer virrey Blasco Núñez Vela y el comisionado real La Gasca. Al final, se impuso la autoridad del rey español y se instituyó el virreinato. Si cada una de estas guerras hubiera tenido otro desenlace, la historia del Perú habría sido muy distinta. Si vencía Almagro a los Pizarro, el “reino de Chile”, que aquél deseaba fundar, habría incluido Chincha en la costa y el Cusco en la sierra. Si

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Gonzalo Pizarro hubiera vencido a La Gasca, se habría formado un “reino del Perú” plenamente independiente de España. Veamos cómo sucedieron los hechos. PRIMERA GUERRA: PIZARRISTAS CONTRA ALMAGRISTAS. Tuvo como motivo el dominio del Cusco. Se inició con:

• La toma del Cusco por Diego de Almagro (8-IV-1537), que incluyó apresar durante un año a Gonzalo y Hernando Pizarro.

Concluyó con:

• La muerte de Diego de Almagro (8-VII-1538), tras ser derrotado en la batalla de Las Salinas (6-IV-1538), cerca del Cusco.

Causas y sucesos de esta guerra:

• Almagro, que se había sentido postergado en la Capitulación de Toledo (1529), solicitó a la corona española poderes similares a los de Pizarro. El rey Carlos V le concedió (21-V-1534) ser adelantado y gobernador de Nueva Toledo, comprendiéndose dentro de esta nueva jurisdicción, todas las tierras que estuvieran 200 leguas al sur de la gobernación de Pizarro (llamada Nueva Castilla).

• De este modo, el Perú de la conquista quedaría dividido en dos partes,

siguiendo el paralelo que pasa por Chincha. Al norte de esa línea estaba Nueva Castilla, gobernada por Pizarro; y al sur estaría Nueva Toledo, gobernada por Almagro. Por una extraña coincidencia, el Cusco quedaba justo sobre la línea divisoria. Entonces, Almagro creyó que estaba en su derecho de reclamar el gobierno de esta ciudad como parte de Nueva Toledo.

• Almagro era entonces teniente gobernador del Cusco y sus partidarios

lo instigaron a que destituyera a los hermanos Pizarro y tomara la ciudad. Más aún cuando el jefe de la conquista le quitó este nombramiento (III-1535) a favor de su hermano Juan Pizarro. Estando ambos bandos al borde del enfrentamiento armado, llegó Francisco Pizarro al Cusco, se reunió en privado con Almagro y en señal de paz asistieron juntos a una misa y comulgaron de una misma hostia (12-VI-1535). Pizarro puso en claro que el Cusco se mantendría bajo sus dominios pero acordó dar a Almagro su apoyo para que partiera de inmediato a ocupar todas las tierras al sur del Cusco y estableciera allí su gobernación.

• Almagro partió del Cusco para la conquista de Nueva Toledo (3-VII-1535)

con 500 hombres, con apoyo de 12 mil indígenas de Manco Inca al mando de Paullo Inca.

• La expedición almagrista fue infructuosa y llena de penalidades. En la

inclemente ruta entre Jujuy (Argentina) y Copiapó (Chile), que incluyó el cruce de la cordillera, murieron de frío y hambre muchos españoles. Llegados a la costa, Almagro tuvo que hacer frente a una rebelión de los indígenas auxiliares instigada por el traductor Felipillo. Almagro logro capturarlo y lo condenó a morir en la hoguera.

• Mientras Almagro exploraba al sur de Copiapó, a fines de 1535,

Hernando Pizarro volvió de España con la buena nueva de que el rey Carlos V había añadido 70 leguas hacia el sur a Nueva Castilla. Por consiguiente, el Cusco ya no estaba en litigio.

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• Con ayuda de tropas de refuerzo comandadas por su hijo Almagro El Mozo

(1536), “los de Chile” exploraron al sur del río Maule. En lugar de un rico imperio, Almagro encontró pobreza, tierras áridas y pueblos muy hostiles y primitivos. Entonces decidió volver (X-1536), pero no cruzando la cordillera sino siguiendo rumbo norte por la costa. El viaje resultó mucho más duro todavía, porque tuvieron que cruzar el desierto de Atacama, el mayor de América del Sur.

• Tras muchas fatigas y pérdidas, la expedición llegó a Arequipa. Allí, donde

había un puesto de avanzada de los españoles, Almagro supo de la rebelión de Manco Inca y del sitio del Cusco. Entonces decidió romper su compromiso con Pizarro y tomar el Cusco por sus propios medios. Para tal efecto partió de Arequipa el 12-III-1537.

• Almagro tomó el Cusco la noche del 8-IV-1537. Apresó a los hermanos

Pizarro y se proclamó gobernador de la ciudad. En defensa de los Pizarro tomó las armas Alonso de Alvarado, pero fue vencido por los oficiales de Almagro cerca del puente de Abancay (12-VII-1537).

• Almagro fundó una villa en Chincha, como salida al mar de su nueva

gobernación. Allí recibió una invitación a negociar de Francisco Pizarro. La cita ocurrió en Mala el 28-X-1537, con el mercedario Francisco de Bobadilla como juez mediador. Almagro prometió liberar a los hermanos Pizarro y someter la causa del conflicto al examen del juez mediador. Pero Bobadilla falló en favor de Pizarro y el conflicto se reanudó.

• Los Pizarro fueron liberados en XII-1537. Hubo un compás de espera en

tanto no llegaba respuesta de la corona española. Finalmente, en III-1538, Pizarro obtuvo una nueva ordenanza real que le daba la razón respecto al dominio sobre el Cusco y que exigía a Almagro desocuparlo so pena de incurrir en desacato a la corona. Informado Almagro, no quiso entender razones y se encaminó hacia el Cusco con sus partidarios para defender su gobernación por la fuerza.

• Hernando Pizarro, portador de la ordenanza del rey, se encaminó con un

nutrido ejército para enfrentarse a los almagristas. Se libró la batalla en Las Salinas el sábado 6-IV-1538. Entre “los de Lima”, junto a Hernando Pizarro, estaban Alonso de Alvarado, Diego de Rojas y Francisco de Orellana. Entre “los de Chile”, estaban Diego Orgóñez, Pedro de Lerma y Alonso Enríquez de Guzmán. El adelantado Almagro, tullido y enfermo, vigilaba desde una elevación.

• En la batalla dominaron los pizarristas. A mitad del combate muchos

almagristas se pasaron a las filas contrarias. El mariscal Orgóñez, lugarteniente de Almagro, fue muerto por sus propios soldados mientras intentaba contener su fuga.

• Al ver perdida la batalla, Diego de Almagro fugó a un torreón de

Sacsayhuamán, allí se rindió ante el mariscal Alvarado. En el Cusco fue procesado por alta traición. Hernando Pizarro desoyó sus pedidos de clemencia. Murió mediante la pena del garrote en su celda, el 8 de julio de 1538. Luego el cadáver fue degollado en la plaza mayor del Cusco.

SEGUNDA GUERRA: ALMAGRO EL MOZO CONTRA VACA DE CASTRO. Tuvo como motivo imponer como hecho consumado el dominio de “los de Chile” tras la muerte de Francisco Pizarro.

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Se inició con:

• La muerte de Francisco Pizarro durante un asalto de los almagristas a la casa de gobierno de Lima, el 26-VI-1541.

Concluyó con:

• La derrota de Diego de Almagro El Mozo en la batalla de Chupas (16-IX-1542), siendo poco después ejecutado en el Cusco.

Causas y sucesos de esta guerra:

• Los almagristas sobrevivientes, dirigidos por Diego de Almagro El Mozo y Juan de Rada, organizaron el asesinato de Francisco Pizarro como el fin de imponerse como únicas autoridades de la conquista, temerosos de un nuevo fallo adverso ante la muerte del adelantado Diego de Almagro.

• El atentado criminal se produjo en Lima, en la casa del gobernador, el

domingo 26-VI-1541. Pizarro, su medio hermano Martín de Alcántara, un amigo y tres pajes, se enfrentaron con gran valor a un enemigo más numeroso y mejor armado. Muertos sus acompañantes, Pizarro resistió hasta el último aliento, espada en mano, el ataque de doce enemigos restantes. El marqués murió trazando una cruz con su propia sangre.

• Tomando el control de la ciudad, los almagristas impusieron a Diego de

Almagro El Mozo como gobernador interino.

• Cristóbal Vaca de Castro, oidor en la Real Audiencia de Valladolid, fue enviado por el rey Carlos V para ejercer como juez, mediador y gobernador provisional del Perú, mientras se investigaban las razones de la guerra librada entre pizarristas y almagristas. Durante el viaje entre Panamá y el Perú, supo de la muerte de Francisco Pizarro y de la inmediata proclamación de Diego de Almagro El Mozo como gobernador. Desembarcó en Quito, donde recibió informes sobre la situación militar de uno y otro bando y la oferta del bando pizarrista de respaldar su autoridad.

• Vaca de Castro viajó por tierra de Quito a Piura y de allí a Trujillo. En

Huaura se unió con las tropas pizarristas, comandadas por el mariscal Alonso de Alvarado y con ellas entró solemnemente a Lima (7-VIII-1542).

