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ROUTE, hebdomadalre de la. (Ji.Z.Q.JP. en <^¡canee Année V i l Prix 1 2 francs lO «JUNIO 1951 298 Rédaction et Adminislrallon 4, me Belfort, 4 TOULOUSE (Haute-Garonne) C.C. Postal N- 1328-79 TOUlOUSe (Hte-Gr.e) Ó€QCUIX» de \a SI tcahaia na áecá tiem- pa pezdida - nada ée piez.de en eáte manda - y, Laá aataá de aaua, pac áet ¿nmáibleé, na deiatán de tattnaz. el Oceana. EAttUNIN 111111H*W*V in^iiwratvtfl EL Vil CONCRESO CE LH Ü.I.T. ¡TENÍAMOS MNN^VVM»* RAZÓN! </VV^**»N* T ENÍAMOS razón. La confianza que inspiraba a los jóvenes libertarios la A.I.T. era justificada. La Internacional de los trabajadores seguirá fiel a los principios, tácticas y finali- dades del anarcosindicalismo. El VII Congreso de la Asociación Internacional de los Tra- bajadores ha sido una prueba de la potencialidad moral que anima a las organizaciones de carácter sindicalista revolucio- nario. No ha sido un Congreso más, de los muchos que se su- ceden en nuestros días. Si así hubiese sido, si sus tareas fuesen paralelas a las que otras organizaciones internacionales han desarrollado en sucesivos comicios, la A.I.T. hubiese denotado debilidad, decadencia, abatimiento. Y no, no ha sido asi, puesto que el VII Congreso de la Internacional a la que la C.N.T. per- tenece ha sabido reafirmar su recia personalidad revolucionaria y desprenderse de toda justificación a lo que tiene un solo y común calificativo: REFORMISMO. Existian problemas fundamentales a dilucidar. En los trece años transcurridos desde el último Congreso de la A.I.T. mu- chas cosas han acontecido, y era necesario un examen de las posiciones ideológicas y tácticas de cada una de las Secciones de la Internacional para que ésta pudiera acelerar su marcha coexionando todos los esfuerzos y deshaciéndose del lastre de pasados errores. Hubo delegación que habló durante once horas consecutivas para que el Congreso conociese a fondo el pen- samiento de la organización a la que representaba. Y a me- dida que las sesiones se sucedían, cada Sección de la A.I.T. iba ( exponiendo su tesis, su opinión, sus experiencias y patentizando ¡ ante las otras delegaciones la situación verdadera del sindica- 1 lismo revolucionario. 1 Las discusiones, unas veces serenas y otras apasionadas, \ pero siempre fundamentadas y correctas, fueron clarificando el \ ambiente del Congreso, y asi pudimos ser testigos de un debate 1 sobre tácticas en el que prevaleció—no podía ser de otro modo— • la idea de que las tácticas del anarcosindicalismo no pueden » t i 1 estar nunca en discrepancia o en oposición con la ética de la j finalidad comunista libertaria. ¿Desviaciones, llamadas al oportunismo, consejos desacon- £ sejables? Sí, los hubo; pero podemos afirmar que en ningún momento partieron de organizaciones sindicales. Fueron indivi- \ dualidades, o a lo sumo representantes de pequeños grupos de propaganda, los que manifestaron opiniones de tal naturaleza. la C.N.T., la F.O.R.A., la S.A.C., ¡ la ' La Unión Sindical Italiana, la C.N.T. francesa, la C.N.T. búlgara, -la F.O.R. uruguaya, F.S.O. británica... se manifestaron como corresponde a su his- E torial revolucionario y a su fe en los ideales' de inspiración j anárquica. ¿No es sintomático que las organizaciones constituidas en L tanto que movimientos sindicales afectos a la A.I.T. sean inque- ¡ brantables en la defensa de los principios, tácticas y finalida- r des de la Internacional, y que, por contra, ciertas individuali- dades, de reconocido valor intelectual, adopten posiciones resba- ladizas, que de haber sido aceptadas preludiarían colaboraciones de tipo político con el Estado? ¿No es sintomático que el movi- miento obrero anarcosindicalista sea garantía firme de la rec- titud de la trayectoria de la A.I.T., mientras ciertas individua- lidades manifiestan marcada posición desviacionista? Si, todo ello es sintomático, y, a nuestro entender, demuestra la fuerte personalidad de lo que llamamos base y que es, no cabe duda, cúspide del movimiento obrero revolucionario. Lo demás sólo es lastre. El VII Congreso de la A. I. T. era una necesidad. De él la Organización obrera ha salido robustecida, y sus posiciones de- bidamente clarificadas y fundamentadas en los principios, en las tácticas y en las finalidades del anarcosindicalismo, y, en consecuencia, el reformismo ha perdido una batalla funda- mental. La confrontación habida ha demostrado que en realidad existe una sola posición en la A.I.T., una posición revolucio- naria que se fundamenta en el axioma: «La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos.» Y, ahora, la Internacional se encuentra situada ante pers- pectivas que pueden dar resultados magníficos, porque la con- fusión ya no es posible, porque la justificación a lo injustifica- ble—a la colaboración con el primer adversario de la clase tra bajadora: el Estado—, adoptada en cierto modo en el Congreso del 38 por desafortunada presión de la C.N.T., ha desaparecido precisamente a petición de la propia Confederación Nacional del Trabajo de España. Nos congratulamos de las determinaciones adoptadas por la A.I.T., nos congratulamos de sus propósitos y de sus afanes, de sus inquietudes de cara al futuro. La A.I.T. tiene ante ella una inmensa labor a realizar, que requiere el apoyo de todos los libertarios, que incita a multi- plicar esfuerzos, que llama a todos los anarquistas, porque la £ Organización obrera revolucionaria vinculada internacionalmen te a la A. I. T. prosigue su acción por la emancipación de la E clase trabajadora y por el triunfo de una Sociedad libre, Teníamos razón: la A.I.T. es la organización internacional \ del proletariado consciente. i»v.:»»«w. -nwiwi^ra^ <5L áimb&la de La Septana neyea ¡LA CÁRCEL! P ARA la militancia libertaria es siempre motivo de alegría saber que un compañero hb logrado es- capar a las persecuciones del fascismo. En esta ocasión la satisfacción que eD tales casos sentimos nos la proporcio- na un viejo militante de lfa C.N.T. que, tras no pocas vicisitudes, ha logrado atravesar el Pirineo y burlar la amena- za de los seres sin entrañas que inte- gran la maquinaria represiva del fran- quismo. ¿Su nombre? No es cosa que pueda interesarnos hoy. Nos basta con saber que se trata de un militante anarcosindicalista de los que desde que el fascismo anuló todo vestigio de libertad en la península no ha cesado de actuar, en tanto que libertario, ¡n-^ tegrando esa otra España que pugna* por abrir brechas de libertad en el co- razón del fascismo: la España clan- destina. Con ese compañeros hemos tenido largas conversaciones; hemos confron- tado nuestras mutuas inquietudes; he- mos abordado muchos temas pero in- variablemente nuestro pensamiento ha trazado cauces a nuestra palabra que conducían directamente al problema es- pañol. Para él como para nosotros, nin- gún tema podía tener mayor fuerza de atracción que el relacionado con las perspectivas de renovación social, de Revolución, que persigue la clase tra- bajadora al luchar contra el totalita- rismo franquista. Hablaba él casi sin cesar y nosotros lo escuchábamos anhelosos porque creíamos oír la voz de nuestro Pueblo. Y es que cada compañero que escapa de España, cuando*—como en este ca- so—se trata de hombres que todo lo han sacrificado en holocausto de los in- tereses del proletariado, adquiere ante nosotros el valor de un paladín de la clase trabajadora española. Por eso he- mos querido que nos hablase de Espa- ña para los lectores de RUTA, y él ha aceptado nuestro requerimiento, pero ha querido circunscribir el problema espa- ñol a una cárcel: la cárcel Modelo de Barcelona. ¿Por qué? Porque considera que la expresión más fiel de lo que es el fascismo y de lo que supone para nuestro Pueblo se encuentra reflejada en los muros de una cárcel. La compa- ración no puede ser más certera. —La Modelo—nos ha dicho—sigue siendo el más firme puntal del fran- quismo en la capital catalana, como lo son las demás cárceles en el resto de las ciudades de España. Esa mole de cemento, que es un monumento al sal- vajismo, puede muy bien simbolizar al régimen fascista. La cárcel es un antro de torturas morales y materiales, en donde cada guardián adquiere función de verdugo cuya misión radica en ase- sinar todo germen de rebeldía en el in- dividuo. Así ha logrado sobrevivir el fascismo y así logra mantenerse aún hoy. Toda España es una cárcel, cierto, pero dentro de esa cárcel inmensa exis- ten edificios en donde los horrores del cautiverio se multiplican: uno de esos edificios es la cárcel Modelo de Bar- celona. —¿Debes haber estado varias vece» en la Modelo a juzgar por el recuerdo imperecedero que de ella guardas? —He estado varias veces, sí. Todo el que en España lucha tiene su domi- cilio en la cárcel. Tarde o temprano conducen a los hombres que se niegan a aceptar la hegemonía fascista a una de aquellas celdas. Y entonces los ho- rrores se multiplican ante la expresión brutal de las prácticas carcelarias, de los toques de clarín, de los -glame.itos absurdos y bochornosos... El director de la Cárcel Modelo de Barcelona, un tal Francisco Arnau, tie- ne un apodo merecido, con el que los f>resos coronaron su actuación personal: e llaman «el coyote». Es el prototipo de la disciplina carcelaria; le temen los presos, pero aún más que los presos los guardianes; para él un cigarrillo sig- nifica un atentado a su soberanía de dueño y señor de la población carce- laria, un atentado que castiga con ri- gor... En cada galería de la Cárcel Modelo existe un oficial de prisiones que es responsable de \o que allí acontece ante el director. Unas veces por temor «al coyote» y otras por la bajeza mo- ral, que inevitablemente caracteriza a todo carcelero, los oficiales de prisio- nes establecen verdaderos torneos de lo que ellos llaman «disciplina» y que es, D€ y de sus instifuciones los AFRICANISTAS E L gobierno franquista ha anuncia- facción a -uno de los anhelos de Fran- do oficialmente que ha establecido cü> que es sin duda cmtentar a ar. relaciones diplomáticas con el go- bierno de África del Sur. d,a mOTa > ton necesaria para él en los La noticia parece haber dudo satis- días que corren. T ODA institución, no importa con qué fines creada, que se mantie- ne a base de sinuosidades dema- gógicas o con disfraces de reglamento, es pura filfa. Y tan detestable, en todo caso, como lo eran las bandas de fili- busteros que operaron siglos antes. Ninguna de ellas se impusiera, mantu- viera y medrara, sin el apoyo de otras más expeditivas y draconianas. Hemos aludido a las que se sirven de la vil prostitución, la mordaza infame y del siniestro asesinato como armas idóneas en sus combates. Esto parece axiomático. Ahorro de ejemplos, si asi es. Ahora bien, de las estatuidas, pa- trocinadas y alentadas por el Estado, ¿cuáles de entre ellas no llevan este marchamo, y van acompañadas cere- moniosamente por estas amas de crianza. ¡Vaya apuros para indicarlas! Mucho más fácil el fortuito hallazgo del mir- lo blanco. En cambio, las otras, las del cortejo de marras, lo peregrino seria intentar enumerarlas. ¿Cuántas son, si son tan- tas? Astillas del mismo palo, pues ¿que es el Estado sino la suprema institu- ción del infundió, el consorcio que mo- nopoliza el despellejo y el gran trust de la fuerza al servicio del delito o desafuero? Los libertarios, en el solfeo y dele- treo tenaz de tales instituciones, lleva- mos la batuta, y hasta la palma nos han otorgado; títulos vitalicios a los que no renunciamos. Las hemos indi- cado con persistencia, las explicamos con lucidez, combatido con acritud y hasta en el índice prohibitivo de la Revolución las hemos puesto. Y esto ¿para qué? Simplemente Porque deseamos que las nuestras, las populares y libertariasaquéllas de armonía y fraternidad, basamentadas en la libertad; aquéllas de equidad y jus- ticia, fundamentadas en el apoyo mu- tuopuedan arraigarse, desarrollarse y fructificar. Conste que no hablamos de imponer la libertad sino de desentronizar la ti- ranía. Matiz de capital importancia La tiranía de los hombres mediante la imposición de instituciones malévolas Ni siquiera de imponer impuesto moral Plácido BRAVO de gratitud a los liberados. No sea que nos ocurriese como a Don Quijote en la desventura que tuvo al chocar con el galeote Ginés de Pasamonte. Tampoco se trata de implantar el reino del amor, o decretar el imperio del apoyo mutuo, sino de impedir et desenfrenado expolio a que se dedican tan descarada e impunemente los hom- bres de estado voraz, secundados por la gitanería burocrático-institucional Creo que hay un margen entre aquellas ór- denes y estos deseos. No somos tan Crisóstomos como para mendigar, me- nos forzar, el amor de la singular pas- tora Marcela. Amor que se compra, se prostituye. Amor que se fuerza, se vio- la. Pero sí tratamos de impedir el des- amor de una princesa cualquiera, ca- prichosa y en celo, ávida de goces y perlas; que para ello obliga a mendi- gar el mendrugo a mil labradores de sus feudos. ¿Dónde está la incongruen- cia? ¿Que las instituciones son imagen y semejanza de quienes las componen? Cierto. Pero jamás a medida de quie- nes las soportan o las sufren. Hacer feliz a un hombre quizá no sea tarea integra de otro, mas sí hacer- (Pasa a la página 3.) De mi carnet Blanco y Negro EN MARSELLA LA PROPAGANDA a fin de cuentas, maldad. El director sabe «apreciar» la subordinación de sus ayudantes, y sabe distinguirlos con su confianza cuando ellos se ingenian para hacer insoportable la vida de los presos. De entre los carceleros mas allegados al «coyote» destaca un tal Lafarga, jefe de serxicios de la cárcel en la actualidad, y que no cesó nun- ca de aumentar su celo en lo que a los procedimientos que utilizan para quebrantar la moral del preso se refie- re. Los cacheos los practicaba Lafarga a cualquier hora del día o de la no- che, y el menor papel escrito, la menor tarjeta dibujada por el preso para ma- tar las interminables horas de cauti- verio, eran motivo suficiente para un traslado de galería o para justificar una estancia en los sótalons. En la cuarta galería, casi siempre llena de compañeros, considerada la ga- lería de los «peligrosos», ejerce, en tan- to que oficial, un tal Pereira, apodado «el gallego», falangista rabioso y hom- bre de catadura moral horrible. Su con- cepción de la disciplina raya en el sa- dismo. Y como sus procedimientos res- ponden a la utilización de confidentes, ha procurado siempre que los presos sociales estuviesen mezclados con los «comunes». Sus posibilidades de infor- mación crecen así considerablemente, halagando su vanidad y granjeándole la simpatía del «coyote». Otra de las razones, puesto que una es su sadismo, de la confianza que el director de la cárcel tiene puesta en Pereira, es que éste es sabedor de có- mo logró «el coyote» hacer una verda- dera fortuna y construir en Sitges tres hermosas casas de campo... :Sabéis có- mo edificó esos hotelitos veraniegos? —Ya hemos comprendido—le contes- tamos—que los presos han pagado las propiedades del director. —Sí, en cierto modo. Pero si sólo hubiesen sido los presos, robándoles la comida asignada por ejemplo, el direc- tor no tendría razones de reconoci- miento hacia Pereira, de reconocimien- to y de temor. El caso es que el ce- mento con que están construidas sus casas de campo había sido encargado para elevar aun más los muros que ro- dean la cárcel. Vagones enteros nego- ció «el coyote», y aunque hubo cierto escándalo en aquellos meses, Fernán- dez Cuesta, amigo íntimo y correligio- nario del director de la Modelo, acalló presto las insinuaciones y las protestas. El fascismo es así: un verdadero ne- gocio para los fascistas de primera li- nea, y un martirologio interminable Da- rá los antifascistas. —Sin embargo, hemos oído decir a otros compañeros que al ingresar en la cárcel se consideraban poco menos que salvados. —También eso tiene su explicación. La razón de que se produzca esa re- acción por parte de los compañeros es que Jefatura es lo más espantoso que pueda imaginarse. Quintela, Polo y sus esbirros, de los que destacan los her- manos Correa, Luis Borrego, Miguel Moran y otros, entre los que se encon- traban Dagas, ajusticiado por la Resis- lencia el pasado año, son capaces de hacer desear la muerte al ser más fuer- te del mundo. Muchos compañeros, co mo «Cátala», se han suicidado para no delatar a nadie o simplemente para escapar a los torturas. El propio Quin- tela interviene en los apaleamientos las más de las veces. Las torturas que allí se aplican no tienen límite. Con razón dicen los presos que prefieren cualquier muerte a pasar una vez más por los sótanos de Jefatura. Esto os permitirá calibrar el género de deuda que los es- birros de Franco tienen contraída con los trabajadores. Allí, no sólo en Barcelona sino que en toda España, no se ha respetado nada. Las torturas se han aplicado a hombres, a mujeres y hasta a niños. Yo os podría citar nombres y fechas. Si no lo hago es por temor a que se repiten aquellas acciones bestiales, in- humanas, para las que todo calificativo resulta pequeño. —¿No es esa una de las razones que han fortalecido vuestro deseo de ven cer al fascismo? ¿No es esa una de las razones que nos mantienen a nos- otros en el exilio laborando contra la dictadura fascista? —Si, esa es una razón, una entre mu- chas otras; una razón que debe indu- cirnos a no dejar que nadie pueda im- punemente encubrir la verdadera cata- dura del régimen franquista. Y sobre todo la razón que nos debe aconsejar en todo momento multiplicar nuestros esfuerzos para ayudar a los presas, para hacerles llegar nuestro apoyo moral y material. Esa es una de las obligacio- nes primordiales de la militancia liber- taria exilada. Y una obligación que no debemos eludir. • • • Y asi termina nuestra interviú, que más que tal ha sido con frontación de ideas, de pensamientos y de anhelos libertarios. ;. p. V**WW**«**N*/'«A»»*¥»>*»W fzatiquiáta obtiene un fracaso más Ss» L pasado día 23 aparecieron en Marsella carteles anunciando un festival de bailes y canciones españolas. La representación fué anun- ciada para dos días más tarde (el 25 de mayo). El Consulado franquista to- mó la precaución de dejar un corto lapso de tiempo entre la distribución de la propaganda y el desarrollo del festival a cargo de los coros de la F.E.T. y de las J.O.N.S. Motivos tenía el cónsul franquista para tomar tales precauciones, puesto que los resultados obtenidos en París y en Bruselas parecían presagiar cierta inversión de objetivos. Efectivamente, los coros de Falange realizan una «tournée» de propaganda franquista que por doquier y en vir- tud de la decidida actitud de los jó- venes libertarios de París, de los estu- diantes belgas y ahora de la militancia libertaria de Marsella se ha convertido en verdadera propaganda antifascista. Se comprende que la transformación no sea del agrado de los representantes de Franco. En Marsella, la militancia libertaria, al conocer el proyectado acto de pro- paganda que el consulado franquista tenía organizado, decidió sin previa confrontación de opiniones y de una forma espontánea, patentizar su pro- testa frente a la provocación de los emisarios de la «gestapo» española, ase- sina de trabajadores. Era intolerable que en momentos como los que en la actualidad vive España, un grupo de falangistas tratase de mostrar a los es- pectadores franceses ciertas imágenes que nada tienen en realidad de común con el verdadero significado del ré- gimen al que los falangistas represen- tan. Por eso el día 25 en el local de la Opera de Marsella se concentraron nu- merosos libertarios franceses y españo- les para impedir que el objetivo perse- guido por la propaganda fascista pu- diese ser alcanzado. Los autocares que transportaban a los artistas llegaron con marcado re- traso. Un accidente parece ser fué el motivo de la falta de puntualidad de los falangistas. El público empezaba a impacientarse, pero por fin llegaron los «flechas» y los «cadetes» d<x la Falan- ge juvenil con que Franco prostituye a la juventud española. Y llegaron a pun- to de conocer la opinión qu,e merece a los exilados y a los antifascistas el co- barde género de provocación que uti- lizan quienes cuentan en su haber con el asesinato o la expatriación de los artistas que fueron y en algunos casos aún son expresión verdadera del arte español. En la Opera no estuvimos solos. La Federación Anarquista Francesa y la C.N.T. (Sección Francesa) con abun- dancia de pasquines, con espíritu re- suelto, reivindicaban el acto de protesta contra los representantes del fascismo hispano. Sólo ellos nos acompañaron en la protesta. Otros sectores de opi- nión brillaron por su ausencia. No importa. De la misma manera que un día los refugiados españoles ofrecimos nuestras vidas en la lucha por la liber- tad de Francia contra los nazis, allí, con motivos mayúsculos no nos impor- taba la soledad. Somos antifascistas in- condicionales. La libertad es algo más que un mito para nosotros. Al levantarse el telón, sin esperar himnos ni ceremonias, todos los espa- ñoles, TODOS, en número de unos cuatrocientos, al grito de ¡muera Fran- co! interrumpieron el festival. Las ni- ñas de Falange «aguantaban el tipo» con un cinismo capaz de sacar los ner- vios de quicio al más tranquilo. Una nube de pasquines inundó el es- pacio. El público, alarmado, empezó a abandonar butacas y a ponerse de pie. Los refugiados españoles continuaron su protesta durante más de media hora. E intervino la policía. Dos compañías de agentes irrumpieron en la Opera. Hubo escenas de solidaridad, de com- pañerismo ilimitado. La policía practicó unas detenciones, pero más tarde fue- ron pueUos en libertad todos loa dete- nidos. Realizada la protesta, los refugiados españoles, compañeros franceses y es- tudiantes abandonamos la sala, siem- pre acompañados de la policía. Hoy están los compañeros de Marse- lla roncos. El entusiasmo fué inmenso. Se había patentizado una vez más nues- tra posición antifranquista en defensa de los derechos del hombre para el pue- blo español. El aliado de Hitler y Mussohni sera pisoteado un día por este pueblo que el interior y en el exilio prosigue la lucha tenaz contra el verdugo. La prensa local ha publicado algu- nos renglones sobre «el escándalo». No ha llegado a captar completamente nuestra intención, pero quizás sea por- que tampoco ha comprendido que los asesinos de García Lorca no pueden utilizar el arte español como vehículo para su propaganda fascista. En nuestro ánimo no estaba molestar al público francés, pero entraba de lle- no la idea de impedir que la capciosi- dad de una propaganda pérfida, encu- bierta por la popularidad de los bailes y de las canciones populares de Espa- ña, hiciese mella en el ánimo del es- pectador que no comprende la tragedia de España. Corresponsal. Congresismo mejor que CANC^EIISMC m E N el reciente Congreso de la A.I.T se han frotado la epidermis, hasta echar chispas, las dos eternas ten- dencias: la moderada y la expeditiva. Vaya nuestro óbolo para enterrar con lujo a la primera. Tres compañeros de prestigio: Hel- mut Rüdiger, Agustín Souchy y Albert de Jong, han sido los campeones de la lucha sedantiva. Municioso el primero, desconocido el segundo, y localista el tercero. Tres capacidades reunidas, sin amplitud de ideas; tres árboles frondo- sos, olorosos y sin fruto. El asunto de las cooperativas y de las cooperaciones es básico en obrero quieto, en productor con aritmética, y por tanto, con libreta en la Caja de Ahorros. Cuando en sindicalista se su- ma que un queso y otro queso hacen dos quesos, se aguarda irremediable- mente el que hace tres, siendo sobre esta operación de cálculo que los líde- res amasan sus imponentes partidos, los militares sus brillantes ejércitos, y los gobernantes sus multitudes de vasa- nos. Pero en sindicadilista revolucionario, y menos en trabajador anarquista, esa cuenta, al parecer infalible, no sale. Y no sale, porque la suma anterior no se acuerda con nuestra aritmética, que empieza en el cálculo astronómico por (a poesía vital que contiene. La opera- ción a ras de suelo suele indicar—lo fiemos dicho—que un queso y otro queso hacen dos, mas el queso del con- table se le añade y obtenemos tres, que por la cuenta del porvenir equivale a cero. Y por si hay que explicarse, ahí va JOAN DEL Pl el resto: La «multiplicidad» de Rüdi- ger es el pequeño interés creado por cuenta de la antigua «base múltiple» de los socialistas, esto es caja coope- rativa, caja de reserva para huelgas, de seguro contra enfermedades, de entie- rro gratis, de cajas para todo, incluso para enterrar el espíritu subversivo que debe anidar en el pecho de cada ex- plotado. Siguiendo el orden estable- cido por la «base múltiple» rüdigeris- ta, la objetividad souchyana puede lle- varnos al municipio para fines de de- fensa particular de un sindicalismo que pronto se revelará insuficiente porque las leyes superiores emanan del Parlamento, al cual habrá que acudir para proteger la obra sindico-munici- palísta de nuestros pequeños elegidos Una vez obtenida mayoría en la Cá- mara de los Diputados, entonces el ideal del compañero de Jong quedará (Pasa a la página 3.)

