juicio la · el juicio de la inquisicion ... su ejercicio de pastor de almas para convertirse e11...

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EL JUICIO DE LA INQUISICION Eii 21 <le iiovieiiibre el virrey dijo por oficio al inquisidor doctor (loii Maniicl I~lores, que Morelos seria trasladado a la cárcel de la In- qt~isici(>n, doticle permanecería a disposición del mismo virrey y de la jiirisdicción unida que debía proceder a las for~iialidades de la sumaria v de la degr;idacibn. A la una y inedia de la tnañana del dia 22, el coroiiel Conclia llevó al reo a la cárcel secreta del Tribunal, (situada eii la qne se Ilanió calle de la Perpetua y ahora de Venezuela, anexa a lo que fue Esciiela <Ic Medicina) y el proinotor fiscal presentó cii la mañaiia del mismo dia su pedimento, en el cual se expresaba: Que gracias a las pro\-iricias del virrey se habia logrado el arresto del perverso cabecilla José María hlorelos, que era traidor al rey y n la 11;itria y siijeto por eso a sus leyes, pero riiucho más a Dios cri puntos ~)rivntivos al conocimiento del Santo Oficio de la Iiiiluisición; que a rcserl-a (le eniiiiieración más prolija indicaba coiiio notorio que al alis- tarse XIorelo!: bajo las batideras del cura de Dolores iricurría en las ~~xcoi~i~isiiotirs fulmiiiadas por algiiiios obispos y en los edictos (le! 5:iiito Oficio de 13 de octubre de 1810 y 26 de enero de 1811, en los cuales se declaraba incursos en el crimen de factoría a todos los que nprobarati directa o indirectamente; que Morelos habia sido en este aspecto contumaz y era suficiente tener presente que habia escrito al obispo de Piiebla esta escandalosa proposición: "Por lo que a mí toca . . . , etc. quc Iiabia coniuiiica<!o con los fieles" iv dizinis a pesar de las excoinuniones y habia dicho misa sabiéndose irregular; y por último, que habia firmado el Decreto Constitucional de 22 de octubre (le 1814 y ~niichas proclainas heréticas. www.senado2010.gob.mx

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Page 1: JUICIO LA · EL JUICIO DE LA INQUISICION ... su ejercicio de pastor de almas para convertirse e11 lobo cariiicero. ... 119 Ha calumniado al rey 37 sus ininistros, a los europeos eii

E L JUICIO D E LA INQUISICION

Eii 21 <le iiovieiiibre el virrey dijo por oficio al inquisidor doctor (loii Maniicl I~lores, que Morelos seria trasladado a la cárcel de la In- qt~isici(>n, doticle permanecería a disposición del mismo virrey y de la jiirisdicción unida que debía proceder a las for~iialidades de la sumaria v de la degr;idacibn. A la una y inedia de la tnañana del dia 22, el coroiiel Conclia llevó al reo a la cárcel secreta del Tribunal, (situada eii la qne se Ilanió calle de la Perpetua y ahora de Venezuela, anexa a lo que fue Esciiela <Ic Medicina) y el proinotor fiscal presentó cii la mañaiia del mismo dia su pedimento, en el cual se expresaba:

Que gracias a las pro\-iricias del virrey se habia logrado el arresto del perverso cabecilla José María hlorelos, que era traidor al rey y n l a 11;itria y siijeto por eso a sus leyes, pero riiucho más a Dios cri puntos ~)rivntivos al conocimiento del Santo Oficio de la Iiiiluisición; que a rcserl-a (le eniiiiieración más prolija indicaba coiiio notorio que al alis- tarse XIorelo!: bajo las batideras del cura de Dolores iricurría en las ~~xcoi~i~isiiotirs fulmiiiadas por algiiiios obispos y en los edictos (le! 5:iiito Oficio d e 13 de octubre de 1810 y 26 de enero de 1811, en los cuales se declaraba incursos en el crimen de factoría a todos los que nprobarati directa o indirectamente; que Morelos habia sido en este aspecto contumaz y era suficiente tener presente que habia escrito al obispo de Piiebla esta escandalosa proposición: "Por lo que a mí toca . . . , e t c . quc Iiabia coniuiiica<!o con los fieles" iv dizinis a pesar de las excoinuniones y habia dicho misa sabiéndose irregular; y por último, que habia firmado el Decreto Constitucional de 22 de octubre (le 1814 y ~niichas proclainas heréticas.

