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    LOS JUEGOS DEL

    HAMBRE(Saga: "Distritos", vol.1)

    Suzanne Collins

    2008,The hunger gamesTraduccin: Pilar Ramrez Tello

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    PRIMERA PARTE:

    LOS TRIBUTOS

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    Cuando me despierto, el otro lado de la cama est fro. Estiro los dedos buscandoel calor de Prim, pero no encuentro ms que la vasta funda de lona del colchn.Seguro que ha tenido pesadillas y se ha metido en la cama de nuestra madre; claroque s, porque es el da de la cosecha.

    Me apoyo en un codo y me levanto un poco; en el dormitorio entra algo de luz, asque puedo verlas. Mi hermana pequea, Prim, acurrucada a su lado, protegida por elcuerpo de mi madre, las dos con las mejillas pegadas. Mi madre parece ms jovencuando duerme; agotada, aunque no tan machacada. La cara de Prim es tan frescacomo una gota de agua, tan encantadora como la prmula que le da nombre. Mi

    madre tambin fue muy guapa hace tiempo, o eso me han dicho.Sentado sobre las rodillas de Prim, para protegerla, est el gato ms feo del

    mundo: hocico aplastado, media oreja arrancada y ojos del color de un calabacnpodrido. Prim le puso Buttercup porque, segn ella, su pelaje amarillo embarradotena el mismo tono de aquella flor, el rannculo. El gato me odia o, al menos, noconfa en m. Aunque han pasado ya algunos aos, creo que todava recuerda queintent ahogarlo en un cubo cuando Prim lo trajo a casa; era un gatito esculido, conla tripa hinchada por las lombrices y lleno de pulgas. Lo ltimo que yo necesitaba eraotra boca que alimentar, pero mi hermana me suplic mucho, e incluso llor paraque le dejase quedrselo. Al final la cosa sali bien: mi madre le libr de los parsitos,

    y ahora es un cazador de ratones nato; a veces, hasta caza alguna rata. Como de vezen cuando le echo las entraas de las presas, ha dejado de bufarme.

    Entraas y nada de bufidos: no habr ms cario que se entre nosotros.

    Me bajo de la cama y me pongo las botas de cazar; la piel fina y suave se haadaptado a mis pies. Me pongo tambin los pantalones y una camisa, meto mi largatrenza oscura en una gorra y tomo la bolsa que utilizo para guardar todo lo querecojo. En la mesa, bajo un cuenco de madera que sirve para protegerlo de ratas ygatos hambrientos, encuentro un perfecto quesito de cabra envuelto en hojas dealbahaca. Es un regalo de Prim para el da de la cosecha; cuando salgo me lo meto

    con cuidado en el bolsillo.Nuestra parte del Distrito 12, a la que solemos llamar la Veta, est siempre llena a

    estas horas de mineros del carbn que se dirigen al turno de maana. Hombres ymujeres de hombros cados y nudillos hinchados, muchos de los cuales ya ni siquieraintentan limpiarse el polvo de carbn de las uas rotas y las arrugas de sus rostroshundidos. Sin embargo, hoy las calles manchadas de carboncillo estn vacas y lascontraventanas de las achaparradas casas grises permanecen cerradas. La cosecha no

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    empieza hasta las dos, as que todos prefieren dormir hasta entonces... si pueden.

    Nuestra casa est casi al final de la Veta, slo tengo que dejar atrs unas cuantaspuertas para llegar al campo desastrado al que llaman la Pradera. Lo que separa laPradera de los bosques y, de hecho, lo que rodea todo el Distrito 12, es una altaalambrada metlica rematada con bucles de alambre de espino. En teora, se supone

    que est electrificada las veinticuatro horas para disuadir a los depredadores queviven en los bosques y antes recorran nuestras calles (jauras de perros salvajes,pumas solitarios y osos). En realidad, como, con suerte, slo tenemos dos o tres horasde electricidad por la noche, no suele ser peligroso tocarla. Aun as, siempre me tomoun instante para escuchar con atencin, por si oigo el zumbido que indica que la vallaest cargada. En este momento est tan silenciosa como una piedra. Me escondodetrs de un grupo de arbustos, me tumbo boca abajo y me arrastro por debajo de latira de sesenta centmetros que lleva suelta varios aos. La alambrada tiene otrospuntos dbiles, pero ste est tan cerca de casa que casi siempre entro en el bosquepor aqu.

    En cuanto estoy entre los rboles, recupero un arco y un carcaj de flechas que tenaescondidos en un tronco hueco. Est o no electrificada, la alambrada ha conseguidomantener a los devoradores de hombres fuera del Distrito 12. Dentro de los bosques,los animales deambulan a sus anchas y existen otros peligros, como las serpientesvenenosas, los animales rabiosos y la falta de senderos que seguir. Pero tambin haycomida, si sabes cmo encontrarla. Mi padre lo saba y me haba enseado unascuantas cosas antes de volar en pedazos en la explosin de una mina. No qued nadade l que pudiramos enterrar. Yo tena once aos; cinco aos despus, muchasnoches me sigo despertando gritndole que corra.

    Aunque entrar en los bosques es ilegal y la caza furtiva tiene el peor de loscastigos, habra ms gente que se arriesgara si tuviera armas. El problema es que haypocos lo bastante valientes para aventurarse armados con un cuchillo. Mi arco es unarareza que fabric mi padre, junto con otros similares que guardo bien escondidos enel bosque, envueltos con cuidado en fundas impermeables. Mi padre podra haberganado bastante dinero vendindolos, pero, de haberlo descubierto los funcionariosdel Gobierno, lo habran ejecutado en pblico por incitar a la rebelin. Casi todos losagentes de la paz hacen la vista gorda con los pocos que cazamos, ya que estn tannecesitados de carne fresca como los dems. De hecho, estn entre nuestros mejoresclientes. Sin embargo, nunca permitiran que alguien armase a la Veta.

    En otoo, unas cuantas almas valientes se internan en los bosques para recogermanzanas, aunque sin perder de vista la Pradera, siempre lo bastante cerca paravolver corriendo a la seguridad del Distrito 12 si surgen problemas.

    El Distrito 12, donde puedes morirte de hambre sin poner en peligro tu seguridad murmuro; despus miro a mi alrededor rpidamente porque, incluso aqu, en mediode ninguna parte, me preocupa que alguien me escuche.

    Cuando era ms joven, mataba a mi madre del susto con las cosas que deca sobre

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    el Distrito 12 y la gente que gobierna nuestro pas, Panem, desde esa lejana ciudadllamada el Capitolio. Al final comprend que aquello slo poda causarnos msproblemas, as que aprend a morderme la lengua y ponerme una mscara deindiferencia para que nadie pudiese averiguar lo que estaba pensando. Trabajo ensilencio en clase; hago comentarios educados y superficiales en el mercado pblico; yme limito a las conversaciones comerciales en el Quemador, que es el mercado negrodonde gano casi todo mi dinero. Incluso en casa, donde soy menos simptica, evitoentrar en temas espinosos, como la cosecha, los racionamientos de comida o los

    Juegos del Hambre. Quizs a Prim se le ocurriera repetir mis palabras y qu sera denosotras entonces?

    En los bosques me espera la nica persona con la que puedo ser yo misma: Gale.Noto que se me relajan los msculos de la cara, que se me acelera el paso mientrassubo por las colinas hasta nuestro lugar de encuentro, un saliente rocoso con vistas alvalle. Un matorral de arbustos de bayas lo protege de ojos curiosos. Verlo all,esperndome, me hace sonrer; nunca sonro, salvo en los bosques.

    Hola, Catnip me saluda Gale.

    En realidad me llamo Katniss, como la flor acutica a la que llaman saeta, pero,cuando se lo dije por primera vez, mi voz no era ms que un susurro, as que creyque le deca Catnip, la menta de gato. Despus, cuando un lince loco empez aseguirme por los bosques en busca de sobras, se convirti en mi nombre oficial. Alfinal tuve que matar al lince porque asustaba a las presas, aunque era tan buenacompaa que casi me dio pena. Por otro lado, me pagaron bien por su piel.

    Mira lo que he cazado.

    Gale sostiene en alto una hogaza de pan con una flecha clavada en el centro, y yo

    me ro. Es pan de verdad, de panadera, y no las barras planas y densas que hacemoscon nuestras raciones de cereales. Lo cojo, saco la flecha y me llevo el agujero de lacorteza a la nariz para aspirar una fragancia que me hace la boca agua. El pan buenocomo ste es para ocasiones especiales.

    Ummm, todava est caliente digo. Debe de haber ido a la panadera aldespuntar el alba para cambiarlo por otra cosa. Qu te ha costado?

    Slo una ardilla. Creo que el anciano estaba un poco sentimental esta maana.Hasta me dese buena suerte.

    Bueno, todos nos sentimos un poco ms unidos hoy, no? comento, sinmolestarme en poner los ojos en blanco. Prim nos ha dejado un queso digo,sacndolo.

    Gracias, Prim exclama Gale, alegrndose con el regalo. Nos daremos unverdadero festn. De repente, se pone a imitar el acento del Capitolio y losademanes de Effie Trinket, la mujer optimista hasta la demencia que viene una vez alao para leer los nombres de la cosecha. Casi se me olvida! Felices Juegos delHambre! Recoge unas cuantas moras de los arbustos que nos rodean. Y que la

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    suerte... empieza, lanzndome una mora. La cojo con la boca y rompo la delicadapiel con los dientes; la dulce acidez del fruto me estalla en la lengua.

    ... est siempre, siempre de vuestra parte! concluyo, con el mismo bro.

    Tenemos que bromear sobre el tema, porque la alternativa es morirse de miedo.Adems, el acento del Capitolio es tan afectado que casi todo suena gracioso con l.

    Observo a Gale sacar el cuchillo y cortar el pan; podra ser mi hermano: pelo negroliso, piel aceitunada, incluso tenemos los mismos ojos grises. Pero no somos familia,al menos, no cercana. Casi todos los que trabajan en las minas tienen un aspectosimilar, como nosotros.

    Por eso mi madre y Prim, con su cabello rubio y sus ojos azules, siempre parecenfuera de lugar; porque lo estn. Mis abuelos maternos formaban parte de la pequeaclase de comerciantes que sirve a los funcionarios, los agentes de la paz y algn queotro cliente de la Veta. Tenan una botica en la parte ms elegante del Distrito 12;como casi nadie puede permitirse pagar un mdico, los boticarios son nuestros

    sanadores. Mi padre conoci a mi madre gracias a que, cuando iba de caza, a vecesrecoga hierbas medicinales y se las venda a la botica para que fabricaran susremedios. Mi madre tuvo que enamorarse de verdad para abandonar su hogar ymeterse en la Veta. Es lo que intento recordar cuando slo veo en ella a una mujerque se qued sentada, vaca e inaccesible mientras sus hijas se convertan en piel yhuesos. Intento perdonarla por mi padre, pero, para ser sincera, no soy de las queperdonan.

