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La batalla de Carrhae Una visión integradora Pablo Palermo Maestría en Historia de la Guerra Resumen: La invasión dirigida por Marco Licinio Craso inició la larga rivalidad en- tre romanos y partos, fue sucedida por el antagonismo entre romanos y sasánidas, y luego, entre estos últimos y los bizantinos, lo que determinó los conflictos de Medio Oriente durante siglos. En este trabajo, se describen las características principales de los ejércitos enfrentados y, dado que las dos fuentes romanas que narraron la invasión no coinciden en diversos aspectos, se brinda una versión que las integra a partir de las conclusiones que pueden obtenerse del análisis de otras campañas de la antigua Roma. Palabras clave: historia, historia romana, Medio Oriente, guerras entre Roma y Partia. Abstract: e long rivalry between Romans and Parthians began with the invasion led by Marcus Licinius Crassus, which later on was succeeded by the rivalry between Romans and Sassanids and then between the latter and the Byzantine. ese long time rivalries have become standing points in history, as they have come to determine the conflicts with the Middle East for centuries. e two sources that have narrated these moments in history express different views on the matter, this article wishes to extend an integrated opinion for further comprehension by analyzing other ancient Rome military campaigns. Keywords: history, roman history, Middle East, roman-parthian wars. Casus Belli I (2020), 129-155 Recibido: 23/1/2020 - Aceptado: 2/9/2020

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La batalla de CarrhaeUna visión integradora

Pablo PalermoMaestría en Historia de la Guerra

Resumen: La invasión dirigida por Marco Licinio Craso inició la larga rivalidad en-tre romanos y partos, fue sucedida por el antagonismo entre romanos y sasánidas, y luego, entre estos últimos y los bizantinos, lo que determinó los conflictos de Medio Oriente durante siglos. En este trabajo, se describen las características principales de los ejércitos enfrentados y, dado que las dos fuentes romanas que narraron la invasión no coinciden en diversos aspectos, se brinda una versión que las integra a partir de las conclusiones que pueden obtenerse del análisis de otras campañas de la antigua Roma.

Palabras clave: historia, historia romana, Medio Oriente, guerras entre Roma y Partia.

Abstract: The long rivalry between Romans and Parthians began with the invasion led by Marcus Licinius Crassus, which later on was succeeded by the rivalry between Romans and Sassanids and then between the latter and the Byzantine. These long time rivalries have become standing points in history, as they have come to determine the conflicts with the Middle East for centuries. The two sources that have narrated these moments in history express different views on the matter, this article wishes to extend an integrated opinion for further comprehension by analyzing other ancient Rome military campaigns.

Keywords: history, roman history, Middle East, roman-parthian wars.

Casus Belli I (2020), 129-155Recibido: 23/1/2020 - Aceptado: 2/9/2020

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1. Introducción

En el año 53 a. C., un fuerte ejército romano sufrió una dura derrota a manos de los par-tos en las cercanías de Carrhae (hoy Harran), al sudeste de la actual Turquía. Se trató del primer enfrentamiento en regla de los dos estados más poderosos del cercano oriente. La lucha por la supremacía en la región entre partos y romanos fue intermitente, pero se prolongó por más de dos siglos hasta la caída de la dinastía Arsácida en las tierras del viejo imperio persa y su reemplazo por la aún más agresiva dinastía Sasánida.

No se trató solo de un enfrentamiento político. Implicó la colisión de dos idio-sincrasias diversas en el modo de guerrear: ataques y retiradas fingidos, combate a distancia, uso de armas arrojadizas,1 movilidad, uso preponderante de la caballería y la limitación de la lucha cuerpo a cuerpo, propios del arte oriental frente a un modo de luchar consistente en el choque de infanterías integradas por hombres libres, que mataban brutalmente con armas afiladas, “el modo occidental de hacer la guerra”, en palabras de Hanson,2 que los romanos compartieron con los griegos.

El enfrentamiento con los partos supuso para los romanos confrontar un modo de guerrear al cual no estaban habituados y que no tenía paralelo en el hemisferio oc-cidental. A lo largo de este trabajo veremos someramente el primer choque entre los dos imperios, la campaña del triunviro Marco Licinio Craso, y qué recursos –militares y diplomáticos– utilizaron los romanos en lo sucesivo frente a los partos.

Dion Casio y Plutarco son los autores de los dos relatos más detallados de la campaña de Craso que llegaron a nuestros tiempos. Sus versiones no coinciden en al-gunos aspectos del desarrollo de la batalla de Carrhae y, en el caso de Plutarco, el autor realiza algunas afirmaciones cuestionables, por lo que se hará una descripción de la batalla basada en las narraciones clásicas, pero interpretándolas, de modo de integrar-las en un único relato que contenga el modo más probable de ocurrencia de los hechos a partir de los aportes emergentes de otros antecedentes relativos al ejército romano provenientes de diversas fuentes.

La importancia de la campaña de Craso no se debe a innovaciones tácticas o a la brillantez de los líderes que participaron en ella, sino a la particularidad del arte de la guerra de cada uno de los bandos enfrentados y a los efectos políticos de la colisión de los imperios romano y parto. De allí que su estudio, en general, se realiza en el marco de la historia universal de la guerra o de las campañas de Roma.

1 J. KEEGAN, 2014, p. 443.

2 V. D. HANSON, 2009, p. 9.

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Delbrück, por ejemplo, en su History of the art of war, hizo un análisis general del en-frentamiento considerando los relatos de Plutarco y Dion Casio sin entrar en mayores detalles respecto del desarrollo de la batalla y, si bien sigue el relato de Dion Casio, toma como válido el número de hombres del ejército romano que aporta Plutarco, y concluye en que la derrota romana no se debió a falencias en táctica o armamento, sino al haber dividido sus fuerzas luego de la batalla y a los errores de Craso en las negociaciones subsiguientes.3

El mariscal de campo Bernard Montgomery trata brevemente la campaña de Craso en su obra Historia del arte de la guerra, donde destaca el contraste de la táctica parta en contraposición con la romana, siguiendo la descripción general de la batalla hecha por Dion Casio.4

Ross Cowan y Adam Hook en su obra Roman battle tactics 109 B C-A.D.313 analizan el enfrentamiento cuando comparan las distintas formaciones romanas (sim-plex, duplex, triplex o quadruplex acies), y Carrhae es el ejemplo del mal uso de la primera formación. Dichos autores siguen el relato de Plutarco.5

El historiador británico Adrian Goldsworthy en su trabajo Roman warfare des-cribe sucintamente la campaña de Craso marcando las diferencias del arte de la guerra romano y parto. Sigue el relato de la batalla de Dion Casio y concluye en que la derrota romana se debió al colapso moral de Craso, consolidada por las pérdidas sufridas por los romanos durante su retirada.6

Javier Sánchez Gracia y Arturo Sánchez Sanz, en Imperios de las arenas, una de las pocas obras originales en español que trata el enfrentamiento entre Roma y Persia (bajo las dinastías parta y sasánida), naturalmente, narran la campaña de Craso, si-guiendo detalladamente a Plutarco, pero, a diferencia de Cowan, Hook o Goldsworthy, sus esfuerzos no están dirigidos a la táctica sino a la descripción de los hechos.7

El historiador italiano Andrea Frediani aporta en Le grandi battaglie di Roma an-tica una completa y detallada descripción de la campaña de Craso, incluyendo los antece-dentes políticos en Roma que llevaron a Craso a invadir al imperio parto, y brinda detalles del armamento y tácticas partos. En el desarrollo de la batalla sigue a Plutarco.8

3 H. DELBRÜCK, 1990, vol. I, pp. 441-443.

4 B. L. MONTGOMERY, 1969, p. 103.

5 R. COWAN y A. HOOK,2007, pp. 18-20.

6 A. GOLDSWORTHY, 2000, pp. 131-134.

7 J. SÁNCHEZ GRACIA y A. SÁNCHEZ SANZ, 2017, pp. 155-173.

8 A. FREDIANI, 2011, pp. 198-215.

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Puede apreciarse de la síntesis expuesta que la mayoría de los autores tomó a Plutarco como fuente clásica, a diferencia de lo que se hará aquí; de allí que la visión que se apor-tará coincida más con Montgomery y Goldsworthy que con la del resto de los autores.