www.senado2010.gob.mx

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La falta de autoridad de la Inquisición podría mencionarse en este caso, y de hecho se ha usado como argumento para sostener la nulidad del juicio seguido a Morelos ante este Tribunal, porque todo el personal del Santo Oficio había aceptado como rey de España a José Bonaparte, quien hizo efectivo el decreto de su hermano Napoleón expedido en Chamartin el 4 de diciembre de 1808 que ordenaba la supresión del Tribunal. Este decreto fue aceptado tácitamente por los miembros del Santo Oficio, y la autoridad de la Inquisición en México derivado del inquisidor general. Sin embargo, el gobierno español había resuelto su restablecimiento y el virrey Calleja lo decretó en 4 de enero de 1815. Pero aunque sea discutible la competencia de origen en el juicio inquisitorial, no sería muy provechoso discutir estos problemas de procedimiento, porque hasta en su tiempo no se consideró la inter- vención del Santo Oficio más que como forn~ulismo, con el propósito principal de aumentar el efecto moral del castigo de Morelos, y segura- mente por la misma razón se usó para recluir al reo en la cárcel de la Inquisición, que despertaba con su solo nombre un terror tradicional.

E l mismo 23 de noviembre el inquisidor Flores envió al virrey un oficio para manifestar que el Santo Oficio entendía que Morelos era reo sujeto a la capitanía general y a la jurisdicción eclesiástica, pero que también correspondía juzgarlo al Santo Oficio por algunos crímenes notorios, lo cual seria además conveniente para escarmentar a los rebeldes, y después de consultar con dignatarios togados y ecle- siásticos, pedía un plazo de cuatro días para despachar el proceso. El virrey contestó el mismo día de acuerdo con la petición.

Se celebró la primera audiencia en la mañana y Morelos declaró brevemente sobre sus antecedentes de familia y el curso de su vida en términos generales y se le hizo una monición para que recorriera su memoria y dijera la verdad sobre lo que se sintiese culpado. Ya había dicho que suponía que la causa de su prisión era haber comandado armas en la insurrección, y en la audiencia de la tarde manifestó que no tenía presentes todos los casos relativos al conocimiento del Santo Oficio y necesitaba que se le hicieran cargos para responder. A pregunta especial contestó que había tenido dos hijos, el primero de trece años, habido en Brígida Almonte, soltera, vecina de Carácuaro, y el otro de un año, en Francisca Ortiz, también soltera y que aún vivía en Oaxaca.

E l doctor don José María Tirado y Priego, promotor Fiscal del Santo Oficio, presentó su pliego de acusación, formulado con premura,

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pero con tanta furia que si los hechos hubieran correspondido a las pa- labras lo habrían hecho realmente digno de la triste fama que rodeó al famoso Tribunal. E n términos generales acusó a Morelos porque siendo cristiano, bautizado y confirmado y educado por sus padres en la verda- dera y santa doctrina se pasó al "feo, impuro y abominable de los herejes Hobbea, Helvecio, Voltaire, Lutero y otros autores pestilen- ciales, deístas, materialistas y ateistas, que seguramente ha leido e intentado resucitar sus errores revolucionarios todo el reino". . . y lo constituyen hereje formal, apóstata, ateísta, materialista, deista, liber- tino, sedicioso, reo de lesa niajestad divina y humana enemigo del cristianismo y del Estado, seductor, protervo, hipócrita, astuto, traidor al rey y a la patria, lascivo, pertinaz, contumaz y rebelde al Santo Oficio.

