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1 PANORAMA Antes de abordar en detalle la vida de JUAN MARÍA LA MENNAIS, puede ser útil contemplarla en su conjunto, situada en los espacios de tiempo y de geografía que la enmarcaron. Lo hacemos en cinco cuadros que recogen otras tantas etapas del itinerario de nuestro fundador. 1 En Saint Malo 8.9.1780 a 20.3.1814 Corresponden al período más agitado y traumático de la historia moderna de Francia: postrimerías del Antiguo Régimen, Revolución, directorio Consulado e Imperio, hasta pocos días antes de la primera abdicación de Napoleón Bonaparte. ACTIVIDADES: estudios, profesor del Colegio-Seminario, coadjutor de la Catedral, trabajos de investigación con Féli. + + + Enero 1795: viaja con su padre y Féli a París. 21.12.1801: subdiácono 24.09.1803: diácono 25.02.1804: sacerdote Enero 1806: a París en consulta médica. En la capital hasta mayo. 1807: descanso en la CHESNAIE. Trabaja con Féli en la preparación de REFELXIONES…y TRADICIÓN… El trece de noviembre recoge por escrito su TORRENTE DE IDEAS VAGAS. Agosto1812: cierre del Colegio-Seminario. 1813: quiebra la empresa de su padre. A fines de año, Mons. Caffarelli, Obispo de Saint-Brieuc le pide que sea su Secretario particular. 1780: Reina Carlos III en España. Continúa la guerra de Independencia americana. Tupac Amaru se rebela en Perú. Goya es nombrado pintor del Rey. España tiene diez millones de habitantes. 1783: Primera subida en globo de los Montgolfier. Lavoisier descubre la composición del agua. 1784: Cartkrit idea el primer telar mecánico que será uno de los motores de la Revolución industrial que ya ha comenzado en Inglaterra. 1786: Bodas de Fígaro de Mozart. Sainetes de Ramón de la Cruz. 1788: Carlos IV, rey. Fundación del Times de Londres. 1789: Comienza en Francia el proceso revolucionario. 1790: Invención del sistema métrico. Lavoisier es guillotinado. 1792: Godoy al poder.

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PANORAMA Antes de abordar en detalle la vida de JUAN MARÍA LA MENNAIS, puede ser útil contemplarla en su conjunto, situada en los espacios de tiempo y de geografía que la enmarcaron. Lo hacemos en cinco cuadros que recogen otras tantas etapas del itinerario de nuestro fundador.

1

En Saint – Malo 8.9.1780 a 20.3.1814

Corresponden al período más agitado y traumático de la historia moderna de Francia: postrimerías del Antiguo Régimen, Revolución, directorio Consulado e Imperio, hasta pocos días antes de la primera abdicación de Napoleón Bonaparte. ACTIVIDADES: estudios, profesor del Colegio-Seminario, coadjutor de la

Catedral, trabajos de investigación con Féli.

+ + +

Enero 1795: viaja con su padre y Féli a París. 21.12.1801: subdiácono 24.09.1803: diácono 25.02.1804: sacerdote Enero 1806: a París en consulta médica. En la capital hasta mayo.

1807: descanso en la CHESNAIE. Trabaja con Féli en la preparación de REFELXIONES…y TRADICIÓN… El trece de noviembre recoge por escrito su TORRENTE DE IDEAS VAGAS.

Agosto1812: cierre del Colegio-Seminario. 1813: quiebra la empresa de su padre. A fines de año, Mons. Caffarelli,

Obispo de Saint-Brieuc le pide que sea su Secretario particular.

1780: Reina Carlos III en España. Continúa la guerra de Independencia

americana. Tupac Amaru se rebela en Perú. Goya es nombrado pintor del Rey. España tiene diez millones de habitantes.

1783: Primera subida en globo de los Montgolfier. Lavoisier descubre la composición del agua.

1784: Cartkrit idea el primer telar mecánico que será uno de los motores de la Revolución industrial que ya ha comenzado en Inglaterra.

1786: Bodas de Fígaro de Mozart. Sainetes de Ramón de la Cruz. 1788: Carlos IV, rey. Fundación del Times de Londres. 1789: Comienza en Francia el proceso revolucionario. 1790: Invención del sistema métrico. Lavoisier es guillotinado. 1792: Godoy al poder.

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1794: El 27 de julio es guillotinado Robespierre; comienza la marcha atrás de la Revolución.

1796: España entra en guerra contra Inglaterra. 1799: El 29 de agosto fallece Pío VI prisionero en Valence—sur—Rh6ne.

El 9 de noviembre Napoleón se declara Prime cónsul. 1800: El 4 de marzo es elegido Pío VII. 1801: Concordato entre Pío VII y Napoleón.

Pestalozzi publica “Como Gertrudis educa a sus hijos” 1802: Paz de Amiens. Goya pinta las dos majas.

Chataubriand escribe el genio del cristianismo 1804: Trafalgar. Napoleón emperador. Independencia de Haití.

La Heroica de Beethoven. Primera comunión de Féli a los 22 años.

1808: Dos de mayo en Madrid, 21 de julio en Bailén. Ocupación de Roma por las tropas de Napoleón. Fausto de Goethe. Leyes de Gay Lussac. Nace Luis Napoleón, sobrino del emperador, que en 1852 se proclamará Napoleón III. Motín de Aranjuez. Comienzo del reinado de Fernando VII.

1809: Sitio de Zaragoza. Anexión por Francia de los Estados Pontificios. Pío VII prisionero.

1811: Independencia de Venezuela. Artigas gana la batalla de las Piedras. Pío II es llevado a Fontainebleau.

1812: El 14 de setiembre entra Napoleón en Moscú. Desastre del Beresina. Nace Dickens. Teoría de probabilidades de Laplace.

1813: Batalla de Vitoria. Bolívar entra en Caracas. Victorias de San Martín en San Lorenzo y de Belgrano en Salta. Belgrano muestra al ejército de Tucumán la bandera de la Argentina independiente.

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En Saint — Brieuc 20.3.1814 a 9.11.1822

Llega como secretario particular de Mons. Caffarelli. Este fallece nueve meses y medio más tarde. El mismo día el Cabildo elige a JUAN MARÍA como VICARIO CAPITULAR sede vacante. Ejerce este cargo durante cuatro años y diez meses largos, hasta la llegada del nuevo Obispo Mons. de La Romagère el 15.11.1819. JUAN MARIA pasa a ser VICARIO GENERAL hasta el 31.1.1821. Permanece luego en la diócesis sin cargo alguno hasta que es nombrado el 9.11.1822 VICARIO GENERAL DE LA GRAN CAPELLANÍA DE FRANCIA.

A los treinta y cuatro años, JML está, pues, al frente de una diócesis en la que desarrolla una portentosa actividad pastoral y de organización. 25.12.1818: votos privados de las primeras Hijas de la Providencia. 06.06.1819: acta de nacimiento de la Congregación de Hermanos de la

Instrucción Cristiana. set. 1820: primer Retiro en Auray: nombre, hábito, divisa, Regla, voto de

obediencia. mayo 1821: segundo Retiro en Auray. Despedida de Gabriel Deshayes.

1822: aprobación real del Instituto y primer Retiro en Josselin.

1814: en abril abdica Napoleón y es recluido en la isla de Elba.

Fóli publica TRADICION. . . Goya pinta: mamelucos, fusilamientos de la Moncloa, retratos de Palafox y el Empecinado. Luis VIII ocupa el trono de Francia.

1815: Los “cien días” de Napoleón y derrota en Waterloo. Féli subdiácono. Independencia corta de Uruguay (1815—16). Tratado de Viena.

1816: el 9 de julio independencia de Argentina. Barbero de Sevilla de Rossini. Féli sacerdote.

1817: San Martín vence en Chacabuco. Hegel resume su filosofía. Féli publica el primer tomo del ENSAYO SOBRE LA INDIFERENCIA EN MATERIA DE RELIGION.

1818: San Martín vence en Maipú. Se descubre el agua oxigenada. 1819: España vende la Florida a USA por 5- millones de dólares. De Maistre

escribe “El Papa”. Bolívar entra en Bogotá. Valor del calor atómico de los gases de Dulong y Petit

1820: Supresión en España de la Inquisición y de la Compañía de Jesús. 1821: Napoleón muere en Santa Elena. 1822: En Lyon se crea la obra de la Propagación de la fe.

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En Paris 22.11.1822 a 16.11.1824

VICARIO GENERAL DE LA GRAN CAPELLANIA contribuye de forma importante al nombramiento de cuarenta Obispos. El 20.3.1824 es destituido, pero Mons. Croÿ, le mantiene a su lado hasta la disolución de la Gran Capellanía.

1823: Fallece Pío VII; le sucede León XII. Novena de Beethoven. Riego es ejecutado. Fernando VII restablece el absolutismo.

1824: Ave María de Schubert. Se reconoce el derecho de huelga en Inglaterra. El 16 de setiembre fallece Luis XVIII; le sucede su hermano Carlos X. Féli es recibido por León XII.

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En su diócesis Noviembre 1824 a fines 1835

De vuelta de París, JM fija definitivamente su residencia en Ploërmel. Lo que caracteriza a esta cuarta etapa es la fundación de la Congregación de sacerdotes de Saint—Méen y su posterior fusión con “los hombres de Féli“ para formar la Congregación de San Pedro.

Con la publicación de la encíclica MIRARI VOS que condena las ideas políticas del AVENIR comienza para JM un doloroso calvario que alcanza sus puntos culminantes con la disolución de la Congregación de San Pedro y la apostasía de Féli.

1825: El 22 de junio JML es nombrado por Mons. de Lesquen, VICARIO GENERAL de la diócesis de Rennes. El 8 de julio el Obispo aprueba los Estatutos de ‘la Congregación de Saint—Méen. En agosto, los Hermanos se reúnen por primera vez en Retiro en Ploërmel.

1828: A finales de julio la Congregación de S. Méen se transforma, con nuevos Estatutos en la de San Pedro.

1830: Aparece el primer número del AVENIR.

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1832: El 15 de agosto Gregorio XVI publica la encíclica MIRARI VOS tras el

viaje a Roma de “los peregrinos de la libertad 1834: El 15 de julio, encíclica SINGULARI NOS que condena LAS PALABRAS

DE UN CREYENTE que Féli ha publicado el 30 de abril. JML dimite de Superior General de la Congregación de San Pedro que se disuelve.

1825: Proclamación de la independencia de Uruguay. Independencia de Bolivia.

1828: Fallece Goya en Burdeos. 1830: Muere Pío VIII tras veinte meses de pontificado. Le sucede Gregorio XVI.

Juramento de la Constitución de Uruguay. Jornadas revolucionarias en París del veintisiete al veintinueve de julio; abdica Carlos X. El siete de agosto Luis Felipe es proclamado rey. Sublevación de Polonia contra los rusos. Independencia de Bélgica.

1831: Gregorio XVI es elegido Papa. 1833: El 3 de enero, ocupación de las Malvinas. Muere Fernando VII y le

sucede Isabel II. En octubre, primera guerra carlista. Sinfonía italiana de Mendelssohn. Ley Guizot que organiza la enseñanza primaria en Francia.

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En Ploërmel 1835 a 1860

JUAN MARIA se ocupará ya EXCLUSIVA-

MENTE DE SUS DOS CONGREGACIONES: fundaciones, visitas a las Comunidades, retiros, dirección espiritual de los Hermanos, consolidación de los dos Institutos, lucha por la libertad de enseñanza...

+ + +

1837: Comienzo de nuestras misiones. 1841: Fallecimiento de GABRIEL DESHAYES. 1847: Ataque cerebral en Guingamp. 1851: Reconocimiento del Instituto por Pío IX y Breve laudatorio a JUAN

MARIA 1854: Muerte de Féli. Construcción de la Capilla de Ploërmel. 1860: Muerte del Fundador. Deja 885 Hermanos y 330 establecimientos, 60

Hijas de la Providencia con cinco escuelas.

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1835: Epidemia de cólera en Europa. Asaltos de conventos en España y

matanzas de religiosos. 1836: Expoliación de los bienes de la Iglesia en España. 1837: Victoria, reina de Inglaterra 1839: Abrazo de Vergara. 1840: Cae María Cristina. 1841: “Cartas a un escéptico”, de Balmes. Prohibición en Francia del trabajo a

menores de ocho años. 1843: Comienza el reinado de Isabel II de España. 1844: Primer telégrafo Morse entre Baltimore y Washington. Origen de las

especies de Darwin. “El protestantismo comparado con el catolicismo”, de Balmes. “Los tres mosqueteros”, de Dumas. “Don Juan Tenorio”, de Zorrilla.

1846: Fallece Gregorio XVI y le sucede Pío IX. Plagas y malas cosechas en Europa; este año y el siguiente son los peores del siglo.

1848: Primer ferrocarril de España, Barcelona—Mataró. Segunda república francesa; Presidente, Luis Napoleón. Manifiesto comunista de Marx y Engels. Motín en Roma; Pío IX se traslada a Gaeta.

1849: Muere Chopin en París. Dickens escribe David Copperfield. 1850: Fallece Artigas en Paraguay. 1852: Segundo imperio de Luis Napoleón III; su mujer, Eugenia de Montijo. 1853 “El Trovador” y “La Traviata”, de Verdi. 1854: El ocho de diciembre, dogma de la Inmaculada Concepción.

Invento del teléfono. Revolución en Madrid y vuelta de Espartero.

1855: Invento del convertidor Bessemer. 1856: Se descubre el hombre de Neanderthal. 1858: Apariciones de Lourdes. Construcción del canal de Suez. 1860: Lincoln presidente USA. Prosigue la reunificación italiana.

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BRETAÑA

En la lengua de los galos, de raíces célticas, esta península del N.O. de Francia que se adentra en el océano como la proa de un gigantesco navío, se llamaba AR = la MOR = mar, es decir EL PAIS DEL MAR.

Con este nombre de ARMORICA se la ha conocido en la historia antigua. Pero a lo largo de los siglos V y VI de nuestra era, diversos grupos de BRETONES también de origen celta vinieron a establecerse en estas tierras desde la otra parte del Canal de la Mancha, empujados por los anglos y los sajones.

La ARMORICA comenzó a llamarse BRITANNIA MINOR y luego simplemente BRETAÑA

La lengua de los nuevos conquistadores, influenciada por la de los galos

dio origen al bretón. Se calcula que la cuarta parte de los cuatro millones largos de la

población actual habla el bretón o puede comprenderlo. Esta lengua está sobre todo implantada en las zonas rurales de Finistère, en el tercio oeste de Cótes—du—Nord y en el tercio oeste de Morbihan.

Actualmente, Bretaña está formada por cinco departamentos. Sus costas

son muy accidentadas y en sus pliegues se abrigan multitud de puertos, algunos muy importantes. La industria está concentrada en la zona costera— que también es agrícola— y en las zonas de Rennes y Nantes.

Los bretones han tenido siempre fama de nobles y tenaces. También de

religiosos. El país conserva importantes vestigios prehistóricos, como el campo de

menhires de Carnac, cerca de Auray. Por estas tierras estuvo César con sus legiones. En las diligencias de servicio público, a caballo, o a bordo de su propia

tartana JUAN MARIA LA MENNAIS recorrió incansablemente los difíciles caminos de Bretaña, y la dejó literalmente cubierta de escuelas.

Junto a sus cruces y calvarios, en las encrucijadas de los caminos,

rezaron y cantaron nuestros primeros Hermanos, en marcha hacia el Retiro de Ploërmel.

Un menesiano no puede pensar sin emoción en Saint—Malo, La

Chesnaie, Saint—Brieuc, Auray, Josselin, Ploérmel, Saint—Méen, Malestroit.. .y en tantos otros nombres, de dudosa pero entrañable eufonía, donde se hicieron vida e historia los dos grandes ideales de su Fundador: DIOS SOLO y ANUNCIAR A JESUCRISTO.

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Los cinco departamentos de B R E T A Ñ A:

FINISTERE capital QUIMPER

COTE S—DU—NORD capital SAINT—BRIEUC

MORBIHAN capital VANNES

ILLE—ET—VILAINE capital RENNES

LOIRE—ATLANTIQUE capital NANTES

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LA CIUDAD CORSARIA

A la villa de Saint—Malo se la ha llamado, con más cariño que exactitud, LA VENECIA DE BRETAÑA, sin duda porque se asienta sobre un peñón de granito unido a tierra por un estrecho istmo.

Rodeada de murallas bien conservadas era, cuando nació JUAN MARIA

LA MENNAIS, con Dol y Rennes, una de las sedes episcopales del que es hoy departamento de Ille—et—Vilaine.

Vista desde el mar, parece un enorme acorazado anclado en los confines

de la tierra bretona. ( Lay. 1, 1 A finales del siglo XVIII Saint—Malo era, al mismo tiempo, un pueblo

campesino, un puerto de mar y una colmena comercial donde se negociaba con el alquitrán, los piensos, los materiales y repuestos de barcos, el cáñamo, etc.

Catorce edificios tiembrados con escudos se asomaban al océano. Detrás

de esta cortina de lujo, calles sombrías y tortuosas, casas de madera, algunos hoteles particulares, tiendas, la Catedral y el castillo de la duquesa Ana.

Para el amarre de barcos el puerto podía sólo brindar instalaciones

modestas. Al caer de la tarde, la familiar campana que Duguay—Trouin, adversario

de los ingleses en la guerra de Sucesión, había traído de Río, daba el toque de queda. Era el momento de cerrar las puertas de la ciudad. Luego la milicia entregaría las diez llaves al lugarteniente del Rey. ( cf. Merlaud, 16 y 17

En “Mémoires d’Outre—Tombe” Chateaubriand evoca el parecido de la

ciudad corsaria con la española de Cádiz:

Mis compatriotas tienen algo que recuerda a España. En Cádiz se habían establecido familias de Saint—Malo y, a su vez, en esta ciudad residían familias de Cádiz.

La posición insular, el istmo, la arquitectura, las casas, las cisternas, las murallas de granito de Saint—Malo, le dan un aire que le asemeja a Cádiz.

Cuando he visitado esta última ciudad, me he acordado de la primera.

La misma impresión de parecido entre las dos ciudades recibe el hermano

mayor de JUAN MARIA en el viaje que hizo con su padre a España en 1802 Entre sus hijos ilustres, Saint—Malo recuerda a Jacques Cartier,

descubridor de Canadá, a los héroes del hacha y de la espada Duguay—Trouin y Surcouf, y en el campo literario o religioso a Chateaubriand y a los dos La Mennais.

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El Ayuntamiento de Saint—Malo está formado actualmente por las poblaciones de S. Malo, Saint—Servan ( a la izquierda del plano ) y Paramé ( al sur ) La aglomeración supera los cincuenta mil habitantes. Los cuatro BASSIN no existían en tiempos de JUAN MARIA LA MENNAIS. Toda esa parte la ocupaba el mar.

1.— Casa natal de JML. 2.— Colegio donde JML enseñó durante cerca de. diez años. 3.— Plaza de los Hermanos LA MENNAIS. 4.— Les Corbières, hoy Amélia. 5.— Casa de campo de Mons. de Pressigny. 6.— El Seminario de antes de la Revolución. 7.— Actual Colegio menesiano, en 5. Servan.

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En esta pequeña ciudad provinciana de pescadores y comerciantes, de naviero labradores, de gentes que sentían hasta en los huesos el tirón de todos los horizontes marinos y contaban historias de abordajes y naufragios, de capturas y tormentas, nace JUAN MARIA ROBERT DE LA MENNAIS el 8 de setiembre de 178O. Este mismo día recibe el bautismo.

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Antepasados

Por línea paterna se le ha podido seguir la huella genealógica hasta 1545, es decir, a lo largo de ocho generaciones.

Los ROBERT fueron corsarios, colonos en Santo Domingo, armadores o negociantes. Pronto, y según la costumbre de la época, añadieron al apellido ROBERT el nombre de alguna de sus propiedades.

Así, el abuelo paterno de Juan María se hará llamar ROBERT , señor de LA MENNAIS ( Menez o Méné significa en bretón montaña y era el nombre de una de sus fincas situada junto al pueblo de Trigavou en una modestísima elevación del terreno

* * * Por parte de madre, JUAN MARIA procedía de una familia de nobles

irlandeses establecidos en la región de Saint—Malo. El abuelo materno de JUAN MARIA, Pedro LORIN DE LA BROUSSE fue

abogado en el parlamento de París, Consejero del Rey y Magistrado de Saint—Malo. El fue quien mandó construir La Chesnaie, o lugar de robles, que pasó luego sucesivamente en herencia a su hija Graciana y a sus nietos JUAN MARIA y Féli.

Padres El padre se llamaba Pedro Luis. Era un negociante atrevido, un

emprendedor naviero cuyos barcos llegaban hasta Terranova o tocaban puertos europeos. Tenía 37 años cuando nació JUAN MARIA y estaba entonces en plena prosperidad económica. La Revolución y las guerras napoleónicas arruinarían más tarde su empresa. Falleció a los ochenta y cuatro años.

La madre, Graciana, una mujer cultivada, inteligente, sensible, artista y piadosa, murió de tuberculosis a los treinta y siete años, cuando JUAN MARIA tenía solamente siete.

* * * El mismo día en que se casaron Pedro Luis y Graciana, lo hicieron

también el hermano de Pedro Luis, Dionisio Francisco, y la hermana de Graciana, Félicité. A su apellido ROBERT, añadió Dionisio el de SAUDRAIS , dejando a su hermano el de LA MENNAIS.

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HERENCIA:

Simplificando mucho, podría decirse que JUAN MARIA recibió por línea paterna, un cuarterón de sangre mezcla de empresario y de lobo de mar, por donde le pudo venir su sentido de lo real, su capacidad de organización, su gusto por la lucha y el nesgó y su tenacidad indomable.

Por línea materna, la facilidad para el quehacer intelectual, la sensibilidad y finura de espíritu y la piedad.

hermanos

JUAN MARIA es el tercero de seis hermanos entre los que sólo se cuenta una mujer.

El mayor, Luis María, fallece a los veintinueve años. El segundo, Pedro Juan, a los seis. El más joven, Gracián Claudio, a los treinta y tres. Fue este último, el más inestable de la familia: soldado de Napoleón, aventurero, alejado de los suyos de los que sólo se acordaba para pedirles dinero, fue a parar a Cuba y allí murió confortado, sin embargo, con los últimos auxilios.

Los demás fallecieron a edad relativamente avanzada : Féli, a los setenta y dos años. María José, a los sesenta y siete y JUAN MARIA, que sobrevivió a todos, a los ochenta.

María-José se casó con Ángel Blaize y el matrimonio tuvo ocho hijos. Nos interesa recordar a dos porque los veremos junto a Féli en sus últimos momentos

Ángel, educado en Saint—Brieuc junto a su tío JUAN, abogado, increyente, se sumó a la cohorte que rodeaba a Féli moribundo para “filtrar” las visitas.

Agustina María, convertida en señora de Kertanguy al casarse con el amigo y secretario de Féli de ese apellido. Muy religiosa, nos ha dejado dos emocionantes conversaciones que tuvo con su tío en el lecho de muerte.

Como ninguno de los varones contrajo matrimonio, el apellido ROBERT DE LA MENNAIS quedó extinguido con ellos.

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REVOLUCIÓN

Aunque muy sucintamente, iremos evocando para comprender mejor a nuestro Fundador las coordenadas históricas en que se sitúa su vida.

Cuando nace JUAN MARIA LA MENNAIS la sociedad francesa

presentaba todavía un corte de perfiles medievales. En la cima, el Rey, monarca absoluto y de derecho divino. Luego los dos

estamentos privilegiados : la nobleza y el clero. La nobleza abarcaba a unas trescientas mil personas. Un reducido

número de ellas formaba la nobleza de la corte. Vivía en Versalles y participaba del fausto y de la vida de la realeza. El resto era la nobleza provincial o rural afincada en sus tierras.

En el clero había también dos categorías: el alto clero: obispos, abades,

canónigos, al que sólo tenía acceso la nobleza y el bajo clero. Uno y otro tenía tierras y percibía diezmos, pero las diferencias eran muy

considerables. Había también religiosos y monjas, buen número de aquéllos en estado

de relajación. El resto de la sociedad— unos veinticinco millones de ciudadanos —

constituía lo que se llamaba el tercer orden o tercer estado. Además de los obreros, los campesinos y los artesanos, pertenecían al tercer orden los burgueses, gentes de saberes o enriquecidas que poco a poco habían ido adquiriendo una fuerte conciencia de clase y que toleraban cada vez menos que la nobleza monopolizara el poder político.

A lo largo del siglo XVIII la situación del pueblo había ido empeorando:

subida de precios, por una parte, presión cada vez menos tolerable de los impuestos por otra.

La década del ochenta está marcada en Francia por una aguda crisis

económica, agravada con varias malas cosechas y la sequía de 1789.

+ + + Precisamente para intentar salvar a Francia de la bancarrota se reúnen

los llamados ESTADOS GENERALES en Versalles, el cinco de mayo de 1789: doscientos setenta miembros de la nobleza, dos cientos noventa del clero y quinientos noventa y ocho del estado llano.

Imposible estudiar aquí, el período complicado y turbulento que se abre

con esta fecha y se cierra con el golpe de Napoleón el nueve de noviembre de 1799.

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Hay que señalar, sin embargo, algunos hechos porque afectaron

profundamente a la Iglesia de Francia y permiten entender mejor la vida de nuestro Padre.

Bajo la presión de los líderes del tercer estado los ESTADOS

GENERALES se transforman enseguida en una ASAMBLEA que jura no separarse antes de haber dado a Francia una Constitución. Esta Asamblea ha pasado a la historia con el nombre de CONSTITUYENTE. Toma una serie de medidas socialmente necesarias y otras antirreligiosas que se van radicalizando en las dos asambleas que la siguen, la LEGISLATIVA y la CONVENCION.

El 14 de julio de 1789 se produce el asalto a la Bastilla defendida por unos

pocos soldados y donde sólo había cuatro falsificadores, dos locos y un joven aristócrata de mala vida internado por su padre. Su caída en manos del pueblo produjo un impacto sicológico enorme: la Bastilla era el símbolo del poder real que ya no sería invencible.

El 4 de agosto siguiente la nobleza renuncia a sus títulos, blasones y

derechos feudales. Lo mismo hace el clero en lo que le corresponde. QUEDA ASI SUPRIMIDO UN ORDEN DE COSAS MILENARIO.

Veinticinco días más tarde la CONSTITUYENTE aprueba el famoso

documento en el que se proclaman los derechos del hombre y del ciudadano. A partir de noviembre la CONSTITUYENTE empieza a tomar una serie de

medidas contra la Iglesia y la religión que podemos resumir así:

EXPOLIO DE BIENES. Es cierto que eran considerables. No lo es menos que con ellos la Iglesia de Francia atendía a una infinidad de obras de beneficencia y educación así como al sustento del clero. Como contrapartida el estado asume la obligación de velar por el culto y el clero. Económicamente la venta de estos bienes eclesiásticos, los llamados bienes negros, fue un fracaso para el Estado.

CONTRA EL ESTADO RELIGIOSO. Se trataba ya de un ataque a fondo

contra las conciencias. En efecto: Se suprimen los Institutos de votos solemnes y se prohíben los mismos

votos. Agentes del Gobierno ofrecen primas a los que decidan abandonar la vida religiosa. A los demás se les va concentrando en conventos, mezcladas unas Congregaciones con otras. Se prohíbe, asimismo, la admisión de Novicios excepto para la enseñanza y la beneficencia.

Las defecciones fueron numerosas principalmente entre los benedictinos y dominicos. Resistieron bien los capuchinos, cartujos y trapenses y muy bien las religiosas.

CONSTITUCION CIVIL DEL CLERO, promulgada el 12 de julio de 1790.

En ella se procedía a una remodelación de las diócesis. Habría una por cada departamento.

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Aunque la nueva distribución era más racional que la antigua, se hizo sin

contar con la Santa Sede y sin tener en cuenta los problemas enormes que se creaban.

Por otra parte, los Obispos serían elegidos por los ciudadanos del

departamento que pagaran impuestos equivalentes al menos a tres jornadas de trabajo sin tener en cuenta su religión y recibirían la investidura canónica no del Papa sino de su metropolitano.

El cuerpo electoral de cada distrito elegiría a los Párrocos. Se fijó la fecha del cuatro de enero de 1791 para el juramento de esta

Constitución. De ciento treinta y siete Obispos, sólo la aceptaron siete. En la hora decisiva, los demás prefirieron perder sus Sedes y sus cargos para permanecer fieles a su conciencia y a la Iglesia.

Entre los curas el número de JURAMENTADOS parece que se acercó a la

mitad del total. En general el pueblo cristiano se negó a aceptarles y a bastantes les hizo la vida difícil. Por supuesto, no todos lo hicieron por cobardía o interés. Muchos no se dieron cuenta del sesgo cismático del documento que firmaban o pensaron que su aceptación podía ser un mal menor para salvar al rebaño que se les había confiado.

Por otra parte, Roma tardó en pronunciarse y sólo ocho mese después de la promulgación de la CONSTITUCION CIVIL DEL CLERO llegó a Francia el Breve QUOD ALIQUANTUM de Pío VII en el que se la condenaba como cismática y herética en algunas de sus partes, mientras se excomulgaba a los obispos y sacerdotes elegidos según el nuevo procedimiento que no se retractaran en un plazo de cuatro meses.

A los sacerdotes que no juraron la CONSTITUCION CIVIL DEL CLERO se

los llamó REFRACTARIOS y tuvieron que desarrollar su misión pastoral en la clandestinidad. A medida que la Revolución e fue radicalizando se vieron más perseguidos. Así, el veintisiete de mayo de 1792 se decretó la deportación para todo sacerdote acusado de 1EFRACTARIO por veinte ciudadanos. Durante el llamado TERROR bastaban dos testigos para enviarle a la guillotina.

Parece innecesario añadir que ni todos los JURAMENTADOS fueron malos, ni todos los REFRACTARIOS héroes...

Ya se ha apuntado que la Revolución fue progresivamente

radicalizándose contra la religión y contra la Iglesia. El dos de setiembre de 1792 las hordas se apoderaron de los conventos—

prisión de París ( entre ellos el de las Carmelitas de la calle Vaugirard que mostraría Mons. de Pressigny a JUAN MARIA antes de conferirle el subdiaconado ) y durante varios días asesinaron a más de doce mil personas entre las que había más de trescientos sacerdotes.

Prácticamente es el comienzo del TERROR que alcanza sus expresiones jurídicas y toda su ferocidad entre setiembre de 1793 y 27 de julio de 1794, fecha en Robespierre es ejecutado.

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Fue una época de auténtica persecución religiosa y de intento de borrar toda manifestación de fe.

A partir del 9 de Thermidor del año II o veintisiete de julio de 1794, el péndulo de la revolución empieza a moverse lentamente en sentido contrario: los exiliados van volviendo, a los sacerdotes se les exige ya sólo el juramento de libertad e igualdad, se va tolerando tímidamente el culto público y la Iglesia fiel a Roma va ganando terreno mientras la “juramentada” pierde fuerza…

…y un día del mes de Brumario, el 9 de noviembre de 1799; Napoleón da su golpe de estado, abole el Directorio y se declara Primer Cónsul.

NAPOLEON

Tenía once años más que JUAN MARIA LA MENNAIS. Corso, independentista de joven y creador luego del estado centralista por excelencia. Sale de la Academia militar de París con el número cuarenta y dos, entre cincuenta y ocho de promoción, él, que iba a ser el genio de la guerra. Simpatiza con la Revolución para cortarla más tarde en seco. Se hace famoso con sus campañas de Italia y de Egipto. El nueve de noviembre de 1799 se declara Primer Cónsul. El catorce de mayo de 1804 suprime la república y se proclama emperador hereditario.

Discípulo de los filósofos del siglo XVIII, deísta, vagamente creyente en los valores espirituales, comprendió apenas se hizo con el poder que no podría establecer la paz en Francia sin llegar a un compromiso con la Iglesia. A pesar de todo lo ocurrido la mayoría del pueblo francés seguía siendo católico.

Pío VI acaba de fallecer a los ochenta y un años, prisionero del Directorio en Valence—sur—Rhône. Tras más de tres meses de Cónclave en Venecia, es elegido Papa el cardenal Chiaramonti, antiguo monje de San Pablo Extramuros. Toma el nombre de Pío VII y su primera preocupación es arreglar la situación de la Iglesia de Francia.

Trece meses de negociaciones con Napoleón. A éste sólo le interesaba la religión en cuanto pudiera ser en sus manos un instrumento político y pensaba que la Iglesia en general y los Obispos en particular debían ser unos peones más en su estrategia de poder. “Trate al Papa como si dispusiera de doscientas mil bayonetas” había ordenado a su embajador en Roma.

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Con Pío VII se mostró siempre cínico y pérfido y le chantajeó cuanto pudo.

Por fin el Concordato se firma el 15 de julio de 1801. Aún en el último momento Napoleón quiso envolver al cardenal Consalvi presentándole otro documento distinto del pactado.

El Concordato consta de treinta y siete artículos. En ellos el gobierno

reconoce a la religión católica como la de la mayoría de los franceses, se compromete a asegurar el libre ejercicio del culto público, permite que cada diócesis tenga un Seminario y un Cabildo sin dotación del Estado, acepta el remunerar a obispos y sacerdotes...

La Iglesia, por su parte, accede a una nueva redistribución de diócesis que se reducen a sesenta. El Primer Cónsul nombraría a los Obispos y el Papa les conferiría la institución canónica. Todos los Obispos JURAMENTADOS tenían que dimitir. También los que Fueron desposeídos de sus sedes por negarse a firmar la CONSTITUClÓN CIVIL DEL CLERO.

De hecho, y a petición del Papa, cincuenta y cinco presentaron su renuncia, entre ellos Mons. de Pressigny. Pero treinta y ocho se negaron a hacerlo. El Papa, entonces, usando de la plenitud de sus poderes los depuso y el veintinueve de noviembre de 1801 publicó la Bula de supresión de las antiguas diócesis, entre ellas la de Saint—Malo.

Tanto en el entorno del Papa como en el de Napoleón se consideró que

las concesiones mutuas habían sido excesivas. Fiel a su política de siempre y para acallar a la oposición, Napoleón

añadió unilateralmente al Concordato los llamados setenta y siete artículos orgánicos y los presentó como formando parte de la negociación con la Santa Sede. Estos artículos de puro corte regalista y galicano recortaban los derechos de la Iglesia.

A pesar de todas las limitaciones y servidumbres, el Concordato de 1801

permitió a la Iglesia organizarse y salir a la calle. Como complemento se puede añadir que Napoleón se opuso tenazmente

al restablecimiento del clero regular en Francia y que a los Seminarios no les faltaron dificultades mientras él estuvo en el poder. Durante la época Consulado—imperio las ordenaciones no pasaron de seis mil, es decir un número equivalente a las que había cada año antes de la Revolución.

+ + +

A partir de 1805 comienza la lucha contra el Papa que se niega a servir al

Emperador en sus empresas guerreras. El dos de febrero de 1808 los franceses ocupan Roma y al año siguiente Napoleón anexiona los Estados Pontificios al Imperio.

