la chi va mntate a ella 4 ed

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La chiva – revista virtual carpediana – 4 ed. El texto una tabula raza… en el encuentro fatídico con la muerte…” La ChivA CarPEdiaNa La ChivA CarPEdiaNa La ChivA CarPEdiaNa La ChivA CarPEdiaNa Ed. 4 Ed. 4 Ed. 4 Ed. 4 El texto una tabula raza… El texto una tabula raza… El texto una tabula raza… El texto una tabula raza… en el en el en el en el encuentro encuentro encuentro encuentro fatídico con la muerte fatídico con la muerte fatídico con la muerte fatídico con la muerte …” …” …” …” Dirección: Jonnathan Narváez Edición: Camila Santos – Danilo Sánchez – Andrés Erazo Publican : Sandra López, Juan Felipe Castellanos, Tatan Narváez, Julián Marulanda, José Darío Toro, Mito Rojas, Juan Aristizabal, Juan Niño, Fernando Caicedo, Sergio Vega, Felipe Roa, Carlos Rojas, Natalia Polania, Álvaro Gaona, Camilo Gomina, Juan Quiroga.

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Page 1: La chi va   mntate a ella 4 ed

La chiva – revista virtual carpediana – 4 ed.

El texto una tabula raza… en el encuentro fatídico con la muerte…”

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en el en el en el en el encuentro encuentro encuentro encuentro fatídico con la muertefatídico con la muertefatídico con la muertefatídico con la muerte …”…”…”…”

Dirección: Jonnathan Narváez

Edición: Camila Santos – Danilo Sánchez – Andrés Erazo

Publican: Sandra López, Juan Felipe Castellanos, Tatan Narváez, Julián Marulanda, José Darío Toro, Mito Rojas, Juan Aristizabal, Juan Niño, Fernando Caicedo, Sergio Vega, Felipe Roa,

Carlos Rojas, Natalia Polania, Álvaro Gaona, Camilo Gomina, Juan Quiroga.

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La chiva – revista virtual carpediana – 4 ed.

El texto una tabula raza… en el encuentro fatídico con la muerte…”

En memoria de aquellos que viviendo existieron y

existiendo nos dieron la posibilidad de comprender el eterno presente

Julián Steven Sepúlveda + 1983 – 2010

HIJO DEL TIEMPO QEPD

“el presente continua, hoy es nuestro”

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El texto una tabula raza… en el encuentro fatídico con la muerte…”

¿Qué tan fugaz es la vida? ¿Qué tan eterna la muerte? Julián, éste mundo te ha quedado chico y en tu heroica cruzada haz compartido la inextinguible llama del vivir alimentada por la fuerza del luchar, del sentir y del amar te haz detenido en el tiempo y mientras el insensible tic-tac del reloj revolotea entre incautos e insensatos tu recuerdo se eterniza en lo más sublime de nuestros corazones... La quietud asesina, la indiferencia desgarra, la tiranía aflige cada vez más las venas de los pueblos olvidados, los sollozos lamentos de los pisoteados no han herido los oídos de los déspotas en sus tronos de blasfemias pero tú te proclamas vivo. y ese alentador susurro de libertad no se aquietará hasta convertirse en un grito libertario... tu partida nos duele agita cada fibra sensible, sería más fácil ahogar ese sentimiento en una bóveda de piedra pero es más noble enternecer el alma y sensibilizar las razones que nos impulsan a continuar con el legado que no calla en la firmeza que nos heredas porque mientras la injusticia prevalezca seremos tu boca para denunciar y velar por quienes su voz no es escuchada… mientras la indiferencia se haga sentir en el sin sentir seremos tus hombros siempre dispuestos a ser apoyo de los afligidos mientras la destrucción nos carcoma seremos tus manos y tus brazos leales herramientas de creación y mientras el egoísmo reine en este mundo seremos junto a ti, un solo corazón dispuesto a amar, a sentir y a soñar... Porque hermanos todos, Carpedianos defensores del eterno presente, Ahora tenemos una razón más para continuar hasta el final... Julián Te haces presente en nuestra vida y vivirás en ella hasta que nosotros mismos nos detengamos en el tiempo y c ontinuemos nuestro legado con quienes nos presten su ser para actuar...

(nocturno – Quimbayas)

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Que ha de ser de la muerte sin la vida, del instante si desesperamos, del caminante sin camino

y del camino sin el caminante.

Las partidas serán desde siempre intrascendentes, un vago desencuentro más entre los cientos

de desencuentros, con Julián la nostalgia del se fue no tiene causal en su partida, pues en vida

toda sonrisa comprendió aquello mismo que amamos y por tanto soportamos.

Hijo del Tiempo finito como todo, impaciente en su torpeza adelantó el caminar para seguir

guiando la esperanza del estoy en pasajes menos serenos, poco sabemos del lugar que

corresponde pues en el eterno presente, unos se van y otros quedamos, sólo resta dejar que la

brisa aquiete la angustiosa estancia en éste terreno donde locos, poetas y amantes nos damos

cita para celebrar la vida, pues no queda opción, unos parten otros quedamos.

Que he de decir de las lágrimas si son muestra de la firmeza que en cada momento nos

humaniza, llorar, llorar eso tranquiliza el alma, pero nunca naufragar, pecho al absurdo mismo

del vivir pues sin la muerte no tendría asidero el existir. Carpedianos todos somos

aprovechando ese presente, no le des más vueltas como el demente, hoy se va mañana nos

vamos, recordar, es asilarnos en lo que pudo ser, aceptar es resignarnos a lo que pasa, avanzar

es caminar bajo la sombra gris del árbol que ausente cobija la calma.

(Tatan – Quillasingas)

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(José Darío Toro Osso - Yanaconas)(Finalista en un concurso de fotografía juvenil en el departamento del

Crear es posibilitar mundos diversos en

escenarios controvertidos, ser creativos

supone lanzar la mirada más allá de la

difusa controversia y llegar a acuerdos

inimaginados

La chiva – revista virtual carpediana

El texto una tabula raza… en el encuentro fatídico con la muerte…”

Yanaconas) Finalista en un concurso de fotografía juvenil en el departamento del Huila)

Crear es posibilitar mundos diversos en

escenarios controvertidos, ser creativos

supone lanzar la mirada más allá de la

difusa controversia y llegar a acuerdos

inimaginados (Tatan)”

revista virtual carpediana – 4 ed.

El texto una tabula raza… en el encuentro fatídico con la muerte…”

Crear es posibilitar mundos diversos en

escenarios controvertidos, ser creativos

supone lanzar la mirada más allá de la

difusa controversia y llegar a acuerdos

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CÁNTICO DE INICIACIÓN DE CARNALES AL IDEARIO CARPEDIANO

En ti se halla la fuente de vida y de luz,Acompañas cada momento de mi historia,

Siendo causa de la vida, del destierro y la muerte,Hazme comprender que más acá de la materialidad de mis actos

Por sobre la

Hombres y humanos de todos los espacios,Ustedes que me legan vuestra esencia,

Ínfimo egoísmo con escollos de bondad,Instruyan mi lengua a través de la palabra,

Para poder actuar, ser, estar y existPara interpretar y siendo único realmente vivir.

Carnales, caciques, colegiados todos hermanos,Ustedes que participan la unidad en lo diverso,

Transeúntes, camina

Acompañen la senda hoy por mi iniciada,Permitir que esté, avance o me marche,

Indagar el más minucioso argumento de mis decisiones,

Y abandonar en el sin sentido si es

Pues amamos lo que somos y somos lo que hacemos…

La chiva – revista virtual carpediana

El texto una tabula raza… en el encuentro fatídico con la muerte…”

CÁNTICO DE INICIACIÓN DE CARNALES AL IDEARIO CARPEDIANO

Naturaleza creadora, En ti se halla la fuente de vida y de luz,

Acompañas cada momento de mi historia, Siendo causa de la vida, del destierro y la muerte,

Hazme comprender que más acá de la materialidad de mis actosy mi absurdo entender,

Por sobre la hojas, el viento y el agua, Mi ser se reduce a la nada.