Y después l e esta andanada, enderezó su requisitoria por capítulos que es indisperisable enumerar en resumen para apreciar la fuerza de las contestaciones del reo.

lo E n vez de ser fiel a los beneficios de Dios que lo hicieron nacer en país católico y dieron educación y dignidad eclesiástica abandonó su ejercicio de pastor de almas para convertirse e11 lobo cariiicero.

29 Aceptó !ser comisionado de Hidalgo a pesar de que éste habia sido excouiulgado y se hizo por lo tanto merecedor de las penas de fautoría.

39 Despreció las excomuniones for~nuladas contra él noniinaltnente.

4P Cuando menos tuvo noticia cierta de su excomunión puesto que confiesa haher encontrado un paquete con ejemplares del edicto respectivo, el 13 de octubre de 1810.

59 Su creencia de la falta de validez de estos edictos no puede excusarse por ignorancia, puesto que habia estudiado la ciencia inoral.

69 H a dicho misa a pesar de su irregularidad

7P Se mantt~vo por muchos años practicando esta forma de herejía.

89 No reza el oficio divino

99 No tiene bula de la Santa Cruzada.

109 Se valió de su sacerdocio para atacar la religión del pueblo por medio de la superstición y el fanatismo.

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119 H a calumniado al rey 3 7 sus ininistros, a los europeos eii general y a los obispos atribuyéndoles innovaciones en los principales artículos de la religión.

120 Ha sido cruel y sanguinario, no sólo en las batallas, sino a sangre fria, especialineiite por la ejecución de más de cien personas en Acapulco.

130 Dijo por escrito en respuesta a una exhortación del Obispo de Puebla, Pue. "Por lo que a mi toca . . . , etc."

140 Usó como papeles útiles los edictos de la Inquisición.

159 Se confiesa secuaz de los errores de herejes como Cos y Velasco.

16? Eiir.i(> a sil hijo de trece años a los Estados Unidos, donde reiria el tolerantisino religioso, posiblemente con el ánimo de que su pobre hijo se corrompa.

179 Coino miembro de la Junta revolucionaria y Capitán General concurrió a la fomación del herético decreto coiistitucional de 22 de octubre.

189 Couio individuo del llamado Supremo Gobierno hizo ejecutar las herejías y blasfeinias de su abominable código.

199 Por querer hacer compatible la religión con la rebeliGn es sospechoso de tolerantismo.

209 E s sospechoso de ateísmo por estar imbuido en las máximas de autores anticatólicos, copiadas en la Constitución americana, tales como decir que la Ley es cxpresióri de la voluntad general lo inismo que la sociedad de los hombres y el hombre independiente de Dios.

2l? Por no distiiiguir entre el bien y el mal es sospecl~oso de herejía.

22-a destruido la jerarquía eclesiástica quitando y poniendo curas y vicarios y profanando los sacramentos.

23? Iinitando a Lutero y a otros herejes atacó la autoridad legis- lativa de la iglesia al sancionar en su Constitución la licitud del levan- laiiiiento contra el legitimo príncipe.

240 H a denigrado la fidelidad dc los buenos rrasallos españoles y americanos.

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259 Las acusacioiies anteriores se robiistccen porque el reo 110

es de cuila ilustre para Iieredar los buenos sentirnientos, sino de baja extraccióti. hlo ha dado detalles sobre la cotidición de sus padres y su genealogia es incierta. Cotifesó habcr tenido dos hijos 1. no responde con ampiitiid, en prueba de ningún arrepciitii~iieiito.

260 Por la reticeiici;r en sus declaraciones debe presumirse que el reo ha co:~ictido otros críii~enes iiiis o ineiins gral-es que procura ocultar con $,u refinada hipocresía. Y eii conseciiencia se le debe de- clarar culpable en los términos de la acusacióii y relajar su persona a la justici;~ y brazo seglar.

