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GESTIÓN DE LO ELECTORAL Para que la democracia funcione 176 RESUMEN En los últimos años, la abstención electoral en España muestra una tendencia ininterrumpida al creci- miento. La presencia de sentimientos de desafección, pero sobre todo, y sorprendentemente de acuerdo con las concepciones tradicionales en la academia, de crítica, impulsan al planteamiento de la presente investigación, pues en los últimos años, se ha destacado la presencia de un nuevo perfil: el del ciudadano crítico, que siente interés y compromiso político y, pese a todo, queda fuera del mercado electoral al no sentirse representado por la oferta partidista existente. Por lo tanto, el presente artículo redunda en la ya conocida crisis de representación de los partidos políticos y en la fractura que se abre entre estos, y la ciudadanía. En esta investigación busco relacionar las actitudes políticas de los ciudadanos con la abs- tención entre los años 2000 y 2011 en nuestro país, planteando que la crítica y la desafección llevan a los españoles a decantarse por la abstención como opción de “salida”, recurriendo a la terminología acuñada por Hirschmann (1970). Para ello, realizaré un análisis básicamente cuantitativo, prestando atención a la participación electoral y extraparlamentaria (como muestra de compromiso y participación fuera de la La abstención co mo opción de salida: ciudadanos desafectos y críticos en España, 2000-2011 Por Rocío Alarcón Rasero Recibido 18/03/16 · Aceptado 20/04/16 BG21.indb 176 10/13/16 22:44

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Gestión de lo electoral

Para que la democracia funcione176

RESUMEN

En los últimos años, la abstención electoral en España muestra una tendencia ininterrumpida al creci-miento. La presencia de sentimientos de desafección, pero sobre todo, y sorprendentemente de acuerdo con las concepciones tradicionales en la academia, de crítica, impulsan al planteamiento de la presente investigación, pues en los últimos años, se ha destacado la presencia de un nuevo perfil: el del ciudadano crítico, que siente interés y compromiso político y, pese a todo, queda fuera del mercado electoral al no sentirse representado por la oferta partidista existente. Por lo tanto, el presente artículo redunda en la ya conocida crisis de representación de los partidos políticos y en la fractura que se abre entre estos, y la ciudadanía. En esta investigación busco relacionar las actitudes políticas de los ciudadanos con la abs-tención entre los años 2000 y 2011 en nuestro país, planteando que la crítica y la desafección llevan a los españoles a decantarse por la abstención como opción de “salida”, recurriendo a la terminología acuñada por Hirschmann (1970). Para ello, realizaré un análisis básicamente cuantitativo, prestando atención a la participación electoral y extraparlamentaria (como muestra de compromiso y participación fuera de la

La abstención como opción

de salida:ciudadanos desafectos y críticos en España,

2000-2011Por Rocío Alarcón Rasero

Recibido 18/03/16 · Aceptado 20/04/16

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representación partidista), con datos procedentes del Centro de Investigaciones Sociológicas, CIS, para los años 2001 y 2011.

Palabras Clave: Abstención, Desafección, Ciudadano Crítico, Participación Electo-ral, Partidos Políticos

Abstract: In recent years, the voter turnout in Spain indicates continued growth trend. The presence of feelings of disaffection, but above all, and surprising

agreement with traditional views on the academy, criticism, drive the approach of this research, because du-

ring recent years, it has been highligh-ted the presence of a new profile: the

critical citizen, a one who feels interest and political commitment and, despite

everything, is outside the electoral Market without being partisan-represented by the

existing supply. Therefore, the present arti-cle results in the familiar crisis of representa-

tion of political parties and the fracture that lies between them, and citizenship. Here, I will

approach to the concept of critical abstention considering it as an”exit” using the terminolo-

gy coined by Hirschmann (1970). Following the example of Hirschman, the electoral market will be

interpreted as the company, parties like producers, and programs such as the good that citizens consu-

me. Analyze how they behave but as they consume abstainers is the director objective of my research. I will

use here a quantitative approach, and I will perform ba-sically, paying attention to the extra-parliamentary and

electoral participation (as a sign of commitment and par-ticipation outside of party representation), with data from the Center for Sociological Research, CIS, paragraph 2001 and 2011.

Keywords: Voter Turnout, Disaffection, Critical Citizen, Electoral Participation, Po-litical Parties

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INTRODUCCIÓN

El presente trabajo estudia la abstención en España en los últimos

años, pues no sólo se ha constatado su aumento, especialmente

entre los años 2000 y 2011. En estudios pioneros sobre la absten-

ción, se entendía que los ciudadanos que no votan se encontraban al

margen tanto del sistema político como de la capacidad movilizadora

de los partidos (Anduiza, 1999, Magalhaes et al, 2010). Sin embargo,

¿podemos seguir entendiéndolo así? Los ciudadanos que se abstie-

nen no presentan un perfil homogéneo, ni son un grupo inmuta-

ble (Montero, 1986: 91). Por ello, otra posible interpretación de la

abstención, en la que se ubica el presente trabajo, se deriva de la

concepción de la misma como un fenómeno que expresa una opción

“de salida”, inspirándome en la terminología de Hirschmann (1970),

debido principalmente al descrédito y falta de confianza en los parti-

dos políticos, quienes concurren a las elecciones.