    Gale unta el suave queso de cabra en las rebanadas de pan y coloca con cuidadouna hoja de albahaca en cada una, mientras yo recojo bayas de los arbustos. Nosacomodamos en un rincn de las rocas en el que nadie puede vernos, aunque

    tenemos una vista muy clara del valle, que est rebosante de vida estival: verduraspor recoger, races por escarbar y peces irisados a la luz del sol. El da tiene unaspecto glorioso, de cielo azul y brisa fresca; la comida es estupenda, el pan calienteabsorbe el queso y las bayas nos estallan en la boca. Todo sera perfecto si realmentefuese un da de fiesta, si este da libre consistiese en vagar por las montaas con Galepara cazar la cena de esta noche. Sin embargo, tendremos que estar en la plaza a lasdos en punto para el sorteo de los nombres.

    Sabes qu? Podramos hacerlo dijo Gale en voz baja.

    El qu?

    Dejar el distrito, huir y vivir en el bosque. T y yo podramos hacerlo. No scmo responder, la idea es demasiado absurda. Si no tuvisemos tantos nios aadi l rpidamente.

    No son nuestros nios, claro, pero para el caso es lo mismo. Los dos hermanospequeos de Gale y su hermana, y Prim. Nuestras madres tambin podran entrar enel lote, porque cmo iban a sobrevivir sin nosotros? Quin alimentara esas bocasque siempre piden ms? Aunque los dos cazamos todos los das, alguna vez tenemos

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    que cambiar las presas por manteca de cerdo, cordones de zapatos o lana, as que haynoches en las que nos vamos a la cama con los estmagos vacos.

    No quiero tener hijos digo.

    Puede que yo s, si no viviese aqu.

    Pero vives aqu le recuerdo, irritada.Olvdalo.

    La conversacin no va bien. Irnos? Cmo iba a dejar a Prim, que es la nicapersona en el mundo a la que estoy segura de querer? Y Gale est completamentededicado a su familia. Si no podemos irnos, por qu molestarnos en hablar de eso?Y, aunque lo hiciramos..., aunque lo hiciramos..., de dnde ha salido lo de tenerhijos? Entre Gale y yo nunca ha habido nada romntico. Cuando nos conocimos, yoera una nia flacucha de doce aos y, aunque l slo era dos aos mayor, ya parecaun hombre. Nos llev mucho tiempo hacernos amigos, dejar de regatear en cadaintercambio y empezar a ayudarnos mutuamente.

    Adems, si quiere hijos, Gale no tendr problemas para encontrar esposa: esguapo, lo bastante fuerte como para trabajar en las minas y capaz de cazar. Por laforma en que las chicas susurran cuando pasa a su lado en el colegio, est claro quelo desean. Me pongo celosa, pero no por lo que la gente pensara, sino porque no esfcil encontrar buenos compaeros de caza.

    Qu quieres hacer? le pregunto, ya que podemos cazar, pescar o recolectar.

    Vamos a pescar en el lago. As dejamos las caas puestas mientras recolectamosen el bosque. Cogeremos algo bueno para la cena.

    La cena. Despus de la cosecha, se supone que todos tienen que celebrarlo, ymucha gente lo hace, aliviada al saber que sus hijos se han salvado un ao ms. Sinembargo, al menos dos familias cerrarn las contraventanas y las puertas, eintentarn averiguar cmo sobrevivir a las dolorosas semanas que se avecinan.

    Nos va bien; los depredadores no nos hacen caso, porque hoy hay presas msfciles y sabrosas. A ltima hora de la maana tenemos una docena de peces, una

    bolsa de verduras y, lo mejor de todo, un buen montn de fresas. Descubr el fresalhace unos aos y a Gale se le ocurri la idea de rodearlo de redes para evitar que seacercasen los animales.

    De camino a casa pasamos por el Quemador, el mercado negro que funciona en unalmacn abandonado en el que antes se guardaba carbn. Cuando descubrieron unsistema ms eficaz que transportaba el carbn directamente de las minas a los trenes,el Quemador fue quedndose con el espacio. Casi todos los negocios estn cerrados aestas horas en un da de cosecha, aunque el mercado negro sigue bastanteconcurrido. Cambiamos fcilmente seis de los peces por pan bueno y los otros dospor sal. Sae la Grasienta, la anciana huesuda que vende cuencos de sopa calientepreparada en un enorme hervidor, nos compra la mitad de las verduras a cambio de

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    un par de trozos de parafina. Puede que nos hubiese ido mejor en otro sitio, pero nosesforzamos por mantener una buena relacin con Sae, ya que es la nica que siempreest dispuesta a comprar carne de perro salvaje. A pesar de que no los cazamos apropsito, si nos atacan y matamos un par, bueno, la carne es la carne. Una vez dentrode la sopa, puedo decir que es ternera, dice Sae la Grasienta, guiando un ojo. En la Veta,nadie le hara ascos a una buena pata de perro salvaje, pero los agentes de la paz quevan al Quemador pueden permitirse ser un poquito ms exigentes.

    Una vez terminados nuestros negocios en el mercado, vamos a la puerta de atrsde la casa del alcalde para vender la mitad de las fresas, porque sabemos que legustan especialmente y puede permitirse el precio. La hija del alcalde, Madge, nosabre la puerta; est en mi clase del colegio. Podra pensarse que, por ser la hija delalcalde, es una esnob, pero no, slo es reservada, igual que yo. Como ninguna de lasdos tiene un grupo de amigos, parece que casi siempre acabamos juntas en clase.Durante la comida, en las reuniones, cuando se hacen grupos para las actividadesdeportivas... Apenas hablamos, lo que nos va bien a las dos.

    Hoy ha cambiado su soso uniforme del colegio por un caro vestido blanco, y llevael pelo rubio recogido con un lazo rosa; la ropa de la cosecha.

    Bonito vestido dice Gale.

    Madge lo mira fijamente, mientras intenta averiguar si se trata de un cumplido deverdad o de una irona. En realidad, el vestido es bonito, aunque nunca lo habrallevado un da normal. Aprieta los labios y sonre.

    Bueno, tengo que estar guapa por si acabo en el Capitolio, no?

    Ahora es Gale el que est desconcertado: lo dice en serio o est tomndole el

    pelo? Yo creo que es lo segundo.T no irs al Capitolio responde Gale con frialdad. Sus ojos se posan en el

    pequeo adorno circular que lleva en el vestido; es de oro puro, de bella factura;servira para dar de comer a una familia entera durante varios meses. Cuntasinscripciones puedes tener? Cinco? Yo ya tena seis con slo doce aos.

    No es culpa suya intervengo.

    No, no es culpa de nadie. Las cosas son como son apostilla Gale.

    Buena suerte, Katniss dice Madge, con rostro inexpresivo, ponindome eldinero de las fresas en la mano.

    Lo mismo digo respondo, y se cierra la puerta.

    Caminamos en silencio hacia la Veta. No me gusta que Gale la haya tomado conMadge, pero tiene razn, por supuesto: el sistema de la cosecha es injusto y lospobres se llevan la peor parte. Te conviertes en elegible para la cosecha cuandocumples los doce aos; ese ao, tu nombre entra una vez en el sorteo.

    A los trece, dos veces; y as hasta que llegas a los dieciocho, el ltimo ao de

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    elegibilidad, y tu nombre entra en la urna siete veces. El sistema incluye a todos losciudadanos de los doce distritos de Panem.

    Sin embargo, hay gato encerrado. Digamos que eres pobre y te ests muriendo dehambre, como nos pasaba a nosotras. Tienes la posibilidad de aadir tu nombre msveces a cambio de teselas; cada tesela vale por un exiguo suministro anual de

    cereales y aceite para una persona. Tambin puedes hacer ese intercambio por cadamiembro de tu familia, motivo por el que, cuando yo tena doce aos, mi nombreentr cuatro veces en el sorteo. Una porque era lo mnimo, y tres veces ms por lasteselas para conseguir cereales y aceite para Prim, mi madre y yo. De hecho, hetenido que hacer lo mismo todos los aos, y las inscripciones en el sorteo sonacumulativas. Por eso, ahora, a los diecisis aos, mi nombre entrar veinte veces enel sorteo de la cosecha. Gale, que tiene dieciocho y lleva siete aos ayudando oalimentando el solo a una familia de cinco, tendr cuarenta y dos papeletas.

    No cuesta entender por qu se enciende con Madge, que nunca ha corrido elpeligro de necesitar una tesela. Las probabilidades de que el nombre de la chica salga

    elegido son muy reducidas si se comparan con las de los que vivimos en la Veta. Noes imposible, pero s poco probable y, aunque las reglas las estableci el Capitolio yno los distritos ni, sin duda, la familia de Madge, es difcil no sentir resentimientohacia los que no tienen que pedir teselas.

    Gale es consciente de que su rabia no debera ir contra Madge.

    Algunas veces, cuando estamos en lo ms profundo del bosque, lo he ododespotricar contra las teselas, diciendo que no son ms que otro instrumento parafomentar la miseria en nuestro distrito, una forma de sembrar el odio entre lostrabajadores hambrientos de la Veta y los que no suelen tener problemas de comida,

    y, as, asegurarse de que nunca confiemos los unos en los otros. Al Capitolio leviene bien que estemos divididos, me dira, si no hubiese nadie ms que yoescuchndolo, si no fuese da de cosecha, si una chica con un alfiler de oro y sinteselas no hubiese hecho lo que seguramente ella consideraba un comentarioinofensivo.

    Mientras caminamos, lo miro a la cara, todava ardiendo debajo de su expresinglacial; su ira me parece intil, aunque no se lo digo. No es que no est de acuerdocon l, porque lo estoy, pero de qu sirve despotricar contra el Capitolio en mediodel bosque? No cambia nada, no hace que la situacin sea ms justa y no nos llena elestmago. De hecho, asusta a las posibles presas. Sin embargo, lo dejo gritar; mejor

    hacerlo en el bosque que en el distrito.

    Gale y yo nos dividimos el botn, lo que nos deja con dos peces, un par de hogazasde buen pan, verduras, un puado de fresas, sal, parafina y algo de dinero para cadauno.

    Nos vemos en la plaza le digo.

    Ponte algo bonito me responde, sin humor.

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    En casa, encuentro a mi madre y a mi hermana preparadas para salir. Mi madrelleva un vestido elegante de sus das de boticaria y Prim viste mi primer traje decosecha: una falda y una blusa con volantes. A ella le queda un poco grande, pero mimadre se lo ha sujetado con alfileres; aun as, la blusa se le sale de la falda por laparte de atrs.

    Me espera una baera llena de agua caliente. Me restriego para quitarme la tierray el sudor de los bosques, e incluso me lavo el pelo. Veo, sorprendida, que mi madreme ha sacado uno de sus encantadores vestidos, una suave cosita azul con zapatos a

    juego.

    Ests segura? le pregunto, porque intento evitar seguir rechazando su ayuda.

    Antes estaba tan enfadada con ella que no le dejaba hacer nada por m. Sinembargo, se trata de algo especial, porque le da mucho valor a la ropa de su pasado.

    Claro que s, y tambin me gustara recogerte el pelo me responde. Le dejosecrmelo, trenzarlo y colocrmelo sobre la cabeza. Apenas me reconozco en el

    espejo agrietado que tenemos apoyado en la pared.Ests muy guapa dice Prim, en un susurro.