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Esa misma noche, la del 17 de mayo de 1809, aparece en las paredes de

Roma, la Bula de excomunión de Pío VII contra “los usurpadores, fautores, consejeros, adherentes”. En la noche del cinco al seis de julio los franceses fuerzan el Quirinal se llevan prisionero al Papa a Savona, a unos cuarenta kilómetros de Génova.

Privado de su independencia, Pío VII se niega a conferir la institución

canónica a los Obispos que Napoleón va nombrando en Francia e Italia. Pronto se cuentan diez y siete sedes vacantes. En represalias el Emperador denuncia el Concordato y convoca para el diez y siete de julio de 1811 a un Concilio Nacional. El Emperador presenta en él un decreto sobre las investiduras, que es rechazado. Cólera, amenazas, cárcel para algunos conciliares. Al fin el decreto es aprobado. Pero el Papa rehúsa refrendarlo. En mayo de 1812, Napoleón ordena que se le traslade de Savona a Fontainebleau. Después del desastre de Rusia va a visitarle y obtiene del Papa, enfermo y destrozado sicológicamente un documento “como para servir de base a un arreglo definitivo”. Con su acostumbrada mala fe, Napoleón lo presenta como un nuevo Concordato y lo incorpora a la ley del imperio, a pesar de las protestas de Pío VII que envía al Emperador una carta de puño y letra retractándose, carta que Napoleón, por supuesto, no publica.

Pero la estrella del Emperador está declinando. Después de la derrota de

Leipzig permite al Papa que salga de Fontainebleau para Savona y más tarde, el diez de marzo de 1814, que entre en Roma.

+ + + En abril de 1814, cuando ya JUAN MARIA ha dejado Saint—Malo para

establecerse en Saint—Brieuc, Napoleón abdica y es recluído en la isla de Elba.

El uno de marzo de 1815, siendo JUAN MARIA Vicario Capitular de

Saint—Brieuc, Napoleón se fuga, desembarca en Cannes y se pone en camino de París. Va a comenzar lo que se ha llamado el reinado de los “cien días”.

El diez y ocho de junio de 1815 las tropas de Wellington y Blücher le

derrotan definitivamente en Waterloo. Muere el quince de mayo de 1821 en Santa Elena después de haber

dejado en catorce años de casi continuas guerras dos millones de muertos en los campos de Europa.

+

+ + +

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EN SAINT-MALO

Antes de haberte formado Yo en el seno materno te conocía. Antes de que nacieses te tenía consagrado. Yo, profeta de las naciones te constituí.

Jer. 1,5.

Los LA MENNAIS tenían en alquiler una de las casas más elegantes de Saint— Malo en la calle San Vicente, no lejos de la de Chateaubriand. La hemos visto dibujada muchas veces dos alas perpendiculares a la fachada principal, patio de honor con monumental entrada estilo Luis XIV, balcones de hierro forjado y terraza con balaustrada de granito.

En este edificio, casi principesco, creció el futuro Fundador de los

Hermanos de la Instrucción Cristiana. Quien iba a vivir y a morir practicando la más austera pobreza, conoció antes las comodidades de una existencia rodeada de bienestar. ( Lav. 1, 4

En el piso superior al que ocupaba la familia de JUAN MARIA, vivían sus

tíos, los SAUDRAIS.

+ + +

El padre de nuestro Fundador era un personaje importante en Saint—

Malo. Por convicción o por oportunismo se adhirió enseguida al nuevo régimen y bautizó uno de sus barcos con el nombre de Revolucionario. Como tantos burgueses pronto quedó desencantado de sus excesos.

¿Cristiano? Sí, pero no demasiado comprometido con su fe. Veintitrés años después de su salida de S. Malo, Mons. de Pressigny escribía a JUAN: “He oído decir que vuestro señor padre se preocupa desde hace unos años de la religión MÁS QUE EN LOS TIEMPOS EN QUE YO LE CONOCÍ.

Como padre, Pedro Luis se ocupó poco de sus hijos. Sus negocios le

absorbían demasiado y, como apunta Merlaud, cuando llegaba a casa rendido del trabajo, no deseaba otra cosa que las zapatillas, el periódico y el silencio.

Liberal en política, era autoritario en el hogar y contribuía poco a crear una

atmósfera alegre y distendida. Por complacer a su padre, JUAN MARIA comenzó a tomar tabaco en polvo. Mala y muy mala costumbre, confesaría más tarde: “Yo la adquirí desde niño con extrema repugnancia y por obedecer a mi padre. Ahora no la puedo cambiar y siento mucho haberla contraído”.

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Durante la segunda guerra mundial, los alemanes se atrincheraron en Saint— Malo. Bombardeada por aire y tierra, buena parte de la ciudad quedó destruida. Se la ha reconstruido respetando su fisionomía original, pero con materiales en los que predomina el granito.

LA CIUDAD CORSARIA

1. La Catedral. 2. Casa natal de los dos LA MENNAIS en la calle San Vicente. 3. Colegio donde JML enseñó teología y humanidades durante casi diez años. 4. Colegio de las Hijas de la Providencia. 5. Ayuntamiento. 6. Plaza de los dos LA MENNAIS. 7. Calle San Vicente. 8. Calle de Jacques Cartier. 9. Estatua de Surcouf, “héroe del hacha y la espada”.

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Como hombre era fundamentalmente honesto y generoso. Lo demostró en

sus tiempos de prosperidad. Y cuando quebraron sus negocios no vaciló en poner todos sus bienes, con la mayor lealtad, a disposición de sus acreedores.

Utilizó también su prestigio revolucionario para ayudar a su amigo el Obispo así como a otros sacerdotes.

El doce de mayo de 1788, Luis XIV le concede un título de nobleza a instancias de los Estados de Bretaña. En el decreto consiguiente el Rey alaba “ a su querido y bienamado PEDRO LUIS ROBERT DE LA MENNAIS por varios servicios que ha prestado con sus barcos y actividades comerciales y luego continúa diciendo:

Durante la escasez que sufrió nuestra provincia de Bretaña en

1782, el territorio de S. Malo y el de Dinan se encontraron en situación tan crítica que el precio del celemín de trigo subió a doce libras.

El señor de LA MENNAIS que había previsto esta desgracia, 4mportó quince mil celemines de grano y los vendió en el mercado a razón de ocho libras por celemín, en lugar de las diez que le ofrecían.

En 1786 dio pruebas de un patriotismo más raro aún. Como la mala cosecha del año precedente había provocado una nueva escasez, hizo llegar de Inglaterra y Holanda una cantidad considerable de piensos que vendió a menor precio de lo que le habían costado. Luego entregó a nuestro Comisario partidas de lino y cáñamo en cantidad suficiente para ser vendidas en toda la provincia a precio inferior al de mercado. Finalmente trajo del extranjero grano y harina que permitieron mantener a los habitantes de S. Malo y a los de, aproximadamente, diez leguas a la redonda durante ocho meses; grano y harina que se vendieron a un precio muy inferior al corriente.

Pero lo que hace aún más recomendable al señor de LA MENNAIS ante nuestros ojos es su modestia por encima de todo elogio. Sus compatriotas que recibieron los socorros que él hizo distribuir no hubieran sabido que eran deudores de este generoso ciudadano si nuestro Comisario no se hubiera creído en la obligación de proclamar este acto sublime de patriotismo del que había sido, al mismo tiempo, confidente y admirador. El escudo nobiliario llevaría dos espigas de trigo y un anda de plata.

+ + + De la madre GRACIANA Féli sólo recordaba que tocaba el violín y rezaba

el Rosario. Ordenando viejos papeles familiares, JUAN MARIA encontraría un día,

con la emoción fácil de comprender, un comentario de su madre sobre el DE PROFUNDIS.

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En los alrededores de S. Malo los LA MENNAIS poseían un cierto número

de propiedades. Las que más frecuentaron JUAN MARIA y Féli fueron, sin duda:

LES CORBIERES o lugar de cuervos. Está situada en Saint—Servan a

unos quinientos metros de nuestro actual Colegio y hoy se la llama AMELIA. Tiene un parque que desciende hasta el mismo río el RANCE.

En esta casa de campo JUAN MARIA expresó a Mons. de Pressigny su decisión de hacerse sacerdote.

LA CHESNAIE o lugar de robles. De propiedad materna pasó en herencia a los dos hermanos que mandaron construir en el parque una pequeña capilla. A su vez, JUAN MARIA la dejó en herencia a su sobrino Jacinto, agnóstico y anticlerical, que arrasó la capilla y arrojó una cruz de piedra que había en la finca al estanque.

+ + +

+ ¿Qué educadores tuvo JUAN MARIA LA MENNAIS En primer lugar su misma madre que sabemos había trazado un plan

preciso de educación para sus hijos. Probablemente ella le enseñó las primeras letras. Al morir la madre, los LA MENNAIS fueron confiados a un preceptor llamado Carré sacerdote. A partir de los doce años de JUAN MARIA, su tío Dionisio SAUDRAIS le va dirigiendo en sus estudios humanísticos. En los teológicos le ayudarán los sacerdotes Vielle y Engerrand.

Es casi seguro que no asistió a la escuela primaria que los Hermanos de La Salle tenían en Saint—Malo. No era la costumbre de los burgueses de la época.

Ni Féli ni JUAN MARIA frecuentaron sistemáticamente centros de

enseñanza. Si adquirieron una cultura considerable fue gracias a su inteligencia superior, a su tremenda capacidad de trabajo y a su gusto instintivo por la aventura intelectual. En conjunto fueron dos grandes autodidactas.

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Quizá sea éste el momento de recordar al “tío SAUDRAIS”. Era Dionisio Francisco un hombre muy erudito y cultivado: escritor,

filósofo, poeta, traductor de Horacio y del libro de Job, poseía una espléndida biblioteca que albergaba toda clase de obras, desde la Imitación de Cristo hasta las de los filósofos agnósticos y anticlericales.

Simpático, campechano, gran conversador y fino de espíritu. Es posible,

dice Merlaud, que el humor y la gracia con que JUAN MARIA salpimentaba sus conversaciones y correspondencia, deban mucho al “tío SAUDRAIS”.

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Los nombres subrayados indican las propiedades de la familia

ROBERT DE LA MENNAIS.

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En tiempos de la Revolución aceptó una concejalía en el Ayuntamiento de

S. Malo y fue Comisario del tribunal encargado de llevar a la práctica la CONSTITUCION CIVIL DEL CLERO. Como tal, tomó parte en la expulsión de religiosos y religiosas de la zona de S. Malo y recibió oficialmente al nuevo obispo cismático.

Una carta pastoral que Mons. de Pressigny escribió desde el destierro y los mismo excesos que se cometían le hicieron abrir los ojos y dimitir como concejal.

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Juegos, estudios, paseos por los muelles, visitas -a la Catedral, coloquios

con su amigo el canónigo Engerrand, salidas a las residencias campestres de la familia.. .Esta fue la niñez de JUAN MARIA

Estamos en 1790. De golpe se ha producido un verdadero terremoto en la sociedad y en la Iglesia. La CONSTITUYENTE en París ha atacado frontalmente a la religión y ha creado en Francia una Iglesia cismática. El porvenir se presenta cargado de nubarrones, pero JUAN MARIA ha tomado ya un propósito: SERA SACERDOTE.

El once de octubre estalla una revuelta en S. Malo. El pan ha encarecido y hay voces de agitadores que culpan de ello al Obispo y a su Cabildo. La gente invade los jardines del palacio episcopal( hoy plaza de Féli Y Juan María LA MENNAIS) y se apresta a violar los locales. La Guardia Nacional lo impide.

Tres días más tarde el Ayuntamiento comunica a Mons. de Pressigny que la diócesis de S. Malo ya no existe y que él ha dejado de ser Obispo.

El Obispo se traslada al Seminario cercano de Saint—Servan situado junto a LES CORBIERES de los LA MENNAIS. Es el quince de octubre. Por la tarde visita a la familia y JUAN MARIA se ofrece para ayudarle a Misa al día siguiente. El Obispo le examina de catecismo y, satisfecho de sus conocimientos, le anuncia que está dispuesto a darle la primera comunión y a confirmarle.

Al día siguiente, diez y seis de octubre de 1790, JUAN MARIA ayuda a Misa al Obispo -en el Seminario y RECIBE LA PRIMERA COMUNION Y LA CONFIRMACION.

Luego en LES CORBIERES, última comida de despedida: JUAN MARIA se ausenta unos momentos, vuelve luego con ropa y alforjas de viajero y anuncia su decisión de acompañar a su Obispo al destierro y de hacerse sacerdote.

El Obispo sale, no para Jersey como se ha dicho a veces, sino para París y luego para Chambery, en Saboya, región que por entonces no pertenecía a Francia.

Ya en pleno TERROR, el quince de diciembre de 1793, llega a S. Malo el procónsul de la CONVENCION, el siniestro Carpentier, loco cínico y sanguinario que en ocho meses iba a cubrir de sangre la ciudad y sus alrededores.

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Son los días en que JUAN MARIA encuentra al joven sacerdote VIELLE

disfrazado de marinero, los de las Misas clandestinas en la calle San Vicente o en LES CORBIERES o en otras casas de S. Malo. Los de las aventuras para salvar a los sacerdotes proscritos que permanecieron heroicamente en sus puestos...

Inútil repetir aquí, por sabidas, las anécdotas o del uniforme militar sacrificado para no asistir a una fiesta

patriótica en la que sacerdotes JURAMENTADOS iban a bendecir las banderas.

o del encuentro con la patrulla de la Guardia Nacional cuando

JM se dirigía en plena noche al escondi1e del canónigo Engerrand.

o de los infantiles trucos que utilizó con algunos compa?eros y

compaFieras para alertar a los sacerdotes ante posibles peligros.

o de la bofetada que se ganó de su padre por aconsejar a su

hermana María que no asistiese a una fiesta republicana.

o del espectáculo a que asistió en Paris, en el viaje que hizo con su padre y su hermano Féli tras el TERROR, con los ojos cerrados...

Estas anécdotas nos han llegado a través de confidencias del mismo

Padre o de familiares y amigos. Más allá de su contenido formal, más o menos coloreado, nos muestran lo

que JUAN MARIA fue en su niñez y adolescencia y lo que iba a ser siempre un cristiano generoso y audaz, de una raza que se crece ante las dificultades y no está dispuesta a ocultar las banderas de su fe.

+ + +

Para terminar este capítulo, digamos que poco antes del golpe de

Thermidor que cerraba el periodo terrorista, murió la tía de JUAN MARIA , la señora de SAUDRAIS, que con tanta solicitud se había ocupado de sus sobrinos desde la muerte de GRACIANA.

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Subdiácono

“Papá no quería que yo abrazara el estado clerical. El día de la festividad de San Francisco Javier en 1801 hice nuevas instancias y al fin me dio permiso para ir a París a recibir el subdiaconado” (carta de JM a su amigo Bruté dci 3.12.1809

El Obispo de su diócesis era un JURAMENTADO. Se sabía que e1 legitimo, Mons. de Pressigny había vuelto a Paris y JUAN MARIA se traslada a la capital para encontrarle.

La escena es conocida JUAN MARIA asiste a Misa en la capilla del Seminario de Misiones Extranjeras.. el antiguo monaguillo de LES CORBIERES repite a su Obispo las mismas palabras que once años antes le había expresado el día de la despedida para el destierro. QUIERO SER SACERDOTE.

El Concordato con Napoleón se había firmado ya. A Mons. de Pressigny le quedaban aún unos pocos días antes de que su situación dimisionaria tomara estado jurídico. Hay que apresurarse.

Después de la Eucaristía caminan juntos y toman la calle Vaugirard. El Obispo señala la iglesia del Carmen. Aquí, dice a su acompañante, en setiembre de 1792 muchos sacerdotes y religiosos fueron asesinados. Los verdugos viven, ¿no crees que mañana o pasado pueden volver a matar?

Sin un momento de vacilación JUAN MARIA responde he visto en Bretaña a muchos sacerdotes subir al cadalso. Me sentiría feliz si, como ellos, tuviera que derramar mi sangre por la fe.

Al día siguiente, en la Capilla de un convento de Ursulinas JUAN MARIA recibe la tonsura, las órdenes menores y el subdiaconado. Era ci 21 de DICIEMBRE de 1801.

Al recordar este día que JUAN MARIA llamarla siempre mil veces feliz, escribe más tarde:

“me ofrecí al Señor como una víctima para que el ardor de su amor la fuera consumiendo día a día. “

Toda su vida iba a ser el desarrollo de este programa de juventud. De pasada, puede ser interesante recordar el testimonio que ‘el tío

SAUDRAIS” enviaba al Obispo: “lo que a todos en casa nos da la seguridad de verdadera vocación, es que JUAN ha sido siempre virtuoso. Por naturaleza está inclinado a la ira, pero ha sabido dominarla de forma que la ha cambiado en mansedumbre”.

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Mons. de Pressigny recomienda al nuevo subdiácono que permanezca un

año en Paris para completar sus estudios en el Seminario que comenzaba a reorganizarse en San Sulpicio.

Pero en Saint—Malo, JUAN MARIA y sus amigos Vielle y Engerrand ya han puesto en marcha un proyecto que consideran de urgente realización. Se trata de reabrir el Colegio eclesiástico de antes de la Revolución y transformarlo en Seminario.

Vuelve, pues, a su ciudad natal. Va a inaugurar su carrera de constructor espiritual y restaurador de ruinas en un solar que siempre consideraría decisivo para la Iglesia la formación cristiana de las nuevas generaciones.

En el Colegio—seminario de S. Malo que JUAN MARIA contribuyó decisivamente a agrandar y a mejorar será profesor de humanidades y teología durante diez años.

El veinticuatro de setiembre de 1803, es ordenado de diácono en Rennes por el nuevo Obispo concordatario, Mons. Maulé.

Sacerdote

El 25 de febrero de 1804, recibe el sacerdocio en Rennes. No tiene aún veinticuatro años y ha habido que solicitar del Legado del Papa en París, cardenal Caprara, la dispensa canónica. El Vicario General de Rennes lo hace en estos términos “Es una persona que merece toda estima por su piedad modestia y madurez. Muy recomendable por sus conocimientos del estado eclesiástico del dogma y de la moral, así como por su adhesión a las leyes y decisiones de la Santa Iglesia romana”.

En el mes de mayo de este año Féli que tiene veintidós, recibe la primera

comunión. El tres de noviembre JUAN MARIA recibe el nombramiento de coadjutor

de la Catedral: En el púlpito, en el confesonario, en la animación de grupos, se entrega a las nuevas funciones de pastor con su ímpetu característico. Todo este trabajo añadido a las largas horas de estudio, de preparación de clases y de cátedra acaban por minar la robusta salud de JUAN MARIA.

Los médicos le recomiendan descanso, duro régimen para un temperamento como el suyo, y a regañadientes se retira a La Chesnaie en diciembre de 1805. A primeros de enero siguiente se traslada a París a consultar con eminencias médicas. Féli, siempre con desarreglos nerviosos, le acompaña para hacerse ver por un especialista.

Los dos hermanos permanecen en la capital hasta el mes de mayo. Se

alojan en el Seminario de Misiones Extranjeras y conversan largamente con su Superior, el gran sacerdote Emery, vigía atento de lo que estaba ocurriendo en la Iglesia, guía de innumerables sacerdotes a quienes predicaba sin cesar la necesidad de la vida interior, “el único hombre de mi imperio a quien temo” según dijo alguna vez Napoleón.

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Además de anudar amistades con jóvenes sulpicianos que luego serían ilus — tres como Bruté de Remur o el futuro arzobispo de París, Quélen, los dos LA MENNAIS pudieron obtener durante su estancia en París una información muy completa de los problemas y de la situación de la Iglesia. Féli la aprovechó también para perfeccionar sus conocimientos de hebreo y griego.

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Descanso fecundo En mayo de 1806 los dos hermanos vuelven, pues, a la casa paterna. El diagnóstico de París coincide con el de S. Malo nada importante pero es urgente descansar. JUAN MARIA tiene el consuelo de ver subir -las gradas del altar a varios de sus alumnos y en noviembre de 1806 está de nuevo en LA CHESNAIE. A su amigo Bruté que le exhorta “a la santa virtud del reposo“ responde con resignación: “paso la mitad del día durmiendo y la otra mitad holgando”. Pero pronto los dos hermanos se mostrarán incapaces de resistir a esta vida de ociosidad. Los libros les tientan. Estamos ya en 1807. Seguirán las largas cabalgadas por los bosques, pero cuando se recogen en su ‘malounière” se concentran apasionadamente en el trabajo intelectual: historia, literatura, teología, acopio de documentación para las obras que aparecerían con la firma de Féli: REFLEXIONES SOBRE EL ESTADO DE LA IGLESIA EN EL SIGLO XVIII Y SOBRE SU SITUACION ACTUAL y TRADICION DE LA IGLESIA EN EL NOMBRAMIENTO DE LOS OBISPOS. En este año de 1807, Féli se reencuentra con lo mejor de si mismo y descubre su vocación de apologista.

Torrente de ideas vagas

En cuanto a JUAN, una tarde de noviembre se ve de repente envuelto en un torbellino de visiones que van a marcar profundamente su existencia.

Eran las cuatro del día trece. Está estudiando un artículo en un diccionario de teología. Corresponde a la palabra JACOBITAS, una herejía de los siglos tercero y cuarto. De repente, él lo describiría así, como un TORRENTE DE IDEAS VAGAS invade y se desborda por la mente de JUAN que, sin poderlo evitar, toma la pluma y en hora y media, de un tirón, las va trasladando a un sencillo cuaderno.

Se trata como de un gran y desordenado fresco, como de un pequeño caos, como lo llamaría también JUAN.

Consta de treinta y tres apartados que expresan el trabajo a realizar en la Iglesia de aquellos días retorno a la unidad católica, creación de centros eclesiásticos superiores misiones extranjeras restablecimiento de las órdenes religiosas, defensa de la autoridad de la Santa Sede, proyecto de una Historia de la Iglesia...

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TORRENTE DE IDEAS VAGAS

comienzo y un trozo fotocopiado del manuscrito.

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No es sólo un catálogo de urgencias. Para JUAN MARTA es sobre todo,

un programa de vida. Como dice Merlaud, 53: “Todas las ramas de la actividad de Los dos

hermanos escuelas. Congregaciones, reforma del clero, asociaciones seglares, primeros ensayos de Universidad, periodismo católico, acción misionera… partirán de este proyecto de un atardecer de noviembre en el que un joven sacerdote convaleciente abraza en una mirada inmensa a la Iglesia que sufre y sueña con salvarla”. JUAN MARIA se lo diría a Bruté de otro modo:

“La Iglesia se ve atacada en todos los frentes. Si sus enemigos unen sus talentos, sus medios, su odio, su audacia…¿por qué no oponerles el concierto de nuestros esfuerzos?”

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A finales de esta año de 1807, muere Engerrand, director del Colegio de 5. Malo. JUAN MARIA se siente obligado a retomar sus clases. Féli le sigue e incluso durante algún tiempo explica matemáticas. Pero no estaba hecho para enseñar a la gente joven.. .y menos las matemáticas.

JUAN continúa con su misión pastoral en la Catedral donde la gente se agolpaba para oir sus sermones, al decir de un testigo, su apostolado con los ingleses residentes en S. Malo y sus clases en el Colegio—seminario donde tiene que abarcarlo todo: el dogma, la moral, la Sagrada Escritura.

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Escritor En 1808 se publica REFLKXIONES SOBRE EL ESTADO DE LA IGLESIA

EN FRANCIA DURANTE EL SICLO XVIII Y SOBRE SU SITUACION ACTUAL. La primera edición aparece sin firma, las siguientes llevarán la de Féli.

El libro tiene dos partes: la primera histórica y filosófica, la segunda es de carácter práctico y está visiblemente inspirada en el TORRENTE DE IDEAS VAGAS. En ella se pide la renovación de los estudios de teología, de la predicación, de la enseñanza en los Seminarios. Se aboga por el estudio de las lenguas orientales, la formación de buenas bibliotecas los Concilios provinciales, los Retiros eclesiásticos, las asociaciones de seglares, las Congregaciones de enseñanza.

No hay duda de que en esta segunda parte JUAN MARIA colaboró

decisivamente, como tampoco que trabajó en el acopio de fuentes para la primera. La redacción del conjunto es, sin embargo, de Féli.

El libro se imprimió en mil ejemplares. Como en él se daba a entender que

Napoleón pretendía invadir el terreno espiritual de la Iglesia, la policía de Fouché se apoderó de la mitad de la edición. La otra mitad se había ya distribuido. En 1819 apareció la segunda edición, esta vez con la firma de Féli.

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En 1809 aparece otra colaboración de los dos hermanos titulada GUÍA ESPIRI — TUAL. Es la traducción de una obrita del benedictino del siglo XVI, Louis de Blois, llamada Speculum religiosorum. En ella puede leerse lo que JUAN MARIA quiso encarnar en su vida y dar como divisa a sus Hermanos si queréis retiraros del mundo es, sin duda alguna, para que muertos al mundo VIVAIS SOLO PARA DIOS.

“El 23 de diciembre de este año, Féli recibe las órdenes menores en Rennes. Féli, convertido ya, pero sin acabar de situarse, sin acabar de comprenderse, oscilando siempre entre el heroísmo y el aniquilamiento, entre el apostolado y el retiro, entre la eficacia y el sueño.” Merlaud, 61.

Es el año también, en que los dos hermanos se consagran a la Virgen. La fórmula está escrita toda entera por Féli. Otro fruto importante del fecundo retiro de 1807 en LA CHESNAIE es la obra TRADICION DE LA IGLESIA EN EL NOMBRAMIENTO DE LOS OBISPOS que aparece a fines de agosto de 1814 tras la abdicación de Napoleón. En una carta a Bruté, JUAN MARIA resume así el contenido de esta publicación:

“Los derechos de la Santa Sede apostólica están expuestos y defendidos con una franqueza que algunos tildarán de excesiva, pero hemos creído que la verdadera doctrina es tan clara que basta con exponerla y esto es lo que hemos hecho. Los galicanos levantarán la voz y pondrán el grito en el cielo, pero nosotros gritaremos más que ellos. En la introducción demostramos la universalidad del poder papal y hasta tenemos la osadía de reconocer su infalibilidad”.

Esta obra que demuestra que ni en Francia ni en ningún otro país se

habían puesto en duda, a lo largo de la historia, los derechos del Papa a investir a los Obispos fue llamada por Dom Guéranger MONUMENTO DE ERUDICION Y DE VALOR SACERDOTAL y por el historiador Darras DIGNA DE LOS BENEDICTINOS DE LOS GRANDES SIGLOS.

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El once de noviembre de 1811, aparece un decreto imperial que estipula no podrá haber más que una escuela eclesiástica en cada departamento. El Rector de cada Universidad decidirá las que haya que conservarlas otras serán clausuradas. Era e1 golpe de muerte para la de Saint—Malo, una zancadilla más entre las muchas que Napoleón puso a la enseñanza religiosa, una consecuencia del monopolio estatal contra el que JUAN MARTA lucharía siempre. Su Colegio—seminario se cierra en agosto del año siguiente y pasa a convertirse en Colegio municipal. Este acontecimiento es doloroso y crucial en la vida de nuestro Fundador. Doloroso, porque como dice Laveille 1, 130 de ordinario, nada cuesta tanto a un joven sacerdote como abandonar el puesto donde ha hecho sus primeras armas. Pero cuando ese joven sacerdote ha montado casi solo y desde sus cimientos una obra útil a la Iglesia. Cuando ha puesto en ella lo mejor de su alma. Cuando la ha visto crecer e ir más lejos de sus mismas esperanzas y tiene que asistir luego a la ruina de sus sueños en el momento en que éstos se estaban convirtiendo en espléndida realidad, nada podría describir el dolor que sube de su corazón herido. Crucial, porque su colega de enseñanza Vielle pasa poco después a ocupar el Rectorado del Seminario de Saint—Brieuc. Este hecho y el de encontrarse JM ahora más libre tuvieron sin duda alguna parte en el ofrecimiento insistente de Mons. Caffarelli de su secretaría particular. En medio de la prueba, le queda a JUAN MARIA un consuelo gracias a sus influencias, el nuevo Director del Colegio municipal va a ser un amigo y dirigido suyo, el joven matemático Quérret, cristiano comprometido que durante algunos años prolongará desde su puesto la influencia del antiguo Colegio—seminario. Actualmente en los mismos locales hay un Colegio eclesiástico.

Quiebra de su padre

Hacia mediados de 1813 la empresa de su padre y tío se declara en quiebra: los azares de la Revolución, las guerras napoleónicas durante las cuales dos de sus navíos el Reprise y el Santa Ana fueron requisados varias veces para el transporte de tropas y bloqueo continental de la armada inglesa, fueron sus causas.

Pedro Luis y Dionisio tienen que abandonar la suntuosa morada de la

calle San Vicente y retirarse a vivir a Rennes con una pensión que les ofrecen sus hijos y sobrinos.

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El hijo mayor había muerto ocho años antes. A JUAN MARIA le toca velar

por el honor de los suyos. Envuelto en papeles, documentos, facturas y libros de cuentas, salva con

hábil mano lo que puede ser salvado del naufragio económico. Configura los balances, trata con expertos, satisface hasta el limite los

derechos de los acreedores y se gana por su rectitud y modestia el respeto y la admiración de todos.

+ + + +

+ + + Estamos en marzo de 1814. Las tropas aliadas combaten ya en territorio

francés. Napoleón está acorralado y pronto va a abdicar.

JUAN MARIA se ha decidido al fin a aceptar la propuesta de Mons. Caffarelii y el 20 llega a Saint—Brieuc. Va a inaugurar una de las etapas más fecundas de su vida.

Un viaje a España

Antes de pasar a ella y como curiosidad simplemente como pura curiosidad, señalemos que en 1802 el padre de JUAN MARIA. y Luis María, el hijo mayor realizaron un largo viaje de negocios a través de Francia y de España.

Salen de S. Malo a primeros de setiembre. Paradas en Paris, en Orleans y

en Burdeos. Llegan a Bayona el treinta de octubre. Aquí alquilan un carruaje y por San Juan de Luz, Tolosa, Vitoria, Burgos,

Lerma y Buitrago llegan a Madrid el veinte de noviembre, poco satisfechos, por cierto, de las posadas españolas y de las comidas que les sirven.

Tras seis días de descanso en Madrid, alquilan de nuevo una berlina que

por sesenta y cinco doblones les lleva en trece días a Cádiz luego de haber visitado Aranjuez, Córdoba y Sevilla.

En la ciudad hermana de S. Malo, negocios, paseos, una excursión a

Málaga, corridas de toros, procesiones! y almuerzos de trabajo con sus corresponsales. Permanecen varios meses en Cádiz y están de nuevo en San Juan de Luz el catorce de julio.

A Pedro Luis le hubiera gustado que su hijo se casara con una gaditana, hija de uno de sus acaudalados amigos, pero Luis María tenía ya su dulcinea en otra parte.

De una carta que Pedro Luis escribe a su hijo JUAN el 24 de diciembre de

1802! resumimos sus impresiones de viaje

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Se extraña de no haber visto pájaros en Castilla y en la Mancha. Sí

muchos mirlos y alondras a poca distancia de Jerez. Habla de Andalucía: está sorprendido al ver el país mejor situado y más

fértil de Europa casi inculto y con la mayor parte de sus habitantes en la miseria. La razón es que el terreno no está dividido y que hay inmensas propiedades que pertenecen a los señores o a la Iglesia. Sin embargo, dice, en la época -de la cosecha el obrero gana en pocos días como para procurarse pan, aceite, ajo y pimientos para el resto del año.

Le parece que las gentes se entusiasman relativamente poco por el

trabajo: es necesaria una tierra tan rica como ésta para mantener tamaña holgazanería, pero no confundas España con las provincias que he visitado.

Le maravillan los caballos andaluces “que son de una rara belleza “. Habla

de las mulas que tiran de los coches de trabajo y de lujo. En éstos hay dos hombres que los conducen, el Maioral y el Segal ( sic ). No hemos visto en Francia animales que resistan a la fatiga tanto como éstos.

Se crían muchos toros para las corridas que son el alimento del pueblo. Por todas partes hemos encontrado mucha volatería, pero nadie se toma

la molestia de engordarla. No hay país donde los funcionarios sean tan numerosos. Está fascinado por Cádiz, sus calles estrechas y largas pero limpias y bien

pavimentadas, los originales patios de las casas, la bahía cubierta de barcos con pabellones de todas las naciones. “No he visto nada más interesante que esta bahía; me ha parecido más hermosa que el puerto de Burdeos”.

En otra de las cartas habla de las procesiones: muy poco edificantes,

nada que inspire la piedad. Sacerdotes y estudiantes hablaban y reían. Nadie parecía ni afectado ni interesado por la misma procesión.

Las calles estaban llenas de mujeres que reían y se exhibían en sus

vestidos domingueros. No he visto a nadie rezar. En fin, que aquello parecía cualquier cosa

menos una ceremonia religiosa.

+ + +

+

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RESTAURACIÓN

Suele conocerse con este nombre el período comprendido entre la primera abdicación de Napoleón en abril de 1814 y el comienzo de la monarquía de Luis Felipe tras los sucesos revolucionarios de julio de 1830.

Los dos reyes de la Restauración fueron Luis XVIII y Carlos X, ambos hermanos de Luis XVI el monarca decapitado el 21.1.1793 ( su hijo Luis XVII murió en la prisión del Temple en 1795

Durante este tiempo se alternan en el poder los dos partidos llamados

ultras y liberales. Entre los liberales hay mucha gente hostil a la Iglesia, a las

Congregaciones religiosas y, especialmente, a los jesuitas. Aprovechando de la relativa libertad de prensa las obras de la filosofía agnóstica del siglo VIII se difunden masivamente y los periódicos liberales exhiben sin pudor un anticlericalismo aldeano y zafio.

Pero, en conjunto, el Estado presta su concurso moral y material a la

Iglesia que algunas veces apareció demasiado comprometida con el poder. Son años de trabajo intenso de recristianización. El número de vocaciones

sacerdotales que durante el Imperio se mantuvo en una media anual de seiscientos, alcanza en 1829 la marca de 2357. Durante la Restauración se fundan no menos de diez Congregaciones masculinas y diez y siete de mujeres.

Comienza a reorganizarse la enseñanza primaria a cargo de los

Ayuntamientos y particulares, mientras que en la secundaria el estado mantiene el monopolio napoleónico.

Los gobiernos, bastantes Obispos y buena parte del clero siguen

profesando los principios, con matices de interpretación, del galicanismo condensados en los famosos cuatro artículos de la Asamblea del clero de 1682 1.— El Papa no tiene derecho alguno en los asuntos temporales de los Reyes. 2.— El Concilio ecuménico es superior al Papa. 3.— El uso de la autoridad pontificia debe ser regulado por cánones. 4.— Las decisiones dogmáticas del Papa no son irreformables sino cuando han

sido aceptadas por la Iglesia universal.

+ + +

Unas Ordenanzas publicadas por Carlos X que suprimían las Cámaras, la libertad de prensa y que modificaban la ley electoral hacen que el pueblo de París se subleve en julio de 1830.

