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EL DESARROLLO Y LA PROBLEMÁTICA

DE LA CIUDAD

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Varadigmas de planeación urbana y conceptos de desarrollo L U I S MAURICIO CUERVO

Profesor Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales (CIDER)

' -, ,-; Universidad de los Andes

I . ORIGEN Y NATURALEZA DEL CONCEPTO DESARROLLO

Es Oportuno plantear una diferencia en el punto de partida propuesto por Fabio Giraldo, con respecto a la interpretación del concepto de desarrollo. Coincido con él cuando señala el impacto nocivo del concepto de desarrollo sobre la sociedad y la ciudad; lo que no comparto, tal vez, es la interrogación que le hace, pues no considero apropiado preguntarle si es o no apto para pensar la ciu­dad, sino si es o no apto para construir ciudad y sociedad.

En esta disyuntiva se plantea, de manera muy interesante, una dicotomía en el desarrollo de la ciencia, desde su origen mismo, en­tre ciencia aplicada y básica. Esta dicotomía es confrontada por la ciencia urbana y de la misma manera, no se ha resuelto. La teoría urbana se ha construido paralelamente sobre las dimensiones del espíritu práctico y contemplativo. En efecto, la sociedad, la ciencia, la política han desarrollado y se han aproximado a la ciudad o bien con el interés de construir, reconstruir, o modificar la ciudad o bien con el interés de entenderla y comprenderla y explicarla, con dos discursos paralelos sin converger ni encontrarse. Así, los paradigmas de ciudad y los conceptos de desarrollo han sido originados y han sido construidos y reconstruidos a partir del espíritu práctico, de la necesidad de plantearse y responderse al cómo hacer ciudad y cómo construirla. Sería deseable que nuestra comprensión teórica y prác­tica de la ciudad no fueran dos mundos aparte sino que conversaran entre sí y se desarrollaran mutuamente.

Profesor titular, economista.

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Por lo anterior, para empezar, entiendo el desarrollo como un con­cepto expresivo de una intención colectiva, una forma particular de plantearse propósitos sociales, medios y procedimientos para obte­ner resultados. Desde ese punto de vista este concepto es muy re­ciente, no data de más de 50 años, se ha constituido en un medio de autocontrol social y de emulación entre grupos, entre naciones y entre culturas; surge inicialmente asociado a la idea de crecimien­to, es su origen, sin embargo, evoluciona, incorpora e incursiona en distintas dimensiones de forma muy semejante a como lo ha hecho el concepto de ciudad, los paradigmas de ciudad, integrando pro­gresivamente nuevas dimensiones como la social, a través de la in­tención colectiva de equidad; la política, incluyendo criterios de de­mocracia y de participación como requisito para el desarrollo; la ambiental, para considerar la sostenibilidad como criterio de desa­rrollo; e igualmente la cultural, para rescatar la diversidad como propósito u objetivo social.

Así, rescato el papel del concepto de desarrollo como una idea, un propósito colectivo, que motiva, sirve de motor, impulsa a la construcción de intenciones diversas poniendo en marcha los medios para conseguirlas. Este rescate no debe llevarnos a olvidar la críti­ca al concepto de desarrollo en su función de vehículo para agenciar un muy preciso concepto de organización social, de organización po­lítica, y una muy particular forma de organización económica. Por esta vía sufrimos permanentemente un colonialismo cultural de donde hemos sido incapaces de salir por medio de la construcción de nuestros propios paradigmas de desarrollo; nos nutrimos de ma­nera pasiva de modelos originados en otros momentos, en otras la­titudes, en otras geografías y somos incapaces de retomarlos para re­construir nuestros propios propósitos y objetivos colectivos y sociales. Por tanto, la genealogía y la evolución del concepto de de­sarrollo han estado asociadas al propósito implícito y explícito de servir de agente de homogeneización cultural y social de propósi­tos, metas y procedimientos. El peligro mayor del concepto de de­sarrollo es en su uso y en su práctica, pues conlleva a coartar la li­bertad de pensamiento y la diversidad.

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Antes de continuar quisiera reclamar, entonces, que de este concep­to se realce su capacidad de movilizar la voluntad social y de pro­piciar cursos y trayectorias específicas en búsqueda de esa voluntad y de esos propósitos sociales como su mayor valor. Sin embargo, hago también, un llamado a buscar alternativas, de hecho ya en pro­ceso, desde la teoría de las ciencias sociales hacia conceptos como los de biodesarrollo, etnodesarroUo, donde se pone en evidencia la ne­cesidad de la búsqueda de la diferencia.

2 . LA CONFLUENCIA DE LA CIUDAD Y EL DESARROLLO

Las ideas de desarrollo y ciudad confluyeron durante los años 8o y los años 90, a causa de dos razones, una objetiva y otra subje­tiva. La subjetiva tiene ver con la hegemonía del pensamiento eco­nómico neoliberal y neocorservador de los años 80 y 90 y los pro­cesos de reforma y cambio social vividos en el mundo occidental alrededor de temas,como el desmonte del discurso del desarrollo, el nuevo énfasis en el crecimiento y en los propósitos de debilitar el rol social del estado nacional, constitutivo de la programática po­lítica orientadora de la evolución del estado en los últimos 20 años.

Esa condición subjetiva ha debilitado el papel del estado na­cional y ha hecho resurgir la ciudad y la región como escenarios de búsqueda del desarrollo, forzando el encuentro entre ciudad y de­sarrollo. La discusión sobre el desarrollo, ejercida en el plano de las sociedades y los estados nacionales durante la postguerra, se des­lizó hacia las ciudades, los territorios y las regiones en los últimos 20 años.

