la cerámica emiral de madi-nat iyih (el tolmo de minateda, hellín, … · 2016-10-04 ·...

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INTRODUCCIÓN El motivo que hoy nos reúne aquí es la conmemoración de una inminente efemérides: el vigésimo -en realidad decimonono- aniver- sario de la publicación de un libro de singular trascendencia en la breve historia de la cera- mología andalusí, el Ensayo de Sistematización de la cerámica árabe en Mallorca; pero, sin duda, es también la ocasión de reconocer -aunque se resista- la labor de su autor, Guillermo Rosselló Bordoy, maestro de muchos de nosotros y amigo de todos. Los años finales de la década de los setenta fueron muy productivos en cuanto al estudio de la cerámica medieval en general y particularmente de la andalusí; a esa "cosecha" corresponden sendos trabajos -el conmemo- rado aquí y los casi simultáneos de André Bazzana (1979 y 1980) y Juán Zozaya (1980)- de cuya mano comencé a adentrarme en la arqueología de al-Andalus y que continúan sien- do obligada referencia para los alumnos que hoy se acercan por vez primera a este tema en las aulas universitarias. El libro de Rosselló nació con vocación de sistematización general y por esta razón, pese a la superación de algunos aspectos específicos, el "Ensayo" quedó como una referencia básica en el esfuerzo de normalización terminológica que toda disciplina científica requiere, permitiendo que en la actualidad todos nos entendamos al referirnos a un "ataifor", una "jarra" o un "anafe". Y aunque al profano pueda parecérselo, éste no es un logro menor si comparamos el grado de generalización terminológica alcanzado por la ceramología andalusí en estas dos décadas, con el de la cerámica ibérica o el de las cerámicas romanas no estandarizadas que, pese a su mayor tradición de estudios, están lejos aún de lograr una convención semántica equipa- rable a la conseguida en la cerámica andalusí (ACIÉN, 1994, 117-8). Sin embargo, el esfuerzo sistematizador de Guillermo Rosselló tenía unos límites cronoló- gicos y geográficos derivados de su propio obje- to de estudio: las producciones mallorquinas. La tardía incorporación de Mallorca al dominio islámico (a principios del siglo X) y su tempra- na conquista catalano-aragonesa (en el primer tercio del XIII), marcaban un segmento tempo- ral más restringido que el del resto de al-Anda- lus. Esta discrepancia cronológica, señalada por el propio Rosselló (1978, 12) era particular- mente significativa en el caso de las produccio- nes emirales, totalmente ausentes en las series mallorquinas (ROSSELLÓ, 1983, 1); de la misma forma, el hecho de trabajar con materiales pro- cedentes en su mayoría de contextos postcali- fales produjo que en la caracterización de algu- nas series como el ataifor, la redoma o la orza, se considerase definitoria la cubierta vítrea, cuando la mayoría de las series cerámicas de La cerámica emiral de Madi - nat Iyih (el Tolmo de Minateda, Hellín, albacete). Una primera aproximación 2 Sonia Gutiérrez Lloret * * Area de Arqueología. Universidad de Alicante. E-03080 Alicante. 2 Este trabajo se ha realizado dentro del proyecto GV-2402/94, Organización del Poblamiento y del Territorio en el área suroriental de la Penínsu- la Ibérica, del Programa de Proyectos de Investigación y Desarrollo Tecnológico de la Generalitat Valenciana.

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INTRODUCCIÓN

El motivo que hoy nos reúne aquí es laconmemoración de una inminente efemérides:el vigésimo -en realidad decimonono- aniver-sario de la publicación de un libro de singulartrascendencia en la breve historia de la cera-mología andalusí, el Ensayo de Sistematización dela cerámica árabe en Mallorca; pero, sin duda, estambién la ocasión de reconocer -aunque seresista- la labor de su autor, Guillermo RossellóBordoy, maestro de muchos de nosotros yamigo de todos. Los años finales de la década delos setenta fueron muy productivos en cuanto alestudio de la cerámica medieval en general yparticularmente de la andalusí; a esa "cosecha"corresponden sendos trabajos -el conmemo-rado aquí y los casi simultáneos de AndréBazzana (1979 y 1980) y Juán Zozaya (1980)-de cuya mano comencé a adentrarme en laarqueología de al-Andalus y que continúan sien-do obligada referencia para los alumnos quehoy se acercan por vez primera a este tema enlas aulas universitarias.

El libro de Rosselló nació con vocación desistematización general y por esta razón, pese ala superación de algunos aspectos específicos, el"Ensayo" quedó como una referencia básica enel esfuerzo de normalización terminológica quetoda disciplina científica requiere, permitiendoque en la actualidad todos nos entendamos al

referirnos a un "ataifor", una "jarra" o un "anafe".Y aunque al profano pueda parecérselo, éste noes un logro menor si comparamos el grado degeneralización terminológica alcanzado por laceramología andalusí en estas dos décadas, conel de la cerámica ibérica o el de las cerámicasromanas no estandarizadas que, pese a sumayor tradición de estudios, están lejos aúnde lograr una convención semántica equipa-rable a la conseguida en la cerámica andalusí(ACIÉN, 1994, 117-8).

Sin embargo, el esfuerzo sistematizador deGuillermo Rosselló tenía unos límites cronoló-gicos y geográficos derivados de su propio obje-to de estudio: las producciones mallorquinas. Latardía incorporación de Mallorca al dominioislámico (a principios del siglo X) y su tempra-na conquista catalano-aragonesa (en el primertercio del XIII), marcaban un segmento tempo-ral más restringido que el del resto de al-Anda-lus. Esta discrepancia cronológica, señalada porel propio Rosselló (1978, 12) era particular-mente significativa en el caso de las produccio-nes emirales, totalmente ausentes en las seriesmallorquinas (ROSSELLÓ, 1983, 1); de la mismaforma, el hecho de trabajar con materiales pro-cedentes en su mayoría de contextos postcali-fales produjo que en la caracterización de algu-nas series como el ataifor, la redoma o la orza,se considerase definitoria la cubierta vítrea,cuando la mayoría de las series cerámicas de

La cerámica emiral de Madi-nat Iyih (el Tolmo de Minateda, Hellín, albacete).Una primera aproximación 2

Sonia Gutiérrez Lloret *

* Area de Arqueología. Universidad de Alicante. E-03080 Alicante.

2 Este trabajo se ha realizado dentro del proyecto GV-2402/94, Organización del Poblamiento y del Territorio en el área suroriental de la Penínsu-la Ibérica, del Programa de Proyectos de Investigación y Desarrollo Tecnológico de la Generalitat Valenciana.

época emiral se caracterizan precisamente porsu ausencia (GUTIÉRREZ LLORET, 1988, 165).Muchas de estas discrepancias, más formalesque conceptuales, fueron discutidas directa-mente con Guillermo Rosselló, quien tuvo laamabilidad de recogerlas en su última propuestatipológico-semántica (ROSSELLÓ, 1991, 145 y ss.).

Este trabajo reciente, que recapitula todoslos esfuerzos anteriores, supera la intenciónpuramente taxonómica y clasificatoria del pri-mero -esto es, el afán sistematizador orientadoa lograr una tipología "universal" de la cerámicaandalusí-, en beneficio de una orientación se-mántica generalista, que permita designar lasseries funcionales básicas; de esta forma, seconsolidan unos referentes terminológicos apli-cables a cualquier realidad regional y temporal,que constituyen una riqueza a la que la mayoríade los arqueólogos medievalistas no estamos dis-puestos a renunciar.

EL ESTUDIO DE LAS CERÁMICASEMIRALES EN EL SURESTE DE AL-ANDALUS

A mediados de la década de los añosochenta se comenzó a excavar en la Rábita deGuardamar, sita en la desembocadura del ríoSegura, bajo la dirección de Rafael Azuar Ruiz.Los trabajos acometidos durante varios años enel importante yacimiento califal proporcionaron,por vez primera en el caso del este de la Penín-sula, un conjunto de materiales anteriores amediados del siglo X (AZUAR, 1986, 1989 b y 1990;

AZUAR et alii, 1989). La comparación de estosmateriales estratificados con otros repertoriosdepositados en diversos museos y coleccionesde la zona, procedentes de actuaciones furtivaso excavaciones carentes del rigor técnico nece-sario, nos permitió abordar el estudio de lasproducciones emirales y califales del surestede al-Andalus, iniciando una línea de investiga-ción de la que dan cuenta diversos trabajos(GUTIÉRREZ LLORET, 1986, 1997 a y b, 1988, 1990-91,

1993 a y 1996 a).

Como consecuencia de los trabajos ante-dichos, en el más reciente de todos ellos, La Corade Tudmir : de la antigüedad tardía al mundo islá-mico (1996 a), se propone una sistematizacióncrono-morfológica de las producciones alto-medievales del sureste de al-Andalus en treintay cuatro series básicas. Se trata de una pro-puesta de carácter regional, con unas limitacio-nes geográficas (el ámbito de Tudmir), crono-lógicas (el periodo comprendido entre los siglosVII y X) y productivas (cerámicas fabricadas entalleres locales, para uso doméstico, y distribui-das, a lo sumo, en mercados de escala regional(GUTIÉRREZ LLORET, 1996 a, 68-70).

Dada la exigüidad de excavaciones rigurosas,este trabajo de clasificación se basó preferen-temente en la comparación de los abundantesconjuntos de materiales disponibles, con losescasos contextos estratigráficamente fiables.Entre estos últimos en la región sólo contába-mos con las excavaciones de la Rábita de Guar-damar en Alicante y las del Tolmo de Minatedaen Hellín (Albacete), por entonces recién ini-ciada, a más de los materiales procedentes dealgunas prospecciones sistemáticas emprendidaspor un equipo hispano-francés en el Bajo Segu-ra 3. Esta información, contrastada con la deotros conjuntos fiables procedentes de las regio-nes limítrofes como Pechina o la ciudad deValencia, nos permitió reestudiar materialesprocedentes de excavaciones sistemáticas quecarecían de contextos bien diferenciados estra-tigráficamente, como era el caso de Ilici (LaAlcudia en Elche, Alicante) y Begastri (El Cabe-zo de Roenas en Cehegín, Murcia), o bien losprocedentes de recogidas superficiales o actua-ciones clandestinas, depositados en los museosy colecciones.

De otro lado, el estudio de la cerámicaandalusí adolece de algunos defectos, a los quelas producciones emirales y califales en generaltampoco escapan. En primer lugar, la mayoría deintervenciones arqueológicas -excavaciones oprospecciones- continúan sin ser publicadas,con la consiguiente carencia de referentes cera-

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3 El resultado de estas prospecciones, junto con una selección de los materiales más significativos, así como la explicación histórica delas diversas fases de poblamiento, se publicarán en un volumen de la Colección de la Casa de Velázquez sobre las excavaciones dePicola (Santa Pola) y los trabajos en el Bajo Segura, coordinado por P. Rouillard, P. Moret y P. Sillières.

mológicos estratificados. Este retraso en la divul-gación de las investigaciones se explica por la len-titud y dificultad del propio trabajo arqueológi-co, pero se vuelve peligroso cuando, lejos desubsanarse, se favorece a tenor de una supues-ta modernización de la investigación arqueoló-gica, que persigue la elaboración de síntesis yexplicaciones históricas alejadas de la taxonomíadescriptiva.

