la ciencia del perdón en la educación

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1 La ciencia del perdón en la Educación Doctora Evangelina Rodríguez Domínguez Docente de la Universidad Pedagógica de La Habana, Cuba Docente de Maestría y Doctorado de la Universidad “César Vallejo” Introducción El perdón, se ha conceptualizado de diferentes formas, generalmente, se piensa que es olvidar. El asunto es enfocado de muy variadas maneras, algunas personas confunden perdonar con aceptar acciones crueles otras piensan que se perdona con el fin de arreglar la relación con el ofensor. Muchos temen perdonar porque se piensa que a través de este acto no se podrá obtener justicia. Algunos creen que el perdón es el paso previo a la reconciliación. La mayoría piensa que perdonar es olvidar lo ocurrido, o que se tiene que hacer por las diversas creencias religiosas que se pueden tener. Cada una de las ideas anteriores son errores conceptuales acerca del perdón que están erradas y han sido fundamentadas por la cultura y la religión, arraigándose en la creencia popular sobre el perdón. Muchos autores, entre ellos Luskin, (2008) considera que es el sentimiento de paz que va naciendo a medida que el dolor se deja de tomar personalmente. El perdón es experimentar la paz en el momento presente, El perdón no modifica el pasado, pero cambia el presente. Perdonar significa que a pesar de estar herido, uno decide lastimarse y afligirse menos. Para Riso (2004) el tema del perdón es arduo y complejo, sin embargo tiene implicaciones terapéuticas asombrosas en problemas en lo que la ira, el rencor y el odio son determinantes, Perdonar no es absolver. No implica borrar la falta como por arte de magia o hacerla a un lado como si nada hubiera pasado. El hecho queda registrado en la historia y por tal razón el pasado siempre está vivo de alguna manera en la memoria. Como consecuencia de lo anterior, perdonar no es olvidar. El perdón no es amnesia, entre otras porque no sería adaptativo borrar al infractor de nuestra memoria y quedar por ingenuidad en riesgo de un nuevo ataque. (Riso, 2004). Al que perdona no le pasa nada raro en la memoria, simplemente decide hacerse un regalo. Cuando el indulto se otorga, el recuerdo sigue, pero ya no hace daño. El proceso del perdón, incluye un beneficio en ambos sentido: alivio del resentimiento de quien lo ofrece y de la culpa y la vergüenza para quien lo recibe. No solamente es un obsequio para quien lo entrega, sino una forma de auto recompensa y liberación. El perdón es una manera de lavar el alma y la mente. Es purificar el mundo interior. Al acto de perdonar se llega por dos caminos: la reevaluación objetiva de los hechos o el amor. Perdonar no es otorgar clemencia, porque no ejercemos la función de jueces, al menos en la vida normal de relación. Perdonar no es sentir compasión. La compasión solidariza con el dolor de la víctima, es una “virtud afectiva” se trata de sensibilidad, de solidaridad emocional o de contagio, ya que el dolor ajeno nos toca o se refleja a través nuestro. Perdonar no es renunciar a la justicia, es ejercerla sin rencor, sin ira, sin aberraciones violentas. “Perdono pero exijo justicia” no por rencor sino por principios. El error se disculpa, la maldad se perdona. Se perdona al ignorante, pero se perdona al malvado. Perdonar reduce el estrés. No perdonar puede ser más importante como factor de enfermedades cardiacas que la misma enemistad. Las personas que culpan a otras de sus problemas se enferman más, por ejemplo de cáncer o del corazón. Quienes piensan en no perdonar muestran cambios negativos de la presión arterial, la tensión muscular y las respuestas inmunológicas. Las personas que se imaginan perdonando a su ofensor sienten mejoría inmediata en su sistema cardiovascular, muscular y nervioso. Inclusive las personas que han sufrido pérdidas devastadoras pueden aprender a perdonar y sentirse mejor psicológico y emocionalmente. Para Chopra (2005: 64) “La compasión total se traduce en perdón total,” usted no puede obligarse a perdonar a nadie. El perdón no pertenece al ámbito de la mente. Es un sentimiento del corazón. Entonces nos enfrentamos nuevamente a una paradoja, porque tal parece que cuando no ablandamos el corazón y

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La ciencia del perdón en la Educación

Doctora Evangelina Rodríguez Domínguez

Docente de la Universidad Pedagógica de La Habana, Cuba

Docente de Maestría y Doctorado de la Universidad “César Vallejo”

Introducción

El perdón, se ha conceptualizado de diferentes formas, generalmente, se piensa que es olvidar. El

asunto es enfocado de muy variadas maneras, algunas personas confunden perdonar con aceptar

acciones crueles otras piensan que se perdona con el fin de arreglar la relación con el ofensor. Muchos

temen perdonar porque se piensa que a través de este acto no se podrá obtener justicia. Algunos creen

que el perdón es el paso previo a la reconciliación.

La mayoría piensa que perdonar es olvidar lo ocurrido, o que se tiene que hacer por las diversas

creencias religiosas que se pueden tener.

Cada una de las ideas anteriores son errores conceptuales acerca del perdón que están erradas y han

sido fundamentadas por la cultura y la religión, arraigándose en la creencia popular sobre el perdón.