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ROUTE, h e b d o m a d a l r e de la. (Ji.Z.Q.JP. en <^¡canee

Année V i l Prix 1 2 francs

lO «JUNIO 1951

N° 2 9 8

R é d a c t i o n e t A d m i n i s l r a l l o n 4, me Belfort, 4 — TOULOUSE (Haute-Garonne)

C . C . P o s t a l N- 1 3 2 8 - 7 9 T O U l O U S e (Hte-Gr.e)

Ó€QCUIX» de \a

SI tcahaia na áecá tiem-pa pezdida - nada ée piez.de en eáte manda - y, Laá aataá de aaua, pac áet ¿nmáibleé, na deiatán de tattnaz. el Oceana.

EAttUNIN

1 1 1 1 1 1 H * W * V in^iiwratvtfl

EL Vil CONCRESO CE LH Ü.I.T.

¡TENÍAMOS MNN^VVM»* RAZÓN! </VV^**»N*

TENÍAMOS razón. La confianza que inspiraba a los jóvenes l ibertar ios la A.I.T. era justif icada. La In te rnac iona l de los t r aba jadores seguirá fiel a los principios, t ác t i cas y finali­

dades del anarcosindical ismo. El VII Congreso de la Asociación In te rnac iona l de los Tra­

bajadores h a sido una prueba de la potencial idad moral que an ima a las organizaciones de carácter s indicalista revolucio­nario. No h a sido un Congreso más, de los muchos que se su­ceden en nuestros d ías . Si así hubiese sido, si sus t a reas fuesen para le las a las que o t r a s organizaciones in ternacionales h a n desarrol lado en sucesivos comicios, la A.I.T. hubiese denotado debilidad, decadencia, abat imiento. Y no, no ha sido asi, puesto que el VII Congreso de la In t e rnac iona l a la que la C.N.T. per­tenece h a sabido reafirmar su rec ia personalidad revolucionaria y desprenderse de toda justificación a lo que t iene un solo y común calif icativo: REFORMISMO.

Existian problemas fundamenta les a dilucidar. En los t rece años t ranscurr idos desde el úl t imo Congreso de la A.I.T. mu­chas cosas h a n acontecido, y e ra necesario un examen de las posiciones ideológicas y t ác t icas de cada una de las Secciones de la In te rnac iona l p a r a que ésta pudiera acelerar su marcha coexionando todos los esfuerzos y deshaciéndose del las t re de pasados errores . Hubo delegación que habló d u r a n t e once ho ra s consecutivas pa ra que el Congreso conociese a fondo el pen­samiento de la organización a la que representaba . Y a me-dida que las sesiones se sucedían, cada Sección de la A.I.T. iba (

exponiendo su tesis, su opinión, sus experiencias y pa ten t izando ¡ a n t e las o t ras delegaciones la situación verdadera del sindica- 1 l ismo revolucionario. 1

Las discusiones, unas veces serenas y o t r a s apas ionadas , \ pero siempre fundamentadas y correctas, fueron clarificando el \ ambiente del Congreso, y asi pudimos ser testigos de un debate

1 sobre táct icas en el que prevaleció—no podía ser de otro modo— • la idea de que las táct icas del anarcosindical ismo no pueden »

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es tar nunca en discrepancia o en oposición con la ét ica de la j finalidad comunis ta l ibertaria.

¿Desviaciones, l l amadas al oportunismo, consejos desacon- £ sejables? Sí, los h u b o ; pero podemos afirmar que en n ingún momento par t ie ron de organizaciones sindicales. Fueron indivi- \ dualidades, o a lo sumo represen tan tes de pequeños grupos de propaganda , los que mani fes ta ron opiniones de ta l na tura leza .

la C.N.T., la F.O.R.A., la S.A.C., ¡ la '

La Unión Sindical I t a l i ana , la C.N.T. francesa, la C.N.T. búlgara, -la F.O.R. uruguaya, F.S.O. británica.. . se mani fes ta ron como corresponde a su his- E torial revolucionario y a su fe en los ideales ' de inspiración j anárquica .

¿No es s intomát ico que las organizaciones const i tu idas en L t an to que movimientos sindicales afectos a la A.I.T. sean inque- ¡ b ran tab les en la defensa de los principios, táct icas y finalida- r des de la In ternacional , y que, por contra , c ier tas individuali­dades, de reconocido valor intelectual , adopten posiciones resba­ladizas, que de haber sido aceptadas pre ludiar ían colaboraciones de tipo político con el Estado? ¿No es s intomát ico que el movi­miento obrero anarcos indica l i s ta sea ga ran t í a firme de la rec­t i tud de la t rayec tor ia de la A.I.T., mien t r a s c ier tas individua­lidades manifiestan marcada posición desviacionista? Si, todo ello es s intomático, y, a nues t ro entender , demues t r a la fuerte personalidad de lo que l lamamos base y que es, no cabe duda, cúspide del movimiento obrero revolucionario. Lo demás sólo es las t re .

El VII Congreso de la A. I. T. era una necesidad. De él la Organización obrera h a salido robustecida, y sus posiciones de­bidamente clarificadas y fundamentadas en los principios, en las táct icas y en las finalidades del anarcosindical ismo, y, en consecuencia, el reformismo h a perdido una ba ta l l a funda­mental .

La confrontación hab ida h a demost rado que en real idad existe una sola posición en la A.I.T., una posición revolucio­nar ia que se fundamenta en el a x i o m a : «La emancipación de los t rabajadores será obra de los t rabajadores mismos.»

Y, ahora , la In te rnac iona l se encuent ra s i tuada an te pers­pectivas que pueden d a r resul tados magníficos, porque la con­fusión ya no es posible, porque la justificación a lo injustifica­ble—a la colaboración con el pr imer adversar io de la clase t r a ba jadora : el Estado—, adop tada en cierto modo en el Congreso del 38 por desafor tunada presión de la C.N.T., h a desaparecido precisamente a petición de la propia Confederación Nacional del Trabajo de España.

Nos congra tu lamos de las de terminaciones adop tadas por la A.I.T., nos congratulamos de sus propósitos y de sus afanes, de sus inquietudes de ca ra al futuro.

La A.I.T. t iene an t e ella una inmensa labor a realizar, que requiere el apoyo de todos los l ibertarios, que inci ta a mult i ­plicar esfuerzos, que l lama a todos los ana rqu i s t a s , porque la £ Organización obrera revolucionaria vinculada in te rnac iona lmen te a la A. I. T. prosigue su acción por la emancipación de la E clase t r aba jadora y por el t r iunfo de una Sociedad libre,

Teníamos r a z ó n : la A.I.T. es la organización in te rnac iona l \ del prole tar iado consciente.

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<5L áimb&la de La Septana neyea

¡LA CÁRCEL! PARA la militancia libertaria es

siempre motivo de alegría saber que un compañero hb logrado es­

capar a las persecuciones del fascismo. En esta ocasión la satisfacción que eD tales casos sentimos nos la proporcio­na un viejo militante de lfa C.N.T. que, tras no pocas vicisitudes, ha logrado atravesar el Pirineo y burlar la amena­za de los seres sin entrañas que inte­gran la maquinaria represiva del fran­quismo. ¿Su nombre? No es cosa que pueda interesarnos hoy. Nos basta con saber que se trata de un militante anarcosindicalista de los que desde que el fascismo anuló todo vestigio de libertad en la península no ha cesado de actuar, en tanto que libertario, ¡n-^ tegrando esa otra España que pugna* por abrir brechas de libertad en el co­razón del fascismo: la España clan­destina.

Con ese compañeros hemos tenido largas conversaciones; hemos confron­tado nuestras mutuas inquietudes; he­mos abordado muchos temas pero in­variablemente nuestro pensamiento ha trazado cauces a nuestra palabra que conducían directamente al problema es­pañol. Para él como para nosotros, nin­gún tema podía tener mayor fuerza de atracción que el relacionado con las perspectivas de renovación social, de Revolución, que persigue la clase tra­bajadora al luchar contra el totalita­rismo franquista.

Hablaba él casi sin cesar y nosotros lo escuchábamos anhelosos porque creíamos oír la voz de nuestro Pueblo. Y es que cada compañero que escapa de España, cuando*—como en este ca­so—se trata de hombres que todo lo han sacrificado en holocausto de los in­tereses del proletariado, adquiere ante nosotros el valor de un paladín de la clase trabajadora española. Por eso he­mos querido que nos hablase de Espa­ña para los lectores de RUTA, y él ha aceptado nuestro requerimiento, pero ha querido circunscribir el problema espa­ñol a una cárcel: la cárcel Modelo de Barcelona. ¿Por qué? Porque considera que la expresión más fiel de lo que es el fascismo y de lo que supone para nuestro Pueblo se encuentra reflejada en los muros de una cárcel. La compa­ración no puede ser más certera.

—La Modelo—nos ha dicho—sigue siendo el más firme puntal del fran­quismo en la capital catalana, como lo son las demás cárceles en el resto de las ciudades de España. Esa mole de cemento, que es un monumento al sal­vajismo, puede muy bien simbolizar al régimen fascista. La cárcel es un antro

de torturas morales y materiales, en donde cada guardián adquiere función de verdugo cuya misión radica en ase­sinar todo germen de rebeldía en el in­dividuo. Así ha logrado sobrevivir el fascismo y así logra mantenerse aún hoy. Toda España es una cárcel, cierto, pero dentro de esa cárcel inmensa exis­ten edificios en donde los horrores del cautiverio se multiplican: uno de esos edificios es la cárcel Modelo de Bar­celona.

—¿Debes haber estado varias vece» en la Modelo a juzgar por el recuerdo imperecedero que de ella guardas?

—He estado varias veces, sí. Todo el

que en España lucha tiene su domi­cilio en la cárcel. Tarde o temprano conducen a los hombres que se niegan a aceptar la hegemonía fascista a una de aquellas celdas. Y entonces los ho­rrores se multiplican ante la expresión brutal de las prácticas carcelarias, de los toques de clarín, de los -glame.itos absurdos y bochornosos...

El director de la Cárcel Modelo de Barcelona, un tal Francisco Arnau, tie­ne un apodo merecido, con el que los f>resos coronaron su actuación personal: e llaman «el coyote». Es el prototipo

de la disciplina carcelaria; le temen los presos, pero aún más que los presos los guardianes; para él un cigarrillo sig­nifica un atentado a su soberanía de dueño y señor de la población carce­laria, un atentado que castiga con ri­gor...

En cada galería de la Cárcel Modelo existe un oficial de prisiones que es responsable de \o que allí acontece ante el director. Unas veces por temor «al coyote» y otras por la bajeza mo­ral, que inevitablemente caracteriza a todo carcelero, los oficiales de prisio­nes establecen verdaderos torneos de lo que ellos llaman «disciplina» y que es,

D€ y de sus instifuciones

los AFRICANISTAS

E L gobierno franquista ha anuncia- facción a -uno de los anhelos de Fran-do oficialmente que ha establecido cü> que es sin duda cmtentar a „ ar. relaciones diplomáticas con el go­

bierno de África del Sur. d,a mOTa> ton necesaria para él en los La noticia parece haber dudo satis- días que corren.

T ODA institución, no importa con qué fines creada, que se mantie­ne a base de sinuosidades dema­

gógicas o con disfraces de reglamento, es pura filfa. Y tan detestable, en todo caso, como lo eran las bandas de fili­busteros que operaron siglos antes. Ninguna de ellas se impusiera, mantu­viera y medrara, sin el apoyo de otras más expeditivas y draconianas. Hemos aludido a las que se sirven de la vil prostitución, la mordaza infame y del siniestro asesinato como armas idóneas en sus combates.

Esto parece axiomático. Ahorro de ejemplos, si asi es.

Ahora bien, de las estatuidas, pa­trocinadas y alentadas por el Estado, ¿cuáles de entre ellas no llevan este marchamo, y van acompañadas cere­moniosamente por estas amas de crianza.