2. El avance romano hacia oriente

A mediados del siglo I a. C., transcurridos ciento cincuenta años desde el fin de la segunda guerra púnica, la zona de influencia romana en el Mediterráneo oriental se había extendido a Anatolia y Siria.

Roma, desde su fundación, fue ampliando sus dominios en forma progresiva. Inicialmente el avance fue lento. En quinientos años apenas había alcanzado a contro-lar el centro y sur de la península italiana. Sin embargo, las guerras púnicas aceleraron el proceso, en particular la segunda (218-201 a. C.), que llevó a los romanos a consoli-dar su dominio en el norte de Italia, a luchar en la actual España, en el norte de África y a entrar en conflicto con Macedonia, que por entonces dominaba Grecia. Tras cuatro guerras con los macedonios, en el 148 a. C., los victoriosos romanos estaban firme-mente asentados en el Egeo y controlaban la antigua Hélade.

Alrededor el año 100 a. C. se inició, de hecho, un proceso que a la postre termina-ría con la república romana setenta años después: el claro predominio de grandes líderes militares debilitó la organización política romana establecida al inicio de la república que tenía como norte dificultar la concentración de poder político en una sola persona.

Sucesivamente, en el lapso de algo más de cuarenta años, surgieron las figuras de Mario, Sila, Pompeyo y César, líderes carismáticos que contaron con el apoyo de fuerzas militares sustanciales, que usaron en su propio provecho. Mario actuó fundamental-mente en el occidente del mundo romano contra los cimbrios y teutones, y en la guerra contra el rey númida Yugurta. César incorporó a la égida romana la Galia. Por su parte, Sila y Pompeyo, aunque también Lúculo, enfrentaron a los reinos del Ponto, Armenia y Seleucia, lo que se tradujo en la formación de provincias romanas en Asia Menor y Siria, y en la influencia del poder romano sobre Armenia, Judea y la Mesopotamia.

3. Los Partos y su ejército

En el siglo IV a. C., el imperio persa había sido disgregado por la conquista de Alejan-dro Magno. Al morir este último, sus generales lucharon entre sí, imposibilitando un gobierno unificado de los inmensos territorios conquistados por el rey macedonio. Seleuco, uno de los diáconos, acabó controlando la mayor parte del territorio asiático conquistado por Alejandro y fundó la dinastía seléucida.

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Los partos fueron un pueblo originariamente nómada que habitaba un área al sudeste del mar Caspio, en el norte de Persia.9 Hacia el año 250 a. C., Arsaces I, primer rey par-to, se sublevó contra el dominio seléucida. Durante los siguientes cien años, los partos establecieron su dominio sobre la Mesopotamia y las tierras que aproximadamente conforman los actuales Irak e Irán.10

El reino parto controlaba buena parte de los productos que venían de oriente, como la seda, pimienta, canela, perfumes, perlas, etc. dado que la ruta de las caravanas que traían tales bienes debía atravesar dicho reino. De hecho, pasaba por sus dos prin-cipales ciudades, Seleucia y Ctesifonte,11 sobre el río Tigris, a una treintena de kilóme-tros al sur de Bagdad, en el actual territorio de Irak. Seleucia estaba sobre la margen derecha del río y enfrente, Ctesifonte.

Pese a dominar buena parte del que fuera el imperio persa, el reino parto era política, cultural y socialmente menos sofisticado que el antiguo imperio de Ciro, Darío y Jerjes. Era una monarquía en la cual las principales familias no-biliarias tenían gran influencia en el devenir político. Si bien el monarca parto contaba con suficientes recursos para prevalecer sobre los nobles, estos tenían importantes prerrogativas y aportaban los hombres que conformaban el grueso del ejército,12 en un esquema que se asemejaba al feudalismo que conoció Europa en la Edad Media.

A lo largo de su existencia, los partos carecieron de un gobierno central estable y de una estructura militar permanente, lo que normalmente se traducía en que las tropas eran reclutadas en la zona del conflicto que debían enfrentar.13

La composición del ejército parto descansaba en la caballería como arma pre-dominante,14 reminiscencia de su origen estepario y de la influencia de sus otrora ve-cinos, los escitas.15 Dicha caballería presentaba dos tipos: la pesada, fuertemente aco-razada, y la ligera. Lamentablemente, ninguna de las fuentes latinas de la campaña de Craso hace referencia a la organización del ejército parto.

9 B. DIGNAS y E. WINTER, 2012, p. 9.

10 Idem.

11 AA.VV., 2005, p. 5.

12 A. GOLDSWORTHY, 2000, p. 136.

13 J. SÁNCHEZ GRACIA y A. SÁNCHEZ SANZ, 2017, p. 247.

14 D. CASIO, 2004, p. 210.

15 J. SÁNCHEZ GRACIA y A. SÁNCHEZ SANZ, 2017, p. 251.

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La caballería pesada estaba armada con lanzas y la protección del jinete –de acuerdo con una imagen encontrada en las ruinas de Dura Europos16 (en la actual Siria)– era de placas de bronce o hierro, que le cubrían el tronco, y láminas de bronce, que le prote-gían las extremidades cubriendo su cabeza con un yelmo de metal con forma de dedal o cónico. Otra variante presentaba protección para el tronco en hierro con un yelmo de cuatro placas, al modo germano oriental.17 El caballo también estaba protegido, pero por placas de metal superpuestas como escamas.

La caballería ligera no contaba con protección digna de mención18 y su arma era el arco compuesto. Dotada de veloces caballos, su finalidad era saturar al enemigo con lluvias de flechas disparadas en movimiento. Dion Casio afirma que los partos apren-dían a utilizar el arco desde pequeños.19

Pese a lo aseverado por Dion Casio y Plutarco, no parece que la potencia del disparo fuese la nota más relevante de los partos, y no resultan plausibles las versiones de disparos que atravesaban escudos y armaduras. Se puede deducir ello del fracaso de los partos en quebrar la formación romana en la batalla de Carrhae, como se verá, y porque los romanos no adoptaron medidas radicales para sus posteriores enfrenta-mientos, como sí lo hicieron los romanos orientales (bizantinos) frente a la amenaza huna –cuyo arco compuesto lanzaba proyectiles con particular potencia– al reempla-zar como núcleo del ejército la infantería pesada por caballería y adoptar ellos mismos el arco compuesto.20 De hecho, podemos tomar como referencia que en el manual bizantino Strategikon, se advierte respecto de los sasánidas –sucesores de los partos– que su tiro con arco era veloz pero no potente.21 A mayor abundamiento, el propio Plutarco afirmó que la formación defensiva testudo adoptada, algunos años después, por las tropas de Marco Antonio con sus escudos contra los partos “fue la defensa más impenetrable contra la caída de las flechas”. 22

El permanente movimiento de la caballería en batalla era, a su vez, un método defensivo, puesto que dificultaba el contrafuego del adversario. El conocido como “tiro

16 Reproducida por A. FREDIANI, 2011, p. 205. Coincide un relieve existente en el Museo Británico, reproducido en Imperios de las arenas, p. 164.

