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LA ANTROPOLOGÍA SOCIAL EN LA PLANIFICACIÓN DEL ESPACIO URBANO: EL CASO DE LA CIUDAD DE LUCENA (CÓRDOBA)
Elías Zamora Acosta
Profesor del Departamento de Antropología Social de la Universidad de Sevilla. Dirección:
Departamento de Antropología Social, Facultad de Geografía e Historia, Universidad de Sevilla, María
de Padilla, s/n, 41004 Sevilla. E-mail: [email protected]. Página Web:
http://www.personal.us.es/ezamora
El texto que sigue es uno de los resultados de la colaboración que, desde hace cinco años, se
mantiene entre el Ayuntamiento de la ciudad de Lucena (Córdoba) y el grupo de investigación
«Cultura, ecología y desarrollo de pequeños territorios» (Grupo SEJ-377 del Plan Andaluz de
Investigación), del que es responsable el autor de esta comunicación. En este caso se trata de
algunas de las conclusiones del proyecto de investigación denominado “Las Ciudades de la Ciudad:
fundamentos sociales y culturales para la reorganización territorial de la ciudad de Lucena”, realizado
a instancias del consistorio lucentino para cumplir con una de las recomendaciones señaladas en
Plan Estratégico de la ciudad, en cuya elaboración y redacción colaboró asimismo este Grupo de
Investigación. Esta presentación de un proyecto realizado por antropólogos a petición de una
institución municipal servirá de argumento para una breve reflexión sobre el papel que la antropología
puede desempeñar en proyectos de cambio planificado.
1. Planificación estratégica del cambio en la ciudad de Lucena
1.1. Lucena una ciudad en transformación
Localizada en las estribaciones de la cordillera subbética, en la provincia de Córdoba, la ciudad de
Lucena cuenta en la actualidad con una población próxima a los 40.000 habitantes, resultado del
incesante crecimiento demográfico experimentado por el municipio desde 1975. Este crecimiento es
la consecuencia del asimismo continuo aumento de la actividad económica que ha vivido la ciudad en
el mismo período. Efectivamente, Lucena había sido hasta ese momento una típica agrociudad de las
que son comunes en esta zona septentrional de la provincia de Córdoba; del mismo tipo que Cabra,
Puente Genil o Aguilar de la Frontera. Su actividad económica se fundamentaba en el cultivo del
olivar, al que acompañaba una modesta industria de fabricación de objetos semiartesanales de
bronce (velones) y una incipiente carpintería. A partir de mediados los años setenta del pasado siglo,
el panorama de la ciudad experimentó un cambio radical. De un lado, un grupo de vecinos constituyó
una sociedad cooperativa destinada a la producción de máquinas frigoríficas para uso en
instalaciones de hostelería y, de otro, el desarrollo turístico de la Costa del Sol incidió indirectamente
en la población al recibir algunos de sus carpinteros el encargo de la fabricación de muebles para el
equipamiento de hoteles y apartamentos. Ambas industrias crecieron incesantemente hasta nuestros
días, hasta el extremo de que se han convertido en el principal soporte económico de la población
desplazando a la agricultura y a la industria tradicional, y en el sector de actividad predominante en el
municipio. Hoy Lucena es un referente andaluz en la fabricación de muebles, y la industria de frío
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industrial se ha convertido en una de las principales suministradoras maquinaria a establecimientos
de hostelería España y de la Unión Europea, y establecido alianzas estratégicas con las industrias del
Grupo Mondragón que es el referente estatal en la producción de electrodomésticos de línea blanca y
en algunas gamas de equipamiento hostelero.
Este crecimiento económico sostenido ha transformado drásticamente el panorama humano y urbano
de la ciudad1. Demográficamente la ciudad ha crecido desde 1975 a un ritmo incesante y superior al
de las localidades vecinas y de la provincia de Córdoba, siendo además en la actualidad un lugar de
fuerte atracción de inmigrantes hasta el punto de que los que disponen de documentación constituyen
el 4% de los vecinos del municipio. Económicamente la explosión industrial ha incrementado
notablemente la tasa de actividad –sólo entre 1986 y 1991 las tasas de ocupación aumentaron un
23,49% frente al 5,9% de la provincia de Córdoba o el 4,6% de la Comunidad Autónoma de
Andalucía– y acrecentado la renta familiar disponible por habitante hasta situarla en 2003 en el
mismo nivel que la media andaluza y por encima de la que disponen los municipios vecinos. Ambas
situaciones han tenido como consecuencia el incremento continuado del número de viviendas, por lo
que los sectores de la construcción y de intermediación inmobiliaria suponen también dos de los
pilares de la actividad económica local.
Figura 1: Núcleo urbano de Lucena
1 La información pormenorizada sobre indicadores básicos del municipio se puede encontrar en el Sistema de Información Territorial de Andalucía (SIMA), disponible en Internet en la dirección http://www.juntadeandalucia.es/institutodeestadistica/sima/index2.htm.
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La estructura social de la ciudad ha sufrido asimismo un notable cambio en el último cuarto de siglo,
desplazando de las posiciones preeminentes de la sociedad local a los propietarios de la tierra, un
lugar que ha sido ocupado por el grupo emergente de los nuevos industriales. Este cambio se ve
reflejado en el complejo ritual que se construye en torno a la actividad religiosa conocida como
santería, en el que desempeñar el puesto de manigero –responsable o conductor– de un trono
procesional, que lleva aparejada una alta inversión económica para costear la salida procesional de la
imagen así como para agasajar al grupo de santeros que portarán el trono durante la misma, implica
la consolidación social de la posición del empresario que acumula de este modo capital simbólico2
mediante la inversión de parte de las ganancias que ha obtenido con su actividad3.
La rápida transformación experimentada por la ciudad ha dado lugar a consecuencias no siempre
deseables ni beneficiosas para el bienestar de los ciudadanos y el futuro del municipio. La rápida e
imprevista expansión de la actividad industrial hizo que las fábricas y almacenes se ubicaran
desordenadamente en el casco urbano y en parcelas del término municipal anteriormente de uso
agrícola. Por otro lado, como resultado del crecimiento demográfico, el núcleo urbano creció no
siempre ordenadamente y, sobre todo, sin una planificación que tuviera en cuenta el futuro de la
ciudad y de sus habitantes. Finalmente, las transformaciones experimentadas en la actividad
económica convirtieron la agrociudad en una ciudad industrial que, sin embargo, ha continuado
manteniendo algunos patrones culturales que no son propios de esta nueva sociedad. Esto es, a
pesar del crecimiento económico experimentado, Lucena presentaba a comienzos del siglo XXI
signos de debilidad que podrían poner en riesgo los logros alcanzados hasta este momento.