La exageracióii y el apasiotiatnierito verdadero o fingido de estos capítulos de acusación, aún pri\.ados dc su hojarasca, contrasta con el laconisriio de las respuestas de lforelos que fueron asi:

Al c:ipiti.ilo 1c' dijo: q ~ i c se creyó iiiás obligarlo a seguir el partido <le la Iiirlrperidencia qite a seguir en el curato; poríliie el Cura Hidalgo, que fiic su rector, le dijo que la causa era justa, y que habiendo ocu- rrido al gober~iador <le la Mitra, Escai~dhi, a pe<lirle liceiicia de altar portátil, le coiiiunic6 u resi1liici61i y sólo le dijo qiie procurara evitar la efusióii (le saiigre.

Al 2'7, que aunque supo de los edictos no se tuyo por cxconiulgado ni incurso eri sus penas, porque se dijo que eran puestos porque el Santo Oficio y los Obispos estaban opriniidos por el Gobierno y éste dirigido por Napoleóii.

Al 3", <lile tio tuvo iioticia <le este edicto. o al ineiios de la cláusula de qiie se liabla cii este capitiilo.

Al 6?, que celebró iiiisa hasta etiero de 1811 eti que se conoció irregular y después solaiiiente uria eii un ei~tierro.

Al 79. qiic tenía la guerra y eii coiisecueiicia los lioiuicidios por justos, y coiiíesaba, coiriulgaba y oía niisa lo iiiisnio que las tropas del gobierno.

Al 80, que iio lia rezado el Oficio diritio, primero por falta de ticnipo, después, desde que entró en la insurrecciúii, después por sen- tirse iinpidido y en la circe1 por falta de luz.

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Al 99, que no ha tenido bula, al principio porque no había donde comprarla y después porque entre los insurgentes se daba por no válida y sólo dirigida a sacar dinero para hacerles la guerra.

Al 100, que es cierto que contó en muclias partes con la adhesión del pueblo por su sacerdocio y la persuación de que la guerra tocaba algo de religión, porque los españoles trataban de que aquí gobernasen los franceses y a éstos se les tenia por contaminados de herejía. E n cuanto a otras ideas ridículas nada sabe, y si se trata de la especie que se le ha explicado verbalmente, sobre el muchacho a quien algunos llamaban "El adi~ino" (Juan Almonte) asegura que él no tuvo parte en ese error, ni el muchacho era tenido por su hijo, aunque realmente lo era.

Al 119, que contra el rey ha dicho que no viene (es decir, no vuelve a España) o viene con orden de Napoleón, aunque ya se va desen- gañando que Iia venido y no con orden de Napoleón; que contra los europeos en general sólo se ha hablado mal de aquellos que son malos en su modo de obrar; que en cuanto a los señores obispos sólo ha ha- blado del de V,alladolid, no reconociéndolo por obispo, por las razo- nes que alegó el doctor Cos en una proclama, y después porque se dijo que el rey Iiabia dado por nulas las prohibiciones hechas por las Cortes; que el señor Bcrgosa ha dicho que es de poca caridad, por la dureza con que trató a los eclesiásticos insurgentes, y que de lo demás del capítulo no es responsable, porque no lo ha dicho.

Al 120, que por no haber admitido el gobierno el canje que ofreció en compañía de la Junta, de doscientos europeos por el Cura Matamoros, determinaron pasarlos por las armas; que solamente fueron poco más de cien y a ninguno se le quitó la vida sin sacramentos, y no en el atrio de la iglesia, sino en la Quebrada.

Al 139, que lo que quiso decir en dicha proposición es que quería más bien sacar dispensa después de la guerra que morir sin sacramen- tos en la guillotina.

Al 149, que le pareció que en casos extraordianarios no regían esas leyes.

Al 159, que no sabía entonces el libertinaje de Velasco y se aquietó con las opiniones de los otros, como un discípulo se aquieta con las de su maestro.

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Al 169, que por no haber colegios entre ellos envió a su hijo con Herrera y Zárate, que fueron enviados por la Junta a buscar auxilios, pero encargándoles mucho que no lo dejaran extraviar.