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Luis Felipe, hijo de Felipe de Orleans ( el primo de Luis XVI que votó en favor de su muerte ) maniobra hábilmente y se hace proclamar Rey, aunque la sublevación popular se había montado contra el trono y el altar La Iglesia paga las cuentas del fracaso del régimen que la había apoyado y 1830 significa un recrudecimiento del anticlericalismo y de la hostilidad religiosa

+ + + + + + + + + + + + +

JUAN MARIA LA MENNAIS pasa más de ocho años de la RESTAURACION en la diócesis de SAINT—BRIEUC.

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EN SAINT. BRIEUC

Finales de 1813. cuando JUAN MARIA está acabando de ordenar los asuntos de la quiebra de su padre, recibe una carta de Mons. Caffarelli, Obispo de Saint— Brieuc.

Caffarelli era de origen corso como Napoleón, aunque había nacido en el

Languédoc, y debía su mitra al Emperador. Al negarse a firmar la CONSTITUCION CIVIL DEL CLERO se exilió en España y conocía nuestra lengua. Estaba en Saint—Erieuc desde 1802, nombrado para esta sede tras el concordato. En los últimos años había tenido dificultades con sus sacerdotes y la diócesis se limitaba a vegetar.

Al enterarse del cierre del Colegio de S.Malo, Caffarelli pide a Vielle que

se encargue de su Seminario. JUAN MARIA conocía ya al Obispo. Durante el año 1813 se escapa varias veces a S. Brieuc para pasar unas horas con su amigo Vielle. En más de una ocasión visitaría también a Mons. Caffarelli que debió quedar muy bien impresionado del joven sacerdote.

Al fallecer su secretario, el Obispo piensa enseguida en JUAN MARIA. Le

escribe suplicándole vivamente que comparta con él la carga del episcopado:

“Viviremos como dos hermanos, le aseguraba, ayudándonos y animándonos mutuamente. Esta esperanza me sostiene y sólo abrigo el deseo de verle llegar cuanto antes aquí”.

JUAN vacila. El cargo que se le proponía significaba abandonar su ciudad

natal, sus amigos y cohermanos en el sacerdocio, tantas almas que le habían escogido como guía y confidente… y partir hacia lo desconocido. Confía al Obispo sus aprensiones y le pide que él mismo decida. No deseaba otra cosa Mons. Caffarelli.

El veinte de marzo de 1814, JUAN MARIA está en la ciudad fundada junto al sepulcro de BRIOC, un monje que con otros ochenta y cuatro compañeros salió de Inglaterra en el siglo y para evangelizar la Armórica.

En el mes de abril siguiente abdica Napoleón. En mayo, Luis XVIII, hermano del decapitado Luis XVI, es repuesto en su trono. Va a comenzar el periodo llamado de la RESTAURACION.

+ + +

Se anuncian para la Iglesia tiempos de esperanza. Féli trabaja en un

modesto piso del barrio latino de París y quiere que JUAN siga asociado a su labor de escritor. Le escribe contándole sus proyectos batalla contra el galicanismo, fundación de un periódico, presentación de la doctrina a la luz de Roma. Ciencia, teología, derecho canónico...

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A través de sus cartas, dice Merlaud, y según los días, la voz de Féli

resuena insistente, untuosa, felina, amenazadora. “Si vinieras seríamos felices.. tenemos compromisos mucho más sagrados que los que te ligan a tu viejo Obispo... necesito de alguien que me conozca y a quien pueda decir absolutamente todo… quizá dependa de ello mi salvación; piénsalo.”

JUAN MARIA piensa y reza, pondera y consulta. A primeros de agosto de

1814 acompaña a su Obispo a Paris y visita a sus antiguos amigos y confidentes de San Sulpicio. Después de oírles decide volver a Saint—Brieuc.

El Obispo achacoso, afectado por la suerte de su familia protegida hasta

entonces por Napoleón y por la indiferencia del clero, deja prácticamente a JUAN MARIA las riendas de la diócesis.

El once de enero de 1815, al llevarle éste el correo encuentra a Mons.

Caffarelli agonizando en un sillón. “He perdido a un amigo, a un hermano y ¡qué hermano!”, escribirá JUAN.

Por la tarde de ese mismo día, los ocho canónigos titulares y el párroco de

la catedral proceden a la elección de los Vicarios Capitulares. Son tres sacerdotes de sesenta, sesenta y cinco y ochenta y dos años de edad y JUAN MARÍA que tiene entonces treinta y cuatro. Le llega la comunicación mientras está rezando junto al féretro del Obispo.

Por orden es el cuarto en la elección. De hecho, debido a sus propias

cualidades que en menos de diez meses ya se habían hecho patentes al Cabildo, a la edad y a los achaques de sus compañeros. él va a ser el alma del trabajo que se desarrollará en la diócesis en los años siguientes.

Un trabajo profundo, múltiple y tenaz en el que se van a remansar y

concretar las ideas que había expuesto en su TORRENTE DE IDEAS VAGAS y en la segunda parte de REFLEXIONES SOBRE EL ESTADO DE LA IGLESIA EN FRANCIA Y SOBRE SU SITUAClÓN ACTUAL.

Féli acude al entierro de Mons. Caffarelli. Es su último intento para asociar

a JUAN a sus trabajos de escritor. Pero JUAN no escribirá ya más libros. Escribirá en el corazón de los

hombres el evangelio de Jesucristo y el TORRENTE DE IDEAS VAGAS se convertirá en torrente de obras al servicio de las almas.

Quiero trabajar por la gloria de Dios hasta la última hora de mi último día.

JML

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En este año de 1815, aparecen una tras otra tres cartas pastorales firmadas por los cuatro Vicarios Capitulares, pero todo el mundo sabe que han sido concebidas y redactadas por JUAN. Con la del trece de enero, rinde homenaje a la figura del Obispo desparecido y a su devoción a la Sede de Pedro. En efecto, aunque Mons. Caffarelli fue amigo de Napoleón no dudó en defender a Pío VIl y en oponerse a las pretensiones del Emperador sobre la cuestión de las investiduras en el Concilio nacional que éste convocó en 1811. En ella puede leerse: “…cuando la Iglesia entera fue atacada en la persona del Soberano Pontífice, cuando el ORGULLO CORONADO quiso estrangular a la Esposa de Cristo entre sus brazos de acero, el Obispo de Saint—Brieuc sólo tuvo un temor, el temor de Dios.” Poco más de dos meses después, Napoleón se evade de la isla de Elba y recupera el trono. Bonapartistas y jacobinos de Saint—Brieuc se vuelven contra el Vicario Capitular. Alguien le amenaza con enviar la pastoral al Emperador. “No me disgustará que la lea, responde JUAN MARIA, pero mis actos no van a desmentir ahora mis palabras. Puede matarme pero no vencerme.” En cambio Féli, más comprometido que su hermano, se embarca a toda prisa para Londres donde vivirá bajo el seudónimo de Patrick Robertson. Durante el período de los cien días se desatan en Saint—Brieuc los sentimientos antirreligiosos. Seis días después de Waterloo JUAN MARIA escribe: “Hemos vivido tres meses con los puñales suspendidos sobre nosotros, insultados y amenazados y se han revivido las escenas de 1793. Estoy espantado de la revolución que se ha operado en los espíritus durante este tiempo”. Las otras dos pastorales están fechadas en julio y en setiembre. Su fin es anunciar un Te Deum en acción de gracias por los nuevos tiempos que se abren para la Iglesia y ordenar preces en reparación de los excesos cometidos durante los cien días. Pero JUAN MARIA las utiliza para galvanizar a la diócesis. Son de una energía tremenda. Como él mismo confiesa al hablar de la primera las escribe “ab irato”. A Bruté le escribe: “Mis palabras son fuertes pero podían haberlo sido más sin llegar a demasiado. Como hoy todos están sordos hay que elevar la voz si se quiere ser oído. Las palabras dulces, las frases bonitas, resbalan sin dejar ninguna huella. Los jacobinos no han quedado tan descontentos de mí como yo mismo lo esperaba. Uno de ellos decía ayer “el Capitulo era bueno, es decir complaciente y débil, pero nos ha llegado un hombrecillo que no se dejará manejar. No es más alto que mis botas, pero hay que ver cómo habla.” El lenguaje de estos señores es de una exquisita cortesía y yo pensaba que sus críticas iban a ser más amargas.”

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Estas dos pastorales causaron gran impresión tanto en la capital como en los pueblos de la diócesis.

+ + +

En los cuatro años y diez meses que JUAN MARIA actúa como VICARIO CAPITULAR además de llevar los asuntos ordinarios de la administración diocesana, desarrolla una portentosa actividad apostólica. Está en todos los frentes, al mismo tiempo en el centro y en la circunferencia como se dijo gráficamente de él. Esta actividad discurre impetuosa y ardiente por las siguientes líneas de fuerza: CON EL CLERO

Desde la Revolución los sacerdotes habían quedado abandonados a sí mismos. ¿Qué quedaba después de la formidable tormenta? Los que habían sido siempre fieles, los de pasado poco glorioso, los que seguían prácticamente aceptando el cisma, los que vivían una vida desconcertada y rutinaria, los ex—religiosos incardinados en la diócesis. En total, un conjunto muy dispar que había que ensamblar y lanzar a la aventura apostólica. Los púlpitos, al decir de Merlaud, estaban mudos y las iglesias semidesiertas

JUAN MARIA se impuso como primera tarea la de reanimar a los

sacerdotes y mostrarles la grandeza de su vocación. En REFLEXIONES SOBRE EL ESTADO DE LA IGLESIA EN FRANCIA

EN EL SIGLO VIII Y SOBRE SU SITUACION ACTUAL, había subrayado la importancia de los Retiros eclesiásticos para mantener la tensión espiritual del clero. En Saint—Brieuc el último había tenido lugar veinticinco años antes.

JUAN MARIA los organiza a partir de 1816 con dos tandas en julio y

setiembre. En el primero, un famoso misionero y los curas más prestigiosos de la diócesis aseguran los sermones y están en los confesionarios. El segundo lo dirige personalmente el VICARIO CAPITULAR.

Para aquellos sacerdotes que desde hacía tanto tiempo no se reunían con sus cohermanos, estos dos Retiros fueron un acontecimiento y un gran don del Señor.

Pero JUAN MARIA no entiende que el trabajo pastoral con sus sacerdotes

se agote con oportunidad de estos encuentros. Les visita a menudo en sus Parroquias y su despacho está siempre abierto para recibirles, sostenerles, animarles y también, cuando las circunstancias se imponen, para exhortarles firme y si es preciso con severidad al cumplimiento de sus obligaciones.

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MISIONES

JUAN MARIA vio siempre en ellas un instrumento muy adecuado para renovar la fe del pueblo cristiano. El mismo tuvo vocación de misionero popular y siempre que pudo aceptó, a todo lo largo de su vida, cuantas invitaciones le hicieron para dirigirlas. En Saint—Brieuc empieza por la capital donde organiza una gran misión con la ayuda de ocho jesuitas de la residencia de Laval. El éxito fue tan grande escribe el P. de Clorivière, que apenas se puede creer. Termina la misi6n con la erección de un calvario en la plaza de San Pedro y JUAN MARIA aprovecha la ocasión para pronunciar ante una inmensa muchedumbre un sermón apasionado y electrizante. Tras la misión de Saint—Brieuc les fue llegando el turno a los pueblos de la diócesis:

Misiones ordenadas, presididas, animadas por el infatigable VICARIO CAPITU — LAR, que removían hasta en sus profundidades esta vieja tierra donde las raíces de la fe son tan tenaces, y hacían reflorecer las vigorosas costumbres de los tiempos antiguos que sólo aguardaban para volver a vivir, como los huesos secos vistos por Ezequiel, el soplo de Dios y la palabra de un profeta. Los viejos todavía refieren los prodigios de aquella voz y repiten sus sermones llenos de savia, cuya misma brevedad hacía resaltar la autoridad de la palabra y cuya impetuosa elocuencia no era otra cosa sino el eco de la fe. Nunca orador alguno estuvo tan seguro de encontrarse siempre con auditorios inmensos. Bastaba que se anunciara su presencia para que el éxito de una misión quedara asegurado.

Mons. de Lezéleuc, citado por Ropartz, 209.

En Saint—Brieuc, en Guingamp, tuvo que predicar en la plaza porque la gente no cabía en la iglesia (cf. Lay. 1, 259

Por donde pasa hay muchedumbres que le escuchan. Su sola presencia electriza las almas. Su elocuencia tiene los acentos de la más viva fe. Al pie de las cruces de piedra su voz estalla nerviosa, vibrante, llamando a los pródigos a la casa paterna, suplicando a los fieles que guarden y transmitan su fe.

MERLAUD. 78. En todas las misiones había un día dedicado a los difuntos. El sermón tenía lugar en el cementerio ante un ataúd lleno de calaveras a las que el predicador se dirigía con preguntas tremendas que él mismo contestaba. Era la moda y el gusto de la época.

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ASOCIACIONES DE SEGLARES JUAN MARIA sabe muy bien que el fervor religioso puede ser flor de un día si no se le ayuda a perseverar. Por ello después de cada misión funda, donde puede, asociaciones o congregaciones de seglares. “En S. Brieuc, una de chicas, otra de hombres y la tercera de jóvenes. Yo dirijo esta última, escribe a Bruté, y no puede hacerse idea del fervor de estos chicos. Son piadosos como ángeles. Cuando estoy entre ellos se me olvidan los disgustos y los sinsabores”. Gracias a esta asociación pudo sanear moralmente el Colegio municipal de S.. Brieuc que gozaba de pésima reputación. A finales de 1816 la diócesis de Saint—Brieuc da el tono en el despertar de la Restauración. Como testimonio de resurrección hay colas en los confesionarios y todos los sábados también, en la misma escalera del obispado donde, en su despacho, el Vicario Capitular está a disposición de los jóvenes. ( Merlaud, 79) PASTORAL VOCACIONAL

Fue otra de las grandes preocupaciones de JUAN MARIA. La Revolución había producido muchos huecos en el clero y la política de Napoleón no había permitido llenarlos.

Los liceos y colegios de la época le inquietan por su indisciplina e

inmoralidad y así se lo dice al ministro en una memoria del 14.8.1815. Alfredo Musset, poco sospechoso de clericalismo los llamaba “focos de libertinaje y de corrupción”. No se podía, pues, contar con ellos para una pastoral vocacional.

Como Escuela eclesiástica o Seminario menor dispone sólo de la de

Dinan. El veinticuatro de enero de 1816 logra reabrir la de Tréguier tras la ley de

expoliación de los bienes de la Iglesia, esta escuela había sido vendida como propiedad nacional. El propietario quiere deshacerse de ella, el Cabildo decide comprarla... Y ya se conoce el resto de la historia. Los jacobinos del pueblo no desean que vuelva a la Iglesia, un hombre llega a S. Brieuc a las cuatro de la madrugada y advierte al VICARIO CAPITULAR que la subasta tendrá lugar seis horas después. Cabalgada de trece ‘eguas en medio de una torínenta de nieve... y la diócesis podrá tener un Centro de los que deseaba JUAN MARIA cuando escribía al Ministro “ los alumnos del santuario necesitan escuelas adaptadas y un medio de sostén que los Colegios municipales no pueden ofrecer

Anima y ayuda al Párroco de Gouarec y se rescata también el Seminario

menor de Plouguernével.

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Según la legislación vigente ninguno de estos tres Seminarios menores

podían admitir a otros alumnos que los que se preparasen para el sacerdocio. Tras tenaces gestiones JUAN MARIA logra del Ministro un régimen de tolerancia para que puedan recibir también alumnos externos.

El Seminario mayor está en las buenas manos de su amigo y antiguo colega de enseñanza en Saint—Malo, Vielle. Pero desde París urgen para que los Profesores envíen la promesa escrita de explicar en las cátedras de teología los cuatro artículos galicanos JUAN MARÍA NO SE ARREDRA

A nosotros, Vicarios capitulares en sede vacante, contesta, nos corresponde ordenar cuanto se refiera a la enseñanza religiosa de la diócesis. Los Profesores de nuestro Seminario interpretarán los artículos galicanos de forma que no se menoscabe a los derechos del Soberano Pontífice ni a los del vigente Concordato de 1801. Disimular, por miedo, lo que se piensa es hoy cosa corriente, pero nosotros no podemos estar de acuerdo con semejante costumbre. No podemos imitar a los mudos que se doblegan ante el poder.

ENSEÑANZA

Al timón de una sede vacante JUAN MARIA es, en el sentido etimológico de la palabra el obispo, esto es el VIGÍA, el que ATALAYA.

Sus correrías de misionero le hacen ver el abandono en que crecen la

niñez y la juventud. Logra reinstalar a las religiosas en sus antiguos conventos de Lamballe,

Dinan y Lanion. Trae a S. Brieuc a los Hermanos de las Escuelas Cristianas, quisiera verlos en los pueblos de su diócesis y como esto no es posible decide fundar él mismo una sociedad destinada a luchar contra la ignorancia y a anunciar a Jesucristo.

Antes de seguirle en esta aventura veamos cómo era JUAN MARIA por aquellos tiempos:

Estaba en pleno Vigor físico y moral. Pequeño de estatura, color atezado, frente amplia, nariz grande, ojos vivos grandes y azules. A pesar de la irregularidad de sus facciones, su aspecto era atractivo. Sencillo y grave, sin rigidez, tenía un carácter benévolo que ahuyentaba el temor sin autorizar la familiaridad. Un extraordinario conocimiento de los hombres y de las cosas, un tacto delicado, una concepción rápida, un sentido común imperturbable, una constancia a toda prueba, lo hacían muy capaz para llevar adelante grandes empresas. Se movía con la misma facilidad entre las ocupaciones más diversas, sin que nada pudiera turbar su calma o alterar su paciencia. A todo esto hay que añadir la amenidad de su conversación, sus finas ocurrencias, su humor siempre risueño.

(Cofr. Lav. I, 181)

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PLANO DE SAINT— BRIEUC

1. La Catedral. 2. Residencia de Mons. Caffarelli. 3. Residencia de JML en la calle de Saint—Gilles. 4. Residencia de JML a partir de 1818. Aquí recibe a los tres primeros

postulantes entre el doce de junio y el cuatro de julio de 1819 y les predica el Retiro en setiembre. El Padre conservó esta casa hasta 1850 en que la cedió a las religiosas del convento contiguo.

5. y 6.-Lugares donde empezaron las Hijas de la Providencia en 1818 y 19.Hoy están en el señalado por FILLES DE LA PROVTDENCE.

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Como compañero de Cabildo tuvo JUAN MARIA a un tal Lesage, antiguo

cisterciense que nos ha dejado unas Memorias en las que juzga muy críticamente a todo el mundo. JUAN MARIA tampoco se libra de sus dardos. Sin embargo tiene que reconocer que

Es de espíritu vivo, penetrante y sagaz, dotado de facilidad

suma para tratar cualquier problema que lo resuelve, cuando no ve otra solución, un poco a lo Bonaparte, es decir marchando hacia adelante con una seguridad y una decisión que desconciertan a sus adversarios.

No sabe lo que es retroceder y, si encuentra un obstáculo

infranqueable, se detiene justo el tiempo preciso para cambiar de camino y termina llegando siempre a su objetivo.

Nadie es más tenaz que él en los proyectos que concibe,

más imaginativo en recursos, más constante e infatigable en utilizarlos.

Con pinceles más populares y contundentes, uno de sus adversarios de

Guingamp dibujaría unos años más tarde el mismo retrato

¡Qué hombre éste!. Parece que lleva el diablo en el cuerpo. Le echamos de la bodega y se nos sube al desván.

+ + +

+

En estos tiempos difíciles, todos los que tengan celo deben combatir los combates del Señor y sacrificarlo todo a su gloria. Morir con las armas en la mano, en el campo de batalla ¿no es un lote suficientemente hermoso ? Hoy no nos está permitido ni buscar ni desear otro. J ML.

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FUNDADOR

La fundación de nuestro Instituto fue obra del Espíritu que nunca abandona a la Iglesia y suscitó a JUAN MARIA LA MENNAIS y a GABRIEL DESHAYES para dar una respuesta apropiada a una situación difícil en un campo concreto.

Pero de ordinario el Espíritu obra a través de unas mediaciones históricas y humanas. En nuestro caso las podemos sintetizar como sigue

En Bretaña por cada quinientas sesenta y siete personas había una escolarizada. JUAN MARIA fue testigo angustiado de esta crítica situación ¿ qué hacer para remediarla?

El 29 de febrero de 1816 aparece un Real decreto que apunta tímidamente a una organización de la enseñanza primaria en Francia : cada Ayuntamiento debe tomar las medidas necesarias para que los niños reciban la instrucción elemental y para que ésta sea gratuita si se trata de indigentes. ¿Habría maestros y maestros decididos anunciar a Jesucristo en la escuela?

El gobierno comienza una operación para implantar en Francia la llamada escuela mutua. A los ojos de JUAN MARIA está escuela era pura y simplemente una escuela neutra, dejando de lado sus técnicas pedagógicas.

En la diócesis vecina de Vannes, un sacerdote llamado GABRIEL DESHAYES tiene en su casa cural a unos cuantos muchachos que se preparan para ser maestros religiosos.

Una palabra sobre cada una de estas circunstancias.

+ + +

Antes de la Revolución la enseñanza primaria estaba prácticamente en su totalidad a cargo de la Iglesia que, gracias a sus bienes y rentas, podía ofrecer-- la gratuitamente.

La Revolución destruye la red pero no la reemplaza con nada.

A Napoleón no le interesa la enseñanza primaria del pueblo. La secundaria para las élites, sí, porque necesita oficiales para su ejército y funcionarios para su administración. Crea los liceos, muchos de ellos con disciplina paramilitar y establece en este campo el monopolio del Estado, monopolio que persistirá hasta la ley Falloux de 1850.

Los Borbones mantienen esta situación y descarga sus responsabilidades sobre los Ayuntamientos en materia de instrucción primaria. No hay presupuesto estatal para ella, aunque sí esporádicas y magras subvenciones. Sin embargo, el decreto que hemos mencionado supone un incentivo para todos los que, como JUAN MARIA, sufren ante la ignorancia del pueblo.

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Por otra parte, los emigrados que vuelven a Francia tras la abdicación de

Napoleón importan de Inglaterra el método que allí estaba de moda, el llamado lancasteriano o mutuo porque los mismos alumnos actúan de monitores con sus compañeros.

Durante el reinado de los cien días el ministro Carnot lo implanta oficial — mente en Francia. Lainé, ministro de Luis XVIII sigue la misma política. Se votan algunos créditos, se estimula el celo de los Prefectos, se prometen puestos en la administración a los alumnos que procedan de las escuelas mutuas y se hace gran propaganda del sistema.

JUAN MARIA no tiene nada contra él pero sí contra su funcionamiento

concreto. Sus objeciones pueden resumirse así El gobierno favorece por todos los medios su alcance las escuelas mutuas

frente a las que no lo son. No existe, pues, verdadera libertad de enseñanza. Aunque se recitan algunas oraciones en clase y se aprende de memoria la

letra del catecismo como pudiera ser una lista de nombres geográficos, la enseñanza es neutra, sin que como decía JUAN MARIA haya nadie que dé esas explicaciones familiares que graban la verdad más en el corazón que en la mente.

La religión, asunto de curas, se decía entre los maestros y en ciertos manuales de orientación didáctica se podía leer: “debe guardarse el silencio más respetuoso en el dominio de la fe”.

La escuela mutua o lancasteriana tuvo muchos adversarios entre el clero.

Uno de los más irreductibles fue JUAN MARIA LA MENNAIS. El no concebía una escuela que no anunciara a Cristo y la aparición de la lancasteriana fue como el fulminante que le disparó una idea que ya le venía rondando por la mente: ¿cómo remediar la pavorosa situación de la enseñanza primaria en Bretaña y cómo transmitir la fe al mismo tiempo que se promocionaba culturalmente al pueblo?

+ + +

Al llegar a este punto tenemos que evocar la figura de GABRIEL

DESHAYES que ya albergaba en su casa cural de AURAY un grupo de muchachos con los que pensaba ir resolviendo este problema.

Alto de estatura, de aspecto poderoso, de fisionomía plácida

en la que se mezclaban la decisión y la bonachería; con sus cincuenta años cumplidos no poseía ni la cultura ni la agudeza de espíritu de JUAN MARIA LA MENNAIS.

Era un hombre de la tierra marcado menos por la magia embrujadora de los libros que por el compacto sabor de la gleba incrustada en los surcos de sus manos y de su alma.

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AURAY

2.— Casa Cural donde GABRIEL DESHAYES recibió en 1816 a sus primeros postulantes y que sirvió de Noviciado hasta 1822, año en que se trasladó a Josselin. Esta Casa Cural fue derruida en 1850 y reemplazada por otra.

4.— En este lugar nuestro primeros Hermanos hicieron en 1820 y en 1821 el Retiro. La casa se llamaba del PADRE ETERNO porque desde 1807 estaba regida por las Hermanas de la Caridad de San Luis, popularmente llamadas del Padre Eterno nombre del convento de Vannes en que fueron fundadas.

6.— Aquí se trasladó en 1962 la antigua escuela Saint—Gildas que los HIC teníamos en Auray. Desde 1968 está dirigida por religiosas.

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Conocimiento del mundo, audacia, modos realistas de abordar los

problemas y la vida. Todo su ser se expresaba menos por grandes frescos verbales que por la acción directa hecha de esa ponderación y de esa docilidad silenciosa que caracterizan al genio aldeano. ( cfr. Merlaud, 104

En el Seminario de S. Méen había sido un alumno virtuoso, ponderado y

perspicaz pero nunca un astro. En 1792 huye a Jersey donde recibe el sacerdocio. Vuelve a Francia y vive durante el Terror todas las aventuras de un proscrito clandestino. Disfrazado de mayordomo, de molinero, de capitán, despista a las patrullas, pasa a través de las redes mejor tendidas, salta por las ventanas y permanece una temporada en una cueva de cuatro metros cuadrados de la que sale sólo de noche para llevar los auxilios espirituales a los moribundos. Coadjutor, Párroco de Auray, Vicario General de Vannes, predicado’, renovador, fundador… su destino recuerda enormemente el de JUAN MARIA LA MENNAIS. (cfr. Lay. I, 325)

Con este hombre trece años mayor que él, JUAN MARIA va a anudar una

amistad leal, fraterna, y confiada y con él se va a embarcar en la aventura de fundar la Congregación de los Hermanos de la Instrucción Cristiana.

En 1816 dirigía ya en su casa cural a cinco muchachos que se preparaban

para ser maestros sin que el mismo GABRIEL DESHAYES supiera para qué más.

Cuatro abandonan. Queda Mathurin Provost. “Mathurin, le dice el Padre, eres libre para dejarme, pero si continúas aquí nada se habrá perdido; seguiremos con nuestra obra”. “Adelante, Padre”, le contesta el muchacho. SERÁ EL PRIMER HERMANO DE LA INSTRUCCIÓN CRISTIANA y morirá treinta y nueve años más tarde en la Congregación.

En 1817 ya hay siete postulantes en Auray donde Mathurin Provost había quedado solo durante seis meses.

En este año JUAN MARIA LA MENNAIS y GABRIEL DESHAYES se

encuentran por lo menos tres veces. La primera en S. Malo donde ambos predican una misión. La segunda en S. Brieuc. El ministro del Interior anuncia que va a enviar un maestro lancasteriano a esta capital. Inmediatamente JUAN MARIA decide llamar a los Hermanos de La Salle que desde principios de siglo venían reorganizándose en Francia. Logra que el Ayuntamiento vote los créditos necesarios para la futura escuela.

El diez de mayo escribe al Superior General H. Gerbaud pidiéndole tres

Hermanos. Al pie de la carta puede verse una calurosa recomendación firmada por GABRIEL DESHAYES que ya había estado en relaciones con los HEC, que los llevó a Auray y que había pensado formar con sus postulantes una tercera orden lasaliana, que no fue aceptada por el Capítulo. El H. Gerbaud contesta: “Le puedo mandar tres Hermanos como me pide, pero con la condición de que Vd., a su vez, me envíe tres postulantes y pague sus gastos de formación”.

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JUAN MARIA no encuentra estos tres postulantes en Saint—Brieuc y se

traslada a Auray donde GABRIEL DESHAYES se los consigue.

+ + +

Estamos en 1818. El ministro Lainé amonesta al Prefecto de S. Brieuc por

las dificultades que encuentra la escuela lancasteriana. El Prefecto traslada las quejas al Ayuntamiento que al fin acepta la fundación de una escuela mutua pero sin desdecirse del apoyo que había prometido a la de los Hermanos lasalianos.

El doce de noviembre llega el maestro lancasteriano señor Rémond. Dos

días más tarde los tres Hermanos de las Escuelas Cristianas y, en los cuatro meses siguientes, dos más.

Se desencadena una pintoresca ‘guerra escolar’: ahora hay un nuevo

Prefecto izquierdista que apoya a fondo a la escuela de Rémond. Desfiles de alumnos por las calles, distribución de premios en la escuela mutua con discursos agresivos que se imprimen y distribuyen. JUAN MARIA contraataca con un folleto de veintidós páginas, polemiza con el Courrier de París mediante un artículo que publica en L’ami de la religion, pronuncia un impresionante sermón y, como ya los alumnos no cabían en la escuela de Lasalle, abre dos clases más en su misma casa de la calle Notre Dame.

Pide también el auxilio de Féli que estaba por entonces en París famoso

ya en todo el mundo católico por su Ensayo sobre la indiferencia religiosa. Féli escribe un artículo titulado la educación del pueblo “. En él dice

“ Con las únicas luces de la enseñanza mutua confinada en la escritura, la lectura, la aritmética, no se sacará al pueblo de la ignorancia salvaje en que está sumido, sino con una educación que abarque al hombre entero y que sólo la Iglesia puede dar.”

Con la caída de Lainé en 1821 y el acceso al ministerio de un adversario

de la escuela mutua, ésta se bate en retirada en S. Brieuc y el Ayuntamiento la suprime al año siguiente.

Pero retomemos el. hilo de los hechos: El nuevo Prefecto no sólo apoya la escuela mutua. Quiere también crear

en S. Brieuc una especie de Escuela Normal que prepare sus maestros. Con este fin envía el veinte de marzo de 1819 una circular a los alcaldes para que le envíen candidatos.

JUAN MARIA ve el peligro y reacciona instantáneamente. TODOS LOS PENSAMIENTOS QUE LE HAN IDO RONDANDO, TODOS LOS PROYECTOS QUE HA IDO ACARICIANDO PARA FORMAR UNA CONGREGACION DE ENSEÑANZA, CRISTALIZAN CON ESTA CIRCULAR DEL PREFECTO.

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Al día siguiente, escribe a su amigo el Párroco de la Roche—Derrien pidiéndole postulantes. No conservamos esta carta pero sí la respuesta, a vuelta de correo, del Párroco. Le asegura que trabajará para encontrarlos. Mientras tanto JUAN MARIA se desplaza a Auray. Necesita tres maestros para Dinan donde .ha logrado que el Ayuntamiento no acepte la escuela mutua. GABRIEL DESHAYES se los concede y vuelve con él a S. Brieuc. Los dos sacerdotes pasan juntos ocho días, rezando, reflexionando, discutiendo proyectos de futuro. Finalmente firman el tratado que puede considerarse como ACTA DE NACIMIENTO de la Congregación de Hermanos de la Instrucción Cristiana. Es la fiesta de la Santísima Trinidad

6 de JUNIO de 1819

No poseemos el original del acuerdo que correspondió a JML. El de GD

se conserva en los archivos de los PP. Monfortianos de Roma y Laveille lo transcribe en 1, 334.

Los dos Fundadores deciden formar en S. Brieuc y en Auray,

respectivamente, sendos noviciados en los que los aspirantes seguirán, en lo posible, la Regla de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Lo antes posible se establecerá una casa central para las dos diócesis (esta casa fue primero JOSSELIN y más tarde PLOERMEL). Cada Fundador dirigirá a los Hermanos colocados en su diócesis y a los que trabajen en cualquier otra. A la muerte de uno de los firmantes, todas las obras pasarán automáticamente bajo la dirección del otro...

Muchos años después, JUAN MARIA hablará de este acuerdo al

publicista Kergoley en los siguientes términos:

“El documento que firmamos entonces puede considerarse como el mayor monumento al desatino que dos hombres pueden construir. Se convino en que cada uno de los dos tendría la misma jurisdicción sobre cada una de nuestras Casas. Que cada uno proporcionaría Hermanos a las escuelas ya fundadas o que se fundasen en el futuro. Que el que sobreviviera al otro entraría en posesión de todo. Esta misma Carta obligaba a los Hermanos a una obediencia absoluta a cada uno de los Superiores sin prever el caso de que diéramos órdenes contradictorias. Este gobierno a dos, era la concepción más extravagante y la menos práctica. Pero como los dos nos entendíamos maravillosamente y nos queríamos, todo resultó bien. “

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Cuando JUAN MARIA firma el documento todavía no han llegado a S.

Brieuc los postulantes prometidos por el Párroco de la Roche—Derrien. ¿Cuándo lo hicieron? No es posible determinar la fecha exacta pero sí que hay que situarla

entre el 12 de JUNIO y el 4 de JULIO de 1819

Son tres. JUAN MARIA les aloja en su casa de la calle San Gil. Uno muere otro se desalienta, al tercero IVES LE FICHANT el Fundador le pregunta como el Señor a los apóstoles ¿tú también quieres irte? Y el muchacho, como lo había hecho en Auray Mathurin Provost contesta: “sigamos adelante, Padre”.

Será el primer menesiano salido del Noviciado de S. Brieuc, el paciente

testigo de las horas providenciales, el grano de mostaza del árbol frondoso que Dios preparaba en sus designios.” (Merlaud)

+ + +

Al año siguiente ya se abren nueve escuelas entre ellas las de Guingamp y Lamballe. Se vive en ellas una vida acampada en las mismas puertas del heroísmo; mal preparados los maestros, tímidos, sin una tradición que defender, en la mayor pobreza de instalaciones y de equipos.

Aquellos hombres necesitan una mística, una fe a toda prueba, la fuerza

de abnegación, de desinterés y de amor que les haga comprender que todo ese mundo de niños que tienen en sus manos no es otra cosa que la fortuna de Dios que se les confía. (Merlaud)

Este va a ser el objetivo del PRIMER RETIRO DE AURAY en setiembre

de 1820. Por estas fechas GABRIEL DESHAYES ya se ha dejado ganar por la idea de JUAN MARIA de convertir la naciente sociedad de maestros en una Congregación religiosa.

Los Ejercicios se abren el día nueve con una vibrante alocución de JUAN

MARIA y se terminan el quince con un sermón de GABRIEL DESHAYES. Asisten todos los que ya dan clase y los que se preparan en S. Brieuc y en Auray; de cuarenta a cuarenta y cinco.