1.2. El proyecto de planificación estratégica
Estas circunstancias llevaron al gobierno municipal elegido en el año 1999 a tomar iniciativas que
condujeran no sólo a la consolidación económica de la ciudad sino también, y de forma no menos
importante, a la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, de modo que Lucena se situara
en condiciones de hacer frente a los retos que plantea la nueva sociedad global. La iniciativa
municipal tomó la forma de un Plan Estratégico4 cuyos objetivos eran el desarrollo integral y
sostenible del municipio. Desde la Oficina del Plan se encargó al autor de esta ponencia y al Dr.
Carlos Román del Río, director en ese momento del Instituto de Desarrollo Regional (fundación
universitaria adscrita a la Universidad de Sevilla), la elaboración de un documento en el que se
sentaran las bases del proceso de desarrollo que entonces se iniciaba. El resultado fue un documento
de trabajo en el se diseñaban las líneas maestras del Plan, sus fundamentos teóricos y
2 El concepto de capital simbólico es utilizado aquí en el sentido que le fue asignado por Pierre Bourdieu (1990, 2001). Bourdieu explica cómo pueden transformarse capitales y especialmente cómo el capital económico puede ser convertido en capital simbólico o cultural. 3 Un interesante estudio sobre este aspecto del cambio en los protagonistas sociales de la santería como consecuencia de las transformaciones socioeconómicas experimentadas por Lucena fue realizado entre 2002 y 2003 por las antropólogas Ana P. Franco Blanco y Mª del Rosario Rodríguez Adorna (bajo la supervisión de Elías Zamora Acosta) a través del proyecto de investigación «Santería y nuevo empresariado en el municipio de Lucena: continuidad formal y resignificación en un sistema de asignación de estatus», financiado por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía a través de la Dirección General de Bienes Culturales (Franco y Rodríguez, 2006) 4 Las líneas básicas del Plan de pueden ver el portal de Internet del Ayuntamiento de Lucena (http://www.aytolucena.es).
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metodológicos, y la estrategia a seguir en la Fase de Diagnóstico, a la que debían continuar las de
Posicionamiento Estratégico, Definición de Proyectos y Ejecución (Román y Zamora, 2001).
En este documento se fijaron algunos de los principios que debían regir el Plan, que se resumen en
las siguientes líneas: a) Los territorios –y sus habitantes– no se encuentran aislados, sino que
mantienen con su entorno relaciones de número e intensidad variables; b) los grupos humanos viven
en condiciones de incertidumbre que es mayor cuanto más rápido sea el ritmo de cambio del sistema
global, y mayor la dependencia que tengan del entorno: la disminución de la incertidumbre deviene en
una mejora de la calidad de vida general de una sociedad; c) la adaptabilidad de una sociedad es
proporcional a su capacidad creativa, esto es, a la capacidad de imaginar soluciones nuevas para los
nuevos problemas que el entorno genera; d) los procesos de desarrollo de un territorio han de ser
coherentes con su entorno natural, social y económico, y con las características socioculturales de
sus habitantes; y e) la definición de cuáles sean los objetivos de un proceso de desarrollo, esto es, las
condiciones aceptables de vida para sus habitantes, ha de realizarse en el mismo territorio, y
dependen de variables diversas de naturaleza histórico-cultural.
De este planteamiento se derivaron los principios metodológicos que debían regir el Plan:
especificidad, horizontalidad, complementariedad y creatividad social. Desde esta perspectiva, el Plan
debía construirse desde el principio de la participación activa de los ciudadanos que habrían de
constituirse en protagonistas del proceso, identificando los problemas con los que la ciudad se
encuentra, definiendo las metas a lograr y las vías para conseguirlo.
La elaboración del Diagnóstico fue realizada por un equipo multidisciplinar5 y se plasmó en un
extenso documento en el que se identificaron los problemas con los que se enfrentaba la ciudad y se
diseñaban las líneas maestras que debía seguir el Plan para alcanzar los objetivos que se
perseguían. Para los objetivos que pretende esta comunicación es suficiente decir que en el plano
económico se recomendaba la mejora de la organización empresarial y de los sistemas productivos,
así como la introducción de las empresas lucentinas en la nueva economía, además de la mejora de
la formación de técnicos y trabajadores; en el ámbito sociocultural se proponía el aumento del capital
social tanto en lo que tenía que ver con las organización de los productores y comerciantes como en
el resto de los campos de la sociedad civil, lo que permitiría incrementar las redes sociales y una
mayor efectividad de las acciones que se emprendieran6. Para la mejora de la capacidad creativa se
propusieron reformas en las políticas culturales municipales y una mejora de los equipamientos que
permitieran la participación activa de los vecinos en actividades de fomento.
5 En este equipo participaron economistas de la Universidad de Córdoba, de la Institución Universitaria ETEA de Córdoba y el citado Instituto de Desarrollo Regional de la Universidad de Sevilla, además de dos antropólogas (Ana P. Franco Blanco y Mª del Rosario Rodríguez Adorna) del grupo de investigación «Cultura, ecología y desarrollo de pequeños territorios» de la Universidad de Sevilla que bajo la dirección del autor se encargaron del análisis de las condiciones sociales y culturales para el desarrollo del municipio. 6 En los últimos años la experiencia muestra que el incremento del capital social es una de los factores que intervienen en el éxito de los procesos de desarrollo territorial (Kliksberg, 1999). El concepto de capital social es utilizado por diversos autores con significados también distintos (Portes, 1998, Bourdieu, 1990; Coleman, 1988; Putnam, 1993); en este estudio se ha trabajado con las perspectivas combinadas de Bouerdieu y Coleman.
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Un aspecto que recibió especial atención en el diagnóstico y en la opinión de los vecinos que, en
número superior a 5.000 participaron en el proceso de análisis de las condiciones locales para el
desarrollo y en la definición de los objetivos, fue el de la organización del espacio urbano. El rápido
crecimiento de la población propició una expansión del núcleo urbano sin ningún orden: en general la
expansión urbana se hizo a lo largo del eje transversal oeste/este, superando la ronda que marcaba
el límite de la agrociudad y en línea con las principales arterias que partían del centro de la ciudad. En
esta dirección el núcleo tiene una longitud total de unos 3.700 m si se tienen en cuenta los espacios
destinados a suelo urbano en el último Plan General de Ordenación Urbana. Argumentando esta
expansión, los vecinos se mueven de un lado a otro de la ciudad en automóvil, y es éste uno de los
problemas destacados por todos: Lucena es una ciudad tomada por el automóvil. Un artefacto con el
que tienen una relación paradójica: aunque son conscientes de que producen un gran malestar en la
vida cotidiana de la ciudad, se jactan de ser la segunda ciudad de Europa en la relación entre
automóviles y vecinos, lo que es para ellos una forma de exteriorizar su satisfacción con el
crecimiento económico del que disfrutan.