    Y no me parezco en nada a m respondo.

    La abrazo, porque s que las horas que nos esperan sern terribles para ella. Es suprimera cosecha, aunque est lo ms segura posible, ya que su nombre slo haentrado una vez en la urna; no le he dejado pedir ninguna tesela. Sin embargo, estpreocupada por m, le preocupa que ocurra lo inimaginable.

    Protejo a Prim de todas las formas que me es posible, pero nada puedo hacercontra la cosecha. La angustia que noto en el pecho siempre que mi hermana sufreamenaza con asomar a la superficie. Me doy cuenta de que se le ha salido de nuevo la

    blusa por detrs y me obligo a mantener la calma.

    Arrglate la cola, patito le digo, ponindole de nuevo la blusa en su sitio.

    Cuac responde Prim, soltando una risita.

    Eso lo sers t aado, rindome tambin; ella es la nica que puede hacermerer as. Vamos, a comer digo, dndole un besito rpido en la cabeza.

    Decidimos dejar para la cena el pescado y las verduras, que ya se estn cocinandoen un estofado, y guardamos las fresas y el pan para la noche, dicindonos que as

    ser algo especial; de modo que bebemos la leche de la cabra de Prim, Lady,y noscomemos el pan basto que hacemos con el cereal de la tesela, aunque, de todosmodos, nadie tiene mucho apetito.

    A la una en punto nos dirigimos a la plaza. La asistencia es obligatoria, a no serque ests a las puertas de la muerte. Esta noche los funcionarios recorrern las casaspara comprobarlo. Si alguien ha mentido, lo metern en la crcel.

    Es una verdadera pena que la ceremonia de la cosecha se celebre en la plaza, uno

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    de los pocos lugares agradables del Distrito 12. La plaza est rodeada de tiendas y, enlos das de mercado, sobre todo si hace buen tiempo, parece que es fiesta. Sinembargo, hoy, a pesar de los banderines de colores que cuelgan de los edificios, serespira un ambiente de tristeza. Las cmaras de televisin, encaramadas comoguilas ratoneras en los tejados, slo sirven para acentuar la sensacin.

    La gente entra en silencio y ficha; la cosecha tambin es la oportunidad perfectapara que el Capitolio lleve la cuenta de la poblacin. Conducen a los chicos de entredoce y dieciocho aos a las reas delimitadas con cuerdas y divididas por edades,con los mayores delante y los jvenes, como Prim, detrs. Los familiares se ponen enfila alrededor del permetro, todos cogidos con fuerza de la mano. Tambin hayotros, los que no tienen a nadie que perder o ya no les importa, que se cuelan entre lamultitud para apostar por quines sern los dos chicos elegidos. Se apuesta por laedad que tendrn, por si sern de la Veta o comerciantes, o por si se derrumbarn yse echarn a llorar. La mayora se niega a hacer tratos con los maosos, salvo conmucha precaucin; esas mismas personas suelen ser informadores, y quin no ha

    infringido la ley alguna vez? Podran pegarme un tiro todos los das por dedicarme ala caza furtiva, pero los apetitos de los que estn al mando me protegen; no todospueden decir lo mismo.

    En cualquier caso, Gale y yo estamos de acuerdo en que, si pudiramos escogerentre morir de hambre y morir de un tiro en la cabeza, la bala sera mucho msrpida.

    La plaza se va llenando, y se vuelve ms claustrofbica conforme llega la gente. Apesar de su tamao, no es lo bastante grande para dar cabida a toda la poblacin delDistrito 12, que es de unos ocho mil habitantes. Los que llegan los ltimos tienen que

    quedarse en las calles adyacentes, desde donde podrn ver el acontecimiento en laspantallas, ya que el Estado lo televisa en directo.

    Me encuentro de pie, en un grupo de chicos de diecisis aos de la Veta.Intercambiamos tensos saludos con la cabeza y centramos nuestra atencin en elescenario provisional que han construido delante del Edificio de Justicia. All hay tressillas, un podio y dos grandes urnas redondas de cristal, una para los chicos y otrapara las chicas. Me quedo mirando los trozos de papel de la bola de las chicas: veintede ellos tienen escrito con sumo cuidado el nombre de Katniss Everdeen.

    Dos de las tres sillas estn ocupadas por el alcalde Undersee (el padre de Madge,un hombre alto de calva incipiente) y Effie Trinket, la acompaante del Distrito 12,

    recin llegada del Capitolio, con su aterradora sonrisa blanca, el pelo rosceo y untraje verde primavera. Los dos murmuran entre s y miran con preocupacin elasiento vaco.

    Justo cuando el reloj da las dos, el alcalde sube al podio y empieza a leer. Es lamisma historia de todos los aos, en la que habla de la creacin de Panem, el pas quese levant de las cenizas de un lugar antes llamado Norteamrica. Enumera la listade desastres, las sequas, las tormentas, los incendios, los mares que subieron y se

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    tragaron gran parte de la tierra, y la brutal guerra por hacerse con los pocos recursosque quedaron. El resultado fue Panem, un reluciente Capitolio rodeado por trecedistritos, que llev la paz y la prosperidad a sus ciudadanos. Entonces llegaron losDas Oscuros, la rebelin de los distritos contra el Capitolio. Derrotaron a doce deellos y aniquilaron al decimotercero. El Tratado de la Traicin nos dio unas nuevasleyes para garantizar la paz y, como recordatorio anual de que los Das Oscuros nodeben volver a repetirse, nos dio tambin los Juegos del Hambre.

    Las reglas de los Juegos del Hambre son sencillas: en castigo por la rebelin, cadauno de los doce distritos debe entregar a un chico y una chica, llamados tributos,para que participen. Los veinticuatro tributos se encierran en un enorme estadio alaire libre en la que puede haber cualquier cosa, desde un desierto abrasador hasta unpramo helado. Una vez dentro, los competidores tienen que luchar a muertedurante un periodo de varias semanas; el que quede vivo, gana.

    Coger a los chicos de nuestros distritos y obligarlos a matarse entre ellos mientraslos dems observamos; as nos recuerda el Capitolio que estamos completamente a

    su merced, y que tendramos muy pocas posibilidades de sobrevivir a otra rebelin.Da igual las palabras que utilicen, porque el verdadero mensaje queda claro: Miradcmo nos llevamos a vuestros hijos y los sacrificamos sin que podis hacer nada alrespecto. Si levantis un solo dedo, os destrozaremos a todos, igual que hicimos conel Distrito 13.

    Para que resulte humillante adems de una tortura, el Capitolio exige quetratemos los Juegos del Hambre como una festividad, un acontecimiento deportivoen el que los distritos compiten entre s. Al ltimo tributo vivo se le recompensa conuna vida fcil, y su distrito recibe premios, sobre todo comida. El Capitolio regala

    cereales y aceite al distrito ganador durante todo el ao, e incluso algunos manjarescomo azcar, mientras el resto de nosotros luchamos por no morir de hambre.

    Es el momento de arrepentirse, y tambin de dar gracias recita el alcalde.

    Despus lee la lista de los habitantes del Distrito 12 que han ganado en anterioresediciones. En setenta y cuatro aos hemos tenido exactamente dos, y slo uno siguevivo: Haymitch Abernathy, un barrign de mediana edad que, en estos momentos,aparece berreando algo ininteligible, se tambalea en el escenario y se deja caer sobrela tercera silla. Est borracho, y mucho. La multitud responde con su aplausoprotocolario, pero el hombre est aturdido e intenta darle un gran abrazo a EffieTrinket, que apenas consigue zafarse.

    El alcalde parece angustiado. Como todo se televisa en directo, ahora mismo elDistrito 12 es el hazmerrer de Panem, y l lo sabe. Intenta devolver rpidamente laatencin a la cosecha presentando a Effie Trinket.

    La mujer, tan alegre y vivaracha como siempre, sube a trote ligero al podio ysaluda con su habitual:

    Felices Juegos del Hambre! Y que la suerte est siempre, siempre de vuestra

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    parte!

    Seguro que su pelo rosa es una peluca, porque tiene los rizos algo torcidosdespus de su encuentro con Haymitch. Empieza a hablar sobre el honor que suponeestar all, aunque todos saben lo mucho que desea una promocin a un distrito mejor,con ganadores de verdad, en vez de borrachos que te acosan delante de todo el pas.

    Localizo a Gale entre la multitud, y l me devuelve la mirada con la sombra deuna sonrisa en los labios. Para ser una cosecha, al menos estaba resultando unpoquito divertida. Pero, de repente, empiezo a pensar en Gale y en las cuarenta y dosveces que aparece su nombre en esa gran bola de cristal, y en cmo la suerte no estsiempre de su parte, sobre todo comparado con muchos de los chicos. Y quiz l estpensando lo mismo sobre m, porque se pone serio y aparta la vista.

    No te preocupes, hay mil papeletas, deseara poder decirle.

    Ha llegado el momento del sorteo. Effie Trinket dice lo de siempre, las damasprimero!, y se acerca a la urna de cristal con los nombres de las chicas. Mete la mano

    hasta el fondo y saca un trozo de papel. La multitud contiene el aliento, se podra orun alfiler caer, y yo empiezo a sentir nuseas y a desear desesperadamente que nosea yo, que no sea yo, que no sea yo.

    Effie Trinket vuelve al podio, alisa el trozo de papel y lee el nombre con voz clara;y no soy yo.

    Es Primrose Everdeen.

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    Una vez estaba escondida en la rama de un rbol, esperando inmvil a queapareciese una presa, cuando me qued dormida y ca al suelo de espaldas desde unaaltura de tres metros. Fue como si el impacto me dejase sin una chispa de aire en lospulmones, y all me qued, luchando por inspirar, por espirar, por lo que fuera.

    As me siento ahora. Intento recordar cmo respirar, no puedo hablar y estoycompletamente aturdida, mientras el nombre me rebota en las paredes del crneo.Alguien me coge del brazo, un chico de la Veta, y creo que quiz haya empezado acaerme y l me haya sujetado.

    Tiene que haber un error, esto no puede estar pasando. Prim slo tena un boletoentre miles! Sus posibilidades de salir elegida eran tan remotas que ni siquiera mehaba molestado en preocuparme por ella. Acaso no haba hecho todo lo posible?No haba cogido yo las teselas y le haba impedido hacer lo mismo? Una solapapeleta, una entre miles. La suerte estaba de su parte, del todo, pero no habaservido de nada.

    En algn punto lejano, oigo a la multitud murmurar con tristeza, como hacesiempre que sale elegido un chico de doce aos; a nadie le parece justo. Entonces laveo, con la cara plida, dando pasitos hacia el escenario, pasando a mi lado, y veoque la blusa se le ha vuelto a salir de la falda por detrs. Es ese detalle, la blusa que

    forma una colita de pato, lo que me hace volver a la realidad.Prim! El grito estrangulado me sale de la garganta y los msculos vuelven a

    reaccionar. Prim!

    No me hace falta apartar a la gente, porque los otros chicos me abren paso deinmediato y crean un pasillo directo al escenario. Llego a ella justo cuando est apunto de subir los escalones y la empujo detrs de m.