¡Vaya apuros para indicarlas! Mucho más fácil el fortuito hallazgo del mir­lo blanco.

En cambio, las otras, las del cortejo de marras, lo peregrino seria intentar enumerarlas. ¿Cuántas son, si son tan­tas? Astillas del mismo palo, pues ¿que es el Estado sino la suprema institu­ción del infundió, el consorcio que mo­nopoliza el despellejo y el gran trust de la fuerza al servicio del delito o desafuero?

Los libertarios, en el solfeo y dele­treo tenaz de tales instituciones, lleva­mos la batuta, y hasta la palma nos han otorgado; títulos vitalicios a los que no renunciamos. Las hemos indi­cado con persistencia, las explicamos con lucidez, combatido con acritud y hasta en el índice prohibitivo de la Revolución las hemos puesto.

Y esto ¿para qué? Simplemente Porque deseamos que las nuestras, las

populares y libertarias—aquéllas de armonía y fraternidad, basamentadas en la libertad; aquéllas de equidad y jus­ticia, fundamentadas en el apoyo mu­tuo—puedan arraigarse, desarrollarse y fructificar.

Conste que no hablamos de imponer la libertad sino de desentronizar la ti­ranía. Matiz de capital importancia La tiranía de los hombres mediante la imposición de instituciones malévolas Ni siquiera de imponer impuesto moral

Plácido BRAVO de gratitud a los liberados. No sea que nos ocurriese como a Don Quijote en la desventura que tuvo al chocar con el galeote Ginés de Pasamonte.

Tampoco se trata de implantar el reino del amor, o decretar el imperio del apoyo mutuo, sino de impedir et desenfrenado expolio a que se dedican tan descarada e impunemente los hom­bres de estado voraz, secundados por la gitanería burocrático-institucional Creo que hay un margen entre aquellas ór­denes y estos deseos. No somos tan Crisóstomos como para mendigar, me­nos forzar, el amor de la singular pas­tora Marcela. Amor que se compra, se prostituye. Amor que se fuerza, se vio­la. Pero sí tratamos de impedir el des­amor de una princesa cualquiera, ca­prichosa y en celo, ávida de goces y perlas; que para ello obliga a mendi­gar el mendrugo a mil labradores de sus feudos. ¿Dónde está la incongruen­cia?

¿Que las instituciones son imagen y semejanza de quienes las componen? Cierto. Pero jamás a medida de quie­nes las soportan o las sufren.

Hacer feliz a un hombre quizá no sea tarea integra de otro, mas sí hacer-

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De mi carnet Blanco y Negro

EN MARSELLA

LA PROPAGANDA a fin de cuentas, maldad. El director sabe «apreciar» la subordinación de sus ayudantes, y sabe distinguirlos con su confianza cuando ellos se ingenian para hacer insoportable la vida de los presos. De entre los carceleros mas allegados al «coyote» destaca un tal Lafarga, jefe de serxicios de la cárcel en la actualidad, y que no cesó nun­ca de aumentar su celo en lo que a los procedimientos que utilizan para quebrantar la moral del preso se refie­re. Los cacheos los practicaba Lafarga a cualquier hora del día o de la no­che, y el menor papel escrito, la menor tarjeta dibujada por el preso para ma­tar las interminables horas de cauti­verio, eran motivo suficiente para un traslado de galería o para justificar una estancia en los sótalons.

En la cuarta galería, casi siempre llena de compañeros, considerada la ga­lería de los «peligrosos», ejerce, en tan­to que oficial, un tal Pereira, apodado «el gallego», falangista rabioso y hom­bre de catadura moral horrible. Su con­cepción de la disciplina raya en el sa­dismo. Y como sus procedimientos res­ponden a la utilización de confidentes, ha procurado siempre que los presos sociales estuviesen mezclados con los «comunes». Sus posibilidades de infor­mación crecen así considerablemente, halagando su vanidad y granjeándole la simpatía del «coyote».

Otra de las razones, puesto que una es su sadismo, de la confianza que el director de la cárcel tiene puesta en Pereira, es que éste es sabedor de có­mo logró «el coyote» hacer una verda­dera fortuna y construir en Sitges tres hermosas casas de campo... :Sabéis có­mo edificó esos hotelitos veraniegos?

—Ya hemos comprendido—le contes­tamos—que los presos han pagado las propiedades del director.

—Sí, en cierto modo. Pero si sólo hubiesen sido los presos, robándoles la comida asignada por ejemplo, el direc­tor no tendría razones de reconoci­miento hacia Pereira, de reconocimien­to y de temor. El caso es que el ce­mento con que están construidas sus casas de campo había sido encargado para elevar aun más los muros que ro­dean la cárcel. Vagones enteros nego­ció «el coyote», y aunque hubo cierto escándalo en aquellos meses, Fernán­dez Cuesta, amigo íntimo y correligio­nario del director de la Modelo, acalló presto las insinuaciones y las protestas.

El fascismo es así: un verdadero ne­gocio para los fascistas de primera li­nea, y un martirologio interminable Da­rá los antifascistas.

—Sin embargo, hemos oído decir a otros compañeros que al ingresar en la cárcel se consideraban poco menos que salvados.

—También eso tiene su explicación. La razón de que se produzca esa re­acción por parte de los compañeros es que Jefatura es lo más espantoso que pueda imaginarse. Quintela, Polo y sus esbirros, de los que destacan los her­manos Correa, Luis Borrego, Miguel Moran y otros, entre los que se encon­traban Dagas, ajusticiado por la Resis-lencia el pasado año, son capaces de hacer desear la muerte al ser más fuer­te del mundo. Muchos compañeros, co mo «Cátala», se han suicidado para no delatar a nadie o simplemente para escapar a los torturas. El propio Quin­tela interviene en los apaleamientos las más de las veces. Las torturas que allí se aplican no tienen límite. Con razón dicen los presos que prefieren cualquier muerte a pasar una vez más por los sótanos de Jefatura. Esto os permitirá calibrar el género de deuda que los es­birros de Franco tienen contraída con los trabajadores.

Allí, no sólo en Barcelona sino que en toda España, no se ha respetado nada. Las torturas se han aplicado a hombres, a mujeres y hasta a niños. Yo os podría citar nombres y fechas. Si no lo hago es por temor a que se repiten aquellas acciones bestiales, in­humanas, para las que todo calificativo resulta pequeño.

—¿No es esa una de las razones que han fortalecido vuestro deseo de ven cer al fascismo? ¿No es esa una de las razones que nos mantienen a nos­otros en el exilio laborando contra la dictadura fascista?

—Si, esa es una razón, una entre mu­chas otras; una razón que debe indu­cirnos a no dejar que nadie pueda im­punemente encubrir la verdadera cata­dura del régimen franquista. Y sobre todo la razón que nos debe aconsejar en todo momento multiplicar nuestros esfuerzos para ayudar a los presas, para hacerles llegar nuestro apoyo moral y material. Esa es una de las obligacio­nes primordiales de la militancia liber­taria exilada. Y una obligación que no debemos eludir.

• • • Y asi termina nuestra interviú, que

más que tal ha sido con frontación de ideas, de pensamientos y de anhelos libertarios.

;. p.

V * * W W * * « * * N * / ' « A » » * ¥ » > * » W fzatiquiáta obtiene un fracaso más

Ss» L pasado día 23 aparecieron en Marsella carteles anunciando un festival de bailes y canciones

españolas. La representación fué anun­ciada para dos días más tarde (el 25 de mayo). El Consulado franquista to­mó la precaución de dejar un corto lapso de tiempo entre la distribución de la propaganda y el desarrollo del festival a cargo de los coros de la F.E.T. y de las J.O.N.S.

Motivos tenía el cónsul franquista para tomar tales precauciones, puesto que los resultados obtenidos en París y en Bruselas parecían presagiar cierta inversión de objetivos.

Efectivamente, los coros de Falange realizan una «tournée» de propaganda franquista que por doquier y en vir­tud de la decidida actitud de los jó­venes libertarios de París, de los estu­diantes belgas y ahora de la militancia libertaria de Marsella se ha convertido en verdadera propaganda antifascista. Se comprende que la transformación no sea del agrado de los representantes de Franco.

En Marsella, la militancia libertaria, al conocer el proyectado acto de pro­paganda que el consulado franquista tenía organizado, decidió sin previa confrontación de opiniones y de una forma espontánea, patentizar su pro­testa frente a la provocación de los emisarios de la «gestapo» española, ase­sina de trabajadores. Era intolerable que en momentos como los que en la actualidad vive España, un grupo de falangistas tratase de mostrar a los es­pectadores franceses ciertas imágenes que nada tienen en realidad de común con el verdadero significado del ré­gimen al que los falangistas represen­tan. Por eso el día 25 en el local de la Opera de Marsella se concentraron nu­merosos libertarios franceses y españo­les para impedir que el objetivo perse­guido por la propaganda fascista pu­diese ser alcanzado.

Los autocares que transportaban a los artistas llegaron con marcado re­traso. Un accidente parece ser fué el motivo de la falta de puntualidad de los falangistas. El público empezaba a impacientarse, pero por fin llegaron los «flechas» y los «cadetes» d<x la Falan­ge juvenil con que Franco prostituye a la juventud española. Y llegaron a pun­to de conocer la opinión qu,e merece a los exilados y a los antifascistas el co­barde género de provocación que uti­lizan quienes cuentan en su haber con el asesinato o la expatriación de los artistas que fueron y en algunos casos aún son expresión verdadera del arte español.

En la Opera no estuvimos solos. La

Federación Anarquista Francesa y la C.N.T. (Sección Francesa) con abun­dancia de pasquines, con espíritu re­suelto, reivindicaban el acto de protesta contra los representantes del fascismo hispano. Sólo ellos nos acompañaron en la protesta. Otros sectores de opi­nión brillaron por su ausencia. No importa. De la misma manera que un día los refugiados españoles ofrecimos nuestras vidas en la lucha por la liber­tad de Francia contra los nazis, allí, con motivos mayúsculos no nos impor­taba la soledad. Somos antifascistas in­condicionales. La libertad es algo más que un mito para nosotros.

Al levantarse el telón, sin esperar himnos ni ceremonias, todos los espa­ñoles, TODOS, en número de unos cuatrocientos, al grito de ¡muera Fran­co! interrumpieron el festival. Las ni­ñas de Falange «aguantaban el tipo» con un cinismo capaz de sacar los ner­vios de quicio al más tranquilo.

Una nube de pasquines inundó el es­pacio. El público, alarmado, empezó a abandonar butacas y a ponerse de pie. Los refugiados españoles continuaron su protesta durante más de media hora. E intervino la policía. Dos compañías de agentes irrumpieron en la Opera. Hubo escenas de solidaridad, de com­pañerismo ilimitado. La policía practicó unas detenciones, pero más tarde fue­ron pueUos en libertad todos loa dete­nidos.

Realizada la protesta, los refugiados españoles, compañeros franceses y es­tudiantes abandonamos la sala, siem­pre acompañados de la policía.

Hoy están los compañeros de Marse­lla roncos. El entusiasmo fué inmenso. Se había patentizado una vez más nues­tra posición antifranquista en defensa de los derechos del hombre para el pue­blo español.

El aliado de Hitler y Mussohni sera pisoteado un día por este pueblo que el interior y en el exilio prosigue la lucha tenaz contra el verdugo.

La prensa local ha publicado algu­nos renglones sobre «el escándalo». No ha llegado a captar completamente nuestra intención, pero quizás sea por­que tampoco ha comprendido que los asesinos de García Lorca no pueden utilizar el arte español como vehículo para su propaganda fascista.

En nuestro ánimo no estaba molestar al público francés, pero entraba de lle­no la idea de impedir que la capciosi­dad de una propaganda pérfida, encu­bierta por la popularidad de los bailes y de las canciones populares de Espa­ña, hiciese mella en el ánimo del es­pectador que no comprende la tragedia de España.

Corresponsal.

Congresismo mejor que

CANC^EI ISMC m E N el reciente Congreso de la A.I.T

se han frotado la epidermis, hasta echar chispas, las dos eternas ten­

dencias: la moderada y la expeditiva. Vaya nuestro óbolo para enterrar con lujo a la primera.

Tres compañeros de prestigio: Hel-mut Rüdiger, Agustín Souchy y Albert de Jong, han sido los campeones de la lucha sedantiva. Municioso el primero, desconocido el segundo, y localista el tercero. Tres capacidades reunidas, sin amplitud de ideas; tres árboles frondo­sos, olorosos y sin fruto.

El asunto de las cooperativas y de las cooperaciones es básico en obrero quieto, en productor con aritmética, y por tanto, con libreta en la Caja de Ahorros. Cuando en sindicalista se su­ma que un queso y otro queso hacen dos quesos, se aguarda irremediable­mente el que hace tres, siendo sobre esta operación de cálculo que los líde­res amasan sus imponentes partidos, los militares sus brillantes ejércitos, y los gobernantes sus multitudes de vasa-nos.

Pero en sindicadilista revolucionario, y menos en trabajador anarquista, esa cuenta, al parecer infalible, no sale. Y no sale, porque la suma anterior no se acuerda con nuestra aritmética, que empieza en el cálculo astronómico por

(a poesía vital que contiene. La opera­ción a ras de suelo suele indicar—lo fiemos dicho—que un queso y otro queso hacen dos, mas el queso del con­table se le añade y obtenemos tres, que por la cuenta del porvenir equivale a cero.

Y por si hay que explicarse, ahí va

J O A N D E L P l el resto: La «multiplicidad» de Rüdi­ger es el pequeño interés creado por cuenta de la antigua «base múltiple» de los socialistas, esto es caja coope­rativa, caja de reserva para huelgas, de seguro contra enfermedades, de entie­rro gratis, de cajas para todo, incluso para enterrar el espíritu subversivo que debe anidar en el pecho de cada ex­plotado. Siguiendo el orden estable­cido por la «base múltiple» rüdigeris-ta, la objetividad souchyana puede lle­varnos al municipio para fines de de­fensa particular de un sindicalismo que pronto se revelará insuficiente porque las leyes superiores emanan del Parlamento, al cual habrá que acudir para proteger la obra sindico-munici-palísta de nuestros pequeños elegidos Una vez obtenida mayoría en la Cá­mara de los Diputados, entonces el ideal del compañero de Jong quedará

(Pasa a la página 3.)

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RUTA

Horizontes sombríos

Saldo escalofriante P OR los caminos de la desolación,

bajo un cielo indiferente, deam­bula:: millones de niños sin pan ,

s in techo, sin padres.

luego, los histéricos y los neurasté­nicos que asegurarán haber visto con sus propios ojos lo que por suges­t ión les hacen ver los que comercian

Es el saldo escalofriante que ar ro- con la sangre del pueblo y trafican ja el balance de la úl t ima contienda. r:cn las a rmas fratricidas. En Europa solamente hay, por lo me- Este camino, no hay que dudarlo, nos, diez millones de huérfanos apre- c o n d u c e a los despeñaderos, que tie-tujados en un manojo de angustia, n e n c o n ^ j ^ t a e i fondo de los pre-que se deshoja y march i t a de ham- cipicics, morada glacial, sumergida bre, de frío y de terror. No hay plu- e n i a espesura de la noche e terna, m a ni pincel capaces de cap ta r en con e s t a perspectiva por delante toda su magni tud el horror que des- a r rean a los pueblos los ungidos de borda este cuadro espeluznante. opereta, los Napoleones de hospicio

Infancia desvalida. Orfandad des- y los es tadis tas y financistas apresu-amparada . Esqueléticas figuras. Ros- rados. tros cadavéricos. Voces sin t imbre. Estos conjurados de la S a n t a Her-Balbuceos sin palabras . Pupilas sin mandad Expoliadora, mascando in-luz quemadas por las lágrimas. Ras- cienso, car tuchos y bar ras de oro, gos desdibujados con espasmos de entret ienen sus ocios proyectando in-agonía. Contracciones alucinantes, cursiones y planeando conquistas sin Alaridos cavernarios. Risas disloca- a l terar los métodos y los manuales , das con visos de extravíos. Promis- la táctica y la es t ra tegia usados des-c u i d a d incontrolada. Hervidero de de muy ant iguo por p i ra t a s y ban-obscenidades. Puente de relajación doleros. Lo único que no copian es moral y deformaciones psiooíísicas. «3 gesto. No dan la ca ra cuando se Cámara de suplición... ¡Hambre, do- ordena el abordaje y el desembarco lor y muerte! ¡Realismo que supera ©n las costas. en horror al Infierno descrito por Hal lan más cómodo el refugio en Dante . la ra taguard ia que los puestos de

Este cuadro horr ip i lante es el «Yo avanzada en el campo de la lucha, acuso» de la infancia mart ir izada, Se les ve moverse con una audacia que condena sollozando la locura de sin límites cuando se t r a t a de cal­los hombres y la insensatez de los gobernantes. Pero la insensatez y la locura se abrazan a la inconsciencia y se af i rman sus desvarios, conspi­rando constantemente con t ra el or­den h u m a n o y la armonía social. Por eso los vemos desvelados, a tareados, activos procurando nuevos métodos de lucha, nuevas a rmas de extermi-

dear los ánimos y encender las chis­pas del odio, pero se escurren como sombras asustadizas si la hoguera se extiende crepi tando pavorosamente.

En estos momentos están activan­do los preparat ivos del próximo in­cendio.

Sobre la t ierra ensangren tada y los escombros aun humean tes desparra-

nio en lugar de preocuparse de los m a n pólvora a granel , y conectan millones de niños que fueron ar ras- con las usinas del Norte los cables trados por el torbellino de las pasio- de a l ta tensión, que t ienden a lo lar-nes sórdidas en los sombríos abismos «o de todas las fronteras con el be­

neplácito de los reaccionarios que se a l imentan con los desperdicios de las bacanales plutocráticas.

Los técnicos especializados en si­niestros recorren las zonas de in­fluencia pro-nazi, organizando ban-

de la orfandad. Los troperos de la muer te , aleccio­

nados por los locos e insensatos ávi­dos de dominio, vienen a r reando en las scmbras al monstruo que se en­sañó en la últ ima cont ienda. Tanto «te h a n familiarizado con las danzas d a s d e incendiarios y sobornando a macabras , que azuzan la bestia para l 0 S caudillitc que reinicie la orgia en los charcos f "™ 6 " * de sangre. . . Y la bestia, cebada, avanza pesadamente con las fauces muy abier tas relamiéndose de gozo.

A su paso crece la angust ia y se estremecen de horror las a lmas . Los puños se crispan y los dientes rechi­nan, sangrando los labios.