• Vistos los pormenores de la muerte del marqués Pizarro y considerando

que Almagro El Mozo, mestizo panameño, no tenía atributo alguno para solicitar apelación del rey, Vaca de Castro dispuso de inmediato su captura.

• Informado de la intención de Almagro El Mozo de capturar Huamanga,

Vaca de Castro dispuso cerrarle la entrada a dicha ciudad. Sus fuerzas se ubicaron para esperarlo y citar a batalla en el llano de Chupas, al sur de la ciudad. Allí los rebeldes fueron vencidos en cruenta batalla (16-IX-1542). Entre los leales al rey, tuvo un lugar destacado Francisco de Carbajal, apodado el “Demonio de los Andes”.

• Almagro El Mozo logró escapar al Cusco, pero no encontró apoyo para una

segunda batalla. Fue apresado, se le abrió proceso sumario y se dispuso que fuera degollado.

• Vaca de Castro permaneció algunos meses en el Cusco. Para asegurar el

poder de la corona española, investigó a todos los posibles conspiradores

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para procesarlos y privarlos de poder. Volvió a Lima en IX-1543 para esperar al virrey Blasco Núñez Vela. Le cedió el mando solemnemente el 15-V-1544.

TERCERA GUERRA: GUERRA DE GONZALO PIZARRO O “DE LOS ENCOMENDEROS”. Tuvo como finalidad impedir la aplicación de las “Leyes Nuevas” u Ordenanzas de Carlos V que dejaban sin poder vitalicio a los conquistadores encomenderos. Se inició con:

• La proclamación de Gonzalo Pizarro como gobernador del Perú por los oidores de la Real Audiencia de Lima el 28-X-1544.

Concluyó con:

• La batalla de Jaquijahuana, en la pampa de Anta, Cusco (9-IV-1548), donde fue derrotado Gonzalo Pizarro por los leales al rey, siendo decapitado al siguiente día.

Causas y sucesos de esta guerra

• Las reparticiones o encomiendas fueron impuestas en América central y el Caribe hacia 1509, poco después del descubrimiento. El rey Carlos V dio poder a Francisco Pizarro para asignarlas en el Perú el 8-V-1533. Los conquistadores aspiraban a ser premiados con encomiendas con el fin de poseer, en forma hereditaria, tierras productivas y tributos de las poblaciones indígenas comprendidas. Entre las obligaciones del encomendero figuraba velar por la cristianización de los naturales pero ocurrían muchos abusos, denunciados por religiosos probos como fray Bartolomé de Las Casas.

• Para cambiar esta situación, el rey Carlos V dictó las llamadas “Leyes

Nuevas” el 20-XI-1542. Éstas disponían: Suprimir la perpetuidad de las encomiendas. Moderar el trabajo indígena y prohibir la esclavitud. Asignar un tributo que sea inferior al que los indígenas pagaban a los incas.

• También dispuso la corona española una reforma política. Se anuló la

gobernación de Nueva Castilla, y con ella todos los privilegios que la conquista otorgó a los Pizarro; y fue creado el virreinato del Perú. Se nombró primer virrey a Blasco Núñez Vela.

• La noticia de la dación de las “Nuevas Leyes” dio lugar a la rebelión de los

encomenderos en todo el Perú. Los conquistadores sentían que se les privaba de lo que habían obtenido con tanto esfuerzo. Desde el Cusco se rebeló contra el anunciado virrey Gonzalo Pizarro, amenazando tomar Lima por la fuerza.

• El virrey desembarcó en Tumbes (4-III-1544) y siguió por tierra hasta Lima,

donde le entregó el mando solemnemente el comisionado real Cristóbal Vaca de Castro (15-V-1544). Siendo presionado por unos y otros para moderar la aplicación de las “Leyes Nuevas”, Núñez de Vela decidió imponer férreamente su autoridad. Ordenó apresar por conspirador al ex gobernador Vaca de Castro y a diversos personajes prominentes. En un arranque de ira mató personalmente al factor (recaudador de rentas) Illán Suárez de Carvajal el 13-IX-1544.

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• La muerte del factor desencadenó una protesta general en Lima. Núñez Vela fue depuesto por la Real Audiencia de Lima el 18-IX-1544 y embarcado el 24-IX con destino a Panamá, pero desembarcó en Tumbes y empezó a organizar un ejército.

• Gonzalo Pizarro ingresó a Lima el 28-X-1544 con un ejército de 1200

hombres. Impuso a la Real Audiencia y los cabildos ser nombrado gobernador, procurador y capitán general del Perú.

• Gonzalo Pizarro se dotó de una flota de 28 navíos, en base a

confiscaciones y otros actos de fuerza, primero al mando de Hernando de Bachicao y luego con el capitán Pedro de Hinojosa como almirante (1545). Mediante sobornos y amenazas de guerra en Panamá, a esta flota le fue reconocido el control sobre el tráfico marítimo en el Océano Pacífico.

• La apelación al rey de los pizarristas no tuvo eco. En respuesta, “los

encomenderos” se propusieron defender a todo precio los linderos de la Nueva Castilla de los primeros días de la conquista. El maestre de campo del nuevo gobernador, Francisco de Carbajal, el “Demonio de los Andes”, expropió, castigó e incluso eliminó a todo español de opinión contraria o vacilante.

• El virrey Núñez Vela insistió en restituir su autoridad y, con apoyo del

gobernador de Popayán, Sebastián Belalcázar, formó un ejército que enfrentó a Gonzalo Pizarro el 18-I-1546 en la batalla de Añaquito (el nombre del lugar también suele referirse como Iñaquito, pero deriva en verdad de Hanan Quito, del quechua). Allí el virrey y Belalcázar fueron derrotados.

• El derrotado gobernador norteño Sebastián Belalcázar estuvo prisionero

unos pocos días y fue liberado por orden de Gonzalo Pizarro. En cambio, el virrey, en pleno campo de batalla de Añaquito, fue hecho decapitar. Se encargó de hacerlo el encomendero Benito Suárez de Carbajal, hermano del factor asesinado en Lima en 1544, empleando un esclavo como verdugo.

• En respuesta a estos sucesos, el rey de España dotó al clérigo y letrado

Pedro de la Gasca de poderes extraordinarios como pacificador del Perú y lo nombró presidente de la Real Audiencia de Lima (10-II-1546). La Gasca trajo consigo, como arma política, un decreto real del 20-X-1545 que derogaba el capítulo 30 de las “Leyes Nuevas”, aquel referido a la supresión de las encomiendas hereditarias.

• En VIII-1546, en Panamá, La Gasca logró que el capitán Hinojosa se pase

a la causa del rey y sumó la flota de Gonzalo Pizarro a la armada que lo acompañaba, que incluía tropas venidas de México y Guatemala. La Gasca tenía como jefes militares a Alonso de Alvarado, quien fuera aliado de Vaca de Castro, y al primer explorador “del misterioso reino del Perú”, Pascual de Andagoya.

• La Gasca desembarcó en Tumbes el 1-VII-1547. Su flota tomó el Callao el

9-IX-1547. No había instalado formalmente su gobierno pero con los poderes dados por el rey realizó de inmediato una intensa labor política. Anunció la derogación de aquellos acápites de las “Nuevas Leyes” que habían originado el descontento de los encomenderos y otorgó el perdón a los rebeldes que acatasen su autoridad. Su actividad provocó desconcierto y luego deserciones entre los pizarristas.

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• Gonzalo Pizarro creyó que tendría fuerza suficiente para derrotar a La Gasca y rechazó las ofertas de conciliación. Ocurrió entonces la segunda batalla de esta guerra, la de Huarina (20-X-1547), en la ribera oriental de lago Titicaca, donde los pizarristas, gracias a las hábiles maniobras de Francisco de Carbajal, el “Demonio de los Andes”, vencieron al realista Diego Centeno, representante de La Gasca.

• Conforme crecía la influencia política de La Gasca, Gonzalo Pizarro fue

perdiendo adherentes. Hizo un último intento en la batalla de Jaquijahuana (9-IV-1548), en la pampa de Anta, en el Cusco. Aunque luchó con denuedo, muchos de sus antiguos adherentes se pasaron en plena batalla al campo contrario. Al verlos desertar, Carbajal canturreó con picardía una vieja copla: …“estos mis cabellicos, maire, dos a dos se los lleva el aire”. Tras la derrota, Gonzalo Pizarro, Carbajal y otros líderes de la rebelión fueron procesados y ejecutados. Carvajal, de 80 años, mientras era arrastrado, atado dentro de un canastón, hacia el degolladero, canturreaba: “Niño en cuna, viejo en cuna, qué fortuna”.

Ejecución de Gonzalo Pizarro según grabado europeo del siglo XVIII.

• Los restos de Gonzalo Pizarro fueron sepultados en la iglesia de La Merced del Cusco, en la última capilla de la nave del Evangelio, junto al altar mayor, al lado de los de Almagro El Viejo y los de Almagro El Mozo. La Gasca realizó una prudente labor de gobierno por dos años más. Dio importancia al desarrollo de la minería para beneficio de la corona española. Partió a España el 27-I-1550.