Reciben un nombre, HERMANOS DE LA INSTRUCCION CRISTIANA,

una divisa quinta—esencia de lo que va a dar todo su sentido a sus vidas, DIOS SOLO, un hábito y una Regla que se copia a mano pues la primera edición impresa aparece sólo tres años más tarde. Es un pequeño folleto de veinticuatro páginas, esencialmente la misma que hemos tenido hasta 1970. Si hay detalles que se han adaptado, nuestra Regla de Vida actual recoge con otras palabras otros muchos de permanente actualidad.

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AURAY Gabriel Deshayes recibe en 1816 en su casa cural a los

primeros postulantes. En esta población sus Hermanos junto con los de JML se reúnen para hacer el Retiro en 1820 y en 1821. Forman ya una única Congregación a partir de junio de 1819.

S. BRIEUC JOSSELIN

JML recibe los primeros postulantes en 1819. Vienen de La Roche Derrien. Los dos Noviciados de Auray y S. Brieuc se traslada aquí en l822. En Josselin se hacen los Retiros de 1822, 23 y 24

PLOERMEL El 3 de noviembre de 1824 se abre el Noviciado en Ploërmel.

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Durante el primer Retiro de Auray los Hermanos hacen el voto de

obediencia por un año. Como dice Merlaud, 108: “por el corazón de cada uno de ellos pasaba el soplo y el calor de Pentecostés. Todos se sentían como recién nacidos, testigos de una misma aventura, unidos desde dentro en un destino grandioso. Había nacido una Congregación. Ante tal espectáculo, la ambición de JUAN MARIA tomaba nuevas alas. Veía ya a esos monjes campesinos construir el porvenir y cubrir la Bretaña con una inmensa red de oro bajo la cual la juventud se enamoraría de Cristo y una élite cada día más numerosa se declararía dispuesta al don total.” DESPEDIDA DEL PADRE DESHAYES

En mayo de 1821 los Hermanos se reúnen en número de cincuenta y cinco para el segundo Retiro de Auray. Se ha adelantado la fecha porque acaba de ocurrir un acontecimiento familiar importante. A fines del año anterior el Superior General de los Padres Montfortianos, Congregación reducida por entonces a sólo siete miembros, y de las Hermanas de la Sabiduría, había pedido a GD que aceptara ser su Asistente. Este lo comunica a su Obispo: “Si miro los intereses de la diócesis tengo que decirle que se quede, si miro los intereses de la Iglesia no tengo más remedio que autorizarle a partir...”

A los pocos días muere el Superior General y GABRIEL DESHAYES es

elegido el 17.1.1821 para reemplazarle. Tras el Retiro de Auray se traslada a Saint— Laurent—sur—Sèvres a ocupar su nuevo puesto llevando consigo a nueve de sus no -- vicios.

+ + +

En adelante, JUAN MARIA LA MENNAIS va a llevar solo todo el peso de la organización y de la animación del nuevo Instituto, pero el Acta de 1819 sigue en vigor. El Padre DESHAYES tendrá rango y poder de Superior General de la Congregación y hasta su muerte, ocurrida veinte años más tarde, acudirá muchas veces al Retiro de los Hermanos. En su testamento dejará ordenado que el pulgar de su mano derecha se coloque en la misma tumba en que sea enterrado su fiel amigo JUAN MARIA.

+ + +

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“Para realizar una misión tan hermosa se necesitan hombres despojados de todo, dispuestos a todo, y que sólo vivan de la fe”. JML.

Mientras tanto la fundación se va desarrollando y estructurando. Tenemos veintisiete escuelas, y cuarenta novicios, escribe JM en 1821 al Presidente del Consejo Real de Instrucción Pública.

Se crean noviciados secundarios en Quintin, Tréguier y Dinan para probar

las vocaciones. A los novicios que salen de S.Bríeuc o de Auray se les coloca durante cierto tiempo con otro Hermano para que vaya adiestrándose en la enseñanza.

JUAN MARIA entiende que ha llegado el momento de solicitar del

Gobierno el reconocimiento de su naciente Congregación. Este llega rápidamente porque las autoridades de todos los niveles se dan cuenta enseguida de que se trata de una obra admirable.

El uno de mayo de 1822 Luis XVIII “aprueba y reconoce para los cinco

departamentos de Bretaña la Sociedad formada bajo los auspicios de los señores LA MENNAIS y DESHAYES.” PRIMER RETIRO EN JOSSELIN

Tiene lugar a fines de agosto de este año de 1822. Los dos Fundadores se han repartido los gastos para comprar dos pequeños inmuebles que van a servir de noviciado común. Durante el Retiro JUAN MARIA puede declarar a los Hermanos: “desde hace quince meses ha habido grandes cambios y se han hecho grandes cosas. Esto nos hace creer que Dios espera mucho de nosotros”.

Había terminado el período de tanteos. Como un bajel afortunado con su bandera oficial al aire de nuevos vientos el Instituto iba a poder enfilar otras rutas. (Merlaud,110)

Poco más de dos meses después de este Retiro, JUAN MARIA es

nombrado VICARIO GENERAL DEL GRAN CAPELLÁN DE FRANCIA y tiene que trasladarse a París. Pero no abandona su Congregación. Los Hermanos deberán escribirle periódicamente y él mismo les visitará varias veces en Bretaña y renunciará al episcopado para poderse consagrar enteramente a ellos.

Durante el segundo Retiro en Josselin, en 1823, cada Hermano recibe un

ejemplar de la Regla que JUAN MARIA he hecho imprimir en París. Es la de 1820 con algunas pequeñas modificaciones, fruto, como explica el Fundador al presentarla, de la experiencia de estos años.

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Los Hermanos hacen ya voto de Obediencia por tres años y añaden a su

hábito un crucifijo de bronce. El veintinueve de agosto de 1824 comienza el tercer y último Retiro en

Josselin. Durante él se anuncia el traslado del Noviciado a Ploërmel donde GD gracias a un don que ha recibido adquiere el antiguo monasterio de Ursulinas.

“Podéis ver que este Retiro es más numeroso que el

precedente. La casa de Ploërmel donde vamos a establecer nuestro Noviciado principal es infinitamente más vasta y más cómoda que ésta de Josselin. Los alientos y los recursos que nos llegan de fuera están aumentando. Vamos a fundar once nuevas escuelas y un Noviciado en Fougres. Pero lo que por encima de todo me consuela es ver vuestra fortaleza en la práctica y en el amor de vuestra Regla”. (De un sermón de JM

Se insiste en las reglas de desasimiento y pobreza: abstención del postre

en las comidas, cortas vacaciones en familia, renuncia a todo acto personal de propiedad...

Las lecciones del Fundador son rudas y aceradas: preferiría tener tres Hermanos humildes a trescientos sin el espíritu de su estado. No se debe entrar en religión para gozar de la independencia o para servir a los ídolos mundanos. Si alguno no está decidido a vivir en obediencia y humildad más vale que se retire. PLOËRMEL

El tres de noviembre de 1824, mientras JUAN MARIA consume sus últimos días en la Gran Capellanía, unos diez novicios y tres o cuatro profesos se instalan como pueden en los locales del viejo convento de Ploërmel. De vuelta de París JUAN MARIA fijará aquí definitivamente su residencia y en estos locales que poco a poco se van acomodando tendrán lugar ya los Retiros.

“Retiros a los que se iba como a una fiesta, con el modesto hatillo a la

espalda, desgranando rosarios, entonando canciones religiosas, deteniéndose en las cruces de piedra de los caminos.

Qué gracia la de caminar juntos, la de reencontrarse en familia tras un año

de separación, la de recibir el Espíritu en el mismo y común fervor... Qué hermosa obra, si no fuera sacerdote me haría Hermano, exclamaba un día Féli después de haber participado en uno de estos Retiros. Y desde sus abismos de decepción y amargura le dirá más tarde a JUAN: los Hermanos, los Hermanos, esa debe ser tu obra”. (Merlaud)

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“No se trata sólo de aumentar el número de Hermanos proporcionalmente a las necesidades de las Parroquias que los reclaman. Es mucho más importante disponer sólo de Hermanos dignos de ese nombre que por fidelidad a su santa Regla edifiquen a todos aquellos con quienes se relacionan. Hermanos que vivan en el mundo como no viviendo en él. Hermanos cuyas palabras sean lecciones de piedad cuyo comportamiento sea ejemplo para todos”. JML.

Gloriosa miseria

¿En qué régimen económico y material se desenvolvían las escuelas fundadas por JUAN MARIA LA MENNAIS?

En su carisma de Fundador el Espíritu Santo no le incluyó una máquina

de hacer billetes. Muy a su pesar, y por desagradable que fuese la tarea, tuvo que buscarlos en alguna parte para mantener sus obras.

En cada pueblo las escuelas se creaban por iniciativa del Ayuntamiento o

del Párroco, o de ambos a la vez, o de alguna persona privada. En cualquier caso habían de facilitar el local y el mobiliario escolar. Por supuesto, los escrúpulos de higiene o de pedagogía eran desconocidos o ignorados. La clase podía ser un sótano, un antiguo establo, un hangar o una casa abandonada...

A veces, es cierto, se construía de planta el edificio escolar. En tales

casos la gente ofrecía la madera, la piedra y hasta la mano de obra. En algún lugar los hombres decidieron unánimemente aplacar generosamente su sed en la taberna que se había comprometido a dedicar sus beneficios para construir la escuela.

“He podido comprobar yo mismo, la abnegación que se necesita para dar

clase en ciertos pueblos” escribe a JML el señor Rendu, Consejero de la Universidad tras una visita de inspección en 1838.

Quien fundaba una escuela tenía que pagar también: de entrada,

cuatrocientos francos para compensar los gastos del Noviciado y, cada año, aproximadamente, otros cuatrocientos francos por cada Hermano, con los que éste pagaba la pensión en la Casa cural. Finalmente se podían fijar tarifas escolares, de acuerdo con la ley.

En una memoria que en 1839 JM dirige al mencionado señor Rendu

puede leerse que algunos alumnos pagaban 1,25 francos mensuales otros 0,75 y otros nada. También dice que, por entonces, un seglar soltero no podía vivir con menos de 750 francos al año.

Estas cifras no son absolutas. Variaron con el tiempo y según las posibilidades de los pueblos.

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DIPLOMAS

Hasta 1831 bastaba el título de Obediencia del Superior para poder enseñar. A partir de este año. ya en la monarquía constitucional de Luis Felipe, se suprime, en principio, este privilegio, pero se siguen concediendo las llamadas autorizaciones provisionales.

En 1838 cesan éstas. Durante este tiempo muchos Hermanos van obteniendo los diplomas legales, pero todos no pudieron hacerlo lo que causó más de un quebradero de cabeza al Fundador, tanto más cuanto que a partir de 1837 envía a las misiones Hermanos diplomados que no siempre pudo sustituir.

“En virtud de la santa Obediencia, nuestro Hermano André irá a Dinan como titular de la clase primera en la’ escuela de Hermanos de la Instrucción Cristiana.

Dado en Josselin con nuestra rúbrica y el sello de la Congregación, el 15 de agosto de 1823.

Sacerdote J.M. de la Mennais Sup. Gral. de la Congregación de la Instrucción Cristiana.”

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REGLA 1820

“Nunca os excuséis de haber faltado a la Regla porque también otros lo hacen. Hay que mirar siempre a los que van por delante nunca a los que quedan atrás. Los primeros son los modelos que debéis seguir a los últimos hay que compadecerlos y excusarlos pero no imitarlos”. JML.

DE LA PRIMERA REGLA DE VIDA DE LOS HERMANOS DE LA

INSTRUCCION CRISTIANA, promulgada en Auray durante el Retiro de 1820. Editada en París en 1823:

El espíritu de la Congregación es de paz y de caridad. Los Hermanos vivirán juntos en la unión más perfecta amándose y ayudándose recíprocamente.

Evitarán cuidadosamente todo motivo de querella, así como el alejamiento mutuo o el mal humor. Huirán de cualquier palabra dura, agria o de reproche de toda señal de desprecio o de impaciencia. Se hablarán con una dulzura inalterable, con gran modestia y sin tutearse. Si se interpusiera entre ellos la más ligera disensi6n no dejarán de reconciliarse antes de la oraci6n de la noche.

En lugar de arreglárselas para descargar el trabajo sobre los demás, se ayudarán mutuamente y abrazarán con diligencia lo más penoso de sus funciones.

En sus relaciones con los padres de los alumnos serán reservados y discretos y no dirán a nadie más de lo que sea necesario decir.

Los Hermanos recordarán siempre que Dios les ha confiado los alumnos para que les enseñen a amarles y a servirles. En consecuencia, su primera preocupación será formarlos en la virtud. Para ello tratarán de inspirarles confianza respeto y amistad, sin familiarizarse con ellos.

Se mostrarán al mismo tiempo amables y firmes no tolerando el desorden pero sin castigar nunca por capricho o mal humor. No tendrán preferencia por ninguno en particular y serán modelo de todos por su regularidad, piedad y modestia.

Al ejercer sus funciones cuidarán de ponerse de vez en cuando en la presencia de Dios, de levantar hacia El sus corazones y de santificar sus trabajos, ofreciéndoselos.

Vivirán en sobriedad y en perfecta vigilancia renunciando a todo lo que pueda perjudicar a la inocencia de las costumbres.

Desprenderán enteramente su corazón de todo afecto a los bienes temporales. No harán ningún acto de propiedad sin permiso del Superior de la Congregación.

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Durante el Retiro presentarán al Superior la cuenta detallada de sus

gastos y le devolverán el dinero que les haya sobrado. Cuando un Hermano tenga que hacer alguna representación al Superior,

lo hará con espíritu de humildad, caridad y docilidad, sometiéndose totalmente y sin murmurar a la decisión que se tome, decisión que considerará como una orden del mismo Dios.

Cuando reciban alguna orden, aviso o reprensión no manifestarán

descontento. Estarán siempre dispuestos a hacer lo que se les mande sin permitirse juzgar los motivos por los que obran los Superiores, no olvidando nunca que la verdadera obediencia no es sólo de actos sino de corazón y de espíritu.

A menos de enfermedad no se dispensarán de ningún punto de la Regla

ni de las oraciones propias de la Congregación. Estas oraciones son: por la mañana media hora de oración y meditación,

un cuarto de hora de lectura espiritual y examen particular. Por la tarde, Rosario, Visita de un cuarto de hora al Santísimo Sacramento, lectura espiritual de un cuarto de hora, oración de la noche, preparación de la meditación.

+ + +

La Regla de 1820 termina con un breve ceremonial para la toma de hábito

y de la profesión. En 1825 hubo otra edición que recoge la carta de San Ignacio de Loyola sobre la obediencia, algunas oraciones de Regla, cuatro páginas de citas de la Imitación y de San Bernardo y reflexiones sobre la oración mental, la dirección espiritual, la vocación, el Retiro anual, la fidelidad a la Regla, los Hermanos que viven con el Párroco, la Eucaristía, las comidas, los recreos y el silencio.

+ + +

“Necesitamos Hermanos llenos de espíritu de sacrificio que sólo tengan un pensamiento y un deseo el deseo de ganar el cielo dándose a Dios sin reservas y sin retorno inmolándose cada día por su gloria. Que se les coloque aquí o allá poco les importa. Que el mundo les aplauda o les critique poco les importa DIOS SOLO es su divisa”.

JML.

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LAS HIJAS DE LA PROVIDENCIA

Desde su puesto de VICARIO CAPITULAR nuestro Fundador favoreció cuanto pudo el apostolado de las religiosas y, además, fundó una nueva Congregación destinada a la enseñanza.

En síntesis la nueva aventura se desarrolló así MARIA ANA CARTEL y FANNY CHAPLAIN, que al terminar la misión de

1816 se habían agregado a la asociación de chicas fundada por JUAN MARIA sienten la misma preocupación que éste: “hay que hacer algo por las niñas pobres de S. Brieuc”.

Para empezar, proyectan ocuparse de las huérfanas. El Vicario Capitular

les proporciona parte del dinero necesario para ocupar una modesta vivienda en la calle Grenouillre. A las señoritas Cartel y Chaplain se unen María Conan y Julia Bagot. Estamos a primeros de octubre de 1817.

Poco después, y además de ocuparse de las huérfanas, establecen

cursos de catecismo para niños y niñas. La experiencia dura un año y no resulta satisfactoria: la asistencia es muy irregular. Con el apoyo de JUAN MARIA añaden entonces a la enseñanza religiosa unos cursos de alfabetización. Gracias a ellos el número de alumnos aumenta y el absentismo se reduce. Como una docena de chicas de la Congregación aludan a las cuatro Fundadoras.

Pronto se produce una escisión en el grupo. Julia Bagot piensa que hay

que dedicarse sólo a las huérfanas, María Cartel no quiere separarse de las otras. Para dirimir el pleito recurren a JUAN MARIA quien contesta: tenemos que llevar adelante las dos obras.

Se produce, pues, la separación amistosa. Julia Bagot instala a sus

huérfanas en los locales del antiguo obispado mientras que María Ana Cartel sigue en la calle Grenouillére.

Aconsejadas por el Vicario Capitular, las señoritas Cartel, Conan y

Chaplain se consagran la noche de Navidad de 1818 con votos privados en la Capilla de Nuestra Señora del Refugio. Tras ocho meses de prueba JUAN MARIA LA MENNAIS recibe los votos públicos de las tres Fundadoras a las que se ha añadido Esther Beauchemin. Ha nacido una nueva Congregación que se llamará de HIJAS DE LA PROVIDENCIA.

Mientras tanto ha ido aumentando el número de alumnas y sucesivamente

ha habido que ir buscando nuevos locales, alquilados, amueblados y arreglados por JM que cuenta con la generosidad de un bienhechor, el señor Sébert.

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Se impone una solución definitiva. El 19 de junio de 1820, JML adquiere

parte del convento de Ursulinas. Más tarde nuevas adquisiciones completan la obra que, con la capilla construida en 1853, configuran lo que actualmente se llama en Saint—Brieuc LA PROVIDENCIA.

El 25 de marzo de 1821 las HIJAS DE LA PROVIDENCIA reciben de

manos de JUAN MARIA sus Constituciones y al año siguiente el hábito que han elegido.

En 1838 el Instituto obtiene el reconocimiento legal del gobierno. A pesar de sus múltiples ocupaciones JUAN MARIA se interesará durante

toda su vida por las HIJAS DE LA PROVIDENCIA. Les ayudará, no sólo económicamente sino con sus consejos, con sus directivas y con su gran autoridad moral.

+ + +

“Necesitamos espíritus maduros, almas fuertes que se mantengan a pesar de los disgustos, los obstáculos y de su propia debilidad... Necesitamos gentes sensatas que no obren por capricho sino de acuerdo con criterios de fe. Que no comiencen a construir y abandonen luego el trabajo.“

JML.

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MONSEÑOR DE LA ROMAGÈRE

Volvemos ahora a tomar el hilo de la historia del paso de JUAN MARIA por la diócesis de S. Brieuc.

El quince de noviembre de 1819, tomaba posesión de su sede el nuevo

Obispo Mons. de La Romagère. JUAN MARIA dejaba, por tanto, de ser Vicario Capitular.

Mons. de La Romagère tenía a la sazón sesenta y tres años, es decir

veinticuatro años más que JUAN MARIA. Durante la Revolución había llevado la vida heroica y accidentada de los sacerdotes refractarios. En la época del Terror fue encerrado en las siniestras gabarras de Rochefort y llevaba hasta en sus carnes las cicatrices de los sufrimientos de aquellos días.

Todos admitían de buena gana que era un hombre piadoso y sacrificado

pero sin las cualidades indispensables para gobernar una diócesis. Laveille le describe como hombre de escasa cultura, desprovisto de juicio y de una imperdonable vanidad. Mientras esperaba sus Bulas, de Roma, y al pasar por Paría hizo una visita a Féli que escribe a su hermano:

“Temo el momento en que entre en la diócesis, No es que le

falten, a su manera, la piedad y el celo, pero qué pobre hombre. Frayssinous (Director General de Universidades), que no es sospechoso, le tiene por un original sin curación. Ah y el Obispo me ha dicho de ti cosas muy halagadoras”.

A los dos días de tomar posesión de su sede, Mons. de La Romagère

nombra a JM Vicario General de la diócesis. Pronto se deterioran las relaciones entre los dos hombres. El nuevo

Obispo es rudo y tan expeditivo como torpe en la administración diocesana. Decide sin consultar. En las sesiones del Consejo episcopal se muestra distraído, lento en, concebir, olvidadizo, consagrando a minucias discusiones interminables. Quiere que el pueblo sepa que las cosas se hacen gracias a él. Sus sermones son incontinentes y plumbíferos y tiene detalles como el de interrumpir un día su oración fúnebre sobre el duque de Berry para recordar a su auditorio que santificar las fiestas es incompatible con la pesca de ostras. ( cfr. Laveille)

Acostumbrado a su antiguo Vicario Capitular, joven, culto, eficaz y

dinámico, el pueblo pierde pronto el respeto a su prelado. y las autoridades de Saint—Brieuc solicitan de París que abandone la diócesis.

“Jamás se ha visto un lío semejante escribe”. JUAN MARIA.

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JUAN MARIA LA MENNAIS aguanta la marejada, pero va comprendiendo

que su presencia junto al Prelado no tiene ya sentido. Un último incidente acaba por decidirle a presentar su dimisión. A instancias del canónigo Lesage el Obispo decide que tanto los dos Vicarios Generales como el Rector del Seminario deben asistir al coro durante las distintas Horas del Oficio. JUAN MARIA entiende que esta obligación que se le impone es incompatible con los deberes de su cargo a los que se añaden los de la dirección de las dos Congregaciones que acaba de fundar y que le exigen frecuentes desplazamientos

Sabedor del prestigio de JUAN MARIA en la diócesis el Obispo se niega a aceptar su dimisión. Es el veinte de agosto de 1820. JUAN MARIA consiente entonces en suspenderla durante un cierto tiempo para dar facilidades a su Superior, pero como las cosas no mejoran cuatro meses más tarde escribe una carta a Mons. de la Romagère en la que respetuosa y claramente le expone la situación de la diócesis. El Obispo aprecia levemente este escrito y nombra a otro Vicario General. JUAN MARIA recibe la noticia de su destitución el 3.1.1821.

Para evitar posibles reproches Mons. de La Romagère comunica lo ocurrido a la Gran Capellanía y poco después recibe de Mons. de Talleyrand—Périgord la carta siguiente:

“Es muy de lamentar que las diferencias que se han producido entre Vd. y el señor de La Mennais hayan llegado al punto de provocar una separación. De todas partes me han llegado noticias de que este eclesiástico se ha atraído la estima y la consideración de toda la diócesis de S. Brieuc y si hicieran falta otras pruebas bastarían las de tantos establecimientos de beneficencia que él ha creado y que subsisten sólo por la caridad de los fieles. Tales establecimientos desaparecerán con la partida del señor La Mennais y temo mucho que la opinión pública os haga responsable por ello.

Hubiera sido muy deseable que hubiera Vd. logrado asociar a sus trabajos a ese cooperador y mi deber es ahora exhortarle a que procure retenerle junto a Vd. Los hombres de esa categoría son demasiado raros en los tiempos en que vivimos para que su pérdida no sea irreparable.”

En toda la diócesis se levanta una oleada de descontento y JUAN recibe testimonios de simpatía y adhesión incluso fuera de ella. Así Mons. de La Fare que acaba de ser nombrado arzobispo de Sens le ofrece inmediatamente el cargo de Vicario General de su diócesis.

La situación es delicada. A poco que JUAN se preste será utilizado como bandera contra el Obispo. Nada puede quedar más lejos de sus sentimientos de obediencia y respeto a la autoridad. JAMÁS ACEPTARÉ SER JEFE DE PARTIDO, declara rotundamente cuando intentan sondearle y se retira un par de meses a París para que los nervios se enfríen en S. Brieuc.

A la vuelta se dedica a predicar en los pueblos y visitar sus fundaciones

de modo a permanecer el menor tiempo posible en la villa episcopal.

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Mientras tanto, Mons. Quélen, Vicario General de la Gran Capellanía es

promovido a la sede de París. Su cargo queda vacante y en la capital se piensa que el mejor sacerdote para ocuparlo es JUAN MARIA de LA MENNAIS que, además, está por esos días sin oficio ni beneficio en S. Brieuc.

+ + +

Antes de cerrar este capítulo apuntemos que, años más tarde, en 1837

Mons. e La Romagère suspendió A DIVINIS durante unos diez y ocho meses a nuestro Fundador. Durante este tiempo no pudo ni decir Misa ni confesar a sus Hermanos y las Hijas de la Providencia cuando les visitaba en la diócesis de S. Brieuc. JUAN MARIA aceptó esta incalculable humillación con el talante de un santo.

Las circunstancias son complicadas pero se puede intentar resumirlas como sigue:

En 1837 había en Dinan tres centros de enseñanza: una escuela primaria

superior dirigida por los Hermanos de la Instrucción Cristiana, un Seminario menor que, según la ley, sólo podía recibir a aspirantes al sacerdocio y un Colegio municipal que vegetaba representando una carga para el Ayuntamiento.

A instancias de éste y del clero local JM acepta transformar su escuela en Colegio secundario que absorbería al municipal y tendría como Director al matemático señor Quérret.

Expone su proyecto por escrito a Mons. de La Romagère. En el mismo papel el Obispo apostilla: “he leído este escrito y apruebo lo que contiene”. JUAN MARIA comienza, entonces, las gestiones en el Ministerio y el Ayuntamiento cierra, su Colegio.

Estando así las cosas, Mons. de La Romagère cambia de opinión, se opone al proyecto en marcha y declara que recibirá en su Seminario menor también a los no seminaristas.

Furor del Ayuntamiento, furor del pueblo artículo violento del periódico local contra el Obispo y ya que los chicos de secundario no pueden ir a la escuela de los Hermanos, el Ayuntamiento decide reabrir la suya.

Con sus suspicacia habitual el Obispo cree que JUAN MARIA está detrás

de la maniobra y ello a pesar de las seguridades que le ha dado: “no haré nada sin una nueva orden suya...no he tenido nada que ver con el artículo del periódico...no conocía su contenido hasta que fue publicado...”

Mons. de La Romagère se presenta en Dinan. En un sermón ataca

violentísimamente a las autoridades: liga impía cuyo jefe es el señor La Mennais... Ese mismo día, indirecta pero realmente le suspende A DIVINIS. Humillado, JUAN MARIA utiliza, sin embargo, todas sus relaciones para calmar los espíritus “PORQUE CONSIDERO ANTE TODO EL INTERÉS DE LA RELIGIÓN SIN IMPORTARME LO QUE ME ES PROPIO O LO QUE TENGA QUE SUFRIR”. (cfr. Lay. II, 117)

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EN LA CORTE

Amemos a la Iglesia. El amor es fuerte como la muerte y por consiguiente ningún sacrificio nos parecerá excesivo cuando se trate de servirla.

Le sacrificaremos nuestra fortuna nuestra familia y nuestra vida. Haremos más todavía le sacrificaremos nuestra voluntad y lo más íntimo que podamos tener. JML.

De la Gran Capellanía de Francia dependían los maestros de ceremonias,

sacristanes y músicos de la Capilla del Rey, los capellanes de diversos castillos pertenecientes a la Corona, los capellanes de la Casa de los príncipes, de la Casa militar del rey, de los regimientos de la guardia y del ejército, de la escuela militar de S. Cyr y también el Capítulo real de San Dionisio.

El Gran Capellán tenía entre otras, las siguientes atribuciones: liberar a los presos en ciertas circunstancias memorables para la Corona, ir a la derecha del Rey en las procesiones, disponer de los fondos destinados por el Rey para limosnas…

Y la más importante para la vida de la Iglesia, PROPONER LOS NOMBRAMIENTOS DE OBISPOS.

Apenas instalado en la Gran Capellanía, el Obispo de Estrasburgo, príncipe de Croÿ, propone al Rey como Vicario General a JUAN MARIA LA MENNAIS.

Nuestro Fundador se hace de rogar. No le tienta la Corte y, por otra parte, cree que su puesto está en Bretaña donde sus dos Congregaciones están todavía en la cuna. Tras reiteradas insistencias del mismo Rey, y por pura obediencia, acepta el puesto.

El nueve de noviembre de 1822 aparece en el Boletín oficial su nombramiento y el veintisiete de este mes llega a París con su sotana gastada y sus zapatones de trotacaminos.

El primer problema con que se encuentra es un conflicto de jurisdicción: desde que dejó el cargo el cardenal Fesch, tío de Napoleón, el Gran Capellán había sido siempre y al mismo tiempo arzobispo de París. Pero ahora Mons. Croÿ no lo era y el titular, Mons. Quélen, sostenía que su consentimiento era necesario para dar validez a los actos del Gran Capellán. Consultado el Rey, contestó simplemente: “Señores, la gracia de Dios os debe bastar para solucionar este problema”.

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JUAN MARIA estudia profundamente todas las implicaciones del litigio y,

finalmente, presenta un reglamento que nos disgusta ni a su Superior inmediato ni al arzobispo de París.

Por otra parte, el equipo de la Gran Capellanía funciona mal. El veintiséis

de diciembre escribe a Quérret: “No puede ni hacerse idea del estado en que he encontrado los asuntos de mi administración. Necesitaré tiempo para ponerlos en orden.”

JUAN MARIA se pone al trabajo con su característico ardor y pronto

convierte a la Gran Capellanía, como dice un contemporáneo, DE BABILONIA QUE ERA EN BALUARTE DE LA FE.

En ‘Biographie du clergé contemporain, par un solitaire’ el autor que no es

tierno con nadie, escribe de Mons. Croÿ: “A sus pies se removían las ambiciones más activas, más sutiles y más

venenosas. Desde principios escogió como Grandes Vicarios a hombres de talento y de una virtud a toda prueba, entre los cuales quiero distinguir a JUAN MARIA LA MENNAIS. Este admirable sacerdote le sustituía durante sus forzadas ausencias y se convirtió en el administrador real de la Gran Capellanía. El clero, cosa nada común, pudo felicitarse de su omnipotencia. Entiendo que la elección del señor LAMENNAIS fue una de las obras más afortunadas entre las que realizó Mons. Croÿ.”

JUAN MARIA se ganó enseguida la estima y la confianza del Gran

Capellán. Eran los tiempos en que, por acuerdo entre Pío VII y Luis XVIII, se estaba pasando de las sesenta diócesis establecidas en el Concordato de 1801 a ochenta. Había también muchas sedes vacantes. JUAN MARIA prepara para su Superior la presentación de cuarenta Obispos. Busca en ellos la santidad, el equilibrio de juicio y la ciencia, sin preocuparse por el origen de su cuna. De hecho,. todos ellos honraron a sus sedes y a la Iglesia. Con algunos, JUAN MARIA seguirá siendo confidente y consejero.

En 1826 escribía el Nuncio en París: “Se puede decir con toda verdad que

nunca Francia ha tenido unos Pastores tan edificantes y virtuosos.” A la época de su permanencia en la Corte, en la que aparecía lo menos

posible pertenecen las dos conocidas anécdotas: …“Señoras, lo que pasa es que mi sotana hace penitencia por todos sus

perifollos.” …Preocupación de las Religiosas que dirigían el internado de huérfanas

de la Legión de honor. El Vicario General de la Gran Capellanía era automáticamente su superior inmediato. JUAN MARÍA llegaba a París con fama de ULTRAMONTAIN, es decir, antigalicano. Las Religiosas habían comprendido que era ULTRAMONDAIN = ultramundano.

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+ + +

Se ha dicho que a nuestro Fundador le ofrecieron diez y siete veces ser Obispo. Lo más probable es que él mismo lo declarara a alguno. Sabemos que en 1823 se le ofreció la sede de Quimper y no hay más datos escritos sobre el tema. Es sin embargo, verosímil que en más de una ocasión y de una manera más o menos formal tuviera otros ofrecimientos tanto más cuanto que todos los Grandes Vicarios de la Gran Capellanía terminaban siendo Obispos.

Si JUAN MARIA rehusó el episcopado no fue, ciertamente por temor a las

responsabilidades, sino porque pensaba que sus dos Congregaciones, frágiles aún, necesitaban de su presencia y de su dedicación.

Así, siempre consideró su estancia en Paría como provisional. “Aquí no

puedo estar mejor, escribía a Quérret y, sin embargo, no tengo otro deseo que el de volver cuanto antes a Bretaña y convertirme otra vez en el pequeño JUAN.”

Desde París, el Fundador sigue de cerca la vida de sus Hermanos. Cada

uno tenía la obligación de escribirle al menos cada dos meses y mientras estuvo en la Gran Capellanía les visitaba dos veces cada año y no faltó a ninguno de los Retiros.

En una de estas visitas, en Tréguier el Cura le recibió con volteo de

campanas. Alguien le recordó que el volteo estaba reservado a los Obispos, a lo que el Cura contestó “¿Pero no sabe Vd. que JUAN MARIA LA MENNAIS es quien ‘hace los Obispos? “

En París sus ocupaciones administrativas tampoco le impidieron dedicarse

al ministerio pastoral: predica regularmente a los ciegos de un Hospicio que dependía de la Gran Capellanía, dirige una congregación de hombres y a las Religiosas encargadas de las huérfanas de la Legión de Honor.

+ + +

El veinticuatro de diciembre de 1823 el ministro Villèle disuelve la Cámara

de diputados y convoca elecciones para el veintiséis de febrero de 1824. Cuando JUAN MARÍA se entera de los candidatos que el gobierno presenta en S. Brieuc, contrarios ala Iglesia y a la libertad de enseñanza, considera “que su deber es abandonar París y batirse contra el Prefecto e impedir que los candidatos ministeriales sean elegidos”.

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La batalla parece ganada pero los fraudes electorales dan la victoria a sus adversarios. El veinticuatro de marzo de 1824 JUAN MARIA es destituido.

Ahora bien, Mons. Croÿ no quiere separarse de su fiel e inteligente colaborador y le nombra Vicario General de su nueva diócesis de Rouen.

De esta forma, nuestro Fundador sigue en la Gran Capellanía aunque ya no como Vicario General.

Como escribía él: “las cosas no han cambiado. Ahora resulta que soy Vicario General del arzobispo de Rouen, Gran Capellán de Francia, en lugar de ser, como antes, del Gran Capellán de Francia, arzobispo de Rouen”.

Esta situación dura sólo unos meses. En efecto, el veintiséis de agosto de 1824 se crea en Francia el Ministerio de Asuntos Eclesiásticos que engloba a la Gran Capellanía.

JUAN MARIA vuelve definitivamente a Bretaña. En adelante su residencia o mejor SU PUERTO DE AMARRE será Ploërmel.

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+ +

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CONGREGACION EN SAINT-MÉEN

El 16 de noviembre de 1824 JUAN MARIA está en Ploërmel. Pasa aquí unos días, visita a los Hermanos y se recoge en La Chesnaie.

Han pasado diez y siete años desde aquella tarde del trece de noviembre de 1807 cuando la pluma de JUAN corría sobre un modesto cuaderno escrutando el futuro y montando planes de batalla. Aquel TORRENTE DE IDEAS VAGAS, aquel pequeño caos de ideas generosas se han ido convirtiendo en realidad, en una explosión de obras pastorales.