    Me presento voluntaria! grito, con voz ahogada. Me presento voluntariacomo tributo!

    En el escenario se produce una pequea conmocin. El Distrito 12 no enva

    voluntarios desde hace dcadas, y el protocolo est un poco oxidado. La regla es que,cuando se saca el nombre de un tributo de la bola, otro chico en edad elegible, si setrata de un chico, u otra chica, si se trata de una chica, puede ofrecerse a ocupar sulugar. En algunos distritos en los que ganar la cosecha se considera un gran honor yla gente est deseando arriesgar la vida, presentarse voluntario es complicado. Sinembargo, en el Distrito 12, donde la palabra tributo y la palabra cadver sonprcticamente sinnimas, los voluntarios han desaparecido casi por completo.

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    Esplndido! exclama Effie Trinket. Pero creo que queda el pequeo detallede presentar a la ganadora de la cosecha y despus pedir voluntarios, y, si apareceuno, entonces... deja la frase en el aire, insegura.

    Qu ms da? interviene el alcalde. Est mirndome con expresin de dolor.Aunque, en realidad, no me conoce, hay un pequeo punto de contacto: soy la chica

    que le lleva las fresas; la chica con la que puede que su hija haya hablado alguna queotra vez; la chica que, hace cinco aos, abrazada a su madre y a su hermana pequea,recibi de sus manos la medalla al valor. Una medalla por su padre, vaporizado enlas minas. Se acordar? . Qu ms da? repite, en tono brusco. Deja que suba.

    Prim est gritando como una histrica detrs de m, me rodea con sus delgadosbracitos como si fuese un torno.

    No, Katniss! No! No puedes ir!

    Prim, sultame digo con dureza, porque la situacin me altera y no quierollorar. Cuando emitan la repeticin de la cosecha esta noche, todos tomarn nota de

    mis lgrimas y me marcarn como un objetivo fcil. Una enclenque. No les dar esasatisfaccin. Sultame!

    Noto que alguien tira de ella por detrs, as que me vuelvo y veo a Gale, quelevanta a Prim del suelo, mientras ella forcejea en el aire.

    Arriba, Catnip me dice, intentando que no le falle la voz; despus se lleva aPrim con mi madre. Yo me armo de valor y subo los escalones.

    Bueno, bravo! exclama Effie Trinket, llena de entusiasmo. ste es elespritu de los Juegos! Est encantada de ver por fin un poco de accin en sudistrito. Cmo te llamas?

    Katniss Everdeen respondo, despus de tragar saliva.

    Me apuesto los calcetines a que era tu hermana. No queras que te robase lagloria, verdad? Vamos a darle un gran aplauso a nuestro ltimo tributo! canturrea Effie Trinket.

    La gente del Distrito 12 siempre podr sentirse orgullosa de su reaccin: nadieaplaude, ni siquiera los que llevan las papeletas de las apuestas, a los que ya no lesimporta nada. Seguramente es porque me conocen del Quemador o porque conocana mi padre, o porque han hablado con Prim y a ella es inevitable quererla. As que, envez de un aplauso de reconocimiento, me quedo donde estoy, sin moverme, mientras

    ellos expresan su desacuerdo de la forma ms valiente que saben: el silencio. Unsilencio que significa que no estamos de acuerdo, que no lo aprobamos, que todo estoest mal.

    Entonces pasa algo inesperado; al menos, yo no lo espero, porque no creo que elDistrito 12 sea un lugar que se preocupe por m. Sin embargo, algo ha cambiadodesde que sub al escenario para ocupar el lugar de Prim, y ahora parece que me heconvertido en alguien amado. Primero una persona, despus otra y, al final, casi

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    todos los que se encuentran en la multitud se llevan los tres dedos centrales de lamano izquierda a los labios y despus me sealan con ellos. Es un gesto antiguo (yrara vez usado) de nuestro distrito que a veces se ve en los funerales; es un gesto dedar gracias, de admiracin, de despedida a un ser querido.

    Ahora s corro el peligro de llorar, pero, por suerte, Haymitch escoge este preciso

    momento para acercarse dando traspis por el escenario y felicitarme.Miradla, miradla bien! brama, pasndome un brazo sobre los hombros. Tiene

    una fuerza sorprendente para estar tan hecho pedazos. Me gusta! El aliento lehuele a licor y hace bastante tiempo que no se baa. Mucho... No le sale lapalabra durante un rato. Coraje! exclama, triunfal. Ms que vosotros! Mesuelta y se dirige a la parte delantera del escenario. Ms que vosotros! grita,sealando directamente a la cmara.

    Se refiere a la audiencia o est tan borracho que es capaz de meterse con elCapitolio? Nunca lo sabr, porque, justo cuando abre la boca para seguir, Haymitch

    se cae del escenario y pierde la conciencia.Es un asco de hombre, pero me siento agradecida porque, con todas las cmaras

    fijas en l, tengo el tiempo suficiente para dejar escapar el ruidito ahogado que mebloquea la garganta y recuperarme. Pongo las manos detrs de la espalda y mirohacia adelante. Veo las colinas que escal esta maana con Gale y, por un momento,aoro algo..., la idea de irnos del distrito..., de vivir en los bosques. Sin embargo sque hice lo correcto al no huir, porque quin si no se habra presentado voluntarioen lugar de Prim?

    A Haymitch se lo llevan en una camilla y Effie Trinket intenta volver a poner elespectculo en marcha.

    Qu da tan emocionante! exclama, mientras manosea su peluca para ponerlaen su sitio, ya que se ha torcido notablemente hacia la derecha. Pero todavaqueda ms emocin! Ha llegado el momento de elegir a nuestro tributo masculino!Con la clara intencin de contener la precaria situacin de su pelo, avanza hacia la

    bola de los chicos con una mano en la cabeza; despus coge la primera papeleta quese encuentra, vuelve rpidamente al podio y yo ni siquiera tengo tiempo para desearque no lea el nombre de Gale. Peeta Mellark.

    Peeta Mellark!

    Oh, nopienso. l no.

    Porque reconozco su nombre, aunque nunca he hablado directamente con l. PeetaMellark.

    No, sin duda hoy la suerte no est de mi parte.

    Lo observo avanzar hacia el escenario; altura media, bajo y fornido, cabello rubioceniza que le cae en ondas sobre la frente. En la cara se le nota la conmocin delmomento, se ve que lucha por guardarse sus emociones, pero en sus ojos azules

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    un trozo; sin embargo, la hice sentarse, obligu a mi madre a unirse a nosotras en lamesa y serv unas tazas de t caliente. Rasp la parte quemada del pan y lo cort enrebanadas. Nos comimos uno entero, rebanada a rebanada; era un pan bueno ysustancioso, con pasas y nueces.

    Puse mi ropa a secar junto a la chimenea, me met en la cama y disfrut de una

    noche sin sueos. Hasta el da siguiente no se me ocurri la posibilidad de que elchico quemara el pan a propsito. Quiz hubiera soltado las hogazas en las llamas,sabiendo que lo castigaran, para poder drmelas. Sin embargo, lo descart, seguroque se trataba de un accidente. Por qu iba a hacerlo? Ni siquiera me conoca. Encualquier caso, el simple gesto de tirarme el pan fue un acto de enorme amabilidadcon el que se habra ganado una paliza de haber sido descubierto. No podaexplicarme sus motivos.

    Comimos pan para desayunar y fuimos al colegio. Fue como si la primaverahubiese llegado de la noche a la maana: el aire era dulce y clido, y haba nubesesponjosas. En clase, pas junto al chico por el pasillo, y vi que se le haba hinchado

    la mejilla y tena el ojo morado. Estaba con sus amigos y no me hizo caso, perocuando recog a Prim para volver a casa por la tarde, lo descubr mirndome desde elotro lado del patio. Nuestras miradas se cruzaron durante un segundo; despus, lvolvi la cabeza. Yo baj la vista, avergonzada, y entonces lo vi: el primer diente delen del ao. Se me encendi una bombilla en la cabeza, pens en las horas pasadasen los bosques con mi padre y supe cmo bamos a sobrevivir.

    Hasta el da de hoy, no he sido capaz de romper la conexin entre este chico, PeetaMellark, el pan que me dio esperanza y el diente de len que me record que no

    estaba condenada. Ms de una vez me he vuelto en el pasillo del colegio y me heencontrado con sus ojos clavados en m, aunque l siempre aparta la vistarpidamente. Siento como si le debiese algo, y odio deberle cosas a la gente. Quizdebera haberle dado las gracias en algn momento, porque as me sentira menosconfusa. Lo pens un par de veces, pero nunca pareca ser el momento oportuno, yya nunca lo ser, porque nos van a lanzar a un campo de batalla en el que tendremosque luchar a muerte. Cmo voy a darle las gracias all? La verdad es que no sonarasincero, teniendo en cuenta que estar intentando cortarle el cuello.

    El alcalde termina de leer el lgubre Tratado de la Traicin, y nos indica a Peeta ya m que nos demos la mano. La suya es consistente y clida, igual que aquellas

    hogazas de pan. Me mira a los ojos y me aprieta la mano, como para darme nimos,aunque quiz no sea ms que un espasmo nervioso.

    Nos volvemos para mirar a la multitud, mientras suena el himno de Panem.

    En finpienso. Hay veinticuatro chicos, sera mala suerte que tuviese que matarlo yo.

    Aunque, ltimamente, no hay quien se fe de la suerte.

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    En cuanto acaba el himno, nos ponen bajo custodia. No quiero decir que nosesposen ni nada de eso, pero un grupo de agentes de la paz nos acompaa hasta lapuerta principal del Edificio de Justicia. Quizs algn tributo intentase escapar en elpasado, aunque yo nunca lo he visto.

    Una vez dentro, me conducen a una sala y me dejan sola. Es el sitio ms lujoso enel que he estado, tiene gruesas alfombras de pelo, y sof y sillones de terciopelo. Sque es terciopelo porque mi madre tiene un vestido con un cuello de esa cosa.Cuando me siento en el sof, no puedo evitar acariciar la tela una y otra vez; meayuda a calmarme mientras intento prepararme para la hora que me espera. se es eltiempo que se les concede a los tributos para despedirse de sus seres queridos. Nopuedo dejarme llevar y salir de esta habitacin con los ojos hinchados y la nariz roja;no me puedo permitir llorar, porque habr ms cmaras en la estacin de tren.

    Mi hermana y mi madre entran primero. Extiendo los brazos hacia Prim, y ella sesube a mi regazo y me rodea el cuello con los suyos, apoyando la cabeza en mihombro, como haca cuando era un beb. Mi madre se sienta a mi lado y nos abraza alas dos. No hablamos durante unos minutos, pero despus empiezo a decirles lascosas que tienen que recordar hacer, ya que yo no estar para ayudarlas.