Muchos autores, entre ellos Luskin, (2008) considera que es el sentimiento de paz que va naciendo a

medida que el dolor se deja de tomar personalmente. El perdón es experimentar la paz en el momento

presente, El perdón no modifica el pasado, pero cambia el presente. Perdonar significa que a pesar de

estar herido, uno decide lastimarse y afligirse menos.

Para Riso (2004) el tema del perdón es arduo y complejo, sin embargo tiene implicaciones

terapéuticas asombrosas en problemas en lo que la ira, el rencor y el odio son determinantes,

Perdonar no es absolver. No implica borrar la falta como por arte de magia o hacerla a un lado como

si nada hubiera pasado. El hecho queda registrado en la historia y por tal razón el pasado siempre está

vivo de alguna manera en la memoria.

Como consecuencia de lo anterior, perdonar no es olvidar. El perdón no es amnesia, entre otras

porque no sería adaptativo borrar al infractor de nuestra memoria y quedar por ingenuidad en riesgo de un

nuevo ataque. (Riso, 2004).

Al que perdona no le pasa nada raro en la memoria, simplemente decide hacerse un regalo. Cuando

el indulto se otorga, el recuerdo sigue, pero ya no hace daño.

El proceso del perdón, incluye un beneficio en ambos sentido: alivio del resentimiento de quien lo

ofrece y de la culpa y la vergüenza para quien lo recibe. No solamente es un obsequio para quien lo

entrega, sino una forma de auto recompensa y liberación. El perdón es una manera de lavar el alma y la

mente. Es purificar el mundo interior. Al acto de perdonar se llega por dos caminos: la reevaluación

objetiva de los hechos o el amor.

Perdonar no es otorgar clemencia, porque no ejercemos la función de jueces, al menos en la vida

normal de relación.

Perdonar no es sentir compasión. La compasión solidariza con el dolor de la víctima, es una “virtud

afectiva” se trata de sensibilidad, de solidaridad emocional o de contagio, ya que el dolor ajeno nos toca o

se refleja a través nuestro.

Perdonar no es renunciar a la justicia, es ejercerla sin rencor, sin ira, sin aberraciones violentas.

“Perdono pero exijo justicia” no por rencor sino por principios.

El error se disculpa, la maldad se perdona. Se perdona al ignorante, pero se perdona al malvado.

Perdonar reduce el estrés.

No perdonar puede ser más importante como factor de enfermedades cardiacas que la misma

enemistad.

Las personas que culpan a otras de sus problemas se enferman más, por ejemplo de cáncer o del

corazón.

Quienes piensan en no perdonar muestran cambios negativos de la presión arterial, la tensión

muscular y las respuestas inmunológicas.

Las personas que se imaginan perdonando a su ofensor sienten mejoría inmediata en su sistema

cardiovascular, muscular y nervioso.

Inclusive las personas que han sufrido pérdidas devastadoras pueden aprender a perdonar y sentirse

mejor psicológico y emocionalmente.

Para Chopra (2005: 64) “La compasión total se traduce en perdón total,” usted no puede obligarse a

perdonar a nadie. El perdón no pertenece al ámbito de la mente. Es un sentimiento del corazón. Entonces

nos enfrentamos nuevamente a una paradoja, porque tal parece que cuando no ablandamos el corazón y

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sanamos cariñosamente sus heridas, nos protegemos contra el mal. Cuando construimos fortalezas para

protegernos, solamente nos hacemos más vulnerables”.

El perdón no es un simple mecanismo para liberar de culpa a quien le ofendió, el perdón es un

mecanismo para ser libre de la amargura que dejó esa acción en el corazón. Se puede decidir perdonar a

alguien, que no está arrepentido de verdad de habernos dañado, porque la intención al perdonar, no es

que esa persona quede libre de culpa, sino que quedemos libre en nuestro interior, que tengamos paz,

que podamos vivir bien, que haya desatado la amarra que nos tenía detenido en el puerto.

Es muy importante saber, que el perdón no exime de culpa al ofensor, sino que libera al ofendido.

Usted y yo necesitamos decidir perdonar, para ser libres de las heridas del alma.

Se ha escuchado muchas veces la frase: "yo perdono, pero no olvido", y pensamos seriamente que si

no olvidamos, es debido principalmente a que realmente no hemos olvidado, pero esto también es un

error, el perdón no implica nunca que olvidemos todo, el perdón no produce amnesia, no es indispensable

que olvidemos para perdonar, podemos perdonar y estar consciente del daño que se nos hizo, pero

hemos decidido que ya no nos va a afectar nunca más en nuestra vida.

Hay un punto muy importante, es que podemos decidir perdonar, tomamos la decisión de ya no traer al

presente las cosas pasadas, incluso nos mantenemos firmes en la decisión de no criticar, ni agredir a la

persona que nos ofendió. Sin embargo, no podemos decidir dejar de sentir. Si usted quiere de verdad,

que se vaya lejos lo que siente, no depende exclusivamente de usted, pero no es imposible dejar de

sentir.