De entre los factores con incidencia en la abstención, prestaré especial atención a los políticos (interés por la política, compromiso político, valoración de la democracia y de los partidos políticos), y a cómo estos median en la abstención a través de las actitudes de los ciudadanos hacia la política y el funcionamiento

de las instituciones nacionales. La presencia de nuevas actitudes, especialmente, el análisis crítico del comportamiento

de los actores y su enjuiciamiento, y cómo puedan relacionarse con el comportamiento po-

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lítico de la ciudadanía requiere, pues, de la observancia por parte de los científicos políticos. De esta manera, se atribuye a la abstención un significado ya de partida (desde el momento mismo en que el ciudadano se decide por este comportamiento), en lugar de prestar aten-ción a los efectos que la abstención pueda tener sobre la igualdad/desigualdad o la estabili-dad del sistema político (Font, 1995: 31), una de las tradiciones con más repercusión en la academia. Al fijarme aquí en las elecciones entre 2000 y 2011, estaré también extendiendo el estudio de Boix y Riba (2000) quienes analizan la abstención entre 1982 y 1996. Al incluir las elecciones de 2011 en el estudio, se estaría también estimando el impacto, de algún modo aproximado, de la crisis.

1. DISEÑO DE INVESTIGACIÓN Y SELECCIÓN DE CASO

El estudio que propongo es fundamentalmente cuantitativo. Para ello, se han utilizado da-tos de encuestas, procedentes del banco de datos del Centro de Investigaciones Sociológi-cas (CIS). Se emplearán las encuestas postelectorales de las Elecciones Generales en España de 2000, 2004, 2008 y 2011. Se han seleccionado las elecciones generales por ser las que los españoles consideran de primer orden, frente a autonómicas, municipales y europeas. Por ello, de acuerdo con la literatura (Font, 1995; Boix y Riba, 2000), cabría esperar menores ni-veles de abstención, y un mayor significado, por lo tanto, de la misma, ya que, al contradecir nuestras expectativas, ha de entenderse como una llamada de atención, pudiendo esconder un mensaje.

Se ha seleccionado España por ser nuestro entorno inmediato, y un país que pre-senta tradicionalmente, bajos niveles de participación electoral (Montero, Torcal y Teorell 2006:14; Justel, 1995) que vienen arrastrando un decrecimiento continuo y notable desde el año 2000, punto de arranque de mi investigación, coincidiendo, además, con la primera mayoría absoluta del Partido Popular (PP). El análisis se extiende hasta 2011, en las que se produce no sólo el cambio del partido en el gobierno (el PP obtiene la victoria sobre el Partido Socialista Obrero Español, PSOE) sino también otra mayoría absoluta del PP (con más del 44 por ciento de los votos. De esta manera, además, se incorpora al análisis el es-tudio de la “coyuntura política (Font, 1995) como factor con capacidad explicativa sobre la abstención. Por otra parte, ubicar este estudio en España, se debe a las particularidades que presentan las actitudes hacia la política en España, desde la Transición, (Montero, Gunther y Torcal, 1998). El estudio se ha realizado tratando mediante técnicas estadísticas los datos de encuesta obtenidos del CIS para la validación de la hipótesis planteada. El recurso a los datos de encuesta nos permitirá conocer los factores individuales (actitudes) con influencia en la abstención y estimar también su evolución en el tiempo.

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2. LA ABSTENCIÓN, UN MAPA TEÓRICO

En los últimos años, se ha registrado un notable aumento de la abstención, en las Elecciones Generales en España, como puede verse en la tabla 1, que se presenta a continuación:

Tabla 1. Evolución de la abstención en España

Año Congreso Senado

2000 24 242004 24 252008 26 262011 31 31

*Datos para Elecciones Generales. En tanto por ciento

Fuente: www. infoelectoral.mir.es

Nótese que la tendencia es bastante homogénea para Congreso y Senado. Ello es no-table, especialmente para el Congreso, pues dada la asimetría del bicameralismo español, tiende a pensarse en el Congreso como la Cámara por excelencia. Así las cosas, cabría es-perar una mayor abstención, por desidia o desinterés, en el Senado. Ello puede explicarse por el hecho de que la elección a ambas cámaras es simultánea, lo que, en una economía de escala, reduce los costes de votar en sendos casos,, por lo que la falta de votos emitidos hacia el Senado no es tan elevada ni diferente a la del Congreso.

Cabe destacar que es entre 2008 y 2011 cuando se produce el mayor de los aumentos de la abstención, que crece en un 5 por ciento. Esto, de acuerdo con mi hipótesis, podría deberse a que son las de 2011 las elecciones celebradas durante la crisis, momento en que la desconfianza hacia los partidos ha alcanzado puntos cumbre. De esta intuición y de los datos que se muestran en la tabla, surge mi pregunta de investigación: ¿De qué manera se relaciona el aumento de la abstención con las actitudes políticas de los ciudadanos y especialmente con la desconfianza hacia las instituciones y, fundamentalmente, los partidos, sin perder el interés por la política? O dicho de otro modo, ¿cómo podemos relacionar la abstención con el aumento de actitudes críticas entre los españoles?

La hipótesis que subyace a su formulación, y que trataré de validar para dar respuesta a mi pregunta de investigación es la que sigue:

H1: El aumento de la desconfianza hacia los partidos y las instituciones se traduce en un incremento de la abstención electoral como opción “de salida”. Así, estaría aumentando el número de ciudadanos “críticos” que se abstienen, en señal de desconfianza o rechazo.

H1.A: De entre los abstencionistas españoles, podemos distinguir entre desafectos y críticos, habiéndose producido un incremento de estos últimos.

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De partida, estaré rechazando, como hipótesis cero, el siguiente planteamiento:H.C (control): Debido a la alta movilización política procedente de partidos e ins-

tituciones durante la campaña electoral y al bajo coste del voto, los ciudadanos que se abstienen son fundamentalmente los desafectos.