17 A. FREDIANI, 2011, p. 204.

18 A juzgar por el relieve de un jinete parto existente en el Palazzo Madama de Turín, Italia.

19 D. CASIO, 2004, p. 210.

20 E. LUTTWAK, 2012, p. 39.

21 MAURICIO, 2013, p. 121.

22 PLUTARCO, 2017, p. 193.

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parto” consistía en acercarse al enemigo hasta unos noventa metros al trote para ini-ciar el galope, lanzando entre dos y cuatro flechas, hasta llegar a unos cuarenta y cinco metros donde bruscamente giraban desandando el camino, y efectuaban un tiro hacia atrás.23 Sin embargo, debido a que era ejecutada en movimiento, la lluvia de flechas no era precisa, y el énfasis estaba puesto sobre todo en el volumen.

Si luego de sucesivas andanadas, el enemigo era debilitado o su formación per-día cohesión, la caballería pesada cargaba por disolverlo y perseguirlo. Por el contra-rio, si el adversario resistía, los partos se retiraban y mantenían su presión sobre el enemigo, hasta que se presentase una nueva ocasión para atacar.24

Los partos evitaban combatir de noche, porque no podían recurrir a su caballe-ría ni a sus arqueros.25 Tampoco construían campamentos atrincherados, por lo que en campaña se instalaban lejos del enemigo por más débil que fuese para evitar así ataques nocturnos.26

Dion Casio indica que los partos no emprendían campañas en invierno27 y que su fortaleza residía en su adaptación a su clima y geograf ía; fuera del propio entorno, no podían mantener una campaña prolongada y eran deficientes en suministros y re-cursos para luchar en regiones con características diversas a las propias.28

4. El ejército romano. De Polibio a las “mulas de Mario”

La última centuria antes de Cristo vio una marcada transformación en el ejército ro-mano, que había sido esencialmente un ejército ciudadano de carácter no permanente.

A partir de la instauración de la república (tradicionalmente en el año 509 a. C.), el poder político recaía en el senado. Anualmente eran elegidos dos magistrados de rango senatorial, los cónsules, que tenían el mando del ejército.

Cada cónsul mandaba dos legiones, reclutadas cada año y dos alas de tropas alia-das de tamaño similar a las legiones. Esto significa que el estado romano, al menos hasta el siglo III a. C. disponía, normalmente, de dos ejércitos consulares que totalizaban cuatro legiones y contaban con el refuerzo de un contingente aliado numéricamente similar.

23 FREDIANI, A., Le grandi battaglie di Roma antica, p. 205.

24 A. GOLDSWORTHY, 2000, p. 132.

25 D. CASIO, 2004, p. 217.

26 Idem.

27 Ibidem, p. 211.

28 Idem.

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El reclutamiento se hacía anualmente y al final de la campaña, el soldado-ciudadano volvía a sus labores cotidianas. El período de servicio era de al menos seis años conse-cutivos. Esto no significa que el ejército romano fuese una milicia campesina desorga-nizada. Disciplina y entrenamiento eran su sello.29

Durante la segunda guerra púnica el ejército romano comenzó a combatir en lugares demasiado lejanos para ser alcanzados durante el período tradicional de campaña, de marzo a octubre30 y, simultáneamente, en varios frentes. Esto implicó un notorio incremento del número de hombres en armas, además que el mando de las tropas dejó de ser prerrogativa exclusiva de los cónsules.

La necesidad de contar con veteranos que constituyesen la columna vertebral del ejército, llevó a aceptar que muchos hombres permanecieran bajo armas durante muchos más años que los seis previstos por las leyes. Las situaciones descriptas, que eran esporádicas hasta el siglo II a. C. se transformaron en permanentes.

Tradicionalmente se atribuye a Cayo Mario el mérito de las reformas, algunas de las cuales se reseñarán, aunque en realidad se trató de un proceso paulatino, que co-menzó mucho antes de la actuación pública del mencionado general y se prolongó más allá de su muerte. Prueba de ello es que una importante modificación, la ley que puso a cargo del estado romano el equipamiento de los legionarios, cambiando la varias veces centenaria tradición de que cada hombre pagase su propio equipo, fue impulsada por Cayo Graco en la década del 120 a. C.

Se analizarán brevemente los principales cambios. Los capite sensi eran los hombres que se encontraban por debajo del límite

de propiedades exigible para integrar el ejército. Desde tiempos inmemoriales solo los ciudadanos que tenían propiedades podían integrar el ejército. Era una forma de asegurarse la adecuada motivación para servir al estado romano. Su ruina conllevaría la pérdida de las propiedades privadas de sus soldados. El ciudadano romano incorpo-rado al ejército debía aportar su propio equipo, tal como ocurría con los griegos en el período clásico.

Sin embargo, desde las dos últimas décadas del siglo III a. C. y durante el siglo II a. C., las guerras se desarrollaron fuera de Italia, lo que alejaba por años a los hom-bres de sus tierras de labor. Por otra parte, comenzó un proceso de concentración de los inmuebles agrarios en grandes latifundios que eran trabajados por esclavos. Ello, sumado a la importación de alimentos de las nuevas tierras conquistadas, arruinó a

29 L. KEPPIE, 1998, p. 55.

30 Ibidem., p. 51.

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los pequeños propietarios, que comenzaron a migrar a las ciudades.31 Asimismo, la ampliación de los territorios bajo dominio romano también implicó el incremento del número de hombres bajo armas.

Independientemente de las medidas que se intentaron para redistribuir las tie-rras –ajenas a este trabajo–, a los fines de mantener los niveles cuantitativos de reclu-tamiento, progresivamente fue reduciéndose el valor mínimo de propiedades exigible para integrar el ejército, de 11.000 asses al momento de la segunda guerra púnica, a 4.000 asses en los tiempos de Polibio (160 a. C.) y luego 1.500 asses en el 129 a. C.32

A nuestro entender, ello se explica por los dos fenómenos referidos anteriormente: la transferencia de riqueza, que progresivamente se fue concentrando en cada vez menos manos, significaba que cada vez menos hombres llegaban al monto de riqueza exigido para integrar el ejército y, simultáneamente, existía la necesidad de contar con mayores contin-gentes de soldados. Otro hecho revelador de la transformación descripta fue la asunción por el estado romano del costo del equipamiento de sus soldados a la que ya hicimos referencia.

Mario incorporó al ejército, como voluntarios, a quienes no reunían siquiera la ci-fra mínima de propiedades.33 Podría decirse que fue el paso final del proceso descripto de disminución del nivel de riqueza para integrar el ejército. Si bien no era la primera vez que los capite sensi eran incorporados al ejército, ya que tal política se siguió, por ejemplo, tras la catástrofe de Cannas (216 a. C.), la diferencia radicó en que, anteriormente, se trató de medidas excepcionales. A partir de Mario, fue la regla. De tal modo, Roma paulatinamente pasó a contar con un auténtico ejército profesional de soldados a tiempo completo.

Incorporar pobres al ejército produjo otro fenómeno. Los soldados ataban su desti-no al de su general, que les posibilitaría participar en el botín en las conquistas y les obten-dría tierras o una compensación monetaria al producirse su baja. De tal modo, las tropas se vieron menos sujetas a un deber de lealtad hacia al estado romano que a sus generales.34

Otro cambio es la consolidación de la cohorte como subunidad principal de la legión. El llamado “ejército de Polibio” –en referencia al historiador griego que lo des-cribió– tenía al manípulo (literalmente “puñado”) como subunidad táctica principal. El manípulo estaba integrado por dos centurias35 y estaba al mando de un centurión.36

31 P. SOUTHERN, 2014, p. 108.

32 L. KEPPIE, 1998, p. 61.

33 Ibidem, p. 59.

34 P. SOUTHERN, 2014, p. 119; KEEGAN, J., op. cit., p. 371.

35 P. SOUTHERN, 2014, p. 121.

36 A. GOLDSWORTHY, 2000, p. 213.

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La legión romana pasó a estar conformada por diez cohortes integradas, a su vez, por seis centurias cada una. Contrariamente a lo que su nombre podría indicar, la centuria no tenía cien hombres sino ochenta, lo que arroja un total de cuatro mil ochocientos hombres de infantería pesada por legión, al menos, sobre el papel.