Cuando usted decida perdonar de una vez a alguien, es indispensable que lo confiese con su boca, no

piense en el perdón, hable del perdón, no importa que usted esté sólo, y piense: "si yo necesito perdonar,

yo debo perdonar, yo quiero ser libre de la culpa que otra persona me hizo a mí en su momento", pero no

es suficiente que usted lo piense, hay que confesarlo con su boca, aunque usted esté sólo en un lugar,

que salga de su boca libremente, hay una marcada diferencia inmensa entre pensarlo y hablarlo; con

nuestra boca tenemos el poder para la vida y poder para la muerte, poder para atar y poder para desatar.

¡Confiéselo!, cuando lo hablan, sienta esa libertad, ese peso extra que se va, tal vez acompañado de

lágrimas, tal vez acompañado de tristeza y de llanto, pero finalmente un ser libre.

Los pasos principales para perdonar a alguien son los siguientes, a saber:

a...Identifique plenamente la herida específica que le hicieron, y la persona que se lo hizo.

b..Decida perdonarla a pesar de lo que siente en su corazón.

c...Confiese con su boca ese perdón aunque usted esté sólo, no tiene que ir a decírselo a aquella

persona; lo puede hacer usted en la privacidad donde se encuentre en ese momento.

d..Yo podría ir y decirle a alguien: "te perdono por esto y aquello", y aquella persona decir: "pues mira si te

lo puedo volver a hacer lo repito otra vez".

e. Recuerde que el perdón no es para liberar de culpa al otro, sino para que seamos libres de las heridas

del alma.

f. Acérquese a Dios y dígale desde el fondo de su alma: "Señor, yo decido perdonar, quítame lo que

siento, borra de mi corazón estas heridas, dame un corazón nuevo, te entrego el mío, ven a mi vida

Jesucristo a ti te lastimaron profundamente, a ti te dañaron y te atreviste a decir a tu padre: "perdónalos

porque no saben lo que hacen", ¡Señor, yo te digo hoy perdona a tal persona, porque me lastimó

profundamente, y llévate de mi corazón este amargo sentimiento!, "yo hago mi parte, tu haz la tuya".

También nosotros hemos lastimado a mucha gente, con intención o sin ella, hemos herido profundamente

el alma de nuestros seres queridos; hay que pedirles perdón. Las situaciones que recordamos en las que

estamos conscientes que los hemos ofendido, necesitamos anotarlas, y debemos decirles: "perdóname".

Si usted no puede ir haga uso de una llamada telefónica, de una carta, de un correo electrónico o de

una tarjeta de disculpa, y dígale desde dentro de su corazón: "yo te lastimé en aquella ocasión, con esto y

con esta otra situación, te pido de corazón que me perdones", si la persona lo perdona o no ese no es

problema suyo, usted ya es libre de ese nudo, que lo tenía amarrado en su corazón. Usted y yo no

podemos decidir que los demás desaten sus propios nudos.

El perdón es un mecanismo para que nuestro corazón sane de las heridas, para que nuestra alma

brille, para que nuestra vida vaya en aumento, para que usted y yo podamos desarrollar este potencial

que poseemos y que nadie nos puede quitar nunca.

¿A qué llamamos perdonar?

Según Orozco (2009), el perdón se contempla en todas las sociedades humanas como una forma

que permite la cura del alma y el progreso espiritual. El que perdona no solo se cura a sí mismo, sino que

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su alma entra en paz, teniendo una mayor vitalidad y un claro sentido del para qué se vino a esta

existencia. La falta de perdón, quizás es el motor que en la actualidad promueve tantas enfermedades de

índole psicológicas, entre ellas la depresión.

Una vez que se tiene claro el concepto del perdón, se debe tomar en cuenta sus beneficios para el

organismo desde el punto de vista bio-psico-social. Según Chopra (2008) el ser humano es el único ser

vivo que siente culpa y vergüenza. En esta afirmación, el autor destaca la combinación de una inteligencia

racional y emocional.

Es precisamente, esa inteligencia racional, la que permite la evaluación cognoscitiva de las

consecuencias de la conducta emitida y el procesamiento de la información emocional que llega al

cerebro. Con base a esto, el perdón es una alternativa, que permite “regular” hasta qué punto la persona

deja que aquel hecho lo afecte y si lo afecta en qué intensidad, no se olvida el hecho, pero se aprende a

vivir y a desarrollar la capacidad de resiliencia ante las adversidades.

La resiliencia es un concepto psicológico que define la capacidad de las personas de sobreponerse a

la adversidad y ser fuerte en las crisis.

Rivas Lacayo (2009), presidenta de la Asociación Latinoamericana de Desarrollo Humano y de la

Asociación de Orientación Holística de la República Mexicana y autora del libro “Saber Crecer” afirma “Sin

perdón no podemos crecer ni fortalecernos en la adversidad. No logramos tampoco ser resilentes.

Algunas personas mantienen su dolor al rojo vivo para demostrar al mundo lo mal que han sido tratadas,

sin querer darse cuenta de que se dañan ellas mismas al hacerlo. Cuando nos aferramos al dolor, la

autocompasión empaña la capacidad de dar a los demás y asumiendo el papel de mártires, nos sentamos

a esperar que alguien mágicamente resuelva nuestra vida”.