El segundo elemento, objetivo, proviene del hecho de vivir ac­tualmente en un mundo primordialmente urbano en donde tienden a desaparecer las diferencias e incluso lo rural pierde posibilidad de ser entendido por sí mismo y se ve obligado a ser visto a través de lo urbano. Esta confluencia de fenómenos y dimensiones objetivas y subjetivas explica que en los 20 años recientes hayan confluido las búsquedas del desarrollo y la construcción de ciudad, deslizándose desde el escenario nacional hacia el territorial y regional. ,

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3 . P A R A D I G M A S DE PLANEACIÓN URBANA - • -x

COMO A G E N T E S DE DIFERENTES CONCEPTOS >_ ' '

DE DESARROLLO

La confluencia de ciudad y desarrollo puede ser vista a través de principales paradigmas de la planeación urbana en estos últimos años, agentes de los diferentes conceptos de desarrollo presentes en la sociedad contemporánea en medio de un contexto de desrregu-lación, globalización y recomposición del estado nacional.

En estas condiciones los paradigmas del desarrollo urbano ex­perimentaron un inusitado impulso y renovaron sus búsquedas en medio de una dicotomía entre el pensamiento práctico y el contem­plativo, enfrentando los mismos problemas confrontados por el con­cepto general de desarrollo: ¿Cómo dar cuenta de la multiplicidad y diversidad de la ciudad como objeto de intervención? y ¿cómo re­solver la diversidad de tensiones de forma equilibrada e integral?

Estos son los retos mayores confrontados por los paradigmas de ciudad en su función de movilización de voluntades sociales y de construcción de sociedades y de ciudades nuevas. Del recuento y análisis de los paradigmas recientes del desarrollo urbano adelanto el resultado fundamental: cada paradigma parcela la realidad pero a pesar de su parcialidad y de su fragmentación, posee grandes méritos a ser rescatados e integrados en una visión de conjunto.

Centraré el recuento en los elementos constitutivos de cuatro paradigmas de ciudad que contemporáneamente han tenido una presencia preponderante: ciudad global, ciudad gobernable , ciudad sostenible y ciudad competitiva. Cada uno de ellos será mirado en dos dimensiones: primero, resaltando la tensión, el conflicto o la contradicción central que intenta abordar y resolver, y el segundo, el de la fórmula, la solución o la salida planteada en la resolución de esa tensión.

El paradigma de la ciudad global esta fuertemente influencia­do y determinado por una tensión de tipo espacial. La ciudad glo­bal emerge como concepto a partir de una constatación que no es nueva pero, que sin embargo, tiene una fenomenología particular en el mundo contemporáneo, como es la existencia de un dualismo urbano entre ciudades grandes y pequeñas, ciudades desarrolladas

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y subdesarroUadas, centro y periferia, ciudades globales y no globa­les. Las ciudades globales se sitúan en el tope de la pirámide de los sistemas urbanos, que ya no son sistemas nacionales sino globales, con tres grandes cabezas, Nueva York, Londres y Tokio que encar­nan, cristalizan y le dan cuerpo al concepto genérico de ciudad global.

Esa tensión plantea en términos prospectivos y propositivos, que la ciudad debe intentar posicionarse en el tope de la jerarquía de esas funciones globales como requisito para garantizar prospe­ridad, equidad, sostenibilidad y diversidad. A partir de una dimen­sión específica, la funcional y espacial, el concepto ciudad global intenta responder a la necesidad de plantear una salida integral al problema del desarrollo en la ciudad.

El paradigma de ciudad gobernable se desarrolla y evolucio­na alrededor de una tensión distinta, al interior de lo político, en­tre lo público y lo privado. Surge a partir de la dificultad de hacer converger los intereses privado y público y de construir una insti­tucionalidad consistente con la búsqueda y la construcción del in­terés público.

Este paradigma está marcado por una búsqueda eminente­mente prospectiva, pues, se encamina a generar una institucionali­dad colectiva que garantice la primacía del interés público a través de procesos de generación de propósitos y metas de interés colectivo.

El paradigma de ciudad sostenible se mueve, a mi modo de ver, en una dimensión diferente, de tipo generacional. La ciudad sostenible surge de la dificultad planteada por la teoría ambiental de conciliar la supervivencia de las generaciones presentes con la de las generaciones futuras a través de una relación armónica entre ciu­dad y medio ambiente. Es un paradigma generacional, pues interro­ga a la sociedad acerca de su papel y responsabilidad a corto y lar­go plazo. La búsqueda prospectiva y propositiva del paradigma de ciudad sostenible se centra en el deseo de constituir la dimensión ambiental en el elemento central para la toma de decisiones políti­cas, públicas y privadas como medio para garantizar la necesaria convergencia y convivencia entre los intereses presente y futuro.

Finalmente en este recorrido y en esta genealogía emerge tam­bién, con mucha fuerza el paradigma de ciudad competitiva que se

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da claramente en una dimensión económica. Se plantea que el cre­cimiento económico urbano tiene su fundamento en el incesante de­sarrollo de la productividad y la eficiencia, generando una tensión entre el crecimiento y sus fuentes.

Este énfasis en el crecimiento como preocupación, intenta res­tablecer la hegemonía de la economía sobre lo social y de su capa­cidad de integrar todas las dimensiones del desarrollo como la am­biental, la política, la cultural.

Así entonces, la ciudad global como paradigma de ciudad plantea a nivel prospectivo y propositivo la necesidad de darle prio­ridad a la presencia de la ciudad en el mercado mundial a través de las exportaciones y de la atracción de inversiones extranjeras. Plan­tea organizar la intervención urbana en la consolidación de los fac­tores de la productividad, como la infraestructura y la educación como soportes de la productividad, la asociación empresarial como soporte blando, y finalmente el énfasis en la inversión en investiga­ción y desarrollo.