Esta falacia, tan generalizada que ha pro-vocado el abandono casi total de la investigaciónceramológica, confunde crítica interna de lasfuentes con explicación histórica y conduceúnicamente a la lamentable proliferación de"supuestas" explicaciones arqueológicas, que enrealidad no son más que hipótesis elaboradas apartir de la documentación escrita, aparente-mente contrastadas por una práctica arqueoló-gica carente de rigor técnico, metodológico ycronológico -y por tanto científico-, que ademáslas justifica a priori. La publicación de los resul-tados de las intervenciones arqueológicas essiempre necesaria y fundamental para el avancedel conocimiento histórico obtenido mediantelas fuentes materiales y contempla tanto la edi-ción critica de las mismas como su explicaciónhistórica. Por esta razón, creo que los únicos queconfunden clasificación con explicación sonaquellos que defienden extemporáneamente lanaturaleza "descriptiva" del "oficio" de arqueólogoy que "formalizan problemas" históricos caren-tes de todo fundamento arqueológico, puestoque soslayan sistemáticamente la edición críticade las fuentes materiales sobre las que supues-tamente apoyan su formalización, evitando depaso la elaboración de eventuales explicacioneshistóricas alternativas a partir de esas fuentesmateriales, ahora ya transformadas en "datos"arqueológicos 4.

El segundo problema que afecta a la cera-mología andalusí está íntimamente relacionadocon la escasez de publicaciones antedicha. Losprimeros trabajos sobre cerámica -en este casoemiral y califal, pero el problema es extensible atodas las producciones medievales- se realizaronsobre materiales carentes de contexto estrati-

gráfico, razón por la cual se optó por el mode-lo de las Termas del Nuotatore de Ostia, muyen boga en las décadas de los años setenta yochenta en la arqueología clásica; esta estructurade publicación suponía que los distintos tipos demateriales muebles eran separados y estudiadosexhaustivamente por diversos especialistas en elmismo volumen (RUIZ DE ARBULO, 1992, 49).

De esta forma, comenzó a estudiarse sepa-radamente producciones procedentes de losmismos contextos en lugar de estudiar su aso-ciación; dada la añadida dificultad cronológica dela cerámica andalusí, la investigación pronto sedecantó por las producciones "de lujo" o deco-radas, que proporcionaban mayor información,descartando aquellas otras que, como las comu-nes, presentaban escasa variación formal, cro-nológica o decorativa. Así, durante varios añosha sido frecuente encontrar en la bibliografía tra-bajos sobre el verde y manganeso, la cuerda secao la cerámica esgrafiada, con escasas referenciasa los contextos en los que dichas produccionesaparecían y centrados especialmente en el aná-lisis tipológico. Sin pretender negar a dichostrabajos su incuestionable valor, creemos que enla actualidad resulta indispensable comenzar aabandonar el estudio de las producciones aisla-das en beneficio de los contextos estratigráficos,que nos permitirán, a más de fechar por aso-ciación producciones hasta ahora indatables,valorar aspectos importantes como la residua-lidad, el consumo o la funcionalidad.

En este estado de cosas y contando ya conuna propuesta crono-tipológica para el territo-rio de Tudmir entre los siglos VII y X, me ha pare-cido más interesante orientar el presente trabajoen esa línea contextual reclamada. De estaforma, me libero de volver a recapitular los tra-bajos anteriores, pretendiendo contrastar y mati-zar mi propia propuesta crono-tipológica concontextos estratigráficos fiables producidos porlas nuevas investigaciones arqueológicas. Coneste objeto he escogido dos contextos inéditosprocedentes del yacimiento del Tolmo de Mina-teda, una excavación sistemática que se desa-rrolla desde 1988 en Hellín (Albacete), bajo la

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4 Esta confusión es patente en M. Barceló (1997, 11); cfr. con A. Carandini (1981, 209), V. Salvatierra (1990, 14-5 y 82 y ss.) y S. Gutié-rrez (1997, 33 y ss.).

dirección de L. Abad Casal y yo misma, ambosprofesores de la Universidad de Alicante, y conla colaboración de R. Sanz Gamo, directora delMuseo de Albacete 5.

MADI-NAT IYIH (EL TOLMO DE MINA-

TEDA, HELLÍN, ALBACETE): UNA CIU-DAD ALTOMEDIEVAL EN TUDMI

-R

LA IDENTIFICACIÓN DE LA CIUDAD

El Tolmo de Minateda es un cerro amese-tado situado en el término municipal de Hellínen Albacete, a cuyos pies discurre el arroyo deTobarra, afluente del río Mundo. Desde su estra-tégica posición domina uno de los ejes másimportantes de comunicación entre la costadel sureste peninsular y la Meseta: la vía roma-na entre Carthago Nova y Complutum, atesti-guada por diversos miliarios, que en época islá-mica conducía a Toledo, según el geógrafo árabeal-

˛U∂ri 6. A este autor corresponde la primera

referencia documentada de la ciudad que nosocupa, al mencionar una Madinat Iyih entreCieza y Tobarra (AL-AHWANI, 1965, 3-4; MOLINA

LÓPEZ, 1972, 51 y ss.), que P. Sillières -con ante-rioridad al inicio de nuestras excavaciones- iden-tificó en razón de las distancias con el yaci-miento del Tolmo de Minateda, conocido desdeprincipios de siglo como un importante asen-tamiento ibero-romano y altomedieval (SILLIÈRES,

1982, 257; BREUIL y LANTIER, 1945; SÁNCHEZ JIMÉ-

NEZ, 1941 y 1947).

La identificación del yacimiento en cuestióncon la Madinat Iyih de al-‘Udrî se basa en laperduración del topónimo Minateda, que danombre al asentamiento, y fue sugerida pordiversos autores, entre ellos el arabista AlfonsoCarmona (POCKLINGTON, 1978, 188; CARMONA,

1989, 157); según esta reducción el topónimoMinateda derivaría de Madinat Iyih con el pasointermedio de Medina Tea, atestiguado en un

documento de 1252 (TORRES FONTES, 1969, 15),lo que permite conocer el nombre árabe de laciudad que nos ocupa 7.

La localización de Madinat Iyih en el yaci-miento altomedieval del Tolmo de Minatedaha planteado nuevos e interesantes problemas,ya que ese es el nombre de una de las ciudadesdel Pacto de Teodomiro transmitido por diver-sas fuentes árabes; además, Iyih vuelve a sermencionada como una importante ciudad deTudmir destruida en época del emir ‘Abd al-Rahman II, tras la fundación de Murcia comonueva capital de Tudmir alrededor del año 825u 835. Por último, esta famosa y mítica ciudad deIyih se viene relacionando con la sede episcopalElotana, que se menciona por vez primera en elcontrovertido Sínodo de Gundemaro del año610, y nuevamente a lo largo del siglo VII conocasión de dos concilios, el VII Concilio deToledo (646) y el XI de la misma ciudad (675),para desaparecer con posterioridad absorbidapor el obispado ilicitano.

No es mi intención detenerme en el análi-sis de dicha problemática, que he tratado endiversos y recientes trabajos a los que remito allector interesado (GUTIÉRREZ LLORET, 1996 a, 243

y ss; e. p. a y b), pero sí quisiera recapitular algunasde sus conclusiones. En el estado actual de lainvestigación y a tenor de las evidenciasarqueológicas y toponímicas, parece más queprobable que la Madinat Iyih del Tolmo de Mina-teda corresponda a una de las mudun del Pactode Teodomiro y a la mítica ciudad mencionadaen relación con la fundación de Murcia, ya queel asentamiento presenta una importante ocu-pación emiral, que abarca los siglos VIII y IX, paradespoblarse a continuación. De otro lado, en losúltimos tiempos hemos reconsiderado la posi-bilidad de identificar el importante asentamien-to urbano de época visigodo-bizantina del Tolmocon la ciudad de Elo o Eio, a tenor de los vesti-gios arqueológicos que dicho emplazamiento

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5 El Proyecto Arqueológico Tolmo de Minateda ha sido financiado por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, con la colaboraciónocasional de la Diputación Provincial de Albacete y del Ayuntamiento de Hellín.

6 Al-˛U∂ri: Al-masalik ila gami

˛al-mamalik; Edición Al-Ahwani (1965) y traducción Molina López (1972)

7 Los pasos de esta evolución toponímica (Madinat Iyih o Iyuh < Madinat Iyah < Madina Tea < Minateda) han sido confirmados por Fede-rico Corriente, a quien agradezco desde estas líneas su amabilidad, paciencia y disposición a la hora de aclarar las dudas dialectológi-cas que le planteé.

proporciona y que, por el momento, superan encantidad y calidad a los de cualquiera de lasotras candidatas; sin embargo, aunque esta iden-tificación es probable arqueológicamente y posi-ble desde un punto de vista toponímico 8, lalocalización de la sede Elotana es todavía un pro-blema irresoluto que deberá confirmarse epi-gráficamente en el futuro.

LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL ASENTAMIENTO

Aun cuando en este trabajo nos centrare-mos especialmente en la fase emiral del asen-tamiento (ss. VIII y IX), hay que señalar que suimportancia como núcleo poblacional y urbanoes muy anterior a la época que nos ocupa 9. Enrazón seguramente de su estratégica posición, elcerro estuvo habitado desde la Prehistoria,correspondiendo a la Edad del Bronce los pri-meros testimonios atestiguados por la arqueo-logía. Con posterioridad acogió un importanteasentamiento ibérico íntimamente relacionadocon Carthago Noua, que fue elevado a la con-dición de municipio en época de Augusto. En elaño 9 antes de Cristo la muralla de mamposteríade la ciudad fue monumentalizada con un forrode sillares almohadillados, al que se asocia unainscripción conmemorativa en honor del empe-rador Augusto y la mención de sus primerosduoviros (ABAD, 1996).

A partir de este momento el municipio,cuyo nombre exacto se ignora, conoció unperiodo involutivo de magnitudes difícilmentemensurables, del que surge espectacularmenterevivificado entre los siglos VI y VII. Esta revita-lización -similar a la experimentada por otras ciu-dades de la región como la propia CarthagoNoua, Ilici, Begastri o el Cerro de la Almagra(probable emplazamiento de la Mula del Pactode Teodomiro)- sólo se explica por su privile-giada situación en la vía principal entre Toledo y

Cartagena y su eventual papel en el conflictogreco-gótico, especialmente en el marco de larespuesta bizantina a las campañas de Leovigil-do en la Bastetania y la Orospeda (región mon-tuosa situada entre las provincias Bética y Car-taginense, que pudo comprender las actualessierras de Cazorla y Segura con sus penetra-ciones en territorio murciano y albaceteño).

A este horizonte visigodo-bizantino corres-ponde el espectacular diseño poliorcético en elacceso principal de la ciudad, con un baluartemacizo forrado de sillares de reempleo y unapuerta en corredor flanqueada por dos torres,a más de su trama urbana de más de 8 hectá-reas que denota una extensión, coherencia yhomogeneidad constructiva notables. Las exca-vaciones han exhumado viviendas con contex-tos del siglo VII, instalaciones industriales, necró-polis y un edificio público del que procedenfustes y basas de columnas, capiteles y nume-rosos fragmentos de decoración arquitectónica,entre los que destacan una estela discoidal ylosas decoradas con cruces patadas inscritasen círculos sogueados. Por fin, en el territorium deesta ciuitas se han localizado numerosos asen-tamientos rústicos con sus correspondientesnecrópolis, que podrían corresponder a lo quelas fuentes de la época designan como vici opagi (RICO, LÓPEZ y GAMO, 1993; RICO, 1993-94).