La cohorte resultaba una unidad tácticamente más equilibrada, muy adecua-da para combates contra guerrillas y con el tiempo, fue la base de las vexillationes (destacamentos). En su origen, la cohorte era una legión en escala por su composi-ción, ya que fue conformada por un manípulo de cada una de las líneas de la legión. La legión del siglo II a. C. contaba con mil doscientos hastati, mil doscientos prin-ceps, seiscientos triarii37 y un número de velites para alcanzar los cuatro mil ocho-cientos hombres de infantería referidos.38 La legión del siglo I a. C. conservaba los seis tribunos a ella asignados.

La antigua distinción entre los soldados tenía fundamento en la riqueza, por ende, en la panoplia, y en la veteranía de cada hombre. Así los velites eran los más jóvenes, no llevaban protección corporal y estaban armados con jabalinas. En la ca-beza tenían tocados con una piel de lobo. Los hastati, cuyo nombre es “vestigio de la falange” (de hasta, ‘lanza’) y los princeps eran la primera y segunda línea de la legión y estaban armados con dos pilum, y protegidos con una cota de malla y un yelmo de bronce o hierro. Finalmente, los más veteranos, los triarii, eran la última línea, estaban armados con una lanza y llevaban una cota de malla y yelmo de bronce o hierro.39 A la infantería se sumaba un contingente de trescientos jinetes.40

Todos los legionarios llevaban como armamento individual la clásica espada corta romana, el gladius y el escudo oval de grandes dimensiones (scutum), con excep-ción de los velites que llevaban un pequeño escudo redondo.41

A partir del momento en que el equipamiento individual fue pagado y suminis-trado por el estado romano, las divisiones de “clases” y equipamiento desaparecieron, pasando a estar todos los legionarios equipados con pilum, gladius, cota de malla, yelmo de bronce o hierro y scutum.42

37 POLIBIO, 2016, p. 179.

38 P. SOUTHERN, 2014, p. 110.

39 POLIBIO, 2016, pp. 180-182.

40 Ibidem, pp. 179-184.

41 A. GOLDSWORTHY, 2000, p. 50.

42 L. KEPPIE, 1998, p. 66.

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Como se mencionó, en el siglo I a. C., la cohorte pasó a ser la principal subunidad tác-tica de la legión. Estaba al mando probablemente de un pilus prior, el centurión más antiguo, cuyo cargo era coordinar la acción de su unidad con el conjunto de la legión. Sostiene Goldsworthy que en una gran batalla había normalmente pocas ocasiones para acciones independientes a nivel cohorte.43 Sin embargo, como muestra de la flexi-bilidad de tal formación, en Farsalia (48 a. C.) al apreciar César la enorme superioridad numérica de la caballería pompeyana y su ubicación sobre la izquierda, extrajo una cohorte de cada legión que formaba la tercera línea, y estableció una nueva línea sobre su derecha con el objetivo de enfrentar a la caballería enemiga.44

Asimismo, la caballería itálica fue reemplazada por auxiliares provenientes de distintos lugares de creciente territorio controlado por Roma (númidas, galos, tracios, etc.). También, auxiliares extranjeros reemplazaron en las funciones de infantería lige-ra a los velites.45

Mario aligeró el tren de bagajes para aumentar la velocidad de traslado del ejército. Lo aligerado pasó a ser transportado por cada uno de los soldados, además de su propio armamento individual, por ejemplo, postes para el campamento atrincherado, herramien-tas de cavado, provisiones, etc. De allí su apodo: “las mulas de Mario”. 46

Se atribuye a Mario un perfeccionamiento del pilum. Esta pesada jabalina era el arma de lanzamiento del legionario. La modificación atribuida a Mario es el reempla-zo de uno de los remaches de metal que unían la parte metálica del pilum con la base de madera, por otro de madera, lo que producía que al impacto la parte de metal se doblase y dificultase la extracción del escudo por parte del enemigo, lo que posibilita-ba que aún ileso, el adversario perdiera la protección de su escudo, asimismo tornaba inútil el pilum para evitar que fuese usado contra sus antiguos dueños.47

Finalmente, también se atribuye a Mario la adopción del aquila (águila) como estandarte principal de la legión, objeto de lealtad y devoción de los legionarios. Se estima que ello ocurrió en el año 104 a. C. mientras preparaba sus fuerzas para en-frentar a cimbrios y teutones.48 Se verá la trascendencia de este símbolo en la política romana posterior a Carrhae respecto de los partos.

43 A. GOLDSWORTHY, 2000, pp. 126-127.

44 C. L. CESAR, 2016, p. 383.

45 B. J. NAGY, 2014, p. 32.

46 PLUTARCO, 2017, p. 279.

47 P. SOUTHERN, 2014, p. 121.

48 L. KEPPIE, 1998, p. 67.

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La estructura legionaria le daba gran flexibilidad operativa y si bien la formación más común era la llamada triplex acies (tres líneas) el ejército podía formar una, dos, o cuatro líneas, según la necesidad.49

Antes del choque con el ejército enemigo, a una distancia máxima de unos treinta metros, los legionarios lanzaban sus pilum para luego cargar con sus espadas.50 La infantería ligera y la caballería tenían roles secundarios y de apoyo.

Plutarco refiere que el ejército que entró en Partia en el año 53 a. C. contaba con infantería ligera. No aclara la composición de los cuatro mil auxiliares que afirma tenía Craso. Podemos suponer, dada la zona de su reclutamiento, que se trataba de honderos y arqueros, luego integrantes de los auxilia romanos a lo largo de los siglos, provenientes de Siria y Osroede (alta Mesopotamia), en este último caso, empleados contra los partos.51 En líneas generales, este era el ejército que cruzó el Éufrates al mando de Craso.

5. La campaña de Craso en Partia

Marco Licinio Craso, acaudalado aristócrata romano, integraba el conocido como “primer triunvirato” junto a Pompeyo el Grande y Cayo Julio César. El pacto entre ellos permitió a César lograr su consulado y luego el gobierno de la Galia para iniciar y concluir su conquista. Entre Pompeyo y Craso compartieron el consulado y luego echaron a suerte el destino de ambos como procónsules: Hispania para Pompeyo y Si-ria para Craso. El claro propósito de este reparto era consolidar la expansión romana; en el caso de Craso, invadiendo al reino parto, perseguía gloria y rédito económico.52 Por ese entonces, los partos estaban inmersos en una guerra civil por el trono, de la que emergió victorioso Orodes.

Craso salió de Roma en el año 55 a. C. sin entusiasmo por parte de la pobla-ción,53 rodeado de nefastos augurios54 y con la abierta oposición del Tribuno de la Ple-be.55 No hubo un casus belli que justificara la agresión. Cicerón explícitamente afirma

49 R. COWANy A. HOOK, 2007, p. 13.

50 A. GOLDSWORTHY, 2000, p. 125.

51 Y. LE BOHEC, 2007, pp. 168-169.

52 D. CASIO, 2004, p. 208.

53 M. T. CICERÓN, 1946, p. 589.

54 V. MÁXIMO, s/f. Hechos y Dichos Memorables, Libro I, Capítulo VI, N.° 11.

55 PLUTARCO, 2017, pp. 368-369.

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que Craso carecía de causa para iniciar una guerra.56 El procónsul dedicó el primer año y medio de su gobierno en Siria a recaudar impuestos, saquear para obtener fondos, entre ellos, el tesoro del templo de Jerusalén, que había sido respetado por Pompe-yo,57a exigir a los reinos sojuzgados auxiliares58 y, durante el año 54 a. C., a realizar breves incursiones en territorio parto, donde logró ocupar sin oposición diversas ciu-dades de población helénica,59aunque encontró resistencia en Zenodotium,60 para re-tornar a Siria a cuarteles de invierno. Allí se le unió su hijo Publio con un contingente de mil jinetes galos.61 Este freno a la invasión dio tiempo al monarca parto a organizar su respuesta militar.62 Finalmente, en el año 53 a. C., Craso se decidió a llevar a cabo la invasión no sin antes rechazar desdeñosamente la embajada enviada por el rey parto.63