En este recorrido, cada uno es los paradigmas de ciudad revela una pretensión hegemónica, bien desde lo ambiental, lo político, lo social, o lo económico, pues cada una de ellas reclama, en cada una de esas dimensiones, la capacidad de construir ciudad y sociedad de manera armónica, integral y equilibrada. Esta pretensión de domi­nio integral se juega no solamente en el campo del espíritu contem­plativo, sino también por su eficacia, en el orden del espíritu prác­tico, por las demostraciones de su capacidad de construir propósitos sociales y de movilizar la ciudadanía en su consecución. Hay una disputa intelectual e ideológica que las hace divergentes y una pug­na práctica, desde el punto de vista de su eficacia y de su demostra­ción de efectividad en la consecución de resultados.

Sin embargo, todos estos paradigmas de ciudad poseen algu­nos rasgos comunes. Todos ellos son evidentemente visiones volun-taristas que intentan reconstruir la diversidad, la divergencia y la multiplicidad de lo urbano a través de un elemento o dimensión considerada estratégica. Igualmente rescatan, o intentan hacerlo, una visión integral de lo urbano a partir de una dimensión particu­lar, propiciando un encuentro muy interesante entre el espíritu

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práctico y el contemplativo. Cada uno de estos conceptos y paradig­mas de ciudad tiene una genealogía muy diversa, un origen muy di­ferente, algunos intelectual, otros geográfico, político o social y de movilización amplia. Sin embargo, cada uno posee una trayectoria muy semejante, pues surgen generalmente, como conceptos con una dimensión y alcance restringidos que se van popularizando a través de diferentes medios y espacios como la literatura científica, las ins­tituciones multilaterales como el Banco Mundial, o el Banco Inte-ramericano de Desarrollo, o fundaciones y organizaciones no guber­namentales de cooperación norte-sur. Ese proceso de popularización los convierte en paradigmas en el sentido de constituirse en referen­tes ampliamente aceptados, utilizados para movilizar la voluntad colectiva de los ciudadanos o de las sociedades locales y regionales en la búsqueda de los propósitos por ellos planteados. En esa apli­cación ciega e indiscriminada de estos paradigmas los resultados son, en la mayoría de los casos, contradictorios y en muchas ocasio­nes contraproducentes.

La Universidad, la investigación y el saber tienen una función y una responsabilidad fundamental, pues esta lejanía entre objeti­vos y resultados deviene de la imposibilidad e incapacidad de nues­tras gentes para reconocerse como culturas particulares y de saber que si bien es cierto que la imitación, la emulación, la aplicación de conceptos venidos de otras partes es fundamental y la única mane­ra de garantizar una asimilación con resultados sociales constructi­vos es teniendo conciencia de nuestra identidad, cultura, posibili­dades y limitaciones. Esa conciencia y la emergencia de nuestra identidad propia generan la capacidad de apropiar estos paradigmas y de convertirlos en factores de construcción y de obtención de metas sociales de equidad, sustentabilidad, competitividad y gobernabilidad. Este es el reto fundamental de la investigación urbana en las sociedades contemporáneas, el reto de reconocer que nuestras sociedades aprenden a través de la imitación y que esa imi­tación opera tanto en el nivel subjetivo del consciente y del incons­ciente, como también en el nivel objetivo "de la demostración". El aprendizaje por imitación es el punto de partida que le plantea los retos fundamentales a la ciencia contemporánea. Hay múltiples

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búsquedas prometedoras, relacionadas con la exaltación del análi­sis cualitativo, del énfasis en los procesos de cambio en lugar de los análisis estáticos, con la proposición de conceptos como el de com­plejidad o de otros conceptos que intentan ganar globalidad.

En cualquiera de estos casos, los retos de la ciencia y de la in­vestigación se relacionan con la necesidad de ser capaces de compa­rar lo incomparable sin caer en un recetario de procedimientos y buenas intenciones, sino intentando mejorar las condiciones de diá­logo entre el espíritu práctico y el contemplativo, e igualmente en­tre la visión fragmentaria y la visión integral de ciudad. Mi llama­do final es a asumir la responsabilidad de los retos epistemológicos, metodológicos, académicos e investigativos planteados por esta evi­dencia del aprendizaje a través de la imitación, asumiendo nuestro papel, como intelectuales, de construir paradigmas de sociedad y de ciudad sin renunciar a nuestra identidad.

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Qiudady creación FABIO G I R A L D O ISAZA

Catedrático y consultor

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_ ! _ I. C R E A C I Ó N VS. D E S A R R O L L O 4- >'-:.

Desearía en primer lugar agradecer a los organizadores de la Cátedra Manuel Ancízar su amable invitación para participar en este importante evento. Aunque el tema previsto en el programa es el del desarrollo y la problemática de la ciudad, me voy a referir a una cuestión más general, la ciudad como creación histórico-social, tal y como me lo propuso el Dr. Fernando Viviescas al hacerme la in­vitación para compartir con ustedes este ciclo sobre Pensar la Ciudad.

El cambio en el título de esta exposición no es gratuito. El se debe a varias consideraciones:

Si bien es cierto que las reflexiones centrales sobre la sociedad no se pueden realizar omitiendo los planteamientos de la Economía, también es cierto que, la teoría económica es incapaz por sí misma de darnos una comprensión adecuada sobre la ciudad, donde se da lo más específico de la sociedad contemporánea. Los argumentos matemáticos formales de la modelación económica son muy útiles para construir modelos lógicos pero ellos no pueden suplantar el verdadero pensamiento. El modelo es una construcción lógica, pero para afrontar la realidad en su complejidad hay que dar el "salto" de la lógica formal al pensamiento reflexivo.

Si se juzgan los modelos económicos con base en su lógica es forzoso concluir que son muy buenos, incluso muchos de ellos me­jores que los realizados por los físicos con sus teorías, pero no expli­can sino una porción limitada de la realidad social, la restante sólo

Economista.