Hombres y humanos de todos los espacios,

Ustedes que me legan vuestra esencia, Ínfimo egoísmo con escollos de bondad,

Instruyan mi lengua a través de la palabra, Para poder actuar, ser, estar y existir,

Para interpretar y siendo único realmente vivir.

Carnales, caciques, colegiados todos hermanos, Ustedes que participan la unidad en lo diverso,

La controversia en el acuerdo, La angustia en la calma,

La adversidad en la dificultad, Transeúntes, caminantes de instante, Maximizadores del eterno presente,

Acompañen la senda hoy por mi iniciada, Permitir que esté, avance o me marche,

Indagar el más minucioso argumento de mis decisiones, Refutar, comprender, acompañar,

Y abandonar en el sin sentido si es necesario,

Pues amamos lo que somos y somos lo que hacemos… Hijos del tiempo, Carpe diem

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El texto una tabula raza… en el encuentro fatídico con la muerte…”

CÁNTICO DE INICIACIÓN DE CARNALES AL IDEARIO CARPEDIANO

Hazme comprender que más acá de la materialidad de mis actos

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(Nocturno - Quimbayas)

Es tu piel clara y tibia Quien opaca la luz del sol en las cálidas mañanas Y arranca suspiros entre el viento Dejando escuchar las más hermosas melodías, Son tus manos tiernas y suaves Las más labradas herramientas de la creación Capaces de amansar la fiera más insaciable Y obligar a un hombre a abandonar todas sus cruzadas, Su espada y su fe Para aceptar como verdad una única caricia tuya Son tus ojos manantiales de luz de luna Que se derraman en la oscuridad de lo ignoto Llenando de un dulce olor de reseda Una atmósfera mística y sin nombre Donde nuestros sentidos no podrán jugar al engaño Eres tú en toda tu esencia Alma de ángel con silueta humana Respuesta urgente a mi vida que aclama Una sonata al amor y a la inocencia. Quiero hablarle a tu alma desnuda Tal vez palabras no basten O no merezca que tú me escuches No me importa… Si por un solo momento Puedo volar a tu lado No me quedará cordura para pensar en el abismo Que puede devorarme Prefiero encender un infierno a tu lado Que vivir con los querubes vacío y solo eternamente. Quiero que sientas conmigo Que mandemos sofismas y argumentos Donde nunca nos hagan daño Que solo importe lo que nuestras voces no puedan decir Y que retumbe como campanas ahogando latidos del corazón Tal vez para escribir solo sea necesario un papel y una herejía; Quiero escribir con mis dedos un poema sobre todas tus líneas Y que tu boca cárdena y divina devore todos mis pecados …¿me culparías? Culpa al ave que regresa al nido A esperar la suerte de una bala O a la flor más hermosa e imponente Que haciendo alarde de lo inverosímil Termina en las fauces de algún ser Cuyo único pecado es buscar belleza Igual loco, amante y poeta

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Al polvo algún día han de regresar, Tal vez yo no; persigo lo eterno Y en estos momentos lo eterno es esa verdad…

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(Nocturno - Quimbayas)

No es valiente quien dibuja una rosa Y la perfuma con un verso retórico y alado

Es valiente quien la arranca con su mano desnuda Y entierra sus espinas entre su carne libre de belleza

Quien es capaz de robarle a su existencia Los más desesperados gritos de angustia

Y quien se da cuenta que el amor solo existe Para los que no lo merecen

Quien es capaz de enamorarse de su propia desdicha Y convertir su sufrir en la más letal arma profana

Embriagarse con su propia sangre envenenada Y compartir su lecho con la locura.

Los cementerios están llenos de héroes Cuya historia está ensalzada en gloria

Tal vez no haya forma De que ellos disfruten su viaje de ultratumba

Y la única corona que adorne sus libidos despojos Sea la hiedra enredada sobre una lápida que se pudre en el tiempo

Prefiero el destino de los canallas Que se desangran bajo la pluma

Y se entregan a la más dura realidad…

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(Nocturno - Quimbayas)

Árbol estéril De grueso tronco y frondosas ramas Callado compañero cuya edad ignoro Dime cuantos aquelarres profanaron tu serenidad, Cuantos duendes le danzaron A una luna fría Que derramaba su luz tibia entre tus ramas, Dime cuantos amantes te robaron sombra Mientras juraban amor eterno, Amor banal que se ha apagado, Pero tú sigues aquí, igual de erguido En una irónica quietud ¡Que los cielos lloren y que el mar ruja! ¡Que las promesas se rompan, que el amor sea destronado Y las verdades creadas por infieles! Tu tranquilidad no me engaña, El ardiente sol del que se escondían Los amantes bajo tu lecho Le robaron el verdor a tus hojas, Le robas caricias al viento Y él te estremece con crueldad y sin pasión Pero sigues de pié… Larga vida a un heroico vasallo Que se proclama rey Cuando todos han caído. Intrascendentes

(Juan Aristizabal - Nutibas)

Incandescentes fueron tus labios cuando en tu ausencia apasionadamente observe,

Que tus ojos miel se habían ido y detrás de ello no corroía más que el silencio,

La tempestad y el dolor de tu partida removían las saladas paredes de mis lagrimales,

Y detrás de tu almohada mis mejillas color purpura se vestían de duelo

entonces, las lagrimas opresivamente cayeron…

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(Mito Rojas - Pijaos)

El solo pensarte una noche, es igual a pensarte todo el día Y creer que ya eres fuerte si no la ves en todo el día

Un solo momento basta, para derrumbar toda convicción Que en las nubes quedas cuando se rompe el corazón

En un solo instante piensas que estas bien

Cuando tan solo el amarte te hace sufrir también Que ignorancia del hombre al creer ser el mejor

Si ni siquiera esta contento con lo que tiene a su alrededor

¿Que importancia le da el hombre a sus actos? ¿Que creen ellos que están pensando?

Pero creen que no es errado Lo que ellos estas desarrollando

Si creen estar en lo correcto por haber llegado a este momento

¿Se sentirán orgullosos cuando el mismo destruya su pensamiento? Y ¿donde quedara aquel hombre sabio e incomparable?

Que con su misma arma que carga en su cráneo el la desarme

¿Donde esta el mundo en este momento de el que nosotros llamamos tiempo? Si ya hasta el hombre modifica sus sentimientos

¿Dónde están los sentimientos, de las personas que crearon hace tiempo? En un gran agujero que ellos mismos crearon y le siguen aportando

Y aun no han inventado, lo que su vida en un futuro les halla salvado…

Has de Saber

(Juan Niño - Arhuacos)

Bueno he sabido de mil cuentos, de esos que cuentan fantasías, que hablan de mil

maravillas, que encierran a nuestras pesadillas, que se riegan por el mundo y

comercian a su gusto.

También he oído de novelas que relatan pesadillas convirtiéndolas en maravillas,

en cosas que se vende sin temerle al subconsciente.

He sabido de personas que juegan con el mal ajeno, sin temerle a ser sinceros.

He sabido de maleantes, que son gente impensable, que torturan individuos por

sentirse más dignos.

He sabido de tradiciones en las que torturan animales, por simplemente creerse

intocables, por salir cargados en piernas y en sus manos un par de orejas.

Me he enterado de unas historias que relataban indixs africanxs, de como seres

blancos asesinaban a sus hermanxs.

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Y es que si a ti no te carga la conciencia saber que la humanidad día a día es mas

puerca, a mi a cada instante me revienta...

Me desespera saber, que es difícil interceder en este mundo tan cruel, tan

insensible, tan falible, tan duro como un muro, tan raspante e incierto, como lo es

el futuro…

Un futuro sin escritos, un futuro sin destino, un futuro sin sueños, un futuro sin

caminos, un futuro sin amor, un futuro de traición, un futuro sin carácter, un futuro

de culpables!...

Culpables de dejar morir a la madre tierra, o a tu madre por culpa de las guerras…

Guerras que crean las fronteras invisibles de cualquier tipo desde lo mas lógico

hasta lo mas instintivo, guerras provocadas por hombres de poca moral que alguna

vez solo pensaron en morir o matar!...

Final de nos

(Fernando Caicedo Albarello - Pijaos)

¿Recuerdas esa noche?

Leíste una página del libro que me acompañó durante la guerra.

Esa última guerra

entre mis mundos.

Debajo del minuto, dormimos.