1.3. En busca de una nueva organización del espacio urbano
En la fase posterior del plan (Posicionamiento Estratégico) se consideró que la expansión del núcleo
urbano imponía una nueva forma de organización territorial para hacer más eficaz la gestión
municipal que, como se aconsejaba, debería basarse en la democracia participativa. De este modo, la
Oficina del Plan decidió emprender un análisis del territorio de modo que pudiera dividirse el casco
urbano en sectores que facilitaran no sólo la gestión administrativa, sino también los procesos
participativos y las políticas sociales y culturales que debían emprenderse en el futuro para hacer
efectivas el resto de las acciones que se recomendaban. Fue con este objetivo con el que se inició la
investigación cuyos resultados son objeto de esta comunicación. La Oficina del Plan Estratégico de
Lucena nos pidió una propuesta de división del territorio urbano y de ubicación de equipamientos
municipales, especialmente los equipamientos socioculturales que debían valer para lograr varios de
los objetivos propuestos en el Plan: espacio de interacción entre los vecinos y la administración local,
espacio para la acción cultural en busca del fomento de la creatividad social, y sede de asociaciones
ciudadanas de diverso tipo.
2. Las ciudades de la ciudad
El estudio se formalizó en un proyecto de investigación titulado «Las ciudades de la ciudad:
fundamentos sociales y culturales para la reorganización territorial de la ciudad de Lucena». El
objetivo era proponer una división territorial que al mismo tiempo fuera útil para la gestión municipal y,
a través de la construcción de un centro representativo (los centros socioculturales) se constituyeran
en espacios de referencia para los vecinos, barrios con los que sus habitantes se sintieran
identificados y fueran la base para la organización ciudadana y su participación en la gestión de lo
público. Esta resultaba una cuestión fundamental dado que la ciudad presenta en la actualidad un
panorama excesivamente fragmentario que impide una correcta organización de los procesos
participativos, que son una de las claves de la nueva gobernanza que el equipo de gobierno municipal
5
quiere imponer en su gestión. En efecto, Lucena cuenta en la actualidad con 17 asociaciones de
vecinos, a veces representativas de poco más de una calle y que en muchos casos no son otra cosa
que organizaciones al servicio de los intereses de un grupo reducido de vecinos; una fragmentación
que impide la ordenación de cualquier proceso participativo. Era preciso, entonces, diseñar espacios
que tuvieran la potencialidad de ser reconocidos como propios por los vecinos y que, al mismo
tiempo, sirvieran como aglutinadores del movimiento vecinal para hacer posible la gestión
participativa. Cada uno de esos territorios debería contar con un centro sociocultural de referencia.
El proyecto se planteó el objetivo de alcanzar una delimitación territorial que fuera al mismo tiempo
territorialmente homogénea, demográficamente equilibrada y socialmente integradora, tratando de
evitar de este modo la segregación de espacios que comienza a fraguarse en las zonas de expansión
de la ciudad posteriores a la década de los ochenta del siglo pasado, ya sea por su carácter elitista o
por alojar a los vecinos de menor capacidad económica y en grave riesgo de exclusión en una
sociedad que –a pesar de su reducida dimensión– ya comienza a tener todas las característica de las
grandes urbes. Asimismo, esta delimitación territorial debía tener una escala que fuera percibida por
los vecinos como apropiada para ser recorrida a pie, donde todo se considerara cercano.
El estudio se fundamentó en el principio de que la ciudad no es sólo un espacio físico, y que la
territorialidad es una construcción social en la que las características geográficas del espacio no son
más que una de las múltiples variables que han de tenerse en cuenta. El territorio, el lugar físico de
un pueblo con historia, es el resultado de las relaciones dialécticas entre la geografía, la historia, las
estructuras sociales y económicas, y la cultura de sus habitantes, de modo que, como afirmaba José
Luis García hace ya treinta años, ninguna planificación territorial puede hacerse sin tener en cuenta la
significación cultural que tiene para sus habitantes: “tiene que estar dispuesta a ser tan minuciosa y
múltiple como los significados que los hombres dan a los sustratos geográficos donde viven” (García,
1976: 344-346). En esta línea, el proyecto pretendió elaborar una nueva distribución territorial de
Lucena basándose en cuatro principios: 1) la construcción histórica de la ciudad, y el modo en que
ésta quedaba plasmada en el callejero y en sus lugares simbólicos; 2) la topografía urbana, esto es la
distribución física del espacio –las plazas, las calles y avenidas, los conjuntos residenciales…–; 3) la
distribución física de la población, de modo que los espacios resultantes fueran en la medida de lo
posible demográficamente homogéneos; 4) y finalmente, aunque no menos importante, lo que podría
denominarse como la “topografía cultural”, esto es, el modo en que los lucentinos se proyectan en el
espacio reconociéndolo y organizándolo, haciéndolo parte de su vida y de su forma de comportarse,
identificándose con él e identificándolo con ellos.
La investigación se llevó a cabo, a lo largo del año 2005 y parte del 2006, por un equipo7 formado por
el autor, dos antropólogos y un geógrafo. La información se obtuvo fundamentalmente mediante la
utilización de técnicas cualitativas (entrevistas abiertas, entrevistas semidirigidas y cuestionarios con
respuestas abiertas, observación sobre el terreno…), complementadas con información estadística 7 El equipo estuvo formado por la antropóloga Elisa Durán Arrieta, el antropólogo Israel Cervantes Martínez y el geógrafo Luis Galindo Pérez de Azpillaga, bajo la dirección del autor.
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fundamentalmente de carácter demográfico, análisis cartográfico y documentación municipal. Parte
de la información fue tratada posteriormente mediante la utilización de Sistemas de Información
Geográfica (SIG).
3. Una nueva organización territorial de Lucena
Las páginas que siguen se dedican a mostrar los resultados de la investigación y la propuesta
realizada al Ayuntamiento de Lucena para la nueva organización del espacio urbano.