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se capta con el pensamiento reflexivo y para lograrlo es más impor­tante la filosofía y la historia que el cálculo y la formalización a tra­vés de la lógica formal.

La teoría del desarrollo y su aplicación a los procesos-históri­cos se encuentra en construcción y debate. El término alude a un conjunto de valores y propuestas sobre el camino que deben tomar las sociedades para alcanzar unas supuestas metas de progreso, en­trando a realizar unas calificaciones y jerarquizaciones entre nacio­nes no muy sustentadas: sociedades del tercer mundo, subdesarro­Uadas, en vía de desarrollo, periféricas... El término fue apropiado en forma problemática por la teoría económica, confundiéndolo con el de crecimiento. Así, un concepto que aludía a las dimensiones política, económica y cultural de la sociedad, fue quedando reducido a un problema aritmético y a la búsqueda de unas regularidades empíricas modelizables, como en cualquier aspecto económico. La fuerte relación intrasistémica de las dimensiones de la sociedad fue sacada por la puerta de atrás y la idea de separabilidad se impuso haciendo ilegible la escisión en el capitalismo de la política y la economía y su hecho fundamental, la de ser gobernadas por diferen­tes principios axiales que con frecuencia son antagónicos.

El Desarrollo Económico quedó así relacionado estrechamente con la idea de progreso, con la cual se tiene una concepción lineal y progresiva del desarrollo humano que resulta, como veremos más adelante, inadecuada para entender la complejidad del fenómeno humano. Detrás de esta concepción corre en paralelo la idea de ra­cionalidad como representación dominante del mundo contempo­ráneo y de todas las discusiones sobre el desarrollo. Se pretende con este par de conceptos, desarrollo-racionalidad y su primo hermano el crecimiento, encontrar los secretos de los problemas humanos. Dicha clave se transmite por la ideología dominante a través de tomar como objetivo central de la sociedad el de aumentar constan­temente la producción sin mirar sus efectos sobre la vida individual y colectiva. De lo que se trata en esta forma de pensamiento es de crecer; hacer crecer el PIB, según la connotación de los economis­tas, para —por esta vía— alcanzar el desarrollo. Así, con esta for­ma de razonamiento, no se permitió ver como vamos a un mundo

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de urbanización generalizada donde se dan nuevas formas entre es­pacio y sociedad que están transformando la sociedad, a través de la revolución tecnológica informacional y la globalización económica y de las comunicaciones. También se oculta —y aquí el silencio de la economía es asombroso—, cómo la política es geopolítica, es decir, ordenamiento, gobierno y administración de la sociedad y su territorio. Los procesos que regulan el manejo y la transformación del territorio son base del fundamento del "contrato social" que se expresa en normas.

El concepto de desarrollo y su reverso, el de subdesarroUo, ocultan lo que ya se encuentra sin mucha discusión ante nosotros, una gran transformación de la sociedad mundial, la cual no opera ni puede concernir sólo a los países del centro; ella abarca al conjun­to del planeta y teniendo su "origen" en los países industrializados y principalmente en USA, nos ha mostrado una vez más cómo los cambios esenciales ocurren en los países dominantes y después se difunden al resto del mundo. Así ha ocurrido con el verdadero leit motiv que define la ideología de la época: la globalización.

La globalización confundida por muchos con los procesos de apertura económica (financiera y comercial) viene afectando las di­mensiones política, económica y cultural de la sociedad. Al hacer girar en torno suyo a la totalidad de los elementos contenidos en lo social, pone de manifiesto cómo las estructuras políticas y de poder se encuentran identificadas con los intereses comerciales, financie­ros e ideológicos de las grandes empresas multinacionales manipu­ladoras de un mercado global hacia donde orientan buena parte de sus procesos productivos. La noción de desarrollo no permite cap­tar la configuración del nuevo sistema-mundo que engloba como una gran red la mayor parte de las relaciones político, económicas y culturales; dichas relaciones, indican claramente, cómo el sistema no puede reproducirse sólo a través de la dominación económica. Requiere, además, la dominación política y cultural y estos proce­sos que ocurren con mayor fuerza en la ciudad, no son entendidos en su totalidad con el uso de un concepto tan problemático como el del desarrollo.

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La globalización está imponiendo una fuerte transformación de to­dos los procesos que ocurren al interior y al exterior de la ciudad. El internet, no sólo crece a velocidades vertiginosas invadiendo cada rincón de la actividad humana, también, transforma todo por don­de pasa. Conmociona los negocios, los medios de comunicación y los estilos de vida. Destruye y crea instituciones, incrementado la inse­guridad económica por medio de las crisis financieras que contagian no sólo a quienes se encuentran activos en esta ruleta global, sino vincula incluso a quienes nada tienen que ver con las finanzas, mos­trándonos cómo la globalización afecta la vida cotidiana de todos los seres humanos, sin excepción.

Las complejas transformaciones pueden llevarnos en direccio­nes impredecibles. Una de ellas es la de consolidar aún más la ló­gica capitalista de maximización de beneficios y minimización de costos, profundizando el reinado del nuevo dios, el dios dinero y su gran aliado, el individualismo posesivo; otra, es la de la creación de un nuevo antropos que puede producir a nivel político una nueva civilización capaz de ir al núcleo de la actual actitud transforman­do en primer lugar y ante todo la situación política, devolviéndole a la democracia su significado original como soberanía del demos, del pueblo, el cual debe ser soberano en la participación de todos los asuntos por medio del poder de los ciudadanos.

Estos debates que son la clave para adentrarnos en la discusión de la ciudad contemporánea son muy difíciles de elucidar al utili­zar una noción tan apestada ideológicamente como, en efecto, lo es la noción de desarrollo.