Ciertamente, el sacerdote de cuarenta y cuatro años que recuerda su programa de juventud a la sombra de los grandes robles, puede saborear la paz del siervo fiel. (Merlaud, 130).

Pero hay un punto que aún falta por realizar la vida comunitaria de los sacerdotes. Desde hacía años JUAN MARIA venía acariciando la idea de establecer entre el clero una sociedad de cultura y de santificación. Ahora se le va a presentar una ocasión providencial para hacerlo.

Es el día de la Pascua del Señor de 1825. En La Chesnaie se presenta el sacerdote Dubreuil , superior del Seminario menor de Saint—Méen.

S. Méen está cerca de Ploërmel pero ya en diócesis de Rennes. Desde dos años antes funcionaba un Seminario menor en la antigua abadía benedictina. Pronto aparecen grandes dificultades económicas para poderlo mantener, tanto que los Profesores tienen que renunciar a sus salarios. La idea de asociarse en comunidad religiosa se les abre lentamente paso. JUAN MARIA LA MENNAIS ha recalado en Bretaña ¿quién, piensan, mejor que él puede dirigirnos, darnos un proyecto comunitario y tomar el timón de la nave?

JUAN MARIA está dispuesto. El momento además es favorable ya que su amigo Mons. de Lesquen acaba de ser nombrado Obispo de Rennes.

Apenas toma posesión de su diócesis nombra a JUAN MARIA Vicario General. El ocho de julio aprueba los Estatutos de la Congregación que va a llamarse de S. Méen y que tendrá como Superior General a JUAN MARIA LA MENNAIS

El ocho de setiembre el pequeño grupo de sacerdotes que la componen se reúnen en Retiro. A él asiste también el Superior de una Sociedad de misioneros diocesanos establecidos en la capita1. , Rennes. Se llama Coëdro. Se ha enterado de lo ocurrido en S. Méen y a la vuelta del Retiro propone a sus compañeros que se unan a la nueva Congregación. De siete, cuatro aceptan su idea.

El ocho de noviembre se firma el Acta por la que los miembros, diez de momento, se comprometen a poner en común todas las ganancias que puedan obtener por sus trabajos y, además, sus bienes muebles.

Mons. de Lesquen les cede la propiedad y la gestión de las dos Casas de Rennes y S. Méen y renuncia a sus derechos canónicos sobre los

sacerdotes.

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Siete meses más tarde, éstos son ya diez y ocho y en setiembre de 1827 emiten por primera vez el voto de Obediencia.

La CONGREGACION DE SAINT—MEEN nace, por consiguiente DE LA

UNION BAJO LOS AUSPICIOS DE JUAN MARIA LA MENNAIS DE UN GRUPO DE PROFESORES DEL SEMINARIO MENOR DE SAINT—MEEN CON UN GRUPO DE MISIONEROS DE LA CIUDAD DE RENNES.

En el primer Retiro de 1825, JM expone los objetivos de la obra Se trata de construir un vasto edificio del que nosotros seremos las

piedras vivas, de una obra que abarque a todas las demás: educación de la infancia, misiones, dirección de Seminarios, estudio de esa Antigüedad tan poco conocida y que tanto merece serlo, estudio de la alta ciencia que va hoy por caminos extraviados y hostiles a la religión desde que la religión no la cultiva ni se pone en cabeza.

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Es interesante transcribir parte de una alocución de nuestro Fundador en

el segundo Retiro de 1826, porque muestra en qué estado de espíritu se entregó a la nueva Congregación:

Desde hace seis años venía pensando en lo que debería ser una

Congregación como esta nuestra y en las Reglas que harían falta para que fuer eminentemente útil a la Iglesia pero, la verdad, no soñaba con integrarme en ella. Cansado de la administración y del cuidado de muchos asuntos aspiraba, no a un descanso completo (un sacerdote sólo puede descansar en la eternidad) pero me hubiera gustado limitarme al cuidado de los Centros que ya había fundado, sin tomar iniciativas de otro género. Creía tener bastante con ello. Por tanto, si me consagro a esta obra es, exclusivamente, porque he creído reconocer en la voz de mi santo amigo, nuestro digno Obispo, la voz de Dios. Entonces me he dicho: si tuvieras que morir mañana ¿morirías tranquilo después de haber rehusado esta tarea, tanto más gloriosa cuanto que es más difícil? ¿Tendrías derecho, tú, sacerdote a decir a los demás haced esto, mientras yo no lo hacía?

+ + +

A fines de junio de 1828, esta Congregación de S. Méen se fusiona con la ESCUELA MENESIANA de Féli y adopta nuevos Estatutos y nuevo nombre LA CONGREGAClÓN DE SAN PEDRO que tendrá sucesivamente dos Superiores Generales , Féli LA MENNAIS y JUAN MARIA LA MENNAIS.

La actitud de Féli frente a la Iglesia hace que la Congregación de San

Pedro se disuelva en setiembre de 1834. Varios de los hombres que habían pertenecido a la de S. Méen siguen, sin embargo, unidos en Sociedad con el nombre antiguo de Sacerdotes de S. Méen, Sociedad que desaparece prácticamente en 1903.

+ + + Antes de asistir a la botadura de la Congregación de San Pedro y luego a

su triste naufragio tenemos que recorrer brevemente el itinerario seguido hasta entonces por el que fue su primer Superior General.

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FELI

Sietemesino, nace con una depresión epigástrica de la que sufrirá toda su vida.

Cara ovalada y enjuta, pómulos salientes, ojos grises, labios delgados, cuerpo menudo de talla inferior a la normal, dotado de una vivacidad singular y como febril, resultado de un temperamento nervioso e impresionable en exceso. Accesos de cólera que, a menudo, acaban en el desvanecimiento. (Lay. I,9

Sus aficiones de niño y adolescente fueron la natación, la caza, la música, y contemplar el mar desde las murallas de Saint—Malo. Como escribe en Affaires de Rome: las rocas de granito batidas por las olas verdosas, los arrecifes blanqueados de espuma, las largas playas desiertas donde sólo se oye el grito agudo de la gaviota remolinando bajo las nubes y la voz triste y dulce de la golondrina de mar.

Pero sobre todo, los libros. A los trece años es capaz de leer a Horacio y a Tácito; estudia inglés, alemán, español e italiano y devora las obras avecindadas en la biblioteca de su tío Dionisio.

La lectura de los filósofos en boga quebranta su fe, se convierte luego y a los 22 años hace su primera comunión. Dos años más joven que JUAN MARIA, sensible ante cualquier muestra de afecto pero obstinado en sus ideas y apasionado en el combate. Le repugna la tibieza en cualquier terreno. Pasa de la exaltación a la tristeza, del placer de luchar al tedio de vivir. Amargo y arrogante en ciertos momentos, es capaz de subyugar por su encanto y su dulzura, en otros.

En juicio de Menéndez y Pelayo: uno de los escritores más elocuentes que hayan existido, capaz de levantar con su palabra a los muertos. Su prosa tiene ritmo y movimiento de poema, calor y efervescencia de pasión comunicativa. Tanto en el primero como en el segundo período de su vida, fue un alma de fuego y lava, un espíritu absoluto y extremoso, encarnizado y violento así en el amor como en el odio. Tribuno católico demagógico, fue la pasión del momento su inspiración, la invectiva su genio, la intolerancia su fuerza. De carácter áspero, sombrío y orgulloso. La resonancia de su Ensayo sobre la indiferencia religiosa, fue mayor que la de ninguna obra de nuestro siglo. (Hª ideas estéticas, V)

Admiraba, respetaba y quería a JUAN MARIA. Necesitaba de su presencia y quiso, repetidamente, asociarle a sus trabajos literarios. Pero tras su ruptura con la Iglesia le guardó un frío resentimiento, sólo roto con algunas cartas de medido afecto tras el ataque de parálisis de JM de 1847. “No quiero ni oír su nombre”, dijo un día al administrador de La Chesnaie. Y en la lista de personas a quienes había que comunicar su muerte no quiso incluir el nombre de su hermano.

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En 1809, a los veintisiete años recibe la tonsura eclesiástica y las Ordenes

menores; le ronda la idea de hacerse religioso pero no se atreve a dar el paso al subdiaconado.

Con la colaboración de su hermano JUAN prepara y publica Reflexiones

sobre el estado de la Iglesia en el siglo XVIII y sobre su situación actual, Gula espiritual, Tradición de la Iglesia en el nombramiento de los Obispos.

Tras la fuga de Napoleón de la isla de Elba, en 1815, Féli se refugia en

Londres donde vive el período de los cien días con el seudónimo de Patrick Robertson. Amida una confiada amistad con el sacerdote Carron, emigrado y capellán de emigrados. Carrón le ayuda a vencer sus vacilaciones ante el sacerdocio.

Aquí me tienes, escribe a JUAN, irrevocablemente decidido gracias a mi buen y tierno padre Carron. Nunca hubiera salido yo de mis interminables dudas, pero el Señor me tenía preparado en este país la ayuda que necesitaba.

Hay historiadores que acusan a JUAN MARIA de haber empujado a su

hermano al sacerdocio. Se trata de una acusación gratuita. En efecto entre las cartas que JM envía a Féli a Londres no hay un solo consejo, una sola exhortación en este sentido Por el contrario, existe una carta de JUAN a Quérret en la que, hablándole de Londres, afirma tajantemente: que el Señor les ilumine a los dos, a Carron y a Féli. En cuanto a mí, estoy encantado de no haber intervenido para nada en esta decisión.

Tras Waterloo Féli vuelve a Francia y recibe, el 23 de diciembre de 1815,

el subdiaconado en el Seminario de San Sulpicio de París. El nueve de marzo del año siguiente ya es sacerdote. Dos meses después JUAN MARIA recibe una carta terrible, que muestra de pasada la desconcertante sicología de Féli:

“En adelante sólo puedo ser extraordinariamente desgraciado. Que se me deje en paz. Lo único que me queda por hacer es dormirme al pie del poste al que han atado mis cadenas”.

Porque Féli no era un crío. Tenía treinta y cuatro años y nunca había sido

ni lo sería, hombre fácil a dejarse influenciar. Afortunadamente se trataba de una crisis pasajera y Féli iba a vivir cerca

de veinte años más, completamente feliz en su sacerdocio. Ahora, y después de conocer la historia de lo que ocurrió a partir de 1832

es cómodo y fácil afirmar que Féli nunca debió ser sacerdote. No está de acuerdo con ello Brémond, crítico, académico e historiador

eclesiástico quien escribe yo veo a Lamennais como sacerdote y nada más que como sacerdote y ello aun en los tiempos en que más le pesó el sacerdocio. Daniel Rops comparte la misma opinión.

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En 1817 publica el primer tomo del Ensayo sobre la indiferencia en

religión. De golpe, Féli se hace famoso en todo el mundo católico. Se habla de él como de un nuevo Bossuet, como de un nuevo Pascal, como de un Padre de la Iglesia del siglo XIX. Chateaubriand le augura la inmortalidad académica.

Jamás la afirmación católica se había producido con tanta valentía ni en

un estilo tan noble y tan correcto. Por primera vez se defendía la religión de una manera tan elevada, en sus relaciones con las cuestiones más importantes de orden filosófico y social. Así que un grito de admiración y de júbilo acogió el ENSAYO en las filas del catolicismo. Renán.

Tras el primer volumen siguen otros tres que se traducen a varios idiomas,

entre ellos al español. En la primera parte de esta obra Féli expone su filosofía del sentido

común o del consentimiento común. Para él, a la verdad se llega no por el camino de la razón personal y privada sino a través de lo que la humanidad ha creído siempre y que, en el caso de la religión, nos llega a través de la Tradición de la Iglesia. “Quod semper, quod ubique, quod ad omnibus creditum”. Esta es la base de la teoría del conocimiento de Féli.

Féli sigue escribiendo y consolidan do su fama de modo que en 1823, el

Nuncio Macchi puede informar a Roma refiriéndose a él: bien conocido por sus luminosos escritos, su talento, su celo y su saber sagrado.

La Imitación de Cristo era uno de los libros favoritos de Féli. Las

traducciones en uso no le gustaban pues, a su juicio, no lograban comunicar ni la piedad ni la dulzura persuasiva del original.

En 1824 publica la suya con unas reflexiones después de cada capítulo de las que se ha dicho: que parecen verdaderos añadidos del mismo autor de la Imitación, que recuerdan el lenguaje de los místicos.

Féli reveló al Marqués de Roussy, que todas las reflexiones, excepto diez y siete eran de un colaborador anónimo “un hombre de mucho talento y, lo que vale más, de una piedad muy rara en nuestros días.

Para Laveille 1, 384 la crítica interna del texto nos lleva, sin poderlo establecer con rigor matemático debido a la humildad de JUAN MARIA, a pensar que, con un probabilidad que para nosotros equivale a una certeza moral, éste fue el colaborador anónimo de que hablaba Féli.

Este mismo año de 1824 viaja a Roma donde es recibido con el mayor

afecto por León XII. El Pontífice se dio cuenta enseguida del carácter exaltado de Féli y su sensibilidad a las muestras de afecto. A este hombre hay que llevarle con la mano en su corazón, dijo. Bien lo sabía JUAN, pero cuando en el alma de Féli se desató la tormenta de la insumisión ni le dejaron hacerlo, ni tampoco, hay que decirlo, el orgullo de Féli quiso aceptar ninguna mano amiga, ni siquiera la de su hermano.

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Vuelve a Francia hacia fines del año. La consigna que le han dado en

Roma es terminante: hay que actuar. Por esta época va a nacer la que ha pasado a la historia con el nombre de ESCUELA MENESIANA. Laveille, 1, 423 lo cuenta así:

Un día de diciembre de 1824, dos jóvenes sacerdotes, Gerbert y Salinis, capellanes del liceo Enrique IV de París, conversan sobre las dificultades que encuentran en su ministerio. A pesar del apoyo oficial, a pesar de la parte considerable que el clero ocupa en los claustros de las Universidades, las obras de Voltaire y de Rousseau tienen muchos más lectores que las que defienden el catolicismo. Sin embargo, parece detectarse un resurgir religioso aunque lento e incierto. ¿Cómo acabar con aquella irreligión ilustrada que, como en tiempos de Juliano el Apóstata tildaba al catolicismo de religión de ignorantes?

Francia, decía Salinis, esta en el fondo cansada de la incredulidad y

aspira a una creencia positiva que satisfaga las necesidades del corazón sin herir a las de la inteligencia. El apostolado católico debe tener un doble objetivo: mantener en las gentes el deseo de creer y demostrar que la única creencia razonable está contenida en el símbolo de los Apóstoles.

Al llegar aquí, un hombre vestido de levita negra entra en la sala y es acogido por los Capellanes con visibles muestras de deferencia. Cuando Salinis le repite sus conclusiones toma inmediatamente la palabra. Queréis probar a vuestro siglo que el catolicismo es la única religión racional. Esta bien pero no basta. Hay que demostrarle que si no acepta el símbolo católico, se destierra a sí mismo de la sociedad de las inteligencias, se opone al sentir común de todos los pueblos y de todas las edades, en una palabra, es un demente.

Y Féli, lanza su convocatoria ¿por qué no unir nuestros esfuerzos en una acción común? UN HOMBRE NO ES, AL FIN Y AL CABO, MAS QUE UNA VOZ DEBIL Y SIN RESONANCIA, PERO UNA ASOCIACION...

Gerbert, veintisiete años, dimite de sus funciones y sigue a Féli a La Chesnaie. Ambos se instalan allí en enero de 1825. A la casita blanca que esperaba como una vieja arrugada—la imagen es de Maurice Guérin—, llegaba la varita mágica que la iba a convertir en princesa.

La escuela de La Chesnaie acababa de nacer. Sin tardar llegarán otros

hombres, todos de gran categoría intelectual, para trabajar junto al Maestro, a quien llamaría Lacordaire EL DRUIDA RESUCITADO EN ARMORICA.

Por estos días, también JUAN MARIA está en La Chesnaie. También él medita en los tiempos pasados y rumia proyectos para el futuro.

En este año de 1825, Féli publica APHORISMATA. Jamás, dice Laveille, como en este opúsculo las contradicciones del código galicano habían sido reveladas con tanto vigor. Jamás se había presentado con más lógica la necesidad de la infalibilidad pontifica. (p. 436)

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Al año siguiente aparece De la religión considerada en sus relaciones cot

el orden político y civil “. Es un torpedo contra la filosofía galicana. Féli ataca sin piedad la política religiosa del Gobierno que quiere ahogar a la Iglesia en un torrente de halagos y oropeles para impedirla que dirija su mirada a Roma.

El Gobierno le lleva ante los Tribunales. Féli aparece en sotana, escoltado

por Gerbert y el gran abogado Berryer. Cuando éste termina su defensa, Féli se levanta y declara con voz tranquila: “Por el carácter sacerdotal de que estoy investido y en conciencia, debo declarar que permanezco invariablemente adherido a los principios que he sostenido en mi libro, es decir a la enseñanza constante del Jefe de la Iglesia, que su fe es mi fe, su doctrina mi doctrina y que, hasta mi último suspiro, continuaré profesándola y defendiéndola”.

El Tribunal le condena a treinta francos de multa y el Gobierno envía a

todos los Obispos una nota anunciando la reprobación pública del apóstol ultramontano. La prensa oficial se desata en injurias y calumnias y llegan a insinuar que Roma piensa desautorizar a su fanático soldado. “Jauría de perros que ladran a la luna”, responde el Nuncio Macchi abandonando eufemismos diplomáticos, al mismo tiempo que asegura a Féli el afecto del Papa por su valeroso hijo.

JUAN no pudo asistir a lo que el llamaba la fiesta de su hermano “pero

debió pensar que, en adelante, podía contar con Féli, que el amor de Féli por la Iglesia era demasiado profundo para que nada ni nadie pudiera destruirlo

¿Cómo imaginar entonces que cinco años más tarde se levantaría el telón

de la tragedia ? En 1827 Féli, pésimo administrador, tiene grandes disgustos con sus

libreros. Se encuentra agotado, irritable y se desmaya con facilidad. JUAN MARIA se lo lleva a Bretaña en lentas etapas de diligencia.

El 26 de julio, fiesta de la Ascensión, Féli sufre en La Chesnaie una grave

crisis cardíaca complicada con fiebres biliares. Se confiesa con su discípulo Gerbert. Pocas horas después llega JUAN MARIA que le administra la Unción de los enfermos y le lleva el Viático desde la capillita del fondo del jardín.

Después de comulgar, Féli parece recobrar sus fuerzas. Su mirada quedó por unos momentos perdida en el espacio. Luego dirigiéndose a Gerbert le dijo con voz tranquila: tengo ansias de partir, mi destierro ya ha durado bastante.. .Y volviéndose a su hermano: “te dejo la herencia más estupenda del mundo, la defensa de la verdad”.

A media noche pidió que le abrieran la ventana. Alguien comentó ¡qué

noche más hermosa!; “si Dios lo quiere no me importa que sea la última de mi vida”, afirmó Féli con un hilo de voz...

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Pero Féli iba a vivir veintisiete años más. El veintisiete de febrero de 1854,

la tierra de los pobres del cementerio parisiense Padre Lachaise, abrazaba sus restos mortales.

El Gobierno de Napoleón III ha rodeado el entierro de desusadas

precauciones policiales y no ha permitido que el pueblo, que viene a despedir a su profeta, entre en la necrópolis.

Sólo hay un grupo de familiares y amigos que se aprieta junto a la tumba.

El enterrador acaba de dejar la pala y pregunta rutinariamente ¿la cruz? “No hay cruz”, se le contesta. Féli Lamennais hace tiempo que dejó de creer en la cruz y ha muerto fiel a sí mismo.

Podemos imaginarnos que muchas veces a lo largo de su existencia JUAN MARIA se preguntaría por qué la muerte no le llegó a su hermano en el momento preciso en que gloria humana y paz interior tan felizmente coincidían Por qué el profeta no pudo terminar su carrera, entrar en la leyenda y dejar a sus discípulos la audacia de trabajar en el surco que él había abierto. Por qué se derrumbaron tantas esperanzas en una noche peor que la noche de los desesperados. (Merlaud, 140)

Y JUAN MARIA no tendría otra respuesta que la de la fe confiada en los inescrutables designios del Señor, la de esperar contra toda esperanza y la de ofrecer por su hermano un dolor que le quemaría siempre el alma.

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CONGREGACION DE S. PEDRO

Estamos en 1828. En el mes de enero de este año muere en Rennes Pedro Luis Robert de La Mennais, confortado con la presencia de sus dos hijos sacerdotes.

Por esta época acompañan a Féli en La Chesnaie una decena de sacerdotes y una docena de jóvenes seglares, todos de notable categoría intelectual. Han acudido ala llamada del maestro para luchar por la Iglesia y la religión. Cada uno trabaja en su cuarto. Al caer de la tarde se hace la puesta en común. Féli corrige, orienta, se entrega a fulgurantes improvisaciones, resume el trabajo del día y señala el del siguiente.

Por enésima vez, Féli ha querido asociar a su hermano JUAN en sus trabajos. Desearía extremadamente que pudiéramos reunirnos-los dos, le ha escrito.

Pero JUAN no puede establecerse en La Chesnaie. Su presencia es necesaria junto a los Hermanos y las Religiosas, lo mismo que en Saint—Méen y en Rennes.

Sus fundaciones van cubriendo tres objetivos: la educación de la infancia, las misiones y la dirección de los Seminarios. Pero sus ambiciones van más allá Ya las había expuesto en las horas fundacionales de la Congregación de S. Méen: renovación e impulso de los estudios superiores eclesiásticos.

¿Por qué no asociar su Congregación de S. Méen a los sacerdotes que tiene Féli en La Chesnaie y a los jóvenes seglares que deseen serlo ?

De entrada Féli no se entusiasma con la idea, pero el 16 de junio de 1828 aparece un decreto del Gobierno que, probablemente le empuja a decidirse. El partido liberal está en el poder y arroja a los jesuitas de sus Centros de enseñanza.

Feli fustiga sin piedad el decreto en “de los progresos de la revolución y de la guerra contra la Iglesia”, pero piensa que no basta escribir. Hay que reemplazar en Francia a la Compañía, blanco preferido del sectarismo liberal

POR UNA ORDEN A LA VEZ MOVIL Y FUERTE QUE PUEDA DEDICARSE A CUALQUIER TIPO DE APOSTOLADO SIN DEPENDER DE NINGUNO.

Acepta la propuesta de JUAN MARIA y, a finales de julio de 1828, la Congregación de S. Méen se transforma en la de San Pedro.

CONGREGACION DE SAN PEDRO = CONGREGACION DE S. MEEN + MIEMBROS DE LA ESCUELA DE LA CHESNAIE.

Los dos hermanos redactan los nuevos Estatutos. La mano de JUAN es visible en ellos y, al leerlos, se recuerda inevitablemente el TORRENTE DE IDEAS VAGAS de 1807. La congregación de San Pedro asume

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81 La defensa de la Iglesia y del cristianismo y la propagación de las

verdaderas doctrinas mediante escritos de todo género. La educación, laical o clerical, en Colegios y Seminarios, perfeccionando

sin cesar los métodos de enseñanza e inculcando a los alumnos una sólida piedad y unas doctrinas que les confirmen inquebrantablemente en su fe

Las misiones, retiros, dirección de almas, congregaciones y academias de

jóvenes. En el preámbulo se analiza la situación de los pueblos de oriente y de los

protestantes. Los autores creen ver, a la luz de los acontecimientos de la época, la posibilidad de un cambio y ofrecen la Congregación para el trabajo en esos campos.

Esta toma intencionalmente el nombre de San Pedro para manifestar

claramente su adhesión al Papa. En la portada de los Estatutos figura la frase TU ES PETRUS... y en los mismos se declara: Sea cual fuere el género de ministerio de los Asociados las doctrinas romanas serán la regla invariable de la Orden. El primer deber de todos será el de no apartarse de ellas en ningún punto y bajo ningún pretexto. No hay otra cosa que se exija más expresamente.

También se afirma: “uno de los fines de la Congregación de San Pedro es

el de purificar la ciencia, corrompida hoy por la impiedad, por medio del estudio no sólo de la teología, de la historia y de la filosofía y de las lenguas necesarias para remontarse al origen de los pueblos, sino también de las ciencias matemáticas y físicas y de las que de ellas dependan.”

Los votos serían perpetuos después de dos años de temporales.

+ + +

Los miembros de la nueva Congregación aprueban estos Estatutos en setiembre de 1828 y eligen a Féli como Superior General quien toma a su hermano como Vicario.

Después de los acontecimientos que en pocos años iban a destruir esta

valiente vanguardia apostólica comprendemos que la elección fue un error. Pero ¿quién podía preverlo entonces? No hay ningún motivo para dudar de la perfecta rectitud de Féli. Sus doctrinas filosóficas, sin censura oficial alguna, tenían adversarios declarados pero también entusiastas partidarios. En cuanto a sus ideas políticas, es verdad que estaban evolucionando pero no tenían el carácter netamente antimonárquico y liberal que debía exasperar a una buena parte de la opinión católica y de los mismos religiosos de San Pedro y volver contra él a muchos de los que le habían seguido.

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La nueva Institución necesita una casa para su Noviciado. JUAN MARIA la encuentra en Malestroit, pueblecito de calles tortuosas y sombras perdido entre las landas de Bretaña. En él hay un antiguo convento de Ursulinas que se adquiere por trece mil francos. El pueblo está en la diócesis de Vannes, pero su Obispo consiente que el de Rennes, Mons. de Lesquen, ejerza jurisdicción espiritual sobre esta Casa de formación.

En seis años, Féli sólo la visita dos veces. De vez en cuando, Gerbert se

escapa de La Chesnaie para dar conferencias. Desde su residencia de Ploërmel, a cuatro leguas de Malestroit, JUAN MARIA multiplica sus apariciones y dirige espiritualmente a los formandos.

De 1828 a 1834 acuden por lo menos cincuenta y siete alumnos de todas

las regiones de Francia. La mayoría de ellos ocupará luego posiciones importantes ya entre el clero ya en la vida civil.

Féli mantiene en La Chesnaie a algunos jóvenes a quienes quiere seguir

de cerca en sus estudios.

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83 En Malestroit se estudia a Santo Tomás, a San Alfonso de Ligorio y las

doctrinas filosóficas de Féli. Pero como en La Chesnaie el método no es el habitual en otros centros de estudio. Los alumnos componen en francés sus temas filosóficos o teológicos y luego toda la Comunidad, con sus maestros al frente, los comenta y los critica. Además del latín y del griego, se estudian el árabe, el hebreo y otras lenguas vivas. Se les forma a hablar y a escribir de modo que cuando terminen sus cursos estén preparados para todo. (De una carta de JM)

En el mes de agosto de 1830, Director ahora de un Colegio a las puertas de París lo ofrece como base a Féli. Este aprecia las ventajas que la capital puede ofrecer al estudioso y, a finales de setiembre, se traslada allí con sus discípulos de La Chesnaie. Al año siguiente alquila también un local en la calle Vaugirard, cerca de las grandes escuelas parisienses, para facilitar la especialización de algunos religiosos.

El estudio ocupaba la mayor parte del horario de Malestroit. JUAN MARIA, hombre de fe y de vida interior, no deja de recordar a los alumnos que la Iglesia espera de ellos también otra cosa:

“No estáis aquí para adquirir mejor que en otro lugar la ciencia eclesiástica, para conocer el estado de las controversias actuales, o para vivir junto a hombres de talento que os inspiran una estima muy justa. Estáis aquí para progresar en el camino de la perfección cristiana, sacerdotal y religiosa. Si el deseo de instruiros es excelente, incluso necesario para alcanzar el elevado ideal de nuestra Congregación, no olvidéis que, ante todo, debéis aplicaros en el despojo del espíritu del mundo y a convertiros en fervorosos religiosos.”

El mismo Féli, en vísperas de su segundo viaje a Roma les escribe:

“Os invito a que sigáis con constancia vuestros estudios pero, sobre todo, a que trabajéis en ser hombres de virtud y de oración, hombres de Dios. ¿De qué os servirán, sino, todos los conocimientos del mundo? Inútiles para vosotros, lo serán también para los demás porque toda ciencia no animada por el espíritu de celo y de piedad, será siempre estéril.”

Desgraciadamente, pronto iba Féli a mostrarse incapaz de acoger en su propia alma estas palabras que dirigía a sus discípulos.

+ + +

La Congregación de San Pedro dejó a la Iglesia un gran ejemplo.

Nuestras Universidades católicas han seguido la obra de La Chesnaie y Malestroit. En este aspecto los La Mennais fueron precursores y continúan como modelos. ( Daniel Rops)

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Y Laveille . Fue una maravilla de clarividencia, de amplitud de espíritu y de comprensión de la actualidad, así como también de savia religiosa y de verdadera libertad. No logró sobrevivir pero fue origen de un movimiento de ideas muy importante. Dejó además a la Iglesia de Francia un gran ejemplo, el esfuerzo para librarse de las servidumbres oficiales, y una gran lección, el apostolado de la ciencia.

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MONAROUIA DE LUIS FELIPE 2ª república y 2° imperio

Los comienzos se caracterizaron por violentos incidentes anticlericales.

Gracias, sin embargo, al carácter moderado del Rey y a la política de Pío VIII y Gregorio XVI se llega al apaciguamiento.

A partir de 1833 se establecen relaciones normales entre la Iglesia y el

Estado; este mismo año se publica la ley Guizot que organiza la enseñanza primaria en Francia, ley aceptable para la Iglesia. Pero la enseñanza media sigue siendo monopolio del Estado. A partir de 1840 comienza la lucha escolar contra el mismo. El jefe católico es Montalembert, discípulo de Féli y amigo íntimo de JUAN MARIA. En 1850, la ley Falloux reconoce, en parte, las reivindicaciones católicas.

Políticamente hay católicos que siguen siendo fieles a Carlos X, los llama

legitimistas; pero el liberalismo católico se va abriendo paso hasta constituirse en partido. Los amigos y discípulos de Féli van aplicando lo mejor de sus doctrinas.

En Francia no hay ningún acontecimiento decisivo hasta 1848. En diciembre de 1830 se produce la sublevación de Polonia contra Rusia,

que es aplastada en menos de un año. En este mismo año, los belgas obtienen la independencia. Revuelos y desórdenes en los Estados Pontificios.

Tiempo del romanticismo. Tiempo en que la revolución industrial iniciada

tímidamente en Inglaterra a mediados del siglo XVIII va cobrando ritmo. El capitalismo se consolida y nace el proletariado. En 1848, manifiesto comunista de Carlos Marx.

Entre los años 1840 y 1848 va creciendo la tensión entre el gobierno de

Luis Felipe y la oposición. Lamartine desarrolla su campaña de “banquetes” en los que se critica ásperamente al gobierno. Al prohibir éste uno de ellos se producen manifestaciones populares reprimidas severamente. El pueblo se subleva y el Rey tiene que exiliarse.

Se proclama la República. El príncipe Luis Napoleón gana las elecciones presidenciales por gran mayoría. Más tarde, da un golpe de estado y se proclama emperador con el nombre de Napoleón III. El segundo imperio, autoritario al principio, luego con tendencias liberalizadoras, desaparece tras la guerra con Prusia y la derrota de los franceses en Sedán y Metz, donde Napoleón III es hecho prisionero. Era el año 1870, diez después de la muerte de JUAN MARIA LA MENNAIS.

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VIA CRUCIS EN PLOËRMEL

El 16 de octubre de 1830 sale a la calle el primer número del AVENIR. Su Director es Féli La Mennais y en la cabecera flamea el programa del periódico: DIOS Y LIBERTAD

Féli, el intransigente impugnador del liberalismo, considera ahora que el futuro de la Iglesia está en la libertad y que ésta debe romper inmediatamente toda atadura con el poder civil.

Hoy podemos extrañarnos o sonreirnos ante las reacciones violentas que

produjo la palabra libertad asociada a la de Dios. No hay que olvidar que las ideas nunca han aparecido en la historia en forma de esquemas asépticos, sino encarna— das y revestidas de circunstancias concretas que les ganan simpatías o recelos al margen de su contenido medular. En nombre de la libertad se había perseguido a la Iglesia, se habían cometido infinitas tropelías, organizado orgías de sangre, ejecutado innumerables vandalismos.

Para muchos católicos franceses de 1830, libertad se identificaba con anticlericalismo, sectarismo y persecución. En parte tenían razón y haría falta un proceso de maduración y de purificación de esta palabra para que los católicos comprendieran que era hija del evangelio. Féli inició este proceso y sus discípulos lo fueron avecindando en la Iglesia de Francia. Su convicción de que él solo poseía toda la verdad le impidió darse cuenta de la complejidad de las cosas. No supo esperar, No supo dar al tiempo lo que el tiempo pedía y perdió la ocasión de encontrarse a la cabeza de la escuela liberal francesa como jefe indiscutido y venerado.

Las ideas maestras de Féli y sus colaboradores del AVENIR,

Montalembert y Lacordaire eran en síntesis: No más concordatos; la Iglesia debe liberarse de la protección de los

gobiernos que la convierten en instrumento de su política. Separación de la Iglesia y del Estado. La Iglesia debe asegurar la protección de los pueblos: contra los

invasores, contra la sujeción de la burguesía y contra la explotación de los patronos.

El pueblo libre es el verdadero dueño de la soberanía. Derecho de insurrección de los pueblos si el gobierno no quiere o no

puede cumplir la promesa de respetar sus derechos. Derecho de la Iglesia a cumplir su obra de evangelización con

independencia total: libertad de conciencia, libertad de enseñanza, libertad de prensa, libertad de asociación.

Con las debidas matizaciones, todas estas ideas son hoy moneda

circulante en la Iglesia y, en opinión de Daniel Rops, hoy no se pueden recordar sin emoción las doctrinas del AVENIR.

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Lo que las perjudicó de raíz fue la forma vehemente, agresiva

simplificante, violenta e Intransigente — ninguno de estos adjetivos sobra— con que se exponían. El mismo Montalembert lo confesaba treinta años después junto a ideas justas se sostenían teorías excesivas y temerarias y se presentaba todo con esa lógica absolutista que hace que una causa se pierda en el supuesto de que no quede deshonrada.

A los Obispos se les llamaba sacerdotes cortesanos, veteranos de la

frivolidad y quizá del vicio , lacayos tonsurados y otras lindezas de parecido calibre Al arzobispo de Paris, vanidoso ridículo.

Durante trece meses el AVENIR señala perentoriamente al Papa lo que tiene que hacer. En caso contrario se preparan grandes desastres para la Iglesia y ,por supuesto, sino se pensaba como el periódico era por pura ignorancia o cobardía.

El AVENIR fue recibido con grandes simpatías por una parte, con fuertes

re — celos y oposiciones por otra. Al par que despierta las energías de los católicos para que supiesen reclamar sus libertades se atrae la condenación de muchísimos católicos. En la misma Congregación de San Pedro los ánimos se calientan y los religiosos se dividen ante las opiniones de su Superior General.