3.1. El núcleo urbano y la distribución de la población
El núcleo urbano de Lucena tiene una clara estructura radiocéntrica, con un centro que se sitúa en la
Plaza Nueva y su entorno, que es también el centro simbólico de la ciudad. Desde este centro se
produce una primera expansión hasta las rondas antiguas y luego un continuo urbano que se
organiza a partir de lo que fue este primer límite. El conjunto edificado ha tenido un crecimiento
desigual, expandiéndose fundamentalmente en el eje oeste/este, ya que hacia el sur las primeras
estribaciones de la Sierra de Araceli han actuado como una barrera física de carácter natural,
impidiendo el desarrollo de la ciudad en esta dirección. Una referencia de distancias en esta
orientación son los Jardines de Antonio Villa, que se encuentran situados a unos 768 m de la Plaza
Nueva (eje central del municipio) siendo la menor distancia radial en todo el continuo urbano. Hacia el
norte, el límite está señalado por la línea de ferrocarril que transcurría desde Campo Real hasta
Espeluy, actualmente desmantelada y transformada en vía verde, ya que el arroyo Lucena, que fue
una barrera natural primitiva, ha sido claramente superado por el avance de la edificación. La
distancia desde la Plaza Nueva hasta el final de la calle del Ferrocarril es de 1.324 m. El crecimiento
urbano ha sido mayor en las otras dos direcciones: hacia el este la distancia que se alcanza desde la
Plaza Nueva es de 2.202 m, configurándose como el recorrido radial superior y la dirección por la que
es forzosa la expansión posterior; y hacia el oeste la carretera N-331 constituye una barrera física, no
permitiendo la expansión más allá de los 1.564 m hasta ahora construidos. La mayor distancia en el
eje oeste/este es de 3.724 m, mientras que en el eje norte/sur es de 2.220 m.
La superficie edificada, el núcleo urbano, ocupa de forma global unas 600 Ha. De este total, casi 98
Ha corresponden al centro antiguo de Lucena con una tipología de manzanas compactas y elevada
densidad de población. Las 500 Ha restantes son del conjunto urbano exterior. Sin embargo, en este
ultimo el entramado de las manzanas no es tan homogéneo y se puede apreciar además la aparición
de inmuebles más dispersos y abiertos, provocando que en estas nuevas zonas la densidad de
viviendas y de establecimientos de servicios sea menor que en el casco antiguo. También es en estas
zonas exteriores donde aparecen más parcelas dedicadas a equipamientos escolares, deportivos o
sanitarios, y a zonas verdes.
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Figura 2: Distribución de la población en Lucena
En este espacio urbano la población se distribuye de una manera muy desigual. El tratamiento de la
información demográfica utilizando como base la división del municipio en distritos y secciones
censales, resulta bastante esclarecedor. La representación gráfica de la cantidad de habitantes que
muestra la Figura 2 resulta sin embargo engañosa. Si se transforman las cifras absolutas en
cantidades relativas de habitantes por unidad de superficie, la representación gráfica refleja mucho
mejor la realidad de la distribución de la población en el núcleo urbano (Figura 3).
Como se observa, Lucena mantiene en el centro, esto es en la parte de casco urbano contenido en el
interior de las rondas, mayor densidad de población que en toda la expansión más reciente fuera de
éstas. En este aspecto tiene un comportamiento demográfico diferente del que es normal en las
grandes ciudades, dado que los cascos antiguos suelen estar construidos con edificios de dos o
hasta tres niveles, mientras que en las zonas de expansión posteriores a la década de los sesenta del
pasado siglo se han venido construyendo edificios de más de cuatro niveles. Esto parece ser
consecuencia tanto de que Lucena es una urbe en una fase de transición entre la agrociudad y la
urbe industrial, como de que la expansión, aunque urbanísticamente un poco desordenada en alguna
de sus fases, se ha hecho evitando altas concentraciones de población y con alturas medianas.
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Figura 3: Densidad de población por distritos censales
Más allá del casco antiguo, la zona más poblada es la conocida generalmente como
«Quiebracarretas», al oeste de la ciudad. Esta zona se caracteriza precisamente por tener
construcción en altura con gran concentración vecinal que no se ve compensada en términos de
densidad por las plazas y zonas verdes –más abundantes aquí que en otras partes de la ciudad– ni
por la alta dotación de centros escolares. La zona menos poblada es la ancha franja que se extiende
por el norte y este de la ciudad, hasta el Camino de los Poleares. El norte se trata de un territorio de
uso fundamentalmente industrial y de equipamientos (p.e., parque ferial, plaza de toros…), dominado
por el cauce del río Lucena y que va a ser objeto de reorganización, según se desprende de la
documentación proporcionada por la Gerencia de Urbanismo. La zona oriental, entre la carretera de
Rute y el Camino de los Poleares, por la que se proyecta la futura expansión urbana, es en su mayor
parte un territorio ocupado por equipamientos escolares y grandes instalaciones deportivas, entre los
que se encuentran algunas pequeñas barriadas de no muy antigua construcción. Esta distribución
espacial de la población en el casco urbano de Lucena deberá ser una variable a tener muy presente
tanto en el momento de proponer una distribución administrativa del territorio, como al decidir dónde
ubicar los nuevos equipamientos socioculturales municipales.
3.2. Una mirada histórica
El plano de la ciudad de Lucena muestra con claridad cómo ha ido construyéndose a lo largo de la
historia, y cómo las distintas fases de su evolución quedan reflejadas en la trama urbana. Una
perspectiva histórica del espacio de la ciudad parece entonces un ejercicio interesante para entender
la ciudad y para afrontar su reorganización. El plano de Lucena muestra una ciudad que ha pasado
por tres etapas bien diferenciadas y que dan lugar a tres urbes diferentes: una ciudad antigua, que se
mantuvo dentro de límites bien determinados durante todo el Antiguo Régimen; una agrociudad que
se fue construyendo durante el siglo XIX y al menos hasta el segundo tercio del XX; y una ciudad
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moderna que, sin abandonar su vocación agrícola, va conformándose en la actualidad como
consecuencia del desarrollo industrial experimentado en los últimos treinta años. Las tres ciudades se
reflejan claramente en la trama urbana.