En nuestro sueño,

que era uno entonces vimos lo negro y lo blanco brotar de la misma mano.

Y --espectadores de lo mal nombrado--

presenciamos nuestro fin: Vimos la mañana de hoy,

vimos el sonido viril de todos los acordes escuchamos el dolor de las viseras cansadas presenciamos moribundas ballenas varadas

celebrando nuestra muerte.

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Hades

(Sandra López - Quillas)

hades mi señor egoísta

te has llevado a tu reino

a quien hoy lloro en desconsuelo

mi llanto se convierte en grito desesperado

pidiéndote fervorosamente

el elixir de tanathos

mi alma solo recibe como respuesta tu silencio

y mientras tanto mi corazón se marchita

a falta de tu frio beso

en silencio te suplica

un alma desesperada

la liberes de su agonía

y le lleves al lado de su amado

y tu en respuesta has decidido

guiado por tu cruel

pero sabia justicia

negarle la muerte y

en cambio brindarle mas vida

pues aquel que busca

la muerte desesperadamente

solo la encuentra cuando

aprende a amar la vida

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(Sergio Vega - Quimbayas)

Antes, al caer la noche, La felicidad llegaba a mí, al saber,

Que esa bola gigante de fuego se ocultaba, Y cada alma que habita este desordenado mundo

Descansa en el aposento blando de una cama, O en el frio pavimento de una calle.

No existía idilio más sublime, El saber que tu,

Mi criatura de la noche seducida por la luz, En las noches como las que describo,

Llegabas a mí con tu seductora figura, Y mi corazón besabas.

Pero ya no;

Ya la luna, al traer consigo la noche, Y posarla en el iluminado cielo,

No trae la imagen de mi prometido. ¿Que abre hecho?.

¿Acaso una hermosa diva que asemejaba mi ser, Durante el día con sus labios tibios, tu corazón logro robar. Mientras yo en la noche soporoso y pasivo me encontraba,

Esperando tu llegada pasional?. ¿Por qué ya no te asomas en la ribera nocturna?,

¿Por qué me has dejado vivo y solo?, ¿No hubiera sido mejor, mi cuerpo matar,

En lugar de dejarlo mal herido?. Supongo que no que no querías cargar tu vida, con un muerto.

Ahora la noche solo me trae tristeza,

Al igual que el día que habita la ninfa que te quita de mi lado. El nocturno espacio estrellado, antes era un bello lugar,

Para meditar sobre el bien y el mal, Y disfrutar de tu suave cuerpo, Que acompañaba tus palabras, Que siempre mi alma alimento.

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Delirios del Corazón

(Anónimo - Gorrones)

¿Como puedo pensar si no me obedezco?, ¿Como puedo vacilar tonterías si no los he pensado?,

¿Como creo fantasías si no obedecen a mi primaria lógica?, ¿Por que no todo tiene sentido?.

He sido vagabundo de mi pasado y presente, Recuerdos pintados en lienzos se ven conscientemente,

Dudas escritas en el cielo apoderan mi mente, Más no dudo de sentir lo que quiero tener eternamente.

¿A cual debo obedecer?

¿A cual camino seguir es mi deber? ¿A cual ente mis servicios debo ofrecer?

Que delirio, mi alma tiembla de lo que veo y lo que puedo ver.

Me derrumbo en las flores, Caigo en ríos y lagunas de mieles,

Mis sentimientos se pelean en mí ser, Denme auxilio, un socorro, algo que me libre de mi tormento.

Sin dudar de mis locuras,

Y aterrizando en pastizales frescos y puros, Mi mente no reproduce lo que veo,

Mas mi corazón se hincha, Es como sentir la flecha de Cupido en mi pecho.

Que delirio, no quiero soltarme de mi felicidad,

Que me cubre de pies a cabeza sus besos, No quiero sentir cada minuto una soledad, Quiero ser su alma, su cuerpo, su mente.

Quiero ser su copa y vino,

Su flor más bella, Su cielo más hermoso,

Y su universo.

Dios, mí amado padre y creador, Me has dado desde que naci la locura,

Y de esa locura vivo toda mi vida, Tú sabes lo que he vivido, Has sido mi mejor amigo,

Te pido a ti y a tu ministerio, Que mi locura se convierta en su felicidad,

Y mi felicidad en su amor.

Dame aires para seguir luchando,

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El texto una tabula raza… en el encuentro fatídico con la muerte…”

Y deseos para complacerlo, Sueños para vivir su recuerdo,

Y amor, para sentir sus besos desde mi mente hasta mis pies.

Que delirio, que delirio, No es un amor tirano,

Ni un sueño, Es mi ciego amor,

Que ha llorado y se ha congojado, Dame más amor, dame más locura,

Dame más vida, dame más vida.

Déjame caer en flores, Déjame cantar en sus sueños,

Déjame ser su corazón, Déjame ser todo para su corazón, Lo deseo con mi furor y mi fuego.

Oh Dios, te lo pido

Distancia Larga

(Felipe Roa - Quillasingas)

Me he enamorado de la distancia, De una luz en el infinito, Tal vez un lapsus erróneo y confundido O un momento efímero de placer. Me he enamorado de una vos que agoniza Que cuando se susurra al viento, muere. Ahora esa distancia es lo que falta para que ella lo sepa Y tan solo una eternidad para que se haga realidad. Pero mientras espero, sonrío Mientras sonrío, miro al cielo Mirando al cielo, veo su rostro Y viendo su rostro, la beso.

El beso de la Traición

(Felipe Roa - Quillasingas)

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El beso de la traición sale de una boca con espinas Y entra en una noche sin luna y sin estrellas

Usa la lengua para lavar el pecado Y utiliza los dientes para sentir dolor.

Acaricia con manos de hule un cuerpo de madera

Acelera el corazón que bombea barro Y excita el miembro que muere

En el coito interrumpido por la conciencia.

Mueres sin saber la razón de tu partida En una cama de cobijas de piedra Y te despides del final de tu viaje

Con el beso que te mato.

*****

(Carlos Rojas - Quimbayas)

Quien pide permiso para poder amarte, Si el vagabundo te ha anhelado y tú vas infame, Pueda ser que tu belleza sea para la posteridad,

Y no seas un barco sin destino donde llegar, El viaje a ninguna parte tu has desertado,

Mejor será encontrar un destino no tan aislado, Isla no encontrada tú has de ser,

Quien llega hacia ti se ha de perder, Quien crea en ti será un incauto,

Piloto del inframundo que no teme ser reemplazado, Letras perdidas y cuentos encantados,

Quien ha terminado de princesa si en la nobleza no a estado, Se cree en castillos y vasallos,

Que contemplen tu bajeza para que imploren ser perdonados, No tiene lógica ni sentido seguir hablando de ti,

Vida te he ofendido y en pago he de sufrir, Lástima que en tanto camino andado,

Solo quedo avanzando parado, Hay aventureros y hay sonadores,

Yo me quedo sereno esperando salir a flote.

Desnudos

(Natalia Polania - Pijaos)

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Desnudos en la oscuridad afloran sus temores perdidos en la intimidad desvanecen sus rencores Desnudos palabra tras palabra examinan todos sus rincones sumidos en la inmensidad se encuentran buscando sus ojos Desnudos, cada ves más desnudos sin dejar nada a la imaginación buscando un lugar seguro desfallece su obsesión Desnudos sin estarlo expuestos a la más pura humanidad colgando cada prenda con la más clara precisión Desnudos y exhaustos felices, satisfechos desnudos y llorando pagan el café y se van

Patria Amada

(Juan Castellanos - Quimbayas)

Patria mueca muerde cadáveres con su justa sed de sangre,

porque en patria mueca solo se acepta una mueca como justa: Ser patriota.

Un patriota cojea fabricando historias de victorias

para creer por si solo en el orgullo de sus suelas,

antes de que el pie que desnuda intenciones hembras

acierte al confundir musgos con hojas.

Así hay patria cuando el diestro

es adiestrado por la increíble ceguera del contrario

y ante la comedia que produce el encanto del encuentro

podemos concluir, pero en secreto,

que solo hay patria bajo el cielo humano

si la mayor parte de las bestias son de carga.

Patria amada es el orgullo de un millón de esclavos.