La continuidad de este centro urbano enépoca islámica, sugerida por el hallazgo casual ensus inmediaciones de un fals (DOMÉNECH, 1994,

285), ha sido ampliamente corroborada por lostrabajos arqueológicos. A este período corres-ponde una nueva fortificación de tierra y piedras,construida sobre las ruinas del baluarte bizanti-no-visigodo, viviendas tanto en la zona de lapuerta como en la parte alta de la ciudad, ins-talaciones industriales (hornos cerámicos) y unanecrópolis musulmana extraurbana, situada en elmismo lugar que la visigoda. En este trabajo se

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8 En este sentido remito nuevamente a las observaciones de F. Corriente quien considera que "la tendencia del andalusí a convertir /-u/o/ finales en /a/ afecta asimismo a /-i/e/" y concluye que"...un EIO podría muy bien convertirse en /íy(y)uh/, pero lo mismo podría suce-der, al parecer, con ELO en las zonas en las que el romandandalusí conoció la caída de /l/ intervocálica", aunque advierte que la exten-sión en tiempo y espacio de dicha caída es un problema aún no resuelto.(F. Corriente, Comunicación personal).

9 Sobre el yacimiento en su conjunto existen diversas publicaciones: una primera aproximación en Abad, Gutiérrez y Sanz (1993 a y b);de los mismos autores, en prensa, la guía divulgativa del conjunto y la memoria relativa a los trabajos en las murallas y la necrópolis norte.Sobre época protohistórica y romana: Sanz (1997), Abad (1996), Abad y Sanz (1991, 1995 a y 1995 b); sobre época medieval: Gutié-rrez (1993 a, 1995, 1996 a, e. p. a y b); sobre las almazaras rupestres: Gutiérrez (19996 b).

pretende analizar los contextos cerámicos pro-cedentes tanto del uso como del abandono dedichas viviendas, que sugieren a priori un hori-zonte emiral en el que está totalmente ausenteel "verde y manganeso" califal; las característicasde dichos contextos, con ajuares completos amenudo in situ, no denotan necesariamenteuna destrucción violenta aunque sí un abando-no definitivo y brusco en un momento imprecisodel siglo IX.

Con posterioridad a esta fecha no hay nin-gún indicio arqueológico de continuidad en lavida urbana, salvo el recuerdo toponímico de sudeformado nombre -Madinat Iyih / Medina Tea /Minateda- en un parador, que se mantuvo porser el lugar donde los caminos de la Sierra deSegura al Levante (a Játiva por Yecla y a Alican-te-Elche por Jumilla) se cruzaban con la vía deMurcia a la Meseta. En el presente siglo, las cor-nisas rocosas del cerro acogieron un conjunto deviviendas semirupestres que dio lugar a unaauténtica aldea, abandonada definitivamente enlos años setenta como consecuencia de la emi-gración rural a las zonas industriales costeras.

LOS CONTEXTOS EMIRALES EXHUMA-DOS EN LAS EXCAVACIONES ARQUEO-LÓGICAS

El Proyecto Arqueológico Tolmo de Minateda seviene desarrollando desde 1988 en colaboracióncon los Museos de Albacete y Hellín. A lo largode esta década se han practicado excavacionessistemáticas en diversos puntos de la ciudad, altiempo que se abordaban otras líneas de inves-tigación entre las que se incluyen estudios delmaterial procedente de las actuaciones previasa nuestro proyecto, prospecciones en el entor-no, documentación planimétrica de antiguasexcavaciones de la zona e incluso excavacionespuntuales en algunos yacimientos de sus inme-diaciones.

Durante los primeros años las excavacionesen el Tolmo se centraron preferentemente en lanecrópolis norte de la ciudad, donde existen

enterramientos de época ibero-romana y alto-medieval con un horizonte visigodo y otro islá-mico (cortes 10-17), y en la zona conocidacomo el Reguerón (cortes 1 y 2); esta vaguadaconstituye el acceso más cómodo a la mesetasuperior y el único que permite el ascenso deltráfico rodado, razón por la cual ha conocido laerección de hasta cuatro fortificaciones sucesi-vas entre la época ibérica y la Alta Edad Media.A estas áreas se ha sumado la meseta superiorde la ciudad, donde desde 1995 se vienen exca-vando diversas estructuras de época altome-dieval (corte 60) (fig. 1).

A lo largo de estas campañas se han exhu-mado abundantes cerámicas de época islámica,si bien en la mayoría de las ocasiones se tratabade materiales mezclados en estratos muy casti-gados por procesos postdeposicionales erosivos,en razón precisamente de su mayor superficia-lidad. Sin embargo, en contadas ocasiones hemospodido documentar algunos contextos islámicosfiables relacionados con estructuras de hábitat.De ellos hemos decidido seleccionar para estetrabajo dos contextos específicos, procedentesde dos sectores distintos de la ciudad: el Regue-rón y la meseta superior del cerro, que permi-ten obtener una visión bastante completa de lasproducciones islámicas de primera época.

Contexto 1: la vivienda del Corte 1 en la puerta de la ciudad 10

Por las características antedichas, la vaguadadel Reguerón fue el principal acceso a la ciudaddesde época prehistórica, razón por la cual fuefortificada en diversas ocasiones. De entre todasestas obras defensivas destaca, para el temaque nos ocupa, la importante fortificación bizan-tino-visigoda erigida seguramente a mediados delsiglo VI, en la misma zona donde anteriormen-te se ubicaron las murallas ibéricas y romanas delasentamiento. Esta obra supuso en primer lugarla remodelación definitiva del camino de la ciu-dad, que fue nuevamente tallado en la roca y delque se conservan las carriladas; dicho camino seflanqueó por un baluarte macizo avanzado en

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10 Este sector del corte 1 fue excavado sucesivamente en las campañas de 1988, 1989 y 1995, siendo las arqueólogas responsables FeliSala, Blanca Gamo, Rocio Noval y Mercedes Tedero. A esta última, que concluyó la excavación, corresponde la interpretación estra-tigráfica definitiva y el establecimiento de las correlaciones oportunas.

forma de "L", que fue forrado con sillares y ele-mentos arquitectónicos de reempleo, proce-dentes en su mayoría de la muralla augustea,desmontada parcialmente para ese fin y englo-bada en el relleno de la obra. La puerta, posi-blemente de doble arco, se situó al fondo delcorredor defendido por el baluarte y se flanqueópor dos torres, presumiblemente gemelas tam-bién de sillares de reempleo, de las que lamen-tablemente sólo se conserva la izquierda conparte del salmer, habiendo sido desmontada laderecha con posterioridad al abandono defini-tivo de la ciudad (fig. 2).

A pesar de su espectacular diseño, quizáinspirado en las fortificaciones justinianeas, laobra presentaba notables problemas de ejecu-ción técnica, lo que sin duda influyó en su tem-prana ruina, documentada en el derrumbe par-cial de su esquina sobre el camino. Pese a dichodeterioro, la obra se mantuvo en uso, como lodemuestran los dos realzamientos sucesivos dela puerta y sus correspondientes niveles de cir-culación, hasta que en un momento indetermi-nado, pero ya posterior al siglo VIII, fue defini-tivamente remodelada. Dicha remodelaciónconsistió en el terraplanamiento de las viviendasvisigodas situadas sobre el baluarte (con unnivel de abandono fechado a finales del siglo VII),la construcción superpuesta de una albarrada -auténtica barricada de tierra y piedras, apoyadasobre la torre derecha del baluarte todavía enpie- y el retranqueo de la puerta al interior delas torres.

Tras este replanteamiento, el espacio intra-muros situado junto a la torre izquierda -unpequeño recoveco formado por un saliente dela roca en la pared norte del Reguerón- perdiósu función prístina, la de simple lugar de paso,para transformarse en una zona de hábitatsemirupestre con la que deben relacionarse losmechinales tallados que se observan en la vise-ra rocosa, inmediatamente detrás de la torre 11

(Lám. I). El cierre oriental de esta estructura de

hábitat se desconoce, ya que queda fuera delárea excavada, mientras que aprovecha el late-ral de la propia torre como pared occidental; elfrente de la vivienda debió estar delimitado porun lienzo quebrado, dispuesto de este a oeste,del que se conservan dos tramos -los muros1043 y 1202- que no han podido asociarse alestar perdida la probable esquina que los unía.La puerta parece corresponder al hueco que seabre junto a la torre de sillares (fig. 3).

La vivienda se construyó directamente sobreun nivel de regularización (UE 1364) super-puesto al pavimento correspondiente a la alba-rrada islámica 12, que todavía cubría todo elespacio de la covacha como superficie de paso.La estructura de habitación presenta dos mo-mentos de utilización relacionados con la apa-rición de dos pavimentos de tierra apisonadaparcialmente conservados (UU.EE. 1358 y1355) y sus respectivos hogares de tendenciarectangular (UU.EE. 1359 y 1353), consistentesen sendas placas de arcilla anaranjada de entre5 y 10 cm de espesor con la superficie cra-quelada por el calor. Lamentablemente no sedetectaron niveles de uso relacionados conambos suelos ni tampoco materiales significati-vos, excepción hecha de dos discos de piedraperforados posiblemente relacionados con laactividad textil (fig. 3).

El abandono y deterioro de esta viviendacorresponde a la deposición de una nueva capade tierra, sobre cuya superficie se practicarondiversas hogueras, que en algún caso rebasan losmuros ya parcialmente derruidos (lám. II). Enconcreto, los materiales que se estudian eneste trabajo proceden del nivel de obliteraciónde la vivienda islámica (UU.EE. 1352/1112/1110)y del estrato ceniciento que forma una deestas hogueras, excavada a lo largo de trescampañas (UU.EE 1024/1107 y 1350) (lám. III;fig. 4); conforman por tanto el contexto corres-pondiente a la última frecuentación de la cova-cha y marcan el abandono definitivo de la zona

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11 Este sistema de construción semirupestre es característico del Tolmo de Minateda y ha sido constatado arqueológicamente en épocaislámica a ambos lados del Reguerón, aunque seguramente sea muy anterior en origen. Dicha práctica ha continuado viva hasta el sigloXX, como se aprecia en las numerosas viviendas populares que hoy se conservan en ruinas alrededor del cerro.

12 La datación islámica de este pavimento 1036 y su refacción 1365 se corrobora, entre otros argumentos, por la aparición de diversosfragmentos de jarras pintadas a bandas de óxido de hierro en sus estratos de preparación.

de hábitat en la puerta de la ciudad, en relaciónseguramente con el hallazgo de un enterra-miento musulmán intramuros sobre el nivel deabandono de las viviendas situadas en el otrolado de la vaguada.

Contexto 2: la vivienda del Corte 60 en la meseta superior de la ciudad 13

Los trabajos iniciados en 1995 en la plata-forma superior de la ciudad permitieron exhu-mar una estructura de habitación de forma rec-tangular de unos 8 m. de longitud por 4 m. deanchura, dispuesta de norte a sur y compuestapor dos espacios diferenciados, delimitados conmuros de mampostería trabada con barro. En elestado actual de las excavaciones ignoramos sidicha vivenda corresponde a una única unidaddoméstica o, por el contrario, ambas habita-ciones forman parte de una estructura másextensa (lám. IV; fig. 5).

El espacio mayor o habitación 1 es el másseptentrional y se comunica con el exterior porel Este a través de un vano flanqueado por dosgrandes lajas de piedra a modo de jambas, quedelimitan un umbral escalonado, compuesto porcuatro peldaños que descienden hacia la estan-cia (lám. V). En su interior y junto al muro sep-tentrional, se halló un hogar circular de arcilla ana-ranjada con señales de rubefacción, en torno alcual se disponían tres bloques de grandes dimen-siones reempleados (un probable tambor decolumna, un sillar cuadrangular y una pieza alar-gada), que debieron ser utilizados como asientoso bancos de trabajo. El espacio menor o habi-tación 2 carece de ingreso directo desde elexterior y sólo es accesible desde la habitación1, de la que lo separa un tabique interno.