3.2.1. La ciudad antigua
La ciudad antigua está construida en torno al centro que supone la Plaza Nueva, flanqueada por la
parroquia de San Mateo, el principal templo lucentino y por la sede municipal. A ese núcleo se suma
el Castillo del Moral, resto de la etapa precristiana situado entre la Plaza Nueva y la Plaza de España,
conocida popularmente como El Coso. A partir de este centro se desarrollan los barrios de la ciudad
antigua que darán lugar a lo que en la actualidad los lucentinos conocen con el centro. Esta ciudad,
de forma ovoide o almendrada, está contenida entre los claros límites que formaban las rondas
históricas hoy convertidas en calles. Hacia el oeste crece un posible primitivo arrabal que se contiene
entre las calles Álamos y Juego de Pelota, que contiene fundamentalmente la antigua alfarería (Las
Tinajerías) y una parte del barrio de Santiago, de posibles antecedentes judíos. En el interior de este
perímetro se encuentran las antiguas casas señoriales y las principales iglesias de la ciudad, que
marcaban los barrios antiguos –San Mateo, Santiago, San Felipe, Santo Domingo, San Martín–, y los
edificios históricos de relevancia. En sus límites, en los arrabales, se sitúan algunos conventos de
órdenes religiosas: San Juan Bautista y El Carmen, al sur, y San Francisco, al norte. El nomenclátor
de las calles de esta parte de la ciudad muestra con claridad su antigüedad: Las Tiendas,
Aguardientería, Arriera, El Peso, Corralas, Almazán, Cepero, Fuente Vieja… En el exterior se sitúan
pequeñas ermitas, ahora insertas en el caserío urbano pero que fueron con seguridad templos
extramuros de esta ciudad antigua: Ermita de Dios Padre, Ermita de Ntra. Sra. de la Aurora. La trama
urbana, como corresponde con un urbanismo en fase formativa, es irregular y de calles angostas,
especialmente en lo que fuera la antigua judería, hoy conocida como barrio de Santiago, y jalonada
por pequeñas plazas o llanetes en los atrios de los principales templos.
3.2.2. La agrociudad
A partir del siglo XIX Lucena experimenta un lento crecimiento que se extiende sobre todo por el norte
y el oeste del casco antiguo primitivo, absorbiendo los terrenos agrícolas circundantes, posiblemente
dedicados a huertas y eras, en los que se habían edificado durante el siglo anterior las ermitas
citadas arriba. Se da lugar así a la ciudad que los lucentinos consideran como la Lucena central, que
es la que los vecinos de más edad conocieron y la que, como veremos, marca la escala de la ciudad
y la percepción de las distancias, la división entre el centro y la periferia. Esta ciudad es exactamente
la que está contenida entre las rondas, con la sola excepción del arrabal de mediados del siglo
pasado que se edificó entre La Calzada y la Puerta de la Mina, y posiblemente en la zona de la Plaza
de la Barrera. En esta parte de la ciudad la trama urbana es más ordenada, y articula su espacio
interior y la comunicación con el exterior por medio de una serie de arterias dispuestas radialmente y
que son continuación de las vías de salida de la ciudad antigua.
3.2.3. La ciudad industrial
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Fuera de los límites que marcan las rondas se extiende la ciudad moderna, que es consecuencia del
crecimiento industrial de Lucena causada por la expansión industrial. Ese crecimiento se ha
producido fundamentalmente en el sentido oeste/este, aunque el sector norte de la ciudad, que tuvo
un uso fundamentalmente industrial y de servicios, va poco a poco convirtiéndose también en
habitacional y comercial, sobre todo en la margen norte de la ronda. El flanco occidental de Lucena,
más allá de la Avenida del Parque, tiene un uso fundamentalmente habitacional, con espacios
dedicados a equipamientos escolares, y ha sido edificado básicamente en altura, por lo que es una
de las zonas más densamente pobladas de la ciudad. El sur, en lo que ha podido ser edificado,
combina viviendas unifamiliares con edificaciones en altura y, con una densidad media en relación
con el resto de la ciudad, se encuentra limitado en su expansión por el desnivel importante que
supone la sierra en la que se encuentra el Monte de Aras. La expansión de la ciudad está planificada
hacia el este, más allá del gran espacio que, desde la calle Juego de Pelota, ha sido dedicado a
equipamientos escolares y a instalaciones deportivas de gran tamaño: campo de fútbol, polideportivo,
piscinas municipales… Esta zona de la ciudad, cuya existencia se debe fundamentalmente a la
planificación realizada desde la existencia de los ayuntamientos democráticos, se edifica con
viviendas unifamiliares adosadas y tiene un urbanismo más geométrico y programado que la
expansión realizada en otras direcciones.
3.3. La percepción cultural del espacio urbano
Los lucentinos tienen de su ciudad una percepción que, si bien en sus aspectos formales puede
coincidir con la de cualquier forastero, en sus aspectos simbólicos y funcionales difiere bastante de la
reflejada arriba y que ha de ser tenida en cuenta en el momento de intervenir en el espacio urbano.
3.3.1. Centro y periferia
Los lucentinos tienen una visión algo contradictoria de la ciudad en la que viven. Conscientes como
son del auge económico de Lucena, que atribuyen a la capacidad de trabajo de los lucentinos, a su
espíritu emprendedor –“muy relacionado con su pasado judío y comerciante”–, que la ha convertido
en un importante centro generador de empleo –“Lucena da de comer a los pueblos de alrededor”–,
consideran que en los últimos años el pueblo ha crecido tanto que se ha convertido en “casi una
capital”. Una ciudad que perciben como la más importante de la provincia: “A Córdoba le quitas
Lucena y se queda en nada”. Pero, por otro lado, consideran que su ciudad mantiene aún las
características propias de un municipio rural, con el ambiente de un pueblo de hace cuarenta años.
Esta visión contradictoria se muestra claramente en la distinción que hacen entre el «centro», que es
tanto como decir el pueblo que fue, y la «periferia». La percepción que tienen los lucentinos de lo que
es el centro de la ciudad varía dependiendo del lugar en que residan y, por lo tanto, de la distancia
que exista entre su domicilio y la Plaza Nueva que es considerada como el verdadero corazón de
Lucena, el centro por antonomasia. Sin embargo, coinciden en que existen unos límites claros entre
el «centro», entendido de una manera amplia, y la «periferia»: el cinturón formado por las rondas y las
distintas plazas que se ubican entre ellas. Este cinturón forma una suerte de frontera, límite simbólico
que no sólo marca la distinción entre la Lucena antigua y la moderna (sobre todo en las expansiones
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realizadas hacia el este y el oeste) sino también, y lo que es más importante, una divisoria para la
alteridad, para distinguir entre un «nosotros» –los lucentinos y la Lucena de siempre– y «ellos», los
vecinos de la nueva Lucena, de barrios como Nelia de las Nieves, El Poli o Quiebracarretas. Sólo las
viviendas ubicadas en la zona conocida como La Barrera, que proceden de una primera expansión
producida en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, parecen quedar libres de un cierto
estigma. Como también, por otros motivos, las viviendas unifamiliares de reciente construcción
ubicadas a las espaldas del jardín del antiguo convento del Carmen, en la margen de la carretera que
sube al monte de Aras, conocidas popularmente como pijolandia, en alusión a las características
socioeconómicas de sus propietarios.