Al 170, que concurrió a la Coiistitución dando algunos núiiieros de Espectador Sevillano y de la Constitución Española y tambií.n fir- mándola como Vocal de Gobierno, pero no por eso la defiende.

Antes de continuar las respuestas, al comenzar la nudiericia el día siguiente, :aclaró Morelos que habia reflexiotiado sobre que la opinión de despreciar las excomuniones la apoyaba tambicn en que cstando José Bonaparte en España y siendo tan malo, no había un papel en que se le hubiera excomulgado, por lo que creyó cl asunto de su independencia priuieramente político y no de religión.

Al 189, que juró y mandó jurar la Constitución, iio reflexionando los males que acarreaba, antes bien, creía que era en orden al bien común, tomados sus capítulos de la Constitución Española de las Cortes y de la Constitución de los Estados Unidos, como se lo aseguraron sus principales autores: Herrera, Quintana, Castañeda y otros; pero que ahora reconoce los errores que se le indican. (Sobre estas últimas palabras y otra!; semejantes, debeii leerse con las reservas que se im- ponen al analizar las retractaciones de Morelos, ya sea por falsedad, por defectos de redacción o por apremio y presión material y moral.)

Al 19 y al 20°, que la Constitución se leyó eii un día, precipitada- mente y iio tuvo tiempo para reflexionar en ella; que siempre le pare- ció mal por in~practicable y no por otra cosa, pero que ahora conoce y confiesa los errores que contiene.

Al 210, que es cierto, pero creía que era lícito, por que sus con- trarios hacían ICI mismo, y iii él ni sus cómplices se juzgaban por de menos condición.

Al 2'29, que había designado sacerdotes para que los pueblos no carecieran de servicios religiosos y porque creyó que en casos extra- ordinarios era licito hacerlo, como sucedió en una provincia de Polo- nia donde hubo un levantamiento y de acuerdo con lo que él mismo había leído en u11 tratado de Matrimonio, de Benjumea.

Al 23?, que entró en la insurrección sin reflexionar en lo que contiene el cargo (es decir, sin tener en cuenta las doctrinas que se le imputan de carácter herético) y llevado de la opinión de su maestro

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Hidalgo, pareciéndole se hallaban los atnericanos respecto a España, en el caso de los españoles que no querian admitir el dominio de Francia, y más, cuando oía decir a los abogados que habia una ley en cuya virtud, faltando el Rey de España, debia volver este reino a los naturales, cuyo caso creyeron 1-erificado, pues no han creído la vuelta del Rey de España, aunque el confesante lo cree factible, aiin- que a ratos se le dificulta que haya vuelto tan católico como fue, por haberlo conducido las tropas francesas, esto, en el caso de que haya venido.

(Puede advertirse que estas vacilaciones aparentes son en el fondo resistencia a darse por convencido sobre el punto que con razón juz- gaba Morelos esencial, puesto que dc él dependía uno de los fun- damentos doctrinales de la Independencia, al reasiimir la nación sil

soberanía.)

Al 240, que ha firmado proclamas, pero no hechas por él, sino por Cos, y obligado a ello por su carácter de Vocal de la Junta de Gobierno, pero que no ha aspirado a erigirse árbitro de la América, ni quería admitir el tratairiiento de Alteza Serenisima, suplicando más bien que le dijeran Siervo de la Nación.

A1 25, que de su ascendencia sólo sabe lo que ha dicho, que su padre era un hombre honrado, menestral en el oficio de Carpintero, y su abuelo materno tenia Escuela en Valladolid, y que sus costum- bres no han sido edificantes, pero tatupoco escandalosas.

Finalmente, dijo que no ha sido su intención ocultar la verdad, y solan~ente le queda el cscrúpulo de que ha declarado sólo dos hijos, teniendo tres, pues tiene una niña de seis años de edad, que se halla en Querétaro.