Se teme al monstruo. Se odia a los troperos de la muerte; pero éstos y aquél, aleccionados por los ambicio­sas inconscientes, avanzan en la som­bra, d i la tando la pupila de los hom­bres, achicando el corazón dé las ma­dres, l lenando de visiones terroríficas el sueño inocente de los niños.. . y se sumarán millones y millones de cria­turas a la caravana interminable que deambula sin pan, sin techo, sin pa­dres por los caminos de la desola­ción. ¡Los hombres debiéramos pos­t ra rnos de rodillas y pedirles perdón por no saber cumplir con el deber de amparar los y protegerlos, conte­niendo al monst ruo y a los troperos de la muerte!. . .

• * • La noche se está cerrando aa t e s de

nacer el alba. Crespones de sombras densas, tejidas aviesamente en los fondos del Averno, se interponen an te Febo, impidiendo que ilumine con su diáfana sonrisa la ansiedad desespe­ran te de los pueblos angustiados, que aguardan impacientes se encienda de vividos fulgores el horizonte sombrío y turbulento.

Las tinieblas, receptoras de voces abismales, recogen el eco funerario de los que pac tan convenios maca­bros con la Parca , y las expanden con lúgubre sonido por todo el Uni­verso.

En los hogares humildes reina la angustia. Las a lmas se recogen en un silencio enervante , y las pupila-i se l lenan de visiones fantasmales.

Las cunas no se mecen al son de alegres y tiernas modulaciones. Las miradas inquietas de las madres va­gan a través de las penumbras , pre­sintiendo la proximidad del mons­truo, que se agita, resopla y se agi­gan ta agazapado en la sombra de la noche... Y se estremece de espanto, y t iemblan las voces, y la canción agoniza en lds labios resecos por la fiebre.

Ent re tan to , los reyes del acero y los magnates de la industria, recos­tados en sus arcones repletos de me­tales auríferos, acar ician la idea de reforzar aun más su fortuna, avivan­do el encono en las líneas fronteri­zas para que choquen los ánimos y estallen las pasiones, y ar ras t re a los l i t igantes en el torbellino de san­gre, de lodo y de lágrimas; lágrimas, lodo y sangre que la var i ta mágica de los financistas aventureros con­vierten en pepitas de oro y en divi­sas valiosas.

Los objetivos h a n sido ya delinea­dos. Trazados es tán los planes.

La industr ia pesada agiliza sus mo­vimientos. Los hornos se cal ientan, t repidan las calderas. Hierven los hornos de fundición, vomitando in­sensatamente torrentes espesados y candentes que se transforman en monstruos mitológicos. Hacen sonar la sirena de a la rma, provocando in­quietudes. Difunden noticias de duen­des y aparecidos, a los cuatro vientos.

P reparan un clima especial, im­pregnado de presagios truculentos que ponen la carne de gall ina y los ca­bellos de punta . Predisponen al fata­lismo. La nerviosidad toma cuerpo y se extiende rápidamente , como una epidemia.

De seguir así. t r a spasa rá las fron­teras, envolverá a l mundo y se adue­ñ a r á de todos los espíri tus propensos a las alucinaciones.. . Y no fa l ta rán ,

super-genios providencia­les, pa ra que actúen como abande-

(Pasa a la página 3.)

Q5<&wia& óeíéetieBá ¡ARMAS!

H E d e a t r a v e s a r u n p a r q u e p a r a i r a m i s q u e ­h a c e r e s , y t o m o a s i e n t o en u n o d e s u s b a n ­cos p o r u n o s m o m e n t o s . Mis p i e r n a s h a c e

s e t e n t a y c i n c o a ñ o s q u e m e l l e v a n y p r o t e s t a n , a s u m a n e r a , d e m i r e t i c e n c i a .

P u e b l a n l a s a v e n i d a s d e l p a r q u e b a n d a d a s d e n i ñ o s , c o m o l a s r a m a s d e los á r b o l e s e s t á n p o ­b l a d a s d e p á j a r o s . C a s i t o d o s e s t o s n i ñ o s , m á s q u e a j u g a r , se a p l i c a n e n e j e rc i c ios m i l i t a r e s , a c u y o e f ec to t o d o s l l e v a n a r m a s . A l g u n o s m i n i a t u r a s d e fus i les , o t r o s r e p r o d u c c i o n e s t a m a ñ o n a t u r a l d e a r m a s m o d e r n a s , s o b r e t o d o p i s t o l a s a u t o m á t i c a s . E n el b a n c o e n q u e m e h e s e n t a d o h a y u n a se ­ñ o r a c o n d o s n i ñ o s : u n o d e p o c o s m e s e s , e l o t r o d e pocos a ñ o s ; é s t e o s t e n t a d o s a r m a s : u n p e q u e ­ñ o fusi l y u n a p i s t o l a d e « t a m a ñ o n a t u r a l » , d i g o d e t a m a ñ o d e g u e r r a . Y c o n e s t a « a r m a » a p u n t a a t o d o s y h a c e f u n c i o n a r el p e r c u t o r c o n u n so­n i d o m e t á l i c o q u e e s p a n t a . Y o c o r r o a s e n t a r m e e n o t r o b a n c o . Soy pac i f i s t a .

E n m i n u e v o b a n c o e s t o y solo , e i n t e n t o h o j e a r d o s o t r e s p e r i ó d i c o s q u e h e c o m p r a d o . N o p u e d o s e g u i r , p o r q u e n o m e e n s e ñ a n n a d a b u e n o . E s t á n p l a c a d o s d e r e l a t o s e s p e l u z n a n t e s : l a g e n t e s e m a t a c o m o c h i n c h e s . H a y m u c h o s a c c i d e n t e s , y los r o b o s se p r o d u c e n e n d i l u v i o .

R e a n u d o m i m a r c h a y p a s o , d e p a s o , p o r d o s o t r e s «c ines» . E n t o d o s h a y c a r t e l e s d e b a t a l l a s y d e l u c h a s . T o d o es a g r e s i v o y cas i t o d o s a n g r i e n ­t o . El c o r a z ó n se a c h i c a c o m o u n p i ñ ó n y s e s u d a s a n g r e . P a r e c e q u e e s t e m o s e n p l e n a é p o c a d e l a v i o l e n c i a y e n el s e n o d e u n a a c a d e m i a p r e p a r a ­t o r i a p a r a los e x á m e n e s d e e m p l e a d o s d e m a t a ­d e r o , o d e v e r d u g o s .

P o r t o d a s p a r t e s h a y p r o p a g a n d a d e los l l a m a ­d o s d e p o r t e s , q u e t a m b i é n s o n l u c h a s , y la s ec ­c ión j u d i c i a l d e la P r e n s a es l a m á s n u t r i d a .

El p u e b l o d o n d e t o d o e s t o o c u r r e es e l m u n d o . Y o p r o p o n d r í a q u e l a t i n t a d e t o d a l a P r e n s a , g r a n p a r t e d e l a l i t e r a t u r a , los a n u n c i o s d e c i n e s , d e d e p o r t e s , d e t o r o s y d e a c c i d e n t e s d e r u t a , f u e r a r o j a . D e e s t e m o d o p o d r í a m o s s o s l a y a r l a s c o s a s n o c i v a s y l e e r s o l a m e n t e l a s c o s a s ú t i l e s , a g r a d a b l e s , c o n s t r u c t i v a s y h o n o r a b l e s .

E s t e d e s a s t r e , e s t e c r i m e n soc ia l , e s t a s u p r e s i ó n d e l a m o r a l y d e los b u e n o s s e n t i m i e n t o s es l a c a u s a d e t o d o s l o s m a l e s . Asi , d e t o d o s los m a l e s , p o r q u e l a j u v e n t u d y a u n l a m a d u r e z a c t u a l c o n ­

f i a n l a r e s o l u c i ó n d e t o d o s l o s p r o b l e m a s a l a v io ­l e n c i a .

H a c e poco , u n e m i n e n t e p e r i o d i s t a f r a n c é s , B . O., t r a t a b a m a g i s t r a l m e n t e e s t e p u n t o y d i r i g í a d u ­r o s r e p r o c h e s , m á s q u e a l «c ine» , a l a s l e c t u r a ? a t r o c e s y a los d e p o r t e s b á r b a r o s , a l a s f a m i l i a s y a l s i s t e m a a c t u a l d e l a e n s e ñ a n z a . B i e n e s t á q u e l a s a l m a s e l e v a d a s y los c e r e b r o s c u l t o s e m ­p i e c e n a r e a c c i o n a r , p e r o yo c r e o q u e e l m a l e s t á m á s h o n d o ; el m a l es m e d u l a r , a m p l i o y a b s o l u ­to . E s t á , s i n d u d a , e n el s i s t e m a soc i a l , e n l a t r a ­b a z ó n d e los i n t e r e s e s m a t e r i a l e s , a c u y o d i o s t o d o se s u p e d i t a .

L o s n i ñ o s v a n s i g u i e n d o l a s h u e l l a s d e los h o m ­b r e s , y l a s m u j e r e s t o l e r a n los d e s m a n e s d e u n o s y o t r o s y se e m b r u t e c e n e l l a s m i s m a s . L a H u m a ­n i d a d u s a g a f a s d e o r o ; c a d a i n d i v i d u o l l e v a d o s m o n e d a s d e o r o d e l a n t e d e s u s d o s o jos , y t o d o lo ve d e ese co lo r a m a r i l l o ro j i zo , q u e t a n b u e n a a n t e s a l a e s p a r a f a m i l i a r i z a r s e c o n el c o l o r d e l a s a n g r e v iva .

D o s a f o r i s m o s c u a d r a n b i e n p a r a c a l i f i c a r el e s t a d o m o r a l d e l a a c t u a l i d a d : «El n e g o c i o es el n e g o c i o » , y «El q u e v e n g a d e t r á s q u e a r r e e » . L a s g a f a s d e o r o y e s t o s d o s a d a g i o s c o n s t i t u y e n l a e s p i n a d o r s a l d e l a c o n d u c t a a c t u a l d e los h a b i ­t a n t e s d e l p l a n e t a . E l e g o í s m o es e l r e y , el q u e , p o r su c a l i d a d n o c i v a , n e c e s i t a q u e s u s v a s a l l o s e s t é n b i e n a r m a d o s y se d e d i q u e n s i n t r e g u a a s u s b a c a n a l e s , b a ñ á n d o s e e n s a n g r e y e n a g u a r ­d i e n t e . Y l a c i e n c i a , l a b o n d a d , el a m o r , el o r d e n s o n p o b r e s m e n d i g a n t e s , a r r i n c o n a d o s e n el d e s ­v á n d e lo i n ú t i l y t r a t a d o s c o m o c o s a s p e l i g r o s a s y r e p u g n a n t e s .

M á q u i n a d e l a H u m a n i d a d , ¡ c u a n d e s b a r a t a d a e s t á s ! ¡ Q u é r e f o r m a m á s r a d i c a l n e c e s i t a s ! Q u i ­z á s s e a c o n v e n i e n t e r o m p e r t e y c o n s t r u i r t e d e n u e v o . H a b l a s e d e « L a D i v i n a C o m e d i a » , d e l D a n ­t e . H a b l a s e d e l a s o b r a s d e R e c l u s . H a b l a s e d e l a i c o n o c l a s t i a . H a b l a s e . . . N o m e a t r e v o a c o n t i n u a r : a c a s o v e n g a u n n e n e d e c u a t r o a ñ o s y c o n u n a p i s t o l a s i m b ó l i c a m e a p u n t e , y... E s t o s e r í a m i m á s s e n t i d a p e n a : p r e f e r i r í a q u e con u n a r m a d e v e r a s m e p e g a r a n u n t i r o . H a b r í a m á s c l a r i d a d y m á s r e s p o n s a b i l i d a d h i s t ó r i c a ; q u i z á s f u e r a e l p r i m e r p a s o d e u n a r e g e n e r a c i ó n h u m a n a , a l a q u e yo o f r e c e r í a , g e n e r o s a m e n t e , m i v i d a .

/Zciá fridciá ayitadaá

PARACELSO BSTE célebre médico y químico dios, quiso, no obstante, aumentarla, y

suizo, nació en Einsiedlen (Sui- al efecto emprendió nuevas peregrina-za) en 1541. La importancia de ciones, de las que sólo sabemos que

tan ilustre precursor de la Medicina figuró como cirujano en varias campa-moderna, el primero que observó direc- ñas en Italia, los Países Bajos y Dina-tamente los fenómenos de la naturale- marca. Entonces conoció varios reme­za, convirtiéndolos en punto de partida dios enérgicos, descubriendo las cuali-de sus entonces novísimos sistemas cu- dades curativas del «láudanum». M e r rativos, ha sido desvituado por la t u r ced a ellos, de regreso a Alemania, ba de sus enemigos, y por los discípu- hizo varias curas maravillosas que le los que, interpretando torcidamente el dieron gran fama, y por las que fué lia-claro criterio del maestro, hicieron de mado a la Universidad de Basilea para él un prototipo de los magos, alquimis- enseñar Medicina. Usó para sus leccio-tas y astrólogos medioevales. nes, rompiendo viejas costumbres, la

Nada más lejos de la verdad. Para- lengua alemana, porque a su juicio la celso reprobó con firmeza toda práctica ciencia de curar no debía ser sólo el supersticiosa y más que ninguna la As- secreto de algunos iniciados; de allí trología y la locura de la Edad Media, tomaron pie sus enemigos para decir prolongada hasta los linderos de la que era tan ignorante que desconocía Edad Moderna; o sea el arte de ha- el latín, lengua literaria en aquella cer oro, quimera perseguida durante época. centenares de años. Pero Paracelso no temió exponer pú-

El verdadero nombre de Paracelso t i c amen te «M innovadoras - teorías, era Felipe Aurelio Teofrasto Bombast A t a c ó c o n violencia los sistemas ante-de Hohenheim. Su padre se llamaba r l o r e s> s e atrevió a quemar en su cá-Guillermo Bombat de Hoheinheim, hijo t e d r a l a s o b r a s d e Galeno y Avicena, natural de un noble de Suabia y me- Soledad GllStSVO dico que sucesivamente ejerció su pro­fesión en Einsiedlen y en Villach (Ca- salvando y haciendo excepción del pa-rintia). Guiado por el autor de sus dre de la Medicina, Hipócrates, cuyo días, dio Paracelso los primeros pasos principio «Cúrate a tí mismo» fué glo-en el arte de curar; pero deseando vi- sado y propagado por Paracelso en va-sitar y adquirir grandes conocimientos, rías de sus obras. Censuró sin reservas recorrió casi todas las comarcas y Uni- los abusos que los rutinarios cometían versidades de Europa, escuchando a los a diario, y nunca se abstuvo de exponer profesores de más fama, consultando a sus ideas francamente ateas y demole-los mejores prácticos, y aun a los bar- doras de los principios sociales, religio-beros—de popular importancia médica sos y filosóficos de la época, entonces—, a los alquimistas y a los Todo esto le atrajo muchos enemi

magos. Bien pronto adquirió el con­vencimiento de cuan equivocados e in­ciertos eran los conocimientos médicos de su siglo y se propuso reformar ra­dicalmente la terapéutica.

Infinitos sinsabores, persecuciones y peligros sin cuento, le proporcionaron la inquietud de su espíritu y el radi­calismo de sus ideas científicas y socia­les los viejos principios médicos de su épo­ca, abandonando a los textos griegos y árabes, en plena privanza en aquella época y, cerrando los libros, propúsose austar su ciencia a la naturaleza. Po­seedor ya de una gran experiencia, merced a sus viajes e incesantes estu-

Lá YIDA de las ESTRELLAS D'

E nuevo vamos a ocuparnos de Los árboles erguían sus siluetas ne- .subiendo a un pequeño montículo, jiente nieve, le empecé a contar la un universo tal que le aparecería a las estrel las. Hay que recono- gras sobre las a l turas , y todo era si- desde donde se dominaba el firma- vida de los astros. un ser gigante que viviera millones cer que mucha gente, que no loncio en el camino. Poco a poco las mentó sembrado de estrellas, me se- ¡Qué extraño es que el hombre li- de años y que observara dicho uni-

puede desprenderse de una concep- úl t imas luces del día desaparecieron; ñaló a Sirio que resplandecía en el gue todo acontecimiento a la dura- verso como nosotros miramos a esas ción mercant i l i s ta de la vida, no deja en el aire puro de las montañas , las horizonte como una l lama pura . «A d o n de su propia vida! part ículas de polvo impalpable, sus-de p regun ta r que pa ra qué sirve tan- estrellas comenzaron a parpadear eon ésa—me dijo—la conozco desde niño. Recuerdo que siendo niño hice en pendidas en un rayo de sol. to estudiar y tan to hab la r de las es- esa luz viva y bri l lante que sólo les ¡Mi estrella preferida! Me he vuelto t relias.

En realidad, las estrellas son de una gran utilidad; mejor dicho, la ciencia que de ellas se ocupa, la As­tronomía, t iene un gran valor práe-

permite el cielo invernal . Caminaba yo sobre la nieve endu­

recida. Un viejo campesino, un pas­tor pirenaico que conocí hace dos o tres años en uno de mis paseos por

I I I

Q-atcia Qftlicanda

tico. Pero dicho valor práctico es so- la mon taña , y con el que poco a poco brepasado por el valor de la ciencia me ha ido ligando una ext raña amis

cierta ocasión amargas reflexiones sobre la brevedad de la vida de una mosca. ¿Es que duran te los pocos De ese modo, veríamos las estrellas meses que dura su vida no recorre que nos parecen inmóviles apresurán-la mosca todas las e tapas de la vida dose, subiendo y bajando; algunas de un hombre: juventud, amor, ge- desaparecerían en las tinieblas, o t ras neración y muerte? Si las moscas se encenderían repent inamente . ¡To­

rrente de mundos que se i luminan tad formada de compasión, respeto profundo y simpat ía , me acompa­ñaba.

por si misma, despojada de toda idea de aplicación.

Recordemos la hermosa definición de Diesterwg: «La Astronomía es una ciencia elevada porque eleva el pen­samiento, porque regocija y purifica; por ese .motivo no debería ser igno­rada de n ingún hombre.» Palabras días de alegría y de tristeza en este que exponen con concisión y dad el papel de esta ciencia.

