la ciencia y la filosofía contemporáneas - herbert feigl

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Ensayo incluido en La ciencia y la sociedad contemporánea. Fiel fue un reconocido filósofo austríaco perteneciente al Círculo de Viena.

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    LA CIENCIA Y LA FILOSOFIA

    CONTEMPORANEAS

    Herbert Feigl

    Segn me es dado entender la tarea bastante ambiciosa que me han asignado en esta Conferencia, es de examinar las relaciones entre ciencia y filosofa dentro del marco de la erudicin contempornea e incluso vislumbrar cual puede ser su evolucin. Debe ser obvio que tal empeo es precario pues para cualquiera sera difcil ser del todo objetivo e imparcial en cuestiones tan enormemente controvertibles. Todava ms, si se pudiera vaticinar el futuro tanto de la perspectiva cientfica como de la filosfica, con un grado cualquiera de detalles especficos, dicha perspectiva sera ya del presente y, por ende, no resi-dira en el futuro. Tal es en s la conclusin a que lleva una simple reflexin filosfica sobre cun predecible es todo logro intelectual. Puesto que no soy un visionario, pudiera ser necesario que restrinja mi presentacin a generalidades y trivialidades, y pues que los filsofos somos en cierta forma especialistas en generalidades, pretendo habr-melas con cuestiones fundamentales y penetrantes, al tiempo que es-pero soslayar las trivialidades con slo concentrarme en varios puntos de pertinencia genuina para los controversias actuales relativas al pa-pel de la filosofa en nuestra era de ciencia. Inevitablemente habrn de reflejarse en mi seleccin de tpicos, y en mi manera de examina.rios, tanto las limitaciones de mi competencia como mis predilecciones personales. Adems, la carencia de espacio me obliga a planear las cuestiones en un tono ms dogmtico que el que debera adoptar, pero no veo otra salida en obsequio a la brevedad y la claridad.

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    En la siguiente serie de observaciones des1~0 poner ele relieve una cierta convergencia prometedora, sumamente caracterstica de lo que yo considero que es una concepcin de Jo ms fructfera de la tarea de la filosofa. Demostrar que la nuestra es una nueva era de la ciencia no requiere una argumentacin elaborada. Los resultados prc-ticos de las ciencias aplicadas estn en torno nuestro casi por doquier en la civilizacin contempornea. Son inmensos los problemas que se refieren a la utilizacin apropiada de los modernos logros tecnolgi-cos. Considrese, por ejemplo, la profunda revolucin en nuestros hbitos que habrn de provocar los usos de la energa nuclear y de la automatizacin, la inminente aplicacin de la ingeniera biolgica y las n uevas tcnicas de la planeacin socioeconmica. Cmo habr tocio esto de afectar el futuro del bienestar humano ( inclusos los punzantes aspectos de la paz y la justicia internacionales) es un tpico que toda persona reflexiva desear sopesar, valindose de la sabidura que pue-da reunir. En nuestros das se da tambin atencin especial a la ' hen-didura" , dentro de nuestra cultura, entre la perspectiva el e las ciencias \. la de las humanidades. Tal hendidura se manifiesta no slo en las dificultades de comunicacin entre quienes representan a las dos orien-taciones, sino que es tambin el n1collo en las disputas sobre los ideales ele la educacin en nuestra era de la ciencia.

    Precisamente con referencia a estas cuestiones la reflexin filos-fica puede ser especialmente til. La estructura vasta e imponente de la ciencia moderna. la variedad tremenda de sus mtodos de obser-vacin, cxperiment;cin, diseos estadsticos y el complejo teora-construccin se iluminan ya merced a l an lisis filosfico. El inters aqu se centra en las ciencias jJUras, ms bien que en las aplicadas.

    Bajo el efecto de la ciencia moderna, la concepcin misma de la tarea que compete a la filosofa ha sufrido un cambio de orientacin radical. D e acuerdo con una perspectiva histrica muy amplia, bien puede afirmarse que los filsofos han estado ocupados en tres empeos principales a travs de las edades: han buscado yerdades absolutas referidas a la realidad fund amental y normas absolutas de tica ; han tratado de alcanzar una sntesis, una visin del universo y del sitio del hombre en l, o sea, una perspectiva que integrara las varias con-tribuciones de las ciencias en un todo inteligible y armonioso; y, final-mente, han intentado dejar claros el significado y la validez de los conceptos, las hiptesis y los mtodos fundamentales del saber v la evaluacin.