3.3.2. Lejos y cerca
Un tema aún más interesante para los objetivos de este estudio, y estrechamente relacionado con el
anterior, es la percepción que los vecinos tienen de las distancias en el interior del casco urbano. La
distancia entre dos puntos cualesquiera en la ciudad no es una cuestión física sino cultural. La
distancia entre esos dos puntos puede objetivamente ser expresada en unidades de medida que todo
el mundo entiende y ese número puede ser utilizado con fines de comparación y planificación. Pero la
magnitud de esa distancia, en el caso de los mapas cognitivos de los ciudadanos tienen de la ciudad
en la que viven, es una cuestión cultural, esto es, está determinada no por la distancia física sino por
la experiencia de los propios vecinos, por la visión que tienen del lugar en el que viven y el uso que
hacen del espacio. Es así que si una distancia que podría recorrerse a pie en aproximadamente 30
minutos resulta un pequeño trayecto para el habitante de una gran ciudad, para un vecino de una
pequeña población podría ser considerada una distancia enorme para la que resulta necesario utilizar
un vehículo automóvil. Excepto si el vecino de esta pequeña población ha vivido durante un período
de su vida en una ciudad de grandes dimensiones, o si por motivos laborales o de cualquier otro tipo
ha visitado periódicamente alguna de éstas. Como se vio en el apartado anterior, los vecinos de
Lucena perciben de una forma distinta la parte de la ciudad que se sitúa en el interior de la línea que
marcan las rondas, de la que se sitúa más allá de las mismas en relación con la Plaza Nueva, el
centro simbólico de la urbe.
Para nuestros objetivos, tanto en lo que tiene que ver con la reorganización del espacio urbano como,
sobre todo, para determinar la mejor posible ubicación de los equipamientos socioculturales, conocer
la percepción que los lucentinos tienen de las distancias en su ciudad resulta una información
fundamental. Para obtener esta información preguntamos a los lucentinos sobre la magnitud de la
distancia entre su domicilio y algunos lugares de la ciudad significativos para su vida cotidiana: su
lugar de trabajo, el centro escolar al que acuden sus hijos, el centro sanitario en el que reciben
asistencia o el centro de la ciudad señalado por la Plaza Nueva y el edificio central del Ayuntamiento.
Les pedimos que indicaran si se encontraban “muy cerca”, “cerca”, “lejos” o “muy lejos”. Los
resultados fueron trasladados al plano de la ciudad, donde se midieron las distancias y se obtuvieron
las medias correspondientes, eliminando en cada caso las magnitudes máximas y mínimas, que
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pudieran estar mediatizadas por las experiencias o las condiciones particulares de los informantes
respectivos.
Figura 4: Percepción de las distancias en la ciudad
El resultado obtenido aparece en la Figura 4, representando en este caso las distancias relativas con
relación al punto que es considerado el centro simbólico de la ciudad: la Plaza Nueva. Una simple
mirada a esa representación gráfica de la percepción lucentina de las distancias resulta
extremadamente ilustrativa: los vecinos consideran que está cerca todo aquello que se encuentra a
una distancia equivalente a las dimensiones que la ciudad tenía antes de la reciente y rápida
expansión experimentada a partir de la década de los setenta del pasado siglo. Está cerca
exactamente todo aquél espacio urbano que se encuentra dentro de los límites señalados para el
centro, o las distancias equivalentes si se toma como referencia la distancia que existe desde el
domicilio propio. Y están lejos todos los barrios que han crecido más allá de las rondas, excluyendo,
claro está, aquel sector que está próximo al antiguo convento del Carmen, la zona conocida como La
Barrera; y por extensión, lo que se encuentra más allá de la distancia equivalente a la que existe
desde la Plaza Nueva hasta las rondas. Resulta también significativo que la franja de lo considerado
como lejos sea extremadamente estrecha: poco más de 100 m separan lo que se considera como
cercano y lo muy lejano. De nuevo se muestra que el lucentino considera que lo que está más allá de
los primitivos arrabales de la ciudad, como El Carmen o La Barrera constituye una suerte de
extrarradio, aunque la distancia física entre cualquiera de esos puntos y el centro de la ciudad pueda
ser recorrida a pie en poco más de 15 minutos.
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PERCEPCIÓN LOCAL DE LAS DISTANCIAS
Muy cerca < ± 200 m
Cerca ± 200-650 m
Lejos ± 650-750 m
Muy lejos > ± 750 m
De este modo, las dimensiones culturales de Lucena se construyen subjetivamente a escala de las
dimensiones físicas de la ciudad de los años sesenta del siglo pasado. Esta percepción de las
distancias puede considerarse como una de las causas de que los lucentinos que viven fuera de esa
ciudad antigua, utilicen el automóvil cuando se tienen que desplazar al centro de la ciudad o cuando
tienen que acudir desde este mismo centro cualquier lugar situado en la periferia. Y con ello se puede
también explicar parcialmente la saturación de tránsito rodado que sufre la ciudad, el problema
endémico de la escasez de estacionamientos para automóviles y la demanda de un aparcamiento
subterráneo en la Plaza Nueva, aspectos todos ellos constatados ampliamente en el Diagnóstico
realizado para la redacción del Plan Estratégico. La consideración de esta percepción de las
distancias habrá de ser pues una de las variables fundamentales en el momento de planificar tanto la
ubicación de los equipamientos municipales como de la descentralización administrativa.
3.3.3. La distinción
Como sucede en la mayoría de las ciudades europeas que aún no han superado el millón de
habitantes, los lucentinos consideran que el mejor lugar de su ciudad es el centro. Cuanto más
próximo a la Plaza Nueva, mejor. Y eso se traduce tanto en el capital simbólico que se adquiere
cuando se vive ahí, como en el valor económico del suelo (y en consecuencia el de las viviendas).