Para Rivas Lacayo (2009), el perdón ayuda a reconocer y admitir que se es frágil y que no se

necesita ocultar la debilidad.” Al hacernos consientes de nuestros límites evitaremos que la experiencia se

repita”

Tomando en cuenta lo anterior, en donde se visualiza el perdón como capacidad reguladora de las

emociones y de sobreponerse al dolor, se tiene las siguientes consideraciones:

Para Luskin (2008), el principal beneficio del perdón es la reafirmación de que no somos víctimas de

nuestro pasado. Ciertamente el pasado influye en el presente. El perdón brinda la clave para reconocer el

pasado como una experiencia y seguir adelante. Cuando se perdona se teme menos.

De esta forma al perdonar se desarrolla y fortalece la autoestima. La persona se hace más fuerte y

aprende qué le conviene y qué no le conviene. El segundo beneficio es lo mucho que se puede aprender

en cómo se puede ayudar a los demás. Según Luskin (2008), pocos conocen el poder que da un ejemplo

de perdonar, puede ayudar a muchos mediante el ejemplo de cómo enfrentar la adversidad y el dolor.

Perdonar es una acción que demuestra fortaleza, contrario a lo que se suele pensar que perdonar es

sinónimo de debilidad, y la misma puede ser un ejemplo para los demás.

El tercer beneficio del perdón, nace del amor y del cuidado que se ofrece a las personas importantes

en la vida, como los hijos, los alumnos. Generalmente las personas que sufren por la aflicción de las

víctimas, no son la que han lastimado, sino las que se preocupan por el sufrimiento del ofendido.

El perdón y la salud

La salud humana es un complejo proceso sustentado sobre el equilibrio de factores

biopsicosociales, es decir, una persona sana tiene en equilibrio tanto su cuerpo como su mente en

adaptación con su entorno.

De lo anterior se desprende, que existe una relación entre mente y cuerpo y que la falta de

equilibrio en uno de ellos, afecta el equilibrio y el buen funcionamiento del otro. La enfermedad afecta

tanto al cuerpo como a la mente.

De esta relación mente/cuerpo nace la medicina psicosomática, que se centra en el estudio de las

interacciones entre los procesos psicológicos (mente) y la ocurrencia de ciertas enfermedades (cuerpo).

Establecida la relación, el psicólogo Robert Ader (citado en Goleman. 1996) se dedicó a investigar

cómo influyen ciertos procesos psicológicos, las emociones, en la salud (USA, 1974). Es así como nace

un nuevo campo de investigación, la Psiconeuroinmunología (PNI), que estudia los vínculos que existen

entre el sistema inmunológico y el sistema nervioso central. Su mismo nombre reconoce las relaciones:

psico o "mente"; neuro, que se refiere al sistema neuroendocrino (que incluye el sistema nervioso y los

sistemas hormonales); e inmunología, que se refiere al sistema inmunológico. Ha sido utilizada para

establecer posibles relaciones entre los factores de comportamiento y la progresión de enfermedades.

Se está descubriendo que los mensajeros químicos que operan más ampliamente en el cerebro y

en el sistema inmunológico son aquellos que son más densos en las zonas nerviosas que regulan la

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emoción. A cargo de estas investigaciones está el psicólogo David Felten (En Goleman, 1996) Él

comenzó notando que las emociones ejercen un efecto poderoso en el sistema nervioso autónomo (SNA),

que es el que regula diversas funciones del organismo. Detectó un punto de reunión en donde el

SNA se comunica directamente con los linfocitos y los macrófagos, células del sistema inmunológico.

Se descubrieron contactos semejantes a sinapsis, en los que los terminales nerviosas del SNA

tienen terminaciones que se apoyan directamente en estas células inmunológicas. Este contacto físico

permite que las células nerviosas liberen neurotransmisores para regular estas células (Goleman, 1996).

Luego de diversos estudios, David Felten concluyó que sin esas terminaciones nerviosas el

sistema inmunológico no responde como debería al desafío de las bacterias y los virus invasores. En

resumen, el sistema nervioso no sólo se conecta con el sistema inmunológico, sino que es esencial para

la función inmunológica adecuada.

Basándose en lo anterior, se ha establecido la hipótesis de que el estrés y las emociones negativas

generadas por el rencor como la ira, la ansiedad y la depresión, podían ser la causa de ciertas

enfermedades. Las investigaciones no han arrojado datos clínicos suficientes como para establecer una

relación causal, pero sí, se reconoce que, estas emociones, afectan la vulnerabilidad de las personas a

contraer enfermedades. Asimismo, se investiga si las emociones positivas son beneficiosas a la hora de

la recuperación de la enfermedad.

Estudios confirman que las emociones perturbadoras son malas para la salud. Se descubrió que

las personas que experimentan ansiedad crónica, prolongados períodos de tristeza y pesimismo, tensión

continua u hostilidad, cinismo o suspicacias implacables, debido a una situación de rencor, tenían el doble

de riesgo de contraer una enfermedad, incluidas asma, artritis, dolores de cabeza, úlceras pépticas y

problemas cardíacos.

Esta magnitud hace que las emociones perturbadoras sean un factor de riesgo tan dañino como lo

son, por ejemplo, el hábito de fumar o el colesterol elevado para los problemas cardíacos, es decir, una

importante amenaza a la salud (Goleman, 1996). Lo anterior no indica, en modo alguno, que todos

aquellos que tengan estos sentimientos serán más vulnerables a una enfermedad.