    A la luz de la ciencia moderna - esto es. no slo a la vista de sus resultados y conclusiones sino especialmente' ele su actitud de mente abierta e imparcial y de su enfoque crtico- se est abandonando la bsqueda ele la verdad absoluta, por cuanto tiene de infructuosa si no es que de fa lta de sentido. El espritu de la ciencia contempor-nea es "crtico" en el sentido de que se consideran todas sus conclu-siones sanas o sostenibles nicamente "hasta que se tenrran otras nove-dades". En otras palabras, ninguno de los extremos'"' --dogmatismo o escepticismo- es aceptable. La poltica de imparcialid~d de la

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    Jllcntc abierta indica que, aunque todos debemos en principio sujetar nuestras convicciones todas a una crtica y revisin constantes, es per-fectamente razonable confiar en hiptesis bien confirmadas basta. que la evidencia poderosa nos obligue a modificarlas o reemplazarlas por otras que estn apoyadas ms fuertemente por la edencia per-tinente. La bsqueda de lo absoluto se ha hecho sospechosa por cuanto que las hiptesis que a ello se refieren, por lo general se aseguran contra. Loda refutacin posible, esto es, no son susceptibles de pasar por algn tipo de prueb a. No obstante, por lo menos psicolgica-mente hablando, la "voluntad de creer" es fuerte y se expresa filos-ficamente segn varias formas de la metafsica y la teologa. Desde un punto de vista cientfico es preciso preguntar si las pretensiones de verdad d e las creencias transcendentales, esto es, radicalmente trans-empricas, no son ilusorias en tanto que toman a los compromisos morales fundamentales por demandas genuinas del saber. El anlisis lgico de estos temas nos impulsa a distinguir entre empeos cientfi-cos e intentos no cientficos. No hay necesidad de ser "cientifista", esto es. de usar d vocablo "no cientfico" de manera desdeosa. Las metas ~1ismas y, por ende, los criterios de apreciacin de las artes, la literatura o la msica difieren de los de las ciencias. No deben con-fundirse estas actividades no cientficas con la prosecucin de tareas incicntficas. Rechazamos las labores incientficas ( v. gr., las de la astrologa) porque aunque sus metas son las de la ciencia, a saber, explicacin y prediccin, Jos procedimientos usados quedan desacredi-tados a la luz de los criterios del buen mtodo cientfico.

    La bsqueda de lo absoluto en la actualidad se interpreta como una cuestin de compromiso moral fundamental ms bien que como una conjetura sobre los enigmas del universo. Tal como los metafsicos ( transempricos) han concebido y tratado estos enigmas, sucede que se han comcrtido en interrogantes absolutamente incontestables, "ga-rantizadas en un 100 por ciento como insolubles". Por contraste, las ciencias han estructurado al menos algunos de estos problemas en for-mas que los hacen accesibles a soluciones que son cada vez ms ade-cuadas. Pero, si las ciencias se hacen cargo de esta tarea, le queda al?;o por hacer a la filosofa? Es preciso en verdad admitir que las sntesis de estilo majestuoso que estaban todava tan en boga a prin-cipios ele este siglo se h an convertido en algo sumamente cuestionable. En pocas anteriores, los filsofos, si estaban totalmente versados en las ciencias de su poca, podan todava sugerir nuevas "hiptesis cos-molgicas", y de este modo abrir la vereda para los avances poste-riores de las ciencias. Siendo como es vitalmente importante y pro-fundamente fascinadora la tarea de integracin de una visin csmica, en nuestros tiempos requiere d e un alto grado de competencia cien-tfica, la que, lamentablemente, la enorme mayora de los filsofos no posee. Todava ms, es merced al desarrollo autnomo de d isciplinas lim trofes cientficas como se est alcanzando un progreso genuino hacia una integracin justificable.

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    Las anticipaciones especulativas de sntesis y unificaciones cien-tficas, a duras penas pueden considerarse por ms tiempo como la tarea apropiada para la filosofa. Tambin es cierto que ha habido ocasiones en el pasado en que pensadores a quienes se puede designar con ms propiedad como filsofos que como cientficos han introdu-cido ideas novedosas y fructferas, que posteriornw11te se desarrollaron y luego se confirmaron con procedimientos cientficos, tras de haber adoptado usualmente formas fuertemente modificadas. Las hiptesis atmicas de Leucipo y de Demcrito, las anticipaciones jnicas de la teora de la evolucin, las opiniones aristotlicas sobre la vicia org-nica, las perspicaces observaciones de :\ietzchc sobre la psicologa del inconsciente; stas y quiz apenas unos cuantos ejemplos ms cons-tituyen ilustraciones pertinentes, pero parece que la imaginacin de los cientficos en los tiempos ms recientes ha sobrepasado con mucho la de los filsofos y la de los poetas. No hay filsofo que haya siquiera vagamente previsto la teora de la relatividad ni la cuntica. T ampoco las especulaciones filosficas han prefigurado las teoras de la gen-tica o las de la bioqumica. S parece en cambio, que hoy en da y en el futuro, slo cabe esperar de los cientficos competentes cual-quier teora fructfera. Deben poseer una comprensin experta de los hechos que arrojan las observaciones y los experimentos ; preciso es que sean totalmente versados en el contenido de las teoras existentes, y tienen que ser capaces de valerse de procedimientos matemticos avanzados. Las grandes sntesis cientficas de la era moderna se han preparado a menudo merced a la evolucin de las ciencias limtrofes, como las disciplinas "dobles" de la qumica fsica, la biofsica, la bio-qumica, la psicofsica, la psicofisiologa, la psicologa social, la socio-economa y las disciplinas auxiliares, corno la ciberntica y la teora de la informacin. Cierto es tambin, a buen seguro, que mucho5 cientficos de inclinaciones filosficas han iniciado estos avances o han contribuido a ellos.