Podría decirse, a juzgar por las campañas posteriores que realizaron, por ejem-plo, Trajano,64 Lucio Vero65 y Septimio Severo,66 que las opciones básicas que tenía Craso eran las siguientes: atraer al ejército parto a las montañosas tierras armenias, donde relativizaría en gran medida la ventaja de la caballería enemiga, y luego seguir el curso de uno de los grandes ríos mesopotámicos, Éufrates o Tigris hacia el golfo Pérsico para atacar Seleucia y Ctesifonte. Los ríos podían utilizarse como vía para el transporte de los abastecimientos. Otro camino era seguir el curso de los ríos men-cionados sin pasar por Armenia. Estas opciones no estaban exentas de dificultades, ya que había que decidir dónde cruzar el río Éufrates, el más occidental de ambos: en el curso alto, en territorio controlado por Roma o en el bajo, en territorio enemigo, para dirigirse al Tigris, sobre el cual estaban las dos ciudades mencionadas. Si se cruzaba en el alto y se seguía su curso, el ejército quedaría en su marcha permanentemente acorralado contra el río. Si se cruzaba en el bajo, debía realizar la operación en terri-torio controlado por el adversario, a menos que el grueso de su ejército hubiese sido

56 M. T. CICERÓN, 1931.

57 F. JOSEFO, 1994, p. 18.

58 OROSIO, s/f. Historias, Libro VI, p. 126.

59 PLUTARCO, 2017, pp. 369/70; D. CASIO, 2004, p. 208.

60 D. CASIO, 2004, p. 209.

61 PLUTARCO, 2017, p. 370.

62 D. CASIO, 2004, p. 209; PLUTARCO, 2017, p. 370.

63 PLUTARCO, 2017, p. 371.

64 A. FREDIANI, 2011, p. 450.

65 Ibidem, p. 463.

66 Ibidem, p. 496.

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derrotado con anterioridad. Por otra parte, si se cruzaba el Éufrates en el curso bajo, se reducía la distancia hasta el Tigris, ya que ambos ríos se aproximaban al acercarse a sus desembocaduras. En cualquiera de los casos, siguiendo el curso de los ríos, el objetivo es obvio, lo que también facilita la defensa, por el simple hecho de conocer el plan del adversario, como le ocurrió a Juliano el apóstata en el año 363 contra los sasánidas.

Llegar al río Éufrates en forma transversal en otro lugar de su curso (por ejem-plo, saliendo de Jerusalén o Tiro) estaba fuera de cuestión porque implicaba atravesar un amplio sector del desierto sirio (que en total tiene unos 500.000 km2) sin recursos de ningún tipo (aunque los árabes musulmanes tomaron ese camino, pero en sentido inverso, en la cuarta década del siglo VII, si bien con un contingente muy reducido).

Según Dion Casio, el plan original de Craso era seguir el curso del Éufrates para atacar Seleucia para encontrar allí apoyo de la población, mayormente helénica. Tal plan fue desechado por sugerencia de Abgaro o Augarus, el natural de Osroede –Ab-gar según lo identifica Plutarco–,67 quien tenía tropas auxiliares bajo su mando en el ejército de Craso, pero secretamente apoyaba a los partos, a los cuales brindaba infor-mación sobre los movimientos romanos. El argumento era que tal campaña le llevaría mucho tiempo.68

Por su parte, Plutarco sostiene que Artabaces, rey de Armenia, sugirió a Craso avanzar por las montañas de Armenia, donde la ventaja de la caballería parta se re-ducía sensiblemente, y le prometió dieciséis mil jinetes y treinta mil infantes, además de suministros.69 Craso desechó el consejo del rey armenio y optó por seguir la su-gerencia de Abgaro, quien le indicó que había un ejército parto, inferior en número, en retirada en las proximidades, lo que llevó a los romanos al peor escenario posible, considerando las características del enemigo que enfrentarían.70 De haber vencido al ejército parto, probablemente Craso se hubiera dirigido al Tigris.

Al inicio de la campaña en el año 53 a. C. llegaron a Craso noticias de los movi-mientos partos. El rey Orodes atacó Armenia y encomendó a un noble parto, Surena, vérselas con Craso. Según Plutarco, el ejército que enfrentó a los romanos contaba con no menos de diez mil hombres,71 incluyendo mil lanceros acorazados.72

67 PLUTARCO, 2017, p. 374.

68 D. CASIO, 2004, p. 214.

69 PLUTARCO, 2017, p 372.

70 D. CASIO, 2004, p. 214.

71 PLUTARCO, 2017, p. 376.

72 D. CASIO, 2004, p. 210.

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Ante el ataque parto, el rey armenio comunicó a Craso que no le enviaría las tropas prometidas porque las necesitaba para defender su patria.73 En tal estado de cosas, Craso se adentró en territorio parto.

6. La batalla de Carrhae

Como se anunció en la Introducción, en el presente artículo se realizará una interpretación crítica de los relatos de Dion Casio y Plutarco marcando las defi-ciencias que presentan estos autores e integrándolas con los aportes que surgen de otras fuentes.

Mucho se ha escrito sobre las condiciones desérticas de la zona por la que tran-sitó el ejército de Craso y el calor en aquellos parajes. El sector noroccidental de la frontera entre los territorios romano y parto discurría a lo largo del alto río Éufrates. Craso lo cruzó a la altura de Zeugma (actualmente sus ruinas se encuentran cubiertas por el embalse de Birecik). Tomó una ruta caravanera que lo llevó hacia la localidad de Carrhae (actual Harran, Turquía, próxima a la frontera con Siria).

En la actualidad, Birecik y Harran están unidas por la carretera D400 en un tra-yecto de 122,6 km. Es dable suponer que la distancia recorrida por el ejército de Craso en territorio parto fue muy inferior porque la carretera referida no sigue el camino más corto, ya que se dirige desde Birecik hacia Sanliurfa, para luego girar al Sur hasta Harran (la distancia entre Sanliurfa y Harran es de 40 km).

Se puede sostener que la ruta tomada por el ejército romano se encuentra en una zona esteparia seca; el suelo de la zona del campo de batalla presenta pas-tos si bien muestra rocas emergentes y algunas elevaciones. En la actualidad es zona de cultivos. Probablemente Plutarco, quien describió con detalle la batalla, nunca haya estado en el lugar, pero actualmente, con las herramientas tecnoló-gicas existentes, puede afirmarse que en la zona no hay dunas de arena, aunque sí hay lomas rocosas.

Harran, actual nombre de Carrhae, se encuentra ubicada a 363 metros sobre el nivel del mar. Naturalmente, no hay registros de la climatología en el año 53 a. C. pero, con reservas, se puede tomar como referencia el clima actual. En junio, mes de la batalla, la temperatura media es de 26.9°, la mínima promedio es de 18.5° y la máxima promedio es de 35.4°.

73 PLUTARCO, 2017, p. 377.

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Dion Casio sostiene que la batalla se inició al mediodía.74 Dado que tanto Dion Casio75 como Plutarco76 sostienen que los restos del ejército romano se retiraron a Carrhae luego del enfrentamiento, es factible que la marcha de las tropas roma-nas el día de la batalla se hubiera iniciado en dicha ciudad. De ser así, la distancia recorrida hasta el campo de batalla no habría sido superior a unos 16/18 km, con-siderando el ritmo de marcha de un ejército romano (4 km/h).77 De hecho, un con-tingente de caballería llegó a Carrhae a medianoche tras haber combatido hasta la caída de la noche.78

Podemos suponer que el orden de marcha del ejército romano al mando de Craso, en cercanía del enemigo, fue similar a la utilizó César en territorio belga apenas cuatro años antes. A la cabeza, la caballería, los arqueros y los honderos (todos ellos infantería ligera –auxiliares), luego el grueso de la infantería pesada (las legiones), el tren de bagajes y finalmente el resto de los legionarios.79 Basa-mos esa presunción en que tal organización era relativamente habitual y, además, participaba junto a su padre, Publio Craso, quien acumuló gran experiencia junto a César en las Galias.80 Por otra parte, la presencia de la caballería a la cabeza del contingente responde a una de las funciones características de tal arma a lo largo de los siglos: la descubierta.