• Cumplida la pacificación, un nuevo virrey, Antonio de Mendoza, llegó a

Lima el 23-IX-1551. Pero su pronto deceso (21-VII-1552) obligó a la Real

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Audiencia a asumir el gobierno. Durante su mandato (1554) se produjo la rebelión de Francisco Hernández Girón en el Cusco, último intento de los encomenderos por recuperar su antiguo poder. Obtuvo una modesta y sorpresiva victoria contra Alonso de Alvarado en Chunguinga, Parinacochas (8-V-1554) pero luego fue derrotado en Pucará (6-X-1554). Fue apresado en Jauja y decapitado en Lima.

Personajes de la Conquista CARLOS V (Gante 24-II-1500-Cáceres 21-IX-1558): rey Carlos I de España y Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico. Fue proclamado rey en 1518. Sucedió a Fernando el Católico (rey de España, su abuelo materno) y a Maximiliano I (rey del Sacro Imperio Romano Germánico, su abuelo paterno). Bajo su reinado se dio el nombre definitivo de América al Nuevo Mundo, se descubrió el Océano Pacífico (1513), se conquistó México (1521), se hizo la primera navegación alrededor del mundo, iniciada por Fernando de Magallanes y completada por Sebastián Elcano (1522) y se conquistó el Perú (1532). Abdicó en 1556. Dejó la corona de España y las Indias a su hijo Felipe II y la del imperio europeo a su hijo Fernando I. FELIPE II (Valladolid 21-V-1527-Madrid 13-IX-1598): rey Felipe II de España y las Indias (1556-1598), rey Felipe I de Portugal (1580-1598) y archiduque de Austria. Fue proclamado rey de España en 1556. Se le llamó “el Prudente”. Fue un minucioso legislador y organizador de la administración imperial. Instituyó el sistema virreinal en la América dominada por España. Fue sucedido por su hijo Felipe III. VESPUCCI, Amerigo (Florencia 9-III-1454-Sevilla 22-II-1512): navegante y geógrafo italiano conocido en el mundo de habla hispana como Américo Vespucio. Condujo dos expediciones de exploración y estudios geográficos. Una con auspicio español (1499) que llegó hasta las desembocaduras del Orinoco y el Amazonas; otra con auspicio portugués (1501), que llegó hasta la Patagonia. En el opúsculo Mundus Novus (1502), fue el primero en afirmar y sustentar que las tierras descubiertas eran un nuevo continente y no parte de Asia, como creyó Cristóbal Colón. El geógrafo alemán Martin Waldseemüller, en su obra Cosmographiae introductio (1507), designó el nuevo continente Americus o América, en honor de Vespucci. NÚÑEZ DE BALBOA, Vasco (Jerez de los Caballeros 1475-Panamá 15-I-1519): explorador y descubridor español. En 1500 pasó de la isla La Española (donde hoy están Haití y República Dominicana) a “tierra firme”. Exploró con grandes apremios el istmo de Panamá. Fundó Santa María la Antigua del

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Darién, la primera ciudad permanente del Nuevo Mundo, en 1510. Descubrió el 25-IX-1513 el Mar del Sur u Océano Pacífico. Escuchó a los nativos de la costa occidental panameña historias fabulosas sobre reinos muy ricos ubicados al sur. Uno de sus lugartenientes, Francisco Pizarro, prestó mucha atención a tales relatos. ANDAGOYA, Pascual de (Álava ¿1494?-Cusco 1548): explorador y conquistador español. Pasó a “tierra firme” en 1514 con la expedición de Pedrarias Dávila (1514), acompañándolo en la fundación de la ciudad de Panamá (15-VIII-1519). Advertido sobre los ricos reinos en la costa sur occidental, confundió las noticias sobre el pequeño cacicazgo de Birú, al sur de Chochama, con el mítico reino referido por los nativos a Balboa. Hizo un desventurado viaje exploratorio en 1522, bordeando la costa occidental colombiana. Escribió en 1523 una Relación de lo ocurrido en el Mar del Sur, donde denominó “Perú” a todo el territorio por explorar. Años después, producida la conquista, Andagoya vino al Perú acompañando al pacificador Pedro de La Gasca (1547) y, durante la campaña contra Gonzalo Pizarro, murió en el Cusco. PIZARRO, Francisco (Trujillo, Extremadura ¿IV?-1478-Lima 26-VI-1541): conquistador del Perú. Fue hijo natural del hidalgo Gonzalo Pizarro El Largo y de Francisca González, labradora. Participó como soldado español en las guerras libradas en Italia en 1495. Pasó a las Indias en 1502. Estuvo en la expedición de conquista de la Caribana (Colombia) y en la fundación de Santa María la Antigua (1510). Fue lugarteniente de Balboa durante el descubrimiento del Mar del Sur (1513). Tuvo a su cargo el primer cabildo de la ciudad de Panamá (1519), y ejerció allí como alcalde (1521) y capitán de la guardia del gobernador Pedrarias. Enterado de los resultados del viaje de Andagoya (1523), formó con Diego de Almagro y el clérigo Hernando de Luque una sociedad para descubrir y conquistar el nuevo país llamado Perú. Con ayuda de sus socios condujo dos viajes poco afortunados; el primero (1524) no pudo superar el recorrido de Andagoya; pero en el segundo (1526-1528) llegó hasta la desembocadura del río Santa, luego de tomar contacto con poblaciones nativas e informarse sobre el país de los incas. En España obtuvo el patrocinio del rey Carlos V mediante la Capitulación de Toledo (26-VII-1529). El tercer viaje (1530) lo hizo en calidad de gobernador de los nuevos territorios. Venciendo los rigores de una agreste y desconocida geografía, acudió hasta Cajamarca en busca del inca Atahualpa y logró capturarlo el 16-XI-1532. Obtuvo un cuantioso rescate por el inca pero no cumplió con liberarlo. Lo hizo procesar por hereje y

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conspirador y condujo su ejecución el 26-VII-1533. Con ayuda de distintas poblaciones indígenas enemigas de los incas, ocupó el Cusco y todo el territorio del vencido imperio, fundando ciudades y organizando el poder hispano. Venció a la resistencia indígena liderada por Manco Inca (1536-1537) y a la disputa de su autoridad protagonizada por su antiguo socio Diego de Almagro (1537-1538). Por sus méritos el rey Carlos V lo premió en 1539 con el título de marqués. Sin embargo, enterado de la intención del rey de reducir los límites de su gobernación, solicitó a la corona el 15-VI-1540, que por ningún motivo se excluyese de su jurisdicción las tierras de Arequipa y Charcas, como se pretendía; e insistió en definir el contorno del Perú en base a la antigua demarcación establecida por los incas. Murió durante una asonada de los almagristas supervivientes (26-VI-1541), en la que se defendió con gran valor espada en mano. Tuvo cuatro hijos mestizos: Francisca y Gonzalo, nacidos de Inés Huaylas Ñusta; y Francisco y Juan, nacidos de Angelina Yupanqui, ambas mujeres de la realeza inca. Francisca vivió en España después de la muerte de su padre, donde casó con su tío Hernando Pizarro y disfrutó honores y fortuna. ALMAGRO, Diego de (Almagro ¿1480?-Cusco 1538): conquistador. Llegó a América formando parte de la armada con la que Pedrarias Dávila tomó posesión del gobierno de Panamá o Castilla del Oro (1514). Allí hizo fortuna pero, entusiasmado por las noticias sobre grandes riquezas en el “reino del Perú”, no dudó en asociarse con Francisco Pizarro y Hernando de Luque para llevar a cabo esa conquista. Durante el primer viaje perdió un ojo acudiendo en ayuda de su socio en Puerto Quemado (III-1525). Durante el segundo viaje (1526-28) se limitó a cumplir una función auxiliar. Ayudó a financiar el viaje de Pizarro a la corte española (1529) pero quedó resentido al ser relegado en la Capitulación de Toledo a una posición muy inferior a la de su socio. Durante el tercer viaje llegó a Cajamarca mucho después de la captura del inca, con refuerzos (12-IV-1533). Colaboró con Pizarro durante la ocupación de Jauja y el Cusco; y detuvo el intento de Pedro de Alvarado de usurpar la conquista. Al saber que había sido nombrado por el rey (21-V-1534) gobernador de Nueva Toledo y adelantado de las tierras que estuvieran 200 leguas al sur de la gobernación de Pizarro (Nueva Castilla), formó una expedición para realizar la conquista de Chile, pero tras muchas penalidades regresó desilusionado al Cusco (8-IV-1537). Decidió entonces formar su nueva gobernación por la fuerza, no obstante haberse enterado que el rey dispuso en 1535 que Nueva Castilla se extendía 70 leguas hacia el sur,