    No quiero decir que los filsofos profesionales de la ciencia ca-rezcan de inters en la sntesis o en la sinopsis. Todo lo contrario, una gran parte de sus trabajos se ocupa precisamente de la lgica de las sntesis unificadoras. Comparten la fascinacin que sobre el terico cientfico ejerce la fuerza sinptica del mtodo hipottico deductivo. Cabe interpretar esa fascinacin psicolgicamente de varias maneras. Hay el aspecto "econmico": las teoras son intentos por abarcar un mximo de hechos con un mnimo de conceptos e hiptesis fundamen-tales. La eficacia. proftica de las teoras cientficas demuestra, en cierto modo. cunto es lo que se puede obtener con cun poco. Otro aspecto puede ser el que de un prurito de poder sublimado. En lugar de dominar a otras personas, el tcriro ciPntfico d01nina y dirig-e unq gran cantidad de hechos. Me abstengo de examinar interpretaciones psicoanalticas "ms profundas", de acuerdo con las cuales la bs-queda en pos de la comprensin cientfica puede remontarse hasta las curiosidades infantiles. Sin que importe cmo explicamos la fas-cinacin, lo cierto es que existe y acla ra al menos un aspecto de la

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    alta estima en que se tiene a esta monumental contribucin del intelec-to humano: las teoras de la ciencia moderna. Por ende, resulta com-prensible que los filsofos hayan intentado alcanzar una "ciencia de la ciencia", que de alguna manera tornaran en inteligibles los lo-gros casi milagrosos de las teoras cientficas. Quiz debamos recor-dar el famoso dicho de Einstein: "Lo ms incomprensible de este mundo es que sea comprensible" . El deseo de entender la ndole de la ciencia es quiz la motivacin ms pura y ms plausible de los anlisis filosficos de la ciencia. Pero, por supuesto, otras motivacio-nes han producido tambin resultados valiosos. Lgicos hay que usan las ciencias como un dominio en el cual poner en juego sus potencias intelectuales formales (y a menudo formidables ) . Y otros hay, filso-fos quiz con inclinaciones ms artsticas, que prefieren hablar extra-vagante e informalmente sobre el esfuerzo cientfico. Todava otros se preocupan de acertijos epistemolgicos o de enigmas metafsicos, y prefieren luchar con ellos en la arena de las reflexiones "metacien-tficas".

    Resumiendo: Cul, entonces, es la tarea propia de la filosofa en nuestra era de la ciencia? Al parecer, la respuesta que se acepta razo-nablemente en trminos generales es: el anlisis, o sea, la tercera tarea que previamente mencion. A menudo se interpreta esto errnea-mente como algo que nada es sino crtica destructiva. Una inspec-cin ms cuidadosa nos informa, empero, de que el anlisis puede ser bastante constructivo. Aunque bien puede empezar con la elimina-cin de perplejidades intiles al exponer las confusiones conceptuales subyacentes, el anlisis a menudo ilumina la lgica misma de las sntesis y las integraciones. En el primer plano de la actual filosofa de la ciencia estn los estudios de la lgica y la metodologa de las teoras cientficas as como la interrelacin de las ciencias,

    Una de las marcas del temperamento cientfico moderno en la filosofa es que se estn evitando dos peligros de ndole diametral-mente opuesta, tipificados por las filosofas del tipo de ((nada sino" y algo ms". Eso significa que estamos sobre aviso con respecto a las aagazas tanto de las falacias " reductivas" como de las "seductivas" , Las primeras reducen el mundo, o el lugar que ocupa el hombre en l, a un absurdo como en el "materialismo mecanicista burdo", mien-tras que las segundas ven misterios en el mundo para los cuales no hay evidencia de "qu es qu?" -o sea, un anlisis genuinamente constructivo o reconstrutivo- puede hacer justicia a los intrinca-mientos y complejidades del mundo.

    Hay un grado razonable de avenencia en la actualidad sobre cmo concebir la filosofa de la ciencia, por contraste con la historia, la psicologa o la sociologa de la ciencia. T odas estas disciplinas son sobre la ciencia. pero ese sobre se da de diferentes maneras. La historia de la ciencia investiga en sus orgenes el desarrollo de los problemas, las ideas y las soluciones cientficas, de preferencia en el seno del contexto sociocultural entero. La psicologa del descubrimiento cien-tfico trata de dar cuenta del por qu de las actividades creadoras,

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    solucionadoras de problemas, del cientfico, en trminos de los indis-pensables procesos mentales. El socilogo de la ciencia trata de expli-car el desarrollo y la recepcin de las teoras y de los puntos de vista cientficos. Es claro que las investigaciones de estilos y modas en el teorizar cientfico, que reflejen el ' 'Zcitgeist" de un perodo dado al que corresponden ciertas condiciones culturales, sociales, econmicas o po-lticas, pertenecen a este sector de la sociologa del saber.