El hombre, minúsculo parási to de un grani to de arena perdido en el infinito, es al mismo tiempo el ex­plorador de la verdad y de la eter­nidad. ¿Qué satisfacción podría te­ner si las investigaciones de la cien­cia no 1» permit ieran representarse la real idad de esos mundos que bri­l lan encima de nosotros? Incluso absorbido por las cuestiones práct i ­cas, seria el hombre indigno de la civilización si permaneciera insensi­ble al enigma que le presenta cada noche el firmamento estrellado. Sa­ber que la innumerable legión de las estrellas SÜ mueve obedeciendo a le­ves e te rnas , y (¡ue esas leyes na tu ra ­les son la ga ran t í a de su propia exis­tencia, conduce involuntar iamente al pensador a reconsiderar el comercio humano , la organización de la So­ciedad. Mostrándole la grandeza del Todo, esos conocimientos le revelan la pobreza de las superioridades que motivan los contrastes sociales e In­dividuales de que t an to sufre la Hu­manidad .

Quien ha sabido coger la esencia de la Naturaleza infinita, renuncia a la presunción y demás concepcio-

clari- valle del Couflent donde había vivi­do desde niño, donde pronto acaba­ría su vida siempre igual.

Llegamos a lo alto de un «coll», y de repente me cogió por el brazo y

co y escapan, al fin, a la mirada humana!

No existe en el mundo ningún cuer­po Inmóvil. Gracias a los apara tos modernos, se h a n podido descubrir ciertos cambios de posición incluso en las nebulosas. No solamente es enorme la rapidez de su marcha ,

«¡ALISTA > • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • $

LAS monstruosidades económicas van esperar la equidad, mientras subsista sin embargo, vedla ahí postrada, hu tomando perfiles trágicos. Las lu- la inmoralidad. Por esto, nosotros he-

un espíri tu l ibertario y anarquis ta , despojado de todo afán de mando y explotación, de la vanidad de tas je­rarquías sociales, liberado de los prin­cipios dogmáticos, l imitados y ridícu­los de las religiones reveladas, pue­de enfrentarse serenamente con el firmamento.

I I

Un atardecer de este Invierno pa­sado volvía yo al pueblo pirenaico donde habi to después de haber visi­tado -i unos compañeros mineros de un pueblecillo vecino.

Era uno de l*s días más fríos del invierno; el Sol acababa de ponerse. Una tonalidad especial de un color rosa pálido que se reflejaba sobre el blanco sudario que cubría la t ierra, se fué apagando poco a poco, y una luz violota tejió como un man to unifor­me entre la t ierra y el cielo.

viejo y achacoso, pero ella no ha cambiado, y cont inuará igual que ahora y que siempre, cuando yo haya poseyeran la noción del t iempo, ta l dejado de existir. ¿Es que bri l lará vez medir ían todo a ia escala de su len tamente , estallan en chispas res e ternamente? Me h a n dicho que h a vida y tendr ían al hombre por éter- plandeclentes, se apagan poco a po-estudiado y conoce usted las estre- no, no viendo en él producirse nin-

A mi lado, el viejecillo—escarcha Has: cuénteme usted algo sobre ellas, gún cambio. V, a su vez, comparada de la barba, escarcha de los años y Le escucharé con mucho gusto, por- con el insecto l lamado efímero, que escarcha del invierno—hablaba de que han sido mis compañeras desde conoce un solo amanecer , la mosca esto y de aquello, me contaba sus niño y son más felices que yo, que es un verdadero Matusalén.

terminaré muy pronto el curso de mi ¿Qué son los milenios en el t r ans ­vida.» curso de la eternidad? Si transfor­

mo sé por qué me pareció que el mamos los siglos en segundos, las pobre anciano solicitaba de mí cier- distancias estelares en la longitud de sino que, con gran asombro de los to consuelo. Y en la noche invernal , un brazo, los astros en part ículas de astrónomos, todas las nebulosas se hundido has t a el tobillo en la cru- polvo flotando en el aire, tendr íamos »lejan de nosotros, o, por hab la r más

^_^ exactamente, esos mundos se huven ~~ en apariencia, se separan unos de

otros. Imaginemos una bandada de palo­

mas picoteando unos granos de trigo en una plaza pública; un pequeñuelo t i ra una piedra en medio de la ban­dada, y la bandada huye en todas direcciones: las aves, que es taban reunidas en un espacio reducido, van ocupando cada vez un espacio más considerable. Lo mismo ocurre con las nebulosas. El universo visible se extiende. Se di lata con una fuerza explosiva.

Hace un t iempo ilimitado, la ma­teria de que se componen esas ma­sas estelares debió encontrarse uni­da alrededor de un centro. ¿Por qué causa se h a dilatado? ¿Es que la for­mación de esos enjambres celestes da ta de aquel ins tante?

Vos es imposible resolver esos enig­mas, que como todas las cuestiones sobre las causas pr imeras , sobre el principio y el fin del mundo, tal vez no reciban respuesta jamás» Diga­mos, sin embargo, que se ha habla­do mucho sobre ese problema a raíz de la publicación de la teoría de la relatividad, que arrojó una luz nue­va sobre la cuestión del t iempo y del espacio. Algunos matemáticos, como Sitter, Lemaítre y otros, han t r a t a ­do de demostrar que un mundo esta­ble no es posible, que tiene que ha­ber dilatación o contracción, y que el nuestro precisamente se di lata. Pero !a cuestión primordial no se vuelve por ello m á s comprensible; confesemos que se t r a t a de un pro­blema del cual no poseemos la clave.

Recortemos ahora nuestro pensa­miento.

Ent re los innumerables astros, se desplaza a una velocidad loca un glo­bo de gas que pronto empieza a bri­llar y • lanzar rayos: ¡nuestro Sol!

» * • Continuación:

millada, reverente a los pies de los pon­tífices del Estado y el capital. Coloso de pies de barro, ¿no te acuerdas de las frases del filósofo, «ciencia sin cien­cia es la ruina del alma»?

La Filosofía estancada, bloqueada

chas son cada día más ásperas, mos imprimido a nuestras gestas el ¿n cruentas, dramáticas, entre el innume- tegralismo anárquico, y en el frontis rabie ejército de productores hambrien- picio de nuestras creaciones revoluclo tos y el puñado de parásitos potentados, norias hemos gravado el tríptico: «Li Y en esta lucha secular entre el privi- bertad, Justicia, Equidad». legiado y el despojado, en este com- Ea capitalismo liberaloide, rapaz y por la ambición y mellada por la de­bate épico entre el desafuero y el de- deshumanizado—apoyado por un Esta- magogia retórica. techo, nosotros, los anarquistas, ha do sedicente democrático—cuyas fortu- La política, hervidero de pasiones muchos ktstros que mantenemos núes- ñas «rascacielescas» reposan sobre el malvadas, ¡estanque pestilente, labora-Ira posición inequívoca. Posición de in- trípode: Autoridad, Explotación, Ham- torio de gérmenes infectos que han de transigencia, de rebeldía constante, de bre, se tambalea. El capitalismo esta- propagar la eterna servidumbre entre férrea perseverancia. Y ¿para qué re- tal, abyecto y perverso, producto suce- lor, pueblos. dundar en conceptos? Si mil gestas dáneo del neo-socialismo hoy en decli- La religión perdió su mística. Nadie que el tiempo trocó en efemérides y ve> sienta su estructura y confía super- cree en dios ni en diablo. Ni en el bien

nes indignas: la Astronomía nos en- miles de nombres que la historia gra- vivir mediante la trilogía: Tiranía, Ig- ni en el mal. ¿Esto es un progreso? seña la modestia y la dignidad. Sólo ; v¿ como mártires, lo atestiguan de ma- nocancia, Servidumbre. Su bancarrota Cuando se cree en el dinero, tanto

ñera irrecusable... es ya evidente. Empero hasta que lie- monta. Cuando se cree en el Estado, , , gue nuestra hora, forzoso y doloroso es i¡>ual da.

Empero las características de las lu- tener ^ c e r „1^^ constataciones ' La ética se evapora, se diluye en un chag actuales; las tácheos empleadas producto ¿a ca0s actual. Ca<>s de bajos egoísmos. Etica posibi-en estos empecinados choques, lo-, /.- Ved sino, los derroteros del arte. Este lista, calculatoria, ferozmente utilitaria, nes por los que se libran tan cruentos artg ¿n sdir de{ clasicism0, resulta Y a qué proseguir... La vorágine mu-combates, nos parecen ambiguos, esté- mediocre> decadente, superficial. Y cuan- terialista lo invade todo. Ceden las

e , triviales. ¿0 rornp{erl¿0 moldes quiere tornarse idetis humanitatios) y generosas a su Perseguir la igualdad económica den- original, es vacuo, frivolo, trivial. Arte paso, y queda el morboso escepticismo

tro del marco del Estado es la utopía protegido por Mecenas, pasto para mi- u.crustado en la sociedad, mayúscula. Y siempre será una quime- Honorios «snobs» sin emotividad, ensal-ra aguardar la justicia conservando la zado por críticos ramplones. Arte ma-tiranía. Y eternamente será un sueño terialíza)ao, comerawlizado, [fahificado

sin ideal, sin inspiración, sin emoción ¿Es esto arte?.

Contemplad luego el triste sino de la

En pie, sin embargo, quedan los anarquistas. Como el Ave Fénix de la Mitología, nosotros continuaremos, s\¡-liendo de las cenizas, propagando nues­tros principios imperecedores.

«Cada uno según sus fuerzas; a cada Journal imprimé sur les presses de la ciencia. Esta ciencia de posibilidades según sus necesidades». Concepto éti-SOCIETE GENÉRALE D'IMPRESSlON imponderables, de maravillosos hallaz- co-social-económico de una sublimidad

gos, de descubrimientos insospechados, incomparable. El planeta podría ser transformado: ¿Utópico?... gracias a ella el hombre podría hacer Cuestión de conciencia en el hom-

(Coopérative Siége social

Ouvriére de Production)

2ti, rué Buffon, Toulouse Atellers : 01. rué des Amidonniers mentir el proverbio bíblico: «ganarás bre. Es todo.

Téiéphone : CApitole 89-73 el pan con el sudor de tu frente». Y VOLUNTAD.

gos, que envidiaban los asombrosos re­sultados obtenidos por Paracelso en el tratamiento de las enfermedades. La mezquina envidia y los intereses crea­dos que dañaba, se conjuraron contra él, llegando a amenazar su vida. Res­pondió en un principio con valentía el innovador a sus adversarios, pero ene­mistado con un canónigo, al que había

a y o u w a j 1 . 1 . .

Púsose abiertamente en contra de c™*do> P o r < l u e , e l t a l . canónigo cons-dero excesivo el precio de sus hono­rarios, éste, aprovechando la ocasión que se le presentaba para perseguir judicialmente al médico, obtuvo de las autoridades una acción contra Paracel­so, y éste vióse obligado a huir de Basilea, antes de que le encarcelaran.

Puestos ya en el terreno de la vil calumnia y la persecución alevosa, sus enemigos no vacilaron en denunciarle como mago, alquimista, ateo y acusán­dole ante las autoridades civiles y ecle-siásticas de tener tratos con el diablo, acusación terrible en aquella época.

Fugitivo siempre, llevando una vida errante, el ilustre médico recorrió la Alsacia y varias comarcas de Alema­nia, la Moravia, Carintia, etc., estu­diando con cuidado las enfermedades de dichos países y curándolas sin que nadie supiera de quién se trataba.

Pero continuó criticando con dura frase el pedantismo y la ignorancia de !• mayoría de sus colegas, y sus ene­migos se vengaron intensificando la persecución, porque, a medida que 4a fama de Paracelso se extendía, y que él —secretamente pero sembrando por do­quier su ciencia—continuaba sus prodi­giosas curaciones, crecía también el nú­mero de intereses dañados y de mez­quinas envidias congregadas en torno a su gran figura.

Consiguieron del Comité Imperial de Censura que éste prohibiese la pu­blicación de los escritos de Paracelso, malogrando su fama y quitando a la ciencia uno de sus más preciosos auxi­liares. Sin embargo, a su muerte, cre­ciente aún la fama del médico, engran­decida y aumentada por la leyenda que se formó alrededor de su silueta, sus obras fueron editadas con creces, has­ta algunas que no eran suyas y que antes deshonran que favorecen la figu­ra del ilustre hombre.

Vióse al cabo el sabio médico libre de persecuciones, merced a la protec­ción de los Estados de Carintia, donde se estableció, y pasó en Salzburgo los últimos años de su agitada vida.

La base del sistema de Paracelso era el estudio profundo de la naturaleza. Quería una revisión completa de las nociones médicas transmitidas por grie­gos y árabes. Predicando con el ejem­plo, relacionó los hechos y descubrió su ley. Poseyó el método científico y acreditó su perspicacia al decir que el médico no debe forzar a la naturaleza, sino seguirla con la mayor prudencia y variar sus remedios según las fases de la enfermedad. Admitía en cada orga­nismo un motor secreto, el principio vital de los modernos, motor que vela eliminar las causas morbosas. Quiso fundar la Medicina en el conocimiento por la reparación de las fuerzas y para exacto de la naturaleza y de la Quí­mica, la cual había estudiado bajo la dirección de su padre, del abate I n ­terno y del famoso Segismundo Fug-ger.

Ideológicamente fué en absoluto ra­cionalista, negando la existencia de to­da divinidad y buscando explicación natural a todos los fenómenos. Y resul­ta verdaderamente pintoresco que a es­te hombre, de arraigados principios materialistas, la fantasía popular, des­atada, le hubiese nimbado con tal aureola de misterio que hizo de él una figura casi fabulosa. Las supersticiones de la época, espoleadas por las calum­nias preparadas por los interesados en dañarlo, y por otra parte la admiración que causaban sus curas tomadas por milagrosas, su vida aventurera y libre, su tipo extraordinario, su vida reñida con todo prejuicio, su audacia, su in­trepidez, y su indomable espíritu crí­tico y justiciero, tejieron alrededor de Paracelso una red de extravagantes cuentos, que desvirtuaron su figura y la hicieron casi irreconocible a los ojos de los historiadores que intentaron después reconstruirla y reivindicarla como una de las mayores glorias de la medicina europea.

(Pasa a la página 3.)

«EL SOL, PUENTE DE T O D A VIDA»

Page 3: ¡LA CÁRCEL! - ddd.uab.cat · ROUTE, hebdomadalre de la.(Ji.Z.Q.JP. en

RUTA P á g . 3

HORIZONTES SOMBRÍOSII A A U T O R I D A D

y el error judicial Saldo escalofriante (Viene de la página 2) tonando un poema a las mieses do­

lados de «causas reivindicadoras», radas , a los prados floridos y a los con el fin de tergiversarlas, a p a r t a n - días radiantes de sol. do a las masas populares del camino N o manchéis vuestros labios con que conduce a la ansiada meta de los cantos guerreros, que dicen de no-Derechos del Hombre y la Just icia rrores, de noches sangr ientas que in­social, ducen al saqueo y a las violaciones

Los simplones y genuflexos, los a r r i - e inci tan al crimen, manchando el Distas y los histriones encandilados honor. por las luces de bengala que ilumi- 'Buscad solución al problema ele-nan el t inglado de la supuesta Ju- vando el pensamiento por encima de venta, se dan de narices con Plutón las ambiciones. Sólo asi se evi tara en las puer tas mismas del Averno, y la hecatombe. Pero si el orgullo cie-ruedan hechos una piltrafa, sacian- ga a los mandones el mundo rodará do el apeti to desenfrenado de los que envuelto en l lamas, y la Humanidad s^ nut ren de miserias y despojos hu- será a r r a sada por el fuego devas-manos tador.

Es hora ya que los pueblos reaccio- Esto, empero, no es inevitable. Los nen, y que los corsarios, sagaces ti- pueblos t ienen en sus manos los me-moneles de la nave carcomida por el dios de frenar los impulsos crimina-óxido corrosivo de la voracidad capi- les de los desequilibrados. En cual-talista, cesen en sus correrías, ende- quier momento que quieran pueden rezando hacia los puertos y las eos- reducirlos, in ternándolos en los hos-tas con la bandera blanca desplega- picios, con camisa de fuerza. Sólo da a los cuatro vientos, como sim- hace fal ta que se lo propongan

CUAL la reseña de una comedia. Lo s errores judiciales son los mons-acabamos de ver en uno de esos truosos atentados que hay que exter-semanarios sensacionalistas, he- minar junto con la autoridad, conde-

chos para la sensibilidad atrofiada, de nada: por la ciencia, que exige com­porteras caducas y señoritas epilépti- pleta libertad para la libre experimen-cas amantes de la literatura corrompida tación, y que aquélla constriñe, por la de motín y por entregas, uno de esas razón, contra la que atenta y por la errores judiciales que conducen a un justicia, a la que denigra, ser humano ante el piquete de ejecu ción, al pie de la guillotina o bien al sepulcro a eternidad, que es la prisión en el que tras informar a su «selecto» público de la condena a cadena per­petua de un

El caso de este hombre, de los mi­llones de inocentes, condenados en to­dos los rincones del globo, por la ley. es el tema de palpitante actualidad, el fatídico atentado cometido contra la ¡tua de un inocente, condena que " * * T , • " « " " " " w u n ™ corura , a

te cumple durante cinco años, «la humanidad. Y el espectro de estos mi-justicia descubre al presunto delin- " o n e s de hombres se eleva pidiendo,

cuente», no cabe añadir que convicto y , . , confeso, como el primero lo fué prece- d a d ' dentemente, finalizando el susodicho semanario afirmando, con una tranqui-tidad bochornosa, que este hombre se

to no terminemos con el «yo acuso» y el «yo ordeno».

La ley es Felipe II y Luis XIV, Hit-dejo condenar por dar una satisfacción 1er y Mussolini, Franco y Sstalin, e s de-al fiscal, obstinado en llevar al ánimo cir las fuerzas desbandadas del térro-de los jurados el fatídico ¡culpable! rismo y la desolación.