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incluyendo, por lo tanto, el Cusco. Tomó la capital de los incas (que consideraba dentro de su jurisdicción) y apresó por varios meses a Gonzalo y Hernando Pizarro. Fundó Chincha, para tener un puerto en su gobernación y, no obstante el fallo de la corona favorable a Pizarro respecto al dominio del Cusco, insistió en retener dicha ciudad. Fue citado a batalla en Las Salinas (6-IV-1538), donde su ejército fue derrotado. Capturado en el Cusco, Hernando Pizarro le formó proceso y lo hizo ejecutar (8-VII-1538). LUQUE, Hernando de (Morón ¿?-Panamá 1534): clérigo. Vino a América con la armada de Pedrarias Dávila, como auxiliar del primer obispo de Panamá, fray Juan de Quevedo. Fue capellán en muchas expediciones y obtuvo como premio la encomienda de Perequete (1522). Con Francisco Pizarro y Diego de Almagro hizo fortuna negociando la crianza de ganado en una encomienda a orillas del río Chagras. Enterados de la riqueza del “reino del Perú”, los tres socios decidieron extender sus intereses a la conquista de esas tierras. Enterado del proyecto, el gobernador Pedrarias exigió ser también socio. Luque se mantuvo en Panamá recolectando fondos y haciendo gestiones para el éxito de la expedición. La Capitulación de Toledo (1529) lo designaba obispo de Tumbes, pero lograda la conquista del Perú, no estuvo en edad de ejercer dicho cargo y murió sin obtener ningún beneficio de su participación en la conquista. VALVERDE, Vicente de: clérigo dominico. Fue destinado a la conversión de indígenas siendo un eminente teólogo formado en Salamanca. Acompañó a Pizarro en su tercer viaje y protagonizó el célebre requerimiento ante el inca Atahualpa que desencadenó el hecho de armas que permitió su captura (16-XI-1532). Sin embargo, logró la conversión y bautizo del inca poco antes de su ejecución (26-VII-1533). Volvió a España para exponer las necesidades de la iglesia en los nuevos territorios. El rey lo propuso como obispo del Perú (1537); cargo que hizo efectivo desde el Cusco (5-IX-1538). Fue designado Protector de los Indios (1539) y ejerciendo esa dignidad elevó un Memorial al rey quejándose por la indefensa situación de los indígenas. Murió en la isla Puná (31-X-1541), atacado por los nativos, cuando iba al encuentro del comisionado real Vaca de Castro. PIZARRO, Hernando (Trujillo de Extremadura ¿1504?-Medina del Campo 1580): conquistador. Fue el único hijo varón legítimo del capitán Gonzalo Pizarro El Largo, y de Isabel de Vargas y Rodríguez de Aguilar. Estuvo en las guerras de Italia y de Navarra y obtuvo el grado de capitán. En

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1530 vino a América con su hermano Francisco Pizarro, quien lo hizo su lugarteniente y capitán de caballería. Tuvo un papel destacado en la campaña de Cajamarca. Al producirse el reparto del rescate del inca (18-VI-1533), viajó a España llevando el “quinto real” y el primer informe de la conquista. En España fue investido caballero de la Orden de Santiago. Volvió al Perú a fines de 1535 y ejerció como teniente gobernador del Cusco. Luego contribuyó a la derrota de Manco Inca (1536-1537). Fue apresado por Almagro cuando volvió de su fracasada expedición a Chile y decidió tomar el Cusco (8-IV-1537). Fue liberado en XII-1537. Condujo las tropas leales a Francisco Pizarro en la batalla de Las Salinas (6-IV-1538), donde venció a las fuerzas de Almagro y lo hizo degollar dos días después. Regresó a España (1539) para defender a los Pizarro de las acusaciones de los almagristas, pero el fallo le fue adverso. Estuvo 21 años en relativa prisión en el castillo de la Mota, en Medina del Campo, Valladolid. Recuperada su libertad (17-V-1561) residió en su ciudad natal, donde edificó el Palacio de la Conquista, que aún destaca en la plaza mayor. En 1552, estando en la Mota, se casó con su sobrina carnal Francisca Pizarro Yupanqui, nacida en Jauja en 1534, hija de su hermano el gobernador y de Inés Huaylas Ñusta. En ella tuvo cinco hijos: Francisco, Juan, Gonzalo, Isabel e Inés, que lograron disfrutar de los honores y fortuna ganados por la familia- PIZARRO, Juan (Trujillo de Extremadura ¿1507?-Cusco 1536): conquistador. Era hermano de Francisco Pizarro por vía paterna, hijo natural del capitán Gonzalo Pizarro El Largo y María Alonso, molinera. Vino a América para el tercer viaje de Francisco Pizarro y sirvió durante la campaña de Cajamarca como capitán de infantería. Concurrió a la toma y fundación española del Cusco (23-III-1534). Murió combatiendo en Sacsayhuamán, durante la defensa de esta ciudad del sitio que le puso Manco Inca (1536). VACA DE CASTRO, Cristóbal (Izagre, Mayorga 1492-Valladolid ¿?): comisionado real en el Perú. Era oidor en la Real Audiencia de Valladolid cuando fue convocado para ejercer como juez, mediador y gobernador del Perú ante las guerras libradas entre pizarristas y almagristas (9-IX-1540). Durante el viaje entre Panamá y el Perú, supo de la muerte de Francisco Pizarro y de la inmediata proclamación de Diego de Almagro El Mozo como gobernador (26-VI-1541). Desembarcó en Quito y pasó por tierra hasta Huaura, donde se le unieron las tropas del mariscal Alonso de Alvarado. Ingresó a Lima (7-VIII-1542) y de inmediato organizó fuerzas para dar la batalla contra los almagristas. Para evitar que

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Almagro El Mozo tomara Huamanga, ubicó sus tropas al sur de la ciudad, en el llano de Chupas, donde lo venció (16-IX-1542). Persiguió al caudillo rebelde hasta el Cusco, donde lo capturó e hizo degollar. Lograda la pacificación volvió a Lima. Autorizó expediciones de conquista a Moyabamba y al Tucumán. Esperó la llegada del virrey Blasco Núñez Vela y le entregó el mando solemnemente (15-V-1544) pero pronto sufrió prisión, acusado de conspirar contra él. Logró volver por sus propios medios a España cuando Gonzalo Pizarro fue nombrado gobernador (21-XI-1545). Allí los informes recibidos lo perjudicaban y sufrió prisión por 10 años. El rey Felipe II lo liberó y rehabilitó en 1556. ALMAGRO EL MOZO, Diego de (Panamá 1522-Cusco IX-1542): combatiente de las guerras entre los conquistadores. Fue hijo de Diego de Almagro y una indígena panameña bautizada como Ana Martínez. Colaboró con su padre durante la etapa más dura de la expedición para la conquista de Chile (1536). Estuvo en la toma del Cusco (8-IV-1537) que dio lugar a la guerra entre pizarristas y almagristas y combatió en la batalla de Las Salinas (6-IV-1538), tras la cual fue apresado y enviado a Lima, mientras su padre fue ejecutado. Estuvo entre los instigadores del asesinato de Francisco Pizarro (26-VI-1541) y, muerto el gobernador, el cabildo de Lima, urgido por los almagristas, lo nombró gobernador interino. No aceptó la presencia del comisionado del rey, Cristóbal Vaca de Castro. Condujo a los almagristas en la batalla de Chupas (16-IX-1542), donde fue derrotado. Luego fue capturado en el Cusco y ejecutado. NÚÑEZ VELA, Blasco (Ávila c. 1500-Añaquito 18-I-1546): primer virrey del Perú. Fue nombrado virrey, gobernador y capitán general del Perú (28-II-1543) por el rey Carlos V, como parte de un conjunto de Leyes Nuevas que, entre otras cosas, modificaban el poder de los encomenderos. Desembarcó en Tumbes (4-III-1544) y siguió por tierra hasta Lima, donde recibió el gobierno de Cristóbal Vaca de Castro el 15-V-1544. Puso en aplicación las Leyes Nuevas en forma intransigente y autoritaria, que incluyó apresar al ex gobernador Vaca de Castro y ejecutar al factor Illán Suárez de Carvajal. Fue depuesto por la Real Audiencia de Lima (18-IX-1544) y embarcado con destino a Panamá, pero desembarcó en Tumbes y empezó a organizar un ejército. La Real Audiencia nombró a Gonzalo Pizarro gobernador del Perú (21-XI-1545), quien formó un ejército que enfrentó al virrey en la batalla de Añaquito (18-I-1546), donde fue vencido y decapitado.