Sólo la zona popularmente conocida como “pijolandia”, al sur de la ciudad, puede compararse en
cuanto al prestigio que proporciona vivir en el centro. Y ello debido a que en ese lugar ubicado detrás
del jardín del antiguo convento del Carmen, han edificado sus residencias algunos de los empresarios
de más éxito de Lucena dando lugar así a una zona de la ciudad que es considerada como “lujosa y
exclusiva”. Aparte de ese núcleo de “las afueras”, la distancia a la Plaza Nueva marca el prestigio y el
valor de las viviendas. Y también, en general y en consecuencia, la posición socioeconómica de los
vecinos. Quizás sólo el barrio de Santiago que mantiene en su trazado el dédalo de callejuelas propio
de los núcleos urbanos medievales y especialmente de las juderias, tiene una consideración de zona
popular, de barrio antiguo, en la que la ubicación en la zona más antigua de la ciudad no es paralela a
la capacidad económica de sus habitantes.
Más allá de esa distinción primaria, aparecen en la ciudad pocas zonas especialmente marcadas
simbólicamente. Algunas de las barriadas más extremas, a veces de una construcción no tan
reciente, se distinguen por estar formadas por viviendas de construcción humilde (en comparación
con las edificadas en el centro) y habitadas por vecinos de menor capacidad económica. Así sucede,
p.e., con el barrio de Santa Lucía compuesto de viviendas de promoción pública construidas al sur de
la Plaza del Mercado, o las viviendas unifamiliares edificadas en la zona conocida como La Calzada.
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Otras zonas marcadas negativamente son la barriada de El Poli, en el este de la ciudad en la zona
ocupada mayoritariamente por instalaciones escolares y deportivas; y en el oeste del casco urbano el
barrio de La Lata y las conocidas como Casas Azules. Esta última es la zona peor valorada por los
lucentinos que consideran a sus vecinos como “marginales” y de poco fiar. Sus habitantes sufren el
estigma del resto de los vecinos y son culpados de todos los problemas de inseguridad que puedan
aparecer en la ciudad. Estas son también las zonas en las que, por el más bajo precio de sus
viviendas, se van ubicando los cada vez más numerosos inmigrantes que se vienen instalando en
Lucena en los últimos años.
3.3.4. Reconociendo el espacio
Los lucentinos tienen un mapa cognitivo de la ciudad en la que viven que les permite reconocerla,
distinguir unos espacios de otros y moverse por ella. Estas zonas suelen estar señaladas por
elementos casi siempre materiales que, de hecho, funcionan como hitos o marcadores y que
conviene conocer para mejor comprensión del modo en que los vecinos de Lucena perciben y
construyen su ciudad y su vida en ella. Son los diacríticos espaciales que sirven para identificar un
territorio urbano y distinguirlo de los demás. Los dos elementos principales de los que los lucentinos
utilizan para distinguir los distintos espacios urbanos son la Plaza Nueva y las rondas. La Plaza
Nueva marca, como se indicó, el centro geográfico y simbólico de la ciudad. Es el lugar donde está la
sede del Ayuntamiento y el principal templo de la ciudad, San Mateo; el lugar en el que se instala el
altar de la Virgen de Araceli, la patrona de la ciudad, durante las fiestas aracelitanas que tienen
también en esta plaza su principal manifestación. En su entorno están las sedes de las principales
oficinas bancarias y los comercios más importantes, además del principal mercado de abastos.
Cumple de ese modo las funciones de centro ritual, político y económico de la ciudad, manteniéndose
en esto la estructura urbana tradicional de las ciudades españolas. Es también un importante lugar en
la vida social lucentina, siempre frecuentada por los vecinos, sobre todo los mayores que utilizan la
plaza como lugar de encuentro y paseo los días en que el viento, la lluvia o el excesivo frío no lo
impiden. De alguna forma la Plaza Nueva es una metáfora de la ciudad y el lugar en el que se
representa simbólicamente. Vivir en ella o disponer de un comercio en sus márgenes es una fuente
de prestigio social.
Las rondas, como se indicó arriba, constituyen otro diacrítico fundamental para la percepción
lucentina de la ciudad. Marca un límite simbólico –y también físico– entre lo que está dentro y lo que
queda fuera. Entre el centro y la periferia. Es el límite que señala y diferencia lo que es considerado
como la verdadera Lucena, de los nuevos barrios, algunos aún no totalmente integrados
simbólicamente en la ciudad y a veces tampoco físicamente. Vivir en el interior de las rondas se
considera mejor que vivir fuera. En su interior se concentran asimismo la casi totalidad del comercio –
con la excepción de los grandes almacenes que van creciendo en sus márgenes– y la totalidad de los
servicios públicos y privados. Esto refuerza esa percepción lucentina de que lo que es importante
está entre las rondas y la Plaza Nueva.
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El resto de las zonas en que los lucentinos dividen la ciudad se señalan con ciertos diacríticos,
fundamentalmente templos y plazas, aunque a veces también algunas calles sirven para identificar a
los territorios urbanos. Entre los templos, los de Santiago, Santo Domingo y Ntra. Sra. del Carmen
marcan los barrios de ese mismo nombre en el casco antiguo, en el caso de los dos primeros, y en
los primitivos arrabales el último de ellos. La Ermita de Ntra. Sra. del Valle sirve para identificar una
de las zonas más alejadas del centro de la ciudad: la que se extiende entre las Avenidas del Parque y
de la Guardia Civil, y la calle Corazón de Jesús, en el extremo suroeste del casco urbano. En el
discurso de los lucentinos, hablar de la Ermita de Ntra. Sra. del Valle es también hacer referencia a
una de las zonas habitacionales más lejanas, las afueras, casi el extrarradio. Sucede exactamente lo
mismo con el Convento de las Carmelitas Descalzas que también señala una zona considerada muy
lejana –la conformada por los equipamientos deportivos y escolares y la barriada de “El Poli”– en el
este de la ciudad, más allá del límite que supone la calle Juego de Pelota.
En otros casos son las plazas, denominadas aquí llanos o llanetes, los lugares que sirven como
diacríticos, como identificadores en el territorio. Así, en el centro funcionan como marcadores para
referirse a las calles que se extienden a su alrededor por encima de cualquier otro identificador y más
allá de las rondas, también algunas plazas cumplen la misma función. También distinguen los
lucentinos algunas calles como lugares especialmente significativos y como identificadores de zonas
específicas de la ciudad. Así la calle San Francisco, una de las grandes avenidas del casco antiguo
de Lucena, divide en dos el norte de esta zona de la ciudad y sirve como referencia para señalar un
lado y otro. Las calles El Peso y San Pedro, que combinan el uso residencial con el comercial, son
asimismo las referencias del lado oeste de la ciudad, vías comunes de acceso a la Plaza Nueva y
delimitadores del espacio que queda entre ambas. También en la parte más antigua, la calle Santiago
es especialmente reconocida por los vecinos tanto por ser la salida natural hacia el oeste, como por
ser la vía en torno a la que se levanta el barrio del mismo nombre, un barrio antiguo y popular que
ocupa un lugar destacado en la representación que los lucentinos tienen de su ciudad. Finalmente, la
calle Rute, la antigua vía que llevaba hasta la población cordobesa del mismo nombre, es el indicador
utilizado para señalar la zona de expansión de la ciudad que, a partir de los años sesenta del siglo
pasado, fue construyéndose a un lado y otro de la vía.