Si el AVENIR disgustaba a muchos católicos y se atraía las censuras de

algunos Obispos tampoco convencía a los izquierdistas y revolucionarios que calificaban los artículos del AVENIR como cantos mezcla de salmos y de la Marsellesa y, a sus redactores, de gazmoños disfrazados que pretendían tocarse con el gorro frigio cuando lo único que enseñaban era el solideo de los Obispos, de hipócritas que se atrevían a emparejar a Robespierre con Jesucristo

La situación del periódico se va haciendo crítica y la tirada disminuye. Por

otra parte, la administración nunca fue el carisma de Féli. Se habla también de que Roma va a intervenir.

Féli suspende la publicación del AVENIR y con Lacordaire y Montalembert decide presentarse ante el Papa. No estamos cansados ni desesperanzados, escribe. Vamos a Roma como en otros tiempos los soldados de Israel a consultar al Señor en Silo.

LOS PEREGRINOS DE LA LIBERTAD El 21 de noviembre de 1831 salen por Lyon y Marsella hacia la Ciudad

Eterna. La acogida es correcta pero nada más. No son los tiempos de León XII en que a Féli se le ofrecía una habitación en el mismo Vaticano.

Gregorio XVI, antiguo monje camaldulense ocupaba desde hacía pocos

meses el trono pontificio, había tenido que reprimir ya diversas insurrecciones en sus Estados y podido ver los excesos que en ellos se cometían en nombre de la libertad.

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El momento de exponer al Pontífice sus doctrinas era para los tres

peregrinos quizá sicológicamente el peor. Antes de recibirles en audiencia, Gregorio XVI quiere una memoria de sus

doctrinas. La entregan a Pacca, cardenal decano y es una requisitoria contra la alianza entre el trono y el altar, un alegato a favor de la separación de la Iglesia y del Estado, una justificación de las doctrinas del AVENIR y una serie de protestas de sumisión anticipada. La firman los hijos más dóciles y más humildes del Padre común, Féli, Lacordaire y Montalembert.

Pacca responde que el Papa reconoce sus méritos en el servicio y en la

defensa de la Iglesia, pero que no le agrada que se esté discutiendo públicamente de ciertos asuntos. Que se estudiará todo detenidamente y que, por lo tanto, no habrá contestación inmediata.

El tres de marzo de 1832 Gregorio XVI les recibe. La audiencia dura poco

tiempo y en ella se habla de todo y de nada. El Papa se muestra afable, pregunta a Féli por su hermano JUAN MARIA y a Montalembert por su madre, gran cristiana, les ofrece una toma de rapé y al final unos rosarios de recuerdo.

Algunos han reprochado a Gregorio XVI este comportamiento. Si hubiera

hablado a Féli como se habla a un hijo lleno de méritos... si hubiera recordado la frase de León XII: ”a este hombre hay que llevarlo con la mano en el corazón”.

Es posible, dice Rops que el resultado hubiera sido distinto, pero de

ninguna manera podemos asegurarlo. Féli nunca aceptó los consejos de moderación, ni de JUAN, ni de Lacordaire, ni de Montalembert, ni de nadie.

Después de la audiencia Féli queda unos meses en Frascati. Finalmente

vuelve a Francia por Venecia y Munich donde tenía amigos y discípulos. Mientras asiste en esta última ciudad a un banquete que ofrece en su

honor la crema de la inteligencia bávara, le avisan que alguien quiere verle. Es un mensajero de la Nunciatura y trae consigo una encíclica, la MIRARI VOS, firmada por el Papa el quince de agosto, y una carta para Féli del cardenal Pacca. Era el 30 de agosto de 1832.

Féli echa un vistazo a los documentos y comprende enseguida la

situación. Sin embargo, vuelve impasible a la reunión que terminaba con un concierto y no dice una palabra. Sólo al final de la fiesta susurra a Lacordaire: “me ha llegado una encíclica del Papa que nos condena, no tenemos más remedio que someternos”.

Por la noche, los tres hombres estudian minuciosamente el documento

papal. Féli murmura: la libertad condenada, la nación polaca abandonada... y tras unos momentos de silencio exclama “Dios ha hablado, fiat voluntas tua. Su Vicario en la tierra me impide servir la causa de la libertad, sólo me queda la oración”.

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El cardenal Pacca le escribía que, por consideración a su persona y a los

servicios que había prestado a la Iglesia, no se mencionaba su nombre en la encíclica, le recordaba sus promesas de sumisión y le manifestaba su confianza de que sería fiel a ellas. La última había sido: Padre, si una palabra de vuestros hijos una sola se aleja de las vuestras, la desaprobamos y abjuramos de ella.

Féli lo recuerda sin duda y ante sus dos compañeros mudos de sorpresa y admiración, allí mismo comienza a escribir una carta de sumisión dirigida al cardenal Pacca, que luego, el once de setiembre, se publicaría en la Tribuna Católica.

Evocando aquellas horas patéticas de la noche de Munich, Lacordaire escribiría años después: Si hubiera sido humilde y sumiso o, sencillamente, hábil y clarividente se hubiera encontrado en 1841 a la cabeza de la escuela católica liberal, jefe de la cruzada de ese tiempo, más grande, más fuerte, más venerado que nunca. NADIE SE HA PERDIDO TAN GRATUITAMENTE.

El once de setiembre de 1832 aparece, pues, la primera sumisión pública de Féli y sus compañeros:

Los abajo firmantes, convencidos por la carta encíclica del Soberano Pontífice Gregorio XVI, de fecha quince de agosto de 1832, de que no podrían continuar sus trabajos sino ponerse a la voluntad formal de aquel a quien Dios ha encargado gobernar la Iglesia, estiman como deber de católicos declarar, que respetuosamente sometidos a la voluntad del Vicario de Cristo abandonan la batalla que desde hace dos años han combatido con toda lealtad. Piden instantemente a todos sus amigos que den el mismo ejemplo de sumisión cristiana.

En consecuencia, suprimían definitivamente el AVENIR y disolvían la Agencia General encargada de defender en el terreno práctico las doctrinas del periódico.

El cardenal Benetti, Secretario de Estado, encargó al Nuncio en París que transmitiera a Féli la satisfacción que le había causado al Papa su escrito y que estaba plenamente satisfecho de su sumisión.

Se cerraba así el primer acto del drama. JUAN MARIA, que no esperaba, como otros muchos, la condenación de las doctrinas de su hermano y que temía su reacción, respira tranquilo. Féli permanecía fiel al Papa, una voz iba a enmudecer de momento, pero el dolor y el sufrimiento de su hermano podían hacer, a la larga, más por la Iglesia que lo que había hecho su talento.

Féli vuelve a sus soledades de La Chesnaie y sus discípulos compiten en rodear de afecto al maestro cuya virtud resplandece en la desgracia.

Aparentemente todo sigue igual pero pronto empieza Féli a rendirse a sus demonios familiares: distingue, duda, estigmatiza, pronuncia palabras sombrías y teñidas de rencor. Lacordaire no puede soportar aquel ambiente y el once de diciembre abandona furtivamente La Chesnaie dejando una carta de explicación a Féli.

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Gregorio XVI pensaba, como se ha dicho, que no había que irritar a Féli,

que su silencio, aunque no del todo satisfactorio, podía ser comienzo de una sumisión más perfecta.

Pero en Francia la aparición de la encíclica produjo una especie de frenesí

revanchista en los ambientes galicanos y legitimistas que Féli tan duramente había atacado. Por otra parte, algunos sacerdotes de Rennes que no habían visto con buenos ojos que el Obispo confiara puestos importantes de la diócesis a los de la Congregación de San Pedro, se sumaron a la campaña antimenesiana.

Se duda de la sumisión de Féli, se dicen y se escriben palabras de desconfianza y, como el mismo Féli afirmaría más tarde en su libro Affaires de Rome: “se urdieron intrigas, se sembraron calumnias, luego vinieron las provocaciones, los insultos, los ultrajes públicos...”

Cierto todo ello, como no lo es menos que él, por su actitud ambigua y

reticente echaba leña al fuego de una polémica que, desgraciadamente, no siempre estaba inspirada por el celo religioso y la búsqueda de la verdad. Como dice Merlaud, 153 : todas las cóleras sordas, todas las envidias contenidas, aprovecharon la MIRARI VOS para desbridarse.

Estamos ya en 1833. JUAN sufre indeciblemente. En Féli ve a su

hermano, ciertamente, pero ve también al sacerdote que se aleja y al genio que puede prestar servicios inmensos a la Iglesia.

Su línea de conducta es clara: estar junto a Féli con más afecto que nunca

y al mismo tiempo comprender el verdadero alcance de la encíclica. No hay que olvidar que el liberalismo de Féli se distinguía radicalmente del de la Revolución francesa. Que aquél admitía un orden superior de verdades y valores que el hombre tenía la obligación moral de reconocer y acatar, que por encima del criterio individual se afirmaba la autoridad de Dios manifestada en la Revelación, en la Tradición y en el Magisterio, que para Féli la libertad de conciencia no significaba indiferentismo, que la separación de la Iglesia y del Estado no la consideraba como un bien en sí, sino como una necesidad impuesta por el pluralismo de la sociedad, etc.

Pero en cualquier caso, sin vacilaciones ni reticencias JUAN estaba

decidido a mantenerse en humilde docilidad y obediencia al pensamiento del Papa. Postura admirable que no fue comprendida ni por Féli ni por sus adversarios.

+ + +

No nos es posible en estas páginas dedicadas a JUAN seguir con detalle

el itinerario de la ruptura de Féli con la Iglesia. Intentaremos, sin embargo, evocar los hechos más importantes. Con pequeños paréntesis de alegría señalan las estaciones del Vía Crucis de nuestro Fundador.

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En junio de 1833 aparece la obra de Mickiewiecz titulada Libro de ios

peregrinos polacos. Está traducida al francés por Montalembert y lleva como epílogo un himno a Polonia de Féli. De un lirismo apocalíptico, este himno invita a la insurrección. El Papa ve en él un desafío a su autoridad y una prueba de que Féli no abandona sus ideas.

Un mes más tarde el arzobispo de Toulouse, Mons. d’Astros, enemigo acérrimo de las ideas de Féli, difunde en los periódicos un Breve que ha recibido de Gregorio XVI en el que se denunciaba más claramente, aunque sin nombrarlas, las personas contempladas en la encíclica. Es la señal de un nuevo recrudecimiento de la campaña antimenesiana.

En agosto, Féli dimite como Superior General de la Congregación de San Pedro Me he dado cuenta, confía a su hermano, de que me es imposible hacer el bien en esa Sociedad a causa de las disposic5iones de algunos miembros frente a mi persona. Para poner la Congregación al abrigo de toda sospecha publica una segunda declaración de sumisión al Papa. Desgraciadamente, puede leerse en ella una frase que la convierte más en declaración de indiferencia que de sumisión: “para el futuro he tomado la resolución de permanecer en mis escritos y en mis actos totalmente extraño a lo que se refiera a la Iglesia. ¿Cómo es posible que un sacerdote escriba estas palabras?

Ante la marea de sospechas que envuelve no sólo a su hermano sino a toda la Congregación de San Pedro, JUAN MARIA decide, también él, formular una declaración abierta, pública y sin equívocos. La redacta con Codro y éste la lee al comienzo del Retiro diocesano al que asisten cuatro cientos cuarenta sacerdotes

He recibido la encíclica con plena y entera sumisión de espíritu y de corazón, como palabra del Vicario de Jesucristo. Todo lo que el Sumo Pontífice condena lo condeno sin distingos ni restricciones. Estos sentimientos no son sólo míos sino los de toda la Congregación de San Pedro.

¿Hacía falta decir más? Para los que se complacían en humillarla, sí. La víspera de la clausura del Retiro, Mons. de Lesquen está entre sus sacerdotes. En su alocución alaba el celo de su clero, pide que se olviden las incomprensiones del pasado y que se mantenga la unidad de corazones y de espíritus. Al terminar se levanta el Párroco de Vitré: Monseñor, tenemos una gracia que pedirle, que Codro declare que se ha equivocado. Nadie tiene derecho a exigir lo que el Sumo Pontífice no exige, contesta sorprendido el Obispo. No se trata de exigir, pero si Codro dijera como el Rey David PECCAVI quedaríamos todos contentos. El Obispo cede y en el sermón de la tarde Codro comienza con esta confesión: Señores, por el bien de la paz no rehúso en declarar que al adoptar las doctrinas del AVENIR me he equivocado.

Cuando Féli se entera de esta innecesaria escena de humillación estalla en imprecaciones.

En la segunda quincena de setiembre de 1833 unos sesenta religiosos de San Pedro comienzan su Retiro en S.Méen. Para reemplazar a Féli eligen como Superior General a su hermano JUAN. En nombre de éste y en el suyo propio, el predicador Rohrbacher se envía al Obispo una segunda adhesión a la encíclica.

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Ni la declaración de Rennes ni la de S. Méen logran apaciguar a un sector

del clero y Mons. de Lesquen presenta su dimisión que no le es aceptada. Su carta se cruza con un Breve de Roma del cinco de octubre en el que el Papa explica al prelado por qué no acaba de convencerse de la sumisión real de Féli. Este recibe el nuevo documento en el momento de salir para París. Contestaré desde allí directamente al Papa, escribe al Obispo. Mons. de Lesquen se siente herido, comunica al clero el incidente y retira las licencias a Féli, decisión brutal que el arzobispo de París se niega a compartir.

Desde la capital y mientras JUAN MARIA entregaba al Obispo otras cuatro

declaraciones, Féli envía al Papa una tercera fórmula de sumisión ambigua y escurridiza. La rebelión comienza a mostrarse amenazadora.

Tras la respuesta del cardenal Pacca en la que le pide que considere su

caso como católico y como sacerdote ‘al pie del crucifijo “ tras pacientes conversaciones con el arzobispo de París, Mons. Quélen, que olvida los antiguos insultos del AVENIR para intentar salvar a Féli de la desgracia extrema, éste envía al Papa la cuarta declaración, la más explícita de todas . Es el trece de diciembre de 1833.

“He sentido mucho que Su Santidad haya considerado ciertas expresiones

de mi anterior declaración como restrictivas de mi sumisión a la encíclica MIRARI VOS. Nunca ese pensamiento ha sido el mío”. Luego seguía en latín:

“Certifico que sigo única y absolutamente la doctrina enseñada en la carta encíclica del Pontífice y que no escribiré ni aprobaré nada que sea contrario a ella.”

Alegría de todos los amigos de Féli, alegría de sus discípulos, alegría

inmensa de JUAN, suspiro de alivio en toda la cristiandad, Breve del Papa felicitando al escritor tu nombre recibirá una gloria inmortal.., continúa con todos los recursos del talento y del saber que te distinguen...

La tensión baja en la diócesis de Rennes y en la Congregación de San

Pedro. Pero ¿cuál era el verdadero estado de alma de Féli ? He firmado, hubiera firmado cualquier cosa, incluso que la luna ha caído

en China, dice a Gerbert. Y a Montalembert : hubiera firmado incluso que el Papa era Dios, el gran Dios del cielo y de la tierra a quien hay que adorar.., que tenía grandes dudas sobre algunos puntos del catolicismo.. .que pensaba abandonar sus funciones sacerdotales.

La realidad es que, en unos meses, Féli ha perdido su alma antigua y está

ya quemando lo que en otro tiempo adoró.

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LAS PALABRAS DE UN CREYENTE

Poco después, el treinta de abril de 1834, aparece este librito que tiene un éxito inmenso y se traduce enseguida a varios idiomas. Es un homenaje a los sufrimientos del pueblo, un grito de odio contra los que le tiranizan, una predicación de la intervención necesaria de Cristo para asegurar a los ciudadanos sus derechos políticos y también un himno de esperanza: rotas sus cadenas, los esclavos de hoy comerán el pan de la libertad ganado con el sudor de sus frentes.

Al lado de páginas que parecían caer del cielo restallantes de elocuencia y

de poesía había blasfemias e imprecaciones de una violencia inaudita lanzadas contra la realeza y la jerarquía católica. En conjunto el libro era una extraña mezcla de anatemas y plegarias, de visiones celestes y de escenas infernales, cuya lectura asombraba, turbaba, y acababa por embriagar. (Lav. I 502)

Féli lo había compuesto durante los sombríos meses de 1833 y leído en

parte a su hermano. En aquellos momentos era inútil ponerse a discutir con él, pero JUAN le repetía machaconamente: no publiques nada, no hagas nada que pueda provocar una nueva tempestad contra nosotros.

Todo fue inútil. En marzo del 34, Féli que está en París, entrega el

manuscrito a Sainte—Beuve: arréglese con el editor; que se publique y cuanto antes mejor. Yo salgo para La Chesnaie.

Llega a su retiro campestre el once de abril. Durante unos días, escribe

Merlaud, se encierra en un silencio de muerte. Sufre a pesar de sus bravatas duda de sí mismo? Piensa en JUAN que representa su alma de otros tiempos, su herencia de paz... y va Plorme1.

La vieja berlina de su hermano está a la puerta dispuesta para partir. Con

-- versan, Féli contaría lo del manuscrito entregado a Sainte—Beuve. Una vez más JUAN insiste y suplica a Féli que no lo publique. Este pide a JUAN que le oiga en confesión. Este comprende que las cosas no se van a arreglar con una absolución, que el hermano confesor puede quedar con las manos atadas si un día tiene que defender a Féli. Mira, le contesta, es mejor que te confieses con uno de estos señores…yo tengo que salir inmediatamente.

Se despide pero no queda tranquilo y al día siguiente se presenta en La

Chesnaie y vuelve al asalto. Féli se defiende, argumenta, se revuelve, pero al fin escribe una carta a su editor de París dándole instrucciones para que suspendiera la edición de la obra. Una hora más tarde, JUAN deposita la carta en la diligencia de Dinan.

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Era el veintinueve de abril de 1834. Al día siguiente los periódicos

anuncian que LAS PALABRAS DE UN CREYENTE acaban de aparecer. Rezar y llorar es lo único que puedo hacer, escribe JUAN a Codro, el

cuatro de mayo. Lo que sufro no es más que el comienzo de lo que me aguarda. Debo preparar mi alma a dolores vastos como el mar. Lo sé, que Dios sea alabado.

+ + +

En efecto, los acontecimientos van a precipitarse: El quince de julio de 1834 aparece la encíclica SINGULARI NOS que

condena las “Palabras de un creyente” (libro pequeño en volumen pero inmenso en perversidad) y las doctrinas filosóficas de Féli.

Acabo de celebrar la Eucaristía le escribe su hermano, acabo de ofrecer a

Dios el sacrificio del Cuerpo y de la Sangre de su Hijo para pedirle la resignación, la serenidad y el humilde valor que nos hacen falta a ti y a mí en un momento en que nuestras almas están trituradas por dolores inexpresables.

Los rencores y las animosidades se desatan de nuevo en la diócesis de

Rennes, pero JUAN MARIA sigue decidido a agotar todos los recursos compatibles con su fidelidad incondicionada a la Iglesia para salvar a Féli.

El sector de misioneros de la antigua Congregación de S. Méen no quiere o no puede aceptar su postura y convence al Obispo de la necesidad de que JUAN dimita también como Superior General. Su presencia en la Congregación de San Pedro, dicen, les está dañando en la diócesis.

No basta que JUAN proclame una y otra vez su adhesión a las dos

encíclicas, no basta que escriba al Obispo: mientras me queden fuerzas para pronunciar una palabra, estad seguro señor que esta palabra será la expresión sincera de mi plena sumisión a las decisiones de la Santa Sede y de mi adhesión a vuestra persona.

El dos de setiembre el Obispo le comunica: Veo con dolor que la

Congregación está dividida. En consecuencia debo decirle que tomo bajo mi dirección inmediata a los que se separen de Vd. encargándoles la dirección de mi Seminario menor de S. Méen y de la Casa de misioneros de Rennes. Dejo entera libertad a los que quieran seguirle, pero dígales de mi parte que los consideraré excardinados de mi diócesis donde no les ofreceré cargo alguno.

JUAN MARIA no discute la decisión de la autoridad ni piensa en amotinar

contra ella a sus amigos. Lo explica todo, lo excusa todo y lo recibe todo. Lo acepta en el misterio de la Iglesia y de la voluntad de Dios que una sola palabra puede profanar.

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“Alegraos cuando tengáis algo que sufrir por el amor del Señor”. JML

Las palabras de su Obispo son suficientemente claras y JUAN MARIA no duda un momento en presentarle la dimisión de Superior General de la Congregación que él tan decisivamente había contribuido a fundar.

El catorce de setiembre la comunica públicamente a sus religiosos reunidos para el Retiro. Vale la pena reproducir por entero sus palabras porque) como dice escuetamente Laveille 1, 5l6, SON VERDADERAS PALABRAS DE SANTO. Y Merlaud, 183: UN DISCURSO QUE POR SI SOLO BASTARÍA PARA DEJAR EN LA MEMORIA DE UNA DIÓCESIS CONSTANCIA DE UNA EXTRAORDINARIA FIGURA.

Graves motivos conocidos por todos y por tanto inútiles de recordar me han decidido a poner a disposición del señor Obispo el cargo de Superior General de la Congregación. No dudo en afirmar que es cierto que, sin quererlo, he sido un obstáculo al bien que estáis llamados a hacer en la diócesis. Por este motivo era necesario que dejara de ser vuestro jefe y que no tuviera ningún título en la Congregación. Me he dado cuenta demasiado tarde del verdadero estado de la situación y me admiro de la paciencia que habéis tenido para soportarme durante tanto tiempo. Os doy por ello las más sinceras gracias y os aseguro que guardaré hasta mi último suspiro un vivo y dulce sentimiento de gratitud.

Hermanos muy amados, permitid al que fue vuestro Padre daros sus últimos consejos. El primero y más importante ha de ser que permanezcáis inconmovibles en vuestra adhesión y sumisión a la Cátedra de Pedro, de modo que sus decisiones sean siempre la regla de vuestras creencias y conducta sin sombras de distinciones ni distingos como siempre os lo he recomendado. Debemos confesar francamente que no siempre nos hemos defendido con eficacia del espíritu de escuela y de novedad y hoy debéis tomar ante Dios el propósito de ‘desterrarlo de vuestras conversaciones, de vuestros estudios y de vuestra enseñanza.

En segundo lugar, que nadie dude como no dudo yo mismo en hacer todos los sacrificios que exijan la gloria de Dios y la salvación de las almas. De esta disposición va a depender la perennidad de la obra que, de concierto, hemos fundado.

En fin, que el que me va a suceder no se desanime. Que empuñe con mano firme el timón de esta navecilla ya tan sacudida por la tormenta. Estoy persuadido de que todos nos esforzaremos en aliviar su carga, obedeciéndole con amor, considerando sus deseos como órdenes y secundando sus esfuerzos con el mayor celo.

Momentos de emoción en el auditorio. Siguen las elecciones y Codro es elegido Superior General. Se crea una nueva Sociedad que no es otra sino la antigua Congregación de Saint—Méen.

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La de San Pedro acaba de morir. La gran aventura menesiana, el bellísimo sueño de los hermanos La Mennais es ya sólo un recuerdo. Muchos al pensar en lo que hubiera podido ser esta Compañía de Jesús del siglo XIX sienten todavía tristeza ante su dramático destino.

¿Hubiera continuado JUAN MARIA en la nueva Sociedad de S. Méen? En

cualquier hipótesis pronto le hicieron saber que le excluían de ella. Para los misioneros resultaba una compañía molesta, pues al que había gastado su vida defendiendo y exaltando los derechos de la Santa Sede se le consideraba ahora por un sector del clero, sospechoso, indigno e indócil a la palabra del Papa.

Todavía quedan por arreglar las cuestiones materiales y financieras que

acarrea la disolución de la Congregación de San Pedro. Coëdro y sus compañeros plantean exigencias que JUAN no puede aceptar por injustas y sin fundamento legal alguno. No faltan las insinuaciones malévolas. Querido Coëdro, exclama JUAN, qué diferencia entre nuestras relaciones de hoy y las de otros tiempos.

Para expresarla ya no me quedan palabras, sólo tengo lágrimas. Coëdro se da al fin cuenta de que se ha metido en un callejón sin salida y

pide al Obispo que intervenga. Este que tiene escasa idea del fondo de la cuestión pide a JUAN que haga lo que pueda para no aumentar las penas que le acaban. Este, enternecido, responde que está dispuesto a todo para acabar con la disputa y, en efecto, el veinticuatro de abril se llega a un acuerdo amistoso en el que JUAN MARIA sacrifica diez y ocho mil francos de su fortuna personal.

El noviciado de Malestroit queda en poder del Padre y a partir de 1837 se convierte en Colegio. En 1867 se vendió a una Congregación de religiosas que lo ocupan en la actualidad.

En abril y en octubre de 1835 JUAN MARIA tiene que soportar artículos

difamatorios que le acusan de hipocresía ante los juicios de Roma. A fines de este año, su viejo amigo Bruté, titular ahora de la sede de Vincennes en los Estados Unidos visita Bretaña. Va varias veces a La Chesnaie a convertir a Féli hasta que éste le manda con cajas destempladas. Con ocasión de la reimpresión de la Regla de los Hermanos, escribe a JUAN: el nombre de LAMENNAIS debería suprimirse pues despierta actualmente un involuntario horror en todo corazón católico y cristiano.

No piense que me vaya a enfadar como un chiquillo por sus palabras, le

contesta mansamente JUAN, pero como un niño dice sus razones yo le explicaré las mías. Y no le diré nada más sino que le amo de todo corazón y que continuaré amándole siempre.

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Pero Bruté no se ablanda y acusa a JUAN de haber sido, por debilidad, el

responsable de la pérdida de Féli. Merece transcribirse aquí la respuesta porque, una vez más, explica la línea de conducta que JUAN que se trazó en las relaciones con su hermano

“De acuerdo en todo lo demás, no lo estamos en la táctica que

debemos seguir frente al desgraciado Féli a quien los dos amamos tiernamente y para el que desearnos, no menos Vd. que yo, la salvación eterna. Vd. quisiera proceder sin miramientos. Por mi parte temo que al golpear sobre heridas en carne viva no las irritemos más y las hagamos incurables. Ternos que ese proceder “sin miramientos “ empuje todavía más a nuestro pobre descarriado por sus falsos caminos y le impidan el retorno.

Por relatos deformados, malévolos quizá, que Vd. habrá escuchado, supone que yo,.por debilidad, he halagado a Féli. No lo crea en absoluto. Le amo demasiado para haberle ocultado mis lágrimas o para haberle disimulado en ninguna ocasión las verdades que debía recordarle. Confieso, eso sí, que mi celo ha sido siempre manso, que he guardado las consideraciones que la caridad nos exige para cualquier persona, y más a mí que soy su hermano. Pero si hubiera obrado de otra forma Vd. mismo me lo reprocharía y yo sentiría unos remordimientos que, gracias a Dios, hoy no tengo. Vd. me pregunta ¿ha conseguido algo con ello? Esta pregunta me duele pero no me desconcierta, porque la verdadera cuestión es ésta ¿hubiera conseguido algo por otros medios?”

+ + +

Las relaciones de Féli con su hermano se van haciendo cada vez más

frías. A fines de mayo de 1836 decide abandonar La Chesnaie que le recuerda un pasado que quiere olvidar y fijar su residencia en París. Encarga que le empaqueten los libros de la biblioteca.

Mientas lo están haciendo llega JUAN que explica a los obreros que no

todos los libros pertenecen a su hermano y separa los de su propiedad. Féli, que está en la casa se esconde y a pesar de las invitaciones de JUAN no abandona su cuarto.

LOS DOS HERMANOS NO VOLVERÍAN A VERSE MÁS, pero hasta el

último momento JUAN utilizaría todos los recursos, todas las amistades, todas las estratagemas para mostrar a Féli que le seguía amando y que seguía esperando su retorno

+ + +

+

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EN PLOERMEL Qué suerte es tener un corazón sin puertas Qué suerte es tener las manos siempre abiertas

(Canción popular)

Hemos llegado a 1836. JUAN MARIA va para sus cincuenta y seis años. Ha pasado los tres anteriores clavado en la cruz. Tanto dolor, tanta decepción, tanta tristeza. Ahora está solo… o casi. “Dios, ¿por qué me has abandonado?”

Pero el temple sobrenatural de JUAN MARIA no entiende de desalientos

ni de repliegues egoístas. Ya ha hecho el noviciado del fracaso y ha sido purificado por la humillación y el sufrimiento.

Dejémonos devorar por la Providencia, había escrito en otros tiempos. Y

comprende que por caminos difíciles, pero caminos de Dios, al fin, la Providencia le ha ido empujando poco a poco hasta acorralarlo en Ploërmel.

Sus Hermanos son ya más de trescientos y de ahora en adelante no

habrá nada en su vida que no sea estar junto a ellos. De ahora en adelante, sólo abrazará un apostolado, el de la enseñanza,

sólo admitirá un título, el de ignorante bretón, sólo quemará su vida en una aventura, la de su lnstituto de Hermanos.

Si exceptuamos la epopeya de las misiones, van a ser años esquivos a la crónica brillante, años de humilde y fecunda labor desde el puente de mando de Ploërmel o por los caminos de Bretaña trompicado en su vieja tartana, años en que continuará su lucha tenaz y oscura por la libertad de enseñanza, años con la mirada puesta en una destartalada buhardilla de París donde su hermano se hunde en la obstinación...

Hasta que un día, el 26 de diciembre de 1860, el Señor llama a su fiel servidor, la gente mira al cielo y se da cuenta de que en la Vía Láctea brilla una nueva estrella.

Vamos a acompañarle en el último trecho de su camino callado y oculto

como el germinar de la vida en el surco.

+ + +

Misiones Sólo podemos aquí dar una idea de este capítulo de nuestra historia. En el

trasfondo de la generosidad heroica de tantos Hermanos y en el ardor de su ilusión apostólica es imposible no descubrir el fuego de un alma que había lanzado a sus hijos a una gloriosa aventura y que, desde Ploërmel, les dirige, les anima y comparte con ellos alegrías y dolores.

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GUADALUPE y MARTINICA fueron descubiertas por Cristóbal Colón en su segundo (1493) y cuarto (1502) viaje, respectivamente.

En 1835, Guadalupe tenía 130.000 habitantes y Martinica 110.000. En

ambas islas los esclavos constituían cerca del ochenta por ciento de la población y trabajaban, sobre todo, en las plantaciones de caña de azúcar.

Los prejuicios raciales eran monstruosos y pueden darnos idea de ello la

reprensión que recibió el H. Arturo por estrechar la mano de un negro. En febrero de l794 la Convención había abolido la esclavitud. En tiempos

del Consulado vuelve a reestablecerse y sólo en 1848 se producirá la abolición definitiva.

GUADALUPE En 1833, la ley Guizot había establecido que todos los pueblos deberían

de tener su escuela. Cada Ayuntamiento quedaba obligado a proporcionar el local, a buscar maestros, seglares o religiosos, y a pagarles su trabajo. El gobierno decide que esta ley se aplique también a las colonias. En estas condiciones van a ir nuestros Hermanos a las Antillas y demás misiones.

El once de agosto de 1836, el Ministro de marina, almirante Rosamel pide a JUAN MARIA que se encargue de organizar la enseñanza primaria en Guadalupe y Martinica.

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Se trata de prestar en aquellas islas el mismo servicio de Bretaña y como

el gobierno tiene ya en proyecto abolir la esclavitud, la misión de los Hermanos será también la de ayudar a crear las condiciones sociales para que el paso a la nueva situación se realice sin traumas.

JUAN MARIA duda seriamente: dispone de una Congregación que tiene

solamente diez y siete años de existencia y en la que las tradiciones no están todavía solidificadas. Se puede contar con el entusiasmo y la abnegación de los Hermanos, pero hay que reconocer que su formación ha sido apresurada. Las dificultades van a ser inmensas: clima enervante, desenvueltas costumbres de la sociedad criolla, dificultad de dirigir, de alentar, de resolver los problemas de los Hermanos a través de una correspondencia que tardará meses en llegar...

Finalmente, la fe del Fundador, su confianza en la Providencia y en la

virtud de sus Hermanos, la misma entidad del desafío, hacen que acepte la propuesta del Ministro y que enseguida se ponga a estudiar las condiciones de aquellas tierras y a hacer planes para el nuevo campo de misión.

Quiere que sus Hermanos vayan libre y alegremente, no por pura

obediencia’ y que vayan, si es preciso, sin retorno. No les oculta las dificultades. A pesar o quizá por ello, cincuenta y dos dan

el paso adelante. Con cinco elegidos sale el veintisiete de noviembre de 1837 de Ploërmel para Brest y el 10 de diciembre suben a bordo del Jiraja que se dispone a zarpar para las Antillas.

Después de un mes largo de travesía, el primer grupo de misioneros

menesianos llega a Basse—Terre, capital de Guadalupe Recibimiento afectuoso del Gobernador, escasa cooperación en los restantes niveles administrativos, poco entusiasmo de parte del clero local, recelo de bastantes colonos y la misma hermana pobreza de Bretaña en cuanto a clases y residencia

Pero esto no es lo peor. El equipo pionero no va a estar a la altura de su

misión. Es cierto que la escuela va viento en popa y también que en la Comunidad se ha instalado el mal espíritu. A pesar de su perspicacia y del conocimiento del hombre JUAN MARIA se había equivocado al escoger a este grupo. Al Superior, Hno. Antonin, le falta iniciativa, autoridad y sentido práctico. A los otros, temple religioso. Hay quejas, recriminaciones mutuas y amargas cartas que se envían a Ploërmel. La Comunidad se va cayendo a pedazos y, para completar el cuadro, la epidemia de fiebre amarilla que diezma la isla en 1838 y que alcanza a toda la Comunidad, hiere de muerte a su Superior. Tres Hermanos se desalientan y vuelven a Francia. Hay que volver a empezar.

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De momento llega el H. Frédéric. Pertenece a la raza de tantos Hermanos

de aquellos tiempos. Cuando el Padre le hace ver los peligros y las dificultades de la misión responde: “¿qué importa todo ello, si Dios me quiere allí. Si puedo ser útil a su gloria, ya se las arreglará para conservarme y sino moriré, pero moriré contento.”

Al referir estas palabras a uno de sus corresponsales JUAN MARIA

añadía lacónicamente: ”¡qué admirable es la lógica de la fe!” Poco después desembarcan otros. Se ha sembrado entre lágrimas y el

tiempo de la cosecha va a comenzar. Las autoridades de Point—á—Pitre, la principal ciudad de la isla, quieren también Hermanos. JUAN MARIA envía tres que salen de Nantes en octubre de 1838. Uno de ellos es el H. Arturo que, trasladado más tarde a Martinica, va a ser el prototipo de los Hermanos catequistas.

También aquí como en Basse—Terre los Hermanos se desposan con la pobreza. Les niegan hasta los mosquiteros porque los religiosos, en expresión del funcionario de turno, tienen que ser hombres de penitencia.

+ + +

MARTINICA

Mientras la escuela de Point—á—Pitre se va desarrollando rápidamente,

un nuevo grupo de cinco Hermanos desembarca a fines de 1839 en Fort—Royal, hoy Fort—de—France, en la isla Martinica.