Las estancias carecían de un sistema depavimentación definido, salvo en el caso de lahabitación 1 donde se pudo individualizar unainterfaz de uso, correspondiente a la superficiedel estrato que enrasaba con el último peldañode la escalera (UE. 60.020/60.021); sobre ella se

disponían los abundantes materiales cerámicos alos que luego nos referiremos. Por encima delnivel de uso, ambas habitaciones presentaron unafase de abandono y destrucción que rellenaba lasestancias, formada por un primer estrato de tie-rra castaña con abundante material en el caso dela habitación 1 (UU.EE 60.006), cubierta poruna capa de piedras de mediano tamaño quecolmataba y enmascaraba los muros (60.001=2y 60.003=7) en ambas estancias. Esta secuenciaestratigráfica parece sugerir un alzado de tapiasobre zócalo de piedra, constatado en otrasestructuras de época islámica excavadas en laparte baja de la ciudad. De otro lado, el hallaz-go entre los derrumbes de abundantes ímbricesdecorados con digitaciones y en ocasiones pin-tados, parece indicar un sistema de cubrición deestas características, si bien no se documentóningún nivel definido correspondiente a la des-trucción de la techumbre.

La vivienda islámica parece reaprovechar ensu construcción estructuras anteriores -muros yhogares-, posiblemente de época visigoda, rela-cionadas con la ordenación urbana del entornodel edificio público situado al norte y actual-mente en curso de excavación. Sin embargo, yen tanto que la excavación no lo aclare, nopodemos precisar todavía si los estratos infra-puestos corresponden a una fase anterior o si setrata simplemente de las regularizaciones reali-zadas para construir las estructuras islámicas. Elhallazgo de parte de una hebilla y su placa de cin-turón de tipo liriforme (fig. 16), correspondien-te al nivel V establecido por G. Ripoll y fechadaen la segunda mitad del siglo VII (RIPOLL, 1991,

120), junto a algunos fragmentos de botellas típi-camente visigodas en los niveles más profundosde la habitación 1 (UE. 60.031), así como unaTerra sigillata africana tardía del tipo Hayes 91 enlos de la habitación 2 (UE. 60.035), parecensugerir la primera posibilidad (fig. 7, 2y 3); sinembargo, la aparición en los mismos estratos decerámicas inequívocamente islámicas, en especialun fragmento de cazoleta de candil (fig. 7, 4), nosobliga a evitar las dataciones mecánicas a partir

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13 Este sector del corte 60 fue excavado en la campaña de 1995, siendo la arqueóloga responsable Blanca Gamo, a quien correspondela interpretación estratigráfica que aquí se sigue. En la campaña de 1997, en curso en el momento de redactar este texto, se continuala excavación de las estancias anejas, a fin de establecer las relaciones oportunas, de reempleo y expolio, con el edificio público de épocavisigoda que se encuentra al norte.

de fósiles directores como la sigillata, replante-ando su posible residualidad y la perduración deciertos elementos de adorno personal con pos-terioridad al 711, como ya sugirió la propia G.Ripoll en relación al caso del Bovalar en Lérida(RIPOLL, 1991, 114). Cabe señalar también la apa-rición de algunos fragmentos de ánforas africa-nas tardías, como la Keay LXI, en los niveles deabandono de la habitación 1 (fig. 8, 6).

El contexto que aquí se estudia corres-ponde al abandono de la vivienda islámica y estácaracterizado por los materiales hallados in situsobre la superficie de uso de la habitación 1 (UE.60.027) (figs. 6 y 7, 1), los procedentes de losniveles de colmatación formados por la des-trucción de los alzados de las estancias (UU.EE.60.002 y 60.006) (fig. 8), así como el nivel equi-valente situado al Este de la vivienda, en el lla-mado espacio 3 (UE. 60.004) (figs.9 y 10), queestá siendo terminado de excavar en la actua-lidad; este último ambiente corresponde a unespacio abierto que se caracteriza por la abun-dancia de material reconstruible, semejante alaparecido en el interior de la estancia 1. Comoseñalamos con anterioridad este contexto esmuy homogéneo y, al igual que ocurre en otrossectores de la ciudad, se caracteriza por laabundancia de material aplastado in situ, lo queparece sugerir un abandono brusco y definitivo.El interés de este contexto va más allá, portanto, de la dimensión morfológica y funcional,pudiendo permitirnos fechar la desafección defi-nitiva de la mítica Iyih.

LAS PRODUCCIONES EMIRALES DE MADI

-NAT IYIH

TipologÍa 14

Como viene siendo frecuente en la cerámicade época emiral cabe distinguir dos series prin-cipales: las realizadas a mano y/o torneta y lasrealizadas con torno alto, a más de las seriesvidriadas escasamente representadas en loscontextos del Tolmo de Minateda. Para su carac-terización me remitiré a la propuesta de siste-

matización recientemente elaborada para Tudmir(GUTIÉRREZ LLORET, 1996 a), distinguiendo aque-llas formas o variantes novedosas, atestiguadaspor vez primera en el yacimiento.

CERÁMICA A MANO

1.- Cerámica de cocina

1.1.- Marmita: entre las marmitas modeladas amano se constata un predominio casi absolutode la serie M4, preferentemente de la formaM4.1.2, atestiguada por dos ejemplares com-pletos y numerosos fragmentos. La forma clási-ca se caracteriza por una base plana, cuerpo detendencia cilíndrica o ligeramente abombado,con pequeños bordes indicados o reentrantes(fig. 11, 1 y 2). Suelen presentar pequeñosmamelones en ocasiones decorados y verte-dores formados por una impresión digital en elborde (fig. 9, 3 y 4). Las pastas predominantescorresponden al tipo II, como es frecuente, concoloraciones que oscilan desde el anaranjado almarrón oscuro; presentan las superficies exte-riores ennegrecidas por el fuego. Se trata de lascerámicas de cocina características del surestepeninsular, que alcanzan su floruit entre media-dos del siglo VIII y mediados del IX; cabe des-tacar que en los contextos estudiados no sedocumentan las decoraciones características dela forma M4.2, lo que impide alargar su dataciónhasta principios del siglo X (GUTIÉRREZ LLORET,

1996a, 76-7).

Entre los ejemplares de marmita documen-tados cabe señalar la aparición de algunos frag-mentos que parecen sugerir perfiles más abom-bados; se trata de piezas más oscuras, con pastasmás bastas y modeladas a mano sin intervenciónde una torneta, como sugiere la irregularidad desu alisado (fig. 11, 4). Se documenta también lapresencia de un único ejemplar de borde reen-trante, engrosado y biselado al interior, realiza-do en pasta anaranjada sin señales de fuego,que presenta como decoración una línea incisaondulada realizada con torneta (fig. 11, 3). Setrata de una forma claramente emparentadacon las marmitas M4.1, que aparece represen-

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14 Los dibujos de materiales cerámicos han sido realizados por Mª-Dolores Sánchez de Prado.

tada en los basureros visigodos, fechados entrela segunda mitad del siglo VII y el VIII, donde sedocumenta con dos asas de cinta de secciónsubrectangular, asociada a las características tapa-deras planas de la forma M30.1.1 (fig. 15, 3). Fun-cionalmente podría tratarse de una orza, ya quecarece de señales de fuego, pero sus caracte-rísticas técnicas permiten un uso culinario.

1.2.- Olla: los contextos estudiados han pro-porcionado varios ejemplares reconstruibles ynumerosos fragmentos de una forma culinariaprácticamente inexistente en los repertoriosemirales del resto de Tudmir, pero característi-ca de los territorios valencianos colindantes. Setrata de la conocida "olla valenciana" 15 caracte-rizada por un cuerpo globular de base plana oligeramente convexa y un cuello hiperboloide deborde exvasado. Se realizan en pastas bizco-chadas con desgrasante mineral mediano queincluye abundantes partículas de cal. Domina elcolor anaranjado para la pasta, aunque algunosejemplares son grisáceos (fig. 12, 1); no obstante,la mayoría presentan las superficies exterioresnegruzcas por la acción del fuego. Todas secaracterizan por su factura manual, bien visibleen la parte interior del cuerpo, puesto que en eltercio exterior presentan un enérgico raspadodestinado a afinar las paredes, que produceunos característicos surcos por el arrastre deldesengrasante; por contra, el cuello y el bordesuelen estar modelados o acabados a torneta ypresentan unas características acanaladuras, enocasiones bien torneadas pero en otras muyirregulares. Los ejemplares completos evidencianque se trata de una forma sin asas.

Hemos señalado que el tipo es escaso enTudmir, donde únicamente se constataba lavariante a torno con asas y cuello corto (forma

T6.6; GUTIÉRREZ LLORET, 1996 a, 99-100), más pró-xima al tipo II de Bazzana (1986, 99) y siempreprocedente de contextos posteriores a media-dos del siglo X, donde su presencia era aisladay testimonial respecto a las marmitas típicas del

sureste de al-Andalus. Por contra, los ejempla-res del Tolmo de Minateda corresponden deforma genérica al grupo I de Bazzana, docu-mentado en diversos asentamientos altome-dievales de Castellón y Valencia, entre los quedestacan Monte Mollet y la ciudad de Alciracon dataciones del siglo VIII y IX respectiva-mente (BAZZANA, 1986, 97).

Dentro de esta adscripción genérica se hanidentificado hasta el momento cuatro variantes,que seguramente se multiplicarán conformeavancen los trabajos pues las piezas presentanuna gran variabilidad morfológica. La primeravariante del Tolmo (fig. 12, 1) se caracteriza porsu pasta grisácea y su mayor tosquedad, es másalta y presenta un perfil más sinuoso con un cue-llo estrecho; se trata de la forma clásica muy biendocumentada en Valencia (PASCUAL et alii, e. p.),Monte Mollet (BAZZANA, 1986) y el Castellar deMeca (LÓPEZ GARCÍA, 1985). La segunda varian-te es de menor altura y se caracteriza por uncuello más corto, un perfil menos sinuoso y pas-tas anaranjadas (fig. 12, 2 y 3). La tercera varian-te se establece a partir únicamente del terciosuperior de una pieza, que parece caracteri-zarse por un cuerpo menos globular, un hombromuy marcado y un cuello ancho y alto exvasa-do (fig. 12, 5). Por último, la cuarta variantecorresponde al arranque de un cuerpo ovoidecon señales de raspado y un alto cuello de ten-dencia ligeramente troncocónica invertida, ter-minado en un borde exvasado y engrosado alexterior de forma triangular (fig. 12, 4); el frag-mento no conserva asas ni huellas de las mismas,pero a juzgar por algunas piezas parecidas, conuna o dos asas, procedentes de dos testares-basureros superpuestos de Alcira -fechados elmás moderno entre finales del siglo X y el XI(nivel V b) y el más antiguo desde fines del IXhasta fines del X (nivel VII b)- cabe la posibilidadde que morfológicamente se encuentre máspróxima a los jarros y jarras que a las marmitas(MARTÍNEZ PÉREZ y MARTÍNEZ RUIZ, 1990, fig. 11, 18;

fig. 16, 9 y 13). Vide infra, addendum.