E n la tercera audiencia, el día 24 expuso Morelos que en noviem- bre de 1810 habia encontrado en Tecpan un paquete de edictos inipresos del Tribunal de la Inquisición en contra de Hidalgo, y con otros pape- les inútiles se usaron para cartuchos y que más tarde habia mandado quitar dichos edictos de las puertas de las iglesias, por considerar que no eran válidos, puesto qne el tribunal los expidió compelido por el gobierno, y que esta opinión se corroboró por las razones publica- das por escritores insurgentes como Cos, Rayón, Quintana y Velasco. Dio datos también sobre el paradero de sus dos hijos, los libros que liabia leido, y algunos de sus maestros.

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Lo mismo a los interrogatorios que a los veintiséis capítulos de cargos foriiiulados en su contra respondió Morelos con brevedad y tal vez con cierto desdén reprimido, que parece descubrirse en el seco lacoiiisnio ile las respuestas y en la absoluta falta de espontaneidad para declarar.

1.0s cargo:< que pretendían deiiiostrar su herejía se concretaban a imputarle delitos comunes, a mezclar hechos políticos con actos religiosos y a ;atribuirle lecturas, pensamientos y palabras impíos. E n este proceso insrjuisitorial todos los actos de su vida eran tiionstruosos o ~lignos de sospecha, lo mismo la humilde condición de sus padres que cl envio del hijo a los ISstados Ui~idos para darle educación. Se le acusó por no tener bula de la Santa Cruzada; por haber contestado irónica- mente la excoiiiunión del obispo de Puebla, diciendo que "preferia sacar ~lispensa despiifs de la guerra que morir sin sacramentos en la guillotina"; poir nombrar y destruir funcionarios eclesiásticos. y por otras violaciones a las leyes íie la iglesia.

Es indudable que las tareas de hforelos como sacerdote no fueron ejemplares, y seria pueril intentar preseiitarlo como un iiianso pastor de almas. S11 niisión en este inundo fue iiiuy distinta. Para decidir si eii efecto fue apóstata y Iiereje, seria preciso un estudio especial de la jurisprudencia icatiónica, que adcmás de ser impropio en esta ocasión, es poco probable que conílujrra a una resolución clara y defiiiitiva. Sin embargo, sí vale la opinión del testigo que más nos sirve para conocer la vida de Morelos, de don Lucas Alamán, que por su credo y por su cultura conocía algo de sutilezas teológicas, es preciso afirmar que el Tribuiia;l de la Iiiqiiisicióti estuvo a la altura de su triste re- nombre.

Sin ociiparnos de las circuiistaiicias de cstc proceso que ataiíen a la persoiialid3.d politica (le 1\Iorelos, que son repeticiones de lo que se eiicueiitra eti la causa seguida por las jurisdicciones unidas, sólo diremos que su digno remate y coronamiento fueron la sentencia tal cotiio se deseaba, la farsa trágica y dolorosa del auto de f e y la cere- monia de la degradacióii.

Con exccpcióii de fray Iloiiiiiigo liarreda, que expresó "que el reo sapit heresinr", todos los inquisidores declararon la herejía y lo sentenciaron como sigue: "Habiendo lieclio relación de un proceso y causa criminal que eii este Santo Oficio se ha seguido y sigue contra el r~resbitero dcin José hfari;i Morelos, Cura que fue de Car:?cuaro, por hereje, ~iiaterialista y ileísta y traidor de lesa niajestad divina y

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humana, y con10 a enemigo cruel del Santo Oficio, se le confiscan sus bienes con aplicación a la Real Cámara y fisco de S. M., en los tér- minos que declarará el Tribunal; y aunque merecedor de la degra- dación y relajación por los delitos cometidos del fuero y conocimien- to del Santo Oficio, sin enibargo, por estar pronto a abjurar sus crasos e inveterados errores, se le condena a destierro perpetuo de ambas Américas, Cortes de Madrid y sitios reales: a reclusión en cárcel per- petua en uno de los presidios de Africa, a disposición del Exmo. e Ilm. Sr. Inquisidor General; se le depone de todo oficio y beneficio ecle- siástico, con inhabilidad e irregularidad perpetua; que a sus tres hijos, aunque sacrilegos, se les declara incursos en las penas de infamia y demás que imponen los cánones y leyes a los descendientes de herejes con arreglo a las instrucciones de este Santo Oficio.. ."

