karen horney

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KAREN HORNEY Alcanzamos nuestro concepto de la normalidad adoptando ciertas pautas de conducta y de sentimiento vigentes en un grupo determinado que las impone a todos sus miembros; pero olvidamos que esas pautas varían con la cultura, la época, la clase social y el sexo. La consecuencia de todo ello es la confirmación de lo que ya repetidas veces sostuvieron algunos sociólogos: que no existe algo que pueda llamarse psicología normal, extensible a toda la especie humana. El menosprecio de los factores culturales por Freud, además de conducir a generalizaciones erróneas, obstaculiza sobremanera la comprensión de las fuerzas reales que motivan nuestras actitudes y actos. Así, el ya citado artista que rehusa dedicar más tiempo que el indispensable a ganarse el sustento, puede tener una neurosis, o bien, simplemente, asumir una actitud muy sabia, no dejándose precipitar en el torrente de la competencia material. Por otro lado, numerosas personas que a primera vista impresionan hallarse bien adaptadas a las normas estatuidas de la existencia, quizá sufran una grave neurosis. En estos casos, precisamente, es imprescindible adoptar el punto de vista psicológico o médico. En verdad, el neurótico siempre es un sujeto que sufre, y la única razón por la cual no hemos mencionado este hecho entre las características generales de las neurosis susceptibles de ser notadas por la observación superficial, es que no resulta necesariamente accesible a la observación exterior, pues, inclusive, acaso él mismo no se percate de su sufrimiento. Resumiendo estas consideraciones, todavía no podríamos suministrar una definición concisa de la neurosis, aunque atinamos a discribirla: la neurosis es un trastorno psíquico producido por temores, por defensas contra los mismos y por intentos de establecer soluciones de compromiso entre las tendencias en conflicto. Debido a razones prácticas, sólo conviene llamar «neurosis» a este trastorno cuando se aparta de la norma vigente en la cultura respectiva. La circunstancia de que, en términos generales, la mayoría de los individuos de una cultura afronta idénticos problemas, nos impone la conclusión de que éstos son creados por las condiciones específicas de vida que reinan en aquélla. Además, el hecho de que las fuerzas motivadoras y los conflictos de otras culturas sean distintos de los que presenta la nuestra, nos permite colegir que tales problemas no son

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KAREN HORNEY

Alcanzamos nuestroconcepto de la normalidad adoptando ciertas pautas de conducta y desentimiento vigentes en un grupo determinado que las impone a todossus miembros; pero olvidamos que esas pautas varían con la cultura,la época, la clase social y el sexo.

La consecuencia de todo ello es laconfirmación de lo que ya repetidas veces sostuvieron algunossociólogos: que no existe algo que pueda llamarse psicología normal,extensible a toda la especie humana.

El menosprecio de los factores culturales por Freud, además de conducira generalizaciones erróneas, obstaculiza sobremanera la comprensiónde las fuerzas reales que motivan nuestras actitudes y actos.

Así, el ya citado artistaque rehusa dedicar más tiempo que el indispensable a ganarse elsustento, puede tener una neurosis, o bien, simplemente, asumir unaactitud muy sabia, no dejándose precipitar en el torrente de lacompetencia material. Por otro lado, numerosas personas que a primeravista impresionan hallarse bien adaptadas a las normas estatuidas de laexistencia, quizá sufran una grave neurosis. En estos casos,precisamente, es imprescindible adoptar el punto de vista psicológico omédico.

En verdad, el neuróticosiempre es un sujeto que sufre, y la única razón por la cual no hemosmencionado este hecho entre las características generales de lasneurosis susceptibles de ser notadas por la observación superficial, esque no resulta necesariamente accesible a la observación exterior, pues,inclusive, acaso él mismo no se percate de su sufrimiento.