Podríamos extendernos en muchas más consideraciones sobre nuestras reservas en la consideración de una supuesta linealidad del "progreso" de la historia como acumulación de los logros obtenidos a través del tiempo. Pero con los puntos señalados es suficiente.

- El tiempo humano como sostiene Castoriadis' es como el tiempo del ser, tiempo de creación-destrucción. En dicho tiempo no hay casi nunca "acumulación". La acumulación que se da en la his-

I. Tiempo y Creación, en Ontología de la Creación, Ensayo y Error, Bogotá, 1997, pp. 57-102.

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toria humana es la instrumental, la técnica. Una acumulación de los elementos esenciales de la sociedad —las instituciones y las signi­ficaciones que animan dichas instituciones— es un absurdo, un con­trasentido. Sobre segmentos históricos dados hay una relación pro­funda entre lo creado por el presente y por el pasado, pero no una relación acumulativa y lineal.

Toda entidad socio-histórica, como es precisamente la ciudad, no es reductible a elementos tecnológicos. Ellos se dan, pero el ser social de la sociedad son sus instituciones, sus formas específicas que la definen, sus creaciones a partir de las cuales nuevos posibles, antes inexistentes, aparecen; la naturaleza o la esencia del ser humano y de la sociedad es la "capacidad" de hacer ser otras formas de exis­tencia social-histórica: Lo propio del ser humano, lo más específi­co de él radica en la creación, en la manera como se crea y se autocrea. En Castoriadis, la creación humana es pensada como gé­nesis ontológica, emergencia permanente de formas y figuras cada vez imprevisibles e irreductibles a lo que las preexistía. En el ser humano existe la imaginación como fuente de creación. Esta teoría es mucho más apropiada para pensar sobre el desarrollo de la ciu­dad que la teoría económica del desarrollo, la cual no es útil para pensar en la forma como se crean y destruyen las formas urbanas.

Cuando una forma histórica se destruye, la ciudad griega, la romana, la medieval, la del renacimiento..., tras su destrucción, en principio resulta imposible volver a restituir su misma forma, esa ciudad que estaba encarnada por así decirlo en la institución y las significaciones de esa sociedad en cada una de sus realizaciones, no es restituible como tal. Lo que desaparece no es la ciudad física que en muchos casos puede conservar algunas de sus edificaciones, sino las significaciones imaginarias que ya no pueden ser recuperadas; ellas, tan solo y con enormes dificultades se pueden elucidar vaga­mente. El mundo histórico-social, constituido por las significacio­nes imaginarias, los afectos y las intenciones, creado en esas ciuda­des y que las mantenía cohesionadas, es irrecuperable, el se perdió y no se podrá volver a construir jamás.

La dimensión histórico-social de la ciudad es muy poco enten­dida por los urbanistas de profesión. Ellos sólo se interesan, en la

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mayoría de los casos, por los elementos físicos, arquitectónicos, dejando de lado lo específico de lo social, su especificidad fenome-nológica, el conjunto de formas sociales que crea y a través de las cuales existe: las instituciones, encarnación de las significaciones imaginarias y su producto concreto, su portador y reproductor, el individuo vivo en tanto que forma social-histórica. "• '

Desde esta perspectiva es mejor trabajar la problemática de la ciudad con el concepto de creación y no con el de desarrollo. Em­pero, creación en la acepción que le estamos dando desde la onto­logía de Castoriadis, no significa indeterminación. Al contrario, creación es el surgimiento de nuevas determinaciones en cuanto hay creación de nuevas formas, es decir de un conjunto de nuevas deter­minaciones, de posibles e imposibles definidos a partir del momento en que la nueva forma es establecida.

El set humano es un tipo de ser que está ante la eventualidad de crear lo otro, y lo hace por ser fuente de alteridad que se altera y se crea él mismo; en este sentido usamos el concepto de creación y lo entendemos como la capacidad de hacer emerger lo que no está dado ni es derivable por una combinación u otra cosa a partir de lo dado. En la teoría que les estoy exponiendo de forma muy apreta­da, la teoría de lo social histórico de Castoriadis, es la capacidad del ser humano, la capacidad de crear lo nuevo de la nada, es la capa­cidad profunda que corresponde a los términos de imaginación e imaginario. La imaginación es la capacidad de establecer nuevas formas, de crear un mundo, es la clave de la creación de la psique, mientras el imaginario social es la fuente de la institución, por lo tanto, de los objetos y actividades que pueden ayudar a la sociali­zación de la psique humana. Hay oposición e irreductibilidad entre psique y sociedad pero ambas, son inseparables: no se puede hacer sociedad con el psiquismo pero, tampoco, se puede producir la psi­que a partir de la sociedad. Castoriadis elucida de esta forma el pro­ceso de socialización de la psique a partir de la imaginación y de la imposición a ésta, de la institución cada vez dada de la sociedad, que establece normas en y por la institución.

Visto de este modo, el ser humano es un ser psíquico y un ser histórico-social y es en estos dos niveles que encontramos la capa-

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cidad de creación, la imaginación y el imaginario, dos polos que no pueden existir el uno sin el otro pero son irreductibles. El indivi­duo es socialmente fabricado en correspondencia con las institucio­nes imaginarias de la sociedad. La creación es la facultad de hacer ser, hacer salir de sí, modos de ser, determinaciones y leyes que se­rán en lo sucesivo las leyes, los modos de ser del individuo y la so­ciedad; en las ciudades estado de la antigüedad el individuo creó la ciudad y esta produjo al individuo, en cuanto en ella, la política y la ciudad son como el individuo y la sociedad, dos partes de una misma realidad que se expresan de forma simultánea, coexisten de tal manera que son impensables la una sin la otra. Esto es así, pero en las ciudades actuales dicha situación se encuentra oculta. Tal ocultamiento se expresa en el urbanismo por medio de unas teorías y prácticas que no ven en la ciudad mas que un espacio físico y no un sitio de creación, esto es, un espacio de reflexión, discusión y crítica política.