    En la terminologa a111p!ia!llente aceptada de H. R einchenbad1. 1 los estudios de esta ndole pertenecen a l contexto del descubrimient-o mientras que los anlisis que prosiguen los fi lsofos de la ciencia per-tenecen al contexto de la justificacin. Cna cosa es preguntar cmo llegarnos a nuestras prctcmiones de conocimiento cientfico o qu fac-tores socioculturales contribuyen a que se acepten o rechacen, y otra bastante diferente preguntar qu clases de evidencia y qu normas y reglas objetivas generales regulan la prueba, la confirmacin en uu sentido o en el otro, y la aceptacin o rechazo de las pretensiones de conocimientos en la ciencia. La interrogante " Cmo sabemos?", es as tpicamente ambigua; puede equivaler a preguntar "Cmo llegamo> a saber?"; o puede significar que se pregunte " Qu razones podemos aducir a manera de apoyo objetivo de nuestras pretensiones de saber?" Como requisito previo para h segunda, esto es, para el tipo filosfico de pregunta, preciso es que quede bien claro cul es el si[!.nificado de las aserciones cientficas, lo que involucra un escrutinio de la estruc-tura lgica. de los conceptos cientficos e incluye reflexiones crticas sobre las lneas de dcrnarcacin entre los empeos cientficos y los no cientficos e incientficos. Por tanto, estas dos preguntas: "qu es lo que queremos decir?" (esto es, por medio de las palabras v smbolos que usamos) y "cmo es que sabemos?" (esto es, que sea cierto o que est confirmado como la probable verdad cientfica que pretendemos) norman las investigaciones de la moderna filosofa d e la ciencia. La ocupacin principal es analizar las bases empricas y la estructura lgica de las ciencias que se refieren a hechos. En muchas ocasiones memorables, los grandes cientficos se han convertido en sus propios filsofos por cuanto que han producido mtodos o teoras nuevas, auxiliados por incisivos escrutinios crticos del marco concep-tual pertinente total, pero, en virtud de la creciente especializacin en todos los campos, por lo menos han surgido ya dos generaciones ele fi lsofos de la ciencia. La comprensin competente ele por Jo menos a lgunas disciplinas cientficas, mezclada con una agudeza lgica y una perspicacia filosfica, es distincin que han alcanzado slo un grupo bastante reducido de filsofos de la ciencia, pero los esfuerzos de dichos especialistas han producido ya resultados eminentemente es-clarecedores.

    Difieren cnom1emcnte entre si los enfoques y los procedimientos de que se vale cada filsofo de la ciencia. Van desde estudios bastante informales hasta formidables reconstrucciones formales. En lo per-sonal , creo que hay sitio para todos y, en realidad, peligros en los extremos. Afortunadamente la preocupacin britnica por el anlisis

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    del lenguaje ordinario no logr avanzar mucho (y realmente mal poda habt:rlo hecho ) eH la filosofa de la ciencia . .K o ha influido fuerte-mente a la filosofa norteallle:ricana de la ciencia. Por otro lado, los 'precisionistas ' , esto es, los edificadores de sistemas formales, han contribuido 1nucho, y no puede haber duda de que algunos trabajos de este tipo han sido notablernente fructferos. En el espritu del mtodo euclidiano, ta l como se ha mejorado y refinado tremendamen-te en las matemticas lllodernas, disciplinas enteras de las ciencias ttnpricas se han vaciado en la forma de los sistemas deductivos. El peligro aq u es que la formalizacin y la elaboracin axiomtica se tornan en un fin por s mismas.

    Los iclcales de la condensacin y de la "elegancia" mate-mticas tienen su sitio, pero ste no est necesariamente en la lgica de las ciencias clllpricas. Lo que verdaderamente se necesita en ellas son sistemas de mxima capacidad independiente para realizar prue-bas. Siste!llas as nos capacitan para ver qu postulados de una teora son apoyados por la. evidencia emprica y, por ende, qu postulados pueden necesitar su revisin o suplantacin si surge cualquier eviden-cia que los contrara.

    H ay cuestiones importantes y controvertivas en la reconstruccin lgica de las teoras cientficas. Dichas cuestiones han ocupado a algu-nos de los mejores intelectos de nuestra poca y, a no dudarlo, sern motivo de estudio y examen intensivos en los aos por venir. Una de ellas es la exacerbante de cmo exactamente interpretar la rela-cin que guardan las teoras (en las ciencias empricas) con el tipo de evidencia pertinente para su confirmacin o refutacin. La recons-truccin usual es la que originalmente propusieron N. R. Campbell y H. Reichenbach, aunque con modificaciones instituidas por Carnarp, Hempel, Margenau, !\'orthrop, Braithwaite y otros." Segn esta visin de la materia, hemos de distinguir entre el lenguaje terico de una disciplina dada (como termodinmica, rela tividad, las teoras cunti-cas, la teora gentica en biologa etc. ) y el lenguaje de observacin , Los trminos del lenguaje terico estn "definidos implcitamente" por los postulados por lo que entonces se liga a un subgrupo de dichos trminos (o de conceptos explcitamente definidos tomando como fun-damento esos "trminos primitivos"), por intermedio de "definicio-nes coordinadoras" o "normas de correspondencia", con vocablos del lenguaje ele observacin emprica (u "operativamente") definidos. Se entiende que este anlisis es una reconstruccin, o sea, que no se pre-tende que refleje el origen o la evolucin de las teoras cientficas. Se present aqu corno artificio que debe permitirnos escudriar por se-parado, por un lado, los aspectos Jogicomatemticos (o "puramente formales" ) ele una teora, en relacin con la consistencia de sus postu-lados y la validez de las derivaciones deductivas y, por otro lado, el contt>nido emprico de la teora y de ah su confirmacin (o refuta-cin) en gracia a lo observado. La falta de espacio me veda el exami-nar la emocionante controversia entre R. Ca.rnap y K . R. Popper 3 relativa a la probabilidad, la confirmacin y la corroboracin. (La

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    cuestin entera de la posibilidad de una lgica inductiva depende de l resu ltado final de esta controversia ) .