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15 El nombre "olla valenciana" fue acuñado tempranamente por A. Bazzana y P. Guichard (Bazzana, 1979 y 1986; Bazzana y Guichard, 1980),verdaderos pioneros de los estudios arqueológicos altomedievales en tierras valencianas, hasta el punto de generalizarse en la litera-tura científica de la región. El respeto a esta tradición ceramológica, unido a las evidentes diferencias morfológicas y genéticas que exis-ten entre esta forma y la tradicional marmita cilíndrica del sureste de al-Andalus, me parecen razones suficientes para mantener su deno-minación tradicional, aun cuando G. Roselló la considera más adecuada para época cristiana (1991, 148).

La aparición por vez primera de estas for-mas asociadas a las típicas producciones emira-les de Tudmir plantea un interesante problemacronológico y genético. Las llamadas "ollas valen-cianas" del tipo I fueron fechadas por Bazzanaentre los siglos VII y IX, en correlación con loshábitats de altura que no prolongan su existenciamás allá de este último siglo, insistiendo en quese trata de una forma que pudo aparecer en losúltimos decenios de la época visigoda (BAZZA-

NA, 1986, 97). En esta línea, P. Guichard la consi-dera definidora de un horizonte cultural indígenaanterior a la época Omeya (GUICHARD, 1990, 181

y doss. 31). Por fin, en la ciudad de Valencia -enconcreto en el interior de unas fosas de expo-lio halladas en la c/ Comte de Trenor, 12, yfechadas en la segunda mitad del siglo IX- estetipo de olla aparece asociado a otros materia-les claramente emirales, entre los que destacanlos candiles de piquera corta de nuestro tipoT33.3 (GUTIÉRREZ LLORET, 1996 a, 123 y ss.); ladatación de estos rellenos en la segunda mitaddel siglo IX concuerda, como veremos conposterioridad, con la cronología de los contex-tos de Madinat Iyih 16.

De otro lado, con independencia de la apa-rición de estas producciones en contextos emi-rales, su supuesto origen preislámico sigue sinestar definitivamente probado. En la ciudad deValencia se han hallado algunas piezas en estra-tos de contacto entre los plenamente islámicosy los visigodos, así como en los rellenos de lasfosas de expolio de las estructuras tardorro-manas, como ocurre en el basurero de finalesdel siglo VI o inicios del VII hallado en la Plaza dela Almoina (BLASCO et alii, 1994, 370-73; PASCUAL

1997, 197, fig. 8,12); la confirmación de este datoreforzaría la sugerencia de su origen preislámi-co, formulada por Bazzana y Guichard, frente ala hipótesis alternativa de relacionar estas pro-ducciones de cocina con el temprano pobla-miento bereber de la región donde son carac-terísticas, sugerida por quienes trabajamos enterritorios de poblamiento mayoritariamenteindígena, caracterizadas por la inexistencia deestas formas (ACIÉN, 1993; GUTIÉRREZ LLORET,

1993 y 1996 a, 25). Por último, en un trabajo toda-

vía inédito de M. Rosselló, se apunta la posibili-dad de que algunas formas similares de épocacalifal -hechas a torno en pastas de muy buenacalidad similares a las africanas tardorromanas(cocción oxidante con puntos de cal y micafina)- sean realmente importaciones de esteorigen (ROSSELLÓ, e. p.), lo cual obliga a consi-derar, entre otras cosas, perduraciones pro-ductivas de los talleres tunecinos e hipotéticasrelaciones comerciales con el norte de África noatestiguadas en el estado actual de nuestrosconocimientos.

En el caso del Tolmo de Minateda las "ollasvalencianas" se asocian con materiales emiralesen los contextos estudiados, pero no apare-cen nunca en contextos datados entre la segun-da mitad del siglo VII y mediados del VIII, biendocumentados en las viviendas y basureros deépoca visigoda. Así pues, en Madinat Iyih noexisten prototipos anteriores al siglo IX para estetipo de olla, que es totalmente ajena a la tradi-ción preislámica; aunque no descartamos quelos ejemplares que nos ocupan sean de pro-ducción local, la forma en sí es foránea y debióintroducirse en el siglo IX o a finales del siglo VIIIpor el contacto con las regiones limítrofes dondeera característica, como se aprecia, por ejemplo,en el caso del Castellar de Meca (Ayora, Valen-cia). Por esta razón, creo que el supuesto origenindígena y preislámico de esta forma, defendidopara el ámbito valenciano, debería rastrearse enesta región desde una perspectiva exclusiva-mente local y alejada de las influencias nortea-fricanas, puesto que no aparece entre las impor-taciones tardorromanas de otras regionescosteras de Hispania, sin descartar definitiva-mente una posible filiación islámica temprana.

2.- Cerámica destinada a la contención, alma-cenaje o transporte

2.1.- Tinaja: se han documentado al menos dosejemplares de estos grandes contenedores deboca amplia -uno completo y la parte inferior deotro- en el interior de la habitación situada en lameseta superior de la ciudad (contexto 2). Lapieza entera corresponde con algunas peculia-

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16 Un estudio en profundidad de dicha excavación ha sido acometido recientemente en un trabajo todavía inédito (ROSSELLÓ, e. p.).

ridades a la forma M10.4, definida precisamen-te a partir de un hallazgo fortuito en la parte altadel yacimiento. Entre estas peculiaridades cabeseñalar un borde más exvasado y la existencia deuna banda decorativa con impresiones digitalesen el labio, a más del cordón digitado del hom-bro (fig. 11,8), semejante a la constatada en unejemplar de Marmuyas (NAVARRO LARA, 1991, 61,

fig. 13). La contextualización de estos recipientesconfirma la hipotética datación emiral (siglo IX)propuesta en su día para la pieza descontex-tualizada (GUTIÉRREZ LLORET, 1996 a, 89).

2.2.- Jarra: existe al menos un ejemplar de estecontenedor mediano (fig. 11, 7), realizado amano en pasta gris, del que se conserva partedel cuerpo ovoide, el cuello cilíndrico con elborde engrosado y restos de las asas de cinta. Setrata de una forma muy común adscribible en unsentido genérico a la forma M11.3, aunque estapieza concreta carece de decoración. Las jarrasa mano son frecuentes en los contextos visigo-dos del Tolmo pero se caracterizan por labiosplanos y una peculiar decoración incisa en lasasas a base de puntillados, trazos rectos u ondu-lados, círculos o aspas (forma M11.2.2; GUTIÉRREZ

LLORET, 1996 a, 90).

3.- Cerámica de servicio de mesa

3.1.- Cuenco/Ataifor: se trata de una formaabierta de pequeño tamaño (16 cm. de diáme-tro), realizada en pasta basta de color rojizo(con núcleo grisáceo) y abundante desengra-sante mineral mediano, que incluye partículas decal. Su característica principal viene determina-da por el tratamiento de sus superficies inte-riores y exteriores, consistente en un bruñido-espatulado irregular realizado con la punta de unútil romo y destinado seguramente a tapar losporos superficiales logrando una impermeabili-zación más eficaz (fig. 11, 5). Esta pieza de ser-vicio aparece en el contexto 2 asociada a unconjunto de materiales claramente islámicos,pero es muy similar a una producción localdocumentada por varios ejemplares en los con-textos de mediados del siglo VII a mediados delVIII, procedentes de las casas visigodas delReguerón y del gran basurero que se apoya enla fortificación visigodo-bizantina del mismo sec-tor (fig. 15,5). Por esta razón, y ante la posibili-

dad de que se trate de la perduración de unaforma preislámica, he mantenido la denomina-ción de cuenco.

4.- Cerámica de función auxiliar

4.1.- Embudo: está representado por un únicoejemplar procedente del contexto 2; se trata deuna pieza tosca y asimétrica, realizada en pastabasta de color marrón anaranjado con desen-grasante mediano mineral y cocida a baja tem-peratura. Sus dimensiones son 16 cm de altura,la misma medida en el diámetro superior y 5 cmen el gollete inferior (fig. 11, 6). Atestigua ine-quívocamente la existencia de esta forma, des-tinada al trasvase de líquidos, en contextos emi-rales, dato significativo si tenemos en cuentaque es una pieza escasamente representada encerámica islámica (ROSSELLÓ, 1991, 172; ZOZAYA

Y FERNÁNDEZ, 1983, 438, fig. 8 a, b). Por contra esuna forma frecuente en contextos tardorro-manos y visigodos como se aprecia en el ámbi-to basilical de "Es Cap des Port", en Menorca(PALOL, 1987, 435, fig. 12).

CERÁMICA A TORNO

1.- Cerámica de cocina

1.1.- Olla: las cerámicas de cocina están repre-sentadas entre las producciones a torno pornumerosos y variados fragmentos de bordesde ollas. Todas las piezas presentan bordesexvasados, hombros marcados y el arranquede cuerpos de tendencia esférica u ovoide.Aunque la enorme variabilidad morfológica y lacarencia de perfiles completos nos obliga a unacierta prudencia, parece posible establecer tresvariantes en el material estudiado. La primera(fig. 12,6) corresponde a la variante T6.2.3 de untipo de olla característico de los niveles visigodosdel Tolmo de Minateda, documentada en lasegunda mitad del siglo VII (GUTIÉRREZ LLORET,

1996 a, 97-98). Su hallazgo en los estratos de col-matación de la vivienda islámica de la mesetasuperior podría apoyar su carácter residual,pero la tosquedad del ejemplar en comparacióncon la excelente calidad de las piezas visigo-das, parece sugerir más bien una perduración dela forma (fig. 15, 7).

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La segunda variante acoge una gran diver-sidad de perfiles concretos unificados bajo eldenominador común de su borde exvasado yengrosado al exterior (fig. 12,8), siendo parti-cularmente significativas las de borde moldura-do (fig. 12,9), que recuerdan tanto a formasvisigodas del grupo I de Recópolis (C.E.V.P.P.,

1991, 57, fig. 7, 28-29) como a algunos ejemplaresde Pechina ya plenamente emirales (ACIÉN y

MARTÍNEZ, 1989, fig. 5, 1-3). Por último, existe unaforma de cuello cilíndrico acanalado y bordeengrosado con al menos un asa (fig. 12, 7), rea-lizada en pasta anaranjada que no presentaseñales evidentes de fuego, por lo que podríatratarse también de una orza.

2.- Cerámica destinada a la contención, alma-cenaje o transporte

2.1.- Orza/Tinaja: del contexto 2 procede elborde de una pieza de perfil ovoide con hom-bro marcado, borde exvasado y al menos un asa,realizada en pasta compacta de color anaranja-do con desengrasante apenas visible. Su gran diá-metro de boca (23 cm) y sus característicastécnicas sugieren una funcionalidad relacionadacon la contención (fig. 12, 10).

3.- Cerámica de servicio de mesa

3.1.- Jarro: la forma destinada a beber en lasseries emirales aparece atestiguada en el con-texto 2 por una pieza entera y numerosos frag-mentos. Se trata de una pieza de medianotamaño -14 cm de altura y 10'5 de diámetro deboca en el caso del ejemplar completo- debase ligeramente convexa, cuerpo de tendenciatroncocónica invertida con marcada inflexión,cuello alto cilíndrico y ligeramente exvasado,boca amplia y un asa del labio a la inflexión delcuerpo (fig. 12, 11). Su pasta es compacta, decolor claro con desgrasante pequeño y segura-mente de producción local. Se trata de unaforma muy extendida en contextos emirales,parangonable con diversos ejemplares atesti-guados en el yacimiento alicantino del Zambo(T20.3 y 4; GUTIÉRREZ LLORET, 1996 a, 114). Se handocumentado algunos fragmentos de cuello yborde correspondientes a esta forma que pre-sentan la característica decoración pintada enóxido de hierro a base de filetes paralelos (fig.