El Dinero: ¡Vaya desgraciaEl Dinero: ¡Vaya desgraciaEl Dinero: ¡Vaya desgraciaEl Dinero: ¡Vaya desgracia!!!!

(Álvaro Gaona - Arhuacos)

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El texto una tabula raza… en el encuentro fatídico con la muerte…”

Al hablar de ropa de marca, de autos caros, de grandes mansiones, de joyas y todo tipo de

cosas lujosas, que me permito llamar superfluas, se nos vienen a la mente los conceptos

de comodidad, superioridad y buena vida, siendo el dinero el factor que mueve nuestra

vida y nuestro pensamiento, apartando nuestros sentimientos y afectando nuestra

capacidad para razonar.

Considerando esto, las clases altas son la

peor plaga de toda la historia. Su constante

búsqueda de capital y avaricia tiene al resto

del mundo en la ruina; junto a la economía

de mercado que ha impuesto este sistema

podrido, se ha encargado de atacarnos con

publicidad para volvernos esclavos de sus

productos, escondiendo la cruda realidad:

destruyen la naturaleza, discriminan a los

pobres y trabajadores, corrompen hasta al

más incorruptible y lo más importante… son,

lamentablemente, verdades comprobadas;

nadie se percata, nadie dice nada.

Mientras millones de personas sufren, los ricos viven encerrados en su burbuja de

realidad, aislados de todo lo demás, causando sin siquiera pensarlo, hambre, muerte y

destrucción, haciendo ver la ignorancia y apatía en que nos sume el dinero.

¿Por qué preferimos una camiseta, un collar o un par de zapatos que al bienestar e

inclusive la vida de alguien más? El dinero nos deshumaniza, nos hace superficiales, es

ese fascista que llevamos por dentro, que nos lleva a discriminar a los otros sólo para

pensar para nosotros y nuestros seres queridos… y se supone que vivimos en un mundo

equitativo y democrático, que broma.

Así, podemos ver como el materialismo corroe al ser humano, junto con se alma y su

mente. El vulgo permanece atrapado en el silencio y el engaño, y la “nobleza” permanece

atrapada en sus excesos y desdeñando poder. Parece como si un nuevo Apartheid hubiera

surgido en el mundo moderno y se estuviera apoderando de nosotros.

Los africanos mueren, los latinoamericanos sufren, los asiáticos se destruyan con las

guerras, nuestras mentes ceden a la propaganda. Este mundo es una completa falsedad.

Las multinacionales se apoderan de nuestros recursos y se aprovechan de nuestro trabajo.

Y la impunidad subsiste.

Como alguna vez dijo un buen amigo nuestro, con un tono certero y sensato: el dinero no

se come.

¡Stop Tortura Ani¡Stop Tortura Ani¡Stop Tortura Ani¡Stop Tortura Animal!mal!mal!mal! (Álvaro Gaona - Arhuacos)

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El texto una tabula raza… en el encuentro fatídico con la muerte…”

El toro tambalea mientras el torero le ensarta el estoque, dándole el golpe de gracia, la tribuna aplaude y el matador sale en hombros de la plaza… menuda bufonada. Al verdugo se le aplaude y a la víctima se le repudia.

¿Por qué suceden estas cosas? ¿Por qué existe tanta falta de tolerancia y empatía con los animales por parte de la raza humana? Sin duda, creemos que tanto la flora como la fauna de este planeta nos pertenecen, ya sea por tradición religiosa o como consecuencia del

pensamiento capitalista, lo cual nos ha llevado a ocasionar su destrucción y llegar a creer que son seres inferiores.

Tanto plantas como animales tienen el mismo derecho a vivir y ser bien tratados como nosotros, también son seres vivos y al igual que nosotros sienten y se ven afectados por lo que les pasa, no son inertes. Entristecen todos los episodios que presenciamos día a día alrededor del mundo, en los que se desuellan marsupiales, se queman aves, se les quitan las aletas a los tiburones, etc.; y viene la pregunta, ¿Y si nosotros fuéramos los “dominados” y no ellos? ¿Si el toro capoteara y el torero fuera muerto? También cabe destacar la producción de carne para consumo humano. ¿Sabe usted a cuánto sufrimiento son sometidos una res o un cerdo, por nombrar solo algunos ejemplos, antes de morir para ser procesados? Descargas eléctricas, quemaduras, golpes… todos sin necesidad. Además de esto, el ser humano ocupa el 38% de las tierras agropecuarias mundiales en ganadería, actividad que posee un alto rango de contaminación ambiental debido a la gran cantidad de gases de efecto invernadero que el ganado produce en sus heces y gases. Si se acabara con esta actividad, ayudaríamos en gran medida al medio ambiente y además protegeríamos la vida de muchos animales; el veganismo o el vegetarianismo serían formas de vida alternativas más saludables y más “verdes”. Ojalá nos concienticemos algún día de todo el mal que le hacemos a nuestros hermanos los animales, cosa que no merecen. Recordemos que el mundo no es sólo nuestro, que nosotros también somos animales, supuestamente racionales, cosa que a veces olvidamos, y por la cual nos ensimismamos en nuestra existencia. ¡Libertad para los animales! No más zoo-ilógicos, no más caza, no más maltrato… luchemos contra esto.

Crónica: “Mi visión de la minga” (Camilo Alejandro Gónima - Pijaos)

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Recién llegaba de la Universidad a la casa para almorzar. Decidí comer frente al televisor, para ver noticias también. Durante la usual serie de asesinatos e informes oportunos de la crisis económica, devoraba ágilmente carne y papas fritas, y para el final de la sección deportiva ya el plato estaba vacío. Después de esta entretenida sección pasaron un informe sobre una minga indígena que había llegado a Cali desde el Cauca y se iba a reunir con autoridades nacionales, departamentales y municipales para discutir los problemas derivados de la pésima distribución de las tierras y sobre la constante violación de sus derechos humanos, entre otras cosas. Y yo tomé la decisión de ir a fotografiarles y fotografiar el sitio que habían ocupado los días que tomara hacer acuerdos. Era miércoles y se iban el viernes. No necesitaba pretextos reales para salir a tomar las fotos, así que simplemente le dije a mi abuela que iría, que no se preocupara y que haría gala de toda la prudencia del caso para no ofender a nadie ni ponerme en peligro. Hacía referencia a esto último porque ella me había dicho momentos antes que en esas marchas se ocultaba gente que no deseaba ser fotografiada ni figurar en ningún medio, para evitar los señalamientos. Realmente iba porque quería probar mi pericia como fotógrafo, y porque no se pueden perder oportunidades idóneas para hacer un trabajo que vale la pena, aparte teniendo el centro de los acontecimientos a solo unas cuadras. Comenzó a llover torrencialmente. Desde el noveno piso de mi apartamento se oía el choque del aire con las paredes del edificio y el silbido de éste al pasar por las ventanas. Todo esto complementado por una gran cantidad de agua escanciada por un cielo gris y agresivo. Era difícil pensar que iban a ser las dos de la tarde tras los días de sequia previos a esa semana atípica. Busqué un bolso ligero y lo vacié mientras empacaba lo que consideraba necesario para mi primera jornada fotográfica real. Primero alisté mi cámara digital y las bolas de malabares. Consideré necesario sacar tomas desde un punto de vista más amplio, sin saber realmente con qué me iba a encontrar, entonces busqué un lente gran angular y lo metí en la maleta también. Guardé un rollo a blanco y negro en el bolso, consciente de que iba a acabar el que tenía dentro de la cámara análoga, que era a color. Saqué del armario el único impermeable que tenía para cubrir lo que llevaba y cubrir mi cuerpo de una lluvia que ya se había hecho inclemente. La cámara análoga no la guardé, pues consideré más importante cargarla a la mano, por si en el camino algo sucedía. También la llevaba sin forro, porque no alcanzaba a desenvolverla, enfocar y disparar. Antes de salir me vi al espejo. Unos tenis blancos, un jean azul oscuro, un bolso azul grisáceo y el impermeable caqui casi gabardina no daban una apariencia muy estética ni respetable, pero era práctico para el terreno. Me despedí de beso de la abuela y tomé camino del coliseo del pueblo, donde todos estaban ubicados. Estaba emocionado y tembloroso. Mientras bajaba por el ascensor recordé que había guardado el forro de la cámara en el bolsito, y eso me dio tranquilidad. Salí del edificio saludando al celador como siempre y apenas crucé la puerta sentí el agua en mi cara.