    Deseo a l 1uenos tocar bn:H'Jueute una corriente d e crticas radica-les a la reconstruccin de Ja teora Cilntfica. ~le refiero a varias de las publicaciones

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    cwn esclarecida del alllablc lector, confo en llue unas cuantas obser-,acioncs sucintas sobre cada cuestin, sean inteligibles y fructferas.

    , \parte de la separacin de la ciencia de los esfuerzos no cienti-ficos se han examinado a!llpli antente varios tipos de limitaciones pre-tendidamente insuperables ele la ciencia. Aunque el famoso "ignora-mus et ignorabimus" de E. du Bois-Reymond se ha olvidado casi por coutpleto, y la rplica ele E . ~laeckcl , en su obra candorosamente me-tafsica y dogmtica Th t: Rzddll' of the Universe (Los Enigmas del l.~niverso ), se cHcucnlra scgL;ramcnte enterrada en medio de otro> fsiles del pcnsanticnto ele la poca victoriana, existen consideracio-nes ms recientes y ms s~ rias relativas a las limitaciones extremas ele la explicacin y la prediccin cientficas. La demostracin por K. Gdl'l " de la llcOtnpletabilidacl esencial ele todos los sistemas postu-lados ele las matemticas (que involucn:n a l menos un infinito con-tab le) bien puede ser pertinente para el tipo de matemticas que se necesitan para la deduccin de teoremas en la fsica terica moderna. El estado de la inccrtidulllbrc mecnica cuntica y el correspondiente \. quiz inevitable carcter estadstico ele las leyes fundamentales que se refieren a los procesos a tmicos y subatmicos, parecen enfrentar-nos a una dificultad insuperable dentro de la bsqueda de un orden mundial estrictamente determinista. Las aclaraciones lgicas del tipo de las inferencias que \an involucradas en la explicacin cientfica son relativas en dos formas: una, que la exj!lanantia, o sea, los pos-tulados semejantes a leyes que sirven como premisas dependen, par;: ser aceptados, de la evidencia siempre en principio incompleta e indi-recta ele la observacin y, dos, que dichas premisas quedan ellas mis-mas sin elucidacin en el contexto de la explicacin dada. Aunque a menudo ha sido posible elevarse a un estrato superior de explicacio-nPs, siempre hay postulados tericos que no se deducen y que deben (al menos "hasta nuevo avise") aceptarse como "hechos en bruto' ' pertenecientes al orden fundamental de la naturaleza. Los intentos por interpretarlos como lgicamente necesarios o bien como verdades sintticas a jJrori, se apoyan simplemente en confusiones conceptuales. ( ::-.1c refiero aqu a. las ideas, por lo dems brillantes y refinadas, de H . Poincar\ A. S. Ecldington, H. vVeyl e i_ncluso a a lgunas de las inclinacioncs m(ts pitagricas del pensamiento ms reciente de Eins-tein ) Anlogamente, todo alegato ele presuposiciones at sol utas o de verdades ele intuicin o ele penetracin rnetafsica usualmente se re-suelven en sedativos verbales fonnulados taimadamente. ( Demasia-dos son los filsofos que han vendido sus derechos por una olla el~ mensaje ).

    Aplicando anlisis serenos como stos a las perenes perplejidades ele lo~ problentas ele la relacin mente-cuerpo (o clcl sitio del hombre en la naturaleza ) . c:ahe pr