8, 5), atestiguada frecuentemente en jarros yjarras emirales (GUTIÉRREZ LLORET, 1996 a, 160).

Aunque no ha sido posible tipologizar laforma, el material estudiado ha proporcionadoalgunos fragmentos de bordes trilobulados posi-blemente correspondientes a jarros del tipoT18.1, que ha sido imposible reconstruir (GUTIÉ-

RREZ LLORET, 1996 a, 111).

3.2.- Jarra: aunque en los contextos estudiadosno ha aparecido ninguna forma completa corres-pondiente a la jarra T11.1.1 -es decir, la versióna torno de la jarra M11.3-, sí se han documen-tado en otros contextos emirales del mismoyacimiento fragmentos de cuello y cuerpo deestas características producciones en pastas cla-ras, con la decoración pintada a base de filetesparalelos en óxido de hierro a la que antes alu-díamos.

4.- Cerámica destinada a la iluminación

4.1.- Candil: del contexto 1 procede un candil alque le falta el final de la piquera y el borde delgollete (fig. 12, 12), mientras que en el contex-to 2 apareció un fragmento de cazoleta (fig. 7, 4).Las características de la pieza conservada sugie-ren que se trata de un candil de piquera cortatípicamente emiral, correspondiente a la formaT33.3, sin que se pueda especificar variante.

CERÁMICA VIDRIADA

Las series vidriadas islámicas son práctica-mente inexistentes en el yacimiento y los esca-sos fragmentos aparecidos corresponden ge-neralmente a formas de servicio de mesa,preferentemente jarros. Entre los materialesestudiados sólo se han documentado tres frag-mentos con vidriado monocromo de colorverde oscuro, procedentes de la vivienda de lameseta superior (contexto 2); de ellos, sólodos -un fragmento de borde y otro de asa-pueden identificarse como jarritos de la serieV20.1, correspondiente a piezas importadasprocedentes casi con completa seguridad dePechina (GUTIÉRREZ LLORET, 1996 a, 129-30). Enotros sectores del yacimiento ha aparecidoalgún fragmento con vidriado melado, un frag-mento amorfo bicromo (melado y manganeso)

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y otro con decoración en relieve bajo cubierta,que parecen ser contemporáneos al resto de lasproducciones estudiadas.

Tecnología

El estudio tipológico denota un predominioen cuanto a representatividad y variabilidadmorfológica de la cerámica modelada a mano.Con esta técnica se elabora un amplio reper-torio formal, que comprende la mayoría de lacerámica de cocina, los grandes contenedores,formas abiertas y piezas de transporte, mientrasque a torno únicamente se constatan ciertostipos de ollas, candiles y las piezas de servicio demesa destinadas a beber, en especial jarras yjarritos. Este predominio del modelado manualresponde en ciertos casos a condicionantespuramente tecnológicos, como ocurre con lastinajas y jarras de gran tamaño imposibles de tor-near si no es por partes (GUTIÉRREZ LLORET,

1996 a, 56-7), pero en la mayoría responde úni-camente a una estrategia productiva destinadaa lograr una cerámica culinaria eficaz y adapta-da a las condiciones de fabricación.

Este predominio de la cerámica modeladaen la época emiral contrasta enormemente conlo observado en el caso de las producciones deépoca visigoda del mismo yacimiento, donde lascerámicas a mano ocupan una parcela restringiday no demasiado importante del horizonte pro-ductivo, en relación al amplio y variado reper-torio de la cerámica a torno de importación ylocal, que logra productos de excelente cali-dad tanto en vajilla de mesa (cuencos carenados,jarros, botellas y jarras de la forma T15.5, etc.)como en cerámica culinaria (ollas T6.2 y cazue-las). Sin embargo, como M. Picón señala, losarqueólogos solemos conceder a los procesosde elaboración de las cerámicas -mano o torno-una importancia desmesurada en detrimento deaspectos tecnológicos mucho más significativos(PICON, 1995, 158).

En este caso, el predominio de la cerámicamodelada en época islámica denota no tanto

una preferencia por un proceso de elabora-ción concreto (la torneta) y el abandono de pro-cedimientos anteriormente utilizados (el tornoalto), como la ausencia de diferenciación entrepastas culinarias y no culinarias 17. La mayoría delas producciones modeladas a mano, sea cual seasu forma, se fabrican en pastas bastas con abun-dante desengrasante mineral mediano y grueso.Esto quiere decir que todas ellas, con indepen-dencia de su función última, participan de unaestrategia tecnológica que permite obtenercerámicas con buena resistencia al choque tér-mico -en otras palabras aptas para un uso culi-nario- a partir de arcillas mediocres.

Sólo algunas arcillas de buena calidad, comolas volcánicas, poseen coeficientes de dilataciónbajos y permiten fabricar cerámicas culinarias definas paredes con buena resistencia térmica ymecánica (EL-HRAIKI, 1989, 315 y ss.; PICON, 1995,

144-5; GUTIÉRREZ LLORET, 1996 a, 53 y ss.). Cuandolas arcillas disponibles no reúnen dichas carac-terísticas, como ocurre en el caso de las calcá-reas que no pueden ser cocidas entre 700 y900° (ALIPRANDI y MILANESE, 1986, 80; PICON, 1995,

153), la única forma de obtener cerámicas capa-ces de resistir el choque térmico es lograr unatextura lo menos rígida posible; para ello seránecesario agregarles abundante desengrasanteque proporcione los fundentes necesarios paraalcanzar la madurez de cocción a temperaturasinferiores a 700° (ALIPRANDI y MILANESE, 1986, 52;

PICON, 1995, 144-5). Por esta razón, las diferenciasproductivas constatadas entre la cerámica visi-goda del yacimiento y la emiral no denotan unretroceso tecnológico sino una estrategia pro-ductiva distinta, condicionada por la disponibili-dad de materias primas, la demanda, los mediosde producción y el consumo (PICON, 1995, 148;

GUTIÉRREZ LLORET, 1996 a, 54 ).

La cocción a baja temperatura suele aso-ciarse por paralelos etnográficos con las áreas decocción a cielo abierto, si bien también sonfrecuentes estructuras más complejas, comolos hornos propiamente dichos, tanto de pozo(o abiertos) como de cúpula con doble cáma-ra, cuya elección depende exclusivamente del

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17 Con la excepción de ciertas formas de servicio de mesa destinadas exclusivamente a beber, como los jarros, hechas siempre a torno,con pastas totalmente inapropiadas para el fuego y a menudo importadas, como en el caso de las producciones vidriadas.

carácter y la naturaleza de la producción 18. Eneste sentido cabe señalar el hallazgo de unhorno con praefurnium y una cámara de com-bustión provista de pilar central en las inmedia-ciones de la vivienda situada en la meseta supe-rior; esta estructura de cocción, actualmente encurso de estudio, permitirá ilustrar algunosaspectos productivos de dichas cerámicas (Videinfra, addendum).

Parece evidente que los alfareros de épocaemiral en Madinat Iyih y en Tudmir en generaloptaron por la estrategia productiva antes des-crita, que asocia pastas bastas con abundantedesengrasante, modelado manual, paredes grue-sas y cocción a baja temperatura, tanto en lacerámica culinaria -en sus dos formas predomi-nantes: marmitas de base plana y ollas valen-cianas- como en la mayoría de las producciones.Dicha estrategia se mantendrá para las cerámi-cas culinarias en muchas zonas de Tudmir hastala conquista feudal, dando lugar a una evoluciónmorfológica de las marmitas de base plana, ten-dentes al abombamiento, la proliferación deasas de puente y la adopción de vedrío interno.Sin embargo, en los vecinos territorios de laCora de Valencia la evolución de las cerámicasculinarias, realizada a partir de la característicaolla, seguirá una estrategia productiva total-mente distinta; así, a partir del siglo X o ya en elXI comenzarán a aparecer las ollas del tipo IIa yIII de A. Bazzana, más amplias y de muy buenacalidad, realizadas en ocasiones a torno concocciones oxidantes y caracterizadas por pare-des muy finas, raspadas, y compactas tipo "cás-cara de huevo" (BAZZANA, 1986, 97). Si se dispo-ne de arcillas adecuadas, el adelgazamiento de lasparedes es una excelente solución al choque tér-mico, que garantiza también una buena resis-tencia mecánica (PICON, 1995, 145,) y aparente-mente es la opción que se impone a partir delsiglo XII en las cerámicas culinarias islámicas(GUTIÉRREZ LLORET, 1996 a, 53, nota 14). Asimismoes la solución adoptada por ciertas produccio-nes de "cooking pot" en la antigüedad (PICON,

1995, 145, nota 8), entre ellas por la cerámica afri-cana de cocina; creo, por tanto, que ésta puede

ser la explicación de esa aparente similitud conlas conocidas pastas africanas de la antigüedadclásica y que podría ser una línea de investigaciónalternativa a las importaciones sugeridas poralgunos autores (ROSSELLÓ, e. p.).

Decoración

En los contextos estudiados predominanlas cerámicas lisas sobre las decoradas. Las esca-sas técnicas decorativas constatadas se limitan,como por otro lado es frecuente en las pro-ducciones emirales de Tudmir, a la incisión, pin-tura en óxido de hierro y la decoración plástica.La primera aparece como un motivo simpleondulado sobre marmitas a mano (GUTIÉRREZ

LLORET, 1996 a, 156). La decoración pintada essiempre de filetes (trazos finos rectos) paralelosdispuestos en los cuellos y a lo largo de loshombros de ciertas formas no culinarias, desti-nadas al transporte y servicio de líquidos, comolos jarros T20 y las jarras T11 (GUTIÉRREZ LLO-

RET, 1996 a, 160-3). Por último, la decoración plás-tica se asocia a los grandes contenedores de laforma M10.4 y consiste en cordones en relievesobre los hombros, que a menudo se adornancon impresiones digitales que pueden apare-cer también sobre el borde o las asas de estosmismos recipientes e incluso sobre los mame-lones de las marmitas M4.1.2. Tanto técnicascomo motivos son frecuentes y típicos de lascerámicas emirales del este de al-Andalus.

Es necesario referirnos brevemente a lastécnicas de acabado, si bien carecen de fun-ción decorativa en sentido estricto. En las pro-ducciones a mano está generalizado el alisado,salvo en el caso de las llamadas "ollitas valen-cianas", que combinan acanalados en el cuellocon enérgicos raspados en el cuerpo, destinadosa afinar las paredes. En el caso de los pequeñoscuencos se constata un alisado particular, másbien un espatulado, realizado con un útil depunta roma. Por último, algunos fragmentospresentan cubiertas vítreas monocromas enambas caras, con una finalidad claramente fun-

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18 Sobre los sistemas de cocción documentados arqueológicamente en la época emiral y califal puede verse Gutiérrez Lloret (1996 a,59-65), con las referencias bibliográficas más significativas.

cional, y sólo un fragmento, que no correspon-de a estos contextos, muestra una decoraciónplástica bajo cubierta, también muy típica detoda la segunda mitad del siglo IX (GUTIÉRREZ

LLORET, 1996 a, 163-6).