    Prim no debe coger ninguna tesela. Pueden salir adelante, si tienen cuidado,vendiendo la leche y el queso de la cabra, y siguiendo con la pequea botica quelleva mi madre para la gente de la Veta. Gale le conseguir las hierbas que ella nopueda cultivar, aunque tiene que describrselas con precisin, porque l no lasconoce como yo. Tambin les llevar carne de caza (l y yo habamos hecho un pactoal respecto hace cosa de un ao) y seguramente no les pedir nada a cambio. Sinembargo, deben agradecrselo con algn tipo de canje, como leche o medicinas.

    No me molesto en sugerirle a Prim que aprenda a cazar; intent ensearla un parde veces y fue un desastre. El bosque la aterra y, siempre que yo le daba a una presa,ella se pona llorosa y deca que podamos curarla si llegbamos a tiempo a casa. Porotro lado, le va bien con la cabra, as que me concentro en eso.

    Cuando termino con las instrucciones sobre el combustible, el comercio y terminarel colegio, me vuelvo hacia mi madre y la cojo con fuerza de la mano.

    Escchame, me ests escuchando? Ella asiente, asustada por mi intensidad.Tiene que saber lo que le espera. No puedes volver a irte.

    Lo s me responde ella, clavando los ojos en el suelo. Lo s, no lo har. No

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    no tenemos agua caliente, a no ser que la hirvamos.

    Hay cajones llenos de ropa bonita, y Effie Trinket me dice que haga lo que quiera,que me ponga lo que quiera, que todo est a mi disposicin. Mi nica obligacin esestar lista para la cena en una hora. Me quito el vestido azul de mi madre y me doyuna ducha caliente, cosa que nunca haba hecho antes. Es como estar bajo una lluvia

    de verano, slo que menos fra. Me pongo una camisa y unos pantalones de colorverde oscuro.

    En el ltimo segundo me acuerdo de la pequea insignia de oro de Madge y leecho un buen vistazo por primera vez: es como si alguien hubiese creado un pajaritodorado y despus lo hubiese rodeado con un anillo. El pjaro slo est unido al anillopor la punta de las alas. De repente, lo reconozco: es un sinsajo.

    Son unos pjaros curiosos, adems de una especie de bofetn en la cara para elCapitolio. Durante la rebelin, el Capitolio cre una serie de animales modificadosgenticamente y los utiliz como armas; el trmino comn para denominarlos era

    mutaciones, o mutos, para abreviar. Uno de ellos era un pjaro especial llamadocharlajo que tena la habilidad de memorizar y repetir conversaciones humanascompletas. Eran unas aves mensajeras, todas ellas machos, que se soltaron en lasregiones en las que se escondan los enemigos del Capitolio. Los pjaros recogan laspalabras y volvan a sus bases para que las grabaran. Los distritos tardaron untiempo en darse cuenta de lo que pasaba, de cmo estaban transmitiendo susconversaciones privadas, pero, cuando lo hicieron, como es natural, los rebeldes loutilizaron para contarle al Capitolio miles de mentiras, as que el truco se volvi ensu contra. Por esa razn cerraron las bases y abandonaron los pjaros para quemuriesen en los bosques.

    Sin embargo, no murieron, sino que se aparearon con los sinsontes hembra ycrearon una nueva especie que poda replicar tanto los silbidos de los pjaros comolas melodas humanas. A pesar de perder la capacidad de articular palabras, podanseguir imitando una amplia gama de sonidos vocales humanos, desde el agudogorjeo de un nio a los tonos graves de un hombre. Ademas, podan recrearcanciones; no slo unas notas, sino canciones enteras de mltiples versos, siempreque tuvieras la paciencia necesaria para cantrselas y siempre que a ellos les gustasetu voz.

    Mi padre senta un cario especial por los sinsajos. Cuando bamos de caza,silbaba o cantaba canciones complicadas y, despus de una educada pausa, ellos

    siempre las repetan. No trataban con el mismo respeto a todo el mundo, perosiempre que mi padre cantaba, todos los pjaros de la zona callaban y escuchaban. Lohacan porque su voz era muy bonita, alta, clara y tan llena de vida que te dabanganas de rer y llorar a la vez. No fui capaz de seguir con la costumbre despus de sumuerte. En cualquier caso, este pajarito tiene algo que me consuela; es como llevaruna parte de mi padre conmigo, protegindome. Me lo prendo a la camisa y, con latela verde oscuro de fondo, casi puedo imaginarme al sinsajo volando entre los

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    rboles.

    Effie Trinket viene a recogerme para la cena, y la sigo por un estrecho y agitadopasillo hasta llegar a un comedor con paredes de madera pulida. Hay una mesa en laque todos los platos son muy frgiles, y Peeta Mellark est sentado esperndonos,con una silla vaca a su lado.

    Dnde est Haymitch? pregunta Effie, en tono alegre.

    La ltima vez que lo vi me dijo que iba a echarse una siesta responde Peeta.

    Bueno, ha sido un da agotador comenta ella, y creo que se siente aliviada porla ausencia de Haymitch. Quin puede culparla?

    La cena sigue su curso: una espesa sopa de zanahorias, ensalada verde, chuletasde cordero y pur de patatas, queso y fruta, y una tarta de chocolate. Effie Trinket sepasa toda la comida recordndonos que tenemos que dejar espacio, porque quedanms cosas, pero yo me atiborro, porque nunca haba visto una comida as, tan buenay abundante, y porque probablemente lo mejor que puedo hacer hasta que empiecenlos juegos es ganar unos cuantos kilos.

    Por lo menos tenis buenos modales dice Effie, mientras terminamos elsegundo plato. La pareja del ao pasado se lo coma todo con las manos, como unpar de salvajes. Consiguieron revolverme las tripas.

    La pareja del ao pasado eran dos chicos de la Veta que nunca en su vida habantenido suficiente para comer. Seguro que, cuando tuvieron toda aquella comidadelante, los buenos modales en la mesa fueron la menor de sus preocupaciones.Peeta es hijo de panadero; mi madre nos ense a Prim y a m a comer coneducacin, as que, s, s manejar el cuchillo y el tenedor, pero me asquea tanto el

    comentario que me esfuerzo por comerme el resto de la comida con los dedos.Despus me limpio las manos en el mantel, lo que hace que Effie apriete los labioscon fuerza.

    Una vez terminada la comida, tengo que esforzarme por no vomitarla y veo quePeeta tambin est un poco verde. Nuestros estmagos no estn acostumbrados aunos alimentos tan lujosos.

    Sin embargo, si soy capaz de aguantar el mejunje de carne de ratn, entraas decerdo y corteza de rbol de Sae la Grasienta (su especialidad de invierno), estoydispuesta a aguantar esto.

    Vamos a otro compartimento para ver el resumen de las cosechas de todo Panem.Intentan ir celebrndolas a lo largo del da, de modo que alguien pueda verlas todasen directo, aunque slo la gente del Capitolio podra hacerlo, ya que ellos son losnicos que no tienen que ir a las cosechas.

    Vemos las dems ceremonias una a una, los nombres, los que se ofrecenvoluntarios y los que no, que abundan ms. Examinamos las caras de los chicoscontra los que competiremos y me quedo con algunas: un chico monstruoso que se

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    apresura a presentarse voluntario en el Distrito 2; una chica de brillante cabello rojo ycara astuta en el Distrito 5; un chico cojo en el Distrito 10; y, lo ms inquietante, unachica de doce aos en el Distrito 11. Tiene piel y ojos oscuros, pero, aparte de eso, merecuerda a Prim tanto en tamao como en comportamiento. Sin embargo, cuandosube al escenario y piden voluntarios, slo se oye el viento que silba entre losdecrpitos edificios que la rodean; nadie est dispuesto a ocupar su lugar.

    Por ltimo, aparece el Distrito 12: el momento de la eleccin de Prim y yocorriendo a presentarme voluntaria. Se nota perfectamente la desesperacin en mivoz cuando pongo a Prim detrs de m, como si temiera que no me oyesen y se lallevaran. Sin embargo, est claro que me oyen. Veo a Gale quitndomela de encima ya m misma subiendo al escenario. Los comentaristas no saben bien qu decir sobre laactitud del pblico, su negativa a aplaudir y el saludo silencioso. Uno dice que elDistrito 12 siempre ha estado un poco subdesarrollado, pero que las costumbreslocales pueden resultar encantadoras. Como si estuviese ensayado, Haymitch se caey todos dejan escapar un gruido cmico. Despus sacan el nombre de Peeta y l

    ocupa su lugar en silencio, nos damos la mano, ponen otra vez el himno y termina elprograma.

    Effie Trinket est disgustada por el estado de su peluca.

    Vuestro mentor tiene mucho que aprender sobre la presentacin y elcomportamiento en la televisin.

    Estaba borracho responde Peeta, rindose de forma inesperada. Seemborracha todos los aos.

    Todos los das aado, sin poder reprimir una sonrisita.

    Effie hace que parezca como si Haymitch tuviese malos modales que pudierancorregirse con unos cuantos consejos suyos.

    S, qu raro que os parezca tan divertido a los dos. Ya sabis que vuestro mentores el contacto con el mundo exterior en estos juegos, el que os aconsejar, osconseguir patrocinadores y organizar la entrega de cualquier regalo. Haymitchpuede suponeros la diferencia entre la vida y la muerte!

    En ese preciso momento, Haymitch entra tambalendose en el compartimento.

    Me he perdido la cena? pregunta, arrastrando las palabras. Despus vomitaen la cara alfombra y se cae encima de la porquera.

    Seguid rindos! exclama Effie Trinket; acto seguido se levanta de un salto,rodea el charco de vmito subida a sus zapatos puntiagudos y sale de la habitacin.

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    Cuando llego a mi habitacin, el tren se detiene en un andn para repostar. Abrorpidamente la ventana, tiro las galletas que me regal el padre de Peeta y cierro elcristal de golpe. Se acab, no quiero nada ms de ninguno de los dos.

    Por desgracia, el paquete de galletas cae al suelo y se abre sobre un grupo dedientes de len que hay junto a las vas. Slo lo veo un instante, porque el tren sale de

    nuevo, pero me basta con eso; es suficiente para recordarme aquel otro diente de lenque vi en el patio del colegio hace algunos aos...

    Justo cuando apart la mirada del rostro amoratado de Peeta Mellark me encontrcon el diente de len y supe que no todo estaba perdido. Lo arranqu con cuidado yme apresur a volver a casa, cog un cubo y a mi hermana de la mano, y me dirig ala Pradera; y s, estaba llena de aquellas semillas de cabeza dorada. Despus derecogerlas, rebuscamos por el borde interior de la valla a lo largo de un kilmetro ymedio, ms o menos, hasta que llenamos el cubo de hojas, tallos y flores de diente de

    len. Aquella noche nos atiborramos de ensalada y el resto del pan de la panadera.Qu ms? me pregunt Prim. Qu ms comida podemos encontrar?

    De todo tipo le promet. Slo tengo que acordarme.