Con ello se rechazan los determinantes sociodemográficos (Boix y Riba, 2000; Justel, 1995; Font y Matos, 2007; Justel, 1995) y algunas teorías de voto como el economic vo-ting además, se diferencian dos modelos distintos de ciudadano entre los abstencionistas, cuya principal distinción radica en la motivación de tal comportamiento1. Mientras para los desafectos la razón de la abstención pueda encontrarse en que, al no tener interés por la política, son menos sensibles al mensaje movilizador de los partidos, para los críticos, que sí muestran interés por la política, abstenerse supondría un rechazo de la oferta partidista y del funcionamiento del sistema político, esto es, tomar la “salida” de Hirschman (1970).

Dicha hipótesis se basa en los descubrimientos de estudios anteriores, como Justel (1992), quien relaciona abstención con actitudes hacia los partidos, en Hirschman (1970), en tanto el recurso a las términos de “salida” y “voz”, en Montero, Teorell y Torcal (2006), quienes aplican ya estas categorías a la participación política en España, y en Montero et al (2013), donde se acuña el término “críticos” para distinguirlo de “desafectos”.

Más adelante se definirán con mayor precisión ambos términos. Sin embargo, y en aras de clarificar la lectura posterior, diré aquí que la principal diferencia entre críticos y des-afectos subyace en su interés por la política. Los ciudadanos críticos serán aquéllos que muestren interés por la política, y, sin embargo, desconfíen de sus agentes e instituciones tradicionales. Los desafectos aunarán desconfianza y desinterés. Cabe esperar por tanto que aquéllos con interés político se orienten de un modo u otro hacia la participación, por lo que si éstos huyen del voto, la desconfianza que ello demuestra podría interpretarse como aún más aguda. Los críticos, extendiendo por tanto definiciones anteriores del término, como la de Montero (2013) que nos sirve aquí de referencia, buscarán formas de canalizar su interés y afán de participación distintas a los modos tradicionales. Incluso, cuando recu-rran al voto, podrían decantarse quizás por partidos minoritarios, o “pequeños”.

La variable dependiente, por tanto, será la abstención, medida a través de la variación en el porcentaje de abstención en las elecciones celebradas entre 2000 y 2011; la variable independiente serán las actitudes hacia la política mostradas por los ciudadanos. De entre las distintas actitudes, prestaré atención a la desconfianza (y otras cercanas como la insatis-facción o las valoraciones negativas del funcionamiento de la democracia española) como posible explicación del abstencionismo. Con ello, estaría focalizando el estudio hacia dos perfiles de ciudadano ya mencionados.

Existen distintas tradiciones desde las cuales podemos aproximarnos al estudio de la abstención. Así por ejemplo, para Peter Mair (2005), el declive de la participación electoral es una tendencia en alza y generalizada, que afecta al conjunto de las democracias, debido a

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la cartelización del sistema de partidos2. Desde una perspectiva individualista, como la teo-ría de la elección racional, la abstención ha sido considerada como el comportamiento más racional de entre los posibles. Sin embargo, esta tesis se asienta sobre la apatía y el desapego de los ciudadanos hacia la política, mientras que, como Montero, Sanz y Navarrete (2013) encuentran, en los últimos años ha aparecido una nueva categoría de ciudadano que, si bien considera que la democracia y las instituciones no funcionan todo lo bien que debieran, re-cela de los partidos e instituciones tienen un elevado grado de interés por la política. Estos son los ciudadanos críticos (sobre lo cual volveré más adelante). Esto, además, resultaría coherente con la interpretación de la abstención como una opción “de salida”, inspirada en Hirschmann (1970).

Recurrir a los términos de salida y voz de Hirschmann no es nuevo en la ciencia po-lítica, ni en particular en el caso español. Ya Montero, Torcal y Teorell (2006), como se dijo, presentan un estudio del comportamiento político a nivel europeo en el cual generan un modelo de participación basado en estas opciones. Hirschmann (1970:13-14) definía la salida como el abandono de una organización por parte de aquellos clientes que deciden dejar de consumir. Una de las razones que demandan la salida es el descenso en la calidad del producto. En este sentido, ante la percepción como escasa de la propia capacidad de influencia, o debido al descontento con las opciones electorales presentadas, la abstención, entendida como el rechazo, como “consumidor”, del mercado electoral.

De esa manera, la desmovilización que estará poniendo de manifiesto la abstención es también coyuntural (asociada a momentos de descenso de la calidad de la oferta), del mismo modo que una mayor movilización por parte de los partidos dependía del contexto ( Justel, 1995; Font, 1995; Font y Matos 2007; Montero, 1986: 71-155). A medida que los ciudadanos perciban la oferta como de menor calidad, serán en mayor medida “inmunes” a la “publicidad” (o movilización, especialmente en campaña) que emane del “mercado”. Dicho de otro modo, la abstención está indefectiblemente unida al “desencanto”, como ya señalara Montero (1986: 75; también Justel: 1995:5). Esto es coherente con la idea, ya apun-tada por Linz (Montero y Linz, 1986: 646) de que en España, más que las preferencias de los electores, lo que ha cambiado es la “oferta” política ofrecida por los partidos. Como Justel ya (1995: 27) reconociera, la abstención es, cada vez más, un fenómeno que puede asociarse a la coyuntura y que, yendo más lejos, es cada vez menos dependiente de la posición social y en cambio aparece más unida a “motivaciones complejas” (por lo que más adelante se sostendrá que la abstención es un comportamiento “voluntario y firme”).