En esta población abren la primera escuela de la isla. Mientras se

preparan los locales, el Gobernador les aloja en su propia casa, en Saint—Pierre, donde no se tardará en abrir otro establecimiento.

Como en Guadalupe, los Hermanos se ganan enseguida la estima de la

gente. 0cho años más tarde, su Gobernador diría a JML: “En las colonias se quejan de todos, del ministro, de su secretario de Estado, de los gobernadores, del clero... sólo los Hermanos de Ploërmel están fuera de toda queja y unánimemente se cantan sus alabanzas”.

A esta isla llega en marzo de 1841 el H. Ambrosio. Nuestro Fundador le

ha nombrado lugarteniente suyo en las Antillas con poderes para tratar con las autoridades civiles y eclesiásticas y facultades para arreglar los problemas de los Hermanos.

Era un hombre recto como un surco, franco hasta la brusquedad, sin

miramientos ni para él ni para nadie. Podía decir cualquier cosa porque su conducta era absolutamente irreprochable, pero la diplomacia no era su carisma. (Merlaud, 222)

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Profundamente religioso pero sin el tacto necesario para evitar problemas,

ni la indulgencia para hacer amable la autoridad. (Lav. II, 240)

A la Martinica llega también, a fines de 1841, el sacerdote Evain que había trabajado junto a JUAN MARIA como capellán de Plorme1. El H. Ambrosio se lo había pedido al Padre para que dirigiera espiritualmente a los Hermanos y prestara el servicio ministerial a los alumnos.

De maneras afables, fácil y suave de palabra, celoso y servicial, este sacerdote de porte distinguido a quien JUAN MARIA, nueva equivocación, había otorgado su confianza, era en el fondo como lo califica Laveille lIl, 240 un intrigante ambicioso y ruin

En cuanto detecta el descontento de algunos Hermanos frente a su Director General, inicia una solapada y turbia operación de amotinamiento contra el H. Ambrosio.

Varios Hermanos escriben a Ploërmel pidiendo su destitución y pidiendo que sea reemplazado por Evain. Este apoya las peticiones y sugiere que a pesar de su indignidad está dispuesto a rendir este servicio al Instituto.

Desde Ploërmel no se ve clara la situación hasta que, inesperadamente, llega una carta que Evain dirigía a un amigo suyo de Bretaña y que éste, escandalizado, remite a JUAN MARIA. En la carta Evain anunciaba a su corresponsal que estaba trabajando para obtener del Gobierno colonial la expulsión del H. Ambrosio.

JUAN MARIA interviene fulminantemente y Evain abandona las Antillas. El H. Ambrosio que, entre otras lindezas, había sido acusado de detraer en beneficio propio parte de los salarios de los Hermanos, recibe esta carta del Fundador:

“Estoy enterado de cuanto se ha hecho para engañar a nuestros Hermanos de Fort—Royal e indisponerlos contra Vd. Le reitero la orden de permanecer en su puesto. Es poible que se haya intentado prevenir contra Vd. al Gobernador y que se le haya denigrado ante el mismo. Al menos de esto se jactan con audacia en una carta que ha llegado misteriosamente a Bretaña. La odiosa trama ha quedado al descubierto. No se desanime, manténgase en paz en todas sus ocupaciones, prudente y dulce en todas sus palabras y sepa sufrir como cristiano”.

Como un cristiano, con el temple de un verdadero religioso el H.Ambrosio habla aguantado la tormenta. De ella salió engrandecido a los ojos de los suyos que descubrieron el verdadero rostro de su Director General oculto tras unas apariencias rugosas y desmañadas.

Las dificultades y los consejos de Ploërmel le enseñaron también a saber mandar.

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El treinta de octubre de 1886 se decreta en Francia que EN LAS ESCUELAS PÚBLICAS DE CUALQUIER ORDEN TANTO EN LA METRÓPOLI COMO EN LAS COLONIAS NO PODRÁN ENSEÑAR LOS RELIGIOSOS. Su sustitución por personal seglar debía hacerse antes de 1891.

Fue el golpe de muerte para nuestros establecimientos de las misiones. Hasta este tiempo habían trabajado en GUADALUPE 424 Hermanos en

treinta y cinco centros. De ellos, 94 fueron abatidos por la fiebre amarilla y otros muchos tuvieron que volver a su país con la salud arruinada.

En unas veinticinco escuelas de MARTINICA, 302 Hermanos lo

entregaron todo para promocionar al hombre y anunciar al Señor. De ellos 56 murieron de la fiebre amarilla y, como en las restantes colonias, otros tuvieron que repatriarse, quebrantada su salud.

+ + +

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APOSTOLADO EN GUADALUPE Y MARTINICA

Al principio los Hermanos sólo pudieron admitir en sus clases a niños de familias libres. Ni legalmente, ni a causa de los prejuicios raciales, era pensable otra solución.

Sin embargo, organizan cursos de catequesis para adultos a los que

asistieron también esclavos de ciudad. Un decreto de 1840 permite la admisión de esclavos en las escuelas y

autoriza a los maestros a instruirlos en las plantaciones cuyos dueños lo deseen. Es la luz verde para los Hermanos Arturo, en la Martinica y Jacinto en Guadalupe, que comienzan, jueves y domingos, sus catequesis en las plantaciones.

Las resistencias sordas de autoridades y colonos al decreto mencionado

no permite modificar sensiblemente la situación. JUAN MARIA propone al Ministro de Marina, que en los pueblos importantes haya cuatro Hermanos, dos en la escuela y dos que recorrerían a caballo los alrededores y en 1843 urge al H. Ambrosio en el mismo sentido. Pero sobre el terreno surgen mil dificultades.

En 1845 nuevo decreto, esta vez más perentorio. Las escuelas DEBEN

abrirse a la población esclava. Apoyado en él, JUAN MARIA obtiene que en cada escuela se cree una clase para ella.

Dos años más tarde, comienza regularmente la labor de los Hermanos

llamados catequistas: en Guadalupe el H. Jacinto tiene a su cargo veintidós plantaciones en los alrededores de Basse—Terre, el H. Frumence, doce en las que enseña a más de mil esclavos y, por lo menos, otros cuatro Hermanos más trabajan en la misma forma.

En Martinica, el primer catequista de dedicación plena es el H. Arturo.

“Tengo, escribe al Padre, veinticinco plantaciones que visito cada semana. Todos estos negros y la mayor parte de sus amos me escuchan con una atención y un respeto que le edificaría. Las clases las doy unas veces en la sala o en la galería de la casa, otras junto a los campos de azúcar, en el patio o bajo los árboles.”

Los Hermanos catequistas fueron extraordinariamente amados por la

población negra y ejercieron una gran influencia sobre ella. Al H. Jacinto le llamaban NUESTRO SANTO. Del H. Arturo, el “Dios de los

negros” basta recordar las dos intervenciones decisivas, una antes de la abolición y otra después, para apaciguar a los negros amotinados a las puertas de Fort—Royal. El Gobernador solicita del H. Ambrosio la intervención del H. Arturo. “Me manda Vd. a la muerte”, contesta éste cuando el Superior le propone que vaya a apaciguar a los negros alborotados. “Mejor que mejor, responde impasible aquél, de esta forma tendrá un mártir la Congregación...” Era el H. Ambrosio en tamaño natural...

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Con motivo del heroico comportamiento del H. Arturo durante la terrible

epidemia de fiebre amarilla de 1852, el Gobierno francés a instancias del colonial le concedió la Cruz de Caballero de la Legión de Honor. Por motivos parecidos el H. Colombini recibió una medalla de oro. Las podéis aceptar, les escribe el Padre pero no las llevéis habitualmente como tampoco yo las llevo. Nuestra verdadera condecoración es el crucifijo.

VEINTICUATRO DE MAYO DE 1848, al fin la esclavitud queda abolida. Escribe el Fundador: “Si diez años antes los Hermanos hubieran podido

tener acceso a las plantaciones, cuánto bien hubieran hecho y cuánto mal evitado. Pero la culpa no ha sido nuestra si hemos comenzado tarde a evangelizar a los esclavos. Redoblemos ahora de celo.”

Es la consigna que da al H. Ambrosio en junio de ese mismo año.

AHORA, ahora se trata de seguir educándolos y sobre todo de ocuparse de sus hijos. No sólo de enseñarles a leer y a escribir y anunciarles el Señor. También se van creando secciones de artes y oficios y de enseñanza agrícola.

La inmensa mayoría de los Hermanos misioneros de las Antillas

respondieron espléndida y generosamente a lo que el Padre esperaba de ellos, pero ya hemos visto que hubo excepciones. En un primer momento de ingenuidad queda uno desconcertado al ver a unos hombres que abandonaron su país poseídos de ardientes ideales, perder altura en tan poco tiempo. Sólo cuando se piensa en lo complicado del alma humana y se recuerda que también Cristo aparentemente se equivocó con uno de sus Apóstoles, se comprende todo.

La misión de las Antillas, escribía el Fundador el nueve de abril de 1843,

ha sido la más agitada y vuestras miserias han sido grandes, pero a pesar de todo la obra sigue adelante y hoy va mejor que nunca.

Y al Hermano Ambrosio: Le confieso que cada día soy menos sensible a

las tribulaciones que me causan nuestras obras, porque esas tribulaciones son nada en comparación del bien que se está haciendo.

+ + + SENEGAL

Los dos primeros Hermanos llegan a Senegal el 22 de noviembre de 1841. El primer centro se abre en San Luis y el segundo, dos años más tarde en Gorée. El Gobernador Faidherbe, poco favorable a los religiosos, tiene que inclinarse pronto ante los resultados.

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Después de la muerte.del Fundador se abrieron escuelas en Dakar, Sor,

Rufis— que y Ziguichor. En 1884 se añadió una sección de bachillerato a la escuela de San Luis que se convirtió así en el único Colegio del África occidental de aquel tiempo y del que salieron muchos alumnos para ocupar puestos importantes en la Administración. Se ha podido decir que el respeto de que goza la Iglesia católica en un país de inmensa mayoría musulmana como es el Senegal y las facilidades que obtiene para cumplir su misión, se deben en parte a la acción de estos antiguos alumnos del Colegio de San Luis. Expulsados en 1904, los Hermanos volvieron a Senegal en 1967 y dirigen hoy dos centros escolares en San Luis y en Rioubel.

En Senegal han trabajado 183 Hermanos y han muerto en el país 34.

+ + +

SAINT—PIERRE—ET—MIQUELON

Se funda en 1842 y hasta el cierre de la misión cincuenta y cinco

Hermanos en tres centros se dedican a ella. GUAYANA FRANCESA

A partir de 1843 trabajarán ciento cuarenta y dos Hermanos en seis escuelas. TAHITI

Es-la última misión que funda JUAN MARIA LA MENNAIS. El tres de

setiembre de 1859 salen de Ploërmel cuatro Hermanos para Tahití. De hecho cuando desembarcan en Papeete el .17 de octubre de 1860 le quedan a JM poco más de dos meses de vida.

La Administración de Tahití fue la primera en iniciar el proceso de secularización en las colonias en el año 1881. Pero poco después se abrió una escuela privada convertida hoy en un floreciente y prestigioso Colegio.

Todas nuestras escuelas de misiones fueron alcanzadas por las leyes

sectarias de 1881. Entre esta fecha y la de 1904 nuestros Hermanos tuvieron que abandonarlas.

PERO NO HA PODIDO SER VANA LA ILUSIONADA TAREA DE MÁS DE MIL DOSCIENTOS HERMANOS QUE ENTREGARON LO MEJOR DE SÍ MISMOS EN LAS MISIONES FUNDADAS POR JUAN MARÍA DE LA MENNAIS.

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Por la libertad de enseñanza

Una componente fundamental del: proyecto apostólico de JUAN MARIA LA MENNAIS fue la formación de las futuras generaciones sacerdotales o seglares. Consideró siempre a la escuela católica, en todos su niveles, como un poderoso instrumento de promoción del hombre y de anuncio de la fe.

Invirtió el fervor de su primer ministerio, durante diez años, en un Colegio— seminario de S. Malo.

En plena madurez apostólica dedicó lo mejor de sus energías en el frente de la enseñanza y en los veinticuatro años últimos de su vida no quiso ser otra cosa que MAESTRO DE ESCUELA.

Soldado de la enseñanza, luchó para defenderla contra los monopolios

estatales la prepotencia de la maquinaria administrativa y la malevolencia de algunas autoridades locales.

Aparte del episodio de la escuela mutua, es un combate sin estrépitos ni sensacionalismos. Sus armas son los contactos tenaces con las autoridades, los escritos a la Administración, las cartas a los ministros, las gestiones con los diputados. Con diversas estrategias su bandera ondea siempre al mismo viento la efectiva libertad de enseñanza.

Las primeras escaramuzas las libra en torno a los Seminarios menores de

S. Brieuc. La enseñanza secundaria era por entonces y lo fue hasta le ley Falloux de 1850, monopolio del Estado. Tras mil asedios a las autoridades logra que en estos Seminarios puedan estudiar también alumnos externos. Los anticlericales del departamento protestan y JUAN MARIA envía entonces una memoria al ministro del Interior a cuya jurisdicción pertenecía la enseñanza. En ella levanta su voz contra el monopolio y las intervenciones excesivas del Estado

¿Cómo es posible que la libertad pueda perjudicar a la enseñanza

estatal? Al contrario la COMPETENCIA es un principio de vida, una fuente de progreso tanto para los colegios del Estado como para los de la Iglesia.

Estas palabras que escribe al Ministro las repetirá siempre e incansable —

mente. “Competencia, competencia leal, emulación para hacer el bien...” – Si se declara enemigo de la escuela mutua no es sólo porque la considera

neutra, sino también porque los poderes públicos la apoyan al mismo tiempo que crean dificultades a las otras.

La revolución de julio de 1830 que acaba con el reinado de Carlos X, coincide con un recrudecimiento del anticlericalismo. Un poco por todas partes los Hermanos son molestados y en algunos casos perseguidos. Mediante un diputado amigo JUAN MARIA envía al Ministro una resuelta protesta. Se queja de la ‘pequeña guerra de religión“ que algunas autoridades locales o de distrito desencadenan contra sus Centros, simplemente porque la gente los aprecia más que a los otros, que se limatan a vegetar. Se queja también de las arbitrariedades y zancadillas académicas.

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La catástrofe amenaza en cualquier momento a mis Centro. Y vuelve

sobre su tema favorito: QUE SE FAVOREZCA LA COMPETENCIA LEAL. EL MONOPOLIO DEL ESTADO MATA, LA LIBERTAD VIVIFICA Y FECUNDA TODO LO QUE TOCA.

A partir de 1833, sus relaciones con el Ministro de Educación Guizot son excelentes. Este hombre, protestante, autor de la primera ley de enseñanza primaria en Francia admira a JUAN MARIA. En sus memorias habla del “ desinterés y lealtad de este honesto y resuelto bretón’ y no vaciló en pedirle una escuela para su pueblo de nacimiento.

Pero si gozó de las simpatías del Ministro, en la Cámara de los Diputados no le faltaron adversarios. En febrero de 1834 un tal Salverte trató a sus Hermanos de jesuitas disfrazados que embrutecían a los niños e impedían elprogreso de la civilización. Otro diputado, Glais-.Bizouin, acusa a LA MENNAIS de querer ejercer el monopolio en Bretaña.

JUAN MARIA contesta inmediatamente con un escrito que en su nombre un diputado lee en la Cámara. Las acusaciones son tan burdas que prefiere tomarlas con humor. Llama al primer detractor “mi reverendo Padre Salverte” entre las risas de sus compañeros de bancada y al segundo le contesta: “en una región donde hacen falta mil doscientas escuelas yo he fundado solamente ciento treinta. Quedan, pues, mil setenta a disposición del señor Glais—Bizouin quien, por lo tanto, no podrá quejarse.”

A pesar de su amistad con Guizot no duda en mostrarle su desacuerdo con la uniformidad de programas impuestos en la nueva ley. JUAN MARIA defiende un pluralismo que se adapte a las exigencias de cada lugar. Los hijos de un campesino de Cornuailles que va a pasarse la vida labrando los campos no necesita los mismos conocimientos que un obrero de Marsella o un burgués de Rennes. Les sería más útil que les enseñasen a cultivar técnicamente la tierra.

Por la misma razón, tampoco está de acuerdo con la uniformidad de diplomas exigidos. A Salvandy, sucesor de Guizot, le escribe en estos términos: Se pide el mismo diploma de enseñanza en Rennes, en Nantes, en Kergrist—Molu y en Squiffiec., Cómo esperar que los maestros vayan voluntariamente a enterrarse en la soledad del campo donde los conocimientos que han adquirido no les servirán para nada? Y JUAN MARIA propone que se creen otros tipos de diplomas de menos categoría para los maestros rurales.

Para defender sus escuelas JUAN MARIA tiene que pelearse frecuentemente con ciertas autoridades locales sectarias o puntillosas e incluso entablar procesos administrativos contra ellas.

“Triquiñuelas y procesos son los gajes de mi oficio, escribe a Mons. de La Croix. Me gustaría que no me pagasen con esta moneda pero no tengo razón al pensar así. Con estos disgustos saldaré en el último día una parte de mis cuentas.”

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El sucesor de Salvandy, Villemain, es un anticlerical convicto y confeso.

Prepara un proyecto de ley que, entre otras cosas que atentan a la libertad de enseñanza, establece que los Directores y Regentes de los Colegios serán nombrados por el Ministro de Instrucción Pública. En Francia, estalla la guerra escolar.

Montalembert, discípulo de Féli y amigo íntimo de JUAN MARIA, se

levanta como abanderado de la libertad. Aparece en la tribuna de la Alta Cámara como un caballero medieval

extraviado entre los hijos de Voltaire. Como un cruzado encolerizado y magnífico golpea con su voz poderosa las cabezas de los infieles. Su elocuencia apasionada, revestida de una prodigiosa erudición, se gana el asombro y el respeto de sus adversarios. Los católicos de todo horizonte aprietan filas junto a él.

(cfr. Merlaud, 250) Desde su rincón de Bretaña, JUAN MARIA en un escrito sin firma lanza

sus andanadas contra el proyecto Villemain. Con cifras cantantes muestra que la mayoría de los Colegios de las pequeñas villas quedan condenados a desaparecer y denuncia la arbitrariedad de querer imponer desde París, sin contar con los padre ni con los Consejos municipales, los Directores y Regentes...

Ha caído Luis Felipe, Francia vive su segunda república y se acerca el

momento en que, ante la presión de los católicos, el Estado va a renunciar a su monopolio en la enseñanza media. El Ministro Falloux se dispone a elaborar una ley que pacifique al país. Crea dos Comisiones para preparar el proyecto sobre la enseñanza primaria y la secundaria que luego se reúnen en una sola. Falloux escribe a JUAN MARIA una carta que muestra por sí sola el enorme prestigio de que gozaba éste en el campo de la enseñanza:

En nombre de los intereses a los cuales ha consagrado Vd. toda su

existencia voy a pedirle un oneroso pero verdadero servicio al país. La Comisión de Instrucción Pública va a comenzar su estudio sobre el estado de la enseñanza primaria en Francia y los remedios que necesita. En este terreno ¿quién puede aportar más luces que Vd.? ¿Quién puede comprender mejor y hacer comprender a los hombres eminentes que recojan en la Comisión sus palabras, el alcance del mal y la urgencia de remediarlo?

En cuanto a mí, si en mi rápido paso por el Ministerio no tengo otro éxito

que el de haber logrado su presencia y su testimonio en esta Comisión, creeré que he prestado a mi patria un servicio inestimable y que he legado la herencia más preciosa a mis sucesores, sean quienes fueren.

¿Puede uno imaginarse una carta más elogiosa y un reconocimiento más

explícito de los méritos de JUAN MARIA en el tema de la enseñanza?

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Nuestro Fundador convalece aún de su ataque de Guingamp y no les

posible trasladarse a París, pero en una larga memoria contesta al cuestionario que le envía la Comisión. En ella encontramos sus queridas ideas de siempre, varias de las cuales se recogen en la ley.

Esta, fue generosa con la enseñanza primaria y bastante menos con la

secundaria, pero, al menos, el Estado renunciaba al monopolio y permitía a la iniciativa privada abrir Centros. JUAN MARIA la aprovecha para fundar en el mismo Ploërmel el Colegio San Estanislao que funcionaría durante veinte años.

Para sostener las nuevas fundaciones, resolver posibles conflictos, y

animar a los hombres de acción, Montalembert crea un organismo llamado COMITE DE ENSEÑANZA LIBRE. Lo forman cuatro Obispos, sacerdotes eminentes, magistrados, escritores católicos, diputados

Un solo miembro reside fuera de París: es el veterano atleta de la lucha

es-- colar, el sacerdote JUAN MARIA LA MENNAIS. +++ Pluralidad de Centros en competencia leal. Igual ayuda a todos por parte

del Estado. Derecho de las familias a escoger los maestros de sus hijos. Diversificación de programas escolares según las necesidades de cada lugar. Descentralización. Inspección ni pedante ni burócrata. Relativización del valor de los diplomas, que automáticamente no aseguran la competencia del maestro. Facultad a la iniciativa privada para crear toda clase de Centros de educación...

Este credo de JUAN MARIA LA MENNAIS que, lenta y penosamente han

ido profesando las Sociedades progresivas y demócratas, ¿No justifica que se le haya llamado a nuestro Fundador PIONERO DE LA LIBERTAD DE ENSEÑANZA?

+ + +

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la obstinación de Feli

¿Quién es esa gran sombra que flamea insensible, ese condenado que yace desdeñoso y terribles sin que la ardiente lluvia su orgullo pueda quebrantar?

(de La Divina Comedia)

El recuerdo del hermano que se aleja cada vez más de la Iglesia es una espina que JUAN MARIA llevará clavada en el alma hasta la muerte.

Directamente no puede hacer nada por él. Féli ha levantado entre los dos

un muro de frialdad y de resentimiento: no se reanuda lo que tan violentamente se ha roto, ha dicho al Administrador de La Chesnaie, y el mayor favor que puede hacerme es el de no pronunciar más el nombre de JUAN

En marzo de 1840 nuestro Fundador se traslada a París llamado por el

Ministro de la Marina. Decide ir a ver a su hermano: cincuenta peldaños de una escalera oscura y miserable, llama a la puerta, dice su nombre, pero Féli no le quiere recibir. Antes de abandonar la capital hace llegar a su hermano estas líneas:

“Querido Féli: Dejo París con el gran dolor de no haberte podido ver. Sin embargo no tenías que temer que hubiera dicho una sola palabra capaz de molestarte. Puedes estar seguro de que nada en el mundo podrá alterar la amistad que te profeso. Pase lo que pase, seré siempre tu amigo más afectuoso y fiel.”

No hubo una palabra de respuesta. En 1841, JUAN predica en una misión sobre el infierno. De repente corta

el hilo del discurso, calla unos segundos y, como a pesar suyo, exclama después “Y pensar que estos tormentos están quizá destinados…” la frase quedó cortada por un sollozo.

En diciembre de 1847 JUAN MARIA sufre en Guingamp un ataque de

congestión cerebral. Apenas recobrado el conocimiento piensa en su hermano

“Querido Féli: Antes de ayer y en el mismo altar, ha estado a punto de llevarme un ataque de apoplejía y parálisis. Hoy estoy mejor, pero todavía a corta distancia del umbral de la eternidad. En el que creía iba a ser mi último momento pensé en ti y ahora siento la necesidad de decirte que mi amistad, jamás alterada ni debilitada, es hoy más viva que nunca. Mi corazón rebosa del deseo de vernos un día reunidos en el cielo, como por la fe tan felizmente y durante tanto tiempo lo estuvimos en la tierra. Te abraza cordialmente, Juan.”

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Por medio del sobrino Angel Blaize este mensaje llega a la buhardilla de la

calle Tronchet de París donde vive Féli. Esta vez el escritor se conmueve. Todo un pasado que creía muerto aparece ante sus ojos. Tras once años de silencio JUAN recibe la primera carta, una carta medida pero cariñosa, de su hermano.

“Ha sido para mí el mejor remedio”, confiesa alborozado. Todavía hay un corto cruce de correspondencia, pero enseguida Féli

vuelve a olvidarse del anciano de Ploërmel. Féli es elegido diputado de la segunda república. Pronto viene el imperio

de Napoleón III y se va quedando solo. La gloria le va abandonando. Ya no tiene ni tribuna ni mandato ni escuela, sólo unos pocos amigos que mantienen sus ilusiones de un socialismo humanitario, prudente y burgués que los mismos socialistas rechazan. ( Merlaud ).

El 16 de enero de 1854 Féli está con pleuresía. Antes de acostarse deja

escrito : Quiero ser enterrado en medio de los pobres y como se entierra a los pobres. No se pondrá nada sobre mi tumba, n siquiera una sencilla piedra. Mi cuerpo será llevado directamente al cementerio sin pasar por la iglesia. Sigue una lista de seis personas a las que se comunicará su muerte. Entre ellas no está su hermano JUAN MARIA

Por encargo de Féli, un tal Barbet filtra las visitas. Desde su lecho de

enfermo, condenado a no abandonar Ploërmel, JUAN MARIA se entera de lo que está ocurriendo en París. Al menos tendrán en cuenta los derechos de la familia, se dice y escribe a Angel Blaize, hijo de su hermana María: Te conjuro que salgas inmediatamente para París como representante de la familia junto a tu pobre tío moribundo. Haz lo que mejor sepas en esta cruel circunstancia. No puedo decirte más, sólo me quedan lágrimas y oraciones.

Desgraciadamente, Angel ya no es lo que JUAN MARIA creía. El también

ha abandonado la Iglesia y se pondrá de parte de los guardianes de Féli. Agustina María, señora de Kertanguy, hija de María La Mennais, es la

única a quien se permite atravesar la barrera. Ella nos ha dejado el relato de dos conversaciones que tuvo con su tío moribundo

El diez y nueve de febrero Féli experimenta una mejoría. Se encuentra

más sereno y abierto. El mismo aborda la conversación: “Siento que esto se acaba. Hay que resignarse a la voluntad de Dios.

Estaré tranquilo cuando descanse junto a El”. La mujer, tímida de naturaleza, duda ¿ha llegado el momento de

plantearle la gran cuestión? Sí, tío, que la voluntad de Dios se cumpla, sólo somos felices cuando nos encontramos junto a El... pero tú estás mejor.

“No digas eso...” el enfermo se crispa de repente, parece adivinar por donde viene su sobrina y se encierra en el silencio. Al cabo de un rato Agustina le explica:

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JUAN ha querido venir a verte pero está enfermo y se lo han prohibido. Mejor que haya sido así. Hubiera sufrido al verte tan enfermo. Sí, escríbele que he estado peor. Ya lo he hecho. Le escribí el jueves pasado para tranquilizarle. Has hecho bien. Ya sabes que Juan sufre mucho al no recibir noticias tuyas. Voy a escribirle diciéndole que he estado contigo. Harás bien. Nuevo silencio. De nuevo la mujer insiste, JUAN está muy apenado, no duerme desde hace varios días, una palabra tuya le haría mucho bien ¿ me permites que se la diga ? Sí’, dísela. ¿Le diré, pues, a tío JUAN muchas cosas de tu parte? Sí, responde Féli con una mirada afectuosa.

Cuando JUAN MARIA recibe noticias detalladas de esta conversación decide afrontarlo todo y salir para París pero los médicos se oponen resueltamente a ello.

El veintisiete de febrero escribe a su sobrino Angel: “No duermo desde hace tres semanas y las más dolorosas inquietudes me atormentan. Deseo de la forma más vehemente ir a París y no puedo hacerlo. Dí de mi parte a mi pobre Féli todo lo que yo le diría si estuviera ahí. Dile, conjúrale en mi nombre que piense en su alma, en la Iglesia a quien tanto ha amado, en su pobre y viejo hermano que le ama más que nunca y que le suplica llame a su lecho a un sacerdote lleno de corazón, de fe y de caridad, que sea para él como otro hermano.” ( El original de esta carta conservada en nuestros Archivos muestra perfectamente huellas de lágrimas

El día anterior, el doctor Jallat había diagnosticado que el fin de Féli era inminente. Vuelve Agustina a visitarle, esta vez decidió jugárselo todo:

Tío, ¿Quieres un sacerdote, verdad que sí lo quieres ? No, respondió el enfermo. Por favor, tío, te lo suplico.

Y Féli, con voz más fuerte, No, lo que quiero es que me dejen en paz.

La pobre mujer se retiró, desolada, del lecho del moribundo. Poco después volvía:

Tío, no necesitas nada ?

Y Féli, respondió de nuevo:

No, sino que me dejéis en paz.

Dos días antes, JUAN había recibido una carta de un sacerdote de París: “Venga querido Padre, aunque tenga que morir en el camino. Vd. sólo puede arrojar del templo a esos indignos profanadores que rodean a su hermano. Vd. sólo puede llevarle a Dios. Vd. sólo puede hacerlo.”

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Cuando JUAN la lee ya nadie le puede detener. Efectivamente, irá a París

aunque tenga que morir en el camino. El veintiocho de febrero llega a Rennes y ordena que le reserven plaza para la diligencia del día siguiente. Mientras espera, envía un documento al diputado Duclos para que lo firme. Este acaba de leer la prensa de París y comunica a JUAN la noticia: su hermano ha fallecido el día anterior, el lunes veintisiete de febrero de 1854.

Dicen que, en los últimos momentos, cuando le anunciaron la visita del

arzobispo de París, Mons. Quélen, Féli quiso decir algo y, al no poder hablar, se volvió hacia la pared con un movimiento de desaliento y de impaciencia. Dicen que una gruesa lágrima corrió entonces por las mejillas del moribundo...

Los amigos de Féli prefirieron siempre pensar que esa lágrima fue el

mudo lenguaje de un corazón vencido en última instancia por el Amor. (Laveille)

+ + +

Uno se pone a pensar lo que hubiera podido ser Féli de La Mennais, lo

que hubiera podido hacer si hubiera sido más humilde de corazón, si verdaderamente hubiera tenido el sentido de la Iglesia y si junto a él, también hay que decirlo, hubiera habido hombres capaces de comprenderle, capaces de llevarle con la mano en el corazón. ¿Un Santo Domingo del siglo XIX?. Quizás.

De todas formas, no se puede olvidar sin injusticia el papel que él

representó, papel de fermento y de vanguardia sacrificada. Él preparó los caminos para una organización de los católicos al margen de los partidos políticos, fórmula que nuestro tiempo ha consagrado. Él trabajó más que ningún otro en la derrota del galicanismo, en la expansión de las ideas que diez y seis años después de su muerte triunfarían en el Concilio Vaticano I. Él restableció entre el cristianismo y el pueblo un clima de confianza radicalmente opuesto al que se había manifestado en 1830.

¿Acaso sus discípulos, a los que ni una sola vez quiso arrastrar consigo al

cisma, no le deben en gran parte lo que, separados de él, les hizo eficaces? Al domingo siguiente de la muerte de Féli, el Padre Gatry predicando en el

Oratorio dijo estas palabras: ¿Debemos desesperar de la salvación de esta pobre alma? Yo no lo creo. Para que este ejemplo sirva de enseñanza, Dios ha permitido un fin despojado, al parecer, de toda esperanza. Pero esa alma había contribuido a despertar el sentimiento religioso de nuestro país. ¿No podemos pensar que habrá habido un retorno oculto a nuestras miradas y que Féli habrá obtenido misericordia? (Daniel Rops, en la Iglesia de las revoluciones)

El 18 de junio de 1854, JUAN MARIA se traslada a La Chesnaie

acompañado de varios amigos. En el mismo altar en que Féli había celebrado su última Misa, ofrece él la de difuntos.

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Luego se llega a la terraza del jardín y mira fijamente a una ventana, la ventana de la habitación de Féli. “¡Féli, Féli!.” Le ha desgarrado el grito y cae desmayado en brazos de sus acompañantes. Cuando recobra el conocimiento recorre como un autómata la casa donde dos hermanos sacerdotes tantas veces habían pensado juntos en la Iglesia y tantos proyectos habían forjado para mejor servirla.

En los Archivos de Roma conservamos cinco mil cartas de JML, la mitad, aproximadamente, autógrafas y la otra mitad copiadas por su íntimo colaborador en Ploërmel, el sacerdote Ruault. Pero puede afirmarse que JML escribió más de diez mil. Reproducimos aquí una en la que el Padre anuncia al H. Policarpo la muerte de dos Hermanos Por aquel tiempo las cartas se enviaban sin sobre. Se doblaba el papel, se pegaban los bordes y se escribía la dirección en el anverso.

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Consolidación del Instituto

Cuanto más decididamente os entreguéis a Dios más felices seréis. JML.

Paralelamente a la obra misionera el Instituto sigue desarrollándose en

Francia. JUAN MARIA sigue de cerca la formación de los Novicios de Ploërmel pero visita frecuentemente a los demás Hermanos. Para informarse, alentarlos, y mantener la disciplina de la vida religiosa, considera esencial los contactos personales.

Tengo el honor de ser de todos los hombres de este mundo, el más

ambulante, escribe bromeando al sacerdote Mazelier. Los ecos de la obra de Bretaña llegan a otras diócesis que solicitan

Hermanos. La respuesta del Fundador es invariablemente la misma: hagan Vds. lo que yo he hecho aquí. Si lo desean, mándenme postulantes. Los formaremos en Ploërmel y se los devolveremos para que sean semilla de nuevas Congregaciones.

De hecho JUAN MARIA ayuda con su consejo e recibiendo jóvenes en el

Noviciado a unos quince embriones de Congregación que luego no llegaron a cuajar, entre ellas la proyectada por el cardenal Wiseman y otra de Polonia.

Dos de ellas, sin embargo, unirán más tarde sus destinos a la fundada por

JUAN MARIA; En Ploërmel se forman los primeros Hermanos de una Congregación fundada en Normandía (ver en el mapa, 2 ). Tras diversas peripecias y dificultades con la parte sacerdotal de la misma, ochenta y un Hermanos profesos se unen a la nuestra en 1881

La fundada en Auch bajo los auspicios del arzobispo Mons. de La Croix

funcionó durante algunos años independientemente aunque asociada a la Congregación menesiana. Su Noviciado se hallaba en Lavacan, en la residencia de verano del mismo arzobispo. En 1876 se fusionó con la nuestra. Por aquel tiempo contaba con treinta y dos centros. En el mapa, el número 3 indica el núcleo de partida y el 4 los límites de la que fue floreciente provincia llamada del “Midi

+ + +

El veintiocho de diciembre de 1841 muere en Saint-Laurent-sur-Sèvres,

GABRIEL DESHAYES. El pulgar de su mano derecha, la mano que había firmado en 1819 el Acta de nacimiento de la Congregación de Hermanos de la Instrucción Cristiana, se lleva a Ploërmel, según testamento, para ser enterrado más tarde en la tumba de JUAN MARIA.

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En setiembre de 1846 JUAN MARIA recibe en Lorient la Cruz de Honor de la Legión EN RECONOCIMIENTO DE SUS SERVICIOS A LA JUVENTUD DE FRANCIA Y DE LAS COLONIAS. “Miradla bien, les dice a sus Hermanos sacándola con un puñado de papeles del bolsillo, porque no la volveréis a ver más. Para ml la cruz más preciosa es la de Jesucristo”.