    Mi madre tena un libro que se haba llevado de la botica de sus padres; las hojasestaban hechas de pergamino viejo y tenan dibujos a tinta de plantas, junto a loscuales haban escrito en pulcras letras maysculas sus nombres, dnde recogerlas,cundo florecan y sus usos mdicos. Sin embargo, mi padre aadi otras entradas allibro, plantas comestibles, no curativas: dientes de len, ombs, cebollas silvestres ypinos. Prim y yo nos pasamos el resto de la noche estudiando detenidamente

    aquellas pginas.Al da siguiente no tenamos clases. Durante un rato me qued en el borde de la

    Pradera, pero, finalmente, consegu reunir el valor necesario para meterme pordebajo de la alambrada. Era la primera vez que estaba all sola, sin las armas de mipadre para protegerme, aunque recuper el pequeo arco y las flechas que habaescondido en un rbol hueco. No me adentr ni veinte metros en los bosques y lamayor parte del tiempo la pas subida a las ramas de un viejo roble, con la esperanzade que se acercara una presa. Despus de varias horas, tuve la buena suerte de matarun conejo. Lo haba hecho antes, con la ayuda de mi padre; pero era la primera vezque lo haca sola.

    Llevbamos varios meses sin comer carne, as que la imagen del conejo parecidespertar algo dentro de mi madre. Se levant, despellej el animal, e hizo unestofado con la carne y parte de las verduras que Prim haba recogido. Despus sequed como desconcertada y regres a la cama, pero, una vez listo el estofado, laobligamos a comerse un cuenco.

    Los bosques se convirtieron en nuestra salvacin, y cada da me adentraba ms ensus brazos. A pesar de que al principio fue algo lento, estaba decidida a

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    alimentarnos; robaba huevos de los nidos, pescaba peces con una red, a veces lograbadisparar a una ardilla o un conejo para el estofado y recoga las distintas plantas quesurgan bajo mis pies. Las plantas son peligrosas; aunque hay muchas comestibles, sidas un paso en falso ests muerta. Las comparaba varias veces con los dibujos de mipadre antes de comerlas, y eso nos mantuvo vivas.

    Ante cualquier indicio de peligro, ya fuese un aullido lejano o una rama rota deforma inexplicable, sala corriendo hacia la alambrada. Despus empec aarriesgarme a subir a los rboles para escapar de los perros salvajes, que no tardabanen aburrirse y seguan su camino. Los osos y los gatos vivan ms adentro; quiz noles gustaban la peste y el holln de nuestro distrito.

    El 18 de mayo fui al Edificio de Justicia, firm para pedir mi tesela y me llev acasa el primer lote de cereales y aceite en el carro de juguete de Prim. Los das 8 decada mes tena derecho a hacer lo mismo, pero, claro, no poda dejar de cazar yrecolectar. El cereal no bastaba para vivir y haba otras cosas que comprar: jabn,leche e hilo. Lo que no fuese absolutamente necesario consumir, lo llevaba al

    Quemador. Me daba miedo entrar all sin mi padre al lado; sin embargo, la gente lorespetaba y me aceptaba por l. Al fin y al cabo, una presa era una presa, la derribasequien la derribase. Tambin venda en las puertas de atrs de los clientes ms ricosde la ciudad, intentando recordar lo que mi padre me haba dicho y aprendiendounos cuantos trucos nuevos. La carnicera me compraba los conejos, pero no lasardillas; al panadero le gustaban las ardillas, pero slo las aceptaba si no estaba porall su mujer; al jefe de los agentes de la paz le encantaba el pavo silvestre y el alcaldesenta pasin por las fresas.

    A finales del verano, estaba lavndome en un estanque cuando me fij en las

    plantas que me rodeaban: altas con hojas como flechas, y flores con tres ptalosblancos. Me arrodill en el agua, met los dedos en el suave lodo y saqu un puadode races. Eran tubrculos pequeos y azulados que no parecan gran cosa, pero que,al hervirlos o asarlos, resultaban tan buenos como las patatas.

    Katniss, la saeta de agua dije en voz alta.

    Era la planta por la que me pusieron ese nombre; record a mi padre decir, enbroma:Mientras puedas encontrarte, no te morirs de hambre.

    Me pas varias horas agitando el lecho del estanque con los dedos de los pies y unpalo, recogiendo los tubrculos que flotaban hasta la superficie. Aquella noche nos

    dimos un banquete de pescado y races de saeta hasta que, por primera vez en meses,las tres nos llenamos.

    Poco a poco, mi madre volvi con nosotras. Empez a limpiar, cocinar y poner enconserva para el invierno algunos de los alimentos que yo llevaba. La gente pagabaen especie o con dinero por sus remedios medicinales y, un da, la o cantar.

    Prim estaba encantada de tenerla de vuelta, mientras que yo segua observndola,esperando que desapareciese otra vez; no confiaba en ella. Adems, un lugar

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    pequeo y retorcido de mi interior la odiaba por su debilidad, por su negligencia, porlos meses que nos haba hecho pasar. Mi hermana la perdon y yo me alej de ella,haba levantado un muro para protegerme de necesitarla y nada volvera a ser lomismo entre nosotras.

    Y ahora voy a morir sin haberlo arreglado. Pienso en cmo le he gritado hoy en el

    Edificio de Justicia, aunque tambin le dije que la quera. A lo mejor ambas cosas secompensan.

    Me quedo mirando por la ventana del tren un rato, deseando poder abrirla denuevo, pero sin saber qu pasara si lo hiciera a tanta velocidad. A lo lejos veo lasluces de otro distrito. El 7? El 10? No lo s. Pienso en los habitantes dentro de suscasas, preparndose para acostarse. Me imagino mi casa, con las persianas biencerradas. Qu estarn haciendo mi madre y Prim? Habrn sido capaces de cenar elguiso de pescado y las fresas? O estar todo intacto en los platos? Habrn visto el

    resumen de los acontecimientos del da en el viejo televisor que tenemos en la mesapegada a la pared? Seguro que han llorado ms. Estar resistiendo mi madre, estarsiendo fuerte por Prim? O habr empezado a marcharse, a descargar el peso delmundo sobre los frgiles hombros de mi hermana?

    Sin duda, esta noche dormirn juntas. Me consuela que el viejo zarrapastroso deButtercup se haya colocado en la cama para proteger a Prim. Si llora, l se abrir pasohasta sus brazos y se acurrucar all hasta que se calme y se quede dormida. Cmome alegro de no haberlo ahogado.

    Pensar en mi casa me mata de soledad. Ha sido un da interminable. Cmo esposible que Gale y yo estuviramos recogiendo moras esta misma maana? Es como

    si hubiese pasado en otra vida, como un largo sueo que se va deteriorando hastaconvertirse en pesadilla. Si consigo dormirme, quiz me despierte en el Distrito 12, ellugar al que pertenezco.

    Seguro que hay muchos camisones en la cmoda, pero me quito la camisa y lospantalones, y me acuesto en ropa interior. Las sbanas son de una tela suave ysedosa, con un edredn grueso y esponjoso que me calienta de inmediato.

    Si voy a llorar, ser mejor que lo haga ahora; por la maana podr arreglar elestropicio que me hagan las lgrimas en la cara. Sin embargo, no lo consigo, estoydemasiado cansada o entumecida para llorar, slo quiero estar en otra parte; as que

    dejo que el tren me meza hasta sumergirme en el olvido.

    Est entrando luz gris a travs de las cortinas cuando me despiertan unosgolpecitos. Oigo la voz de Effie Trinket llamndome para que me levante.

    Arriba, arriba, arriba! Va a ser un da muy, muy, muy importante!

    Durante un instante intento imaginarme cmo ser el interior de la cabeza de esta

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    mujer. Qu pensamientos llenan las horas en que est despierta? Qu sueos tienepor las noches? No tengo ni idea.

    Me vuelvo a poner el traje verde porque no est muy sucio, slo algo arrugado porhaberse pasado la noche en el suelo. Recorro con los dedos el crculo que rodea alpequeo sinsajo de oro y pienso en los bosques, en mi padre, y en mi madre y Prim

    levantndose, teniendo que enfrentarse al da. He dormido sin deshacer lasintrincadas trenzas con las que me pein mi madre para la cosecha; como todavatienen buen aspecto, me dejo el pelo como est. Da igual: no podemos estar lejos delCapitolio y, cuando lleguemos a la ciudad, mi estilista decidir el aspecto que voy atener en las ceremonias de inauguracin de esta noche. Slo espero que no crea quela desnudez es el ltimo grito en moda.

    Cuando entro en el vagn comedor, Effie Trinket se acerca a m con una taza decaf solo; est murmurando obscenidades entre dientes. Haymitch se est riendodisimuladamente, con la cara hinchada y roja de los abusos del da anterior. Peetatiene un panecillo en la mano y parece algo avergonzado.

    Sintate! Sintate! exclama Haymitch, haciendo seas con la mano.

    En cuanto lo hago, me sirven una enorme bandeja de comida: huevos, jamn ymontaas de patatas fritas. Hay un frutero metido en hielo, para que la fruta semantenga fresca, y tengo delante una cesta de panecillos que habran servido paraalimentar a toda mi familia durante una semana. Tambin hay un elegante vaso conzumo de naranja; bueno, creo que es zumo de naranja. Slo he probado las naranjasuna vez, en Ao Nuevo, porque mi padre compr una como regalo especial. Unataza de caf; mi madre adora el caf, aunque casi nunca podemos permitrnoslo, peroa m me parece aguado y amargo. Al lado hay una taza con algo de color marrn

    intenso que nunca haba visto antes.Lo llaman chocolate caliente me dice Peeta. Est bueno.

    Pruebo un trago del lquido caliente, dulce y cremoso, y me recorre un escalofro.Aunque el resto de la comida me llama, no le hago caso hasta que termino la taza.Despus me atiborro de todo lo que puedo, procurando no pasarme con losalimentos ms grasos. Mi madre me dijo una vez que siempre coma como si no fueraa volver a ver la comida, y yo le respond: No la volver a ver si no la traigo yo.Eso le cerr la boca.

    Cuando siento que el estmago me va a estallar, me echo hacia atrs y observo a

    mis compaeros de desayuno. Peeta sigue comiendo, troceando los panecillos paramojarlos en el chocolate caliente. Haymitch no le ha prestado mucha atencin a su

    bandeja, pero est tragndose un vaso de zumo rojo que no deja de mezclar con unlquido transparente que saca de una botella. A juzgar por el olor, es algn tipo dealcohol. No conozco a Haymitch, aunque lo he visto a menudo en el Quemador,tirando puados de dinero sobre el mostrador de la mujer que vende licor blanco.Estar diciendo incoherencias cuando lleguemos al Capitolio.

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    Me doy cuenta de que detesto a este hombre; no es de extraar que los tributos delDistrito 12 no tengan ni una oportunidad. No es slo que estemos mal alimentados ynos falte entrenamiento, porque algunos de nuestros participantes eran lo bastantefuertes como para intentarlo, pero rara vez conseguimos patrocinadores, y l tienegran parte de la culpa. La gente rica que apoya a los tributos (ya sea porque apuestenpor ellos o simplemente por tener derecho a presumir de haber escogido al ganador)espera tratar con alguien ms elegante que Haymitch.

    Entonces, se supone que nos vas a aconsejar? le pregunto.

    Quieres un consejo? Sigue viva responde Haymitch, y se echa a rer.

    Miro a Peeta antes de recordar que no quiero tener nada que ver con l, y mesorprende encontrarme con una expresin muy dura, cuando normalmente parecetan afable.