II. LA CIUDAD . . , -

Sin detenerme en el marco teórico que he venido exponiendo para entender la ciudad^, debe quedar claro que en nuestro enfoque el espacio urbano no se puede concebir únicamente en términos fí­sicos —calles, viviendas, edificaciones etc.—; en él, también, inter­viene un complejo entramado de relaciones sociales, económicas, políticas y culturales, animado por la comunidad y por los víncu­los sociales que ésta logra establecer para construir simbólica e imaginariamente lo esencial de la vida en la ciudad. La construcción de lo físico es importante pero, ello por sí mismo, no construye la ciudad como institución imaginaria de la sociedad.

Una de las grandes creaciones del ser humano es la ciudad, que sin ser una novedad absoluta desde el punto de vista físico, constituye una forma histórica nueva en razón de sus modos de ins­titución y de las significaciones imaginarias que comporta. La ciu-

2. Véase: Ciudades y Ciudadanía, La Política del Salto Social, Bogotá 1995; 2. La Ciudad: la política del ser, en Pensar La ciudad. Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1996; La Política y las Ciudad, ESAP, Bogotá 1997 y 4. Ciudad y Crisis, Tercer Mundo Edito­res, Bogotá, 1999.

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dad como institución imaginaria es creada en Grecia, donde adviene una forma completamente nueva: lapolis. En ella se crea un espacio nuevo, el espacio de la deliberación, de la política, el espacio en el que se crea la ciudadanía, y se tiene derecho al uso de la palabra en el espacio público. ":

Con lapolis surge la filosofía, la democracia y el ciudadano, instituciones impensables sin la posibilidad de la reflexión, la dis­cusión y el debate, en una palabra, sin la institución de la política como espacio público-público, como espacio donde se hace la vida en común, el espacio creado como forma de vivir juntos a pesar de nuestras diferencias.

Grecia crea una significación imaginaria social, radicalmente novedosa: la ciudad como institución que si bien se levanta sobre los asentamientos humanos ya existentes y que pueden ser considera­dos como la base física en la ciudad, introduce una "discontinuidad" absoluta donde son creados elementos enteramente nuevos, la ins­tauración de la democracia tras la victoria sobre los invasores persas. Con la ciudad los griegos instituyeron las bases sobre las cuales se ha edificado Occidente para construir la ciudad y la democracia. Crearon el teatro, la filosofía y el arte personal; la ciudad clásica por excelencia fue Atenas y de ella salieron grandes instituciones y sig­nificaciones que dieron forma a temas que no son expresados sin se­guir de cerca la forma por ellos creada. • :

En la ciudad Griega, un individuo que no tomara parte en los asuntos públicos era considerado como inepto, no era un ciudada­no. Las palabras no podían perjudicar a la acción que se veía más afectada por la no participación política, por la negación de la dis­cusión. Por eso para los griegos las palabras "política" y "ciudad" tenían la misma raíz: "polis" que inaugura una nueva forma histó­rico social imposible sin la politai, los ciudadanos, quienes sólo pueden existir en y por la ciudad.

La novedad de los griegos al crear la ciudad fue mostrarnos cómo ella no se puede entender sólo en su dimensión física; en la ciudad interviene para su existencia social la dimensión histórica, como nueva forma histórico-social que debe entenderse a partir de sí misma, y no "explicarse" a partir de otra cosa. La ciudad griega

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como la del renacimiento y la medieval es creación inteligible di­fícilmente a posteriori, pero no producible o deducible a priori. Es posición de una significación imaginaria social nueva y de un mag­ma de significaciones que van con ella;' como forma histórica social, la ciudad comporta necesariamente la dimensión física, pero no se agota en ella. Comporta este elemento como base de su reproduc­ción-conservación pero como dimensión histórico social, la repro­ducción no es, ni puede ser nunca, reproducción de lo idéntico.

Los griegos —como lo escribió, maravillosamente tras la pri­mera campaña de la Guerra del Peloponeso, Pericles—, eran los úni­cos que podían hacer el bien siguiendo menos el cálculo de interés que la confianza propia en la libertad; su ciudad se confundió con los seres humanos que la habitaron, llegando a tener un comporta­miento que se identificaba con ella. Por ello, pensamos, Atenas se encuentra en nuestra memoria como Pericles en su inmortal Oración fúnebre consideró que se encontrarían los guerreros muertos en de­fensa de un ideal superior, en defensa de la ciudad como institu­ción imaginaria: "Los hombres ilustres tienen por tumba la tierra entera; no es simplemente una inscripción sobre una estela que, en su país, recuerda su existencia, pues incluso en un país extranjero, sin ninguna inscripción, cada una de esas tumbas llevaba grabada esa inscripción, no en la piedra, sino en el corazón de los hombres".^

La esencia de la ciudad como institución imaginaria se en­cuentra en la dimensión histórico social, una dimensión "impercep­tible" a través de los mecanismos enraizados en las ciencias naturales y que se expresan en nociones como la de ley, donde se ha deriva­do todo el pensamiento racional desde Descartes y se puede sinte­tizar en la ecuación ser = ser determinado. Este pensamiento solo

3. Véase: Cornelius CASTORIADIS, Complejidad, magmas, historia, el ejemplo de la ciu­dad medieval. Ontología de la Creación, Bogotá. Ensayo y Error Bogotá. 1997. Lo Magmático en Castoriadis alude a todo objeto, en nuestro caso la ciudad, que no es exhautiva y sistemáticamente comprendida con los procedimientos propios de la cien­cia, como la demostración. Lo magmático no es reducible a elementos y a lelaciones que se realizan exclusivamente y de forma homogénea con la lógica propia de la medición o el cálculo. En lo histórico social hay siempre una dimensión poiética imaginaria en el sentido que le da Castoriadis a ese término. 4. Luis RACIONERO. Atenas de Pericles, Planeta, Barcelona 1993. p. 30.