Toda la intervención del Santo Oficio se habría reducido a los anatemas ineficaces si el ceremonial del auto de fe, sorprendente y nuevo por desusado, no hubiera servido para exhibir al reo a la curio- sidad no saciada del público, en medio de las solemnidades tremendas de la degradación.

Se reunieron en el salón principal del edificio de la Inquisición los funcionarios eclesiásticos que dispone el ritual y todo el público que pudo acomodarse, formado por individuos de las clases aristo- cráticas de México. Se condujo a Morelos a dicho lugar, sacándolo de la circe1 secreta de la misma Inquisición, donde estuvo los días que duró este proceso, y sentado en un banquillo sin respaldo, con las vestiduras indicadas en la sentencia, oyó leer ésta, así como los ca- pítulos de la acusación. Todo el público clavaba sus miradas curio- sas en el extraordinario reo, que no parecía ser el principal actor de la ceremonia ni la causa de la atención general, porque su rostro impa- sible no denunciaba ni turbación ni insolencia.

Terminada la lectura, siguió la abjuración y la protesta de la fe, que recibió el inquisidor decano; después vino la reconciliación, y en ella, mientras se oían las palabras del salmo Miserere, rezado por todos los presentes, los ministros ejecutores de la Inquisición azotaban por fórmula a Morelos, golpeándole sin fuerza la espalda con unas varas. Siguió una misa rezada en la capilla del mismo salón, y luego el obispo de Oaxaca, revestido de pontificial efectuó la degradación, tan des- conocida en México, que después de tres siglos se verificaba por pri- mera vez en la Nueva España.

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Puesto de rodillas frente al obispo, sufrió Morelos, sin alterarse, todo el lento y ceremonioso sacrificio de su calidad sacerdotal. Se con- movieron hasta las lágrimas todos los presentes y el mismo obispo ejecutor. Uniramente la victima continuó impasible, no sin que al final asomaran a sus ojos algunas lágrimas, sin duda sinceras, pero brotadas a pesar del mismo Morelos. De todos modos, su firmeza nunca vista causó sorpresa y hasta cierta indignación, por creerla algunos obra de la indiferencia o de la iiisensibilidad.

Puede suponerse que la serenidad de Morelos no sólo se mantuvo por su carácter de acero, sino porque la penitencia que se le impuso fue vista por él de un modo muy distinto de como la contemplaban los ortodoxos y sensibles espectadores. La persecución de la iglesia contra Morelos, lo mismo que contra todos los caudillos independientes, anduvo siempre tan mezclada con la política y los intereses profanos. que las terribles armas de la excomunión y los anatemas perdian mucho de su vigor antiguo.

Finalmente, al terminar la ceremonia penitencial, se puso a Mo- relos a disposición de la autoridad secular, representada por Concha, su aprehensor y custodio hasta la muerte.

Puesto que todos los procesos seguidos contra el gran insurgente sólo pueden trnerse como pura fúrinula, con excepcibn de la sentencia de muerte resuelta de antemano por el virrey, su desarrollo pornienori- zado no tiene importancia histórica más que por las declaraciones de Morelos, que han servido para conocer su vida. Ya liemos visto cómo pretendió defenderse y cómo cuidó la integridad de sus creencias. E n cuanto a su personalidad histórica, pueden juzgarse como ver- daderos descargos las confesiones del héroe. E1 proceso seguido por las jurisdicciones unidas y la declaración informativa levantada por Concha, de acuerdo con interrogatorios formulados por el virrey, son los docnnientos que encierran los mejores materiales para trazar la biografía de Morelos, pues como si este caudillo comprendiera que por medio de ellos lo juzgaría la historia, les dio toda la verdad, toda la sencillez pcisibles, sin más restricciones que los errores de aprecia- ción o los desfallecimientos de la memoria.