Funcionalidad

En este trabajo se han estudiado dos con-textos bien definidos arqueológicamente: el pri-mero corresponde a la fase de abandono ydeterioro de una vivienda semirupestre, ya par-cialmente colmatada y situada intramuros. Estácompuesto por cuatro piezas reconstruiblesque aparecieron englobadas en una manchacenicienta: dos ollas del tipo valenciano, unamarmita de base plana de las típicas del sures-te de al-Andalus y un candil de piquera corta(fig. 4). Las características del ajuar asociado(tres piezas de uso culinario y una destinada a lailuminación) y la localización del contexto (unahoguera practicada en el interior de una cova-cha, al abrigo de la puerta de la ciudad enépoca islámica) permiten sugerir, como inter-pretación funcional, que se trate de un puestode vigilancia del acceso a la ciudad, utilizadocuando ya la zona había perdido su carácterde habitación propiamente dicho y correspon-diente al abandono del asentamiento.

El segundo contexto corresponde claramen-te a una unidad doméstica formada al menos pordos habitaciones. Sobre el suelo de la habitaciónmás grande se hallaron dos tinajas que debieronalinearse contra el muro occidental, una cerca delhogar (entre una piedra que debía hacer lasveces de banco y uno de los asientos) y la otraen las proximidades del ingreso a la cámarainterior, que por contra carecía de materiales.Ambas piezas debieron estar in situ y se des-plomaron hacia el este (lám. VI), por lo quecabe suponer que fueron destruidas por el pro-pio derrumbe del muro occidental; la primera, alcaer, aplastó sobre el hogar una jarra de media-

no tamaño y un embudo, por lo que es posibleque ambas piezas estuvieran colocadas sobre lamisma tinaja o quizá sobre el hipotético banco.Junto a la segunda tinaja se halló un pequeñocuenco, mientras que en el centro de la habita-ción se localizó un jarrito, quizá procedentetambién de la parte alta de la tinaja (figs. 5 y13).

Es importante señalar que en el nivel de col-matación de la vivienda, un estrato de tierra cas-taña, apareció también abundante material frag-mentado (ollas, marmitas, etc.), que a pesar desu aparente contemporaneidad nunca entró encontacto directo con la superficie de uso definidacomo suelo de la habitación. Esta peculiar depo-sición, unida a la constatación de que los alzadosmurarios eran generalmente de tapia sobrezócalo de piedra, sugiere la posibilidad de quemuchos de estos materiales estuviesen colgadosde las paredes de la vivienda y fueran arrastra-dos en el derrumbe de los muros, como esfrecuente en muchos ambientes rurales 19.

Por último y dentro de este intento de inter-pretar la funcionalidad de asociaciones y con-textos, quisiera señalar un aspecto que no porsabido es menos importante. Generalmente laarqueología, cuando estudia objetos muebles,se centra casi exclusivamente en los contextoscerámicos, puesto que constituyen el registromaterial más abundante y perdurable, a más deuno de los más precisos cronológicamente. Sinembargo, es evidente que ésta es una de lasmayores "perversiones" de la realidad materialde las sociedades preindustriales, puesto que conla cerámica se usaron abundantes objetos con-feccionados en materiales perecederos y portanto desaparecidos, como la madera, o demayor valor intrínseco y por tanto recuperableso reciclables, como el metal 20 o la piedra.

En este sentido, los contextos estudiadosen Madinat Iyih han sido particularmente parcos,excepción hecha de algunos fragmentos de moli-no y de un tipo de objeto lítico, representado

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19 Esta práctica de colgar objetos de uso doméstico en los muros se ha constatado arqueológicamente en asentamientos de época ibéri-ca, a partir de la disposición de los materiales en los estratos de colmatación (ABAD y SALA, 1993, 234-5; BONET y GUÉRIN, 1995,90); así mismo es una práctica atestiguada en por la etnografía en numerosos asentamientos rurales del Magreb, como por ejemplo entrelos Aït Hichem (LAOUST-CHANTRÉAUX, 1994, 32).

20 Sobre este particular véase las reflexiones etnoarqueológicas de J. M. Poisson (1995, 76-76).

por tres ejemplares 21. Se trata de toscos discosrealizados en biocalcoarenitas de la zona, quepresentan una perforación central; su diámetrooscila entre 6,5 y 8 cm y su grosor no supera losdos centímetros y medio (fig. 14, 3-5). Aunqueno podemos asegurar su funcionalidad, los para-lelos etnográficos sugieren un uso textil ligado alhilado de la lana, es decir a la obtención defibras cortas o largas por rotación; el hiladomanual tradicional requiere un huso -una varillade madera o metal ligeramente cónica (AZUAR,

1989 a, 372)- y un contrapeso perforado -gene-ralmente de madera, piedra, hueso o metal-que se encastra en la parte baja del huso, impri-miéndole un movimiento de rotación que tor-siona el hilo (fig. 14, 1) 22. Mientras se hila, el husose mantiene girando suspendido con una manopor su extremo aguzado, mientras con la otra seestira la hebra del copo que se va retorciendopor el movimiento del huso, al tiempo que seenrolla en él (fig.14, 2). Atendiendo a esta sencillatécnica creemos posible interpretar estos discoslíticos como contrapesos de sencillos husos demadera; identificación que de confirmarse evi-denciaría una actividad textil de carácter domés-tico en la fase islámica del asentamiento.

Cronología

Los dos contextos estudiados se inscribenen un horizonte cronológico de época plena-mente emiral; dicho horizonte incluye tantoproducciones de origen indígena, claramenteemparentadas o evolucionadas a partir de lascerámicas de época visigoda (fig. 15), comoelementos materiales totalmente ajenos a dichastradiciones, que en un reciente trabajo propu-se considerar "indicadores", en un sentido laxo,de la forma en que se produce la islamizaciónsocial de las poblaciones autóctonas, al tiempoque evidencian la presencia de nuevas pobla-ciones, árabes o bereberes (GUTIÉRREZ LLORET,

1996 a, 183). Las producciones estudiadas se

corresponden en líneas generales con las docu-mentadas en diversos asentamientos de Tud-mir, fechados en la segunda mitad del siglo VIII,tales como el Cabezo del Molino (Alicante) o elCerro de Peña María (Murcia), y sobre todo conlos datados a mediados del siglo IX, como elZambo o el Forat, ambos en Alicante 23.

En el caso de Madinat Iyih el horizonte pro-ductivo se amplia con la incorporación de las lla-madas "ollas valencianas", piezas totalmenteajenas tanto a la tradición local como a las pro-ducciones foráneas vinculadas a las nuevas pobla-ciones islamizadas instaladas en Tudmir, peromuy características de los territorios limítrofesseptentrionales. Aunque los trabajos pioneros deBazzana y Guichard proponían una datacióntemprana para estas ollas, su cronología eraamplia y quedaba lejos de estar definitivamenteestablecida; no obstante, los recientes hallaz-gos del Castellar de Meca y sobre todo de laciudad de Valencia (C/ Comte de Trenor, 12)confirman una cronología del siglo IX, al ratificarasociaciones con otras formas emirales, como elcandil de piquera corta, constatadas también enel Tolmo de Minateda. Asimismo, la escasa pre-sencia de vidriado, siempre monocromo, sugie-re una datación de los contextos algo más pre-cisa: mediados del siglo IX por la relación concentros productores como el de Pechina (GUTIÉ-

RREZ LLORET, 1996 a, 178).

Sin embargo, en el estado actual de nuestrosconocimientos no parece posible alargar estafecha al siglo X, ya que no se documenta ladiversificación morfológica, productiva y deco-rativa (nuevas formas, generalización del vidria-do o introducción del verde y manganeso cali-fal en el ecuador de dicho siglo). De hecho lasmarmitas de la forma M4.1 son las que predo-minan en el asentamiento, donde por otro ladosólo se han documentado dos fragmentos demarmitas de la forma M4.2, con su decoraciónde bandas peinadas onduladas, que empiezan a

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21 Dos de ellos (fig. 14, 3 y 4) proceden de la vivienda realizada en el interior de la covacha situada junto a la puerta de la ciudad y sobrecuya destrucción se configuró el contexto 1; cada pieza se halló aislada sobre uno de los pavimentos de dicha unidad habitacional, juntoa sus respectivos hogares (ejemplo: fig.3). El tercero (fig. 14, 5) procede del nivel superficial de la vivienda de la meseta superior.

22 Numerosas ilustraciones de este procedimiento fueron recogidas por Germaine Laoust-Chantréaux en la Kabylia a finales de los añostreinta (1994, 59-63).

23 Esta propuesta cronológica se apoya, además, en el hallazgo de un dirham del año 851-52 en el yacimiento del Forat (DOMÉNECHy TRÉLIS, 1993; GUTIÉRREZ LLORET, 1996 a, 373).

aparecer a finales del siglo IX para convertirse enuna producción característica del siglo X, biendocumentada en el nivel inferior de la Rábita deGuardamar (AZUAR et alii, 1989, 111-3). Por estasrazones, cabe proponer una datación indicativade mediados del siglo IX para los contextosestudiados, que corresponden estratigráfica-mente -no conviene olvidarlo- con el abandonodel asentamiento urbano.

CONCLUSIONES Y PERSPECTIVASDE INVESTIGACIÓN

Llegados a este punto, me parece necesariorecapitular algunas de las más significativas con-secuencias -productivas, estratigráficas e histó-ricas- que se obtienen de este estudio eminen-temente ceramológico. En primer lugar, el análisisarqueológico de un yacimiento urbano despo-blado, con una secuencia estratigráfica larga ycontinuada de ocupación entre los siglos VI y IX,nos confirma la naturaleza regional de las pro-ducciones altomedievales (GUTIÉRREZ LLORET,

1996 a, 24 y ss.). El yacimiento se incluye dentro delos límites históricos del área conocida en el al-Andalus temprano como Tudmir y sus materia-les corresponden al horizonte emiral definidopara ese territorio histórico. La aparición demateriales característicos y definidores de otroshorizontes emirales, propios de regiones vecinas,confirma la intuida desigualdad material deambas regiones, a más de indicar, en este casoconcreto, una permeabilidad material "fronteri-za", explicable por la situación geográfica delasentamiento, que domina tanto el eje principalentre el sureste costero y la Meseta como lacomunicación transversal entre los territoriosvalencianos interiores y la alta Andalucía.

La constatación de una diferenciación regio-nal y de permeabilidad material en la periferia deestas "regiones culturales", es decir de distintacultura material, evidencia la necesidad de abor-dar un problema hasta ahora sólo sugerido: laexplicación histórica de dicho regionalismo pro-ductivo en el caso de Tudmir y Valencia y sueventual relación con el origen del poblamien-to predominante en ambas zonas, indígena yárabe en el primer caso y bereber en el segun-do. De esta forma y a la luz de lo que se viene

realizando en otras regiones, quizá sea factibleavanzar en una línea de investigación que semuestra esquiva, pese a lo que se proclama,desde una perspectiva arqueológica: la posibili-dad de reconocer materialmente el poblamientobereber temprano de la zona valenciana o deotras regiones de al-Andalus (GUTIÉRREZ LLORET,

1996 a, 335-6).

En segundo lugar, el análisis contextual estra-tificado nos obliga a reconsiderar las datacionesestablecidas per se y a plantear el problema dela residualidad de algunas producciones a la luzde evidencias materiales novedosas. Es el casode ciertos broches de cinturón de tipo liriforme,datados en la segunda mitad del siglo VII; suaparición descontextualizada o en prospecciónsugiere automáticamente un horizonte visigodoy, por inercia, una datación anterior al año 711.La constatada aparición de estas piezas en con-textos posteriores a dicha fecha en el Bovalar oen ambientes claramente islámicos (siglo VIII oincluso IX) en el Tolmo (fig. 16), nos obligan aconsiderar, como por otro lado ya sugirió G.Ripoll (1991), la posible perduración en el usode estas piezas en época islámica temprana ynos permiten insistir en la necesidad de fecharlos contextos en su conjunto, en lugar de datar-los exclusivamente por la aparición esporádicau ocasional de un "fósil director" concreto, comolas importaciones africanas, la toréutica o elestilo de ciertas manifestaciones escultóricas.