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piensa lo visible, lo medible y lo cuantificable; en el caso de la ciu­dad, sólo piensa en lo físico en cuanto esto es lo visible. Desde nues­tra perspectiva y siguiendo a Castoriadis, hay que trabajar al mis­mo tiempo, también, con otra lógica, con una lógica que permita pensar en lo intangible, lo invisible, lo imperceptible, en una pa­labra, en lo instituido. Esta lógica permite pensar de una manera diferente la antinomia y solidaridad entre la razón y lo no racional: hay que articular los distintos estratos del ser —el físico-químico, el biológico y el histórico-sociaP— de una manera consistente, es­tableciendo la especificidad y diferencia de cada uno de ellos. Hay que articular lo racional consciente con lo no racional inconscien­te, pensando al mismo tiempo con conceptos y con imágenes. En breve, se trata de articular lo lógico con lo poiético, ambas dimen­siones solidarias y diferenciadas en cuanto tan cerca que queramos de un elemento de la una, habrá un elemento de la otra.

La ciudad como lo hemos sostenido, se crea —se instituye— a lo largo de esas dos dimensiones tejidas en una unidad, en un magma, dando cuenta de una organización donde sus elementos son irreductibles a la lógica y por supuesto a lo que más se acerca a ella, a lo físico; en la ciudad nos encontramos con ese modo de coexisten­cia sui generis que conteniendo fragmentos de múltiples organiza­ciones lógicas no es reductible a dichas organizaciones. - . •'•:

'La ciudad contemporánea al presentarse como lo más especí­fico de la sociedad, es una organización abierta cuyos componentes se relacionan por remisión unos con otros en forma multívoca; es como lo sostiene Castoriadis para la sociedad, un modo indescrip­tible de coexistencia de los diferentes elementos o procesos allí con­tenidos: la ciudad se presta indefinidamente a organizaciones lógicas pero ella no se agota en esas organizaciones. Esos dos enunciados definen un modo de ser, el magma y ese magma, para los fines de esta discusión, es la ciudad.

5. Un desarrollo detallado sobre la estratificación del set, se puede consultar en: Fabio GIRALDO I. "El círculo de la creación: una interrogación sin fin". En Cornelius CASTORIADIS, P J / ^ « M ) | íofieíJiaí/, Ensayo y Error, Tunja, 1998.

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I I I . PENSAR LA C I U D A D

Para pensar la ciudad, no debemos omitir que nos encontra­mos en la encrucijada de un mundo que debe ser pensado con los recursos de las ciencias duras —física, biología, neurociencia— y las llamadas ciencias sociales o blandas —economía, sociología, antro­pología, psicoanálisis entre otras.*' El acercamiento de las así llama­das "dos culturas" es urgente. Estas, así posean disimilitudes evi­dentes, es claro que se encuentran empeñadas en una misma búsqueda: dar cuenta de un mundo complejo. La búsqueda debe romper con los comportamientos estancos sin omitir la necesaria aclaración y critica de los campos que se pretenden acercar.

En el campo de la ciencia social, es bueno no olvidar que hay autonomía de lo social pero debatiéndose entre la complejidad y el individualismo metodológico tan frecuente en el "pensamiento" económico contemporáneo. Dicho debate no es ajeno a las reflexio­nes sobre el habitat, a tal punto que hoy en día asistimos a la cons­trucción de un sinnúmero de líneas de reflexión denominadas trans­versales sobre la vivienda, la ciudad, el medio ambiente, el territorio, la región... Estas reflexiones se encuentran fuertemente condiciona­das por la interdisciplinariedad como nuevo espacio donde actúan las prácticas específicas del mundo social y donde se impone un diálogo en la interacción de saberes y de prácticas.

Para pensar la ciudad la llamada interdisciplinariedad gana cada día más adeptos y se revela como una posición metodológica válida pero llena de peligros, en razón a que la fragmentación del saber ya no es capaz de producir un conocimiento convincente para actuar en el complicado mundo social. La disgregación del mundo de la vida en manos de la superespecialización, lleva a una grave incomunicación entre las disciplinas, produciendo sobre un mismo objeto, el individuo y la sociedad, un gran número de ámbitos in­comunicados entre sí, donde cada uno desarrolla su propio dogma­tismo volviéndose ciego ante los demás. A esta situación responde la mutidisciplinariedad o el pensamiento holístico con las sinergias

6. Un intento en esta dirección para el caso de la ciudad se puede consultar en: Fabio GIRALDO I. Ciudad y Crisis. Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1999.

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que le son propias. Este camino es el propicio para pensar la ciudad, pero él, se encuentra lleno de peligros.

El riesgo de los diálogos interdisciplinarios es bien conocido. Dichas pláticas son bien difíciles y por ello, en la mayoría de los casos terminan en meras formalidades cuando no hay competencia o capacidad para escuchar y comprender las "verdades" del otro. Muchos de estos coloquios terminan en sugerencias audaces pero vacías, para articular la diferencia propia de cada una de las disci­plinas. Para entrar con pies firmes en esta discusión, desde hace ya varios años vengo proponiendo un acercamiento entre ciencia y fi­losofía para cerrar el abismo que llevó a una guerra de culturas, planteando como nuevo paradigma, el paradigma de la compleji­dad, que al aplicarlo al mundo social y en especial al mundo urba­no, lo denomino la complejidad restringida.