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EL ESTADO REPRESIVO ¡S'

I Jos habrá viles y encana- Perón no; lo que se pretende es guillotina, de silla eléctrica, de liados que, a estas alturas, humillarlos, y lo paradójico es pelotón, etc. siguen clamando y abogan- que ni este fin se alcanza. Ved El Estado se ha jugado la últi-

do por un Estado fuerte y todo- si no estos hombres que han ex- má carta, y—¡colmo de la ven-poderoso, arrogante y petulante, piado, y veréis que vuelven con tura!—la Libertad, después de con derechos ilimitados y prerro- sus vicios centuplicados, sus pa- dos milenios de atropellos, con-gativas totalitarias! siones exacerbadas, sus instintos tinúa latiendo en el corazón del

El Estado, órgano represivo por agudizados, cuando se t rata de Pueblo, excelencia, tiene la pretensión de ^1"65 enfermos, llamados delin- Hoy están en el orden del dia arbitrar las relaciones humanas, cuentes de derecho común. Y los una suerte de delitos denomina-defender los derechos sociales y v e r e i s c o n su rebeldía multipli- des «crímenes contra la seguri-salvaguardar los principios éticos c a d a> s u f e exaltada, su concien- dad del Estado». Y son asaz fre-de la Humanidad. Y esta tarea c i a m á s profunda cuando se tra- cuentes; tanto como ayer lo eran

ta de idealistas, denominados de- para la Iglesia el ateísmo, la he-lincuentes político-sociales. Y és- rejia, la blasfemia, etc. tos son los que el Estado persi- y todos son castigados con la gue con ahinco, éstos que ni la máxima dureza. Los anarquistas, intimidación ni la sanción pudo q u e e n nuestros estandartes de doblar. lucha hemos escrito la divisa

La eliminación es ya el último «Contra Dios y el Estado», somos tramo, son los peldaños finales, victimas a inmolar, convistas y

ingente pretende efectuarla me­diante el atropello, la violencia, el crimen... No en beneficio de la Sociedad que tiene en tutela, más bien por y para su propia super­vivencia.

No hay Estado que dure lo que un ratón en la boca de un feli

bolo de paz, a rmonía y trabajo. La Humanidad les agradecería el ¡ s a b l e s de estos hechos si la autoridad a u t o r i d a d perjudica a quien la sufre y Bas tan te h a n sufrido los pueblos gesto con el más profundo sentimien- | U ^ K " " C 1 ° " ^ 0 ^ " fj?_ ^ ™ _ t a L í a ° . u i e n Ia e)?rce>>> verdad tácitamente

pa ra agregar a su dolor otros males to. P a r a bien de todos

Verdaderamente no acertamos a de- s u n 0 s c a r W i l d e reaf i r rnándo<¡e limitar en qué grado son más respon- e n l a t e s i s d e l humanista Tolstoy, «la no, a no ser por sus códigos coer- Allí es ya la noche eterna. Los conivsas.^6verdad, n to , faalazar,

mayores. Cargad en los barcos arados, t rac­

tores, máquinas y no pertrechos bé­licos. Llenad las bodegas de tr igo y no de pólvora, de vendas pa ra resta­ña r las heridas y no de g ranadas para sembrar la muerte. Llevad ra­ciones de esperanza y amor y no pan­fletos impregnados de odios y renco­res. Ensanchad vuestros pechos en-

r a r que así sea. F . S. F i g o l a .

Las vidas aguadas PARACELSO

Teatro en Montpellieri

El Grupo Artístico «SUPERA->CION» invita a todos los compañe-'sos y simpatizantes de nuestro Mo­vimiento a la representación del drama

LA MUERTE CIVIL Acudid todos el día 10 de junio,

a las 14'30 a la Sala de Conciertos d" Montpellier.

Entrada gratuita.

S-.". ' . • • • « "

Reformisrno, Dictadura, Federalismo

La Colección «El Mundo al Día»

3X57 t

i i i i I

i se ha enriquecido con un nuevo ¡ volumen, publicado en número co-( rrespondiente al mes de abri l . Se ¡ t i tula «Reformisrno, Dictadura, Fe-I deralismo», y son unas pág inas í \ maestras , de actual idad permanen-! te, escritas por Pedro Esteve. í Todos los compañeros a los que * i apasiona el estudio de los proble-¡ mas políticos y sociales, que sien-I ten la inquietud lógica en todo ' hombre preocupado de los destinos t de los pueblos y de la Humanidad ' en general , deben leer este volu-* men. En él se da respuesta a todo ¡ ' lo que constituye la base de la dis ¿cusión contemporánea. ¡ Esteve se levanta contra la die ! tadura y c o n t r a d i reformisrno, de- ¡ ' most rando cómo únicamente el fe-i deralismo social, político y econó- j ' mico puede abrir pa ra los hombres ,< t y las comunidades perspectivas ¡ ' nuevas. ¡ Cincuenta páginas , 55 francos í Pedidos: «Universo», 29, rué des

Couteliers, Toulouse (H.-G.).

f J W U W H W M l l ^ U U l '

(Viene de la página 2) Hombre combativo y generoso, ja­

más pensó en sacar provecho material de su ciencia. Muy despreocupado de las fórmulas, odió la adulación y el lu­jo, y las vanas preocupaciones morales de la época lo dejaron indiferente y desdeñoso. Nunca solicitó nada de los poderosos y su mismo orgullo y senti­miento de la justicia le acercó a las masas populares. Era de carácter jovial, un poco brusco en el hablar, despre­ocupado con la urbanidad y quizás afi­cionado con excesos a las mujeres, lo cual dio nuevo motivo a sus enemigos para calumniarle, acusándole de inmo­ral, cosa falta, pues supo siempre man­tenerse digno de sí mismo y jamás se deó dominar por los placeres viciosos.

Murió humildemente, en el hospital de Salzburgo, rodeado de contados dis­cípulos, con muerte serena y digna de los estoicos. Poco tenía y lo poco que le restaba lo legó a los pobres, con los cuales había convivido y a los cuales esforzóse en comunicar y hacerles com­prensible su ciencia, al contrario de los demás hombres sabios de la época, que procuraban que el pueblo permanecie

s de espe- h°mbres como éstos que apoyan con d e m o s t r a d a , al que la sufre por la ;sus aserciones estos crímenes monstruo- o p r e s i ó n q u e l e reporta, al que la ejer-sos, o los que ratifican asistiendo im- c £ q u e destruye en él mismo todo perturbables a estos abusos de la ley. s e n t ¡ r n i e n t o noble y humano, sirvien-

No es la ley la determinante de la d o d e e s t u p e f a c i e n t e a su conciencia, sociedad sino al contrario, aquélla re­sultante de ésta, y en esta tesitura, si Si queremos llegar a un resultado la sociedad y por ella la ley, cometen positivo, es preciso destruir el mito un crimen, ¿no deberían ser ambas juz- sangriento de la infalibilidad de la ley, gadas igualmente por asesinato? Y si base de la autoridad, creada con un es falible en el primer caso, ¿cómo pue- fm: la conservación del poder y el p o ­de demostrarnos su infalibilidad en el vilegio, para lo cual todos los medios segundo, sin despertar nuestro humano s o n lícitos. recelo? Si un hombre paga con su vida un crimen que no cometió, ¿cuál de­bería ser en este caso el castigo a apli­car al juez que lo cometió?

Dejaremos sin respuesta estas interro­gantes, que únicamente la humanidad es la encargada de responder, ya que contra ella en pleno es contra quien se ejercita esta arbitrariedad que se de­nomina autoridad. ¿De quién V contra quién? ¿Qué es la autoridad? Contra la clase trabajadora. La autoridad es el producto de una sociedad asentada sobre los estamentos de la ley del más fuerte; nace sobre el primer atentado, el robo a la comunidad: la propiedad, y para garantizar la prevaricación de la misma, por medio de la opresión

productor. La ley no está hecha j ^yre

Francisco OLAYA.

blanco y negro (Viene de la página 1)

le más suave su desgracia, aminorán­dole un tanto su voluminoso fardo.

Cuando el hombre no quiere ser li­ad productor. La ley no está hecha j fa son mnos cuantos intentos se ha-pata el castigo del ladrón, sino al re- ¡ cen p g r o > fl j u e r ¿e sinceros, ¿cuántos vés, para su salvaguardia, no para de- ¡ / ^ ¿e ta¡ catadura? Sin embargo, re-fensa del despojado, sino para apoyo j COnocemos que los hay por millones que del despojador, el cual estará proteg ;do ' no saben, y muchos millones más q-ue en tanto ésta no desaparezca. aun sabiendo no- pueden, y entre éstos

La autoridad, ni es la justicia, aun- 'yo, vosotros y ellos; y esjo par amor, de­que así se haga llamar pomposamente, ! elfüs instituciones d*~ fdragidos que no

se a oscuras, ignorándolo todo, para ¡ ni es la razón, sino un atentado con- nos dejan aprender y menos permiten así poder elevarse sobre él, aunque sólo t r a a m b a s . poder. fuese con la deleznable ventaja de dis- ' Seamos cautos en la selección de poner de su vida comerciando con ella en un lenguaje desconocido por las víc­timas. El latín, desterrado de sus plá­ticas científicas y de sus escritos, era la lengua de los elegidos de su época. Paracelso rompió con la norma, hablan­do y escribiendo en el idioma popu­lar, haciéndose entender con frases ru­das y asequibles a todas las inteligen­cias, designando a los males con nom­bres intelegibles para los más ignoran­tes y curándolos '••con remedios cuyos secretos arrancó a la naturaleza en ho­ras de estudio incesante y a cambio de una vida agitada e intensa.

Saludemos en él a una de las más ilustres figuras científicas de la Histo­ria, que, con Miguel Servet y Arnaldo de Vilanova, forma la trilogía de hom­bres inquietos, rebeldes y perseguidos por las tiranías religiosas y políticas de sus viejas creencias y preparando el camino a las profundas revoluciones en todos los órdenes de la vida.

Gala teatral EN MULHOUSE (Alto Bhin)

Pa ra el día 10 de junio, desde las tres has ta las siete y media de la ta rde , a cargo y a beneficio de la obra solidaria de S.I.A. Es­pectáculo patrocinado por Mon-sieur Emile Erhard , de Mulhouse. En segunda sesión: de las ocho a las doce de la noche.

EXCELENTES NÚMEROS FRANCO-ESPASOLES

El t ranvía número 3 asegurará el servicio entre Mulhouse y Rie-dishelm. Autocares previstos pa ra la conducción de compañeros en­tre Ot tmarsheim y Omhourg.

En la Sala de ABT.

ideas, pródigos en la siembra, tenaces en la fertilización del suelo y cuidado­sos en el cultivo de la planta, si que­remos de veras asegurar opimas co­sechas. De acuerdo. Pero, ¿y si nos niegan hasta el suelo que pisamos, o nos conceden pequeños eriales o mí­nimas estepas y nos niegan las herra­mientas? ¿Y si después de tantos es­fuerzos sobreviene la langosta o el pe­drisco para cercenar las espigas de nuestras esforzadas miesesf ¿Qué ha­bremos hecho? Y a esto se dedican precisamente, cronológica y especifica-mente las tales instituciones.

Entre el Apóstol sembrador en no importa dónde y el Arcángel extermi-nador de no importa qué, hay cabida para el hombre enterizo. Y es de esta hombría equilibrada y serena, término medio entre lo santísimo y lo satánico, de la que esperamos la luz.

Plácido BRAVO.

citivos y sus legiones represivas. Códigos absolutistas, con fárra­gos de leyes absurdas, producto de la especulación utilitaria de legisladores con fines demoniacos y maquiavélicos. Códigos que re­zuman la inmoralidad y exentos de humanismo. Códigos donde la ciencia está ausente y que la Na­turaleza repudia. Pero, ¿qué se­ria de un Estado sin sus merce­narios, verdaderos autómatas del crimen; sin sus guardianes, ab­yectos carceleros de Bastillas monstruosas; sin sus beluarios, desalmados domadores del gran circo humano?...

El Estado, esta superestructura autoritaria que los pueblos sopor­tan por ignorancia, mansedum­bre o impotencia; que, además de reprimir, cuadricula, restrin

irreverentes que llegan a este lu­gar son hombres de cadalso, de

HOY (Viene de la página 1)

asegurado, toda vez que tendremos so­cialización por decreto.

Nos cuesta arrancarnos una uña del dedo índice estimar que compañeros tan estudiosos y capacitados como los tres citados son tan fáciles a la tran­sacción cual si se tratara de un Sancho Panza cualquiera. Por su edad y por sus innegables conocimientos de la historia y de los hombres, los conside­ramos obligados a saber que un desvio en la intrincada selva de las opiniones

. J ! ^ Ü 1 V . „ O ! puede originar la pérdida total de la ge y atrepella los pocos derechos ^ s a b i a ^ e n t e e¿0 i d a U n p e l d a ñ o

que los pueblos disfrutan, tiende | a e o r n p a ñ a aj o t r o y c u a nd 0 el ciclo es-por naturaleza al más desenfre- !

ta cumplido, lo difícil es subir, o ha-n a d o d e s p o t i s m o . S i n l a s r e b e - ! llar arrestos para subir. Experiencias l iones e s p o r á d i c a s , Sin la firmeza bifurcadoras otros las han realizado, y

digna, sin las huracanadas épo­cas revolucionarias de que los pueblos son aún capaces, ha mu­cho que la Sociedad habría sido disuelta previa anulación del in­dividuo.

La intimidación es el primer tramo de esta escalera represi­va, escalera subterránea que con­duce a los bajos fondos más abyectos. Ante la amenaza, todo espíritu débil capitula, el incon­formismo se diluye ante el mie­do. Resultado: servilismo, auto­matismo, eunucos.

La sanción es el segundo tra­mo de gradas. Toda luz desapa­rece en estos parajes. Es la ca­verna. Es la venganza. Jamás la justicia. Lo que el Estado no pu­do por la amenaza, procura lo­grarlo por el castigo. El delin­cuente—para el Estado podo sier­vo es presunto^—expía la pena. La sanción es peor que el delito, y luego cree devolver a la Socie­dad un hombre convertido. En efecto; la tortura, la extenuación, el aislamiento, etc., son un buen sistema pedagógico para conven­cer, persuadir, curar al siervo de­lincuente que el miedo no logró hacer doblar la cerviz, ¿verdad?

es gracias a ellas que se han podido obtener ejemplares tan característicos como Briand, Jouhaux, Lerroux, Pesta­ña, y cortamos para no entrar en des­borde de citaciones.

Las Ideas de nuestros amigos Rüdi-ger, Souchy y de Jone, no son amane­cientes, sino crepusculares; no son de pasta de sol, sino plomificadas.

Líbrenos el hada del porvenir de te­ner que soportar un peso así de exage­rado.

JOAN DEL PI.

Franco, Stalin and Company? Empero, a pesar de los aires

de fronda, de la hora crucial, del momento excepcional, contra el Estado represivo los anarquistas lucharemos.

Y siempre en legitima defen­sa, con el atenuante de que en la lucha por la Libertad todos los crímenes recaen, «ipso fac-to», sobre el lomo de la tiranía

J. C.

Compañeros: efectuar los pagos a

Ruta sin dilación.

Nuestro semanario no

dispone de otros fondos

que los que provienen

de su venta.

¡No lo pongáis en peligro!

•wrcRrvc NUMER© A IVA.I.A. informa que ya ha lo­

grado algo más de dos mil piezas anarquis tas (periódicos, folletos, li­bros, manuscri tos, etc.), que pron­to se comenzará a catalogar para facilitar su utilización por pa r t e de los interesados.

Insistimos en que los compañe­ros o los grupos envíen cuanto les sea posible, ya como donación o para conservarlo en B.A.I.A. Fo­tografías, car tas , manuscri tos o cualquier otro documento que se desee poner a buen recaudo, debe sernos enviado. Asi se irá forman­do el g ran acervo que merece esta organización.

Asimismo recordamos que nos

deben ser enviados los periódicos u otras publicaciones que vayan apareciendo; o, si fuera posible, colecciones completas de ellos.

Nos vemos obligados a hacer esta rectificación:

A causa de leyes nuevas en el correo uruguayo no se pudo poner la casilla a nombre de B.A.I.A., por lo cual no pueden llegar con este nombre los envíos. Por consi­guiente, señalamos: toda corres­pondencia debe venir a nombre de ERNESTO MAYA (h.), Casilla de Correo número 314, Montevideo.

Recuerden los compañeros: no usar la sigla B.A.I.A. en las di­recciones. Solamente el nombre del compañero referido.

J ^ ^ ) j f u v v v v X ( X | ^ ^ ^ o ^^^><^^U^AAA^WWU>^^WW»AAAAAAA*AAAA*AAAAAAAAAAAAAAAA/>^Arf^'^AAA**AAAAA/^^

ADA nuevo podemos decir. NUESTRO PROGRAMA Libertad, por consiguiente, para todos de propagar y

experimentar las propias ideas, sin otro límite que el que resulta naturalmente de la igual libertad de todos. | \ J La propaganda no es y no puede ser más que la

repetición continua, incansable, de aquellos prin­cipios que deben servirnos de guía en la conducta que debemos seguir en las varias contingencias de la vida. p e r 0 a e s t o s e 0 p 0 n e n — y se oponen con la fuerza bru

Repetiremos, pues, con palabras más o menos dife- a d e m á ¡ , t o d o ¡ . ]o¡, m a l e s q u e d e ] a m i s e r i a derivan: igno- monarquías, de las repúblicas, de los parlamentos, de Nuestro ideal no es de aquellos cuyo conseguimiento tal—los que se benefician con los acuales privilegios y rentes, pero con un fondo constante, nuestro vie]0 p.o- r a n c ¡ a j ¿¿^ p r o s t i t u c i ó n , miseria física, abyección los ejércitos, de las policías, de las magistraturas y de depende del individuo considerado aisladamente. Se tra- dominan y reglamentan la vida social presente, grama socialista-anarquista revolucionario. m Q r a l m u e ; t e s p r e m a t u r a s De este modo depende todas las demás instituciones dotadas de medios coer- ta de cambiar el modo de vivir en sociedad, de estable- Tienen éstos en sus manos todos los medios de pro-

Nosotros creemos que la mayor parte de os males ^ c 0 n s t i t u d o n d ( j u n a c l a s e e c i a l ( e i gobierno), la citivos. cer entre los hombres relaciones de amor y solidaridad, ducción, y p o r lo tanto suprimen, no tan solo la posibi-que afligen a los hombres dependen de la maia o ^ " " 1 - c u a l p r o v i s t a d e m e d ios materiales de represión, tiene 3.° Organización de la vida social mediante la obra de conseguir la plenitud del desarrolo material, moral e dad de experimentar nuevos modos de convivencia so­

la misión de legalizar y defender » los propietarios con- de libres asociaciones y federaciones de productores y intelectual, no para un solo individuo, sino para los cial, n o tan sólo el derecho de los trabajadores a vivir tra las reivindicaciones de los proletarios, sirviéndose, de consumidores, hechas y modificadas a tenor de la vo- miembros de^jina dada clase o partido, sino para todos libremente con el propio trabajo, sino también el mis-pueden destruirlos.