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Empecé mi camino hacia el coliseo por toda la Avenida de Los Cerros, y solo dos minutos después de haber empezado a caminar estaba enteramente empapado. Parecía que no tuviera impermeable. Los carros pasaban rápido por la avenida, lavándome las piernas y el costado izquierdo, pero después de tanta agua recibida ya no importaba tanto, y cada vez que me mojaban pensaba que era preciso acogerme a mi decisión, ser responsable por mis actos al arrancar en tan malas condiciones y no perder el tiempo disgustándome, porque la idea era llegar lo más pronto posible al coliseo. No pensé que el camino llegara a ser tan largo. Fueron casi diez minutos desde mi casa. Frente al C.A.L.I. 19 pregunté donde estaban asentados los indígenas y me dieron una de las indicaciones más precisas de mi vida: más adelante. Seguí y a medida que avanzaba veía una gran cantidad de plásticos negros, los mismos usados para las bolsas de basura, unas pocas carpas corrientes y algunas personas caminando rápido para esconderse de la lluvia. Vi entonces la entrada al coliseo, vigilada por guardias indígenas. Tres estaban en la puerta y luego llegó otro. Me aproximé decidido a la puerta vehicular, aprovechando que un carro salía, pero uno de los guardias me dijo que no se entraba por ahí, que era por la entrada peatonal, justo al lado izquierdo, por la acera. Fui entonces por la entrada apropiada y un guardia le dijo a otro que me hiciera una requisa. Parecía una sugerencia, por lo que supuse que el aludido tenía cierto rango entre los guardias. Al mirarlo con mayor detalle descubrí que era un tanto más anciano que los otros 3 que le acompañaban. Paré y pregunté si me harían la requisa, con una sonrisa en la boca. El guardia me preguntó si llevaba algún arma. Yo le dije que no, y solté la carcajada, añadiendo que mi única arma era la cámara. El hombre entonces me dijo que podía seguir, y yo le di las gracias. Caminé un par de metros y lancé una frase que repetiría muchas veces esa tarde: ¿Disculpen, les puedo tomar una foto? Ellos dijeron que si con una sonrisa, y después de enfocar, disparé, y tenía la primera foto de esta minga indígena. Me despedí e ingresé al asentamiento. Lo primero que noté fue la gran cantidad de plásticos negros usados como carpas regados por todas partes del terreno. La minga se alojaba en el pasto, mientras dentro del coliseo se llevaban a cabo las conversaciones pertinentes. Llovía intensamente pero el movimiento de la gente era constante y ágil. Después de esa primera impresión vi que había unas “chivas” naranjas con tocados rojos y verdes. Estaban cargadas con alimentos, y se veían personas adentro, acomodando cosas, hablando, descansando, resguardándose de la lluvia. Pensaba en que no era tan cierto entonces que habían marchado desde Piendamó hasta Cali, pero rápidamente hice un cálculo y no era posible que cupieran más de 15 mil indígenas en unos pocos vehículos. Era más lógico que cargaran con sus alimentos en ellos y los niños y los ancianos montaran en estos. Tomaba fotos cada tanto porque encontraba rostros que me gustaban, movimientos de la gente que eran especiales (como las rondas hechas por los guardias), organización en el terreno y matices en el paisaje producido por la sempiterna lluvia. Decidí tomar un descanso pegado a una pared del coliseo en el que se estaban reuniendo los indígenas y las autoridades. Me apoyé en los ladrillos de la pared y descargué mi bolso. La cámara permaneció colgada al cuello. Miraba a mí alrededor y pensaba un par de fotos para cuando se acabara mi descanso, y cuando me sentí satisfecho por el análisis que hice del sitio que estaba viendo, le hablé a la persona que estaba al lado mío.

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En este momento de la crónica debo confesar que había ido desarmado a la minga: no sabía quiénes estaban participando ni por qué razón protestaban. Solo sabía que debía tomar buenas fotos, que era una oportunidad para probar la teoría y la pericia con la que contaba en una situación real. Un fin egoísta. Pero a medida que pasaba por ahí tomando fotos me daba cuenta que las razones de movilización eran fuertes, porque niños y viejos habían ido, y porque se aguantaban con dignidad una lluvia incómoda para luchar por sus derechos y por su participación en la nación. Traté de sacarle las palabras, de hacer que me dijera cosas que me llamaran la atención… Le pregunté por su sitio de procedencia, por su cargo como guardia indígena y qué requisitos se debían llenar para serlo. También le pregunté por su estadía, por los sucesos en el camino de venida y por las razones de esta. Era indígena nasa-paéz y había venido desde Piendamó, Cauca, donde se ubicaba su resguardo. La venida desde allá había estado bien, libre de hostigamientos. Según él me explicaba, había sido una marcha pacífica que solo ocupó un carril de la carretera, librándose de presiones policiales. Incluso a la llegada a la ciudad la policía les colaboró en el paso y el ingreso al coliseo del pueblo, y las instituciones municipales les tenían los terrenos libres para la ocupación. A pesar de la lluvia, me contó, la situación era positiva y se estaban logrando acuerdos, y el estaba contento por ese motivo. Al preguntarle por las razones de su venida me dijo que buscaban respuesta para los problemas generados por los actores armados del conflicto. Directamente me habló de la pésima repartición de las tierras, de la reducción de los resguardos y de la violación de sus derechos humanos. La comunidad observaba a la gente y decidía después de un proceso de selección quien llegaba a ser guardia indígena. No me dijo de manera concisa que se pedía para ser guardia, pero mencionó que una de las cosas más importantes para serlo era no pertenecer a ningún grupo armado, y entre otras cosas ser respetado por la comunidad y tener liderazgo. Alcancé a emocionarme al ver en sus manos el bastón de mando. Me impactó estar frente a una autoridad indígena, aunque físicamente no fuera imponente: ni alto ni corpulento. Respecto a la labor de guardia, me comentó que apenas habían llegado se habían acomodado por el enrejado para impedir que entrara gente inescrupulosa, pero que la policía les había pedido que no lo hicieran, así que apostaron unos cuantos guardias en la entrada (los que me revisaron) y otros que estaban haciendo rondas, y había visto antes. Me preguntó por la cámara y yo le dije que era un estudiante aficionado a la fotografía que vio un informe especial de Caracol Noticias y vino corriendo a pesar de la lluvia a registrarles, y que guardaba la ilusión de hacer llegar estas fotos a algún medio si salían bien. El hombre sonrió y miró hacia las carpas, de manera adusta. Nadie me lo había dicho pero yo sabía que era hora de seguir y me despedí extendiéndole la mano. El la apretó con poca fuerza y me miró con algo de desgano. Le di la espalda y seguí fotografiando, pero no sin antes tomarle una foto. Días después de la ida a la minga, al comentarles a algunas personas la experiencia que tuve fotografiándola, me dijeron que había sido extraña la manera en la que me recibieron y me dejaron registrarles, pues los paeces eran desconfiados por todos los engaños, las masacres y las estafas. Yo dije en ese momento que no noté mala voluntad por parte de nadie, ni rabia, ni desconfianza; solo sonrisas, y una que otra burla.