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PIZARRO, Gonzalo (Trujillo, Extremadura ¿1510?-Cusco 10-IV-1548): conquistador. Era hermano de Francisco Pizarro por vía paterna, hijo natural del capitán Gonzalo Pizarro El Largo y María Alonso, molinera. Vino a América en el tercer viaje de su hermano Francisco en 1530 y estuvo presente en las campañas de Cajamarca, Jauja y el Cusco. Destacó en la resistencia contra el sitio impuesto por Manco Inca en el Cusco (1536) y en la batalla de Las Salinas contra los almagristas (6-IV-1538). Francisco Pizarro lo nombró gobernador de Quito (1539), cargo desde el cual organizó la expedición al País de la Canela, que permitió el descubrimiento del río Amazonas por su lugarteniente Francisco de Orellana (12-II-1542). Muerto su hermano y descontentos muchos conquistadores encomenderos con las Leyes Nuevas y el proceder del virrey Blasco Núñez Vela (1544), organizó un ejército en el Cusco y ocupó Lima (28-X-1544), siendo investido como gobernador del Perú por los oidores de la Real Audiencia. Con esta autoridad enfrentó y derrotó al virrey en la batalla de Añaquito, en Ecuador (18-I-1546). Se dotó incluso de una flota, para controlar el tráfico marítimo en el Océano Pacífico. Llegado al Perú el pacificador Pedro de La Gasca en IV-1547, las huestes pizarristas derrotaron al capitán Diego Centeno, que defendía al recién llegado, en la batalla de Huarina (20-X-1547), cerca del lago Titicaca. Finalmente Gonzalo Pizarro fue derrotado por La Gasca en la batalla de Jaquijahuana (9-IV-1548), cerca del Cusco, siendo decapitado al día siguiente. LA GASCA, Pedro de (Caballería de Navarregadilla VIII-1493-Sigüenza 10-XI-1567): clérigo y legislador. Ante la “rebelión de los encomenderos” liderada por Gonzalo Pizarro, el rey Carlos V lo dotó de amplios poderes (16-II-1546) para restituir su autoridad en el Perú. En VIII-1546, en Panamá, La Gasca obtuvo el apoyo del capitán Pedro de Hinojosa, uno de los partidarios de Gonzalo Pizarro, para conducir una flota con tropas de México y Guatemala hacia el Perú. Desembarcó en Tumbes el 1-VII-1547 y de inmediato se dedicó a debelar la rebelión de Gonzalo Pizarro. Tuvo como jefes militares a Alonso de Alvarado y el veterano explorador Pascual de Andagoya. Sufrió un importante revés en la batalla de Huarina (20-X-1547), en Puno, pero finalmente derrotó a los insurrectos en Jaquijahuana (9-IV-1548). Hizo ejecutar a Gonzalo Pizarro, Francisco de Carbajal y otros líderes de la revuelta y dictó diversas medidas pacificadoras. Partió a España el 27-I-1550. No aceptó del rey remuneración alguna por sus servicios. Retomó la responsabilidad eclesiástica y fue obispo de Palencia (V-1551) y de

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Sigüenza (15-VIII-1562). Dejó inédita una Descripción del Perú, publicada en 1976. BELALCÁZAR, Sebastián (Belalcázar, Córdoba 1480-Cartagena de Indias 30-IV-1551): conquistador. Adoptó este nombre dejando de lado el de su nacimiento: Sebastián Moyano. Vino a América con Pedrarias Dávila en 1514. Participó en la conquista de Nicaragua. Ya era un militar afortunado cuando decidió acompañar a Francisco Pizarro en su tercer viaje (1530-1532). Fue uno de los jefes de la caballería el día de la captura del inca en Cajamarca. Pizarro le encomendó completar la conquista de Quito (1534). Estuvo al lado de Almagro en la fundación de Santiago de Quito (15-VIII-1534) en Riobamba. Luego fundó San Francisco de Quito (28-VIII-1534), hoy capital del Ecuador, cuyo cabildo instaló el 6-XII-1534. Tras explorar y conquistar el norte del continente en busca del mítico El Dorado, fundó varias ciudades, entre ellas, Santiago de Cali (25-VII-1536). En España, el rey Carlos V lo nombró adelantado y gobernador de Popayán (hoy Colombia), el 10-V-1540. Por indicación del rey, apoyó al primer virrey del Perú, Blasco Núñez Vela en su campaña contra Gonzalo Pizarro, pero fue derrotado y apresado en Añaquito (18-I-1546). Murió de vejez en su gobernación en 1551, sin poder acudir a España para defenderse de acusaciones de despotismo. ORELLANA, Francisco de (Trujillo de Extremadura 1511-río Amazonas XI-1546): descubridor del río Amazonas. Vino al Perú en 1536, con las tropas que debían auxiliar a Francisco Pizarro durante la guerra de Manco Inca. Realizó la fundación definitiva de Santiago de Guayaquil el 25-VII-1537. Colaboró en la derrota y persecución del inca rebelde y luego estuvo al lado de Hernando Pizarro en la batalla de Las Salinas (6-IV-1538) contra los almagristas. Fue destacado por Francisco Pizarro para pacificar y ayudar a poblar la bahía del río Guayas. Instalado Gonzalo Pizarro como nuevo gobernador de Quito, convocó a Orellana como su lugarteniente en la expedición que debía encontrar en el oriente El País de la Canela (1541). Tras una difícil travesía hasta los ríos Coca y Curaray, Orellana fue enviado en busca de recursos. Este encontró el río Napo y luego el Amazonas (12-II-1542), no pudiendo remontar la corriente. Navegó hasta llegar al Océano Atlántico (26-VIII); siguió hasta Santo Domingo (22-XI-1542) y de ahí fue a España. Logró autorización para volver al lugar del descubrimiento (1544) y partió al año siguiente (11-V-1545), pero murió de una enfermedad tropical al iniciar la navegación del Amazonas desde el Atlántico.

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AGUIRRE, Lope de (Oñate ¿1511?-Barquisimeto 27-X-1561): conquistador. Se le conoce como “el traidor”. Llegó al Perú en 1539. Destacó como soldado al lado del virrey Blasco Núñez Vela y del pacificador Pedro de La Gasca, pero no obtuvo recompensas ni encomiendas. Con un grupo de descontentos se incorporó en Moyobamba a la expedición del capitán Pedro de Ursúa (1560), que buscaba descubrir El Dorado y conquistar nuevas tierras en el oriente peruano. Extraviados en medio de la selva, los expedicionarios desconocieron a su capitán y lo asesinaron (1-I-1561). Asumió el mando Fernando de Guzmán, secundado por Lope de Aguirre. Ambos decidieron fundar allí un principado desligado de España. Nuevas riñas y desventuras concluyeron con la muerte de Guzmán (22-V-1561) y la férrea tiranía de Lope de Aguirre. Los sobrevivientes surcaron todo el Amazonas y llegaron hasta la isla Margarita, al norte de la actual costa venezolana. Tras eliminar nuevos rivales, Aguirre se dirigió a tierra firme, en la actual Barquisimeto (19-X-1561). Intentando fundar su nuevo reino fue emboscado por sus soldados y murió luego de asesinar a su propia hija para evitar que sea ultrajada. Dejó una infamante carta dirigida al rey Felipe II, desconociéndolo como monarca. Algunos cronistas de la conquista JEREZ, Francisco de (Sevilla 1497-¿?): conquistador y cronista. Fue escribano de Pedrarias Dávila en Panamá (1514), siendo reclutado para el mismo fin por Francisco Pizarro (1524). Estuvo en los dos primeros viajes de Pizarro, pero en la isla del Gallo estuvo entre los que retornaron a Panamá. En 1530 volvió para el tercer viaje y realizó una anotación minuciosa de toda la expedición, hasta el reparto del rescate de Atahualpa (18-VI-1533). Ese año volvió a España con Hernando Pizarro y el “quinto real”. Publicó en Sevilla la primera crónica, Verdadera relación de la Conquista del Perú (1534). SANCHO DE LA HOZ, Pedro (¿? 1514-Santiago de Chile 1547): conquistador y cronista. Estuvo en el tercer viaje de Pizarro, como segundo escribano. Al partir Francisco de Jerez a España ocupó su cargo. Su firma aparece en el acta del reparto del rescate (18-VI-1533) y en el acta del juicio y sentencia de Atahualpa (26-VII-1533). Estuvo al lado de Pizarro en Cusco y Jauja, hasta mediados de 1534. Entregó en España su crónica Relación de lo sucedido en la conquista y pacificación de estas provincias de la Nueva Castilla después que el capitán Hernando Pizarro se partió y llevó a S. M. la relación de la victoria de Caxamalca (1534). Volvió al Perú en 1539 y se sumó a la expedición de Pedro de Valdivia para la conquista de Chile. Allí estuvo en sucesivas