Esto se basaría en una valoración crítica de los bienes ofrecidos en el mismo (descon-fianza en los partidos a raíz, entre otras cosas, de los escándalos de corrupción que han salido a la luz en los últimos años, la muy extendida opinión de que “todos son iguales”, y por tanto, el voto a uno u otro partido no supone, en verdad, diferencia alguna, base de la famosa sentencia del 15M “no nos representan”). El recurso de la salida se tomaría, así, una

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vez que la voz ya no es mecanismo eficaz (1970:42), lo que se relaciona directamente con la eficacia política externa. De esta manera, además, la salida constituiría, en sí misma, un mensaje hacia el mercado, ya que la salida no implica que no se esté ya preocupado por la calidad de la demanda o del conjunto de bienes (Hirschmann, 1970). En otras palabras, la abstención como salida supondría estar manifestando un desacuerdo o una postura crítica con el funcionamiento de la democracia y el comportamiento de sus principales actores (partidos políticos, esencialmente) basado en un interés por la política y la misma calidad de la democracia. Con ello, la abstención podría llegar a entenderse como una suerte de “comportamiento de protesta” al cual, al menos en ciertos casos, subyace una intenciona-lidad (abstenerse deliberadamente con el propósito de enviar un mensaje).También Joan Font (1995: 31-35) se preocupa de los efectos de la abstención sobre la calidad de la de-mocracia, relacionando abstención con deterioro de la igualdad y la participación, más en ningún momento la entiende en los términos aquí planteados.

De acuerdo con la pregunta de investigación y la hipótesis principal de este artículo, y en base a lo dicho arriba, la abstención constituye un comportamiento de salida, con ca-rácter voluntario y firme, esto es, la abstención es una actitud premeditada a la que quienes se abstienen atribuyen un significado por sí misma, que en este caso sería un sentido de protesta, de rechazo ante la calidad de la oferta. Esta perspectiva no ha sido contemplada hasta ahora por la literatura, que sí ha apuntado hacia la existencia de una “espiral de apatía y cinismo” (Magalhaes et al, 2010), que influye en las actitudes de los ciudadanos hacia los partidos (a los que, a medida que la democracia se consolida, se exige “cada vez más”, de acuerdo con Justel 1995:83; Montero, Sanz y Navarrete, 2013:39-40), y hacia el conjunto del sistema democrático y su funcionamiento. Esto supone dos cosas: la primera es la relación entre actitudes hacia la política y la abstención, que no ha sido estudiada a fondo hasta la fecha, y la segunda, que los abstencionistas varían de una elección a otra y que no son siempre el mismo grupo de ciudadanos (Font, 1995). Implica, además, que la abstención se da cuando la coyuntura política se deteriora, al contrario de lo que suponen Boix y Riba (2010:117). Por todo ello, los perfiles de ciudadano a los que voy a recurrir son “críticos” y “desafectos”, de la tipología de Montero et al (2013), que puede verse en la tabla 2.

Tabla 2. Perfiles de ciudadanos

Confianza Falta de confianzaInterés Cives Críticos

Falta de interés Deferentes Desafectos

Fuente: Montero, Sanz y Navarrete, 2013.

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Así, la abstención no implicaría una falta de eficacia, una desafección, o una falta de legitimidad (Montero, 2013), sino todo lo más (y nada menos) una fuerte y creciente in-satisfacción con el funcionamiento de la democracia y sus instituciones. Tales actitudes y el contexto general de crisis actuarán mitigando la capacidad movilizadora de los partidos políticos (Anduiza, 1999; Magalhaes et al, 2010; Font, 1995), no una falta de interés por la política entre los ciudadanos. El interés ha registrado, de hecho, un incremento, como puede verse en el gráfico 13(lo cual corrobora la aparición del ciudadano “crítico”), a pesar de su elevado coste y por considerarse, tradicionalmente, que la abstención implica falta de eficacia y desinterés (Montero, 1986).

Gráfico 1. Evolución del interés por la política

Fuente: CIS

Como puede verse en el gráfico, en abril de 2008 arranca el último pico de subida del grado de interés por la política entre los españoles, coincidiendo con el punto de partida de la crisis, y sin dejar de crecer en los años en los que ésta tiene lugar. Esto podría llevar a suponer que la crisis esté teniendo también en España un efecto sobre las actitudes y comportamientos políticos de los ciudadanos, semejantes al “ritorno dell insecurezza” re-gistrado en Italia (Cavazza et al, 2013: 59). Así, ante la incertidumbre derivada de la gestión de la crisis y su impacto en la esfera social, los españoles estarían más atentos que otrora a la actualidad política del país. Sin embargo, mientras en Italia crecería más la desafección, y la preferencia por opciones populistas (aparentemente novedosas y alejadas de lo que, en el imaginario popular, se comprende como partido político) como el Movimiento 5 Estrellas (M5S), (Cavazza et al, 2013: 167-68), en España se aprecia un notable crecimiento de, sobre todo, las actitudes críticas. Hasta la aparición de Podemos, en 2014, este tipo de actitudes impulsaron a la salida política, es decir, a la retirada de apoyo a las opciones partidistas tradi-cionales; y al no existir un partido similar al M5S, éstas fueron absorbidas por la abstención. Sin embargo, y desde que concurriera por primera vez a unos comicios, en las elecciones al

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Parlamento Europeo del 25 de mayo, Podemos ha capitalizado una buena parte de este voto descontento. De hecho, en las elecciones generales del 20D, la abstención fue del 26.8%, descendiendo por primera vez este fenómeno desde los años 2000, toda vez que la crítica ha encontrado una brecha en la party suply a través de la cual manifestarse.

De hecho, esta abstención se fundamentaba en la creciente desconfianza hacia los par-tidos políticos que observamos en el siguiente gráfico, una de las principales razones para explicar el surgimiento y auge de nuevos partidos políticos, como Podemos, la formación liderada por Pablo Iglesias y que arrasó en las elecciones europeas de 2014, apenas unos pocos meses después de su nacimiento.

Gráfico 2. Evolución de la desconfianza hacia los partidos políticos

Fuente: CIS

Esta desconfianza se traducía en una pérdida de intención de voto hacia los partidos ya existentes en España en los últimos años, pero especialmente entre 2000 y 2011, que se recoge en el gráfico siguiente, y que avala la hipótesis de la falta de oferta como motivo para la abstención electoral.