La sociedad actual es el resultado de las luchas secu esto no es una cosa que pueda im- mísimo derecho a la existencia, y obligan al que no es privilegios y para someterse, cuando puede, hasta la mis- experiencia y libres de toda imposición que no derive ponerse con la tuerza, sino que debe surgir de la con- propietario a que se deje explotar y oprimir si no quiere ma clase propietaria. De esto depende la constitución de de las necesidades naturales, a las cuales, vencido el ciencia iluminada de cada uno y actuarse mediante el li- morirse de hambre. otra clase especial (el clero), la cual, con una serie de hombre por el sentimiento de la misma necesidad in- bre consentimiento de todos. Tienen a su disposición la policía, la magistratura y fábulas sobre la voluntad de Dios, sobre la vida futura, evitable, voluntariamente se somete. Nuestro primer deber, pues, consiste en persuadir a ]o¡. e j e r c i t o s c r e a d o s expresamente para defender sus pri-

4." Garantizados los medios de vida, de desarrollo y la gente. vilegios, y persiguen, encarcelan y matan a los que tie-G 6 K)3 r>or\ cr\ma.t\Af\e

- además, de esta fuerza, para crearse a sí misma ciertos luntad de los componentes, guiados por la ciencia y la los seres humanos, y este lares libradas por los hombres. No comprendienüo las someterse, cuando puede, hasta la mis- experiencia y libres de toda imposición que no derive ponerse con la fuerza, s ventajas que podrían sacar de la cooperación y de ia i solidaridad, viendo en los demás hombres (excepto los más vecinos por los vínculos de la sangre) un compe­tidor y un enemigo, han procurado acaparar, cada uno para sí, la mayor cantidad posible de disfrutes sin pre­ocuparse del interés de los demás.

Dada esta lucha, naturalmente debían salir vencedo­res los más fuertes o los más afortunados, sometiendo y oprimiendo a los vencidos en modos diversos.

Mientras el hombre no fué capaz de prodi lo que necesitaba para su sostén, los vencedores no po dían hacer otra cosa que matar al ve: de los alimentos por éste cosechados.

etcétera, procura persuadir a los oprimidos a que sopor­ten dócilmente al opresor, y como el gobierno, al propio tiempo que trabaja por el interés de los propietarios, tra­baja también por sus propios intereses. De esto depen­de la formación de una ciencia oficial que es, en todo

Es necesario que nosotros llamemos la atención ae ios , hombres sobre los males que sufren y sobre la posibili- _ . , . , . . , . , . n , -. j _ _

Dejando a un lado la experiencia histórica (la que de-P . I M i T \ T C j i I r . J V T A I i f V J P . n I A . dad de destruirlos. Es necesario que suscitemos en cada i - H ^ A V * V ^ \JJ-I i T l i l J J i l l u U X i l . i • „ i „ i J„_ muestra que ¡amas una clase privilegiada se ha despo ^ uno la simpatía paar con los ajenos males y el vivo de- . , r ,6 . , . . . _£*.

ntras el hombre no fué capaz de producir sino aquello que puede servir los intereses de los domina-- n 0 _0_ dores, la negación de la verdadera ciencia. De esto de-

„ Í „ j . r „ „ A pende el espíritu patriótico, los odios de raza, las gue dían hacer otra cosa que matar al vencido y apoderarse i

a los niños y a todos los que no estén en

jado, en todo o en parte, de sus privilegios, que jamás Al que tenga hambre y frío le enseñaremos cómo ^ gobierno ha abandonado el poder sin que la fuerza

sería posible y fácil asegurar a todos la satisfac- l e h a y a o b h g a d o a e l l ° ) b a . s t a n l o s . h e c h o s ,c°ntempora-estado de prover a sus necesidades. 5.° Guerra a las religiones y a todas las mentiras, c i ó n & l a s necesidades materiales. Al oprimido y vili- n e o s P a r a convencer a cualquiera de que la burguesía

aunque se oculten bajo el manto de la ciencia. Instruc- p e n d i a d o le diremos que se puede ser feliz en una so- \ l o s gobiernos emplean la fuerza material para deten­ción científica para todos hasta en su má s elevado grado. c i edad de libres y de iguales. Al atormentado por el d e r s e > n o Va c o n t r a U expropiación total, sino contra las

6 .° ' Guerra al patriotismo. Abolición de las fronteras; o d i o y e l rencor le enseñaremos el camino para alean- m á s Pequeñas pretensiones populares, y que están siem-fraternización de todos los pueblos. z a r , amando a sus semejanzas, la paz y la alegría del P r e dispuestos a las mas atroces persecuciones y a las

7." Reconstitución de la familia, de modo que resul- corazón. matanzas mas sangrientas. ( te de la práctica del amor, libre de todo vínculo legal, " y cuando hayamos conseguido nacer en el ánimo de Al pueblo que quiere emanciparse no le queda otro

tarde aún, los vencedores se dieron cuenta de que derivan de la lucha entre los hombres, de esta busca del d e . . t o d a ° P r e s i ó n económica o física, de todo prejuicio l o s h o m b r e s el sentimiento de rebelión contra los males recurso que oponer la fuerza a la fuerza. religioso. , injustos e inevitables que se sufren en la sociedad pre- a a a

Este es nuestro ideal. senté, y cuando les hayamos hecho comprender las cau-* * * jas de estos males y que la voluntad humana depende De cuanto hemos dicho resulta que debemos trabajar

Hemos expuesto a grandes rasgos cuál es la finalidad eliminarlos; cuando hayamos inspirado el deseo vivo, para despertar en los oprimidos el deseo de una radical que perseguimos, el ideal por el cual luchamos. prepotente, de transformar la sociedad en bien de to- transformación social y persuadirlos de que uniéndose

Pero no basta con desear una cosa. Si verdaderamen- ¿os¡ entonces los convencidos por impulso propio y por tendrán la fuerza para vencer; debemos propagar nues-te se quiere obtenerla es necesario emplear los medios impulso de los que les precedieron en la convicción, se 1ro ideal y preparar las fuerzas morales y materiales ne-adecuados a su conseguimiento. Y estos medios no son unirán y querrán y podrán actuar los comunes ideales. cesarías para poder vencer a las fuerzas enemigas y para arbitrarios: derivan, necesariamente, del fin a que tiende Hemos dicho ya que sería absurdo y en contradicción organizar la nueva sociedad. Y cuarjdo tengamos la

red complicadísima de luchas de todo género, invasiones, ] . " Abolición de la propiedad privada de la tierra, y de las circunstancias en que se lucha; de modo que si c o n nuestro objetivo querer imponer la libertad, el amor fuerza suficiente, debemos, aprovechando las circunstan-guerras, rebeliones, represiones, concesiones arrancadas, d e las primeras materias y de los instrumentos de tra- nos engañamos en la elección de los medios no llegare- entre los hombres, el desarrollo integral de todas las fa- cias favorables que se producen o creándolas nosotros asociaciones de vencidos unidos para la defensa y de bajo, a fin de que nadie pueda tener modo de vivir ex- mos a los fines que nos propongamos, sino a otro fin, cultades humanas por medio de la fuerza. Es necesario, mismos, hacer la revolución social, derribando con la vencedoras unidos para la ofensa, se ha llegado a] estado jilotando el trabajo ajeno, y teniendo todos los hombres tal vez muy opuesto, que será consecuencia natural, ne- pues, contar con la libre voluntad de los demás, y lo fuerza el gobierno, expropiando co n la fuerza a los pro-••etual de la sociedad, en la cual unos cuantos detienen garantizados los medios de producir y vivir, puedan ser cesaría, de los medios que hayamos empleado. El que único que podemos hacer es provocar la formación y pietarios, y poniendo en común los medios de vida y hereditariamente la tierra y toda la riqueza social, míen- verdaderamente independientes y puedan asociarse a los se pone en camino y lo equivoca, no va adonde quiere, la manifestación de dicha voluntad. Pero sería igualmen- de producción, e impidiendo al propio tiempo que ven-tras la gran masa de los nombres, desheredada de todo, demás libremente en vista del interés' común y conforme sino allí donde conduce el camino que recorrió. fe absurdo y contrario a nuestro objeto admitir que los gan nuevos gobiernos a imponernos su voluntad y a se ve explotada y oprimida por unos pocos propietarios, a las propias simpatías. Es necesario, pues, que digamos cuáles son los medios que no piensan como nosotros vayan a impedirnos ac- dificultar la reorganización social hecha directamente por

De este estado de cosas depende el estado de miseria 2." Abolición del gobierno y de todo poder que haga que según nosotros conducen al fin que nos proponemos tuar nuestra voluntad, siempre que ésta no lesione su Jos interesados. <-n que generalmente se encuentran los trabajadores y ley y la imponga a los demás, o sea: abolición de las y que nosotros queremos emplear. derecho a una libertad igual a la nuestra. ( C o n t i n u a r á . )

rras y la paz armada, más desastrosa que las mismas guerras. De esto depende el amor transformado en tor-

Más tarde, cuando con el descubrimiento del pastoreo , n e n to o en mercado vil. De esto depende el odio más y yde la agricultura un hombre pudo ya producir más u m e n 0 s intenso, la rivalidad, la desconfianza entre los de lo que necesitaba para vivir, los vencedores encon- hombres, la incertidumbre y el miedo para todos, traron más ventajoso reducir los vencidos a esclavitud y y este estado de cosas es lo que nosotros queremos hacerles producir para sus dueños. cambiar radicalmente. Y puesto que todos estos males

derivan de la lucha entre los hombres, de esta busca der

era más cómodo, más productivo y más seguro explotar bienestar individual efectuada por cuenta propia y con-el trabajo ajeno con otro sistema: retener la propiedad tra todo, queremos remediarlo sustituyendo el amor al exclusiva de la tierra y de todos los medios de trabajo odio, la solidaridad a la competencia, la cooperación y dejar nominalmente libres a los despojados, los CUH- fraternal para bienestar de todos a la busca exclusiva íes, no teniendo ya medios con que vivir, venían obli- del propio bienestar, la libertad a la opresión y a la gados a recurrir a los propietarios y a trabajar para és- imposición, y la verdad a la mentira religiosa y pseudo-tos en las condiciones que éstos querían. científica.

De este modo, poquito a poco, a través de toda una Por consiguiente:

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HERMANA PALOMA

- A ver si puedes decir­nos, Kiko, por qué pie es necesario empezar para subir a un árbol.

~ Por el pie del árbol.

tunda **4x ETJlr&s niños *<* * * *^^^*^^^»** * *w**^*^^^^^*^^^^^**^^* *^^* *^^^^^^^^^**^^^^^^^^^^» '

TAMBIÉN el miércoles hizo el casa que fuera, so l taba la palo-padr ino su acos tumbrada pre- m a con el muñeco a t ado a l cue-gunta: lio, y a l lá iba la Estrella, que así

—¿Qué queréis q u e os pinte l l amaban a la paloma, volando hoy? h a s t a el palomar , en el cual se

—«¿Qué tal e s t a r í a que nos pin- la encont raba el colegial al vol-tases una paloma?—exclamó Bo- ver a su casa, ton Rompetacones. En las ta rdes de los domingos

—¡Eso! ¡Una paloma! — repit ió soleados se iban al mon te los cin-la n iña . co chicos con sus caballeros de

Cogió un papel y un lápiz el las caras de garbanzo, y allí ha-padrino, y mien tas la iba p in tan- cían casas con las piedras, jardi-do les iba dando la siguiente ex- nes con las r a m a s y expediciones plicación de su p in tura : por las rocas. Y como la Estrel la

—Está bien vuestra idea: p in ta - les acompañaba siempre, cuando remos una paloma en su tejado; se iban a m a r c h a r la sol taba su si, señor. Es ta paloma va a ser amito con el muñeco, y e ra cu-blanca, ap las tad i ta , con m u c h a rioso ver a l «aviador» colgado de pechugaza redonda, y el ojillo la pechuga del «aeroplano», del lado que se la ve, muy redon- Llegó el t iempo espléndido de dito también. Las dos pa t i t a s , sí la pr imavera , se llenó de flores tuviéramos lapiceros de colores, el campo y de brisas suaves, ale­las p in ta r íamos encarnadas : son gres y olorosas el aire, y les dio dos estrel l i tas encarnadas. . . Y y a a Ricardo y a sus cuat ro amigos está. por cambia r de juego: cogían sus

La verdad es que quien la vea cinco bicicletas de n iño y, olvi-con esa pechuga, la creerá u n a dándose casi to ta lmente de sus orgullosa, y, sin embargo, no h a y monigotillos, daba gusto verlos aves t a n buenas chicas como las caminito adelante , cogidos los pa lomas . No hay más que ver que cinco por los hombros y dirigien-t ienen alas para volar y p a r a do las «bicis» sólo por la incli-hui r , y, sin embargo, confian en nación de sus cuerpos, por los los hombres y dejan en los nidos parques de Villacascarita de la los huevos y los pichones a su Nuez. Ot ras veces iban de uno en disposición. uno; o t ras , también, los cinco en

¡Qué boni tas son! ¿Os habéis quilla, como van por el cielo cin-fijado en lo admirable que resul- co aeroplanos, t a cuando una paloma blanca, Sucedió que la pa loma estaba blanquísima, cruza el azul del cié- triste, porque había tomado carl-lo, b r i l lando en sus p lumas el sol, ño al muñequi to y aho ra no le y por la a r e n a soleada cruza o t r a veía nunca. Pero u n a t a rde que paloma que es la sombra?... Casi advirt ió desde el pa lomar que es-nos d a un vuelco el corazón emo- t aba abier to el balcón de Ricar-cionado... do, voló a la barandi l la , luego a

Además de bonitas son t a n bue- la barandi l la de los pies de la ñas , que se las considera como el cama; m i r ó a t e n t a m e n t e todo símbolo d e la Paz. Y l a Paz es alrededor, vio al monigote sen ta -u n a de las cosas mejores de este do en el mármol de la mesa de mundo, porque la Paz es el cari- noche, le prendió con el pico por ño y el bienestar de todos, unos el cuello de la chaqueta p a r a no con otros. hacerle daño y, decidida a viajar

Una vez hab ía en Villacascari- con él, le hizo volar en cua t ro t a de la Nuez cinco colegiales meses sobre todas estas grandes muy amigazos. Uno de ellos, que poblaciones: Roma, París , Barce-se l lamaba Ricardo, vivía en un lona, Moscú, Londres, Bruselas , hotel i to nuevo de las afueras, que Par ís , Lisboa y Madrid, ten ia las tejas muy rojas porque En su largo viaje, de cuando eran recién es t renadas . en cuando descendían a u n pa-

Alli vivía también Rosario, que lomar cualquiera, donde o t r a s pa-era la h e r m a n a del niño: chica lomas inv i taban a la Estre l la a muy mañosa; y al lado de la casa comer; o descendía a u n tejado, es taba el palomar, donde dormía donde descansaban t ranqui lamen-y comía la palomita blanca. te los dos. Ya veis cómo el mu-

Rosario supo hacer a Ricardo ñeco, que empezó haciendo t rave-cinco muñequi tos de t rapo , de sias de juguetes de m e s a a mesa al tos poco más que una ficha de en una habi tación, a h o r a e ra el dominó, que ten ían garbanzos por muñeco más viajero que hubo ja-cabezas y los brazos casi en cruz, más en el mundo.

Y es el caso que los cinco co- Cuando Ricardo, que es taba bo-legiales se repar t ie ron los cinco c a a r r iba leyendo un libro en la muñecos, diciendo que cada mo- p radera de su ja rd ín , la vio cru-nigote era cada uno de ellos, y z a r por el cielo, dio un brinco de lo divert ido es que los domingos alegría, y se fué a esperarlos a l se reunían todos en cualquiera palomar . ¡Con qué mimo los aca-de las cinco casas, y en llegan- r iciaba después de los cua t ro me-do cada uno sacaba de su bolsillo ses que hab ían estado ausentes el su muñeco. aeroplano y su piloto!

Ricardo no se conformaba con ¿ y sabéis cómo pudo saber Ri-Ilevar su monigote correspon- c a r d i t o el recorrido que hab ían diente , sino que también llevaba hecho los viajeros? Pues veréis: la paloma, que desde el respaldo extendió su g ran m a p a de Euro-de una silla les veía jugar encan- p a S O D r e i a plazoleta del ja rd ín , t ada con el espectáculo. l lamó a la paloma, y ella, cami-

El juego preferido de los cinco nando sobre el papelón cuadrado colegiales era el de colocar por con sus pa t i t a s coloradas, fué se­tas mesas las vías de sus ferro- ña lando con el pico las capi ta les carri les de hoja de la ta , y que en que hab ían examinado a vista de los t renes m o n t a r a n los cinco se- pájaro. ñori tos de t rapo, que iban a vi- ¡Qué alegría p a r a Ricardo te-sitarse; y pa ra pasar de unas me- ner un muñeco con cabeza de sas a otras , t en ían barcos de ma- garbanzo, pero con temperamen-de ra con sus velas b lancas y sus to viajero de golondrina! ¡Y qué proas grises, o aeroplanos de alegría, también, pa r a el muñe-juguete, que los niños t en ían que co, tener un «aeroplano» con una llevar en sus manos. g ran pechuga como de orgullo,

Pero lo más gracioso es que, pero que le hacia mimos y cari-cuando t e rminaban los juegos, ños que parecían los de una ma-Ricardo, desde el balcón de l a drecita!...

EAS AVENTURAS'DE NCNO > » m « t » m t •

EL ACORDEÓN ENCANTADO (Continuación) Monadio extendió su varita, y el pobre bolsillo la varüla, ejerció su fatal atrae

Monadio le tomó por la mano dicién- ni"°> "traído como una aguja por un cin, imposibilitando el empeño de So-

— Convenido, jperdadP Te vienes conmigo. Vamos a ver a Solidaria que seguramente te dará permiso.

— Creía que querías ver a Labor, — dijo Nono, en quien quedaba aún un resto de razón.

— Sí, pero mientras hablábamos se ha ido con tus compañeros, — dijo Mo­nadio, poniendo su varita de oro entre el campo donde trabajaba Labor y la vista de su víctima.

A un caracol que se paseaba sobre la hierba le tocó con su varita y quedó transformado en un carro tirado por dos enormes murciélagos de la especie vam­piro; empujó hacia él a Nono y subió él a su lado y los murciélagos volaron en dirección de Argirocracia.

•—¡Solidaria' ¡Liberta!*—giftó Nono, a pesar de su estado de somnolencia, al sentirse arrebatado.

Aunque débil, este llamamiento tocó dolorosamente el corazón de Solidaria, y levantando los ojos al cielo vio el ca­rro de Monadio.

—¡Pronto, pronto!—dijo a Electrí-cia—; arranquemos nuestro protegido de las garras de Monadio; ve. vuela, deten su carro.