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Las carpas estaban por todas partes, pero tenían formaciones regulares, más o menos en torno a los espacios de concreto, como canchas, ciclo rutas o pasillos para que la gente transitara dentro de la unidad deportiva, lo que facilitaba que captara escenas interesantes a medida que avanzaba por el coliseo. En estos sitios se ubicaban las chivas que tenían gente, comida y en ocasiones eran usadas para soportar las carpas. Había una muy especial ocupada por indias guambianas que estaban preparando un sancocho. Siete u ocho mujeres cortando plátanos y carne y cuidando el fuego mientras un par de hombres traían la leña para mantenerlo vivo. Así como en muchas otras carpas estaban cocinando, en otras la gente hacía zanjas para drenar el agua que se colaba, leía, dormía o hablaba. Considerando que esas escenas podría tomarlas después con otro rollo me dediqué a alejarme un poco del bullicio de las carpas y tomar planos del enorme y vivo asentamiento. Como la lluvia había cesado un poco el movimiento aumentaba, y cada vez mas guardias hacían rondas, y la gente salía de sus carpas. Perdí este momento especial porque se me había acabado el rollo, así que arrimé a una carpa vecina y pedí permiso para sentarme y cambiarlo. Me encontré entonces con un hombre ya mayor que estaba junto a un niño. Llamó mi atención un detalle de su gorro: la hoja de marihuana. Supuse que era un detalle aleatorio y que solo era ropa, pero fue suficiente para esconderme ahí de las gotas de agua indiscretas y de los rayos directos del sol que podían herir mis imágenes. Alcanzaron a salir dos fotos más del rollo que se agotaba, y ambas fueron para el señor del gorro, que ahora estaba al lado mío. Vio mi cámara y me preguntó por ella y por mi labor. Yo le dije lo mismo que le había dicho al nasa-paéz del principio. Para él fue suficiente, pero para otro de sus compañeros en la carpa no, y me preguntó por el funcionamiento de la cámara, por como salían las fotos del artilugio, y aunque sabía los nombres de los componentes de la cámara y del proceso de revelado me fue prácticamente imposible ponerlo fácil para que ellos me comprendieran. Hablar de químicos, de tiempos de exposición, de diafragmas y enfoques no era comprensible para mucha gente (yo todavía no lo entiendo del todo), y creo que lo expliqué tan mal que ellos empezaron a hablar en su lengua y me miraban y se reían. Hasta ese momento no había notado que hablaban mucho en su lengua propia. Cuando hablé con él nasa-paéz no escuché nada diferente al español, y cuando saludé y pedí permiso a la gente para fotografiarle tampoco. Sin embargo oía palabras que no conocía en ocasiones, y pensaba que estaba oyendo mal. De nuevo el fin egoísta de la fotografía me había hecho olvidar del sitio en el que estaba. Y fue el niño que acompañaba al hombre del gorro el que me abrió los ojos ante eso, pues mientras yo explicaba le balbuceaba cosas a este último en su propia lengua. El anciano le respondía en español, y cuando terminé la ola se corrió y hubo risas. Entonces me golpeó en la cabeza que había una gran cantidad de gente bilingüe, que se veía obligada a hablar en una lengua ajena para luchar por sus derechos y por sus necesidades, y para decir que sí, que se dejaba tomar una foto. Ese aspecto me hizo reformular un par de cosas: No nos interesa aprender su idioma para entenderles porque no tenemos intereses económicos con ellos, pero ellos deben hacerlo porque nuestra cultura ostenta el poder en el país, y ellos dependen de nosotros. Sin embargo nosotros debemos aprender inglés a toda costa para salir adelante e incluso ser aptos en nuestro propio país. Globalmente no nos diferenciamos de nuestros vecinos los indígenas, porque somos unos parias ante los “adelantados”, y eso que solo me refiero al idioma. La diferencia entre ellos y nosotros es que ellos admiten su estatus para con nosotros y se aceptan entre ellos, y nosotros ni lo uno ni lo otro.

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Apenas me senté concentrado a sacar el rollo de la cámara hice un triste descubrimiento: el lente normal se había empañado. Si bien se había mojado durante las fotografías más complicadas, no representaba realmente un peligro porque la misma brisa se encargaba de correr el agua del lente, y se podía secar solo, o con un paño muy suave para no rayarlo. La empañada era otra cosa, porque no sabía cómo remediarlo, y el calor corporal solo empeoraba la cosa. Pasaron cinco minutos y el lente se desempañó mágicamente, por lo que cambié los rollos y partí de mi carpa provisional, despidiéndome, como ya era usual. Estando con el rollo a blanco y negro fue diferente la mentalidad en el momento de tomar fotos. Considero que a color ya se ha pervertido mucho el carácter de la fotografía, y que revelar en escala de grises todavía genera respeto, por lo que me esmeré mucho más. La lluvia amainaba a ratos, pero enteramente empapado y con un lente semi empañado eso ya no importaba mucho. Temblaba menos y tenía mejor ojo para captar situaciones. Esta vez traté de captar la esencia de la vida entre las carpas. En las pequeñas estaban acostados los niños, hablando, durmiendo, riendo, jugando. En las grandes estaban los adultos, preocupados por la comida y por la reunión en curso. En esta nueva inmersión capté un par de cosas interesantes: Los indígenas hablaban en su idioma entre ellos, y cuando se acercaba algún extranjero cambiaban a español. Considero en este momento que pudo ser por respeto, porque no encuentro alguna otra explicación para esa actitud. Y también noté que ante la cámara no hubo belicosidad sino burla. La respuesta general ante la petición de la foto era “Tal va a romper la cámara”, y se reían. Era asombrosamente reiterativo. Una vez repetí foto dentro de alguna de las carpas grandes, donde había olla, y me ofrecieron comida. Hasta este momento me pregunto por qué no acepté. En el momento dije que no tenía hambre, y pudo haber sido cierto, pero tenía que haber hecho el campito en el estómago para recibirles sancocho y asado, que eran los platos del día. Hubiera sido fantástico compartir un plato de comida con ellos, y hablarles y escucharles, pero un estómago lleno también engaña. Ya me había fijado en la gran cantidad de comida que habían traído, y me pareció loable que fueran autosuficientes, para esquivar la dependencia del estado. Era impresionante ver las brigadas que se reunían para cortar, cocinar y asar todo el plátano, la papa y la carne. Ellos poseen algo que nosotros no, y es el trabajo en equipo. Todos trabajaban unidos si dependía de esto la actividad. Los guardias eran gente muy disciplinada, que marchaba junta y hacía reuniones. Los cocineros también cortaban y se pasaban cosas y se organizaban de nuevo y cortaban y pasaban. Los que hacían canaletas para evitar el paso del agua evitaban que el chorro le cayera a otra carpa desviando el surco y hasta los niños jugaban en grupitos. Era de esperarse que todo un pueblo se movilizara para protestar y acompañar sus procesos de participación en el estado. Y aunque hasta ese punto consideraba que había abarcado todo el coliseo del pueblo en busca de buenas tomas, no abarqué ciertos asuntos importantes que quiero expresar acá. No es porque ciertos eventos no merezcan ser fotografiados sino que una imagen no capta la belleza de una situación, o de un gesto, por lo incidental, efímero o por lo mal interpretable que pueda ser en la simpleza de una imagen. Me refiero a dos momentos. Cuando estaba cerca de una de las salidas del coliseo vi a un tipo con su carro y a unos indígenas cerca. Me aproximé para tener una idea de lo que estaba pasando y me sorprendió ver que un tipo joven, de aspecto pudiente, había entrado su carro y con el motor encendido estaba secando colchonetas mojadas por la lluvia. Cuando yo estaba pasando cerró el capó con algunas adentro y aceleró el motor. No me dio espacio de