Su cruz no es desdeñable. A sus constantes trabajos, a los dolores del

alma, se añaden crisis de gota y reumáticas. El trece de diciembre de 1847 se traslada a Guingamp a predicar un

jubileo llevado por su vocación de misionero popular. Llega medio muerto a la casa de los Hermanos. Al día siguiente, cuando a las ocho y media comienza a celebrar la Eucaristía se siente repentinamente enfermo. “Lléveme a la sacristía, pide al Hermano que le ayuda, y llame a un médico”. Se trata de un ataque de congestión

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cerebral que le hace perder el conocimiento hasta las cuatro de la tarde. En cuanto lo recobra solicita un confesor. Prefiero, dice con voz ronca y apenas inteligible, prepararme a lo que pueda venir. Cuando se trata de presentarse ante Dios no hay que fiarse demasiado de las palabras de los médicos.

Más tarde le preguntaron si, en aquella ocasión, había tenido miedo. “No más que cuando recibí el sacerdocio, contestó sonriendo. Cuando el Señor me llame: JUAN, Adsum responderé, aquí me tienes dispuesto a encontrarte.” El Fundador ha tocado el umbral de la eternidad. Va seguir trabajando

como si nada hubiera ocurrido, disminuido físicamente, pero siempre lúcido y valeroso. Pero el fin puede estar cercano y hay que organizar la Congregación para cuando él desaparezca. Nombra a cinco Hermanos, su Consejo de Ministros, como él los llamaba, que se harán cargo de ella después de su muerte hasta que se elija al Superior General. A partir de 1857 otros Hermanos le ayudan también en las visitas a los establecimientos.

En 1851, Pío IX le envía dos Breves que reconocen al Instituto y colman

de elogios al Fundador por la obra realizada. El viejo luchador se estremece de alegría. Ya puede morir en paz.

Por estas fechas el número de Hermanos sobrepasa los seis cientos. El diez de setiembre de 1856, el Obispo de Nantes consagra la nueva

Capilla de Ploërmel.

+ + +

El momento de mi partida es inminente. He competido en la noble competición, he llegado a la meta de la carrera y he conservado la fe. Desde ahora me aguarda la corona de la justicia que aquel día me entregará el Señor, el justo Juez. (2 Tim. 4, 6)

En el mes de diciembre de 1860, JUAN MARIA se despide de sus

Hermanos: No quiero ocultároslo, queridos hijos, mis fuerzas van disminuyendo cada día. Después del Señor y su santísima Madre, mis pensamientos vuelan hacia vosotros. Vivid siempre unidos de corazón y de alma a la Santa Iglesia y a vuestra Congregación.

El día veintiuno, el arcipreste de Ploërmel le administra la Unción de los

enfermos. Cuando le hace la pregunta del ritual ¿Crees todas la verdades que enseña la Iglesia Católica? el venerable moribundo reúne todas las energías que le quedan, dos lágrimas ruedan por sus mejillas y contesta con voz firme y clara: “Sí, creo, creo”.

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“Rezad, hijos, rezad”, fueron sus últimas palabras. Eran como las once de

la noche del 26 de diciembre de 1860. Dulcemente se apagó una llama que había ardido durante ochenta años

en el servicio de Dios y de los hombres. El justo Juez recibía a su hijo fiel y le entregaba la corona de los elegidos.

Una gran muchedumbre desfiló por la Capilla de Ploërmel para rendir

homenaje al gran hombre desaparecido. La gente besaba sus manos y acercaba a sus vestidos rosarios y medallas.

Fue enterrado en el cementerio de la Comunidad, en medio de sus

Hermanos, como él expresamente lo había ordenado.

+ + +

En 1900 se exhumaron sus restos mortales, en una ceremonia a la que asistieron dos cientos sacerdotes, más de mil Hermanos, numerosas personas notables de Bretaña y una multitud de gente sencilla.

Bajo la casulla morada estaba el cuerpo, encogido y disminuido, pero

perfectamente reconocible. Un estallido de aplausos entusiastas salió del público presente.

Mientras espera la resurrección, el cuerpo de JUAN MARIA LA MENNAIS

descansa en la Capilla de la Comunidad, en el mismo lugar que sus Hermanos a hurtadillas habían preparado para acogerlo y que él, enfadado, mandó clausurar.

El proceso de beatificación se inició en 1899. En 1911 fue declarado

Venerable. El quince de diciembre de 1966, la Iglesia, tras largos años de examen de su vida proclama que

JUAN MARÍA LA MENNAIS PRACTICÓ EN GRADO HEROICO LAS VIRTUDES TEOLOGALES DE FE, ESPERANZA Y CARIDAD, LAS VIRTUDES CARDINALES DE PRUDENCIA, JUSTICIA FORTALEZA Y TEMPLANZA, Y LAS VIRTUDES A ELLAS ANEXAS.

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EL HOMBRE No me gustan las gentes que en la conversación hablan por escrito. Encuentro pesadas las palabras que han sido muy pensadas. JML

Poseemos del Padre dos retratos y una fotografía. El primero es de 1827

y lleva la firma del pintor Paulin Guérin. JUAN MARIA que tiene por entonces cuarenta y siete años, aparece sentado junto a una mesa sobre la que hay tres libros y una cuartilla a medio escribir en la que descansa una pluma de ave. El original está en Ploërmel regalado en 1958 por la propietaria. De él proceden las diversas litografías que conocemos. En algunas de ellas se ha añadido un crucifijo que no aparece en el original.

El rostro refleja determinación, energía y serenidad. El segundo retrato es una miniatura que el pintor Le Chnetier le hizo en

1845. No disponemos del original pero sí de fotografías del mismo. La fotografía le fue tomada pocas horas después de su muerte, en el

“sillón mortuorio“ en que, según la costumbre de aquellos tiempos, se colocaba el cadáver de los sacerdotes.

Hermanos del tiempo del Fundador, sacerdotes que le trataron y seglares

que le conocieron, nos han dejado memorias y recuerdos con los que es posible, si además se recuerdan su vida y sus escritos, intentar dibujar el perfil humano de JUAN MARIA.

Su físico

En los archivos conservamos dos pasaportes de JML. Según el expedido por el Alcalde de S. Méen, JUAN MARIA medía a sus

cincuenta y tres años, un metro sesenta y cinco. Tenía los ojos azules, la frente amplia, la nariz gruesa, el pelo castaño, redondo el mentón y la piel de color claro.

Doce años más tarde, los funcionarios de la Alcaldía de Ploërmel nos

aseguran que JUAN MARIA medía, un metro sesenta (con el cuerpo ya encorvado ), que su pelo era gris y que el tinte de la piel va oscureciéndose.

Sus contemporáneos afirman: “Que difícilmente hubiera ganado un

concurso de belleza.”

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Que tenía la cabeza cuadrada como su padre “y la llevaba siempre descubierta. Cuando un día de frío le insistían para que se pusiese el sombrero, contestó con buen humor: “para cabezas como ésta ya no los fabrican.”

Que había en sus ojos un brillo, un relampagueo especial. Qué luz en sus ojos, recuerda el canónigo Chatton. “Nunca olvidaré su fisionomía de marcados contrastes, pero que probaba sin lugar a dudas que un hombre de espíritu, con más razón un santo, nunca resulta feo.”

Que su última preocupación era la de compensar la irregularidad de sus facciones, con la elegancia en el vestir o el cuidado de su porte. Los Hermanos tenían que mirar por su ajuar y hasta recordarle a veces que debía afeitarse o que era la hora de comer. No hay que extrañarse que las damiselas de la corte de Luis XVIII encontraran poco elegante al abate La Mennais.

El 22 de mayo de 1847, el Director de la escuela de Dinan escribe al Ecónomo de Ploërmel: le envío una sotana para nuestro Padre, así estará un poco más presentable en su viaje a París. Cuando viajaba en traje civil iba, según cuenta el H. Job, a la ropería y agarraba el primer traje de postulante que encontraba a mano.

El mismo reconoció en un Retiro al comentar el punto de Regla :“se recomienda a los Hermanos de un modo particular el orden y la limpieza y ante las sonrisas y miradas significativas de algunos, que él no podía ponerse como modelo pero que tenía sus razones para ello.

¿Cuáles pudieron ser estas razones? ¿voluntad calculada de penitencia y

humildad? ¿intención de contraste frente a las pequeñas vanidades de algunos Hermanos? ¿deseo de hacer olvidar que procedía de una familia rica y distinguida?

A pesar de todo, los que le trataron confiesan que la magia y la fascinación de su persona hacían olvidar inmediatamente la negligencia de su exterior.

Tuvo una salud robusta pero la cuidó tan poco como a su sotana. La utilizó hasta el agotamiento como le ocurrió a los veintisiete años. La utilizó al servicio de una actividad trepidante en la que no contaban las horas, ni los trabajos, ni los viajes a caballo o en incómodas diligencias por caminos imposibles, ni la irregularidad y parquedad de las comidas, ni las largas horas robadas al sueño. Hace mucho tiempo que el régimen de vida de mi hermano me preocupa, pudo escribir Féli. Se gasta y se destruye a ojos vista. Ya se lo he advertido en varias ocasiones y siempre inútilmente. Se lo volveré a decir pero sin esperanzas de convencerle.

Y JUAN no se convencía porque según él Qué importaba un poco más de cansancio, un poco más de trabajo. Mañana habrá que morir, mañana estaremos en la eternidad. Mientras tengamos tiempo hagamos el bien.

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El primer aviso serio lo tuvo a los sesenta y dos años con un síncope que no tuvo consecuencias. Mientras comía vi de repente que no veía nada, explicaba JUAN MARIA con su habitual buen humor. Cinco años después le sobrevino la congestión cerebral que le dejó sus huellas pero que no le impidió seguir trabajando e incluso trasladarse hasta Nantes un año antes de morir.

Inteligencia Ciertamente la tuvo fuera de lo común. A ella y a su enorme capacidad de trabajo debe el vasto capital de cultura que poseyó. Durante toda su vida fue un lector infatigable. Le gustaban, sobre todo las obras de historia y de teología, así como las que analizaban la situación de las sociedades y de la Iglesia y reunió una biblioteca de unos doce mil volúmenes. Poco después de cesar en sus funciones en la Gran Capellanía, escribe desde Bretaña a Quérret Aquí no tengo un minuto que perder. Mis horas están totalmente ocupadas y parecen tan cortas que pasan con rapidez asombrosa. Tengo sobre la mesa y la chimenea veinte libros que quisiera leer al mismo tiempo. En esto soy tan niño como hace treinta años. Libros que, como él confesaría cuando volvía cargado de el].os en sus viajes a París, le habían costado más de un desfallecimiento de estómago. La Universidad de Rennes le ofreció una cátedra de teología o de historia eclesiástica. No la aceptó por las mismas razones que no aceptó numerosas instancias de Féli para asociarle a su trabajo de escritor. JUAN MARIA estaba convencido de que Dios le quería junto a sus Hermanos y por ellos renunció a una carrera de intelectual para la que estaba espléndidamente preparado.

Carácter

JUAN MARIA fue un hombre nervioso, vivo, ardiente, de tendencia natural a la impaciencia aunque desde niño la supo tener a raya. (Mons. Maupied)

Este natural de JUAN MARIA, que su virtud supo embridar, se manifiesta

durante algunos meses cuando la congesti6n cerebral de fines de 1847 le hizo perder temporalmente su capacidad de autodominio:

El carácter de nuestro Padre es ahora más dulce de lo que era el año

pasado, escribe un Hermano. Se irrita menos ante las contrariedades y soporta mejor que se le contradiga. El año pasado, la enfermedad le dejó una sensibilidad y una susceptibilidad extremas. Una repetición, una palabra mal articulada, una contradicción, bastaban para que estallara con los más duros reproches. Pero un minuto después se humillaba hasta hacernos llorar. “Hijos míos, nos decía, me enfado por cualquier cosa y sin razón. Vuestras observaciones son justas pero no soy dueño de mí mismo. Perdonadme.”

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DECIDIDO Y TENAZ “En 1825 tuve el honor de relacionarme con JUAN MARIA LA MENNAIS. Que me sea permitido rendir homenaje a su celo infatigable, a su firmeza, a su entrega, a una constancia que hay que calificar de prodigiosa, incluso en una región como la Bretaña donde todos poseen tenacidad y carácter.” (Dupin, en la Academia de Ciencias)

En 1819, un libelo satírico pinta a JUAN MARIA en estos términos: “es el motor de la diócesis e incluso maneja al Prefecto y al Alcalde. Astuto como un zorro, insinuante como la luz, desarrolla una actividad extraordinaria...”

“Nadie es más tenaz que él en los proyectos que concibe, más

imaginativo en encontrar los medios para realizarlos, más constante y más incansable para emplearlos”, afirma Lesage, su compañero de Cabildo en Saint—Brieuc.

Un Inspector, un tal Matte, que desde luego no ha comprendido una palabra de las motivaciones de JUAN MARIA escribe al Ministro : “Es un hombre devorado por la ambición de la fama. Desarrolla una prodigiosa actividad de cuerpo y de espíritu. Viaja continuamente para crear nuevos establecimientos o para sostener los ya existentes. Quiera justificar así el título de Napoleón de la enseñanza primaria con que ya se le conoce en algunos pueblos.”

Más allá de lo anecdótico, el episodio de la compra del Seminario menor

de Tréguier es, en este punto, significativo: ni la hora, ni la tormenta de nieve, ni el temor a enfrentarse con sus adversarios, le hacen vacilar un momento para ponerse en camino. CRECIDO ANTE LAS DIFICULTADES. No hay más que recordar sus anécdotas de infancia durante los terribles días del Terror, su decisión de abrazar la vida sacerdotal en momentos de tremenda crisis para la Iglesia francesa, sus luchas sin desmayos contra el ambiente galicano y las ideas de los filósofos antirreligiosos, el coraje que desplegó en levantar ruinas en consolidar fundaciones, en lidiar los toros atravesados que le echan al ruedo de la enseñanza los legisladores de París y, también, la impávida serenidad con que soporté la prueba de la humillación y de la incomprensión. ORGANIZADOR Y ADMINISTRADOR. El Inspector Rist informa a sus

superiores: “JUAN MARIA LA MENNAIS tiene una autoridad incontestable adquirida gracias a su espíritu superior y a su rara inteligencia para tratar cualquier asunto.”

“No conozco en Francia administrador más hábil que él, confiesa Murat, Prefecto de Côtes-du—Nord. Posee el mismo talento para escribir que su hermano. Además es de una habilidad incomparable en los negocios.”

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La claridad con que veía las cosas y ciertas situaciones de desorden con

las que tuvo que enfrentarse, pudo hacerle parecer en algunas ocasiones autoritario. La incisiva pluma del canónigo Lesage no deja de reprochárselo. Al referirse a los tiempos en que era Vicario Capitular de S. Brieuc, escribe: “Para él la diócesis es como una prefectura. Está animado de un gran celo por el bien pero, para estar plenamente a gusto, no necesita ni de superiores ni de iguales”.

La realidad es que el Fundador sabía cómo tratar a cada persona. A un

Hermano puede escribirle: “Le debo la verdad y se la diré hasta el fin claramente y sin más miramientos que los que exige la caridad”. Y a otro: “Ábrame su corazón herido y yo pondré en él con todo amor el bálsamo y el aceite.” HOMBRE DE GRAN CORAZÓN. En muchas de las miles de cartas que escribió se le transparenta sin quererlo la ternura y el afecto.

Para los escolares era una fiesta la llegada del Padre. Gracias a su prodigiosa memoria conocía no solamente el nombre de todos los Hermanos sino también otras circunstancias de su vida como el pueblo donde había nacido, los puestos que había ocupado, etc.

Durante los Retiros, él tenía más penitentes que todos los otros confesores juntos.

Mons. Maupied, que estuvo dos años en Ploërmel, dice que los Novicios

le amaban y le respetaban a un tiempo, que encontraban en el Padre una alegre sencillez que ganaba la confianza sin disminuir la veneración.

Todos los sacerdotes que se relacionaron con él en Ploërmel, han alabado su bondad, su carácter abierto y su admirable caridad. Todos se consideraban como sus íntimos amigos. ( H. Job.

Nunca guardó resentimiento contra nadie y una de las mejores pruebas es

su discurso de despedida como Superior General de la Congregación de San Pedro. A Mons. de Lesquen, que en varias ocasiones le trató injustamente, le ofreció una casa cuando se retiró del obispado de Rennes.

JUAN MARIA se estaba definiendo a sí mismo cuando escribió aquella

frase Me gustan los hombres con un corazón que les haga perder la memoria. Debe ser espantoso no poder olvidar nada. ALEGRÍA . Es otra componente del carácter de nuestro Fundador. Las muchas personalidades que le visitaron en Ploërmel pensaron, quizá, que iban a encontrarse con un sacerdote rezumando dignidad y unción, con un Superior frío y envarado, con un santo de vidriera nimbado ya de aureola.

Se topan con un hombre alegre y lleno de humor, de talante abierto, de conversación natural y espontánea, que cuenta chistes y anécdotas, que ironiza con infantil malicia a ratos, que sabe reirse de su propia sombra y acudir a la salida aguda o a la paradoja desconcertante.

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En 1847 el publicista Louis de Kergolay quiere escribir sobre la obra del

Fundador y le pide permiso para pasar una semana en Plormel. “Venga, venga, le contesta el Padre, tendrá toda clase de facilidades, esta casa es de cristal.”

En su reportaje Kergolay escribe : “Me gustaría reproducir en toda su

ingenua verdad las profundas y originales conversaciones que, durante varias horas cada día, he tenido con el señor La Mennais. Me gustaría poder captar en estas líneas toda es JOVIAL gravedad, sus razonamientos entreverados de salidas inesperadas, su capacidad de benevolente acogida que ayuda tanto a la inteligencia del que escucha, dejándole a gusto el corazón.”

En 1854, un Inspector general de la Universidad, el sacerdote Vincent, visita Ploërmel y apunta en el informe que manda al Ministro: “Durante varios días he estado continuamente relacionado con el personal de la Casa, con sus jefes y, en especial, con su Fundador JUAN MARIA LA MENNAIS. A pesar de su edad avanzada, este personaje singular en el que se funden la grave cortesía de los tiempos antiguos con UNA ALEGRIA DE NIÑO sigue siendo el alma y la vida de la obra. El la dirige con una presencia de espíritu, una seguridad de memoria y una justeza de juicio que me asombran.”

Otro Inspector, Dubois, le describe en su informe “como hombre admirable

por el que ha concebido una veneración profunda. Le dije más de una vez que me parecía que llevaba dentro y en una misma pieza a un ángel y a un procurador y cada vez estallaba en risas sonoras y en encantadoras expresiones de alegría.”

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No se ha pretendido agotar aquí el estudio de la personalidad de JUAN MARIA. En sus obras y en sus escritos, es fácil encontrar otras cualidades.

Para terminar, un último testimonio, el del canónigo Robillard: “Muchos la

— mentaron que este talento extraordinario quedase escondido en Ploërmel. Cuántas veces no se ha repetido, qué pena que un hombre como este no sea Obispo. Y se añadía: pero incluso una diócesis no sería teatro demasiado amplio para el desarrollo de todas las fuerzas de este genio. Sería menester que estuviese en los Consejos de la Corona, que tuviera la dirección del Ministerio de Cultos. Hubiera sido un Richelieu o un Jiménez de Cisneros.”

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EL MENSAJE EN LOS TIEMPOS DIFICILES

JUAN MARIA vivió en tiempos difíciles para la Iglesia y para la sociedad.

Desde fuera, la Iglesia sufría los embates del filosofismo burgués del siglo XVIII: racionalismo, anticlericalismo feroz y aldeano, cientifismo jactancioso que presentaba con aplomo a la religión como un subproducto del pasado, aceptable sólo por ignorantes o supersticiosos y para el que había que prepararse a celebrar su funeral.

Este espíritu, que suele identificarse con las ideas de Voltaire, trabajó sutil

o descaradamente la sociedad en que vivió nuestro Padre, lo mismo la de la revolución que la del imperio, la de la restauración que la de la monarquía de Luis Felipe, la de la segunda república que la del segundo imperio de Napoleón III

Por dentro, la Iglesia tuvo que defenderse contra las ideas jansenistas que

aún circulaban y sobre todo contra el galicanismo que pretendía mermar los poderes y la autoridad del Papa en beneficio de una Iglesia nacional.

JUAN MARIA creció en una familia que no le ayudó demasiado en sus

opciones religiosas. Su padre y su tío fueron durante bastante tiempo cristianos de fe acomodaticia y descomprometida

Presenció la supresión de la Órdenes religiosas, el trauma que la

Constitución Civil del clero produjo en el pueblo francés las defecciones de muchos sacerdotes y religiosos.

Y si queremos saber cuál era el estado religioso de la sociedad cuando el

siglo XIX franqueaba el primer tercio de su existencia, basta leer el preámbulo de la encíclica MIRARI VOS. La situación de aquellos tiempos se describe en él con unas tintas tan sombrías como las que pueden emplear para los nuestros los más pesimistas observadores.

Frente a los tiempos difíciles la vida de JUAN MARIA es un ejemplo y un

estímulo, ni se encoge, ni se encierra en estériles lamentos, ni espera a tener las armas ideales para lanzarse al combate.

Presenta cara a la tormenta y entrega cuanto tiene, cuanto es y cuanto puede ser a la causa de Dios.

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Como si viera al invisible

Esta frase que el autor de la epístola a los Hebreos emplea para definir a Moisés, es la clave auténtica para entender la vida de JUAN MARIA. Como si viera el Invisible perseveró en su propósito.

Cuando proyecta, cuando lucha, cuando sufre, cuando fracasa, el Invisible

está siempre alzado en el horizonte de su ser. Es su norte, su fuerza y también su consuelo.

El lo expresa de otro modo: DIOS SOLO y como consecuencia

inesquivable anunciar a Cristo Estas dos expresiones nuclean y vivifican su vida entera y se encarnan en

una serie de actitudes y comportamientos JUZGARLO TODO A LA LUZ DE LA ETERNIDAD

“Es una de las máximas que repite con ocasión y sin ella. Es decir, referirlo todo a Dios, ver en todo la acción de Dios.

Todo lo que no sea El me da fastidio. Sólo en El encuentro la delicia y el descanso. Dios mío dadme el corazón de todos los hombres para que os ame por todos los hombres. Pero no me parece bastante, quisiera amaros con todos los ángeles, quisiera amaros como Vos mismo os amáis pues sólo Vos podéis amaros como os lo merecéis.” ( Corres. 1, 54)

“Que Dios sea el único centro donde nos reencontremos.

Todo lo demás es frágil y vano.” (A Bruté) “¿Cuándo llegarán para nosotros los años eternos? ¿Cuándo entraré en el gozo de mi Señor? Vamos, vamos a la Casa del Señor. DIOS SOLO, DIOS SOLO. Todo lo demás es pura nada, nada, nada. Recomienzo una vez más y grito DIOS SOLO.” (Corres.I, 52)

ABANDONO A LA PROVIDENCIA DE DIOS, aceptando sin reservas su voluntad.

“No proyectemos el futuro sobre el presente porque nos aplastaría.” (Corres. 1, 64)

“Espera con profunda paz, confía en el que puede todo y no

engaña jamás. Dios mío no temo nada. Si estás con nosotros ¿quién estará contra nosotros?” (Corres. I, 64) “Dejémonos devorar por la Providencia. No podríamos seguir sus caminos si nuestra voluntad entera, sin conservar nada no se rindiera a la suya.” (Corres. 6, 166)

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“Personalmente no me inquieta nada. Quiero dejarme devorar por la Providencia. Caminemos con el dolor de cada día pues demasiadas previsiones no serían sensatas. Obremos con la confianza que inspira el espíritu de fe. In spe contra spem, esperar contra toda esperanza, es la divisa de los hijos de la Promesa.” ( Al Obispo de Angers en una carta en que le cuenta su estado de salud después del accidente de 1847 y le habla de la situación política de Bretaña. Corres. 7, 200). “Me gustaría retirarme a mis bosques o quedar en S. Brieuc sin título alguno o reunirme con Féli y vivir con él. Pero no he tomado decisión alguna. Dios decidirá de mi futuro. El es el Señor”. “Providencia de Dios a la que tantas veces me he acogido, haz de mí lo que te plazca. No tengo otra voluntad que la de cumplir la tuya en todo: en humillación, en grandeza, en pobreza, en riqueza, en salud, en enfermedad y cuando llegue la muerte.” (Oración compuesta por JM

Ahora bien, el pensamiento de Dios y de la eternidad, la confianza en la

Providencia, no son en Juan María ni un anestésico, ni una coartada para la holganza, ni un salvoconducto para el país de la imprevisión o de la irresponsabilidad.

Lo que dice a sus Hermanos lo practica él mismo: “trabajad como si todo dependiera de vosotros y luego esperad los frutos como si todo dependiera de Dios.”

Así, utilizó todos los medios que razonablemente podían ayudarle y no

vaciló en acudir a ministros, prelados, personas influyentes, alcaldes hasta de los más pequeños pueblos, para obtenerlos.

Auscultó con la paciencia de un monje los datos de la historia y de la

actualidad de su tiempo. Escrutó el futuro de la Iglesia y propuso los medios para abordarlo.

Y no era partidario de tentar a Dios. Rezaba el Rosario mientras hacía

antesala en los despachos ministeriales, pero llegaba bien pertrechado de razones, de argumentos, de habilidades dialécticas y de balances contables.

Realizada la parte que a él le correspondía, JUAN MARIA queda como

indiferente ante los resultados

“Jamás se me ha ocurrido y con la gracia de Dios no me ocurrirá jamás turbarme por una cosa que no depende de mí. Me digo, Dios lo quiere y ello me basta.”

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AMOR A LA IGLESIA La lógica de la búsqueda de Dios le hace entrar a JUAN MARIA en comunión entrañable con el Cuerpo del Dios encarnado que es la Iglesia.

“Por ella quiero vivir, luchar, sufrir y morir.” Basta apostarse en cualquier recodo de la historia de JUAN MARIA para darse cuenta de que este programa lo encarnó punto por punto en su existencia.

“Vivir y luchar por la Iglesia es muy meritorio, pero quizá más fácil que

sufrir por ella y ser incomprendido por ella.” JUAN MARIA tiene los músculos de un gladiador para el combate y el

corazón de un hijo para la prueba. Un hijo que, a diferencia de Féli, ha comprendido el MISTERIO de la Madre que ninguna mezquindad humana puede desnaturalizar o profanar. AMOR A LA VIRGEN Si ama a la Iglesia, ¿Cómo no amar a la Madre de los miembros de Cristo?

A los veintinueve años se consagra con Féli al corazón virginal de María.

Ayuna rigurosamente en las vísperas de sus fiestas. Reza todos los días, aún en los de más ocupaciones y fatigas, el Rosario. Donde puede, organiza asociaciones en honor de la Virgen, para chicos, chicas o matrimonios. Recomienda a los Hermanos misioneros la más tierna devoción a la Virgen

Escribe en el Directorio de los Hermanos: “Tened por la Virgen

Inmaculada una profunda veneración porque es Madre de Dios, un amor filial porque es vuestra Madre, una confianza ilimitada porque es Madre de Dios y Madre vuestra.”

Quiere que sus religiosos y religiosas lleven consigo el Rosario porque “es

la librea de los servidores de María y el signo distintivo de sus hijos”. Y, si de la abundancia del corazón habla la boca, para conocer el puesto

que la Virgen ocupa en el corazón de JUAN MARIA habría que recordar centenares de párrafos de sus sermones— en todos ellos encontraba siempre oportunidad para hablar de la Madre— en los que no se aparta de la mejor teología para situar a la Virgen en su exacto papel, pero en los que el enamorado tampoco se priva de ofrecer sus más tiernos piropos a la Amada. ANUNCIAR AL SEÑOR La divisa que ha escogido para él y para sus Hermanos, DIOS SOLO, no puede confinarse en la intimidad personal. Es una bandera que hay que plantarla en el corazón de los hombres. Ya le hemos visto en todos los frentes consumido de impaciencias y trepidando de trabajos para anunciar a Jesucristo.

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Como declara al Ministro Salvandy, sus escuelas sólo tienen sentido si cumplen con esta misión. A los Hermanos se lo recuerda sin cesar: han sido llamados menos para ser maestros que para ser evangelizadores y no vacila en decirles: “temo que busquéis el lucimiento y que os preocupéis más en hacer sabios que cristianos.” VIDA DE ORACION Cuando se acerca uno a la vida de JUAN MARIA hay una evidencia que se impone: es un hombre que ha tenido que rezar mucho o, más precisamente, ha tenido que ser un hombre de gran vida interior. La luz que llevaba dentro se le derramaba espontáneamente y se remansaba en una serie de actitudes que sus contemporáneos no dejaron de notar “En la Capilla le hemos visto muchas veces y durante largo tiempo prosternado en oración ante el Santísimo.” (H. Louis Renault)

En las misiones se le ha visto salir del confesionario a las tres de la madrugada y ponerse a rezar el Rosario antes de ir a acostarse.

Nunca dejaba de rezar el Breviario. En los tres últimos años de su vida, y

ya con dificultades de salud, tardaba más de tres horas en rezar lo que normalmente exigía cuarenta y cinco minutos. Se le veía extenuado, pero no había manera de hacerle omitir nada. En el delirio de su última enfermedad repetía a cada momento: “Pater, Ave, Deus in adjutorium...” y trozos de salmos.

Celebraba siempre la Misa sin prisas y con gran devoción y su acción de

gracias era prolongada. Le he visto llegar literalmente extenuado a París después de dos días de

viaje en diligencia. Su primera preocupación era celebrar la Eucaristía. (Mons. Maupier)

Al señalar a sus hijos la importancia de la contemplación, no hace sino

entregarles su propia experiencia: “La oración mental es el horno bendito donde se inflama y se conserva el fuego del amor de Dios.”

Lee innumerables obras de espiritualidad y de doctrina, pero está

convencido, como escribe a su amigo Bruté, de que

“Para conocer a Jesucristo HAY QUE SONDEAR LAS ESCRITURAS. Hay que leer, sobretodo, con un alma ardiente de fe y de amor el Evangelio del discípulo amado. Hay que pedir a Dios con humildes y perseverantes plegarias que nos dé la inteligencia del corazón, sin la cual no podríamos comprender nada de sus divinas lecciones ni penetrar en sus misterios. Hay que ser de esos PEQUEÑOS a quienes Él mismo se digna instruir y revelar sus secretos.”

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De vez en cuando se retira a las soledades de La Chesnaie, como él dice menos en busca de descanso para el cuerpo que para rehacer mi alma en el retiro.

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Estas pueden ser las líneas esenciales del mensaje que JUAN MARIA sigue enviando a sus hijos. Su limpieza y sencillez de corazón, su inmensa capacidad para el olvido y el perdón, sus entrañas de compasión ante el clamor de la pobreza del cuerpo o del espíritu, su andadura sobria y penitente, sus desposorios con la cruz… no son sino consecuencias del DIOS SOLO y ANUNCIAR A JESUCRISTO.

Este mensaje, que en él fue, antes que nada, ejemplo y vida, hoy es voz que sigue clamando con la autoridad de quien ha vivido con tremenda honestidad la más hermosa experiencia.

Más que en ningún otro tiempo quizá, sus hijos necesitamos recoger la voz del profeta de Saint—Malo. Junto a él, cercano y familiar, llevados de su mano, se nos hará más fácil imitar a Cristo y, para emplear las mismas palabras del Padre

Revestirnos de Jesucristo, juzgarlo todo como El lo juzgó, amar lo que El amó, despreciar lo que El despreció, conformar nuestros pensamientos a los suyos y ser su imagen viviente. Porque Cristo es la parte que hemos elegido y tenemos mucha razón en decir con el Salmista: ME HA TOCADO UN LOTE HERMOSO Y ME ENCANTA MI HEREDAD.

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BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

Jean-Marie de La Mennais. Laveille, 2 vol.

Jean-Marie de La Mennais, la renaissance d’une chrétienté. Merlaud

Etapes biographiques de JML. F. Jean—Charles Bertrand.

Historique de l’Institut. F. Célestin—Paul Cuéff.

Diversos trabajos manuscritos. F. Célestin—Paul Cuéff.

A travers la correspondence de JML. F. Symphorien—Auguste. 7 vol.

Vie. et oeuvres de JML. Ropartz.

La famille de La Mennais. Christian Marechal.

La jeunesse de La Mennais. Christian Marechal.

Los dos La Mennais. Manuscrito del H. Elías Sáinz.

Lamennais et le Saint—Siége. Dudot.

Mémoires d’un solitaire.

Nouvelle histoire de l’Eglise. Diversos autores.

LEglise des révolutions. Daniel Rops.

Historia de La Iglesia. Bernardino Llorca.

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INDICE

PAGINA

PRESENTACION

PANORAMA .................................................................................................................... 1

En Saint Malo .................................................................................................................. 1

En Saint Brieuc ................................................................................................................ 3

En Paris ........................................................................................................................... 4

En su diócesis .................................................................................................................. 4

En Proërmel ..................................................................................................................... 5

BRETAÑA ........................................................................................................................ 7

LA CIUDAD CORSARIA .................................................................................................. 9

Antepados ....................................................................................................................... 11

Padres ............................................................................................................................. 11

Hermanos ........................................................................................................................ 12

REVOLUCION ................................................................................................................. 13

NAPOLEON ..................................................................................................................... 16

ENSAINT-MALO .............................................................................................................. 19

Subdiácono ...................................................................................................................... 26

Sacerdote ........................................................................................................................ 27

Descanso fecundo ........................................................................................................... 28

Torrente de ideas vagas ................................................................................................... 28

Escritor ............................................................................................................................ 30

Quiebra de su padre ........................................................................................................ 32

Un viaje a España ............................................................................................................ 33

RESTAURACION ............................................................................................................ 35

EN SAINT-BRIEUC .......................................................................................................... 37

FUNDADOR .................................................................................................................... 46

Gloriosa miseria ............................................................................................................... 58

REGLA182O .................................................................................................................... 60

LAS HIJAS DE LA PROVIDENCIA ................................................................................... 62

MONS. DE LA ROMAGERE ............................................................................................ 64

EN LA CORTE ................................................................................................................. 67

CONGREGACION EN SAINT-MEEN ............................................................................... 71

FELI ................................................................................................................................. 74

CONGREGACION DE S. PEDRO .................................................................................... 80

MONARQUIA DE LUIS FELIPE. 2. República y 2° Imperio ............................................... 85

VIA CRUCIS EN PROÉRMEL .......................................................................................... 86

EN PROËRMEL ............................................................................................................... 98

Misiones .......................................................................................................................... 98

La obstinación de Feli ...................................................................................................... 111

Consolidación del Instituto ................................................................................................ 116

EL HOMBRE .................................................................................................................... 120

Su físico ........................................................................................................................... 120

Inteligencia ....................................................................................................................... 122

Carácter ........................................................................................................................... 122

ELMENSAJE ................................................................................................................... 126

Como si viera al invisible .................................................................................................. 127

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