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Fuente: Ismael Peña López, Intención de voto en España 1978-2013. ¿Una Segunda Transición hacia una política extra-representativa? En ICTlogy (ISSN 1886-5208).

3. CIUDADANOS Y ABSTENCIÓN: LOS PERFILES “CRÍTICO” Y “DESAFECTO”

A nivel individual, la pregunta que nos hacemos cuando queremos estudiar tanto el voto, como en este caso, la abstención, es la siguiente: ¿por qué votan (o no votan) los ciudada-nos? Pese a los múltiples factores que influirían en el voto, y a ser este un comportamiento de lo menos racional, finalmente, la gente vota. Y lo hace porque quiere. ¿Sería razonable, pues, pensar que algunos abstencionistas se comportan así porque tras reflexionar, es justa-mente eso lo que quieren hacer? Si así fuera, la abstención supondría un comportamiento de comunicación con el sistema democrático, y no de rechazo del mismo; como Montero, Sanz y Navarrete(2013) reconocen, (in) satisfacción y desafección y legitimidad son, con-ceptos teórica y empíricamente diferentes. La desafección en España, por otro lado, se ha mantenido en términos relativamente elevados y estables (sin perjuicio de que los niveles mayores se registren en los últimos años, debido a la crisis, pasando a ser los desafectos del

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37 al 40 por cien de los ciudadanos), el significativo aumento del interés por la política que se presentó en el gráfico 1 y el sentimiento de hostilidad hacia los partidos políticos (gráfico 2, y 3, donde se muestra la caída de la intención de voto) nos obliga a repensar la desafec-ción y otras posibles actitudes (me estoy refiriendo al perfil “crítico”). La tabla 2 resume los perfiles de ciudadano encontrados por Montero, Sanz y Navarrete (2013) Resaltados, aquellos en los que se centra mi investigación.

Mientras los ciudadanos desafectos aúnen tanto desinterés como desconfianza, los “crí-ticos” manifiestan desconfianza pero interés por la política, lo cual justifica su estudio en re-lación con la abstención, máxime cuando cabría suponer que sí muestren una participación política activa, aun cuando no sea electoral o a través de la afiliación.

Para apreciar las “fluctuaciones” dentro del “core” de los abstencionistas, y hacer este comportamiento compatible con el interés político, al contrario de lo que plantaban Boix y Riba (2000:96), se analiza, a continuación, a “críticos” y “desafectos”. Tanto “desafectos” como “críticos” han aumentado (pasando del 37 al 40 por ciento y del 10 al 22 por ciento, respectivamente), siendo el crecimiento más espectacular para los “críticos”, razón por la cual será el modelo al que se preste más atención. Por tanto, las actitudes políticas aquí tomadas en cuenta, serán, principalmente, interés y (des)confianza. Hasta el momento, se entendía que la insatisfacción con la democracia conducía, casi inevitablemente, a la desa-fección, y por ésta entendíamos un alejamiento de las instituciones políticas, bajos niveles de eficacia y bajos o nulos niveles de interés por la política (Montero et al, 2013: 89-90). Sin embargo, y quizás sorprendentemente, durante la crisis, ha crecido el interés político de los españoles (también lo ha hecho el tiempo que se dedica a la discusión política, un indicador que reafirma el crecimiento del interés, tal como puede verse en el gráfico 3), y las formas de participación no electoral se han disparado.

Incluso han aparecido una serie de nuevos movimientos, como el 15M, las “Mareas” temáticas y la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que gozan de la simpatía de los ciudadanos, y del apoyo de éstos en las manifestaciones y otras acciones llevadas a cabo, cuyo surgimiento puede ser indicativo, de acuerdo con Saskia Sassen (2010), de la aparición de nuevos agentes de intermediación política.

En el gráfico 4, que vemos a continuación, extraído de las series del CIS, puede apreciar-se cómo desde 2008 los asistentes a manifestaciones han pasado de ser un 10 a un 15 por ciento. Ello demuestra que no sólo se han incrementado significativamente las manifesta-ciones y protestas celebradas, sino que a las mismas se han incorporado nuevos ciudadanos, (no sólo aquéllos “participantes profesionales”).

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Gráfico 4. Evolución del tiempo dedicado a hablar de política en España

Fuente: Montero et al, 2013.

4. ANÁLISIS

Sabemos por Montero et al (2013:89) que los ciudadanos críticos muestran baja satisfacción con la democracia y menores niveles de participación electoral que otros (los “cives”), aun-que participan a través de boicots, manifestaciones, etc. En las páginas siguientes se preten-de ahondar en la relación entre abstención y desconfianza hacia los partidos, por un lado, y abstención y críticos, por otro, esperando que el perfil de ciudadanos críticos represente un porcentaje amplio dentro del “core” de los abstencionistas, y explorando brevemente, de cumplirse mis expectativas, posibles relaciones entre desconfianza hacia los partidos po-líticos y las distintas formas de participación que están teniendo lugar, y próximas a nuevos actores como el 15 M, en los últimos años.

Antes de proceder a los análisis bivariados (tablas de contingencia sobre variables reco-dificadas), describiré brevemente las variables. Como ya se dijo, la confianza en los partidos políticos ha caído notablemente. En 2011, los españoles los consideraban como el tercer problema más acuciante del país, y la desconfianza mostrada hacia ellos pasó del 24 al 42 por ciento entre 2008 y 20114. Así, la falta de confianza en los partidos políticos es, en todas las elecciones manejadas, una de las razones más importantes para no votar. No obstante, entre 2000 y 2011, el porcentaje de ciudadanos que se abstiene por esta razón desciende (pasando del 27 al 18 por ciento) siendo que la ausencia de alternativa aumenta (pasando del 26 por ciento en el año 2000 al 28 en el 2011). En cualquier caso, éstas son siempre

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las razones más repetidas a la hora de justificar la abstención, amén del deseo de mostrar descontento. Ello es congruente con la hipótesis de que la abstención sea una opción “de salida”, ya que no sólo el descontento aparece, expresamente, entre las razones argüidas para no votar, sino que la falta de confianza o de acuerdo con la “oferta” (no hay alternativas que me satisfagan/no confío en los partidos) parecen manifestar un rechazo de la calidad de los productos disponibles en este mercado electoral.