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discordias e intrigas, hasta ser acusado de conspirador y decapitado. CIEZA DE LEÓN, Pedro de (Llerena 1522-Sevilla 2-VII-1554): cronista. Vino al Perú con el pacificador Pedro de La Gasca (1547) y participó en la batalla de Jaquijahuana (9-IV-1548). Estuvo en el Perú hasta 1550, realizando extensos viajes y tomando nota de lugares, hechos y costumbres. Escribió y publicó el resultado de sus investigaciones en España. De su obra, La crónica del Perú, publicó la primera parte (1553), donde describe el Perú y hace un esbozo preliminar de la historia de los incas y la conquista. Quedaron inéditas la segunda parte, El señorío de los incas (publicada en 1873); la tercera, Descubrimiento y conquistas del reino del Perú (publicada en 1981); y la cuarta, Las guerras civiles del Perú, que comprendía cinco libros, dos de ellos perdidos. Es considerado el cronista más veraz. PIZARRO, Pedro (Toledo 1515-Arequipa 9-III-1587): conquistador y cronista. Vino a América con motivo del tercer viaje de su primo Francisco Pizarro (1530). Fue protagonista de las campañas de Cajamarca y del Cusco (1532-1533); y tuvo una actuación destacada resistiendo el sitio del Cusco que hiciera Manco Inca (1536). Estuvo en el bando pizarrista contra Almagro y al lado de La Gasca en la batalla de Jaquijahuana (9-IV-1548). Fue uno de los fundadores de Arequipa (15-VIII-1540), donde se estableció, tuvo propiedades y fue varias veces alcalde. Por encargo del virrey Francisco de Toledo, escribió una bien informada Relación del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú (1571). BETANZOS, Juan de (Galicia 1510-Cusco 1576): cronista. Se estima que llegó al Perú con los refuerzos de Almagro, después de la captura del inca en Cajamarca. En el Cusco se casó y fundó familia con la ñusta Añas Kolke, hija de Huayna Cápac, bautizada Angelina. Estuvo al lado del pacificador La Gasca en la batalla de Jaquijahuana (9-IV-1548) y obtuvo como premio una encomienda. Fue uno de los comisionados del virrey Marqués de Cañete que fue a Vilcabamba y logró la rendición de Sayri Túpac (1558). Vivió hasta su muerte en el Cusco. Hablaba con fluidez el quechua y otras lenguas nativas. Escribió Suma y narración de los incas (1551) por encargo del virrey Antonio de Mendoza, donde reunió importantes indagaciones sobre las antiguas tradiciones incas. GARCILASO DE LA VEGA, Inca (Cusco 12-IV-1539-Córdoba 22-IV-1616): historiador. Fue hijo del capitán español Garcí Lasso de la Vega y de la ñusta Isabel Chimpu Ocllo, nieta del inca Túpac

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Yupanqui. Fue bautizado Gómez Suárez de Figueroa. Creció entre los sinsabores de la guerra entre los conquistadores y los recuerdos nostálgicos de los ancianos orejones cusqueños. Al morir su padre (1559) viajó a España para educarse y tentar mejor fortuna. En Montilla (1561) tuvo el apoyo de parientes importantes pero le fue negada la condición de hidalgo. Se alistó en la milicia y participó e las campañas de Navarra e Italia (1564) y en la guerra de las Alpujarras (1570). Dejó las armas con el grado de capitán (1571) y se dedicó a reunir informaciones y testimonios sobre el Perú, los incas y los conquistadores. Instalado en Córdoba (1589), escribió sus obras, que son el punto de partida de la literatura mestiza peruana. Publicó una traducción española de los Diálogos de Amor (1590) de León Hebreo; Genealogía de Garci Pérez de Vargas (1596); La florida del inca (1605), relato de la expedición de Hernando de Soto en la península de La Florida; y Los comentarios reales, en dos tomos, el primero (1609) que describe el Tahuantinsuyo, y el segundo, de aparición póstuma (1617), también llamado Historia general del Perú, sobre la conquista española. SANTA CRUZ PACHACUTI YAMQUI SALCAMAYGUA, Juan: cronista. Escribió hacia 1613 una interesante Relación de antigüedades deste Reyno del Piru, donde indica que es descendiente de los curacas de Canas y Canchis, en el Cusco. El original de este libro se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid. Relata la vida y hazañas de cada uno de los incas. GUAMAN POMA DE AYALA, Felipe (San Cristóbal de Suntuntu ¿?-Lima ¿1615?): cronista. Hay dudas sobre su origen, pero debió ser hijo de Martín Guaman Mallque, señor de los lucanas, andamarcas, circamarcas y soras, en el Chinchaysuyo; y de Curi Ocllo, hija menor del inca Túpac Yupanqui. Viajó durante 20 ó 30 años estudiando la situación de los pueblos indígenas y anotando observaciones y recuerdos. Murió en Lima sin haber podido lograr su propósito de viajar a España para exponer al rey las penurias y abusos que había visto y vivido en carne propia. Dejó expuestas sus ideas en un manuscrito ilustrado dirigido al rey de España, la Nueva corónica y buen gobierno, elaborado hacia 1600. No se supo de esta obra hasta que fuera descubierta por Richard Pietschmann en la Biblioteca Real de Copenhague (1908), y editada en facsímil por Paul Rivet (1936). 8. Descubrimientos y fundaciones El gobernador Francisco Pizarro autorizó diversas expediciones, con el fin de completar el conocimiento del territorio y asegurar la posesión de nuevos

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descubrimientos. Las más importantes de estas “entradas” (como se les llamaba en esa época), fueron: La entrada del Altiplano: Permitió el descubrimiento del lago Titicaca en XII-1533. Fue una exploración realizada por el capitán Diego de Agüero y el marinero Pedro Martín. La entrada de Quito: Tuvo por finalidad completar la exploración y dominio de los territorios incas al norte de Cajamarca. Incluyó varias expediciones que partieron de Paita entre 1534 y 1536.

• La más importante expedición fue la de Sebastián de Belalcázar, quien en 1534 respaldó a Diego de Almagro en su misión defensiva en la costa norte. Ambos estuvieron asegurando posiciones y fundando ciudades, con el fin de contener la amenazante presencia de la flota rival de Pedro de Alvarado. Luego Belalcázar quedó al mando de la conquista en esa región. Belalcázar fundó San Francisco de Quito (28-VIII-1534), actual capital del Ecuador, cuyo cabildo instaló el 6-XII-1534 (fecha en la que hoy se celebra la fundación de la ciudad). También realizó las dos primeras fundaciones de Santiago de Guayaquil, en 1535 y 1536. Finalmente, Belalcázar impuso su autoridad sobre un amplio territorio, que incluyó la costa colombiana. Fundó varias ciudades, entre ellas Santiago de Cali (25-VII-1536) y obtuvo del rey de España el cargo de adelantado y gobernador de Popayán (10-V-1540).

• También es importante la expedición que estuvo al mando de Francisco Pacheco en IX-1534, quien recorrió la costa ecuatoriana y en la zona de Picoazá, fundó la Villa Nueva de San Gregorio de Portoviejo el 12-III-1535.

• Otra expedición fue comandada por Hernando de Zarea, quien partió en III-1536 con la misión de refundar Santiago de Guayaquil. Pero en VIII-1536 emprendió rápido retorno para unirse a la lucha contra la rebelión de Manco Inca. La fundación definitiva de Santiago de Guayaquil ocurrió el 25-VII-1537 y estuvo a cargo de Francisco de Orellana.

La entrada de la Buenaventura: Pizarro la encargó a Garcilaso de la Vega (padre del gran cronista mestizo) y tenía como misión pacificar la bahía de San Mateo. La expedición partió de San Miguel en VII-1535. Fue una travesía penosa y con muchas muertes por el clima malsano. Volvieron a mediados de 1536 para socorrer a Pizarro en la guerra contra Manco Inca. La del País de la Canela: Fue un intento de descubrir nuevos reinos al este de los Andes, algunos de ellos míticos. La condujo Gonzalo Pizarro cuando era momentáneamente, gobernador de Quito (1541). Con 240 españoles y numerosos indígenas de servicio, la expedición cruzó la sierra quiteña y se abrió paso en la espesura tropical hasta el río Coca. Luego siguió el curso del Curaray y llegó al Napo. Viéndose los expedicionarios aislados, enfermos y sin medios de manutención, Francisco de Orellana comandó una misión en busca de ayuda. Encontró indígenas cooperadores pero no pudo remontar el curso de los ríos. Por el contrario, avanzó hacia el este hasta encontrar un enorme río el 11-II-1542. Lo llamó “el gran río de las Amazonas” por haberse topado con mujeres que los atacaban disparando flechas. Orellana hizo construir una barca en la ribera y en ella su grupo navegó por el curso del gran río hasta llegar al Océano Atlántico. En España informó de su descubrimiento (V-1543) y logró del rey una gobernación “medida con doscientas leguas” desde la banda izquierda del río. Pero murió durante el segundo viaje, ingresando al río ya conocido como “de las Amazonas” por el Atlántico (XI-1546).