Asimismo, la posición de la caballería se repite en los ejércitos de Germánico, Tito y en los textos de Arriano.81 En los casos de Germánico82 y Tito,83 los auxiliares cerraban la marcha de la columna. Esta organización no es irrelevante en el desarrollo de los acontecimientos, como se verá más adelante.

En cuanto a los víveres, Josefo refiere que cada soldado de infantería llevaba alimento para tres días de marcha.84 Si bien esta información es algo más de cien años

74 D. CASIO, 2004, p. 216.

75 Ibidem, p. 217.

76 PLUTARCO, 2017, p. 388.

77 E. LUTTWAK, 2013, p. 249.

78 PLUTARCO, 2017, p. 388.

79 C. J. CÉSAR, 2008, p. 39.

80 Ibidem, pp. 54-57.

81 Y. LE BOHEC, 2007, p. 177.

82 TÁCITO, 2017, p. 52.

83 F. JOSEFO, 1994, p. 200.

84 Ibidem, pp. 94-97.

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posterior a Carrhae, es muy factible que pueda aplicarse al ejército de Craso por ser coincidente con el criterio de aprovisionamiento del ejército de Cayo Mario,85 anterior a la campaña en análisis.

Dion Casio y Plutarco, autores de los dos relatos más detallados de la campaña de Craso que llegaron a nuestros tiempos, no coinciden en algunos aspectos del desa-rrollo de la batalla de Carrhae, por lo que se hará una descripción de ella basada en las narraciones clásicas con una interpretación integradora de los hechos.

Plutarco sostiene que el ejército de Craso contaba con siete legiones, cuatro mil jinetes y cuatro mil hombres de infantería ligera.86 Entendemos que dicho número no es correcto, por lo menos al momento de la batalla, el 9 de junio del año 53 a. C.

Tomando como hipótesis factible que la caballería y la infantería ligera enca-bezaban la columna romana al mando de Publio Craso, dicha vanguardia se encontró con tropas partas, las que fingieron una retirada, su movimiento habitual.87 Como in-dica Dion Casio, el joven Craso se lanzó en persecución del enemigo.88 Al alejarse del grueso del ejército romano, fue sorprendido por el núcleo del ejército parto al mando de Surena, perdió la vida y sus tropas fueron aniquiladas. Plutarco reconoce el enfren-tamiento, aunque refiere que las tropas romanas eran los exploradores.89

Conocida la muerte de su hijo y la proximidad del enemigo, Marco Licinio Cra-so se enfrentó a los partos con sus legiones, a las que dispuso en un cuadro de doce cohortes por lado, y distribuyó a la caballería remanente en forma proporcional en cada lado del cuadro90 acercándose al enemigo a paso vivo.91

La batalla ocurrió en una planicie sin accidentes dignos de mención, lo que im-pidió a los romanos utilizar el terreno como protección.

Surena ordenó la carga de su caballería pesada, pero ante la impavidez de los romanos, que no rompieron su formación, se replegaron, atacando en su lugar los arqueros, que gracias a una cuidadosa logística organizada por su jefe, contaban con un inacabable número de flechas con las que atormentaron a los romanos por horas. Cuando momentáneamente se retiraban los arqueros, atacaban los pesados lanceros

85 P. SOUTHERN, 2014, p. 122.

86 PLUTARCO, 2017, p. 374.

87 J. SÁNCHEZ GRACIA y A. SÁNCHEZ SANZ, 2017, p. 254.

88 D. CASIO, 2004, p. 215.

89 PLUTARCO, 2017, p. 378.

90 Ibidem, p. 379.

91 Idem.

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que dificultaban los movimientos ofensivos que intentaron los romanos, ya que la dis-posición útil para enfrentar a los lanceros no lo era frente a los arqueros y viceversa.92 Careciendo de armas para golpear a los altamente móviles partos, los capitolinos tu-vieron un importante número de muertos y heridos, que Plutarco estima en no menos de cuatro mil.93 Sin embargo, no perdieron la formación.

En algún momento de la batalla –que es dable especular fue al inicio–, Abgaro y sus auxiliares (que probablemente estuvieran cerrando la marcha, como en los re-feridos casos de las tropas de Germánico y Tito) se pasaron de bando94, con lo cual, los partos atacaron la formación romana desde los cuatro costados del cuadro. Con la llegada de la noche los partos se retiraron95.

Ante el abatimiento moral de Craso, sus segundos, el legado Octavio y el cues-tor Casio Longino (futuro asesino de César) iniciaron un repliegue nocturno hacia la cercana ciudad de Carrhae, y dejaron a los heridos abandonados en el campo. Durante la noche se produjeron nuevas pérdidas por desbandes y extravío de las tropas, las que en los días siguientes fueron alcanzadas y destruidas por los partos.

Al amanecer, los partos volvieron al campo de batalla ultimando a los heri-dos de la jornada precedente y se dirigieron a Carrhae. Tras algunas jornadas en dicha ciudad, Casio Longino se replegó a Siria y Craso hacia Armenia. Advertida su fuga por Surena, fue perseguido y mientras negociaba la rendición, en confu-so episodio, Craso fue ultimado. Plutarco estima las bajas romanas en veinte mil muertos y diez mil prisioneros.96 También se perdieron numerosos estandartes, entre ellos las preciadas águilas.

Algunas acotaciones. Plutarco sostiene que Craso invadió Partia con siete le-giones. Una legión tenía diez cohortes. Por ende, siete legiones reunían setenta co-hortes. Sin embargo, al referirse a la formación del cuadro defensivo, indica que cada lado tenía doce cohortes, o sea, un total de cuarenta y ocho cohortes. Esto significa que en la batalla no estaba la totalidad del ejército romano. Ello no debe sorprender, puesto que el ejército en marcha debe dejar guarniciones que cubran la ruta de abaste-cimientos. Asimismo, es indudable que había romanos en la ciudad de Carrhae,97 que

92 Ibidem, p. 381; D. CASIO, 2004, p. 215.

93 PLUTARCO, 2017, p. 389.

94 D. CASIO, 2004, p. 216.

95 Ibidem, p. 217; PLUTARCO, 2017, p. 387.

96 PLUTARCO, 2017, p. 394.

97 D. CASIO, 2004, p. 217.

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debieron llegar con el ejército de Craso y luego no participaron de la batalla campal. A ello debe agregarse que no necesariamente las cohortes contaban con el cien por ciento de los efectivos que su plantilla suponía. Por ejemplo, en la batalla de Farsalia, César tenía ochenta cohortes con veintidós mil hombres,98 un promedio de doscientos setenta y cinco hombres por cohorte, mientras que Pompeyo tenía ciento diez cohor-tes con cuarenta y cinco mil hombres, un promedio de cuatrocientos nueve hombres por cohorte.99 Por otra parte, cabe destacar que las unidades de Craso habían sido reclutadas para dicha campaña y no habían tenido un gran desgaste hasta el momento de la batalla.