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fotografiar ni nada, solo de apreciar el detalle. Y junto a esto vi a unas cuantas personas con bolsas de mercado para las comunidades asentadas. No alcancé a ver que se lo entregaran a alguien, pero no dudé ni un segundo en que se le daría buen uso, aunque le generaría confusiones al donante el no haber una caja o una recepción para estos víveres. Acabé el rollo después de un tiempo. La última foto que tomé fue la de un par de guardias caminando rápidamente hacia una de las salidas. Este último rollo lo había agarrado con un poco mas de cuidado, pensando en el lente empañado y en la calidad de las fotos de blanco y negro. Decidí dejar así y tapar la cámara con mucho cuidado, guardarla y sacar la digital, para tener un registro instantáneo de la situación. De una comprendí por qué la calidad de la fotografía estándar ha bajado tanto. Con esta cámara no había ningún problema de gasto, y la calidad y la nitidez estaban casi aseguradas. Tomar una buena foto desde lo técnico no representaba un desafío. Me regué un poquito fotografiando mí alrededor y empecé a buscar la salida. En ese momento decidí dejar de observar al resto de personas y preocuparme por salir, porque en cierto momento empecé a sentir un cansancio sobrecogedor. Era tan fuerte que pude haberme quedado dormido en una carpa fácilmente. Y como suele suceder en situaciones de cansancio, fui por el lado equivocado. Llegué a una entrada lejana y los guardias de esa parte me dijeron que no, que era por el otro lado que debía salir. Yo asentí resignado y me movilicé hacia donde creía que era la salida. Solo hasta ese momento me había dado cuenta de lo irregular del terreno y lo complicado que debió haber sido montar esas carpas. Me vi caminando entre montículos de tierra peligrosamente resbalosos, y no solo era esa parte, sino que había otros morros en los alrededores de las canchas, las vías peatonales y paralelos con la cerca que delimitaba el coliseo con la calle. Donde estaban las carpas habían ligeras inclinaciones, o en su defecto bruscas ondulaciones. Era complicado, y solo estando cansado me di cuenta. Llevaba caminando unos seis minutos cuando me encontré con una guambiana. Le pregunté si sabía la salida y algo nerviosa me la señaló con su índice derecho sonriéndome. Estaba a mi izquierda a solo unos 30 metros. Me pareció un excelente detalle que me lo haya mostrado con tanta decencia y sin rabia por la obviedad, así que quise tenerla en mi registro. Le pedí una foto y me la negó en primera instancia, pero le insistí un poco y me dijo que sí. Saqué la cámara digital y se la tomé. Le di muchas gracias y me enfilé hacia la salida. Apenas me despedí de la amable guambiana me quité el “impermeable”. Guardé la cámara digital y cubrí el bolso del agua (que ironía) con la prenda más inútil para esos propósitos, aunque para ese caso no hubiera servido nada, pues el bolso también estaba mojado. Decidí ponerlo realmente por el agua que le podía caer o golpear directamente de la salpicada inminente de los carros que pasaban a esa hora por la transitada Avenida de los Cerros. En muy buena onda la guambiana me gritó desde lejos que estaba pisando mi impermeable. Le sonreí agradeciéndole de nuevo y lo acomodé para no pisarlo más, aunque en ese momento no me podía importar menos. Llegué a la salida, que también había sido el sitio por el que había ingresado. No vi caras conocidas, solo muchos bastones de mando, un cordón de seguridad y a los guardias con verdaderos impermeables. Me pidieron que hiciera una cola para salir y muy diligente me paré en el sitio asignado hasta que estos dejaran salir. No demoró mucho y salí sin contratiempos. Un par de jóvenes que iban atrás se quejaban de los cordones y de los guardias, y hacían mofa

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de sus acentos. Supongo que estaban ahí por otras razones, pero me sentí muy cansado para enfadarme por ese motivo. Justo apenas salí me llamó una amiga para saber cómo estaba. No era una llamada de esas interesadas, porque realmente le interesaba saber cómo estaba y que hacía en ese momento. Le expliqué y lo primero que hizo fue resaltar mi estupidez al arriesgar la integridad de mi cámara análoga por no tener cuidado, y me explicó el cuidado y todas esas cosas que había omitido por el entusiasmo. Al relatarle mi trabajo del día se relajó un poco, pero creo que todavía me guarda cierto resquemor desde ese episodio. Me recomendó enviarla a mantenimiento y se despidió de mí con un sonoro beso telefónico. La llamada me ayudó a aterrizarme en horario: era poco más de las 3:30 PM. El camino de regreso a mi apartamento fue poco más que penoso. Si de ida me habían mojado, de regreso me lavaron un par de veces. Esos carros inmisericordes pasaban salpicando toda el agua enlagunada en la vía, que solo le caía al peatón. A los 13 minutos de haber arrancado del coliseo había llegado a mi edificio, completamente empapado y agotado pero con un enorme orgullo por la labor sentida. Sin embargo me sentí un poco mal al subir de nuevo por mi ascensor al noveno piso. Yo sí tenía a donde volver a secarme, a ducharme y a cambiarme de ropa a unas cuadras. Yo sí tenía una cama caliente y un plato de comida diferente a un sancocho en cualquier momento. Ellos no. Pero rápidamente me di cuenta de que no era lógico sentirse mal por tener mientras otro no lo tiene. Aparte… Ellos tienen su cultura ancestral, su cosmogonía propia, son unidos, tienen carácter, son orgullosos de su supervivencia, pero sobre todo tienen dignidad. Para pensar en esto si tuvo que pasar un buen momento, y cuando llegó me sentí algo miserable al volver a esta civilización tan equivocada. Muchas fotos salieron movidas, otras desenfocadas, otras borrosas por el lente empañado, pero salió un excelente trabajo. Tomó un tiempo aceptar las fotos malas, pero el talento impreso en las buenas sube el ánimo de cualquier persona. Las fotos me impulsaron a escribir la experiencia tenida en esta minga, la primera de mi vida. La cámara salió de mantenimiento hace poco. La dejaron muy bien, muy limpia y dispuesta para seguir trabajando. Me comprometí conmigo mismo a no exponerla al agua de nuevo para evitar mantenimientos costosos y largos. Más que una experiencia de cambio de posturas o de giro en la vida, esta minga me ha abierto los ojos. Desde una jaula de cristal no es mucho lo que se ve y al chocar con la realidad se producen, como diría mi primo, “contusiones cerebrales”. Perder el contexto es algo usual en la gente que trabaja por la sociedad. Es importante saber a quien se quiere ayudar para hacerlo de la mejor manera y no adivinar o hacer las cosas mal. Aparte estos indígenas me dieron una lección de humildad impresionante. Ninguno me recibió de mala gana en su carpa, y todo el mundo estaba dispuesto a seguir actuando naturalmente durante la foto. Ni quejas ni agresividad… Supongo que si alguien se mete a mi asentamiento en algún momento me molestaría, por el asunto de la privacidad y por el egoísmo que rodea mis acciones. La mayor conclusión que me deja esta experiencia es que debemos dejar de buscar un modelo sociopolítico y económico fuera de nuestras fronteras. Debemos dejar de buscar experiencias

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que no hemos vivido, como la Revolución Francesa, y mirar hacia las comunidades indígenas, que han dado ejemplo de coexistencia pacífica (por lo menos interiormente) y cuya situación es la de todo el país. Su palabra tiene más validez desde esta pragmática que la de teóricos ajenos a la vida colombiana. ¿Será muy difícil creer que la respuesta está tan cerca?

“Sueño de un hombre que recuerda”

(Juan Quiroga - Capitalinos)

Ha arribado de nuevo al pasado de sus viejos amores, aquella noche de lluvia simplona e insoportable, se dio cuenta que nunca supo amar, mas por cobardía que por incapacidad. Ya era tarde para aprender, loro viejo no aprende a hablar, no había más en la lacena, solo sexo sin compromisos y besos insignificantes. En el pasado se susurra un nombre que evoca viejos aromas, un nombre que viaja al compás del viento. Danza Ella. Él esta allí, en su cama, que en verdad no es suya porque jamás ha tenido nada, todo es de sus padres. Mira el techo, los muros, la oscuridad clarividente de una vida sin sentido. Las cosas han cambiado, amorfas sombras y difusos olores circundan la habitación, la sensación de que alguien te espía, sonidos incomprensibles, acompañan su débil sueño. Recuerda a su padre que aun no llega a la casa, designio de Dios que al día siguiente estaría enterrándolo. El recuerdo y el miedo se diluyen como todos los sueños se diluyen con el primer rayo de sol o con el canto de los gallos. Mira hacia atrás, camina de vuelta. No teme a las estatuas de sal, ni a los escombros de Sodoma. Cierra sus ojos mientras toma el aire, llena sus pulmones de un aire viejo y pesado, esta de nuevo allí, de nuevo escucha la lluvia precipitándose sobre el techo, de lo que mucho antes de que él naciera, era una cocina. Dulces recuerdos, piensa, de nuevo la incertidumbre que le carcome sus pensamientos. Unas Piernas largas, preciosas, blancas, delicadas e inmaculadas. El tiempo se detuvo, su respiración agitada, todo en el mundo desde ese momento era Ella, en el sonido de los carros, en los pasos que errados pisaban los charcos, en los ladridos de los perros, en el asma nocturna de los gatos. Era Ella quien bajaba por los ríos y se precipitaba desde diez metros de altura por el cauce de un río poco caudaloso, recorriendo paisajes invernales, opacando el encanto de los árboles eternos que vigilan entre la niebla de un paraíso de frailejones, que tampoco la sacaron de su cabeza. Hacia frío pero eso no era obstáculo para rememorarla, las montañas y el monte, el olor de la tierra húmeda que penetra por las fosas y refrescan los pulmones, atizaron cada día mas el recuerdo de Ella, hasta convertir cada una de las cosas en un atributo de esa personalidad arrasadora. Efraín estaba sentado en una silla recubierta de tela azul. Él, frente al hombre de las lenguas despreciadas, preguntó por ella, le interrogó por aquella carta que una noche de tristezas y depresiones escribió, describiendo hasta el más ínfimo de los detalles de su acongojada alma. Efraín habló. Habló de dos meses en los cuales no supo de ella y pensó que tal vez jamás volvería, no fue fácil, pero precisamente el día anterior regresó y le entrego los argumentos y las letras de un mensaje que para él, era desconocido.