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La entrada de los Chachapoyas: Fue encargada por Pizarro al capitán Alonso de Alvarado en VI-1535. Cruzaron el río Marañón (llamado Hatunmayo por los incas) y tuvieron apoyo del curaca chachapoya Huamán. Tomaron posesión de la ciudad inca de Cochabamba (cerca de la actual Leimebamba), sede del dominio cusqueño en el territorio de los chachapoyas. Para extender sus exploraciones, tuvieron el apoyo de dos curacas que los cronistas nombran Zuta y Chuquipiundu, quienes al igual que Huamán, obsequiaron a los españoles con vituallas y objetos de oro, manifestándose inclusive dispuestos a hacerse cristianos, a cambio de ser partícipes de los beneficios de sus nuevas conquistas. Alvarado fue informado de la presencia cercana de “reinos de gente muy rústica” poseedora de grandes riquezas. Una guarnición quedó en Cochabamba mientras Alvarado fue a Lima para pedir instrucciones al gobernador Pizarro. Éste autorizó un segundo viaje, esta vez con atribuciones para ampliar las posesiones españolas en la zona y fundar una ciudad cristiana. Durante esta segunda expedición, Alvarado fundó San Juan de la Frontera de los Chachapoyas (1536, luego refundada en 1538) e intentó someter e integrar bajo una misma autoridad el vasto territorio de las cuencas de los ríos Marañón, Utcubamba, Chiriaco, Nieva, Comaina, Cenepa y Santiago. Para este fin hizo frente a grupos étnicos amazónicos hostiles en la zona de Bagua, como fue el caso del curaca Huayamamil. Algo similar ocurrió en la zona de Chillaos. Los nativos vencidos fueron concentrados en reducciones con la finalidad de servir en las labores agrícolas requeridas por los españoles. Se inició entonces una esforzada labor misionera de religiosos franciscanos, mercedarios y betlehemitas. Fundación de ciudades Una de las tareas más importantes encomendadas por el rey de España a los conquistadores, fue la fundación de ciudades. Implicaba establecer territorialmente, con patrimonio, rentas y una jurisdicción precisa, a las autoridades políticas, religiosas, administrativas y militares, asignando al mismo tiempo propiedades a los expedicionarios según sus rangos y merecimientos. Sólo el capitán general o sus directos representantes podían hacerlo, siguiendo un protocolo muy preciso. El acto fundacional se realizaba en la mañana, a “hora de misa mayor”, en el centro de la futura plaza mayor, sobre el “rollo o picota” (un tronco clavado en el suelo con la punta superior tajada) que representaba “la justicia del rey” (porque allí se harían las ejecuciones de los condenados). Estaban presentes el gobernador o sus representantes, un sacerdote y un escribano, los futuros integrantes del cabildo, los futuros vecinos y los testigos invitados. Luego se procedía a:

• La proclamación: Con la espada desenvainada, el capitán fundador anunciaba solemnemente el nombre de la ciudad a fundarse en nombre de Dios y el rey.

• El desafío: Siguiendo un rito medieval, el capitán fundador retaba a disputar con las armas cualquier protesta o discrepancia con dicha fundación.

• La ejecución: El capitán fundador hería de arriba abajo el rollo o picota y declaraba la ciudad fundada. El sacerdote daba su bendición y luego todos los presentes firmaban el documento preparado por el escribano dando fe del acto. A continuación se instalaba el cabildo y se repartían los solares de los vecinos.

Cómo eran las primeras ciudades El trazo de las ciudades se hacía a cordel, siguiendo un patrón ajedrezado. Las calles rectas permitían una mejor vigilancia ante cualquier peligro. En el lugar escogido para la fundación de una ciudad debían trazarse previamente:

• La plaza mayor (también llamada plaza de armas, porque allí se reunían los vecinos para organizar su defensa).

• Las sedes de las autoridades (alrededor de la plaza).

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• Los solares para los vecinos notables (en torno a la plaza y las calles principales).

• La iglesia, el hospital y los lugares para expendios y servicios. Las calles eran “jirones” rectilíneos, divididos en “islas” o “manzanas” cuadradas. Cada “manzana” debía comprender cuatro solares, compartiendo un pozo de agua. Cada solar tenía puertas sobre dos calles e incluía una esquina. Se edificaban de piedra o adobe con altas murallas y puestos de vigilancia, como pequeños fortines.

La fundación española del Cusco según Francisco González Gamarra “Vecino” no era lo mismo que “poblador” Todos eran pobladores pero sólo algunos españoles notables podían ser vecinos, con derecho a ser aspirantes a ocupar cargos en el cabildo. Es decir, los pobladores tenían jerarquías. Éstos podían ser:

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• Vecinos (eran los notables con derecho a poseer tierras y “encomiendas de indios”).

• Moradores (eran los vecinos con derecho a vivienda propia pero sin tierras ni encomiendas).

• Estantes (los que vivían de su trabajo alquilando una habitación). • Pasantes (los forasteros viajantes).

Un problema social frecuente en las nacientes ciudades era el exceso de pasantes, ya se trate de simples aventureros o de soldados descartados de expediciones desafortunadas. Muchas “entradas” y fundaciones en lugares apartados tuvieron como finalidad dar a estos vagabundos algún destino. Por razones de seguridad o por desventajas geográficas, la mayoría de las ciudades fundadas bajo mandato de Pizarro fueron trasladadas o refundadas. Cusco (fundada sobre la antigua ciudad imperial inca), Lima y Trujillo son las únicas que se mantuvieron en su emplazamiento original. Principales fundaciones Pizarro fundó, en forma directa o mediante representantes, las siguientes “ciudades principales”:

• San Miguel de Tangarará (15-VIII-1532): Se realizó antes del encuentro de Pizarro con el inca en Cajamarca. Fue instalado un cabildo y se empezó la construcción de un fortín, una iglesia y las primeras casas para unos 50 vecinos (pocos años después San Miguel se trasladó a Morropón, luego a Paita, y finalmente a Piura). El rey de España le otorgó escudo de armas el 7-XII-1537.

• El Cusco (23-III-1534): Fue realizada con la mayor solemnidad por

Francisco Pizarro, acompañado de Manco Inca. La ciudad mantuvo intacto su nombre histórico, sin advocación religiosa. Tuvo como primeros alcaldes ordinarios a Beltrán de Castro y Pedro de Candia. Por real cédula del 8-I-1537, Cusco fue sede del primer obispado peruano, a cargo del dominico fray Vicente Valverde, quien inició su misión el 8-IX-1538. El 19-VII-1540, una real cédula otorgó al Cusco escudo de armas y el título de “cabeza de los reynos del Perú” y “muy noble, leal y fidelísima gran ciudad del Cusco”.

El estandarte de Francisco Pizarro en el Korikancha En III-1534, durante los actos protocolares de la fundación española del Cusco, Francisco Pizarro asignó a la orden dominica el antiguo Korikancha de los incas, con sus altas murallas y su gran torreón circular, para que allí se edifiquen el convento e iglesia de Santo Domingo. Como una distinción especial hacia esta orden religiosa, Pizarro depositó allí el llamado “pendón de la conquista”, el estandarte de guerra que el rey de España le otorgó en Toledo en 1529, autorizándolo a realizar, en nombre de la corona, la toma de territorios y la fundación de ciudades.

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El estandarte o gonfalón de la conquista muestra en el anverso las armas del rey Carlos V sobre fondo grana. En el reverso se ve al apóstol Santiago en armas y a caballo sobre fondo albo. Este valioso emblema estuvo en la iglesia de Santo Domingo hasta el 29-XII-1824, cuando el general Agustín Gamarra, prefecto del Cusco, lo entregó como trofeo de guerra al victorioso estratega de la batalla de Ayacucho, el general venezolano Antonio José de Sucre. Este lo entregó en Lima al Libertador Simón Bolívar, quien dispuso en 1826 que tuviera como destino final la Municipalidad de Caracas.

• Nuestra Señora de la Concepción de Jauja (1533, 1534): Pizarro realizó una primera fundación española de Jauja en X-1533, durante la expedición de Cajamarca al Cusco. Aunque nombró cabildo, sólo se constituyó una guarnición militar, sin reales pobladores. La fundación formal y efectiva se realizó el 25-IV-1534, después de la fundación del Cusco, también con presencia de Manco Inca. Pizarro la fundó como ciudad “cabecera o principal”, esto es, ciudad capital de la conquista, decisión que revocó a fines del mismo año.

• Ciudad de Los Reyes de Lima (18-I-1535): Francisco Pizarro llegó a Pachacámac el 29-XII-1534, decidido a fundar en esa región la capital de la conquista, luego de haber cambiado de opinión respecto a Jauja por su lejanía del mar. Envió desde Pachacámac tres jinetes a hacer una inspección: Ruy Díaz, Juan Tello y Alonso Martín, quienes luego de vencer con gran dificultad el gran arenal de la Cuesta del Hambre (hoy Lomo de Corvina), quedaron deslumbrados con el verdor del “valle de las pirámides” que vieron a sus pies. El curaca local, Taulichusco, se mostró amigable y hospitalario. Poco antes, Nicolás de Ribera el Viejo había propuesto a Pizarro fundar la capital en tierras de Ica pero el capitán general gustó más del valle de Lima por las noticias sobre su fertilidad y por la bahía apropiada para puerto ubicada a pocas leguas. Luego de fundar la Ciudad de Los Reyes de Lima el 18-I-1535, nombró cabildo presidido por Nicolás de Ribera el Viejo el 22-I y partió al norte, a fundar la ciudad de Trujillo. Antes de concluir ese año, Lima ya contaba con un activo puerto y tenía hospedaje, zapatería, carpintería, herrería, espadería, cerrajería y carnicería. Pronto hubo iglesias y monasterios. Una bula del papa Paulo III, del 14-V-1541, dio origen a la diócesis de la Ciudad de los Reyes, desmembrándola de la del Cusco y sujetándola a la de Sevilla. La corona española le concedió escudo de armas el 7-XII-1537.

La controvertida fundación de Trujillo (1535) Trujillo fue fundada en la parte baja de valle del Chimo. La margen derecha del río Moche se denominó valle de Santa Catalina; la margen izquierda, hasta la altura del Cerro Prieto y la Huaca del Sol se siguió llamando Valle de Conache; la parte baja se denominó Valle de Santa Lucía de Moche. ¿Pero quién presidió dicha fundación? ¿Almagro o Pizarro?