    Muy gracioso dice. De repente, le pega un bofetn al vaso que Haymitch tieneen la mano, y el cristal se hace aicos en el suelo y desparrama el lquido rojo sangre

    hacia el fondo del vagn. Pero no para nosotros.Haymitch lo piensa un momento y le da un puetazo a Peeta en la mandbula,

    tirndolo de la silla. Cuando se vuelve para coger el alcohol, clavo mi cuchillo en lamesa, entre su mano y la botella; casi le corto los dedos. Me preparo para rechazar ungolpe que no llega; el hombre se echa hacia atrs y nos mira de reojo.

    Bueno, qu tenemos aqu? De verdad me han tocado un par de luchadoreseste ao?

    Peeta se levanta del suelo y coge un puado de hielo de debajo del frutero.Empieza a llevrselo a la marca roja de la mandbula.

    No lo detiene Haymitch. Deja que salga el moretn. La audiencia pensarque te has peleado con otro tributo antes incluso de llegar al estadio.

    Va contra las reglas.

    Slo si te pillan. Ese moretn dir que has luchado y no te han cogido; muchomejor. Despus se vuelve hacia m. Puedes hacer algo con ese cuchillo, apartede clavarlo en la mesa?

    Mis armas son el arco y la flecha, aunque tambin he pasado bastante tiempolanzando cuchillos. A veces, si hiero a un animal con el arco, es mejor clavarletambin un cuchillo antes de acercarse. Me doy cuenta de que, si quiero ganarme laatencin de Haymitch, ste es el momento adecuado para impresionarlo. Arranco elcuchillo de la mesa, lo cojo por la hoja y lo lanzo a la pared de enfrente; la verdad esque esperaba clavarlo con fuerza, pero se queda metido en el hueco entre dos panelesde madera, lo que me hace parecer mucho mejor de lo que soy.

    Venid aqu los dos nos pide Haymitch, sealando con la cabeza al centro de lahabitacin. Obedecemos, y l da vueltas a nuestro alrededor, tocndonos como sifusemos animales, comprobando nuestros msculos y examinndonos las caras.

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    Bueno, no est todo perdido. Parecis en forma y, cuando os cojan los estilistas, serisbastante atractivos. Peeta y yo no lo ponemos en duda, porque, aunque los Juegosdel Hambre no son un concurso de belleza, los tributos con mejor aspecto siempreparecen conseguir ms patrocinadores. Vale, har un trato con vosotros: si nointerfers con mi bebida, prometo estar lo suficientemente sobrio para ayudaros,siempre que hagis todo lo que os diga.

    No es un gran trato, pero s un paso gigantesco con respecto a lo ocurrido hacediez minutos, cuando no tenamos gua alguna.

    Vale responde Peeta.

    Pues aydanos. Cuando lleguemos al estadio, cul es la mejor estrategia en laCornucopia para alguien...?

    Cada cosa a su tiempo. Dentro de unos minutos llegaremos a la estacin yestaris en manos de los estilistas. No os va a gustar lo que os hagan, pero, sea lo quesea, no os resistis.

    Pero... empiezo a protestar.

    No hay peros que valgan, no os resistis dice Haymitch.

    Despus coge la botella de la mesa y sale del vagn. Cuando se cierra la puerta, elvagn se queda a oscuras; aunque todava hay algunas luces dentro, es como si sehiciese de noche en el exterior. Me doy cuenta de que debemos de estar en el tnelque atraviesa las montaas y lleva hasta el Capitolio. Las montaas forman una

    barrera natural entre la ciudad y los distritos orientales. Es casi imposible entrar poraqu, salvo a travs de los tneles. Esta ventaja geogrfica fue un factor decisivo parala derrota de los distritos en la guerra que me ha convertido en tributo. Como los

    rebeldes tenan que escalar las montaas, eran blancos fciles para las fuerzas areasdel Capitolio.

    Peeta Mellark y yo guardamos silencio mientras el tren sigue su camino. El tneldura y dura, nos separa del cielo, y se me encoge el corazn. Odio estar encerrada enpiedra, me recuerda a las minas y a mi padre, atrapado, incapaz de llegar hasta la luzdel sol, enterrado para siempre en la oscuridad.

    El tren por fin empieza a frenar y una luz brillante inunda el compartimento. Nopodemos evitarlo, los dos salimos corriendo hacia la ventanilla para ver algo que slohemos visto en televisin: el Capitolio, la ciudad que dirige Panem. Las cmaras no

    mienten sobre su grandeza; si acaso, no logran capturar el esplendor de los edificiosrelucientes que proyectan un arco iris de colores en el aire, de los brillantes cochesque corren por las amplias calles pavimentadas, de la gente vestida y peinada deforma extraa, con la cara pintada y aspecto de no haberse perdido nunca unacomida. Todos los colores parecen artificiales: los rosas son demasiado intensos; losverdes, demasiado brillantes, y los amarillos daan los ojos, como los caramelos conforma de discos planos que nunca podemos permitirnos en la tienda de dulces delDistrito 12.

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    La gente empieza a sealarnos con entusiasmo al reconocer el tren de tributos queentra en la ciudad. Me aparto de la ventanilla, asqueada por su emocin, sabiendoque estn deseando vernos morir. Sin embargo, Peeta se mantiene en su sitio, eincluso empieza a saludar y sonrer a la multitud, que lo mira con la boca abierta.Slo deja de hacerlo cuando el tren se mete en la estacin y nos tapa la vista.

    Se da cuenta de que lo miro y se encoge de hombros.Quin sabe? Puede que uno de ellos sea rico.

    Lo haba juzgado mal. Empiezo a pensar en sus acciones desde que comenz lacosecha: el amistoso apretn de manos, su padre regalndome galletas yprometiendo cuidar de Prim... Sera idea de Peeta? Sus lgrimas en la estacin,presentarse voluntario para lavar a Haymitch y despus retarlo esta maana aldescubrir que, por lo visto, hacerse el bueno no serva de nada.

    Y aqu est ahora, saludando por la ventanilla, intentando ganarse al pblico.

    Las piezas todava no han encajado del todo, pero siento que se forma un plan,que no ha aceptado su muerte. Ya est luchando por seguir vivo, lo que significa,adems, que el bueno de Peeta Mellark, el chico que me dio el pan, est luchando pormatarme.

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    Ras! Aprieto los dientes mientras Venia, una mujer de pelo color turquesa ytatuajes dorados sobre las cejas, me arranca una tira de tela de la pierna, llevndosecon ella el pelo que haba debajo.

    Lo siento! canturrea con su estpido acento del Capitolio. Es que tienesmucho pelo!

    Por qu habla esta gente con un tono tan agudo? Por qu apenas abren la bocapara hablar? Por qu acaban todas las frases con la misma entonacin que se usapara preguntar? Vocales extraas, palabras recortadas y un siseo cada vez quepronuncian la letra ese... Por eso a todo el mundo se le pega su acento, claro.

    Venia intenta demostrar su comprensin.

    Pero tengo buenas noticias: ste es el ltimo. Lista?

    Me agarro a los bordes de la mesa en la que estoy sentada y asiento con la cabeza.Ella arranca de un doloroso tirn la ltima zona de pelo de mi pierna izquierda.

    Llevo ms de tres horas en el Centro de Renovacin y todava no conozco a miestilista. Al parecer, no est interesado en verme hasta que Venia y los demsmiembros de mi equipo de preparacin no se hayan ocupado de algunos problemasobvios, lo que incluye restregarme el cuerpo con una espuma arenosa que no slo me

    ha quitado la suciedad, sino tambin unas tres capas de piel, darle uniformidad a misuas y, sobre todo, librarse de mi vello corporal. Piernas, brazos, torso, axilas y partede mis cejas se han quedado sin un solo pelo, as que parezco un pjaro desplumado,listo para asar. No me gusta, tengo la piel irritada, me pica y la siento muyvulnerable. Sin embargo, he cumplido mi parte del trato que hicimos con Haymitch yno he puesto ni una objecin.

    Lo ests haciendo muy bien dice un tipo que se llama Flavius. Agita sustirabuzones naranjas y me aplica una capa de pintalabios morado. Si hay algo queno aguantamos es a los lloricas. Embadurnadla!

    Venia y Octavia, una mujer regordeta con todo el cuerpo teido de verde guisanteclaro, me dan un masaje con una locin que primero pica y despus me calma la piel.Acto seguido me levantan de la mesa y me quitan la fina bata que me han permitidovestir de vez en cuando. Me quedo aqu, completamente desnuda, mientras los tresme rodean y utilizan las pinzas para eliminar hasta el ltimo rastro de pelo. S quedebera sentir vergenza, pero me parecen tan poco humanos que es como si tuviesea un tro de extraos pjaros de colores picoteando el suelo alrededor de mis pies.

    Los tres dan un paso atrs y admiran su trabajo.

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    Excelente! Ya casi pareces un ser humano! exclama Flavius, y todos se ren.

    Gracias respondo con dulzura, obligndome a sonrer para demostrarles loagradecida que estoy. En el Distrito 12 no tenemos muchas razones paraarreglarnos.

    Claro que no, pobre criatura! dice Octavia, juntando las manos, consternada.

    Creo que me los he ganado con mi respuesta.

    Pero no te preocupes aade Venia. Cuando Cinna acabe contigo, vas aestar absolutamente divina!

    Te lo prometemos! Sabes? Ahora que nos hemos librado de tanto pelo yporquera, no ests tan horrible, ni mucho menos! afirma Flavius, paraanimarme. Vamos a llamar a Cinna!

    Salen disparados del cuarto. Los miembros del equipo de preparacin son tanbobos que me resulta difcil odiarlos. Sin embargo, curiosamente, s que son sincerosen su intento por ayudarme.

    Miro las paredes y el suelo, todo tan fro y blanco, y resisto el impulso derecuperar la bata. S que este Cinna, mi estilista, har que me la quite en cuantollegue, as que me llevo las manos al cabello, la nica zona que mi equipo tenardenes de respetar. Me acaricio las trenzas de seda que mi madre ha colocado tan

    bien. Mi madre; me he dejado su vestido azul y sus zapatos en el suelo del vagn, nose me ocurri recogerlos ni intentar aferrarme a algo suyo, de casa. Ahora mearrepiento.

    La puerta se abre y entra un joven que debe de ser Cinna. Me sorprende lo normalque parece; casi todos los estilistas a los que entrevistan en la tele estn tan teidos,

    pintados y alterados quirrgicamente que resultan grotescos, pero Cinna lleva el pelocorto y, en apariencia, de su color castao natural. Viste camisa y pantalones negrossencillos, y la nica concesin a las modificaciones de aspecto parece ser undelineador de ojos dorado aplicado con generosidad. Resalta las motas doradas desus ojos verdes y, a pesar del asco que me producen el Capitolio y sus horrendasmodas, no puedo evitar pensar que lo hace muy atractivo.

    Hola, Katniss. Soy Cinna, tu estilista dice en voz baja, aunque casi sin laafectacin tpica del Capitolio.

    Hola respondo, con precaucin.