A continuación, se revisarán algunos aspectos en los que se aprecia la influencia de los procesos

emocionales que son generados del rencor, por la falta de perdón.

La Ansiedad

Para Chopra (2008), el miedo crónico del tipo que nos despierta en la noche y ataca sin previo

aviso en cualquier momento de la vida se conoce como ansiedad. Es una de las formas más comunes de

sufrimiento en nuestra sociedad, magnificada durante ataques y recuerdos dolorosos de un hecho

violento. La ansiedad se siente como una especie de temor no especifico. Puede sentirse en grado leve, y

entonces la persona se siente nerviosa e inquieta, o puede sentirse de manera aguda, cuando la persona

se llena de terror sin razón aparente.

El miedo se convierte en ansiedad cuando una amenaza pierde su ventaja inmediata pero no

puede olvidarse. La ansiedad, según el autor citado, tiene su asidero en la memoria. No viene de afuera,

sino de nuestro mundo interior.

Así, los procesos de ansiedad y depresión producen un incremento en la temperatura basal

corporal y en la resistencia de la piel, constriñen los vasos sanguíneos y generan inquietud motora

general. Todos estos factores dificultan la conciliación y/o mantenimiento del sueño. Palmero (1999)

refiere que el insomnio no solo se refiere a la imposibilidad de iniciar el sueño, sino también a la dificultad

de mantenerlo.

Durante momentos de gran ansiedad, sobre todos los producidos ante una situación de dolor o

miedo, el cerebro secreta grandes niveles de cortisol y norepinefrina que interfieren con las operaciones

normales de los mecanismos neurológicos para el aprendizaje y la memoria.

La Ira y La Hostiliaad

Para Chopra (2008), la ira es una emoción primaria, pero que en el mundo del miedo es una línea

secundaria de defensa. Las personas se tornan airadas cuando no pueden vencer sus sentimientos de

indefensión. El hecho de estallar en ira, tiene dos propósitos: hacer sentir a la persona que tiene el

control, sin el cual muchos entrarían en pánico total y el segundo propósito es que permite canalizar la

energía hacia fuera, proporcionando un enemigo externo al cual atacar.

La emoción de ira y la actitud de hostilidad, generado por el sentimiento de venganza, producen

una excesiva activación de las glándulas suprarrenales, cuya consecuencia es la producción excesiva de

cortisol, norepinefrina y epinefrina. Estas sustancias tienen efectos generales sobre el sistema

cardiovascular, pues aceleran el proceso ateorogénico y reducen la luz de los vasos. Si se mantiene

constante el volumen de sangre bombeada desde el corazón, la presión sanguínea va incrementándose

paulatinamente a medida que se estrecha el diámetro útil y despejado del vaso.

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También se ha visto relación con las ulceras estomacales, ya que se produce un incremento en la

secreción de ácidos en el estómago, que contribuyen a la formación de úlceras.

La Tristeza

Para Chopra (2008) en la base de la depresión (considerada como el extremo de la tristeza), hay

un componente de miedo y ansiedad. La depresión es el sufrimiento dirigido contra el “yo”. La actitud ante

la vida de la persona deprimida es de pasividad y resignación.

Existe una clara relación entre la tristeza y el cáncer, ya que aspectos emocionales de depresión

han provocado disminución en la capacidad funcional del sistema inmunológico, produciéndose un

crecimiento exponencial de estas células y se desencadena la enfermedad.

Por lo que respecta a otros trastornos importantes, el asma, se conoce en la actualidad que las

situaciones que producen sentimientos de tristeza, frustración y conflictos, dados por recuerdos dolorosos

del pasado, representan factores importantes para que ocurran ataques de asma. Igualmente se ha visto

su implicación los problemas capilares. (Palmero, 1999).

El Estrés

El hipocampo es particularmente vulnerable al continuo estrés emocional, por los dañinos efectos

del cortisol, Bajo estrés prolongado, dado por situación traumáticas y dolorosas, el cortisol ataca las

neuronas del hipocampo, reduciendo el ritmo en el que se agregan las neuronas, o incluso reduciendo el

número total, con un impacto negativo en el aprendizaje. La muerte de las neuronas del hipocampo

ocurre durante un sostenido aumento del cortisol, por ejemplo, durante una depresión severa o un trauma

intenso. Incluso en bajas dosis, los periodos de estrés extensos producen altos niveles de cortisol que

pueden impedir el crecimiento de esas neuronas, Goleman (2006). Con esto, se concluye que el estrés

tiene influencia en el aprendizaje.

Para Puche (1999), cuando las emociones dejan de cumplir la función o función de protección para

las que fueron creadas y empiezan a estorbar y limitar a la persona que la experimenta, se requiere

realizar un proceso de “liberación”. “El resentimiento, como su nombre lo indica, se presenta cuando

alguien, después de haber tenido un conflicto con otra persona hacia la cual ha sentido mucha rabia,

vuelve a sentir (resiente) esa rabia con frecuencia” (p.246). Puede decirse que la persona se “intoxica”

poco a poco al recordar constantemente y sentir otra vez la ira, que se generaliza invadiendo otras

dimensiones de la vida personal.