Resumiendo estas consideraciones, todavía no podríamos suministraruna definición concisa de la neurosis, aunque atinamos a discribirla: laneurosis es un trastorno psíquico producido por temores, por defensascontra los mismos y por intentos de establecer soluciones decompromiso entre las tendencias en conflicto. Debido a razonesprácticas, sólo conviene llamar «neurosis» a este trastorno cuando seaparta de la norma vigente en la cultura respectiva.

La circunstancia de que, en términos generales, la mayoría de losindividuos de una cultura afronta idénticos problemas, nos impone laconclusión de que éstos son creados por las condiciones específicas devida que reinan en aquélla. Además, el hecho de que las fuerzasmotivadoras y los conflictos de otras culturas sean distintos de los quepresenta la nuestra, nos permite colegir que tales problemas no soninherentes a la «naturaleza humana».

Así, al hablar de una personalidad neurótica de nuestro tiempo no sóloqueremos decir que existen neuróticos con peculiaridades esencialescomunes a todos ellos, sino también que estas similitudes básicas son,esencialmente, producto de las dificultades que reinan. en nuestrotiempo y en nuestra cultura.

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Las actitudes así observables pueden clasificarse a grandes rasgos deesta manera: primero, actitudes frente al'dar y recibir cariño; segundo,actitudes frente a la valoración de sí mismo; tercero, actitudes frente alproblema de la autoafirmación; cuarto, la agresividad; quinto, lasexualidad.

En cuanto a las primeras, uno de los rasgos predominantes de losneuróticos de nuestro tiempo es su excesiva dependencia de la aprobacióno del cariño del prójimo. Todos deseamos ser queridos y sentirnosapreciados, pero en los neuróticos la dependencia del afecto o dela aprobación resulta desmesurada si se la coteja con la importancia realque los demás le conceden en su existencia. Si bien todos queremosgustar a las personas que nos agradan, los neuróticos están presos deun afán indiscriminado de estima o afecto, independientemente de suinterés por la persona respectiva o de la trascendencia que adjudican asu opinión.

la angustia es una reaccióndesproporcionada al peligro, o inclusive una reacción ante riesgosimaginarios

El miedo y la angustia son, ambos, reaccionesproporcionales al peligro, pero en el caso del miedo el peligro esevidente y objetivo, en tanto que en el de la angustia es oculto y .subjetivo.

Nuestra cultura nos ofrece cuatro vías principales para escapar a laangustia: racionalizarla, negarla, narcotizarla o evitar toda idea,sentimiento, impulso o situación capaz de despertarla.

Idéntico principio rige en todas las tendencias a interpretar la angustiacomo un temor racional, cualquiera sea su contenido: miedo alembarazo, a enfermedades, a los desórdenes dietéticos, a las catástrofeso la pobreza.

Aquellas personasen quienes estas relaciones sirven predominantemente como medio deaplacar la angustia se tornan harto inquietas e irritables cuando no tienenoportunidad de satisfacerlas, aunque sólo sea por breve tiempo.

En síntesis, la hallaremos frecuentemente comocausa de la incapacidad de hacer o gozar ciertas cosas, y siempre nosencontraremos con ella como factor causal de las inhibiciones.

Por motivos que desarrollaremos luego, nuestra cultura engendra grancantidad de angustia en los individuos que de ella participan. De ahí queprácticamente todos hayamos erigido en nosotros una u otra de dichasdefensas. Cuanto más neurótica sea una persona, tanto másimpregnada y dominada estará su personalidad por tales defensas y tantomayor será el número de tareas que es incapaz de cumplir o que nisiquiera se propone acometer, a pesar de que, de acuerdo con suvitalidad, con sus capacidades mentales o con su educación cabríaesperar que pudiese realizarlas.

El choque entre los deseosindividuales y los requerimientos sociales no produce necesariamente

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una neurosis, sino que puede conducir, con no menor facilidad, arestricciones reales de las actividades de la vida, o sea a la simplesupresión o represión de deseos, o, en términos más generales, alsufrimiento real y concreto.