Sin embargo, los porcentajes no varían en la dirección esperada (lo cual podría indagar-se en investigaciones futuras), puesto que si la crisis fuera la razón esencial de la desafección hacia los partidos políticos, la abstención por desconfianza debería haber crecido desde 2000, y no al contrario. Por ello, consideraré la H1 sólo como parcialmente comprobada, lo cual quizás se deba a la naturaleza de los datos utilizados.

La abstención, en todo momento, ha aparecido vinculada a la falta de confianza, así como a la expresión del descontento; sin embargo, y destacando la debilidad anteriormente reconocida para la H1, la dirección se mueve en sentido contrario al esperado. Cuestión aparte es la falta de alternativa, que pudiendo ser una señal de crítica (querer pero no poder votar ante una carencia de posibilidades en la oferta partidista en lid) es señalada de manera creciente, alcanzando en 2011 su punto máximo. Quizás es, de hecho, este el motivo de la aparición y éxito de nuevas formaciones políticas, como Ciudadanos (C’s), pero, especial-mente, Podemos, quien en las pasadas generales se convirtió en la tercera fuerza política, desplazando a Izquierda Unida o UPyD, los minor party consolidados del sistema político español.

Por otra parte, y avalando lo planteado por inspiración en Font (1995), se observa que los abstencionistas no son siempre los mismos. Así, mientras en 2000, de quienes no vo-taron, el 28 por ciento afirmaba no hacerlo nunca, en 2011 son el 33 por ciento quienes responden de esta manera, pasando por el 45 por ciento de 2004. Esto nos muestra, por un lado, que, efectivamente, se da una variabilidad en el “core” de abstencionistas. Por el otro, que, la diferencia del 12 por ciento de abstencionistas que “no votaban nunca” que se pierde de 2004 a 2011 nos indica que una cantidad importante de ciudadanos que tradicio-nalmente votaba, decidió abstenerse en las últimas elecciones generales. Como ejemplo, en 2011, se abstiene un 2 por ciento de ciudadanos jamás lo había hecho, (lo que constituía el 14% de la abstención total) mientras en 2008 esta cifra no alcanzó el 1 por ciento, lo que corrobora esta afirmación. Yendo más lejos, entre los nuevos ciudadanos se incorporan a la abstención se percibe una fuerte duda sobre qué comportamiento adoptar: el voto o la abstención. De hecho, en 2000, un 4 por ciento de los españoles tuvo dudas entre abstener-se o votar; un 3 por ciento dudó, pasando a ser un 5 en 2008 y un 6 en 2011, según datos del CIS. Esto podría tener que ver con un sentimiento cívico que conciba el voto como un deber (entre 2008 y 2011 tal pensamiento está presente en un 34 y un 33 por ciento de los españoles, respectivamente, donde apreciamos otro decrecimiento), o con que éste es un

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comportamiento aprendido (como parece serlo también la abstención, atendiendo a que algunos ciudadanos adoptan este comportamiento habitualmente) pero, en cualquier caso, revela una profunda reflexión, avalando mi idea de que la abstención es un comportamien-to voluntario y firme.

Cabe apuntar que la abstención por motivos técnicos (fallos en el censo electoral, olvi-do de Documento Nacional de Identificación DNI, etc) es ínfima, por lo que no afecta en modo alguno a los resultados arriba presentados. De hecho, en 2011 y 2004 (momentos en los que, gracias a la formulación de la pregunta, podemos estimar por separado las razones técnicas de motivos personales como la enfermedad propia o de un familiar), la abstención técnica es del 0,3 y 0,4 por ciento respectivamente. Aun cuando no sea posible separar los motivos personales de los técnicos, son poco más de un 4 por cien de los ciudadanos (en 2000, el máximo observado) los que se amparan en estas razones. Así se comprueba que, como sostenía Justel (1995), una mayor abstención se corresponde con una abstención téc-nica cada vez menor, lo cual corrobora que la abstención sea un comportamiento deliberada y reflexivamente adoptado que constituye una llamada de atención hacia el sistema político, en tanto que expresa el deseo de salida.

En 2011, con una N de 4.719 casos, encontramos significación estadística y una con-fianza superior al 95 por ciento para la relación que muestra que más del 61 por cien de los abstencionistas no confía en los partidos políticos, mientras que tan sólo un 6 por ciento de ellos se consideraba poco o nada eficaces políticamente, además de que la significación para la desconfianza en los partidos es mayor, y según la prueba de V de Cramer esta es la variable con mayor peso de las dos sobre la abstención ( V=0.165 frente al 0.072). Ello avala que es la falta de confianza lo que induce a optar por la abstención como salida, de acuerdo también con las principales razones aducidas para la abstención presentadas en la tabla 3. Si nos fijamos en las elecciones de 2008, son el 60 por ciento de los abstencionistas no confia-ban en los partidos políticos, mientras que el 56 por ciento de los mismos había confesado no sentirse eficaz políticamente.

Tabla 3. Principales razones para la abstención, en porcentaje

Año Falta de confianza Falta de alternativa Expresión del descontento Total

2000 27 26 15 782004 25 27 9 612008 26 23 11 602011 18 28 8 54

Fuente: elaboración propia en base a datos del CIS.