3.4. La nueva organización territorial de la ciudad
De la reflexión sobre las consideraciones expuestas en el apartado anterior, tanto en lo que tiene que
ver con la organización física (objetiva) del núcleo urbano, como con el reflejo de la historia en la
traza urbana y, sobre todo, de la percepción que los lucentinos tienen de la ciudad en la que viven, el
se siguió una propuesta de organización del territorio urbano que se refleja en la Figura 5.
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Figura 5: Propuesta de organización del territorio en Lucena
La nueva organización del espacio que se propone trata de superar la distribución con la que se
había venido trabajando hasta ahora basada en una división en 12 “distritos” que, además, dejaba
fuera los grandes espacios situados al norte de las rondas, y también la que se deriva de la división
fundamentada en los territorios abarcados por las asociaciones de vecinos. En ambos casos la
ciudad quedaba excesivamente fragmentada, las divisiones no responden a ningún criterio explícito y
resultan ineficaces para la gestión municipal. El modelo propuesto, que utiliza para la separación
entre sectores algunas de las vías que los propios lucentinos perciben como límites o fronteras
simbólicas, resulta a nuestro juicio más útil para la gestión (por ejemplo para las actuaciones
urbanísticas) y sobre todo para decidir sobre la ubicación de los Centros Socioculturales que podrían
convertirse en referentes de cada uno de estos sectores en los que se divide la ciudad. Se trata
además de un modelo territorialmente homogéneo, demográficamente equilibrado y socialmente
integrador.
Como se observa en la Figura 5, se han delimitado siete sectores. Los sectores I y II abarcan el
espacio ocupado por la agrociudad anterior a la reciente expansión industrial. El sector I comprende
lo que podría denominarse el «casco histórico», es decir la parte más antigua de la ciudad marcada
por la iglesia de San Mateo, la Plaza Nueva, el Ayuntamiento y el Castillo del Moral que son los
referentes de este espacio más antiguo. En sus calles se ubican las principales instituciones locales y
también los comercios más importantes a los que los lucentinos acuden para compras no cotidianas.
El sector II abarca el resto del «casco antiguo», los límites de la ciudad hasta hace treinta años; lo
que los lucentinos reconocen como el centro y que está separado del resto por un cinturón de ronda
que funciona al tiempo como frontera física (es una importante arteria para el tránsito rodado) y
simbólica. Los restantes cinco sectores están separados por arterias importantes y están identificados
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por los vecinos como espacios distintos y distinguibles, con cierta homogeneidad, aunque su
urbanización reciente en la mayoría de los casos no ha permitido que se hayan constituido aún como
barrios con sus propios referentes.
3.5. La ubicación de los Centros Socioculturales
A partir de esta organización del espacio de la ciudad, un análisis combinado de la cantidad y
distribución de la población urbana (incluyendo la previsión de crecimiento que se desprende del
PGOU), además de la introducción de la variable relativa a la percepción local de las distancias,
permitió –con la utilización de un Sistema de Información Geográfica– proponer la ubicación de los
Centros Socioculturales (Figura 6) que la corporación municipal de la ciudad pretende convertir en
lugares de referencia de cada uno de los sectores urbanos, en el lugar en que se materialicen las
relaciones –no sólo administrativas– entre el ayuntamiento y los vecinos, y centro de las políticas
culturales y de la interacción vecinal, el lugar en el que se impulse la producción del capital social que
Lucena precisa para llevar adelante su proyecto de futuro.
Figura 6: Propuesta de ubicación de los Centros Socioculturales
La propuesta hace que la inmensa mayoría de los vecinos, con la salvedad de las escasas zonas
marcadas de color verde en la figura, tengan un centro sociocultural a una distancia que consideran
cercana, y sólo el sector VI, en el noroeste de la ciudad, queda sin propuesta de dotación debido a
que en la planificación de la ciudad este espacio está destinado a equipamientos generales y a zona
de ocio,
4. Reflexión final sobre las aplicaciones de la antropología
La antropología es una disciplina que, por medio de la elaboración de etnografías, permite profundizar
en las lógicas diversas que rigen la percepción del mundo y los principios de la acción de los grupos
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humanos. Como tal disciplina dispone de escasos recursos técnicos y metodológicos para todo
aquello que no sea escudriñar, describir e interpretar (quién sabe si explicar) los diversos mundos
culturales que caracterizan a la humanidad. Cuando el antropólogo se enfrenta al problema de la
intervención tiene que completar su formación con metodologías y técnicas apropiadas a cada caso.
Sin embargo, no quiere eso decir que la antropología sea una disciplina que no pueda cooperar en la
resolución de los problemas que las sociedades en su devenir han de afrontar: desde su constitución
como disciplina diferenciada en el siglo XIX, los antropólogos han aportado información a
instituciones y agencias que les ha permitido afrontar en mejores condiciones la resolución de
problemas. Se ha generado así una especialidad, la Antropología Aplicada, que ha sido uno de los
pilares sobre los que se ha sustentado la expansión de la disciplina y la verdadera interfaz entre ésta
y la sociedad.
El caso que ha sido presentado en estas páginas es uno de los que muestran cómo los antropólogos
pueden colaborar a la resolución de estos problemas. La organización del espacio urbano ha sido una
tarea tradicionalmente asignada a arquitectos urbanistas y geógrafos especializados en ordenación
del territorio. Éstos construían sus informes a partir del análisis de las características físicas del
espacio y de variables «objetivas» tales como las densidades de población, las relacionadas con las
posibilidades de comunicación interna y externa del territorio. Aplicaban con ello el conocimiento
experto que atiende a condiciones objetivas y a la experiencia técnica acumulada. La perspectiva
antropológica introduce la variable cultural, el conocimiento práctico (Bourdieu, 1990) y tiene en
cuenta entonces la percepción que del espacio tienen sus habitantes, colaborando así a la
construcción de una ciudad que, siendo nueva, se transforma a la medida de sus habitantes.
Referencias bibliográficas
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Bourdieu, Pierre (2001). Poder, derecho y clases sociales. Bilbao: Desclée de Brower.
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