Luskin (20d08) establece que las investigaciones en los diversos campos sugieren que aprender a

perdonar es bueno de diferentes maneras. Cuando se perdona, se siente que las emociones positivas

aumentan y que es más fácil sentir esperanza, cuidado, afecto, seguridad y felicidad. También hay

beneficios por sentir menos furia. La persona puede experimentar menos depresión y desesperanza y

hasta reforzar la espiritualidad. “Las personas que aprenden a perdonar se vuelven menos ansiosas,

sufran menos estrés, aumentan su seguridad, son más calmadas, se deprimen menos, sufren menos y

aprenden a quererse más” (Luskin, 2008:83).

Cuanta más alta es la capacidad de perdonar de una persona, mejor es su estado de salud.

Así lo demuestran estudios científicos. Los rencores pueden generar estrés, ideas de venganza

que impiden razonar, insomnio, falta de apetito, falta de atención y así, generar enfermedad. Perdonar

es sanador: hoy este enunciado, que es un principio de fe reconocido por la mayoría de las religiones, no

solo vale para describir el impacto benéfico que este acto tiene en el plano espiritual de las

personas.Pese a que la del perdón es una ciencia nueva, ya tiene en su haber evidencia que indica que

cuanta más alta es la capacidad de perdonar de una persona, mejor es su estado de salud.El estudio

'Forgiveness and Physical Health', de la Universidad de Wisconsin, encontró que la intensidad con la cual

perdonan las personas está relacionada con distintas enfermedades: cuanto más perdonaron, menos las

padecieron y viceversa. Lo interesante es que esta relación se mantuvo constante en el corto plazo para

lo físico y un poco más a largo plazo para lo emocional.Los investigadores determinaron la relación entre

perdón y salud, de acuerdo con la frecuencia de algunos síntomas reportados.En otro trabajo clásico

sobre el tema, científicos de la Universidad de Tennesse pidieron a un grupo de estudiantes con

antecedentes de maltrato de sus padres, de sus amigos o de sus parejas, que recordaran los sucesos

más traumáticos; luego se les midió la presión sanguínea, el ritmo cardiaco y la tensión muscular, así

como su nivel de sudoración.

Comprobaron que aquellos que habían perdonado a los agresores presentaron niveles bajos en

estas variables y reportaron menos estrés y síntomas físicos de enfermedades, comparados con los que

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no habían podido olvidar ni perdonar lo que les habían hecho.Finalmente, durante el estudio holandés

'Concesiones, perdón o albergar rencores' ('Science'. 2001) se pidió a estudiantes que imaginaran haber

perdonado a su agresor y que rechazaran las actitudes de venganza; les permitían intercalar estos

pensamientos con "periodos para ejercitar su rencor". En estos últimos los participantes manifestaban

sentirse menos cómodos y con menor capacidad para controlarse; su presión arterial y su ritmo cardiaco

se aumentaban en estas etapas. El resentimiento, según los resultados del estudio, podía afectar el

sistema nervioso a corto plazo.Para explicar hasta qué punto las emociones negativas pueden afectar la

salud, Fred Luskin, psicólogo y director del Proyecto del Perdón de la Universidad de Stanford (Estados

Unidos), las equipara a aviones que vuelan durante días y semanas sin aterrizar; de acuerdo con el

experto, "los aviones del rencor se convierten en fuente de estrés, y con frecuencia el resultado es un

choque".

El ex sacerdote y conferencista Gonzalo Gallo, experto en el tema, dice que si bien el rencor es un

volcán en continua erupción, la gente no lo nota, "es un fuego que quema por dentro, consume a la

persona y la enferma emocionalmente".En ese sentido, manifiesta que hay tres tipos de sanación: "La

espiritual en la que la persona, aunque siga con una enfermedad, manifiesta bienestar; la emocional, que

permite a la gente liberarse de sentimientos dañinos, y la física, que la gente interpreta como milagros;

aunque algunos médicos no creen en ella, otros llegan a comprobar que hay males que desaparecen",

asegura Gallo.

Carlos Garzón, médico especializado en medicinas alternativas, afirma que si bien desde hace

mucho tiempo la medicina tiene claro que un porcentaje alto de las enfermedades tienen una relación

psicosomática, en la práctica la dimensión emocional de los pacientes nunca se mira.

A su consulta llegan con frecuencia personas afectadas por males crónicos para los cuales no han

encontrado alivio. "Después de observarlas, de hablar con ellas, acaba uno descubriendo que en el fondo

hay rencores que no han podido perdonar".

Recuerda el caso de una mujer de 54 años, que consultó por un dolor articular crónico, "había

conocido a muchos médicos y probado todos los medicamentos para tratar esta enfermedad, pero no

mejoraba; fue hablando con ella que encontramos que este mal se había manifestado justo por la época

en que empezaron los problemas con su pareja, de la que finalmente se separó", cuenta.

Después de profundizar en su experiencia, médico y paciente concluyeron que ella guardaba un

profundo rencor por lo sucedido, que afectaba no solo su salud física, sino sus relaciones familiares y

laborales, "hacer conciencia de eso, hablar, entender que era necesario perdonarse por lo ocurrido y

perdonar a su ex pareja le permitió, poco a poco, aliviar sus síntomas y mejorar la relación con su

entorno", dice.