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En este caso, la H1 quedaría también probada (mayor porcentaje de abstencionistas y una V de Cramer de 0.141 sobre un 0.061) aunque considero que con menor fortaleza que para 2011, lo cual no obstante permite deducir que el impacto de la crisis (mala gestión, escándalos de corrupción en los partidos políticos) se hace notar, de manera que el efecto contextual existe. En 2004, por su parte, sabemos que de entre quienes se abstuvieron, el 9 por ciento lo hizo porque así lo había decidido, y no por motivos técnicos o de imposibi-lidad de lo mismo; sin embargo, en este caso el CIS no incorpora la información necesaria para desagregar la variable del mismo modo que se hizo para 2008 y 2011, además de que no contamos con una pregunta específica sobre la desconfianza hacia los partidos. En cual-quier caso, sí sabemos que el 45 por ciento de los abstencionistas de 2004 reconocía no votar nunca (lo que nos deja un 55 por cien de abstencionistas que varían, confirmando la hipótesis de Font sobre la fluctuación que aquí he adoptado), mientras que el 17 por cien argumentaba, para ello, la falta de eficacia externa5. De esto caben dos lecturas igualmente interesantes: la primera, las variaciones en los sentimientos de eficacia frente a un 26 por ciento que aduce falta de confianza en los partidos, y un 9 por ciento que recurre a la abs-tención como forma de protesta.

Estos datos, que se adelantaron en la tabla 3, corroboran la idea de que la abstención puede ser comprendida como una protesta, así como la H1 que concebía la falta de confian-za como uno de los motivos de adoptar la abstención y que me llevaron a teorizar sobre ésta como un comportamiento “de salida”, en base a Hirschmann (1970). Por último, en el año 2000, se encuentra una formulación de las preguntas del CIS que coincide con 2004 y por tanto no con 2008 y 2011, lo que no permite comparar con las dos últimas elecciones gene-rales españolas pero sí con 2004, y, empero, hacernos una idea general de la evolución del sentido de la abstención. En este caso, son un 11 por cien los ciudadanos que declararon no haber votado porque así lo decidieron, mientras el resto de los abstencionistas sostuvieron que no pudieron votar (“fue a votar y no pudo/no fue a votar porque no pudo”. No obstan-te, también aquí se encuentran variaciones en el “core” de los abstencionistas (sólo el 28 por ciento se declara habitualmente abstencionista). De entre los abstencionistas, un 15 por ciento se declara no eficaz (menos que en 2004, un 27 por ciento mostraba su desconfianza hacia los partidos y un 15 por cien recurre a la abstención como muestra de descontento, ello en línea con la H1 propuesta.

De acuerdo con los análisis mostrados, la hipótesis principal se considera probada, aunque se observa que la desconfianza hacia los partidos adquiere mayor importancia (y los análisis, más robustos, así lo confirman) para las elecciones de 2008 y 2011, especial-mente en estas últimas. Ello permite además entrever un efecto contextual en la falta de confianza, toda vez que la influencia del contexto no pueda ser determinada con firmeza, no sólo por las formulaciones de las preguntas en los cuestionarios manejados. A falta de datos oficiales del Ministerio del Interior del Gobierno de España con los cuales trabajar a

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fecha de entrega de este trabajo (enero de 2016), tras la celebración de nuevas elecciones generales en noviembre de 2015, corroboró la falta de confianza de los ciudadanos en los partidos tradicionales. Pues, de hecho, las nuevas formaciones acumularon 109 de los 350 escaños a repartir en el Congreso de los Diputados, 69 para Podemos, y 40 para Ciudadanos, formación política catalana, que tras el éxito cosechado por los de Pablo Iglesias, extendió su ámbito de acción al conjunto del estado a finales de 2014.

Queda ahora por comprobar la H1.A. A la luz de los resultados expuestos, cabría prever que en 2011 existiera una mayor cantidad de críticos entre los abstencionistas. Sn embargo, los análisis muestran que si tenemos en cuenta sólo estos dos perfiles a la hora de fijarnos en la abstención, los críticos serían un 14 por ciento, y el resto, desafectos. Para 2008 (nue-vamente, las variables sólo han podido modificarse para su cruce en estos casos), los críti-cos eran el 12 por ciento. Aunque efectivamente, y con significación estadística, es posible diferenciar ambos perfiles, no se percibe una mayoría de críticos entre aquéllos que optan por la abstención-salida, aunque sí se ha probado tanto el incremento de los abstencionistas como de los críticos, y, en concreto, del perfil crítico entre los abstencionistas. Por ello, H1.A podrá quedar probada. Sin embargo, se ha de mostrar prudencia, pues aunque se puede confiar en los resultados (sig=0.00), debido al tamaño de la n (333 casos).

CONCLUSIONES

El presente estudio se ha distinguido de investigaciones anteriores sobre la abstención por la importancia capital que se concede a las actitudes como determinantes de dicho compor-tamiento, sobre otros factores, como los sociodemográficos (Font, 1992,1995; Justel, 1995; Boix y Riba, 2000), cuya influencia es, por otra parte, limitada, así como por la aplicación, para el estudio del impacto de los factores actitudinales en la participación electoral, de los perfiles de ciudadanos “crítico” y “desafecto”. Se pretendía con él probar, como de hecho así ha sido, la hipótesis principal H1, según la cual el aumento de la desconfianza hacia los partidos y las instituciones se traduce en un incremento de la abstención electoral como opción “de salida”. Así, estaría aumentando el número de ciudadanos “críticos” que se abstienen, en señal de desconfianza o rechazo. A la luz de los datos, y tras los análisis cruzados llevados a cabo, así como atendiendo a las respuestas de los españoles cuando son inquiridos por el sentido de la abstención, se ha comprobado que en España, la no par-ticipación electoral adquiere un significado político distinto al que tradicionalmente se le atribuía (la falta de capacidad movilizadora, ciudadanos al margen del sistema y repercusión en la igualad y la legitimidad) para adquirir un sentido crítico.