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    porta111ientos aninnl y htunano. Todo esto ha ayudado enormemente a contrarn~star el enfoque cxclusi\amcnte perifrico J e algunos de los psicln~os bl'l1mioristas. Por fi n n1ehc a ser respetable inquirir qu pasa en el interior ele la "caja negra''! l'or ende, ciertas construcciones del bch:l\ ioris1 t10. con1o la fuerza del hbito. la seiial de la memoria . la intemidad de c1npuje, etc., pueden iden ti ficarse (usando las reglas de correspondencia n el sentido de leyes puente ) con los conceptos de proc('oO central en el cuadro de la nC'urofisiologa. Empero, en concor-dancia con el aforismo ele Eimtcin, pienso que se necesita un paso ns. Si se 11 te da licencia para (Illal ) usar un dicho francs: "C'cst le prem ier pas qui co(Hc!", en verdad que es el primero, y quiz tam-bin el ltin10, ele los pasos filosficos el que tiene una importancia crucial. Sobre este paso se concentra la actual contro\-crsia . H emos de ,-incular conceptos Jllcntalistas referentes a la conciencia, como si fueran "colg-ajos nomo lgicos" , al sistema conceptual por lo dems puramente fisicalista? H emos de admitir la nocin de cualidades genuinamente emergentes o podemos extraerle sentido a una identifi-cacin ele funclarnento emprico del evento rotulado y descrito de dos maneras: por un lado en trminos neurofisiolgicos (y en ltima ins-tancia microfsicos ) y, por el otro, en trminos introspectivos menta-listas (o fenomenolgicos)? Todo esto se refiere principalmente a la conciencia. Por lo que hace a la saJiencia cabe preguntar: Podemos identificar la nocin ltll"t1talista de int f'nc ionalidad (en la que hacen hincapi muchos filsofos a partir del momento en que Franz Bren-tano la introdujo como el aspecto fundamental de todos los actos mentales) con la relacin ele designacin de la semntica pura? Segu-ramente que stas y otras cuestiones conexas y acerbas habrn de sus-citar discusiones durante bastante tiempo en el futuro. J\1i propia inclinacin es en el sentido de empezar con las cualidades de la exj;e-riencia i 11 mcdiata como el asjJecto subjetivo o jnh:ado de los procesos nf'uro{iJiolgicos a manera de n'jllicand urn y ele ah proceder por ex-jJliracin lgica y semntica hacia Hna solucin dd problema m ente-cuerpo, prro n 1nis das grises m e doy cuenta cabal de que est uno expuesto a caer en incongruencias \Trg-onzosas si insiste en hacer jus-ticia a todas las facetas capaces de dejarnos perplejos, de este intri-gante problema de problemas. Poco asombra, entonces, que Schopen-haucr lo hma considerado como el "W eltknoten'' (el nudo mundo l. En \'erdad ue parece que todos los caminos de la filosofa descn'l-bocan en el problema mente-cuerpo. H a permanecido como la cues-tin ms reca lcitran te a travs ele toda la h istoria del pensamiento.

    Sranw prn11iticlo nH'nciona r brcn~mcntc el nico viso de luz que percibo en la o scu ridad aterrad ora : atencin m s minuciosa a las funcionr> semnticas y pragmticas de los vocablos egocntricos de nuestra lcngua. qtw puede as ayudarnos a cndcnza r nuestros es-fuerzos en pos d(~ la resolucin de la perplejidad fundamental. Segn se entiende en tnninos generales, los particularC's egocntricos, a saber, el Ahora, el A qu y el Yo. pese a ser tan extremadamente tiles en el discurso comn y corriente, desaparecen simplemente en el lenguaje

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    intersubjetiva de la ciencia. En el sistema intersubjetiva quedan reem-plazados por descripciones definidas de momentos en el tiempo, ubica-ciones en el espacio y personas. L a -me siento tentado a decir- "sin-gula ridad existencia lHJcnte conn1ovedora" del Y o, el Aqu y el A hora se p ierde en el relato ob jeti ,.o (como si se "democr;ttizara" ) del mundo. El Y o as se convierte en una persona entre otras, el Ahora en un momento entre otros, el Aqu en un sitio entre otros. As pues, entonces (y no s si algn otro filsofo o lgico ha pensado en ello justamente de esta manera) quiz los predicados que designan cuali-dades experimentadas inmediatamente, desaparecen anlogamente en el relato intersubjetivo y quedan remplazados por predicados que tienen solamente un lugar geomtrico en la descripcin estructural abstracta de la ciencia. La formacin de conceptos y la edificacin de teoras en las ciencias fsicas son e.rtructurales en el sentido de que por s mismas meramente reflejan la red nomolgica, pero no representan explcitamente las cualidades intrnsecas, sean ellas las que fueren. Es concebib[(' que los habita.r.tes de otro planeta tengan en su expe-riencia inmediata un repertorio de cualidades enteramente d iferen te al nuestro ; y si tuvieran ellos una fsica y una fisiologa utpicamente precisas, pudieran ser capaces de explicar y predecir, por lo menos estadsticamente, todas las fases del comportamiento humano (el de los habitantes de la Tierra ) pero, ello no obstante, bien pudieran no tener la comprensin intuitiva, simptica, de las cualidades de las sensaciones, las emociones o los sentimientos h umanos.

    En pocas palabras, el enfoque enderezado hacia una solucin sinp-tica del problema mente-cuerpo, que a m me parece bastante pro-misorio. es una \'ersin nueva de la teora de la identidad o de la perspectiva doble del saber. En sus primeras formas, este tipo de solu-cin fue propuesto por algunos de los realistas crticos nortt>america-nos v alemanes : fu e esbozado en las relaciones estructuralistas de teor;ls y conceptos fsicos de H enri Poincar y A. S. Eddington, y ms claramentP formulado en los ensayos de Moritz Schlick sobr~ "Forma v Contenido" .s Entrf' los fi lsofos norteamericanos de tiem-pos ms ~ecientrs, debe citarse a F. S. C . 1'\orthrop ~ y S. C. PeJ)per 1 0 corno proponentes enrgicos de una opinin a nloga. }vfi colega, Gro\er J\l axwell, en varios ensayos toda\'a sin publicar, ha establecido un realismo estructural bien articulado. E l peligro principal --del qn2 se percataba Shlick, pero que no pudo del todo evitar- es entregar de manera inefable al contenido puro. Las cualidades de la expe-rit>ncia inmediata, lejos de ser inefables, fmeden conct>ptualizar~e -- pero, por supuesto-, en virtud de su estructura lgica. Por tanto, se Pstara equivocad o si se pretendiera identificar el contenido mentsto que el \'erdadero saber participa siempre del carcter de la proposicin, l?.s