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El texto una tabula raza… en el encuentro fatídico con la muerte…”

Se abre una puerta y un olor invade el cuarto, un aroma lleno de alegrías, primaveras, esperanzas emanan de una mujer desconocida. Era Ella, diferente, otra mujer pero en el fondo Ella, su cuerpo largo y pálido no existe, su rostro misterioso que eternamente esquiva el sol, sus piernas largas, delicadas, de doncella desaparecieron. Él no reconoció a la mujer que paso por el frente y se sentó a su lado, esa mujer que buscaba en sus ojos la fuente de aquella alma que se le revelará, a través de una carta, tan solo un día antes. Ella saluda a Efraín habla con él, mientras Él los observa sin entender que pasa. Ella se despide y abandona el cuarto de lo que hace algunos años era una cocina. Efraín con sus ojos verdes, viejos y gastados, le miran a Él sinceramente, corrobora con sus palabras temblorosas, para que no hubiese equívocos, que esa mujer era ella. Él mira al cielo y pretende encontrar explicaciones, alguna vez, en sus recuerdos más recurrentes, Ella tenía piernas largas y hermosas, un rostro de oprobio, una personalidad arrasadora, zapatos de niña adinerada y dicción de colegio bilingüe. Ríe Efraín, dice que ella siempre ha sido Ella, una mujer tan simple como una silla, una niña de lo más convencional, sin piernas hermosas y mucho menos con una dicción “inventada” de la Autopista Norte. En el cuarto estaban tres personas, Efraín, Él y una niña en el medio de los dos. -¿Quién es ella? , Pregunta Él. Efraín lo mira pero esta vez con lastima. La mujer se llama Valentina, es morena con partes resecas en su rostro, de cabellos negros, quemados por el sol, algo encorvada e insípida. Valentina condenó al infierno en la tierra a todo hombre que le rodeaba, siempre pendiente del último grito de la moda. Los condenó con el rigor de su belleza de familia de reinas de belleza, quienes le conocían, le admiraron por una belleza simple como cualquiera de las cosas mas elementales de la naturaleza y una finura inexplicable. La deseaban, lujuria, esa es la palabra que suscitaba. Solo Efraín y Él eran inmunes a sus encantos, a su sonrisa de dimensiones renacentistas, por su belleza, y medieval, por lo oscuro que escondía. Pero tampoco ella era. No fue ninguna de las dos, ni Ella, ni Valentina. El don de gentes, las personalidades arrolladoras, las voces melodiosas de enmarañados bilingüismos, no existían. Él llora su desgracia que se hace indomable, se reprocha y le reprocha al mundo que no le hubiesen sacado a tiempo de la locura. Maldice a Efraín con su sabiduría de mierda que no la diferencia a Ella de Ella. Corre al regazo de su madre, le cuenta como sucumbió a la locura, como su cordura se escabullo por unas montañas de nieblas eternas y árboles vigías, como su vida se hizo trisas, el día en que conoció a una mujer de aromas deliciosos, que tenia una amiga llamada Valentina. Se recriminó lo que parecía ser la parodia mas infame de sus anhelos. Desde ahora no le buscaría más por que ella no era Ella, ella era una niña gorda que algún día de los últimos días de su infancia, un amigo que tenia el mismo color de ojos que Efraín, intento seducir pero no lo consiguió, porque ella quería otras cosas, “que no oliese a pañales y a teteros de adolescente”. Valentina no era mas Valentina, era una morena desconocida. Tommy Hilfilger en su último diseño de gafas tenia un cliente menos, ese mismo cliente que el mismo amigo también había deseado.

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Él quizá esta loco o quizá el loco fue Efraín o su amigo el seductor fracasado que creó una historia de tal magnitud que se configuró en una alucinación colectiva. Quizá fue arrastrado por sus sueños y anhelos al limbo de los imposibles, donde las musas idílicas que existen en otras lenguas, nunca dejan de ser niñas. A Ella la ha visto en sus sueños con sus ojos vivos y diáfanos, junto a su amiga inseparable Valentina morena y desapercibida. El sabe que Ella recibió su carta y se enamoró de sus palabras, también supo que su padre adinerado y su madre, que también es gorda, quieren que el se comprometa con su hija. Pero no. El decidió irse, partir de aquel pasado donde ya ha descubierto varias irregularidades. Son mas o menos las cinco de la mañana ha entreabierto sus ojos, no hay sombras, no hay miedos, ni locuras, no hay enfermedades. En la noche llegó su padre, a quien nunca quiere enterrar. Su madre ignora por completo que alguien lloró en su regazo, se viste con sus ropas de domingo, de fiesta para ver a su pasado que siempre ha sido y será real.

“Del Otro Lado del Jardín – Carlos Framb” (Tatan - Quillas)

Partiré diciendo que la muerte es un estado existencial en donde la vitalidad no es más que el aplazamiento de aquella angustia del sentirse muerto estando en “vida”; quizá Carlos Framb escenifica el crudo panorama en el que estando vivos podemos perder toda esperanza; pues la vida se reduce al acto mismo del partir en un tiempo que en nuestras finitas manos se desvanece, en cada momento dejamos cosas guardadas en un lejano acontecer y cuando nos vemos frágiles y humanos, comprendemos que el ser testigos del suplicio del dolor en el cuerpo de los seres que amamos, quizá nos lleve a encauzar nuestro amor hacía la búsqueda de alternativas que permitan un justo y digno final a sus tormentos. El suicidio asistido o la eutanasia como muchos le pueden llamar trae a mi mente una imagen desgarradora, Carlos Framb ejecuta desde su conciencia un acto de amor, diría Schopenhauer un acto de piedad que es lo único que debemos guardar ante otro ser que palidece y sufre; sin embargo, preferiría ser asistido a asistir, en tanto sería insostenible ver partir aquello que estando fundamenta uno de los sentidos de mi existencia. Ahora bien, quizá no sea la narrativa o las condiciones de muerte, incluso los sublimes motivos los que atienden mis sentidos tras la lectura de ésta obra, sino el ser de Carlos Framb desde sus recurrentes propuestas a su madre para que ésta decida morir. El matricidio es entonces un episodio más en la historia de la humanidad y sus eventualidades. Estamos pues más cerca de que el crimen de la madre deje de ser un oscuro secreto independientemente de los contextos pasajeros que lo acompañen; la madre lega en la palabra la posibilidad misma de existir, somos realmente en el amor primero que nos ata a ese ser esencialmente otro a quien debemos a su vez la simbolización de la existencia. Aunque como dice Carlos Framb “a nadie le faltan razones para suicidarse” a él le sobraron razones para llevar a su madre a tomar dicha decisión, sí, es cierto, la mujer

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estaba desahuciada, el absurdo había rebosado la copa, nunca pidió existir y tampoco comprendió el porqué de tantos suplicios, la muerte era entonces la única posibilidad de recobrar la dignidad perdida en tantos impedimentos físicos, era el paso en la angustia que mediaba cada respiro, en la infelicidad de no poder observar el mundo en sus matices, la historia a blanco y negro resume el despojo de la nausea y la básica argumentación del porqué partir. Sin embargo, desde el matricidio podemos comprender en la misma obra un presupuesto pasional, emocional, inconsciente desde donde es posible abordar el desencadenante de tal desenlace.