    Dame un momento, vale? me pide. Camina a mi alrededor y observa micuerpo desnudo, sin tocarme, pero tomando nota de cada centmetro. Resisto elimpulso de cruzar los brazos sobre el pecho. Quin te ha peinado?

    Mi madre.

    Es precioso. Mucha clase, la verdad, en un equilibrio casi perfecto con tu perfil.Tiene dedos hbiles.

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    Esperaba a alguien extravagante, alguien mayor que intentara desesperadamenteparecer joven, alguien que me viera como un trozo de carne que haba que prepararpara una bandeja. Cinna no es nada de eso.

    Eres nuevo, verdad? No creo haberte visto antes le digo.

    La mayora de los estilistas me resultan familiares, son constantes en el siempre

    cambiante grupo de los tributos. Algunos llevan en esto toda mi vida.

    S, es mi primer ao en los juegos.

    As que te han dado el Distrito 12 comento, porque los recin llegados suelenquedarse con nosotros, el distrito menos deseable.

    Lo ped expresamente responde, sin dar ms explicaciones. Por qu no tepones la bata y charlamos un rato?

    Me pongo la bata y lo sigo hasta un saln en el que hay dos sofs rojos con unamesita baja en medio. Tres paredes estn vacas y la cuarta es entera de cristal, de

    modo que puede verse la ciudad. Por la luz, debe de ser medioda, aunque el cielosoleado se ha cubierto de nubes. Cinna me invita a sentarme en uno de los sofs y sesienta en frente de m; despus pulsa un botn que hay en el lateral de la mesa y laparte de arriba se abre para dejar salir un segundo tablero con nuestra comida: polloy gajos de naranja cocinados en una salsa de nata sobre un lecho de granos blancosperlados, guisantes y cebollas diminutos, y panecillos en forma de flor; de postre hayun pudin de color miel.

    Intento imaginarme preparando esta misma comida en casa. Los pollos sondemasiado caros, pero podra apaarme con un pavo silvestre. Necesitara matar unsegundo pavo para cambiarlo por naranjas. La leche de cabra tendra que servir de

    sustituta de la nata. Podemos cultivar guisantes en el huerto y tendra que conseguircebollas silvestres en el bosque. No reconozco el cereal, porque nuestras raciones delas teselas se convierten en una fea papilla marrn cuando las cocinas. Para conseguirlos panecillos lujosos tendra que hacer otro trueque con el panadero, quizs acambio de dos o tres ardillas. En cuanto al pudin, ni siquiera se me ocurre qu llevardentro. Haran falta varios das de caza y recoleccin para hacer esta comida y, aunas, no llegara a la altura de la versin del Capitolio.

    Me pregunto cmo ser vivir en un mundo en el que la comida aparece con slopresionar un botn. A qu dedicara las horas que paso recorriendo los bosques en

    busca de sustento si fuese tan fcil conseguirlo? Qu hacen todo el da estoshabitantes del Capitolio, adems de decorarse el cuerpo y esperar al siguientecargamento de tributos para divertirse vindolos morir?

    Levanto la mirada y veo los ojos de Cinna clavados en los mos.

    Esto debe de parecerte despreciable. Me lo ha visto en la cara o, de algnmodo, me ha ledo el pensamiento? Sin embargo, tiene razn: toda esta genteasquerosa me resulta despreciable. Da igual dice Cinna. Bueno, Katniss,

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    hablemos de tu traje para la ceremonia de inauguracin. Mi compaera, Portia, es laestilista del otro tributo de tu distrito, Peeta, y estamos pensando en vestiros a juego.Como sabes, es costumbre que los trajes reflejen el espritu de cada distrito.

    Se supone que en la ceremonia inaugural tienes que llevar algo referente a laprincipal industria de tu distrito. Distrito 11, agricultura; Distrito 4, pesca; Distrito 3,

    fbricas. Eso significa que, al venir del Distrito 12, Peeta y yo llevaremos algn tipode atuendo minero. Como el ancho mono de los mineros no resulta especialmenteatractivo, nuestros tributos suelen acabar con trajes con poca tela y cascos con focos.Un ao los sacaron completamente desnudos y cubiertos de polvo negro, como sifuese polvo de carbn. Los trajes siempre son horrendos y no ayudan a ganarse elfavor del pblico, as que me preparo para lo peor.

    Entonces, ser un disfraz de minero? pregunto, esperando que no seaindecente.

    No del todo. Vers, Portia y yo creemos que el tema del minero est muy

    trillado. Nadie se acordar de vosotros si llevis eso, y los dos pensamos que nuestrotrabajo consiste en hacer que los tributos del Distrito 12 sean inolvidables.

    Est claro que me toca ir desnuda, pienso.

    As que, en vez de centrarnos en la minera en s, vamos a centrarnos en elcarbn.

    Desnuda y cubierta de polvo negro, pienso otra vez.

    Y qu se hace con el carbn? Se quema dice Cinna. No te da miedo elfuego, verdad, Katniss? Ve mi expresin y sonre.

    Unas cuantas horas despus, estoy vestida con lo que puede ser el vestido mssensacional o el ms mortfero de la ceremonia de inauguracin. Llevo una sencillamalla negra de cuerpo entero que me cubre del cuello a los tobillos, con unas botasde cuero brillante y cordones que me llegan hasta las rodillas. Sin embargo, lo quedefine el traje es la capa que ondea al viento, con franjas naranjas, amarillas y rojas, yel tocado a juego. Cinna pretende prenderles fuego justo antes de que nuestro carrorecorra las calles.

    No es fuego de verdad, por supuesto, slo un fuego sinttico que Portia y yohemos inventado. Estars completamente a salvo me asegura, pero no me acaba deconvencer; es posible que acabe convertida en barbacoa humana cuando lleguemos al

    centro de la ciudad.Apenas llevo maquillaje, slo unos toquecitos de iluminador. Me han cepillado el

    pelo y me lo han recogido en una sola trenza, que es como suelo llevarlo.

    Quiero que el pblico te reconozca cuando ests en el estadio dice Cinna entono soador Katniss, la chica en llamas.

    Se me pasa por la cabeza que la conducta tranquila y normal de Cinna puede estarocultando a un loco de remate.

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    Ahogo un grito, esperando que llegue el calor, pero slo noto un cosquilleo. Cinna secoloca delante de nosotros, prende fuego a los tocados y deja escapar un suspiro dealivio. Funciona. Despus me levanta la barbilla con cario. Recuerda, lacabeza alta. Sonre. Te van a adorar!

    Cinna se baja del carro de un salto y tiene una ltima idea.

    Nos grita algo que no oigo por culpa de la msica, as que vuelve a gritar ygesticula.

    Qu dice? le pregunto a Peeta. Por primera vez, lo miro y me doy cuenta deque, iluminado por las llamas falsas, est resplandeciente, y que yo tambin debo deestarlo.

    Creo que ha dicho que nos cojamos de la mano responde.

    Me coge la mano derecha con su izquierda, y los dos miramos a Cinna paraconfirmarlo. l asiente y da su aprobacin levantando el pulgar; es lo ltimo que veoantes de entrar en la ciudad.

    La alarma inicial de la muchedumbre al vernos aparecer se transformarpidamente en vtores y gritos de Distrito 12!. Todos se vuelven para mirarnos,apartando su atencin de los otros tres carros que tenemos delante. Al principio mequedo helada, pero despus nos veo en una enorme pantalla de televisin y nuestroaspecto me deja sin aliento. Con la escasa luz del crepsculo, el fuego nos ilumina lascaras, es como si nuestras capas dejaran un rastro de llamas detrs. Cinna hizo bienal reducir el maquillaje al mnimo: los dos estamos ms atractivos y, adems, se nosreconoce perfectamente.

    Recuerda, la cabeza alta. Sonre. Te van a adorar!

    Oigo las palabras del estilista en mi cabeza, as que levanto ms la barbilla, esbozomi mejor sonrisa y saludo con la mano que tengo libre. Me alegra estar agarrada aPeeta para guardar el equilibrio, porque l es fuerte, slido como una roca. Conformegano confianza, llego a lanzar algn que otro beso a los espectadores; la gente delCapitolio se ha vuelto loca, nos baa en flores, grita nuestros nombres, nuestrosnombres propios, ya que se han molestado en buscarlos en el programa.

    La msica alta, los vtores y la admiracin me corren por las venas, y no puedoevitar emocionarme. Cinna me ha dado una gran ventaja, nadie me olvidar. Ni miaspecto, ni mi nombre: Katniss, la chica en llamas.

    Por primera vez siento una chispa de esperanza. Tiene que haber algnpatrocinador dispuesto a escogerme! Y con un poco de ayuda extra, alguna comida,el arma adecuada... Por qu voy a dar los juegos por perdidos?

    Alguien me tira una rosa roja y yo la cojo, la huelo con delicadeza y lanzo un besoen direccin a quien me la haya tirado. Cientos de manos intentan capturar mi beso,como si fuese algo real y tangible.

    Katniss! Katniss! Los oigo gritar mi nombre por todas partes. Todos quieren

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    Suzanne Collins Los Juegos del Hambre

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    mis besos.

    Hasta que entramos en el Crculo de la Ciudad no me doy cuenta de que debo dehaber estado cortndole la circulacin de la mano a Peeta, tan fuerte se la tenacogida. Miro nuestros dedos entrelazados y aflojo un poco, pero l me vuelve a cogercon fuerza.

    No, no me sueltes dice, y la luz del fuego se refleja en sus ojos azules. Porfavor, puede que me caiga de esta cosa.

    Vale.

    As que seguimos cogidos, aunque no puedo evitar sentirme extraa por la formaen que Cinna nos ha unido. La verdad es que no es justo presentarnos como unequipo y despus tirarnos en la arena para que nos matemos el uno al otro.

    Los doce carros llenan el circuito del Crculo de la Ciudad. Todas las ventanas delos edificios que rodean el crculo estn abarrotadas de los ciudadanos msprestigiosos del Capitolio. Nuestros caballos nos llevan justo hasta la mansin delpresidente Snow, y all nos paramos. La msica termina con unas notas dramticas.

    El presidente, un hombre bajo y delgado con el cabello blanco como el papel, nosda la bienvenida oficial desde el balcn que tenemos encima. Lo tradicional esenfocar las caras de todos los tributos durante el discurso, pero en la pantalla veo quePeeta y yo salimos ms de lo que nos corresponde. Con forme oscurece, ms difcil esapartar los ojos de nuestro centelleante atuendo. Aunque cuando suena el himnonacional hacen un esfuerzo por enfocar a cada pareja de tributos, la cmara semantiene fija en el carro del Distrito 12, que recorre el crculo una ltima vez antes dedesaparecer en el Centro de Entrenamiento.

    En cuanto se cierran las puertas, nos rodean los equipos de preparacin, quefarfullan piropos apenas inteligibles. Miro a mi alrededor y veo que muchos de losotros tributos nos miran con odio, lo que confirma mis sospechas de que los hemoseclipsado a todos, literalmente. Despus aparecen Cinna y Portia, que nos ayudan a

    bajar del carro, y nos quitan con cuidado las capas y los tocados en llamas. Portia losapaga