Quizá ésta, y no el despoblamiento real,sea la causa del hiato supuestamente constata-do por la arqueología en más de un asenta-miento, entre finales del siglo VI (cuando sefechan las últimas importaciones que aparecenen superficie) y el siglo X (cuando aparecenlos primeros verdes manganesos reconocibles),donde curiosamente se hallan enterramientos omonedas de los siglos VII, VIII o IX, que se con-sideran consecuencia de esporádicas frecuen-taciones en lugar de evidencias de ocupaciónpermanente (GUTIÉRREZ LLORET, 1995, 320). Eneste sentido es particularmente didáctico elejemplo del propio Tolmo de Minateda, yaci-miento conocido de antiguo y divulgado comoasentamiento ibero-romano. Las prospeccio-nes establecían convencionalmente su abando-no como centro urbano en torno a finales del

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siglo VI, por la ausencia de Terra sigillata, insis-tiendo en el carácter marginal de su aparenteocupación medieval, a pesar de ser en estemomento cuando se citaba inequívocamenteen las fuentes escritas. Sin embargo, uno de losresultados más importantes de las excavacionesarqueológicas practicadas ha sido, a más dedocumentar su ocupación prehistórica y con-firmar la importancia del asentamiento ibéricoromanizado, la puesta en evidencia histórica ymaterial del asentamiento urbano altomedieval,frente a la, por ahora, reducida significación delnúcleo en época altoimperial. Lo que ocurría erasimplemente que el material visigodo y emiral,muy abundante en la superficie del cerro, eradesconocido, y por tanto invisible, frente a laTerra sigillata, que ahora sabemos con certezaescasa.

Este hecho nos obliga también a considerar,a la luz de las excavaciones de contextos estra-tificados, que quizá no sea posible matizar cro-nologías con materiales aislados, más allá delos encuadramientos generales logrados hasta elmomento. La perduración de formas (fig. 15) yla escasa variabilidad decorativa impide, porejemplo, precisar una cronología del segundocuarto del siglo VIII ante una cerámica descon-textualizada. Cuando se dispone de secuenciasestratigráficas continuadas entre los siglos VII yIX, como es nuestro caso, se reconocen clara-mente los extremos, pero no siempre es fácildiferenciar los contextos intermedios, de noser por la certeza de su posición estratigráfica. Laclave de interpretación ha de venir necesaria-mente de la contextualización y de la repre-sentatividad de materiales, puesto que muchoscontextos únicamente difieren de los anterioresen cuestiones de porcentualidad, que mues-tran como se rarifican ciertas produccionestodavía significativas en el siglo VII y empiezan aaparecer de forma esporádica otras típicamen-te islámicas, hasta hacerse mayoritarias. Este esel sentido de los indicadores cronológicos ysociales antes aludidos, que para la época islá-

mica en el Tolmo son, a más de la paulatinadesaparición de las últimas importaciones afri-canas u orientales y de ciertas produccionesde época visigoda, la incorporación de formasnovedosas (las "ollas valencianas", los candiles, lostanures, etc.), de ciertas técnicas decorativas(la pintura en óxido de hierro con filetes sobrepastas calcáreas blanquecinas) o la aparicióndel vidriado islámico monocromo 24.

Por último, las características intrínsecas delos depósitos estudiados (material abundante,reconstruible y a menudo aplastado in situ) nosobligan a plantear un problema histórico desingular importancia en cuanto a la identificacióndel yacimiento se refiere. Sabemos que unaciudad llamada Madinat Iyih fue supuestamentedestruida -o quizá simplemente abandonada-tras la erección de Murcia como capital de laCora de Tudmir por ‘Abd al-Rahman II. Tradi-cionalmente esa mítica Iyih se identificaba con laciudad del mismo nombre mencionada en elPacto de Teodomiro e incluso con la indeter-minada sede episcopal Elotana. Tras las excava-ciones en el Tolmo de Minateda -indudable-mente la Madinat Iyih mencionada por al-‘U∂ri-hemos argumentado arqueológicamente suidentificación con la ciudad del Pacto, al tiempoque manteníamos en prudente reserva su rela-ción con la fundación de Murcia. Las causas deesta prevención deben buscarse en la lentitud dela investigación arqueológica de un lado y deotro en los argumentos esgrimidos por algunosinvestigadores murcianos que, en razón de unhipotético traslado de población nunca señala-do por las fuentes, cuestionaban la candidaturadel Tolmo de Minateda por su lejanía con Mur-cia, en beneficio de una hipotética ciudad de Eioo Iyih sita en sus inmediaciones 25.

El estudio de los contextos emirales de laMadinat Iyih del Tolmo de Minateda demuestraque el abandono definitivo de la ciudad se debefechar en torno a mediados del siglo IX. Conposterioridad a esa fecha, el asentamiento pier-

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24 En este sentido hay que señalar que se ha documentado una producción vidriada típica de los contextos visigodos (vidriados gruesoscristalinos en el interior de ollas culinarias) pero perfectamente diferenciada y ajena a la tradición islámica tanto en técnica como enformas.

25 Los argumentos de este debate, así como una exposición crítica de las diferentes posturas de R. Pocklington (1987) y A. Carmona (1989),entre otros, con las referencias bibliográficas oportunas, puede verse en Gutiérrez Lloret, 1996 a, 243 y ss. y en un trabajo en cursode publicación en el Homenaje a E. A. LLobregat (Gutiérrez Lloret, e. p. b).

de su condición urbana y se transforma en undespoblado a cuyos pies se mantuvo un paradoren la vía de Cartagena a Toledo. La designaciónde dicho parador con el significativo nombrede Madina, transmitida por al-‘U∂ri debe enten-derse más como una alusión a su esplendorosopasado que como un reflejo de la realidad mate-rial de este yermo despoblado en el siglo XI.

Podemos concluir, por tanto, que el aban-dono de la única Madinat Iyih atestiguada ine-quívocamente por las fuentes escritas y la topo-nimia -el Tolmo de Minateda- corresponde a unmomento coetáneo o ligeramente posterior ala fundación y desarrollo de la futura capitalde Tudmir, Murcia, en el segundo cuarto del sigloIX; si a ello le sumamos las condiciones dedicho abandono, que hemos de suponer cuan-do menos brusco a juzgar por la abundancia dematerial completo, creo legítimo plantear abier-tamente la identidad del despoblado en curso deexcavación tanto con la Madinat Iyih del Pactode Teodomiro como con la ciudad destruida trasfundar Murcia, abandonando la rebuscada hipó-tesis de dos ciudades distintas con idénticonombre.

Es cierto que no existen evidencias con-cretas de una destrucción violenta de la ciudad-al menos no se han detectado en los dos sec-tores excavados señales de incendio o des-trucción sistemática- pero sí se constata unainterrupción brusca de su ocupación, caracteri-zada por la abundancia de material abandonadoen buen uso; de otro lado, tampoco es fácilevaluar desde una perspectiva material el signi-ficado o la magnitud real de la expresión "orde-nar destruir" contenida, bajo diversas formula-ciones, en las fuentes árabes que relatan elepisodio (GUTIÉRREZ LLORET, 1996 a, 272, nota 82).

Por todo ello, creo que el Tolmo de Minateda seconfirma, en el estado actual de la investiga-ción, como el candidato más firme a ser identi-ficado con la Madinat Iyih de las fuentes, nosólo toponímicamente sino también desde unaperspectiva arqueológica, y creo además que elestudio de su cultura material, en concreto desus repertorios cerámicos, se convierte en estecaso en una de las fuentes más elocuentes, entanto que permite formular y responder ver-daderos problemas históricos.

Addendum:

Con posterioridad a la entrega de este textoen Oct. de 1997, se completó el estudio delas unidades estatigráficas que rellenaban elhorno hallado en las inmediaciones de la vivien-da de la que procede el contexto 2, con resul-tado de aislar algunas de sus producciones. Éstees el caso de la pieza de la fig. 12,4, emparen-tada por sus características tecnológicas con las“ollas valencianas”. La reconstrucción de nue-vos ejemplares demuestra que se trata de jarras(asas) con pastas bizcochadas, caracterizadaspor la abundancia de gruesas partículas de cal,que se fabrican localmente junto con jarros ygrandes contenedores. La similitud con las pas-tas de las llamadas “ollas valencianas” sugiereun posible origen local para estas produccio-nes que está siendo estudiado.

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94

Fig. 1. El Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete), con indicación de los sectores excavados.

95

Fig

. 2.R

estit

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96

Fig. 3. Primer pavimento (UE. 1355) y hogar (UE. 1353) de la vivienda islámica a cuya destrucción corresponde el contexto 1. La flecha señala la localización de uno de los contrapesos de huso

Fig. 4. Materiales procedentes del contexto 1.

97

Fig

. 5.U

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ón 1

Hab

itaci

ón 2

98

Fig. 6. Materiales del contexto 2 procedentes de la superficie de uso (UE. 60.027) de la vivienda islámica.

99

Fig.7. 1: materiales del contexto 2 procedentes de la superficie de uso de la vivienda islámica (UE. 60.027) y2-4: materiales procedentes de los niveles infrapuestos (UU.EE. 60.031 y 60.035).

100

Fig. 8. materiales del contexto 2 procedentes del nivel de colmatación y abandono (UU.EE. 60.002 y 60.006).

101

Fig. 9. Materiales del contexto 2 procedentes del exterior de la vivenda (UU.EE. 60.004) (marmitas)

102

Fig. 10. Materiales del contexto 2 procedentes del exterior de la vivenda (UU.EE. 60.004) (ollas).

103

Fig. 11. Tabla tipológica de las producciones a mano (1-4: marmitas, 5: cuenco, 6: embudo, 7: jarra y 8: tinaja).

Marmita

Cuenco

Embudo

Jarra

Tinaja

104

Fig. 12. Tabla tipológica de las producciones a mano (1-5: ollas) y a torno (6-9: ollas, 10: orza, 11: jarro y 12: candil)

Olla valenciana

¿Jarra?

Olla/Marmita

Orza

JarroCandil

105

Fig

. 13.

Cont

exto

2. U

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ción.

106

Fig. 14. 1: restitución de un huso con su contrapeso, 2: proceso de hilado, 3-5: discos líticos interpretados como contrapesos de huso.

107

Fig. 15. Formas islámicas derivadas de producciones visigodas.

108

Fig. 16. placa de cinturón de bronce hallada en la habitación 1 del corte 60, en los niveles infrapuestos a la superficie de uso islámica (UE. 60.031).

Lám. I. Vista de la torre bizantino-visigoda y de la visera rocosa transformada posteriormente en vivienda semirupestre

109

Lám. II. Nivel de abandono y colmatación de la vivienda islámica. En primer plano uno de sus muros.

Lám. III. Excavación del contexto 1. Fragmentos de la marmita en el interior de la hoguera 1024.

110

Lám. IV. Vista de la unidad domésticade la plataforma superior

Lám. V. Ingreso a la habitación1 con el característico sistema de

jambas y el umbral escalonado.

111

Lám. VI. Tinaja desplomada in situ sobre el suelo de la habitación 1.