La complejidad restringida es un procedimiento para caminar desde la ontología tradicional y todos sus derivados filosóficos y científicos hacia la ontología de la creación propuesta por Cornelius Castoriadis. Este camino es clave para pensar desde el pensamien­to compartimentado hacia el pensamiento complejo. Es intermedio, pero no en tanto complejidad sino como complejidad restringida, como camino para... y como método para familiarizar al lector poco atento, con los desarrollos de la ciencia y con la forma.como se abor­dan los problemas centrales de nuestro tiempo; en ellos, en lugar de aislar más, como lo hace la abstracción convencional hay que aislar menos hasta lograr comprender lo que significa que nuestros gran­des problemas se encuentran interconectados y son independientes: el todo es más que la suma de sus partes.

Al proponer la complejidad restringida como camino para trazar un puente firme para pensar la ciudad desde varias disciplinas, no omi­timos que lo social no se puede reducir a lo físico-biológico, pero tam­poco nos es ajeno, como entre el mundo natural y el mundo histórico social hay elementos comunes a pesar de ser sistemas muy disímiles. Lo común no es la analogía sino la capacidad de aislar y separar para mos­trar lo que esta múltiplemente interrelacionado.

La complejidad es un tema obligado para pasar de un orden a otro, entendiendo por paso de orden el paso de lo físico a lo bio-

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lógico y de lo biológico a lo histórico social. La complejidad restrin­gida no es para entender el paso de esos órdenes, sino para mover­nos en el orden del fraccionamiento de los saberes que imperan en el orden de lo histórico-social. Por eso, es paso intermedio y puede que el término complejidad restringida no sea el indicado, pero las categorías que propone Castoriadis, distinguiendo entre compleji­dad y complicado^, tampoco avanzan gran cosa, aunque tienen sin duda el mérito de entrar en el centro de este debate.

La discusión filosófica que subyace al interior de esta proble­mática, desgraciadamente no se soluciona con la anterior discusión. El problema real es cómo explicar un cambio en la comprensión de la ciencia y la sociedad, como el ocurrido con esas personas que le han infringido las grandes heridas narcicistas a la cultura occiden­tal. Ese es el problema. La ontología de Castoriadis propone un cam­bio tan radical en la comprensión del individuo y la sociedad como en su momento lo fue el propuesto por Copérnico para implementar su visión del universo. Claro está que en el caso de Castoriadis no hay que olvidar que su visión es impensable sin la visión de Freud y su elucidación del inconsciente con sus implicaciones para pensar la sociedad. Nos referimos no al Freud de los terapeutas que para los fines propios del pensar la sociedad no son de gran importancia, como tampoco lo son para la reflexión sobre las significaciones imaginarias nuevas, aunque sin duda las aplicaciones terapéuticas de las teorías de Freud son claves para desculpabilizarnos de las taras que nos ha impuesto el proceso de socialización. Si Freud hubiese sido un médico, atendiendo pacientes en su diván vienes, segura­mente, quién lo puede poner en duda, hubiese sido un gran terapeu­ta, un gran médico, pero no hubiese sido nunca el hombre que transformó nuestra concepción del ser humano, esto es, nuestra concepción del mundo y de la cultura. . • •

Freud, para decirlo en una forma fuerte, nos mostró que la naturaleza humana tenía muy poco de naturaleza y mucho de cul­tura. Nos enseñó, cómo en lo humano la naturaleza y la cultura se encuentran indisolublemente ligadas en esa irreductibilidad e

Véase: Complejidad, magmas, historia, obra citada.

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inseparabilidad que se configura entre la psique y la sociedad; nos enseñó, cómo el estado natural de la naturaleza humana es la cultura.

Nos movemos ante una herencia conflictiva. Por un lado te­nemos las leyes de la naturaleza y por otro, lo histórico-social. En la propia naturaleza nos encontramos, también, con la termodiná­mica que introduce la entropía y con ella una imagen evolutiva de la naturaleza. En lo social, como en lo natural, hay fenómenos donde su autonomía es a la vez organizacional, informacional y evolutiva, mostrándonos como estamos ante una concepción de la ciencia que sin duda permite la construcción de conceptos transdisciplinados rigurosos y esta metodología es útil, sin duda, para pensar la ciudad.

En nuestra propuesta teórica^, dichos conceptos se refieren a los atributos, las dimensiones, las instancias de articulación regu­lación, las instituciones imaginarias, los magmas,... Como concep­tos extraídos de un arsenal analítico proveniente de la observación de los sistemas naturales y sociales, capaces de tejer jerarquías para hacer emerger nuevos niveles y esferas que permitan pensar y hacer operacional las irreductibilidades, diferencias —causas-efecto, mundo y sentido, caos-desorden, orden y azar, entre otros— que operan, no en círculos cerrados, sino en espirales de sentido.

Sintetizando, la metodología de la complejidad ayuda a sepa­rar y aislar para mostrar lo que se encuentra múltiplemente relacio­nado. Ella, en su actual estado, en cuanto complejidad restringida, puede ayudar a formular modelos, no de carácter empírico funcio­nal, sino de interrogación e interpretación, los cuales debidamen­te "calibrados" pueden ayudar a una nueva conceptualización para nuestro campo específico de observación: la ciudad.

Para pensar la ciudad, interrogamos el espacio y lo urbano como productos de la imaginación y por tanto, como creación de otras formas irreductibles a lo real medible y cuantificable, a lo físico espacial, mos­trando lo más específico del espacio urbano, el espacio donde el ciuda­dano es. El espacio, en esta perspectiva, no es sólo físico sino psíquico so­cial, en cuanto elemento fundamental de la imaginación la cual se nos revela como clave para pensar en la ciudad como acto de creación humana.

8. Véanse los textos citados en la nota N° 2.

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