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    pretensiones ele conocimientos comunicables e intersubjetivamntc sus-ceptibles eh~ proba rsc se refieren a la t:J! ru el u ra (u sea, la forrua lgica i de esos contenidos nJis1nos. Y si d icha estructura es ison1rfica. con ci(Tlos aspectos Gcstalt (esto es, configura ti vos j de los procesos n-euro-fisiolgicos en nuestro cerebro, resulta al parecer plausible afinn2r que se trata de la 111ismsima rea lidad (la realidad IIUJllrical!lelltf~ idt'ntica' que se conoce, por un lado, nJcrced a un percatarse intros-pectivo y, por el otro, gracias a las observaciones del comportamien to y de los procesos ncmofisiolgicos. Todava quedan 1nuchas dificulta-des de orden lgico por remontar, con cuidadosos anlisis semnti-cos, pero - si he de aventurarme a una muy atrevida profeca- esta pcrspecti\a apenas bosquejada rne parece que es una apuesta buena sobre la futura evolucin de la filosofa de la rnente.

    Quiz sea ms una cuestin de decisin terminolgica que un profundo aspecto filosfico el que llamemos a la atribucin de sensa-ciones personales consideradas en cuanto a su propia ndole, dirr~cta

    llH~ntc experimentadas y de carcter privado, una inferencia meta f sica, esto es, transemprica, no cientfica, o el que hagamos extensiva la definicin de la ciencia a fin de incluir en ella esas inferencias pecu -liares y que no pueden sujetarse a prueba directamente dentro del dominio de la inferencia cientfica. Los positivistas lgicos, a l menos durante el apogeo del radicalismo del crculo de Viena, consideraron a l tema como carente de significado, o bien, al igual que en las pos-teriores opiniones de Carnap, 11 como una cuestin que pertenece mera-mente a una seleccin de lenguaje. Un remanente del verificacionismo viens es todava notable, creo yo, en la obra posterior de Ludwig Wittgenstein y en la de algunos de sus discpulos.12 Corno ya se insi-nu antes, no creo que sea mucho lo que dependa de la manera en que bauticemos estas formas extremas de la inferencia analgica o inducti va.

    Lo que s importa, empero, es de qu manera interpretamos a la luz del anlisis sugerido del problema mente-cuerpo la relacin de las ciencias con las artes, la msica y la literatura. Deliberadamente no di je "con las humanidades", porque considero a stas, v. gr., la

  • 13l HERBERT FEIGL

    las y las que se? cla n entre partculas y campos - que, de acuerdo con la fsica actual. son los pnln,sos hsicos del uniwrso- - son una. cues-tin del mbit de las lews de la rstadstica.

    Pasma y considno qu'e es bastante penoso el que incluso algunos pensadores prominentes ha\all tmnado la i11dctcnninacin de la fsica moderna corno fundamento c]e] libre ::dbeclro. D ebiera ser totalmente claro, a l menos dtsde que ])a\ id JI u me, en el siglo xvm analiz bri-llantemente el problema Jd libre a lbedro, gue dicho problema, en su forma tradicional, grayi ta sobre una confusin del determinismo causa! con la compulsin ( coercin, constrciiimiento) y la correspondiente confusin del libre albedro con el a/.ar absoluto. Si aceptamos hasta .. nLle\o miso las magnitudes ele la mecnica cun tica corno la "ltima ! instancia" de la natura leza, d io nos dara -por amplificacin a lo ' ms- - acontecimientos al a/.ar absolu tos en el comportamiento huma-no, y esto es a lgo muy diferente del tipo de libre seleccin gue la responsabilidad moral presupone. En realidad, todo lo contrario. Como ya Jo expres el difunto Dickinson S. ::'vlil!er ( e~cribiendo con el seu-dnimo de R . E. Hobart) en el ttulo mismo de un ensayo notable, "el libre a lbedro imolucra a l determinismo y es inconcebible sin l"Y Es sumamente lamentable que se mantenga incomprendida tan ampliamente esta percepcin fundamental. El tipo de libre seleccin que nos es dado realizar claramente consiste, negativamente, en la ausencia de compulsin y, positivamente, en nuestra capacidad de escoger y actuar de acuerdo con nuestra persona lidad y nuestro carc- ter fundamentales. Que ta les persona lidad y carcter, a su vez, los determina nuestra constitucin heredada ms una gama variada de influenci~s del medio, ele ning_n modo detracta aquellos grados genui-

    1 nos de !Jbertad que en realidad poseemos. Somos los haced ores de nuestros hechos, porque somos (al menos en la mayora de las situa-ciones normales de la ,-ida) eslabones esenciales en las cadenas casua-les de los acontecimientos ' que forman la h istoria de la humanidad. Somos responsables, en tanto que respondemos a la influencias (educa-tivas, sociopolticas, legales, penales, etc.) que la sociedad t iene a su disposicin para moldear nuestras actitudes. El p unto importante de pesar, remordimiento y arrepentimiento consiste en que es pragmti-camente de expectativa y no meramente retrospectivo, como se aprecia en la frase : "Quisiera no haberlo hecho" . Es, ms bien, la resolucin, firmemente adoptada al efecto, de que en la prxima ocasin habre-mos de actuar de manera diferente.