No hay duda de que se trató de una gran derrota para Roma. Sin embargo, el número de bajas parece demasiado elevado, considerando las deserciones de los au-xiliares, que no participó la totalidad del contingente romano, que no necesariamente las legiones estaban al ciento por ciento de su potencial humano y que, según César, Pompeyo utilizó legiones retiradas de Siria durante la guerra civil100 (Delbrück sostie-ne que fueron dos, formadas con los supervivientes de la campaña de Craso).101

Plutarco refiere que Craso contaba con cuatro mil hombres de infantería ligera y cuatro mil jinetes. Sin embargo, en los relatos de Dion Casio y Plutarco apenas cum-plen algún papel en la batalla.

Considerando que las tropas auxiliares fueron reclutadas en Siria y Osroene, que tropas de ese origen integraron el ejército romano por siglos como arqueros y honderos, es muy llamativo que algunos millares de arqueros y honderos no le hu-bieran acertado a nada, que no hubiesen producido daño en el ejército parto. Ello es más llamativo aún si consideramos un bajo nivel de disparos por minuto, por ejemplo, cuatro; en un minuto cuatro mil arqueros y honderos hubieran podido lanzar dieciséis mil proyectiles a adversarios que se acercaban a 50 metros de la formación romana. ¿No causaron ningún daño a los partos? ¿Qué pasó con los auxiliares?

Las tropas ligeras árabes desertaron antes de la batalla, aunque no resulta claro si participaron siquiera de la campaña del año 53 a. C.102 Ya en territorio parto, si los auxiliares y la caballería encabezaban la columna romana, formaban parte del contin-gente que al mando de Publio Craso enfrentó al ejército de Surena en primer término

98 C. J. CÉSAR, 2016, p. 383.

99 Idem.

100 Ibidem, p. 345.

101 H. DELBRÜCK, 1990, p. 443.

102 D. CASIO, 2004, p. 214.

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y fue aniquilado. Los auxiliares comandados por Abgaro desertaron y se pasaron al bando parto. Los pocos auxiliares y caballería restantes no pudieron tener un rol rele-vante en la batalla.

Resulta lógico suponer que la mejor formación que pudo haber adoptado Craso es la que Plutarco atribuye a la propuesta de Casio Longino: una larga línea con la ca-ballería en los flancos para evitar ser envueltos que Craso habría ordenado formar para luego modificar103. Sin embargo, Craso no sobrevivió para dar su versión, y sí Casio Longino. No parece aceptable que con un ejército de caballería enemigo a la vista, el contingente romano cambiase de formación de modo tan drástico, considerando que tal modificación podía emplearle un prolongado tiempo, teniendo en cuenta que la infantería legionaria puede estimarse en alrededor de veinte mil hombres.

Tampoco parece plausible el movimiento que Plutarco asigna a Publio Craso en el medio de la batalla –cargar con su caballería gala, ligera y sin protección, contra un enemigo que ya había visto en acción y sabía contaba con la ventaja de dañar a dis-tancia, sin que los romanos pudieran acercárseles. Publio Craso, si bien joven, tenía una amplia experiencia adquirida en las Galias. César le reconoció la conquista de Aquitania, que representaba un tercio de la nueva provincia.104

En la batalla en la que César derrotó definitivamente a Ariovisto, Publio Craso, que estaba al mando de la caballería, advirtió que los germanos habían comprometido el flanco izquierdo del ejército romano y, por propia iniciativa, desplazó la tercera línea romana hacia dicho flanco por lo que logró poner en fuga al enemigo y decidir así el resultado de la batalla.105 Con esta última acción, Publio Craso demostró contar con la inteligencia necesaria para luchar contra lo inesperado, lo que Clausewitz llama coup d’oeil, que refleja la acertada apreciación de la situación a la vista.106 Parece poco creí-ble que una persona con ese palmarés cometiera tal error, lo que permite sostener que el hijo de Craso murió al inicio de la batalla al mando de la vanguardia, como afirma Dion Casio, y no en la forma que describe Plutarco.

Meses después de la batalla de Carrhae, los partos invadieron a su vez Siria, atacando Antioquía y Antigonia, donde fueron rechazados por las tropas romanas al mando de Casio Longino.107

103 PLUTARCO, 2017, pp. 378-379.

104 C. J. CÉSAR, 2008, pp. 54-57.

105 Ibidem, pp. 31-32.

106 C. von CLAUSEWITZ, 1968, p. 86.

107 D. CASIO, 2004, p. 220.

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7. Augusto recupera las águilas

El desastre de Carrhae quedó grabado en la memoria romana108 pese a que las poste-riores penetraciones partas fueron rechazadas. César estaba pensando preparar una campaña contra los partos cuando fue asesinado,109 y Marco Antonio guerreó contra ellos, pero fracasó en su intento110.

Luego de la última guerra civil del siglo I a. C., Octaviano, devenido único se-ñor del mundo romano, puso sus ojos sobre el oriente y los partos. Ante la posibilidad de que “toda la fuerza del imperio romano” cayese sobre ellos, los partos devolvieron los estandartes, ofrecieron rehenes reales111y firmaron un pacto que estableció los de-rechos de romanos y partos sobre Armenia, según el cual esta sería gobernada por un rey de la familia de los Arsácidas pero recibiría su investidura de Roma. Este acuerdo fue muy importante estratégicamente para Roma, porque consagraba la neutralidad de Armenia, sacaba a las tropas partas de allí y las alejaba de las regiones escasamente defendidas de Asia menor y Siria.112

8. El día después

La rivalidad con los partos prosiguió por los siguientes doscientos cincuenta años hasta la caída de la dinastía Arsácida y el ascenso al poder de los Sasánidas, que representaron una amenaza muy superior, al tener como confeso objetivo lograr su dominio sobre los antiguos territorios controlados por la dinastía persa Aqueménida,113 entre ellos, los te-rritorios romanos de Anatolia y Siria, pero ello excede el alcance de este trabajo.

La frontera con el reino parto quedó estabilizada teniendo a Armenia como “estado tapón”114 y campo de batalla de numerosas crisis entre ambos poderes. Roma empleó a estados “clientes” no solo para obtener auxiliares, sino también para ocu-parse directamente de la primera línea de defensa contra los partos. La frontera entre los territorios romano y parto discurrió por el cauce del alto río Éufrates para seguir luego una línea sin accidentes naturales a través del desierto de Siria. La frontera fue

108 M. VALERIO; EUTROPIO, 1909, p. 42; OROSIO, s/f, p. 126.

109 PLUTARCO, 2017, p. 195.

110 Ibidem, p. 182.

111 OROSIO, s/f, p. 159 ; C. S. TRANQUILO, s/f, p. 64.

112 E. LUTTWAK, 2013, p. 26.

113 P. CRAWFORD, 2014, pp. 12-14.

114 E. LUTTWAK, 2012, p. 47.

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fortificada, no solo dotando a las ciudades de relevantes murallas, sino también esta-bleciendo en el limes oriental numerosos fortines, además de fortalezas legionarias y hasta sencillas torres para custodiar vados, fuentes y puentes. También se incrementó progresivamente el número de legiones estacionadas en la frontera del este: tres con Augusto, cuatro bajo Tiberio, seis con Vespasiano, siete con Trajano, ocho con Anto-nino Pío, diez con Caracalla y doce con Aureliano.115

En cuanto a las ofensivas romanas, cuando fueron llevadas a cabo por jefes capaces, Corbulón, Trajano, Lucio Vero116 y Septimio Severo, obtuvieron buenos re-sultados. Los contingentes eran mucho más numerosos que el empleado por Craso y la preparación más dedicada. Además de las legiones de infantería pesada, contaban con fuertes contingentes de caballería e infantería ligera dotada con arqueros y honderos.