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No se han conservado documentos oficiales que atestigüen los detalles de la fundación y los conflictos entre los conquistadores contribuyeron a sembrar más confusiones. Francisco Pizarro encargó a Diego de Almagro explorar los valles de la costa norte todavía poco conocidos, para saber el número de sus habitantes y su posible belicosidad. Almagro debió partir de San Miguel para el valle de Chimú (también llamado Chimo o Chimor), en la segunda quincena de octubre de 1534, con dirección a Pachacámac. En el fértil valle de Chimo, la expedición vio un lugar muy apropiado para fundar una ciudad, encomendando Almagro a uno de sus tenientes, Martín o Manuel de Estete o Astete, organizar el trazado de los planos y demás preparativos para la fundación. Reunidos en Pachacámac, Almagro le confió el proyecto a Pizarro, quien se mostró complacido. Siendo un privilegio del jefe de la conquista y gobernador general, la fundación de las ciudades, Pizarro se trasladó al valle de Chimo entre febrero y marzo de 1535, después de la fundación de Lima, para proceder a la fundación formal de la ciudad, el reparto de solares y la designación de autoridades. Los cronistas más cercanos a los sucesos, como Cristóbal de Molina (1539), connotado almagrista, atestiguan que, efectivamente, es un hecho que “el marqués Pizarro fuese por la costa a repartir el pueblo de Trujillo, que Almagro dejara señalado cuando vino de provincias”. Pedro Cieza de León (1553) también indica que Almagro “miró lugar provechoso y que tuviese las calidades convenientes para fundar la ciudad de Trujillo, que después pobló el marqués don Francisco Pizarro”. Agustín de Zárate (1555) afirma que “don Diego (...) continuó su camino por la vía de Pachacámac y a la pasada dejó poblando la ciudad de Trujillo al capitán Martín Astete como el gobernador lo había mandado”. Aunque sólo Pizarro tenía poderes del rey para fundar ciudades y Trujillo evoca el nombra de su ciudad natal, la posterior discordia entre pizarristas y almagristas sembró a la larga dudas sobre estos hechos, atribuyendo algunos cronistas la fundación de la ciudad a Almagro. En verdad, no ha sobrevivido documento alguno que atestigüe la fecha exacta de la fundación de “Trujillo de los Reinos de Nueva Castilla”, ya sea por obra de Almagro o Pizarro. El cronista Antonio Vásquez de Espinosa (1628) aseguró que los fundadores fueron

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Diego de Almagro y Diego de Mora “el año de 1533”. Y a su turno, Martín de Murúa (1613) aseguró que no fue ni uno ni otro, sino solamente Diego de Mora. Pero estas son opiniones excepcionales y de poca fiabilidad. En 1934, preparando la celebración del cuarto centenario de la fundación de Trujillo, el historiador Horacio Urteaga esgrimió el punto de vista “almagrista”, sosteniendo que la fundación fue realizada por Almagro el 6-XII-1534. En un célebre estudio titulado La fundación de Trujillo, Raúl Porras respondió a Urteaga con la célebre apostilla “errarum Urteagarum est”, exhibiendo como documento que no deja dudas sobre la paternidad “pizarrista” de la ciudad, el acta en la que Francisco Pizarro nombra el primer cabildo de Trujillo, el 3-II-1535, designando como primeros alcaldes a Rodrigo Lozano y Blas de Atienza. Porras propuso esa fecha para la conmemoración oficial del nacimiento de la ciudad. La posteridad señaló finalmente como fecha definitiva de la fundación el 5-III-1535. Trujillo obtuvo escudo de armas el 7-XII-1537.

• San Juan de la Frontera de los Chachapoyas (1536, 1538): Durante su

segunda expedición a la región de los Chachapoyas, el capitán Alonso de Alvarado fundó durante el primer semestre de 1536, en Llavantu (hoy Levanto), la ciudad de San Juan de la Frontera de los Chachapoyas. Pronto tuvo que ser abandonado el naciente poblado ante el llamado urgente de Pizarro de acudir a defender Lima del cerco tendido por los generales de Manco Inca. Superado ese peligro, así como el conflicto entre pizarristas y almagristas, Alvarado y sus expedicionarios volvieron a la región de los chachapoyas y vieron la necesidad de reubicar la ciudad de San Juan de la Frontera en La Jalca. Tras un nuevo traslado, se realizó la fundación solemne y definitiva el 5-IX-1538. De acuerdo con la costumbre española, Alvarado asignó encomiendas, siendo las suyas las de Cuélap, Cochabamba, Leimebamba, Pausamarca y Chilchas. El siempre solícito curaca Huamán fue reconocido por los conquistadores como hatuncuraca o curaca principal de los chachapoyas hasta su muerte en 1551.

• Santiago de los Valles de Moyobamba (9-I-1539): Su fundación fue

encargada por Alonso de Alvarado al capitán Juan Pérez de Guevara. Las guerras entre los conquistadores impidieron poblar apropiadamente el lugar hasta fines de 1548, cuando el comisionado real Vaca de Castro confirmó a Pérez de Guevara el mandato para “descubrir, conquistar y poblar” la región.

• San Juan de la Frontera de Huamanga (29-I-1539): La realizó

Francisco Pizarro acompañado por el factor Illán Suárez de Carvajal. Tuvo 24 vecinos y 40 moradores. Se fundó con rango de villa. Fueron los primeros jefes de cabildo Garcí Martínez de Castañeda y Francisco de Balboa. La naciente población fue trasladada a Pucaray a fines de 1539 por Vasco de Guevara. Huamanga obtuvo título de ciudad y escudo de armas en 1546.

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• León de Huanuco (1539, 1541, 1543): Tuvo tres fundaciones. La primera se realizó el 15-VIII-1539, como Asunción de Huánuco, donde estaba la ciudad inca de Wanuko-Marka y fue encargada por Pizarro al capitán Gómez de Alvarado el Viejo. Tuvo por finalidad contentar a los almagristas vencidos haciéndolos feudatarios y encomenderos. La fundación de la ciudad causó protestas en el ayuntamiento de Lima, que creyó ver mermada su jurisdicción. En respuesta, Pizarro revocó el nombramiento de Gómez de Alvarado y anuló la fundación. A comienzos de 1541, Pizarro encargó al capitán Pedro Barroso refundarla como villa, no como ciudad, en el valle de Pilco. Esta segunda fundación ocurrió el 2-II-1541, pero pronto quedó sin efecto, ya que al morir asesinado Pizarro el 26 junio de ese año, los vecinos despoblaron el sitio y se alistaron con los distintos bandos en pugna. Luego de la batalla de Chupas (16-IX-1542), donde fue derrotado Almagro El Mozo, el comisionado real Vaca de Castro ordenó al capitán Pedro de Puelles refundar la ciudad en el valle del Huallaga con el nombre de Ciudad de León de Huánuco (en recuerdo de León, la ciudad natal de Vaca). Se desconoce la fecha exacta de esta tercera y definitiva fundación, pero la tradición ha hecho del 2-II-1543 la fecha conmemorativa. En 1556, el rey de España la designó “Ciudad del León de Huánuco de los Caballeros del Perú”.

• Villa de la Asunción de Nuestra Señora del Valle Hermoso de

Arequipa (15-VIII-1540): Hubo un primer poblamiento en 1537, en la orilla izquierda del río Chili (donde hoy está la ermita de San Lázaro). Por razones de seguridad, en 1539 se trasladó el poblado a la orilla opuesta, en Cayma. En medio de las guerras entre los conquistadores, parte de la población se trasladó hasta la costa, en Camaná. Pizarro encargó la fundación de la ciudad a Garcí Manuel de Carvajal, quien se había esforzado por poblar el valle del Chili desde los inicios. Al momento de fundarse, la ciudad de Arequipa sólo tenía 51 vecinos. Integraron su primer cabildo, como alcaldes ordinarios: Garcí Manuel de Carbajal y Juan de la Torre (Caballero de la espuela dorada, de los 13 de la Isla del Gallo). Estuvieron entre los primeros vecinos de Arequipa el bachiller Diego Martínez de Ribera, poeta citado por Miguel de Cervantes en La Galatea (1589); y el cronista Pedro Pizarro. Arequipa obtuvo rango de ciudad y escudo de armas por real cédula del 7-X-1541.

Ya sea en forma directa o mediante representantes, el nombre de Francisco Pizarro está asociado a la fundación de 10 ciudades principales peruanas que perduran hasta hoy: Piura, Cusco, Jauja, Lima, Trujillo, Chachapoyas, Moyobamba, Huamanga, Huánuco y Arequipa. Bibliografía ACOSTA, José de 1982 Peregrinación de Bartolomé Lorenzo [Lima, 1586]. Ediciones Copé, Petro Perú, Lima. ARCINIEGA, Rosa 1946 Dos rebeldes españoles en el Perú. Gonzalo Pizarro (“El gran rebelde”) y Lope de Aguirre (“El cruel tirano”). Editorial Sudamericana. Buenos Aires. BAUDIN, Louis 1940 El imperio socialista de los incas. Zig-zag. Santiago de Chile. CABELLO BALBOA, Miguel 1951

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