¿Qué le pasa al organismo?

Para algunos médicos, la lógica del asunto radica en que los rencores, el odio y el malestar

invaden la corteza cerebral, con lo que el pensamiento y todas las actitudes acaban enfocadas en el

agresor; en consecuencia, se producen ideaciones de venganza, que limitan la capacidad para razonar;

esto se manifiesta con malestares e inquietud, que pueden enmarcarse en un síndrome de estrés y en

cuadros de depresión. Todo esto repercute en las estructuras orgánicas. En el caso de los estudiantes,

los resultados de un rencor prolongado a sus padres, profesores, amigos/as, etc., puede dejar huellas en

ellos que les entorpezcan el avance de sus estudios, de ahí la importancia de la educación para el

perdón, pero no solo de los estudiantes hacia aquellos que pueden haberlo hecho daño en algún

momento, sino también de nosotros, los maestros hacia ellos que, en algún momento, pueden habernos

heridos con actitudes inadecuadas.El afectado empieza a no dormir y a sufrir alteraciones del apetito. Con

el tiempo, esta situación compromete el sistema neuroendocrino, se alteran las hormonas, se bajan las

defensas y las personas se vuelven vulnerables a infecciones y a la manifestación de trastornos y

condiciones premórbidas; en últimas, aparece la enfermedad.Si es tan claro que liberarse de rencores

sería una forma de mantener a raya muchos problemas de salud, ¿por qué no simplemente decirle a la

gente que empiece a aprender a perdonar?

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La respuesta es que perdonar no es un proceso sencillo. Una encuesta de la Universidad de

Michigan demostró que el 75 por ciento de los adultos que participaron en ella dijeron estar seguros de

que Dios los había perdonado por errores pasados, pero solo la mitad de ellos afirmaron que habían

podido perdonar a quienes les habían hecho daño. En otras palabras, para la gente es más sencillo ser

perdonada que perdonar.Quizá este hallazgo guarde relación con el de una investigación de la

Universidad de Miami que sugiere que las personas que han sido víctimas de infidelidad sexual,

recuperan su tranquilidad con más facilidad cuando consiguen vengarse de su pareja.Y es que en

algunas sociedades el perdón se ha salido del ámbito de lo emocional y se ha instalado en lo jurídico:

para algunos grupos y personas, víctimas de atrocidades y violaciones de toda índole, perdonar equivale

a aceptar la impunidad.Por eso es necesario, de acuerdo con Luzkin, aprender a perdonar, entender que

este proceso no implica que el ofensor se salga con la suya o aceptar algo injusto. Significa no sufrir por

la ofensa y beneficiarse de sus efectos. En últimas, el perdón es para quien perdona y no para

quien ha ofendido.

El perdón en la Educación

¿EXISTE UNA RELACION CONCRETA ENTRE EDUCACION Y PERDON?

Sí, tenemos que educar a los seres humanos. El hombre por su naturaleza no nace hecho, es

decir totalmente realizado, “debe” hacerse hombre, construirse como hombre, por vocación cuando el ser

humano se va haciendo, se va encontrando a sí mismo, para lograr la felicidad.

La felicidad es el estado del hombre que se va encontrando consigo mismo.

La felicidad será total, cuando sea el mismo en plenitud y sepa convivir con los demás a través

del perdón.

El maestro tiene la obligación de conducir al educando hacia una meta o un fin, durante un

período o tiempo determinado. Lo que se deja de hacer hoy, se vuelve en biografía del alumno, en una

carga que pesa en las tomas de sus decisiones.

Educar significa conducir, manejar, llevar hacia...Es la apertura del amor hacia los educandos.

Ayer como hoy y siempre, pararse frente a los alumnos implica una comunicación de valores, virtudes, de

un estilo de trabajo y de una perspectiva frente a la vida.

La relación con el alumno nunca es inocua ni aséptica. El docente debe sustentar sus enseñanzas

con su vida propia, debe ir por delante. El ejemplo es el alimento de su liderazgo.

Cada uno de nosotros aprendemos a perdonar, por el ejemplo y testimonio de nuestros padres.

Ellos son maestros, educadores que guían nuestros actos hacia la felicidad, es decir, el desarrollo de

nuestra personalidad. Es impostergable en el ser humano la necesidad de enseñarle a perdonar, como

una de las razones fundamentales para enseñar a amar a la persona.

Debiéramos trabajar en los colegios el “Día Del Perdón”, para ir elaborando un proceso educativo

para aprender a perdonar.

Eventos como éste nos permitiría enseñar, educar, e instruir a las personas a saber perdonar, es

decir, a saber amar con misericordia. El país necesita de esta realidad para construir una sociedad más

justa y llena de amor.

Perdonar, porque hay mucha gente, muchas familias especialmente niños, adolescentes y jóvenes

que han sido heridos desde su fecundación. Es decir, una niñez maltratada física y espiritualmente. Una

adolescencia llena de problemas, con desequilibrios y falta de amor. Padres que no supieron educar e

instruir en la verdad, hogares destruidos por la violencia, separación y divorcios, padres extremadamente

castigadores que son seres humanos que se han mal educado, no porque ellos han querido, sino por las

circunstancias creadas por sus propios padres.