Más rápida que el pensamiento, ro­mo la forma de un relámpago, que ilu­minó el inmenso espacio, y lanzó el rayo contra el vuelo de las dos horri­bles bestias que llevaban a Nono y a su raptor.

Pero, desgraciadamente, por rápido que fuera el auxilio, el carro había sa­lido ya de los límites de Autonomía, y Solidaria no tenía poder más que donde era conocida y respetada.

Monadio, viéndose cerca de sus Es­tados, cambió su carro en paracaidas que descendió suavemente a tierra, mientras que Nono se cogía instintiva­mente a un cordaje.

Cayeron lo dos a la orilla de un arroyo que dividía aquella llanura. Mo­nadio no tenia más que pasar a la ori­lla opuesta para hallarse en sus domi­nios.

Antes que tocasen a tierra, Electri-cia fué, de parte de Solidaria, a encon­trar a la náyade del arroyo, quien con­sintió en ensanchar su caudal ordinario liasta impedir el camino del raptor.

El arroyo comenzó a hervir, a hin­charse, y saliendo de su cauce ordinario se extendió por la llanura, transformán­dola en lago.

Sin perder -un instante, Monadio re­cogió del suelo una mitad de cascara de nuez, la tiró al agua y la convirtió en una ligera barquilla provista de una vela triangular de fácil manejo.

— ¡Pronto! — dijo a Nono, — em­barquémonos. Labor nos espera al otro lado. — Y designaba a un hombre que con él tenía alguna semejanz'i, pero de aspecto duro y antipático.

Engañado por las apariencias. Nono saltó a la barca; pero entonces Mona-dio le ordenó brutalmente que manio­brara la cela mientras él manejaba el timón.

Nono, casi sereno ya por ese -umbio de tono, ejecutó, sin embargo, la or­den, contemplando al hombre que le esperaba en la orilla opuesta. Engañado , aún, creía, en efecto, que era Labor, y el cambio de fisionomía le atribuía al descontento que experimentaría su ami­go al verle abandonar Autonomía, y se proponía apaciguarle contándole todo lo que le había sucedido.

Cerca ya de la orilla, la barca tropezó con un obstáculo, se abrió por la mitad y ambos tripulantes cayeron al agua; pero Monadie ganó pronto la orilla.

El obstáculo fué suscitado por Soli­daria, esperando salvar a su protegido a favor del naufragio.

Nadando vigorosamente se acareaba a Nono, a quién la náyade mantenía a flote, y ya iba a echarle mano, cuando

imán poderoso, escapó a la acción de lidaria, que no podía abordar a los Es-su salvadora, deslizándose más ligero fados de Monadio. que una flecha en dirección de la vari- Nono, despejado por el baño que aca­lla misteriosa, una de cuyas cualidades baba de tomar y sufriendo sin darse consistía en ejercer atracción sobre la cuenta la atracción, que le tendía los materia de que estaba formada, y como brazos pero obscureciéndose, borrándose Monadio habla desprendido aquel brote lentamente en las brumas del lago agi-que dio a Nono, y éste llev,aba en el lado.

Quedo, pues, prisionero de Monadio.

EL ELEFANTE y otros animales

Allá, en t iempos de entonces,

!

Y en t i e r ras muy remotas , Cuando hab laban los brutos Su cierta jerigonza, Notó el sabio Elefante Que en t re ellos e ra moda Incur r i r en abusos Dignos de g ran reforma. Afeárselos quiere,

i Y a este fin los convoca, m a c e una reverencia 'A todos con la t rompa , l Y empieza a persuadir los 'Con una a renga deeta, Que pa ra aquel in ten to

^Estudió de memoria . 'Abominando estuvo i Por m á s de un cuar to de ho ra 1 | Mil r idiculas fa l tas , Mil costumbres viciosas:

i La nociva pereza, La afectada bambolla,

L La a r r o g a n t e ignorancia , [La envidia maliciosa.

Gustosos en extremo, IY abriendo t a n t a boca, [Sus consejos oían I Muchos de aquella t ropa: 'El Cordero inocente, LLa siempre fiel Paloma, [El leal Perdiguero, La Abeja industriosa,

|E1 Caballo obediente, 'La Hormiga a fanadora , LEÍ hábil Jilguerillo, [La simple Mariposa.

Pero del audi tor io | O t ra porción no corta, 'Ofendida, no pudo iSufrir t a n t a pa ro la FE1 Tigre, el r apaz Lobo, ^Contra el censor se enojan. i ¡Qué de injurias vomita 'La Sierpe venenosa! Murmuran por lo bajo,

| Zumbando en voces roncas, El Zángano, la Avispa,

l El Tábano y la Mosca. 'Sálense del concurso, Por no escuchar sus glorias,

I El Cigarrón dañino , La Oruga y la Langosta .

i La G a r d u ñ a se encoge; Disimula la Zorra; Y el insolente Mono

| Hace de todo mofa. Es taba el Elefante

I Viéndolo con pachorra , Y su razonamiento Concluyó en esta forma: (A todos y a n inguno

Mis adver tencias tocan: Quien las siente, se culpa,

' El que no, que las oiga.» Quien mis fábulas lea,

i Sepa también que todas Hablan a mil naciones, No sólo a la española.

I Ni de estos t iempos hablan ; Porque defectos n o t a n

i Que hubo en el mundo siempre. ( 'Como los hay ahora . Y pues no v i tuperan

) Seña ladas personas, Quien h a g a aplicaciones,

i Con su pan se lo coma. IRIARTE.

XIII

Lo primero que hizo Nono al verse en tierra fué desnudarse y extender la ropa, empapada de agua, para secarla.

Monadio, Solidaria y Labor, había desaparecido, y se encontraba solo en medio de una gran llanura desolada, desde la cual le era imposible darse cuenta de dónde se encontraba Autono­mía.

Disipada la torpeza intelectual causa-di por el filtro y en pleno uso de su razón, comprendió que era víctima de Monadio y su prisionero, puesto que Solidaria no había podido alcanzarle.

Sabía que le era imposible por sí solo volver, que no encontraría el camino hasta que hubiese logrado unir su es­fuerzo al de los otros, y esta enseñanza de Solidaria se presentó a su juicio, s/n-tiendo amargamente haberse dejado se­ducir.

Tendiendo luego la vista hasta los li­mites del horizonte, vi la dura roca atra­vesando escasos arbustos y, separados por grandes espacios de maleza, algunos campos pobremente cultivados rompían la uniformidad de la llanura.

Vistióse Nono en cuanto tuvo seco su vestido, y entonces empezó a sentir ham­bre; pero allí no era como en Autono­mía, donde no había más que extender la mano para coger algún fruto sucu­lento; a su alrededor no vio más que espinos y retamas sobresaliendo sobre la hierba.

Nono se puso en marcha, dirigiéndose hacia el sitio lejano donde le pareció ver algunas habitaciones.

Al pasar por los campos cultivados los vio rodeados de valladares formados de arbustos espinosos, sin que ofrecie­sen nada a la satisfacción de sus nece­sidades, porque el trigo apenas comen­zaba a brotar. Los brotes de los espinos acababan de entreabrirse, lo que le dio idea de que se hallaba al principio de la primavera.

Llegó por fin a un camino bordeado de algunos árboles cuyo follaje comen­zaba a apuntar, pero aunque hubieseri estado más adelantados tampoco hubie-;• ¡n sido de utilidad para el hambriento, que reconoció en ellos olmos, sicómo­ros, piálanos, acacias y ningún árbol frutal.

Cerca ya de las casas vio algunos ár­boles en flor, cerezos le parecieron, mas, aunque hubiesen tenido frutos, para aproximarse hubiera necesitado escalar muros y romper cercas; pero los murod estaban coronados de cascos muy cor ¡antes de botellas, y los espinos se eri­zaban de espinas que qtiitaban el deseo de intentar el escalo.

Continuó, pues, su camino hacia las casas, esperando comer y beber allí.

A la primera que llegó vio una niña sentada a la puerta, y, siguiendo la cos­tumbre de Autonomía, se acercó para acariciarla y pedir comida; pero en cuanto vio la intención la chiquilla hu­yó espantada lanzando gritos de terror.

¡Qué diferencia con Mab, Delia, Bi-quette y todos los niños de Autonomía! Sucia, despeinada, la cara tiznada, los vestidos rasgados; recordaba a Nono sus vecinitas cuando estaba en casa de sus padres.

Se dirigió a otra cabana, pero al acercarse le hizo cara un mastín que se lanzó contra el niño ladrando furiosa­mente y del que difícilmente pudo li­brarse.

(Continuará).

BHPIP IEBOHEMIEN

u N clocher dresse sa longue ta i re prudente , a la m o r t ! Le^ si lhouette effilée á l 'hori- corps de Beppo rebondit , tour-zon. Devinant le terme du noie, volé, p lañe des mains de

voyage proche, les chevaux pres- J im á la bar re rigide du trapéze. sent le pas. Bientót , les roulottes Les spec ta teurs ha lé ten t , c royant en t ren t dans un gros bourg, voir a chaqué minute le minee éveillant la curiosité des habi- corps s 'écraser sur le sable gris t a n t s qui se précipi tent a leurs de la piste. Puis , de l 'estrade sur-portes pour les voir passer. Le élevée oü brui t l 'orchestre, jai l l i t cortége débouche sur une g rande un roulement de tambour , grave, place ronde bordee de m a r r ó n - puissant , in in ter rompu, impres-niers oú des enfants jouent bru- s ionnant . Suspendu par les pieds, yamment . Les voitures s 'a r ré tent Beppo imprime á son t rapéze un á l 'ombre des g rands arbres et mouvement de balancier de plus leurs portes ouvertes laissent sou- en plus accentué. A quelques mé-dain échapper des hommes en t res de lui, le por teur se suspend, bras de chemises, des f emmes aux dans la méme position. A chaqué jupons bariolés, des bebés vétus terme de sa course dangereuse, le de loques, en tel nombre qu'on les trapéze du voltigeur a t t e in t pres-eút cru incapabales d 'abr i ter t a n t que l 'horizontale. Le « seul-au-de monde. Insouciant de ce spec- monde-á-faire-le - triple-saut-péril-tacle pour lui familier, Beppo, la 'eux » se lance dans le vide. Son main en coque, boit l'eau de la corps tourne dans le vide... une pet i te fonta ine aux nymphes de fois... deux fois... trois fois... Ses pierre. Mais un gros homme, coif- doigts glissent le long des mains fé d 'un chapeau a larges bords, de J im. II va tomber. II t o m b e ! et qui semble commander la tri- Les specta teurs se dressent sur bu, le hele et lui ordonne de se leurs siéges, horrifiés et muets . met t re au t ravai l . Leurs yeux agrandis contemplent

La place grouille á présent fe P a n t i n iner te et flasque qui d'une agi ta t ion inaccoutumée. Des K¡t m a i n t e n a n t au centre de la coups de mail le t éveillent des P i s t e - L e s garcons de piste, le échos. Tout ce peuple b igar ré se S r °s homme s 'approchent de luí, meut, se déplace, frappe, t ire, t r emblan t s . Beppo a une gr imace pousse, a t t a c h e , eleve, échafaude d e douleur et murmure , d 'une voix avec une precisión que seule peut s i f a i b l e « u e seul fe gros homme creer l 'habitude. Beppo porte, P e u t l ' entendre : « J a m á i s plus je place court s 'époumone et des n e r emonte ra i lá-haut... J a m á i s gout tes de sueur coulent sur ses D l u s J e n e - » E t s o u s fe r ideau joues bruñes. Une heure plus ta rd , sombre des meches qui re tombent la t en te es t dressée au milieu de serrees, ses yeux se fe rment et sa place, court , s 'époumone, et des t e t e s'affaisse, immobile et sans flanes de toile e t le gros homme expression... place devan t l 'entrée un large D'ordinaire, lorsque Beppo en-écriteau : « CE SOIR, Grande Re­p r e s e n t a r o n á 21 heures . »

Les applaudissements crepiten t dans le cirque plein a craquer. Deux poneys savan ts les ont dé-chainés. Une chévre équilibriste a fait b a t t r e les cceurs en fa isant

tr 'ouvre les yeux, il ne voit que les murs inexorablement blancs de la clinique du bourg. Mais au-jourd 'hui u n t endré visage inter­cepte l ' image habituelle , celui d'une pet i te filie blonde qui sou-ri t gent iment . Le blessé se sent

^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^m beaucoup mieux et sourit t a n t teñir ses qua t re sabots sur une . . _ « _ , * , . . •' . „„ , bien que ma l a la c h a r m a n t e ap-minuscule soucoupe posee au som- „ . . . „ _ ¥T . . . .z*.

. , , . , . v _ — i . . , pari t ion. Une voix claire jaill i t met d 'un echafaudage b ran lan t ¿~ , , __ .,, . . . * . . . . , " i . . . _ dans la chambre d 'habi tude si-de chaises et de taboure ts . Les l e n c i e u s e

facéties des clowns ont divert í _ . '. , . , . . . , . , _ - <( Oh pere ! II m 'a soun ! Vous

pet i ts e t g r ands et leurs moin- r ... . . . . - , - . . „ voyez bien qu'il va mieux. »

dres repliques on t deohaine des * H . . „„ . a w u Í_A.~J Un docteur en longue blouse

n r e s sans fin. Le pubhc a fremi n « . DJII i»« * is„w. blanche murmure : « En effet. no-

e n voyant Bill - l 'Australien, . , - -i > k n m m i~ - T - . „A-~U A„ m „ « t r e Jeune malade semble a pre-

« l 'homme le plus adroi t du mon- * . . , - , , . » j •* , . A I „ - i A sent guen ! Ce qu'il luí faudrai t , de », lancer a cmq met res de .. . * " , , ' . j , ÍJI ce serait un bon repos de quel-longs couteaux au tour d 'une fil- . "• J*

ques semaines, dans un endroi t

let te de six ans sour iante et in­consciente du danger . Une jeune femme en maillot pailleté a ryth-mé la musique du pe t i t orches-t re de ses claquettes endiablées.

Le gros h o m m e en t re soudaln en piste et annonce d 'une voix forte : « Et m a i n t e n a n t , nous t e „ d r e al lons vous présenter la plus formidable a t t r ac t ion du siécle

bien t ranqui l le . » La voix de la pet i te filie insiste : « Oh pére ! Prenons-le au chá-

teau. II sera si bien. II pour ra si vite s'y ré tabl i r . Je le soignerai comme si j ' é ta i s son infirmiére. »

Une voix inconnue se fait en-

« Oui ! Puisque je vois que cela i e r t V a p é z i s t e r B e T p o ' e t ' l i m T ^ e t e f *H tel lement plaisir. Et d'ail-

rappel le que le jeune Beppo , e u r s > c e & a r c o n s ' e s t mon t r e si ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ courageux que je ne suis pas fa-

ché de lui rendre service »

vous est le seul au monde a faire le t r ip le sau t périlleux dans le vide, et sans filet. Voici... Beppo et J im ! » De violents applaudisse­men t s sa luent l 'arrivée des deux trapézistes. J im est un g rand garcon plus ágé que son par te -n a i r e ; ses muscles noueux et ses membres lourds d o n n e n t une im-pression de puissance et de forcé. Prés de lui, Beppo semble tou t gr*nd c o e u r - » fluet. S 'aident des mains , des

Surpris , Beppo regarde au tour de lui. Le docteur serré la main d'un monsieur aux cheveux gris.

« Merci pour lui, monsieur. Grá-ce á vous, il se ré tabl i ra . »

Puis, se t o u r n a n t vers la blon­de appar i t ion : « Merci á vous aussl, mademoiselle. Vous avez un

Depuis un an , Beppo hab i te au

m u ^ u m u n u m w M m M . t w w w w i i m n i

UN COJO ¥ : •

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B ^ Los estribos, pues le dio

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A un buen cojo un descortés Insul tó a t rev idamente . Oyólo pac ientemente Cont inuando su car rera , Cuando al son de la cojera Dijo el o t r o : (¡Una, dos, t res , Cojo es.»

Oyólo el cojo; aquí fué Donde el buen hombre perdió Los estribos, pues le dio T a n t a cólera y ta l ira,

HERMANOS GUANTES (Continuación) t r aba al dueño; y no viendo a na- cuando se los qui ta p a r a dormir

—Hermano guante , ¡¿vamos a die, se los puso; por cierto que le y se queda dormido, los dos her-ofrecermos a este pobre hombre , vinieron muy bien de t a m a ñ o , manos guan tes le acar ic ian su y a t e rmina r ya nues t ras corre- porque era un hombre ya achica- plateado pelo y acaban por dor­n a s ? dito por la edad y de poca es ta tu- mirse también a su lado.

—¡Vamos!—respondió el otro. ra; de m a n e r a que las manos le . . . . . ., . Y se de jaron caer en el suelo en t r a ron en calor. . A 1 cf°. d e I t ; e m p o s 0 , n ?.f l o s

comple tamente inmóviles, como Desde entonces el anc iano pas- l r e s " v i e j <? y. l0* KUantecilios,— si alguien los hubiera t i rado. tor los lleva puestos todos los ft

omo t r e s vie.iOS tr™Wll°s v t

f e-El viejo los vio, los cogió; estu- días del invierno. El d i a que se " c e s a u e ^ a r " ' ^ cariñosos a las

vo mi rando un g ran r a to a su al- los encontró ten ia se ten ta años, b , a n c a s o v e j i t a s d e s u r e b a ñ 0 -rededor pa ra devolverlos si encon- y hoy tiene diez años más . Y F I N

pieds et des genoux, ils g r impent chá teau de la Messonneraie, chez le long d 'une minee corde. Les M. Bouquet-Laville. La bonne voici au faite du cirque, baignés ehére, le g rand air et sur tout les de la lumiére b lanche d 'un pin- bons soins de Corinne, la pe t i te ceau lumineux de projecteur. Et fille blonde, on t contr ibué au c'est a lors d a n s les a i rs un défi p rompt ré tabl issement du mala-á l ' a t t i rance du vide, aux lois de de. Depuis longtemps, le jeune l 'équilibre et de la plus élémen- (Continuará.)

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Que la mule ta le t i ra , Quedándose, ya se ve," Sobre un pie.

((Sólo el no poder correr P a r a d a r t e el escarmiento— Dijo el cojo—es lo que siento, Que este mal no me a tormenta .» Porque al hombre sólo afrenta, ' Lo que supo merecer, Padecer.

SAMANIEGO. ' m W . t t t H . t t m H ^ t t t ^ . ^ f m t W T T t M W t t l - m i ^