La “antesala de la abstención” no viene ya determinada por una falta de interés político ( Justel, 1995), ya que éste no ha hecho sino crecer dese el año 2000, lo cual refuta hipótesis

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previas sobre el fenómeno abstencionista. De hecho, como han probado los análisis presentados, la falta de confianza en los partidos políticos (o en el Parlamento, de acuerdo con Montero, 2013) o la percepción de una pérdida de ca-lidad en la oferta (falta de alternativas que concuerden con los intereses de los electores, o que los satisfagan) partidista en lid adquieren cada vez una importancia y potencial ex-plicativo mayores en relación con la abstención. Según los datos de encuesta disponibles, además, la abstención entre 2000 y 2011 responde, además, a un comportamiento firme y decidido, basado en la valoración de la oferta electoral dis-ponible, lo cual me ha llevado a probar la hipótesis principal, y además, a coincidir con Justel en que, a mayores niveles de abstención, menor es la abstención forzosa (o de tipo técnico, ya que las razones aducidas para abstenerse que se presentaban en la tabla 3 superan ampliamente a las de este tipo).Se ha comprobado, además, que los ciudadanos que se abstienen varían, (la fluctuación en el núcleo de ciudadanos que adoptan esta posición) , entre unas elecciones y otras. En 2011, un 2 por ciento de ciudadanos que tradicionalmen-te votaba se decantó por la abstención. Esta cifra, aunque pueda parecer ínfima, duplica a quienes respondieron de la misma manera en 2008, dato ya de por sí preocupante que, de sentar tendencia, sería motivo de alarma.

Parece, pues que los españoles, entre 2000 y 2011 se decantaron cada vez más por la abstención, una opción de abandono o “salida” del mercado electoral, que los “produc-tores”, o sea, los partidos políticos, harían bien en considerar, para evitar que tal tendencia continúe y que la brecha entre representantes y ciudadanos sea cada vez mayor. Además, de acuerdo con H1.A (De entre los abstencionistas españoles, podemos distinguir entre desafectos y críticos, habiéndose producido un incremento de estos últimos) entre los abs-tencionistas el perfil de ciudadanos críticos tiene cada vez mayor presencia. No obstante, los resultados deberán con-trastarse con elecciones posteriores para confirmar si lo que aquí se aprecia es, o no, el inicio de una pauta.

Rocío Alarcón Rasero

Es Doctoranda de la Univer-sidad Autónoma de Madrid, donde obtuvo también su título de Máster en Demo-cracia y Gobierno. Licen-ciada en Ciencias Políticas por la Universidad Carlos III de Madrid. Sus principales áreas de investigación son la representación y la crisis de partidos, y la participa-ción electoral, así como el impacto de la crisis sobre la participación. Ganadora del Premio Joan Prats para Jóvenes Investigadores del Congreso GIGAPP en Ma-drid, España.

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Por otra parte, el hecho de aplicar estos perfiles al voto y la abstención, de manera si-multánea y comparada, puede darnos ciertas claves a la hora de conocer cómo se produce el trasvase entre otrora votantes y hoy abstencionistas, y viceversa, y apreciar la fortaleza de las pautas de uno y otro suceso, lo cual es aún más interesante cuando se analiza ligado a fenómenos del medio-largo plazo, como las actitudes, que pueden consolidar ciertos com-portamientos.

Los resultados y conclusiones aquí presentes así como algunas paradojas o evoluciones no esperadas, y que ya se han señalado, animan, en fin, a profundizar en los senderos aquí trazados y que apenas comienzan a despejarse. De hecho, la extensión de los resultados a lo acaecido en España el 20D es una de mis principales pretensiones, y será contenido en mi tesis doctoral.

REFERENCIAS

1 En cualquier caso, se comparten las limitaciones en el análisis que ya han afectado a estu-dios previos ( Justel, 1995, Font, 1992) como la “finura de los datos”(la “mentira piadosa” en tanto que el voto es un fenómeno socialmente mejor aceptado que la abstención, a la hora de responder a la encuesta), los factores “técnicos” que “fuerzan” la abstención”, etc.

2 En España, los niveles de participación electoral y, más ampliamente, de participación política convencional (afiliación a partidos y sindicatos) han sido, empero, tradicional-mente bajos (Montero, Torcal y Teorell ,2006; Morales, 2005).

3 La formulación de la pregunta sobre confianza en partidos políticos varía en 2000 y 2004, no sólo con respecto a 2008 y 2011, sino entre ambas fechas, por lo que aquí se han teni-do en cuenta sólo las dos últimas elecciones. Por otra parte, la pregunta está formulada de manera que los ciudadanos sitúen su desconfianza entre 0 y 1, de 2 a 3, de 4 a 6, 7 a 8 y 9 y 1; por lo que, para desconfianza, se han seleccionado las posiciones de 0 a 3, dado que 4 aparece unido a lo que ya sería un “aprobado” (5-6).

4 Tanto para 2004 como para 2000, las preguntas piden a los encuestados que seleccionen la razón principal, por ello, se ha decidido no recodificar las variables de manera que una razón excluyera la otra. Esto es, quienes sostienen que no votaron principalmente como forma de protesta, pese a que no seleccionaron como leivmotiv la falta de confianza en los partidos, podrían confiar o no en ellos, y dado que no es posible recodificar sin errar o sin que los resultados queden (o corran el riesgo de quedar) falsados, se ha optado por no recodificar y presentar los datos en los que sí podemos confiar.

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