    En este punto surge inevitablemente la interrogante en el sentido d e si los principios bsicos de la tica pueden deducirse de las proposi-ciones cientfica mente confirmadas sobre la naturaleza del hombre. Muchos empiristas y positivistas, desde la poca de los anlisis incisi-vos de D avid Hume, han contestado dicha interrogante en sentido negativo: el "debiera" moral no puede deducirse del "es" factual emprico. Aunguc considero que tal conclusin es en esencia correcta, me parece un tanto dcspistaclora en su inflexible aspereza. A buen seguro que es difcil evitar j;etiones principii en la justificacin de

    LA CIENC IA Y LA FILOSOFA CONTE~IPORANEAS 139

    ]: 1" mximas funda!llentalcs de la moraJ.l; Los filsofos de inclinacin cil'n tfica repudian las premisas metaf sicas y teolgicas, pero quiz 11o han apreciado suficientemente las verdades de la tica aristotlica. 1 11debidamente i 1nprcsionaclos por el relativismo tico de los antro-pl'llogos del siglo xrx, no se p ercataron de que, aunque hay un plura-,, no v un rdati\ ismo de los modos de ser (esto es, las costumbres (k la r;1asa), existen nn obstante ciertos aspectos comunes y const~ntes ln los ideales nwralrs ele la mayora de las culturas, lo mismo antrguas que modernas, orientales que occidentales. Es, por supuesto, deplora-hl

  • 140 1-!ERBERT FEICL

    NOTAS

    1 H ans R eichenbach, L.\'f!erienu anrl l'r f' d: tivn ( Chicago, 1938). " Para exposiciones lcidas recientes , -ase C. C. Hcmpcl, l'hilosoj!hy of

    Na tural Scieuce ( Englewuods Cliffs, ::\. J., 1966) y R. Carnap, Philvsoj;hical Foundations of Physics (::\ueva York, 19li6 ) .

    3 C otejar llritish Journal for !he Philowj;hy of Scirnce (aos recientes) varios artculos de Popper, Bar-Hillel y otros (sobre la probabilidad y la induccin) .

    Cotejar especialmente con P. K. feyerabend , ''Problemas del Empirismo", en R. G. C c> lodny, cd., Beyond the J:dge of Certainty (Englcwood Cliffs, N. ]., 1 965 ) .

    t. Erncs t 1\agel, The Structllre o/ Science (Nueva York, !91il ) . " Cotejar Ernest Nagel y J ames R. Xcwman, Godel's Proof ( Nueva York,

    1958 ) . : Cotejar Herbert Feigl , " Lo Mental y lo Fsico" en el volumen 2,

    M innewta Studir1s in the Philosophy o/ S cience (:Minneapolis, 1958 ); ]. ]. C. Smart, Philosoj;hy and Scientific Healism (:\'ueva York, 1963 ) ; Wilfrid Scllars, " El Empirismo y la Filosofa de la M ente", en el volumen 1 de Minneso-ta Sttu/ie; in the Philosophy of Science (Minneapolis, 1956); Paul E. Meehl, "Thc Compleat Autocercbroscopist", en la obra de Paul K. Feyerabend y Grovcr :Maxwell , eds., Mind, Matter and 1Hethod ( ~1inneapolis, 1966) .

    s Mori tz Schlick, Gesammelte Aufasaetze ( Viena, 1938 ) . " F . S. C. Northrop, T he L ogre of the Sciences and the H umanities

    (Nueva York, 1947). 1 0 S. C. Pepper, "The Neural Identity Theory", en el ensayo de S. Hook,

    ed., Dimensions of Mind (Nueva York, 1960 ); Concept and Quality (publi-cacin p rxima).

    11 Paul A. Schilpp, cd., Th e Philosoj!hy of Rudolph Carnap, en Biblioteca de Filsofos Vivientes (LaSalle, Illinois, 1964) .

    12 Ludwig Wittgenstein, Philosophical lnuestigations (Nueva York, 19j3); Norman Malcolm, Dreaming ( Londres, 1959).

    I S F. S. C. Northrop, 1'he M eetmg of F.ast and W est (Nueva York, 1946). H M ax Born, Natural Philosophy of Cause ar1d Chane e (Londres, 1951 ) . 1 5 Ernest Nagel, Th e Structure of Science ( Nueva York, 1961 ) . IG R. E. Hobart, "El Libre Albedro involucrando el determinismo e

    inconcebible sin l", en Mind (Enero de 1934 ). 1 7 Herbert Feigl, "Validatiun and Vindication: An Analysis of the Nature

    and the Limits uf Ethical Arguments", en la obra de W. Sellars y J. Hospers, eds., R eadings in Ethical Theory (Nueva York, 1952 ).

    1 .-.:

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