Los arqueros a pie normalmente podían arrojar sus proyectiles a mayor distan-cia que los arqueros montados.117 No debe desdeñarse la importancia de los honderos. En un reciente trabajo basado en excavaciones en la antigua ciudad de Asso (España) sitiada durante la guerra civil entre César y Pompeyo, se sostuvo que, según el tipo de honda, los alcances variaban entre los veinte y los doscientos metros, con proyectiles arrojados que causaban más estragos que las flechas.118

El tamaño y características del territorio parto convertían esas ofensivas en una muy exigente empresa, que tomaba años. Por ello, solo podían ser realizadas por el emperador ro-mano en persona, y pocos estuvieron dispuestos a ello. Consecuentemente, los romanos no lograron que los escurridizos partos fueran definitivamente vencidos ni los partos pudieron impedir que los romanos invadiesen, transitasen su territorio y saqueasen sus ciudades.119

9. Reflexiones finales

¿Eran invencibles los partos? Como sostiene Dion Casio, el mérito de los partos, en confronte con los romanos, fue no haber sido jamás sometidos, dado que no arreba-taron a Roma ningún territorio, perdieron en ocasiones parte del suyo y su capital fue arrasada en varias ocasiones por ejércitos romanos.120

115 Y. LE BOHEC, 2007, pp. 240-241.

116 Los comandantes en el campo fueron Marco Prisco, Marcio Vero y Avisio Casio.

117 A. GOLDSWORTHY, 2000, p. 135.

118 F. BALLESTA. 2005.

119 A. GOLDSWORTHY, 2000, p. 135-136.

120 D. CASIO, 2004, p. 210.

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Las causas de la derrota romana en Carrhae deben atribuirse al deficiente mando de las tropas y a la mala planificación de la campaña. Como decía Napoleón: “No hay malos soldados, hay malos oficiales”.

Craso incurrió en buen número de importantes errores. Habían pasado más de tres lustros desde su última campaña militar y es probable que ello influyese en la descuidada dirección de la invasión a Partia.

Comenzando por los errores estratégicos, como señala Plutarco en primer lugar, la campaña misma.121 Volvió a equivocarse al detener la invasión en el año 54 a. C. y retirarse a Siria, lo que dio tiempo al enemigo para reaccionar y preparar su mejor defensa.

La campaña de Craso revela que la relación con los estados clientes o aliados orientales era, por ese entonces, muy endeble. Evidentemente, o no lo advirtió o lo minimizó. Los romanos ya tenían experiencia en deserciones de aliados cuyo vínculo era reciente, como ocurrió, por ejemplo, en la segunda guerra púnica tras la derrota de Cannas, luego de la cual abandonaron a Roma, los atelanos, cayatinos, hirpinos, parte de Apulia, samnitas, brucios, lucanos, uzentinos, tarentinos, metapontinos, crotonienses, locrios y los galos cisalpinos,122 todos con recientes enfrentamientos con los romanos. La defección de los aliados comprometió la campaña, ya que privó al ejército romano de la caballería e infantería ligeras, complementos indispensables para neutralizar las ventajas de los partos. La confiabilidad de los aliados fue objeto de especial atención en lo sucesivo, lo que no evitó desastres como el de Teutobur-go,123 por una traición similar a la previa a Carrhae. Con el tiempo, tales experien-cias quedaron cristalizadas en la recomendación contenida en el Strategikon, según la cual los aliados con afinidad étnica con el adversario debían ser apartados del ejército y enviados a otra parte antes de la batalla para evitar cambios de bando en momentos críticos.124

Evidentemente, la inteligencia romana sobre el enemigo fue muy pobre. Des-conocía las características de su enemigo, el terreno y el clima125 donde debía actuar. Los consejos que se atribuyen a Abgaro debían complementarse con información de campo y ello no ocurrió, a punto tal que la vanguardia de la columna romana fue em-

121 PLUTARCO, 2017, p. 370.

122 T. LIVIO, 1992, p. 265.

123 J. F. C. FULLER, 2010, p. 307.

124 MAURICIO, 2013, p. 82.

125 SUN TZU, 2016, p. 84.

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boscada y destruida, lo que revela la ignorancia de la ubicación, número y rumbo del enemigo. Craso siguió un camino que lo llevó al terreno elegido por el enemigo y a luchar dónde y cuándo quisieron los partos.

Tampoco fue feliz la formación adoptada por los romanos, el cuadro, que facilitó el despliegue parto de su táctica habitual de asalto mediante el uso de armas arrojadizas –con las que superaban en alcance a las romanas–, cuando ya era conocida la formación más ex-tendida en una sola línea. Los romanos sabían que frente a un enemigo que empleaba armas arrojadizas era fundamental la velocidad y la reducción de la distancia entre los ejércitos para poner al rival al alcance de las armas romanas. Años antes, Pompeyo había ordenado a sus tropas cargar a la carrera en Iberia (Asia menor).126 Craso fracasó en este aspecto.

El cuadro era adecuado para enfrentar a la caballería pesada, pero no a los ar-queros. Un problema similar al de los cuadros de infantería en las guerras napoléoni-cas. Podían rechazar a la caballería, pero eran diezmados por la artillería.

La marcha acelerada a la que hace referencia Plutarco pudo contribuir a des-gastar innecesariamente a sus tropas. Sin embargo, ni el calor ni la sed influyeron en la batalla, ya que durante todo el día, la formación romana se mantuvo estoicamente y la disciplina no se quebró, pese a la notoria adversidad que enfrentaban los legionarios.

La ausencia de una cadena de mando clara, por la inacción de Craso durante la batalla también derivó en una retirada absolutamente desordenada, pese a que los partos se habían alejado voluntariamente del campo de batalla. Sin embargo, las mismas tropas supervivien-tes rechazaron a los partos en Siria bajo el mando de Casio Longino poco tiempo después.

La actuación de los partos se vio facilitada por su inteligencia, que habría sido ala-bada por Sun Tzu127 y por la torpeza mostrada por Craso. De todos modos, vencieron a un ejército que al menos los doblaba en número y rechazaron la invasión. El premio para Surena fue ser asesinado por su desconfiado monarca, envidioso de su gloria.128

Los errores cometidos por Craso fueron subsanados en las posteriores ofensivas romanas, donde los partos fueron reiteradamente vencidos, pero no conquistados. El he-cho que los romanos jamás hubiesen conquistado Partia obedece a los siguientes motivos.

El poder “disperso” parto. Debido a su sistema político, la caída de la capital no significaba el derrumbe del gobierno, ni la toma de ciudades implicaba destruir las fuentes de reclutamiento, ya que la población era mayormente rural. Por otra parte, las campañas se desarrollaban en la Mesopotamia, y quedaba a salvo la planicie irania, que constituía la mayoría del reino parto.

126 A. GOLDSWORTHY, 2010, p. 202.

127 SUN TZU, 2016, p. 101.

128 PLUTARCO, 2017, p. 397.

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Las enormes distancias del territorio parto, que debían sumarse a las ya colosales di-mensiones del resto del imperio romano, hacían imposible el control eficaz del te-rritorio de la Mesopotamia, como advirtió sagazmente el emperador Adriano tras la victoriosa campaña de su predecesor Trajano. Sencillamente, no era posible destinar las tropas necesarias para guarecer las sobreextendidas fronteras y en campaña, las dilatadas líneas de abastecimiento. Los partos no fueron la única preocupación de los romanos. Las fronteras europeas, el Danubio y el Rin, también requerían fuertes con-tingentes para su custodia.

Los romanos lograron neutralizar a los partos adoptando parte de sus métodos de combate (armas arrojadizas y caballería), combinándolos con su propia infantería pesada, pero durante la Antigüedad y la Edad Media, los pueblos de origen nómade, que combatían preponderantemente a caballo y utilizaban el arco compuesto, tenían ventaja sobre las tropas que combatían a pie e, inclusive, con caballería, pero sin la alta movi-lidad de los pueblos esteparios. Ello volvió a ocurrir con los hunos129 y los mongoles.130

Por tales motivos, pese a avances y retrocesos temporales, la frontera entre Roma y Partia se mantuvo estable, geográficamente hablando, durante la convivencia de ambos poderes.

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129 E. LUTTWAK, 2012, p. 33.

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