Los padres deben saber perdonar a sus hijos y los hijos a sus padres, porque ahí está el amor

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hecho misericordia.

¿Existe algún método de enseñanza para el perdón?

Sí. El método de enseñanza más importante, es observar en nuestros hogares, cómo las personas

se aman y aprender a perdonar. No es un libro que se lee o se comenta. No son imágenes estéticas que

recrean la vista, son hechos concretos, reales y particulares; cada persona tiene su historia su

personalidad, su carácter, que adornan a diario las actividades familiares.

El hogar se convierte en la primera escuela del perdón, donde padres e hijos intercambian

experiencias, teniendo como fundamento la comunicación. Ahí está el secreto para comprender que el

amor de Dios se extiende a la vida misma. Educar en el amor y la misericordia es poner en práctica la

enseñanza de la parábola del Hijo Pródigo.

¿Por qué es importante la enseñanza del perdón desde la niñez?

Que mejor época para elegir la práctica del perdón, porque sus frutos se podrán apreciar en la

adolescencia, juventud y la tercera edad.

Los educadores, tenemos que aprender a perdonarnos a nosotros mismos, reconocer errores,

también resaltar nuestras virtudes. Saber comprender y perdonar las actitudes de los alumnos. Pero

mucho más interesante es asumir con responsabilidad la noble tarea de enseñar y pedirnos perdón, por la

improvisación, el desamor y las faltas de comunicación entre colegas.

También este amor se hace extensivo al quehacer educativo, cuando ejercemos la labor de

evaluación, muchas veces injusta, dejando en el camino la motivación y el interés por rescatar la

autoestima de los educandos.

Fórmulas para que pedir disculpas sea más fácil a los chicos y chicas:

«Piropearles» siempre que su comportamiento sea como esperábamos.

Identificar lo que han hecho mal y explicárselo claramente. Si les ayudamos a identificar y concretar

los comportamientos que merecen una disculpa, entenderán más fácilmente lo sucedido.

Ayudarles a comprender el malestar propio y ajeno. Debemos estar atentos a sus reacciones y

animarles a poner palabras a sus sentimientos y a los de los demás.

Sugerirles formas de disculpa. Muchas veces los niños se quedan «bloqueados» si lo único que les

decimos es «pide perdón», sin más. Ofrécele alternativas. Por ejemplo, « ¿por qué no te acercas a tu amiga y le regalas una flor?» o «puedes dar un besito a tu hermanita por quitarle su juguete.».

Ayudarles a distinguir errores de actos deliberados. Deja claro que a veces nos equivocamos y lo

sentimos. Otras veces, el niño/a hace cosas que sabe que están mal porque está enfadado/a, furioso/a o porque le apetece tanto hacerlas que no puede controlarse.

Poner límites con cordura. Antes de perder la calma, señala la falta que ha cometido y sugiere una

acción reparadora. Con tres o cuatro años no hay niño «malo», sino malas acciones.

Enseñarles que todo lo que hacen tiene sus consecuencias. Si su conducta ha sido muy negativa,

además de pedir disculpas, quizá haya que hacer un dibujo y regalarlo o, incluso, dar un juguete propio.

No insistir en que digan perdón a toda costa. Es más importante que entiendan que algo está mal y

que se arrepientan, que decir palabras sin sentirlas de verdad.

Compartir disculpas. Asumir, por lo menos al principio, algunas responsabilidades a medias.

Como vemos colegas, esta nueva ciencia va abriéndose paso entre nosotros los educadores y debemos abrazarla como algo tan importante como la Pedagogía misma, la Didáctica, los contenidos que cada día, les trasmitimos a nuestros educandos, así, de esta manera, tendremos en el futuro, los ciudadanos honestos, reflexivos, analíticos, equilibrados y, sobre todo, equilibradamente felices, capaces, no de olvidar las injusticias y otros males de la sociedad, pero sí perdonar a aquellos que las provocan, y así, poder juzgarlos justamente, basados en la justicia y no en el odio o el rencor que, a fin de cuentas, no nos permiten juzgar de manera imparcial Los niños/as parecen tener corazones cálidos y abiertos al perdón. Por consiguiente, la educación al perdón es una posibilidad real para ellos.

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Al mismo tiempo, pienso que a los niños/as se les puede desanimar a perdonar si están rodeados por quienes ridiculizan o son indiferentes hacia el perdón. Por consiguiente la educación al perdón es vital. Se ha descubierto que niños/as tan pequeños/as como los de seis años, pueden aprender sobre el perdón y de esta manera reducir la cólera excesiva. Esperamos que los niños/as, al pasar los años, se conviertan en completos perdonadores, desde el punto de vista teológico, filosófico y psicológico Esperamos que, armados con esta profunda comprensión del perdón, cuando sean adultos, forjen una paz más satisfactoria en su comunidad que la de sus predecesores. Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI nos han enseñado que el perdón es la más importante vía hacia la paz en este mundo. Nuestro trabajo en la escuela es sencillamente actuar siendo conscientes de esto.

Muchas gracias

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